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Estados es uno de los países que más dinero invierte en la salud de sus habitantes.

Por
esto y muchas mas razones, deberíamos suponer que su sistema de salud resulta grato
para los mismos ciudadanos de aquel país, y envidiable para ciudadanos de otros países.
No obstante, en USA, no se cuenta con una vida más larga ni más saludable que los
habitantes de otras naciones. El presidente actual de los Estados Unidos, Barack
Obama, se pregunta ahora, el por qué de esta paradoja, y pretende resolverla planteando
una nueva reforma de salud pública. Se plantea, que si este derecho está en manos de las
empresas y sus respectivas compañías de seguros, éstas están fallando en brindar lo que
el mandatario cataloga como algo que dejó de ser un imperativo moral y pasó a ser un
imperativo fiscal. La desigualdad de acceso a la salud, el status quo que se mantiene
beneficiando sólo a unos pocos, la impotencia de muchos al no poder contar si quiera con
seguro médico, y la indignación de otros al no atreverse a utilizarlo por las altas cifras
que demandan posteriormente implicando adaptarse a un ritmo de vida decadente y
dependiente, son suficientes como para atreverse a decir que esto es insostenible, como
para atreverse a decir: ¡Basta!
Es por esto que esta reforma busca, como dice B. Obama: colocar al enfermo en su justa
dimensión humana.
¿Qué pretende esta reforma? ¿Cuál es su finalidad? ¿A qué apunta? Idealmente, a que el
Estado logre, de una u otra forma, asegurar servicios de salud a todos los
estadounidenses, priorizando o considerando la impactante realidad actual de los cerca de
50 millones de personas que no poseen ningún servicio de salud, ni público, ni privado.

En particular y específico, se busca evitar que las aseguradoras rechacen a sus clientes
por condiciones preexistentes, poner un límite a la cantidad de cobros menores que las
aseguradoras puedan hacer a sus miembros, dar un freno a las aseguradoras para que
dejen de quitar la cobertura a miembros que se enferman de gravedad y que no rechacen
renovar la cobertura a clientes seriamente enfermos, obligar a las aseguradoras a cubrir
cuidados preventivos completos, regularizar los precios que las aseguradoras le están
cobrando a sus clientes, crear nuevos mercados estatales donde los estadounidenses sin
cobertura de salud pagada por el empleador pueden adquirir una y beneficios en
medicamentos para los ancianos. La mayoría de los estadounidenses deberá comprar un
seguro de salud o enfrentar multas, y las empresas más grandes pueden exponerse a
sanciones económicas si no ofrecen cobertura.
En definitiva, lo que se espera es poder brindar mejor salud a mayor gente. Extender la
cobertura de la salud, para que cada ciudadano norteamericano pueda, sentirla y vivirla
como un derecho. Considerando el enorme desafío que significa esta reforma y que trae
consigo imperfecciones futuras y problemas, cabe resaltar que su fin es brindar ayuda
tributaria para que las empresas ofrezcan seguro médico, permitir la cobertura a personas
con condiciones médicas preexistentes y prohibir que las aseguradoras cancelen las
pólizas.
Ahora, si bien, podemos considerar la nueva reforma como un gran avance, un cambio
paradigmático en lo que respecta a la salud pública, se nos vuelve trascendental no
olvidar al menos dos cosas. Primero, que esto es un nuevo paso, no la solución. Y,
segundo, que esta reforma no se limita ni concierne únicamente a los Estados Unidos.
Con el primer punto me refiero a recordarnos que es un proceso, y que a la vez, no un
camino que tiene un final determinado, ya que como sabemos, el tema de la salud pública
se encuentra tan estrechamente ligado a lo que es la historia sociocultural de cada país,
historia cambiante y dinámica, que se vuelve imposible separar lo inseparable, cerrar algo
que va de la mano con algo que no cesa, que no descansa.
Con lo segundo apunto a reflexionar sobre lo que puede afectar, negativa o
positivamente, que reformas como ésta, aunque estén, a los ojos de la mayoría de los
chilenos en este caso, aparentemente fuera de lo que es nuestra realidad directa, se
realicen actualmente en países como los Estados Unidos.
Para finalizar esta reflexión, es necesario realzar lo que muchos no recuerdan: Esto no es
un tema que compete exclusivamente al estado o gobierno, o a las instituciones, empresas
o aseguradoras. El ciudadano no es el efecto condicionado y sometido de organizaciones
superiores. El ciudadano debe de recordar que esto le compete. Que debe comprometerse
e informarse, que debe saber respecto de lo que le sucede y soñar respecto de lo que le
podría suceder si funcionáramos de forma más justa, diferente. Y debe de poder
transmitir eso. A mi juicio, sólo así, en conjunto, manifestando todos, y no sólo unos
pocos, es que el país no solo cambiará, crecerá.
Ahora, ¿Cómo transmitir el mensaje de la urgente necesidad de responsabilidad para con
la temática de la salud pública que se presenta, no sólo en Estados Unidos con esta
innovación que propone Barack Obama, sino en cada país donde las condiciones de salud
pública son similares e incluso, inferiores? ¿Cómo volver visible algo que parece ser tan
latente pero que en vez, se mantiene encadenado perpetuando un sistema de salud que se
mantiene ineficiente e inalcanzable para todos? ¿Cómo innovar si la innovación hoy
parece ser bastante ciega ante lo que esté fuera del límite del desafío personal? El tema
es preocupante porque no hay preocupación. ¡Preocupémonos!
En vista de lo evidente ante la mirada de cualquier ciudadano, lo que sí se puede afirmar
es que se requiere de, quizás no un cambio o una innovación, sino de al menos, una
mirada más crítica y profunda con el objetivo de intervenir de manera responsable y justa
a lo que con el paulatino paso de los días, se está reconociendo e intentando considerarse
como un derecho real, como un bien al que cualquiera puede acceder, la salud pública.

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