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La piragua

Cándido Pazó
Premio María Casares 2.008 al Mejor Texto Original

Obra registrada y protegida por S.G.A.E.


Nº de registro 9096827, Socio nº 38967
1

OSCURO. Ruido de una motosierra. Luz. Espacio vacío. Entra un hombre


de unos treinta y pico años con una motosierra encendida en la mano.
Atraviesa el escenario y desaparece. La motosierra sigue oyéndose a lo
lejos. OSCURO.

LUZ. Entrada de un edificio de viviendas, esa zona indefinida que hay


entre el portal y las escaleras. Junta de propietarios. Sólo hay cuatro
personas: LUCÍA (chica adulta o mujer joven, delgada y de pequeña
estatura), ROSA (claramente mayor que LUCÍA, aunque puede que no lo
sea tanto y sólo se trate de un efecto de su forma de vestir, o de la actitud,
o de que es una mujer de cierta envergadura), DELIO (marido de ROSA,
de cincuenta y pico años, con uniforme de guardia de seguridad privado,
aunque lleva una chaqueta de punto por encima de la camisa) y GUZMÁN
(sobre treinta años, novio de LUCÍA).

LUCÍA, según comparta o no el espacio con los demás, vive la escena la


escena en el tiempo en que sucedió o la revive desde el tiempo desde el
tiempo que pasó.

GUZMÁN.- La cosa es así: podemos contratar una empresa de limpieza,


tengo aquí un par de presupuestos o... (Se los pasa a DELIO y a
ROSA.) También tenemos una segunda opción, podemos buscar
otra señora. (Repara en LUCÍA, que lo mira con reconvención.)
Vale, otra persona que limpie la escalera. (A LUCÍA.) Siéntate.
(LUCÍA prefiere seguir de pie, ajena al espacio y al tiempo de los
demás.) Yo preferiría que fuese de confianza. No sé, alguien a
quien conozcamos o... (Refiriéndose al zumbido del motor, que
aumentó.) ¿Qué es eso?

DELIO.- Si estuviéramos en el monte... juraría que una motosierra...


GUZMÁN.- ¿Una qué?

DELIO.- ¡Una motosierra! Más concretamente una Husqvarna 136. Trece


mil revoluciones por minuto. Treinta y seis con tres centímetros
cúbicos. Paso de cadena de trescientas veinticinco pulgadas...

GUZMÁN.- Lo tuyo, Delio, es de Crónicas Marcianas.

DELIO.- “Hostiá”, hace tiempo que no lo echan.

GUZMÁN.- Lástima, porque seguro que triunfabas.

DELIO.- Hombre, no! Triunfar es lo mío!

GUZMÁN.- Sobre todo en copas. Pues eso, que lo pensamos y... y nada,
ya lo decidiremos. Muy bien. Lo dejamos aquí.

DELIO.- ¿Cómo?

GUZMÁN.- ¡Que lo dejamos aquí!

DELIO.- Como que lo dejamos aquí. Habrá que votar, digo yo.

GUZMÁN.- ¿Pero qué vamos a votar si somos cuatro gatos?

DELIO.- Eh, eh, sin faltar.

GUZMÁN.- Vale, vale... Un gato (por él.). Dos gatas (por las dos
mujeres.), con perdón. Y un tigre (por Delio.). Pero aún así no
hay quorum.

DELIO.- ¿Qué no hay qué?

GUZMÁN.- Que no llegamos a la mitad más uno.

DELIO.- Sé de sobra lo que quiere decir quorum. Lo que no sé es porque


dices que no lo hay.

GUZMÁN.- Hombre, Delio, pues porque no somos más que...

DELIO.- (Cortándolo.) ¡Y dale! Somos los que somos y estamos los que
estamos, así que venga. Ruegos y preguntas.

GUZMÁN.- ¡Qué coñazo, por favor!


DELIO.- Que coñazo, no, Nito. Que coñazo, no. Las cosas como tienen
que ser. Si hay una junta de propietarios, hay una junta de
propietarios, y se hace como es debido o no se hace.

GUZMÁN.- (Suspira.) Muy bien. A ver, Delio, ¿qué quieres preguntar?

DELIO.- (Suavemente capcioso.) ¿Qué es eso que tienes en la plaza de


garaje?

GUZMÁN.- ¿En la plaza de...? Ah, sí, una piragua.

DELIO.- Una piragua, una piragua. ¿Y?

GUZMÁN.- Y... ¿qué?

DELIO.- ¿Cómo que qué?

GUZMÁN.- ¿Qué, sí?

DELIO.- ¡Pues que está en una plaza de garaje!

GUZMÁN.- Ya. En la mía.

DELIO.- En la tuya, claro, no iba a estar en la mía!

GUZMÁN.- ¿Entonces, qué problema hay?

DELIO.- No hay ningún problema, Nito, pero los garajes son para tener
coches. Coches. O motos, incluso, o bicicletas, hostia, pero una
piragua...

GUZMÁN.- ¿Qué pasa?

DELIO.- ¿Como que qué pasa? Acabas de llegar y ya estás dando la nota.
Y eso que eres el presidente...

GUZMÁN.- Eh, eh, eh, soy el presidente porque me tocó, pero por mí...
No te jode, era lo que faltaba.

DELIO.- Vale, vale. No es contra ti, Nito, que sabes que te tengo aprecio.
Pero si cada uno usa la plaza de garaje para dejar en ella lo que le
salga de los... complementos directos, ya me dirás. Empezamos
por ahí y por donde acabamos, ¿eh? ¿Por dónde acabamos?
Piensa un poco, Nito.

GUZMÁN.- No me llames Nito, por favor. Guzmán.

DELIO.- Guzmán, claro. Guzmanito. Nito. Como toda la vida.

GUZMÁN.- Vale, Delio, como quieras. (Incluyendo a ROSA.) A ver, una


cosa. ¿A vosotros os molesta? (Visto que DELIO pasa de
responderle dirige la pregunta a ROSA.) ¿Os molesta?

ROSA.- ¿La barca?

DELIO.- ¡Piragua!

ROSA.- Barca, piragua...

DELIO.- No es lo mismo. Una barca es una barca, y decir barca es como


no decir nada, porque todo son barcas. Y una piragua es una
piragua, concretamente una piragua, y no todo son piraguas.
Piragua: “embarcación pequeña, estrecha y muy ligera que se usa
en los ríos y en algunas playas”. Pi-ra-gua.

GUZMÁN.- Vale, vale. Pi-ra-gua. ¿Os molesta?

ROSA.- A mí no.

DELIO fusila con la mirada a ROSA. Se produce un silencio incómodo.


Oscuro sobre toda la escena menos sobre LUCÍA.

La escena, aunque continúa de la anterior, es nueva. Nueva en el tiempo


(un año y medio más tarde) y nueva en el espacio (una vieja carpintería).
LUCÍA está sola. Se dirige al público.
LUCÍA.- Era la primera vez en mi vida que asistía a una reunión de
propietarios. Tampoco había sido propietaria en mi vida. Ni lo
soy. El piso no es mío, es de Guzmán, mi... mi novio. El chico
con el que vivo. Vaya, chico... quiero decir, compañero... “Mi
compañero”. (Le suena mal.) Mi pareja. Lo heredó de los padres.
Bueno, de la madre, porque el padre... Yo lo de vivir juntos nunca
lo tuve muy claro, pero... el se empeñó... y como ya teníamos
vivienda, que parece ser que es el grandísimo problema de hoy en
día, pues... En fin..., a ustedes mi vida no les interesa, que no han
venido al teatro para eso. (Se oye el ruido de una motosierra que
se acerca.) El caso es que aquella reunión de propietarios, hará
más o menos año y medio, me viene muchas veces a la memoria,
sobre todo si pienso en lo que pasó de ahí a un par de meses, que
a lo mejor no tiene mucha relación, pero para mí que...

Entra un hombre con una motosierra encendida. Es SUSO, de treinta y


pocos años. Detrás de él entra BRANDÁN, de bastante más de veinte.
LUCÍA les pide que apaguen la motosierra.

LUCÍA.- (Al público.) ¡Disculpen, son compañeros míos! ¡Del teatro! Es


que en los bajos del edificio tenemos un local... Bueno, es de
Guzmán, mi... Era una carpintería. Del padre. Ahora la utilizamos
como local de ensayos. Estamos montando algo, bueno, viendo si
montamos algo sobre la “violencia doméstica”. (Sopesa el
término mentalmente.) A mí ese término no acaba de… Parece un
contrasentido, ¿no? Algo que es violento no puede ser al mismo
tiempo doméstico. La violencia doméstica. Aunque si le cambias
el acento: la violencia domestica. Nunca me gustaron los juegos
de palabras, pero…
SUSO encendió de nuevo la motosierra y, ayudado por BRANDÁN, se
dispone a cortar una rama o un trozo de madera. LUCÍA, molesta, va
hacia ellos.

SUSO.- (A LUCÍA.) ¿Qué?

LUCÍA.- Eso digo yo, ¿qué?!

SUSO.- (Después de apagar la motosierra.) Produce tensión, ¿a que sí?

LUCÍA.- ¡Produce ruido!

SUSO.- ¿Es de lo que se trata, no?

LUCÍA.- Pues... no. ¡No, claro! ¿Para qué?

SUSO.- Para empezar el espectáculo con algo rompedor, tía.

BRANDÁN.- ¿Y eso se va a entender?

SUSO.- ¡Que más da!

BRANDÁN.- ¿Cómo?

SUSO.- No se trata de entender o no entender...

BRANDÁN.- ¿Ah, no?

SUSO.- No, claro. Lo que importan son las sensaciones. Las sacudidas que
le des al público con... con lo que sea, tío, el asunto es sacudirlo.
¡Mearle encima, para que se..!

BRANDÁN.- Y que diga que llueve.

SUSO.- ¿Cómo?

BRANDÁN.- “Te mean encima y dices que llueve”.

SUSO.- Vale, que diga lo que quiera. Que entienda lo que quiera. Si quiere
entender, que a lo mejor no quiere y...

LUCÍA.- Pues yo sí.


SUSO.- Tú sí, ¿qué?

LUCÍA.- Que quiero entender.

SUSO.- ¿Qué?

LUCÍA.- Por qué pasan estas cosas.

BRANDÁN.- Pasaron siempre.

LUCÍA.- ¿Tanto como ahora?

BRANDÁN.- (Gesto de asentir.) A lo mejor con menos ruido. O la gente


era más sorda.

LUCÍA.- Ya.

SUSO.- Lo que demuestra que el concepto de ruido es básico. De ahí la


motosierra (La enciende de nuevo).

LUCÍA.- ¡Qué obsesión la tuya, tío! ¡Desde que te conozco quieres meter
una puta motosierra en todos los espectáculos!

SUSO.- Y tú siempre te niegas.

LUCÍA.- Porque nunca viene a cuento.

SUSO.- Las cosas no tienen que venir a cuento. Son las cosas las que
hacen el cuento.

LUCÍA.- Habló el filósofo.

BRANDÁN.- Tengo una idea. Delio...

LUCÍA.- Delio no. Quiero decir, Delio sí, pero sin nombre. O con otro.
Nos inspiramos en él, pero puede ser cualquiera.

BRANDÁN.- Pues mejor. Ese cualquiera, imaginemos que no era


segurata, que era maderero, y con la motosierra...

SUSO.- Eso sería lógico.

BRANDÁN.- De puta madre, ¿no?


SUSO.- ¡No! Justamente lo que no puede ser es lógico. Si es lógico ya no
es rompedor. Además, en todo esto no hay ninguna lógica.

LUCÍA.- Tiene que haberla.

SUSO.- ¡¿Cómo?!

LUCÍA.- Tiene que haber una lógica...

SUSO.- Nunca esperaría que tú dijeses que en esto... Otra persona aún,
pero tú. ¿Que puede haber de lógico en que un hombre de
repente..?

LUCÍA.- No es de repente. Y además, cuando digo lógico no quiero decir


normal, quiero decir que no pasa porque sí, que pasa por algo.

SUSO.- ¿Estás tratando de justificar..?

LUCÍA.- No, ¡claro que no!

SUSO.- ¿Pues entonces?

LUCÍA.- Si las cosas no tienen una lógica... una lógica de mierda, una
lógica...

BRANDÁN.- Perversa.

LUCÍA.- Perversa. Sería tanto como decir que las cosas pasan porque sí.

SUSO.- Pasan porque hay gente flipada.

LUCÍA.- Ahí no estoy de acuerdo.

SUSO.- ¿Cómo que no? Mi padre era un machista de mierda y nunca le


puso una mano encima a mi...

Suena el móvil de LUCÍA: “Los animales de dos en dos, uá, uá...”.

LUCÍA.- (Ante la extrañeza general.) ¿Qué pasa? (Contestando.) Dime...


(...) ¿Qué? (...) Es que estoy ensayando. Acabo dentro de una hora
o... (...) ¿Y por qué no mañana? (...) ¡Que te digo que ahora no
puedo! (...) ¡Vale, vale, ya voy, ya voy...! (A los otros.) Era
Guzmán. ¡A veces me entran unas ganas de meterle unas hostias!

BRANDÁN.- Eso, pequeña pero matona.

SUSO.- ¿Volvisteis?

LUCÍA.- (Gesto de asentimiento.)

SUSO.- A ver si es la definitiva.

LUCÍA.- Hombre, dicho así, definitiva... definitiva... Ya me da no se qué.

SUSO.- Una cosa más sólida.

LUCÍA.- (En tono de burla.) “Definitiva”, “Sólida”.

BRANDÁN.- Lucía: una mujer provisional y más bien líquida.


(Parodiando el anuncio.) “Be water my friend. Be water”.

LUCÍA.- Por ahí va la cosa. Seguid dándole vueltas al tema. Yo vengo


ahora. Ah, y después quedamos para limpiar.

SUSO.- Hostia, tía, es que yo después tengo que...

LUCÍA.- Exigencia de Guzmán. Es la única condición que nos pone.

BRANDÁN.- Mientras no nos cobre.

LUCÍA.- Pues eso. Vengo ahora. (Se Va.)

Así que se va LUCÍA, SUSO se acerca tímidamente al público. Mientas


tanto BRANDÁN saca un pitillo y, sin encenderlo, lo mete en la boca.

SUSO.- Ahora que se fue, yo les voy a decir la verdad: a mí lo de hacer


algo sobre este... tema, no me apetece nada. ¿Qué quieren? Cada
vez que lo pienso... Además que está tan...

BRANDÁN.- Manido.
SUSO.- Efectivamente. Pero Lucía tiene esa paranoia y... Lo intentamos
un montón de veces, prueba por aquí, prueba por allá, yo le
propuse incluso alguna que otra fórmula, no sé, más...

BRANDÁN.- Distanciada.

SUSO.- Eso. Aunque potente, eh. Pero nada, no nos ponemos de acuerdo.
Yo decía de pasar. Pero ahora, como tuvimos aquí en el edificio
un...

BRANDÁN.- Episodio.

SUSO.- Delante de las narices. Se agarró a él y... ¿Quién se lo quita de la


cabeza? Y no me apetece nada, porque.., ¿qué dices? A mí ya lo
de decir, en el teatro, es algo que no me va. Al final todo se
convierte en un bla-bla-bla, bla-bla-bla, y todos somos muy listos.

BRANDÁN, que no puede conformarse con el simulacro de fumar, saca un


mechero, va a encender el cigarrillo, pero...

SUSO.- Eh, eh, eh...

BRANDÁN.- Hostia, Suso...

SUSO.- A fumar fuera.

BRANDÁN.- ¡Tío, que fuera hace un pelete..!

SUSO.- Este es un centro de trabajo.

BRANDÁN.- Vale, vale, tranqui.

SUSO.- (Al público.) Pues eso, que yo creo en la acción. Lo que cuenta es
lo que se hace, no lo que se piensa. Y mucho menos lo que se
dice, que puede ser mentira. Este hombre, por ejemplo, qué sé yo
lo que le andaba por la cabeza.

BRANDÁN.- ¿A Delio?

SUSO.- A Delio, sí.


BRANDÁN.- ¿Pero no habíamos quedado en que no tenía que ser él?

SUSO.- Pero nos inspiramos en él. Y yo no lo conozco de nada. Tú aún...

BRANDÁN.- ¿Yo? Hablé con el alguna vez, pero conocerlo, conocerlo...


A ver, sé que es segurata, que le gusta leer...

SUSO.- ¿Qué le gusta qué?!

BRANDÁN.- Me lo dijo él. Folletos de propaganda, revistas y, cágate,


(imitando a DELIO.) el padre de todos los libros!

SUSO.- ¿La Biblia?

BRANDÁN.- El padre, no la madre. El diccionario.

SUSO.- ¿Cómo?

BRANDÁN.- Como te lo cuento. Abre de diccionario, a boleo, y venga,


palabra por palabra, en orden alfabético... Cada uno con sus
“cadaunadas”.

SUSO.- ¡”Hostiá”, qué idea! Podíamos llenarlo todo de diccionarios. Un


montón inmenso de diccionarios ocupando toda la escena, y en el
medio Delio...

BRANDÁN.- O quien sea.

SUSO.- O quien sea, sepultado por el significado de las palabras. Como


quien está perdido en la espesura de un bosque porque los árboles
no le dejan ver...

BRANDÁN.- Descarao, tío, así encaja lo de que el tío es maderero. Y es


ahí donde saca de motosierra y va abriendo brecha a
motoserrazos...

SUSO.- A ver Brandán. ¿A que viene esa gilipollez?

BRANDÁN.- Hostia, si lo digo yo es una gilipollez, si lo dices tú es una


idea genial, rompedora. Tú me tomas por tonto, ¿no?
SUSO.- Hombre...

BRANDÁN.- Pues yo de tonto no tengo un pelo.

SUSO.- No, ni de tonto, ni de listo, tú pelo...

BRANDÁN.- Ya. Pero por dentro me sobra materia para inventar una
escena cualquiera, normal, de la vida de la gente de todos los días,
y no andar ahí con... (pajas mentales). Yo era por echarte una
mano.

SUSO.- Pues a ver, venga, inventa, inventa, demuestra que los calvos son
inteligentes.

BRANDÁN.- El tío llega por la noche, la mujer está esperando por él.

SUSO.- Vale, lo de siempre.

BRANDÁN.- Pues viene con él, da igual. Vienen… del cine, o de visitar a
un primo que acaban de operar de una hernia...

SUSO.- ¿Por qué de una hernia?

BRANDÁN.- ¡Porque me da a mí la gana! O, que sé yo, vienen de una


junta de propietarios del edificio y...

En ese momento, haciéndose dueños del espacio y de la atención del


público, entran DELIO y ROSA en su casa.

DELIO.- ¡Siempre lo mismo, hostia. Mira que te aviso y no hay manera!

ROSA.- Non grites, anda.

DELIO.- (Bajando la voz.) Non grito, coño. Es que no hay nada que más
me joda que me lleves la contraria delante de la gente. Y tú ya lo
sabes.
Mientras habla, ROSA se pone una bata de andar por casa y, con la
teatral ayuda de SUSO y BRANDÁN, se arma de escoba y recogedor para
limpiar el aserrín que dejó la motosierra.

ROSA.- No te llevé la contraria, Delio. Guzmán preguntó si nos molestaba


la barca...

DELIO.- ¡La piragua!

ROSA.- Perdón, la piragua, y...

DELIO.- Y tú no tenías nada que contestarle.

ROSA.- Ya, pero...

DELIO.- ¿Estaba hablando contigo?

ROSA.- ¿Guzmán?

DELIO.- Guzmán, sí. ¿Estaba hablando contigo?

ROSA.- Hombre... hablando, hablando, no.

DELIO.- Pues entonces. Y ya no sé ni porque tenías que estar allí, que con
que vaya uno a las reuniones...

ROSA.- Me dijiste tú que fuese...

DELIO.- ¿Yo?

ROSA.- Tú, sí.

DELIO.- ¡De eso nada!

ROSA.- Me dijiste que fuese contigo, ¡claro que sí!

DELIO.- (Un momento.) Vale, de acuerdo, pues más a mí favor: aún


encima que te llevo...

ROSA.- Hombre, tú no me llevas, voy yo...

DELIO.- Conmigo.

ROSA.- Contigo, sí, claro, pero...


DELIO.- Vale, vale, tampoco hay que hilar tan fino. Como te estás
quejando siempre de que la casa se te cae encima.

ROSA.- No es que me queje, Delio. Sólo digo que desde que falta la niña
a mí me sobra el tiempo y...

DELIO.- Me sobra el tiempo. Ya quisiera decir yo lo mismo, que me


sobra el tiempo. ¡Vaya lujo!

ROSA, que ya terminó de barrer, recibe un cesto en el que hay patatas y


comienza a mondarlas.

ROSA.- Y a ti también te podía sobrar, hombre.

DELIO.- Ah, sí. Y traes tú el dinero a casa...

ROSA.- Tampoco estamos tan necesitados. Antes con la niña, aún, pero
ahora... Y además, sí, mira, podía traer yo algo de dinero, ¿por
qué no?

DELIO.- Porque no sabes hacer nada. (Suavizando el tono y queriendo


ser conciliador.) Fuera de casa, quiero decir. Ya me entiendes,
que ahora ya, a tu edad...

ROSA.- Tampoco soy tan vieja.

DELIO.- Ni tan joven.

ROSA.- Vale, vale, ni tan joven, pero para fregar escaleras aún sirvo, digo
yo, que de otra cosa no sabré, pero...

DELIO.- ¿Para fregar qué?

ROSA.- Escaleras o...

DELIO.- ¿Dónde?

ROSA.- Aquí. En el edificio. Ya que hay que contratar a alguien... No


sería gran cosa, pero mira, para empezar, no sé, probar a trabajar
fuera...
DELIO.- ¡Espera, espera, espera, espera! ¿Estás en serio, o..?

ROSA.- Pues claro que estoy en serio. Sería una ayuda...

DELIO.- ¡Sería una mierda!

ROSA.- ¿Cómo?

DELIO.- ¡Que sería una mierda!

ROSA.- Para mí no, Delio.

DELIO.- ¡Pero para mí sí! ¡Y para ti también! ¡Fregar escaleras! Aquí...

ROSA.- Justamente. Aquí. Así no tendría que ir muy lejos y podría


atenderte igual que siempre y...

DELIO.- ¡Que no, hostia! Hala, delante de todo el mundo. “Buenos días,
Rosita, disculpa que pise, pero es que tengo que pasar y... No te
preocupes, pisa, pisa... (Canta.) “Pisa, morena, pisa...”. ¡Pisa, que
para eso estamos, para fregar lo que los demás pisan!

ROSA.- Pero, Delio...

DELIO.- ¡Ni pero, ni pera! ¡Que aquí tú no trabajas de fregona, hostia!

ROSA.- Pues si no es aquí...

DELIO.- ¡Ni aquí, ni allá, ni en el medio del camino! ¡Mi mujer no va a


ser la fregona de nadie!

ROSA.- Es un trabajo como otro cualquiera...

DELIO.- ¡Será, pero no nos hace falta!

ROSA.- ¡A mí, sí!

DELIO.- ¡Pues a mí no! ¿Y además, a ti sí, por qué? No dices que no


estamos tan necesitados...

ROSA.- Y no lo estamos, pero para mí sería, no sé...

DELIO.- ¡Para ti no sería nada, Rosa! No trabajaste hasta ahora, así que...
ROSA.- Por la niña, pero...

DELIO.- Por lo que fuese. El caso es que llegamos hasta aquí así, y
perfectamente, así que no vamos ahora...

ROSA.- ¿Y quién dice que perfectamente?

DELIO.- ¡Lo digo yo!

ROSA.- No es así, Delio...

DELIO.- Es así, hostia, es así...

ROSA.- Tú no me entiendes, yo...

DELIO.- Tú no me entiendes, tú no me entiendes, tú no me entiendes...


pero ¿qué hostia hay que entender? ¿Qué hostia hay que entender?
¡A veces, carallo, pareces tonta..!

ROSA.- ¡Pues sí, mira, parezco tonta! ¡Parezco tonta, sí, parezco tonta!
(Tirando al suelo el cesto con las patatas.) ¡Soy tonta! ¡Siempre
fui tonta!

ROSA va a irse pero DELIO, en un gesto brusco y repentino, la coge al


vuelo por el brazo.

DELIO.- ¿A dónde vas? ¡No pensarás dejar esto así!

ROSA.- Ya lo recogeré...

DELIO.- Ya lo recogeré, no. No es ya lo recogeré. ¡Es recogerlo!

ROSA.- Déjame, Delio, no...

DELIO.- ¡Que lo recojas, hostia! ¡Tú lo tiraste, tú lo recoges!

DELIO, violentamente, obliga a ROSA a agacharse. ROSA, aterrada,


comienza a recoger las mondas y las patatas del suelo hasta que DELIO,
avergonzándose de su brutalidad, deja de violentarla. Entre la
humillación y la indignación, ROSA se va. BRANDÁN y SUSO recogen lo
que ROSA tiró y se van también. Mientras tanto DELIO, año y medio
después, en su puesto de trabajo...

DELIO.- (Al público.) Disculpen. Disculpen... Ya, Ya, las disculpas se las
debí haber pedido a ella aquel día, pero… Que conste que se las
acabé pidiendo. Creo. Se las pedí, sí. De todas formas nosotros ya
nos entendemos y... sin problemas. El nuestro es un matrimonio...
como otro cualquiera. Hombre, no digo que no tengamos
nuestras agarradas, las cosas como son. Que las tenemos, y a
veces gordas. Como todo el mundo, ¿no? La verdad es que yo soy
de genio rápido y cuando me salta el tornillo... Pero ya lo dice el
refrán, “los amores reñidos, son los más queridos”. Y mira, mal
que bien, ya llevamos más de veinte años juntos, que no lo puede
decir cualquiera hoy en día, que ahora a la primera de cambio,
ya... Que el tango dice que veinte años no son nada, pero…
¡Hostia si son! Que no me quejo, eh. Ni ella tiene de que quejarse,
que nunca le faltó de nada. De nada. Ni a ella, ni a la niña.
(Pausa.) Quien me iba a decir a mí que la iba a echar en falta... A
la niña. Es curioso, aquella niña era un terremoto, lo revolvía
todo, lo ponía todo patas arriba, pero, lo que son las cosas, ahora
tengo la impresión de que mientras ella vivió todo estuvo en su
sitio, todo era... lo que tenía que ser. Es que nuestra niña era..
inocente. Era inocente. Fue después cuando todo empezó a
torcerse. Poco a poco, poco a poco... En parte por mi culpa, tengo
que reconocerlo, pero es que... (Breve pausa.) Disculpen, no les
doy más la lata. Total, de que vale que les cuente nada, si ustedes
ya... (Hace un gesto de despedida y, canturreando, se va a hacer
la ronda) “Rosiña, Rosiña, Rosa, non regues máis a roseira...”.
8

Por la calle viene LUCÍA. Detrás GUZMÁN, cargado de bolsas: ropa,


calzado, cosas así.

GUZMÁN.- Non fue por fastidiar, caray, al contrario.

LUCÍA.- No podías traer varios modelos, como siempre, y ya los probaba


yo en casa. No, tenías que llamarme al ensayo y...

GUZMÁN.-Tenías que venir tú, de verdad. Es modelo único y no te lo


dejan cambiar. Ni te lo reservan. Y había una tía que lo quería.
Era cogerlo o dejarlo.

LUCÍA.- Pues haberlo dejado.

GUZMÁN.- ¿Pero qué dices? Si es ideal para ti, no me digas que no.

LUCÍA.- Para coger una pulmonía, sí.

GUZMÁN.- Ah, todo tiene un precio.

LUCÍA.- Pues yo no quiero pagar ese tipo de precios..

GUZMÁN.- Así vas siempre con esas pintas, que te aprovechas tan
poco...

LUCÍA.- Es que no hay mucho que aprovechar.

GUZMÁN.- Bastante más de lo que tú piensas, lo que pasa es que te


escondes.

LUCÍA.- Que me escondo, ¿de qué?

GUZMÁN.- De ti misma.

LUCÍA.- ¿Qué pasa? ¿Que ahora vamos a jugar a los psicólogos?

GUZMÁN.- ¿Y por qué no? De pequeños a los médicos y de mayores...

LUCÍA.- Vale, pero no conmigo. Y para de una vez con tus compritas,
que esos arrebatos consumistas tuyos también son de psicólogo.
GUZMÁN.- ¡Pues claro! Compro, luego existo. No hay mejor terapia.

LUCÍA.- Sobre todo para Inditex.

GUZMÁN.- Eh, eh, eh, cuidadito, que todo esto es exclusivo. ¡Pata negra!

LUCÍA.- Negra me pones tú a mí. Anda, (Refiriéndose al público.)


cuéntales ahí lo que sabes de Rosa, que yo me voy con estos dos,
que los dejé colgados y...

GUZMÁN.- ¿Yo? Ah, no, no, a mí no me metas en tus líos que...

LUCÍA.- Venga, anda, que tú la conoces mejor que nadie y seguro que
tienes más datos. Venga, nos vemos después. (Se va.)

GUZMÁN coloca las bolsas en el suelo y se dirige al público.

GUZMÁN.- No sé que quiere que les cuente. En realidad yo a Rosa no la


conozco gran cosa. Quiero, decir, la conozco, sí, desde pequeño,
que yo vivía aquí, pero... más o menos. A quien trataba yo, más
que nada, era a Delio. Un tipo simpático. Con sus rarezas, sí, pero
¿quién no las tiene? Coleccionaba palabras. Se supone que
alguien así debería ser más dado al diálogo, pero mira... Por lo
que se ve no hay reglas. Y también estaba la hija. La niña. Le
llamábamos así, la niña. ¡La de fantas que me tengo tomado
gracias a ella! De pequeño. Delio nos llevaba con él de vinos.
Venga, Nito, coge el ferrari. El ferrari era la silla de la niña. No
sabía andar. O no podía. O no quería, no sé. Y de bar en bar, fanta
para ella, fanta para mí. Yo no sé si la fanta no le daría subidón
porque aquella niña rompía a hablar y... Si a aquello se le podía
llamar hablar, a saltos de tema en tema, enganchando las palabras
por las rimas, sí, sí, por las rimas. O por lo que fuese, el caso era
engancharlas. Eso seguro que le venía del padre. Tú le decías, que
sé yo, hola, y ella disparaba: pistola, y nunca mejor dicho, o
farola, bola, escarola, cocacola... Y de ahí a gas, y de gas a
naranja, por el butano, supongo, y de naranja a fanta, y otra vez a
la cocacola y comenzaba de nuevo: caracola, pianola, cabriola... Y
se reía, se reía... Y todos en el bar se reían con ella. Menos mal
que no estaba la madre, porque no creo que le gustase que... La
madre nunca estaba. Y si estaba era como si no estuviese. Callada,
discreta. Que conste que no parecía infeliz. En fin, no parecía...
La verdad es que nunca me paré a pensar lo que Rosa parecía o
dejaba de parecer. Era como... transparente. Hasta que murió la
niña. Ahí algo tuvo que pasar. Pero yo ya no vivía aquí. Cuando
volví, hace año y medio, vino a hablar conmigo, para pedirme un
favor. Bueno, un favor no, más bien... un trabajo. Bueno, un
trabajo... Yo era presidente de la comunidad. Ahí la vi, no sé,
como cambiada. Me dijo que no comentase nada en la reunión,
que aún no lo había hablado con Delio y.. Ni sé qué hablarían
finalmente porque de ahí a unos días...

10

En la misma calle. Un año y medio atrás. ROSA, que lleva un carrito de la


compra, se encuentra con GUZMÁN. Las bolsas de la compra le
interrumpen un poco el camino.

ROSA.- (Por las bolsas.) ¿Son tuyas?

GUZMÁN.- Ai, sí, disculpa.

ROSA.- No, no estorban.

GUZMÁN.- (Al público.) No recuerdo si aquel día había tenido también


un... impulso consumista, como dice Lucía. Supongamos que sí.
Ya que están aquí las bolsas...

ROSA.- ¿Así que de compras?


GUZMÁN.- (Recogiendo las bolsas.) Pues...

ROSA.- Que raro, ¿no?

GUZMÁN.- ¿Por qué?

ROSA.- No sé, se me hace raro. (Pausa.) Pues yo, ya ves... a la compra.


No es lo mismo, claro.

GUZMÁN.- ¿El qué?

ROSA.- Ir a la compra que ir de compras. Yo no voy mucho. De compras.


Total, nada me sienta bien.

GUZMÁN.- Bueno, mujer, que tontería, siempre habrá...

ROSA.- ...un roto para un descosido.

GUZMÁN.- No, caray...

ROSA.- Bueno, me voy que es tardísimo. (Girándose.) Ah, de aquello


nada.

GUZMÁN.- De aquello, ¿de qué?

ROSA.- De lo que te hablé el otro día. De lo de ocuparme yo de la


escalera. Lo estuve pensando mejor y... no creo que sea una buena
idea.

GUZMÁN.- Ya. La verdad es que a mí tampoco me lo parecía. Alguien


del edificio, no sé...

ROSA.- Hala, como Delio.

GUZMÁN.- Como Delio, ¿qué?

ROSA.- No, nada. Que eso, que no es buena idea.

GUZMÁN.- Bueno, mujer, si cambias de opinión no tienes más que


decírmelo y...
ROSA.- No, no, ya no... Es igual. (Mira el reloj.) Tengo que irme. Se me
hace tarde y quiero traerle algo de pescado fresco a Delio. A ver si
me lo come, que de un tiempo a esta parte...

GUZMÁN.- Es que Delio todo lo que tenga que ver con la navegación...

ROSA.- Ah, pues no creas, antes Delio era muy pescadero.

GUZMÁN.- ¿Que era qué?

ROSA.- Que le gustaba el pescado.

GUZMÁN.- Ah.

ROSA.- Mucho. O para comer o para cenar, había que tenerle siempre
algo de pescado. Pero últimamente le cogió el gusto a la carne
y… ¿De que te ríes?

GUZMÁN.- De nada, mujer.

ROSA.- ¿Como de nada?

GUZMÁN.- Una tontería. Que antes era muy pescadero, como dices tú, y
ahora, como le cogió el gusto a la carne, es muy…

ROSA.- ¿Muy qué?

GUZMÁN.- ¿Muy?

ROSA.- No sé…

GUZMÁN.- Es igual, déjalo. Tonterías que se le ocurren a uno. Me voy.


Hasta luego.

ROSA.- No entiendo nada.

11

Carpintería. Antes. Y después. Y todo a un tiempo. Entra en escena


CAPITANO (SUSO ensayando esa figura de commedia dell’arte). Trae
con él una silla de ruedas. Llega al lado de ROSA y, tras las consabidas
reverencias, la conmina a sentarse en la silla. Desconcertada, ROSA deja
el carrito de la compra y le obedece.

Desde el tiempo que habrá de venir, con una manta de cuadros escoceses
sobre las piernas, ROSA asiste al ensayo de una escena de commedia en
la que, además del CAPITANO y luego el DOTTORE (jugado también por
SUSO), intervendrán FELISO y FELISA (dos especies de zannis jugados
por BRANDÁN y LUCÍA).

FELISO.- (Entrando.) ¡Felisa! ¡Felisa! ¿Dónde se habrá metido esa


mujer? ¡Hace por lo menos... tres minutos que se fue a hacer la
compra! ¡Y yo tengo un hambre! (Encuentra el carrito de la
compra de ROSA.) ¡¿Eh?! ¡Este es el carrito de la compra de mi
mujer! Seguro que él sabe algo. Le voy a preguntar. ¿Dónde está
mi mujer, carrito de la compra de mi mujer? ¡No respondes, eh!
Te lo preguntaré por segunda vez: ¿Dónde está mi mujer, carrito
de la compra de mi mujer? Por tercera vez: ¿donde está mi mujer,
carrito de la compra de mi mujer? ¿Por qué no respondes?

CAPITANO.- ¡Hey!

FELISO.- ¡Eh! ¿Quién es usted?

CAPITANO.- Pero, como, Feliso, ¿no me reconoces?

FELISO.- Pues no.

CAPITANO.- ¿Como no?

FELISO.- A mí me pasa lo contrario. ¡No como!

CAPITANO.- ¿Es que acaso nunca has oído hablar de la universalísima


gravitación universal?

FELISO.- No.

CAPITANO.- ¿Y de la inmensísima energía almacenada en el núcleo del


Sol?
FELISO.- Tampoco.

CAPITANO.- ¿Y de la destructivísima fuerza resultante de bombardear el


núcleo de un átomo?

FELISO.- Menos.

CAPITANO.- ¿Y de los millones de megavatios generados por la


potentísima central hidroeléctrica de las Cataratas del Iguazú?

FELISO.- No, señor. ¿Por qué?

CAPITANO.- ¡Porque todo eso no es nada en comparación con este


espectacularísimo fenómeno de la naturaleza que tienes ante ti:
yo, el capitán Súper Lativo!

FELISO.- Vale, ¿y?

CAPITANO.- Y si me dejas dirigir a mi el interrogatorio al que estabas


sometiendo a ese carrito de la compra verás como canta de plano.
¡Bueno soy yo! Con mis severísimos métodos este acaba
confesando, yo que sé, que en su interior se estuvo transportando
ácido bórico. Escucha, carrito, vas a hablar por las buenas o por
las...

CAPITANO levanta el carrito como para tirarlo contra el suelo, pero


SUSO suspende la acción, saca la máscara y...

SUSO.- Aquí es cuando podría entrar Dottore…

LUCÍA.- Vale. (A BRANDÁN.) Hazlo tú.

SUSO.- No, no, ya lo hago yo.

LUCÍA.- No, que lo haga él.

SUSO.- (Jugando, sin máscara, la figura del Dottore.) Disculpen, señores,


mejor será aplicar la lógica antes que la fuerza. Estudiemos el
caso. Este es el carrito de la compra de la mujer de Feliso, ¿No es
así?
FELISO.- Sí.

SUSO.- Ergo, si este es el carrito de la compra de la mujer de Feliso, unida


al carrito de la compra de la mujer de Feliso debería estar la mujer
de Feliso, ¿no es así?

FELISO.- Sí.

SUSO.- Mas es manifiesto, “”ostentóreo” y evidente que unida al carrito


de la compra de la mujer de Feliso no está la mujer de Feliso, ¿no
es así?.

FELISO.- Sí.

SUSO.- Ergo, el carrito de la mujer de Feliso fue abandonado por la mujer


de Feliso.

FELISO.- (Al público.) ¡Desde luego, no hay como tener estudios!

SUSO.- Ahora cumple saber, comprender, dilucidar y descubrir, por qué la


mujer de Feliso abandonó el carrito de la mujer de Feliso, ergo su
propio carrito.

FELISO.- (A FELISA) Ahá. Ahí es donde yo quería llegar. ¿Qué tienes


que contestar a eso, Felisa?

FELISA.- Pues que…

FELISO.- (Cortándola.) ¡No me contestes!

FELISA.- ¿...?

FELISO.- ¡Seguro que en lugar de ir a hacer la compra andabas


pelandrusqueando por ahí! ¿Con quién? ¿Con quién? ¿Con quién?

FELISA.- Con nadie.

FELISO.- ¡Con Nadie! ¡Así que lo reconoces, estabas con Nadie! ¿Y


quién es ese tal Nadie?

FELISA.- Nadie.
FELISO.- ¡Con el único Nadie con quien tú puedes estar es conmigo,
Felisa! ¡O conmigo o con nadie!

FELISA.- Pero Feliso...

FELISO.- ¡Adúltera!

FELISO comienza a pegar a FELISA. SUSO pone de nuevo la máscara de


CAPITANO, desenfunda la espada y...

CAPITANO.- (Parando a FELISO.) ¡Detente, grandísimo bellaco, a ver


si eres tan valiente enfrentándote a un hombre! ¡Venga, pégame a
mi!

El CAPITANO ya tiene a FELISO inmovilizado y aterrorizado pero, como


gata enrabietada, le salta a la espalda FELISA y comienza a pegarle.
FELISO se zafa y huye asustado para una esquina.

CAPITANO.- Pero, señora, ¿qué hace?.

FELISA.- ¿Por qué te metes con mi hombre, eh? ¿Por qué, eh? ¿A ver,
por qué?

CAPITANO.- Porque soy el capitán Superlativo, y para mí es una


primordialísima cuestión de honor defender a una dama.

FELISA.- (Dejando de pegarle.) ¿Y dónde hay por aquí una dama?

CAPITANO.- Sobre mi espalda.

FELISA.- Ah. Te refieres a mí. (Le saca el gorro y le da un beso en la


cabeza...) Qué galante. (...pero seguidamente comienza a tirarle
de los pelos.) ¿Y de qué tienes que defenderme tú a mí si se puede
saber, eh, a ver, de qué?

CAPITANO.- De ese repugnantísimo animal.

FELISA.- (Tirándole ahora de las orejas.) Ese animal es mi marido, ¿está


claro? Y yo soy su animala, ¿está claro? Así que si me quiere
pegar me pega, ¿está claro? Cuando quiera, ¿está claro?, donde
quiera, ¿está claro?, y como quiera, ¿está claro?

CAPITANO.- (Derrotado.) Clarísimo, señora, clarísimo.

FELISA sale de encima del CAPITANO y se tranquiliza.

FELISA.- Era lo que me faltaba. ¿Quién eres tú para meterte donde no te


llaman, eh, quién eres tú?

CAPITANO.- Nadie, señora, nadie.

FELISO.- ¡Nadie! ¡El que estaba con mi mujer! ¡Le voy a enseñar yo a
usted, don Nadie, a respetar las mujeres de los demás!

Tras una improvisación en la que FELISO y FELISA, en estrecha


colaboración, castigan al CAPITANO, los cómicos se van, llevando con
ellos el carrito de la compra de ROSA.

12

En la silla de ruedas, año y medio después, ROSA se dirige al proscenio y


habla con el público.

ROSA.- No sé por qué se me dio por entrar en la carpintería aquel día. Fue
una carpintería. El local en el que ensayan los del teatro. Lo tienen
lleno de... allí hay de todo. Me alegré tanto cuando supe que
venían para ahí. ¡Es que yo de joven era muy juerguista y todas
esas cosas a mi siempre me...! Cómo puede cambiar una... No
había fiesta en la que yo no estuviese, y donde yo estaba siempre
acababa habiendo fiesta. Fue lo que más me gustó de Delio
cuando le conocí. Que era divertido, parrandero, siempre
cantando... Repertorio de taberna y cosas así... (Comienza a
canturrear...) “Solteiriña non te cases...” Tenía siempre una
canción apropiada para cada momento. “...aproveita a boa vida...”.
Yo le hacía la segunda voz. “Que eu sei de moitas casadas, meu
ben, que choran...” Las vueltas que da la vida, ¿no? Después llegó
la niña y... Qué bien se lo iba a pasar la niña con los chavales
estos del teatro. ¡Era una teatrera! A lo mejor fue por eso que me
atreví a entrar aquel día en el local. Yo venía de la compra, unos
días antes había tenido… una de las típicas con Delio… El caso
es que oí barullo en la carpintería, entré y… Allí estaban ellos con
esa obra tan… Yo creo que no se la sabían de memoria, que la
improvisaban. (Pausa larga.) A veces no se sabe por qué, de
repente, se toma una decisión, pero recuerdo que aquel día sentí
algo dentro de mí, una… Como una llamada. Sí, una voz que me
llamaba. Extraña… porque hacía tiempo que no la oía… Pero
conocida… porque era mía. (Pausa.) Vaya, que tonterías digo,
¿no? Boh, no me hagan caso. El asunto es que salí de allí y...

ROSA se levanta de la silla de ruedas, la saca de escena de un empujón y,


año y medio antes, se asoma al patio de luces y llama a voces a…

ROSA.- ¡Guzmán! ¡Guzmán!

Oscuro.

13

Unos días después de hablar de nuevo con GUZMÁN. Parada del


transporte urbano. DELIO, con un paraguas cerrado y vestido con un
anorak por encima del uniforme de segurata, está esperando el bus. A
cierta distancia pasa andando BRANDÁN con un saco a cuestas. DELIO
lo mira y lo reconoce.

DELIO.- ¡Ei, ei..!

BRANDÁN.- ¿Habla conmigo?

DELIO.- ¡Hombre, hasta ahora no hablé, más bien ladré! Tú eres uno de
los del teatrillo, ¿no?
BRANDÁN.- ¿Cómo?

DELIO.- ¿Del teatrillo?

BRANDÁN.- Ah, del teatro, sí.

DELIO.- A mí ya me parecía. Yo las caras, en cuanto veo una, zas. Debe


ser cosa del oficio.

BRANDÁN.- Ah. Vale, hasta luego.

DELIO.- Yo vivo en el edificio.

BRANDÁN.- ¿Qué edificio?

DELIO.- Donde tenéis el local. Donde entrenáis. Yo conozco a Nito...


(Gesto de que lo conoce desde pequeño.).

BRANDÁN.- ¿A quién?

DELIO.- Al... “quesea” de la chavalita esa que entrena con vosotros.


Guzmán, el dueño del local.

BRANDÁN.- Ah.

DELIO.- (Ofreciéndole su mano.) Encantado.

BRANDÁN.- (Deja el saco y, con más formalismo que entusiasmo, se


acerca a darle la mano a DELIO) Igualmente.

DELIO.- Llevo casi una hora esperando por el bus y ¿tú crees que llega?
Y después dicen que hay que usar el transporte público. Que no
digo yo que no, pero... (Señala el reloj). A mí porque me retiraron
el carné, que si no...

BRANDÁN.- Ya…

DELIO.- Que conste que me estuvo bien. “Si bebes no conduzcas”. Pero...
¿Qué te voy a contar a ti? La gente joven también... (Gesto de
beber.) ¿O no?

BRANDÁN.- Sí, bueno…


DELIO.- Pues eso. Y el que tuvo, retuvo. ¿No es así?

BRANDÁN.- Supongo. (Apuntando su intención de coger el saco para


irse.) Bueno, yo tengo que...

DELIO.- ¿Y qué llevas en ese saco? Si no es mucho preguntar, eh.

BRANDÁN.- Piedras.

DELIO.- ¿Y eso? ¿Te estás preparando para entrar en las COES?

BRANDÁN.- ¿En las qué?

DELIO.- Compañías de Operaciones Especiales. Yo hice la mili en las


COES. Nos metían un montón de piedras en la mochila y...
(Terciando el paraguas a modo de fusil se pone a trotar al ritmo
cornetil del Paso Ligero.) “Corre, corre, hijo de puta, corre, corre,
so mamón”. ¡Que tiempos!

BRANDÁN.- Son para el teatro.

DELIO.- Ah.

BRANDÁN.- (Echando el saco a la espalda.) Tengo que irme que hay


mucho camino y...

DELIO.- ¿Camino a donde?

BRANDÁN.- Al local.

DELIO.- ¿No pensarás ir andando?

BRANDÁN.- (Tímido gesto afirmativo.)

DELIO.- ¿Con el saco a cuestas?

BRANDÁN.- Que remedio.

DELIO.- Mira que hay una buena tirada. ¡Y además va a caer una mano
de agua que..!

BRANDÁN.- Pues por eso, quiero aprovechar antes de que...

DELIO.- ¿Qué pasa, que a ti también te retiraron el carné?


BRANDÁN.- No tengo.

DELIO.- Pues espera por el autobús, hombre.

BRANDÁN.- No. Es que... No tengo dinero.

DELIO.- ¿Cómo? Hombre, yo ya sé que los del teatrillo... (Gesto de estar


a dos velas.) Pero.... ¿ni para el autobús?

BRANDÁN.- No es que no tenga, es que no lo llevo encima. Salí de casa


de mañana para ir a buscar las... (Señala las piedras.) Y no me
acordé de coger la cartera.

DELIO.- Pero... ¿Y para qué estamos los vecinos, hombre? Si tuviese que
pagarte un cubata también te lo pagaba, cuanto más el autobús.
¡Pasa para aquí!

BRANDÁN.- No, gracias, ya...

DELIO.- (Lo coge, imperativo, por un brazo.) ¡Pásame para aquí! ¡A


dónde vas, cargado, que aun te vas a deslomar!

BRANDÁN.- No, si yo...

DELIO.- ¡Era lo que faltaba! (Lo lleva hasta la parada.) ¡Pon ahí el saco!

BRANDÁN.- (Tímido, pone el saco en el suelo.) Vale, vale...

DELIO.- (Tras una breve pausa de tanteo inicial.) Ahora que este cabrón
venga de una vez, que esa es otra.

BRANDÁN.- A ver…

DELIO.- (Después de un tiempo de observación.) Así que saliste de casa


sin dinero...

BRANDÁN.- No me di cuenta y...

DELIO.- Mira... ¿Cómo te llamas?

BRANDÁN.- Brandán.
DELIO.- (Tras de digerir el nombre.) Pues mira, Brandán, ya tengo edad
para darte consejos, así que: “sentidiño”. Un hombre tiene que
llevar siempre dinero encima. Aunque no lo gaste. Está ahí. Que
no digo mucho, pero al menos, yo que sé, una cantidad... como
para ir a putas, hostia. Que no digo que tengas que ir, a ver si me
entiendes. Es... una unidad de medida. Una referencia. Como el
euríbor. (Encuentra la palabra.) El “putíbor”. Llámalo así.
Cuando yo tenía tu edad serían por ahí unas... dos mil pesetas.
Hoy con la inflación, ya... ¿Sabes lo que es la inflación?

BRANDÁN.- Sé, sí.

DELIO.- Lástima.

BRANDÁN.- ¿Por qué?

DELIO.- Porque me apetecía contarte el del catedrático de economía. El


chiste. El de la inflación y tal. ¿Lo sabes?

BRANDÁN.- Pues… sí. Lo sé, sí.

DELIO.- Ah. Es bueno, ¿a que si? ¡El catedrático de economía..!


(Poniendo voz de catedrático.) ¡Queridos alumnos: Cuando me
casé, mi mujer era una chavala… mmmhh! ¡Aquellas piernas
derechitas y torneadas! ¡Aquellas nalgas como dos meloncitos en
sazón! ¡Aquella cinturita de guitarra flamenca! ¡Aquellos pechitos
que cabían cada uno en una mano! Pero, pasaron los años, y ahora
mi mujer tiene un pernil en cada pierna, un porongo en cada
nalga...

BRANDÁN.- ¿Un qué?

DELIO.- (Con su voz.) Porongo. De la familia de las cucurbitáceas.

BRANDÁN.- ¿..?

DELIO.- Una especie de calabaza.

BRANDÁN.- Ah.
DELIO.- Pues eso. (Voz fingida.) Tiene uno de esos en cada nalga. Unos
pechos que no llegan las dos manos para sujetar cada uno. Una
cintura de guitarrón, (Canturrea.) “Oír como suenan esos
guitarrones y echarme un tequila con los valentones...” En
definitiva, queridos alumnos, que ahora tengo mucha más mujer
que antes, pero vale mucho menos. Eso es la inflación. (Con su
voz.) ¿Qué? ¡Es bueno, eh!

BRANDÁN.- Pues…

CAPITANO.- (Saboreando los ecos del chiste.)¡Tiene cojones, el


catedrático...! Ahora tengo más mujer, pero vale menos. Eso es…

BRANDÁN.- (Tratando de cortar la repetición de la jugada) Muy, bueno,


sí…

DELIO.- (Pausa larga. Mira el reloj.) Y esta mierda de autobús que no


acaba de venir. Bueno, hablando con propiedad no es un autobús,
es un microbús. Micro bus, bus pequeño.

BRANDÁN.- Ya.

Para entretener la espera BRANDÁN saca un paquete de tabaco. Le


ofrece a DELIO, que lo rechaza. Cuando BRANDÁN está a punto de
prender un pitillo, DELIO decide no esperar más e ir para casa andando.

DELIO.- Mira, al final vas a tener tú razón. Andando que es gerundio.


Coge el saco.

BRANDÁN.- ¿Qué?

DELIO.- Que cojas el saco. Vamos.

Desconcertado, BRANDÁN se echa el saco a la espalda y sigue a DELIO.

DELIO.- Así que Brandán, ¿eh?

BRANDÁN.- Pues sí.


DELIO.- (Yéndose.) ¿Y ese nombre de donde coño viene?

BRANDÁN.- (Saliendo detrás de DELIO.) De una leyenda artúrica...

14

Entrada del edificio. Mientras Brandán y Delio vienen de camino, ROSA,


en ropa de faena, está terminando de fregar la escalera. En eso bajan
LUCÍA y GUZMÁN. Vienen discutiendo. En un principio non ven a ROSA.

LUCÍA.- Ahí te has pasado.

GUZMÁN.- Ah, ¿Me he pasado yo? Y tú dejando las putas colillas por
todas partes, ¿qué? Sabes que me revienta. Que no digo que no
fumes, ni que tengas que salir fuera, ni... Pero vacía los ceniceros,
¿no? Que tengo que ir yo siempre por detrás...

LUCÍA.- ¿Y quién te manda?

GUZMÁN.- No me manda nadie, pero...

LUCÍA.- Ya los limpiaré yo.

GUZMÁN.- ¿Cuándo?

LUCÍA.- Cuando me cuadre.

GUZMÁN.- No es cuando me cuadre, cuando me cuadre, es limpiarlos


cuando hay que limpiarlos. Antes de que toda la casa apeste a
tabaco. A mí ese tufo, es que se me mete en el cerebro y me
produce una sensación de...

LUCÍA.- ¿De qué, a ver, de qué?

ROSA.- Hola.

GUZMÁN.- Ay, hola.

LUCÍA.- Bueno, yo me voy para abajo que me están esperando. Nos


vemos luego. (Se va.)
EL escaso gesto de despedida de LUCÍA descoloca un poco a GUZMÁN.
ROSA está un tanto incómoda.

GUZMÁN.- ¿Que, cómo lo llevas?

ROSA.- Bien, esto para mí es pan comido.

GUZMÁN.- ¿Y Delio?

ROSA.- ¿Delio qué?

GUZMÁN.- ¿Cómo lo lleva él?

ROSA.- De ninguna manera.

GUZMÁN.- ¿...?

ROSA.- Que aún no se lo he dicho.

GUZMÁN.- ¿Y eso?

ROSA.- No me coincidió. Y además aprovecho cuando él no está y así ya


no...

GUZMÁN.- ¿Ya no qué?

ROSA.- Nada, que ya se lo diré que, total, a ver, que tontería, ¿no?

GUZMÁN.- (Yéndose.) Vale, vale.

ROSA.- Ah, y ya caí.

GUZMÁN.- Que ya que?

ROSA.- En lo del carnero.

GUZMÁN.- ¿Como?

ROSA.- Delio. Si cuando le gustaba mucho el pescado yo decía que era


muy pescadero, ahora que le gusta mucho la carne tendré que
decir que es muy...

GUZMÁN.- ¡Ah...!
ROSA.- Si de pescado, pescadero, de carne... Sí, señor, muy bien traído.
(Terminado de fregar.) Bueno, por hoy ya... Hasta luego.

GUZMÁN.- (Yéndose.) Hasta luego.

ROSA recoge sus cosas y también se va.

15

En ese momento, y tras mucho caminar, llegan al edificioBRANDÁN y


DELIO. Parece que encontraron una cierta sintonía y vienen entretenidos
con una conversación.

DELIO.- Hombre, el horario es rarito, pero mira, tampoco haces nada.

BRANDÁN.- Ya.

DELIO.- Que conste que yo tenía otros proyectos profesionales, pero... la


vida me llevó por donde me llevó y... ella es la que manda.

BRANDÁN.- ¿Y no te aburres?

DELIO.- ¿Aburrirme? No hay nada mejor que un trabajo aburrido. Este


último puesto al que me destinaron es una maravilla. Me meto
unos atracones de leer que... ¿Por qué me miras así? ¿Piensas que
sólo leéis los del teatrillo o qué?

BRANDÁN.- No, si nosotros precisamente, mucho no leemos...

DELIO.- Pues yo sí. Todo lo que me cae en las manos: folletos de


propaganda, revistas, prospectos, catálogos, almanaques... Y
libros también, eh. Especialmente el padre de todos ellos...

BRANDÁN.- ¿La Biblia?

DELIO.- ¡El padre, no la madre! El diccionario. Lo abro por donde


cuadre, y venga, en orden alfabético: palabra por palabra, palabra
por palabra...

BRANDÁN.- (Para si mismo.) Cada uno con sus “cadaunadas”.


DELIO.- ¿Qué?

BRANDÁN.- Nada, nada.

DELIO.- (Dándose cuenta de que el suelo está recién fregado.) Vaya,


parece que Nito ya encontró señora de la limpieza. Por cierto, si
no es mucho preguntar, ¿cuánto os cobra de alquiler por el..?

BRANDÁN.- ¿Por el qué?

DELIO.- Por el local.

BRANDÁN.- Nada.

DELIO.- ¿Qué? ¡Pero si a ese local le puede sacar un pastón! Que no digo
que os cobre a precio de mercado, a ver si me entiendes. Estando
con la chavalita, claro. Pero al mismo tiempo...

BRANDÁN.- Pues...

DELIO.- Boh, no sé de que me extraño, alguien que tiene una piragua en


una plaza de garaje..

BRANDÁN.- ¿Una piragua?

DELIO.- ¡Como te lo digo! En fin, me voy, que ya debo de tener la cena


en la mesa. Hasta luego, (Recreándose en el nombre.) Brandán.
(Canturrea.) “Rosiña, Rosiña, Rosa, non regues máis a roseira...”
(Se va.)

BRANDÁN.- (Canturrea también.) “..que esta noite vai chovere...” (Para


si mismo y para el público.) ¿Cómo sigue?

16

Carpintería. BRANDÁN va colocando en el proscenio las piedras que


traía en el saco. Entran SUSO y LUCÍA con folios en la mano. Más tarde
entrará ROSA que, tras dejar sus cosas en el cuarto de la limpieza, sintió
una irresistible curiosidad por entrar en el local de ensayos. Permanecerá
discreta, pero no clandestina, en un rincón.
LUCÍA.- (Leyendo.) “Unos turistas occidentales llegan a una aldea de
Afganistán”. ¿Qué poca luz hay aquí, no?

BRANDÁN.- Por los cristales, están llenos de mierda. Había que


limpiarlos.

LUCÍA.- “Al siguiente día hay una lapidación. Los turistas están en el
conflicto de permanecer en el hotel o dejarse arrastrar por la
curiosidad”

SUSO.- O por el morbo. Y además uno de ellos es aficionado a la


fotografía, así tiene una tentación más fuerte y a la vez...

BRANDÁN.- Bien intencionada.

SUSO.- Eso.

LUCÍA.- Está bien. Es potente, sí... pero... no me acaba de convencer.

SUSO.- ¡A ti nunca te convence nada! Le entramos por un lado, le


entramos por otro, y tú...

LUCÍA.- ¿Qué quieres, no me...?

BRANDÁN.- Pues haz un esfuerzo, tía, que yo también hice el mío


trayendo las putas piedras estas.

LUCÍA.- Es que yo preferiría algo menos... Menos…

SUSO.- Menos nunca, tía, siempre más. Ya verás, vas a alucinar. Échame
una mano, Bran.

SUSO, ayudado por BRANDÁN, va a buscar una tela con la que cubre a
LUCÍA. Luego le ata una cuerda alrededor del cuerpo, simulando la
conocida y tétrica imagen de una mujer que va a ser lapidada.

BRANDÁN.- Hostiá...

SUSO.- (Cogiendo piedras.) Y aquí era cuando la gente...


En ese momento entra DELIO que, interrumpiendo el ejercicio teatral y
sin el menor disimulo, se dirige colérico a ROSA.

17

DELIO.- ¡Hostia, estabas aquí! ¡Llevo media hora buscándote!

ROSA.- Es que bajé un momento...

DELIO.- ¿A qué? ¿Te vas a meter a titiritera, tú también?

ROSA.- Es que...

DELIO.- ¡Es que nada, Rosa! ¡Ya sabes que a mí lo de llegar a casa y que
no haya nadie es algo que me...!

ROSA.- Tienes la cena preparada.

DELIO.- No es eso, coño. Para cenar solo también cenaba en el trabajo. Y


aun si fuese por ir a un recado, pase, pero para andar por ahí de...

ROSA.- Vale, perdona, no...

DELIO.- ¡Anda, tira, tira, que..!

DELIO se va, llevando medio a empujones a ROSA. SUSO, afectado por


la escena, les sigue con la vista. BRANDÁN recoge las piedras.

LUCÍA se desembaraza de la tela con la que estaba cubierta y…

18

…año y medio después se dirige al público.

LUCÍA.- Hay cosas que se te quedan ahí… (En la cabeza.) Ya va para dos
años de aquel… ¿cómo llamarle..? En fin, lo que acaban de ver,
Delio entrando a gritos en el local y llevándose a Rosa medio a
empujones y… cada vez que lo recuerdo, no sé, me entra un…

SUSO.- Eso es porque sabes lo que pasó después.

BRANDÁN.- Ahí tiene razón Suso.


LUCÍA.- No te digo que no, pero hay… ¿Cómo le llaman?

BRANDÁN.- Premoniciones.

LUCÍA.- Eso. Pequeños avisos que…

SUSO.- Si es por eso, tú y Guzmán estáis avisándoos continuamente y...

LUCÍA.- ¿Qué? ¿Pero tú que dices? ¿Qué tiene que ver una cosa con la
otra?

SUSO.- Pues que discutís…

LUCÍA.- Boh. Discutimos, sí. ¿y?

SUSO.- Y a veces te gustaría darle unas hostias...

LUCÍA.- Eso son cosas que se dicen. Y, mira, por lo menos discutimos.
Que dos no discuten si uno no quiere, pero, sobre todo, si uno no
puede.

SUSO.- Y Rosa no podía.

LUCÍA.- No lo sé.

BRANDÁN.- A lo mejor al llegar a casa...

LUCÍA.- Achantaría, o...

19

Visualizándose la suposición de LUCÍA, entra DELIO en casa empujando


a ROSA.

DELIO.- ¡Pasa, hostia, pasa! ¿Qué se te perdió a ti allí? A ver, ¿qué se te


perdió?

ROSA.- Es que fui un momento abajo para guardar... (Deja de hablar.)

DELIO.- ¿Guardar qué, a ver, guardar qué?

ROSA.- No, nada.

DELIO.- ¿Pues entonces? No me vengas con bobadas, anda.


ROSA.- Pero son buena gente...

DELIO.- ¿Y quién dice que no? Supongo que serán buena gente, claro,
pero ese no es el problema, Rosa.

ROSA.- ¿Entonces..?

DELIO.- La gente tiene que ser buena en el sitio en el que tiene que ser
buena. Y tú aquí, en tu casa.

ROSA.- Vale, vale, no te pongas así, que tampoco es para tanto. (Yendo a
la cocina.) Tú a veces, es que le das importancia a cada cosa
que...

DELIO.- ¿Qué pasa, me vas a decir tú ahora a mí lo que tiene importancia


o lo que no la tiene? Como tú sabes tanto de la vida...

ROSA .- (Entrando con un plato de comida.) Tienes razón, Delio, yo de la


vida no sé nada. Anda, come, que tendrás hambre.

DELIO.- ¿Y tú?

ROSA.- Yo ya cené.

DELIO.- ¿Qué pasa, ahora no se espera por la gente o qué?

ROSA.- No, hombre, es que estuve picando algo mientras cocinaba y...

DELIO.- ¿No la habrás calentado en el microondas?

ROSA.- Claro, como siempre.

DELIO.- Pues toma, no la quiero.

ROSA.- ¿Cómo?

DELIO.- Que no la quiero. Leí en una revista que lo de los microondas no


es tan inocuo como se nos quiere hacer creer.

ROSA.- Pues yo no le veo problema ninguno.

DELIO.- Porque no se ve. Ya lo dice la palabra: microondas. Ondas


pequeñas.
ROSA.- Está bien, te hago cualquier cosa en un momento. (Saliendo.) Voy
a buscar unas patatas...

DELIO.- (Yendo detrás de ella.) Por cierto, ¿que decías que fuiste a
guardar abajo?

20

SUSO.- ¿Y que pasaría si ella no achantase, si empezase a plantarle cara..?

Visualizándose la propuesta de SUSO, entran de nuevo DELIO y ROSA en


casa.

DELIO.- ¡Pasa, hostia, pasa! ¿Qué se te perdió a ti allí? A ver, ¿qué se te


perdió?

ROSA.- Es que fui un momento abajo para guardar... (Deja de hablar.)

DELIO.- ¿Guardar qué, a ver, guardar qué?

ROSA.- Nada. Bajé y ya está. No tendré que andar dándote explicaciones


de cada paso que doy o dejo de dar, digo yo.

DELIO.- ¿Ah, no?

ROSA.- No. ¡Ni era necesario que me riñeses allí delante de todos!

DELIO.- Ahí tienes razón, no era necesario. Si estuvieses donde tenías


que estar, no era necesario. ¿Qué se te perdió a ti allí, a ver?

ROSA.- Nada. Me picó la curiosidad de saber lo que hacen.

DELIO.- ¿Y que van a hacer? Su vida. Y tú la tuya.

ROSA.- ¿La mía?

DELIO.- Pues sí.

ROSA.- ¿Y cuál es?

DELIO.- Mira, Rosa, no me vengas con rollos que tú bien sabes de lo que
hablo.
ROSA.- Sé, claro que sé. Y también sé que no tengo vida, Delio. Que
llevo media vida sin tener vida. O peor aún, que llevo media vida
sin tener más que eso: media vida. La de atender a la niña, la de
atenderte a ti. ¿Pero yo qué? ¿Qué pasa con la media vida que me
toca? Que digo yo que media, por lo menos, me tocará. Ya ves
que no pido mucho. Sólo la mitad. Pero mía. Para hacer con ella
lo que buenamente entienda, que finalmente no ha de ser nada del
otro mundo, que a estas alturas ya...

Desconcertado por la elocuencia de ROSA, DELIO se queda en silencio


encajando la sorpresa, momento que los actores aprovechan para valorar
esa posibilidad.

LUCÍA.- ¿Rosa hablaría así?

SUSO.- Quien sabe...

BRANDÁN.- (Canturrea.) “La vida te da sorpresas…”

DELIO.-¡Hostiá, Rosa, de repente se te soltó la lengua!

ROSA.- A lo mejor no se me ha soltó tan de repente. A lo mejor llevo


mucho tiempo mordiéndomela para que no se me soltase. A lo
mejor de tanto mordérmela dejé de sentirla. Y de no sentirla
llegué a pensar que no la tenía...

DELIO.- Pues la tienes, joder si la tienes, y la echas a pastar con una


alegría que no sé yo si no...

ROSA.- (Más hastiada que desafiante.) Si no, si no, ¿qué si no..?

DELIO.- Si no habrá que... (Hace un gesto de cortarla.)

ROSA.- Al contrario, Delio, lo que tenemos es que hablar de una vez y...

DELIO.- Ala, cojones, ya salió el tema. Tú lo que pasa es que ves mucha
televisión y...

ROSA.- Pues sí, eso también es verdad.


DELIO.- Claro, mujer, claro. Anda, vamos a cenar, que con el hambre que
traigo igual me sale el lobo que llevo dentro y en vez de hablar
aúllo. O muerdo.

ROSA.- (Yendo a buscar la comida.) Te caliento la cena en un momento y


comes tú, que yo ya...

DELIO.- ¿Tú ya qué?

ROSA.- Ya cené.

DELIO.- ¿Y eso? ¿Ahora no se espera por la gente o qué?

ROSA.- Como últimamente llegas tan tarde.

DELIO.- ¡Llego tarde porque vengo en autobús, hostia!

ROSA.- Para la falta que te hago, excuso de esperar por ti, Delio.

DELIO.- Eso es lo de menos. Ya sabes que no me gusta cenar solo.

ROSA.- Pues me siento contigo y miro para ti.

DELIO.- ¿No la habrás calentado en el microondas?

ROSA.- Claro, como siempre.

DELIO.- Pues toma, no la quiero.

ROSA.- ¿Qué?

DELIO.- Que no la quiero.

ROSA.- ¿En qué quedamos? ¿No tenías tanta hambre?

DELIO.- Leí en una revista que lo de los microondas no es tan inocuo


como se nos quiere hacer creer.

ROSA.- Pues yo no le veo ningún problema.

DELIO.- Porque no se ve. Ya lo dice la palabra: microondas. Ondas


pequeñas. Todo lo que comienza por micro... hay que desconfiar:
microorganismos, microbios… Microbús, que estuve esperando
una hora por él y hostias.
ROSA.- Y pensar que en tiempos estas payasadas tuyas me parecían tan
divertidas.

DELIO.- Eh, eh, eh, si empezamos a faltarnos al respeto...

ROSA.- Tienes razón, disculpa. (Dándole la comida y marchándose.)


Toma, si quieres espera a que se enfríe para que se le vayan las
microondas.

DELIO.- ¡Pescado otra vez! Ya te dije que yo últimamente el pescado...


(En vista de que a ROSA le da la risa.) ¿De qué te ríes?

ROSA.- De nada, de nada.

DELIO.- ¿Qué pasa, que ahora eres tú la payasa o qué?

ROSA.- ¿Y por qué no?

DELIO.- ¿A dónde vas?

ROSA.- A airearme un poco. (Mientras se va.) Si de pescado, pescadero,


de carne…

DELIO.- ¿Pero que cojones está pasando aquí?! ¡Espera ahí! (Tirando el
plato con la comida y yendo detrás de ROSA.) ¡Que esperes,
hostia! ¡¿A dónde coño vas?!

21

SUSO.- Mmh... buscaba otra cosa. No sé, lo veo todo tan... ¿Cómo se
dice?

BRANDÁN.- ¿Bajo perfil?

SUSO.- Bajo perfil.

LUCÍA.- Caray, pues a mí me parece que...

SUSO.- Si no tenemos algo más fuerte, algo más...

LUCÍA.- ¿Truculento?
SUSO.- ¿Por qué truculento? Y en todo caso, ¿qué pasaría si lo fuese? A
veces no hay nada más truculento que la puta realidad, tía. Y
además, ¿no dices que quieres entender y que se entienda? Pues
para eso tiene que ser algo que... que cante, tía. Si no parecería
que esto puede pasarnos a todos, que todos podemos andar a
hostias. Tú y Guzmán, sin ir más lejos...

LUCÍA.- Eh, eh, eh. ¿Cuántas veces te tengo que repetir que son cosas
que se dicen?

BRANDÁN.- Cuidado, y que a lo mejor no se hacen porque no se puede.

LUCÍA.- ¡Hala, otro!

BRANDÁN.- No, no, espera, quiero decir que... Yo, por ejemplo, ¿cuánto
tiempo hace que no le rompo la cara a nadie? Desde que tenía
unos trece años, cuando noté que la peña era cada vez más grande
y yo cada vez más… igual. ¡Y ganas no me faltan, eh! Ni
candidatos. Pero son todos más fuertes que yo y tengo que
achantar, que remedio. Y a base de achantar, de achantar, te vas
acostumbrando, procurando otros recursos, otras destrezas y...

LUCÍA.- ¿Qué insinúas?

BRANDÁN.- Nada. Observo. Mira el bicherío: los leones, los gorilas, las
gallinas, los ciervos... ¿Tú crees que las hembras aguantarían las
movidas de los machos si fuesen ellas más fuertes? Y al contrario,
mira la mantis, la hembra se come al macho, ¿no? ¿Por qué?
Porque ella es más grande.

SUSO.- Y porque están follando y los machos en ese trance... dos cosas al
mismo tiempo...

BRANDÁN.- También es verdad.


LUCÍA.- Mira, Bran, los ejemplos siempre valen para lo que se quiere que
valgan, y hay ejemplos para todo. Mi padre: tiene dos perros, uno
grande y uno pequeño. ¿Cuál es el violento?

BRANDÁN.- El pequeño.

LUCÍA.- (Que esperaba otra respuesta.) Pues, sí. Efectivamente, el


pequeño es el violento. El grande siempre está tranquilo, no se
mete con nadie.

BRANDÁN.- Porque nadie se mete con él. Todos le tienen miedo y no


necesita ejercer la violencia de la que es capaz. Ejerce la
superioridad. Es así la norma. Pero pobre del perrito, o perrita,
que ose romper esa norma. ¡Se lo come!

LUCÍA.- Pues vaya un panorama.

BRANDÁN.- Ya ves. Pero todos pagan su precio. Los mamones de los


ciervos, escornándose unos con los otros, catacrás, catacrás,
catacrás... (Imitando a Rodríguez de la Fuente.) “Queridos
amigos de la fauna ibérica, asistimos al espectáculo de la berrea.
Los machos dominantes se embisten entre ellos con sus
fenomenales cornamentas mientras las hembras los miran como
diciendo, menuda pandilla de gilipollas.”

LUCÍA.- Mientras se escuernen sólo entre los machos...

BRANDÁN.- Se escornarán sólo entre los machos, mientras las hembras


sigan limitándose a su sumisa condición de trofeos de guerra, de
inventario de harem, máquinas para la reproducción.

LUCÍA.- Pero nosotros no somos bichos, somos personas.

BRANDÁN.- Ese es el problema: que aún somos bastante bichos.


¡Bastante malos bichos!

SUSO.- (Sorprendido por el discurso.) ¡Joder, Brandán, cuando te


destapas..!
BRANDÁN.- ¡Quedé reventado, tío!

SUSO.- No me extraña.

BRANDÁN.- Podíamos dejarlo aquí, y mañana ya...

LUCÍA.- Está bien. Ah, no, no. Un momento, quedamos en que hoy había
limpieza.

BRANDÁN.- ¿Cómo?

LUCÍA.- De hoy no puede pasar, tíos, que Guzmán...

BRANDÁN.- Vale, vale. Pero antes un descansito, ¿no?

LUCÍA.- Está bien.

BRANDÁN.- Voy afuera a echar un pitillo.

BRANDÁN va a salir. LUCÍA, en un desorientado silencio, provoca un


ambiente que no gusta a SUSO.

SUSO.- (A BRANDÁN.) Espera, voy contigo.

BRANDÁN.- Pero si tú no fumas.

SUSO.- Pero te acompaño.

BRANDÁN.- Como quieras. (Saliendo.) Pero que sepas que a uno de los
que me apetecería romperle la cara de vez en cuando es a ti.

22

LUCÍA.- (Al público.) Estoy perdida. Es una afirmación poco original, ya


lo sé, pero... esa teoría de los “bichos” me ha descolocado. ¿Te
adaptas a ser débil porque eres débil o eres débil porque te adaptas
a ser débil? Nunca me gustaron los juegos de palabras. Sobre todo
si no conducen a nada. Aunque éste, si pienso en Rosa...
Recuerdo una conversación que tuvimos unos días después de
aquello, de la escenita de Delio gritándole en el local… Yo estaba
sola como ahora y...
23

Año y medio antes, con sus trastos de limpieza, entra ROSA en la


carpintería.

ROSA.- Hola.

LUCÍA.- Hola.

ROSA.- Vengo a pediros disculpas...

LUCÍA.- ¿Disculpas? ¿Por qué?

ROSA.- Por lo del otro día. Delio y yo, cuando ensayabais lo de las
piedras y...

LUCÍA.- No tiene nada de que disculparse.

ROSA.- Es que, sabes, como el cuarto de la limpieza está ahí al lado, yo


vengo a por los trastos y me puede la curiosidad. Meto la cabeza
para curiosear... y detrás de la cabeza se me va el cuerpo, detrás
del cuerpo el alma y...

LUCÍA.- Que no tiene nada de que disculparse, mujer, si quisiésemos que


no entrase nadie, con cerrar la puerta ya estaba. Además no nos
molestaba. Por lo menos usted.

ROSA.- Bueno, tampoco se lo toméis a mal a Delio, es que el pobre tiene


ese genio tan atacado...

LUCÍA.- Genio atacado también lo tengo yo y no...

ROSA.- Ya supongo, sí.

LUCÍA.- ¿Ah, sí? ¿Y por qué lo supone?

ROSA.- (Un tempo.) Ay, disculpa, yo... me tomo unas confianzas, como si
nos conociésemos de siempre. Nada, no molesto más. Me voy,
sólo quería disculparme y...
LUCÍA.- No, no, espere, espere, no molesta, mujer, sólo que eso de que
supone que tengo mal genio, no sé, me ha sorprendido. O no,
porque todo el mundo dice que tengo mala uva, pero no pensé que
se notase tanto.

ROSA.- Y claro que no se nota, mujer. Para nada. Yo lo decía porque,


como te dedicas a esto del.., aquí con dos chicos, y tú sola...
(Apurada porque se puedan entender mal sus palabras.) Que no
me refiero a que seas una mujer y ellos hombres, no, no me
entiendas mal, no lo digo por eso. Quiero decir que... hay que ser
una mujer de mucho genio, que no digo malo, eh... De mucho
carácter, eso, de mucho carácter, para... No sé si me voy a dar
explicado, va a ser mejor que...

LUCÍA.- No, no, espere, espere. ¡Espera! Espera, por favor.

Como tocada por el tuteo, ROSA, detiene su partida.

LUCÍA.- ¿Te quieres sentar?

ROSA.- (En vista de que no hay ningún sitio para sentarse.) No... Estoy
bien de pie...

LUCÍA.- Ya. Voy a buscar un par de asientos. Un momento.

LUCÍA va a buscar un par de asientos que se supone que pueda haber


entre un montón de cosas que hay amontonadas al fondo del local. ROSA,
que la sigue con la vista, ve allí un trono, inmenso, atrezzado, que le llama
la atención.

ROSA.- ¡A mí me gusta ese!

LUCÍA.- ¿Cual?

ROSA.- Ese de ahí.

LUCÍA.- (Sorprendida.) ¡¿Éste?!

ROSA.- Ese, sí.


LUCÍA.- ¿Seguro?

ROSA.- Si es mucha molestia, no, claro.

LUCÍA.- No, no es ninguna molestia, no, es que... Como quieras.


(Empujando el trono, que tiene ruedas.) Es de un espectáculo que
hicimos hace años. No es muy cómodo, pero... Ahí lo tienes.

Mientras LUCÍA va a buscar otro asiento para ella, una sillita pequeña,
ROSA, asombrada, contempla de cerca el inmenso trono. Pero
finalmente...

ROSA.- No, mejor siéntate tú ahí y yo ya...

LUCÍA.- No, mujer, venga.

ROSA.- No, no, tú, tú. Tú.

ROSA, por propia iniciativa, se sienta en la sillita pequeña que, con ella
encima, parece todavía más pequeña. LUCÍA se acaba dirigiendo al
trono, que parece aún más inmenso al sentarse en él la actriz, a la que,
dada su poca estatura, le quedan las piernas infantilmente colgando.
Permanecen un rato mirándose.

ROSA.- ¡Yo te admiro tanto!

LUCÍA.- ¿A mí? ¿Por qué?

ROSA.- Porque vives tu vida y...

LUCÍA.- ¿Qué tontería es esa? Perdón, perdón. Quiero decir que yo no


hago nada especial. Me gusta esto, pero... podría gustarme
cualquier otra cosa, no sé...

ROSA.- Pues por eso.

LUCÍA.- Pero no tiene ningún mérito. Ni siquiera me da para vivir.

ROSA.- Bueno, mujer...

LUCÍA.- La verdad es que en estos momentos si no fuese por Guzmán....


ROSA.- ¿Que suerte tienes con él, no?.

LUCÍA.- Bueno, depende. Quiero decir, que no tiene que ver. Si no


estuviese con él... me dedicaría a lo mismo, digo yo...

ROSA.- No, si no lo digo por eso. Es que... (Pausa.) Ai, no sé. Debe
quererte mucho.

LUCÍA.- (Pausa.) Creo que sí.

ROSA.- Y tú a él también, claro.

LUCÍA.- Supongo que también, sí.

ROSA.- ¿Cómo que supones?

LUCÍA.- Si estás con alguien se supone que es porque le quieres. O


porque te conviene.

ROSA.- Ai, no digas eso.

LUCÍA.- No, si no lo digo por mal, eh. Porque te conviene estar bien.
Porque te conviene esa persona. Porque te conviene estar
tranquila. Porque te conviene no estar sola. Porque te conviene
que te quieran. Porque te conviene querer.

ROSA.- Bueno, mujer, tampoco es así, ¿no? O quieres o no quieres.

LUCÍA.- Ah, pues a mí no me resulta tan fácil.

ROSA.- ¿El qué?

LUCÍA.- Saber eso.

ROSA.- ¿Cómo?

LUCÍA.- Cuando estoy con alguien vivo con la angustia de que creo que
lo quiero dejar, y si lo dejo es una lucha continua por no volver,
que es realmente lo que deseo, volver, y lo que acabo haciendo,
aunque no sé si es lo que verdaderamente quiero. En fin, una
trapallada.
ROSA.- Pues sí. La verdad es que sí. Y yo mucho no entiendo. Pero a mí
eso que tú cuentas me parece más bien cosa de hombres.

LUCÍA.- Si las trapalladas tienen género... puede que sea una cosa de
hombres, sí. ¿Por qué no?

ROSA.- Pues mira que no te pase como al cántaro, que de tanto ir a la


fuente... Y Guzmán es uno de esos hombres que no se pueden
perder: te comprende, te trata bien...

LUCÍA.- ¡Era lo que faltaba! Pero no es sólo eso, ¿no?

ROSA.- Pues yo no pedía más. Que no tiene mucho quien mucho tiene,
sino quien poco necesita. ¡Quién me diera a mí! Porque Delio es
bueno, pero... hay que saber llevarlo. Que hubo un tiempo en
que... ¡Mira, mejor no te cuento! ¡No te cuento porque...! (Pausa)
Después me fui adaptando, adaptando, que remedio, ¿no?

LUCÍA.- ¿Y ahora?

ROSA.- Ahora... ya no le pido nada. Nada que dependa de él, quiero decir.
Lo único que quiero es que... en lo que de mí dependa, por lo
menos... Ah, quita, para qué hablar de eso.

LUCÍA.- Como quieras.

ROSA.- Es que, ay, no sé... (Pausa.) Últimamente me siento tan...


pequeña. Mira tú, yo pequeña, ¿qué te parece? Sobre todo desde
que la niña ya no... Antes la pequeña era ella, claro, pero ahora...
Y la casa se me hace inmensa... y me ahogo en ella. Esto no tiene
mucho sentido, ¿no?

LUCÍA.- Pues...

ROSA.- Pero es así. Le pedí a Guzmán que me diese lo de las escaleras


porque... (Al público, pero incluyendo a LUCÍA.) Ya, ya sé que es
una tontería, que a mí eso no me saca de ningún apuro, ni me va a
suponer ahí... nada. Ya lo sé, pero... qué quieren, yo necesitaba
hacer algo, algo...

LUCÍA.- No tienes por que dar explicaciones.

ROSA.- Necesito darlas, así también las escucho yo.

LUCÍA.- ¿Y se lo has dicho a Delio?

ROSA.- No. Aún no. (Otra vez al público.) Ya, ya sé, otra tontería. Hoy
en día, a ver qué importancia tiene eso, ¿no? Pero... digo yo, que
si es una tontería, que más da, ¿no? Ya se lo diré. (A LUCÍA.) ¿No
te parece? Claro que, también pienso, si es una tontería, ¿para qué
enredar y buscar problemas tontos? ¿No será mejor que no me
ande metiendo en líos? Que no es que sean líos, porque a ver, qué
mal… Ay, yo que sé... (A LUCÍA.) ¿Tú que harías?

OSCURO.

24

Garaje. Unos días más tarde. En una de las plazas, la piragua.


Controladamente borracho y jugando con las llaves del coche, DELIO
viene cantando:

DELIO.- “Si encuentras un amor que te comprenda, y sientes que te


quiere más que nadie, entonces yo daré la media vuelta, y me iré
como el sol cuando muera la tarde...”

Llega a la altura de la piragua. La mira. Se para junto a ella. Comprueba


que no hay nadie... y se dispone a mearle encima. Pero en ese momento
escucha el ruido de la puerta que, desde el edificio, da acceso al garaje.
Aparece GUZMÁN.

GUZMÁN.- Hola.
DELIO.- (Disimulando y cortándose en sus intenciones.) ¡Hostia, Nito!
¡Que susto me acabas de dar! Menos mal que no padezco del
corazón.

GUZMÁN.- (Desconfiando) No, lo tuyo no sé si no será más bien de la


cabeza.

DELIO.- ¿Qué dices, hombre? ¡De eso nada, monada!

GUZMÁN.- No estaría yo tan seguro.

DELIO.- ¡Segurísimo! Hace unos días que pasé la I.T.V. de la azotea.

GUZMÁN.- ¿La qué?

DELIO.- Nos hacen unos tests psicológicos cada tres años. Por si hay que
retejar, ya sabes. Como vamos armados. Y nada, ni una gotera.
(Canta.) “No estamos locos, que sabemos lo que queremos...”

GUZMÁN.- ¿Que alegría, tenías dudas, o..?

DELIO.- Nunca se sabe. Pero no es por eso. ¡Es que hoy me han devuelto
el carné!

GUZMÁN.- Ah. Pues mira que bien.

DELIO.- ¡Bien no, de maravilla! ¡No sabes el tiempo que perdía viniendo
en esa mierda de bus! (Mira el reloj.) No te digo. ¡Y aún me dio
tiempo de celebrarlo! ¡Venga un abrazo!

GUZMÁN.- ¿Qué?

DELIO.- ¡Un abrazo, hostia!

GUZMÁN.- (Administrando el desconcierto y el afecto.) Vale, vale...

DELIO.- (Lo abraza.) Tú para mí, Nito, eres como un hijo.

GUZMÁN.- Ya, pero... (Tratando de abreviar tan extraño momento) ...tú


para mí no eres como un padre.

DELIO.- Hostia, Nito, tú también...


GUZMÁN.- Para empezar mi padre no me abrazaba.

DELIO.- Ya. Pero te quería.

GUZMÁN.- Vaya, pues...

DELIO.- A su manera, pero te quería.

GUZMÁN.- Pues mucho no se notaba.

DELIO.- No se notaba, no se notaba... ¿Y eso que tiene que ver? ¿Notas


tú el hígado?

GUZMÁN.- ¿El qué?

DELIO.- El hígado.

GUZMÁN.- No.

DELIO.- Pero está ahí, haciendo su trabajo. Y, justamente, lo malo es


cuando se nota que está.

GUZMÁN.- ¿Y esa teoría?

DELIO.- Es lo que le digo a Rosa cuando me sale con que no la quiero, o


que no se nota. Últimamente se le metió esa tontería en la cabeza
y...

GUZMÁN.- Será que prefiere que la quieran con el corazón y no con el


hígado.

DELIO.- Todos queremos con el corazón al principio, claro que sí, pero
eso no dura y hay que echar mano de vísceras más calladas, y
menos traidoras.

GUZMÁN.- O no echar mano de nada. Cuando algo se acaba, se acabó y


a otra cosa. Ah, y mi padre murió de cirrosis, así que si me quería
con el hígado...

DELIO.- Que simpático. Pues que sepas que lo pasó muy mal, muy mal,
cuando te escapaste de casa.
GUZMÁN.- Yo no me escapé. Me fui a vivir mi vida.

DELIO.- Ya estamos con la cantinela. Aquí todo el mundo tiene que vivir
su vida, y hala. Debe ser la moda. Y a los demás que nos den por
el culo, ¿no? Como si estuviésemos contentos con la vida que
tenemos. ¿Tú estás contento con la vida que llevas?

GUZMÁN.- Yo...

DELIO.- ¿Pues entonces? Mira, Nito...

GUZMÁN.- Guzmán.

DELIO.- Vale, Guzmán, Guzmán. ¿Tú crees que si yo llego a poder


escoger, no viviría otra vida distinta a la que viví? Pero fue la que
me tocó. Y achanté, que remedio. Las cosas son como son y no
como uno querría que fuesen. Y esto no lo inventé yo, eh, esto es
así de siempre. ¿Sí o no?

GUZMÁN.- Será, sí. Pero, ¿por qué me lo cuentas a mí?

DELIO.- Porque somos amigos, coño.

GUZMÁN.- Ah...

DELIO.- ¿O no?

GUZMÁN.- Claro, sí, sí, sí...

DELIO.- Pues entonces. Mira, por ponerte un ejemplo: recuerdas cuando


nació la niña...

GUZMÁN.- Más o menos...

DELIO.- (Se enternece.) Pues cuando fue de aquello, yo... (Pausa.) Bah,
no quiero hablar de eso ahora. (Abrazo.) Pues eso, que me alegré
mucho de que volvieses. Aunque vinieses un poco hippie.

GUZMÁN.- ¿Hippie yo?

DELIO.- Hombre... (Señala la piragua.)


GUZMÁN.- Uy, que carallo...

DELIO.- Claro que... ¡Espera! ¿Esto no será cosa de la chavalita?

GUZMÁN.- ¿De quién?

DELIO.- ¿De tu... mujer?

GUZMÁN.- No es mi mujer.

DELIO.- Vale, vale... novia, pareja, compañera...

GUZMÁN.- Ni novia, ni pareja, ni compañera, ni nada. Ya no es... nada.

DELIO.- ¿Cómo? ¿Ya no estáis juntos?

GUZMÁN.- No.

DELIO.- Vaya, pues... lo siento. De verdad. ¿Y que tal lo llevas?

GUZMÁN.- Hombre, pues...

DELIO.- Yo mucha experiencia no tengo, pero, esas cosas... ¡Caray!


Recuerdo una vez que lo dejé con Rosa, aún no estábamos
casados, ya sabes, uno es joven y quiere acanallarse, vivir mundo,
qué te voy a contar a ti... Fue... nada, poco más de un mes. ¡Pero
yo me moría! Ya me veía solo para toda la vida. Y el tiempo
pasaba y nada, ni vivía mundo, ni... No sabía. No se acanalla
quien quiere, sino quien puede. Ahí me empezó a entrar el miedo:
mira que si perdí mi cupo y ya no tengo otro, al menos tan bueno
como éste. En una de éstas me encontré con Rosa en un baile y lo
tuve claro. Clarísimo: ésta es la mujer de mi vida. Nunca más
pasé por algo así. ¡Renuncio a Satanás! Y eso que no vivíamos
juntos, que lo tuyo aún es peor.

GUZMÁN.- Bueno, no se sabe.

DELIO.- Se sabe, se sabe. ¡Hostia si se sabe! Pero, en fin.., míralo por el


lado positivo, que seguro que no lo tiene, pero... yo que sé... Mira,
con tal motivo te saca de aquí la... (Señala la piragua).
GUZMÁN.- ¿La qué?

DELIO.- El Titánic.

GUZMÁN.- ¿Pero, qué dices?

DELIO.- Y qué voy a decir... pues... que ahora que anduvisteis a hostias,
se irá de casa y...

GUZMÁN.- Eh, eh, eh... ¿que anduvimos qué?

DELIO.- Ya me entiendes, hombre.

GUZMÁN.- Primero: la piragua no es de Lucía, es mía. Segundo:


evidentemente no anduvimos a hostias, lo dejamos, simplemente.

DELIO.- Pues eso. Era lo que yo decía.

GUZMÁN.- Y tercero: por ahora no tiene pensado irse de casa, ni seré yo


quien le meta prisa.

DELIO.- Ya, claro, tienes mala conciencia por dejarla y..

GUZMÁN.- Mala conciencia tengo, sí, por muchas cosas... pero yo “no la
dejé”

DELIO.- ¿Cómo?

GUZMÁN.- Fue ella

DELIO.- ¿Ella?

GUZMÁN.- Ella, sí.

DELIO.- ¡Hostia! ¡¿Y aún dices que no le metes prisa?!

GUZMÁN.- ¿Y por qué habría de metérsela?

DELIO.- Hombre, una vez separados, cada perro a su caseta. ¿No es así?

GUZMÁN.- Yo que sé, depende. Mira, lo de separarse tiene que ser tan
natural como lo de juntarse. Duele más, es un putadón, una
amargura, lo que quieras, pero...
DELIO.- ¿Pero qué?

GUZMÁN.- Pues eso, que es igual de natural. Y si al empezar con una


persona no tienes por qué ir a vivir con ella de hoy para mañana,
tampoco tienes por qué marchar corriendo cuando terminas, ¿no?

DELIO.- (Pausa.) Ay, Guzmán, Guzmán... Guz-mán. ¿Tú sabes lo que


quiere decir tu nombre?

GUZMÁN.- Pues...

DELIO.- “Guz”, bueno, como “good” en inglés, y “man”, hombre.


Guzmán, hombre bueno. Eso es lo que tú piensas que eres, ¿no?
¿Un hombre bueno? Guzmán el Bueno. ¡Manda cojones!

GUZMÁN.- Boh. Hasta luego, Delio.

DELIO.- ¿A dónde vas?

GUZMÁN.- A trabajar.

DELIO.- ¿Pero, tú trabajas?

GUZMÁN.- Hombre, claro, a ver si piensas que vivo de rentas.

DELIO.- Será porque no quieres...

GUZMÁN.- Sí, claro.

DELIO.- ¿Y por qué sales por ahí?

GUZMÁN.- ¿Y por dónde quieres que salga?

DELIO.- Por la puerta.

GUZMÁN.- ¿Y por dónde piensas que voy a salir, por la ventana?

DELIO.- Por la puerta del edifico, no por la del garaje.

GUZMÁN.- Por aquí me viene mejor para coger el coche.

DELIO.- ¡¿Para coger el qué?!

GUZMÁN.- El coche.
DELIO.- ¡¿Hostia, pero tienes coche?! ¿Y dónde lo dejas, en el club
náutico?

GUZMÁN.- En la calle. Hoy en la de abajo. Otros días donde coincida.


Hasta luego.

DELIO, asombrado, mira como se marcha GUZMÁN. Después


“examina” la piragua. Se sienta delante de ella y…

DELIO.- Yo no sé que hostia le ve. Si al menos fuese familiar…

…se acaba quedando dormido.

25

En ese momento, un año y medio después, entran en escena BRANDÁN,


LUCÍA y SUSO. Cada uno trae una fregona y un caldero. Se dirigen al
público.

SUSO.- Este encuentro sabemos que existió porque nos lo contó Guzmán.
Lo que ya no sabemos exactamente es lo que pasó después.

LUCÍA.- Pero lo podemos suponer: Rosa estaba en el cuarto de la


limpieza. (Le coge las fregonas a los demás y, colocándolas en el
suelo, hace con ellas un pequeño recinto figurando el cuarto de
la limpieza.) Está entre nuestro local y el garaje. Recuerdo que la
oímos trastear por allí. Delio aún se debió demorar un rato. No sé
que haría...

BRANDÁN.- Echaría una cabezada, como venía medio calzado.

LUCÍA.- ¿En el garaje?

BRANDÁN.- Él tenía esas rarezas.

SUSO.- Claro. Y soñaría. Soñaría que...


Por efecto del sueño la piragua se va volando. O se la llevan SUSO y
BRANDÁN. Después, yendo a llenar un cubo de agua al cuarto de la
limpieza, ROSA entra dentro del recinto que preparó LUCÍA.

26

Un año y medio antes DELIO se despierta y…

DELIO.- ¡Hostia, me quedé sobado! (Escucha ruidos en el cuarto de la


limpieza.) ¿Quién anda ahí? ¿Quién anda ahí?

DELIO entra en el cuarto y se encuentra con ROSA que, sorprendida y


asustada, deja el cubo en el suelo y se dispone a asumir la situación.

DELIO.- Hostia. ¿Qué haces aquí? (Silencio.) ¿Qué pasa? ¿No me oyes?
¿Que qué cojones haces aquí?

ROSA.- ¿Y a ti que te parece?

DELIO.- A mí me parece que tú quieres tenerla conmigo, Rosa, y que


toda tu listeza se te va en buscar el modo. Así que ahora
practicamos la clandestinidad...

ROSA.- Lo dices de una manera que ni que estuviese cometiendo un


delito.

DELIO.- Mira, Rosa, a mí me importa una mierda tu fregoteo y todas tus


historias. ¡Una mierda espichada en un palo!

ROSA.- ¿Entonces?

DELIO.- ¡Lo que me importa, lo que me ofende, es que pretendas


engañarme! ¡Que lo hagas a mis espaldas! ¿En qué habíamos
quedado, eh? ¿En qué hostia habíamos quedado? ¡En que no ibas
a coger ese trabajo! Trabajo... si aun fuese un trabajo como es
debido tenía un pase, pero...
ROSA.- No te iba a parecer mejor. Y además no habíamos quedado en
nada.

DELIO.- ¿Cómo? ¡Habíamos quedado, sí!

ROSA.- No.

DELIO.- Hostia. ¿Me quieres hacer tonto o qué? ¡No lo sabré yo!

ROSA.- Habías quedado tú. Yo simplemente me callé para tener la fiesta


en paz.

DELIO.- Ah, vale. Vale. Pues ya sabes lo que se dice: ¡el que calla
otorga!

ROSA.- Ya. Ya sé, sí. Y tanto que lo sé.

DELIO.- ¡Tiene cojones la cosa! ¡Yo es que...! ¿Y cuando pensabas


decírmelo, eh? A ver, ¿cuando pensabas decírmelo?

ROSA.- Cuando cuadrase.

DELIO.- Cuando cuadrase, cuando cuadrase. La verdad, Rosa, es que yo,


algo así... nunca lo esperaría de ti. Nunca.

ROSA.- Ya lo sé, ya. Ni esto, ni nada. Tú de mí no esperas nada. Y yo


debería hacer lo mismo: no esperar nada de ti.

DELIO.- (Un tiempo.) ¡Uy, que rollo! (Un tiempo.) Anda, pasa para a
casa, (Comienza a ir él.) pasa para a casa, que...

ROSA se encamina hacia casa. DELIO, rumiando su desconcierto,


permanece en el cuarto de la limpieza. Pero en el último momento ROSA
se detiene y…

ROSA.- Delio...

DELIO.- ¿Qué pasa?

ROSA.- ¿Nosotros por qué estamos juntos?

DELIO.- ¿Cómo?
ROSA.- ¿Que por qué estamos juntos?

DELIO.- ¿Y a qué hostia viene eso ahora?

ROSA.- ¿No te das cuenta de que últimamente vamos de bronca en


bronca?

DELIO.- ¡Pues claro que me doy cuenta! ¡Hostiá si me doy cuenta! ¡Y ya


empiezo a estar harto! ¡Harto de que andes buscándole siempre
tres pies al gato, un cuerno a la vaca y dos crestas al gallo! ¡Sobre
todo si yo digo que el gato tiene cuatro patas, la vaca dos cuernos
y el gallo una cresta! ¡Porque eso es de lo que se trata, de
llevarme a mí la contraria!

ROSA.- No, Delio, no.

DELIO.- Sí, Rosa, sí. Por qué estamos juntos, por qué estamos juntos...
¿Pero qué pregunta es esa? Aquí, en un cuarto de la limpieza... ¿A
ti te parece un lugar apropiado para...? ¿Qué pasa, tú también..?
(Gesto de beber)

ROSA.- ¿Por qué estás conmigo?

DELIO.- ¿Cómo?

ROSA.- ¿Que por qué estás conmigo?

DELIO.- ¡Uy que carallo! Estoy contigo porque estoy contigo. Es así. Y
por algo será, digo yo.

ROSA.- Porque te conviene.

DELIO.- ¿Qué?

ROSA.- Una persona está con otra porque le conviene.

DELIO.- ¿¡Cómo!?

ROSA.- No, si no lo digo por mal. Al contrario. Digo yo que si estás con
una persona es porque te conviene esa persona. Porque te
conviene su compañía. Porque te conviene su ayuda. Porque te
conviene ser feliz. O algo parecido. Porque te conviene querer,
porque te conviene...

DELIO.- Porque te conviene, porque te conviene, porque te conviene...


Ahora va a ser todo una cuestión de conveniencia. ¡Era lo que
faltaba! Mira, si fuese por eso hace tiempo que yo... (Gesto de
irse.)

ROSA.- ¿Ah, sí?

DELIO.- ¡Pues, claro! Tú sabes que yo tenía mis proyectos, mis...

ROSA.- Y te los impedí yo…

DELIO.- (Un tiempo.) ¡Cuando nació la niña tuve que mandarlo todo a la
mierda! Yo pensaba, qué sé yo, salir fuera unos años, traer algo de
dinero para... Para lo que fuese. Pero pasó lo que pasó, ¿y que iba
a hacer? ¿Dejarte sola con el petate? Desentenderme. Era lo que
me convenía, que conste. ¡Pero eso no se hace! ¡Y no lo hice!
¡Cumplí!

ROSA.- Lo dices de una manera que parece que fuese un sacrificio.

DELIO.- Pues... Lo fue, las cosas como son. Lo fue.

ROSA.- ¿Y tuve yo la culpa?

DELIO.- (Bajito.) No. (Normal.) ¿Y la tuve yo?

ROSA.- No, claro. (Un tiempo.) Pero, en todo caso, después, cuando...

DELIO.- ¡Después, después..! No hay después. Las cosas hay que


hacerlas cuando hay que hacerlas, que después es tarde. Es tarde.
Y tú me vienes ahora con que si te conviene o si te deja de... A
estas alturas. (Un tiempo.) Y mira, en todo caso, a quien le
conviene estar... a lo que hay que estar, es a ti. ¡A ti es a quien le
conviene! Que yo, para mí, mal será...

ROSA.- Pues a lo mejor no es tan así.


DELIO.- ¿El qué?

ROSA.- A lo mejor no me conviene tanto como tú te piensas. O no me


compensa.

DELIO.- ¿Qué no te compensa?

ROSA.- ¿Qué va a ser, Delio? Esto. (Bajito.) Lo nuestro.

DELIO.- ¿Qué?

ROSA.- (Normal.) Lo nuestro.

DELIO.- ¿Qué quieres decir?

ROSA.- (Yéndose.) ¿Y que voy a querer decir, Delio? ¿Que voy a querer
decir?

DELIO.- ¿A dónde vas?

ROSA.- A casa. Tiene razón, éste no es lugar para...

DELIO.- (Yendo a por ella.) ¡Espera, espera, espera! Aclárame eso.

ROSA.- No, mejor que no. Mejor no aclarar nada ahora, que... Ya
hablaremos y...

DELIO.- (Cogiéndola brusca y violentamente.) ¡No, no, no, no! ¡Pasa


para aquí! ¡Pasa! ¡A mí eso me lo explicas!

ROSA.- Delio...

DELIO.- ¡Que me lo expliques, hostia!

ROSA.- Vale, vale, muy bien, muy bien. Si quieres que te lo explique,
pues..: ¿a qué estamos jugando, Delio?

DELIO.- ¿A qué estás jugando tú?

ROSA.- Vale. Vale, tienes razón. ¿A qué estoy jugando yo? Yo, sí. ¡Yo,
que parezco una mujer de la época de... de mi abuela! Y tú
también, Delio, tú también pareces de los tiempos de... Estamos
buenos los dos. Aquí, aguantándonos porque sí. Porque es lo que
nos tocó, como si estuviésemos amarrados sin remedio.
Condenados a entendernos. A no entendernos.

DELIO.- Pero...

ROSA.- ¡Calla! Ahora no me interrumpas.

DELIO.- A ver...

ROSA.- ¡Que no me interrumpas! Mira… Yo no quería que esto fuese así,


y no sabes cuánto me duele, pero, como tú bien dices, las cosas
son como son, y no como querríamos que fuesen. Así que... va a
ser mejor... que sigamos cada uno por su camino. Tú por el tuyo y
yo...

DELIO.- ¿¡Cómo!?

ROSA.- Y que cada palo aguante su vela. Yo no sé muy bien como, pero
ya veré. Y tú... Mira, tienes razón, para ti mal será. Y además, sí
que hay después, Delio. Siempre hay después.

Silencio. Tiempo de incredulidad y desorientación para DELIO, que


acaba cogiendo el cubo de agua y ofreciéndoselo a ROSA..

DELIO.- ¡Toma, hostia, toma! ¡Toma! ¡Toda esta historia por una mierda
de..! ¡Anda, friega! ¡Friega lo que te dé la gana! ¡Friega, barre,
limpia, lava, baldea..! ¡Toma, hostia, coge! (Obligándola.) ¡Coge!

Forzada por la actitud de DELIO, ROSA acaba cogiendo el cubo. Tras


una corta pero intensísima mirada, compendio de mil tópicos “no
entiendes nada” que ya no vale la pena decir, ROSA arroja el cubo a los
pies de DELIO y se va. DELIO, inesperadamente mojado, física y
moralmente, da una violenta patada al cubo y...

DELIO.- (Corriendo detrás de ROSA.) ¡Me cago en Dios!


27

Limpieza en la carpintería un año y medio después. Cada uno con su cubo


y su fregona, mientras van secando secan el agua derramada, SUSO,
LUCÍA y BRANDÁN le hablan al público.

BRANDÁN.- No sabemos si este… incidente, hará sobre año y medio, fue


la famosa gota de agua que desborda el vaso.

LUCÍA.- No sabemos qué pudo haber pasado en el par de meses que


vinieron después. Un par de meses en los que Rosa, por lo menos
públicamente, no dejó a Delio.

SUSO.- No sabemos qué pasó porque en ese par de meses Rosa no salió
nunca a la calle ni habló con nadie.

LUCÍA.- No sabemos por qué nadie se preguntó, nosotros tampoco, por


qué Rosa no salía ni hablaba con nadie.

BRANDÁN.- No sabemos por qué cuando por fin salió, o quiso salir
después de ese par de meses, lo hizo de aquella manera tan...
extraña, saltando de balcón en balcón.

LUCÍA.- No sabemos nada, pero...

28

Desde otro espacio y otro tiempo, año y pico atrás, aparece DELIO
empujando una silla de ruedas. En esa silla va ROSA, con las piernas
cubiertas por una manta de cuadros escoceses. Se paran a tomar el sol.

GUZMÁN sale a observar la escena.

Desde su tiempo y su espacio, SUSO, BRANDÁN y LUCÍA también


observan la escena.

Espacios y tiempos se mezclan. Acción y pensamiento. Dentro y fuera.


Antes y ahora. Narración y diálogo.
BRANDÁN saca un cigarrillo. Lo va a encender. SUSO le hace un gesto
de censura que BRANDÁN desatiende.

BRANDÁN.- (Al público.) Yo estaba allí aquel día. Justo debajo del
balcón por el que Rosa... (Gesto de caer.) Estaba echando un
pitillo. Charlaba con Guzmán. Me estaba contando de cuando una
vez, con la piragua, río abajo, había llegado a la línea del mar, de
que es muy peligroso y...

GUZMÁN.- ¡Peligrosísimo, tío! Porque hay un momento en el que el río


deja de ser río, pero aún no es mar. O ya es mar, pero aún es río.
Es un momento de...

BRANDÁN.- Transición.

GUZMÁN.- De transición. Notas que el río ya no es el mismo, la


corriente choca con las olas del mar al romper, fuerza contra
fuerza, ahí una piragua es demasiado débil, pero es lo que tienes.
En el mar necesitarías otra embarcación, pero, como aún no estás
en el mar...

BRANDÁN.- (Al público.) Y en eso llegó Delio. No era el de siempre.


Venía más... Menos sarcástico. No se metió con nosotros como de
costumbre, ni...

DELIO, empujando la silla, abandona el lugar en el que, junto con ROSA,


tomaban el sol. Mientras lo hace canturrea más o menos para si.

DELIO.- “Rosiña, Rosiña…

BRANDÁN.- Nos sonrió, nos saludó cortésmente...

DELIO.- ...non regues máis a roseira…

BRANDÁN.- Venía cantando eso de...

DELIO.- …que esta noite vai chévere…


BRANDÁN.- (Pensando en el final de la canción.) Nunca sé como
termina.

DELIO.- ...Rosa mollada non cheira.”

BRANDÁN.- Quien podía suponer que un par de horas después...

Invadiendo el espacio, el tiempo y el pensamiento de los actores, DELIO


llevó a ROSA a casa. Al centro de la escena. Luego mira la hora: se tiene
que ir a trabajar. Le da un beso a su mujer, que responde con un esbozo
de sonrisa, y se va.

En casa, rodeada por BRANDÁN, LUCÍA y SUSO, ROSA se queda sola.

29

Con ROSA como presencia insoslayable, los actores, fregona en mano,


terminan la limpieza del local

LUCÍA.- ¿Y ahora qué hacemos?

SUSO.- ¿Con qué?

LUCÍA.- (Señalando a ROSA.) Con...

SUSO.- Nada.

LUCÍA.- ¿Cómo?

SUSO.- Creo que no tenemos suficiente...

BRANDÁN.- Material.

LUCÍA.- (Censurándole la expresión.) Brandán.

BRANDÁN.- Yo es por quitarle hierro.

SUSO.- Ese es justamente el problema, que la historia no tiene hierro


suficiente.

LUCÍA.- ¿Ah, no?


SUSO.- Como historia, no. Para vivirla, sí, claro. Desde luego. Pero para
contarla...

LUCÍA.- (Irónica.) Ya, le faltan gafas oscuras, ojos a la funerala,


contusiones, hematomas, partes hospitalarios...

SUSO.- Sería... más efectivo.

LUCÍA.- Sería más efectista.

BRANDÁN.- Las dos cosas.

SUSO.- Y después está este final...

LUCÍA.- ¿Qué le pasa al final? ¿También te parece poco..?

SUSO.- No, claro, pero... teatralmente... no sé. Además los médicos dicen
que volverá a andar.

LUCÍA.- Pues lleva así más de un año y a día de hoy ya ves.

SUSO.- Comencemos entonces por ahí, por el día de hoy. Hoy, sí, con
Rosa en la silla de ruedas, y de aquí para adelante. Tú misma
dijiste que nos inspirábamos en ellos, pero que no tenían que ser
ellos. Y podemos ponerle un final... potente, un final...

LUCÍA.- No es en el final donde está la clave, Suso. Está la tragedia,


pero...

SUSO.- Es lo que interesa, tía.

LUCÍA.- A mí no. ¡O sí, claro, como no me va a interesar! ¡Desde luego!


Pero las tragedias hacen demasiado grandes a los personajes y...

SUSO.- Justamente, personajes que nos superen, que estén fuera de


nosotros, de nuestras vidas diarias, para poder verlos con....

BRANDÁN.- Perspectiva.

SUSO.- Eso.

LUCÍA.- No. Yo quiero justamente lo contrario. Lo contrario...


BRANDÁN.- Introspectiva.

LUCÍA.- Trabajar de cerca, desde lo pequeño.

SUSO.- Lo pequeño no se ve.

BRANDÁN.- Eso es por los cristales, que están llenos de mierda.

LUCÍA.- Brandán...

BRANDÁN.- Es lo único que nos queda por limpiar. Y no vamos a estar


aquí discutiendo hasta mañana, que yo quiero irme. Así que,
venga, echadme una mano. Con lo que mejor se limpian es con
papel de periódico, tengo ahí fuera una pila que...

BRANDÁN sale para buscar los periódicos. SUSO y LUCÍA van tras él.

30

ROSA sola en casa, en la silla de ruedas, arrullada, o sedada, por el


silencio de la agujas del reloj en la cocina, el murmullo de la radio de
algún vecino, el motor de la nevera…

Columpiándose en el sueño, o en la fantasía del teatro, aparece la NIÑA


con su cantinela de rimas, ritmos y extrañas relaciones de sonido y
significado.

LA NIÑA.- (Mientras se columpia.) Norte, corte, norte, porte, norte,


soporte. Pasaporte. ¿Por qué el norte está en el norte?

ROSA.- (Asustándose en un principio.) ¡Eres tú!

LA NIÑA.- Cucurucú.

ROSA.- ¿Qué haces aquí?

LA NIÑA.- Quiquiriquí. El gallo te lo dice a ti. A ti. ¿Que haces aquí?


Bisturí. Alelí. Flor. Rosa. Mamá. ¿Que haces aquí, tú? Aquí. Así.

ROSA.- Espero...
LA NIÑA.- Sentada. Atada. Cara de empanada. Nada de nada. ¿A quién?
¿Al tren? Vaca, moscas. ¿A quién esperas, a quién?

ROSA.- A tu padre.

LA NIÑA.- ¿Por qué?

ROSA.- Porque va a llegar del trabajo y... (Pausa.) Porque sí.

LA NIÑA.- Porque sí, porque sí. Quiquiriquí. (Saltando del columpio y


yendo hacia ROSA.) El gallo te llama a ti.

ROSA.- ¡Sabes andar!

LA NIÑA.- Claro, mamá. Y volar. Marchar. ¿Y tú, no sabes andar?

ROSA.- No. Ya no. Los médicos dicen que debería, pero… No.

LA NIÑA.- ¿Qué pasó?

ROSA.- Pues…

LA NIÑA.- Revés. Derecho. Pecho. Canción. Guitarra. Parra. Vino. Fanta.


Levanta. ¡Venga, levanta!

ROSA.- No puedo.

LA NIÑA.- Miedo. Noche. Túnel. Tren. ¡Bien! Mal. Sal. ¡Anda, sal!

ROSA.- No puedo, de verdad.

LA NIÑA.- Soledad. Tristeza. Pereza. Pena, cadena, condena. No quieres.

ROSA.- Si llegase con querer...

LA NIÑA.- Romper. Perder. Nacer, ser, vencer. Mujer. Mamá.

Coge a ROSA de la mano y la invita a levantarse de la silla. Después la


suelta para que siga sola.

LA NIÑA.- Pies. Después. Ve, anda. Agranda. Huir. Salir.

ROSA parece que se va a ir pero, en un pasajero arrepentimiento,


pretende volver a la silla. La NIÑA se adelanta y se lo impide. Después,
de un empujón, echa la silla fuera y una vez más indica la salida a su
madre.

LA NIÑA.- Puedes, sí. Quiquiriquí. Madrugada. Rosa mojada. Sol. ¡Sal!

Entre la nostalgia y la rabia ROSA recorre con la vista su casa, a modo


de despedida. Desnuda su dedo anular y, aún dubitativa, se dirige a la
salida.

LA NIÑA.- Fuera. Viento. Ir. Seguir. Vivir.

ROSA, ahora más segura, se va.

La niña vuelve a su columpio de sueño, fantasía y teatro.

LA NIÑA.- El norte ya no está en el norte. Está en el sur. Está en el este.


Viento agreste. O en el oeste. Caballo. Pistola. Indios. Fuerte.
Suerte. ¡Suerte, mamá, suerte!

31

La casa sola. DELIO llega del trabajo. No encuentra a ROSA. La llama.


Entra en la cocina. La llama. Entra en la habitación. La llama. Entra en
el cuarto de baño. La llama. Entra en el salón. La llama. ROSA no
aparece. Encuentra la silla de ruedas vacía. Entra otra vez en la cocina.
La llama. Entra vez en la habitación. La llama. Entra en el cuarto de
baño. La llama. Entra en el salón. La llama. ROSA se fue. Sale de casa.

32

Carpintería. Llega BRANDÁN con una escalera y un botella de vinagre.


LUCÍA con un montón de periódicos y una botella de vinagre. SUSO con
nada. LUCÍA la va dando hojas de periódico a BRANDÁN. Éste irá
haciendo con ellas bolas de papel que, después de mojarlas en vinagre y
limpiar con ellas los cristales, irá tirando indolentemente al suelo.

SUSO.- ¿Con vinagre?


BRANDÁN.- (Subiendo por la escalera.) Con vinagre, sí señor. Es lo
mejor para limpiar cristales. Mi madre siempre lo usa.

SUSO.- Claro, y a la ensalada le echa cristasol, ¿no?

BRANDÁN.- Hazme caso.

SUSO.- Es curiosa la fama que tiene el vinagre, vale para todo: limpia los
cristales, fija las tinturas, reduce los hematomas, desinfecta las
heridas...

BRANDÁN.- Neutraliza los malos olores.

SUSO.- Ya. A cuenta de que todo tufe a vinagre, que aún es peor. ¡A mí es
un olor que me da una grima! No sé por qué, pero no lo soporto.
De toda la vida.

BRANDÁN.- (Echándole vinagre en la ropa.) ¿Ah, sí?

SUSO.- (Apartando.) Quita, hostia. ¡Que asco!

LUCÍA.- (Dándole una hoja de periódico.) Toma. Y aprovéchalos un


poco más, ¿no?

BRANDÁN.- Nada, derroche, que para otra cosa no valen. Y aguántame


de la escalera, coño.

LUCÍA.- Vale, tranquilo.

BRANDÁN.- Tranquilo murió cagando.

De las muchas hojas de periódico arrugado y envinagrado que hay en el


suelo, a SUSO le llama la atención una en la que viene una noticia
impactante...

SUSO.- ¿Ves? Esto era a lo que yo me refería: (Lee.) “Rocía con


disolvente a su ex-pareja y le prende fuego”.

LUCÍA.- Suso...
SUSO.- ¿Qué pasa? ¿Te parece un final truculento? Pues es real. (Coge
otra bola de papel y la abre para leerla.) Y éste, mira: “La
atropella y después le pasa por encima tres veces para rematarla”.
(Coge otra bola de papel) O éste: “La degolló con un “cúter” en
su centro de trabajo”. (Otra bola.) “Le disparó dos tiros de postas
en la cara”. (Otra.) “Incendia la casa mientras dormía con sus
hijos...” (Otra) “Le propinó una paliza brutal y la dejó
abandonada, muriendo al cabo de unas horas.”

BRANDÁN.- ¿Todo eso está ahí?

SUSO.- No, claro. Está aquí. (Señala su cabeza.) Pero no lo estoy


inventando. Es cierto. Todo. ¡Cabronamente cierto!

LUCÍA.- Joder, Suso, ya lo sabemos, que todos leemos los periódicos,


pero… ¿A dónde quieres llegar con..?

SUSO.- A nada, Lucía. A que eso es lo que interesa. Al menos a mí.


Historias que están ahí, que se ven. No andar buscando en lo que
no se ve, porque...

LUCÍA.- ¿Por qué?

SUSO.- Porque...

LUCÍA.- ¿Por qué, Suso?

33

Pausa larga. Con toda la memoria viniéndosele encima, una inmensa


nube de bolas de papel de periódico cae sobre SUSO.

SUSO.- Porque corres el riesgo de acabar encontrando. De verte un día a ti


mismo llegando a casa, con seis años... y que la casa huela a
vinagre, como hoy. Y encontrar a tu madre sentada en la escalera
de la sala, mojando la cara con un paño... mojado en vinagre. Y tu
padre callado, con la botella de vinagre en la mano. Y tú no
entiendes nada. Y todo huele vinagre. Y nadie te dice nada. Y tú
madre llora... callada... y las lágrimas se le diluyen en vinagre. Y
después no pasa nada. O parece que no pasa nada. Y todo se te
borra para siempre de la memoria. Todo, menos este asqueroso
olor a vinagre.

En ese momento se oye un estruendo. Una explosión. A quien sepa como


es el sonido de un disparo le parecerá un disparo.

BRANDÁN.- ¿Qué fue eso?

LUCÍA.- No sé. Fue arriba.

LUCÍA y BRANDÁN salen corriendo en dirección al lugar en el que sonó


la explosión. SUSO no les sigue.

34

Unos minutos atrás. Vemos de nuevo la misma escena de antes: La casa


sola. DELIO llega del trabajo. No encuentra a ROSA. La llama. Entra en
la cocina. La llama. Entra en la habitación. La llama. Entra en el cuarto
de baño. La llama. Entra en el salón. La llama. ROSA no aparece.
Encuentra la silla de ruedas vacía. Entra otra vez en la cocina. La llama.
Entra vez en la habitación. La llama. Entra en el cuarto de baño. La
llama. Entra en el salón. La llama. Rosa se fue. Entra en una situación de
descontrol absoluto. Sale de casa.

35

Vestíbulo del edificio. Llega GUZMÁN de la calle. Oye a DELIO gritar…

DELIO.- ¡Rosa!

GUZMÁN, que no ve la pistola, va hacia DELIO.

GUZMÁN.- Delio…

DELIO lo aparta violentamente y lo deja atrás.


DELIO.- ¡Rosa! ¡Rosa! ¡Rosa! ¡Rosa!

GUZMÁN.- Pero…

DELIO, enajenado, se da la vuelta, va hacia a GUZMÁN y le dispara..

Llegan LUCÍA y BRANDÁN que, después de haber oído el estruendo del


disparo, subieron desde la carpintería. GUZMÁN yace muerto.

DELIO deja caer el arma. Se acerca a GUZMÁN. Se arrodilla ante él y,


hundido entre los últimos los restos de la ira y toda la desolación que
ahora le asalta, exclama:

DELIO.- ¡Los garajes son para coches! Son para coches.

Desde la carpintería llega el petardeo estridente de la motosierra.

FIN

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