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Una gran proporción de la literatura apócrifa cae dentro de una de las formas
literarias del NT: evangelios, hechos, epístolas, apocalipsis. Pero a menudo esta
similitud formal va acompañada de una gran diferencia conceptual. Esto resulta
particularmente evidente en los evangelios; tenemos evangelios sobre la infancia,
evangelios sobre la pasión, documentos con dichos y meditaciones teológicas; pero (si
excluimos los evangelios fragmentarios primitivos, de los que de todos modos tenemos
insuficiente información) es difícil encontrar obras que, como los evangelios canónicos,
se ocupen de las palabras y obras del Señor encarnado. Los documentos que relatan
hechos forman una clase numerosa, y probablemente la más popular, sin duda por la
gran atracción no sectaria de muchos de los relatos. Las epístolas no son comunes a
pesar de que casi todas las obras del NT que a veces se han considerado
seudoepigráficas son epístolas. En cuanto a los apocalipsis, existían precedentes judíos
para atribuirlos a alguna celebridad del pasado.
Motivos
Naturalmente, aun cuando fuese una obra escrita "por amor a Pablo", cualquier
desproporción o aberración doctrinal del autor pasaba a su obra; más aun, es posible que
parte de su propósito edificativo fuese justamente el de inculcar dicha aberración: el
presbítero asiático, por ejemplo, tenía una obsesión en lo que respecta a la virginidad, lo
que hace que su obra, que de otro modo es más o menos ortodoxa, esté alejada del
espíritu evangélico. Pero hay muchas obras cuyo propósito es deliberadamente sectario:
el de promulgar un cuerpo de doctrina complementario de la doctrina de los libros
canónicos, o que la remplace. Estos fueron fundamentalmente el resultado de los dos
grandes movimientos reaccionarios del siglo II, el gnosticismo y el montanismo. Las
"Escrituras" montanistas surgieron casi por accidente, y en nuestro sentido no eran
estrictamente apócrifas, porque, aunque pretendían preservar el testimonio vivo del
Espíritu Santo, no eran seudónimas; prácticamente han desaparecido. Escritos que
representan las múltiples expresiones del gnosticismo, sin embargo, existen en gran
cantidad. Obras como el Evangelio de la verdad, meditación en términos gnósticos que
refleja el lenguaje de las Escrituras canónicas, son menos comunes que las obras que
seleccionan, modifican e interpretan dichas Escrituras en una dirección sectaria
(comparece el Evangelio de Tomás de Nag Hammadi), las que audazmente profesan
contener doctrinas secretas que no se encuentran en ninguna otra parte (comparece el
Apocrifón de Juan), y las que simplemente atribuyen al Señor o a los apostóles las
trivialidades de la doctrina gnóstica. Y por todos estos fines la forma literaria apócrifa
se volvió convencional.
c. La preservación de la tradición
"En otras palabras, la lista de libros apostólicos ya era tradicional. Podían leerse
otros libros, siempre que fueran ortodoxos. El Evangelio de Pedro entre otros no era
tradicional; su uso en Rosón era resultado de un pedido específico, pero hubo oposición.
Al principio Serapión nada había hallado que justificase una prolongada controversia:
dado el caso que fuera espurio, al menos era inofensivo. Cuando una mejor inspección
reveló sus tendencias, se prohibió su uso en cualquier forma en la iglesia.
Parecería que es posible entender mejor el curso de los acontecimientos si,
siguiendo el ejemplo del proceder de Serapión, admitimos que el reconocimiento de que
un libro era espurio no comprendía necesariamente una completa prohibición de su
lectura pública, siempre que fuera de algún valor devocional y no tuviera tendencias
heréticas: una especie de posición intermedia análoga a la de los apócrifos en el sexto
artículo anglicano. Pero aun un libro herético, si tenía otros aspectos positivos, podía, no
obstante, leerse privadamente, y ser objeto de los elogios correspondientes. De esta
manera la literatura apócrifa llegó a ejercer influencia duradera sobre la devoción
medieval, y el arte y la historia cristianos.
Sin embargo, nada hay que sugiera que formaba parte aceptada de la práctica
universal del siglo I o II el compilar libros en nombre de un apóstol, procedimiento que
insinúan algunas teorías sobre la paternidad de ciertos libros del NT, y el caso del autor
de los Hechos de Pablo es un ejemplo de acción drástica contra este tipo de
publicaciones.
Escritores de los siglo III y IV citan una cantidad de fragmentos de estos primeros
evangelios. Todavía se debate acerca del carácter y las interrelaciones de dichos
evangelios. El Evangelio según los hebreos era conocido por Clemente de Alejandría,
Orígenes, Hegesipo, Eusebio, Jerónimo, quien dice (aunque no siempre se le cree) que
lo tradujo al griego y al latín (De Viris Illustribus 2) del arameo en caracteres hebreos, y
que lo usaron los nazarenos, que constituían una secta judeocristiana. La mayor parte de
las personas, dice, erróneamente lo tomaron por el original hebreo del Evangelio de
Mateo mencionado por Papías, lo cual recuerda que Ireneo conocía sectas que sólo
utilizaban Mateo. Por cierto que algunos de los extractos que nos han llegado tienen
puntos de contacto con Mateo; otros vuelven a aparecer en otras obras, siendo la más
reciente de ellas el Evangelio de Tomás. Tiene un fuerte tono judeocristiano, y registra
una aparición después de la resurrección a Jacobo el Justo. Eusebio menciona un relato,
que se encuentra tanto en Papías como en el Evangelio de los hebreos, de una mujer
acusada de muchos pecados ante Jesús. A menudo se la ha considerado como la historia
de la mujer adúltera que figura en muchos manuscritos de Jn. 8.
Este evangelio probablemente refleja la actividad de judeocristianos de Siria que
empleaban una tradición de Mateo (el evangelio "local") y otras tradiciones locales,
algunas de ellas indudablemente válidas. Los nazarenos lo llamaban "El evangelio
según los apóstoles", título sospechosamente beligerante.
Los papiros nos han dado una cantidad de fragmentos de evangelios no canónicos.
Los más celebres, designados, serán considerados posteriormente bajo el Evangelio de
Tomás. El que le sigue en interés es el llamado Evangelio desconocido publicado por H.
I. Bell y T. C. Skeat en 1935, que describe incidentes al modo sinóptico, pero con
diálogos y vocabulario propios de Juan. Este manuscrito, fechado ca. 100 d.C., es uno
de los más antiguos manuscrito griego que se conocen. Según algunos se basa en el
cuarto evangelio, y quizás también en uno de los sinópticos, mientras que otros
consideran que es un ejemplo primitivo de literatura cristiana popular independiente de
aquellos (Lc. 1.1).
El evangelio más importante del cual contamos con una porción considerable es el
Evangelio de Pedro de (mediados [?]) del siglo II, del cual existe un gran fragmento
copto que abarca desde el juicio hasta la resurrección (El fragmento Akhmim). Se lo ha
equiparado con las "memorias de Pedro", quizás mencionadas por Justino, pero esto es
inapropiado.
Uno de los textos comienza así: "El evangelio de la Verdad es un gozo" (frase
inicial y no título), y continúa con una verbosa y a menudo oscura meditación sobre el
plan de la redención. Es evidente la terminología gnóstica del tipo de la escuela
valentiniana, pero no en la forma evolucionada que vemos en Ireneo, Alude a la
mayoría de los libros del NT de una manera que sugiere el reconocimiento de su
autoridad. Comúnmente se piensa que es el "Evangelio de la Verdad" que Ireneo
atribuye a Valentino, aunque esto se ha negado. Van Unnik presentó la atractiva
proposición de que fue escrito antes del rompimiento de Valentino con la iglesia de
Roma (en la que una vez fue candidato a un obispado), cuando estaba tratando de
establecer su ortodoxia. Esta obra constituiría así un testimonio importante para la lista
de libros autorizados (sustancialmente similar a la nuestra) en Roma ca. 140 d.C.
El hoy famoso Evangelio de Tomás es una colección de dichos de Jesús, que suman
aproximadamente 114, con poca organización aparente. Una elevada proporción se
asemeja a los dichos en los evangelios sinópticos (inclinándose más hacia Lucas), pero
casi siempre con diferencias significativas que a menudo adoptan una dirección
gnóstica; y entre otros temas gnósticos se minimiza el AT y se destaca la necesidad de
eliminar la conciencia del sexo. Se cree que se trata del evangelio utilizado por los
gnósticos naasenos, pero se ha puesto en duda su carácter originalmente gnóstico, y
algunos están dispuestos a ver en él tradiciones independientes de cierto valor. Para G.
Quispel las variantes son de tipo similar a las del texto ("occidental") de Beza, como así
también a las del Diatesarón de Taciano y las obras seudoclementinas. En un artículo
más reciente Quispel relaciona el Evangelio de Tomás con los encratitas más que con
los gnósticos. Los Logia de Oxirrinco, que incluyen el celebrado "Levanta la piedra y
me encontrarás", vuelven a aparecer en una forma que sugiere que pertenecieron a una
antigua versión griega de dicho libro. Tomás (a quien probablemente se considera
gemelo de Jesús) desempeña el papel central en la tradición, pero se afirma que Jacobo
el Justo se convierte en el jefe de los discípulos, una de las varias indicaciones de que
existe una fuente judeocristiana.
(i) Los hechos de Pablo y Tecla, una joven de Iconio que rompe su compromiso
matrimonial después de escuchar la predicación de Pablo, es milagrosamente protegida
del martirio (ganándose el interés de la "reina Trifena", Trifena y Trifosa), y ayuda a
Pablo en sus viajes misioneros. Puede haber existido algún núcleo histórico, si bien no
necesariamente una fuente escrita relativa a Tecla.
(ii) Correspondencia adicional con la iglesia de Corinto.
(iii) El martirio de Pablo (legendario).
Hechos de Pedro es algo posterior, pero siempre dentro del siglo II. El manuscrito
principal, en latín (a menudo llamado Hechos de Vercelli), empieza con la despedida de
Pablo a los cristianos de Roma (quizás proveniente de otra fuente). A causa de las
intrigas de Simón el mago la iglesia romana cae en la herejía, pero, en respuesta a la
oración, llega Pedro y derrota a Simón en una serie de encuentros públicos. A esto sigue
un complot contra Pedro iniciado por paganos cuyas esposas los habían dejado como
resultado de su predicación, la huida de Pedro, que incluye la historia de ¿Quo Vadis?, y
su retorno para ser crucificado, lo que se hizo cabeza abajo. Un fragmento copto
alusiones a una porción perdida indican que otras historias se ocupaban de las preguntas
que surgieron en la comunidad acerca del sufrimiento y la muerte. Al igual que en otros
"hechos" apócrifos, las actividades de Pedro y Pablo se complementan, y la iglesia
romana aparece como una fundación paulina. El tono ascético es tan intenso como
siempre, pero el elemento gnóstico no siempre se impone; es posible, sin embargo, que
tengamos ediciones expurgadas. Se disputa su lugar de origen, pero es casi seguro que
tuvo origen oriental. Es digno de mencionar que en la biblioteca de Nag Hammadi los
dos únicos documentos descritos como "hechos" se relacionan con Pedro. Los Hechos
de Pedro, de origen copto, tienen alguna afinidad con los Hechos de Pedro, de origen
latino, pero estos últimos son mucho más exagerados en su interés por destacar lo
ascético.
Los Hechos de (Judas) Tomás se diferencian de los otros. Son producto del
cristianismo sirio, y es casi seguro que fueron escritos en siria en Edesa, a principios del
siglo III. Describen la manera en que los apóstoles echaron suertes para dividirse el
mundo, y Judas Tomás, el mellizo, fue nombrado para ir a la India. Fue como esclavo,
pero fue el instrumento de la conversión del rey "Gundafar" y de muchos otros indios
notables. En todas partes predica la virginidad, y con frecuencia es encarcelado como
consecuencia del éxito que obtiene. Finalmente es martirizado.
Esta obra tiene ciertas características gnósticas; por ejemplo el famoso "Himno del
alma" que aparece en ella tiene el conocido tema gnóstico de la redención del alma de la
corrupción de la materia: el hijo del rey es enviado a matar al dragón y a traer de vuelta
la perla del país lejano. Evidentemente hay cierta relación, que todavía no se ha podido
precisar, con el Evangelio de Tomás; y el título de Tomás, "mellizo del Mesías", es
elocuente. El llamamiento a la virginidad es más pronunciado, más estridente, que en
todos los demás "hechos", pero se trataba de una característica del cristianismo sirio.
Pocos rastros hay de gnosticismo en el sentido de la posesión de misterios ocultos; el
autor está demasiado ocupado en predicar y recomendar su evangelio.
Hechos de Andrés es el más reciente (ca. 260 d.C. [?]) y, en nuestros manuscritos,
el más fragmentario de los "hechos" atribuidos a Leucio. Está estrechamente
relacionado con los Hechos de Juan, y Eusebio menciona su carácter gnóstico. Describe
predicaciones entre los caníbales, milagros, exhortaciones en favor de la virginidad, y,
quizá añadido de otra fuente, el martirio en Grecia. Gregorio de Tours nos ofrece un
resumen del mismo.
f. Epístolas Apócrifas
Las más importantes son la Tercera epístola a los corintios (véase Hechos de
Pablo); la Epístola de los apóstoles, que en realidad es una serie de visiones
apocalípticas de principios del ss. II preparadas en forma de un discurso en nombre de
todos los apóstoles para trasmitir enseñanzas de Cristo posteriores a la resurrección
(importante por ser uno de los ejemplos más primitivos de este tipo); la
Correspondencia de Cristo y Abgar, en la que el rey de Edesa invita a nuestro Señor a
su reino, y de la cual Eusebio nos ofrece una temprana traducción tomada del sirio; la
Correspondencia de Pablo y Séneca en latín, apología del siglo III en defensa de la
dicción de Pablo, evidentemente con el fin de conseguir que se leyeran las cartas
genuinas en círculos distinguidos; y la Epístola a los laodicenses, en latín, un centón de
lenguaje paulino que se evoca en Col. 4.16. El fragmento muratorio menciona epístolas
a los laodicenses y a los alejandrinos, de origen marcionita, pero no hay pruebas de su
existencia. La tan citada Carta de Léntulo, que describe a Jesús, y que pretendidamente
estaba dirigida al senado, es medieval.
g. Los apocalipsis
Las Predicaciones de Pedro (o Kerygmata Petrou) nos son conocidas sólo por
fragmentos, en su mayor parte conservados por Clemente de Alejandría. Orígenes tuvo
que vérselas con eruditos gnósticos que las utilizaban y los desafió para que
demostraran su autenticidad (en Jn. 13.17). Esta obra ha sido postulada como fuente de
la obra clementina original. Los fragmentos que tenemos pretenden preservar palabras
de nuestro Señor y de Pedro, y por lo menos uno de ellos concuerda con el Evangelio de
los hebreos.
Las Homilías clementinas y las Recogniciones clementinas son las dos formas
principales de un relato en el que Clemente de Roma, en busca de la verdad suprema,
viaja por los mismos lugares que el apóstol Pablo, y finalmente se convierte. Es
probable que ambos deriven de una novela cristiana inmensamente popular del siglo II,
que puede haber utilizado las Predicaciones de Pedro. Los problemas literarios y
teológicos que encierra son sumamente complejos. Las homilías, en particular,
promueven una forma sectaria de cristianismo judaizado.