T u mirada aberrante, hacia todos lados menos el mío. Con desdén en la
mueca, pues... el cruce de nuestros ojos, mejor no. Serenidad, inclusive paz. Increíble que, tras la muerte, eso en tu rostro. Eso y nada más, aunque para mi, puro desdén y otros desagradables sentimientos. Los mismos que en definitiva, para nuestro hijo no nato. Ahora, nunca nato.
¿Por qué, amado? En mi cabeza la idea de ti, la idea de un hombre bueno... la
mentira para todos, para mi madre, mi padre, mis vecinos y mis amigos, para todos excepto para mí. Yo contigo en la oscuridad, una hora, dos, tal vez más veces. Por el amor que te tuve... que te tengo, yo contigo en la oscuridad. ¿Qué más? Si la hora, la de la luz, solo por su advertencia... mi hombre pro sangre.
Entre los barrotes de la tentación mi objeto de amor. Y mi árbol de manzanas,
en la basura eternamente. Todos en la oscuridad, pero también todos fuera de ella. Entre los pocos que, solo de un lado al final, ahí mi desgraciado nombre.