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EL CASTILLO EMBRUJADO
Érase una vez en nuestros días dos chicos muy amigos que se llamaban Nico y Sara.
Fueron a investigar a la aldea del castillo abandonado de Bartolomé IV. Se infiltraron y
encontraron un perro que hablaba.
El perro les guió hasta la torre mayor y dijo unas palabras mágicas y apareció un
portal que conducía a un lugar remoto. El perro les pidió ayuda porque la malvada bruja
estaba incendiando su ciudad. Para eso tienen que encontrar el ídolo dorado y ponérselo
delante para que se convierta en piedra.
Pasaron inadvertidos y llegaron a una cueva el perro cogió una antorcha y alumbró el
camino, caminaron hasta llegar a un lugar con múltiples trampas, pero ellos no se dieron
cuenta. La primera trampa fue, Sara pisó una baldosa y de pronto sale una flecha
disparada y hiere al perro, Nico lo cogió en hombros, se lo llevó esquivando las
múltiples flechas que disparaban.
Sara vendó al perro con una hoja, luego continuaron su camino. Alguien empujó una
roca y puso en marcha la segunda trampa, todos corrieron pero Sara se cayó y Nico la
empujó hacia un lado y la salvó.
La tercera trampa, los tres se cayeron a un precipicio Sara hizo el espagat y salvó a
Nico y al perro. A continuación el perro dio las gracias y dijo que se llamaba Suker.
Montaron un campamento y pasaron allí la noche; a la mañana siguiente se
despertaron frente a una puerta, que tenía una partitura.
Nico sabía música y aunque iba al conservatorio no lo consiguió descifrar.
Sara tocó la pared y sonó una nota, eso a Nico le dio una idea. Nico interpretó las
notas de la partitura y después todo seguía igual, cuando se iban a ir se oyó un chirrido,
miraron hacia atrás y la puerta se abrió.
Detrás de la puerta estaba el ídolo dorado y un portal, Suker lo cogió con la boca y se
lo llevó a Nico. Los tres amigos entraron en el portal y llegaron frente la habitación de
la bruja. El perro se lo puso delante de la cara y al instante la bruja se convirtió en
piedra.
Los seres mágicos montaron un banquete en honor a los tres amigos. Por la tarde los
dos chicos volvieron a casa.
Por mucho que insistían los chicos en que habían hecho un viaje a un mundo
fantástico...
Imanol Olazagoitia.6º B
EL CHICO QUE TENÍA BUEN CORAZÓN
Había una vez un chico llamado Teo que vivía en un pueblo, llamado Vergas. El
chico era amable, simpático, listo y sobre todo tenía buen corazón, era moreno de ojos
marrón clarito y de pelo rizado. Tenía una amiga que se llamaba Lucía, una chica de
ojos azules, pelo rubio muy presumida y coqueta. Lucía tenía una hermana llamada
Andrea que era más bien gordita, de ojos verdosos y pelo castaño muy oscuro.
Un día Teo iba paseando por el bosque y se encontró con su abuela que vivía en una
casa modesta en un sitio bastante apartado de la ciudad y muy cerca del bosque.
Su abuela lo invitó a su casa y le ofreció galletas saladas que había echo ella con una
harina especial. A la abuela no le gustaba la amiga que tenía. Le parecía boba. Había
hecho las galletas con aquel ingrediente especial para que su nieto pudiera ver como
eran las personas por dentro. Era para que Teo se diera cuenta de que Lucía era mala
persona. Teo le dio las gracias a su abuela y se fue a su casa.
Al día siguiente fue a ver a Lucía y vio lo horrible que era por dentro, después vio lo
preciosa que era por dentro Andrea y pensó que su abuela tenía razón. Fue a hablar con
Lucía y le dijo que no la quería ver nunca más. Le dijo a Andrea que si quería que se
hicieran amigos y ella respondió que sí. Cuándo Teo llegó a casa lo primero que hizo
fue a mirarse al espejo para ver como era él por dentro. Se miró y dijo: no está mal
pero podría estar mejor. A partir de ese momento supo que era más importante como
las personas eran por dentro que por fuera.