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LA SIBILA “No hay ningún placer en ver a Dios”

Hoy en día la necesidad de conocer el futuro sigue siendo imperante:


desde las personas que leen lo que sea que le pongas al frente (el tarot,
el café, el té, la mano, el tabaco, la cerveza, el cabello…) hasta
aplicaciones virtuales en distintas redes sociales (el pulpo Paul, la galleta
de la fortuna, las runas virtuales, etc.), todo ello con la intención de dar
pistas, guiar -bajo la influencia de algo o alguien todopoderoso –
nuestros pequeños pasos por la senda de la vida, avistar lo que nos
depara la fortuna. Muy bien sabemos que esto no es nuevo, desde la
antigüedad la idea de conocer el futuro –y hasta evitarlo- ha taladrado la
mente y el corazón del hombre, de todos los hombres.

En la antigua Grecia, existía el oráculo de Delfos, famoso por lo acertado


de sus respuestas y cuyo prestigio se extendía por todo el Mediterráneo;
la figura elegida para transmitir el mensaje de Dios era una mujer a la
que llamaban: Sibila. La pitonisa -o sibila- caía en trance y se convertía
en el altavoz de la divinidad, comunicando a los sacerdotes –quienes
interpretaban su lenguaje- las respuestas a las dudas que presentaban
los peregrinos.

“La Sibila” es un relato breve o novela corta escrita por el sueco Pär
Fabien Lagerkvist (1891-1974). En la historia se nos presentan dos
personajes que han tenido contacto con la divinidad, cada uno a su
manera y podría decirse que con un Dios distinto; sin embargo, la
imagen de Dios es siempre la misma: un Dios ambivalente que puede
ser castigo o bendición o las dos cosas al mismo tiempo, tal vez, muy
semejante a la humanidad: el mismo dado con múltiples lados,
diferenciándose de ésta en lo insondable e inasible que es su figura, en
la risa infantil que parece mostrar frente a todo y a todos. Los temas
tocados por Largerkvist van desde la religiosidad hasta el amor y el
abismo paradójico – siguiendo la enseñanza católica- que existe entre
ambos; también habla sobre la bondad que debería existir en los
corazones de los hombres y como desaparece al encontrarse con lo que
ellos mismos llaman Vida: algo lleno de perversidad, villanía, confusión y
de lo que se sienten muy orgullosos.

Sin embargo, aunque en la obra se muestre la crueldad humana y la


arbitrariedad divina, es un canto a la humanidad y a todo lo que trae
consigo ser piel y huesos, desde los defectos hasta las virtudes, siendo
todos “sometidos” por el invisible y caprichoso dedo de Dios – de
nuestra propia manera de pensar- como granos de arena en la fuente
sagrada de la vida.

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