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1. Definición de profesión
Todo trabajo remunerado es una profesión. No todo trabajo remunerado es
una profesión en sentido pleno. Existe hoy una tendencia hacia la profesionalización
de todo trabajo.
Hoy todos quieren ser profesionales. Esto hace que la tarea de definir las
profesiones se convierta en fuente de agravios para quienes no caen bajo esa
definición de profesión.1 Dar un concepto demasiado restringido de profesión podría
parecer una descalificación ex definitione de las pretensiones de determinados
colectivos a ser considerados como verdaderos profesionales. En cambio si toda
ocupación laboral estable y remunerada es considerada como profesión, entonces el
concepto es tan amplio, que apenas puede afirmarse de él nada concreto. La ética
profesional sería una mera ética del trabajo, de la laboriosidad, de la eficacia y de la
eficiencia, etc.
Aquí ofrecemos una definición tipológica de profesión. Al definir la profesión
conforme a la semántica de prototipos, cada rasgo caracteriza centralmente lo que es
la típica profesión. Cuando todos esos rasgos se cumplen, estamos ante lo que
podemos llamar la profesión en su sentido pleno, la profesión-tipo. En cambio, cuando
algunos de esos rasgos faltan o se cumplen en menor medida, no por ello hay que
dejar de hablar de profesión, aunque sea en un sentido menos pleno. Los rasgos
admiten grados de realización; es posible, pues, construir escalas de
profesionalización. No todas las profesiones lo son en igual medida, ni todas alcanzan
* Publicado en inglés: "Seven Theses on Professional Ethics", Ethical Perspectives 3/4 (Dec.
1996) 200-205
1 "En terminología sociológica - escribe T.Parsons -, una profesión es un racimo de roles
'ocupacionales', roles en los que quienes los encarnan desempeñan determinadas funciones
valoradas en la sociedad en general, y que mediante esas actividades, se 'ganan la vida' con un
trabajo 'de tiempo completo." T.PARSONS, Essays..., 372 (cfr. nota 8). Para Max Weber profesión es "la
actividad especializada y permanente de un hombre que, normalmente, constituye para él una fuente
de ingresos y, por tanto, un fundamento seguro de su existencia". MAX WEBER, La ética protestante y
el espíritu del capitalismo. Editorial Revista de Derecho Privado. Madrid 1955. pág. 78.
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2. ¿Ética o deontología?
Para configurar el buen ejercicio profesional deben combinarse las referencias
éticas con las normas deontológicas.
"Ética" y "deontología" son dos palabras que, referidas al ámbito profesional, a
veces se presentan como intercambiables. Aquí vamos a distinguirlas, a marcar las
diferencias, aunque sin separarlas radicalmente, tratando de mostrar la necesaria
complementariedad de perspectivas que representan.
La ética profesional se centra ante todo en el tema del bien: qué es bueno
hacer, al servicio de qué bienes está una profesión, cuál es el tipo de bien que busca
como finalidad la abogacía, la medicina, la ingeniería, el trabajo profesional de los
farmacéuticos o de los periodistas, etc.
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2 Los códigos deontológicos contribuyen a la consolidación de una profesión. Toda profesión necesita
imagen, aprecio, reconocimiento social de las capacidades técnicas y también de las actitudes éticas
de los profesionales. Los Colegios profesionales al formular los códigos deontológicos intentan
establecer un cierto control de calidad sobre las prestaciones profesionales. Pero los Colegios
representan a los profesionales y esto lleva con frecuencia a que los códigos deontológicos y las
consideraciones éticas parecen más aptas para proteger o promocionar la imagen, el status de los
profesionales y para legitimar su control monopolístico del ejercicio profesional que para garantizar
un buen servicio a los potenciales clientes y usuarios. El axioma básico del corporativismo es que lo
que es bueno para la profesión, es bueno para los clientes y usuarios de la misma.
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3 Por encima del principio de beneficencia está el principio de no maleficencia (“primum non nocere”);
al repensar las grandes líneas de la ética profesional no le prestamos especial atención porque su
aportación baraja los mismos criterios del principio de beneficencia aunque en negativo; con
frecuencia no está claro qué es el bien, pero sí están claros los males que se pueden causar con
nuestras actuaciones. cfr. D.Gracia,
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¿Qué es justo para todos cuando no hay recursos para satisfacer las demandas de
todos?
La ética profesional entronca entonces con la ética social al hacer intervenir
criterios de justicia, en orden a marcar prioridades y distribuir recursos escasos. Sin
eso la ética profesional carece de criterios para hacer frente a las desmesuradas
demandas de los profesionales que quieren más medios y las desmesuradas
reclamaciones de los usuarios que quieren más y mejores prestaciones. Hay que tener
en cuenta el marco social, las necesidades de todos y los recursos disponibles a la
hora de establecer prioridades con criterios de justicia.
Por eso la ética profesional tiene que preguntarse si la función social que de
hecho desempeña una profesión es la misma que la que la sociedad necesita o espera
de ella. Las circunstancias (escasez de recursos, nivel cultural de la población,
modulación de las necesidades, prioridades) en las que ha de ejercerse la profesión
tienen también relevancia ética. Del hecho de ejercer una profesión en un país
desarrollado o en otro que no lo es, en un país democrático o en otro que no lo es, etc.
se siguen consideraciones éticas que no es posible desatender.
Muchas profesiones nacieron como servicio público y todas ellas tienen esa
dimensión como constitutiva del servicio que pretenden proporcionar. Los grandes
problemas que tiene hoy planteados la humanidad, como las desigualdades Norte Sur,
el medio ambiente, el paro, la violencia, el SIDA, las nuevas fuentes de energía, etc. no
pueden soucionarse sin poner la contribución competente de los profesionales al
servicio de la solución de dichos problemas. Al ejercicio profesional le afectan los
criterios de justicia social (nacional e internacional); cada colectivo profesional tiene
que plantearse qué contribución al bien común debe hacer y corresponde a los
responsables del gobierno de la sociedad asignar prioridades y distribuir recursos
conforme a criterios de justicia.
Tampoco es posible silenciar que hoy las responsabilidades profesionales se
suelen ejercer en contextos en los que la corrupción y la confusión están muy
extendidas. La reflexión ética no se puede limitar a hacer propuestas ideales; tiene
también que reflexionar sobre las condiciones reales en que dichas propuestas tienen
que llevarse a cabo.
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Tampoco conviene absolutizar esta perspectiva. Los afectados son los que
tienen el problema; pero la solución no se la pueden proporcionar; no tienen para ello
ni conocimientos ni recursos. Cuando todo se enfoca desde este punto de vista puede
haber gran empeño en los resultados finales, pero no se acaba de saber qué medios
hay que poner para lograrlos. Se cae fácilmente en un moralismo estéril o sentimental.
El discurso que se hace sólo desde esta perspectiva sirve para descalificar
actuaciones, pero no para solucionar problemas.
Como hemos dicho más arriba expertos y afectados no se encuentran ni en un
espacio extrasocial ni en un paraíso de recursos y posibilidades ilimitadas. Tiene que
existir una perspectiva en la que se articulen las múltiples necesidades e intereses, con
las posibilidades y recursos disponibles conforme a criterios de justicia. Eso es lo que
toca hacer a los responsables políticos a nivel de toda la sociedad y a los directivos en
los niveles institucionales. Ellos tendrán, por supuesto, que estar asesorados por los
expertos y deberán tener en cuenta a los afectados. Cuando no se puede llegar a
todos, hay que arbitrar fórmulas para que los recursos se distribuyan razonable y
equitativamente conforme a criterios de justicia.
Tal vez por eso sea tan difícil y compleja una ética profesional en una sociedad
como la nuestra en la que cada cual vive en su mundo y casi sólo escucha a los que
piensan más o menos como él, por vivir las situaciones desde contextos y perspectivas
semejantes. No sería pequeño servicio el que puede prestar la Iglesia a este mundo
fragmentado: reunir a los dispersos en un nuevo y cotidiano Pentecostés en el que
hablando cada cual su propia lengua diferente, todos llegasen a entenderse. Las
Universidades de la Iglesia deberían ser un buen lugar para hacer oír y entender esas
lenguas diferentes.
Este es el esquema de ética profesional que os quería presentar. Se trata de
un planteamiento genérico que para ser válido y aplicable a las distintas profesiones,
tiene primero que ser enriquecido, modulado y modificado. Sólo así podrá adaptarse a
las diferentes profesiones e incluso a situaciones muy dispares dentro de cada
profesión.
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7. Identidad y vocación
Digamos una última palabra sobre lo que la profesión significa para el que la
ejerce. El trabajo puede verse como "puesto de trabajo", como "carrera" y como
"vocación".4 En el primer caso lo importante es el dinero que el profesional se lleva a
casa a cambio de sus prestaciones. En el segundo caso se valora el status, prestigio
social, poder y competencia crecientes (en principio) que hacen que el trabajo se
convierta en fuente de estima social. Cuando el trabajo se ve como vocación la labor
de una persona se convierte en algo inseparable de su vida. Vive para el trabajo que
realiza y no sólo de él.
Hoy no se suele insistir en los aspectos vocacionales de la profesión.5 Sí
permanecen, sin embargo, rasgos caracterizadores de este aspecto que hoy suelen
agruparse más en torno al concepto de identidad. La componente ocupacional es muy
importante en la configuración de la propia identidad. Nadie acaba de decir quién es sin
aludir a lo que hace y profesa hacer, a lo que se dedica, para lo que vive y de lo que
vive.
Suele señalarse como rasgo importante del concepto de profesión lo que
podríamos llamar el aspecto vocacional, o si se prefiere la fuerte implicación personal
en esas actividades ocupacionales. "profesión" y "vocación": son originariamente
términos religiosos. Fue Lutero, según Max Weber, quien, con la palabra Beruf
(profesión, oficio), introdujo este término en el mundo de las actividades mundanas y
aplicó el concepto de profesión muy cercano al de vocación (Berufung). Algo paralelo
sucede con la palabra "profesión" que originariamente significa la consagración por los
votos del miembro de una orden religiosa, y posteriormente pasa a significar la
consagración de una persona al tipo de actividad que se presenta como una forma de
vida a la que uno también se consagra con cierto sentido religioso. Se habla también
de que ser juez, militar o médico es una especie de sacerdocio. En el sacerdocio
destaca el aspecto religioso, vocacional. Nadie es sacerdote, sino el que es llamado y
5 Cfr. G.Marañón, Vocación y Ética y otros ensayos. Espasa-Calpe. Madrid 1947. J.MARTÍN-MORENO Y
AMANDO DE MIGUEL en su libro Ética de las profesiones (CIS. Madrid 1982. págs. 53-73, esp. 57 y 68)
dedican un capítulo a "la ideología del profesionalismo y la metáfora religiosa". Ver también A.AUER,
El cristiano en la profesión. Herder. Barcelona 1970.
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