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Alsogaray ya Toranzo Montero, dio por rerminada la es- tabilizaci6n, adopt6 una politica social mas flexible y se lanz6 a la ardua tarea de enfrentar electoralmente 2 los peronistas, cuya proscripcién no podia mantener sin ties- go de que éstos apoyaran a cualquiera de sus enemigos. Como en otras ocasiones, se esbozaron distintas alter~ nativas, segiin habiera proscripeién 0 no. Una de ellas, la ue generaba més preocupacién, era el apoyo a alguna de Jas fuerzas de izquierda, con quienes ta Revolucion Cuba- nna habia czeado un campo de solidaridad y entendimien- to, La sola existencia de esta alternativa, a la que el sind calismo era profundamente reacio, mostraba que el peronismo empezaba a ser trabajado por una fuerte reno- vacidn ideoldgica. Pero el deseo general de los dirigentes era levantar la abstenci6n, concurrir a elecciones y recu- perar espacios en las legislaturas, las municipalidades y las provincias, y el mismo Perén debié aceptarlo. Lo de- seaban muchos caudillos provinciales, que suponian que no serfan vetados por los militares, y lo querian particu- larmente los sindicalistas, duefios de la tnica estructura formal existente en el peconisto. A través de las 62 Or- zganizaciones dominaron el aparato electoral y pusieron sus hombres a la cabeza de las lstas. Mas alld del resulta- do mismo de las eleceiones, habian ganado la puja inter- nna: el peronismo era el movimiento obrero, y éste a su. ver era su direccion sindical, que encabezaba y adminis taba Vandor. En el plano nacional, un triunfo peronista segufa sien- do inadmisible para quienes habian suscripto en 1955 el tacito pacto de proseripcién, incluyendo el propio Fron- dizi, quien antes de las clecciones declar6 que, frente a un eventual triunfo peronista, no les entregaria el poder. Pe- ro nadie querfa asumir los costos de la proseripcion y cl gobierno, alentado por algunos éxitos electorales, corrié el riesgo de enfrentar al peronismo en clecciones abiertas. EL 18 de marzo los candidatos peronistas ganaron am- pliamente en las principales provincias, inclayendo el dis- 196 trito clave de Buenos Aires. En los agitados dias siguien- tes Frondizi hizo lo imposible para capear Ia situacion: incervino las provincias donde kabian triunfado los pero nistas, quienes se mostraron muy prudentes, cambié t0- do su gabinete y encargé a Aramburt: una mediacién con los partidos politicos, que se negaron a respaldaslo y se declararon totalmente indiferentes ane la suerte del pre- sidente y del sistema institucional mismo. Esta era la se fal que los militares esperaban, y el 28 de marzo de 1962 depusieron a Frondizi, quien conservé la serenidad como para organizar su reemplazo por el presidente del Senado, José Maria Guido, y salvar asi un jirén de insti tucionalidad, Crisis y nuevo intento constitucional ‘Muchos de quienes habian acompafiado a Frondizi en stu timo tramo rodearon al presidente Guido y a la fragil institucionalidad por él representada, buscando negociar una alternativa politica que de alguna manera tuviera en cuenta a [os peronistas. Pero apenas tres meses después, los militares, que habian asumido por completo su fun- ci6n tutelar, impusieron un gabinete definidamente anti peronista. La crisis politica y la crisis econémica ciclica coincidieron y se potenciaron mutuamente, dando lugar a medidas erréticas. En un fugaz ministetio de quince dias, Federico Pinedo dispuso una espectacular devalua- in, que favorecié en general a los grupos agropecua- ios y en particular a sus amigos, segtin se dijo. En segui- da fue reemplazado por Alvaro Alsogaray quien repitid, su receta estabilizadora, que esta vez golped ademas al sector industrial local, que habia erecido durante el pe- iodo frondicista La inestabilidad politica de esos meses de 1962 refle- jaba sobre todo las opiniones contrastantes de fos dist tos sectores de tas Fuerzas Armadas, duefios no asumi- 197 dos del poder. Mientras que los grupos de oficiales anti- peronistas mas duros controlaban el gobierno y seguian buscando una salida basada en una infinita fuga hacia adelante —la prosesipcién categérica dei peronismo—, una posicién alternativa empez6 a dibujarse en el Ejér to, Se constituyé en torno de los jefes y oficiales del at- ma de Caballeria, que mandaban los regimientos de blia- dados y el estratégico acantonamiento de Campo de Mayo. Reflejaba en parte una competencia profesional interna pero sobre todo una apreciacién diferente sobre las ventajas y costos de una participacién tan directa del Ejército en la conduccién politica. Fl grupo de Campo de Mayo descubria que el costo pagado por ello ~la exa- cerbacién facciosa, la divisiGn del Ejéscito, su creciente debilidad ante otras fuerzas— era demasiado alto y que convenia refugiarse en una actitud més prescindente, ue en términos politicos significaba un acatamiento ma- yor a las autoridades constitucionales. Asi, el legalismo esgrimido era en realidad, antes que una manifestacién de creencias civieas, una expresién de estricto profesio- nalismo. Crefan ademas que la asociacién de peronismo con comunismo era simplista y exagerada y que, dada su tradicion nacional y conciliadora, el peronisto podia

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