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REVISTA DE CULTURA Aiio VI, Numero 17 Abrib-julio de 1983. $70.000.- El error de Victor Massuh Sur: Democracia: ética, revista y grupo ideologia y politica intelectual Debate: la historia discute a Michel Foucault. Relatos de Laiseca y Pampillo. “No se trata de hacer de-«Sur», Filosofia y nacién, nombre delahistoria. reflexionar sobre la de J.P. Feinmann: Hay cenizas en el Argentina. de Hegel al viento, de C.D. O. Oszlak: lectura revisionismo Martinez: una sociopolitica de la hist6rico 0 c6mo manera formacién del estado hablar de politicaen — novelistica de argentino. Punto de vista Sumario Editorial 3 Elerror Massuh, por Oscar Terin 4 ‘Sur: constitucion del grupo y proyecto cultural, por Maria Teresa Gramuglio 7 La perspectiva americana en los primeros afios de Sur, por Beatriz Salo I Un acuerdo de orden ético, por Jorge A.Warley 12 Discusion: ,Qué democracia?, por Osvaldo Guariglia 15 3 Elhistoriador y el filésofo, por Jacques Léonard 22 El polvo y la nube, por Michel Foucault 3 Madame Gaston, por Gloria Pampillo 3: ‘Los magister de la ciudad de Nibelungen, por Alberto Laiseca 3 g 8 Taller: El pablico del Martin Fierro, por Lucas Rubinich & ‘Libros: Una versin de la historia, por Carlos Altamirano sobre Filosofia y naciéndeJ.P,Feinmann 4: Historia politica desde las ciencias sociales, por L. A. Romero, sobre La formacién del estado: de O. Oszlak Adis a Ia Gltima instancia?, por Oscar Terin, sobre El discurso juridico 46 ‘Suma critica sobre novela latinoamericana, por ‘Susana Zanetti, sobre La novela latinoamericana de Angel Rama 47 Literatura de ta infancia y los mérgenes, por C. D, Mastinez, sobre Sombra del fondo de C.H. Aparicio 49 8 = Reflexionar y narrar, por Nora Catelli sobre Hay cenizasen el viento de C.D.Martinez SO Necesidad de la poesia, por G. Pampillo, sobre Con uno basta 52 Nombrar lo innombrable, por D. Samoilovich sobre La escritura blanca de A. Marimén 53 Minima 54 Libros recibidos 55 Los dibujos de este niimero son de Juan Pablo Renzi. Pertenecen a las series “Delirios de Cuernavaca” y “‘La guerra de los péjaros”, de 1982-83, gunn Revista de cultura Ano VI, Numero 17 Abril-julio de 1983 Consejo de Direccién: Carlos Altamirano Maria Teresa Gramuglio Hilda Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzetti Directora: Beatriz Sarlo Disco: Juan Pablo Renzi Argentina, un afto, $ 300,000. Exterior, 6 ntimeros (correo aéreo) uSs 25. El Consejo de Direccién no comparte necesariamente las opiniones vertidas en los articulos que se publican. Punto de vista recibe toda su correspondencia, cheques 0 giros a nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de Correo 39, Sucursal 49 (B), Buenos Aires, Argentina. Punto de vista fue impresa en los Talleres Graficos Litodar, Brasil 3215, Buenos Aires. Hecho el depésito que marca la ley. E.itorial/3 Con las elecciones anunciadas para el 30 de octubre se abre Ia posibilidad de democratizacién de la sociedad ar- gentina. Sabemos que no existen de antemano las garantias de que Ia vida politica del pais tome ese curso: conspirarén contra él, en primer lugar, los que creyeron que en. 1976 habfa llegado la hora de la revancha histérica contra Ia Ar- gentina surgida en Ia década del 40 y se aplicaron a “rege- nerarla” con los medios més brutales que confiere el poder. Para que un proceso de democratizacién efectiva pueda abritse paso, las bases y los instrumentos de esa minoria reaccionaria, que ha sido también el aliado hist6rico de nuestra dependencia econdmica, deben ser desarticulados. Y para ello la Argentina tiene que transformarse. La demo- cracia podté arraigar como hibito, como cultura politica, ‘inicamente si esa transformaciOn no es concebida como tarea de élites. Sabemos que el retomo formal a la Constitucién del 53 no significari, por si, la democratizaciém. Un régimen, aunque sea de partidos, que s6lo admitiera el consenso y ahogara la protesta y las aspiraciones de fa sociedad, no ha- ria més que recrear el clima de las soluciones autoritarias. Mas todavia: una sociedad se democratiza no slo en las modalidades det ejercicio politico, sino en Ia produccion de nuevas condiciones econémicas, sociales y culturales, que conviertan a ese ejercicio en una posibilidad efectiva. En nuestra perspectiva, democracia supone una transfor- macién profunda de las situaciones de desigualdad y por Jo tanto una via de reparacién de la injusticia en todos los niveles, Hoy, en la Argentina, la democratizacion es luna meta, pero la politica no es slo enunciado de metas: ‘es también camino, Acaso nadie pueda comprender mejor esto que aquellos que, desde el comienzo de la dictadura militar, se pusieron del lado de la oposicin. Punto de vista ha buscado ser, con los medios a su alcance y desde su aparicién en marzo de 1978, un vehicu- Jo de la disidencia intelectual contra el régimen instalado tras el derrocamiento del gobiemo peronista. Nuestra re- vista no estuyo sola en esa actividad. Otras publicaciones, ‘otras iniciativas, alguna editorial, fueron ejemplares para resistir la peor ofensiva contra todo lo que hubiera de valioso en Ja cultura argentina. Nada resulté tan estimu- Jante como comprobar, en esos afios sombrios, la forma- cin de un campo de solidaridad ¢ interlocucién con quie- nes, en muchos casos, tinicamente tomariamos contacto a través de lo que esa resistencia producia aqui y alla, dis- persa pero obstinada. Las alternativas pol cinan traerén la discusién y In controversia dentro de ese campo; ellas son necesarias y slo una vision beata de la democtacia puede temerlas. Sin embargo, seria olvidar debe estar presente toda Ia década), si cada posicién inte- lectual se convierte en una maquina de guerra intolerante, dispuesta a que suenen nada més que sus argumentos y a demonizar toda diferencia, El terrorismo ideol6gico no tie- ne causas buenas y suele preceder o acompafiar al otro te- rrorismo, cuya perversa dialéctica hemos conocido. Las reconstrucciones de fa cultura argentina, de sus instituciones y de sus redes, de todo aquello que ha sido degradado material e ideolégicamente, constituiré un desa- fio para los intelectuales, Porque esa reconstruccién exigiré debate y espiritu critico, pero también nuevas ideas. Y los Intelectuales no deben participar en. ella con mentalidad de preceptores o de profetas, sino como ciudadanos. Estas son las apuestas de Punto de vista. Bl Consejo de Direccion [Ensayo Punto de vista El error Massuh Oscar Teran ‘Asi como Ja derrota en la guerra del Pacffico le sirvié al peruano Gonzilez Prada para descubrir que en verdad su pais no era una nacién, ya que excluia del mercado politico a esos. indigenas que constitu‘an la mayoria de su pobla- cién, un ejercicio impostergable para estos tiempos de desolacion que vivimos os argentinos consiste en reflexionar nosotros, que ya casi no tenemos in- dios— en el auténtico sistema de desu tres que motoriza a nuestra sociedad, Esa tarea requiere que nos instalemos en un doble registro: la desconstruccién de algunos simbolos colectivos cristali- zados en el imaginario social, y la asun- cidn de los hechos que en estos iltimos afios han atravesado literalmente el espe- sor de los cuerpos. Lo primero, puesto que si lo real nunca se muestra “en persona” independientemente del sistema de representaciones que lo configura, en el caso argentino se asiste al dramatico desfasaje entre un conjunto de mitos fundacionales que se estrellan contra una realidad porfiadamente empecinada en desmentirlos, sin que esa asimetria haya alcanzado el rango de una reflexion satisfactoria. El segundo nivel —el de los hechos “in-corporados”— debers interro- gar por qué en esa comunidad el con- nubio con Ja muerte legs a asumir las caracteristicas de un factum vivido como Fatum: una presencia “obviamente dada” que adquirié las connotaciones de_un Destino y que cubrié a sectores més am- plios qué aquellos que directamente part iparon de Ja tentacién de convertir la violencia clandestina en el instrumento privilegiado de la politica. La grave densi- dad de ese doble registro define en rigor el suelo desde el que estamos condena- dos a articular las pobres y terribles pala- bras que pretendan acercamnos a la medio- cre desmesura de nuestra realidad na- ional. Dicho horizonte es el que abre un espacio de conocimiento cuya omisién s6lo puede arrojar esos teflejos de des conocimiento que designamos con el nombre tradicional del “error”. Por haber cludido Ia tematizaci6n rigurosa de aque- lla_problemética, ese error compromete radicalmente las argumentaciones susten- tadas por Victor Massuh en La Argentina como sentimiento. Construido sobre el entramado de ca- tegorfas que persisten en evocar un uni- verso de discurso orteguiano, este texto se abre con un inventario de los “males” que aquejarian al pais: el desierto, la colonia, la europeizacion, las fuerzas armadas, Ja oligarquia, la inmigracién 0 el populismo son algunos de los compo- nentes de ese “mal argentino” que a con- tinuacién el autor se encarga de excul- par mediante Ia mostracién de “los sig- nos de salud” que albergarfan. La estrate- gia de razonamiento escogida para ello postularé sucesivas “sintesi ren, como paso previo, el desdibuja- miento de proyectos que en verdad resultaron excluyentes en “la disputa por la nacién”. Sobre el fondo de esta noche integracionista donde todos los fenémenos historicos son albicelestes, la colonizacién espafiola puede ser defi- nida como “una gesta prodigiosa” y el aporte indigena como “valioso a pesar de haber sido escaso”, del mismo modo que el laicismo “nos trajo mds benefi- cios que perjuicios”, aunque no debe con: vertirse en “sindnimo de actitud antirre- ligiosa”. Este espfritu de dilucién de anta- gonismos y programéticas desemboca naturalmente en la diagramacion de un nuevo altar de la patria donde pudieran convivir (o conmorir) los soportes de con- cepciones nacionales francamente alter- nativas: “En el pante6n de los héroes hay Tugar para los de linajes opuestos Moreno y Saavedra, Rosas y Sarmiento, Urquiza y Mitre, Yrigoyen y Lisandro de la Torre, Pern y Aramburu” (p. 153). Y al paradigma como especticulo de esta concertaci6n nacional Massuh cree detec- tarlo como un “instante maravilloso” en Ia geografia de la Plaza de Mayo cubierta homogéneamente por banderas solamente argentinas durante la guerra de las Malvi- nas, Se equivocarian sin embargo quienes supusieran benévolamente que un loable sentido de tolerancia inspira estas argu- mentaciones a lo sumo ingenuas. Puesto que un terreno donde Massuh no admite contemporizaciones es el referido al papel de las fuerzas armadas, concebjdas como la “ltima ratio”, “el supremo recurso de Ja salvacion” en un sistema que no ten- dria previsto un mecanismo de preserva- cién ante “la eventualidad del cas y la disolucién interna” (p. 49). En seme- jantes coyunturas —otra de las cuales el autor ubica en el golpe de 1955— Massuh legitima Ia ruptura de Ja conti- nuidad constitucional, hasta el punto de que uno se pregunta no sin azoro qué es lo que garantiza que andlogos desquiciamientos. no se reproduzcan en Jo inmediato y reiteren esa irrupcion mi- litar tan demandada como normaliza- dora. Porque “hay que reconocerlo: en periodos de emergencia slo cabe el imperativo ‘de Ia intervenci6n quirir- sica” (p. 41). Mediante el seflalamiento de estas frases dificilmente defendibles, no se ‘rata empero de ceder al oportunismo que aspira a recoger las ficiles simpatias en una sociedad profundamente radica lizada en tomo de consignas antimil tares. Mds bien, habria que colocar estas Iineas dentro de la menos complaciente hipétesis de Guillermo O'Donnell que =sin igualar responsabilidades cuyo maxi- mo rigor recae sobre las fuerzas arma- das— propone pensar que “el régimen militar implantado en 1976 exagerd tendencias profundamente inscritas en la sociedad argentina”, El subrayado que in- troducimos pretende remarcar que es en esa geografia que a todos nos incluye donde hay que indagar ciertas claves de fa crisis actual. Algunas tienen sin duda- origenes que deben ser lefdos en fa larga duracién y provienen de ta excepcional artieulacién de la Argentina en el mer- cado mundial desde fines del siglo pa- sado: tan constitutivos resultaron algunos de los mitos alli acuffados, que pudieron traspasar el desquiciamiento que produjo la crisis de 1930 en la ubicacién de la Punto de vista Argentina en el circuito de los bienes y Jos saberes. Sobrevivié asf toda una ma- triz. argentinocéntrica en donde las vie- Jas ereencias en un pais. “ubérrimo” Pudieron fusionarse con las versiones mas plebeyas de la Argentina Potencia. Pero existe asimismo un tiempo breve, événémentiel y “caliente” en donde las fracturas de Ia sociedad argentina se condensaron hasta alcanzar la_implo- sién. Fue asf como luego de la disolucién isabelina de toda gobemabilidad, en una comunidad fuertemente corporativizada e inmovilizada por el “empate social", el golpe de 1976 al que tan poco convin- centemente defiende Massuh lanz6 una ‘ofensiva represiva en la que el despotismo y la excepeionalidad terminaron por cons- tituirse en la norma de una barbarie que =le vamos viendo~ devoré os restos morales de las corporaciones. militares. Imposibilitadas de imaginar siquie la lucha definida como intemas, acabaron girando en el vértigo de la omnipotencia aventurera que pos- teriormente las arrojaria en el desastre de las Malvinas. La fusion de sus viejas convicciones autoritarias con las. tenta. ciones fundacionales de un redisciplina- miento masivo de la sociedad desembocé en una gesta represiva dudosamente he- roica que dejé el saldo negro de decenas de miles de muertos, desaparecidos y prisioneros, mientras centenares de miles de argentinos hufamos atemorizados de un pais que nunca habiamos imaginado abandonar. Es por ello que el califica- tivo de “quinirgica” con que Massuh connota esta operacién militar es ol gesto simbélico con el que se alude y simulté- neamente se elude el concreto desmem- bramiento de los cuerpos. Mas si es po- sible elidir el tema de la muerte en un ensayo sobre la Argentina actual, es igualmente innegable que ¢sa omisin no puede practicarse sin resultados in- mediatos en el plano del discurso: mas que con efectos de superficie, nos encon- traremos entonces con efectos de super- ficialidad, La téctica de Ia des-corporizacion constituye asi una andloga operacién quirirgica en el plano retérico, conec- tada con el afin de que Ia parébola del Ensayo/s drama actual pudiera jugarse toda ella en el interior del espiritu, Y no se trata, por cierto, de recaer en esa metafisica de Jo infraestructural que termind por negar la eficacia de mensajes que mos- traron largumente ser mucho mis que meras nubes. de significantes sobrevo- Jando la terrenalidad de lo real, Si no del cielo, como queria Heidegger, las con- signas pol iticas de los dltimos afios fueron el habla de un infierno que deton6 sans phrase en el interior de los cuerpos. Ya que si el tema de las formas violentas que asumié a lucha politica es otro de Jos nudos cruciales que requieren de una reflexién dificil pero imprescindible, gpuede pensarse seriamente que se con: tribuye a ese esclarecimiento cuando alguien se complace en afirmar que “al nihilismo que tenia las armas en la mano se lo enfrenté con las armas, La lucha fue necesaria y el enemigo fue derrotado™? Puesto que no deberia ser necesario recordarle a Massuh que, en clave nietzscheana, todo “nihilismo” tendria que interpretarse a partir de la desvalorizacién de ciertos paradigmas fomentada en buena medida por algunas de esas “intervenciones quirirgicas” que con tanto ahinco defiende. No quiero decir con esto que una “genealogia” de las. Gltimas décadas pudiese justificar el funesto error del desarrollo por parte de importantes sectores de Ia izquierda argentina de formas de violencia arma- da, pero si que es ineludible comprender cémo se fue constituyendo un disposi- tivo politico-cultural que oficiarfa como condicién de posibilidad de una ideoto- ia del vanguardismo armado que ter- ‘min6 por sustituir a las masas que pre- tendia representar. Si Massuh hubiese penetrado en ese laberinto, se hubiera encontrado seguramente con una super- posicién de capas sedimentadas en la deologia de los afios que transcurren entre Ia revolucién llamada libertadora y el golpe de Ongania, donde convivie- ron los efectos de la proscripcién del peronisma, el fracaso del desarrollismo, Ja influencia avasalladora de la revolucién cubana, las formulas contestatarias de los afios sesenta, las concepciones tercer- mundistas que penetraban hasta los estratos catdlicos y, otra vez, la serie 6/Ensayo. Punto de vista inacabable de golpes de Estado que ofi- ciaban de alucinada profecia autorreal jenes crefamos en la cance- lacién definitiva de las formas electorales de la politica. Por carecer de estos ele- mentos que sitdan un anilisis y lo toman productivo, el error-Massuh confirma que Jos discursos que tratan de explicar la cadena de calamidades que nos convocan no pueden silenciar el peso de los cuerpos y la historia sin disolverse en el aire como un vapor al viento. Pero ademds, esas graves y_grividas afirmaciones legitimadoras past fesrum del golpismo son las que convierten a este libro en una auténtica contradictio in objecto, puesto que dicho apoyo justi catorio toma retéricos los afanes de re- tomo a la democracia que el autor postu- Ja en la Gitima parte de su escrito, cuando se pronuneia en favor de los dificilmente no compartibles principios del plura- lismo, la libertad de critica y el respeto por “la voz de las minorias, de los indi- viduos, de los particulares aislados” (p. 106). Porque de nada sirve ya decir que “no quedan hombres ni corporaciones sal- vadoras” cuando toda la légica de Ia argu- mentacion ha conducido a reservar al po- der militar como espacio de recompos cién privilegiado de una sociedad en crisis. Como tampoco ¢s atinado calificar solamente de “magros” los resultados de a administracién de estos dltimos siete fos, especialmente si se recuerda que su politica econémica determiné el des- censo del producto bruto interno, la des- industrializacién, la reduccion brutal de los salarios reales, Ia desocupacin ere- ciente, la corrupeién financiera y el en- deudamiento externo per cépita mds elevado del mundo, Por eso, si bien Iucen compartibles algunas de las falencias visualizadas en el populismo para una revitalizacién demo- critica, no lo son las alternativas funda- das exclusivamente en una ideologia del retomo, Este aspecto de su razona- miento se pone de relieve precisamente en el tratamiento del fenémeno pero- nista, hacia el que Massuh lanza una mirada tan comprensiva como patemna- En una caracterizacin que, malgré se sigue nutriendo de los esquemas mentales de Le Bon, La Argentina como sentimiento define al populismo como “la_versién muchedumbrizada del pue- blo” (p. 81), por lo cual su incorpora- cién positiva a las tareas nacionales debe- rfa provenir de una expurgacién de su desmesura emocional y multitudinaria, mientras a través de la operacién “‘apo- fitica”” —dice—, consistente en silenciar el nombre de la divinidad, “en el coraz6n de cada uno de sus fieles la imagen del lider puede resucitar convertida en inspiracién y esperanza” (p. 92). Acom- pasando el ritmo de privatizacién de la vida y de las palabras que caracteriz6 buena parte de las normas impuestas por el régimen militar, se reclama de ‘este modo de los peronistas una idéntica actitud de privacidad cercana al- silen- cio de la inexistencia. Y al pretender superar el modelo populista pero con categorias que pertenecen a un mundo previo a su emergencia, s6lo resta como residuo de la reflexion el retorno ma- cizo al universo encantado de la indivi dualidad laboriosa y prepolitica: “Nada més rotundo, ni mas real —ni més poli- tico en suma— que roturar el campo, investigar_ en un laboratorio, impartir una enseflanza honesta, levantar una fabrica, crear fuentes de trabajo, ‘trazar la voluta de humo de un poema o un pensamiento. Lejos del Poder publico, los protagonistas de estas acciones se saben forjadores de la historia” (p. 57). Todo apunta entonces a la restitucién de un mundo de “hombres en soledad”, porque ¢s alli donde aflorarian las virtu- des pérmanentes de los argentinos, “las que se connotan cuando lo encaramos uno a uno, en la soledad del café, las aulas, el taller, o en la pequefia cama- raderfa de los iguales. Alli muestra su verdadero rostro, sin la coaccién emo- cional de la multitud o Ia abstracci6n de las corporaciones” (p. 93). No deberia acusarse de practicar el terrorismo ideo- I6gico a quien sospeche profundas homo- logias estructurales entre las consecuen- ias sociales de la politica econémica del “Proceso” y este retorno a una Argen- tina prepopulista y “pre-muchedumbri- zada”. Otras sendas (;perdidas?) son las que deberjan transitar las reflexiones sobre nuestra realidad. Para ello, seré preciso fugarse de una vez del circulo encantado de Ia autocomplacencia argentina, para que el rostro del desastre nos devuelva Ta imagen devastada de una sociedad que hoy debe arreglar cuentas con su vieja conciencia mitol6gica. Y si tiempos vendrin en que futuras generaciones de argentinos se preguntarin azorados ‘cémo fue posible que en un lapso tan breve se acumularan tal cantidad de frustraciones sobre una naci6n que en una €poca no muy lejana se vivid a si como “el polo latino de América” necesario dejar constincia también de cémo esta comunidad argentina de los Ultimos alos se constituye igualmente desile lo que el poder pretende excluir. Una historia politica del pais a partir de sus zonas ninguneadas y_silenciadas alumbraria por ejemplo el hecho asom- broso de que en esa sociedad la defense de la vida haya tenido que adoptar el rostro inmemorial de la locura, en un gesto crispado que nos alerta a todos contra la presencia vergonzante de nues- tros propios fascismos, Mal que nos pese, también en los sitios sin gloria donde se suplician los cuerpos y las almas serd preciso ir a rescatar un perfil de nuestro peculiar modo de experimen- tar “la Argentina como sentimiento”. No se trata, por fin, de leer estas ur- gencias bajo la cuadricula del “ser na ional”, Ya que al no poder simplemente “vivir” nuestra identidad nacional, en los paises como el nuestro una excesiva preo- cupacién por lo idiosincrdtico puede transformarse en el exclusivismo que desnude nuestro provincianismo, asi co- mo el orgullo nacional acritico puede ser la pantalla tras la cual se oculte el furor de nuestros fracasos. Més bien, asi como se requieren programéticas econémico-sociales populares sin las que la cultura corre el riesgo de tomarse dudosa, toda labor de recomposicién democritica en la Argentina tiene que indagar esos jeroglificos en los que se anudan los cédigos de una cultura nacio- nal. Si no somos capaces de hacerlo, para los hombres del futuro que no se- remos nosotros, estas duras experiencias s6lo lucirin como los restos enigmé- ticos de una caravana perdida sobre las ardientes arenas del desierto. ‘México, enero de 1983 Punto de vista Literatura argentina/7 Dossier: la revista “Sur” La revista Sur, fundada en 1931, ha sido objeto de enconados debates ideolégico-culturales, que fundaron un mito por el cual la publicacié: ¥_ su grupo aparecen alternativamente demonizados, como portavoces directos de la oligarquia, 0 defendidos, como productores de la cultura moderna en la Argentina. Los siguientes articulos, que son parte de una investigacién en curso, intentan definir algunos de los rasgos que carac- terizaron a su primera década. “Sur”: constitucién del grupo y proyecto cultural Maria Teresa Gramuglio En un ensayo sobre el grupo de Bloomsbury’, Raymond Williams refle- xiona sobre las dificultades que presenta el estudio de un tipo particular de forma- ciones culturales a las que designa con el nombre de grupos culturales; Yo que las caracteriza es que, sin estar ligadas a los aparatos institucionales formales i fepresentar un amplio movimiento social, tienen en comdn “un cuerpo de pricticas © un ethos distinguible”?. Algunos de Jos conceptos que Williams maneja en se trabajo abren una posibilidad: la de pensar a Sur desde una perspeetiva que, por lo menos, matice la demasiado gene falizante adscripeién a una concepcién burguesa de la literatura, 0 las acusacio- eS casi tautoligicas de’ portavor. de la oligarquia y minoria de minorias. No se trata de hacer de Sur, para irritacion de algunos y regocijo de otros, un Blooms- bury portent. Se trata, en cambio, de Tecuperar matices y_mediaciones, de in- terrogarse sobre la formacion del grupo que le dio vida en el interior de un con- junto de condiciones sociales y cultura- Jes precisas, de confrontar su autoima- gen y sus prop6sitos manifiestos con sus ealizaciones efectivas y su incidencia real. En suma, de mantener unidos dos aspectos que el andlisis suele separar: la formacién interna del grupo y su sig- nificacién general. Esta perspectiva, 0 si se quiere, esta exigencia, puede ser vis- ta mis que como un programa a cum. plir, como un horizonte que oriente el tipo de cuestiones a plantear con res: pecto a Sur. Entre ellas, en un primer mo- mento. la de la formacién del grupo que cristaliza alrededor de Ia revista en el momento de su aparicion, El primer nimero de Sur sali6 en el “The Bloomsbury Fraction", en Problems in Materialism and Culture, NLR Editions, London, 1980. Willams sefala que el nimero de pertonas aque integran los grupos culturales es demasia do pequefio como para aplicar en ellos me dos estadisticos; que pueden crear 0 no inst tuciones organizadas props a través de las caales se manifiesten; que los prinipios que unifican al grupo pueden extar 0 no’ codifi cados: subraya, finalmente, la importancia de estos grupos ~importancia que es a la ver s0- ial y cultural en Ia historia de la cultura moderna, 8/Literatura argentina Panto de vista verano de 1931, La historia de su prepa- racién ha sido ya contada muchas veces”. Conviene ahora seleccionar y reordenar algunos de esos datos conocidos: en ese primer nimero no hay ningan editorial, manifiesto 0 declaracién de principios con que la revista o el grupo se presen- ten a si mismos y definan programsti- camente su proyecto, En lugar de ello, y abriendo el nimero, una carta de Vic- toria Ocampo a Waldo Frank, donde ella relata, con su particular habilidad para el detalle, el proceso de génesis del proyec: to y la influencia decisiva que en él le atribuye a Frank, Si lo que aparece en un primer movimiento trae a primer pla- no el sesgo anecdético y personal que Victoria Ocampo impone como la marca mds visible de la empresa —Ia insistencia del visitante extranjero, las lazgas charlas peripattti ‘gus propias vacilaciones, su Viaje a Europa y Estados Unidos para discutir el proyecio- un segundo movi miento revela otros aspectos que mues- tran, por decirlo asi, el revés de la trama. Ambos se condensan en este parrafo: “Usted, Waldo, me ha impuesto esta tarea, (...) He creido poderla aceptar debido a los amigos que estén en mi tor- no y en quienes tengo confianza”. Mas adelante, al comentar a Frank las pregun- tas que se le habfan hecho en Paris. Victoria Ocampo escribe “mi revista”. Pocos pérrafos después, vuelve a atenuar este personalismo exclusivo: “Waldo, en un sentido exacto, ésta es su revista y la de todos los que me rodean y me ro- earn en lo venidero”, La oseilacién en el reconocimiento del proyecto como tarea personal y como expresion de las preocupaciones (las “in- quietudes” a que aludia irénicamente Alfred Métraux*) de un grupo al que Victoria Ocampo califica de “amigos” es caracteristica de este momento ini- cial. Y no es sdlo Victoria Ocampo quien Jo ve asf; puede leerse entre lineas en el capitulo de Historia de una pasion argen- tina en que Mallea evoca Ia visita de Wal- do Frank’; y, de modo més explicito, en los recuerdos de Maria Rosa Oliver, quien, al narrar las reuniones iniciales 2 Véase Capitulo, Historia de la literarura ‘argentina, nro. 106, CEAL, Bs, As., 2a. edicion en casa de Victoria Ocampo, se refiere por un lado a los “amigos” que partici. paban en la discusién del proyecto, y por el otro a “Ia revista de Victoria”, a Ia que consideraban Iicito lamar de ese modo “pues dependerfa ‘inicamente de su voluntad y su criterio y también de su bobsillo”® La ausencia de una declaracién ex- plicita que presente al grupo y su pro- grama es correlativa de esta oscilacién. En Ia autoimagen de Sur, “la revista de Vietoria” es, también, la revista de los amigos que la rodean, cuya agrupacién se define a partir de un sistema de rela ciones personales, de lazos de amistad y de parentesco fuertemente tramados, que funcionan como el sostén de la re- lativa fluidez de un conjunto de valores @ticos y estéticos compartidos’. Y a falta de manifiesto, habri que leer esos datos en otra parte: en primer lugar, en la némina de miembros de los conse jos nacional y extranjero de los prime- os niimeros; luego, en los articulos con- memorativos de los aniversarios de la revista, que vuelven puntualmente, una y otra vez, a In evocacién de los orige- nes, a Waldo Frank y a Driew la Roche- le, a la preocupacién por el americanis- mo formulada en el niimero inicial, a las preguntas sobre 1a misién y los logros de Sur; finalmente, en las lineas temé- ticas que los articulos de esos primeros nGimeros inauguran ® El consejo de redaceién del primer niimero de Sur estaba formado por Bor- ‘ges, Eduardo J. Bullrich, Oliverio Giron. do, Alfredo Gonzilez Garafio, Eduardo Mallea, Maria Rosa Oliver y Guillermo de Torre. Filiaciones y afinidades esté- ticas, lazos de parentesco y amistad in- telectual articulan la homogeneidad socio- cultural de este grupo inicial: Bullrich es primo de Victoria Ocampo. Bioy Casares conoce a Borges en 1932, en casa “Atos de plivida inquie- ud", en Sur,nr0s. 298-99, enero-abril de 1966, § “py espiritu que caminaba a mi lado. ~dice ‘Mallea~ no ignoraba ia voluntad que en algunos de nosotros habia encendido” © MR Ober, cit Algunos de esos aspectos se desarrolla en los trabajos de Beatriz Sarlo y Jorge Warley. de Victoria Ocampo; se casaré afios después con Silvina Ocampo. Borges, Bioy y Silvina Ocampo escribieron va ios libros en colaboracién. Guillermo de Torre es cuflado de Borges. Borges, Girondo y de Torre, que habjan sido protagonistas actives de la vanguardia de los afios veinte, ponen Ia nota de en: lace con Florida y el martinfierrismo: hay all{ una herencia euyo aleance y transformaciones en Ia nueva situacion habré que despejar. Victoria Ocampo, que no habia participado de las a Vidades literarias de los. vanguardistas, era, en los aflos veinte, amiga de Ricardo Giiraldes. Y fue Oliverio Girondo quien conect6 a Giiiraldes con los martinfie- rristas, Mallea, que ya estaba en La Na- cién, y Maria Ross Oliver, se habrian incorporado a través de Waldo Frank’; es en ellos —aunque con diferentes mo- dulaciones— en quienes la influencia de Frank en tomo a la preocupacién ameri- cana estd més presente y explicita. En cuanto al consejo extranjero, basta sefla- lar, por el momento, 1a afirmacién de Victoria Ocampo, corroborada por nu- merosas anéedotas y testimonios, recuer- dos y correspondencia: “todos amigos personales mios"!®. El grupo de amigos que rodea a Victoria Ocampo es, como se ve, una red bastante espesa, cuya persis tencia quedé registrada en las fotos de la época: reuniones, aniversarios, algin casamiento, con visitantes extranjeros, en San Isidro, en Mar del Plata, en el extranjero, en la redaccién de Sur. {Quiénes quedan excluidos de esa ® Salvo referencias explicitas, para el mate- rial de esta nota pueden consultarse en el nie mero 75, (diciembre de 1940, décimo aniver- sario) los articulos de Frank, Vietoria Ocampo, Mallea y Guillermo de Torre, En los nimeros 192, 93, 94 (aio 1950, vigésimo aniversario) Jos articulos de Victoria Ocampo y Guillermo de Torre. En el nimero 268, enero y. febrero do 1961, ttigésimo aniversario, el articulo de Victoria “Ocampo. En los nimeros. 298 - 199 de 1966, trigésimo quinto aniversario, os articulos de Maria Rosa Oliver y de Victoria ‘Ocampo, En el nimero 325, julio-agosto de 1970, cuadragésimo aniversatio, el articulo de Victoria Ocampo. 9 MLR. Oliver, eit. % Nimeros 298-99. Punto de vista Literatura argentina/9 trama? Silencios, ausencias y_alejamien- tos permitirfan disefiar una respuesta. Una anéedota que Waldo Frank relata en sus Memorias servird por ahora de punto de partida. Cuenta Prank que para reali- zar el proyecto de la revista, tal como él Jo concebia, puso en contacto a Victo- ria Ocampo y a Samuel Glusberg, que no se conocian. “Victoria fundé Sur, y ésta se convirtié en un respetable tes- timonio de cultura. Pero Glusberg, el dinémico inmigrante judfo que levaba en el corazén la América profética, y Victoria Ocampo, la princesa del buen gusto, se separaron casi tan pronto como se conocieron. Mi alianza cultural no pas6 de ser un suefio”. Inmediatamente se refiere a Maria Rosa Oliver. “Ella ~dice— queria la revista que yo querfa, Victoria no podia trabajar con ella. El distan- niento ideol6gico de Victoria, Glus- berg y Maria Rosa fue un simbolo. Las ‘partes’ de América todavia no estaban maduras para unirse”!", No es la exac- titud de los datos lo que cuenta: como se ve, Frank no siempre es exacto. Lo cierto es que Glusberg no se integré en Sur, y Maria Rosa Oliver, simpatizante del comunismo y futuro premio. Lenin de Ia Paz, permanecié afios en Ia revista Detris del error de Frank hay una ver- dad: Jo que 61 considera una escision en la concepeién de lo americano, es en rea- lidad una escisiOn inherente al interior del sistema cultural argentino, que, de modo inexorable, remite al peso de lo social. Marfa Rosa Oliver en Sur y Glusberg fuera de ella no se explican tampoco por a mayor o menor amplitud de criterios de Sur, Revelan en cambio la existencia de un conjunto de valores compartidos, en el que las inflexiones del americanis- mo y la concepcién del trabajo cultural estin estrechamente ligadas a 1a consti- tucién de un grupo cerrado y minorita- rio que, en el interior mismo de la clase dominante, se define con respecto a ella 4 la vez. por ta pertenencia y por la dife- renciacién, Desde esta perspectiva puede seguir- se, en los nuimeros-aniversario, la preocu- 1 Waldo Frank, Memorias, Editorial Sur, Buenos Aires, 1975, p, 281-282. pacién americana, que arranca de la vo- luntad de desentrafiar Ia verdad oculta de América para convertirse en la nece- sidad de establecer un puente con Euro- pa. En la autoimagen del grupo, el ver- dadero americanismo de Sur reside en su cardcter supraamericano y suprana- cional, diferente del que podrian esgri- mir “americanos poco seguros de si mismos” y garantizado por la posesion de un tono argentino y la pertenencia una tradicion que se remonta a los tiem- pos de la conquista!?. ;Cémo no recono- cer en esos términos la nueva formula- ci6n de una vieja disputa, Ia de la doble relacién con lo nacional y con Europa? A partir de estas precisiones habria que releer Ia forma como Sur, con su parti- cular constitucién como grupo y su in- sercion de clase, viene a situarse en el corazén del mas constante de los debates que recorren nuestra historia ccultural 8 La constitucin del grupo es también decisiva para comprender el programa de la revista, Ia propia formulacién del pro- yecto y Sus constantes, tal como puede rastrearse en los articulos que Vietoria Ocampo escribié sobre Sur. En el dé mo aniversario, expone una vision de ta uunién del continente, de la unién ameri- cana a que aspiraba Frank que contri buyera la revista, como realizada a tra- vés de una élite de escritores; define a esta élite como “una aristocracia cuyos ‘miembros tienen siempre estrecho paren- tesco, como en otros tiempos las fami- lias reinantes”; casi un retrato de su pro- pio grupo. La idea de la importancia de las élites, de las minorias ilustradas, en Ja configuracién y mantenimiento de la 12 Wéanse los articulos de Mallea y de Torre en el nimero 75. 2 Este debate esti presente en Echeverria, en Sarmiento, en la generacion del ochenta, fen el Centenario, on las tendencias literarias de los aos weinte, y continda vigente hasta nuestros dias, Esti presente también en nume- fotos. trabajos criticos, especialmente los de David Vifias y el grupo Contorno; en Beatriz Sarlo, “Vanguardia y eriollismo: Ia aventura de Martin Fierro”, Revista de critica Iiteraria his panoamericana, ato Vi, Nro. 15, 1982, y on Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, "La Argen- tine ‘del Centenario: campo intelectual, vide literaria y temas ideoldgicos", Hispamérica, n° 25-26, cultura es el eje en torno del cual se arti- culan otras proposiciones menores, a las cuales impregna con su sentido: hacer conocer aqui lo mejor de la cultura euro- pea, difundir a los escritores argentinos en el extranjero, formar la élite futura. De ahi que Victoria Ocampo vuelva una y otra vez, en estos periddicos balances, a Ia comparacién con otras revistas lite- rarias, siempre minoritarias. En el vigé- simo’ aniversario, comenta las declara- ciones de James Laughlin sobre New Directions: alli formula su célebre adhe- sién al objetivo del “nivel Henry James” que tanto indign6 a Herndndez Arregui". En el trigésimo aniversario, el término de comparacion es Partisan Review: como ella dice, Sur es high-brow, “y ojald lo fuera mas”, En 1970, y con tono amargo;, cita largamente las palabras de despedida de T.S. Blliot a The Griterion, con las cua- les se identifica: “.. . quizd por mucho tiempo Ia continuidad de In cultura ten- rd que ser mantenida por um pequeiio riimero de personas. ..” La persistencia de esa concepci6n y la oliberada insistencia en ella torna re- dundante 1a acusacion de elitismo que se formula a Sur. La idea del elitismo, del grupo minoritario y Ia aristocracia inte- fectual forma parte explicita de su sis- tema de valores. Y Sur no sostuyo sos valores simplemente por su cardcter de portavoz de la oligarquia o por calcula- do maquiavelismo, Entre lo estrictamen- te social —Ia clase— y el sistema cultural, esti la mediacién del grupo como forma- cin especifica en el interior del sistema social, En definitiva, ta defensa de la “aristocracia del espfritu”” que proclama Sur no se explica por su cardcter de gru- po minoritario; ambos términos’se recla- ‘man mutuamente, pero es mis verdadero afirmar que la adscripei6n a esos valores 8 lo que explica Ia forma que adopta la constitucién del grupo en su momento inicial. ¥ Conviene citar ol pasaje, con sus comilas, para no tergiversarlo: “Sur'ha trabajado, du: ante vointe afios, en crear Ja dlite futura a que alude Laughlin, No ha tenido otro pro: Pbsito. que el de offecer al lector argentino Serta calidad de materia Mteraria, de acer carlo Jo mis posible al “nivel de ‘Henry Ja mes", nimeros 192, 93, 94 10/Literatura argentina Punto de vista La perspectiva americana en los primeros anos de ‘‘Sur’’ Beatriz Sarlo Existe un cierto estereotipo acerca de la revista Sur que, al repetirse sin mayo- tes variantes, dice, como todo estereo- tipo, una verdad parcial e insuficiente {Cmo separar a Victoria Ocampo de la ligarquia argentina? Como pasar por alto que tos medios materiales que hacen posible la revista provienen de ese casi infinito fondo de herencias, propiedades recibidas que se van vendiendo como aporte que Ia riqueza terrateniente le permite 4 una de sus hijas? Fraccién de la alta burguesfa en el campo intelectual, sin duda. Pero después de esta compro: bacién, habria que preguntarse sila cultura de Sur puede asimilarse, sin més, la cultura de la oligarquia. Se puede decir que Sur introduce una flexi6n eli tista en una zona de problemas que preo- ‘cupan también a otros sectores del campo intelectual, y que en Sur se cruzan dis ‘cursos de marca ideoldgica diferente. Este €s el caso, entre otros, de la “preocupa cin americana” que da tema a estas notas. No es necesario insistir, 0 més. bien habria que hacerlo de manera menos unilateral, sobre la actividad de Sur como factor de eusopeizacién de la cul tura argentina de élite, Revista cosmo- polita, donde el lugar del traductor y del introductor era, sin exageraciones, central, Sur se movia con la conviccién de que fa literatura argentina precisaba de este vinculo con Ia europea y la norte: americana; agité la idea (a veces omni potente, en ocasiones ridicula por st estilo) de que la actividad de importa- mn, que inchuia a libros y personas, ce- traba los huecos de la cultura argentina, producidos por Ia distancia, por la juven- tud sin tradiciones del pais, por la ausen- cia de linajes y maestros. Esto fue Sur, pero no sélo esto, Es improbable que la ideologia de un eseritor, de un promotor, de un organi- zador cultural, presente ante el. anilisis una lisa superficie sin fisuras. Las ideo- logias culturales son inevitablemente un compositum, donde es preciso, mas que nularla, aferrarse a su heterogencidad . Estos rasgos se acentian en el caso de Sur por dos razones obvias. En primer lugar, se trata de una revista, esto es, de una forma de produccién discur- siva caraeterizada por la copresencia de intelectuales que, sea cual sea su nivel de integracion, no han delegado sino par- ialmente en ese espacio comin sus pro- yeetos, sus pricticas, sus utopias. En se- gundo lugar, se trata de una revista argentina, lo que quiere decir, producida ‘en un espacio signado por la precariedad de un pasado que carecia de esas forma- jones casi geologicas que los intelectua- les locales admiraban en ta cultura euro: pea, esa solidez que hacia posible tanto la estabilidad de Ia identidad del escritor, como Ia violencia de las rupturas del vanguardista, Heterogénea en su composicién y marginal respecto de los centtos mun- diales, Ja ideotogia cultural argentina se plantea reiteradamente en el siglo XX dos tareas formalmente contradictorias: construir una cultura que pueda pensarse Y y ‘argentina’ o ‘ameri cana*! construirla a partir del recono- cimiento de lo que somos (en Ia escucha de fa lengua, de Ia historia), pero también a partir de Ia conciencia del earicter in. La palabra que mis se sta etapa do Sur, es “americana”; feresante estu iar la opeién por este término, ausents por latgos perfedos de la cultura argentina Punto de vista Literatura argentina/11 completo y fragmentario de esos materia- les; necesitar, por lo tanto, de otros materiales (extranjeros, traducidos, im- portados) y de otras lenguas. Las fraccio- nes que operan en el interior de esta pro- blemiética se diferencian por la elecci6n de lo traducitsle, por la relacién con la lengua y la cultura de referencia. ‘Sur propone un ejemplo privilegiado de esta ideologia cultural, si se examinan los primeros afios de Ia revista, en los que se construyen lineas que perduran en los siguientes. Y podria afirmarse, sin exa- gerar, que Victoria Ocampo resume, 4 veces de manera patética, la torsién entre ‘cosmopolitismo” y ‘argentinismo’. La segura candidez de sus declaraciones acerca de su relacién con el francés y del caricter fundante que esta lengua tie- ne en su imaginario cultural, suscita to- davia hoy una sonrisa irritada, que a mi no deja de evacarme la ironfa con que se lee, también parcialmente, el esfuerzo de Sarmiento. traduciendo un volumen de Walter Scott por noche. Pero no se puede pasar por alto el vinculo que enlaza Tengua extranjera, cultura europea y tra- duceiones: “Mi facilidad para expre- sarme en varias lenguas (escribe Ocampo en el segundo nimero de Sur), mi difi- cultad para reencontrar, para descubrir la mia propia jserdn acaso particulari- dades mias? No lo creo, Esto debe existir ntre nosotros como una disposicion nacional. El inmenso trabajo de traduc- ciones que muele todos los idiomas unos con otros y que va conquistando el mun- do, como dice Drieu, se ha hecho came en nosotros”. 7 Una dispostcién nacional: més alld di la fécil vanidad de quien ha aprendido a lengua extranjera junto con Ia ma- tema y que, por tanto, ignora la humilla- cién del intelectual que lucha con esa lengua inabordable 0 se somete a las tra- ducciones ajenas,? la disposicién nacio- nal define el conjunto de sentimientos hacia Io extranjero, como fuente a la vez de impulsos culturales productivos y del hostigamiento de la diferencia. Si la lite ratura extranjera viene a llenar espacios que se fantasean vacios. su funcién es, 2 Que no es lo mismo, ciertamente, que tia- ducit a otros, como Lo’ demuestran tos casos ‘de Bianco © Borges. al mismo tiempo, revelarlos. En la ideo- logia de Sur, es lo imprescindible y lo ‘que subraya, por su misma necesidad, la certidumbre de las carencias, Esta certidumbre puede experimen. tarse de varias maneras y segtin grados de tension 0 de conformidad diferentes, Coexisten en Sur de estos primeros afios un americanismo optimista y uno pesimis- ta; un americanismo confiado en ta ju- ventud y en la realizacién de la promesa ‘que estas regiones arrojan hacia el futuro (Ocampo, Frank) y un americanismo pre- ocupado por los obstéculos reales que persisten como marcas histéricas del Continente. De todos modos, en ambas flexiones, el americanismo no se hace cargo de Ia desigualdad y la violencia que separan a América Latina de Esta- dos Unidos (este punto ciego define as{ una ideologia y una politica). Optimista y_pesimista, en ambas.fle~ xiones se instala la conviccién de que hay que explicar a América doblemente, 4 los americanos y a los europeos: “Si no hubiese sido americana, en fin, no experimentaria tampoco, probablemente, esta sed de explicar, de explicamos y de explicarme. En Europa, cuando una cosa s¢ produce dirfase que esti expl- cada de antemano. .. Aqui, por el con tario, cada cosa, cada acontecimiento, es sospechoso y sospechable de ser quello de que no tiene traza, Necesi tamos mirarlo de arriba abajo para tratar de identificarlo y a veces cuando trata- mos de le las explicac casos andlogos recibirian en Europa, comprobamos que no sirven” (Ocampo en el niimero 3). Efectivamente, la realidad americana aparece descentrada > no solo (repetirlo ¢s casi banal) respecto de Ia europea, sino respecto de las ideologias que, propo: niendo sus explicaciones, hablan de ella. América como “hecho patético”, confiesa Alfonso Reyes en el primer niimero de Sur, y luego, en el tereero, expone las razones materiales, fisicas, 3 “La temitica del deseentramiento es abor- dada por Roberto Schwarz en su estudio sobre Machado de Assis: Ao Vencedor as Batata, Forma litéraria e processo social nos inicios do romance brasileiro, San Pablo, Livraria Duas Cidades, 1981, 2a. edicin. corporales de este patetismo. Se trata de una especie de conte philosophique, en el cual dos mexicanos exiliados en Paris después de la egida del porfirismo, reflexionan (con una ironfa que recuer- da por momentos a Bouvard y Pécuchet) sobre la patria, Pensar a México (que funciona como toda América, en cl texto de Reyes) es poner en primer lugar el mestizaje: “Mi créneo, amigo don Juan Antonio, es el erineo del Indio; pero el contenido de sustancia pris es europeo. Soy a contradiceién en los términos... —E1 anfibio del mes zaje... Eso es, el anfibio del mestiza- je. Menos mal si esto fuera agradable y permitiera gozar de dos ambientes, Des- graciadamente no es asi... Yo, como los indios, indio yo mismo por mitad, tengo un’ maxilar sin capacidad sufi- ciente, sin sitio para Ia muela del juicio. Porque los indios; don Juan Antonio, no tienen muclas del juicio. .. Las po- bres muelas europeas se abrieron sitio como pudieron, y creo que pudieron mal. Y las pobres nociones europeas rechinan términos informa sobre una tension que, en Ia versién optimista de la problems- (generalmente la de Ocampo), Waldo Frank resuelve con esperanza en el futuro y facilidad ensayistica: “Cada hombre de Hispano América (escribe en el némero 4) tiene que mirar hacia adelante: el indio, porque to ha perdido todo y el mestizo porque no ha ganado nada” En este sentido, tanto Frank como Keyserling (tan distantes intelectualmen- te, por cierto) le dicen’ a los argentinos de Sur lo que éstos estén queriendo escu- char: nuestras diferencias no suponen inferioridad de parte de ustedes; es més, Jas diferencias pueden ser tan producti- vas que conviertan a este continente * en una alternativa moral, estética e inte- lectual; en el descentramiento esti la virtud americana, Entre la solucién mito- logizante del ensayo eses as y la versién naturalista de Reyes, articulada * Pyte continente et fantaseado por Key- setling como del Tercer Dia de la Croacién, inaugurando una serie metaforica que va a de sembocar en Martinez Estrada y Murena, 12/Literatura argentina Punto de vista sobre la metéfora anatémica del dolor del mestizaje, el arco de la problemética supera otras imdgenes como la del crisol de razas, empleada por la oligarquia argentina en el. proceso de nacionaliza- cién del inmigrante, y que los Estados Unidos también adoptaron para contar la historia de la incorporacién de mino- rias nacionales, ‘América ha dejado de ser, en las nue- vas versiones aparecidas en Sur, un armo- nico crisol de razas para convertirse en tuna apuesta de fusién futura (Frank) 0 en el escenario de un combate: Reyes ha- bla de la interminable Noche Triste en que americanos y espafioles pierden una misma batalla. Estas reflexiones sobre América, centradas en el mestizaje, ra- cial en el caso de Reyes, de mezela cultu- ral en los argentinos, va a generar una frondosa produccién que Megari hasta Murena, inscribiéndose en una de las Iineas del ensayo sobre el ser nacional. \l sefalar Ia aparicién de esta variante en Varis volaboradores de Sur adhicren con fervor a esta variante: Waldo Frank no es un pesimista, aun cuando mis critica ene espe- tanga, efcrbe Carlos Alberto Exo, en el mero’7; José Lais Romero y Homero Gughcl ‘ini comentan identifcatoriamente las fed taciones.sudamericanas de Keyserling, en el nimero 8 Un acuerdo los primeros afios de Sur, intento despe- jar ese malentendido, por el cual la inpor- tacién cultural se coneibe como un pro- ‘eso sereno en el cual las incorporaciones se incrustan amablemente en un espacio Preexistente y pronto para recibirlas. Ese malentendido (que puede condenar la mezcla cultural o exaltarla) pasa por alto, por un lado, 1a tensién deformante del voluntarismo’ cultural (que muchas ‘veces se lee s6lo irénicamente en Sur); por el otro, que esa tensién emana de luna conciencia, difusa en Ocampo, quien procesa todo desde la perspectiva subje- tiva de la autobiografia intelectual; 0 dramitica, como en Reyes, sobre la desi gualdad esencial de los americanos res- pecto de los centros europeos de produ ci6n cultural. Esta experiencia de la asi metria, del descentramiento de América, cree encontrar una clave prictica en el voluntarismo cultural, que toma en Sur las formas de ta traduccién, pero no s6lo de ella, Modalidad de resolucién de una pregunta que, desde la genera- ci6n del 37 hasta la de Contomo,® cambia gontenidos ideol6gicos 0 formas del debate pero comparte una causalidad social: realmente, los argentinos somos Y No somos europeos; y, cuando leemos, tradveimos, adaptamos nuestra lengua de orden ético Jorge A. Warley Guillermo de Torre, que fue secreta- rio de Sur desde su fundacién hasta 1938, en el articulo “Misterios poéti- cos", donde comenta un libro de cuen- tos de Jules Supervielle, sefiala que: “Se ha ido tan lejos que las fronteras de ' Torte, Guillermo de, “Misterios posticos” ‘en Sir, nto. 2, Buenos Aires, otafio de 1931. Jo _inteligible quedaron casi borradas G.) Y una vez perdido el contralor =por mfnimo y sutil que sea de rela- cién con el mundo circundante que- daban suprimidas no sélo las posibili- dades de inteleccion, sino también Ta ca- pacidad comunicativa que debe poseer toda efusién poética por muy ligada que ‘4 una lengua extranjera (y no al revés). Interrogarse, entonces, sobre la cultura argentina presuponia una respuesta (fue- ran cuales fueran sus contenidos) ten- dida hacia el futuro, en la medida en que, todavia en 1931, era necesario el gesto que afirmara su centralidad, como lo de- muestran estos doce primeros nimeros’ de Sur. © Véase, por ejemplo, Ia polémiea nota de Ramon ‘Alcalde sobre’ Abelado Ramos en Tontorno. 7 Se ham considerado los siguientes articulos: /. Ocampo, “Carta a Waldo Frank”; W. Frank, ‘La selva"; A-R., "Un paso de América” (nt 1; Keyserling, “Perspectivas. sudamericanas V.0, “Ramén Gémez de la Serna en Buenos (nro. 2); V. Ocampo, "Palabras fran- eesas”; A. Reyes, “Los dos augures”; A. Me- traux, "Un mundo perdido” (nro, 3); W. Frank, “EL mundo atlantico"; J. Marinello, “Gabsic. Ja Mistral: y José Marti” (nro, 4); A. Alonso, “EL problema argentino de la lengua” (nro. 6); C.A. Eo, “Un filésofo americano: W. Frank"; H. Gugliclmini y José Luis Romero, eriticas a Lar meditaclones sudamericanas ‘A. Métraux, “El de Keyserting (nro. 8); uuniversoy la naturaleza a sentaciones de dos tribus (nro, 10); S. de Madariaga, “Alberdi precur for” (nro. 11); V. Larbaud, “Una obra ameri- cana" (nro. 13); V.0., "Sobre un mal de esta iudad” (nro. 14); J. Marinello, “Tres novelas ejemplares” (nro. 16). esté al misterio y la fantasia”. Desarro- lla asf una serie de enunciados en polé- mica con las vanguardias, para afirmar una vision donde el anelaje en la referen- cia al mundo circundante, los conteni- dos, la necesidad de “decir algo”, se im- ponen sobre el mero juego formal, el sentido velado o inexistente del texto que inhibiria cualquier tipo de rela- cién communicativa con el lector. Sin una raz6n, sin un sentido diltimo que pueda set entregado, no existe capacidad comu- nicativa alguna; no hay una moral, una ética desde la que hablar. De esta manera extrema, Guillermo de Torre condensa un conjunto de pos- tulados que, con diverso tono, serdn Jos que rijan la vision de Ia, literatura en particular y de la cultura en general del grupo nucleado alrededor de Ia re- vista en estos primeros afios. Eduardo Mallea, desde una_perspec- tiva diferente a la del secretario de re- daccién de Sur, menos resentida y mu- cho més integradora, plantea que: ‘“Fren- te a a crisis del amor humano el inte- Jectual, naturaleza primordialmente sen- sible, se rebela, reflexiona y se angustia. Esta crisis, este invierno, esta vacilacion ante los dogmas contradictorios, este no poder tomar partido, esta necesidad de quemar enseguida tas reservas y lan- zarse violentamente a una creencia, este toque de rebato que se oye hoy en el mundo desde la peninsula de Co- rea hasta el coraz6n del orbe occiden- tal vedan al intelectual Ia posicién que desde el tiempo helénico hasta Mon- taigne era en general determinante de su actividad: el retiro, la hufda frente al universo inmediato hacia el univer- so de su abstraccién, el ensimismamien- to activo. El imperativo presente exige que ese ensimismamiento creador se transforme en una participacién crea dora”, Para Mallea el orden de cosas del mundo actual impone la existencia de un nuevo tipo de escritor frente al exeritorespectador, que “tealiza su exis- tencia en su obra”, perteneciente al pe- riodo anterior: el escritoragonista, que “realiza su obra mediante el compro 50 riesgo de su propia existencia”, el que “participa trigicamente en el des- tino de su tiempo”, y para quien “su estética se transforma en ética”’®. A di- ferencia de Guillermo de Torre, Mallea ofrece otra vision de las vanguardias; para él han significado un primer mo- mento en la consideracion del _mundo modemo urbano, y de las relaciones sociales y personalés que en él se des- arrollan, que es preciso considerar y similar’ como primer momento nega- tivo, Tal el valor que le confiere a las van- guardias: el de representar a través de la cactizacion de formas y sentidos el desmembramiento axiolbgico de los paf- ses industrializados; asf Mallea lee un solo aspecto del fenémeno vanguardis- ta (ou objetivo es totalizar el fendme- ‘no para otorgarle un sentido simbélico, y por lo tanto un valor, tinico: el de ser lun verdadero fcono de la situacion de 2 Mallea, Eduardo, “El escritor de hoy frente su tiempo" en Sur, nro, 18, Buenos Aires, marzo de 1936. 3 Mallea, Eduardo, op. cit, Punto de vista caos en que se encuentra el mundo des- pugs de “la muerte del liberalismo") que permite su integracién su-perado 2 en [a figura del escritoragonista Mallea enuncia: “Cierto enciciopedis- mo, cierta frialdad ldcida, cierto virtuo- sismo formal, cierto clasicismo tocan hoy a su fin"; construye asi una verdade- ra poética anti-Borges: la _concepcién del escritor-agonista se afirma sobre la negacion (la inversin) de los rasgos que catucterizaban a las principales figuras de Martin Fierro, La estética cede su lugar a Ja ética. La pregunta se tras- Jada de cdmo erear una literatura argen tina, hacia el porque y el para qué, el destino timo de dicha literatura; ta preocupaci6n se traslada del enuncia- do (en tanto preocupacién por las for- mas, por el “artificio”) hacia el sujeto que enuncia, en su doble carécter, tex- tual (narrador) v social. Podriamos decir que, en tanto figu- ras condensadoras y realizadores efec- tivos, Borges y Maliea son los represen tantes de dos momentos del campo in- telectual y, he aqui la paradoja, de las dos zonas’ principales que recorren. Ia revista Sura lo largo de sus aflos de constitucion. El primero, en tanto re- sumidor de las caracteristicas de los van- guardistas que hasta 1927 integraron ‘Martin Fierro, y que en Sur ocupa una zona menor, excéntrica (cuantitativa y cualitativamente), que mira el pasado y Ja marginalidad, y que con un gesto de amoralidad se’ plantean el problema de la constitucion “formal” de una li teratura nacional®; el segundo, como re- presentante de la mayor parte de los co- laboradores nacionales y extranjeros de Sur, y que, haciendo a un lado el articu- To de tipo fragmentario, yuelca en Ia re- vista el articulo largo, de corte ensayis tico, donde la pregunta se centra sobre el deber ser del intelectual, cuestion que aparece intimamente ligada al émbito de To contemporineo, a la totalidad, a Jo urbano, y donde tos contenidos, 10 que se dice, pasa a ocupar el primer pla- * Mallea, Eduardo, op. it. 5 ‘Sarlo, Beatrt, “Borges en Sur: un episo- io. del formalism exiolo” en Punco de’ Vista, 110. 16, Buenos Aires, noviembre de 1982. Literatura argentina/13, ESCRITURA Teoria y eritien Uterartan Consejo de Direccién Angel Rama — Rafee! Di Prisco Afio VI, N° 11 1, PROBLEMAS DE TEORIA LITERARIA Ml, LITERATURA LATINOAMERICANA Correspondencia a: Aparta- do 65603, Caracas 1066-A, Venezuela Ee ee TALLER DE PLASTICA teorico/practico grupos limitados clases individuales Dibujo/Pintura Escultura, materiales, resina poliéster Composicion plastica sisternas de representacion Diseno grafico Dibujo aplicado a la arquitectura técnicas y materiales Virrey Olaguer y Feliti 2954 Tel. 651-1248 Cap. Fed, 14/Literatura argentina Punto de vista no. En este sentido habria que integrar el tipo de articulo que caracteriza a esta primera época de Sur: son articulos lar- g05, ensayisticos, de muchas péginas*. La ‘revista recoje (e integra) una serie de discusiones y propuestas que desde fines de la década del veinte y comien- zos de la del treinta comenzaban a ocu- par a Jos escritores e intelectuales euro- peos. Textos como La traicién de los intelectuales’ de Julien Benda 0 La rebelion de las masas® de Ortega y Gasset; los diferentes planteos que co- mienzan a esbozarse como alternativa posible al flagelo del autoritarismo, en su doble expresion del stalinismo 0 del nazi-fascismo, y que se extiende desde propuestas elaboradas y orginicas como las del “personalismo” de Berdiaeff”, hasta otras mucho menos convineentes como las de Maritain'®, pasando por los hibridos del tipo Louis Ollivier y su Or- den Nuevo! A través de esta discusion este sector de Sur crea un sistema ideo- légico y se coloca en las antipodas de las elecciones con las que Borges confor- ma su sistema literario, A diferencia de Borges, el mbito no va a ser la construc: cion estético-ideologica del suburbio, del pasado en tanto apropiacion vanguardis- 6 ate tipo de articulo se contrapone con el articulo corto y_fragmentario que desarrolla Borges on la revista, el comentario de tipo bi- bliogrifico, un tipo de nota que en la primera Spoca de la revista Va a ocupar un lugar excén- ico y secundario pero que a partir de la ‘ada de Bianco, a través del Calendario y las cada vex mis abundantes reseftas bibliogr’- fleas, comenzarin a invadir ta revista desde sus Gltimas paginas. El articulo largo, de tipo eniayfitico, es lo que reconoce Waldo Frank ‘como una de las virtudes de la revista (Frank, Waldo, “Palabras sobre Sur” en. Sur, n? 18, Buenos Aires, marzo de 1936). 7 ends, Julien, La traicion de los intelec tales, Buenos Altes, Efecé, 1974, * Ortega y Gasset, José, La rebelion de las ‘masas, "Buenos Aires, EspassCalpe, 1958, 1a. ed. > werdiaeff, Nicolls, “Personaismo y mar xismo" en Sur, mia. 13, Buenos Aites, octubre de 1935. "© Maritain, Jacques, “Con el pueblo de un rwuevo humanismo" ‘en Sur, nro. 13, Buenos Aires, abril de 1937, Onvier, Louis, “La revolucién del orden” en Sur, nto. 17, Buenos Aires, 1936, ta (lo puramente estético), sino por el contrario, el Ambito va a ser lo urbano y el presente, plasmados en la totalidad del texto, en la consolidacién de la entre- ga de un sentido homogéneo que se cons- truye bajo la mirada de un imperativo ético”?, ‘Sur reclama “el espacio de la inteli gencia”, en el cual “han colaborado es- Critores de tendencias muy diversas; coin- cidian, sin embargo, en esforzarse por hacer ‘su pensamiento més sensible, por hacerlo existir, en tanto que existir es ser sensible, como diria Julien Benda, y coincidjan asimismo en que ese pensa miento respiraba buena fe. Esa divei dad y a veces disparidad de ideas, some- tidas a un acuerdo general que las tras- ciende, un acuerdo de orden ético, y que supone el ejercicio mismo del dere cho a disentit...”". Una setie de coinci dencias intelectuales y éticas, que incluye fos integrantes nacionales y extranje ros de la revista, con los cuales se man- tiene una relacion constante y a quienes se comienza a traducir en bloque, permite a la revista instituir asi un espacio de dis- cusion que piensa en el marco de la ilu- AA través del diilogo con los textos y pensa dores extranjctos, a través de la consideracién do Ia problematica de lo americano, de la elite intelectual y su ubjeacién frente al mundo mo- derno los eseritores de Sur incorporan asus ficcionet una serie de recursos formales, de espacios de representacion (la ciudad), de cier- to tipo de narrador y personajes, de cierta mez- cla constante de discurso € historia, ete. Esto fs fécilmente observable en los textos que en tesa primera época Mallea publica en la revista En ellos aparecen tematizados el horror a las cludades, al hacinamiento urbano, a la masa, al crecimiento vertiginoso de la publicidad masi va (aoticieros, anuncios propagandisticos inun ddan los textos de Mallea); un narradorpersonaje ‘que vive esa imagen del mundo urbano, de la masa an6nima, despersonalizada, en la pei nente transformacién de ser uno de ellos y a Ia vez mantener una determinada individua- lidad que Je permite manejarse como testigo ¥ vor profética. Mallea configura asi un tipo ‘de narrador, establece un espacio de represen- tacién en el que las acciones son negadas y dejan su lugar a la vor reflexiva que se estruc- tura incluso con un nuevo tipo de vocabulario. La visién agobiante que Mallea desarrolla en- ‘cuentra au correspondencia en la de otf0 es- critor, aparentemente tan disimil de él, y a la vex tan alejado de Sur, como Roberto Arlt. ® ‘Bianco, José, Flccién y realidad (1946- 1976), Carwcas, Monte Avila, 1977. sion de una convivencia pacifica. Habla- mos de ilusiGn porque, pese a las contra- icciones que pueden surgir en el seno de la misma, la revista sanciona esa conv vencia en el nivel mds alto (espiritual), desplazando hacia la indiferencia o la no consideracién las desavenencias que puedan surgir en otros niveles (el poli tico, como ejemplo mis significative). “EL asunto del que aqui se habla es previo a la politica y pertenece a su sub- suelo. La ‘misién del intelectual’ es, en cierto modo, opuesta a la del poli- tico”: Sur podria hacerse cargo de estas palabras con las que Ortega y Gasset prologa La rebeliin de las masas. De alguna manera esas son las palabras, de Victoria Ocampo cuando, frente ala acu sacion de la revista Criterio de que Sur es una “revista izquierdista”, argu- menta que “estamos mis alli dela po- Iitica’”™*; y estas son también las pala bras con las que la revista realiza el ba- lance del “Primer debate de Sur”! el que sefiala como principal desvia- cin el marcado carieter politico de la discusion, olvidando que el objetivo pri- mordial és el de mantener el debate en ‘un “nivel més alto, el spiritual”. Pese a la afirmacion de Maria Luisa Bastos sobre la “tenue coherencia del grupo originario”'® que constituyé Sur (afirmacion que lleva a fundamentar el afianzamiento de la revista a través de la figura exclusiva de Victoria Ocampo), ereemos que se constituye mantenien- do dentro de la heterogeneidad de su problemiitica ese conjunto de preocu- paciones basicas comunes: 1a conside cién de to americano, 1a del estable: miento de la funci6n que el mundo de 1930 fija al intelectual, a fos intelectua- Jes, en tanto grupo o elite: “La desapa- ricién del esteta permite el paso de una clase creadora a la que le incumbe una responsabilidad mucho mds_trascenden- te", ™ Ocampo, Victoria, “Posicién de Sur” en Sur, nro. 35, Buenos Aires, agosto de 1937. 'S primer debate de Sur, Louis Olivier ‘Mision 0 demisiOn del hombre’ en Sur, nro, 20, Buenos Aires, mayo de 1936. % Bustos, Maria Luisa, “Victoria Ocampo" en Revista Iberoamericena, Pittsburgh, 198 "7 Maliea, Eduardo, op, cit. Punto de vista ‘Teoria potitice/1S DISCUSION sentando po: En la seccién que se inaugura con este ensayo, Punto de Vista ira pre- iciones a través de las que la revista entiende abrir un espacio para la discusion, la exposicién de ideas diferentes y la réplica, {Qué democracia? Osvaldo N. Guarig! 1, Ambigitedad del término, No creo que constituya una novedad para quienes se interesan medianamente por la vida politica de los modernos estados, el hecho de que el término ‘democracia’ sea utilizado en 1a actualidad para designar Fegimenes politicos diyersos. y hasta contrarios entre si, Basta nombrar las democracias populares de los paises del Este curopeo y las democracias parla- mentarias como las de Italia o Alemania Federal, para advertir que partiendo de los regimenes que actualmente se arrogan el titulo de democracias, no es facil establecer un tipo conceptual comin a todos ellos. Lo que se esconde detris de esa ambigiledad constituye un problema habitual en los conceptos que se manejan en la teoria politica, Se trata, en efecto, no de términos meramente descriptivos, como los que designan las. especies naturales o los artefactos que nos rodean (por ej. ‘manzana’ o ‘mesa’), sino de Palabras que no solamente designan un determinado fendmeno politico sino también le confieren por el hecho de designarlo de esa manera un cierto prestigio, que esti avalado por Ia tradi- cién, En efecto, desde la Grecia clisica la democracia en tanto “poder del pueblo’ se pone a otros dos regimenes fuerte- mente condenados: la oligarquia (el poder absoluto de unos pocos) y la Hirania (el poder absoluto de un solo hombre), El prestigio del término no es en vano: al denominar a un régimen politico una verdailera democracia se esti haciendo implicitamente una valoracién fuuertemente positiva del mismo, valo- ravion a la cual pretende todo usuario actual del titulo. Distinguir, por lo tanto, los rasgos conceptuales que permitan caracterizar_ un régimen politico como tuna democracia ¢s una tarea de la mayor importaneia politica, 2. Aspecto descriptivo. Se abren dos caminos para el que quiera realizar esta tarea, segan el punto de partida que se tome. Es posible limitarse al aspecto meramente descriptivo del término “d moeracia’ y elegir como modelo de funcionamiento de tal régimen aquél © aquellos que datan de mayor tiempo, entre los que se destaca sin duda el de los Estados Unidos de Norteamérica tao explicitamente es el camino que han seguido los teéricos politicos desde A. de Tocqueville en adelante. En su forma actual, este modo de conside- rar la democracia como un tipo de fun- cionamiento politico de una sociedad con una estnictura econémica y social alta- mente desarrollada, pone un especial Gnfasis en sefalar mediante datos esta- disticos el nivel de ingreso alcanzado por a poblacién, su distribucién ocupacional, geognifica, su grado de educacin medio, etc. En otras palabras, para este modo de considerar ta cuestién, la caracterizacion de lo que es una democracia se logra prin- jpalmente proporcionando un diagnds- ico de la situacién econdmica y social en un momento dado de ta poblacién de 16/Teoria politica Punto de vista revista de Gniica lkeraria ladlnsamenisena Direceién: ANTONIO CORNEJO POLAR ‘Avenida Benavides 3074 Urbanizacién La Castellana Teléfono 456353 Lima 18 PERU a HOPAMEGCA Director ‘Saisl Sosnowski Suscnpciones a Hispamérica, re- vista de literatura, tres nimeros por ano Individuales: u$s 12.00 Bibliotecas: u$s 18.00 Patrocinadores: u$s 25.00 (sus 5 Pueblo Court/Gaithers- burg, MD 20760, USA aquel 0 aquellos estados que han osten- tado durante largo tiempo el titulo de democriticos, 3. Aspecto normativo. No fue éste, sin ‘embargo, el camino que elgieron los ‘cli- sicos, aquellos que elaboraron los crite- rios conceptuales segiin los cuales un ré- gimen politico era distinguido de los demés por poseer aquellas caracterfsticas que lo definian como democritico, El pensamiento de ellos se orient més bien hacia el aspecto evaluative y normativo gue hemos descubierto en el témino. Y con raz6n: la nocion de democracia std indisolublemente unida a otros dos coneeptos fundamentales de Ia vida poli- tica como dmbito auténomo de la accién humana, al de poder y al de justicia o equidad. 4, Poder y justicia, En efecto, el m= bito de lo politico esté restringido « aque- las relaciones entre los seres humanos ‘que se singularizan por conferir un deter- minado poder de mando a un grupo de miembros de una comunidad sobre los restantes, los cuales estén sujetos a ese poder y le deben abediencia, La nocién de justicia o equidad constituye el contr peso del ejercicio de ese poder, al cual establece condiciones que emergen no de situaciones de hecho, sino de la concep- cin de la relacién politica 0 de poder como una relacién entre personas, a las ‘que por ser tales se les concede de ante- mano una autonomia o libertad inalie- nable y una correspondiente dignidad. Se da, por lo tanto, en el concepto mismo de democracia un orden impl cito de prioridades entre el aspecto fac- tico, es decir: las condiciones materiales de éxistencia de 1a misma, y el aspecto normativo, Es este Gltimo él que aparece como el més importante en el concepto de democracia, ya que condiciona al cumplimiento de determinados impera- tivos universales y de determinados fines el ejercicio del poder de unos miembros de Ia sociedad politica sobre los otros. 5. La autonomia de Ia persona hu- mana, {Como se puede formular en pocas palabras este aspecto normativo centr: del régimen democritico? De hecho exis ten varias formulaciones que iluminan uno u otro costado del concepto, Asi desde un punto estrictamente politico ya Arist6teles definia correctamente a Ja democracia como aquél régimen en que 1a excelencia del ciudadano se demos- traba tanto en su capacidad de obedecer ‘como de mandar, por tratarse justamente de un gobierno de hombres libres en el que cualquiera puede desempefiar alter- nativamente ambos roles. A partir de la Tlustracion, en cambio, la nocién funda- mental de la persona humana como enti- dad tinica, libre e infinitamente valiosa, que habfa hecho irrupcién en la historia con el cristianismo, obtiene una adecuada formulacién conceptual tanto en la filo- sofia politica como en la ética y pasa a ocupar el lugar central del régimen que 4 partir de entonces se suele designar tam- bién, por oposicion -a Jas. monarquias entonces reinantes, con el nombre més ambiguo de reptiblica 6. Autonomifay responsabilidad, El nuevo acento en la nocién de Ia autono- mia de la persona humana como desti- jataria final del régimen democritico esta cargado de consecuencias, En efec- to, la nocién de autonom{a es en realidad un principio regulador que se va desen- volviendo.conjuntamente con las mismas acclones de los hombres. Es imposible predecir qué acciones llevarin a cabo los hombres en el ejercicio de su autonomis “dado que por ello son auténomos-, pero es en cambio posible establecer bajo qué condiciones las acciones que ellos evan a cabo han sido forzadas en uno uw otro grado hasta Hegar a la pérdida final del caricter de autonomas, De la misma manera es posible sefialar en general qué medidas contribuyen al pleno desarro- Ilo de la autonomfa de 1a persona y cule les no, En. efecto, el concepto de auto- nomia esti. indisolublemente ligado al Concepto de responsabilided, como el concepto de causa est4 indisolublemente ligado al concepto de efecto. La auto- nomfa consiste en la libertad para ele- air las propias acciones y decidir en con- secuencia sobre la adopcién de los medios que conduzcan a los fines elegidos; la responsabilidad, a su vez, implica que fodo agente debe hacerse’ cargo de las consecuencias de sus actos libremente clegidos y decididos. Por cierto, tanto la tleccién de los fines como la previ de las consecuencias posibles. de los mismos suponen una capacidad reflexiva 0 deliberativa por parte del agente, capa~ cidad que inevitablemente tendrd di tintos grados de desarrollo en cada indi- viduo sea por cizcunstancias naturales, sen por ciscunstancias sociales 0 cultu- rales. Las circunstancias naturales son aquellas ligadas principalmente a la edad en un individuo de desarrollo intelectual normal; las sociales o culturales son en cambio las que provienen del medio fa- miliar y social en que el individu se ha formado asi como de la educacién que ha recibido, 7. Prioridad de intereses. Aqui se muestra claramente de qué manera ol aspecto normative es el determinant con respecto al aspecto féctico en el con- eepto de democracia y no a la inversa, Pues es el principio de la autonomia de la persona humana, de su derecho a de- terminar libre y racionalmente su propia existencia, el que provee un criterio abso- luto. para’ discernir qué intereses de los participantes en un régimen demoeré~ tivo deben sex preferidos y piblicamente antepuestos a todos los demas y qué otros, en cambio, deben ser pospuestos, desalentados o directamente cohibidos En efecto, una sociedad esta estructurada de tal manera que de la infinita diversi- dad de intereses contrarios entre sf, algunos son antepuestos a otros y_pro- ‘een, por lo tanto, un criterio yélido de organizacion en esa sociedad. Quienes viven en ella padecen de una cierta ce- fuera con respecto a esta jerarquia gente de intereses, simplemente porque para ellos la primacfa de un interés de- terminado sobre todos los otros es tan natural como el aire que respiran, Ahora bien, esa primacia puede darse simple- mente de hecho, como el inzerés en la preservacion de la costumbre. sacrali- zada en una sociedad tradicional 0 el interés en la previsibilidad, caleulabil- dad y rentabilidad de los medios en rela- cidn con los fines en la sociedad capi lista, o puede estar justifieada sobre la base’ de ciertos prineipios fundamentales que proven un. criterio objetivo pa evaluar los distintos intereses contra- puestos en una misma persona o entre diferentes personas en la relacién de unas con otras. 8, Intereses divergentes de la sociedad civil y de Ia politica, Es por ello que la organizacion social y la organizacion poli- tica son esencialmente distintas, dado que Ja primera exhibe una cierta primacia de intereses que ha sido el producto de hecho de una larga evolucion historica y en cambio la segunda, fundamentalmente a partir de las grandes revoluciqnes demo- eriticas de fines del siglo dieciocho en adelante, ha surgido de la consciente v Punto de vista voluntaria eleccion de Ia primacia del interés en la autonomia de la persona humana por encima de todos los otros intereses_y ha postulado aquellos prin- cipios que, como el de la universalidad de la ley, Ia igualdad de todos ante ella, la fundamentacién de Ia ley en la volun: tad general, etc., eran los apropiados para poner ese interés en acto. 9. Proclamacién de un principio y vigencia real del mismo. Esta original divergencia entre la organizacién social y_ la politica explica Ia lenta penetra- cidn ¢ imposicién de un principio, deci tado absoluto en el plano politico y constitucional, que sin embargo sblo comienza a tener completa vigencia en el plano juridico y social en épocas muy posteriores a su proclamacién. Para no citar més que un ejemplo particularmente demostrativo: habiéndose adoptado du- rante la primera mitad del siglo dieci- nueye en los diversos paises europeos y. americans constituciones democri- ticas, inspiradas en los principios de uuniversalidad de la ley, igualdad de de- rechos y obligaciones, etc., la mujer no es sin embargo admitida al sufragio activo ¥ Pasivo sino slo a partir de la primera guerra mundial, en 1918 en Alemania (derecho eliminado luego por el Tercer Reich), en 1928 en Inglaterra y ‘unos veinte anos mas tarde en la Argentina, De este modo se explica el hecho de que la original divergencia entre organi- zacion social y organizacién politica pue- da ir adquiriendo una gradual tensién hasta acabar en completa ruptura, En ‘efecto, los derechos y deberes propios de un régimen democraitico se deducen rigu- rosamente de la postulacin y el recono- cimiento del principio de autonomia de Ja persona humana; el usufructo de esos derechos impone, empero, exigencias, estricciones del poder acumulado en la sociedad civil, limitaciones en el empleo de 105 medios econémicos —regido, como los vimos, por otros intereses-, que afectados no estén siempre admitir. Como lo sefiala con toda clari- dad Max Weber ya en 1906, la supuesta armonia preestablecida entre el desa- rrollo y crecimiento econdmico de una sociedad progresivamente industrializada, Por una parte, y et desarrollo y perfec- cionamiento de la democracia, por la otra, no es mds que una ilusion carente de fundamento. 10. Dimension social de Ia autonomia ‘Teoria politica/17 de la persona humana. De le misma ma- nera que la proclamacion de un principio como el interés fundamental que habri de regir Ia organizacién politica, difiere notablemente de su real vigencia en Ia sociedad historica, as{ también las conse- cuencias necesarias de ese mismo princi- pio no son siempre evidentes a los mismos que lo instituyen, sino que se van abrien- do paso a la consciencia de los hombres con el transcurso del tiempo. El concep- to de autonomia de Ia persona humana contiene en s{ una dimension social que slo bastante més tarde fue plenamente descubjerta, En efecto, si uno reconoce en el otro a una persona humana inde- pendientermente de su origen familiar y social, de su raza y religion, de su sexo y conformacién fisiea, pero ai mismo tiem- po uno no puede desconocer la existen- cia de hecho de esas desigualdades, que afectan de modo también desigual 1s capacidad de cada uno'para hacer uso de sus facultades auténomas, entonces la misma razén que nos fuerza a reconover en el otro a una persona humana, nos forzaré también a reconocerle el derecho. a hacer un uso equitativo y real de su capacidad para determinar su propia vida. Ahora bien, para ello necesitaré de modo indispensable desarrollar al menos su propia capacidad de deliberacion, que es luna capacidad tebrica y que debe, por lo tanto, ser preparada mediante una instruceiin metédica y una adecuada in- formacién. Al mismo tiempo tendré derecho @ que ta instruccién ¢ informa- cin que reciba sea eriticamente compro- bable y veraz, ya que en ditima instancia cuando hablamos de una capacidad de determinar autonomamente su propia vida, estamos diciendo con otros términos que ‘cada persona tiene derecho a elegir su propio bien, Pero para ello debe poder llegar a disponer tanto de los instrumen- tos intelectuales que lo capsciten para juzgar por si mismo, como de la informa: cién objetivamente correcta y publica mente accesible en base a la cual pueda establecer hasta el limite de lo razonable que Io que él considera sw propio bien, es efectivamente un bien, 11, Etica e ideologia. Esta irrupeién de un Ienguaje propio de la ética sorprenderd como una indebida intromision de un ‘cuerpo extrafio al ambito de la politica. Sin embargo ha sido caracteristico de la vida politica del. siglo veinte el hecho de que en ella hayan tenido una gran influencia determinadas concepciones de 18/Teoria polit Punto de vista Ja aceidn individual y colectiva que por su naturaleza pertenecen a la ética pero que, dado el caricter equivoco e intrin- secamente engafloso de las mismas, han evadido expresamente el ser reconocidas como fragmentos de visiones morales del mundo o han pretendido estar por encima de cualquier moral, Me estoy refiriendo a las ideologias. Es imposible en breve espacio tratar de una manera siquiera tangencial el intrincado problema de la ideologia en sus diversos aspectos tedricos y précticos. Lo que aqui nos interesa seftalar es 1a influencia que ejerce Ja ideologia justamente en la eleccién or parte del ciudadano de lo que él con- sidera su propio bien, En efecto, ha sido una de las funciones expresas de las ideologfas en Ia vida politica el persuadir al mayor fimero de individuos posibles para que antepusieran acriticamente de- terminados motivos por lo comin con un contenido fuertemente emocional a todos los otros en el momento de actuar, La ideologia pretende —y muchas veces sustituir la instancia de refle- ito que forma parte de toda deliberacion por parte de un agente responsable antes de decidir sobre sus propios fines, por una maniputacion psi- coldgica que bloquee ta facultad eritica del individuo y lo predisponga emocional- ‘mente a aceptar como propias decisiones que otros han tomado por él 12, Dos tipos ideotogicos. La influen- cia de la ideologia en la vida piblica de la moderna repiblica ha causado la proli- feracién de dos tipos humanos opuestos ‘entre sf pero ambos igualmente pernicio- 805 para la democracia: el fandtico y el escéptico. El primero es aquél que, sea Por ignorancia o directamente por temor 4 asumir la responsabilidad de decidir por si mismo, ha transferido su feultad de decidir aun stupo dirigente, al que ha jurado obediencia in. restriceién, En este caso la ideologia proveeri ya sea un rigido orden de valores supuest mente eternos segin los cnales debe regirse el mundo, ya sea una supuesta ley que fija con la misma necesidad de las leyes naturales el decurso de los cam- bios histéricos. Al aceptar uno u otra el individuo sentiri que 1a renuncia a su propia independencia de juicio y a su propia capacidad de decision en benefi- cio del grupo dirigente, a cuyos dictados se somete sin restricciones, esta plen: mente justificada por la vigencia irre tricta del cuerpo de doctrina que la ideo- logia transmite, Por cierto, esta disponibi- lidad para la humillacién, el autocastigo y hasta el sacrificio en relacion con el grupo dirigente munido de poder se trans- forma répidamente en intolerancia, vio- lencia siempre dispuesta a aflorar y hasta crueldad, cuando las circunstancias ponen al fanatico frente a aquellos ajenos al ‘grupo que no han renunciado nia su sen- tido eritico ni a su responsabilidad ética en beneficio de alguna ideologia. Dems esti decir que para esta clase de persona- lidad autoritaria la democracia no es sino una organizacion politica decadente y despreciable, con Ia que es necesario con- vivir s6lo hasta tanto se pueda reunir Ia fuerza suficiente como para mediante un golpe de mano terminar definitivamente coneila, El otro tipo humano, el escéptico, es aquiél que descree radicalmente de toda posibilidad de establecer un régimen poli- tieo que, como la democracia, se funda- menta en un minimo de convicciones con respécto a la accién social y piblica obje- tivamente establecidas, Si para el fand- tico sblo cuenta una ideologta, la propia, para el escéptico toda propuesta piblica es ya por esa sola causa ideoldgica, es decir, sospechosa, interesada e intencio- nadamente falaz. El mundo del escéptico sigue siendo el mismo mundo eruel y brutal que deseribiera Hobbes en él siglo XVII, esto es, en los comienzos de 1a nueva sociedad ‘capitalista, un mun- do en el que cada individuo s6lo persigue la acumulacién de riqueza y poder sin aceptar més trabas que las que le impone una fuerza exterior, ajena a la sociedad y superior en poder a cada uno de sus miembros: el estado, el monstruo bi- bico Leviatén, Para ef escéptico la socie dad es s6lo un gran campo de batalla en el que todos pretenden obtener. sin ningin escripulo las mayores.ventaj Mentir, faltar a las promesas, adular al poderoso y despojar al desprovisto de poder, violar las leyes en la medida en que sea posible hacerlo impunemente, aca- ilar a quien se rebela en nombre de la equidad acusindolo de sedicion, ete. son. para el escéptico otros tantos medios Iicitos de lograr sus designios. Para él nunca esti en juego el aspecto ético de ‘una accidn sino exchisivamente su efi cia, Demas esté decir que el escéptico 5 profundamente antidemocritico: dado ‘que no respeta sino la riqueza y el poder, estard dispuesto a aceptar y a servir a quien demuestre ser en cada caso el mas poderoso, un lider autoritario, un partido populista, un golpe militar de estado, por cierto con la reserva ticita de abando- narlo ripidamente en el momento preciso gn que a6 signos de estar perdiendo 13, La falacia de Ia meutralidad tée- nica. Constituye una reaecién caracte- ristica y hasta cierto punto justificable frente a este caricter indomefable que muestra Ia sociedad politica bajo su faz ideolbgica, el que se haya crefdo que el inico modo de climinar ios conflictos inmanentes a toda organizacién social consistiese en quifarles el caricter po- litico que pudieran tener y en reducirlos exclusivamente @ problemas técnicos, los cuales deberfan ser resueltos con los mis mos instrumentos con que se habian obtenido tan formidables resultados en otras reas de Ia ciencia y de Ia técnica los_modelos mateméticos, la cor cidn, ete, De este modo, se suponi: decisiones que el ciudadano comin’ no estaba en condiciones de tomar —en ra zon de sv ignorancia € incompetencia cuando. se trata de compatibilizar las complejas consecuencias de medidas glo- bales sumamente abstractas~ quedaban a cargo. de expertos competentes en cada materia, quienes con toda a auto- tidad que les da el conocimiento técnico, ofrecerfan a cada problema la mejor res- puesta ‘Aqui se ha creado una grave confusion que muchos han ayudado a extender en parte de buena fe y en parte interesada- mente, En efecto, la moderna sociedad industrial con su gran crecimiento pobla- ional, con la concentracion de la pobla- cin en grandes centros urbanos, con la ereciente diversificacion y alto grado de complejidad e interdependencia de Ia pro- duccién, ete., ha ido creando problemas administrativos sea en las empresas pro- ductivas mismas sea en el rea de servi- cios que éstas requieren, que son cada vez mis complejos y urgentes. Sin duda estos problemas requieren un trata miento mediante téenicas administra tivas adecuadas, que busearin la unifor mizacién, simplificacion y rapidez en Ie solucién ‘de los mismos, Conjuntamente con el grado de complejidad de las técni- cas a aplicar creceré el ntimero de técn cos y expertos que se especializarin en la realizacion de una y otra tarea especi fica, Asi ha aparecido ese fendmeno tipico de Iss sociedades industriales modernas que son las burocracias, ya sea en las grandes empresas privadas, en las piblicas de servicios (ferrocarries, lectricidad, gas, ete.) 0 en los organi mos correspondientes del poder admi- nistrador del estado (ministerios, secre- tarias, etc.). Ha sido desde siempre una de las pri- meras medidas que toda burocracia ha tomado para su preservacién la de tratar de conservar el secreto de sts actuaciones ya sea obstaculizando directamente el co- nocimiento de las mismas por el gran pii- blico, ya sea rodedndolas de un aura de misterio ¢ intangibilidad que haga apare er sus decisiones como la irremediable conclusion técnica de un cileulo que tiene el mismo status de una ley cien- tifica, inmutable. y eterna. Nada, sin embargo, més falso. Sin duda alguna, cuando se trata de tomar complejas. decisiones que involucran una extensa gama de consecuencias, queridas las unas y no queridas las otras, es necesario con- tar con un claro conocimiento de la tuacio y un céleulo lo més aprox posible de las consecuencias de det nadas medidas por oposicion a otras, Para esa estimacién es imprescindible el cono- cimiento técnico detallado y fidedigno, que s6lo pueden prover los expertos. Pero no existe problema téenico, por intrincado que sea, que no pueda ser clara y concisamente expuesto conjuntamente con las diversas alternativas de solucion ‘que se presentan, sus costos y consecuen- cis, de modo ‘tal que un ciudadano comin medianamente dotado de int gencia ¢ instruccion pueda comprenderlo y hacerse una opinién en favor o en con- tra de las soluciones propuestas. Dicho en otras. palabras, la. técnica s6lo provee instrumentos més o menos eficaces para lograr determinados fines a partir de ciertos estados previamente definidos, No hay razén alguna para que sea el experto, el téenico, quien deter- mine los fines que se quieren alcanzar y, a decir verdad, hay fuertes razones para ponerse a que en todos los casos en que estén involucradas cuestiones pablicas, las decisiones iiltimas queden exclusivamente fen manos de los técnicos. En efecto, toda decision, asi sea encubierta bajo la forma de una prescripcién técnica, supone una evaluacion que no es en si técnica, dado que antepone determinados fines a otros. Lo importante es justamente de- terminar los criterios con que se van a evaluar distintos fines, y estos criterios, si bien deberin tener en cuenta las op- ciones téenicas, no son en si t&cnicos sino pricticas, es decir, éticos y politicos Punto de vista 14, Evaluacion. y toma de decisiones en una democracia. Retomamos de este modo una cuestion que habjamos dejado planteada mAs arriba y que es hora de Tesponder: jde qué manera puede el ciudadano establecer objetivamente que Jo que é1 considera su propio bien es efectivamente un bien? La respuesta ¢ en cierto modo, sencilla: de la misma manera en que normalmente podemos establecer, ain em asuntos sumamente intrineados, la verdad, En efecto, todos poseemos un principio, una idea regu- ladora de Io que es la verdad, aun cuando nos sea muy dificil definir en qué con- siste. Es este principio regulador el que nos guia en aquellos casos disputados entre dos afirmaciones contrarias, de modo tal que, juzgando las razones en que una y otfa se apoyan, podemos de- cidir sin demasiadas dudas sobre la mayor verosimilitud de una de ellas con respecto ala otra, Del mismo modo, siempre existe lun conjunto de razones que apoyan un fin. y que, en contraposici6n con otro Teoria politica/19 lin excluyente, mostrarin la superiori- dad 0 inierioridad. de uno de ellos con respecto al otro. Téngase ademas presente que, cuando hablamos del ciudadano, estamos hablando del conjunto de ciu- dadanos, de modo tal que las razones por otro u otto fin serdn sopesadas y juz- gadas, es decir, sometidas a Ia critica piblica, Serén aquellas razones que sopor- ten este examen las que, por fin, debe- rin ser aceptadas como efectivamente superiotes. Por cierto, seri por Gltimo este debate el que garantizard la bondad objetiva de determinados fines. sobre fotfos, pues esta bondad estard fundada en ef consenso critico y expreso de los ciudadanos. Es claro que no seri ni po- sible ni deseable lograr unanimidad en todas las decisiones positivas, ya que nunca se puede excluir el que se llegue, sgotada la discusiOn, a posiciones incom: patibles, que se decidirin en favor de uuna mayoria, Pero lo que no solo es po- sible sino que constituye una condicion indispensable para la existencia de una 20/Teoria politica Punto de vista democracia, es el consenso uninime de todos los que honestamente participan en ella con relacién a aquellos fines que no se habrin de permitir: los que lesio- nan explicita 0 tdcitamente, directa o indirectamente el principio supremo de autonomfa de la persona bajo alguna de sus formas, ‘En efecto, la piedra basal de toda de- moeracia es la conviccion, derivada de este principio, de que todo hombre esta fen condiciones de decidir correctamente su propio bien, individual y colectiv mente, siempre que disponga de la in- formacién correcta, del conocimiento tedrico adecuado, de una capacidad intelectual normal y no sufra ninguna coaccién, ni abierta ni encubierta. Por supuesto, esto no quiere decir de ningu- na manera que, dadas estas condiciones, toda decision “democraticamente tom da es infalible. Lo que distingue precisa mente el mundo de la accion es su carde- ter de imprecision y contingencialidad, por lo cual constituye materia de deli: beracién y no de prediccién exacta Por ello justamente nadie esté en condi- ciones de arrogarse un conocimiento absoluto y una total infalibilidad que lo autoricen a ejercer una tutela arbitraria sobre los demés hombres, rebajéndolos Ia categoria de sibditos. El conjunto de ciudadanos 0 una mayoria sustancial de ellos, supuestas satisfechas las condi- ciones establecidas, romard una decision de buena fe, esto es, que razonablemente se podia considerar la mejor posible en el momento de ser tomada, aun cuando hay jencias minoritarias sobre ella y aun cuando acontecimientos poste- Tiores demuestren que tal decision fue en parte o totalmente errada. La demo- cracia tiene derecho a errar y a aprender de sus propios errores para enmendarlos, jerciendo su propia facultad critica, Y f como nadie puede arrogarse un cono- cimiento superior € infalible que lo auto- rice a ejercer arbitrariamente la autoridad, de la misma manera nadie puede arrogarse Ja posesi6n exclusiva de las virtudes éti- cas que lo faculten para concentrar toda la autoridad en su persona 0 en un grupo de personas. Las virtudes no se poseen sino que se ejercen, se demuestran en el cjercicio de cada funci6n, de modo que nadie puede atribuirse a s{ mismo virtudes excepcionales antes de haberlas puesto de manifiesto en el ejercicio de su cargo. Sern, por 10 tanto, los otros quienes juz- ‘sarin a posteriori si efectivamente el que hha ejercido un cargo, ha demostrado uurtudes suficientes como para continuar ejerciéndolo o ha perdido Ia confianza de sus pares. 15, Algunas consecuencias del concep- to de democracia, No es quizé innecesa- tio repetir que lo que antecede pretende ‘inicamente esbozar una concepcion nor- mativa de la democracia, la cual permite sacar conclusiones sumamente importan- tes para el orden prictico pero no puede ofrecer més que una guia muy general ara Ia accién politica, En efecto, las afirmaciones que anteceden no pueden suplir el indispensable tejido de medidas compromisos que una situacién tan pro- fundamente antidemocrética en el plano politico y tan penosa en el plano. eco némico-social como la actual habré de demandar de politicos y expertos en la diffell etapa de la transicién. Pero en lo que sf puede ayudar es en fijar con un poco mas de claridad el sentido del término ‘democracia’ y con ello el rum- bo que debe tomarse cuando la demo- cracia es propuesta como la meta que se quiere alcanzar, En efecto, en la me- dida en que no se logre un régimen ins- titucional y una organizacién de la. vida piblica, incluidos los partidos politicos, que garanticen el ejercicio de los de- echos piblicos de los ciudadanos como sujetos aut6nomos y responsables, tal como los hemos delineado, no se podré afirmar que se ha alcanzado una autén- democracia. ‘A pesar del caricter conceptual que tiene la exposicion. anterior, es posible derivar de ella tres consecuencias direc- tas para la accién politica que implican cambios importantes en el orden soci politico y econémico. La implement cid de un coneepto de democracia como el seflalado exige, en efecto, para ‘un futuro no muy Tejano: (i) una ‘parti- cipacion cuantitativamente mucho mayor de los ciudadanos en la vida piblica y cualitativamente distinta a las formas que hhan sido hasta ahora habituales para ell (i) una nueva relacién entre el. pod ‘administrative del estado (1a burocracia estatal, incluidas las fuerzas armadas) y el parlamento; y (ii) una inversion de las prioridades actualmente vigentes entre la sociedad civil y Ia sociedad politica. Para concluir, paso a comentar breve. mente cada tno de estos puntos, 16. Participaciém ciudadana, Quizi ‘no sea hoy demasiado sorprendente afir- ‘mar que la Argentina de las dos Gltimas décadas —para limitamos exclusivamente al periodo estrictamente contemporé- neo— ha carecido de una forma adecuada de participacién politica de Ia ciudada- ia, En efecto, los bruscos movimientos pendulares entre por una parte una movi- lizacién callejera_masiva como forma exacerbada de manifestacion del des- contento popular o como mera demos- tracién de respaldo aun lider carismatico, cuyos designios no estin sometidos a dis- cusién, y por la otra Ia obligada y extre- ma_desmovilizacién fomentada por los egimenes militares, que prescinden olfm- picamente de la opinién piblica y reclu- tan sus asesores entre capillas proximas a ellos, absolutamente herméticas y esca- samente representativas, constituyen dos aradigmas clésicos de ‘exclusion intole- rante de Ia participacién ciudadana, Fl resultado inevitable ha sido una retrac- cién y apatia politica alarmantes, que es imprescindible y urgente superar. Una democracia requiere, en efecto, la parti- cipacion activa y articulada a ‘través de partidos, de asociaciones, de centros 0 clubes politicos 0 directamente de modo individual de los ciudadanos, expresando sus opiniones, sus peticiones, sus criti- ‘cas y sus esperanzas. Asi se forman los movimientos de opinién, que luego debe- rén encontrar una canalizacién adecuada a través de los representantes politicos en el parlamento. Sin este alimento, la Vida parlamentaria languidece y se con- yierte en. un mero formalismo en medio de la indiferencia y el desprestigio gene- ral, 17. Relacion entre administracion del estado y parlamento. Es una tendencia estrechamente unida a la sociedad téc- nico-industrial que conlleva una extrema division del trabajo social, el crecimiento de Ia administracion tanto dentro de las grandes empresas privadas como en mayor medida ain en el interior del es- tado. Ya nos hemos referido en términos generales al papel que les cabe a los técnicosadministradores dentro de la sociedad civil y politica. Aqui nos limi- taremos a sefialar un fendmeno poli- tico general que ha acompafado a este crecimiento de la burocracia estatal ain en paises tradicionalmente tan reacios a ella como os Estados Unidos. En efecto, el crecimiento de los grandes organismos estatales (ministerios, secretarlas, etc.) y de las grandes empresas de servicios (co- rreos, ferrocarriles, obras sanitarias, ener- gia y combustibles, etc.) constituye una condicién necesaria para el funcionamien- to de la moderna produccién en su con- junto. La expansion en némero de per- sonas empleadas, de recursos monetarios y téenicos, ete. han conferido a la admi- tracion estatal una gran influencia, Ia cual ha roto el tradicional equilibrio de los poderes del estado en favor del Poder ejecutivo, Este enorme poder que ha ido concentrandlo el Bjecutivo, se ha re- flejado en una paulatina independiza- cién de la administracion estatal, que se hha convertido en el arbitro absoluto de la vida politica nacional. En nuestro pais, como en otros de Amériea Latina ~ybgr. el Brasil, este proceso ha desem- bocado en una situacién sumamente gra- ve, que constituye un peligro constante y Jatente para toda futura democracia, En efecto, a favor de los dos largos regime nes de facto que han gobernado el pais To largo de trece aos a la fecha, se ha producido una paulatina transformacion de la burocracia estatal en las siguientes direcciones: (4) ha ocupado el vacio creado por Ja disolucién del Congreso, convirtiéndose en la principal fuente le- sislativa; (b) ha antepuesto las conve- hiencias técnico-administrativas de cada uno de los propios organismos o del sector al que estuviera circunstancial- mente aliado, a todo otro tipo de consi- deracién pretextando en cada caso ra- ones exclusivamente técnicas y enmas- earando escamoteando las razones y las consecuencias politicas; y (c) se ha acostumbrado a prescindir absoluitamente de toda forma de control que no sea el de la propia reglamentacion interna apli- cada por si misma, de modo que no se considera obligada a dar cuenta de sus actos al conjunto de la ciudadania en su doble condicién de fuente legitima del poder pitblico y de usuaria de sus . Es, a mi modo de ver, esta situa cién la que ha creado, por una parte, la singular ineficiencia del sector piblico, que es imposible remediar con interven- ciones sobre intervenciones, y, por la otra, ese estado de exasperacion e impo- tencia que embarga al ciudadano medio con respecto a toda accion politica fu- tura, Si la democracia pretende consoli- darse, tendra necesuriamente que revertir esta situacion recuperando para el Poder legislative no slo el uso efectivo de las facultades que le confiere la Constitu- ein sino, mas allé ain, un papel centeal en a vida politica, imponiendo al poder administrador sus prioridades politicas que serin la efectiva expresion de Ia Punto de vista yoluntad ciudadana— y ejerciendo una activa accion de vigilancia sobre los orga- nismos y empresas estatales, exigiéndoles circunstanciada cuenta tanto de su ges- tin como de los resultados de la misina. EL seereto es la condicion Indispensable para ejercer el poder arbitrariamente y 1a eliminacién de ese secreto la gran arma que tiene toda democracia contra el auto- ritarismo y la corrupcién 18, Inversion de las prioridades entre sociedad civil y politica. Me he referido anteriormente a 1a primacia tivita de inte reses que preside la organizacion social y la politica. Indiqué asimismo que ambos tereses son divergentes, ya que uno esti sintetizado en la rentabilidad del capital y el trabajo, mientras que el otro est orientado hacia cl establecimiento y la permunencia de relaciones equitativas entre las personas que constituyen una misma comunidad politica. Pues bien, ha sido una constante en Ia historia argen: tina det ltimo cuarto de siglo el hecho de que, cuando ambos intereses entraban en ablerto conflicto, se ha preferido el ‘Teoria politica/21 crudo interés eremutistico de 1a sociedad civil a Ia preservaci6n de la sociedad po- litica. No mic estoy refiriendo exclusiy. mente a la imupcién de los regimenes de facto, sino también a las conductas de los agentes econdmicos mismos que en los momentos claves han antepuesto de ‘un modo irresponsable y hasta salvaje sus inmediatos intereses sectoriales a Ia posi- ble preservacién de un orden politico al menos formalmente democriitico, Es claro que el primer paso que habri de dar la democracia para lograr su esta- bilidad, seri el de revertir este orden de Prioridades, de modo tal que el man miento de las reglas internas de accion politica, sea cual fuere el costo del mismo, pase @ ser li Gnica constante de todo posible ajuste entre sectores. Para ello sera indispensable que los mismos agentes econdmicos Ueguen al conven into de que la produccién y acumula- ion de bienes tiene sentido dnicamente $1 la estabilidad de un orden politico equi- tativo y democritico garantiza el dist tw tranquilo de esos bienes y que et coste de esa uanquilidad merece ser pagado, 22/Mistoria Punto de vista EI historiador y el filésofo Jacques Léonard Vigilar y castigar; nacimiento de la prisién planted a los itistoriadores cuestiones de método y de tcoria, que Michel Foucault les imponia desde fuera de la disciplina. Uno de ellos, Jacques Léonard interroga ese libro de Foucault, criticindolo pero, al mismo tiempo, atento a las sugerencias que éste proporciona. Publicamos aqui tanto el ensayo de Léonard como la respuesta de Foucault, extraidas de L impossible prison, Du Seuil, 1980. Tens we No es la primera vez que un fildsofo viene a sembrar ideas en el campo de los historiadores, a suscitar reacciones y bis- quedas y a despertar de su sueio dog- ‘0. a cronistas y hagidgrafos, No. es la primera vez que ese fildsofe proyec- ta una luz nueva y potente sobre un ocul- to incon descuidado por la histori todos*recuerdan, por ejemplo, la con- mocién fulminante que produjo la pu- blicacion de la Historia de la tocura en la época clésica (1961). Desde que inter viene en nuestros asuntos, ya no pode- ‘mos tratar ciertos temas de la misma ma- nera. ,Cémo estudiar la historia de la me- dicina sin pensar Nacimiento de la cli- nica (1963)? Saludar la aparicion de Vigitar y castigar no consiste tan s6lo en admitir un libro. més en nuestras. ya venerables bibliografias, sino en aceptar revisarlas a través de la problemstica de Michel Foucault. Segin algunos’, seria indtil todo didlogo entre este filésofo de la irrision nietascheana y del deseo individual de- no-rechazar-bajo-ningan-pretexto, y los laboriosos artesanos del trabajo hist6- rico. Por un lado, el jibilo politico, la alegria de denunciar todo lo que mutila Ja vida, la subversion intelectual. Por el otro, la serenidad dialéctica de 1a com- prensién y la “recuperacién”. Pero y: que un pensador viene, por su pro iniciativa, a instalarse en el terreno del conocimiento del pasado, poco impor- ta que se trate de un “gay saber” 0 de lun saber triste, {Nada de cotos de caza, nada de imperialismo de los mandarines! Ademds, las rerspectivas de Foucault ‘NO $e presentan como absolutos peren- torios, los dossiers quedan abiertos. Na die estd obligar » a esforzarse hasta la se- riedad estruc.uralista, nia casarse con el sarcasm de izquierda. ;Y si hubiera alli una trampa? ;Y si Foucault, como se pregunta un licido historiador?, reutilizara “las palabras y las preguntas de os historiadores para hacer con ellas otra cosa"? {Si construyera bellas “fic- ciones”, destinadas a servir a otro proyee- to, mientras ingenuamente s610 los. ser- vidores de Clio pretenden reconstruir a “realidad objetiva” del pasado? Una vez més, poco importa. Atin. en ese caso, bastarfa comparar la imaginacion poé- tica del primero y a ingenuidad meto- dolégica de los segundos. en suma, una ‘cuestion de grados en Is ficcién. En verdad, har‘e falta un escuadrén de historiadores competentes para exa- minar a fondo el conjunto de interpre- taciones que nos offece el autor; el bro desborda ampliamente el tema de su subtitulo, “Nacimiento “de la. pri sion”; abarca varios siglos y casi todos los campos. Como especialista en histo- tia del siglo XIX, como “especialista” de la historia de los médicos, no puedo menos que rozar apenas ese _monumen- to con modestia, y no podria distinguir ‘en cada pégina los puntos buenos de los alos. Incapaz de apreciar 1a exactitud de todo cuanto sostiene Foucault, me li- mitaré a evocar las criticas que os del oficio pueden dirigirle, y a componer en- seguida el balance positivo de lo que le debemos. Tomo este libro como un ins- trumento de trabajo, no como un pan- fleto. politico, pero cualquiera puede hacer otra lectura de él, mis polémica y ‘menos vniversitaria Cuando un filésofo interpela a los historiadores, éstos se preguntan —y le Preguntan a veces, sin ninguna amabili- dad~ si es un cientifico lo bastante eru- dito como para atreverse a hablar de ese modo: tiene la suficiente cantidad de fichas? jcompletas? bien clasificadas? {sus informes son tan gruesos como los ‘nuestros?jy su. bibliografia? Ya cono: cemos el desprecio universitario por la historia de Francia vista desde Ja sala de impresos de la B.N. Para ser competente, hay que haber respirado largamente el polvo de los manuscritos, envejecido en los depésitos de os archivos departa- mentales, haber disputado a las ratas los tesoros de los desvanes_presbiteriales. No se trata de pura malignidad: el his- toriador de profesion sc desdobla entre el siglo XX, en el que se resigna a exis- tir, y aquel en el que vive, por procura- ci6n, largas horas meditativas que acaban por darle de él un conocimiento intimo ¥ como intuitive. En ciertos desliza mientos, en ciertos sarcasmos mal con- tenidos, percibe que Foucault no siente siempre, desde el interior, todas las rea- lidades del pasado. ‘primer reproche fundado se refiere a la rapidez fulgurante del andlisis. Fou- cault recorre tres siglos, a rienda sueita, como un caballero birbaro, Quema et: Pas sin. preeaucién. El historiador, en cambio, no tiene derecho a economizar las_verificaciones sociologicas y crono- logicas. Admite el género sintético del ensayo, que puede explotar trabajos. eru: ditos anteriores sin. aparato critico que lo justifique. Admite el género hipoté- tico del articulo metodoldgico © del panfleto, que anticipa una interpreta- cidn brillante que deberi ser ulterior- mente verificada por investigaciones cien- tificas. Pero entre esa prudencia y ese riesgo, acepta a regafladientes que se devoren a medio madurar campos ain poco cultivados. En ciertos. casos, la historia de la justicia y de las. prisio- nies, como la de la medicina y los hos. pitales, se ve perjudicada por ese galope impertinente que abandona a laboriosos jornaleros el cuidado minucioso del de- talle, 0 a polemistas insolentes el de poner limites al incendio. Los historiadores especializados en di- ferentes perfodos quedarin igualmente insatisfechos con Vigilar y castigar. En proporcion yen calidad, los modernis- tas especializados en el siglo dieciocho quedan en desventaja’. El periodo revo- lucionario esté extrafiamente borrado, euando uno esperaria algunos parlamen- tos sobre la toma de la Bastilla, y el ata- ‘que a las prisiones de provincia de 1789, sobre la experiencia de los jueces elegi dos, las masacres de septiembre, los. tri- bunales revolucionarios, la “santa guillo- tina”, la aversiGn que suscitan los espec- taculos del Terror, que contribuirs am- pliamente a que se prefiera el encareela. miento como solucién punitiva mis dis creta, Este escamoteo de la Revolucién impide comprender por qué los reforma- dores que inicialmente no querian la “cércel-buena-para-castigarlo-todo” final- mente fracasaron, y por qué se impuso el encierro técnica més comoda, menos moralizante que los proyectos reformis- tas, mis susceptible de modulaciones en el tiempo. No se trata exactamente de “escamoteo” (p. 120); pero hay que se- guir la cronologia de cerca, A partir de 1971, la Constituyente, que suprimio muchos procedimientos barbaros y espec- taculares, opta por la detencién y rearga- niza toda una gama de prisiones. El C6 digo. penal de 1810 perfecciona el siste- Mistoria/23 ma, pero restablece castigos huumillantes, como la exposicién pablica, la picota, la marea, la amputaci6n de las manos. Esta cuestién no parece estar lo suficien- temente aclarada. Los historiadores del siglo XIX son quizd los mis decepcionados: sélo las ‘ltimas setenta paginas se refieren a su periodo, Quiad les hubiers gustado que se respetaran las diferentes politicas que caracterizan la sucesin de regimenes; si la Restauracién intenta introducir en las prisiones algunas mejoras materiales, es a monarquia de Julio ta que suprime, por la ley del 28 de abril de 1832, 1a picota, la marca, la amputacién, e inst tuye la nocién de “circunstancias ate- nuantes” (art, 463), lo que en poco tiem- po reduce a la mitad el niimero de ejecu- ciones capitales. El gobierno provisorio de 1848, que suprime la pena de muerte por causas politicas, busca la humaniza- cién del derecho penal* y las experien- cias de “mejoramiento moral” de los pri sioneros, conservando el “aislamiento”, pero suprimiendo (temporariamente) el trabajo. Es sorprendente que Foucault no diga casi nada de las galeras y de su extinci6n, Ninguna estadistica, ninguna tipologia de los crimenes y delitos en la primera mitad del siglo XIX, donde se- tia necesario, sin duda, distinguit las di ferentes categorias de prisioneros (mi: tes politicos y obreros, militares insubordinados, prostitutas, presos co- ‘munes, preventivos. . .) Tampoco ningu- nna sociologia de los jueces y abogados. Se podria presentar, como. testigos de cargo, 4 los historiadores especialis- tas cuyos trabajos no han sido ni cita- dos ni utilizados. Vendrian, en el fondo, @ formular el mismo reproche. Foucault exagera la racionalizacién y la normaliza- ci6n de Ia sociedad francesa en la pri- mera mitad del siglo XIX. Minimiza, en muchos campos, la resistencia de los hi- bitos del pasado, y subestima la impor- tancia del desorden, del dejarse estar, de la jungla, del desbarajuste. El histo- riador del trabajo recordar el largo pre- dominio de las actividades artesanal agricolas y pastoriles, y volverd a repe- tir que la divisi6n autoritaria de los tra- bajos industriales es durante mucho ti po minoritaria, £1 historiador de los. he- 24/Mistoria Punto de vista chos militares evocaré la_persistencia de la indisciplina, de los pillajes y deser- ciohes, y la impotencia de los reglamen- 0s. El historiador de la educacién mul- tiplicard sus objeciones. La diversidad de tipos de escuelas, Ias_ improvisaciones locales, la falta de asiduidad de los alume nos, la confusion de edades, de utiliza- cién del tiempo, de métodos pedags- sicos, caracterizan durante largo tiempo Ja ensenianza primaria; las escuelas mutua- Tizadas, ‘sostenidas por los liberales.y combatidas por los clericales, declinan En la ensenanza secundaria, no todo es iernado-cuartel”: 10s nifios provenien- tes del pueblo escapan -y con razén— a esa sujecion. El historiador de asun- tos médicos hard valer otros documentos distintos de los de Foucault. No hay que creer al pie de la letra en los. reglamen: tos de los hospitales, siempre burlados, y siempre reimpresos. Gruesos informes y articulos de periddicos médicos lamen- tan su inobservancia, asi come el desor- den en la distribucion de las personas hospitalizadas y en la contabilidad de enfermedades, curaciones y decesos. Exis- ten tensiones entre los médicos y ciryja- nos de los hospitales, por una parte, y las autoridades administrativas y_religiosas por la otra, E1 médico, “asalariado”, est4 durante mucho tiempo fuera de la “comisién de hospicios”, en la que solo tiene vor, y que impone economias drds- ticas; la disciplina, on la sala, depende de la hermana superiora; el poder clerical derrota a menudo al poder médico, an- tes de someterse®. ‘Asi se podria continuar, levantando la polvareda de los hechos concretos contra la tesis de la normalizacién masi- va, Ain el simbolo del Panéptico, monu- mento racional e instrumento de vigi- lancia, merecerfa otros atenuantes. Ade- mis, el autor admite que ese plan no fue realizado a menudo. Muchas prisiones del siglo XIX son anteriores a 1791 Las que fueron reconstruidas después de 1830 no responden generalmente a 1a concepetén de Bentliam; no sirvieron de modelo para otros establecimientos. Si muchos cuarteles, eolegios, hospita- les_y carecles do principios del siglo XIX’ se pareeen realmente, es porque menudo ocupan construcciones religio- sas, sectlarizadas por la Revolucién, 0 porque sus arquitectos copiaron el mo- elo monistico, Y de la misma manera, resulta un poco sorprendente que Fou- cault no insista con més claridad en la he- rencia religiosa de 1a empresa de domes- ticacion y condicionamiento que pre- tende describir. Ademds de los elemen- tos que cita en Nacimiento.de ta locura en la época cldsica, sus numerosas refe- reneias en Vigilar y castigar a Juan Bau- tista de La Salle y a las escuelas cristia- nas, sus alusiones a la doctrina de la ex- piacién en la circel y a la plegaria como medio de sumision (limina n? 21), demuestran que no calla este aspecio. Hubiera podido evocar igualmente el papel de los clericales en las obras de asistencia y patronate, de moralizacién ¥ reeducacién”, ;No es acaso el catoli- cismo post-tridentino el que excluye, condena, reprime a los rebeldes de toda clase —brujas, libertinos, herejes. . .” {De donde viene 1a teoria de la culpa- bilidad que cataloga y dramatiza las fal- tas morales? {No ha definido la Iglesia la acci6n patogena del pecado®? jNo hay alli una toma de. partido por la “normalizacion” que distingue franjas de anormalidad ~el salvaje, el delincuen: te, el loco, , .? jEl sometimiento del ‘cuerpo, no ¢s primeramente una empre- sa clerical? estas condiciones, se comprende que Foucault no pueda imputar s6lo al acionalismo burgués la responsabilidad de as disciplinas que se instauran en los siglos XVII y XIX. De un lado y del otro de la Revolucion, el burgués racio- nalista, razonable y razonador a la vez, juewa sobre dos tableros: calculador, desea, en las filbricas y en los cuarteles, ppor ejemplo, un orden eficaz; extremista, se pone, en otros lugares, al clericalis- mo®. Cuando lucha contra “los. vesti gios del feudalismo”, contra el reino de los privilegiados y de las excomuniones, de los curas y de los seftores, este burgués liberal y progresista avanza hacia el por- venir a reculones, y al optar por el bie- nestar fisico, por el reino de este mun- do, por la Ciencia y la Democracia, no tiene la impresion de estar preparando luna sociedad opresiva, un rebanto. Al trabajar contra las Bastillas, ni Hugo ni Gambetta trabajan_para un Gulag. Las uces tienen sus tinieblas, y muchos his- toriadores ya 10 han explicado, pero no hay que confundirse con el oscuran- tismo. Vayamos a la critica més fundada, la que se refiere al método empleado por el autor: no se sabe bien si Foucault describe una maquinaria o si denuncia tuna maquinacién. Notemos que hace un consumo enorme y significative de verbos pronominales 0 reflexivos!, del pronombre personal “se” y de giros que escamotean las dificultades: “apa- recer como”, “funcionar como”, “como si”... Hay que detenerse sobre las pala- bras, clave: “poder”, “estrategia”, “téc- tica”, “téenica”, a veces precisadas por medio de un adjetivo; pero no se sabe quignes son los actores: {poder de quign? trategia de quién? Tomemios el ejeni- , plo de la reforma del derecho crimi que “debe ser leida como una estrategia para el reacondicionamiento del poder de castizar” (p. 85). He aqué una curio- sa estrategia: no tiene “an Gnico punto de origen”; “se superponen allf muchos intereses diferentes”; es “una estrategia de conjunto que ha cobijado no pocos combates diferentes” (p. 86). La nueva estrategia de los reformadores os defi- nida, més adelante, por una serie de ver- bos en infinitive, pero no se trata sino de las “razones de ser” de la reforma pe- nal, atenuadas por el adverbio “sin dud: en el sentido de “probablemente”. De modo que esa famosa estrategia no es sino la reconstruccién que hace el autor de los motivos plausibles que pudieron inspirar a las diferentes variedades de re- formadores. Se podiria elegir otro ejemplo de esta Mluctuacién, en el anilisis del “poder disciplinatio” (p. 175). Uno se pregun- tard quién es el amo o el dispensador de ese poder; ya no son los reformadores dol siglo XVIII, que han fracasado. La explicacién se tora _mecanicista: “es el aparate (disciplinario) entero el que produce poder" (p. 182); son “las leyes de la Optica y de la mecdnica” las que disciplinan 103 cuerpos: tenemos. asi una maquinaria sin maguinista, En va- ring ocasiones, estamos ante un mundo kafkiano, El vocabulario de la geometria desertifica la sociedad humana; ya no se trata mas que de espacios, de lineas, de marcos, de segmentos, de disposiciones. Punto de vista Mistoria/25 A propésito del Pandptico, Foucault parece ver bien Ia objecién posible: el poder “tiene su principio menos en una persona que en una cierta distribucién eoncertada de los cuerpos, de las super- ficies, de las luces, de Is miradas; en lun aparejo cuyos mecanismos internos producen la relacién en la cual los indi- (p. 205). Viduos quedan atrapados” “Distribucién concertada”. quién’? “Hay una maquina importa, por consiguiente, quién ejerce el poder”, Mientras mis avanza el libro, Aificil parece sostener Ja interpretacion mecanicista del sistema carcelario, En la pigina 282, irrumpe la palabra, se trata de una “operacion politica”, y uno espe- a que 105 responsables sean sefialados: {la policia, las autoridades judiciales 0 penitenciarias, 1a burguesia entera o una faccién de Ja clase dirigente? jEn vano! De inmediato, una seguidilla de verbos en condicional esquiva la respuesta que quizd se halla sugerida de modo muy in- directo, un poco mis adelante, por ta ex- presién “grupos dominantes” (p. 284) Por mds que el autor retome Ia palabra “téetica” (en plural en ta pag. 291, en singular en la 292), las “técticas” perma- necen andnimas. Pululan los “se” (pig, 291): “se ha tratado. . .”, “se ha utili zado”. . . Al final, el actor se convierte ‘en “lo carcelario”, casi personalizado, “el tejido carcelario”, “el archipiélago carce- Jario”. Lemos una. proposicién como esta: “este vaste dispositive establece una gradacion. lenta” (p. 305); el dis positivo ya no es el resultado de una dis- posicién de elementos realizada por los hombres, sino el sujeto del verbo “esta- blecer™, es decir, el responsable de la gra- dacién; y esta gradacion es “sabiamente progresiva”™ (p. 309); habria entonces una maguinacién sabia, pero obstinada- mente impersonal o abstracta. Estructura- listas y existencialistas quedan equita- tivamente decepeionados. in qué consiste una estrategia sin generales? {De qué batalla se trata, por Jo menos en dos momentos (p. 33, “ba- talla perpetua”, p. 314 “el estruendo de la batalla”)? {Batalla de quién contra quién? {De la burguesia contra el pucblo? {De Satin contra el Angel? En un artfcu- Jo de Le Monde (21/2/75) Foucault se mostré més explicito: atribuye a la burguesia “una estrategia absolutamente consciente, organizada, reflexiva (que) se lee claramente en una masa de docu- mentos desconocidos que constituyen al discurso efectivo: de una accion poli- tica”, Concedido, pero jesos documen- tos, eran verdaderamente desconocidos, y sa burguesfa, es undnime? ;Ha tenido éxito efectivamente, como lo da a enten der el final del libro, en encorsetar “el cuerpo social entero” (p, 305), en una red carcelaria gradual cuyo coraz6 ria la solidaridad justicia-prisién-poli y cuyos hilos irfan diseminando por to- as partes dispositivos variados de disei- plina social y mental? Un “continuum careelario” (p. 304, 309, 310) homogé- neo al poder de curar y al de educar ha- bria_welto déciles y condicionados a los franceses. Disciplinado, verdadera- mente, el pueblo francés del siglo XIX? 4Cémo explicar, entonces, las rebeliones, insurreceiones, revoluciones, las doctri- nas subversivas, el romanticismo del 48, y todo lo que Leén Daudet fustigard ‘en el “estdpido sigho XIX"? Frente a esas estructuras de vigilan- cia y de castigo se erigen las fuerzas de movimiento y de fiberacién, las. soci dades secretas republicanas muchas de cllas burguesas— las coaliciones obreras, las logias mas6nicas, los clubes, los dia- Tios, . ., todos los contra-poderes, en su- ma. Y atin Wega a ocurrir que el Estado, por medio de algunas de sus leyes, vaya en contra de otros poderes establecidos: lero, familia, patronato. . .; y que la pa- noplia de los derechos democriticos y sociales constituya una proteccién (rela- tiva) de los débiles contra tos podero- 50s. El siglo XIX de los historiadores, no es un mecanismo de aniquilacion, ni un complot maquiavélico, sino un conjunto de luchas politicas y sociales articuladss, Era necesario no disimular el malestar que suscita Vigilar y castigar, por sus aproximaciones, entre muchos historia- dores. Dicho esto, se puede ahora afir- mar que Foucault es también un histo- riador, y un histortador indiscutiblemen- te original que tenemos gran interés en escuchar. La originalidad la vemos, en primer lugar, en la escritura, Aunque se pueda discutit el fondo o el método, el estilo de Foucault no tiene nada que ver con ese dialeeto parisino que hace estragos en Ja rive gauche del Sena y que separa cada vez més ese territorio considerado intensamente inteligente del resto del pais donde nos ensefiaron, en la escue- fa, el francés como lengua matriz, para manifestar la universalidad de nuestra cultura, Este escritor, a diferencia de algunos otros grandes talentos, practica lun arte resplandeciente de clasicismo. Tiene el cuidado del matiz, el sentido de la construccién, el don de la evoca- cién. Prestando atencién a las coyun- turas y al color local, utiliza habilmente documentos que no son siempre “gran- des textos”, sino fuentes humildes, a veces manuscritas, a veces minuciosas. Eso nos depara cuadros pintorescos 0 pasajes de bravura, como la descripcion terrorifica del suplicio de Damiens (p. 11-13) © la pintura apasionante de la cadena de los forzados (p. 261-269). Supera a Michelet en algunos andlisis, como el de la peste (p. 199-203) o en un retrato como el de Lacenaite (p, 289. 291), Foucault descuella en lo concreto tanto como en la teorfa; presenta atin sus exageraciones abstractas con tanta fuerza, que uno desea darle la razén sin detenerse a inventariar *la-realidad de las Jo verosimil —disposicién litera- ria— puede, en el Ifmite, aventajar a lo yeridico —ascesis cientifica, Si se ayen- tura_muy lejos, su audacia es siempre seductora. La obra es en primer lugar una bella construccién intelectual: la exacti- tud rigurosa de los detalles importa mi nos si la asociacién pertinente de obser- vaciones familiares © novedosas provoca un sacudén estimulante. La rigueza del libro proviene también de observaciones laterales que no estén exploradas a fondo, como si el autor nos sugiriera, en pointillé, el tema para otras, Investigaciones. Asi ocurre a menudo con Napoleén (173, 220) el conductor de 1a guerra y el monarca; el hombre de detalles técticos, policiales y administra. tivos y el soberano “espectacular”; esto parece insuficiente, pero jno es acaso necesario releer 1a historia napoleéni- 26 [Historia Punto de vista a desde of Angulo de tos poderes disci- plinarios, y de los compromisos entre las tradiciones y las novedades estata- les? ;Qué simboliza y sintetiza elbona: partismo ulterior? ;Cudles son sus con- cepciones y sus pricticas en materia de escuelas, de hospitales, de carceles, de fibricas, etc.? Serfa necesario, a partir de los abundantes materiales que posee- ‘mos, establecer relaciones significativas Foucault da explicitamente a los his- toriadores ideas de trabajos a realizar. En el centro de un desarrollo muy feliz sobre la nueva importancia, en el siglo XVIII, de los detalles, de tas. técnicas minuciosas, en diferentes campos, agre ga: “Se podria escribir toda una histo- ria” (p. 143). . . {COmo no aprobarlo, cuando se ha estudiado un sector de la historia de las ciencias o de las técnicas, campo en el cual “todo detalle cuen- ta”"? La misma exhortacion se dirige, més tarde, a Los historiadores de institu- ciones judiciales y educativas: “;Quién hard Ia historia mas general, mis impre- cisa, mds determinante también del examen —de sus rituales, de sus méto- dos, de sus personajes y de su papel, de sus juegos de preguntas y respuestas, de sus sistemas de notacidn y clasificacién?” (p. 190): se reconoce aqui la dialéctica del poder y del saber, nocién central en el pensamiento de Foucault, El examen ‘que sanciona y jerarquiza, sus origenes teligiosos (no olvidemos el examen de conciencia y la confesién), su funcién pedagogica, su eficacia para disponer pri- vilegios més o menos importantes, todo esto constituye evidentemente una pers- pectiva oblicua sobre la organizacion so- cial. En la misma linea, es posible colo- car aqui otra sugestin implicita con res- pecto a los habitos de los historiadores de Ia ensefianza y a las diferentes formas de condicionamiento mental. Habria que volver sobre la evolucién de las técnicas de adquisicion de conocimientos 0 de teflejos, pricticas pedagégicas fundadas en la repeticién y la progresion, ejerci- cios espirituales 0 maniobras fisicas (p. 160-166); pensemos especialmente en la indole de las ocupaciones que se les imponen a las personas que estin bajo tutela, no sélo a los presos, sino también los nifios abandonados, a los viejos y a Jos indigentes de los hospicios, a las nifias de las “escuelasguarderias” y a las jéve- nies de fos talleres a quienes las religio- sas acostumbran s6lo a realizar trabajos manuales. repetitivos y ejercicios piado- sos bien reglamentados que las preparan, segiin los anticlericales, para un porvenir de sumision. Leyendo a Foucault, uno se convence fiicilmente de que Ta historia es ain muy joven. Esti en sus comienzos; ha conoci- do, en Francia, dos siglos de “lindas his- torias”, tuego de un siglo de historia seria, 0 sea cientifica, honesta y a veces aburtida; ahora debe diversificarse, abrir- se a las cosas esenciales de la vida, y estu- diar, por ejemplo, el cuerpo humano y todo lo que le ocurre, en el tiempo y en el espacio, Esto ya ha comenzado, y veremos asi delinearse una natural humana” que habri que articu- lar con lo que sabemos, al costo de revi- siones probablemente desgarradoras. Para estudiar ese vasto campo, Foucault nos ayuda a superar el dualismo del alma y el cuerpo (p. 36). Las disciplinas fisicas ge- eran mentalidades; pero es la satisfac- GiGn de las necesidades bioldgicas lo que implica el trabajo y las restricciones, al menos en el nivel de las masas desprovis- tas. {EI orden social, no es en esto co extensivo de la realidad “fisiolégica”? Pero esta hipdtesis permanece discut ble, y Foucault, quiza, no la haria su Y siempre nos esti incitando a no resig- namos a esta historia-mosaico, historia ‘en compartimentos, que razones profe- sionales muy comprensibles nos evan a recortar. Nos propone sintesis, rela- ciones interdisciplinarias, especialmente entre la historia “clisica” y la de las cien- cias, de las técnicas y de las ideas. En ese sentido, nos da un ejemplo de avance globalizante. Aén cuando anida en él el fuego nietzscheano, desarrolla un vir- tuosismo dialéctico que le hace trascen- der los esquemas explicativos habitual. Como tos marxistas, comprende que para descubrir los seeretos de una socie- dad es mejor ponerse del lado de fas vic timas. Pero, negindose a privilegiar la fuerzas econémicas, rehabilita el otro elemento del materialismo, el cuerpo; al no considerar a la ideologia como una superestructura, la ve en todos los nive- les; en el cuerpo, queda abolida la opo- sicion tan cémoda entre lo alto y lo bajo, y se intercambian los buenos y malos procedimientos del poder y del saber. Como los estructuralistas, juzga que hay mecanismos de los que os hom- bres no tienen conciencia que organizan sus relaciones sin que lo sepan; pero no se engafla con esa inocencia, y sabe valo- rizar constantemente las. innovaciones, la dimensién temporal, 1a génesis 0 “ge- nealogia”. Esto s€ percibe especialmente cuando Foucault: expone sobre esa “época cli- sica” que conoce bien. Pese a la sorda célera que experimenta contra la socie~ dad normalizadora posterior, no ideali- za el Antiguo Régimen, fundado sobre los privilegios, Ia exaccién y las comparti- mentizaciones; se cuida bien, de ver un amable desorden libertario, una anomia idilica, en la marafia de desigualdades y en 1a superposicion de prohibiciones. Demuestra una gran penetracién cuando pone en evidencia los progresos multi- formes de la ambicion cartesiana, de la aventura matemtica y Iogica, no solo en a historia de las ciencias y de las técnicas en el siglo XVIII, sino también y sobre todo en las nuevas filosofias y én los proyectos politicos de la época. Cileulo, recuento, medida, evaluacién, tales son los primeros sentidos de “ratio’ razon, Racionalizacion utilitarista yr cionalismo politico van de la mano; habria que detenerse aqui en la filoso- fia masénica: el masén construye y li- bera. Eficacia y liberalismo, de nuevo la conocida ambigiedad de las “Iuces", cuyo reverso indisociable es el con- junto de disciplinas que regularin el trabajo, Ia salud, Ia instruction, la jus- ticia, etc. En el universo técnico, reina- tn Tos inevitables reglamentos no iguali- tarios; en el universo efvico, reina Ia transparencia de los “Derechos del hombi tos dos universos se super- Ponen ampliamente, con dos excepcio- nes: los privilegiados-y-pardsitos que no tienen necesidad de trabajar para vi y los exeluidos de la ciudadania (muje- Tes, niflos, locos, presos. . .). Se oye el rumor de los slogans: no hay libertad sin deberes, no hay igualdad sin leyes, no hay progreso sin orden. El camino entre la divisa republicana “Libertad, Igualdad, Fraternidad” y la divisa posi- tivista “Orden y Progreso” es corto. Y Punto de vista Historia/27 iudadano. Es sabido que ese esfuerzo de matema- tizar el pensamiento y la accién reviste ‘spectos muy variados, halla resistencias y se va corrigiendo con el método expe ‘mental, En cierto sentido, hay gran tancia entre La Mettrie y Marcelin Berthe- lot. Pero estamos en el mismo camino: se empieza por medir los arcos de meri- diano (La Condamine; Clairaut y Mauper- tuis, en 1735-1737), y se llega a la antro- ywouetcia del servicio de identificacion judicial de la prefectura de policia (Al- phonse Bertillon, 1879), pasando por el sistema métrico decimal y por la tents tiva de reemplazar el calendario grego- riano por un calendario perpetuo y ra- ional. Habria que prestar atencidn, en el pasaje del siglo XVIII al XIX, a los cientificos que se interesan también por el gobierno de los hombres; Foucault echa una mirada pertinente sobre los Idedlogos (p. 107), péro s6lo. sobre allos!?; conoce también dos “médicos- quimicos”, Chaptal y Fourcroy, que $© preocupan al mismo tiempo por las leyes que se deben votar en materia de instruceién y de medicina, y por las apl caciones de su ciencia a la industri Nos volvemos a encontrar con la dialéc- tica del saber y del poder, tema favorito de nuestro autor. El problema de las relaciones entre el poder y el saber es antiguo. Sin remon- tarse a los griegos, es posible evocar la Edad Media, donde el clero detenta un saber grave y misterioso, patrimonio he- tedado y transmitido no sin crisis, cor- pus de dogmas; estas verdades intangi- bles hablan del pueblo acerca de lo que mds importa, segin el discurso clerical: la salvacion eterna del alma. De ahi el poder. del clero, autoridad paternal © represiva, influencia compleja con la ‘cual deben pactar los hombres de guerra y los hombres de dinero, los principes, los nobles, los ricos'. A partix del siglo XVIII la cuestion se desplaza progresi- vamente: el saber religioso sobre el alma, sobre lo irracional, y sobre el Mis Alli, se desvaloriza ‘en beneficio del saber objetivo, universalizable y efi- caz sobre los cuerpos, vivos © inertes, pero que se pueden medir y contar. EI nuevo saber, durante largo tiempo balbuceante, avanza precedido por una ube ideol6gica de proyectos y_preten- siones. Promete la felicidad sobre la tie- mma, “idea nueva en Europa”, y adn la “felicidad general”, siempre que se. de- mrumben los obsticulos, es decir el par Feudalismo-SupersticiOn, los falsos pode- tes y los fulsos saberes del Antiguo Ré- gimen, Esto explica el florecimiento de cientificos-politicos, 1a colusién de la ciencia y la revoluci6n. ‘Tomemos el ejemplo del poder médi- 0, que es uno de los temas de ese tiem: po. A partir del siglo XVIII, la profesién médica, trata de sacar partido de la ten- dencia nueva, optimista y prometeica. La ciencia medica, durante e303 afios cruciales, no es sin embargo mds que un compartimiento bastante retrasado del nuevo saber. Nada que se pueda com- Parar con el progreso de las matemiti- ‘as y de Ia astronomia, se agota en su afin de rivalizar con Ia fisica y la qui- mica, pero no puede sino utilizar sus leyes y recetas, mo para curar, sino para tratar de prevenir las enfermeda- des y accidentes. Efectivamente, debe mostrarse a la altura de las circunstan- cias: lo importante es el cuerpo; es la cantidad de hombres, de nitios, de la- bradores (como explican los fisidcratas); es también la calidad de los producto: tes y reproductores (pensemos en la higie- tne maternal ¢ infantil, en los cursos para las estudiantes de parteras). Imposible sustraerse: 1a higiene social, Ia extensién de la medicina a la campaia, la organi- zacién de la asistencia epidemioldgica, en el siglo XVIII y después en el XIX, son areas politicas, Forman parte del “bien pablico”, al mismo nivel que, por ejemplo, la agronomia. Durante el medio siglo qu2 precede a la revolucion de Pasteur, el cuerpo médico miente un poco, como en el bluff, anuncia para el porvenir proezas que todavia no esti fen condiciones de realizar, y “ocupa el terreno”, con el apoyo de’ periodistas, profesores y otros corifeos. del. progre- $0, haciendo propaganda sobre los pul tos fuertes de la medicina de la época Cuando las autoridades estin de acuerdo, la poblacion es. précticamente rastrilla: da, los enfermos indigentes son hospi- talizados, se interna a los locos, y se pone en cuarentena a los contagiosos. La auto- ridad de los médicos erece, y su prestigio se consolida antes de que su eficacia se confirme'. La gente se somete a su po: der antes de que su saber haya sido pro- bado. A su ver, esta supremacia de los médicos en los lugares del sufrimiento yen los tiempos de epidemias, les permi- te matematizar sus observaciones. La his- toria de las estadisticas médicas no es simple; se perfeccionan sobre todo cuan- do la Academia de Medicina divulga am. pliamente los principios y directivas del Dr. Louis, “padre del método numéri- co”, en los afios treinta y cuarenta. Algu- fos instrumentos materializardn este po- Jer activo del médico, cuyp maletin se va llenando, poco a poco, a 10 largo del siglo XIX, de aparatos de medida y de investigacién, Ya no se conforma con tomar el pulso: mide la temperatura, y también la presion, El cuerpo médico obtiene, no sin esfuerzos, construccio- nes nuevas y remodelaciones, “moder- nas” de hospitales, asilos, anfiteatros de diseccién, gabinetes de anatomia normal y_patoldgica, laboratorios de fi- siologia, de bacteriologia, de histolo- gia... Los grandes descubrimientos de Claude Bernard, de Louis Pasteur, de sus tivales y discipulos, al justificar répi damente esos gastos y esa politica, no hacin més que reforzar el poder médico. En ¢s0, Foucault, no se equivoca: es el mejor ejemplo de dialéctica del poder y del saber. Pero ahora es necesario que concen- teemos nuestra atencién sobre el aspec- to politico, 1a palabra y la cosa que se ama “poder”. El autor de Vigilar y cas- tigar se inscribe en la linea de pensado- res politicos individualistas. que critican firmemente esta nocién, No seria difi- cil encontrarles precursores entre los anarquistas del siglo XIX"® que se en- tregan a la denuncia intransigente de casi todos los poderes: estatal, militar, policial, judicial, clerical, médico, aca- démico, patronal, paternal, colonial'”. .. Podria ser mds interesante recordar las polémicas tebricas acerca de este con- Cepto que oponian a maurrasianos y radicales a comienzos del siglo XX. Charles Maurras describe, para aplau- dirlos 0 para desear otros mejores, los 28)tistoria Punto-de vista eI BE ed Namero 3/4 [Filmando a Mercedes Sosa/El éttimo Glauber Rochs/Cine uruguayo/“Missing” segtin Cortizar/La marcha por el cine nacional/Cine independiente vs, cine profesional?/Novedades desde Hollywood [Los enemigos", de Eduardo Calcagno/ Godard ahora/ Director: Mario Sabato YA APARECIO a EL BIMESTRE politico y econémico Esta publicacion es un intento de orde- nar el pasado cercano, mediante una pre- sentaci6n sistemdtiea de los hechos, que permite repasar lo ocurrido de una mane- ra sencilla, evitando el riesgo de pasar por alto sucesos importantes. En con- creto, una cronologia interrelacionada de los hechos politicos, sociales y econémi- 03, sobre la base de las informaciones aparecidas en todos Jos diarios de Bue- nos Aires, asi como en las revistas més importantes del pais y las principales publicaciones periddicas extranjeras. Se ineluyen también algunos de los docu- mentos més importantes aparecidos en el periodo, SSuscripeién anual (sis entregas) Argent $900,000 América $325 Resto del mundo $3 30 ‘Cheque o giro bancario fa orden del Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y la Administracion (CISEA), Pucyrred6n 510, 610. Piso, 1032, Buenos Aires, Afgentina. ——— ee mecanismos de orden y de autoridad que Foucault hace objeto de acusacién, El nacionalismo integral elogia las “reglas disciplinantes”, Ia “desigualdad protec- tora”, y reprocha a Ia Libertad, “prin- cipio’ metafisico”, el ser incapaz de “asignar a cada uno el orden y el rango de su funcion’™!*. Para este positivista monérquico, las libertades concretas, “reales, definidas y pricticas, son autori- dades”; ser libre, es poder hacer algo; “qué es und libertad? ~un poder, El que no puede nada, no es libre en absoluto G. }). La libertad de un padre de fami es una autoridad’”™”, al igual que Ia de un patron, un propieturio, un maestro, un juez, un jefe... Ademéis, Maurras, para llegar a conclusiones diametralmen: te opuestas @ las de Foucault, moviliza también la biologia y se inclina a la orga- nizacién del trabajo en comin, cuya fu cién “civilizadora” admira: “necesidad de subordinar para coordinar y para ordenar, no hay farolero de orador que pueda alte rar esta matematica””® Pareciera que el pensamiento politico del radical Alain ~en una época en que i radicalism tenia un sentido vigoroso tespondia al de Maurras, al menos en lo que hace a la cuestién central del poder. Alain admite Jas necesidades del orden y Ja disciplina para enfrentar las urgencias econdmicas y biologicas: cree en la fuer- za de las cosas y en las leyes naturales. Como Foucault, presta gran atencién a las actitudes corporates en el trabajo, en la guerra o en Ia oraci6n, en los ejercicios, gimndsticos, las ceremonias, entrenamien- tos, aprendizajes y otras ascesis pedagd- gicas”™. Se interesa especialmente por el “trabajo bien reglamentado”, por las no- ones “mecinicas” de disposicion y de ley. Por eso desearia una historia de aquellos trabajos humanos en los que con- fluyen ingenio y coordinacién de esfuer- 708. “Es asf como concibo la enseftanza de Ia historia. Contad Ia historia de las ciencias y de la industria humana; trazad a través de grandes épocas los progresos: aralelos del conocimiento y de la accion, al fuego, el trigo, los niimeros, la agrimen- sura, las palancas, la carretilla, Ia astrono- mia, el barco, el barémetro, Ios boleti- nes meteorolégicos, la quimica, los fer lizantes, la moneda y los contratos, los delitos y las penas, los dioses y los cul- tos (....)”. Una vez asignado su lugar al conocimiento materialista, el ciudadano, segin Alain, debe desconfiar de todo poder: toda organizacion estructurada tiende a volverse despética. No s6lo no se la debe venerar 0 ni siquiera respetar, sino que es necesario ejercer contra ella la vigilancia de Ia critica y del control “EL orden es bajo, no es més que nece- sidad”, Son bien convcidos los brillan- tes sarcasmos que el autor de AT ciuda- dano contra tos poderes (1926) diti- ge a los jefes que se toman a si mismos en serio, a Jos “tiranos de la administra. ida, de la banca y de ta industria”, y a los tiranuelos de pueblo. Hay que recu- sar a toda autoridad que no justifique tuna tarea efectiva y que no esté vigila- da por la mirada del pueblo. “Obedecer resistiendo, ée es todo el secreto”™; estar alerta, crear contrapoderes (la pren: sa, el voto secreto, ..), para controlar a los elegidos, a los ticos, a las élites. Este es el resorte del civismo segtin Alain, quien cita a La Fontaine: “Nuestro ene- igo, es nuestro amo”, La meditacion de Foucault sobre el poder no ¢s, evidentemente, un simple retorno a concepciones anteriores, Es una profundizacién: el poder, en singu- Jar, el del Estado, ése que algunos mar- xismos reducen a una superestructura de un modo de produccién, ése que se expresa en la Ley, la Ideologia, y a veces en Ia represion, se halla relativizado, es puesto por Foucault em relacién con otros poderes, en plural y acompana- dos de un genitive (poder del patrén, del padre de familia, det maestro de es- cuela, ete.). Donde leemos “poder”, entonces, @ veces ¢s necesario entender también “autoridad”, “orden pie na”, “entrenamiento”, “organizacion” simplemente, “influencia”, es decir que hay que encarar la pluralidad de esas ins- tancias, sus eventuales contradicciones, sus chirridos desordenados, No hay un Orden establecido, sino micropoderes que tienen su coyuntura propia, Foucault se aleja asi de la tentacién estructuralis- ta y, al mismo tiempo, recusa la hipéte- Pumto de vista Historia/29 sis de la “maquinacién” y también la de a “maquinaria” en un texto anterior a Vigilar y castigar: “Las fuerzas que estén ‘en juego en Ia historia no obedecen ni aun destino, ni a una mecénica, sino al azar de la lucha. No se manifiestan como, Jas formas sucesivas de una intencién primordial; tampoco toman el aspect de un resultado, Aparecen siempre en 1 juego singular del acontecimiento”™ ta declaraci6n, que no siempre se ha a claramente ilustrada por la trayecto: tia del autor de Vigilar y castigar, parece ‘més completa y matizada que el articu- lo de Le Monde ya citado; permite en- tender la expresi6n “batalla”, que podia habemos intrigado. Ni_providen: sialismo ni Sontido de la historia; las per- sonas y las cosas no son ni empujadas 1 arrastradas, Esta reflexi6n sobre el poder nos vue: ve a llevar al problema de la cdreel, al que st aplica la formula central “el poder pro duce; produce realidad” (p. 198). No lo enfendamos como una simple provocs ién antimaterialista; Foucault no duda en absoluto de que la naturaleza y el tra bajo son, esencialmente, los que prodi ‘cen; si la organizacién biol6gica de los cuerpos engendra, 0 sea que produce y reproduce, por qué no decir lo mismo de la organizaciOn social? El ejemplo de la cércel se presta para una hermosa de- mostracién; solucién transaccional, no permite alcanzar los objetivos disuasivos y moralizadores de los reformadores, desde el siglo XVII a nuestros dias; se halla, desde el principio, encerrada en si misma en tanto institucion coercitiva, incapaz de impedir los delitos y los ri- menes, 0 de prevenir las recafdas; por el contrario, como “cuartel del crimen”, “fabtica delincuentes” (p. 258). En este punto, Foucault es convincente (p. 269 273), asi como su distinci6n entre las di- ferentes formas de ilegalidad-y la “del cuencia” semiprofesional es seductora. HY sistema carcelario crearfa una “delin- cuencia” mds tolerable que el ineremento de las nuevas formas de ilegalismo popu- far, en cierta medida utilizable contra ellas y parcialmente amparada por los gru- pos dirigentes. Si bien es necesario esta- blecer con més. precisién la importancia de la vagancia sediciosa (p. 278-280), y Verificar en qué medida los delincuentes han recorrido el triste espinel de las ins- tituciones de asistencia y- reeducacién (p. 306-307) es posible trabajar razona blemente sobre las hipétesis de Foucault, y habri que volver a sumergirse en la ina gotable Gazerte des tribunaux. La misma pertinencia fecunda en las paginas consagradas a la disciplina, que Se caracterizan por un espiritu de sinte- sis que recuerda a algunos textos de Marx. El aumento de la poblacién --po- blacién que hay que alimentar, emplear, gobernar— y el desarrollo técnico de un aparato de produccién més complejo y més costoso (méquinas) que es necesa- rio hacer rentable, se conjugan para expli- car el recurso a nuevas disciplinas (221- 224). Acumulacién de capital y apari- cién de fibricas: (a disciplina 0 la bit queda del beneficio. Acumulacién de hombres y de dificultades para regular sus_necesidades y turbulencias: la dis- ciplina o la administracion de las multi- tudes. Como excelente. dialéctico, Fou- cault juega con todas los factores. Dis- ciplinar y producir més o mejor, son ‘una y la misma cosa. El orden es un me- dio para hacer trabajar, y el trabajo es tun medio para hacer que reine el orden. La organizaci6n controlada, programa da, progresiva, aplicable a distintas areas, confiere a esas actividades Ia eficacia segiin el caso: militar, industrial, peda- gogica. . . El lugar de aplicacion de esos trabajos reglamentados es el cuerpo hu- mano, que se ha vuelto rentable y malea- ble (p. 166-171) el orden transforma téc- nica y mentalmente a los individuos. Las utilizaciones saint-simonianas, positivis- tas, tayloristas, tecnocriticas, totalitaras, de esta verdad son ya bien conocidas, Ultimo aspecto que interesa particu- larmente a los historiadores: el poder produce saber. Foucault asigna al desarro- Ilo de las ciencias humanas origenes tem- porales y epistemologicos ya evocados en obras anteriores ®*. Llama “procedi mientos” a las pricticas administrativas © reglamentarias, a los cuadros detalla- dos, a los registros y estadisticas, a las lisificaciones y encuestas, a las rela- ciones de los procuradores generales y de los comisarios de policfa, a las peri- cias y a las minutas. . . que proven los documentos bisicos; tarde 0 temprano, 4 los trabajos de socilogos, psicélogos, médicos, criminélogos, naturalistas 0 antropélogos, graméticos 0 historiado- res. Es excelente que los historiadores 30/tistoria Punto de vista tengan presente el origen de “sus” archi- vos, Tal vez no desconfiamos lo suficien- te de esa documentacion fragmentaria y parcial, manchada de Higrimas, de sudor y a veces de sangre, fabricada a través de instancias raras veces inocentes, trans- mitida y mutilada segiin la voluntad de los dirigentes. . . 0 de los mas oscuros eseribientes. Atencidn, historiador posi- tivista: si posas tus ojos miopes sobre un registro “trampeado”, los discipulos de Foucault te fulminarin con un sarcasmo izquierdista! Y sin embargo, es initil reitarar las protestas moralizantes, y te- nemas que trabajar con lo que nos que- da del pasado: bajo Ia condicion de guar- dar distancia con respecto a nuestro ob- jeto, de tomarlo con pinzas, y de no sa- cralizar su objetividad nila nuestra, Los puros dirin que no hay que ate- nuat, achatar, “recuperar” un pensa- miento salvaje. Pido perdén a aquellos admiradores de la obra de Foucault que la interpretan en un sentido anarco-abso- lutista, si este enfoque da esa impresién. Por otra parte, estd permitido sustituir la imagen de un cosaco de la historia por la de un profesor del College de France. Su trabajo de historiador va a continuar, Recuérdese que habria dicho de Vigilar » castigar: “Este es mi primer libro”. En todo caso, en Ia tiltima pi- gina anuncia “diversos estudios sobre el poder de normalizacién y ta formacién del saber en Ia sociedad moderna”, y todos nos alegramos de que una mente tan brillante se dedique a semejante em- presa. Hay mds de una familia en la tribu de Clio. La originalidad de Foucault consiste en rehusar esa toma de partido hegeliana y totalizadora a toda costa, que integra los contrarios y justifica po- sitivamente todo cuanto ha ocurrido has- ta nuestros dias. Si prefiere 1a nocién, ¢n primera instancia extrafia, de “ge- nealogia”, mientras que al mismo tiem- po es capaz. de dar pruebas de virtuo- sismo dialéctic>, 5 seguramente para designar al movimiento opuesto, aquel ‘que desenmascara sin complacencias el origen solapado de los poderes, el que denuncia su tendencia fatal a la inhu- manidad, y que estd al servicio de la re- belién. EI libro de Michel Foucault, La votuntad de saber, responde en cicrta medida a las cues tiones que planica este articulo, escrito en 1976, ' Gilles Deleuze, “Eerivain non, un nouveau curtographe™, Critique, diciembre de 1975, nro. 343, p. 1207-1227, Jacques Revel, “Foucault et les histori- ciems",, Magazine lirtéraire, junio de 1975, 1013, La majoria de tos documentos citados se femontan al siplo XVIIL, Foucault se basa en los trabajos de P. Chaunu, E, Le Roy Ladur D. Richet, ¥. Bereé, por elemplo, La pena do exposicin pliblica fue supri- rida e112 de abril de 1848. § ~Fabriarin revoluctones.«. impios™: cf Raymond Tronchot, autor de una esis sobre las escuelas mutuales, Information historique, 1975, to. 4p. 183 © 4, Léonard, “Femmes, religion et médoci ne, ies roigicuses qui solgnent, en France, au XIK silo", Annales ESC, nro, 5, septiembre ie 1977, p. 887-907 7 “Ouvroits et, oxphelinats, patronnage des apprentis, socités des bonnes ouvres. = Cl Langlois," en. Le Diocése de Vannes (1800. 1830), deseribe. excelentes gk calismo social “totalitario”, Paris, Klincksiock, 1974, 5 ot. pr. Bon, Précis de médecine ca- tholique, Paris, Alcan, 1935, p. 393-404 ° Bs cierto que Bernard Plongeron explica bien cGmo una parte del clero y de Ia cultura religiosa se pone del lado de las Luces y con- tibuye al mundo nuevo, Cf. Théologie et politique au sidcle dex Lumidres, 1770-1820, Paris, Droz, 1973. © Formularse, constituirse, investirse, atti cularse, expresarse, manifestarse, araigarse, anudarse, organizarse, ocultarse, enmascarar- se, substituirse ™ CL, acerca de esta disciplina-encrucijada que es la higiene naval en los tiempos de la na- vegaci6n a vela en bareos de madera, J. Léo- nard, Les Officiers de Santé de la Marine Srancaise de 1814-1835, Paris, Klicksieck, 1968, p. 292-293, Cf, Jos trabajos de Henri Gouhier sobre la Jeunesse d'Auguste Comte et la Forma: tion du positivieme, 1933-1941; y los mis recientes de Mare Régaldo sobre la Décade Philosophique, revista que testimonia la di- versidad de los racionalistas que gravitan al- rededor de los idedlogos. En compensacién, ese poder del_clero puede alimentar un “saber; las encuestas de a Inquisicién proporcionan un buen ejem- plo. Cf. el prologo de Montaillou, village ‘ccitan de 1294 @ 1324, de E. Le Roy Ladu= Vacunaciones antivaridlicas, desinfecciones cloradas, sulfato de quinina, azufre, digital 4S Demostracién de esa anterioridad en Jac- ques Léonard, Les Médecins du Ouest aw AIX siécfe, ‘esis doctoral del Estado, defen- dida en enero de 1976 ante la universidad de Paris Sorbona, reproduccion Lille MH difusién H. Champion, 1978, p. 1514-1823. ™ Réné Chateau, en su Inroduccién @ la politique, 1947, cita (p. 405) una axombroxa diatriba de Proudhon contra el poder: "Ser robernado es ser viglado, espiado, dligido, legisla, reglamentado, acortalado, adoctr nado, sermoncado, controlado, sopesado, apre~ indo, cemsurado, mandado. jor personss. que no poseen ni el derecho, nila ciencia, nila ud, Sox gobernado es ser, en cada operacién, fn cada transaccin, en cada movimiento, no: tudo, repistrado, censado, etiquetado, evalua: do, numerado, cotizado, patentado, licencia- do, autorizado, amonestado, impedido, refor- mado, ailiestrado, corregido. Es, con el pre- texto de ta utilidad piblica y en nombre del interés general, ser obligado a contribuir, sometido a exacciones, set explotado, mono- Plizado, comisionado, presionado, misificado, tobado; y a la menor resistencia, a la primera Palabra de queja, reprimido, enmendado, ilipendiado, vejado, perseguido, maltratado, aniquilado, ‘desarmado, exstigado, encarce do, fusilado, ametrallado, juzgado, conde do, deportado, saérifieado, vendido, aici nado, y, para colmo, burlado, enganado, diculizado, ultrajado, deshonrado "7 Véunse los articulos de Sébastien Faure en {e Libertaire, los de Jean Grave en les Temps nouveaux; algunos nimeros de U'Aslerté au ‘beurre 0 des Hommes du four; y textos de Paul Robin o de Albert Thierry, "8 L'Ordre et le Désordre, 1948, p.4, ' Mes idées politiques, Paris, Fayard, 1937, p S253 ® Ibid,, p. 37. ™ Cf. Propos d'un Normand, T. 1, LXXIX, UXXXVII, LXXXIX; Minerve ou Del sages, Pp. 272; Propos sur la religion, p. 217. ® Propos d'un Normand, t. 1, p. 168, El sub- rayado es nuestro, ® Citado por Simone Pétrement, “Une poli tique pour tous les temps", Hommage @ Alain, Nowelle Ree Prangaise, septiembre de 1982, p. 187. ® Hommage d Jean Hyppolite, 1971, p. 161. Nacimiento de la clinica (1963), Las pala- bras y las cosas (1966) y La arqucologia det saber (1969). IN. del T.: Las citas de Vigilar y castear remiten 4 las piginas de la edicién espafiola, México, Siglo XX1, 1976. Punto de vista Historia/31 El polvo y la nube Michel Foucault Lo que, entre otras cosas, consti- tuye Ia fuerza y Ia originalidad del ar. ticulo de Léonard, es el vigor con el que s@ despide del estereotipo del. “histo dor” opuesto al “filésofo”. Algo que in- dudablemente exigia coraje, y una per- cepcién muy ajustada de los problemas, Aleanza ese resultado de dos maneras. De un modo serio, fundamentando, me- jor de lo que yo podria haberio hecho, la posibilidad de un andlisis histérico “de las relaciones entre poder y saber. De un modo iténico, poniendo en escena, en la primera parte de su texto, a un histo- Fiador ficticio, uno de los “hombres del oficio”, como dice con una sonrisa. Quiz con una cierta crueldad, le hace representar los grandes papeles ingratos del repertorio: el virtuoso caballero de la exactitud (°Tal vez yo no tenga mu- clas ideas, pero al menos todo lo que digo es cierto”), ef doctor cuyos.cono- cimientos son inagotables ("“Ustéd no ha dicho nj esto, ni aquello, ni esto otrorque yo sé y que usted ignora”), el gran testi- 20 de lo Real (“Nada de grandes siste- ‘mas. sino la vida, 1a vida real con toda su contradictoria riqueza”), el sabio desola- do que Hora sobre su pequeiio territorio que Ios salvajes acaban de devastar: vomo después de Atila, allf no crecerd nds la hierba, En resumen, todos los clichés: los petits faits vrais contra las ‘grandes ideas vagas: el polvo desafiando alanube, No sé hasta dénde Wega el realismo de ese retrato caricaturesco, Me inclina- tia a pensar (nica reserva ante este texto a la vez divertido y notable, cuyo sen- jo profundo aprucbo totalmente), me inclinaria a pensar que Léonard ha for- zado un poco la mano. Al concedér tantos errores a su historiador imagina- tio, torna quizd mas facil la tarea de la r6plica. Pero esa sitira del caballero de a exactitud, enredado en sus propias aproximaciones, estd hecha con la inte- ligencia suficiente como para que se pue- dan reconocer en ella los tres puntos de método que Léonard quiere someter a discusion, y que a mé también me parecen adecuados como punto de partida para un debate: 1) De la diferencia de procedimiento entre el andlisis de un problema y el estu- dio de un periodo. 2) Del uso del principio de realidad en historia, 3) De Ia distincion necesaria entre la tesis y el objeto de anilisis, 1. zProblema 0 periodo? El reparto de Ia torta A partir de Beccaria, los reformado- res elaboraron programas punitivos carac- terizados por su variedad, su preocupa- cin por corregir, por la publicidad de los castigo, por la correspondencia eui- dadosa entre la naturaleza y la forma de la pena: todo un arte de castigar inspi- ado por la Ideologis Pero a partir de 1791, se opt6 por un sistema punitivo monétono: Ia encarce- lacion, en todos los casos, es predomi- nante, Asombro de algunos contempo- rineos. Pero asombro transitorio: la pena. de encarcelamiento es ripidamente aceptada como una innovaci6n que se debe perfeccionar mas que cuestionar a fondo. Y asf queda por mucho tiempo. De alli un problema: por qué esta substitucion prematura? {Por qué esta aceptacién sin dificultad? De allf también la seleccién de los ele- mentos pertinentes para el andliss. 1) Se trata de estudiar Ia aclimata- cién, en el interior del nuevo régimen penal, de un mecanismo punitivo lama- doa tomarse ripidamente dominante. Esto en cuanto al objero. 2) Se trata de explicar un fendmeno cuya manifestacién primera y mayor se sita en los dltimos anos del siglo XVIIL ¥ en los primeros del XIX. Esto en cuanto al tiempo fuerte del andlisis. 3) Se trata, por altimo, de comprobar que este caricter dominante del encarce- lamiento y la aceptacién de su principio se mantuvieron sin dificultad atin en la época de las primeras grandes evidencias de fracaso- (1825-1835). Esto en cuanto alos limites iltimos del andlisis, En esas condiciones, la cuestion que se debe plantear a un trabajo de esa indole no es: la Gran Revolucién, sido adecuadamente estimada? ;Ha sido parejo el reparto entre los siglos XVIII y XIX? Los especialistas de cada periodo, como nifios mofletudos que se apifian alrededor de una torta de cumpleafios, fueron equitativamente tratados? Seria mds razonable preguntarse: a) {Cuales son los documentos nece- sarios y suficientes para que aparezcan os programas punitivos previstos, las de: cisiones efectivamente tomadas y las con- sideraciones que pudieron motivar a los unos y a las otras? b) {Donde buscar ta explicacién del fendmeno? ,Del lado de aquello que lo precede, 0 del lado de lo que le sigue? Las decisiones del 91, jdeben ser expli- cadas por la manera como se habia pen- sado hasta entonces, o por el modo como se maté a partir de entonces? ©) Los acontecimientos ulteriores (la experiencia de los tribunales populares, la guillotina permanente, las masacres de septiembre), jsobre qué partes del sistema penal tuvieron efecto? ;SoBre la organizacion de las instituciones judicia- les? {Sobre la definicién de las reglas de procedimiento? ;Sobre el peso de las san- ciones adoptadas por los. tribunales? (Es posible suponerio, puesto que todo esto se encuentra modificado al finalizar la Revolucién). Pero qué pasa con el “cdrcel-centrismo” de los castigos previs- tos, que permanecié inamovible y no fue cuestionado por ninguno de los artifices de las legislaciones y cédigos posteriores? d) En el funcionamiento judicial de los 32/Historia Punto de vista aflos 1815-1840, jcudles son los elemen- tos que ponen de manifiesto un cuestio- namiento de la encarcelacién penal? 4Cémo se los somete a la critica? {Por qué razones y dentro de qué limites? Con respecto a estas preguntas que or- ganizan la investigacion, el caballero de la exactitud, el docto de saber infinito imaginado por Léonard, deben cargar con los reproches de omisién; pues de hecho ponen de manifiesto: - ausencia de rigor cronoldgico: ,qué viene a hacer la supresién, en 1848, de la pena de muerte por erimenes politi- cos, en este estudio que llega hasta 1840? ~ percepcién confusa del objeto trata- do: la “sociologia de los abogados” o la tipologia de tos criminales bajo Luis Fe- lipe, jconciernen a la forma de tas puni ciones elegidas en 1791? ignorancia de la regla de pertinen- cia: pues no se trata de “esperarse” un desarrollo sobre las masacres de 1792, sino de precisar en qué pudieron ha- ber tenido efecto sobre las decisiones de 1791 0, en todo caso, sobre su transfor: macién ulterior. — errores de lectura ("‘ausencias” de elementos que estén presentes), aprecia- ciones arbitrarias (tal cosa no estarfa “bastante” subrayada) y gruesos contra- sentidos (6i se afirma que la eleccién en favor de la pena de cércel era un escamo- teo, es debido a que algunos contempo- rineos pudieron haber tenido esa impre- sin; todo el libro intenta mostrar que no lo era). Y ‘sin embargo, esta aparente mezco- Janza toma forma tan pronto como se quiera reconocer alli los principios de un trabajo muy legitimo, pero de un tipo diferente del andlisis de un proble- ma. En efecto, para quien quisiera estu- diar un “periodo”, 0 al menos una ins- titucién durante un periodo dado, se im- pondrian dos reglas entre otras: trata- miento exhaustivo de todo el material Y reparto cronoldgico equitativo det examen. Por el contrario, quien quiera tratar un “problema”, aparecido en un mo- mento dado, debe seguir otras reglas: seleccién del material en funcién de los datos del problema; focalizacion del andlisis sobre los elementos adecuados para resolverlo; establecimiento de las re- laciones que permiten esa solucién. ¥ en consecuencia, indiferencia hacia Ia obli- gacion de decitlo todo, ni siquiera para satisfacer al tribunal de especialistas reu- nidos. Y Jo que yo he intentado tratar, es un problema: el que indiqué al empe- ar. Asi concebido, el trabajo implicaba ‘una. segmentacién segin los puntos. de- terminantes y una extensi6n segin las re- laciones pertinentes: el desarrollo de las précticas de adiestramiento y vigilancia en las escuelas del siglo XVII me pare- i6 desde ese punto de vista més im- portante que los efectos de la ley de 1832 sobre la aplicacién de la pena de muerte. No se puede denunciar las “ausencias” de un andlisis si no se ha comprendido el principio de las pre- sencias que figuran en él, ‘Como bien Io ha visto Léonard, la diferencia no es entre dos profesiones, tuna volcada a las sobrias tareas de la exac- titud y la otra a Ia gran oscilacion de las ideas aproximativas. Antes de agitar por milésima vez este estereotipo, jno seria mejor debatir acerca de lay modalidades, Jos limites y las exigencias correspon- dientes a dox maneras de ver? Una, que consiste en proponerse un objeto y tratar de resolver los problemas que puede plan- tear. La otra, que consiste en tratar un problema y determinar, a partir de alli, el drea dei objeto que es necesario reco- rer para resolverlo, Sobre este punto, Léonard tiene toda la razén cuando se refiere a una intervencién muy intere- sante de Jacques Revel. 2, Realidad y abstraccibn, {Son obedien- tes los franceses? En este “nacimiento de la prision” de qué se trata? {De Ia sociedad fran- cesa en un perfodo dado? No. ;De la delincuencia en los siglos XVII y XIX? No. {De las cfrceles en Francia entre 1760 y 1840? Tampoco. De algo més sutil: la intencién reflexiva, el tipo de célculo, la “ratio” puesta en marcha en Ja reforma del sistema penal, en el mo- mento en que se decide introducir en 4, no sin modificaciones, la vieja pric- tica del encierro. Se trata, en suma, de un capitulo en la historia de la “razon punitiva”. ;Por qué la prisin y Ja reuti- lizacién de un encierro ya desprestigia- do? Se pueden adoptar dos actitudes: — hacer actuar el principio de “como- didad-inercia”. Y deci: El encierro era una realidad asimilada desde mucho tiem po atris. Se lo utilizaba fuera de la pena- lidad regular y a veces dentro de ella. Bast integrarlo completamente en el sistema penal, para que éste se benefi- ciara con una institucién ya preparada, Yy para que esa institucién, a su vez, per- iera lo arbitrario que se le reprochaba Explicaci6n poco satisfactoria, si sa en las pretensiones de la reforma penal y en las aspiraciones que Ia sustentaban; hacer actuar el principio de “‘racio- nalism . Esta novedad del encareelamiento penal (verdaderamente percibido como novedad), ja qué cileu- lo obedecia? {Qué se esperaba de ella? iBn qué modelos se apoyabs? ;A qué forma general de pensamiento remitia? Se ven las objeciones: al hacer de ese modo Ia historia de la razén punitiva, no se capta nada, © casi nada, de la reali dad plena, viviente, contradictoria. A lo sumo, una historia de las ideas, y toda via encima una historia flotante, ya que el contexto real no aparece nunca. Atin asi, tratemos de evitar las apro- ximaciones a que nos condena el uso de esquemas ctiticos cerrados. jA qué exigencias deberfa entonces responder un andlisis historico de la raz6n_punitiva a fines del siglo XVI? No establecer el cuadro de todo lo que se puede saber hoy acerea de la delin- ‘uencia en esa época; sino, comparando Jo que hoy es posible saber (gracias a tra- bbajos como los de Chaunu y sus discipu- los) y lo que decfan tos contemporineos en cuanto a Ja necesidad, a los fines, los medios eventuales de la reforma, establecer cudles fueron los elementos de realidad que jugaron un papel ope- rativo en la constitucién de un nuevo proyecto penal. En suma fijar los pun- tos de anclaje de una estrategia. Determinar por qué fueron elegidos tal estrategia y tales instrumentos téc- ticos en lugar de tales otros. Es nece- Punto de vista Historia/33 satio, por 1 tanto, inventariar os cam- pos que hayan podido conformar tales éleeciones: 1) Maneras de pensar, conceptos, te- sis que hayan podido constituir, en 1a época, un consenso mis o menos testric- tivo -un paradigma te6rico (para el caso,-el de los “fildsofos” 0 el de los “ideblogos"); 2) Modelos efectivamente puestos en prictica y experimentados en otros pai: ses (Holanda, Inglaterra, América); 3) FI conjunto de procedimientos ra- cionales y de técnicas pensadas por medio de las cuales en Ia época se_pretendia actuar sobre 1a conducta de los indivi- duos, domesticarlos, reformarlos, Determinar, por ultimo, qué efec- {os contrarios se produjeron: qué incon- Yenientes, desordenes, dafios, consecuen- cias imprevistas ¢ incontroladas se perci- bieron, y en qué medida ese “fracaso” pudo suscitar una reconsideracién de ta prisin : Me parece muy bien y hallo excelen- te que se haga la sociologia histérica de li delincuencia, que se intente recons- trvir c6mo eran ta vida cotidiana de los etenidos 0 sus revueltas. Pero cuando se trata de hacer Ia historia de una pric- tica racional, © més bien de la. racio- nalidad de una prictica, se debe proce- der 4 un anilisis de los elementos. que han intervenido realmente en su_géne- sis y en su disposicién, Es necesario desmitificar 1a. instan- cia global de Jo real como totalidad que debe ser restituida. No hay “lo” real que se alcanzaria bajo la condicion de hablar de todo o de ciertas cosas mis “reales” que las otras, y que se perde- ria, en provecho de abstracciones incon- sistentes, si uno se limitara a hacer que aparezean otros elementos y otras rela- ciones. Quizé habria que interrogar el Principio, a menudo implicitamente ad- tmitido, de que ta tnica realidad a la que Aeberia aspirar la historia, es la sociedad ‘misma. Un tipo de racionalidad, una ma- neta de pensar, un programa, una 16 nica, un conjunto de esfuerzos raciona- les y coordinados, objetivos definidos y buseados, instrumentos para alcanzarlos, etc,, todo esto es lo real, atin cuando no pretenda ser “la realidad” misma, ni “la” sociedad entera. Y la génesis de esta rea- lided, desde que se hacen intervenir los elementos pertinentes, es perfectamente legitima, : Esto es lo que el historiador puesto en escena por Léonard no entiende, en el sentido estricto del término. Para él, no hay més que una realidad, que es al mis- mo tiempo “Ia” realidad y “la” sociedad, Es por eso que cuando se habla de pro- gramas, de decisiones, de reglamentos, y se los analiza 4 partir de los objetivos que se les conferian y de los medios que Utilizaban, ese historiador cree que for- mula una objecién al decir: pero estos programas nurica funcionaron realmente, ‘nunca alcanzaron sus fines. Como si algu- nna vez se hubiera dicho otra eosa: como sino se hubiera subrayado @ cada paso que se trata de tentativas, de instrumen- tos, de dispositivos, de técnicas para. . Como si Ia historia de la prision, central en este estudio, no fuera justamente la historia de algo que nunca “caminé”, por lo menos si se tienen en cuenta sus fines proclamados. Cuando hablo de sociedad “discipli- naria’” no hay que entender “sociedad disciplinada”, Cuando hablo de la difu- sin de los métodos de disciplina, eso no significa afirmar que “los franceses. son obedientes”. En el anilisis de los pro- cedimientos dispuestos paix normalizar, no existe “la tesis de una normalizacién masiva”. Como si, precisamente, todos 03 desarrollos no fueran correlativos de un frucaso perpetuo, Conozco @ un psicoanalista que cuando se habla de la presencia de relaciones de poder, entie de que se afirma la omnipotencia de poder, pues no ve que su multiplicidad, Su entrecruzamiento, su fragilidad y su reversibilidad estén lizadas a la inexisten- cia de un poder omipotente y omnis. ciente. Pero dejemos todos estos errores (ha- bria que citar linea por linea). Y enca- remos el problema extraordinariamente dificil que Léonard mismo nos sugiere: jen qué consiste eso real que es, en las sociedades occidentales modemas, In ra- cionalidad? Esa racionalidad que no es simplemente un principio de teoria y de técnicas cientificas, que no produce simplemente formas de conocimiento. 0 tipos de pensamiento, sino que esté Ii gada por lazos complejos y_circulares 4 las formas de poder. {En qué consiste esa racionalidad, cémo se Ia pilede anali- zar, captarla en su formacién, en su es- tructura!? (Sin que todo esto tenga nada que ver, por cierto, con una acusacion @ las Luces: a qué lector podria sorpren- der yo afirmando que el andlisis de las prdcticas disciplinarias del si no es una manera subrepticia de hacer responsable del Gulag a Beccaria, . .). 3. El objeto y la tesis, El problema de Ia estrategia Léonard ha comprendido perfecta- mente que es all, sin ninguna duda, don- de residen los problemas mas importan tes que se deben proponer acerca de este tipo de estudio. Y creo que consigue mostrar la dimensién principal con mu- cha lucidez, Lo logra haciendo cometer a su historiador imaginario dos gruesas seties de errores, Veamos dos, entre los as significativos. 1) Lectura del texto. Se asombra de que se puedan describir los proyectos de los reformadores con verbos en infi- vo: “desplazar”, “definit”, “poner”, : como si se tratara de proce: dimientos: andnimos y automiticos: una pura maquinaria sin maquinista. Pero lo que el historiador no dice, es que esas diez lineas en cuestion resumen las quince gina que las preceden, y abren el ca- nino a las diez que siguen; y, en esas veinticineo paginas, las principales ideas directrices de Ja reforma penal a fines del siglo XVIII estén caracterizadas en todos los casos con referencias y nom- bres de autor. (Alrededor de veint jAusencia de estrategias? También alli, emis bien el exceso lo que habria de temer. 2) Sentido de las palabras, Seria.una’ ccuriosa estrategia’” aquella que no tiene “un punto Gnico de origen”, que puede servir a “muchos intereses’ diferentes” Y que permite “miltiples combates”. iEs imaginable, se pregunta, semejante estrategia? Yo no veo més que una res- puesta; je8 imaginable una estrategia que no sea, justamente, ésa? Una estra- 34/Historia Punto de vista tegia que no nazca de varias ideas formu- das 0 propuestas a partir de puntos de vista o de objetivos diferentes? Una es trategia Que no hallara su. motivacion en varios resultados buscados. conjunta- mente, con diversos obstaculos a superar y diferentes. medios a combinar? Es posible imaginar una estrategia (militar, diplomitica, comercial), que no deba su valor y sus oportunidades de éxito a la integracién de un cierto ntimero de inte- reses? {No debe, por principio, acumular las ventajas y multiplicar los beneficios? Es en ese sentido, admitido por todos, que una excelente historiadora habla de la “estrategia de la enmienda” en el pen- samiento de los filintropos del siglo XIX. De hecho, bajo esos errores benignos, subyace una confusion importante de pla- nos: el de los mecanismos propuestos para asegurar una represiOn penal eficaz, mecanismos que estén previstos para lograi ciertos resultados, gracias a ciertos dispositivos, ete.; y el de los autores de e505 proyectos, autores que podian poner en ellos motivaciones diversas, mis 0 me- nos visibles u ocultas, individuales 0 co- lectivas. Entonces, jqué es lo automitico? {Qué es lo que marcha por si miismo, sin nadie que lo haga funcionar, o mis bien con maquinistas cuyos rostros y nombre importan poco? Precisamente las_méquinas previstas, pensadas, imagi- nadas, soitadas quizi, por personas que tienen una identidad bien precisa y que son efectivamente nombradas. “El aparato disciplinario produce po- der”; “poco importa quién ejerce el po- der”; el poder “halla su principio en una cierta distribucién concertada de los cuer- pos, de las superficies, de las luces, de Jas miradas”: ninguna de esas frases cons- tituye mi concepeién personal del poder. ‘Todas, y de la manera més explicita, des- criben proyectos o disposiciones, conce- bidos 0 realizados, con sus objetivos y ‘con el resultado que se esperaba de ellos: se trata, en particular, de lo que Bentham esperaba del Pandptico, tal como él mis- ‘mo lo present (remito al texto citado: sin ningin equivoco posible, es el andli- sis del programa benthamiano), El automatismo del poder, el cardc- ter mecéinico de los dispositivos en que toma cuerpo, no es, en absoluto, la. resis del libro. Es, en cambio, la idea que te- nia el siglo XVII de que determinado poder seria posible y descable, es 1a in- vestigacién tedrica y prictica de determi nados mecanismos, es 1a voluntad, ince- santemente manifestada en esa época, de organizar tales dispositivos, lo que constituye el objeto del andlisis. Estudiar Ja manera como se quiso racionalizar el poder, como se concibi6, en el siglo XVIII una nueva “economia” de las relaciones de poder, mostrar el papel importante que le cupo allf al tema de la maquina, de 1a mirada, de la vigilan- cia, de la transparencia, etc, no es lo mis mo que decir ni que el poder es una quina, ni que esa idea nacié maquinal- mente, Es estudiar el desarrollo de un tema tecnolégico, que ereo importante en la historia de 1a gran revision de los mecanismos de poder en el siglo XVIII, en la historia general de las téenicas de poder y, ain més globalmente, de las re- laciones entre racionalidad y_ejercicio del poder; importante también en el na- cimiento “de estructuras_ institucionales adecuadas a las sociedades modernas; importante, finalmente, para comprender la génesis 0 el crecimiento de ciertas for- mas de saber, como las ciencias. humanas en particular. Est claro que quedan al una serie de sireas conexas: con los efectos de esa tecnologia cuando se intent6 ponerla en practica? y también, iquiénes eran esos hombres que la ima- ginaron y propusieron? ;,Cusl era su origen social, 0 como se dice de modo clésico, “qué intereses.representaban”? Es necesario reconocer que los trabajos historicos. sobre este punto, o de un modo mds general, sobre todos los gru- pos © individuos que intentaron repen- sar menos los fundamentos juridicos del poder que las téenicas detalladas de su gjercicio, son todavia escasos. Pero sin duda estos estudios de sociologia histé- rica exigirfan que se haga el andlisis pre- iso de lo que fueron en si mismas. esas tentativas de racionalizacién del poder. [El propésito de tratar de manera es- pecifica las relaciones entre tecnologia del poder y genealogia de los saberes fno es una manera de prohibir a otros el analisis de las dreas vecinas; es mds bien inyitarlos a que 10 hagan. Pero no creo que sea legitimo imponer a un trabajo una exigencia de exhaustividad, si no se hia comprendido de qué hablaba, Y menos atin,se le pueden hacer objecio- nes en términos de “realidad” 0 de “ver- dad” si se ha confundido lo que afirma con aquello de lo que habla, su tesis y. swobjeto. Es por es0 que debemos agradecer a Léonard que haya expuesto esos proble. ‘mas con tanta lucidez. Capt6 perfecta- mente la importancia metodologica de un conjunto de nociones de las que se hace lun uso cada vez més extendido: estrate- gia, tactica, objetivo, etc. En esa diree- Gidn debe leerse cl libro ‘reciente de G. Vigarello (que permite ampliar el debate tun poco mis alli de las circeles). Esta- mos muy lejos de haber extraido todas as consecuencias del uso de esas nocio- nies y de haber medido su alcance. Pero me parece que vale Ja pena utilizarlas (ain cuando haya que abandonarlas algin dia), si se quiere hacer un andli- sis 1) de las formaciones de las raciona- lidades pricticas; 2) de la génesis de los saberes y las técnicas que el hombre aplica a su propia conducta (a la manera de conducirse y a la manera de conducit a los otros); 3) de su lugar en el juego de las relaciones de fuerza y de las luchas. Sobre todo, desde el momento en que se ha tenido ta experiencia conereta de los s del concepto de ideologia. El principio de inteligibilidad de las rela ciones entre saber y poder pasa més bien por el andlisis de las estrategias que por el de las ideologias, Hay que leer, al respecto, las paginas de Paul Veyne Me parece que esa nociGn y su posi- ble uso permitirian no un “encuentr interdisciplinario” entre “historiadores’ y “filésofos”, sino un trabajo en comin de personas que intentan “desdiscipli- eae, Se podria acudir al notable libro de G. Vi garello, Le Corps redressé. Alli se hullari no solo una historia global del cuerpo, sino tam: bign un analisis expecifico de un conjunto de (Genicas estructurales que el autor describe ‘como ticticas y estratepias. Punto de vista Narrativa/35 Madame Gaston Gloria Pampillo Aquella ver que Desi le puso “baccarat” a In comida, Madame Gastén no protest6, pero salié de la cocina con los labios apretados. Yo, cuando of nombrar el “bacca- rat", recordé casi enseguida unas fichas de ndcar rosas y verdes guardadas en un mueble de la salita de juego en la casa de mi bisabuelo junto con majong, Es probable que no hayan sido vendidas porque Ia noticia de la muerte de las tias ain no ha Megado, y es casi seguro que las conservarin hasta el Gltimo instante para una posible Partida, Durante afos, el prestigio de esos cuadrados de ndcar, las manos de unas pulidas que los mancjaban y sobre todo ese nombre: “partida”’, me oculté que el Juego que reunfa a mis tins alrededor de la mesa era el poker, el mismo que pocos alos después yo comenza- ria a reconocer en la oscuridad de los cines como pre Judio de duelos y de muertes. No me llevé tanto tiempo conocer la naturaleza del famoso “baccarat” era un polvo marrén y perfumado. Madame Gastén parecia desapro- barlo y estar dispuesta a oponerse a él Muchas veces yo habia intentado dilucidar el codigo de aprobaciones y rechazos de Madame; no aquel ma- nifiesto y diatiamente repetido cuya transgresién ella registraba diciendo: -Qu’elle ex désobéissante, sino el olzo, el que Ia alejaba con los labios apretados de los hechos en los que Mercedes y yo no estibamos directa- mente comprometidos y sobre los cuales su opinién no cra esperada, Ain hoy me pregunto qué utilidad hubiera tenido para m{ saber ese cOdigo; s6lo hubiera Podido depararme, en el caso de poder prever que algo "4 4 gustarle, algunos segundos para preparar una re- belidn cuando viniera a arrancarnos de nuestros juegos. Porque el fastidio la Mevaba a meterse con nosotras, no por venganza sino pour se donner une contenance para “darse una actitud””, un gesto que la devolvia a un lugar conocido, una inelinacion idéntica a la que hoy Feconozco en mi cuando escando con bostezos el re- cuerdo o la anticipacién de una situacion insoportable A Ia interrupein de esa noche Ia suavizé el placer de intuir que ella estaba molesta. Mientras nos bafiaba, el ‘aroma del baccarat iba inundando la casa y su fastidio reprimido me aseguraba que si durante la comida yo me empacaba y me negaba rotundamente a comer ia came podia contar con su téeito apoyo,. aun si por guardar Jas apariencias insistia en que debia acostumbrarme comer de todo. Un argumento tan débil como éste, com- parado a la elocuencia con que hacia desfilar ante nues- tros ojos a los pobres nifios de Luropa a quicnes la guerra impedia comer el repugnante plato de lentejas que nos, habjan servido, seria indice. més uc suficiente de que tendrfa una aliada incondicional en el caso de que mamé egara en plena tragedia, Madame Gaston decia que vivia lejos, en Lomas de Zamora. La primera mitad de aquel nuinbre esbozaba ‘unas colinas doradas, Ia altima, en cambio, después de un titubeante recorrido a través de varies imigenes, preferia disolverse antes que aceptar la temible figura de un hombre calzado con botas de gamuza clara, Aque- lias colinas doradas no armonizaban sin embargo con el patio de la casa que Madame Gastén decia lindera o ve- cina con la suya, donde una ninita de nuestra edad se paseaba hamacando una mufieca hecha de palo. Mamé, después de ofr aquella narracién de Madame, hab{a com: prado una mufeca verdadera, Ia habia vestido y se la habfa enviado a la nifa, probablemente de parte nuestra. Salvo los tempestuosos celos de ver a mamd comprando lun juguete que no era para nosotras y vistiéndolo con de- lectacién probable, ningtin otro ‘sentimiento ni recuerdo acude para conformar ese vago mundo desde donde Ma- dame Megaba todas las tardes a nuestra casa, Tenia una hija, que se llamaba Julieta, y creo que desde entonces ese nombre me parece tan horrible. En casa no se la que- fa, porque se decia que no ayudaba a su madre. Una vez que estaba yo sentada con Madame sobre un sofa cama, ella demarcd con su mano arrugada una line: 36/Narrativa que robaba al colchén unos buenos diez centimetros y me dijo: ~La cama que tenemos llega hasta aqui, y ahi dormi- mos juntas Julieta y yo. No era el tamaio lo que volvia a esa mano tanto mas grande que la mia. Era la geografia de los nudillos casi transparentes por el esfuerzo de sostener el peso se toda Ia piel que se haba ido deslizando por el dorso, rala y ore en zonas, atravesada en otras por torrentes ul borde de los cuales una mujer se sentaba desplegando al uni- sono su falda y la tela de su sombrilla que liberaba la sombra urrugada de sus pliegues, Ya encerrado entre esas dos campanas de sombra, de todo su cuerpo sélo volvian ‘a verse los escabrosos territorios de sus manos. Desideria Orellana reinaba en la cocina, Los ecos de su maravilloso nombre oriundo de Santiago del Estero apenas dejaban lugar para el de su hermana, Baudilia, que paseaba el suyo por el comedor y los dormitorios. Las hermanas Orellana eran diez, y habian ido a parar de una en dos a la casa de mi abuela, que despdticamente las civilizaba y las henchia de esas virtudes domés que se fijan los hombres cuando quieren casarse. Podria fsegurar cuil fue su primer paso civlizador sobre Desi, porque luego of decir muchas veces a mi abuela en un antes y después que trafa invariablemente a mi memoria un maniqui de camiseria con una delantera desgarrada y la otra impecable: -Habja que verla a Desi cuando leg6 por primera vez 4 casa con todas las uhas partidas y cubiertas con esmalte descascarado. Como confirmacion de ese maravilloso “después” solia repetir una frase admirativa que una visita habia dejado escapar al ver a Desi arreglada para salir: Pero, decime, yésa es Desi? Durante algunos veraneos, en Mar del Plata, Madame debié vivir con nosotros, porque el élbum familiar ta muestra al menos una vez fotografiada en un grupo. La sombrilla esté apoyada en la arena, dando la espalda al iar que oculta, Puede que haya sido en Tos primeros dias de diciembre, o on los dltimos de marzo, a menos que algiin temporal irrumpiera desde el sur en pleno enero, rescatando de los armarios nuestros sweaters celestes, las polleras de lana, y el blazer a rayas que mam lleva puesto. El viento, benigno con nosotras, se ha encarnizado poco antes con el pelo gris de Madame, que asoma detris nues- tro de perfil, sorprendida por el fotdgrafo cuando huia del euadro, No hay en cl album fotos de Desi o de Bau- dilia, Sin embargo, yo las habia contemplado a menudo, apoyadas contra e| velalor sobre la mesita de luz det cuaito de ellas. Salvo leves variantes, se fotografiaban siempre en Plaza Italia, tomadas del brazo, un poco in- clinadas las eabezas para evitar el sol que daba de Hleno Sobre la onda de pelo negro que coronaba sus frentes Garibaldi solfa apoyar todo el peso de los cuartos trase- ros de su caballo sobre la cabeza de Desi, mientras que las patas delanteras, mas borrosas, caracoleaban sobre la cabeza de Baudilia. Pero aunque Madame figurara en el dlbum y las Ore- ana no, ellas vivian con nosotros y Madame, salvo algin ocasional veraneo, Ilegaba a las tres de la tarde y se iba dlespués de habernos acostado. A la maiiena, mamé iba Punto de vista con frecuencia a 1a cocina y Baudi nos vestia imitando el ‘castellano gangoso de Madame, sin preocuparse de si ma- ma la ofa, envolviéndola asi en una complicidad que se deswanecia con Ia legada de Madame. En las primeras horas de la tarde, repentinos estallidos de risa en la co- ina perduraban como indicios de la mafana de entre- casa, pero a medida que la tarde iba avanzando Madame recuperaba terreno y, para su deseracia, sus conquistas coincidian con los répidos atardeceres de invierno y las salidas de mamé, Entonces Madame y las Orellana se_ enfrentaban directamente y las escaramuzas se sucedian. Baudi y Desi se atrincheraban en la cocina con la radio a todo volumen y obligaban asi a Madame a ira buscar personalmenie el postre a la cocina; ella a su vez contra- atacaba hablandonos continuamente en francés. No puedo recordarme a mf misma hablando en fran- eés, probablemente porque lo aprendi solo dos 0 tres anos despus que la lengua materna. No sé, pues, en qué idioma se desarrollaba 1a diaria ida a Palermo, ni la més © menos regular & las fiestas de cumpleafos, ni en qué idioma fueron los comentarios que aureolahan los tres borrones que estampé sobre mi flamante firma que ascen- dia por una linea oblicua de puntos hacia el angulo supe- rior derecho de mi Cédula de Identidad, Tres borrones justo enfrente del retrato que me atrap6 mirando con asombro a un fotdgrafo que por primera vez no intentaba sacarme una sonrisa; la imagen testimonia el triunfo ri- pido y desdefioso del obturador. Nunca sabré tampoco en qué idioma detestaba yo en momentos que recuerdo. tan vividamente a la pobre Madame, ni silo que los privi- legia y enhebra en mi recuerdo es que ella se haya ido de casa por culpa mia, Fue el dia de mi cumpleaios y volviamos de Palermo. Es probable que a la mafana yo hubiese recibido felici- taciones y regalos, pero no habia podido quedarme en casa sola. con mami. Fin el hall, justo enfrente de la puerta de entrada, habia un gran mueble de nogal; af fue donde cl guante de cabritilla de Madame me golped en la cara, No fue en realidad un golpe, sino un gesto involuntario, resultado probable de una tarde bochornosa de prima vera y de mi esmero en set insupportable. Me tiré al suelo ¥y mientras gritaba vefa alternadamente la cara sorprendida de Madame y descubrfa que las manijas de bronce del mueble eran semejantes a peras. Mamé acudid, Hubo un dilogo tenso y Madame anuncié su decision de no seguir en casa, No fue disuadida. No muchos aios después —y sin embargo mamé ya habia muerto— volvimos a encontramos con Madame en quella casa del majong y de las fichas del bacearat. Ell me recordé que por mi culpa se habia ido de casa y que después nunca habia querido cuidar otros niftos. Yc hubiese podido contestarle en ese momento a Ia pobre vieja que lo recordaba muy bien, tan. bien como ta mu eca de palo, los nifios de Europa y 1a angosta cama que debia compartir con su hija, Pero no era necesario porau ya aflos antes, en vez de descubrirle rencores que ell jamis comprenderfa, yo me habia comido sin chistar carne, mientras ofa decir a Mercedes que todo lo sabi lun ao antes que y -No se llama “baccarat” sino barat, Y fue mamé I que le dijo a Desi que lo pusiera en Ia carne. Punto de vista Narrativa/37 Los magister de la ciudad de Nibelungen (Bizancio Exterior) Alberto Laiseca Para ser admitido en el gremio de los escritores, en la ciudad de Nibelungen, el aspirante debia entrar én un Taller Literario, como aprendiz, al servicio de un Maes- tro, Quedaba obligado a ponerse al incondicional servicio de éste, levarle un archivo completisimo, tomar notas taquigréficas de tas sesiones con la mano derecha (en tanto su izquierda mantenia lo més alto posible una lu- cera de veinte kilos con innumerables velas que ilun aban @ giorno el cuarto de las clases del magister), lavar sus pisos, hacer los mandados, etc. Con el paso del tiem- Po adquirfa misculos tan formidables en el miembro iu- cemario, que la gente le bastaba ver aquel brazo mons- truoso para saber en el acto que un hombre era aprendiz de escritor. Si bien no cobraba salario alguno, a los diez anos, més 0 menos, adquiria el derecho de ser admitido como compaiero, estadio en el cual permanecia otra década. Tales demoras, lejos de ser arbitrarias, respon- fan a razones migicas y astrologicas; ten{an que ver con Jas manchas solares, 10s perfodos de rotacion del Sol y las_profecias del Dios del Gran Medicamento cafre, Todo Ilega a su tiempo y, por ello, un buen dia no ba el compafiero, entre los claroscuros de los pasillos y las sombras de los diedros, que las sonrisas de los Sper eran més pronunciadas; 1a5 comisuras de aquellos labios antojdbansele menos adustas. Era un signo, Lleno de en- tusiasmo pedfa entonces que lo examinase un Aquelarre de Dieta, El Abogado del Diablo presentaba, contra el aspirante 4 Maestro, lo que se daba en llamar fa querella de las i vestiduras: “TA, cerdo tunante y pésimo escritor, no eres digno de ser aceptado como magister™, enrostrabale, Etc, Luego de haber pasado por el interrogatorio 0 cuestién, pata ser reconocido como magister ain debia quedar ¢ cerrado en un cuarto de donde no estaba autorizado a salir (so pena de perder para siempre) hasta haber escrito 1a obra maestra, Algunos quedaban enclaustrados quince aflos o més, Luego de terminada los otros bien podian rechazarla, En realidad era estimado no s6lo de buen gusto sino también parte del ritual, el no expedirse sobre los méritos hasta pasados uno dos afios. Consideribase como fuera de citedra cl que la alegria le Hegase toda Junta, de modo que se Jo iban diciendo de a poco. Ade- més, a fin de que no engordara mucho (la comida es s6lo para los muertos), desacralizaban su creacion dispu- tando sobre Jas influencias, “Poner a este muchachito en su lugar”. Cuando lo suyo era tan original que no encon- traban antecedentes ni haciendo vaca con San Antonio, Jos inventaban: “Creo que ya hay parecido de parte de un autor que vive en Esco “Hay una escuela, actualmente, que esti trabajando en eso, Es una comu- nidad de escritores que vive en los Territorios del Noro- este canadiense, en Alberta, Saskachiwan y El Labrador”. Esta humillacion didctica se consideraba indispensable para templar el acero al cromo niquel (y los niqueles) del futuro artista, También para poner a prueba su pa- ciencia. Una vez aceptado, el nuevo magisrer lo era s6lo nomi- nalmente, Atin debia encuadernar la obra maestra (tres ejemplares a miquina, oficio, doble espacio), y ponerle tapas de bronce, con oro, plata y piedras preciosas incrus- tadas. El mismo realizaba este trabajo, nuevamente en- cerrado en su cuarto durante cuatro, cinco o seis meses. Ya hecho, por fin y antes de la aceptacion solemnis, ¢s- taba obligado a ofrecer una comilona viteliana a todos los ‘magister de la ciudad de Nibelungen, Que no eran pocos, mo yaya usted a creer, pues pasaban de ciento. En dicho banquete brinddbanse, por lo general, las siguientes exqui- siteces: gallinetas de Numidia, avutardas de Sajonia, alas de petrel, petrel, petrel (Io digo tres veces porque me en- canta decir “petrel”, y ademas porque servian verdaderas montafas de alas de dichas aves), paté de canarios de la Marca de Brandenburgo, lurgas fetas de tocino de co- bra, médula de jirafa, corazén de elefante, lenguas esca- bechadas de mamut siberiano, aletas de tortuga de Feni- cia, gloton ruso (asado vuelta y vuelta, como a las palo- metas), sopa de ojo de vicuila, ornitorrincos cebados con hidromiel, terraplones de fresas a la Novgorod, yacimien- tos arqueoldgicos de pasas de uva de Acadia, orejones del sultanato de Khorramshar, polvo de momias de Ofir (pre- viamente alcoholizado con vino de Siria —o de Soria, ya ‘38/Narrativa REVISTA IBEROAMERICANA. ‘Organo del Instituto Internacional de Literatura tberoamericana DIRECTOR-EDITOR: Alfredo A, Roggiano, SECRETARIO-TESORERO: Bruce Stichm, DIRECCION: 1312 C. L. Universidad de Pittsburgh. Pittsburgh, PA 15260. USA. SUSCRIPCION ANUAL Paiseé latinoamcricanos: 20 dls. Otros paises: 25 dls. Socios regulares: 30 dls. SUSCRIPCIONES ¥ VENTAS: Gloria Jiménez Yamal CANJE Lilian Seddon Lozano Dedicada exclusivamente a la literatura de Latinoamérica, la Revista Iberoamen:- cama publica estudios, notas, bibliogra- fias, documentos y reseiias de autores de prestigio y actualidad. Fs una publi- ceacion trimestral unto de vista iscursos carismiticos del zar Nicolis II ‘oyendo lo mismo. {Qué podriamos decir de Los sorias, la inmortal obra del profesor Eusebio Filigranati? ,que era genial? Seria valorarla en demasiado poco. Sélo podriamos com- pararla con el carisma de sus amados Bee Gees, 0 con la aleacion sinfonica del acero con que se constniyeron las planchas del acorazado Potemkin; tnicamente igualada por el Don Juan Triunfante del Fantasma de ta Opera, el Funeral Masonico de Mozart 0 EI Anillo del Nibelungo de Ricardo Wagner. E1 Francotirador de Weber, ete, Sin embargo estuvieron a punto de rechazérsela porque le falt6 plata para, después de la comilona, invitar a todos con cigarrillos égipcios. Por fin se la aceptaron, pero a regafadientes, sacando por ella Ia més baja calificacion de obra macstra indispensable para pasar de grado: “Se la admitimos sencillamente porque no sabfamos qué hacer con ella. Por lo demés no encontramos anteceden- tes, en los archivos de nuestra Facultad de Literatura, de novelas bochadas”. Pero un dia ocurrié algo terrible. El profesor Euse- bio Filigranati, ya nombrado magister (esto es lo més notable del asunto), agarrd a uno de tales examinadores y; previo atarlo con un hilo de coser larguisimo, le metib una enorme cantidad de fresas en el culo, El carretel ut tizado para las ligaduras era tan grande como un cilindro de papel para prensa y pesaba media tonelada; le salié luna fortuna, pero puedo asegurar que aquel rey, juez y niimero, ‘quedd més atado que un deuteronomio, Diez. anos no recuerdo), innumerables peces, delgados como hojas de papel, extraidos de las hoyas de Las Marianas, en el Pacifico, los cuales eran servidos con forma de libros co- mestibles, etc,, € innumerables otras delicadezas, tan apropiadas como costosas. Por tradicién todos los gastos feran sufragados por el nuevo magister, y si acaso mostri- hase perezoso de rupias (0 quizé carente) se le hacfa lle- gar una esquelita negra: “Morite pa’siempre”. En latin yy bajo alemdn, se lo escribian, ‘Al fin legaba 1a ceremonia final donde, luego de velar sus armas toda la noche (méquina de escribir y obra ‘maestra por triplicado), lo consagraban Sper, con dere- cho a abrir un Taller Literario propio, apacentar_ma- nadas de aprendices, tener alumnos (que no es 1o mismo), pronunciar conferencias y tomar un cafecito, La tragedia de la tarjetita oscura estuvo a un tris de ocurrirle al pobre profesor Eusebio Filigranati, que de- mord diez ailos, exactamente, para escribir Los sorias, su obra macsira. Para potenciarse, mientras escribia escuchaba una y otra vez el mismo cassette en su pasa cinta; de un lado habia grabado Qjos vivientes, con los Bee Gees, y Marchas Militares del Patriarcado de Roto- nis, Del otro, ruido de coolies chinos en danzas rituales con tomahawak, grabadas en Amarillo (EE.UU.), pidiendo al Cielo que sobre América lluevan desiertos. Luego se- guian las 32 contradanzas alemanas del vudi de Haiti, tocadas justamente a fin de exorcizar a las anteriores; pedfan estos orantes negros al loa de los Escudos y tos Espejos para que reflejase a tales desiertos; asi, éstos, rebotarfan cayendo sobre Londres. Después seguian los * El incomprendido héroe de ta 2a, Guerra Mundial, que va" namente luchd contra el monstruoso Adolfo Hitler y su mon6- tona vor, Mamado también Adolfo el de la Fosa (0 Adolfosa); famoso por sus tepugnantes crimenes, tales como las colectivi zaciones forzadas de los campesinos del sud oeste de Alemania, ‘1 quienes mandé cortar drboles petrficados, con hachas sin filo, ‘los bosques de la Selva Negra (mis alld del Circulo Polar Ale- man); que stipo también enviar a mucha gente a las granjas colec+ tivas a sopapos, aplicados éstos con guanteletes de Hierro, con ‘cuando no los fusilaba ditectamente. Adolfosa, ese comunista, que acaparé los cargos de Secretario Gene- ‘al del KED (Partido Comunista Aleman) y de Primer Ministro. Pero, pardiez, -vive [aigion (aguilucho) zarist!~ el maravilloso zat Nicolds IT, también llamado EI Riff Punk, rodeado de su esposa Alejandra. (ais conocida como La Mal Parida) y de sus hijos: ‘Alexei, Olga, Maria, Tatiana, Anastasia y Cecilia el doctor Botkin ¥ tres sivientas, salié al cruce de ese repelente hdrrido condenado Canalla de Adoifosa c invadid a la Alemania soviética. ¥ este fuc ‘el discurso mediante el cual Adolfosa, con su voz sin inflexiones, Telieves ni tonos, fue informando al pueblo alemn que las hordas ‘del III Zar habjan cruzado esa madrugada Ia Frontera (debi6 ser su Gnico discurso en toda su carrera de dictador, pues casi nuncs hhablaba, Le deefan “el mudo"), Tha, pues, leyendo, mientras Ia nieve de Prusia cafa sobre su cabeza: “Es'mi deber informar a pueblo alemén que hoy, 22 de junio de 1941, a las dos y cuarto Ge ln mahana, tropas zaristas han invadido el territorio de la Re pblica Democratica de los Soviets Alemanes (DRDS). Estimando {indebidamente la cortelacion de fuerzas entre los distintos cjér citos antizaristas, el imperio ruso del III Zar se ha lanzado a un ements ataque contra Alemania, cl Primer Estado de Obteros y ‘Campesinos del mundo, tal como To anticipara con clarvidenci Carlos Mars en Das Kapital, Se han lanzado a una audaz guerr de rapifa, atacando pérfidamente a Alemania, ereyendo que ponet Punto de vinta Narrativa/39) Idéntico a 1a humilde araita campesina que se toma cientos de molestias y vueltas con su amiga la mosca. “Soy Acuario, con ascendiente en Capricomio”, dijo Don Euscbio a su aterrada victima y a cuento de ni da, El otro, Venerable literari de la Cuarta Magistr ura, nada respondid. Se lo notaba algo fruncido, eso si, El profesor continud: “Mi cinismo es uno de esos q\ invariablemente desembocan en el suicidio o en Ia fe cidad. Nunca me caracterieé por la moderacion. Ni en suefios me imaging que habia una tercera posibilidad de rodillas a nuestra nacion seri. cosa ficil. En la caneilleria de Mosei se frotan alegremente las manos. No cuentan, claro esti, con sl cerraday decidido Frente Unico del Pueblo y ejército eutzschviético que pronto dari por tierra con los planes del za- fismo ruso,, Amarga seri la desilusién del enemigo, Formidable su caida, No les basto invadir paises pacificos y democriticos, fales como Checoslovaquia, Afganistin, Bulgaria, Rumania, Ahora pretenden nada menos que la abolicién del socialismo en todo 1 mundo, reemplaziindolo por cl inhumano sistema de explota cién del hombre por el hombre y por el Estado, Confundieron la yocacién pacifica de 1a Repilblica Democritica de los Soviets ‘Alemanes, con dobilidad. La historia diri que no fulmos los pri- ‘eros en largar un tiro. Ocupamos la mitad de Polonia para pro- Ieget al pueblo. polaco, pues estibamos segurisimos de que, en 80 contrario, los rusos la avasallarian toda. La informacion que nos proporcioné la Gestapo, a este tespecto, no dejaba mat- en. la duda, Lo hicimos por altruistas, Debiamos preservar a una parte del pueblo polaco; recordar Ia masacre, en Katin, de 25.000 ‘oficiales (asesinades con municion alemans, para despistar). In ste momento, luego de una feroz resstencta, nuestras tropas han efectuado. un teplierue estratégico de Polonia, Koénigsberg tesiste impertérrita los constantes ataques de uno de los ejereitos enemigos, muy adelantado. A causa de este mismo adelante, Dronto fo cortaremos en dos” No obstante las optimistas palabras de Adolfosa, Secretario General del KPD, las tropas rusas tomaron Kotnigsberg, en la Pru: + sin Oriental, y embolsaron doce cjércitos alemanes en las grandes batallas de aniquilamiento de Tannemberg y Lagos de Mas continuando uego.

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