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Actas del 1º Congreso Internacional sobre Patrimonio Histórico e Identidad

Cultural. Tucumán. 1998, pp. 209 – 215

MUSEOS Y RECURSOS ARQUEOLÓGICOS:


CONSTRUCCIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL
Bárbara Manasse
Escuela de Arqueología (UNCa) - Museo Runa (Tafí del Valle – Tucumán). Casilla
de Correo Nº 40 (4137) Tafí del Valle - Tucumán

Palabras clave: museo – recursos arqueológicos – patrimonio cultural – noroeste


argentino

RESUMEN
Desde la perspectiva y las experiencias vividas en el marco del MUSEO RUNA –
museo privado orientado hacia la antropología, el arte y el ambiente en Tafí del
Valle – se trabajará sobre la relación de la arqueología, como disciplina científica,
y la sociedad del presente.
Desde una perspectiva antropológica, uno de los objetivos centrales es
construir un espacio que favorezca la apropiación social e histórica de los
elementos arqueológicos y de la información arqueológica por parte de la
comunidad local y su conformación, por ende, como patrimonio cultural.
Se presentará la problemática de la gestión de estos recursos culturales en
el Valle de Tafí, en un contexto de avanzado deterioro y constante destrucción
careciendo de instrumentos legales de control necesarios, y su relación con la
construcción de conocimiento sobre el pasado.

INTRODUCCION
La arqueología viene planteándose hace bastante tiempo atrás diversas
estrategias que favorezcan una inserción más dinámica en la sociedad, que hagan
viable un intercambio y una interacción en la definición de objetivos de acción e
investigación. Un sector creciente de profesionales del área buscan que sus
estudios puedan ser relevantes a problemáticas actuales.

Un proceso semejante es experimentado por la museología moderna (Nueva


Museología), que procura alejarse del modelo de “Museo – Repositorio de Cosas
Vetustas e Inertes”. Pretende, en cambio constituirse en un medio de expresión
del conocimiento científico, pero también de aquellos valores, creencias y
conocimientos locales actuales; busca ser un vehículo de la generación,
vinculación y expansión de manifestaciones culturales regionales y locales.
(Lacouture Fornelli 1996; García Canclini 1990).
Reconocemos que es muy distinta la realidad que se vive en América y otros
países del tercer mundo, respecto a la situación que está sufriendo Europa. De
hecho, son diferentes sus procesos de distinción, de lucha identitaria; son distintas
sus pugnas étnico – nacionalistas, con fuerte contenido racista y xenófobo y el rol
de la arqueología en las mismas (Hobsbawm 1992; Danforth 1993; Dietler 1994;
Jones y Graves-Brown 1995; Hamilakis y Yalouri 1995; Megaw y Megaw 1995; ).
Contrariamente al pensamiento de la arqueología europea y obviamente en un
contexto histórico y social distintos, la americana está valorando la participación
del profesional en las problemáticas sociales y culturales de los pueblos nativos de
este continente (Barabas y Bartolomé 1991; Bonfil Batalla 1991; Brumfiel 1991;
Camerlingo et al 1994; Manasse 1988; Molinillo y Manasse 1993; Veloz Maggiolo
1997).
Ambos, la arqueología y los museos, en esta revisión de su rol social, han
descubierto en el patrimonio cultural su relación con el presente. En un contexto
histórico y cultural signado por la globalización y el posmodernismo, este
patrimonio cultural tiene varias lecturas factibles: desde su clara referencia a la
propiedad privada, cuando se supone que es de todos y cada uno de los
habitantes de una región, localidad o nación, a ser parte de un claro proceso de
“cosificación” de las diferentes instancias de interpretación (pasado, creencias,
valores); pero, también puede ser un espacio para la identificación, la
diferenciación y reivindicación (García Canclini 1987, 1990, 1991; Barrera Bassols
y Vera Herrera 1996; Bonfil Batalla 1993; Criado Boado 1996; Delfino y Rodríguez
1994; Manasse 1988; Schmiluk 1996;).
Ahora, es el reconocimiento en el presente el que permite que un resto
arqueológico pueda constituirse en Recurso Arqueológico capaz de conformar el
patrimonio cultural de una localidad o región (1) ( Manasse 1998). De otro modo,
tan solo es un rasgo más del paisaje, sin distinción de otros de origen natural o
antrópico reciente. Es ese reconocimiento el que permite el nexo entre el ayer y el
hoy. En tanto los restos arqueológicos son interpretados y significados podrán ser
valorados y apropiados como patrimonio cultural. Esto depende de distintos
actores sociales (instituciones gubernamentales, no-gubernamentales, los
usuarios o la misma sociedad con sus inquietudes y costumbres) pero, es el
profesional, el arqueólogo y la institución científica a la que responde, los que
suelen definir este nexo.
Desde una perspectiva antropológica no es tan sencilla la apropiación social e
histórica de los restos y de la información arqueológica (Manasse 1994; Arenas
1997). En este trabajo queremos presentar el espacio creado con el Museo Runa
en el Valle de Tafí, provincia de Tucumán, para poder plantear esta problemática
desde un caso particular (2).
El propósito de este museo es hacer llegar a todo tipo de público la cultura
vallista, el arte de estas regiones y sus problemáticas. A través de las
exposiciones pretende hacer llegar al público ideas, problemas, conocimiento
científico y popular de estas regiones. Busca ser un espacio que favorezca la
apropiación social e histórica de todo tipo de conocimiento relacionado con los
recursos culturales y naturales del Valle. Procura trabajar en conjunción con la
población del Valle, atendiendo a sus expectativas y apuntando a una oferta
cultural integral al creciente turismo de Tafí (3). Uno de los objetivos es promover
la apropiación por parte de la comunidad local de los elementos arqueológicos y
de la información arqueológica generada por la investigación científica y su
conformación, por ende, como patrimonio cultural (Arantes 1984; Arenas 1997)
(4).

ROL DE LOS RECURSOS ARQUEOLOGICOS EN EL PATRIMONIO CULTURAL DEL


VALLE DE TAFI
Realizando una breve historia de estos recursos culturales, vemos en primer
lugar que este valle cuenta con unos mil ochocientos años de ocupación
prehispánica. Desde un principio se trató de poblaciones sedentarias que
practicaban una agricultura de maíz, tubérculos y leguminosas y pastoreaban
camélidos. A diferencia de la información arqueológica que se cuenta sobre otros
pueblos, conocemos sus estructuras de vivienda y la infraestructura agrícola y de
manejo pastoril, al igual que su alfarería y otros objetos de la vida cotidiana o,
aún, de culto ceremonial. Gran parte de este Valle presentaba los clásicos
“corralitos” de piedra, aunque han sido más conocidos para la zona de el Mollar y
Las Casas Viejas. Junto a ellos solían encontrarse en estas localidades los
monolitos en piedra que, con el nombre de “menhires” caracterizan a la
arqueología de Tafí.
De los asentamientos más tardíos, pertenecientes a la cultura santamariana,
contamos con gran cantidad de urnas funerarias, pero no se conoce mucho sobre
su arquitectura (5). Es probable que hayan aprovechado los espacios agrícolas
existentes, optimizando su rendimiento. Sus asentamientos en el Valle de Tafí aún
son poco conocidos; existen referencias sobre complejas estructuras
cuadrangulares con paredes de tierra y/o piedra (González y Nuñez Regueiro
1960; Manasse 1995; Manasse y Valverdi 1995; Lopez 1997). Hay evidencias de
que estas poblaciones se han asentado, al menos ocasionalmente, sobre
ocupaciones tempranas (cultura Tafí) o también puedan haber re-ocupado sus
viviendas y estructuras de explotación agrícola, dando lugar a las primeras
alteraciones claras, intencionales o nó de los asentamientos previos (Manasse
1997).
Alrededor del siglo XV el valle de Tafí entra en el ámbito del dominio inca.
Nuevamente la falta de investigaciones dificulta avanzar sobre la forma de
inserción social, económica o política de esta región respecto al incario. Hace unos
años está apareciendo alfarería que responde a los estilos inca locales , además de
fragmentos Belén – Inca, Santamariano – Inca o Famabalasto (Manasse 1995;
Manasse y Valverdi 1995).
Sobre mediados del siglo XVI se inicia el control español de este valle,
primero en forma de encomienda de sus pobladores y, a comienzos del siglo XVII
como Merced, uniendo así propiedad de tierras con dominio de su población. Se
trata de una explotación básicamente ganadera (mulas y vacunos), que va a
alcanzar su máximo rendimiento el siglo XVIII con los jesuitas (6). Luego de su
expulsión, el remate de las tierras da lugar a la conformación de las típicas
estancias criollas ganaderas, vigentes en el Valle hasta hace pocos años atrás. La
población de la región es escasa, lo necesario para sostener un manejo animal
extensivo (Bolsi et al 1992). Se distribuye en unos cuantos puestos que trabajan
en relación al casco de la estancia (“sala”).
En resumen, podemos decir que durante unos 400 años el Valle no cambia
mayormente la fisonomía de su paisaje. Los cambios más notorios se dan
inicialmente en la desaparición de su población nativa y, luego, en su capacidad
de carga animal cuyos efectos se manifiestan con más claridad en la segunda
mitad de nuestro siglo (7). A los restos de las poblaciones prehispánicas se le
sumaron la capilla jesuita, su casa principal, unas cuantas salas y puestos,
además de molinos de trigo y galpones de cueros (8).
Los cambios se inician en las segunda mitad de nuestro siglo. El Valle rompe
su aislamiento con la apertura de la ruta provincial n º 307 (en 1943) y, en una
progresión de tipo geométrica comienza a interactuar económica y socialmente
con el resto de la provincia y el país. Siempre atendiendo a su patrimonio cultural
– arqueológico, es la agricultura de papa semilla, en la década del sesenta, la que
iniciará una progresiva destrucción de aquello que se preservó durante tanto
tiempo (González 1989). Las tierras serán arrendadas a gente foránea al Valle,
que no prestó atención a sus características topográficas y avanzó con topadoras y
arado sin atender a las condiciones del suelo y de la pendiente. A la par se
producirán cambios radicales en la organización espacial del territorio y de la
población asentada en él. Ella deberá iniciar un acelerado cambio en su modo de
vida, proceso que aún no ha culminado.
Volviendo a los recursos arqueológicos, las próximas décadas han sido
testigos de rotundas modificaciones en el paisaje: se “abrieron” gran cantidad de
hectáreas al cultivo, se inició un proceso de urbanización que alcanza un pico
notorio en los últimos años y, finalmente se abrió agresivamente el Valle al
turismo nacional e internacional (construcción de hoteles, hosterías, comercios,
casas de veraneo, rutas de acceso y una pista de aterrizaje para aviones de
pequeño porte; existe, además una creciente oferta de explotación turística del
paisaje del Valle y sus montañas). Ello ha redundado en una incontrolable
destrucción de yacimientos arqueológicos. Este tipo de afecciones sobre los
recursos arqueológicos es altamente dañino, aunque no se lo detecte
inmediatamente en toda su gravedad. El crecimiento urbano no responde a una
planificación ordenada sino que es totalmente caótico: hoy se levanta una nueva
vivienda aquí, mañana más allá, luego se abre un camino en otra zona ...; de esta
forma se rompe en todas partes un poco, dejando escasos contextos
arqueológicos sin afectar (Manasse 1998). Obviamente, esto requiere de la
implementación de una reglamentación estricta que regule estas acciones, pero
este no es el caso en estas regiones.
Quizás podamos usar el Parque de Los Menhires, creado en 1977 como parte
del proyecto NOA Turístico, para ilustrar la política implementada en estos años
respecto al patrimonio arqueológico local: en lugar de su valor histórico y cultural,
se privilegió su potencial de explotación económica - finalmente, el turismo tiene
ese objetivo final -; no se atiende al conocimiento que produce su localización en
contexto, ni se tiene conciencia de la información que se puede obtener a partir de
su investigación especializada (Manasse 1994; Mastrángelo 1996). Dijimos
anteriormente que el patrimonio arqueológico se conforma como tal siempre y
cuando los restos son interpretados, significados y valorados como recursos
arqueológicos; ello requiere su reconocimiento como elementos de un contexto
particular, que responde a su historia tanto sedimentológica, tafonómica como
social, política y económica. Hoy desconocemos la proveniencia de gran parte de
los menhires del Parque, de otros desconocemos su suerte ... Aunque han sido
declarados monumento histórico nacional (Ley Nacional 24.262 de 1993) se los ha
escrito con pintura sintética, se pisa los que se han caído o, en el mejor de los
casos se los usa como asiento para tomar unos mates ... Muy poca gente sabe
que estos monolitos no se encontraban solos sino que, a manera de las huacas de
los Andes peruanos y bolivianos, presidían los campos de cultivo de cada una de
las familias; buena parte de su sentido está dado por su localización y contexto
(9).
Los pobladores del valle tienen permanente contacto con los restos
arqueológicos; los encuentran en cualquiera de sus actividades cotidianas desde
hace varias generaciones. A pesar de ello, es notable la distancia que toman de
estas evidencias del pasado vallisto. No es un pasado propio, no tiene que ver con
ellos (10). La percepción y valoración del pasado local tiene profundas raíces en
una construcción de la historia tafinista realizada por las clases sociales
hegemónicas de distintas épocas en donde el aborigen, de existir en estos
discursos, ocupa un lugar despreciable (Racedo 1988, Requejo 1991, Manasse
1994, 1995;). Desde el ámbito educativo tampoco se ha favorecido un mayor
sentido de pertenencia (Arenas 1997).
Recientemente, frente a una acción más agresiva de comerciantes de piezas,
se ha dedicado mayor atención a las piezas arqueológicas. Se trata de nuevo tono,
los recursos arqueológicos pasaron a ser bienes de transacción comercial. Sin
embargo, al no conocer su origen y características, estas piezas son vendidas a
precios irrisorios, haciendo más atractivo el mercado (11). No existe aún una
legislación adecuada que permita poner límites a estas acciones depredadoras y,
menos aún, un control por parte de entes que pudieran ejercer alguna presión al
respecto (Ver al respecto Manasse y Pastrana 1996, Manasse 1997, siempre en
referencia al Valle de Tafí).

EL MUSEO COMO UN ESPACIO PARA LA CONSTRUCCION DE PATRIMONIO


CULTURAL
En función de las problemática analizada, trabajamos desde hace varios años
desde diversos ángulos sobre el patrimonio cultural del Valle (Proyecto de Rescate
e Investigación mencionado anteriormente) (12). El Museo Runa es un resultado
más de estas tareas. El objetivo general es dar a conocer hacia fuera y hacia
adentro del valle de Tafí el valor y las características de su patrimonio cultural. El
Museo fue montado de tal manera que es la propia gente de Tafí la que ofrece a
quien le interese, lo que ellos han considerado importante para dar a conocer el
pasado y la cultura tafinista. Participan cerca de cuarenta familias, que han
acercado piezas históricas y / o arqueológicas para su exposición. Su participación
se extiende también en actividades recreativas típicamente criollas que realizamos
en el patio del museo, venta de sus productos artesanales y la programación de
charlas y actividades de demostración de ciertas costumbres y habilidades. A su
vez, se hacen propuestas conjuntas sobre nuevos temas de exposición.
El Museo Runa no cuenta con colecciones propias, siendo su objetivo trabajar
con exposiciones de materiales cedidos en préstamo. Tampoco aceptamos
donaciones (13). El trabajo de gestión de piezas ha sido complejo y sumamente
enriquecedor. los vallistos han escuchado muchísimas promesas y no pocas veces
se han sentido engañados por profesionales e investigadores de distintas áreas
(14). Al plantearnos esta metodología de conformación de las muestras, sabíamos
que debíamos enfrentarnos a este problema. Se apeló, en primer instancia, a
aquellas personas más conocidas, que fueron compartiendo los objetivos del
Museo; a partir de ello se fue configurando una red de familias. Con cada una de
ellas se ha trabajado a lo largo de algunos meses, dando a conocer acabadamente
nuestros propósitos y los objetivos de este tipo de museo. Por otro lado, se fueron
delineándolos objetivos que cada una de estas personas fueron depositando en
este proyecto, las que lentamente fueron apropiándose del mismo (15).
En la gestión se trabajó por igual sobre piezas arqueológicas, así como otras
de valor histórico o antropológico, dando pie a que sientan unas y otras con valor
comparable y puedan apreciar también a los restos arqueológicos como propios.
Se diseñó una documentación que era entregada en el momento de recibir las
piezas cedidas en préstamo y que expresa las características de nuestro
compromiso. Cada propietario recibe una ficha descriptiva de cada uno de los
elementos prestados; un duplicado de la misma queda en el Museo (16). A su
vez, fuimos asesorando sobre formas de preservación de estos materiales.
La confianza en nuestras intenciones, la claridad de la propuesta, además de
una amplia participación en la misma, han permitido llevar adelante esta idea con
mayor éxito del previsto originalmente. La gente ha prestado entre una y diez
piezas; su exposición ha motivado a otras personas a ofrecer nuevas piezas una
vez abierto el museo al público. Es notoria la participación de adolescentes (17).
La apertura del museo se realizó con una exposición denominada “Lo que la
gente de Tafí custodia en sus casas”. Dos de las salas fueron empleadas por
lugareños, familias estancieras, gente radicada en el valle y veraneantes para
mostrar objetos que han guardado y que conforman parte del patrimonio cultural
de Tafí. Cada pieza lleva el nombre de su propietario / a y su lugar de residencia
(18). Hemos preparado una sala con objetos de la vida doméstica criolla y otra
con objetos arqueológicos que la gente encuentra al realizar excavaciones para
sus viviendas o pozos de agua ... La sala de entrada y recepción introduce en la
historia de la región y en la problemática de la identidad vallista y su patrimonio
cultural.
El diseño de las exposiciones fue realizado en base a un guión muy general,
ya que a diferencia de las formas clásicas, no sabíamos con que piezas íbamos a
contar. De esta forma, primero tuvimos que ver la muestra que se iba
conformando para recién, en base a ello, diseñar los guiones más específicos y las
estrategias de presentación. Es necesario aclarar que, a pesar de que el objetivo
central giraba en torno del Patrimonio Cultural del Valle de Tafí, preferimos
trabajar inicialmente desde una perspectiva menos abstracta. En la sala de
objetos criollos focalizamos en distintos aspectos de la vida criolla cotidiana. La
otra sala se preparó de tal forma de poder trabajar sobre aquello que podemos
aprender y disfrutar de los recursos arqueológicos (partimos de sus valores
históricos, culturales y también, estéticos). Las piezas fueron expuestas de una
manera sencilla empleando materiales de la zona como contexto de presentación
(pircas, adobe y madera). Hay que señalar que debíamos trabajar sobre la base
de la escasa costumbre del público local y tucumano en general de asistir a
museos. Pretendimos de acuerdo a ello presentar exposiciones sencillas con poco
texto, haciendo énfasis en cambio en la visita guiada. Esto es, priorizamos el
mensaje y la comunicación oral, dejando en segundo lugar a la escrita.

LA CONSTRUCCION DEL PATRIMONIO CULTURAL


Aún no estamos en condiciones de realizar una evaluación sobre la propuesta
del Museo Runa, pero en lo que se refiere a la arqueología y sus recursos
observamos un gran interés de la gente de Tafí por conocer en particular de qué
tiempo datan y, ocasionalmente, su funcionalidad. Es notoria la constante
referencia a los hallazgos realizados por ellos mismos en alguna parte del Valle o
del conocimiento sobre piezas en posesión de algún vecino. Gustan comentar
sobre sitios arqueológicos que conocen en la zona, pero suelen ser reticentes a
localizarlos con precisión, demostrando una tradicional desconfianza hacia los
“venidos de afuera”. No suelen efectuar mayores interpretaciones sobre estos
restos; aunque ello se relacione probablemente con el estadio de nuestras
investigaciones, también puede deberse al distanciamiento señalado
anteriormente respecto a este tipo de recursos.
Un fenómeno que se está gestando tanto entre gente de afuera como de los
mismos vallistos es el empleo de los materiales expuestos en el museo para
realizar réplicas o para crear piezas inspiradas en las formas indígenas. Ambas son
destinadas a la comercialización turística (Ver, al respecto García Canclini 1990).
Por otro lado, tanto veraneantes como vallistos comenzaron a acercarse al museo
para dar aviso de materiales arqueológicos hallados en alguna obra o expuestas
por acción del agua o el viento. Se han debido efectuar dos trabajos de rescate y
uno más será realizado próximamente en las instalaciones de la escuela
secundaria.
En lo que respecta a la exposición propiamente dicha, somos conscientes de
que el museo, a través de sus muestras, suele dar a conocer el conocimiento
científico y, en cierta forma legitima este tipo de discurso (Morales Moreno 1996).
Sin embargo, hemos procurado atender a las ideas y sugerencias de los
propietarios de las piezas, comentándolas en nuestras visitas guiadas como una
interpretación más junto a la propuesta científica. Ello actúa como un nuevo
motivador para la participación e interacción con la gente que asiste al museo.
Nuestro objetivo, ya lo dijimos, es favorecer la apropiación social e histórica
de los elementos arqueológicos y de la información arqueológica y posibilitar su
conformación como patrimonio cultural del Valle. Mientras escribimos esto, en una
tarde fría de feriado y museo, un visitante me comenta que acaba de pagar
******* pesos por un menhir que le vendió uno de los paisanos de aquí ...

Tafí del Valle, junio de 1998

NOTAS
1.- De acuerdo a la propuesta de este trabajo nos remitiremos exclusivamente a
las evidencias de carácter arqueológico.
2.- El Museo Runa - museo privado orientado hacia la antropología, el arte y el
ambiente en Tafí del Valle - es una institución sin fines de lucro que trabaja sobre
el patrimonio cultural y natural de los valles tucumanos con los pobladores de la
región. Es dirigido por una antropóloga, Patricia Arenas, y por la autora de este
trabajo, arqueóloga. Se ha abierto al público hace unos cinco meses.
3.- No utilizo aquí el concepto de “difusión” ya que nuestras acciones exceden
esta función (Barrera Bassols y Vera Herrera 1996). Nuestra propuesta es ofrecer
un espacio de interacción con la población local que participa en esta institución
cultural.
4.- Esta propuesta forma parte de los objetivos de un Proyecto de Rescate e
Investigación Arqueológica (Escuela de Arqueología – SEDECyT – Universidad
Nacional de Catamarca), que se relaciona con la gestión de los recursos culturales
y los usos del pasado por parte de la gente de Tafí. El proyecto es dirigido por la
autora de este trabajo; la transferencia del conocimiento arqueológico y su
articulación con el conocimiento local forman parte de un subproyecto a cargo de
P. Arenas.
5.- Aún no se ha trabajado mucho sobre la presencia de estas poblaciones en el
Valle, por eso se cuenta con poca información sobre sus características socio –
políticas y económicas (Manasse 1997).
6.- Lamentablemente carecemos de información arqueológica sobre estos
tiempos, que podría ser de gran interés para contrastar la documentación
histórica, en particular respecto a la cultura material de esta época de contacto
europeo e indígena. También sería necesario conocer la forma de ocupación del
espacio, más allá de la división en potreros: la distribución de las familias
indígenas, sus áreas de producción, etc..
7.- Sus efectos se manifiestan en un intenso proceso erosivo en gran parte
irreversible actualmente.
8.- La gente de la zona vive los tiempos a su manera, a un ritmo guiado por el
manejo animal en el verano y la zafra cañera en el invierno.
9.- En los últimos tiempos, de gran auge e interés por los “restos” del pasado, los
menhires han dado lugar a un sinnúmero de artículos de divulgación, o han
servido como diseño de logos para negocios, empresas o souvenirs ...
10.- Esta región del noroeste argentino se caracteriza por una sociedad que ha
desvalorizado sus orígenes y su pasado. Muy ligado a los problemas propios de la
colonización española, los tafinistos buscaron en las últimas décadas asimilarse a
la gente de las urbes de la llanura tucumana y sus costumbres, distanciándose
casi definitivamente de sus patrones culturales (Bonfil Batalla 1988; Lorandi
1989). Lorandi plantea que el pasado prehispánico en el NOA ha adoptado un
carácter de estigma, ligando ello con un sistemático intento de olvido del pasado.
Muchos niños desconocen por completo algunos de los elementos que hasta
hace algunos años formaban parte del hogar vallisto. “ El abismo producido en las
últimas décadas entre las costumbres propias del valle, con gran énfasis en
prácticas agro – ganaderas de regiones montañosas, y aquellas más modernas
típicas de áreas urbanas , fueron generando una confrontación entre ambas, que,
en ocasiones, toman un carácter violento.” Arenas 1997.
11.- Esta situación también se da respecto a restos paleontológicos.
12.- Se trabaja desde la investigación arqueológica, la investigación
antropológica, trabajos en las escuelas de recuperación de historia oral, paneles
expositivos, charlas, etc..
13.- Más allá de ser un museo privado, consideramos que aún no cumplimos las
condiciones mínimas para funcionar como repositorio del patrimonio cultural salvo
de manera temporal. Ello también nos aleja de propuestas de comercialización de
piezas.
14.- En Manasse 1994 decíamos que el Valle de Tafí ofrece condiciones
ambientales tan agradables, que se lo usó como conejillo de indias para todo tipo
de investigaciones.
15.- Realmente, hemos aprendido mucho junto a ellos sobre la cultura tafinista,
sobre su historia y los silencios, sobre sus valores y apreciaciones.
16.- La propuesta es realizar su descripción técnica y efectuar un registro gráfico
y fotográfico de las mismas para, en el mediano plazo elaborar un catálogo. Ello
se está llevando a cabo con la colaboración del Instituto de Arqueología y Museo
(UNT).
17.- El museo recibe desde su inauguración tres estudiantes de la escuela
secundaria local quienes en forma de pasantías están aprendiendo las tareas
concernientes a este tipo de institución.
18.- Nuestra intención es tanto la valoración de quien cede la pieza, como
también su reconocimiento por parte de familiares y conocidos. Ello también actuó
como efecto multiplicador.

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