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Los Reyes Católicos: la construcción del Estado Moderno.

Materiales para Selectividad

Tema 4. Los Reyes Católicos: la construcción del Estado


Moderno.

Introducción.

El reinado de los Reyes Católicos ha sido considerado durante mucho tiempo


como el punto de partida de la Edad Moderna en España, ya que en algunos
aspectos fundamentales marcó el comienzo de una nueva época, como por
ejemplo, en el establecimiento de una Monarquía autoritaria, que se impuso
sobre los intereses de la nobleza; la finalización del proceso de Reconquista
con la toma del Reino de Granada; la implantación de la unidad religiosa en
todos los reinos hispánicos por medio de instrumentos como las decretos de
expulsión y de conversión forzosa de judíos y musulmanes o del Tribunal de la
Inquisición.
Por supuesto, también fue de gran trascendencia el Descubrimiento de
América, aunque no forme parte del tema que vamos a tratar.
Sin embargo, también fueron muchas las pervivencias medievales en este
reinado: la Unión dinástica fue tan sólo personal y fruto de las herencias de
cada uno de los cónyuges sin que ninguno de ellos pretendiera llegar a la
integración política de sus territorios.
En cuanto a la reorganización del Estado que emprendieron hay que precisar
que se limitaba a desarrollar o extender las instituciones medievales.
En cualquier caso, el período de los Reyes Católicos, con sus herencias
medievales y sus innovaciones modernas, fue una etapa crucial en la Historia
de España.

Los inicios del reinado.

La Guerra de Sucesión en Castilla (1474-1479).

El problema de la sucesión al trono de Castilla se planteó desde que en


1464 una liga nobiliaria exigió al rey Enrique IV que nombrase heredero a su
hermanastro Alfonso, en perjuicio de su hija Juana, apodada “la Beltraneja” por
ser hija de Beltrán de la Cueva, el favorito del rey.
La actitud vacilante del rey castellano provocó un enfrentamiento con
este sector de la nobleza. A la muerte de Alfonso estos nobles ofrecieron la
corona a la hermana del rey, Isabel, quien finalmente fue nombrada heredera
por el monarca en el Tratado de los Toros de Guisando en 1468; al parecer con
la condición de que se casara con Alfonso V, rey de Portugal. Sin embargo,
Isabel contrajo matrimonio con Fernando, hijo de Juan II de Aragón, y esto
provocó que Enrique IV la desheredase, nombrando entonces como sucesora a
su hija Juana.
Al morir el monarca en 1474, Isabel se proclamó inmediatamente reina
de Castilla en Segovia. Poco tiempo después el rey portugués invadió Castilla,
reclamando la corona para Juana, con quien se había comprometido en
matrimonio. De este modo se iniciaba una Guerra de Sucesión por el trono.
Por un lado estaba Isabel, con el apoyo de los pueblos y ciudades, en
general, casi todo el clero y la alta nobleza. También recibió el apoyo de
Aragón.

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Por otro lado estaba Juana, que contaba con el apoyo de la nobleza más
levantisca, algunos miembros del clero, el rey de Francia y el de Portugal.
La guerra se prolongó por espacio de cuatro años y finalizó con la
victoria del bando isabelino. En 1479 se firmó el Tratado de Alcáçovas con
Portugal, que supuso también el reconocimiento de Isabel I como reina de
Castilla.

La Unión Dinástica de Castilla y Aragón (1479).

El rey de Aragón, Juan II murió a comienzos de 1479 y le sucedió su


hijo, Fernando II, casado con Isabel I de Castilla desde 1469. De este modo,
las dos grandes coronas hispanas quedaron unidas por el matrimonio de sus
titulares.
Sin embargo, aunque los Reyes Católicos decidieron gobernar
conjuntamente en todos sus territorios, de acuerdo con lo establecido en la
Concordia de Segovia tras proclamarse reina Isabel, la unión de Castilla y
Aragón fue meramente dinástica, ya que cada reino conservó sus propias leyes
e instituciones. De hecho, los Reyes Católicos no se plantearon la posibilidad
de crear una Monarquía unitaria y centralizada; más bien, se trataba de una
concepción patrimonialista típicamente medieval en la que cada monarca era el
propietario de su reino.
Un ejemplo de esto fue el hecho de que, al morir la reina Isabel en 1504,
sus testamento dejaba Castilla a su hija Juana, residente en Flandes por estar
casada con Felipe I de Habsburgo -apodado el Hermoso-. Esto implicaba que
Fernando sería exclusivamente rey de Aragón y debería renunciar al trono de
Castilla, aunque en caso de necesidad pudiese ejercer como regente hasta la
mayoría de edad de su nieto, el futuro Carlos I, como ocurrió tras la muerte de
Felipe el Hermoso en 1506 y ante la incapacidad de Juana la Loca.

Política interior de los Reyes Católicos: el reforzamiento de la Monarquía.

Los Reyes Católicos se propusieron transformar definitivamente una


Monarquía de carácter feudal, cuyo poder estaba limitado por la nobleza y el
clero, en una Monarquía autoritaria, capaz de imponer su voluntad por encima
de cualquier grupo social.
Para conseguir este fin era necesario; por un lado, restaurar la paz
social, acabando con los disturbios en sus reinos y; por otro lado, reforzar la
autoridad de la Monarquía, dotándola de los instrumentos de control
necesarios.
A continuación vamos a exponer las diferentes medidas adoptadas
durante el reinado de Fernando e Isabel para llevar a cabo la reformas
políticas y fiscales.

La creación de la Santa Hermandad en Castilla.

En las Cortes de Madrigal de 1476 la reina Isabel propuso a los


procuradores la organización de una Liga de la Santa Hermandad como
instrumento de pacificación contra el bandidaje y la delincuencia en el medio
rural. Aunque ya había precedentes en la Baja Edad Media, la novedad residía
en la creación de hermandades locales, coordinadas por una Junta General y

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en la financiación de cada una de ellas, que corría a cargo de los propios


municipios. Esta institución actuaba como una fuerza policial , que perseguía a
los bandidos y vigilaba los caminos y, por otro lado, ejercían de jueces en
delitos comunes que se castigaban con contundencia.
Además, la Santa Hermandad ofrecía la posibilidad de mantener unas
milicias sin coste para la Corona, que fueron utilizadas en la Guerra de
Granada.
Por otra parte, hay que indicar que los Reyes Católicos establecieron un
ejército permanente y profesionalizado, lo que dotó a la Monarquía de un
instrumento de poder a su servicio que le permitía prescindir de las mesnadas
de los nobles.
Mientras tanto, en la Corona de Aragón, durante el reinado de los Reyes
Católicos se puso fin al conflicto de los payeses de remensa. Tras una
importante rebelión antiseñorial que adquirió tintes muy violentos y que fue
duramente reprimida, se llegó a una solución de compromiso por medio
Sentencia Arbitral de Guadalupe, dictada por el rey Fernando en 1486. En ella
se abolían los malos usos que ejercían los señores sobre los campesinos y
éstos, a cambio, debían pagar a los señores las rentas atrasadas y una
indemnización.

Las Cortes de Toledo de 1480

Las Cortes celebradas en Toledo en el año 1480 fueron muy importantes


para la organización política y fiscal de la Monarquía de los Reyes Católicos, ya
que en ellas se sentaron las bases del control del poder municipal y, al mismo
tiempo, de la reforma fiscal, que permitió sanear las cuentas de la Hacienda
regia. Al mismo tiempo, sirvieron para regular la composición y funciones del
Consejo Real.

• La reforma fiscal de los Reyes Católicos.

Las reformas de los Reyes Católicos tras la guerra civil se enfocaron


también a la Hacienda Real. La Monarquía trató de recuperar rentas que ya no
percibía, para lo que aumentó la presión fiscal y mejoró los mecanismos de
recaudación de impuestos.
Con la reforma financiera establecida por las Cortes de Toledo de 1480,
la Corona se propuso reducir los situados, esto es, créditos que los nobles
poseían contra el fisco regio, ya que esto suponía un problema para la
Hacienda, al absorber estos créditos la mayor parte de los ingresos fiscales de
la misma; además de reducir la capacidad económica de los monarcas. Para
llevar la reforma a cabo se creó una comisión que revisó todos los créditos
existentes y se suprimieron, prácticamente, la mitad de las rentas de los
nobles.
Otra reforma fue la del cobro de las alcabalas y las tercias reales. Las
primeras gravaban el 10% de las compraventas y las segundas eran un ingreso
equivalente a las dos novenas partes del diezmo eclesiástico, que pagaba la
Iglesia a la Corona. Se creó el sistema del encabezamiento, por el que los
impuestos dejaban de arrendarse y eran los municipios los que se encargaban
de recaudar por sus propios medios la suma concertada con los monarcas.

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La presión fiscal de la Monarquía aumentó gradualmente. Otra figura


impositiva fue la bula de cruzada, que pagaban los fieles de forma voluntaria al
principio y luego se convirtió en un tributo obligatorio más. De igual modo, los
Reyes Católicos recurrieron también a préstamos forzosos a particulares para
gastos extraordinarios.

• La política municipal: los corregidores.

Para supervisar y controlar el gobierno de las ciudades, los Reyes


Católicos reformaron la figura del corregidor, durante su reinado se
reglamentaron las condiciones del cargo y, por acuerdo en las Cortes de
Toledo, se enviaron a todas las villas y ciudades.
El corregidor era un funcionario al servicio de la Monarquía, nombrado
por el rey y costeado por cada municipio, lo que le convertía en una figura
institucional bastante impopular en las ciudades castellanas.
Por otra parte, las ciudades y villas sometidas a jurisdicción señorial
quedaron al margen de este sistema.

El control de las Órdenes militares castellanas.

Los Reyes Católicos se propusieron controlar a las Órdenes Militares,


instituciones que habían acumulado una gran riqueza e influencia política
desde la Baja Edad Media. El objetivo era limitar su poder político y
beneficiarse de sus cuantiosas rentas, que podía compensar la falta de
ingresos de la Corona.
El procedimiento utilizado consistió en presionar a las Órdenes
castellanas para que eligieran al rey como Gran Maestre de cada una de ellas,
según quedara vacante el cargo por la muerte de su titular. De este modo,
Fernando se hizo con el poder de la Orden de Calatrava, la de Alcántara y la de
Santiago.

El Sistema de Consejos: el régimen polisinodial.

Como ya hemos señalado anteriormente, el reinado de los Reyes


Católicos se caracterizó por ser una Monarquía Autoritaria. La forma de ejercer
el poder todavía conservaba rasgos de carácter medieval, pero se
establecieron las bases de un Estado Moderno, que desarrollarían después sus
sucesores.
El Estado fue aumentando sus competencias y la Administración se fue
haciendo cada vez más compleja, por lo que se requería una burocracia
numerosa y especializada que se nutría cada vez más de juristas y letrados,
esto es, miembros de la pequeña nobleza con una formación universitaria
especializada en Derecho.
El Consejo Real se convirtió en el órgano de gobierno más importante, y
desde 1495 todos sus miembros eran letrados, con lo que la nobleza tradicional
se vio apartada de los cargos superiores de la Administración.
En esta época se crearon nuevos Consejos en respuesta a las nuevas
necesidades administrativas de la Monarquía. De este modo, se constituyeron
los primeros Consejos especializados en ciertas materias como el de la
Inquisición, el de Órdenes, el de Aragón o el de Hermandad, que se extinguió

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en 1498. Por este motivo, a este sistema de gobierno con múltiples Consejos
se le denomina también como régimen polisinodial.
Los demás asuntos seguían dependiendo del Consejo Real, que estaba
por encima de todos los demás y que acabó denominándose Consejo de
Castilla, como manifestación del predominio de esta Corona sobre el conjunto
de la Monarquía.

La Administración de Justicia.

En el ámbito de la Administración de Justicia, los Reyes Católicos


desarrollaron y extendieron las instituciones creadas por sus predecesores. De
este modo, la organización territorial de la Justicia se dividió por un lado, en
dos Chancillerías; con función de tribunales superiores, una en Valladolid y otra
en Ciudad Real, que fue absorbida por la de Granada en 1505; y, por otro lado,
en dos Audiencias, que eran tribunales de rango inferior.
En la Corona de Aragón, el rey Fernando creó una Audiencia en los tres
reinos: Aragón, Cataluña y Valencia.

La expansión peninsular: la conquista de Granada y la anexión de


Navarra.

Uno de los objetivos de los Reyes Católicos fue la incorporación a la


Monarquía de todo el territorio peninsular, lo que implicaba anexionarse los
reinos de Granada y de Navarra.
La Guerra de Granada supuso la incorporación a Castilla del último
reducto musulmán de la Península. El inicio de las hostilidades comenzó por un
incidente fronterizo, la toma de Zahara por Granada, y desencadenó una
guerra que duró diez años (1482-1492). A la victoria final de los castellanos
contribuyeron las luchas internas en el Reino de Granada, tanto entre bandos
nobiliarios rivales como entre miembros de la familia real. Tal es el caso del
enfrentamiento del emir, Muley Hacén, su hermano el Zagal y su hijo y sobrino,
respectivamente, Boabdil.
Se trató más de una guerra de asedios que de batallas campales, pero
contribuyó a la reorganización militar de Castilla, puesto que fue un ensayo de
tácticas y estrategias nuevas de las que surgirían, poco tiempo después, los
tercios.
La última parte de la campaña fue el largo asedio a la ciudad de
Granada, que duró casi un año. Finalmente, el emir Boabdil negoció en secreto
la rendición y las capitulaciones, que sólo se respetaron al principio.
En 1492 los Reyes Católicos tomaron posesión de la Alhambra y
culminaron definitivamente el proceso de Reconquista.
En cuanto a Navarra, la anexión se produjo casi al final, años después
de la muerte de Isabel I.
El pretexto alegado fue una supuesta conspiración de Navarra y Francia
contra Castilla, que sirvió a Fernando de justificación para ocupar militarmente
Pamplona en 1512. Finalmente, en 1515, en las Cortes de Burgos, el monarca
anexionó el Reino de Navarra a la Corona de Castilla, pero en plano de
igualdad, por lo que conservó sus fueros e instituciones propias.
Al finalizar su reinado, sólo Portugal permanecía como reino
independiente en la Península Ibérica.

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La política religiosa: la Inquisición, los judíos y los mudéjares.

Los Reyes Católicos pusieron fin a la tolerancia que se había estado


practicando hasta ese momento. Este hecho era común a las monarquías de
esta época, ya que utilizaban la religión como un instrumento de control político
y social.

• La Inquisición.

La Inquisición o Tribunal del Santo Oficio era una institución creada para
combatir las herejías en la Edad Media. Sin embargo, en la Corona de Castilla
el principal problema era el de los judíos conversos, quienes habían renegado
de su fe y habían abrazado el Cristianismo con el fin de ponerse a salvo de los
pogromos
Los Reyes Católicos intentaron perseguir a los falsos conversos y para
ello solicitaron al Papa, Sixto IV, el establecimiento del Tribunal de la
Inquisición en Castilla. En 1478 se expidió una bula en la que se autorizaba a
los monarcas a nombrar inquisidores.
Esta institución quedó bajo la autoridad directa de la Corona, a la que le
correspondía el nombramiento de los cargos y el control de las finanzas. Pero
sus funciones se ampliaron con los Austrias y se convirtió en un instrumento de
represión al servicio de la Monarquía contra cualquier tipo de desviación
religiosa o moral, pero también contra algunos delitos de carácter político.
El primer tribunal de la Inquisición se constituyó en Sevilla en 1480 y
pronto se fueron creando otros por los distintos territorios de la Monarquía. El
procedimiento seguido contra los acusados consistía en denuncias anónimas,
confesiones por tortura, confiscación de bienes y, en muchas ocasiones, la
muerte.

• La expulsión de los judíos.

En su línea política de uniformidad religiosa, los Reyes Católicos


promulgaron un Decreto en 1492 por el que los judíos debían convertirse al
Cristianismo o abandonar los reinos hispánicos en el plazo de cuatro meses.
Las causas de esta decisión no están claras, el historiador Domínguez
Ortiz defendía la hipótesis de que se hizo para evitar que el ejemplo de los
judíos influyese en los conversos y les arrastrase a judaizar. También pudo
influir la presión generada por algunos conversos de la Corte y, especialmente,
la opinión del Inquisidor General, Fray Tomás de Torquemada.
Las consecuencias de la expulsión fueron; por un lado, una considerable
pérdida demográfica y, por otro lado, una gran pérdida para la Economía de la
Monarquía Hispánica, ya que se perdieron profesionales especializados como
médicos, artesanos, comerciantes, prestamistas, etc. Este hecho, además,
favoreció el rechazo generalizado entre la población hacia las actividades
comerciales, que se consideraban propias de judíos.

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• Los mudéjares.

En las capitulaciones firmadas al final de la Guerra de Granada, las


condiciones para la población musulmana eran muy ventajosas. A los que
optaron por quedarse se les respetaría su libertad personal, sus costumbres, su
religión e incluso sus prácticas jurídicas según la Ley Coránica.
Granada se convirtió en una nueva archidiócesis y su primer arzobispo
fue Hernando de Talavera, uno de los confesores de la reina Isabel, quien trató
de persuadir a la población mudéjar de convertirse al Cristianismo, pero
siempre de un modo respetuoso y tolerante.
Sin embargo, a partir de 1499, el entonces arzobispo de Toledo,
Cisneros, ante la falta de éxito en las conversiones, promovió un cambio de
estrategia que no respetaba el contenido de las capitulaciones de rendición, y
se emprendió una política de conversiones forzosas.
El descontento de la población musulmana estalló en las rebeliones del
Albaicín y la de las Alpujarras, hacia 1500. Tras la represión de estas revueltas,
se elaboró un Decreto de expulsión en 1502, por el que se les obligaba a
convertirse al Cristianismo o a abandonar España. La mayoría de la población
eligió bautizarse, aunque siguió practicando su religión de forma clandestina.
Los mudéjares se transformaron de este modo en moriscos –
musulmanes cristianizados- y constituyeron un problema religioso para los
monarcas posteriores hasta que Felipe III los expulsó en el siglo XVII.

Política legislativa: las Leyes de Toro

En los últimos años del reinado de Isabel la Católica se intentó hacer


una recopilación del corpus legislativo de la Corona de Castilla en la Edad
Media. Este esfuerzo legislativo se concretó en las Cortes de Toro en el año
1505, de ahí que se conozcan como las Leyes de Toro, y en ellas se
fusionaban el Derecho Germánico y el Derecho Romano o Común y, al mismo
tiempo, se coordinaban con los fueros municipales y con los privilegios
nobiliarios y eclesiásticos, aclarando las contradicciones existentes entre todos
ellos.
Se componían de un total de ochenta y tres leyes que resolvían múltiples
cuestiones relacionadas con el Derecho Civil como, por ejemplo, sucesiones, el
matrimonio y sus efectos, etc. Como prueba de su importancia hay que señalar
que las Leyes de Toro permanecieron vigentes hasta la promulgación del
Código Civil en 1889.
Posiblemente, el asunto de mayor trascendencia en las Cortes de Toro
fue el de la regulación del mayorazgo, una institución que mantenía vinculados
un conjunto de bienes que no podían separarse legalmente. De este modo, los
bienes vinculados pasaban al heredero, el primogénito o mayor de los hijos,
permitiendo que el patrimonio de la familia noble no se diseminase sino que
solamente pudiese aumentar.
Esta institución se convirtió en una garantía de protección de los
patrimonios nobiliarios y pervivió hasta el siglo XIX.

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Conclusión

El reinado de los Reyes Católicos sentó las bases institucionales y


legislativas para la construcción del Estado Moderno en los territorios de la
Monarquía Hispánica. De hecho, las líneas maestras de la organización política
de la Monarquía de los Austrias se establecieron en esta época: el régimen
polisinodial, la uniformidad religiosa; el control social e ideológico con la
Inquisición; la política de fiscalización de los municipios por medio de los
corregidores; la reforma fiscal; la recopilación legislativa; un ejército
permanente y profesional, etc.
No obstante, también hay que señalar que muchos de estas medidas e
instrumentos de gobierno ya existían con anterioridad. Quizás, el mérito de los
Reyes Católicos residiera en reformarlos con la finalidad de fortalecer el poder
de la Corona frente a la nobleza y el clero. A este sistema de gobierno, en el
que se concentraban los poderes y los territorios en las personas de los reyes,
aunque tuvieran que pactar con las Cortes y respetar los fueros de las
ciudades, se le conoce como Monarquía autoritaria.
Este fenómeno de fortalecimiento del poder real tenía lugar también en
otros reinos como Inglaterra o Francia, donde se estaba construyendo, de
forma prácticamente simultánea, el Estado Moderno.

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