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Hace unos días estuvo con nosotros el hermano Superintendente de Circuito visitando nuestra congregación, y en la
reunión de Ancianos y Siervos Ministeriales nos enfatizó lo preocupado que está el Esclavo Fiel por la proliferación de
los problemas judiciales, con raíz en las Redes Sociales de Internet. Nos sugirió revisar información que se ha
publicado. La he llevado a un archivo que ahora comparto y que creo vale la pena recordar para decidir si seguir
formando parte de dichas redes o no.
Otra cosa que nos mencionó, es lo delicado de ser un "buen o mal ejemplo a las conciencias más débiles y
vulnerables", detalle no menos importantes. NO queremos ser piedra de tropiezo para otros. ¿Cómo? Bueno, quizás un
hermano maduro pueda manejarse con la Red Social, su presión, etc., pero otro hermano o joven con menos
experiencia, puede estar en un gran peligro, e indirectamente nosotros seríamos su razón por la cual estar en esa Red,
es decir, la clásica justificación: “y cómo el hermano Fulano, él es anciano o Siervo Ministerial, y esta en …” Bueno, en
concreto algo para meditar…
*** g 10/08 pág. 7 Menores en Internet. Lo que deben saber los padres ***
REDES SOCIALES
¿Qué son? Portales que permiten la creación de páginas web en las que se pueden colgar fotos, grabaciones y diarios
personales.
¿Cuál es su atractivo? Invitan a los jóvenes a expresar su forma de ser y a entablar nuevas “amistades”.
Lo que debe saber. “Una red social es como una fiesta virtual —dice una joven de nombre Joanna—. A veces aparece
gente muy rara.” La información que se da en las redes sociales puede ser utilizada por jóvenes o adultos sin
escrúpulos; de ahí que Parry Aftab, especialista en seguridad en la Red, compare estos sitios a “hipermercados para
los depredadores sexuales”.
Además, los amigos virtuales tienden a ser falsos. Hay jóvenes que acumulan centenares de contactos de gente
que jamás han conocido en persona, simplemente por ganar popularidad ante los que visitan su página. En su libro
Generation MySpace, Candice Kelsey afirma que todo se reduce a “determinar el valor social de la persona por la
cantidad de visitantes que atrae. Esta manera de valorar a los demás convierte a nuestros jóvenes en entes
deshumanizados y los somete a una desmedida presión para que se proyecten de cualquier manera con tal de atraer a
más amigos”. Por eso, la obra What in the World Are Your Kids Doing Online? plantea esta pertinente pregunta:
“¿Cómo va a enseñarles a sus hijos a ser altruistas y compasivos si en el mundo virtual se les permite conocer a
alguien y luego eliminarlo de un plumazo?”.
Estos son solo algunos de los servicios en línea que tanto fascinan a la juventud actual. Ahora bien, ¿qué puede
hacer usted para proteger a sus hijos de los peligros de la Red?
LA SOCIEDAD, con sus modas y formas de vida, siempre ha estado en constante evolución. Y en la actualidad, con
los adelantos tecnológicos, mucho más. Lo que ayer estaba en boga, hoy es pieza de museo, y lo que ahora goza de
popularidad, mañana quedará obsoleto. Estos cambios vertiginosos ejercen una enorme influencia sobre la juventud.
La revolución social
En los últimos años, la tecnología ha desencadenado una revolución que ha tenido claras repercusiones en los
jóvenes. Así, los adolescentes de numerosos países ven el teléfono celular (o móvil) y la computadora (u ordenador)
como instrumentos indispensables para comunicarse. Y han encontrado todo un campo de posibilidades en las redes
sociales de Internet. “En la vida real quizás no tengas muchos amigos, pero en Internet consigues cientos de golpe y
porrazo”, indica una australiana de 19 años.
Es innegable que Internet y la telefonía móvil ofrecen múltiples beneficios. Sin embargo, a muchas personas, estos
medios les han creado auténtica adicción. Así, a buen número de estudiantes “les parece inconcebible no usar el
telefonito durante los minutos de descanso entre la clase de las diez y la de las once. A mi entender, casi les enferma
no recibir estímulos; es como si dijeran: ‘No soporto el silencio’”, señala Donald Roberts, profesor universitario.
Hay jóvenes que admiten a las claras que están enviciados, como Stephanie, de 16 años: “Estoy enganchada al
celular y a la mensajería instantánea; es que así no pierdo el contacto con los amigos. Apenas llego a casa, me
conecto, y a veces sigo en línea [...] hasta las tres de la mañana”. Todos los meses tiene un recibo de teléfono de entre
100 y 500 dólares. “A mis padres ya les debo más de 2.000 dólares por pasarme de los minutos contratados. Lo que
ocurre es que estoy tan acostumbrada al celular que ya no puedo vivir sin él”, añade.
Pero los problemas no son únicamente de dinero. Al realizar un estudio sobre la vida de familia, la antropóloga
Elinor Ochs descubrió que, al regresar al hogar, el progenitor que trabaja fuera suele encontrarse con el siguiente
panorama: el cónyuge y los hijos se hallan tan ensimismados con sus dispositivos electrónicos que en 2 de cada 3
ocasiones ni siquiera lo saludan, sino que continúan dale que dale con sus aparatitos. “También vimos cuánto cuesta
penetrar en el universo de los hijos”, dice Ochs, quien agrega que durante el estudio algunos padres ni siquiera
insisten, sino que prefieren retirarse y dejar a su prole absorta en sus cosas.
¿Son inofensivas las redes sociales?
Hay un considerable número de padres y educadores preocupados por el tiempo que invierten los jóvenes en las
redes sociales de Internet, es decir, sitios que permiten crear páginas electrónicas y enriquecerlas con fotos, videos y
diarios personales.
Uno de los mayores atractivos de estos sitios virtuales es que facilitan al usuario la comunicación con los amigos.
Además, le dan la opción de “hacerse oír” y expresar su identidad. Se comprende que tales oportunidades seduzcan al
adolescente, ya que está descubriéndose a sí mismo y anhela revelar sus sentimientos y tocar el corazón de otras
personas.
Pero también hay inconvenientes, como la existencia de individuos que se fabrican una personalidad digital a su
medida, proyectando una imagen de cómo desearían ser y no de cómo realmente son. “Un muchacho de mi clase se
presenta como si tuviera 21 años y viviera en Las Vegas”, explica un quinceañero cuya escuela se encuentra a más de
1.000 kilómetros [1.000 millas] de esa localidad estadounidense.
Engaños como estos no son nada raros, como reconoce una australiana de 18 años: “En Internet haces lo que te da
la gana. Por poner un caso, pasar por alguien que no se parece en nada a ti, porque nadie te conoce de verdad. Te
sientes segura. Puedes inventarte historias para resultar más interesante. O colocar fotos donde vistes o actúas como
nunca lo harías en la vida real. Hasta escribes cosas que jamás dirías en persona. Tienes la impresión de que nunca te
van a atrapar, porque estás escondida y los demás ignoran quién eres”.
Como cualquier otra forma de comunicación, las redes sociales pueden usarse con buenas o malas intenciones. Por
eso, si usted tiene hijos, pregúntese: “¿Sé lo que están haciendo en Internet? ¿Me aseguro de que emplean bien el
tiempo?” (Efesios 5:15, 16). No hay que olvidar que el mal uso de la Red expone al joven a graves peligros. Veamos
algunos.