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Cuentan que en una ciudad entre las ciudades, donde se enseaban todas las
ciencias, viva un joven que era hermoso y estudioso. Y aunque nada faltara a la
felicidad de su vida, le posea el deseo de aprender siempre ms. Un da,
merced al relato de un mercader viajero, le fu revelado que en cierto pas muy
lejano exista un sabio que era el hombre ms santo del Islam y que l solo
posea tanta ciencia, sabidura y virtud como todos los sabios del siglo reunidos.
Y se enter de que aquel sabio, a pesar de su fama, ejerca sencillamente el
oficio de herrero, que su padre y su abuelo haban ejercido antes que l. Y
cuando hubo odo estas palabras entr en su casa, cogi sus sandalias, su
alforja y su bculo, y abandon inmediatamente su ciudad y sus amigos, y se
encamin al pas lejano en que viva el santo maestro, con objeto de ponerse
bajo su direccin y adquirir un poco de su ciencia y de su sabidura. Y anduvo
durante cuarenta das y cuarenta noches, y despus de muchos peligros y
fatigas, gracias a la seguridad que escribile Alah, lleg a la ciudad del herrero.
El otro dijo: "Ciencia!" Y el herrero dijo: "Tira de la cuerda!" Y sin pronunciar una
palabra ms, reanud el trabajo de la fragua. Y transcurrieron otros cinco aos,
durante los cuales, desde por la maana hasta por la noche, el discpulo tir de
la cuerda del fuelle sin interrupcin y sin que nadie le dirigiese la palabra ni una
sola vez. Pero cuando alguno de los discpulos tena necesidad de un informe
acerca de algo, le estaba permitido escribir la demanda y presentrsela al
maestro por la maana al entrar en la fragua. Y sin leer nunca el escrito, el
maestro lo arrojaba al fuego de la fragua o se lo meta entre los pliegues del
turbante. Si arrojaba al fuego el escrito, sin duda era porque la demanda no
mereca respuesta. Pero si colocaba el papel en el turbante, el discpulo que se
lo haba presentado encontraba por la noche la respuesta del maestro escrita
con caracteres de oro en la pared de su celda.