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Oscar Quesada Vida en abundancia -Página 1 de 19

Vida

en

abundancia

Por Oscar Quesada

Un relato sobre el camino hacia la sabiduría y la obtención de la abundancia.

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Oscar Quesada Vida en abundancia -Página 2 de 19

El Roble.

La niña empezó a caminar por el bosque justo cuando los primeros rayos del sol iluminaban
las verdes praderas del iguazú, el río traía esa música a sus oídos cuando la brisa
proveniente de las montañas hacía crecer su estómago al respirar su pureza, que la llenaba
de inspiración y de paz.

Al pasar entre los árboles no soportó la tentación de tomar unas fresas, que irradiaban de
rojo en la enrredadera, al ponerlas en su dulce boca, se confundían con sus labios
protuberantes y una gotita de líquido jugoso corría por su mejilla.

Las moras no escaparon a su apetito y llevó algunas consigo para el camino.

Suavemente empezaba el clima tropical a calentar su piel cuando el gran viejo roble se
interpuso imponente en su camino.

Al abrazarlo sentía su frescura y su poderío apaciguado por el muzgo, la verde capa de


esponja que cubría al inmenso tronco.

Era uno con él, a través suyo podía divisar todo el paraíso boscoso extendido a kilómetros
de distancia; el roble era el rey, absoluto dominante, era el primero en recibir los mejores
rayos de luz al amanecer...Y ella era su reina.

Sus fuerzas se renovaban, el roble era una fuente de energía pura y natural que cargaba sus
baterías, la llenaba de paz, la contagiaba de poder; su desnudez se confundía con la del
roble, como dos enamorados llenos de pasión.

La caminata continúa, la mancha azul en unas ramas se reconoció como un pajarito cuando
empezó a cantar, anunciando la presencia de un extraño a su manada, asustados alzaron
vuelo y desaparecen en el cielo, despejado y celeste, inmenso e infinito.

El Roble

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El Lago.

La misma brisa movía las aguas transparentes del lago esperanza; el pequeño bote a la
orilla la llevaría al otro lado, tanto el bote como los remos eran livianos, lo que hacía muy
sencilla la travesía y le permitiría divisar los peces de colores, que curiosos se acercaban a
su paso, al tocar las aguas del esperanza acudían a comer moras y fresas.

El venadito en la orilla disfrutaba la pureza de las aguas, vigilado por la mirada fija de su
celosa madre; en poco tiempo correría libremente por el bosque y vendría solo todos los
días a tomar la esencia de la vida que le proveería el esperanza.

Con poco esfuerzo al remar avanzaba largos tramos mientras el sol tiernamente besaba su
piel trigueña dejando trazos de oro en sus radiantes senos.

Al llegar a la orilla pensó en tomar un baño para refrescar su cuerpo, pero prefirió caminar
hasta el riachuelo que pasaba a unos pocos metros.

Le gustaba mucho saltar desde la piedra y poder así contemplar los pececitos celestes que
solo se encontraban como a 3 metros de profundidad entre las piedrecillas.

El Lago

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El Refugio.

El lugar era perfecto, aquí construiría su refugio, nadie la molestaría ni la distraería de su


misión, no oiría más que los sonidos de este paraíso natural, los pájaros, el río, la brisa
rozando el agua del esperanza, y uno que otro animalito que animaba acercarse.

Construyó su refugio de madera, era como un gran galerón con sillas para acomodar a su
audiencia, las personas a las que quisiera que presenciaran sus charlas de sabiduría y que
esperarían con ahínco alguna inspiración suya que se manifestara como profecía, a la cual
se aferrarían como su tesoro mas preciado con la certeza de que se haría realidad en sus
vidas.

Todas ellas venían como música a sus oídos, siempre oían lo que querían oir, en lo más
profundo lo sabían, pero habían dudado, y necesitaban escucharlo para creerlo. Luis sería
estrella de la música, Arturo un gran líder, Martín un millonario comerciante, Francis un
gran constructor, Oscar un Astronauta, cada quién recibía de acuerdo a lo que había en su
corazón.

El refugio

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La Meditación.

Cuando quería estar sola no necesitaba mas que decirlo, y lograba ascender en un minuto
hasta el corazón del universo, donde todos los astros de las galaxias más lejanas iluminaban
su pensamiento, purificando, el espacio y el tiempo, lo inmaterial, la energía, la salud, el
autocontrol, la seguridad, el conocimiento, la sabiduría, la riqueza, la abundancia, la
felicidad.

Todo lo que podía desear, materializable o no, lo obtenía instantáneamente. No tenía que
insistir, el universo se encargaba de todos los detalles; y era uno con ella.

La Meditacion

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El Descenso.

Lentamente regresaba, volvía a sentir su cuerpo, frío, calor, confortable, no habían


tensiones ni preocupaciones, no habían necesidades sin satisfacer, no había ninguna
dolencia.

El aire era tan puro que respirarlo era un placer, la temperatura tropical era reconfortante. El
roble sería poco, comparado con el poder y la energía que ahora tenía, era uno con el
universo, todo a su alrededor era armonía, todo estaba bien en su mundo.

Cuando aceptó creer en la omnipotencia del creador, que usa al universo, su universo, como
instrumento para darle la abundancia al que lo pidiera, entendió que todo era posible, solo
con creer. Era como tomar un elixir de la vida, que daba salud y larga vida, vida llena de
abundancia.

La riqueza fluía hacia ella, en tanto más buscaba a la diosa del conocimiento, más celosa se
ponía la diosa de la riqueza, y por eso la perseguía.

El Descenso

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El Dogo.

Su refugio tenía muchos usos, por ratos era como un santuario de meditación, y de pronto
podía ser su gimnasio y Dogo donde practicaba artes marciales, simplemente pretendía
explotar su poderío a su máxima expresión, esto la hacía sentir indestructible, e inmortal.

La pobre bolsa de arena habría recibido miles de golpes y patadas, ya la había tenido que
reemplazar una vez. En ocasiones tenía caídas tan cómicas que no podía evitar explotar de
risa al verse ridícula en los espejos de las paredes.

El Dogo

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La Sabiduría.

Cuando le pidió a Dios sabiduría, entendió que estaba allí, solo tenía que tomarla, el
creador la ponía a disposicíon del que la quisiera para compartirla, no por egoísmo.

En el altar estaba su biblioteca, la interminable lista de libros en la que invertía largas horas,
era constantemente ampliada con nuevas obras de sabios escritores.

También estaban allí los libros que ella misma había escrito; el silencio solo se interrumpía
cuando algún lector interesado en superarse venía a acompañarla en la lectura.

Cada libro era una fuente de nuevas aventuras y conocimientos, su espíritu se regocijaba
mientras leía y buscaba la sabiduría, la lectura era un complemento a sus viajes universales.
Entendió que estaba allí, y que el camino hacia ella no terminaría, cada vez más cercano,
más interesante, lo más apasionante era la virtud de compartirla.

La Sabiduría

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La Abundancia.

Todo lo tenía, todo lo que habría deseado, cuanto más buscó la sabiduría, más la buscó la
riqueza. Fue feliz al conocer que la abundancia es un estado, no algo material, no era
tenerlo todo, era no necesitar nada más, no era que la amaran, era amar, amaba su refugio,
amaba a sus invitados, amaba profetizar para ellos, amaba la naturaleza, amaba el lago,
amaba el río, las fresas y las moras, el gran roble, amaba sus viajes, y amaba sus libros,
tenía la abundancia, y caminaba lentamente hacia la sabiduría.

La Abundancia

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El Llamado.

Ese día despertó muy temprano, una escalofriante brisa rozó su piel dilatando sus poros.
Una cálida sensación de placer. La brisa traía además, un aviso, una idea, una tarea. Había
algo que la impulsaba a levantarse y dirigirse hacia el noroeste, hacia las montañas.

Dudó por un momento, y porqué habría de cambiar el paradisíaco ambiente de su refugio


junto al lago, cerca del río, donde estaba lo suyo, su poder, su control, su libertad y su
talento, así como su sabiduría, y tan solo por esta nueva sensación.

Se bañó en el río como acostumbraba, cortó unas frutas, desayunó, hizo su meditación y se
llenó de energía, pero algo aún le provocaba intranquilidad.

Pensó que quizás necesitaba leer, orar, acercarse a Dios, pero al hacerlo todo parecía insistir
en que se dirigiera hacia allá. Intentó haciendo sus ejercicios, quizá le ayudarían a relajarse
y se sentiría mejor, claro que se relajó y se sintió mas fuerte, pero al refrescarse de nuevo en
el río después del ejercicio las mismas piedras y los pececillos parecían pedirle que lo
hiciera.

“Si eso es lo que quieres, lo haré.”

Tuvo que reflexionar. Estando tan confortable en su refugio, lo último que querría era
emprender una nueva aventura, pero conocía muy bien su misión en este mundo y dijo:
“Hágase tu voluntad y no la mía.”

Emprendió su viaje, una cuantas cañas de azúcar peladas, algunas raíces bien cortadas, su
bolsa de agua pura, fósforos, unas pocas herramientas de mano, bolsa de dormir, un poco de
pan, una linterna.

Sentía que algo le faltaba, “Dios proveerá.” Le preocupaba más discernir cual sería la tarea
para que esta siendo llamada.

El llamado

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Caminó por horas a la orilla del río, que provenía de las misma montañas a las que se
dirigía. No sabía que ese mismo río que cercaba su refugio, tendría tan hermosas pozas y
paisajes “río arriba.” En sus bordes descubría ocasionalmente árboles frutales que
desconocía pero sin duda daban frutas deliciosas. Reconoció que por algún tiempo había
abandonado su espíritu explorador y sus antiguas caminatas montañeras. “El tiempo pasa”,
sollozó, “pero no en vano.”

Encontró un lugar bastante acogedor entre unos frondosos árboles de mango, se acomodó y
durmió profundamente, no pasó temor alguno por su mente, ni ninguna otra preocupación
más que esperar un nuevo día para seguir hacia su meta.

Muy temprano sitió un rayito de sol en su frente, infiltrado entre las ramas y la fresca
sombra de los árboles. Como le encantaba el mango, ese fue su desayuno.

El llamado

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La señal.

Después de refrescarse en aquellas aguas cristalinas, recogió sus cosas y continuó, pasadas
unas horas se aprestaba a escalar unas rocas, cuando percibió lo que parecían unos lamentos
extraños.

Sin entender muy bien los sonidos siguió escalando sin un rumbo definido, inspirada más
bien por su intuición.

Los lamentos se hacían más claros, sintió que debía desviarse unos cuantos metros. Al virar
por unas rocas fue alertada por la furia de unos gruñidos. Parecía ser un lobo herido, y no
querría acercarse mucho, la bestia combinaba su gruñir con sus lamentos, “algo malo le
habrá sucedido, debo hacer algo.” Lentamente se fue acercando con suaves movimientos y
palabras tranquilizadoras, los gruñidos se fueron tornando en suaves susurros de dolor que
imploraban por su ayuda. Al estar mas cerca notó que se trataba de un perro salvaje que
parecía haber caído algunos metros por el risco. Con manos cariñosas limpió sus heridas, lo
cubrió, le hizo una entablillado en una pata quebrada, le dio agua y pan.

Sabía que debía partir, pero no podía abandonarlo. Se quedó con él. A pesar de ser salvaje
sus instintos le exigían mostrarse agradecido y pacífico.

Después de comer el perro se quedó dormido, la lluvia no se hizo esperar, recogió sus
cosas, lo levantó, lo puso sobre unas ramas, y lo jaló hacia lo que parecía un buen lugar
para acampar y cubrirse de la lluvia, entre las rocas.

Se hacía tarde y la lluvia no cesaba, no sabía que hacer, tenía que continuar su camino, pero
temía que al dejarlo el perro moriría; decidió quedarse al menos hasta el día siguiente, de
todos modos no parecía que fuera a escampar. Estuvo meditando y leyendo, anocheció y
después de una rato cayó en un sueño profundo. En el sueño descubrió que aquel perro
sería su amigo y compañero en esta misión. “Pero como si está tan herido, acaso podrá
guiarme o protegerme”

La señal.

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Algo húmedo rozaba su frente, la hizo despertar, era él, estaba parado en sus cuatro patas,
parecía haberse recobrado milagrosamente y se mostraba agradecido. “ Te llamarás Leady”,
tu me guiarás y me protegerás, tu conocimiento de la montaña me será de gran ayuda.”

Conforme avanzaban lo conocía mejor, lo que parecía una fiera temible por fuera,
demostraba ser un noble y tierno compañero, parecía saber hacia adonde dirigirse.

Era una señal de que hacía lo correcto.

La señal.

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Porqué me abandonas?

Al continuar su rumbo sentía que algo le apesadumbraba, pero no encontraba una razón, de
pronto un sonido la asustó, entre el pasto vio salir una gran víbora que se dirigía ferozmente
hacía ella, y ese momento, su reacción fue desmayar.

Despertó entre pesadillas y empezó a recobrar la conciencia, recordó el incidente y entendió


que agonizaba, se sentía mareada, con nauseas, enferma, habría llegado su momento de
encontrarse con su Dios?, “No me habría mandado hasta aquí para morir así, porqué me
abandonas”.

Su visión se fue aclarando y empezó a sentirse mejor, pero de pronto una figura fantasmal
no hizo más que aumentar su ansiedad y temor, cerró fuertemente los ojos para aclarar la
vista, solo para ver claramente aquel rostro ensangrentado.

Era su fiel compañero Leady, la serpiente yacía a unos metros muerta, él la había tomado
con sus colmillos y la golpeó contra las rocas hasta acabar con ella, justo en el momento en
que casi la mordía. “Salvaste mi vida Leady!”, exclamó, mientras la mirada tierna de Leady
parecía expresar orgullo y satisfacción, y un fuerte abrazo no se hizo esperar.

“Debemos continuar Leady!”

Porqué me abandonas?.

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Un milagro.

Hacía un frío típico de los lugares altos, la energía del sol y la caminata sin embargo los
mantenían en una temperatura cálida. Ella tenía la impresión de que se acercaba a su
objetivo, a lo lejos empezaba a divisar lo que parecía un pueblo, “pero un pueblo aquí en
las montañas?, no entiendo que podría hacer yo por ellos!”.

Al acercarse fue recibida por unos niños que se mostraban admirados, la miraban
anonadados como si hubieran encontrado algún tesoro. “Mamá es la princesa, la princesa!”,
la madre de uno de los niños se acercó avergonzada ante ella, le ofreció disculpas
diciéndole que ignorara los comentarios de los niños, confundida asintió mientras tomaba
agua del pozo en la plaza.

Los niños parecían conocer a Leady y jugaban alegres con él. La mujer muy hospitalaria le
ofreció pasar a su casa a limpiarse, descansar y comer.

Después de un relajante baño, fue atraída por un delicioso aroma a comida preparada con
leña. Fue todo un banquete. Mientras disfrutaba de la comida notó como la mujer estaba
angustiada, aunque trataba de esconderlo, su curiosidad no le permitió resistir el preguntar,
“es algo con lo que no quisiera importunar a un peregrino” dijo la mujer, se que solo estás
de paso y seguramente estarás lejos en uno o dos días y no tienes porqué preocuparte por un
pueblo tan lejano de tu mundo”.

“Me preocupo señora, más de lo que cree!”.

Ante su insistencia confesó que uno de los más grandes tesoros del pueblo, era la
hermandad de la comunidad, la cercanía y colaboración de los vecinos, las actividades
sanas donde todos se reunían a divertirse, compartir, comer, y porqué no, orar a Dios, le
dijo que era un pueblo con una fuerte convicción y fe en Dios.

Un milagro.

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Sin embargo la Iglesia, que jugaba un papel protagonista en la unión del pueblo, estaba
teniendo algunos problemas, no solo de presupuesto, ya que no se manejaba mucho dinero
en el pueblo, y la Iglesia por algún tiempo había estando albergando y alimentando a varios
nativos de la zona, a quienes se enseñaba la palabra de Dios, que poco a poco se habían ido
acercando y compartiendo la fe con el resto del pueblo, sino también de dirección, ya que el
líder que por muchos años había logrado tantas cosas buenas para la Iglesia y el pueblo,
había caído en una gran depresión a raíz de los problemas financieros, y no parecía más
estar lleno de Dios como antes.

Ella sabía dentro de sí que algo más que los problemas financieros estaba afectando al líder
de la Iglesia, por lo que se dirigió a buscarlo.

Lo confrontó y después de una larga conversación, el líder soltó en llanto y le dijo la


verdad, su hijo único, de solo ocho años, tenía una grave enfermedad, su esposa, que
siempre estuvo a su lado apoyándolo, generando ideas y organizando actividades, no tenía
más tiempo ahora que para cuidar al niño.

“Entiendo su problema”, dijo ella, “pero no sé en que podría yo ayudar”. “No te preocupes
hija, en nuestro pueblo siempre nos las hemos arreglado nosotros mismos”.

El líder le ofreció que se quedara cuanto quisiera en el albergue de la Iglesia, ahí podría
conocer a los nativos y compartir con ellos mientras estuviera en el pueblo. No quería
importunar ni mucho menos ser un peso para una Iglesia ya de por sí en bancarrota, pero
aunque no sabía en que podía ayudar, creía que tarde o temprano lo descubriría y que su
misión, fuera lo que fuera, estaba ahí.

En la mañana fue a ver al pequeño, un fuerte escalofrío recorrió su cuerpo al verlo, se veía
tan indefenso, tan inocente, algo había en él que la hacía sentir como si lo conociera y un
gran sentimiento nacía en ella hacia el pequeñito. El abrió sus ojitos y le dijo “hola, sabía
que vendrías”.

Un milagro.

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Sin comprender las palabras del niño, se sintió impotente y prefirió salir rápidamente para
no mostrar su llanto, cuando paró de correr, se sentó en una piedra a meditar, y escuchó una
voz que le hablaba en un extraño lenguaje, que no entendía, era una preciosa nativa de la
zona. Le hablaba con mucha seguridad, como teniendo certeza de lo que decía, después de
unos minutos, empezó a sentirse como llena de Dios, y con un poder extraño, poco a poco
lograba discernir lo que decía la chica.

“Te hemos estado esperando, sabíamos que vendrías, eres la princesa, la enviada de Dios, tu
unirás a nuestro pueblo, esa es tu misión”.

“Pero como voy a hacerlo” dijo, y se dio cuenta que había hablado en ese mismo lenguaje,
cayó de rodillas llorando, “ya entenderás como”, y al levantar su cabeza notó que ya la
chica no estaba.

Se acercó a la casa del líder, se encontraba cuidando al niño, “no le queda mucho tiempo”
dijo, con lágrimas en los ojos, no entiendo porqué me quita lo que más quiero en este
mundo; “Déjame con él” dijo ella, aún sin saber porqué.

El cuarto era oscuro, tenía dos ventanas grandes de vieja madera, pero las tenían cerradas,
el líder quería mantener su dolor incógnito. Abrió ambas ventanas, queriendo hacer el aire
circular por la habitación, se acercó al niño que dormía, poniendo su mano en su frente
pudo sentir como sudaba frío, su fiebre era muy alta. Se sentó junto a él y le puso pañitos
de agua fría para bajar la temperatura, el aire que empezaba a circular ayudaba también. Por
una de las ventanas miraba el cielo, y le parecía más azul que antes, una luz parecía brillar
para ella y le hacía sentir conectada con el cielo.

Un milagro.

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Alzando su cabeza al cielo pidió dirección, “Señor, sé que mi misión esta en este pueblo, sé
que tiene que ver con la unidad, con el ministerio de este líder que ha sido tu siervo por
mucho tiempo, y ha sabido dirigir esta Iglesia, educar y alimentar a los nativos, junto con
su esposa han organizado eventos que han acercado al pueblo a tu fe, pero aún no entiendo
como he de ayudar...

...He aquí tu sierva fiel, hágase conmigo según tu voluntad”.

Un temblor sacudía su cuerpo, una extraña sensación de poder la excitaba, tenía algo dentro
que necesitaba urgentemente sacar, era un don, un don espontáneo que quería explotar,
sintió que debía poner las manos sobre el niño y clamar a Dios, oraba y oraba mientras
sentía ese poder fluyendo, sentía una fuerza que la unía con la tierra y con el cielo al mismo
tiempo, era una sincronía, una conexión con el universo, con el creador. De pronto fue
como que un rayo hubiera entrado por su cabeza, esa energía indescriptible había
atravesado su cuerpo de la cabeza a los pies, y salió por sus manos sobre el niño.

Cayó vencida por el cansancio, estaba exhausta, no entendía con claridad que había pasado,
pero sabía que el poder de Dios se había manifestado a través de su cuerpo y hacia el
pequeño. El ruido hizo que el líder entrara muy asustado al cuarto, al verla en el suelo
intentó levantarla, “no me toques por favor, revisa al pequeño”, “papá” lloraba el niño,
“papá donde estás”, “aquí estoy hijo mío, que pasa”, “tengo hambre y sed”.

Había visto milagros anteriormente, había sido usada y eso la llenaba de felicidad, pero esta
vez estaba muy impresionada, todo paso tan de prisa, el llamado, la señal, Leady, la
serpiente, el pueblo que nunca antes había visto, el milagro.

“Ahora vé” le dijo al líder, “levántate de tu tristeza, testifica sobre lo que has visto, guía al
niño por el camino del Señor, porque ayer casi moría y hoy ha sido sanado, sin duda que
Dios tiene algo muy grande para él. Sé fiel a tu ministerio y multiplica tus talentos, mucha
gente por aquí te necesita, no los vueltas a abandonar, no vuelvas a dudar, porque ahora más
que nunca el poder de Dios se va a manifestar en su pueblo y tu tendrás que guiarlos”.

Un milagro.

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De regreso a la abundancia.

“Que puedo hacer por ti” le dijo el líder, “no mucho” dijo ella, “tengo una vida abundante,
salud, un precioso lago llamado esperanza, un río, un refugio, ahora tengo a mi amigo
Leady, tengo más de lo que podría necesitar”.

Esa noche el pueblo se reunió de nuevo, por primera vez en mucho tiempo, y tuvieron una
gran fiesta, acordaron planes para financiar el ministerio de la Iglesia, oraron a Dios.
Cantaron con júbilo y alegría, era como un despertar de esperanza y convicción de un mejor
futuro para todos.

Al día siguiente varios vecinos se acercaron a traerle regalos, pero ella ya no estaba.

Había tomado a Leady muy temprano para emprender su viaje de regreso, “gracias por
darme la fuerza y la sabiduría para llevar a cabo la tarea que me encomendaste” decía
mirando al cielo azul, mientras Leady correteaba adelante ladrando y jugando,
asegurándose de llevarla por caminos seguros.

Al llegar de nuevo a su refugio volvió a ser la misma, a sus libros, a su karate, a su


meditación, a sus viajes al universo, a buscar la sabiduría, y a disfrutar de la abundancia,
que le había sido dada por gracia.

De regreso a la abundancia.

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