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24 de Noviembre de 2009

Ana María Matute: su perspectiva en Primera memoria

Al ser llamada a formar parte de la Real Academia Española, a Ana María Matute le

correspondió ofrecer un discurso de ingreso, el cual denominó En el bosque y en el que aborda,

entre otros aspectos, el tema de la fantasía. En dicho discurso, Matute resalta que “la poesía es la

esencia misma de la literatura, la máxima expresión literaria” (Matute 1998), resaltando que la

fantasía y la imaginación son elementos vitales en la literatura, desde su personal punto de vista;

a lo cual agrega que “desearía aprovechar esta ocasión tan extraordinaria para hacer un elogio, y

acaso también una defensa” a dichos elementos: fantasía e imaginación.

Por otro lado, algunos críticos y estudiosos de la literatura, entre ellos Margaret Jones,

coinciden, entre ellos mismos y con Matute, en afirmar que la obra matutiana está cargada de

fantasía, imaginación y repetidas alusiones a cuentos de hadas. Jones inclusive, dedica una de sus

publicaciones The literary world of Ana María Matute al estudio de los temas más recurrentes en

la generalidad de las obras de Matute. Al respecto distingue tres ámbitos, a los que denomina

mundos y se refiere a ellos como: el mundo de la niñez, el mundo de la adolescencia y el mundo

de los adultos o de la madurez (33-103). También propone en su estudio una sección para el

análisis del estilo y visión artística de la escritora.

En consecuencia y basado en los elementos mencionados con anterioridad, se plantea el

análisis de algunos fragmentos seleccionados de Primera memoria para establecer una analogía

entre la caracterización de personajes principales, tomando en consideración el punto de vista de

la narradora, elementos simbólicos de la obra y como estos factores interactúan entre sí y se

relacionan con el estilo narrativo de la autora española.


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Para comenzar y como primer aspecto a considerar, es necesario conceptualizar el

término fantasía, por lo cual se ha seleccionado para este propósito la ofrecida por Díaz-Plaja y

Prats, quienes mencionan en su estudio que la fantasía es “la facultad o capacidad para

reproducir cosas inexistentes” aunque agregan que “de la misma forma se puede fantasear el

pasado o el futuro, la fantasía también puede reproducir o imaginar lo real aunque no haya sido

percibido sensorialmente” (199). Esto quiere decir, que si bien a través de la fantasía se puede

expresar la capacidad imaginativa del ser humano evocando situaciones, figuras o imágenes

inexistentes, esta misma capacidad proporciona la autoridad de idealizar asuntos u objetos reales

o verosímiles. Esta premisa permite entonces, establecer una conexión con el concepto de

imaginación, tomando de igual manera el planteado en el trabajo de Díaz-Plaja y Prats quienes

dicen que la imaginación es “la facultad de producir imágenes visuales aisladas o asociadas”

(199) tras lo cual afirman la dificultad de separar este concepto de la definición de fantasía.

Otro aspecto importante a ser considerado y definido de antemano, es la representación

de los cuentos de hadas, como ya se ha mencionado, en la temática referida por Ana María

Matute en muchas de sus obras.

Ahora bien, para iniciar este análisis se han seleccionado un grupo de fragmentos

tomados de Primera memoria, la sexta novela de Ana María Matute, publicada en el año 1959,

con los cuales se procura desarrollar y concluir el propósito de este trabajo.

En primera instancia se propone analizar las palabras de Matia cuando dice “Qué

extranjera raza la de los adultos, la de los hombres y las mujeres. Qué extranjeros y absurdos,

nosotros. Qué fuera del mundo y hasta del tiempo. Ya no éramos niños. De pronto ya no

sabíamos lo que éramos” (Matute 114). En estas frases Matia expone sus emociones, tras haber
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huido de su habitación por falta de sueño, se encuentra luego en la logia con Borja su primo. La

logia era el lugar frecuente de sus reuniones, aunque son tan sólo una niña de catorce años y un

chico, tal vez, uno o dos años mayor, fumaban y conversaban sobre qué pasaría al final de la

guerra, Borja siempre preguntaba, Matia le escuchaba, le escuchaba hablar sobre sus nostalgias.

Y hasta ella misma rememoraba las suyas, recordaba sobre el huerto, la casa de su padre, el

bosque y el río. Nótese que en las palabras de Matia hay encerradas una especie de incertidumbre

por ese mundo de los adultos que parece indescifrable para ellos, sin embargo, la actitud de

personas adultas prevalece, al estar, primero fumando y luego conversando sobre temas tan

serios y tan de adultos como la guerra. Matia también alude el tema de la extra temporalidad,

refiriéndose posiblemente, a sus remembranzas sobre el pasado, con nostalgias por vivirlas en su

presente. Aquí se evidencia una verdadera dicotomía, entre lo que se es y lo que se quiere ser, y

entre lo que se hace y se cuestiona. Considerando que el proceso natural del ser humano es pasar

de ser niño a adolescente y luego a la etapa adulta, Matia y Borja están atravesando ese período

de transición, por llamarlo de alguna manera, donde si bien el aspecto físico indica que sus

rasgos ya no son de niños, todavía el alma lucha por aferrarse esa etapa; sin embargo las

actitudes y las acciones, como el fumar, muestran características de gente adulta. Es evidente que

esa etapa de transición está estrechamente ligada a las dudas e incertidumbres por lo

desconocido: la madurez, y la actitud fantasiosa de los recuerdos infantiles. Pero lo más notable

es la diferencia entre la actitud de Borja y Matia, sobre todo cuando ella misma comenta “Y él

decía, entre bocanadas de humo: „¡Cuándo acabará todo esto…!‟ Bien cierto es que no

estábamos muy seguros a qué se refería: si a la guerra, a la isla, o a nuestra edad” (Matute 114).

Esto se debe a que Borja parece haber asumido ya la superación de la etapa infantil y se

encuentra más adentrado en el mundo de los adultos.


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Tan sólo unos párrafos más adelante, Matia reflexiona sobre lo sucedido con su padre en

la guerra. “La guerra, … lo absorbió como un pantano. Y de él ¿qué quedaba? (Ah, sí, el

pequeño Peter Pan, la Isla de Nunca Jamás, Las desgracias de Sofía… ¿De él? No, no. Él no

sabía nada, seguramente de la Isla de Nunca Jamás)” (Matute 115). Este es un pensamiento que

la llena de incógnitas, pues no sabe a ciencia cierta lo que ocurrió con su padre, sólo que un día

se marchó a la lucha y que no regresó, y la dejó sola, más sola aún, después de la muerte de su

madre. Esta misma soledad, es la que la lleva a elevar su imaginación y su fantasía para enlazar

imágenes inexistentes con la realidad. Por eso menciona directamente el personaje de Peter Pan y

la Isla de Nunca Jamás, aquí se ve cómo la fantasía de un cuento de hadas se entrelaza con la

realidad de Matia, para transformarse entonces en su propia realidad transitiva, donde le es difícil

distinguir lo que es real de lo que no lo es; también el dolor tiene mucho que ver con esta

situación, el dolor de la soledad interior, esta misma soledad que la impulsa a buscar compañía

aunque solo sea producto de su fantasía.

Obsérvese ahora estas frases, donde Matia dice “No soy una mujer. Oh, no, no soy una

mujer, y sentí como si un peso se me quitara de encima, pero me temblaban las rodillas” (Matute

129). Este comentario se produce después de que Matia ha estado contemplando a la tía Emilia,

mientras esta yace dormida en una butaca extensible de su habitación. Matia la observa con

detalle, estudia cada parte de su cuerpo, y compara con el suyo, y piensa que ella también será

así algún día; esmalte en las uñas, para qué, piensa. No obstante esta idea de ser, la ve muy

lejana, tan lejana como el recuerdo de su madre, tan lejana como cerca está su negación a crecer,

a entrar a ese mundo de adultos tan extranjero, como ella misma asegura. De pronto, al darse

cuenta de que aun no se ha convertido en una mujer, siente un alivio, pero un alivio

contradictorio, pues en el fondo esta idea de convertirse en mujer está creciendo, ya que muy a
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pesar de ella misma, a pesar de sus fantasías, no puede detener el natural proceso evolutivo del

ser humano, al cual ella misma está sujeta.

Una combinación entre fantasía e imaginación arrancan de los más hondos pensamientos

de Matia el siguiente comentario:

(El Capitán Garfio luchó con Peter Pan en los acantilados de la Isla de Nunca

Jamás. Borja, desterrado Peter Pan, como yo misma, el niño que no quiso crecer

volvió de noche a su casa y encontró la ventana cerrada. Nunca me pareció Borja

tan menudo como en aquel momento. Hizo la limpieza de primavera, cuando la

recogida de las hojas, en los bosques de los Niños Perdidos. Y los mismos Niños

Perdidos, todos demasiado crecidos, de pronto para jugar; demasiado niños, de

pronto, para entrar en la vida, en el mundo que no queríamos - ¿no queríamos? –

conocer.) (Matute 162)

Toda esta idea del cuento de hadas, aludida directamente, y originada para referirse al

enfrentamiento entre el bando de Borja y el de Guiem sirve de constancia para reafirmar la teoría

expuesta en A study of fairy tales (o lo que sería: un estudio de cuentos de hadas) donde se

menciona que una de las características que debe tener este subgénero literario es “a power to

appeal to the imagination” (Kready 40). Esta característica, de apelar a la imaginación, menciona

Kready, es la que atribuye a los cuentos de hadas la particularidad de despertar las emociones a

través de objetos que estimulen las mismas emociones, así mismo agrega, que la imaginación en

este caso, es el poder de ver y mostrar las cosas de una manera concreta. Como resultado de este

mismo estudio, Kready comenta que hay tres diferentes tipos de imaginación: “The associative

imagination”, “The penetrative imagination” y “The contemplative imagination” (46-47), tras lo


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cual, después de identificar y analizar cada una de estas definiciones, se hace necesario

seleccionar la imaginación asociativa como el tipo de imaginación que explicaría este fragmento

mencionado. En el cual Matia ofrece una analogía, dentro de su mundo imaginario, entre lo que

está sucediendo en su realidad (el enfrentamiento entre los de Guiem y los de Borja) y la

asociación a lo que en su fantasía sería un enfrentamiento entre el Capitán Garfio (representado

en este caso por Guiem) y su tripulación (Ramón, Toni de Abrés y el cojo), y Peter Pan (quien

vendría a ser Borja) y los Niños Perdidos (Juan Antonio, los del administrador y tal vez Lauro y

Matia). Este planteamiento apoya su fundamento en el poder de la imaginación, a través del cual

se evoca la asociación con otras imágenes de tendencia a producir emociones iguales o afines;

como lo que podría sentir Wendy ante una contienda entre Peter Pan y el Capitán Garfio o la

misma Matia al imaginar esta escena del cuento de hadas.

En el mismo contexto del fragmento anterior, tan solo unos párrafos más adelante Matia

alude nuevamente al cuento de hadas, diciendo: “Borja estaba solo, de pie (adiós, Peter Pan,

adiós, ya no podré ir contigo la próxima Limpieza de Primavera: tendrás que barrer solo todas

las hojas caídas), quieto y dorado en medio de la plaza, brotándole de los ojos un reflejo del tío

Álvaro” (Matute 164). Este sentimiento florece tras observar la imagen de Borja al sufrir una

pequeña derrota ante Guiem y los de su bando. En este momento, Matia lo imagina como un

Peter Pan derrotado por el capitán Garfio; y al darse cuenta de su mirada, de su actitud retadora,

inquisitiva, entonces descubre que Borja ya no pertenece más a la Isla de Nunca Jamás. Se da

cuenta que ya no podrá emprender las mismas aventuras con él, pues la inocencia, característica

primordial del personaje de Peter Pan, ha sido asesinada por el egoísmo, el rencor, el cinismo, la

ironía; ha sido suplantada por el mundo de los adultos, aquel mundo al que ella tanto temor le

profesa y que la llena de tantas incertidumbres. Una vez el tema de la fantasía cobra vida en esta
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historia, permitiendo que desde una perspectiva infantil, Matia visualice a su primo envuelto en

ese mundo de adultos, pero a través de aquellos destellos maravillosos que solo su imaginación,

inspirada en los cuentos de hadas, podrían conferirle.

Si hay algún fragmento donde se expresen las reflexiones de Matia con verdaderos

resplandores de madurez, es precisamente este donde surge como una burbuja reveladora, la

realidad cuando “Borja y yo nos miramos a los ojos. Él estaba muy serio, y por primera vez

pensé que ya no era ningún niño. (No era un hombre, no. Pero ya no era un niño)” (Matute 211).

En esta casi angustiosa afirmación, Matia exterioriza una vez más, aquel temor que siente por el

mundo de los adultos. Esta escena, fue como un enfrentamiento, cara a cara, mirada a mirada,

con la realidad que no podían ocultar. Ellos eran unos adolescentes, que jugaban a ser niños, pero

que tenían que crecer. Aquí no se observa toque de fantasía alguno, pero prevalece ese manto de

inexplicable mezcla entre niñez y adolescencia, como cuando un niño descubre por primera vez

que el ratoncito Pérez o el hada madrina de los dientes no existe. Que no hay una verdadera

recompensa, por mudar los dientes, que provenga de la fantasía, sino que es el proceso natural de

la vida. Esto confirma, que este personaje principal, el de Matia, está cargado de toda esa

inocencia que ella misma presume, y de la que cada día carecerá más y más.

Para Matia solo había una manera de interpretar el mundo, desde su perspectiva

fantasiosa, pero cada vivencia desde que llegó a la isla a vivir con la abuela, tía Emilia y Borja, le

fue mostrando muchas otras maneras de interpretarlo. Por eso cuando conoció a Manuel, se dio

cuenta que a través de él había otra manera de mirar el mundo, que con él podía experimentar

sensaciones y emociones diferentes a las que conocía. Era evidente que Matia aprendía a conocer

a Manuel, y que consideraba que:


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Tal vez era demasiado bueno. (Su tímida sonrisa y aquellas palabras en el frío de

la mañana: “Cáucaso”, “Ucrania”, “Mar Jónico” … Y cuando yo le decía: ¿Por

qué la Joven Sirena desearía tanto un alma inmortal?, él no contestaba, o, si acaso,

me rozaba suavemente el cabello.) No era como nosotros, ni como los hombres.

Era aparte. (Matute 218)

En esta reflexión Matia experimenta una sensación incomparable, cree que Manuel es

diferente, ni como los hombres, es decir que no lo considera adulto, pero tampoco como ella

(cuando dice “nosotros” se refiere a ella misma, a Borja y su grupo), quiere decir que no era

infantil o adolescente, que no estaba en esa etapa de no saber su identidad con exactitud. Porque

para Matia, Manuel representaba otra especie diferente, con toda su calma, sus conocimientos, su

buen comportamiento; era todo lo que Borja no era. Y fue naciendo en ella un profundo

sentimiento de admiración, de cariño. Es en este momento preciso, cuando Matia se cuestiona, en

relación a su propia identidad. Al formularle preguntas a Manuel como las razones de la Joven

Sirena para querer ser inmortal, y sonaba entonces como una retórica profunda, inquisitiva de la

verdad, como queriendo descubrir a través de este ser diferente, su propia identidad adulta.

Después de muchos errores cometidos por la imprudencia de la inocencia, de la

inexperiencia, del pensamiento infantil encerrado en una actitud inmadura, propia de la edad

adolescente. Errores propiciados por la avaricia y la envidia de quien dejó de pertenecer a la Isla

de Nunca Jamás primero que nadie. Incitados por quien, para Matia, era el maestro del cinismo,

la hipocresía y la maldad: Borja, después de aquello, llegó el momento de la verdad. Aunque fue

una verdad nada verosímil para Matia, porque ella si sabía de la verdad real, ella conocía la

realidad, esa realidad de la que quería escapar, pero que sin embargo la envolvió y la hizo

pertenecer a ese mundo que tantas veces desdeñó. Fue entonces que Matia advirtió que la puerta
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al mundo adulto se había abierto para ella, y que con sus propios pasos había caminado a su

interior. Esta meditación “En aquel momento me hirió el saberlo todo. (El saber la oscura vida

de las personas mayores, a las que, sin duda alguna, pertenecía ya. Me hirió y sentí un dolor

físico)” (Matute 238), precede el momento en que Borja implica, cínica e hipócritamente, a

Manuel por el robo del dinero de la abuela. Lo acusa de una manera cruel y despiadada, con el

conocimiento de que el chico será llevado a un reformatorio y será privado de los favores que

gozaba por ser el verdadero hijo de Jorge. Esta muestra implacable de crueldad sembró en Matia

una profunda tristeza, y una gran desilusión de lo que ella había venido huyendo desde hace

tiempo: crecer, pertenecer de una vez y por todas a lo que ella llamaba el extranjero mundo de

los adultos. Ya no era más una niña, pero tampoco tenía la independencia y el arrojo de los

adultos. Esta inferencia sirve para evidenciar que la realidad y la fantasía, muchas veces,

convergen en el punto donde algún factor interviene, para manipularlas a su conveniencia, sin

omitir el valioso aporte de la inocencia como elemento importante en la ocurrencia de toda una

maraña de situaciones.

Luego del encuentro más cercano con la voracidad del mundo de los adultos, Matia

enfrenta la frustración ante el conocimiento de la verdad. Ella tiene el poder, pero carece del

valor para enfrentar a la abuela y contarle cómo en realidad sucedieron las cosas, cómo Borja

planeó cada detalle, cada palabra, cada movimiento. De su astucia para comprometer a Manuel

de una manera despiadada y maliciosa, sin que tuviera tiempo ni oportunidad de advertir las

oscuras intenciones de Borja. Por eso, la frustración de Matia expresada en estas palabras “Y de

pronto estaba allí el amanecer, como una realidad terrible, abominable. Y yo con los ojos

abiertos, como un castigo. (No existió la Isla de Nunca Jamás y la Joven Sirena no consiguió un

arma inmortal, porque los hombres y las mujeres no aman, y se quedó con un par de inútiles
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piernas, y se convirtió en espuma) (Matute 243). Palabras mismas que retumbaban en su alma,

como un tambor sonando en el interior de su pecho, palabras que causaban un gran dolor, un

dolor comparable al de la sirenita cuando su cola se convertía en un par de piernas. Ni siquiera el

consuelo de la tía Emilia al decirle “‟No lo tomes así, ya te darás cuenta algún día de que esto

son chiquilladas, cosas de niños…‟” (Matute 243), podía calmar su pena, porque Matia sabía que

en realidad no había sido cosas de niños, sino de Borja. De un Borja arrastrado por los más bajos

y mezquinos instintos que ella hubiera podido imaginar, de un Borja que había perdido por

completo la inocencia de los primeros años. En este sentido, “The Orphan confronts the reality of

pain and loneliness that humans experience when facing the loss of innocence “(Lee Coffey 20).

Como bien se apunta en esta premisa, Matia en su condición de huérfana, bajo la tutela de su

abuela, quien le procura bienestar físico, alimentación y educación, pero le niega el apoyo moral,

la muestra afectiva, la guía y el entendimiento que una chica en transición por su etapa

adolescente necesita, se encuentra de frente con la realidad de su soledad, la realidad de su dolor

ante la tormentosa pérdida de la inocencia, tras sucumbir a las trampas del mundo de los adultos,

las cuales trató de evadir a través del poder de su imaginación y del mundo de la fantasía.

Dentro de todo este universo de relaciones entre personajes, simbolismos y

representación de la fantasía y la realidad, como elementos opuestos que convergen en el cosmos

de Primera memoria, habría que agregar el estilo literario de la autora, como otro elemento a

considerar en el espacio narrativo que le pertenece, apoyado en sus propias palabras de Matute

que afirman “Quizá el lenguaje poético sea … el más próximo a mi concepción personal de lo

que es la escritura: el uso de la palabra para perseguir y desentrañar el envés del lenguaje, el

revés del tejido lingüístico” (1998).


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Con la intención de puntualizar algunos elementos de los tantos que componen el estilo

literario de Matute, se ha seleccionado el esquema presentado en The literary world of Ana

María Matute que resalta las principales características de su estilo. En primer lugar menciona

los recursos retóricos, como la repetición, la acumulación y frases o símbolos recurrentes; en

segundo lugar, la variación de los arquetipos o modelos literarios; tercero, el realismo específico

en personajes secundarios y cuarto, la imaginación natural y la patética falsedad.

Para abordar la característica primera, no cabe más que mencionar la constante repetición

del tema de la pérdida de la inocencia, en representación de la infancia y el temor al mundo de

los adultos, como una manera de neutralizar el poder del uso de la fantasía y la imaginación. Las

propias palabras de Matute en la entrevista con Doyle apoyan este planteamiento cuando

manifiesta:

La infancia es como un divino juego, es un juego sagrado y maravilloso. Mira

como se manifiesta la adolescencia” agrega “Con esa mirada huidiza que tienen

los adolescentes, que son los seres humanos más enternecedores del mundo

porque te das cuenta de lo que están sufriendo, porque se agarran a su infancia y

no tienen como meta más allá que ser adultos. Esa lucha entre la infancia y ser

adulto es terrible. (246)

Esta es la perfecta fotografía de Matia, son las palabras perfectamente escogidas para

describir a este personaje omitiendo su nombre, sin más ni menos, es la correcta semblanza de su

representación. Otro elemento que se repite a lo largo de la novela, es la alusión a episodios,

escenas, personajes o lugares tomados de cuentos de hadas. Como ejemplo podría sugerir, la
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analogía planteada por Anderson y Sheay en su artículo, donde destacan las semejanzas entre la

figura de la Joven Sirena y Matia:

The parallels which Matute establishes between her narrator Matia and the

mermaid begin with their age/identity crises. Since they are neither totally fish nor

human, mermaids naturally embody this dilemma, but Andersen‟s siren has an

additional problem, for she is an adolescent (neither child nor adult) approaching

her fifteenth birthday. Similarly, Matia fears that she has no identity as she suffers

through adolescence: “¿Qué clase de monstruo soy ahora? ¿Qué clase de

monstruo que ya no tengo mi niñez y no soy, de ninguna manera, una mujer?”

(148). The Word “monstruo” is pivotal, for by using it Matia identifies herself

with the mermaid who is undeniably “part human part animal in form”.

(Anderson 4)

En esta comparación entre el real personaje de la novela Matia, y el personaje del cuento

de hadas se puede apreciar la estrecha analogía incluida en su narrativa por Matute.

Otro factor recurrente en esta novela, es la constante alusión a los elementos de la

naturaleza como: el sol, las flores, el bosque, el gallo, la luz, los árboles, como símbolos

asociados a la frescura de la infancia, en algunos casos, a la oscuridad de ciertas almas, a la

autoridad en otros. Una muestra de esta característica puede ser apreciada en “(Ni la luz, ni el

sol, ni los árboles me importaban. ¿Cómo, pues, le dejaba a él sin la luz, los árboles y el sol?)”

(Matute 242). Y en una más, “Allí estaba el gallo de Son Major, con sus coléricos ojos, como dos

botones de fuego” (Matute 245)


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Con respecto a la variación de los arquetipos o modelos literarios utilizados por Matute,

se podría mencionar que Primera memoria está cargada de diversos modelos o arquetipos.

Basada en la categorización establecida por Lee, por un lado está Matia, como representación del

arquetipo del huérfano (95), del inocente y del mágico (148), cada uno caracterizado en Matia

como semblanza de la identidad otorgada por la escritora. Como bien lo explica Lee en su studio,

Matia en Primera memoria:

Begins as an innocent orphan, transitioning to a true Orphan, I would say the most

defined female Orphan of all Matute's female protagonists. She ventures timidly

into the Wanderer stage during her relationship with Manuel, but retreats in her

fear, and due to lack of will or awareness, betrays him at the end. The adult

narrator retrospectively externalizes regret and a sad fatalism as she sets down for

the readers her early memories. (Lee 169)

Existen muchos arquetipos en las obras de Matute, como lo asegura Lee, sin embargo

podría mencionarse uno más planteado en esta novela objeto de análisis. Se trata de Manuel, un

personaje que por sus caracteristicas propias y su personalidad propició el desenlance amargo,

conflictivo y frustrante para Matia. De esta manera Lee asegura que se contempla a Manuel

como “a character who begins his journey as the Wanderer Archetype, from adolescence in

Primera Memoria and then transforms to the Martyr figure as he matures to the end” (23)

Tras toda una serie de análisis, comparaciones, analogías y contrastes en esta obra de

Matute, es preciso mencionar que su literatura es, primero que todo, una expresión personal de la

realidad, una visión subjetiva que continúa y se enlaza con sus demás obras. Primera memoria en
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este sentido es un universo meticulosamente diseñado con niños que juegan a quedarse niños y

por adultos obstinados, negados a la vida de su ser original.

En el caso de Primera memoria, los cuentos de hadas son utilizados como un instrumento

adicional, que contribuye a ubicar el sentido de la vida que forma parte de los personajes, y

también como evidencia de que la línea divisoria entre la realidad y la fantasía, en este caso es

bastante delgada, llegando incluso en algunos puntos a confundirse una con la otra. Puesto que el

bien y el mal, lo claro y lo oscuro, la realidad y la fantasía en los cuentos de hadas son

universales.
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Obras Citadas

Anderson, Christopher L. y Lynne Vespe Sheay. "Ana Maria Matute's Primera memoria: A Fairy

Tale Gone Awry." Revista Canadiense de Estudios Hispánicos. 14.1. 1989: 1-14.

Díaz-Plaja, Ana, y Margarida Prats. “Literatura infantil y juvenil.” Conceptos clave en didáctica

de la lengua y la literatura. Comp. Antonio Mendoza. Horsori Editorial. 1998: 191-214.

Jones, Margaret. The Literary World of Ana Maria Matute, The University Press of Kentucky.

Lexington: 1970.

Lee, Ana. Six Archetypes in selected novels of Ana María Matute. Diss. Texas Tech University,

2002.

Matute, Ana María. “En el bosque.” Discurso de ingreso a la Real Academia Española. Madrid,

España. Enero 18, 1998.

<http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/matute/academika.htm>.

---. Primera Memoria. Ediciones Destino. España. 1988.

Merino, Marisa. Valores para un nuevo siglo en los cuentos de hadas: apostar por la inocencia.

Puertas a la lectura. No. 9-10 (S), (2000): 128-132

Doyle, Michael Scott. “Entrevista con Ana María Matute: ‟Recuperar otra vez cierta inocencia.‟”

Anales de la literatura española contemporánea. 10.1-3 (1985): 237-247

Kready, Laura. A study of fairy tales. Riverside Press. Cambridge, Massachusetts. 1916

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