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Capitulo 6
EdificioCrawford
Por la tarde, tras el shock matinal de ver a su padre tras varios meses. Michael fue a
hacer migas en el gimnasio Solaris, uno de los más concurridos de la ciudad. A pesar de
tener para si un gigantesco gimnasio en casa, Michael prefería mezclarse entre la gente
de la ciudad, y sobre todo, entre las decenas de chicas y sus esculturales cuerpos que
polulaban por Solaris día a día.
Mientras levanta unas pesas acostado boca arriba, pensaba en las consecuencias
que traería el regreso de William a su vida.
¿Cual era la razón para ese regreso?
Aun faltaba un mes para el aniversario de la muerte de su madre, la cual falleció
cuando el era solo un niño en un accidente de avión. Era una tradición que ambos
compartían, el ir a su sepulcro cada año y sabia que este año no iba a ser la excepción,
su padre era un hombre de hábitos y costumbres estrictas.
Continúo levantando una y otra vez la pesa, sudando aquella remera gris y
marcando sus delgados bíceps. No era el típico fortachón que mostraban las hilarantes
propagandas de empresas que mostraban videos sobre “como adelgazar 10 kilos en un
día” o “tenga el cuerpo perfecto con poco ejercicio”. Pero tenia un torso bastante
esculpido y eso llamaba la atención de muchas de las chicas que entrenaban a veces,
demasiado cerca de el.
—37, 38,39… —iba susurrando el numero de levantadas que hacia, al llegar a
cuarenta, dejaría caer el peso del fierro sobre el sujetador. Pero algo cambio sus planes,
dos manos tomaron el caño de las pesas, justo encima de el, quien quedo con ambos
brazos extendidos hacia arriba.
Era una mujer, al menos eso vio Michael, desde la incomoda posición en la que se
encontraba.
—Disculpa, ¿pero que haces? —pregunto efectuando un suspiro.
La mujer era ni más ni menos que la corredora de la noche anterior, la sensual chica
del Lexus negro.
—Hola perdedor…
Michael abrió grandes los ojos, cuando mucho estaba sorprendido de volver a ver a
esa chica, y en tan incomoda posición, con sus brazos flaqueando por el peso del fierro,
solo las increíblemente delicadas manos de esa chica impedía que la pesa se le viniera
encima.
—Por favor no la sueltes —murmuro entre dientes.
Ella sonrío e hizo un ademán.
—¿Que quieres? —pregunto Michael.
—De donde vengo, los ganadores se quedan con el auto —dijo ella.
<<¿Que?, de que mierda habla esta loca>> —Michael de ninguna manera aceptaría
ese chantaje,
—¿Que se supone que haga, que te de un coche de 550 mil dólares o iras con la
policía?
—No estas en posición de negociar —la joven bajo el fierro ante el crujir de dientes
de Michael, quien apenas si podía evitar que el metal frío llegara a su cuello.
—¿Te has vuelto loca?
La chica levanto un poco la pesa, dándole un pequeño respiro al joven.
—Estas advertido —prosiguió ella—. De alguna forma me cobrare esa deuda.
Lo siguiente que hizo fue soltar el fierro y marcharse, mientras Michael a duras
penas podía sostenerlo antes de que se le viniera encima. Para fortuna de el, otra mano
detuvo la caída de la pesa, era Patrick, quien con un considerable esfuerzo levanto la
pesa y la coloco en los soportes.
Michael se reincorporo bastante cansado, y colorado como un tomate
—La voy a matar —exclamo.
Se puso de pie y corrió hasta la salida del gimnasio, pero la chica había
desaparecido como por arte de magia.
Patrick se quedo parado totalmente desconcertado, llevaba ropa de entrenamiento y
una botella de agua en una mano.
—¿Que sucede Michael? —pregunto mientras se acerco a su amigo.
—¿La viste? —exclamo este fulminándolo con la mirada. Patrick negó con la cabeza.
Pasó poca más de media hora y ambos iban por la acera de una calle bastante
transitada. A pesar de las preguntas de su compañero, Michael no quiso dar Mass datos
de aquella misteriosa chica, nadie que le conociera en su vida diurna sabia de sus
pasatiempos nocturnos, que además de ser peligrosos eran ilegales. Llegaron hasta un
puesto de hot dogs que había en la esquina de un parque y se sentaron a comer allí.
—Pensé que irías a buscarme —dijo Patrick en tono expectante—. ¿Que sucedió?
¿Algo relacionado con la chica del gimnasio?
—Lo siento —Michael trago a duras penas un bocado—, olvide buscarte, es que ha
sido un día difícil, mi padre ha vuelto.
—¿el señor Crawford? —Pregunto Patrick—. Vaya, ¿y que sucedió?
—Pues nada aun, no se que planes tendrá.
—¿Que harás esta noche? —dijo Patrick—. Podemos buscar a John y salir por ahí.
¿Que dices?
Michael negó con la cabeza.
—Mi padre ha organizado una fiesta de benificiencia y a la vez de bienvenida, así
que… —se limpio los dedos con una servilleta de papel y prosiguió—, deberé hacer de
hijo ejemplar esta vez.
La noche ya había caído, ahora nos ubicamos en la mansión de los Crawford. Allí se
organizaba una especie de remate de solteros por así decirlo. Era una fiesta donde había
un desfile donde los hijos de los personajes más ostentosos de la ciudad, desfilaban para
las madres que querían conseguir el príncipe azul para sus hijas, al menos por una
noche. Las reglas eran simples, era como una subasta, el mejor postor se llevaba al chico
en cuestión, y tenia el derecho a pasar toda la noche con el, en una especie de cita. El
dinero recaudado seria donado al instituto Neptune, para la construcción de una nueva
biblioteca. Para no ser menos, William Crawford había donado de antemano un colectivo
último modelo para las diversas excursiones y viajes que realizaban los estudiantes en el
año.
El evento ya había comenzado, pero había varias mujeres que no veían lo que
habían ido a buscar… era el ejemplo de la señora D`agostino, quien esperaba ansiosa el
momento de que apareciera cierto joven para que ella pudiera conseguirle a su hija,
Loret, una exclusiva cita.
-Mama, te digo que no esta aquí, dudo que vaya a venir —espeto aquella chica, de
cabellos rizados y dorados, delgada y joven.
-Michael tiene que estar aquí, hable con el señor Crawford ayer y me aseguro que
iba a estar —espeto su madre—. Tenemos una buena oportunidad de que ustedes se
conozcan mejor, ¿o acaso ya no te gusta más?
-Por supuesto que si —murmuro la chica—, es apuesto, y heredero de una fortuna,
quien no querría tenerlo.
-Entonces levanta ese ánimo, hay muchas madres aquí que harán lo imposible por
conseguir esa cita.
En tanto, unos pisos mas arriba de la mansión, William Crawford se encontraba en
su despacho ordenando sus cosas antes de bajar a la fiesta. En ese momento alguien
golpeo la puerta.
-Adelante.
Era uno de su mayordomo, Gerard…
-Disculpe señor Crawford, pero su hijo aun no ha bajado, hemos insistido en
llamarle pero se niega a salir de su cuarto, dice que esta ocupado.
-Yo me encargare.
En tanto en el cuarto de Michael, este tenía contra la pared a una camarera, en una
escena bastante elevada de temperatura.
-Deberías bajar, tu padre se va a enojar —susurro la mujer, quien apenas si podía
despegar los labios de Michael de su cuello.
-Podría bajar, si eso es lo que quieres realmente.
-No…, no… —exclamo excitada la joven.
En ese instante entro a la habitación el señor Crawford.
La chica exclamo un grito y enseguida busco su ropa para vestirse.
-Fuera, ahora —ordeno William.
La chica se despidió de Michael y se fue bastante ruborizada.
-¿Todo esto es una gran broma para ti no hijo?
-Papa, yo…
-Te vestirás y bajaras en diez minutos, ¿tienes algo que hacer o lo olvidaste? —el
tono de William era certero, no había olvidado su carácter en ningún aeropuerto por
donde estuvo, sabia que Michael era de por si rebelde, en cierto modo había heredado
eso de su madre.
-Si señor —dijo en el muchacho mientras se abotono la camisa algo arrugada-.
Minutos después, el presentador del evento anunciaba la finalización del desfile con
la caminata de Michael.
Este subió al escenario vestido de un esmoquin impecable y saludo a la gente. El
presentador no tardo en tirar la oferta…
-Bien señoras, la oferta minima es cinco mil dólares, y empezamos…
A partir de allí varias señoritas empezaron a ofertar, se escuchaban varias cifras,
llegando hasta quince mil. El resto del publico se asombraba mientras que Michael
mostraba su sonrisa protocolar.
-15.000!
Se escucho decir al fondo del pasillo. Era la señora D`agostino.
El presentador quedo sorprendido por tan alta cifra.
-Bien, parece que tenemos un…
-30.000…
Se oyó a un costado.
La señora D`agostino quedo fulminada y retiro su suma.
-Finalmente tenemos una ganadora —dijo el presentador, anunciando el final de la
subasta y el comienzo de la fiesta.
Michael bajo del escenario y se encontró con la ganadora, era una joven de cuerpo
esbelto, muy atractiva al parecer, estaba de espaldas y fue a su encuentro…
-Hola…
La joven se dio vuelta y resulto ser un rostro conocido para Michael, era aquella
chica que lo había derrotado días atrás en la carrera.
-Tu…
La chica sonrió mientras se interponía entre ambos un hombre alto, de ojos azules y
facciones similares a las de la mujer, era su padre. Era un hombre caucásico, con algunas
entradas que denotaban su edad.
-Hola muchacho, ¿así que tu eres Michael eh? —pregunto en tono jovial—. El hijo de
William Crawford, vaya si te pareces a tu madre.
-Lo siento, ¿quien es usted?
-Soy Kristos Arshavin, y ella es mi dulce hija, Katherine.
-¿Arshavin? ¿De las petroleras Arshavin? —Exclamo sorprendido Michael—. Esto es
una sorpresa, no esperaba su visita, señor Arshavin.
-Por supuesto que no, es una sorpresa, jeje, solo he venido a saludar a tu padre.
—Creo que esta en su despacho. Le diré a uno de los empleados que lo guié –
Arshavin camino delante de Michael, y le apoyo la mano derecha sobre el hombro.
-Conozco el camino. Ahora te dejo en compañía de Katherine, pago mucho por ti
muchacho, no la decepciones.
Michael asentó con la cabeza mientras aquel hombre subía por las escaleras de la
mansión. Michael bajo la mirada y vio a Katherine dirigirse al jardín, cerca de donde
estaban unas fuentes de agua.
-Ehy… —dijo en voz alta y corrió hasta ella. Llego hasta allí con dos copas, y varias
preguntas.
-No sabía quien eras el otro día, debí haberte parecido un tonto.
-Un tonto lindo, podría decirse —Katherine se desato el pelo y dejo ver su costado
rebelde. Precia un corcel indomable, que sumado a la luz de la Luna pegando y
rebotando en su piel, dejaban a Michael como un cachorrito a sus pies.
-¿De que va todo esto? ¿Porque no me dijiste quien eras? —inquirió Michael
dibujando una sonrisa.
-Solo estaba jugando, al igual que tu.
-¿Sabe tu padre lo que haces por las noches?
-¿So sabe el tuyo? —replico la chica.
Michael se acerco lentamente a Catherine y apoyo su copa en la fuente, quedando
su cuerpo muy pegado al de Katherine.
-¿Quizás podamos ir a un lugar más tranquilo, que te parece?
-¿Deberíamos? —susurro ella. Michael era tan eficaz a la hora de seducir como la
telaraña más pegajosa, pero no contaba con que esa hermosa chica no era como la
demás, era… diferente.
La escena se alejo mientras los dos jóvenes subieron por unas escaleras
secundarias. Subieron hasta su habitación llegando a duras penas, pues Michael iba
abrazándola y buscando su boca con sus labios, pero ella se hacia suplicar.
Al llegar allí, abrieron la puerta y Michael se encontró con que en su cama estaba
sentada aquella joven, Loret…
-¿Loret? ¿Que haces aquí? —pregunto el desconcertado.
Loret se quito la blusa y fue directamente a besar a Michael…
-Que… —antes de que pudiera decir algo, tenia los gruesos labios de aquella rubia
comiéndole la boca. La aparto tiernamente con sus manos y miro a Katherine.
-Si quieres que nos acostemos, primero quiero ver como lo haces con ella —
sentencio ella.
-¿Estas loca? —incurrió Michael. No es que la idea no le gustara, pero conocía a
Loret desde hace bastante tiempo, siempre le había parecido una muchachita remilgada,
con la cual había que bajar una revolución a la hora de hablar o intimar de hecho.
-¿El niño rico no soporta que le digan que hacer? —ironizo Katherine.
-¿Tu estas de acuerdo con esto? —dijo Michael mirando a Loret.
—¿Solo es sexo no?, hagámoslo, será divertido…
Katherine cerró la puerta detrás de ellos mientras que se podía ver a Michael
quitarse la camisa quedando con el torso desnudo.
En ese instante, un piso mas arriba de ese lugar, se encontraban hablando William
Crawford y Kristos Arshavin, aquel enigmático hombre que asombro a Michael con su
presencia.
-¿Que haz venido a hacer aquí Kristos, a mi ciudad? —espeto William en tono
disconforme.
-Solo estoy supervisando unos negocios, ¿Te has olvidado de que tenemos una
compañía que dirigir? —Exclamo en tono convincente el hombre—. Hay rumores, de que
te vas a retirar.
-¿Y que con eso?. Quizás este cansado de viajar. —comento William mientras
tomaba asiento y encendía un puro. Arshavin extendió la mano y recibió uno el cual
prendió rápidamente.
—Tenemos una situación —comento Arshavin.
—Que situación —esbozo William.
—Uno de nuestros hombres acepto un trabajo independiente. He leído el informe, la
paga era buena, una especie de recompensa por atrapar o matar a cierto individuo. Se
fue con diez hombre, de los mejores que la madre Rusia ha visto nacer. Todos han
desaparecido.
William se puso de pie y busco en su cantina privada, una botella de vino. La abrió y
le sirvió una copa a su amigo, no efectuaba palabras, no parecía estar demasiado
interesado en el caso que Arshavin le estaba detallando.
—¿Quien encargo el trabajo’? —dijo William.
—No tengo aun los informes de inteligencia, en principio es alguien anónimo, pero
no tardaremos en averiguarlo.
William echo un sorbo a su copa y se reclino en su sillón, entrecruzando sus dedos y
mirando el calendabro antiguo que había en el techo de su despacho.
—Tengo asuntos que atender en San Ángeles por el momento, encárgate de tus
hombres, habla con Higgins, te dará los recursos que necesites —exclamo.
Arshavin se levanto de su silla y se retiro del lugar apaciblemente, mientras que
William sacaba un pequeño libro de un cajón del escritorio, era una Biblia.
Al volver su mano para tomar la copa de vino, la sintió a esta caliente. Levanto la
vista y miro hacia la ventana del cuarto, estaba abierta. Guardo el libro y camino a hasta
allí para cerrarla, era un piso alto, se podían divisar las fuentes de agua del extenso
jardín que poseía la mansión.
Volvió sobre sus pasos y se freno, quedando metafóricamente congelado. Se dio la
vuelta lentamente y ahí estaba, aquella sombra detrás de las cortinas, emergiendo para
hacerse ver por la luz que emanaba el calendabro.
La persona que se mostró era un hombre, joven, de cabello rubio, alto, y ojos
verdes. William se quedo estupefacto, un sonido salía de su mandíbula, no era un
hombre de asustarse seguidamente, había visto y hecho cosas a lo largo de su vida que
solo un hombre experimentado y sin miedo podría hacer, pero ese rostro era conocido
para el, sabia quien era y lo que representaba. Abrió su boca y murmuro unas palabras
apenas audibles…
—¿Vincent?
El joven se acerco otro paso, llevaba puesto un buzo negro, y unos guantes
también, tenia ambas manos entrecruzadas, a la altura de su cintura.
—Hola papa…
William no articulo palabra alguna, trago saliva y se sentó en su sillón, mas que
sentarse se desplomo. Su rostro estaba helado, y su mirada trataba de hallar una
explicación en la alfombra de su suelo. ¿Una explicación a que?, lidiar con la situación de
que aquel joven volviera a entrar en su vida, después de tanto tiempo. Nada bueno
traerían los vientos de esta temporada, y nada nuevo tampoco.