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(Pablo Neruda)
Ahora
en este octubre
cumplirs
cien aos,
desgarrador amigo.
Me permites
hablarte?
Estoy solo,
en mi ventana
el Pacfico rompe
su eterno trueno oscuro.
Es de noche.
La lea que arde arroja
sobre el valo
de tu antiguo retrato
un rayo fugitivo.
Eres un nio
de mechones torcidos,
ojos semicerrados,
boca amarga.
Perdname
que te hable
como soy, como creo
que seras ahora,
te hable de agua marina
y de lea que arde,
de simples cosas y sencillos seres.
Te torturaron
y quemaron tu alma,
te encerraron
en los muros de Europa
y golpeabas
frentico
las puertas.
Y cuando
ya pudiste
partir
ibas herido,
herido y mudo,
muerto.
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tu estatura
queras
acumular el oro
necesario
para la sencillez, para la llave,
para la quieta esposa,
para el hijo,
para la silla tuya,
el pan y la cerveza.
En tu tiempo
sobre las telaraas
ancho
como un paraguas
se cerraba el crepsculo
y el gas parpadeaba
sooliento.
Por la Commune pasaste
nio rojo,
y dio tu poesa
llamaradas
que an suben castigando
las paredes
de los fusilamientos.
Con ojos
de pual
taladraste
la sombra
carcomida,
la guerra, la errabunda
cruz de Europa.
Por eso hoy, a cien aos
de distancia,
te invito
a la sencilla
verdad que no alcanz
tu frente huracanada,
a Amrica te invito,
a nuestros ros,
al vapor de la luna
sobre las cordilleras,
a la emancipacin
de los obreros,
a la extendida patria
de los pueblos,
al Volga
electrizado,
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