Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
95
había cartas para rní! Este silencio repetido de mis co- quería reírse de mí fingiendo no conocerme,y seguí an-
rresponsalesme turbó muchísimo.Pasétodo el día ima- dando sin preocuparmede é1.
ginando pretextos, excusase hipótesis que pudieran ex- Pero al reflexionar sobre las causasdel silencio uni-
plicar este hecho, pan mi gravísimo.Confié todavia una versal que me rodeaba,no podía por menos de pensar
vez en el día siguiente. Llegó la nueva mañana iy, Por también en las personasque no habian querido recono-
tercera vez, no había ninguna catta para mit Entonces cerme. Sospechéque podía haber una relación entre los
no supecontenerme.Salía la calle,llamé al cartero-que dos hechos,pero de aquella manerael problema se hacía
simuló no reconocerme- y le hice hurgar Ia caftera todavía más oscuro y preferí creer en una serie extraor-
hasta el fondo para asegurarme de que no habia nada dinaria de casualidadessimultáneas.
en realidad. Me asaltó entoncesun extrañísimo pensa- Regreséa cas^y escribí muchas cartas, preguntando
miento: que hubiera una especiede conjura contra mí cosascon tal de obtener respuesta,o bien pidiendo las
para separarmede mis amigosy que algún empleadode razonesde su silencio a aquellosque tenían que haber-
me escrito en aquellosdías. Cuando las hube echadome
correos se contara entre los cómplices.No tenía abso-
sentí tan tranquilo y me parecíaimposible que las cartas
lutamente ninguna idea sobre los motivos de esta con-
no volvieran a llegar. Pero era preciso esperar por lo
jura, pero lo que me ocurría eta tan extraño que tenía
menos dos días, y Denséocuparlosenteramente -.paru
forzosamenteque recurrir a suposicionestodavía más escaparde mi idea frja- en algunasinvestigacioneshis-
extrañas. Por eso corrí a la oficina central de correos, tóricas que tenía que llevar a cabo desde hacía mucho
hablé con el director, hice que investigaran y pregun- tiempo sobre la súbita desapariciónde la famosaciudad
taran, pero no se descubrió nada. Nadie daba señales de Simifonte.
de reconocermey todos parecían muy maravillados de Pasaron,menos mal que los otros, también estos dos
mis sospechas. días, pero al tercero no recibí nada. Vencido por una
Salí de allí profundamentehumillado y comencéa va- profunda ttisteza, pensé pedir conseio a uno de mis más
gar por la ciudad, atormentándomeen vano para com- queridos amigos,un estudiantede física gue tocabama-
prender las razones del singular e improviso silencio ¡avillosamenteel violín. Fui en seguidaa verle. Me di
que se había hecho a mi alrededor. Paseandoencontré jeron que estabaen casay me hicieron pasaral despacho.
a un compañerode café con el que bromeabacon gusto Entró a los pocos momentos. Sin embargo,en lugar de
algunasveladasde invierno, cuando la niebla es tan den- estrecharmela mano, de sonrelrme y de preguntarme
sa que hastala caru de un estúpido consuela.Me detuve cómo estaba,se detuvo delante mí preguntándome:
delante de é1, sonriendo, pero él se apartó rápidamente -¿Con quién tengo el honor de hablar?
y, despuésde haberme lanzadouna mirada de asombro, La impresión de estas simples palabras fue terrible.
se alejó apretandoel paso. En un instante, todos los hechos precedentesme vol-
-¿Te has vuelto loco? -le grité con voz rabiosa-. vieron a la memoria, y una sospecháespantosaaffavesó
¿Por qué no me quiereshablar? mi mente. Pero fui lo bastante fuerte para resistir to-
No me contestó y ni siquiera se volvió, Era uno de davía. Quise creer una vez más en la broma y dije, in-
aquellos idiotas alegres a los que llaman graciosos,y tentandosonreír:
algunasde sus bromas eran célebres.Por eso supuseque -¿Estás loco esta mañana? ¿Por qué finges no co-
98 GIOVANNI PAPINI EL PILOTO CIEGO
nocerme?No hagasmás el estúpido y ofrécemeen segui- dinero a nadie. Mis únicos vicios eran mi amor desme-
oa un clqafftllo.
surado por el caf.éy la filosofía india.
Mis. p'alabrasprovocaron un efecro opuesto del que Y, sin embargo, algo tenía que haber acaecido desde
esperaba.El rostro de mi amigo se volvió todavía más -
el momento en que todos me rehuían, frngían no cono-
serio. cerme y ni siquiera se atrevían a escribirme.Este terri-
' -ls repito -dijo,con voz enérgica- que no lo ble cerco de soledad que querían ctear a mi alrededor
c.ongzcoy no comprendo sus palabras.Hágame el favor
me hizo temblar. Estaba a punto de ser separadode la
de decirmequién es,o váyase.
sociedadde los vivos. Querían abolirme con el silencio;
Ante tanta tranquilidad me volví como loco. Empecé hacer de ml, socialmente,un ser inexistente,un muerto.
a rogarle, a repetirle cien vecesmi nombre, a recoráarle Pero yo quería absolutamentesalir de esta incerti-
pil c.o-as. que habíamosvisro iuntos, a pregunta¡le qué dumbre dolorosa: quería saberla causapor la que todos
le había hecho, por qué razón queúu rimulur no .ono-
deseabansuprimirmede su vida.
:elmg, y, ante la tenacidad de sus negativas,llegué a Por la noche,_un poco animado por algunas gotas de
injuriarlo atrozmente.Pero él se cansó pronto dá esta
' escena. coñac, fui al gian ca{.édonde muchos amigos mlos se
reunían para discutir las acostumbradasestupidecesdel
-Usted debe de esrarborracho o loco -me diio du- día. Fui derecho a la mesa donde algunosde ellos esta-
ramente-. No llamo ala policíapor no tener molástias,
ban sentados.Todos se miraron un poco desconcerta-
pero ahoramismo se marcha.
dos y no me hablaron. Ahora ya estabaacostumbradoa
Me empujó fuera de la habitación, me afemó sólida_
aquella comedia y por eso no me turbó mucho:
mente por una mano y me cemó fuera de casa.yo era
;yeo -les dije con voz tranquila e igual- que
más débil que é1, y por otra parte, estaba tan confun-
también vosotros hacéiscomo todoJ los demZs.v simu-
dido_,abatido, atontado, qtre ni siquiera supe resistirme.
láis no conocerme. He venido a veros precisameite para
Me amastrédolorosamentehasta .ura. Áp"nas llegué
saberla ruzón de ese extrañísimo comportamientovues-
a mi habitación corrí al espejopara ver si mi fisonoáía
to. Debo de haber cometido algo rmry grave si hasta
había cambiado,si mi aspecto ri hubía vuelro de impro-
mis más viejos amigos me echan de su casa, pero os
víso diferente. Me observé largamente,pero sólo ion-
declaro sinceramenteque no conozcolas acusacionesque
seguí-desc_ubrir el cambio producido poi la trisreza de pesan sobre mf. Decidme qué he hecho. Es la última
aquellos días.
prueba de amistad que os pido. Cualquier cosa que me
Me tumbé en un diván con el único deseode dormir
y de sentirme anulado. Pero ni siquiera conseguícerrar digáis, nunca-volveré moierturos, ni con mi prásencia
ni con mis palabras. "
los ojos.
Antes que hubiera terminado de hablar me di cuenta
idea fiia se había apoderadode mí: yo tenía que
- IJnu de que el asombro de mis compañeroshabía crecido ex-
baber cometido sin aduerfirlo alguna culpa"asqueros'ay
maordinariamente. Uno de ellos comenzó a rcír sin mi-
nadie queríq y'a reconocerme.Peio por mncho'que pei-
ramientos; qf¡6 -sl más prudente- se levantó y se
sara no. podía cuál podía ser esa cúlpr. En
-imaginarme
aquel tiempo llevaba sentó a offa mesa. Yo esperabasu respuestacon tanta
una vida perfectamenteviituosa;
no jugaba, no tenía relacionescon mujeres, no pedía ansiedad, que mi respiración se habla hecho afanosa.
Uno de ellos, finalmente,me dijo a quemaftopa:
100 GIOVANNI PAPINI EL PILOTO CIEGO 101
-Pero usted,perdone,¿quiénes? de una gran ciudad, solo en medio de una multitud, solo
-No siga, se lo ruego -reanudé con voz tembloro- en medio de los hombres que me rcchazaban,me nega-
.sa-, D_ejepor un momento su papel. Dígame, en nom_ ban, me segregaban de susvidas.
bre de Dios, qué he hecho, por q.re nzón me tatan así.
Hacia la mañ,anael sueño me venció, pero empecé
Dígame...
a soñar tales cosasque me despertécasi en seguida-gri
Pero no pude continuar. Todos estallaronen una so-
tando y llorando de ierror. No sé cómo tuv-e fueüas
nora risotada. Apenas sus risas se calmaron llamaron
para salir una vez más de casa.
al camareroy se levantaron. Sólo uno, un buen mucha-
La ciudad seguía_siendola misma, todo estabaigual
cho que me tenía mucha simpatía, se acercóy me dijo
que antes. Los hombres y las mujeres transitabany, de
en vozbaja:
cuando en_cu_ando,como para budarse de mí, purabun
-¿Quiere que lo acompañea casa? por mi lado hombres y mujeres que yo conocíá y nin-
Acepté su invitación y salimos juntos. Esperabaque
guno me mhaba,ninguno me sonreía,ninguno mehacía
por lo menos lo convenceúa pala que me ái¡.ru algo,
un gesto de saludo. Era como un exranjéro que hubie-
pero todo fue inútil. Me conteitó coñ mucha cónder.án-
ran vistopor primeravez aqueldía. Todo lo que se refe-
dencia,como se hacecon un enfermo o con un loco, pero
úa a mí había desaparecidode las memorias.Yo ya no
no quiso confesarmeque me conocía.
existía en los demás, sino solamenteen mí mismo. Me
-Esté seguro-me repetía-: usted no ha cometido parecía-que me
nada, o, por lo menos, nadie de nosotros sabe nada de bubieran amputado mi propia alma y
que sólo ry_equedaba un pedazo, un pnnio al que todá-
eso. Es una idea que se le ha metido en la cabeza,peto
ví7 Vodn llamar y?. par.eciaque todos me pregun-
le pasará.Le aseguroque ni yo, ni los demás,lo cbno- ry,
taDanta tazon de ml extstencla.
cemosy que no fngimos al preguntarlequién es. fntente
todas esas preguntas se convirtieron en una sola
calmarsey, sl de verdad Ie importa ser mi amigo, iré .Y
e rmpefrosapregunta, una pfegunta que yo mismo me
algunavez a verlo.
hacia.a mí mismo: ¿Quién eres? ¿Cuándose me había
Cuando estuvimosa la puerta de mi casame dejó con
ocurrido confesarmequién era? Sabía mi nombre. mi
mil-buenos deseosy me aconsejó que durmiera. Subí
edad, mi patúa, mi estatura; conocíaun poco mi cara.
a mi pequeñahabitacióny me desnudésin darme cuenta.
menos todavía mi alma. Del futuro no ruúu decir nada.
Pero no podía dormir. Mi situación eta tan terrible
del pasadosólo me quedabanpálidos bloques de recuer-
que todavía no podía acostumbrarme a creerla real.
dos superpuestos.Nunca había intentadó descubrirme.
Sentirsecompletamentesolo en el mundo, abandonado
nunca había intentado conocer mi secreto, afitmat cuái
de repente por todos, bajo el peso de algunavergüenza
era mi verdadero nombre, el nombre de mi raza.v no
desconocidao de alguna condena sileñciosa, ei algo
aquel ficticio_y ridículo impuesto por mi padre'en la
más pavorosoy misteriosoque la muerte. ya no existlía
pila bautismal .
para los hombres. Estaba solo y maldito. yo era el mis-
mo,_pero todos los demás habían cambiado respecto a ¿.Quién eres?, pregunté_finalmente a mí mismo, y,
apenasnoté la gravedad de esta pregunta, no r"coráé
mí. Estaba solo, pero no solo en una isla o en uná bulru.
ni los insultos, ni las risotadas,ni el abandonode todos.
como un Robinsón o un náufrago, con la esperanzadei
Separadode los demás, me puse delante de ml mismo
salvadoro con la visión del reto¡no, sino soló en medio
y quise olvidar todo lo que la cosrumbre y la opinión
Título original: Il tragico qu.otidrano.Parole e sangue.Il pilota cieco
Traducción: José Miguel Velloso
Traducción cedida por Aguilar, S. A. de Ediciones,Madrid Prólogo