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De qué cuerpo estamos hablando

(Versión 2)

Por Natalia Ramírez Püschel


Periodista, Licenciada en Comunicación Social

Diploma en Semiótica del Arte

Bailarina

Porque es tan fácil olvidar que absolutamente todo es un cuerpo poético, me parece importante,
particularmente desde la semiótica, instalar ciertos antecedentes teóricos y metodológicos
ineludibles al momento de abordar al cuerpo como objeto de estudio.

Se trata, semióticamente, de la emergencia del cuerpo como sede operadora de toda experiencia,
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situación que resulta del recorrido desde lo lógico a lo fenoménico . Acontece la transformación de
un cuerpo comunicante coadyuvante, a un cuerpo significante que siente, percibe y se articula
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como eje de toda semiosis en acto . Con esto surgen los presupuestos sensibles de la
enunciación, que permiten atender, desde nociones, categorías y operaciones reveladoras, a los
antecedentes, procesos y resultados somáticos de la significación.

Este giro corporal y afectivo, sitúa al cuerpo en su condición sinestésica como sustrato y figura de
toda semiotización. A través de la figura de la huella como principio de pertinencia, y con la
configuración de la sintaxis figurativa como lugar de memoria de experiencias pasadas expresadas
en el discurso encarnado, desde este punto de vista, la semiótica del cuerpo nos permite
observarlo como objeto/sujeto sentido: ingresa el cuerpo irregular, balbuceante y farfullador, con
todas sus intensidades palpitantes, fluidos y hedores que desbordan los esquemas programáticos;

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Desde las posturas clásicas del estructuralismo saussuriano, la lógica en Peirce, las gramáticas generativas
chomskianas, la semiología, y semióticas narrativas y de la acción que arriban en una comprensión que se
moviliza desde el paradigma de un relato cumplido (cerrado) al relato en acto (presente). El cuerpo había
sido excluido por el formalismo y el logicismo, pero se hace indispensable como organizador semiótico:
única instancia común a los planos del contenido y la expresión. Esto permite adjudicar a los dispositivos
clásicos corporalidad, aparecen como fenómenos y se encarnan.
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El paso de cuerpo comunicante a significante puede leerse a partir de dos situaciones trascendentes: una
es la definitiva instalación de cuerpo eje semiótico, la segunda tiene que ver con el ingreso a los esquemas
narrativos de los lapsus como experiencias significativas, por lo tanto, un cuerpo que comunica no cabe a
considerar, ya que el lapsus como “accidente del lenguaje”, posibilita un cuerpo inestable que sustituye la
isotopía que lo capacita para una comunicación efectiva. Puede presentarse a través de diversos
mecanismos como permutación, anticipación o contaminación, por ejemplo.
acoge el sobrevenir innombrable, lapsus y accidentes de la lengua, singulariza lo desprogramado
como selección axiológica, significa tanto la teratología así como el psitacismo corporal y, por
ende, su estudio, nos arroja refractariamente todas las posibilidades de comprensión de lo
significante. La semiótica de la huella nos permite sin más, el urgente zambullido a los recónditos
lugares de la carne trazada de jadeos y humedades, que aturdida resiste a las presiones del
mundo.

Cuerpo Dramático

Ante la pregunta titular de este artículo, la primera respuesta sería que hablamos de un cuerpo
carne presente -en tanto puede ser presentificación de su ausencia-, e irregular; atiborrado de
hiatos de sentido como naturaleza de su condición viviente. Y esa irregularidad sería su potencial
poético: rajaduras de la lógica que espera un significado que no acontece, y que se desparrama en
multitud de significantes posibles. La espera de uno de ellos es una espera beckettiana, que
produce una extrañeza que circunda esa differance que Derrida plantea como lugar de
irrepresentabilidad.

La operación que acontecería ante este presupuesto, en la observación critica de un cuerpo


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figurativo, sería su desnaturalización . Esta acción de dislocación, como descolocación de las
unidadades del continuo tranquilizador del cuerpo programado, puede efectuarse desde múltiples
materialidades, en tanto desborde de los límites de lo esperable y extrañamiento que recorre la
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incomodidad de la incerteza significante .

La comezón del sentido común hacia las junturas provoca constante tensión, distensión y escape
de lo discontinuo, seno mismo de la totalidad vibrante de la existencia, masa encarnada de

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El arte contemporáneo levantisco del sentido común, tensiona su plano expresivo hacia la experiencia de
signos que asotan la lógica. La siniestrud del cine de David Linch, o la catástrofe lingüística trabajada por
Diamela Eltit en Los Vigilantes o Padre Nuestro; eximiamente la danza contemporánea de Sasha Waltz y
Körper, por ejemplo… expresan, como magnitudes que emergen, la intensividad pulsional del cuerpo.
Cabrían preguntas frente a la recepción durable del arte contemporáneo como estética que nos molesta, tal
vez porque no entendemos o porque no otorga solución de continuidad y, más bien, nos enfrenta a nuestras
profundas sístoles y diástoles que rasguñan las paredes internas de la carne compleja, como tensión,
distensión y estallido de contigüidades, coexistencias, yuxtaposiciones e interacciones heterogéneas en
desarrollo homogéneo. A modo de hipótesis diría que el arte no tiene en ningún eslabón la misión de
comunicar.
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En el Formalismo Ruso el concepto “Extrañamiento” (Ostranenie), creado por Vícktor Schlovsky, refiere a la
técnica del arte en su deber de presentar las cosas como son percibidas y no sabidas, desfamiliarizándolas y
prolongando su percepción no como un puro fin estético sino en la artisticidad del objeto.
disjunciones, vaivén de ritmo poético, un tiempo fuerte y uno débil: yambo fundamental. Su
expresión sería arrojada como complejo energético aislado a un horizonte óntico, cuyas formas,
como principio organizador de las partes, siguiendo la lectura de Paul Claudel, no son, se hacen
perpetuamente y se mantienen; su movimiento prisionero sería la vibración: contención de energía
en equilibrio subyacente a cada totalidad.

Así es como la elaboración semiótica de lo sensible comienza justo con la imperfección del
contacto mismo: la sensación suspende el automatismo y las necesidades biológicas elementales,
como apertura a la inferencia de posibles semióticos.

Cuerpo semiótico: efectivo allanamiento de un cuerpo afectado

En atención a los correlatos teóricos de diversos campos de las ciencias humanas y las artes, que
en este último tiempo han revisado desde variados enfoques los alcances del cuerpo -en tanto
lugar epistémico, sensible y presente; noción histórica con condiciones sociales, culturales y
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políticas de producción -, como cuestión semiótica se investiga con las pasiones, la estésis y las
tensiones, y se instala definitivamente con la pregunta por el operador de la semiosis.

Esta idea de la teoría semiótica permite, antes de reparar en las representaciones (icono, índice,
símbolo) y sus características referenciales, comprender la semiosis garantizando la presencia
sensible de los sistemas significantes, al reemplazar la rígida barra divisoria de los planos del
contenido y la expresión por el cuerpo mediador propioceptivo, que en su eficacia de significar su
carne y la del mundo, puede ser no sólo sujetal, en tanto sujeto actancial, sino también puede
devenir cuerpo a las cosas del mundo como objetos actantes, a través de procesos de
semiotización de su entorno; así es como su potencia discursiva cifra la significación de nuestra
existencia: la semiotización del mundo se realiza en el cuerpo.

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Cabe cuestionar entonces el sustrato mismo del cuerpo sensible como soma semántico material y
energético que, sin lugar a dudas, es yacimiento de ideología. Si Bajtin sentenció que todo lenguaje es
ideológico, el cuerpo como sede operadora de toda la producción de sentido, no es sin más, almacenaje
intensivo de ideologémas, y por lo tanto, cabrá observar en cada una de sus operaciones, cómo su inercia
resiste por saturación o remanencia las ideologías del mundo, así como también un cuerpo las trasmuta,
transporta y transfiere (mantiene, rebota, invierte, rechaza…).
¿Cómo sucede esto? Los presupuestos de este enfoque se instalan con el trabajo de Jacques
Fontanille y Claude Zilberberg Tensión y Significación, que elabora esquemas centrales para
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explicar fenómenos discursivos de la tensividad . Se trata, grosso modo, de poner en relación
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tensiva la intensidad (lo sensible, afectivo y carnal) con la extensidad (lo inteligible, discursivo y
racional). De esto resulta un espacio tensivo, como lugar graduado de valencias de la diferencia de
existencia o movimientos entre un A y un B, resueltas como magnitudes, que son medidas
afectivas que emergen o persisten como vectores modulados - trayectos y recorridos realizados
según competencias modales (saber, poder, querer…)-, con ciertos estilos tensivos: proyección de
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una dirección tensiva sobre una extensión abierta, que puede ser ascendente o descendente entre
los eventos (interjecciones, sincretismos, intrusiones) que nos aturden, y los estados (costumbres,
hábitos, permanencias) que nos definen. Las premisas que sostienen esta mirada son la
dependencia, en tanto estructura como correlación de las partes y el todo (sinécdoque); la
dirección, como devenir fórico y aspectual; y la alternancia, como valores afectivos de todo lo
posible.

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Saussure a la diferencia, Hjemslev a la dependencia, Zilberberg a las valencias: fundamenta las bases de la
tensividad fórica planteada por Greimas en Semiótica de las Pasiones; lo desarrolla en Semiótica Tensiva.
Mientras, Fontanille trabaja en la encarnación de esas tensiones.
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Prolongación de los valores interdefinidos en su reciprocidad creadora e interdependiente a través de
magnitudes complejas y asimétricas como intervalos paradigmáticos significativos.
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Es modulada según amplitud, velocidad y duración; en tanto adviene o proviene y así, controla la marcha
discursiva.
MI (intensidad afectiva)
LAPSUS Delirio

Arrebato
ESPACIO TENSIVO
Discurso canónico

Balbuceo Pscitacismo LENGUA DE PALO

SI (extensidad discursiva)

EVENTO

MODULACION ESTADO

(esquema descendente, decadente o regresivo/ sujeto del estupor)

EVENTO

ESTADO MODULACION

(esquema ascendente, emergente o progresivo/ sujeto del control)


Sobre este presupuesto epistémico, Jacques Fontanille elabora una teoría semiótica del cuerpo de
incalculables rendimientos heurísticos para su investigación que a continuación presento
someramente a modo de introducción:

Para comprender cómo opera la semiosis encarnada, Fontanille propone comenzar siempre por la
configuración de un cuerpo actante (Ego), puesto en marcha en la toma de posición corporal en
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relación tensiva de separación interna entre sus instancias dialógicas de dominio: ineludible
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identidad Mi-Carne de referencia, que determina un campo de presencia espacio-temporal
siempre intencional y es núcleo sensoriomotor intensivo que siente los movimientos de los órganos
internos, analiza las atmósferas tímicas y estados emocionales de la carne del mundo, y determina
toda Mira y Captación; y Sí- Cuerpo Propio en construcción, instancia que refiere siempre a su
carne y sensoriomotricidad, para seguir o contrariar sus presiones, constituida en la semiosis en
acto por la identidad de captación diferenciada Sí-idem, que opera por recubrimiento (alteridades,
roles y avatares), o por la identidad de la mira de lo continuo Si-ipse, que opera por mantención
(modelo de identidad meta, actitud, ética); se siente en el mundo por el contacto de su envoltura
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corporal (Si-Piel), sede de la interacción materia-energía , recibiendo las solicitaciones de Mi y de
lo otro en su doble función interfaz: como continente de los contenidos, que recibe movimientos

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Se pueden describir como las diferentes correlaciones directas en inversas entre las tres instancias
(referencia; mira y captación), que determinan según sus dominios, una serie de valores posicionales, ergo
figuras de acto y regímenes de discurso. Este modelo valida la hipótesis teórica que indica que la
actancialización de un sistema corporal se basaría en un devenir no lineal y, más precisamente, en la inercia
corporal. Según las zonas de dominios que asume el actante emergerán diferentes esquemas corporales.
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El campo semiótico lo construye la instancia del discurso al tomar posición y es centro generador de
dominio. Campo intransitivo de mociones íntimas, de alerta (¡eso!); campo transitivo mí-mismo como
protosensación diferencia lo propio-no propio; campo reflexivo sensoriomotriz del mi-sí, afección a sí
mismo, se desplaza y está alerta; campo recursivo englobante y envolvente; campo interno es un espacio
hueco de dominio espacio-temporal imaginario; campo reversible y simultáneo reciproco y reversible;
campo sensorial engastado es desembragado que envuelve otros cuerpos. Estos fluyen de la instancia
actancial y del predicado aplicado.
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Interacción de las mociones internas del cuerpo sometidas a los umbrales de inercia que resisten fuerzas
ejercidas en y sobre él por remanencia (resiste el trastorno) y saturación (resiste intensidad). Como
principio físico, la inercia es el mínimo para pensar un cuerpo actante en su propia experiencia singularizado
según las presiones que sufre y resiste, y cuyos umbrales determinan su identidad posible; los
encadenamiento de saturaciones y remanencias, como memoria de la sustancia material son capaces de
conservar trazas de las interacciones materia-energía. Mi inercia reconoce, compensa, gestiona las tensiones
(cuánto aguanto, cuánto gestiono, cómo compenso, qué reconozco…etc.) en vista a mantener su forma,
como conjunto de fuerzas en estado de equilibrio o cambio constante. El cuerpo adquiere un campo
sensoriomotor que “aprende” a poder-querer-saber hacer, por lo tanto sensoriomotricidad podría controlar
sus umbrales.
como vectores de energías contenidas; y como superficie de inscripción, que recibe movimientos
fóricos que trasportan a Ego hacia y sobre las figuras del mundo natural, y participa directamente
de las transformaciones topológicas del estado de la envoltura (proyecta, divide e invierte); la
materia a su vez, al recibir el despliegue de movimiento, le otorga una forma rítmica. El resultado
de ambos intercambios energéticos, son marcajes del cuerpo inscritos en la superficie como
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huellas , figura estable que permite establecer el lazo entre dos estatutos de una misma entidad,
por contigüidad perfecta entre dos caras oscilantes, en tanto una es actual y la otra potencial. Esto
abre el acceso a las representaciones profundas de la semiosis en acto, como principio pertinente
que atiende al modus operandi de la producción textual, y a la interpretación, como experiencia
que consiste en reencontrar en la memoria figurativa de un universo semiótico las formas de otra
experiencia.

Función semiótica:

EXPRESIÓN

Superficie Expresión (de huellas)


MEDIACIÓN CORPORAL ENVOLTURA (materia) zona de conversión
Continente (de contenidos)

CONTENIDO
Identidad Actancial:

MI-CARNE (referente)

Cohesión Coherencia

Sí-idem (captación) Congruencia Sí- ipse (mira)

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La huella como figura actancial reconoce diversas manifestaciones: trazas serán aquellas escondidas al
interior de la carne; forma-huella aquellas que figuralmente semiotizan desde el interior del cuerpo hacia la
pared interna de la envoltura; huellas en general aquellas perceptibles en superficie; todas ellas son
marcajes.
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El modelo consiste en explorar diferentes posibilidades de correlación de instancias tensivas…

MI-CARNE (referente)
Inadvertencia Negligencia

Obsesión repetición Arrebato

Concentración Contención

Conformismo Distinción

Sí-idem (captación) Excentricidad Sí- ipse (mira)


Originalidad

Esta sería una simplificación del proceso de semiosis encarnada en el cuerpo propioceptivo que,
gracias al sentido de iconización como principio de homologación entre los planos interoceptivo y
exteroceptivo, la traducción semiótica por isomorfismo equivalente configura la sintaxis somática de
lo sensible, deviniendo modos de manifestación de las diferentes tipologías de las figuras típicas
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del cuerpo actante , en intercambios tímicos siempre asimétricos, que proceden por conversión
eidética -transformación por correlación y ajuste entre umbrales energéticos opuestos-, a través de
operaciones de brague: el desembrague como despliegue en extensión que abre nuevos

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Dice relación con reconocer esquemas figurativos de acción, por ejemplo: regímenes narrativos en que
predomina el Mi serán de selección axiológica, prima un cuerpo emergente, memoria reiniciada y hay
inventiva; cuando destaca el Si-Idem hay esquema de programación, un cuerpo especializado y una
memoria consagrada que comprueba, por último cuando predomina el Si-Ipse, el esquema será de
construcción, habrá un cuerpo ético, una memoria aprendida y deseo o actitud meta. Cuando hay cambios
de régimen acontece transformación interna de la estructura identitaria del actante (relación entre sus
instancias a través de modalizaciones somáticas).
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Figuras típicas por convención son: fuerza (anima y palpita percibida por su poder de transformación
como presencia eficiente sin forma); forma (envuelve como icono estable y reconocible); actor (mueve);
aura (siente, presencia sin identidad, no forma, y eficiencia sin fuerza –por ejemplo la remanencia de una
silueta, el tufo de un olor etc.).
horizontes actanciales y proyecta fuera del sujeto las propiedades de su propia envoltura
semiótica, derivando el estatuto semiótico de las cosas del mundo desde el cuerpo sensible; y el
embrague, como repliegue intensivo que concentra las instancias del discurso y unifica
perspectivas, piensa al conjunto de objetos a partir de una semiótica del cuerpo propio por medio
de un retorno al sujeto. Así surgen sistemas semi-simbólicos como universos particulares
producidos por cada discurso.

Este cuerpo semiótico conferirá modelos de estabilización, transformación y puesta en secuencia


de sus figuras a partir de la homogenización de su sintaxis figurativa polisensorial: esquema
sensitivo canónico que convierte la información de los diversos órdenes de sentido, en significación
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del mundo sensible como momento de unidad de múltiples campos sensoriales en su dimensión
kinestésica (como haz sensoriomotriz en torno a una kiné como memoria corporal), y cenestésica
(como red de contacto de la envoltura). Según las solicitudes y demandas que fluyen a partir de la
toma de posición del cuerpo, como instancia de dominio espacio-temporal, este devendrá rol
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actancial posicional de fuente, blanco o control de la modalización . Así es como en vista a una
sintaxis común, se pueden reconocer correspondencias entre las relaciones tensivas movimiento-
envoltura, cuya estabilidad icónica deviene identidad corporal.

Tópica del cuerpo, a cada figura del cuerpo (materia) un movimiento (energía); su concordancia
es condición de la estabilidad icónica del cuerpo:

Cuerpo envoltura Cuerpo Carne


Deformación Moción interna

Agitación Desplazamiento
Cuerpo Cavidad Cuerpo Punto

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Como momento epifánico, como el aura semiótica.
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Según reciba, modere o impulse la acción.
En síntesis:

1.- Cuerpo actante y toda forma de acciones:

Modelo del acto basado en relaciones tensivas entre las instancias del cuerpo que definen diversas
posiciones posibles: desde el lapsus hasta lengua de palo, pasando por el bello gesto y discursos
canónicos. Devela isotopías subyacentes a las dominantes, y es sensible a los cambios de
equilibrio entre isotopías recurrentes (trayectos) observables, a través de diversas operaciones.

2.- Formula propuestas generalizables en vista a modos y campos de lo sensible y la


configuración de una sintaxis figurativa

La presencia del cuerpo actante y su interacción con su carne y otros cuerpos, entre materia y
energía como transformaciones figurativas captadas en diversos niveles de pertinencia, gracias a
una sensibilidad de las modulaciones intensivas y extensivas de las interacciones, y sus
consecuentes cambios de estado.

3.- Permite tratar la memoria figurativa polisensorial a través de la figura de la huella

Figuras del discurso ofrecen en su estructura un lugar y una forma de almacenamiento en el


marcaje corporal que puede ser desocultado como recuerdo de experiencias pasadas. Así es como
la operación semiótica de la huella asegura la experiencia sensible de los sistemas significantes:
atiende al modus operandi de la producción textual encarnada y su interpretación, como
experiencia que consiste en encontrar la forma de otra experiencia, de la que sólo queda una
huella inscrita en el cuerpo sensible como marcaje polisensorial y sinestésico que nos remite no a
los canales del sentido (olfato, gusto, vista…) actualizados en cada semiosis, sino a los modos
sensibles. El trayecto nos insta a fijar primero las figuras del plano de la expresión y la sintaxis
reguladora, para luego acceder al plano del contenido.

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