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1. La vocación a la felicidad
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Puede verse a este respecto el análisis que hace C. VIGNA, “La verità del desiderio come fondazione della norma
morale”, en E. BERTI, Problemi di etica: Fondazione, norme, orientamenti, Fondazione Lanza, Gregoriana librería
editrice, Padova 1990, 69-135.
2
ARISTÓTELES, Etica a Nicómaco, Centro de estudios políticos y constitucionales, Madrid 2002, 1; BK 1094 a3.
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Cfr. M. DOGLIOTTI-L. ROSIELLO, Vocabolario della lingua italiana di N. Zingarelli, Zanichelli Editore, Bologna 1998,
523.
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Sobre la importancia del tema del deseo en S. Agustín, cfr. H. DEBBASCH, L’homme de decir, icône de Dieu,
Beauchesne, Paris 2001, 3 – 75.
5
SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos, LXII, 5: CCL 39, 796.
6
Cfr. H. ARENDT, El concepto de amor en San Agustín, Encuentro, Madrid 2001.
7
Cfr. SAN AGUSTÍN, De doctrina christiana, CCL 32.
8
SAN AGUSTÍN, De diversis quaestionibus octoginta tribus, Q. XXX, CCL 44 A, 38, 5-7: “honestum dicitur quod propter
se expetendum est, utile vero quod ad alium referéndum est”.
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SAN AGUSTÍN, Tractatus 4, PL 35, 2008.
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SAN AGUSTÍN, Sermo 362.
11
SAN AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos XXXVII, 13: CCL 38, 391.
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Cfr. J. LACROIX, “Blondel et la dialectique du Désir” , Revue Philosophique de Louvain 71 (1973) 681-697.
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C. IZQUIERDO, “Dinamismo della volontà e crisi del desiderio”, Rivista Teologia de Lugano 3 (1998) 291-305.
17
M. BLONDEL, La acción, BAC, Madrid 2001, 406 – 421.
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Cfr. S. BERNARDUS, Tractatus de gratia et libero arbitrio, PL 182, 1001 – 1030.
19
La influencia de S. Bernardo es comentada por J.-L. MARION, “La conversión de la volonté selon “L’Action””, Revue
Philosophique de la France et de L’étranger 177 (1987) 33 – 46, 41. Ver también J. LECLERQ, Maurice Blondel lecteur
de Bernard de Clairvaux, Éditions Lessius, Bruxelles 2001.
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Cfr. I. BIFFI, “Desiderio della salvezza e salvezza del desiderio. Prospettiva teologica”, en Rivista Teologica di Lugano 3
(1998) 307-314.
21
Por eso en la práctica de la logoterapia se sigue el método de la resolución racional desde el momento paradójico de
los deseos: cfr. V.E. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona4 1983, 118-124.
22
Cfr. A. SCOLA, “Diferencia sexual y procreación”, en A. SCOLA (ed.), ¿Qué es la vida? La bioética a debate,
Encuentro, Madrid 1999, 133: “como signo del Infinito que es el verdadero motor del deseo”.
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L. MELINA, “Amor, deseo y acción”, en L. MELINA –J. NORIEGA –J.J. PÉREZ-SOBA, La plenitud del obrar cristiano,
cit., 327. La cita es de: STh., I-II, q. 25, a. 2.
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W. PANNENBERG, Grundlagen der Ethik. Philosphisch-theologische Perspektiven, Vandenhoeck & Ruprecht
Göttingen 1996, 34 -40.
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La intuición de S. Agustín que se halla en el fondo de su comprensión del amor como pondus que indica más que el
movimiento mismo, su principio interno. Cfr. S. AGUSTÍN, Confesiones, XIII, 9, 10: CCL 27, 246.
26
Confessiones, 13, 9, 10 (CCSL 27, 246 s.): “Pondus meum amor meus; eo feror, quocumque feror”. Cfr. J.F. O'BRIEN,
“Gravity and Love as Unifying Principles”, The Thomist 21 (1958) 184 -193.
27
B.J. DIGGS, Love and Being. An Investigation into the Metaphysics of St. Thomas Aquinas, S.F. Vanni, New York 1947,
17.
28
Cfr. S. AGUSTÍN, Confessiones, 13, 7, 8; CCL 27, 245: “¿Qué diré acerca del peso de la concupiscencia hacia lo profundo
del abismo, y de la elevación de la caridad por tu espíritu que se cernía sobre las aguas?".
29
Cfr. STO. TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologiae, I-II, q. 26, a. 2.
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real.
En efecto, por un lado, la unio affectus, propia del amor hacia otra persona, se
distingue de la unio substantialis, propia del amor hacia sí mismo. La primera
tiene la primacía en cuanto a la esencia del amor; la segunda está en la línea de
la causa del amor. Por otro lado, la unio affectus se distingue de la unión real a la
que tiende y que consiste en el gozo o delectación. De este modo el dinamismo
de la afectividad conduce a superarse a sí mismo, pues la unión afectiva es
aquella primera unión intencional que provoca el movimiento tendente a conseguir
la unión real con el amado. La unión afectiva se experimenta así como una
originaria e incipiente promesa de plenitud, que precede a nuestras intenciones
deliberadas. Es posible entonces entender cómo el amor es un don, más aún el
don originario. Los lazos de amistad y de afecto que nos unen a otras personas
no nacen nunca de una decisión, sino que son un acontecimiento que precede a
nuestra libertad y le da sentido.
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POSIDIO, Vita Augustini, 31, 2.
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S. AGUSTÍN, Carta 130 a Proba, CSEL 44, 57.
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