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SOBRE CRÍTICAS Y MUNDIALES

Es evidente que, si hay un tema en este mundial, así


como en todo campeonato hecho y derecho, ese
trasfondo que subyace, se mece, aflora, y a veces
explota irracional y anárquicamente, ese tema es la
crítica. Grandioso concepto, la crítica. ¿O aún no nos
hemos dado cuenta de que si toda doctrina espiritual,
Confuciana, Budista, Franciscana o la que fuera, tiene
un costado psicológico, ese es el de aliviar la carga de
la crítica? Reconozco que hay otros caminos para
evitar que la crítica, ya sea dada o recibida, nos
consuma en una eterna noche de angustia, pero todos
ellos requieren una definición positivista, algo
demasiado racional que muere ahí, donde nace el
grito primitivo, o donde el llanto emocional ahoga
también las palabras.

Esas pobres definiciones que uno puede asignarle a la


crítica conllevan la negación de las pasiones humanas,
y por tanto, solo son fragmentarias y materiales. No
resultan, entonces, existencial ni psicológicamente
consistentes. Por allí no va la cosa. A fin de abarcar al
hombre en su pura y única sustancia, se impone
solamente una definición de la crítica ligada al Ser.

En un impecable y muy fino desarrollo, Schopenhauer


ha dicho que el verdadero Ser del hombre es su
voluntad, esa esencial necesidad de volar hacia un
cambiante y esquivo destino que nunca alcanza, pero
que busca eternamente.
Esa tremenda angustia del Ser solo es balanceada por
la satisfacción que le otorga la íntima convicción de
sus decisiones. No importa la materia, la ética ni el
contenido moral de lo decidido. En su eterno camino
de opciones, el Hombre debe afirmar continuamente
su integridad y es ahí donde surge el verdadero
sentido existencial de la crítica.

La crítica parece separar, pero en verdad amalgama,


une la verdadera esencia del Ser con su percepción de
los otros. La crítica es odiosa e incómoda, pero es
inherente al Ser del hombre. No puede anularse, no
puede domarse, no puede moldearse, todo ello es
alienación. Por definición, si el hombre opta sin criticar,
esta muerto como tal. Ya no es Ser, es cualquier cosa,
menos Ser. Si debemos entonces ejercer la crítica sin
remedio, ¿Cuál es el modo de hacerlo? No es lícito
convencer, solo hay que mostrar.

En nuestro más íntimo y pleno desarrollo del Ser, el


arte es entonces la belleza de la crítica, y en la
concreta y tangible actualidad mundialista, el fútbol,
cuando se juega con arte, produce el alquímico efecto
de transmutar todas las míseras críticas materiales en
un solo grito de gol. Pura y verdadera magia
existencial. Claro ejemplo de lo que quiero decir.

Alejandro
24/06/2010

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