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A partir de entonces, viaja por Europa, pero fue sobre todo Londres la ciudad que más
simpatías le despertó, debido al tipo de gobierno que había instaurado en Inglaterra. Su
interés primordial se centra en la investigación de las formas de gobierno, las leyes y las
costumbres de los distintos países de Europa. A los 32 años escribe Cartas persas, obra que
le granjeará una gran fama por su crítica a las libertades y privilegios de que gozaban las
clases altas, incluido el clero. En 1734 publica Consideraciones sobre las causas de la
grandeza de los romanos y de su decadencia, Y en 1748 Montesquieu saldrá a la luz su
obra más conocida y que más influencia ejercerá en los siglos siguientes, El espíritu de las
leyes, del cual se hicieron más de veinte ediciones en dos años. En 1750 publica Defensa del
espíritu de las leyes. Todas estas obras fueron incluidas en el Índice de libros prohibidos por
la Iglesia Católica. Montesquieu muere en 1755.
En las Cartas persas Montesquieu se disfraza de Usbek, un joven persa que lleva a cabo una
satírica visión del mundo occidental de su tiempo, mostrando sus anacronismos y absurdos y
sus fanatismos religiosos y políticos. El problema de la historia se abordará, no obstante, en El
espíritu de las leyes. Los acontecimientos históricos no son producto del azar ni de la fatalidad
(fatum), ni tampoco pueden ser considerados como una serie casual y contingente de hechos
más o menos aleatorios. Según su teoría política, "No es la fortuna la que gobierna el mundo",
todo obedece a unas leyes que son "las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza
de las cosas".
"Los que han dicho que una fatalidad ciega ha producido todos los efectos que vemos en el
mundo, han dicho un gran absurdo; pues ¿qué mayor absurdo que el que una fatalidad ciega
haya producido seres inteligentes?.
Hay, pues, una razón primitiva; y las leyes son las relaciones que existen entre ellas y los
diversos seres, y las relaciones de estos diversos seres entre sí."
Ahora bien, las leyes que rigen a los hombres, no en tanto que entidades físicas sino en
relación a su ser histórico e inteligente, son relativas, es decir: dependen de un contexto en el
que surgen y sus leyes pueden ser investigadas dependiendo de diversos factores, como las
formas de gobierno, las costumbres, la religión e, incluso, el clima:
"El hombre, como ser físico, lo mismo que los demás cuerpos, está gobernado por leyes
invariables. Como ser inteligente, viola sin cesar las leyes que ha establecido Dios, y varía las
que ha establecido él mismo; hace falta que se conduzca y, sin embargo, es un ser limitado. "
Esto no implica que lo natural sea contradictorio con lo convencional (legislación, leyes). La
relatividad de las leyes surge de la propia heterogeneidad de los pueblos y de los hombres y,
por otro lado, la variabilidad humana, así como de sus leyes y costumbres dependen de las
circunstancias que rodeen la vida de ese pueblo o comunidad. Entre los factores que
determinan las leyes enumera Montesquieu la densidad de población, la economía y el trabajo,
la religión, el gobierno y el clima.
Sin embargo, no sólo estos factores determinan las leyes que rigen los pueblos. Las
legislaciones heterogéneas instituidas por ellos dependen también de la libertad humana y son
la expresión de esta libertad, que queda plasmada en toda normatividad. La libertad es, por lo
tanto, aquello que permite que nos alcemos sobre todos nuestros condicionamientos sociales y
físicos. Se trata, por lo tanto, de garantizar a todos los hombres el uso de esta libertad,
examinando aquellas condiciones que lo hagan posible.
¿Qué tipo de gobierno sería deseable como mayor garante de la libertad? Para responder a
esta pregunta, Montesquieu distingue dos tipos fundamentales de gobierno: la república "es
aquél en que el pueblo, colectivamente o sólo en una parte, tiene el poder absoluto", será
democrática si es el pueblo que detenta el poder y será aristocrática si el poder soberano se
haya exclusivamente en manos de una parte del pueblo. La virtud propia de la república es la
igualdad y su amor a la patria. El otro tipo de gobierno es la monarquía, en la que el poder es
detentado por un sólo miembro de la comunidad. Sin embargo, si el poder no emana o no
coincide o satisface los intereses del pueblo, la monarquía degenera en despotismo, sistema
que se basa en el temor, oponiéndose a la virtud propia de la monarquía, el honor y el
prejuicio de clase.
Por ello, y para garantizar la libertad política del ciudadano que, según Montesquieu no es
inherente a ningún tipo de gobierno, es necesario poner ciertos límites que eviten el
despotismo: la separación de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial, inspirada en la
legislación inglesa y en las ideas de Locke. Es necesario que el poder contenga al poder.
Según esta división, y en palabras de Montesquieu:
"Por el primero, el príncipe o el magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y
corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o recibe
embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero, castiga los
crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se llamará poder judicial y el
otro poder ejecutivo del estado."
Estos poderes se corresponden con tres estamentos sociales y políticos: el rey, el pueblo y la
aristocracia. Los parlamentos y la nobleza son los que evitan los peligros que acarrearía la
unión de poderes. Sin embargo, el pensamiento de Montesquieu se inscribe dentro de un ideal
aristocrático que termina desdeñando la democracia a favor de un sistema monárquico como
la forma de gobierno más deseable y exenta de despotismo. Pese a ello, los ideales de
Montesquieu inspiraron políticamente a los parlamentos y a numerosas Constituciones.
Las “Cartas Persas” se publican en 1721, con 32 años, y su éxito es fulminante en la sociedad
francesa en la época de la regencia de Luis XV de Francia. Ingresa en la Academia Francesa en
1727 y se traslada a Inglaterra en 1729 siendo elegido miembro de la Royal Society. Sus tres años
en Inglaterra resultan cruciales para su desarrollo intelectual.
En 1739 publica un importante ensayo sobre los romanos. El espíritu de las leyes se publica en
Ginebra en 1748. En 1750, para responder a las críticas de los jansenistas y los jesuitas, publica la
Defensa del Espíritu de las Leyes aunque la Iglesia lo incluye en el índice de libros prohibidos.
Dos son fundamentalmente los puntos en que los diferentes autores insisten al señalar la
aportación original de Montesquieu al estudio científico de las sociedades humanas:
http://www.joseacontreras.net/admon/presadm_archivos/frame.htm#slide0022.htm