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JUAN CARLOS KOROL

La industria (1850-1914)
En: Academia Nacional de la Historia – Nueva Historia de la Nación Argentina. Buenos Aires, Planeta.
Buenos Aires, 2000. Tercera parte: La configuración de la república independiente (1810- c.1914).
Tomo 6, capítulo 39. Pp. 147-171.

En Inglaterra, hacia fines del siglo XVIII empezaron a difundirse nuevas prácticas de producción
que, interrelacionadas con otras transformaciones, los historiadores llamaron “Revolución Industrial”. El
centro de las transformaciones había residido en la producción textil del algodón, y en la utilización de
carbón piedra para la provisión de la energía que impulsaba a las nuevas máquinas de vapor que se
empleaban en la industria y los transportes. Hacia fines del siglo XIX, una nueva ola de
transformaciones tecnológicas, (ejemplo el desarrollo del motor de explosión) permitió la utilización del
petróleo y sus derivados y el inicio de nuevas ramas de producción industrial como las químicas y
farmacéuticas. Estas transformaciones de ritmo secular afectarían también a otros países alejados del
núcleo inicial de los países transformados. La industrialización originó la especialización productiva de
las distintas regiones del mundo, según el principio de las ventajas comparativas, que suponía que
cada región debía especializarse en la producción de aquellos bienes para los que contaba con
mayores factores y a menor costo; los países empezaron a diferenciarse entre los que producían
bienes primarios ligados a la agricultura, la ganadería o minería, y los ligados a la producción de bienes
manufacturados.
Durante la Gran Depresión, muchos gobiernos, observadores y economistas
empezaron a considerar que la brecha que separaba a un tipo de países de los otros tendía a
profundizarse. Surgiría así la diferenciación entre países industrializados y países subdesarrollados o
en vías de desarrollo, que valoraba positivamente a los primeros, que aparecían como la meta que los
segundos debían alcanzar. Esta discusión encuadraría a los países de América Latina, en especial la
Argentina, uno de los países latinoamericanos de mayor tasa de crecimiento económico entre fines del
siglo XIX y fines de la década del ’20; el país se había integrado con más fuerza en el comercio
mundial, y el crecimiento de su economía provenía en mayor medida del impulso provocado por las
exportaciones agropecuarias, que se dirigían a naciones que ya habían atravesado las
transformaciones propias del desarrolla industrial, especialmente Gran Bretaña. Así, en los ‘20s la
Argentina formaba parte del pequeño conjunto de los países con un alto ingreso per capita, y según los
observadores en poco tiempo se encontraría en el grupo de los que aunaban la producción industrial
con un sistema político democrático consolidado. Pero la historia posterior no permitiría que se
cumplieran esas expectativas; la secuencia de cambios en la economía y en las políticas económicas
del Estado fue reflejada en la historiografía del crecimiento industrial argentino.
Una corriente encuentra como el principal factor que impulsó el crecimiento local a la economía
de exportación en el período 1880-1914; otros consideran que ese crecimiento se produjo subordinado
a la producción agropecuaria. Otro de los temas debatidos se relaciona con la producción artesanal
(básicamente textil) del Interior a mediados del siglo XIX, que incluía también el procesamiento de
algunos productos agrarios como la yerba, y que tenía como destino el mercado interno. También en
el Litoral pampeano, las exportaciones estaban ligadas a la producción agropecuaria; por lo general, se
considera al saladero el origen de la industria argentina, pero la realidad es que estas actividades
distaban bastante de lo que hoy se considera la industria moderna. Sin embargo, Korol considera
pertinente analizar las condiciones de la producción pampeana y del Interior para luego analizar lo que
sí puede considerarse más apropiadamente como el origen de la industria moderna en el país,
impulsada por el doble estímulo del crecimiento de las exportaciones y del mercado interno, que
contribuyeron a desarrollar los mercados de trabajo, tierra y capital junto con el crecimiento industrial.

La producción del Interior y del Litoral desde mediados del siglo XIX
La producción de bienes de consumo
final durante el siglo XIX estuvo muy ligada a artesanías tradicionales del Interior Argentino,
especialmente los textiles, y a la producción agraria de la región pampeana. A ello se sumaban los
productos de economías regionales que terminarían especializándose en la producción de bienes
dirigidos al mercado interno, como el azúcar de Tucumán o el vino de Mendoza.
En la región pampeana, la producción de carne salada fue la principal actividad transformadora,
y cobró un renovado auge luego de la Independencia; los productos del Saladero se dirigían a los
mercados externos, y constituyeron los principales bienes de exportación durante gran parte del siglo
XIX, pero algunos de sus productos tenían mercados limitados, como el tasajo, destinado a los países
latinoamericanos con población esclava. A principios del siglo XX los saladeros desaparecerán.
Junto con los productos de exportación del saladero se fueron expandiendo los productos
dirigidos al mercado interno, como el azúcar y el vino. Entonces,
DURANTE EL SIGLO XIX SE HABÍAN DESARROLLADO CONJUNTAMENTE LA ELABORACIÓN DE PRODUCTOS DE LA AGRICULTURA PARA
EL MERCADO INTERNO Y LOS PRODUCTOS DE LOS SALADEROS DEL LITORAL DIRIGIDOS A LA EXPORTACIÓN; SUBSISTÍAN TAMBIÉN
SECTORES EN LA PRODUCCIÓN TEXTIL DOMÉSTICA VOLCADOS AL MERCADO INTERNO, PROTEGIDOS POR LOS COSTOS DEL
TRANSPORTE.
Las transformaciones se dieron en las últimas décadas del siglo; el desarrollo del ferrocarril
finalmente permitió que los textiles importados reemplazaran a la producción tradicional. Sin embargo,
la gran transformación de fines del siglo estuvo presentada por la instalación de los frigoríficos, que
dinamizaron el comercio exterior. El crecimiento de la economía y de la población, junto con el
desarrollo de los ferrocarriles, fue constituyendo un mercado interno que permitió la multiplicación de
las empresas destinadas a abastecerlo.

El crecimiento de la producción industrial para la exportación


El establecimiento de los frigoríficos renovó las
Exportaciones argentinas; permitió la exportación de carne al mercado británico, en principio congelada
y luego enfriada, que conservaba mejor el sabor pero duraba menos. Estos factores, junto con el
desarrollo de la navegación a vapor, permitió que la exportación de carne enfriada se transformará en
uno de los rubros más importantes del comercio exterior.
Los primeros frigoríficos se instalaron en la década de 1880, con la inversión de capitales
Británicos, porque requerían de una importante inversión de capital, y de ahí los problemas para reunir
capitales locales, aunque sus ganancias justificasen ampliamente la inversión. Los efectos de la
instalación de los frigoríficos fueron múltiples, entre otras cosas llevaron a la estructuración de un
proceso de trabajo industrial, en términos de la división del trabajo, a pesar de lo limitado de las
transformaciones del producto.
A diferencia de los frigoríficos, los molinos harineros producían esencialmente para el mercado
Interno y marginalmente para la exportación. La Argentina importaba trigo hacia 1850, y fue el
desarrollo de la agricultura de cereal a fines del siglo XIX el factor que impulsó la transformación de los
molinos harineros.

El crecimiento de la producción industrial para el mercado interno


El crecimiento de la producción
agropecuaria había impulsado el crecimiento industrial, en primer lugar al requerir la elaboración de los
productos agrarios, y en especial la carne, para permitir su exportación. La mejora del ganado vacuno
dio nuevo impulso al crecimiento de la agricultura, que requería de una mayor mano de otra,
impulsando también la producción para el mercado interno, al aumentar la demanda de bienes de
consumo final para la creciente población que se incorporaba al mercado de trabajo.
En la ciudad de Buenos Aires, el crecimiento industrial se produjo en las décadas de 1880 y
1890, afirmación que se puede considerar válida para todo el país. Durante esas décadas comenzaron
a surgir industrias modernas que producían cigarrillos, jabón, velas, insumos para la construcción,
fósforos y alimentos. Aunque se dificulta la posibilidad de encontrar empresas representativas que
puedan tomarse como modelo del resto, porque se trataba de una estructura industrial altamente
heterogénea, donde hasta el final del período subsiste y hasta aumenta el número de pequeños talleres
y empresas semiartesanales, junto con el crecimiento de las industrias fabriles más modernas.

Las transformaciones de la industria argentina entre 1850 y 1914


Entonces, hasta 1870 la producción
Industrial argentina fue limitada y es difícil encuadrarla dentro de la industria moderna; hasta ese
momento, estaba compuesta básicamente por las actividades de los saladeros, las artesanías del
Interior y otras actividades que. como la producción de azúcar, todavía utilizaban métodos tradicionales.
A partir de las últimas décadas del siglo, puede afirmarse con mayor seguridad el crecimiento
del sector industrial moderno.
El MERCADO EXTERNO siguió siendo el principal impulsor, y la instalación de los frigoríficos
constituyó una diferencia cualitativa. A partir de la misma década comenzaron a desarrollarse las
actividades fabriles cuyos productos se dirigían al mercado interno.
El crecimiento industrial se enmarcaba dentro del crecimiento general de la economía; no
obstante, ese crecimiento no fue lineal, estuvo afectado por las fluctuaciones y el valor de las
exportaciones; estos cambios, a su vez, dependían de la combinación de la oferta disponible de bienes
de exportación y de la variación de la demanda en el mercado mundial.
El crecimiento industrial se concentró en el Litoral: en 1914, poseía el 70% de las industrias. El
proceso de concentración espacial se explica por el crecimiento de la población urbana en el Litoral y
también por la proximidad a los puertos. Pero en esta época la Argentina carecía de yacimientos
accesibles de algunos minerales básicos para la producción industria;, como el carbón y el hierro, lo
que representaba una importante desventaja al requerir su importación

Los trabajadores, los empresarios y el Estado


El crecimiento de la industria entre 1870 y 1914 implicó el
crecimiento y transformación del mercado de trabajo, transformaciones que no afectaron a todo el país
por igual. En el Litoral, especialmente en la ciudad y campaña de Buenos Aires, el proceso de
formación de un mercado de trabajo libre y unificado fue más rápido que en el Interior de la Argentina.
En el Litoral, y en especial en Buenos Aires, los trabajadores industriales eran en su mayoría
Inmigrantes; la concentración y el crecimiento les permitieron construirse sus propias organizaciones
para luchar por mejorar su salario y sus condiciones de trabajo; las huelgas comienzan a hacerse
frecuentes en las primeras décadas del siglo XX.
Los empresarios eran también predominantemente extranjeros, y habían creado también sus
propias organizaciones. En la década de 1860 se había creado la Sociedad Rural, en parte como
respuesta a la crisis del sector lanero. En la década siguiente se fundó el Club Industrial, que luego se
dividiría para volver a unirse en 1887 y formar la Unión Industrial Argentina, que llevaría adelante una
política caracterizada por sus posiciones frente a los crecientes reclamos del movimiento obrero y frente
al Estado; se trataba de demostrar lo inconveniente que resultaban para el desarrollo industrial local las
medidas tendientes a reducir la jornada laboral o hasta mejorar las condiciones de trabajo mismo.
Frente al Estado, sus principales objetivos consistían en obtener mejores condiciones crediticias,
impositivas y tarifarias.
En la década de 1870, las repercusiones de la crisis habían llevado al Congreso a discutir las
ventajas y los defectos de las políticas de librecambio, contrastadas con las posibilidades ofrecidas por
las políticas proteccionistas. El debate se inició en 1873 debido al proyecto del presidente Avellaneda
de elevar los impuestos aduaneros para enfrentar las necesidades fiscales. En la Cámara de
Diputados, Vicente Fidel López encabezaba a los proteccionistas, apoyado por los diputados Carlos
Pellegrini y Miguel Cané, consistente en elevar diferencialmente los gravámenes, para impulsar el
crecimiento de la industria: proponían elevar los aranceles para los artículos superfluos y liberar la
introducción de artículos necesarios para el crecimiento de la economía y de la industria. Estas
discusiones estuvieron muy ligadas a la coyuntura de la economía, por lo que una vez retomado el
crecimiento económico, los argumentos proteccionistas perdieron fuerza frente a los requerimientos del
comercio exterior y las necesidades fiscales.
Las políticas del Estado frente a la industria fueron limitadas, lo que no significa inexistentes;
por un lado, utilizó su poder de policía reprimiendo a las organizaciones obreras e interviniendo en los
conflictos, y la política tarifaria estuvo impulsada por las necesidades del Estado. Pero no existió una
política industrial global; no se planteaba una política de créditos de largo plazo, ni se plantearon
objetivos de ampliación de los mercados para aquellos productos cuyo destino era el mercado interno.

Conclusiones
El crecimiento de la industria entre 1850 y 1914 implicó una importante transformación de la
economía argentina, aunque también de la sociedad en general. Paralelamente, el Estado se organizó
y consolidó. El crecimiento industrial implicó el desarrollo de nuevos sectores sociales, los
trabajadores urbanos y los empresarios.
En la década de 1920, nuevas ramas, como las dedicadas a los bienes eléctricos y
farmacéuticos, se incorporaron a la industria. En esa década, la Argentina se encontraba entre el
pequeño y privilegiado número de países de altos ingresos per capita, y su sector industrial (excepto el
textil) entre los más desarrollados de Latinoamérica. Sin embargo, la industria argentina aparecía como
menos desarrollada que la correspondiente a las economías europeas de base agraria redimensiones
equivalentes. En particular, la industria textil aparecía rezagada. Las exportaciones argentinas
seguían siendo predominantemente de origen agropecuario.

Hoy es frecuente encontrar en el período 1880-1930 la “edad de oro” de la economía


Argentina; paradójicamente, es en esa misma época en que solían encontrarse algunas de las razones
del decepcionante resultado de la economía a largo plazo: por ejemplo, parte de los recursos del país,
como el carbón o el petróleo, no se encontraban en condiciones económicas de ser explotadas
inmediatamente; además, la estructura misma de la industria era muy heterogénea: se trataba de una
combinación de muchas empresas pequeñas y algunas grandes, lo que provocaba importantes
diferencias en la capacidad de las empresas para acceder al crédito o nuevas tecnologías. De ahí que
no haya consenso entre los historiadores.

Más difícil resultan las discusiones sobre el papel del Estado en el crecimiento industrial del
Período. Se suponía que la política económica se basaba en el laissez faire, y aunque efectivamente la
intervención estatal en la economía no era comparable con la que el Estado implementaría en períodos
posteriores, se diseñaron políticas que afectaron la propiedad de la tierra, la moneda, las migraciones y
la educación. Estas políticas impulsaron el crecimiento de los mercados de bienes; pero, salvo por el
favoritismo hacia algunos sectores productivos (ligados a interese provinciales), no ocurrió lo mismo
con las políticas industrialesen cierta medida, el éxito mismo del crecimiento económico basado en
la producción agropecuaria hizo que los dirigentes argentinos percibieran cualquier política industrial
como innecesaria; la Gran Depresión será la que produzca un cambio de perspectiva.

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