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Halloween: los espíritus vuelven

José Tono Martínez

Algunos creen que la fiesta de Halloween


es una cosa de niños, adolescentes y
disfraces rocambolescos que se ha
extendido en muchos países al calor de
campañas de modas y a imitación, como
tantas veces, de lo que viene de los
Estados Unidos. Pero Halloween es mucho
más y su simbolismo profundo nos afecta y
toca a todos. Es la noche de los espíritus y
de los antepasados, el cruce entre lo
conocido y lo desconocido: celebración de
fantasmas, duendes y seres misteriosos.

Los orígenes de la Fiesta de Halloween se


pierden en la noche de los tiempos y con seguridad fue celebrada en toda
Europa desde hace milenios. “Hallow” significa santo o veneración. Es una
fiesta de origen celta, pagana, como tantas otras vinculada a las
estaciones del año; el momento en el que las confederaciones de grandes
Druidas se reunían en un gran festival para intercambiar conocimientos y
para trasmitir las tradiciones al pueblo. Halloween señala el comienzo de
la época más oscura del
calendario, el fin la recogida
de las cosechas, cuando la
naturaleza muere y descansa.
Es el tiempo para escuchar
viejas leyendas al calor de los
fuegos sagrados; tiempo sin
tiempo porque está dedicado
a los que se han ido pero que
en su esencia de espíritus
vivos nos pueden ayudar y
guiar.

El cristianismo recogió esta tradición pagana aplicando el mismo criterio


sincrético con el que cristianizó templos y costumbres antiguas. Por esa
razón celebramos el 1 de noviembre el Día de Todos los Santos, y el 2 el de
Todas las Almas o Fieles Difuntos.
En Latinoamérica, el Día de los Muertos es
una de la fechas centrales de la cultura
mejicana, con su calaveras disfrazadas y
sus celebraciones multicolores, allí donde
lo tétrico se hace kitsch y comienza a ser
divertido, con sus desfiles de muertos, sus
banquetes y sus ataudes andantes. Pocas
veces el desparpajo del contacto con la
muerte es más evidente que en México.
El Halloween más reconocible hoy en día
es el norteamericano, el de sus grandes
urbes, con Nueva York a la cabeza,
recorrida por multitudes de seres
estrafalarios vestidos con atuendos
terroríficos o con evocaciones de
personajes del cine o de la música, ya
desaparecidos. Es la noche de las brujas, los fantasmas, los hombres lobo,
los vampiros, los seres galácticos que ha imaginado la gran pantalla, el
regreso que nunca falla de Elvis
Presley, Marilyn Monroe, J. F.
Kennedy, sin faltar a la cita
piratas, mosqueteros y por
supuesto los héroes del cómic,
con Batman y Superman
encabezando la marcha.
Para los pequeños, el gran
momento es la tarde y noche de
la víspera del 31 de octubre,
cuando los niños van de casa en casa asustando y gastando bromas a los
vecinos con su frase talismán del ¿trick or treat?: ¿un regalo o una broma?
Antiguamente se preparaban dulces especiales para recibir a los niños, y
de ahí nuestros Huesos de Santo, que son los únicos seres inocentes que
los espíritus respetan esa noche.
Pero en la noche todos los gatos son pardos, y muchas veces estas
bromas, en manos de adolescentes, se convierten en auténticos actos de
terror verdadero. Muchas películas contemporáneas están situadas en
esta noche mágica y terrible donde todo puede ser posible. Pero lo
tradicional es acudir a cualquiera de las numerosas fiestas que se
organizan en la Gran Manzana o en otros ciudades, donde el disfraz y la
oscuridad permiten libertades que el día nos tiene prohibidos.

Pero hay algo interesante en la extensión y recuperación de Halloween en


el mundo occidental. Nuestro tiempo es simétrico, ordenado por las
formas puras de la tecnología, marcado por lo geométrico, por lo digital,
por lo plano, por lo claro y lo lumínico de nuestro confort. De los terrores
medievales hemos pasado al jolgorio posmoderno. Halloween es el
regreso a lo gótico, a lo retorcido, pero también el regreso a la infancia, a
lo innominado y desconocido de las largas noches de temores infantiles.
Halloween es el sueño de una noche de otoño y su celebración nos
permite tocar, aunque sea por una noche, el misterio de lo telúrico, el
poder de lo oculto, todo aquello que la modernidad ha relegado e
iluminado, cortando nuestro vínculo con el ciclo de la naturaleza y la
tierra. Celebrar Halloween es volver a tener miedo, volver a sentirlo, y
volver a sentirnos vulnerables, inseguros, frágiles e impredecibles.

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