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PROMETHEUS

Capitulo 6

Entrando en las horas pico de la madrugada, sobre una carretera clausurada y


abandonada, una caravana de autos y camionetas llegaban levantando una gran
polvareda. Minutos después terminaron por copar el lugar.
Los autos eran todos deportivos, y las camionetas, de gran tamaño y anchas ruedas.
Mucha gente joven iba a bordo de ellas, chicas ligeras de ropa, y tipos con botellas de
cerveza en la mano a cual mas eufórico. De un Lamborgini plateado bajo una figura
conocida, un muchacho no muy alto pero al que todos observaban mas que a cualquier
otro, era Michael Crawford, el amigo de John, quien al parecer era intimo frecuentador de
estos ambientes.
Camino entre las muchedumbre que ya se había instalado en el lugar, esquivando
los bafles de música, las barriles de cerveza, y las mujeres bailando esas extrañas
melodías que vaya a saber dios quien había inventado.
«Hola Michael»
«Que hay lindo»
Eran las palabras del 99 por ciento de las mujeres con las que se cruzaba. Los
demás sujetos lo saludaban estrechándole la mano o solo levantando el pulgar. Michael
se desabrocho aquella chaqueta de cuero que llevaba mientras se acercaba hasta un
sujeto moreno que estaba en el medio de uno de los grupos de personas, Iba vestido de
blanco el moreno, algo llamativo desde luego, pero bastante elegante, una gorra hacia
atrás y unas cadenas de plata rodeándole el cuello definían su estilo rapero. Al ver a
Michael se distancio del grupo y fue al encuentro de este, al cual le estrecho las manos
con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Que hay Demian? —exclamo Michael.
-Diablos viejo, de donde sacaste ese auto —dijo el moreno alzando la vista hacia el
Lamborgini.
-Alemania —contesto Michael—. Lo conseguí a precio de ganga, espero que corra
bien.
-Que te he dicho siempre viejo, lo importante es como conduces y tu talento en la
pista.
-Diles eso al resto —Michael echo una carcajada irónica—, todos invierten mucho en
los carros.
Demian volvió la vista hacia atrás, había escuchado unos chiflidos, el grupo estaba
impaciente.
-Bien Michael, iremos con 3 mil cada uno —murmuro Demian—, ¿Esta bien para ti?
-Muy bien —Michael acento con la cabeza y miro hacia el grupo — ¿quien más
entro?
-Un par de yonkis, algún hermano y alguien de identidad desconocida —contesto
misteriosamente Demian,
-¿Qué? —Inquirió Michael—. ¿Salió de alguna película o algo así? —enarco las cejas
y examino los autos para ver si había algo llamativo esa noche, quizás alguna nave
espacial lo suficientemente veloz para vencer a su coche y acabar con el invicto que traía
desde hace un mes.
-Sabes como es esto Mike, mientras tengan dinero que apostar… —añadió Demian y
volvió con el grupo para confirmar los últimos detalles antes de comenzar la carrera.
Michael volvió a su auto y saco unos guantes del portaequipajes, los cuales se puso
rápidamente. Condujo hasta una curva donde los demás autos esperaban. Luego, estos
se posicionarían de forma recta uno al lado del otro, no eran mas de cinco los
conductoras que había, la pista en cuestión era una rotando en forma de ocho que
empezaba a unos veinte metros de donde ellos estaban.
Un par de atractivas y provocativas mujeres rubias se acercaron hasta Michael “para
desearle suerte”.
-Espero que ganes bonito de cara…
-Te lo dedicare a ti nena, ¿como te llamas?
-Barbie…
-¿Como la muñeca? —ante la confirmación de la chica Michael sonrío… — y tan
hermosa como ella…
Con un altavoces, Demian empezó a ordenar la pista y llamo a Verónica, una
morena algo pechugona y muy sexi para que de la señal de largada frente a los autos, y
vaya manera de hacerlo, quitándose la blusa.
-¡Vamos! Vamos! Vamos! —grito Damien y todos los autos arrancaron echando
fuego y marcando el cemento de la pista, la carrera había comenzado.
El coche plateado de Michael tomo el liderato y parecía impasable para el resto de
los carros. Cuando entraba en una curva final, sorpresivamente un Lexus negro lo paso
en una maniobra bastante peligrosa.
-Diablos… —gruño el joven Crawford.
El Lexus lo termino por superar, rozando levemente el pico del Lamborgini. Este
despisto y llego derrapando hasta la meta chocando contra un parante que había a la
vera del camino.
Todos llegaron rápido a ver al ganador de aquel misterioso coche negro, mientras la
fiesta se rearmaba Michael salió bastante enojado de su auto y fue a increpar a su rival
por aquella maniobra.
-Oye, grandísimo idiota… —se quito los guantes y empujo un par de tipos que había
en su camino hacia aquel conductor del Lexus. Al llegar al auto espero a que este saliera
pero allí se llevo una sorpresa. El piloto del Lexus se quito el casco y era una mujer, una
hermosa mujer a decir verdad, delgada y esbelta, pelo lacio algo marrón y unos ojos
celestes imponentes.
—¿Algún problema? —pregunto ella.
-Oh —esbozo Michael, su voz eran tan sensual como su cuerpo—, ningún problema,
aquí esta el dinero.
Las bromas de todos los presentes molestaron a Michael y este decidió irse del lugar
con su auto. Cuando estaba por arrancar sintió un silbido, era aquella mujer…
-Ehy niño rico, buena carrera.
Michael frunció el seño y sonrío irónicamente. Seguidamente arranco el coche y
salió a toda velocidad del lugar.
La aguja del velocímetro marcaba ciento treinta K.m. por hora, no tardo mucho en
llegar a la ciudad. Fue bajando la velocidad a medida que se adentro por una de las
arterias de San Ángeles, no paraba de morderse los labios…
<<¿Quien carajo era esa chica?>>
<<¿Como pude perder?>>
No dejaba de preguntarse eso.
Como buen competidor Michael aceptaba la derrota, pero le costaba digerir que
fuera una mujer la que lo haya humillado, dejándole inclusive abolladuras a su precioso
auto. Aunque no se preocupaba demasiado por ello, tenia dos mas en su garaje, uno
amarillo, el otro bordo.
Llego hasta el club Creole, lugar de bailarinas exóticas y mujeres que hacían las
veces de acompañantes, al mejor postor claro esta, y Michael entraba en esa categoría.
De hecho el diccionario tranquilamente podría tener esa aclaración, el joven Crawford era
el prototipo del hombre sin límites, a la hora de gastar y conseguir lo que fuere.
Aparco el auto y se sumergió en el club, cual pez en pecera conocida. Se quito la
chaqueta de cuero la cual le dejo a una chica que atendía la barra, quedando solo con
una ajustada remera blanca que marcaba sus cuadriceps y pectorales. Llego hasta su
salón VIP, y allí se sentó en un sofá encuerado donde no paso mas de treinta segundos
para que este rodeado de algunos tragos y una bella mujer encima.
En las afueras del club, un hombre no muy alto, se bajo de su auto y llega hasta la
entrada del lugar para toparse con el guardia del club, un sujeto corpulento y de color,
bastante fornido.
-Disculpe señor, tiene invitación…
El sujeto levanto la mirada y el hombre de color pareció reconocerlo.
-¿Buck?, oh lo siento no te vi venir, pasa.
Buck entro, alli dentro se escuchaba una música estruendosa que decoraba el
ambiente diurno en el lugar.
Las chicas bailaban sobre la tarima, parecían ángeles danzando al dulce sabor de la
tentación. Buck se sentó en la barra y lo atendió la cantinera.
-Hola “detective”, ¿que le sirvo?
-Hola Sarah, lo mismo de siempre.
La noche avanzo y Buck seguía tomando lo que su cuerpo le pedía. Sarah cada
tanto volvía para llenar su copa de licor.
—¿Que cuentas de nuevo? —le pregunto mientras dejaba caer el liquido en el vaso.
—¿Nuevo? —Dijo Buck y miro su reloj—, pues lo único nuevo es que hoy empiezo a
beber dos horas más temprano que ayer,
En uno de esos momentos, una pelirroja se sentó al lado de el, iba muy ligera de
ropa para así decirlo, el detective sola la observo unos instantes, tratando de disimular un
poco, finalmente le hablo.
-¿Donde estabas Yelena? —dijo sin darse vuelta para verla.
-Con unos clientes, donde más estaría –contesto la mujer mientras prendía un
cigarro.
Buck contemplo un poco el panaroma y a lo lejos vio una cara conocida, era Michael
Crawford, estaba sentado sobre un sofá en una esquina, mientras una pulposa rubia
estaba sobre su regazo.
-¿Que sucede Buck?, estas muy serio hoy –exclamo Yelena.
-Me aguardarías un momento, tengo que hablar con alguien –contesto Buck
mientras llenaban su vaso de whisky de nuevo.
Yelena se quedo refunfuñando, no le gustaba para nada que la dejasen plantada.
-Idiota –murmuro ante la mirada de Sarah, quien solo sonrió protocolarmente ante
la mirada de la pelirroja.
Buck camino entre las mesas y la gente que había en el lugar. Llego hasta donde
estaba Michael, acto seguido se sentó a su lado en ese amplio sillón rojo.
Michael estaba muy entretenido con aquella rubia, mientas sus manos recorrían la
cintura desnuda de la mujer, quien no dejaba de contornearse ante la mirada de Buck
quien bebía un trago mas de su copa.
-¿Una noche tranquila, eh Buck? –pregunto sorpresivamente Michael mientras no
apartaba su vista de la rubia.
-Todo bajo control Mike, aunque no tan bien como tu –contesto Buck.
Michael le miro cómplicemente y volvió su mirada hacia la barra, donde una sexy
latina estaba parada. El joven le hizo unas señas y esta se acerco hasta el.
-Mi amigo esta aburrido, ¿quieres hacerle compañía? –dijo Michael mientras le
pasaba un par de billetes a la mujer.
La bella latina dibujo un par de sonrisas en su cara y se sentó al lado de Buck, muy
cerca cabe decir, al cabo de un rato sus manos ya jugaban con el mentón del detective.
Buck solo atinaba a sonreír.
—He visto el auto afuera —comento Buck—. ¿Que tal la carrera de esta noche?
Michael le fulmino con la mirada, estaba sorprendido que Buck supiera de sus
movimientos, aunque no debería ser una novedad para el que el detective Frost tuviera
esa información, hacia tiempo que ambos se conocían.
—Perdí —dijo a secas.
—Eso pensé —contesto Buck-. Oye, ¿donde esta tu amigo?
-Tengo muchos amigos Buck, se mas especifico –se notaba en la voz de Michael que
ya llevaba rato bebiendo, agregándole que no soltaba una botella que tenia un liquido
bordo, botella la cual empinaba cada dos por tres para beber.
-Hablo de Farrell, Adam Farrell –aclaro Buck.
-No lo he visto detective –contesto Michael.
Buck acento con la mirada mientras aquella latina que estaba a su lado lo
hipnotizaba de a momentos con sus labios.
-¿Me ayudaras a atraparlo algún día? –pregunto Buck mientras posaba sus manos
sobre las piernas de la latina.
-No soy policía Buck, tampoco soy Batman –explico Michael mientras no podía evitar
reírse de su propia ocurrencia.
Mientras Michael decía esas palabras, Buck podía observar a lo lejos como la
pelirroja, Yelena, lo miraba fijamente, seguía sentada en la barra, sola, y su rostro
parecía evidenciar algo parecido a los celos.
-¿Como esta Laury? –dijo Michael.
-Espero que bien –respondió Buck mientras se ponía de pie. Michael se quedo
pensando en aquella respuesta, algo andaba mal con el tono de el detective Frost.
-¿Adonde vas? –inquirió.
-A despejarme un poco, cuídate Michael –dicho eso, Buck se subió unas escaleras
mientras que Yelena lo siguió segundos después, Ambos desaparecieron en las entrañas
de ese exclusivo club.

EdificioCrawford

Un par de días después, una importante reunión esperaba a Michael en la empresa.


Ya se había preparado debidamente, relajando su mente y cuerpo con sus dos hobbies
favoritos, los autos y las mujeres. El correr era lo único que le tranquilizaba antes de las
extensas juntas de negocios donde había que tomar decisiones importantes, y las
mujeres, eran lo que lo anestesiaban.
Iba a paso lento mientras recorría el pasillo previo a la sala de conferencias del
imponente edificio donde la Automotora Crawford tenía su sede, en el centro de la
ciudad. A su lado iba cual fiel ladero un muchacho delgado y mas bajo que el, era Archi.
Aquel chaval parecía una caricatura del típico nerd de instituto, camisa a cuadros,
anteojos llamativos y un cabello enrulado cubierta con cierta sustancia que se suponía
debería ser gel. Algo titubeante iba pasándole algunas informaciones adicionales a
Michael. Hoy era una fecha clave para aprobar un proyecto que sedujo Al joven
Crawford.
Consistía en ensamblar modelos menos costosos en manufactura, ahorrando dinero
en velocidad y durabilidad, para ganar en confort y sencillez. Pero la junta directiva
estaba dividida. Eran ocho socios mayoritarios a los que Michael había apodado desde su
adolescencia como los “ocho pingüinos”, ya que si te los toparas alguna vez en alguna
junta de negocios, los verías moverse como una cuadrilla de aquellas aves, es decir:
elegantes trajes, andar pausado y extraños comportamientos que se asemejarían a los de
los seres humanos. Es que la mayoría de los “ocho” había olvidado hace tiempo lo que
era ser humano, al menos en lo que era “ser un humano sin una gigantesca cuenta
corriente en las islas caimán”. Aun así Michael les conocía bastante y se amoldaba a
aquel entorno, aun cuando todavía le seguían viendo como aquel niño que jugaba con
autos de juguete al pie de la mesa de ese vestíbulo, mientras su padre comandaba los
destinos de la compañía. Pero desde que su padre se fue del país (oficialmente se había
retirado de los negocios dejando a su único hijo a cargo hasta nuevo aviso,
extraoficialmente, se encontraba en un viaje espiritual, recorriendo desiertos y dunas en
el golfo pérsico), Michael demostró que algo había aprendido de aquellas largas sesiones.
Entro al vestíbulo y todos se pusieron de pie. Al llegar a la punta de la mesa lo
recibió Higgins, un hombre de unos cincuenta, canoso aunque lo disimulaba con una
tintura rubia algo llamativa, llevaba el cabello largo como esas viejas estrellas de rock, y
el sobrepeso ya empezaba a calarle el cuerpo. Michael le estrecho la mano y tomo
asiento, el trato preferencial hacia Higgins era por que este había sido mano derecha de
su padre en antaño. La reunión comenzó. Lo que siguió durante la media hora siguiente
fue la exposición de técnicos e ingenieros, dando los pros y contras de abaratar costos en
la producción. El clima era tenso, algo expectante, Michael esperaba que al final las
manos en alza fueran mayoría, era una prueba importante para demostrar su liderazgo. A
unos metros de donde se desarrollaba la reunión, la secretaria que custodiaba la
recepción jugaba a ver si podía superar su propio record de hacer garabatos en una
planilla con un fibron. Escucho el sonido del ascensor y alzo la vista, al abrirse las puertas
del mismo un hombre salio y camino por aquella alfombra bordo hasta legar hasta el
escritorio. La chica se le quedo observando unos segundos hasta que el caballero hablo…
—Hola cariño —, gimoteo mientras sonreía mostrando sus dientes blancos y
arrugando la cara. Era alto, canoso, cabello corto, y su acento era muy llamativo—.
Vengo a la junta.
—Tiene cita señor —pregunto la secretaria en tono expectante.
—No lo creo —dijo el alzando un poco la voz.
La secretaria guardo la planilla de garabatos y saco otra donde estaba una lista de
citas.
—Dígame su nombre y lo verificare —esgrimió ella, bajando la cabeza para revisar el
papel.
—Crawford, William Crawford —exclamo el hombre. La joven quedo perpleja, meneo
la cabeza un costado y vio el gran cuadro que estaba en la pared, era la fotografía del
fundador de la compañía, William Crawford, luciendo algo más joven y con el cabello más
prominente. Volvió la mirada sobre el tipo que tenia enfrente y encontró el parecido, por
así decirlo.
—Oh dios mío —se cubrió al boca con las manos y se puso de pie—. Lo siento
mucho, debí haberle reconocido —camino hasta el hombre y le saludo efusivamente
mientras demostraba que se había aprendido bien el libro ”20 formas de reverenciar a un
persona súper-importante”.
En el salón de la reunión, la hora de la votación había llegado. Una a una las manos
iban levantándose.
<<A favor>>
<<En contra>>
<<En contra>>
Esa era la secuencia de votos, claramente en contra del proyecto que había
impulsado Michael. Finalmente acabo seis a cuatro, la suma de los votos de todos: los
“ocho pingüino”, Higgins, y Michael.
—Bien, creo que es todo —añadió el portavoz de los “ocho”, un tipo alto y de porte
encorvada y nariz prominente—. Finalizamos la… —el sonido de la puerta abriéndose
interrumpió al portavoz. Era William Crawford.
Todos se voltearon a mirar y parecía que estaban en presencia de un fantasma.
Michael quedo paralizado unos segundos, con los ojos abiertos de par en par, sin
pestañar.
—¿Papa? —murmuro para sus adentros.
William camino hasta la punta de la larga mesa y se acerco a su hijo, espero a que
se ponga de pie y lo envolvió en un abrazo. Todos estaban en silencio, nadie osaría
interrumpir el momento padre-hijo. William dejo a Michael y se dirigió a los demás.
—Belinda me dijo que estaban en votación. ¿Y bien? —Preguntó—, ¿Qué han
decidido?
Los pingüinos se miraron mutuamente, el narigón interrumpió el silencio…
—La mesa directiva ha rechazado el proyecto William.
—Ah si —espeto William mientras caminaba alrededor de la mesa—, pues creo que
deberíamos hacer un “recuento de votos” —los pingüinos dudaron.
Michael frunció el seño, no parecía entender que se traía su padre entre manos, aun
estaba aturdido por el solo hecho de verle tras varios meses.
—¿Jefferson, Darius? —sugirió William mientras miraba esos dos socios en
particular.
Finalmente todos asentaron con la cabeza y prosiguieron a votar nuevamente.
Seis a cuatro a favor. Michael mostró un gesto de satisfacción mientras que la
reunión se daba por finalizada y los pingüinos uno a uno abandonaban la sala, no sin
antes estrecharle la mano a William.

Por la tarde, tras el shock matinal de ver a su padre tras varios meses. Michael fue a
hacer migas en el gimnasio Solaris, uno de los más concurridos de la ciudad. A pesar de
tener para si un gigantesco gimnasio en casa, Michael prefería mezclarse entre la gente
de la ciudad, y sobre todo, entre las decenas de chicas y sus esculturales cuerpos que
polulaban por Solaris día a día.
Mientras levanta unas pesas acostado boca arriba, pensaba en las consecuencias
que traería el regreso de William a su vida.
¿Cual era la razón para ese regreso?
Aun faltaba un mes para el aniversario de la muerte de su madre, la cual falleció
cuando el era solo un niño en un accidente de avión. Era una tradición que ambos
compartían, el ir a su sepulcro cada año y sabia que este año no iba a ser la excepción,
su padre era un hombre de hábitos y costumbres estrictas.
Continúo levantando una y otra vez la pesa, sudando aquella remera gris y
marcando sus delgados bíceps. No era el típico fortachón que mostraban las hilarantes
propagandas de empresas que mostraban videos sobre “como adelgazar 10 kilos en un
día” o “tenga el cuerpo perfecto con poco ejercicio”. Pero tenia un torso bastante
esculpido y eso llamaba la atención de muchas de las chicas que entrenaban a veces,
demasiado cerca de el.
—37, 38,39… —iba susurrando el numero de levantadas que hacia, al llegar a
cuarenta, dejaría caer el peso del fierro sobre el sujetador. Pero algo cambio sus planes,
dos manos tomaron el caño de las pesas, justo encima de el, quien quedo con ambos
brazos extendidos hacia arriba.
Era una mujer, al menos eso vio Michael, desde la incomoda posición en la que se
encontraba.
—Disculpa, ¿pero que haces? —pregunto efectuando un suspiro.
La mujer era ni más ni menos que la corredora de la noche anterior, la sensual chica
del Lexus negro.
—Hola perdedor…
Michael abrió grandes los ojos, cuando mucho estaba sorprendido de volver a ver a
esa chica, y en tan incomoda posición, con sus brazos flaqueando por el peso del fierro,
solo las increíblemente delicadas manos de esa chica impedía que la pesa se le viniera
encima.
—Por favor no la sueltes —murmuro entre dientes.
Ella sonrío e hizo un ademán.
—¿Que quieres? —pregunto Michael.
—De donde vengo, los ganadores se quedan con el auto —dijo ella.
<<¿Que?, de que mierda habla esta loca>> —Michael de ninguna manera aceptaría
ese chantaje,
—¿Que se supone que haga, que te de un coche de 550 mil dólares o iras con la
policía?
—No estas en posición de negociar —la joven bajo el fierro ante el crujir de dientes
de Michael, quien apenas si podía evitar que el metal frío llegara a su cuello.
—¿Te has vuelto loca?
La chica levanto un poco la pesa, dándole un pequeño respiro al joven.
—Estas advertido —prosiguió ella—. De alguna forma me cobrare esa deuda.
Lo siguiente que hizo fue soltar el fierro y marcharse, mientras Michael a duras
penas podía sostenerlo antes de que se le viniera encima. Para fortuna de el, otra mano
detuvo la caída de la pesa, era Patrick, quien con un considerable esfuerzo levanto la
pesa y la coloco en los soportes.
Michael se reincorporo bastante cansado, y colorado como un tomate
—La voy a matar —exclamo.
Se puso de pie y corrió hasta la salida del gimnasio, pero la chica había
desaparecido como por arte de magia.
Patrick se quedo parado totalmente desconcertado, llevaba ropa de entrenamiento y
una botella de agua en una mano.
—¿Que sucede Michael? —pregunto mientras se acerco a su amigo.
—¿La viste? —exclamo este fulminándolo con la mirada. Patrick negó con la cabeza.
Pasó poca más de media hora y ambos iban por la acera de una calle bastante
transitada. A pesar de las preguntas de su compañero, Michael no quiso dar Mass datos
de aquella misteriosa chica, nadie que le conociera en su vida diurna sabia de sus
pasatiempos nocturnos, que además de ser peligrosos eran ilegales. Llegaron hasta un
puesto de hot dogs que había en la esquina de un parque y se sentaron a comer allí.
—Pensé que irías a buscarme —dijo Patrick en tono expectante—. ¿Que sucedió?
¿Algo relacionado con la chica del gimnasio?
—Lo siento —Michael trago a duras penas un bocado—, olvide buscarte, es que ha
sido un día difícil, mi padre ha vuelto.
—¿el señor Crawford? —Pregunto Patrick—. Vaya, ¿y que sucedió?
—Pues nada aun, no se que planes tendrá.
—¿Que harás esta noche? —dijo Patrick—. Podemos buscar a John y salir por ahí.
¿Que dices?
Michael negó con la cabeza.
—Mi padre ha organizado una fiesta de benificiencia y a la vez de bienvenida, así
que… —se limpio los dedos con una servilleta de papel y prosiguió—, deberé hacer de
hijo ejemplar esta vez.
La noche ya había caído, ahora nos ubicamos en la mansión de los Crawford. Allí se
organizaba una especie de remate de solteros por así decirlo. Era una fiesta donde había
un desfile donde los hijos de los personajes más ostentosos de la ciudad, desfilaban para
las madres que querían conseguir el príncipe azul para sus hijas, al menos por una
noche. Las reglas eran simples, era como una subasta, el mejor postor se llevaba al chico
en cuestión, y tenia el derecho a pasar toda la noche con el, en una especie de cita. El
dinero recaudado seria donado al instituto Neptune, para la construcción de una nueva
biblioteca. Para no ser menos, William Crawford había donado de antemano un colectivo
último modelo para las diversas excursiones y viajes que realizaban los estudiantes en el
año.
El evento ya había comenzado, pero había varias mujeres que no veían lo que
habían ido a buscar… era el ejemplo de la señora D`agostino, quien esperaba ansiosa el
momento de que apareciera cierto joven para que ella pudiera conseguirle a su hija,
Loret, una exclusiva cita.
-Mama, te digo que no esta aquí, dudo que vaya a venir —espeto aquella chica, de
cabellos rizados y dorados, delgada y joven.
-Michael tiene que estar aquí, hable con el señor Crawford ayer y me aseguro que
iba a estar —espeto su madre—. Tenemos una buena oportunidad de que ustedes se
conozcan mejor, ¿o acaso ya no te gusta más?
-Por supuesto que si —murmuro la chica—, es apuesto, y heredero de una fortuna,
quien no querría tenerlo.
-Entonces levanta ese ánimo, hay muchas madres aquí que harán lo imposible por
conseguir esa cita.
En tanto, unos pisos mas arriba de la mansión, William Crawford se encontraba en
su despacho ordenando sus cosas antes de bajar a la fiesta. En ese momento alguien
golpeo la puerta.
-Adelante.
Era uno de su mayordomo, Gerard…
-Disculpe señor Crawford, pero su hijo aun no ha bajado, hemos insistido en
llamarle pero se niega a salir de su cuarto, dice que esta ocupado.
-Yo me encargare.
En tanto en el cuarto de Michael, este tenía contra la pared a una camarera, en una
escena bastante elevada de temperatura.
-Deberías bajar, tu padre se va a enojar —susurro la mujer, quien apenas si podía
despegar los labios de Michael de su cuello.
-Podría bajar, si eso es lo que quieres realmente.
-No…, no… —exclamo excitada la joven.
En ese instante entro a la habitación el señor Crawford.
La chica exclamo un grito y enseguida busco su ropa para vestirse.
-Fuera, ahora —ordeno William.
La chica se despidió de Michael y se fue bastante ruborizada.
-¿Todo esto es una gran broma para ti no hijo?
-Papa, yo…
-Te vestirás y bajaras en diez minutos, ¿tienes algo que hacer o lo olvidaste? —el
tono de William era certero, no había olvidado su carácter en ningún aeropuerto por
donde estuvo, sabia que Michael era de por si rebelde, en cierto modo había heredado
eso de su madre.
-Si señor —dijo en el muchacho mientras se abotono la camisa algo arrugada-.
Minutos después, el presentador del evento anunciaba la finalización del desfile con
la caminata de Michael.
Este subió al escenario vestido de un esmoquin impecable y saludo a la gente. El
presentador no tardo en tirar la oferta…
-Bien señoras, la oferta minima es cinco mil dólares, y empezamos…
A partir de allí varias señoritas empezaron a ofertar, se escuchaban varias cifras,
llegando hasta quince mil. El resto del publico se asombraba mientras que Michael
mostraba su sonrisa protocolar.
-15.000!
Se escucho decir al fondo del pasillo. Era la señora D`agostino.
El presentador quedo sorprendido por tan alta cifra.
-Bien, parece que tenemos un…
-30.000…
Se oyó a un costado.
La señora D`agostino quedo fulminada y retiro su suma.
-Finalmente tenemos una ganadora —dijo el presentador, anunciando el final de la
subasta y el comienzo de la fiesta.
Michael bajo del escenario y se encontró con la ganadora, era una joven de cuerpo
esbelto, muy atractiva al parecer, estaba de espaldas y fue a su encuentro…
-Hola…
La joven se dio vuelta y resulto ser un rostro conocido para Michael, era aquella
chica que lo había derrotado días atrás en la carrera.
-Tu…
La chica sonrió mientras se interponía entre ambos un hombre alto, de ojos azules y
facciones similares a las de la mujer, era su padre. Era un hombre caucásico, con algunas
entradas que denotaban su edad.
-Hola muchacho, ¿así que tu eres Michael eh? —pregunto en tono jovial—. El hijo de
William Crawford, vaya si te pareces a tu madre.
-Lo siento, ¿quien es usted?
-Soy Kristos Arshavin, y ella es mi dulce hija, Katherine.
-¿Arshavin? ¿De las petroleras Arshavin? —Exclamo sorprendido Michael—. Esto es
una sorpresa, no esperaba su visita, señor Arshavin.
-Por supuesto que no, es una sorpresa, jeje, solo he venido a saludar a tu padre.
—Creo que esta en su despacho. Le diré a uno de los empleados que lo guié –
Arshavin camino delante de Michael, y le apoyo la mano derecha sobre el hombro.
-Conozco el camino. Ahora te dejo en compañía de Katherine, pago mucho por ti
muchacho, no la decepciones.
Michael asentó con la cabeza mientras aquel hombre subía por las escaleras de la
mansión. Michael bajo la mirada y vio a Katherine dirigirse al jardín, cerca de donde
estaban unas fuentes de agua.
-Ehy… —dijo en voz alta y corrió hasta ella. Llego hasta allí con dos copas, y varias
preguntas.
-No sabía quien eras el otro día, debí haberte parecido un tonto.
-Un tonto lindo, podría decirse —Katherine se desato el pelo y dejo ver su costado
rebelde. Precia un corcel indomable, que sumado a la luz de la Luna pegando y
rebotando en su piel, dejaban a Michael como un cachorrito a sus pies.
-¿De que va todo esto? ¿Porque no me dijiste quien eras? —inquirió Michael
dibujando una sonrisa.
-Solo estaba jugando, al igual que tu.
-¿Sabe tu padre lo que haces por las noches?
-¿So sabe el tuyo? —replico la chica.
Michael se acerco lentamente a Catherine y apoyo su copa en la fuente, quedando
su cuerpo muy pegado al de Katherine.
-¿Quizás podamos ir a un lugar más tranquilo, que te parece?
-¿Deberíamos? —susurro ella. Michael era tan eficaz a la hora de seducir como la
telaraña más pegajosa, pero no contaba con que esa hermosa chica no era como la
demás, era… diferente.
La escena se alejo mientras los dos jóvenes subieron por unas escaleras
secundarias. Subieron hasta su habitación llegando a duras penas, pues Michael iba
abrazándola y buscando su boca con sus labios, pero ella se hacia suplicar.
Al llegar allí, abrieron la puerta y Michael se encontró con que en su cama estaba
sentada aquella joven, Loret…
-¿Loret? ¿Que haces aquí? —pregunto el desconcertado.
Loret se quito la blusa y fue directamente a besar a Michael…
-Que… —antes de que pudiera decir algo, tenia los gruesos labios de aquella rubia
comiéndole la boca. La aparto tiernamente con sus manos y miro a Katherine.
-Si quieres que nos acostemos, primero quiero ver como lo haces con ella —
sentencio ella.
-¿Estas loca? —incurrió Michael. No es que la idea no le gustara, pero conocía a
Loret desde hace bastante tiempo, siempre le había parecido una muchachita remilgada,
con la cual había que bajar una revolución a la hora de hablar o intimar de hecho.
-¿El niño rico no soporta que le digan que hacer? —ironizo Katherine.
-¿Tu estas de acuerdo con esto? —dijo Michael mirando a Loret.
—¿Solo es sexo no?, hagámoslo, será divertido…
Katherine cerró la puerta detrás de ellos mientras que se podía ver a Michael
quitarse la camisa quedando con el torso desnudo.
En ese instante, un piso mas arriba de ese lugar, se encontraban hablando William
Crawford y Kristos Arshavin, aquel enigmático hombre que asombro a Michael con su
presencia.
-¿Que haz venido a hacer aquí Kristos, a mi ciudad? —espeto William en tono
disconforme.
-Solo estoy supervisando unos negocios, ¿Te has olvidado de que tenemos una
compañía que dirigir? —Exclamo en tono convincente el hombre—. Hay rumores, de que
te vas a retirar.
-¿Y que con eso?. Quizás este cansado de viajar. —comento William mientras
tomaba asiento y encendía un puro. Arshavin extendió la mano y recibió uno el cual
prendió rápidamente.
—Tenemos una situación —comento Arshavin.
—Que situación —esbozo William.
—Uno de nuestros hombres acepto un trabajo independiente. He leído el informe, la
paga era buena, una especie de recompensa por atrapar o matar a cierto individuo. Se
fue con diez hombre, de los mejores que la madre Rusia ha visto nacer. Todos han
desaparecido.
William se puso de pie y busco en su cantina privada, una botella de vino. La abrió y
le sirvió una copa a su amigo, no efectuaba palabras, no parecía estar demasiado
interesado en el caso que Arshavin le estaba detallando.
—¿Quien encargo el trabajo’? —dijo William.
—No tengo aun los informes de inteligencia, en principio es alguien anónimo, pero
no tardaremos en averiguarlo.
William echo un sorbo a su copa y se reclino en su sillón, entrecruzando sus dedos y
mirando el calendabro antiguo que había en el techo de su despacho.
—Tengo asuntos que atender en San Ángeles por el momento, encárgate de tus
hombres, habla con Higgins, te dará los recursos que necesites —exclamo.
Arshavin se levanto de su silla y se retiro del lugar apaciblemente, mientras que
William sacaba un pequeño libro de un cajón del escritorio, era una Biblia.

Al volver su mano para tomar la copa de vino, la sintió a esta caliente. Levanto la
vista y miro hacia la ventana del cuarto, estaba abierta. Guardo el libro y camino a hasta
allí para cerrarla, era un piso alto, se podían divisar las fuentes de agua del extenso
jardín que poseía la mansión.
Volvió sobre sus pasos y se freno, quedando metafóricamente congelado. Se dio la
vuelta lentamente y ahí estaba, aquella sombra detrás de las cortinas, emergiendo para
hacerse ver por la luz que emanaba el calendabro.
La persona que se mostró era un hombre, joven, de cabello rubio, alto, y ojos
verdes. William se quedo estupefacto, un sonido salía de su mandíbula, no era un
hombre de asustarse seguidamente, había visto y hecho cosas a lo largo de su vida que
solo un hombre experimentado y sin miedo podría hacer, pero ese rostro era conocido
para el, sabia quien era y lo que representaba. Abrió su boca y murmuro unas palabras
apenas audibles…
—¿Vincent?
El joven se acerco otro paso, llevaba puesto un buzo negro, y unos guantes
también, tenia ambas manos entrecruzadas, a la altura de su cintura.
—Hola papa…
William no articulo palabra alguna, trago saliva y se sentó en su sillón, mas que
sentarse se desplomo. Su rostro estaba helado, y su mirada trataba de hallar una
explicación en la alfombra de su suelo. ¿Una explicación a que?, lidiar con la situación de
que aquel joven volviera a entrar en su vida, después de tanto tiempo. Nada bueno
traerían los vientos de esta temporada, y nada nuevo tampoco.

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