DOMINGO, 11 JULIO 2010
La cuestión catalana
Vecinos del paseo de Gràcia descuelgan una gran estelada de un balcón, al paso de los manifestantes
Indignación y crema solar
EL MIRADOR
Quim Monzó
E
n el Cinc d'Oros
hay plafones en
los que se lee “Re-
pressió i resistèn-
cia. Restes d'una
dictadura als carrers i a la
memòria”. Son de una mues-
tra que se celebra en Barcelo-
na desde hace semanas, pero
parecen instalados a posta
para la manifestación de hoy.
En el balcón del Iranzo del
paseo de Gràcia hay una gran
bandera catalana, que medio
se ha liado tras el logo del
peluquero. Justo en Diagonal,
sobre el Samoa, una pancarta
de la sección del Eixample de
las juventudes de ERC recuer-
da el decreto de Nueva Planta
y alecciona: “Espanya no vol
els teus drets. Treu-te la bena!
Digues prou!”. En el escapara-
te de Gratacós, la tienda de
ropa, han creado dos banderas
colgando de soportes metáli-
cos rollos de ropa de tipos
diferentes, con exquisitez.
Hay más banderas catalanas
en el paseo de Gràcia, pero no
tantas como carteles de “En
venta”. En la esquina de Ma-
llorca, en uno de los pisos de
encima de la joyería Suárez
luce una bandera española.
En Vinçon, un muchacho
con la estelada a guisa de capa
juega en el futbolín. No es una
imagen habitual. Frente a la
tienda alguien ha instalado un
puesto de venta de estelades y
hay discusiones porque en las
de la última remesa el azul
del triángulo no es marino,
sino eléctrico, y canta. En la
puerta metálica de The Chica-
go Pizza Pie Factory (ya no
está, escribiría Joan de Saga-
rra) una pintada reza “Canya
contra Espanya”. Hay chiri-
mías y timbales, y tipos con
barretina que degradan a base
de folklorismo lo que supues-
POLÍTICA
tamente quieren ensalzar. Los
gritos de “In-de-pen-dèn-
ci-a!” son constantes, y al aca-
bar la tarde sólo un sordo po-
dría negar que ha sido el más
coreado. Nunca en mi vida
había visto tanto hartazgo,
tanta convicción de que los
lazos con España se han podri-
do. Nada que ver con el espíri-
tu de la mani de 1977, que
visto desde este 2010 parece
medio cándido. La gente está
realmente indignada y cada
uno a su manera explica más
o menos lo mismo: que no hay
diálogo cuando sólo uno habla
y el otro tiene que acatar, su-
puestamente. Muchas pegati-
nas de “Jo no acato”, por cier-
to. Y muchas de “Som una
nació. Nosaltres decidim”. Y
muchas manos recortadas con
la frase “Adéu, Espanya!”, ad-
hesivos y recortables junto a
los cuales el del PSC queda
tronado y provincianista: “Bar-
celona vol tot l'Estatut”.
Pero, claro, la gente mira
MAITE CRUZ
entonces a sus políticos y se
deprime aún más. ¿Estos son
los que nos tienen que sacar
del atolladero? Un chico repar-
te papelitos que debe haber
preparado en casa. Por una
cara se lee: “Polítics catalans
incompetents!”. Por la otra,
“Polítics catalans, dimissió!”.
Sólo un sordo podría
negar que el grito de
“In-de-pen-dèn-ci-a!”
ha sido el más
coreado
Pobre iluso. Los políticos son
funambulistas capaces de to-
do: de pedir unidad a la gente
en esta mani cuando, durante
todos estos años, han ido cada
uno por su lado, buscando el
beneficio propio y dando un
espectáculo penoso. Yendo
alguno a la Moncloa para pac-
LA VANGUARDIA 21
tar él solito el Estatut en un
sofá, y así marcarse un tanto
(ridículo). Redactando el otro
–como ministro de Industria–
sesenta y dos enmiendas a
este mismo Estatut que ahora
dice defender, aquí, en el pa-
seo de Gràcia. Meten la pata
una y otra vez y, cuando la
aversión a la democracia en la
que se cimienta España cerce-
na lo que la gente votó, enton-
ces convocan a las masas para
que, una vez más, salgan a la
calle a demostrar que en prin-
cipio esto es una nación, aun-
Nunca había visto
tanto hartazgo, tanta
convicción de que los
lazos con España se
han podrido
que el Constitucional nos to-
me por el pito del sereno.
El paseo de Gràcia rebosa, y
la Gran Via, y las calles que
confluyen... Nunca había esta-
do yo en medio de tanta gen-
te, ni olido tanto protector
solar. ¿Cuántas veces han sali-
do a la calle los catalanes para
pedir que se les respete?
¿Cuántas veces han accedido
a repetir el ritual? Cuando en
setiembre del 2005 La Van-
guardia me envió al Parla-
ment a escribir una crónica
sobre el parto del Estatut, los
pasillos exultaban de alegría,
sin que los alegres captasen
que España seguía –y sigue–
convencida de su indivisibili-
dad decimonónica. Era eviden-
te que al Estatut que nacía lo
iban a rebanar por todos la-
dos, peperos y socialistas, pe-
ro la euforia obnubila el racio-
cinio. Por cierto, qué sincero,
Alfonso Guerra con su famoso
cepillo. Mejor su desfachatez
franca que la pútrida hipocre-
sía de Zapatero.
Yo, en esta colosal manifes-
tación de ayer hubiese puesto,
en lugar preferencial, delante
de la bandera y la pancarta,
un enorme tubo de vaselina.
Lo hubiese encargado a los
responsables de atrezzo del
Teatre Nacional. Un tubo de
quince metros de largo por
cinco de alto, para que lo lleva-
sen en brazos los representan-
tes de nuestra clase política.
Les hubiese dejado escoger la
marca. Hubiese podido ser
vaselina Orravan, o Richelet,
o quizá vaselina Cusí, que
es como más nuestra. Con
una cabecera así hubiésemos
salido en las teles del mundo
entero.c