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Mapa del tiempo

Eduardo Galeano

Hace unos cuatro mil quinientos millones de años, año más, año menos, una estrella enana escupió un
planeta, que actualmente responde al nombre de Tierra.

Hace unos cuatro mil doscientos millones de años, la primera célula bebió el caldo del mar, y le gustó, y se
duplicó para tener a quien convidar el trago.

Hace unos cuatro millones y pico de años, la mujer y el hombre, casi monos todavía, se alzaron sobre sus
patas y se abrazaron, y por primera vez tuvieron la alegría y el pánico de verse, cara a cara, mientras estaban
en eso.

Hace unos cuatrocientos cincuenta mil años, la mujer y el hombre frotaron dos piedras y encendieron el
primer fuego, que los ayudó a pelear contra el miedo y el frío.

Hace unos trescientos mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras, y creyeron que podían
entenderse.

Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras.

El agua

A principio de los tiempos, la hormiga no tenía la cintura finita.

Lo dice el Génesis, según la versión que anda de boca en boca en la costa colombiana del Pacífico: la hormiga
era redonda y estaba toda llena de agua.

Pero Dios se había olvidado de mojar el mundo. Cuando se dio cuenta de su distracción, le pidió ayuda. Y la
hormiga se negó

Entonces, los dedos de Dios le estrujaron la panza.

Y así nacieron los siete mares y todos los ríos.

Sopa de letras

Por el tamaño y el brillo, parece una lágrima. Los científicos lo llaman Lepisma saccharina, pero él responde
al nombre de pescadito de plata, aunque de pez no tiene nada y no conoce el agua.

Se dedica a devorar libros, aunque tampoco tiene nada de polilla. Come lo que encuentra, novelas, poemas,
enciclopedias, poquito a poco, engullendo palabra por palabra, en cualquier idioma.

Se pasa la vida en la oscuridad de las bibliotecas. De lo demás ni se entera. La luz del día lo mata.

Sería erudito, si no fuera insecto.


La fuente

En el siglo doce, cuando el agua era gratuita como el aire y no existían las marcas, el Papa y la mosca se
encontraron al pie de una fuente.

El Papa Adriano IV, único pontífice inglés de toda la historia del Vaticano, había vivido una vida muy agitada
por sus guerras incesantes contra Guillermo el Malo y Federico Barbarroja. De la vida de la mosca, no se
conocen acontecimientos dignos de mención.

Por milagro divino o fatalidad del destino, sus caminos se cruzaron en la fuente de agua de la plaza del pueblo
de Agnani, un mediodía del verano del año 1159.

Cuando el Santo Padre, sediento, abrió la boca para recibir el chorro, el díptero insecto se le metió en la
garganta.

La mosca se introdujo por error en ese lugar que no era para nada interesante, pero sus alas no pudieron salir y
los dedos del Papa no pudieron sacarla.

En la batalla, perecieron los dos. El Papa, atragantado, murió de mosca. La mosca, prisionera, murió de Papa.

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