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Discurso de Presentación del Libro

Esclavos de la Tierra
del maestro Hernán Salinas Cantú
por Jair García-Guerrero

Honorable Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística, A.C.


Maestro Hernán Salinas Cantú
Apreciables invitados

Buenos días

Es un honor para mi el haber sido solicitado por el maestro Hernán Salinas para
hablarles un poco sobre mis reflexiones en torno a su mas reciente publicación, la
número 22, titulada Esclavos de la Tierra, que reúne en 240 páginas la filosofía del
ranchero de General Bravo Nuevo León, y su nostalgia de ser esclavo de su tierra
por amor.

Esta dulce nostalgia, es presentada por el también poeta, mediante el uso


de una retórica común a toda su obra en prosa, quizá aprendida de la vieja
escuela filosófica de Alfonso Caso, y seguramente con influencias de su otro
maestro de letras en la UNAM, el célebre José Vasconcelos.

Hernán Salinas, quien a sus 87 años de vida aun hace trascender la


practica de su filosofía de vida impartiendo la Cátedra de Historia y Filosofía de la
Medicina en la Universidad Autónoma de Nuevo León, ha dejado plasmada su
alma en la presente obra, que quedará grabada en sus lectores, y los hará
también esclavos del amor.

Escrita desde el canon-centro, el presente libro asume su propio lenguaje


donde Hernán conmociona al lector al enfrentarlo con las verdades de un mundo
casi desconocido para los que nacimos en la ciudad, provistos de información y en
una época distinta a los tiempos en que se remonta. Como bien lo cita en el
prólogo el Arquitecto Gerardo Garza Cortés, nuestra ciudad nos hace esclavos de
“la violencia, frivolidad, banalidad y egoísmo…” y es sin agravio este contraste,
particularmente acentuado en la narrativa de los momentos, atardeceres, o
eventos tradicionales, el que eleva la Literatura escrita por el maestro Hernán
Salinas a un lenguaje desenvuelto, desatado que resulta en algo muy parecido a
la perfección…

A esta obra, nuestro corpus de estudio, que bien podría clasificarse dentro
del género de la novela histórica, o dentro del nuevo género del testimonio, con
algunos ensayos biográficos, la he dividido en dos partes claramente definidas por
el estilo en que han sido dispuestas por su autor, a saber: los primeros diez
capítulos, que hablan del viaje de Hernán y el tío José a su pueblo natal Bravo,
Nuevo León, como Esclavos de su Tierra, y la segunda parte, que comprende de
los capítulos once al veintidós, que incluye un ensayo sobre el arte de curar en el
pueblo de General Bravo, y nueve biografías de protagonistas ilustres de la
historia médica del estado de Nuevo León.

Primera Parte: Tierra de esclavos enterrados. Tierra de nostalgia.

La narrativa que se expone en los primeros diez capítulos de la obra Esclavos de


la Tierra, trata unas vacaciones que el recién graduado Hernán Salinas realizara el
verano de 1950 a su pueblo natal, descubriéndose a si mismo en los mismos
lugares en los que de chamaco correteaba las codornices, o andaba a caballo con
su padre, Don Alejandro Salinas Leal. Con una inevitable prosa poética, el hijo de
la maestra Panchita, refleja la condición de los recursos del espíritu humano
esclavizado en el amor.

Fiel a los cánones de su religión, Hernán Salinas desde la primera página


menciona a Dios. Este recurso aparece constante a lo largo de la obra, y se une a
las otras formas poéticas que frecuenta para embellecer su desarrollo. Ejemplo de
lo anterior lo tenemos en el Sol, el Cielo, la Luna, la Mujer, entre otros, mismos
que no han sido marginados de la creación poética, y los tenemos reflejados en
sus pasados libros.

La tierra de la que habla Hernán es una tierra de esclavos enterrados. En el


blanco caserío de su pueblo amado, en los jacales del tío Eulogio y en la muerte
de la tía Clemencia. En el camino Hernán y José se encuentran con la naturaleza
pura, y conocen el destino que la tierra les promete: han de chocarse tarde o
temprano las andanzas, y se han de consumar las cabalgaduras trepidantes, para
abocarlos de nuevo a sus raíces, el reintegrarse al pueblo. Pueblo de raíces
enterradas.

Tierras de rancheros que ven ir y venir a sus gentes. Tierras de paso.


Pasos que soportan las sequías consumiendo las pencas enjutadas de los
nopales. Pasos encadenados a la tierra. Tierra de esclavos de la migración al
norte, para ganar los centavos, en donde siempre hay agua p´a regar sus tierras,
“y no se siente la sequía como aquí entre nosotros”. Sequía de dinero, sequías de
alimento, sequías pálidas, áridas, de pueblo. Pero nunca sequía de amor. Tierra
de esclavos del amor.

Tierra de esclavos enterrados. En Bravo, descansa el que adivina el río


subterráneo con dos varas, y se pone a escarbar. Allí, encuentra enterrados a
otros esclavos que recibieron intereses por su trabajo con los gringos. Esclavos de
la tierra, que regresan el fruto de su amor. Esclavos del Rancho “La Parada”.
Esclavos de la memoria que se vuelca al pasado, como un cubo de agua que se
tira al río. Esclavos del pasado.

Tierra de esclavos enterrados. Esclavos bajo la coqueta ceja de mujer, que


es la Luna, que con su pálida luz pretende compartirnos su nostalgia. Nostalgia del
ranchero, que en esta tierra tiene mucho sentimiento, pues así como ama, odia.
Nostalgia de la mujer amada, nostalgia del amor. Nostalgia del ranchero que se
casa. Tierra de nostalgia.

Segunda Parte. Algunos esclavos…

El maestro Hernán desde hace muchos años conserva la lista de alumnos


pensionados por el Estado, que fuera el proyecto de esta segunda parte de la
obra. De la vida de personalidades incluidas en las nueve biografías que se
reúnen, Salinas expone con precisión de datos notable los nacimientos,
titulaciones, períodos y edades, que confirman su calidad de historiador quien,
según sus propias palabras, no hace “refritos”.

Cronista médico por excelencia, el también profesor emérito de la


Universidad Autónoma de Nuevo León nos ilustra entre líneas, y nos educa sobre
nuestra historia médica local. No hace falta ser médico para comprender la
relevancia de datos como los aquí reunidos, como la aparición del primer
anestesiólogo en Monterrey, la evolución histórica de la enseñanza de la medicina
en nuestra ciudad, la evolución de la cirugía moderna, el desarrollo de la
fisioterapia y hasta de la tan nombrada leyenda del “niño” Fidencio.

De todos estos esclavos, Hernán expresa una distinción característica de


un objetivo y científico historiador, pues es común que en los textos históricos se
enaltezcan las obras o letras de cierto individuo. Esta cualidad solo refleja el gran
amor del maestro por la humildad y la sencillez.

Como las distinciones que se ganó el Doctor Jesús María González Flores
por su trabajo, pues es reconocido como el pionero de la asepsia quirúrgica en
Monterrey, y de la cirugía cardiovascular en América Latina. Además, Salinas
cuenta detalles tan valiosos para la historia médica regiomontana, como el que
nuestro Hospital Universitario fue usado como dormitorio mismo del director
González Flores.

Obsesivo en conocer los pormenores mas recónditos en los archivos de


historia, el autor dedica una parte de la biografía de este médico para transcribir su
oración fúnebre, en la que se culmina la exaltación a la vida de este honorable
mexicano.

Con este tono permanece Hernán durante casi toda la segunda parte.
Pasando por la vida del Doctor Juan de Dios Treviño, hasta contarnos las
Semblanzas Médicas Bravenses, donde nos muestra la transferencia de los datos
históricos denotativos a la función poética ya mencionada, con un ritmo digerible
que hace fácil la lectura de principio a fin, “esclavizando” al lector.
En su epílogo, el autor reafirma de manera contundente su mensaje de
amorosa bondad alimenticia, pues fiel a su religión concluye que Dios, como
alimento, nos hace esclavos de su amor.

Que viva esta obra en las mentes y en los corazones de sus lectores por
siempre. Gracias.

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