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HEGEL
REVISTA EUROPEA.
NCM. 1." 1 ." DE MARZO DE 1874. AÑO I.
admitir como forma de gobierno la pura mo- ciales son independientes de las personas,
narquía ó la pura democracia. Esta tendencia de las familias, como las leyes del Cosmos.
á las formas puras de gobierno consiste, Decir que dentro de la República no caben
según su sentir, en el desconocimiento de la los dos términos de las sociedades humanas,
sociedad y de los elementos contrarios que la autoridad y la libertad, el derecho indi-
la componen y de las fuerzas opuestas que vidual y los poderes sociales, el movimiento
la sostienen. Así no responden á la idea y la estabilidad, equivale á desconocer la
total del Estado. La monarquía pura sólo esencia de la República que distribuye la
ve la unidad, y suprime la libertad. La de- vida con regularidad, y en proporciones im-
mocracia sólo ve la variedad, las individua- posibles dentro de una monarquía. La ley
lidades, y suprime la unidad. Se han consi- social debe obligar á todos. Y es ley social,
derado los gobiernos parlamentarios gobier- independiente de las convenciones de los
nos convencionales, siendo los gobiernos de hombres y de la voluntad de los poderes
la razón los gobiernos de la naturaleza. Esta públicos, el derecho, Y es ley del derecho
creencia, en sentir de Hegel, proviene de su universalidad. Y esta universalidad se
esos hábitos inveterados al espíritu humano, desmiente si un sólo hombre trae desde la
que, ansioso de simplificar los sistemas, les cuna, desde el momento de su generación,
quita sus elementos esenciales. La República, el privilegio de regirnos; porque este hom-
según Hegel, confunde la sociedad civil con el bre se encontrará fuera del derecho, y den-
Estado, y atiende sólo al bien del individuo. tro del privilegio, desde el punto en que
Por eso, por confundir el bien del individuo, una ficción, necesaria á las monarquías, le
de la casta con el bien general, cayeron las declare irresponsable. Decir que la indivi-
repúblicas antiguas en el despotismo. Esta dualidad se desarrolla abusivamente en las
trasformacion de las repúblicas en dictadu- repúblicas, argumento parecerá á todo espí-
ras, es la condenación inapelable de seme- ritu recto tan bahdí, como el de aquellos
jante forma de gobierno. Así proclama la filósofos misántropos que pedían el sacrificio
forma normal de gobierno la monarquía. El de los derechos individuales para el soste-
Estado para Hegel no pasa de pura abstrac- nimiento de la autoridad y de ¡ávida social.
ción cuando no se realiza en una persona, Hegel ha dicho en uno de los más admira-
representante de sus ideas, de sus tradi- bles análisis de su filosofía, que toda esen-
ciones, de su historia, encarnación de su cia lleva en sí misma su forma. Y nadie
autoridad y de su derecho. ¡Lástima grande puede iiegar, nadie, que la forma perfecta
que concepción tan alta se precipite en re- de las democracias es la República. El espí-
sultado tan lastimoso! ritu nacional que Hegel reconoce como un
¡La monarquía forma normal del Estado! ser en sí, como un grado más en la ascen-
Para sostener tan extraña tesis tiene el filó- sión de las ideas, no puede contenerse en
sofo que recurrir á la máxima proverbial en organismo que le sea más propio. Los reyes
labios de Luis XIV, al «Estado soy yo.» Y fundan monarquías; las repúblicas verdaderas
en verdad, aun para aquellos que más tem- naciones. Y no se repila el argumento de
plada la quieren, tiene algo siempre la m o - que las dos repúblicas antiguas degeneraron
narquía de apoteosis ó deificación, ya sea en dictadura. Degeneraron desde el dia n e -
de una persona, ya sea de una familia. Y fasto en que cayeron por su mal en los er-
esa deificación, ese derecho hereditario á rei- rores monárquicos de imaginar á un hombre
nar sobre un pueblo, tiene algo de la casta personificación de la sociedad. Y esta susti-
oriental, rota por tantos progresos. Suponer tución de la República por la monarquía fue
que un hombre, por grande que parezca, su muerte. Los genios que brillaron en la
puede personificar la sociedad, es como su- corte de Augusto, hijos eran de la Repúbli-
poner que puede personificar el universo. ca. Después la hinchazón sucedió á la gran-
Pedir su intervención personal, es tanto deza , y la retórica á la eloquencia. Grecia
como creer la sociedad entregada al arbitrio murió el dia que murió su República. El
dé una inspiración milagrosa. Las leves so- género humano llora aún la batalla de Que-
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ronea, en que murió la Atenas republicana; dras; Florencia, que resucitó el genio griego;
la batalla de Farsalia, en que murió la Roma Genova, que vivificó el comercio y encontró
republicana; maldice al emperador Carlos V la letra de cambio, y engendró al des-
y al papa Clemente VII, que mataron la Re- cubridor de América; Venecia, que llenó
pública florentina; y no cree bastante castigo con las maravillas de Oriente, empapadas
al primer Napoleón Waterloo, y al tercero en la primera luz de la creación los dias
Sedan, ya que cometieron el crimen de sombríos de la Edad Media, tudas rodeadas
asesinar dos repúblicas. de series de artistas, cuyas obras forman el
Y la conciencia humana, encerrada en la oasis de consuelo en el desierto de la vida,
historia, recuerda que las épocas faustas todas son Repúblicas. Y Repúblicas aquellos
han sido las épocas del florecimiento de las municipios de España, aquellos comunes de
Repúblicas. La federación de Israel dictó la Francia, aquellas ciudades libres de Ale-
ley moral á que nuestra conducta se atiene, y mania, que contrastaron el feudalismo, que
educó aquellos Profetas, cuyas imprecacio- sustituyeron á la justicia del señor la jus-
nes contra los reyes todavía inflaman los co- ticia del jurado, que echaron los fundamen-
razones de nuestros varios pueblos; y cu- tos de la propiedad, que son artífices de la
yas esperanzas de redención todavía animan libertad y de la democracia. Y República el
las ideas religiosas de nuestras varias civili- pueblo alpestre, vencedor en los desfilade-
zaciones. La República griega comenzó la ros de los Alpes y en los bordes de sus
educación estética del género humano, y lagos, como los griegos en las Termopilas y
fundó á un tiempo la eterna forma del arte en Salarniria, vencedor inmortal de los ti-
y el espíritu de la ciencia; cincelando con ranos. Y República la pequeña nación que
su cincel en piedra las estatuas, modelos in- robó espacio al mar para establecer sus ho-
mortales de la belleza plástica, y con sus gares, verdaderos templos de la libertad del
ideas en la sociedad los primeros ciudada- comercio y de la libertad del pensamiento.
nos de la democracia. Los fundamentos del Y República la sociedad gloriosa que á fines
derecho civil en el occidente de Europa y del pasado siglo se alzó, fortalecido su
en la América latina débense á otra Repú- pensamiento en las máximas democráticas
blica, á la República romana. Mientras sub- del Evangelio, su razón en las ideas de la
sistió, sus héroes fueron capaces de merecer ciencia, á ponerse á la cabeza del movi-
en pleno imperio la pluma de Plutarco; en miento republicano, que es la honra y la
tanto que los emperadores más grandes sólo grandeza de América. Y República la que
merecieron las estoicas maldiciones de Táci- en Francia venció á todos los reyes de
to, ó la vergonzosa ignominia de la Historia Europa, y sembró las primeras ideas de pro-
augusta. En el mundo moderno sigue la greso que concluirán por regenerar y de-
prodigiosa vitalidad de la República, Todas mocratizar á todos los pueblos de Europa.
las glorias de Italia en la Edad Media se En alguno de sus libros ha dicho Hegel que
unen á esta forma de gobierno. En la Re- al contenido, á la esencia, corresponde in-
pública se educaron el genio que pintó la variablemente la forma. Y el contenido, la
Cena, el genio que modeló el Perseo y el esencia de la civilización moderna, es la de-
genio que animó con su epopeya ciclópea las mocracia. El advenimiento de la democracia
bóvedas de la capilla Sixtina. Cuando aque- no es un problema; es un hecho. Inútil
lla República, nueva Atenas, cayera defini- buscar quién la ha traido. El movimiento
tivamente , Miguel Ángel modeló en már- hacia este elemento social fue tan grande,
mol una mujer desnuda, con la belleza tan seguro ó incontrastable, que buscar su
griega, con el alma cristiana, puso el dolor impulsor seria como buscar quién ha levan-
en su rostro, el sueño en sus párpados, y tado nuestras montañas ó abierto nuestros
le llamó la noche, indicando que habia ve- valles. No tienen arquitecto. El que tal se
nido eterna noche sobre la conciencia hu- creyera, el que se imaginara arquitecto de
mana al extinguirse tan clara estrella en su las democracias modernas, pareceríase á los
cielo. Y en efecto, Pisa, que animó las pie- hombres ideados por Voltaire en su Micro-
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megas, que apenas visibles por su pequenez ideas científicas, de todas las fuerzas vivas:
á los gigantescos habitantes de otros mun- que si los movimientos del planeta y la
dos, tenianse por creadores de todos los es- evolución de sus organismos convergen á
pacios y de todos los orbes. No ha traído producir el hombre, cima de la creación,
la democracia ningún hombre, ningún bando las evoluciones del arte, de la industria, de
político. La ha traido el espíritu cristiano; la política, de las ciencias convergen á pro-
la irrupción de las tribus germánicas que ducir la democracia, cima de la sociedad y
sellaron con el sello indeleble de la digni- de la historia. * .
dad humana nuestros corazones; las otras Las esencias producen sus formas. Ima^
gentes, no menos guerreras, venidas del gínase Hegel que á la idea, á la esencia de
Norte á destruir la reacción carlovingia, su filosofía, al viajero incansable de sus
á surcar con sus espadas la tierra para construcciones científicas, después de haber
poner en ella la idea de la personalidad; las descendido del desierto de la eternidad á la
antiguas órdenes monásticas que ungieron vida multiforme de la naturaleza; después
con el óleo del sacerdocio la frente del plebe- de haberse irradiado por los espacios en
yo; el misterioso valladar que detuvo el mo- soles y en mundos, y de haber subido por
vimiento de las Cruzadas y obligó á las tri- las escalas de los mundos á las más altas
bus europeas á buscar en sus propias fuerzas formas orgánicas; después de haber entrado
lo que jamás hubieran encontrado en la en nuestros cuerpos y hasta visto con nues-
conquista; la nube de gremios, de asocia- tros ojos, hablado con nueslra lengua,
ciones, de municipios que comenzaron á pensado con nuestro cerebro, sentido en
reconocer la virtud del trabajo y á malde- la frente el resplandor de la nueva aurora
cir las calamidades de la guerra; los cismas del espíritu absoluto, le dijeran que retro-
que rompieron y soterraron la autoridad de cediese en su camino, que tornara á dormir
la teocracia; los Concilios de los siglos XIV en el mineral, á trocar el instinto por la inte-
XV que reanimaron el genio republicano ligencia , el hado de las especies inferiores
I el Evangelio; los descubrimientos que re-
hicieron y centuplicaron nuestras fuerzas;
por la libertad,—no protestaría contra este
absurdo aunque se lo impusiera la voluntad
la pólvora que puso el fuego de Prometeo en misma de Dios.—Pues las naciones moder-
las manos del hombre; la imprenta que dio nas han llegado á concebir una idea supe-
el talismán de la imortalidad á las ideas; la rior del derecho, una forma digna de esa
brújula que le sojuzgó los mares; el telesco- ¡dea en el Estado; y no retrogradará su
pioquele escudriñó los cielos; laAmérica que conciencia hasta encerrarse en los absurdos
trajo en su hermosura nueva creación para organismos de las castas teocráticas en el
la nueva alma; la reforma que reveló como monstruoso seno de las vacilantes monar-
la escuela socrática el mimen de la con- quías.
ciencia y la virtud interior de la libertad de
Hegel lo comprendió también así; pero
creer y de pensar; el renacimiento que re-
su carácter no estaba al mismo nivel de su
concilió al genio moderno con la historia
inteligencia. Filósofo de un estado monárqui-
antigua y con la naturaleza eterna, que en-
co, sacrificó en el altar de la monarquía para
contró las formas perdidas del arte en el
que en paz le dejasen los poderes públicos
culto al organismo humano; el estableci-
proseguir sus investigaciones cientificas.
miento de la república holandesa y el pro-
Pero toda su filosofía de la historia des-
greso de la república suiza en el corazón de
miente sus consecuencias políticas. La his-
Europa; los viajes de los puritanos al Nue-
toria es el desarrollo del espíritu universal
vo Mundo para levantar un templo al dios
en el tiempo; y este espíritu es la razón de
de la libertad y una sociedad al genio de la
Dios que gobierna al mundo. Decir que
revolución; la filosofía que reveló el dere-
algo se desarrolla, es decir que viene á ser
cho natural; las revoluciones que hicieron
en actos lo mismo que era en potencia. El
saltar en pedazos todos los obstáculos opues-
espíritu, esencialmente activo, desarróllase
tos al progreso; la conjuración de todas las
en acciones. Las leyes de la lógica llámanse
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en el mundo de la naturaleza leyes físicas, á la libertad y ala conciencia. El espíritu se
y en el mundo del espíritu leyes históricas. ha confundido con la naturaleza en Asia; ha
Estas leyes tienen carácter racional y cien- distinguido al hombre de la naturaleza en
tífico. En su movimiento eterno los seres y Grecia y Roma; ha llegado á la idea plena
las cosas reciben el impulso de la razón, y de su libertad en el mundo germánico-
van á convertirse en espíritu absoluto, en cristiano, en Europa y América. Ninguna
espíritu con plena conciencia de sí mismo. fuerza ha podido emprender este desarrollo.
La Providencia divina, que es poder, que es La humanidad ha llegado á su madurez
razón, que es virtud, que esfuerza, ha tra- completa. Esta última edad tiene tres épo-
zado un plan divino, un ideal divino para cas: irrupciones germánicas; feudalismo é
gobierno del mundo. Y este plan, este ideal Iglesia; tiempos modernos, razón y libertad.
se encarna sucesivamente en la historia. La El descubrimiento de América fue el albo-
historia aparece como una verdadera Theo- rear de este día; la Reforma fue su maña-
dicea. La historia es el teatro verdadero del na, la Revolución francesa su plenitud. El
espíritu; y la esencia del espíritu es la liber- hombre se siente henchido de libertad,
tad , como la esencia de la materia es la y la libertad henchida de espíritu divino.
gravedad, la pesadumbre. La historia es la Y no quiere ya reconocer la diferencia en-
serie gradual de vicisitudes por donde ha tre sacerdote y laico, ni la diferencia en-
pasado el espíritu humano para llegar á la tre monarca y vasallo. La edad de la ra-
libertad y ala conciencia. El Oriente ignoró zón se fortalece desde la paz de Westpha-
por completo la libertad. Así su religión fue lia, que asegura la libertad religiosa hasta
como la confusión del hombre en la natura- las revoluciones modernas, que revelan
leza. Allí no hubo libertad sino para uno el derecho. Decimos á esta edad última
sólo; para la especie de dios, que se llamaba edad de [la razón porque conoce las leyes
rey. Los griegos y romanos extendieron la de la justicia y del derecho. La verdad
libertad, la proclamaron para algunos, mas que Lutero creyó encontrar en el libro h i s -
en sus respectivas sociedades quedó la escla- tórico, en la Biblia, la busca todo hombre
vitud. A la raza germánica corresponde el en el libro eterno, en la conciencia. Pero
privilegio histórico de haber traído al cris- el hombre no es solamente razón, es también
tianismo la idea de la libertad personal, de la voluntad. Se necesita completar la soberanía
libertad debida al hombre, no como ciuda- de la razón humana con la soberanía de la
dano de este ó aquel Estado, sino como voluntad humana. En Francia Rousseau pro-
persona moral. Mas para aplicar este prin- clamó el derecho de los pueblos; y en
cipio á la religión, á la vida, al derecho, á Alemania, Kant y Fichte dijeron que el
la política, han sido necesarios esfuerzos hombre sólo debe querer su libertad. En
verdaderamente gigantescos por su intensi- Alemania la idea era más libre, y siguió
dad y seculares por su duración. La historia su camino más sosegadamente. En Francia
del mundo es la historia de la libertad, y la la idea era más perseguida, sobre todo por
libertad busca la perfección en su desarrollo la Iglesia, y estalló la revolución. Se ha
progresivo. El que no comprenda así la vida, dicho que la revolución francesa provino de
no comprenderá el espíritu. La historia será la filosofía, y la filosofía no debe negarlo,
para él una tragedia donde combaten pasio- debe reconocerlo, porque la filosofía no es
nes encontradas, y que tiene por eternos solamente la razón pura, sino también la
protagonistas, ya el hado, ya el acaso. El razón viviendo, la razón realizándose en el
espíritu pasa, al adquirir su libertad, su con- mundo, y vino la tempestad, porque la
ciencia; y al realizar su perfeccionamiento, idea progresiva tuvo que romper la opo-
por diversos estados históricos. Y no hay sición vieja y formidable del Estado histó-
Estado histórico que no se crea definitivo y rico. Para evitar este conflicto se necesita
que no oponga resistencia al desarrollo es- que nada haya tan sagrado á los ojos de go-
piritual y humano. De aquí grandes conflic- bernantes y gobernados como el derecho.
tos en que la victoria definitiva toca siempre Así desarrollaremos el espíritu humano hasta
CASTELAR. LA FILOSOFÍA DEL PROGRESO. 39
legar á su plenitud y á su perfecciona- un monumento de grandezas, ya trasforiiie
miento. Hé aquí la teoría de Hegel. De- el frió mármol en estatuas donde el espíritu
cidme si el filósofo que piensa así, que en- y la naturaleza se abrazan; ya anime con
ciende este ideal en la mente, que traza sus colores y matices, con sus creaciones,
este plan á la historia, que dicta las leyes las tablas y los lienzos; ya arranque á las
del progreso, que ve al espíritu elevarse vibrantes cuerdas divinas melodías, ó se
desde la naturaleza á la ciencia, puede que- eleve á las inspiraciones épicas, á los
rer, sin contradecirse radicalmente con sus dolores trágicos, siempre será sacerdote de
principios, que todo este progreso humano se lo infinito, ángel de regiones etéreas, Verbo
detenga ó retroceda ante la sombra de la mo- de un mundo ideal, superior al universo,
narquía. mundo de libertad, en que se identifican la
Y la filosofía del progreseso aún aspira á idea con su objeto, se tocan el cielo y la
más en su desarrollo, en su crecimiento; aún tierra, se confunden la criatura y el Criador.
aspira á más que á encerrar el espíritu en Mirad como las artes van separándose
la vida social. La política aparece á sus ojos progresivamente de la materia. En la ar-
como humilde esfera; el Estado como orga- quitectura la materia con su grandeza abru-
nismo positivo; la autoridad, á pesar de sus ma el espíritu; las piedras talladas no pa-
últimos progresos, como potencia exterior, san de símbolos muy alejados de las alturas
necesitada de fuerza de coacción para cum- á que las ideas tocan; arte primero equi-
plir sus más inmediatos fines; en tanto que vale al mundo mineral en que tiene relati-
el espíritu, aspirando siempre á mayor vamente su magnitud, sus moles, sus pro-
libertad, á mayor independencia, no puede porciones, y no tiene aún la gracia, la be-
encontrarlas sino fuera de su cárcel y de lleza, la variedad de ideas que alcanzan
sus cadenas materiales, allí donde es creador, otras formas del arte. El escultor usa tam-
donde sacude de sus potentes alas todo el bién de materia, pero la trasfigura, la espi-
barro terrestre, en los cielos del arte. Mien- ritualiza, la acerca más á la forma orgánica,
tras que en el Estado el espíritu, desceñido la sujeta á expresar las ideas; la obliga á
ya de la naturaleza y sujeto á fuerza más manifestar inmediatamente la esencia de la
ideal, obedece, sin embargo, á la fuerza; en idea, y la eleva hasta confundirla con el
el Arte sólo se obedece á sí mismo, en el tipo perfecto de la humana belleza. La es-
Arte el espíritu sólo obedece al espíritu. Y cultura, sin embargo, no puede expresar el
no solamente se emancipa del Estado en la alma, el mundo interior; este ministerio lo
cima de este luminoso Tabor; se emancipa desempeña el pintor, en cuyos colores, en
también de la naturaleza, se emancipa de cuyas figuras, en cuyas escenas , más cer-
todo lo visible, y se recrea en la contempla- canas á la vida interior, comienza á albo-
ción de sí mismo, y se absorbe en su inco- rear el espíritu y á dilatarse la esfera inter-
municable esencia, y se acerca á Dios. No, media entre las artes plásticas, las artes de
no destruye ninguna de sus anteriores ma- la forma y las artes espirituales, las artes
nifestaciones; no reniega de ninguno de los verdaderamente expresivas de las ideas, ex-
antecedentes y grados de su vida; no rompe presivas del alma. La música más vaga,
la escala misteriosa por donde ha subido á menos material que las otras artes, ya en-
la posesión de esencia; encerrado primero tra en el mundo del espíritu y expresa lo
en la lógica, después en la naturaleza, pa- más íntimo del sentimiento. Pero el arte
sando de la naturaleza al Estado y del por excelencia, el que resume toda la vida
Estado al Arte, no destruye ninguno de los humana, el que expresa con mayor unidad
términos anteriores de su vida; los toma por
base, por pedestal, de la misma suerte que
la tierra agrupa sus armoniosos organismos
Llo variedad á un mismo tiempo la esencia
1 espíritu, la identificación délo finito con
infinito, el soplo creador de Dios, difun-
para que sirvan á su obra maestra, á la diéndose por el espíritu, y el espíritu ele-
estatua que remata el planeta, al hombre vándose á lo divino, es la poesía.
y á su conciencia. Poeta-artista, ya eleve
Pero el arte no es el grado último del
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espíritu absoluto; hay otro grado superior, su vida y á la absoluta posesión de su con-
hay la religión. Como el arte tiene tres tér- ciencia. Lo infinito, lo absoluto tiene de sí
minos; simbolismo ó predominio de la mismo conocimiento en la filosofía, donde
forma sobre el fondo en Oriente; clasicismo termina este largo viaje del ser, de la idea,
ó armonía del fondo y de la forma en Grecia; desde la pura lógica á la naturaleza, desde
romanticismo ó predominio del fondo sobre la naturaleza al Estado, desde el Estado al
la forma en el mundo cristiano, la religión arte, desde el arte á la religión, desde la
tiene también tres términos. Lo que el religión á la filosofía; donde adquiere la
mundo mineral en el desarrollo de la ma- plenitud, como hemos dicho, de la vida, la
teria, lo que la arquitectura en el desarrollo posesión de la conciencia, llegando á ser
de las artes, el panteismo materialista del espíritu absoluto.
Oriente es en el desarrollo de la idea reli-
EMILIO CASTELAR.
giosa. Dios lo llena todo, lo representa
todo, lo absorbe todo, está en los cielos y
en la tierra, en los templos de sacerdotes y
en los palacios de los reyes. La criatura, RUBENS
aun la misma criatura humana, de ninguna DIPLOMÁTICO ESPAÑOL.
manera merece compararse ni con el polvo
SUS VIAJES Á ESPAÑA,
que levantan las ruedas del carro de Dios SUS GESTIONES COMO AGENTE DIPLOMÁTICO SECRETO
en los espacios infinitos. De la libertad no ENVIADO POH FELIPE IV A CARLOS I DE INGLATERRA, Y NOTICIA DE LAS
hay idea. Pero el espíritu religioso se tras- OBRAS DE SU MANO QUE AÚN SE CONSERVAN EN MADRID.
como una hoja de morera, rodeada de islas Había mandado Su Magestad que se tra-
que parecen sirenas, ceñida por un cielo tase al Príncipe con las mismas ceremonias
resplandeciente, surcada de montañas donde que su persona acostumbraba; que se es-
el mirto y la adelfa crecen como para coro- cribiese á los prelados de sus reinos para
nar á los poetas, esmaltada de templos ar- que cada uno hiciese de muy grandes ve-
moniosísimos como si fueran liras de ras, encomendar á Dios las cosas que oca-
piedras, poblada de dioses, nacidos en los sionaron la venida á España del Príncipe
cánticos de Hornero, modelados por el cin- (Céspedes, Historia de Felipe IV); tam-
cel de Fidias, verdaderos reflejos y cria- bién se escribió á algunos grandes, ponde-
turas de la inspiración artística: que así rándoles la obligación en que el de Gales le
como en Oriente la divinidad lo llena todo habia metido con venirse á sus reinos, y el
con su esencia, lo llena todo con su libertad deseo que tenia de agasajarle, para lo que
en Grecia el hombre. Mirad como la idea se les rogaba que le ayudasen; y para más de-
desarrolla. Asia ha producido Dios y no el mostrar sus deseos, comunicó á sus Audien-
hombre; Grecia ha producido el hombre y cias y Consejos, que cuanto el Príncipe les
no Dios; pero Dios y el hombre se en- ordenase de cosas de gracia lo cumpliesen.
cuentran concebidos, pensados, aunque se- Durante la permanencia del de Gales en la
parados al concluir la antigua historia, y corte, fueron tantas y tales las fiestas, los
viene á reunirlos por medio del Verbo, el regocijos, agasajos y muestras de respeto,
cristianismo, la religión de lo absoluto, la estimación, cariño y aun amor que se le
religión del Hombre-Dios. prodigaron, que no habia memoria de ha-
Pero ni el arte ni la religión realizan la berse hecho jamás tales extremos con prín-
esencia del espíritu. El espíritu absoluto se cipe alguno en todos estos reinos. El rey
realiza completamente en aquella esfera su- Jacobo, más que admiradodecuanto pasaba,
perior, en la filosofía, donde tiene por ob- y sabiendo ser todo obra exclusiva del Conde-
jeto único la verdad entera; donde el ser Duque, escribióle muy atento, tanto para
llega por fin, después de tantas sucesivas agradecerle el recibimiento hecho á su hijo,
trasformaciones, á la plenitud completa de cuanto "porque, como buen político, sabia
Mario Méndez Bejarano (1857-1931)
Historia de la filosofía en España hasta el siglo XX <<< índice >>>
Capítulo XVII
El siglo de las luces
§ VII
El hegelianismo
Contero. –Fabié. – Pi y Margall. –Salvoechea. –Castelar. –Fernández y González. –Núñez Arenas.
–Escudero y Perosso. –Benítez de Lugo. –Álvarez de los Corrales. –López Martínez.
Así como han logrado representación en España todos los sistemas alemanes derivados de la
Crítica de la razón pura, no la consiguieron los procedentes de la Crítica de la razón práctica.
El idealismo absoluto de Hegel, última etapa del formalismo aristotélico y malogrado sincretismo
del movimiento despertado por la crítica kantiana, penetró en nuestra península por las márgenes
del Guadalquivir, merced a la iniciativa de un eminente profesor.
D. José Contero y Ramírez (1791-¿857?), nacido en Osuna, de padres artesanos, se elevó por su
talento y constancia a la cátedra de Metafísica de la Universidad sevillana. Su nombre va unido a la
fundación del Ateneo de Madrid, y Labra y otros hombres eminentes han enaltecido su memoria.
Sócrates del hegelianismo le llama Menéndez y Pelayo, pues, en efecto, su enseñanza no pasó de
oral: pero formó numerosos discípulos que resistieron el arrollador empuje del krausismo y
continuaron la obra del maestro hasta nuestros días.
Oyó las explicaciones de Contero y afilióse a su escuela D. Antonio María Fabié y Escudero (1832-
99), hombre de gran inteligencia y escogida erudición que, por méritos propios, llegó a los altos
puestos del Estado y de las letras. Sus trabajos filosóficos son: Examen crítico del materialismo
moderno (1875) y Estado actual de la Ciencia y el [458] Derecho (1879); pero la literatura y la
historia ocuparon la mejor parte de su actividad mental.
Por más que D. Francisco Pi y Margall (1824-90) pertenezca principalmente a la esfera política y no
cultivara la especulación, sus libros Filosofía del Progreso (1868), Filosofía popular (ídem),
Solución del problema social (1869) y, sobre todo, sus Estudios sobre la Edad Media, donde hace
abierta profesión de panteísta, nos lo muestra afiliado a la izquierda hegeliana, aceptando con
impasibilidad hasta las más extremas consecuencias de la doctrina. El hábito de escuela le hace
notar en primer lugar la antítesis, circunstancia favorable en general para el ministerio de la crítica,
que ejerce Pi con rigor sobre la moral del cristianismo; estima antropomórfica la idea histórica de
Dios, y no considera la transcendencia de esta vida como inmortalidad del alma individual, sino
fusión de las vidas particulares en la colectiva.
Representa Pi en su escuela el paso de la especulación a la filosofía social, sufriendo la honda
influencia de Proudhon, cuya Solución del problema social defiende del dictado de utópica. «Se
suele mirar hoy con grande desdén todas las ideas encaminadas a transformar nuestras viejas y
carcomidas sociedades; el agua filtra las más duras rocas, cuanto más los leños gastados por la
podredumbre; y las ideas, sería temeridad negarlo, filtran algo más que el agua.»
En Pi la filosofía se transfiguraba en acción y por eso poseyó el cerebro más revolucionario de su
generación. Aunque socialista por influencia del Maestro y campeón del socialismo en sus
controversias con Castelar, siempre rechazó las inevitables consecuencias cesaristas de la idea
hegeliana y flotó entre esa doctrina y la libertaría, más acorde con su desiderátum federalista que
bajaba del encéfalo al corazón desbordándose del convencimiento e irrumpiendo en la esfera de la
pasión. Tenía muy alta mentalidad para detenerse en la prosa del socialismo. Como todos los
verdaderos liberales repugnaba la [459] estatolatria. «Si la idea del contrato social, escribía,
estuviere bien determinada, no sólo no dejaría en pie la monarquía, no dejaría en pie ni la
república.»
La postrera derivación práctica de la doctrina de Pi, encarna en el gaditano Fermín Salvoechea
(1842-907), mártir de su ideario, santo laico, venerable utopista, olvidado de sí mismo ante su
ofuscación del fin redentor sonado y procurado por cuantos medios hubo a su alcance. Tinta o
sangre, pluma o fusil, vida o muerte, todo es igual. Sobre el dolor, sobre el holocausto, flota la voz
de Tomás Paine: «Mi patria, el mundo; mi religión, el bien; mi familia, la humanidad». La
sinceridad consagrada por la libre aceptación del sacrificio, le valió el respeto y aun la simpatía,
claramente manifiesta, de sus adversarios en ideas.
La innegable poesía del hegelianismo sedujo a D. Emilio Castelar (1832-99) desde los días de la
juventud, y aunque derivó cada vez más a la derecha, no sabría yo decir si por sincera convicción o
por maniobra política, jamás perdió el sello de su iniciación filosófica.
Extremó contra la izquierda su fastuosa elocuencia, tratando como antípodas a sus secuaces,
acusándolos de negar todo principio absoluto, lo cual arrastraba al materialismo y por corolario
jurídico-político a la tiranía. La espantosa guerra que acaba de horrorizar al mundo parece darle la
razón, pues el filósofo ha visto en ella la materialización de la idea hegeliana. Para Castelar la
filosofía de Hegel, interpretada con el criterio de la derecha, representa una vasta síntesis de las dos
determinaciones del progreso, la subjetiva y la objetiva. Fúndase en el ser idea, y en el devenir o
esfuerzo del ser para hacerse efectivo. La realidad nace del movimiento de la idea o dialéctica que
marca tres términos: tesis, antítesis y síntesis. «Sistema asombroso, añade con su ardiente verbo,
que podéis negar, en el cual no queréis arrojar vuestros penates ni confundir vuestra personalidad,
río sin ribera, movimiento sin término, sucesión indefinida, serie lógica, especie de serpiente que
desde la obscuridad de la nada se [460] levanta al ser, y del ser a la naturaleza, y de la naturaleza al
espíritu, y del espíritu a Dios, enroscándose en el árbol de la vida universal; sistema asombroso que
podréis rechazar, pero que no podréis de ninguna suerte desconocer, como el esfuerzo más grande
que la razón humana ha hecho para dar conciencia de sí a la gran idea del siglo, a la idea del
progreso.»
Homero del hegelianismo, cantó la idea y empapó en aquella vasta concepción sus sueños políticos.
La impresión de realidad sufrida en la gobernación del país, separó su mente del corolario social y
cesarista, acentuó su individualismo que no lograba acomodar en las mallas de la escuela, no se
satisfizo ni con el concepto sajón de la libertad y se postró ante la democracia francesa, lenta y
gradualmente progresiva.
Otro tanto diría del inolvidable maestro D. Francisco Fernández y González (1833-917),
sapientísimo orientalista, prodigio de erudición, que explicaba Estética en la Universidad Central
siguiendo a Hegel y a Vischer; alma liberal y generosa, alistado en el partido conservador por esas
paradojas tan frecuentes en España.
Al lado de D. Francisco, podría figurar su amigo don Isaac Núñez Arenas (1812-69), en cuyos
escritos corre la savia germánica, y en el único propiamente filosófico, en su discurso inaugural de
la Universidad de Madrid (1862), sentaba el principio de que el fundamento del ser y del conocer
reside en la unidad, que es lo que el espíritu encuentra en sí y lo que asemeja la criatura al Creador.
Nunca la elocuencia española llorará bastante la pérdida de D. Francisco Escudero y Perosso (1838-
74), sevillano, poeta y catedrático de Filosofía del Derecho en el Doctorado de esta Facultad en la
Universidad de su patria. Aunque nada dejó escrito, su verbo propagó la doctrina de Hegel e influyó
poderosamente en la juventud de su época.
Como orador, era su palabra abundante, elegantísima; su ademán, airoso y distinguido; clara su
pronunciación; [461] la voz, simpática y extensa. Muchas veces le oí durante las agitaciones del
período revolucionario y siempre le vi dominar al auditorio, que respondía con entusiastas aplausos
a cada uno de sus arrebatadores períodos. Castelar, nada pródigo en encomios a oradores, tuvo para
Escudero las más calurosas y justas alabanzas.
D. Antonio Benítez de Lugo (1841-97), también hegeliano y catedrático del Doctorado de la
Facultad de Derecho en Sevilla, su patria, dejó entre sus obras Filosofía del Derecho o estudio
fundamental según la doctrina de Hegel (1872), exposición clara y fiel del sistema.
En la escuela de Contero se formó también el catedrático sevillano D. Diego Álvarez de los
Corrales (1826-65), propagador elocuente del hegelianismo, si bien los escritos que dejó no aborden
la filosofía pura, pues sus dos obras se refieren la una a Doctrinas de los escritores españoles de
Derecho internacional en el siglo XVI (1859) y la otra a la Teoría de la Moneda y su fabricación
(1863).
No sé si incluir en la derecha hegeliana a D. Miguel López Martínez, autor de Armonía del mundo
racional en sus tres fases: la humanidad, la sociedad y la civilización (1851). También este escritor
se obstina en el absurdo propósito de conciliar el panteísmo con la ortodoxia católica. Dios es la
esencia eterna que, sin perder en unidad, puede sufrir modificaciones. Una modificación del ser
absoluto vemos en la creación y la más noble en la humanidad, que lleva por característica la razón
y con ella la perenne aspiración al infinito.
El publicista más influyente de España en su época, el que movía a su arbitrio las masas populares,
el sevillano Roque Barcia (1823-85), poeta, polígrafo, director de La Justicia Federal y alma de la
insurrección de Cartagena en 1873, dejó entre sus numerosas obras, la mayor parte políticas: Las
armonías morales, La verdad social. Teoría del infierno o ley de vida y La filosofía del alma
humana (París, 1856), a que acompaña el tratado Generación de las ideas. Aunque no puro
hegeliano, aquí lo sitúo por [462] mostrarse francamente panteísta. Funda la unidad de las ideas en
la unidad de la esencia. Todo es uno. Los seres son modificaciones del Ser y así las ideas son
expresiones parciales de la Idea. Tal concepto facilita la formación del organismo científico,
basando cada afirmación en otra más alta hasta alcanzar la afirmación cúspide, la total del conocer
de que dependen las particulares en cuanto formas parciales de ella.
En su fondo humanitario habla el espíritu de Lammenais y en su especulación palpita la dialéctica
de Pi y Margall. Un algo de inconsciente misticismo anima su estilo cortado, su cláusula breve, su
elocuencia sentenciosa que comunican tono bíblico a la exposición, transformando el párrafo en
versículo.
¡Lástima que no supiera morir como vivir! La última estrofa deslució un largo poema de
abnegación; mas toda psiquis tiene sus misterios inaccesibles a los profanos.
El hegelianismo español lanzó su postrer suspiro al apagarse el incendio revolucionario. El europeo
se liquidó en la guerra mundial y soportó por epitafio el tratado de Versalles.