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Obras de André Green en esta biblioteca Narcisismo de vida, nareisismo de muerte De locuras privadas ‘Desconccimiento del inconciente (eiencia y psicoanalisis}, en R Dorey y otros, Bt nconciente y la eiencia 1a nueva clinfea pstecanalitica y la teoria de Freud. Aspecios fandamentales de la locura privada Bl lenguaje en el psicoanalisis BI trabajo de to negative ‘Las cadenas dle Bros. Actualided dle lo sexual BB iempe fragmentado La diacrontfa en psteoanalisis, 1a cousalidad psiquica. Entre naturalezay cultura ‘Ideas directrices para un psicoanslists contempordineo, Desconoeimtente y reeoncetmiento del ineonsciente ugar eon Winnicott Obras de Jean Laplanche en esta biblioteca ‘Vida y muerte en psiccanélisis La angustia Problemations 1 Castractén. Simbolizactones Problematioas If La sublimscion Problemeéticas it El mconciente y el ello Problemétcas iV La cubeta, Trascendeneia dela transferencta Froblemticas V ‘Nuevos fundamentes para el psicoandlisis. 1a seduccién originaria 1a prioridad del otro en pateoandlsts lextravio bilogizante de a sesaalidad en Freud Entre seducei6n ¢ inspiracién: el hombre ay 1 E pA dp 209 La pulsion de muerte*+ | primer simposio de la Federacién europea de Psicoandlisis (Marsella, 1984) André Green Pentti Ikonen. Jean Laplanche | Eero Rechardt Hanna Segal Daniel Widlécher Clifford Yorke m a 4 g Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES BIBLIOTECA CENTRAL La pulsi¢n de muerte Oe [Bisioteca de psicologa y psicoandlisis Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky Lapulsion de mort, Anciré Green y Daniel Widlecher © Presses Universitaires de France, Paris, 1086, ‘Traduecion: Silvia Bletehmar Primera edcién en castellano, 1989; primera reimpcestén, 1991: segunda reimpresién, 1998. Segunda edlion, 208 @ Todos los derechos del eccién en castellano reservados por Amorvortu editores S.A., Paraguay 1225, 7° piso - C1OSTAAS Buenos Aires ‘Amorrortu editores Bspafia S.L. - Madrid C/Sen Andrés, 28 - 28004 wonw amorrortueditores.com |a reproduccién total o parcial de este bro en forma identica @ ‘moclifeada por cualquier medio mectnico,electrnies o infer, Iitlco, ineluyendo fotocopia, grabacion, digitalizacion o cual, uler slotema de almacenamiento y recuperaciin de informa. ‘ion, no autorizada por los editore, viola derechos resereatnn, ‘Queda hecho el depdsito que previene a ley n® 13.723 Industria argentina, Made in Argentina ISBN 978-950-518-192-3 ISBN 2-19-039908-5, Paris, edicién original [ Green. Andrey otros La pulsidn de muerte : primer Simposio de ta Federacisn europea de Psleoanilisis, 2" ed. - Buenos Aires : Amorrort, 2008, 144 p. ; 20x12 om.- (Biblioteca de pstcologia y Psicoandlisis / dirigila por Jorge Colaptate y David Matevely) ‘Traduccién de: Siivia Bleichmar ISBN 978-950-51¢-192.3 1. Polcoandlisis. 1, Blelehmar, Silvia, rad, 1k Titulo opp 150 Impreso en los Telleres Graficos Calor Efe, Paso 192, Avellane- 4a, provinela de Buenos Aires, en marzo de 2008 ‘Tirade esta edicién: 1.500 ejemplares. f t é Indice genera: 9 Prefacio, Daniel Widlécher 15 La pulsion de muerte en la teoria de la pulsion sexual, Jean Laplanche a del concepto de De la utilidad clinica 85 meuinto de muerte, Hanna Segal 51 Los destinos de la pulsion de muerte, Eero Rechardt 65 | Pulsién de muerte, narcisismo negativo, funcién desobjetalizante, Auuré Gre tacién de a 4 props de Ia inexpe 79. Mdion de muerte, Bero Rechardt Pant Toren 97 La pulsién de muerte. Posicién perso- nal, Clifford Yorke 108 Mesa redonda : E . i Prefacio Daniel Widlécher Bl conjunto de Jos textos recogidos en esta obra - reproducen fielmente los trabajos presentados en un Simposio que se realizé en Marsella e! 30 y 31 de marzo de 1984, Fue el primer Simposio orga: nizado por la Federacién europea de Pstcoanalt- sis; reunid a unos cuarenta participantes cn re- ‘presentacién de las sociedades psicoanaliticas que ‘componen la Federacion. Los psicoana istas no siempre han demostrado una gran originalidad en el modo de organizar sus comunicaciones clentificas. Congresos y conferen- celas son generalmente los vehiculos para ello. “Ahora bien, en este dominio —mas atin yuc em muchos otros— hay que tener en cuenta las ba- rreras linguisticas. En los dos grandes subconjun- tos del continente americano esas barreras no existen, 0 s6lo existen apenas. Pn Europa, por el conirario, la dificultad es grande. Resulta de ello tuna ignorancia mutua de los trabajos y un tabi- ‘camiento contra el cual la Federacion quiere lw char, Bs evidente desde hace anos la insuficien- cla de los modos habituales de comunicacién, Fue ‘asi como nacié el proyecto de organizar redes mas ‘omenos permanentes, aproximando a psicoana- listas de las diferentes sociedades europeas afilia- das a la Federacion dentro del marco de la Aso- 9 ciactén Psicoanate para sea Intern icon Paton 2cional, para que {ableclran, meal dels bares lings, sistemas de comuntcacion y de tabaje profs Giz en comin Bn este mame expiise com ee it periodicamente a Patcoanalistas ea. un mismo te “én, Pevieson oma de lnvestgael Gon el fn deesteblcer una confontacon de (es. lentes de pensamier van des. conocerse ent ells de ind eee waa a] conhnto de a oimandedpelosanatic 2) st le Marsella fue la prim 7 nt de ta ra concreeon La elecion del fn del tema er asta 2 importante, Se bee uni pcm. tem esr fon facion nuevo, fu 7 tee ng tora alrededor de “ pero conuovert 4 tpn de muerte od pot ose Present pr Froud en 1961, ot ine pie le placer, es ciertamente uno de ke aa cept mas deta dee ata ptcanaion ee eee, en efecto, sttuar los eoucentee hi ae Yos irs ore paleo en mis ie ao tenes Maas ceca ; a esencialmer 7 dele s prcednicts pr ats susie linfcos de observacié1 Pasa ejemplo, Ss pees ‘fempl, de is toncpin de steas nahn eaeae le pensamiento (no ligados y Ii ing dow) o dei complet de repstiedn, Gace por eae ficar operaciones de ‘pensar: ay tudes deacon. Tate de : to de «pulsi6y . fesponde a una terera foaled. Se tata tae formalizar una te . Sete id de (cor general =n un sistema explicative mas vaste la nen le ner. 10 sn de los procesos psiquicos. Fundada en la cia primaria del organs: mip. la reduccién completa de las tensiones. ella Gjulere entonces dar razén del dualismo pulsfons! tindamental, de la tendencia a Ja compulsion de repeticion, del crigen de la agresividad y de 1a prt Tinola de la autoagresividad sobre a agresividad dhriglda contra otro. Nada tiene de asombroso que (ana perspectiva tan general, especulativa segiin Ja expresiOn de Freud mismo, més sintética que analitica en términos de J6gica, haya dado Jugar 4} interpretacicnes y @ aplicaciones diversas. ‘A una confrontacién de esta indole se dedicd el Simposio de Marselia. ¢Qué retener de Ia te0- fade la pulsiéa de muerte habida cuenta de nues- tra prictica y del modelo de funcionamiento men tal mecesario para su ejercicio? ¢Se trata verda Heramente de un conceplo necesario? ¥ sobre - fpdo, znos ayuda a comprender la naturaleza fun- damentalmente conflictual del juego pulsional, & ‘torgar todo su peso al trabajo de Ta idea de mucr- oe en Ia actividad psiquica, « explicar Jos limites Ge la accion terapéutica o a dar razdn de estruc- truras paicopatolégicas inexplicables con él solo modelo del conflicto neurético? He ahi las cues- - flones que padian plantearse los participantes de! ~ Simposio. Para responder a ellas, accié! hipotesis de una tenden era necesario que se com: - frontaran puatos de vista civergentes quc isan - gobre las coatradiceiones que el concepto leva- pacn sf desde el origen. La finalidad no consistia guidentemente en borrar esas contradicciones ni co dilucidar una visién que permitiera superar jas o decidi acerca de su justeza respectiva. EI interés residia en su andlisis y en 1a explicacion i de su origen. Tal es la documentacién presenta da hoy al lector, #1 libro incluye las cuatro ponencias que fie- ron sometidas a la discusién general siguiendo el orden de su presentacion en el Simposio: las de J. Laplanche, H. Segal, E. Rechardt y A. Green Otros dos documentos se agregaron. En el curso del Simposio se hizo evidente que un punto de vista que cuestionaba radicalmente la utilidad misma del concepto estaba ausente en los cuatro trabajos. Se incluyo entonces una comunteacion de C. Yorke que expresa esta tendencia. Por otra Parte, en el curso misino del Simpasio, E, Re- chardt quiso completar su propio trabajo por me- dio de un documento redactado en colaboracion con P. Ikonen. Este documento también se publi. 2 aqui. Por tltimo, la recopilacién inchiye el tex. 0, retrascrito con toda Ja fidelidad posible, con el minimo de correcciones de estilo, de la discu- ‘si6n que se produjo entre los cuatro ponentes. La. mentablemente no hemos podido publicar el eon. Junto de las discusiones que se sucedieron la Presentacion de cada una de las ponencias, ni la que cerré el Simposio. Se encontraran los textos de buen numero de estas intervenctones en el Bu. Metin de la Fédération européene de Psychana. lyse. Permitascme, para terminar, recordar que la or- ganizacion de este Simposio no habria sido posi- ble sin la voluntad y el trabajo sostenidos de Anne-Marie Sandler (presidente de la Fédération européene de Psychanalyse), Terrtu de Folch (edi. for del Bulletin), Alain Gibeault (secretario) y Ro- Ser Dorey (presidente de la Association Psycha. nalytique de France), 12 tos raductores, lero tambln agradecer a ona Brset 7H. Leembre ue leon beet cin anced tas el ner Shnposio de la Pederacion europea de ‘coandilisis. 13 B _ Lapulsi6r. de muerte en la teoria de | la pulsién sexual Jean Laplanche 1. Preambulo Como he tenido muchas veces ocaston de ex: | _ presarme sob-e la cuestidn de la pulsién de muer- | te, desde Vocabulario del psicoanalisis con J.-B. | _ Pontalis (1967) y desde Vida y muerte en psico- | - andlisis (1970) hasta Problematicas IV, me limi- _ taré a proponer, en estas notas previas a la discu- (gn, un esquema que reagrupa cierto ntimero de ‘esis: marcaré algunos contornos para hacer mas | _perceptibles las diferencias y las opciones. | 2.1, La nocién de Todestricb es introdueida por "Freud en cierto momento de su obra. Pila plan- ~ {ea eminentemente, para todos aquellos que la adoptan o la rechazan, la necesidad de situarse "frente a la teorizacion freudiana y a su historia | ___ Debemos encontrar una posicién clara entre dos —obstdeulos opuestos: _ adoptar el término spulston de muerte: dotan- dolo de un contenido (p.c).. agresividad) que no | ‘responde ni a las experiencias contempladas por 15 Freud ni a la funcion de esta nocién dentro del equilibrio general del pensamiento freudiano; a la inversa, adherir de manera puramente li- teral y dogmatica a las formulaciones freudianas, posicién absurda e insostenible, aunque sdlo fue- ra en razon de las contradicciones de estas for mulaciones y de su evolucién. 2.2. Una teorizacién que se sitte a partir de Freud aun marcando diferencias a veces esencia- les con sus formulaciones explicitas solo se justi- fica en la medida en que sea capaz de dar razon de sus opciones, en una triple perspectiva, pro- blematica, historica y critica problematica: las contradicciones y dificultades no pueden ser eludidas porque estan ligadas a di- ficultades del objeto mismo. Es necesario enton- ces hacerlas «trabajar», es decir, Hevar la contra- diccion al extremo para tratar de encontrar, en otro nivel, una formulacién que modifique el plan- teamiento mismo del problema; hist6rica ¢ interpretativa: la historia del pensa- miento freudiano no es ni una simple cronologia en que los descubrimientos (clinicos y/o especu- lativos) se agregaran unos a otros, ni tampoco una dialéctica cuyo estadio final coronara las dificul- tades en una sintesis suprema. El pensamiento de Freud esta destinado él mismo a los fenéme- nos del aprés-coup, de la represion y del retorno de lo reprimido, de la repeticion, ete, Por tltimo, en mds de un punto, Ia evolucion del pensamien- to refleja Ja evolucién de la «cosa misma» (p.¢j.. Freud sabandona las pulsiones de autoconserva- cion para reintegrarlas en otro nivel, del mismo 16 modo comp se ve levado a hacerlo el ser hu- mano): critica, en fin, en el sentido de que se hacen ne- cesarias opciones. Estas-vienen comandadas por Ja lectura Listoriea e interpretativa, que permite dilucidar exigencias fundamentales, dejando de Jado las racionallzaciones secundarias y la mane- aa menudo falseada con que Freud rescribe su propia historia. ,Con qué derecho tal o cual for- mulacién ce 1915, 1920, 1939 se podra privile- giar 0, por el contrario, criticar, si no es gracias una visiéa interpretativa que permita dar razon. del progreso, de los estancamientos, de las recu- rrencias, de las represiones, de las metaforizacio- nes Internas del pensamiento psicoanalitico? 2.3, Adoptar (0 rechazar) la Todestrieb implica un minimo de claridad sobre lo que Freud enten- dia por Trieb y por Tod. Por lo que toca a Trieb, el progreso de los estu- dins frendianns ha mostrado desde hace tiempo que su traduccion por sinstintor no es Inexacta simplemente. Ella es fundamentalmente contra: ria al pensamiento de Freud que utiliza en senti- dos muy precisos y heterogéneos Trieb (pulsién, drive) e Instinkt (instinto). Otra oposicién se es- boza, seguramente menos categorica, entre Trieb (pulsién) y nociones como necesidad [besoin] y fancién, generalmente utilizadas més cuando se trata de la autoconservacion que de la sexualidad. Por nuestra parte, nos inclinariamos a hacer mas firme esta tltima oposicion. 2.4. Con respecto a la noci6n de muerte en la Todestricb, tres exigencias freudianas, nos pare- 17 ce, deben ser destacadas, con la salvedad de rein: terpretarlas. a. La muerte en cuestion es siempre, en princi- pio, la muerte del individuo mismo. y s6lo de ma- nera secundaria la muerte infligida al otro. Freud paso anos rechazando la wpulsion de agresion» que le era propuesta sin cesar por sus diseipulos. En este punto nosotros insistimos en la prioridad del tiempo «autor (selbst? Selbst-destructionstrieb), donde reencontramos la misma exigencia que en la prioridad acordada al auto-erotismo 1a claridad de la discusion deberia exeluir que se hablara de epulsién ce muerter salvo como pul sion de su propia muerter. b. La pulsion de muerte esta estrechamente Ii gada en Freud a la nocién de principio del cero o del Nirvana (retorno a la ausencia de excitacion, por las vias mas cortas) y a la compulsin de re- Peticlén enya insistencla se hace eada vez mas evidente en la clinica y en la cura (neurosis de destino, repeticién en la trasferencia, tendencia al anélisis infinito, fracaso del paradigma del le- vantamiento de la amnesia infantil, etc.). Bn fin «lo indeseable», slo demoniaco», aquello que no se puede ligar ni domesar, retornan vigorosamente con Mas alld del principio de placer. c. La existencia de una pulsion de muerte en el nivel mas profundo del ello inconciente nunca le parecié a Freud incompatible con esas otras te- sis que él reafirma: ausencia de negacién, de con- tradiccion, y ausencia de la idea de muerte en el inconciente. 18 2.5, Estas diversas notas, si se las hace «traba- Jam, imponen una interpretacién del pensamien- to freudiano en dos direcciones: interpretacién diacronica, para preguntarse si, con la pulsién de muerte, no se reafirma, con mas fuerza y claridad que nunca, una dimension pre- sente desd: los comienzos de la experiencia ana- Utica; interpretacion epistemolégica, contemplando la significacién del modelo biolégico, metabiolégico, incluso meta-cosmol6gico en Juego en la especu- JaciOn de Mas alld del principio de placer. Un conjunto de desarrollos freudianos son i sostenibles si se los toma al pie de la letra: larga discusién de las experiencias sobre la inmortali- dad celular, donde Freud concluye a la inversa de lo que inuestran estas experiencias; supuesta prioridad, en la evolucién del universo, de un es- tado de muerte o de igualdad energética frente @ umestado de altas diferencias de potencial; esque- ma mecanicista del organismo como aparato re- flejo tendiente a la evacuacion total de la energia en lugar de tener en cuenta la homeostasis, ete. ‘Todos estcs -absurdos» son tal vez el signo de que Ja muerte mentada cn la «pulsion de muerte no es la muerte del organismo sino la muerte de es- te vorganismo» que, en el ser humano, represen- ta los intereses del organismo biolégico, es decir, al yo. 19 3. Teorla general de Ia pulsion, como pulsién sexual 3.1. La necestdad del concepto de pulsion en psicoandlisis ha sido y es discutida. Estos ataques, desde Politzer, provienen de dos inspiraciones, que de hecho se conjugan a menudo: una inspiracién epistemolégica (en la linea que une al empirismo de Hume con la filosofia vanali- ticay moderna) que descarta como metafisico, «me- canicista», etc., todo recurso a fuerzas abstractas pastuladas detras de los fenomenos (ef. D. Widlé- cher); una inspiracién personalista que pretende res- tituira los fenémenos psicoldgicos su formulacion en wprimera personay [desde la »psicologia concre- ta» de Politzer hasta el slenguaje de accion» de R, Schafer). Esa doble critica nos parece contradictoria con la experiencia psicoanalitica; esta muestra, pre- cisamente, que es sin duda en lo que concierne a la accién del ello-inconciente donde formulacto- nes en términos de sfuerzas que nos empujan: o de stercera personar son las mas apropiadas. La existencia y e] empuje del ello, nuestra pasividad respecto d¢ él, definen las condiciones del acto psi coanalitico y marcan sus limites. La reapropiacién ven primera persona» de la fuerza pulsional a lo sumo puede ser un objetivo sinfinitor de la cura: creer que se logra este objetivo propontendo una teorizacién que deniega nuestra pasividad respec: to al empuje pulsional es sustituir por el pensa- miento magico la lenta perlaboracién psicoanalitica. I 3.2. La pasividad respecto de la pulsién no im- plica una concepcidn biologizante de esta. La no- ién de sconcepto-limite> entre lo biologico y lo psi quico es una nocisn confusa, que recurre al dua- lismo clasico y discutible de lo »psiquicor y lo ssomatico: ‘Que la pulsién se genere sobre un limite, sobre Ja linea de articulacién entre lo autoconservativo y lo sexual, no implica que sea ella misma un ser- limite. Que Io Liolégico, Io autoconservativo, se en- cuentre, de maneras diversas, representado en el conflicto pulsional, no implica que la pulsién sea una fuerza biolégica ni implica tampoco «la exi- gencia de trabajor ejercida por lo somatico sobre lo psiquico, Si hay sexigencia de trabajo, la concebimos co- mo la efercida por el ello, verdadero «cuerpo ex traiio interno» (0 conjunto de cnerpos extrafios in- temnos}, sobre el organismo del yo que «sigue sien. do ante todo un yo-cuerpor. (Estas formulaciones implican evidentemente una reevaluacién del destino de Io biolégico y de su metabolizacion, tanto en el ser humano como en ¢l pensamiento psicoanalitico.) 3.3. La roci6n de un ello o de un inconciente primarios, 20 reprimidos, nos parece ligada a una falsa apreciacién del lugar de lo biolégico en psi- ‘coanallsis. La hipétesis de un ello no-reprimido concebido como absolutamente primero (stodo lo que es con- cicnte fue primero inconciente») conduce a todas Jas aporias de una tentativa de reconstrutr el mun- do humano a partir de una ménada en principio 21 cerrada sobre si misma y que deberta, no se sabe cémo, abrirse al mundo y al ser-en-el mundo. La hipotesis de un ello no-reprimido implica ia posibilidad de huelias psiquicas, hereditarias de Jas experiencias arcaicas, perspectiva lamarckia- na que contrasta extrafiamente tanto con el dar- winismo freudiano como con el triunfo actual del neo-darwinismo, En conclusién, es por la accion de la represion originaria que se constituye el inconciente origi- nario. Bl inconciente, una vez constituido por la represién, es sin duda un ello, deviene sin duda una naturaleza, una segunda naturaleza que enos actiiay. 3.4, Se distinguen clasicamente en a historia del pensamiento freudiano dos teorias (sexuali- dad/autoconservacion, pulsiones de vida/pulsio. nes de muerte). Nuestra interpretacion es que ¢s- tas dos teorias no se remplazan una a otra sino que se complctan; la segunda viene a modificar y a reequilibrar la primera, En este sentido, atri- ‘buimos una gran importancia al momento inter- medio (sintroduceién del narcisismo») que permi- te aprebender el eje en torno del cual pivotea la evolucién (cf. 4) El esquema que proponemos seria el siguiente: fe muncanservanion (aster splatones da yoy pulsiones sexuales aN pulsionessexvates _pulstonessexvales, Be vida Ny emu vido ido ayo deebjote 22 8.5, Oponemos la autoconservacion, presidida por las grandes funciones que tlenden a la ho- meostasis del organismo, a la sexualidad, para la cual tinicamente vale de manera plena la descrip- clon propuesta en «Pulsiones y destinos de pul- sion Dela autoconservacidn, indicaremos sélo algu- nos caracteves: 1a autoconservacién es primera, Ella da razon de la apertura inicial, perceptiva y motriz, del ot- ganismo a su medio: la autoconservacién en el ser humano es par- cialmente fallida (prematuraciom), pero las inves- tigaciones modernas (Brazelton) muestran Io su: bestimada que ha sido la apertura adaptativa al objeto: Ja autocorsservacion no es parte interviniente en elconflicto asiquico. Ella no esta reprimida. Bsté representada en el conflicto psiquico por el yo, cu- ya energia es Ubidinal 8.6, La pulsién es pulsién sexual, en el sentido amplio definido mas adelante. Sdlo la sexualidad es objeto de represién, por razones a menudo mencionadas por Freud, de las que lo esencial se resume en el desfase (décalage| entre el universo sexual adulto que hace llegar sus mensajes al ni- fo y las cazacidades de ligazén y de simboliza- cién del yo infantil 3.7. El movimiento que constituye Ja pulsién sexual no ¢s otro que el que diferencia al aparato psiquico: es Ia represi6n originaria. ‘Su punto de partida es la sseduccién originariay, 23 que se ha de concebir no como maniobra sexual particular por parte del adulto sino como el he- cho de que el nifio inmaduro es confrontada con mensajes cargadlos de sentido y de deseo, pero de Jos que él no posee la clave (ssignificantes enig- miticos:). Bl esfuerzo por ligar el traumatismo que acompana a la seduccién originaria desem- boca en la represién de esos primeros signifiean- tes 0 de sus derivados metonimicos. Estos obje- tos inconcientes o representaciones de cosa incon- clentes constituyen la fuente de la pulsién (obje- tos-fuente). 4. La pulsién de muerte en el campo de la pulsion sexual Para justificar la inclusién de la pulsién de muerte en las pulsiones sexuales, se pueden pro. poner diversos argumentes. 4.1, La aparicién de la pulsién de muerte en el pensamiento freudiano (1919) y las reelaboracio: nes estructurales con las que va unida merecen interpretacion. La idea de que se trata de un nue- vo sdescubrimicntor que se agrega, de manera acumulativa, al descubrimiento de la sexualidad, no podria ser mantenida. Por lo demés, en tanto exigencia especulativa la nocién de pulsién de muerte es al comienzo, y sera por mucho tiem- po, propuesta (0 rechazada por numerosos disci- ulos) El movimiento historico que conduee a la se- gunda teoria de las pulsiones es una evolucién compleja, hecha de profundizaciones, de reafir- 24 maciones, de descubrimientos que no se sitdan donde se pensaba (a continuacién tomamos un pasaje de EI inconciente y el ello. Probleméticas IV." pag. 217). Grafiquemos la evolucién de Ia tec ria de las pulsiones como en una historieta o en un filme: ® ® ® o 18 1911918 1919 cevmled ores ty Samet SST Bid we ont ong. sen Seu, punaa te y demoniacs — werte Bn el primer tiempo partimos de una primacia de la sexualidad, sobre todo en los anos de 1915 * con los textos sobre el inconciente y la represién. | Solo la sexualidad tiene el derecho de lamarse pulsi6n; el nico contenido del inconciente es la sexualidad. Y luego tenemos el segundo tiempo, que es claramente el de un descubrimiento. Pero lo descubierto y anticipado entonces no es la pul- sion de muerte, sino por el contrario la sexuali- ‘dad investida en el objeto y en el yo, es decir, la sexualidad de objeto, el amor de objeto y el amor del yo. Constituye una exploracion absolutamente nueva, esta del yo como objeto de amor, y tam- bien lo es laiidea de que los objetos exteriores son reflejo o estén en relacion con este investimiento + Buenos Aires: Amorrortu edttores, 1987, 25 primero del yo, puesto que amamos al otro segan nuestra propia imagen o gracias a un potencial amoroso que €s, primero, el potencial que hace ‘que nos amemos a nosotros mismos. La sexuali- dad tiende en ese momento, entonces. a ser ab- sorbida por este caracter del amor. De ahi el ter- cer tiempo, el de ngiro», con Mas allé del principio de placer; la sexualidad corre el riesgo de ser acé parada por entero, se corria el riesgo de verla 86- Jo en su aspecto ligado, investido, calmo, quies- cente: por lo cual surge en 1919 la necesidad de reafirmar algo que se ha perdido, es decir, la se- xualidad no-ligada, la sexualidad que pocemos lla- mar «desligada» en el sentido de la pulsién, la se- xualidad que cambia de objeto, que sélo tiene co- mo fin correr lo mas répidamente posible hacia la satisfaccion y hacia el apaciguamiento comple- to de su deseo, es decir, la realizacién plena de su deseo por las vias mas cortas; en ese momen- to, entonces, se produce la necesidad de reafir mar algo esencial en la sexualidad y que se habia perdido, su aspecto demoniaco gobernado por ¢l proceso primario y la compulsion de repeticién. A partir de esto, la sexualidad (el contenido que esta encerraba inicialmente) se encuentra como desgarrada entre estos dos aspectos que seran fi nalmente reagrupados por Freud bajo los térmi- nos de pulsiones de vida, 0 Eros, y pulsiones de muerte. Retomando Eros no la totaltdad de la se- xualidad, sino los aspectos de la sexualidad des: tinados a conservar al objeto, y también a con- servar al yo como objeto primario. 4,2. La relacién de las pulsiones de vida y de muerte con los sprincipios» de funcionamiento del 26 aparato psiquico mereceria largas explicaciones (cf. Vocabulario del psicoandlisis, articulos: «Prin- cipio de constancias; «Principio de placers: «Prin- cipio de Nirvanay; »Principto de inerciay Se puede decir esquematicamente que el prin- cipio de placer se encuentra desgarrado al comten- zo entre dos tendencias contradictorias: princi pio de inercia 0 del cero {futuro principio de Nir- vana) y principio de constancia (que regula la ho- meostasis del organismo y de su representante, el yo). ‘Cuando estos dos aspectos son mejor desintrin- cados, a partir de Més alld del principio de pla- cer, se llega sin embargo a formulaciones inver- as segiin gue el principio de placer se incline ha- cla el cero 0 hacia la constancia. Cuando «principio de placer significa reduccin absoluta de tensiones, se dice que esta sal servi- cio de la pulsion de muerte Cuando la tendencia al cero absoluto es desig- nada «principio de Nirvana-, el principio de pla cer es distinguido de este y confundido con el prin- cipio de constancia: representa entonces ia exi: gencla de las pulsiones de vida, en su tendencia a la homecstasis y a la sintesis. 4.3. Desde el punto de vista renergéticor, Freud rehus6 siempre postular una sdestrudoy, es decir, una energia propia de las pulsiones de muerte (£1 yoy clello), Parece entonces que el dualismo pul- sional se debe coneiliar con un monismo energé- tico, el de la libido. 4.4, La situacién de la pulsién de muerte con relacion al ello y a la represién originaria impli 27 ‘ea, desde nuestro punto de vista, opciones incom- patibles. Freud, como hemos visto, mantiene hasta el fin, con argumentos probados, la idea de que la re- presidn se aplica por excelencia a la sexualidad. La ubicacién de la pulsion de muerte en lo més profundo del ello (ef. A. Green, BI discurso vivien- te) es innegable, A partir de esto, o bien hay que mantener una doble ficcién biologizante: el ello sabiertor sobre el cuerpo y la pulsién de muerte como tendencia biologica a lo inanimado. O bien hay que admitir que la represi6n originaria da nacimiento ala pul- sién de muerte y la sittia en el nticleo mismo del ello, como macleo de la pulsién sexual. 4.5. Ciertas conjunciones asombrosas llevan aun a coneebir la pulsién de muerte como pro- fundizacién y no como innovacién. En Freud, prioridad del tiempo «auto» que, a quince afios de distancia. caracteriza del mismo, modo el estadio primero de la pulsién sexual, (autoerética) y el estadio primero dela pulsién de muerte (pulsin de su propia muerte). Entre Freud y M. Klein. No puede dejar de im- presionarnos que M. Klein descubra, treinta anos después de Freud, en el mismo punto de la eva- jueién en que Freud situaba a emergencia de la sexualidad, la aparicién del »sadism at its peak. Adems, tanto en uno como en otro de estos auto- res, ese descubrimiento no es un hecho de pura observacién: hace falta por el contrario, rebasar la observacién ingenua y, sobre todo, interpretar, reconstruir retroactivamente a partir de estadios ulteriores. 28 {No se fodria pensar que Klein y Freud ven, _oreconstruyen, en el mismo lugar, io que se pue- de lamar d ataque interno de la pulsion, o el sodio 4.6. Hl azorte kleiniano puede ser considerado ‘como la contribucion clinica mas fundamental a Ja teoria de la pulsién de muerte. Aunque conven- | dria no dejar a la teoria kleiniana en el aislamien- {0 de sus conceptos considerdndola sea como un ‘piso suplementario de un solo y mismo rascaci Jos psicoanalitico, sea como un edificio aparte, all lado del edificio freudiano. Una de las dificultades principales de la concep- ciéa Klein'ana del sadismo infantil reside en su ‘oneiliacién con la tesis freudiana del masoquis- ‘mo originerio, lo que nosotros llamamos el aspec- {to originarlamente -auto» de la pulsion de muerte. ‘Al parecer se proponen dos esquemas de teor'- racion: 4 Rlesqiema de la proyeccién del sadismo s0- bre los objetos externos, seguido de la introyec- eign de ex08 objetos, devenidos atacantes inter- ros. Un esquema tal, si él fuera primero, supon- dria que es Ja destruccién (y no la auto-destruc- cion) la primera, por mas que ella sélo se pueda specificar encontrando sus objetos en el exterior: ‘Yo wo el pecho —> el pecho ex malo —> el pecho ee malo en mi +b. El esquema de la deflexion de la pulsion de "amuerte adoptado en 1948 en concordancia con le teorfa freudiana: pare no estnarme a mi mismo > ato at pecho 29 La deflexién puede ser ella misma seguida por el movimiento de proyeccion-introyeccién. Klein, sin embargo, parece vacilar, con raz6n, sobre el sentido por dar a la auto-destructividad primera. 2Se trata de una pulsion de muerte sin fantasma, de una auto-destruccion estanca y ciega, 0 bien es ya un ataque por objetos internos? (Cf. Klein, 1948, «Sobre la teoria de la ansiedad y de Ja cul- pa», pag. 240: seste temor [a los animales salva jes] expresaba su sensacion de estar amenazado por su propia destructividad {tanto como por sus perseguidores internos).)* Nuestra concepcién seria que la pulsién de muerte estanca y sin representacion no es mas que el residuo de una coneepcién biologica err6- nea, La pulsion de muerte no puede ser sino el ataque interno por objetos a la vez estimulantes y peligrosos para el yo. Pero la constitucisn de estos objetos-fuente, atacantes internos, es ella misma el resultado de un proceso primario de in- Uuyeceiéa que encuentra ou origen en Io que no. sotros lamamos Ia situacién originarla de seduc- cin (cf. 8.7.). 4.7. El aporte kleinfano se deberia también re- evaluar en lo que concierne a las oposiciones parcial-total, paranoide-depresivo y malo-bueno {es por otra parte lo que hace parcialmente Klein, en particular en su artfculo de 1948 citado). +Pa- ranoides y «depresivo» deben ser puestos en rela- cidn el uno con el otro. Ademas y sobre todo, Ia ‘oposicion de lo xparcials y lo utotale no podria ser * {8m M. Klein, Desarvollos en psicoandliss, Buenos Aires: Hormé, 18671] 30 concebida, de manera genética y constructivista, sobre la base de una supuesta inmadurez percep- iva, como relacién de partes del cuerpo con un cuerpo al fin percibido como totalidad. Lo spar- clal+ es ma.o porque representa un aspecto cliva- do, un resto atacante del objeto (incluso si este es una »persona total). Lo totale es sintético y apa- ciguante, conforme al yo, incluso si se trata de una parte del cuerpo como el pecho sbuenon. 4.8, Como no lo son Io parcial y lo total o lo ma- Jo y lo bueno, tampoco son ssimétricas: las pul- slones de vida y las pulsiones de muerte. Se las "puede oponer desde el punto de vista de su modo de funcionamiento energético, de su meta, de su - relacién ccn el yo y, en fin, de su objeto-fuente. Las pulstones sexuales de vida fancionan segin el prineipic de la energia ligada (principio de cons- tancia): su meta es la sintesis, la conservacién 0 la constitueion de unidades y de enlaces: ellas son conformesal yo: su objeto-fuente es un objeto sto- (al, regulador. Las pulstones sexuales de muerte funcionan segiin el principio de Ia energia libre (principio Jel cero); su meta es la descarga pul- sional total, al precio de la aniquilacién del obje- to; ellas son hostiles al yo, y tlenden a desestabl- lizarlo; su objeto-fuente es un aspecto clivado, uni- lateral, un indicio de objeto. 4.9. Bste oposiciéa sélo se coneibe, sin embar- “go, sobre la base de una energia libidinal comin. Billo implica que entre el proceso primario y ‘bre y el proceso secundario y ligado existen for- "mas intermedias y pasajes posibles. Pero una di- 31 de vida tiende a la unin entre ella misma y el principio de desunién; la pulsién de muerte tien de a la desuni6n, tanto de ou unién con la pul- sidn de vida, como de Ia pulsién de vida misma, 5. Algunas observactones 5.1. Una teoria de sa agresividads deberia ser necesarlamente pluridimensional, tenfendo en ‘cuenta al menos tres factores: el tramo de actividad: inherente a toda acclén, sea ella autoconservadora o libidinal: Ja deflexién de la pulsién de muerte sobre el mundo exterior (sadismo}; Jos componentes agresivos de la relacién es- pecular. 5.2. La ausencia de sla idea de muerte: en el ello (como la ausencia de toda idea que implique lo negativo, p.ej., la castracién, es decir, en ditima instancia, la ausencia de toda videa-des) no es in- compatible con la angustia de muerte en el yo. Esta es la percepcién del peligro proveniente del trabajo interno de la pulsion de muerte. 5.3. En el nivel del yo, la muerte psiquica pue- de revestir al menos dos aspectos: 1, La destruccién del yo por el desbordamien- to, la invasion, el igualamiento introducido por Ja pulsion sexual no-ligada; 2, sLa evitacién de las tensionesr (D. Lagache) por el yo nareisista: se trata de una conservacion a toda costa de Ia homeostasis en el empefio de ahorrar toda sobrecarga pero también toda hemo- 32 rragia bidinal: rehusamiento de posibilidades ruevas en el obsesivo; ascetismo, estoicismo 0 ept- ‘careismo. Es, me parece, lo que A. Green contem- pla bajo el nombre de marcisismo de muerte». La paradoja del término «principio de Nirvana» se sostienesin duda en el hecho de que puede de- signar estos dos aspectos dificilmente reductibles “gla unidac: la furia frenética, esquizo-parancide, de la pulsin de muerte que ataca al yo, y la abo- jicion imaginaria del deseo en Ia ataraxia, verda- " dera mimesis de la muerte, pero conforme al prin- cipio de constancia. Evidentemente, cl primer aspecto es mas acor- de a la significacton econémica del principio de “inercia, mientras que el segundo responde mas alla significacién filoséfico-religiosa del Nirvana. EL Nirvana de la pulston y el Nirvana del yo no son entonzes Idénticos, incluso si, en una parte "del trayeoto, los procesos que conducen a él pa- recen coincidir. ealyo. f “La puls.on no tiene sino una manera de alean- Ja descarga completa. El yo tiene Ben NC: Tiara deTa pasion jon modsrados, evitar una descarga o una ten- i6n excesivas, evitar la descarga y la tension aun "cuando elias fueran moderadas. Estas dos dltimas eventualidades corresponde- rfan al Nirvana bidico, tan diferente de la devas- tacion esquizofrénica como el silencio de un con- vento de lamas difiere del de Hiroshima. 5.4. Se puede sostener que el miedo de castra- cion es Ja manera —culturalmente normativa— de ligar la angustia. Qué ocurre entonces con el miedo de morir, en el sentido de la relacion del individuo con el acontecimiento de su muerte bio- logica y psiquica? Puesto que tiene su sede en el yo, como todo afecto, gseria el miedo de morir una elaboracion, de la angustia mas innombrable, de origen inter- no, gracias a la unica representacion posible: 1a de un peligro para la vida? Se ligaria asi Todes- angst (angustia de muerte o angustia-muerte) en Lebensgefahr? 34 De la utilidad clinica del concepto de instinto de muerte Hanna Segal Alfinal de Martin Eden, de Jack London, Mar- tin se suicida ahogandose. Al hundirse bajo el ‘agua, intenta automaticamente nadar. «Era el ins- tinto automético de vivir. Dejo de nadar, pero en ~ el momerto en que sintié que el agua pasaba por encima de eu boca, movié bruseamente las ma hos para remontar a la superficie, "Es la volun- tad de vivir”, pens6, y este pensamiento fue acom- pafiado de un rictus sarcasticor. ‘London hace resaltar claramente el odio y el ‘desprecio que Martin siente por esta parte de si mismo que tiene el deseo de vivir, «La voluntad de vivir, pensé con desprecios, Como se ahoxa- ba, experiment6 un dolor desgarrante en el pe- cho. «'Eldolor no es necesariamente la muerte” "Bate pensamiento giraba sin cesar en su concien- ‘cia vacilante. Era la vida —los tormentos de la vida, ese sentimiento horrible de sofocaci6n. Bra al ailtims golpe que la vida podia asestarles ~ Todo dolor viene del hecho mismo de vivir. Freud describe el instinto de muerte como una _pulsion biologica que empuja a retornar 2 lo inor- Unico el organismo reanciona a toda perturba “Mon con Ia tentativa de recuperar el statu quo." ‘Siempre estuve en desacuerdo con la traduccion de Tefeb | por into, Pleno, eon Bettotnem, que I tradusion Per 35 Pienso que Freud destaco de manera parcialmen. te defensiva el aspecto biolégico, lo que permite a otros, y a veces a él mismo, presentar sus ideas sobre el instinto de muerte como una especula- cion bioldgica; €l esperaba que su formulacién fue- ra considerada chocante y encontrara gran resis tencia, lo que efectivamente ocurrié, Sin embar- go, no debemos olvidar que fueron consideracio- nes puramente clinicas sobre la compulsion de repeticion, el masoquismo, el aspecto mortifero del superyé melancélico, etc., las que motivaron sus especulaciones. El conflicto entre el instinto de vida y el instinto de muerte podria ser formu- lado en términos puramente psicolégicos. EI na- cirniento nos depara la experiencia de las necesi- dades [besoins]. Puede haber dos reacciones en relacién con esta experiencia, y ambas estan, des: de mi punto de vista, invariablemente presentes en cada uno de nosotros, aunque en proporcio: nes variables. Una de estas reacciones consiste en buscar la satisfaccién de las necesidades: es Ja sed de vida la que conduce a la bisqueda del objeto, del amor, y, finalmente, a la solicitud hacia el objeto, La otra es la tendencia a aniquilar, la necesidad de aniquilar el si-mismo que percibe y experimenta, asi como todo lo que es percibido. Pienso que la destructividad hacia el objeto pri- mario no es s6lo, como la describe Freud, un des- vio de la destruccién de si al exterior —por im- portante que ello pudiera ser—, sino que el deseo de aniquilacion est dirigido desde el comienzo a la vez contra el si-mismo que peretbe y el obje- fecta es la palabra francesa rpulstony; el termine més proxima fen ingles seria drive, I 36 to peroibido, apenas distinguibles el uno del otro Volver€ posteriormente sobre este punto. Freud menciona a veces este rechazo de la per- turbacién como principio de Nirvana, Tal formu- Jacion me parece sin embargo wna idealizacién de la muerte y de la pulsion de muerte, afin a la de una fusién con el objeto, como en el sentimiento oceanico. Freud pone esencialmente e] acento en la destructividad del instinto de muerte. Dice que el instinto de muerte opera casi siempre de ma- nera silenciosa en el cuerpo, que nunca podemos ver sus manifestaciones en estado puro, sino s6 Jo aquellas que se fusionan con la libido. Sin em- argo, nuestra toma de conciencia se ha vuelto més aguda y hemos desartollado nuestras téeni- cas, de manera que estamos en mejores condicio- nes para desmezclar los componentes que perte- necen él instinto de muerte en esa fusin. Ade- més, per el hecho cle que vemos un ntimero cada vez mayor de pacientes muy perturbados, nos ¢s con frecuencia posible detectar Ia operacién de! instintc de muerte en estado casi puro en su con- flicto con las fuerzas de vida —més que en su fusion—, y esto no sélo en el psicético. Plenso en este momento en una mujer joven, ‘A, inteligente, sensible, «perceptiva», capaz de afecto. Ella es sin embargo muy fragil. Su vida hha sido, en cierto modo, una tortura constante. 'Bstaba perturbada por profundos sentimientos de persecuci6n, sujeta a sentimientos persecutorios y tortucantes de culpabilidad, y presentaba toda "una gama de sintomas psicosomiéticos y de terro- res hipocondriacos que cambiaban constantemen- te. Estaba muy inhibida, y no legaba a volver constructiva su agresividad hacia el exterior. Sus 37 fantasmas y reacciones emocionales a todo esti mulo de privacion afectiva, de angustia, de celos o de envidia eran de una violencia extrema. -Quie~ ro que él muera, Deseo matarlos a todos, ete. Se trataba de una reaccién cast inmediata a cual- quier inquietud, experimentada con violencia y autenticidad, Pero, mas ain, habia una violencia constante dirigida contra si misma. Bstaba real- ‘mente muy cerca de creer que el Unico medio in- mediato de curar el mas leve dolor de cabeza era cortarse la cabeza. Tenia constantemente el de- seo de deshacerse de sus miembros, de sus 6r ganos, en particular de su vagina, para no ex- perimentar percepeién © pulsién que pudieran provocarle frustracién 0 angustia, Estos ataques contra si misma, que Iban manifiestamente mas alld de los ataques contra los objetos internos, sus: citaban manifestactones somaticas, por ejemplo tuna anestesia parcial de los 6rganos sexuales, mi- grarias, etc., asf como una angustia hipocondria- bs permanente. Habiamos, por supuesto, analizado diversas si- tuaciones que provocaban su agresividad, sus pro- yecciones sobre los objetos —los caminos de la persecucién y de la re-tnternalizacién de los obje- tos persecutorios—, y que daban nacimiento @ una culpabilidad persecutoria, ete. Analizamos frecuentemente también sus ataques contra su aparato perceptual, fisico y psiquico. Pero una se- sion permit reunir todos estos elementos de una manera muy simple; sesiOn que ella juzg6 en ese momento particularmente convincente y que, pienso yo, condujo a una modificacién efectiva en su funeionamiento. "Esta sesion debia ser la peniltima antes de una 38 interrupcion. La paciente habia comenzado ha- blando de una reunién de] CND* a la que hubie- ra querido asistir. y no lo habia hecho; se quejé ce su pasividad, de su ineapacidad de hacerse car- go de ella misma para hacer las cosas que tenia ganas de hacer o que deberia hacer. Luego hablé brevemente die su micdo a una guerra nuclear, en particular de la cuestién de saber de quién es el deco que aprieta el botén. Una de las razones, — que le habia impedido asistir a la reunién era la siguiente: no habia tenido ganas de llamar a una amiga de la cual sospechaba que la miraba de arri- ba: hablando de esto, continué con el tema de otros diversas temores persecutorios, difusos, que se referian manifiestamente mds 0 menos a to- dos sus objetos. Yo tenia el sentimiento de que el espacio analitico se llenaba de objetos persecu- torios de indole muy fragmentaria. Sentia que no era util es:udiar separadamente esos fragmentos de proyeccién y de persecucién y me interes¢ mas __ en dos elementos presentes en la cesién. Une de ellos —cl hecho de que se sintiera incapaz de en- frentar algo que desaprobaba y de oponerse a ~ ello— estaba representado por su incapacidad de _asistir a una reunion del CND, El segundo elemen- to era la ausencia de toda alusién al término del trimestre, que se aproximaba, Yo pensaba que el ineremento del sentimiento de fragmentacién y de persecucién se relacionaba con la inminencia de las vacaciones, y se lo hice notar. Su reaccion fue violenta e inmediata. Dijo: Odio las wtimas sesiones, no puedo soportarlas. Querria tener que apreiar el bot6n, simplemente, y que todo desa- ‘Organizacién antinuclear. parecieray, Le record el comienzo de la seston y fije que, ahora, sabiamos de quién era el dedo que apretaba el botén. Ella se distendié y toda la at mésfera de la sesién se trasformé. Dijo que no le preocupaba una guerra nuclear. De hecho, hasta ja deseaba, si pudiera estar segura de que ella mis- ma y sti hijo moririan inmediatamente, Lo que no podia soportar era el pensamiento de sobrevi- vir en un mundo que hublera sufrido una guerra zuclear, las iltuvias radiactivas permanentes, ¥ to do el resto. Le hice notar que estaba viva y que se ocupaba devotamente de su hijo. En realidad. tila sobrevivia; habia una parte viviente que de- seaba la supervivencia de sf misma tanto como ja de su hijo, si no, no estaria aqui. Pero parecia que después de haber puesto el dedo sobre el bo- ton psiquico, lo que Ie ocurria con frecuencia, se sentia a menudo como si viviera en una situacion pstquica de posguerra y sometida a lluvias radiac- tivas, Durante una gran parte de la sesion, la ex- periencia difusa de persecucion ae presents en Ta forma de las Tluvias radiactivas. ‘Sus asociaciones sobre el boton que ella apre- taba y sobre las lluvias radiactivas arrojaron una Viva luz sobre la manera en que vivia su pulsion Ge muerte, Apretar el boton era una expresién del {netinto de muerte, pero combinada con una pro- yeecién inmediata, de suerte que la amenaza de Yquerte era sentida como proveniente del exterior iniias lluvias radiactivas—. ¥ como en la deserip- Gion de Martin Eden, el dolor estaba ligado a la Supervivencia, Creo que en el curso de la seston entré en contacto con una expresién casi directa de-u propio deseo de aniquilacién total del mun- do y de si misma, lo que atenud inmediatamente 40 Sf Soaieieu de oescsanery elias eretel Gee iad toms ones pasa Heese toma Se conconciny alii Be tiettniss oan escauece penne see Sanne por supuesi, ln deous pre em nena dea estuctvted y de re sehad disnimiyg scnsffemente Una con ibe cin cleans las eve [SS fortes movitea tambien insta see elpaciente B aporia una viva demos sion ae el or etente manifesta, normalimente,poca Fas eat gical foes are Weep unea ase orton staténdose total [eat Sigua El domingo habia tenide wa D Ce comcseeoan cea su familia en el parque y, bruscamente, se sinti6 totalmente helado € invadido por la muerte. No habia experimentado angustia real sino la sensa- cidn de estar helado, fisica y moralmente, y la de ser progresivamente alcanzado por una pardlisis. Se preguntaba st seiia capaz de Negar hasta ou coche. Liegé alli y, una vez. en el interior, se sin- {i un poco mas seguro. Bstaba persuadido de que ibaa morir o hasta de que estaba muerto y el ink co medio que se le ocurria para escapar de ose estado que habia en su interior era venir a mi casa a matarme. De vuelta en su casa, se sintio tun poco mejor e intento comprender si queria ma- tarme porque me odiaba 0 para castigarme por haberlo llevado hasta ese estado, pero ello no le parecié muy convincente. Todo lo que sabia era que tinicemente de esta manera podria escapar desta muerte interna. La experiencia no s6lo tu- _ vosobre él un impacto devastador, sino sobre mi 41 misma un impacto potente. Uno hubiera podido contentarse con ver alli un simple ataque agora- fobico, pero me persuadi, durante la sesion, de que él se sentia confrontado con las fuerzas de vida y de muerte. Después, en la semana, como estabamos analizando el acontecimiento, me pi- io una sesion de remplazo por una de la semana, siguiente. Habia sido advertido desde hacfa tlem- po de ute yo debfa ausentarme el lunes de esa, semana. Dijo que no podia afrontar la perspecti- va de una semana corta y me pidié que lo viera el sébado, en sustitucién, Acepté y él tuvo una reaceion emocional de una fuerza inhabitual. Llo- 16 y dijo que, en su vida, nunca habia pedido na- da importante a nadie y que no esperaba obtener satisfaccién. Después s¢ averigué que, durante su experiencia de pardlisis, en el parque, hal perlmentado la sensacién, entre otras, de no te- ner miembros, ni ojos, nt boca, y lo que describia eso me conmovid— era algo como un embridn informe. En el curso de las sesfones que siguic- ron, me dijo que, cuando habia pedido una sesion de rempiazo, habia tenido la impresion de tener a partir de entonces brazos que podian agarrar, ojos que podian llorar, una boca que podia pedir. Poco después aparecié la solicitud haca el obje- to. Estaba horrorizado ante el pensamiento de lo que yo habria podido experimentar si él se hu- biera destruido o si hubiera muerto como resul tado del andlisis. Agrego que habia sabido siem- pre que era auto-destructivo, pero no hasta ese punto. No sabia si realmente deseaba morir pero, habiendo experimentado lo que era ser invadido por la muerte, ahora sabfa que no lo queria ver- daderamente. 42 Este paciente habia manffestado siempre una enorme resistencia a toda idea de separaci6n. Su reaccién podia ser vista como el deseo de retorno al vientre materno. Pero una vez que se ha toma- do el gusto a la vida, el retorno al vientre es un proceso violento, mutilante, que implica el retor- no al estado de embrién informe, porque se esta obligado, como Jo habia fantasmatizado, a cortar- se los miembros, a desembarazarse de los Orga- nos de los sentidos. No se trata alli de un fantas- ma de retorno ancdino al vientre materno sino de una expresién violenta del instinto de muerte. La experiencia de las consecuencias reales que trajo esta entrega a la pulsion de muerte movili- 26, por orosicién, sus fuerzas de vida. Su titimo fantasma, el de adquirir miembros y senticos, es- taba bajo la égida del instinto de vida: era el reco- nocimfento de las necesidades, del deseo de vivir y la esperanza de encontrar un objeto satisfactor. A partir de estas sesiones, a continuacién de ellas, pudo eentir la necesidad, cl amor, Ia gratitud y la agresion con una fuerza y una profundidad ja- mas experimentadas hasta entonces. Freud dice que se negocia con el instinto de _ muerte desviéndolo para dirigirlo contra los ob- Jetos. La impulsién de mi paciente, de venir a ma: tarme, considerada como iinico medio de hacer _frente a la muerte dentro de si mismo, aparece casi como un ejemplo extraido de un libro. El pun- to de vista de M. Klein, tal como yo lo entiendo, es que este clesvio no es sélo un cambio en agre- sividad sino, ante todo, una proyeccién. Al mis- ‘mo tiempo, el instinto de muerte del adentro de- viene la agresividad (el desvio del cual habla. Freud) dirigida contra el objeto malo creado por 43 la proyeccién original. Es una proyeccién lo que esta en la base de lo que vive, en las lluvias ra- diactivas, la paciente A. En la situacion analiti ca, la proyeccién del instinto de muerte es a me- nudo potente y afecta a la contratrasferencia. Pue- de revestir formas diferentes. Por ejemplo, con el paciente B, yo era a menudo invadida por el so- por y la paréilisis en tanto que él mismo parecia pleno de animacion. Nosotros podemos ser inva didos por la desesperanza y el pesimismo. A ve- ces, la proyeceion estimula la agresividad. A y B eran, ambos, maestros en el arte de estimular la agresividad en los otros y de ponerse a si mismos en situaciones en las que eran mal comprendides, desconocidos, explotados y perseguidos. E] ana- lista es constantemente empujado y obligado a de- venir un superyé persecutorio. ‘A veces, opuestamente, el paciente proyecta sus instintos de vida sobre el analista, defando la cues- tion de la supervivencia en manos de este, inci tandolu a un actitud de proteccién y colicitud ex- cesivas. E's importante tomar conciencla de estas proyecctones en el curso de la sesion, si no el ana- lisis corre el riesgo de volverse muy estatico. ‘Un gran dolor est siempre presente cuando el instinto de muerte opera. La cuestion que se plan- tea es: si cl instinto de muerte es una tentativa realizada con vistas a no percibir, a no sentir, a rehusar los goces y el dolor de vivir, zpor qué es- te trabajo del instinto de muerte est asociado a tanto dolor? Pienso que el dolor es experimenta- do por el yo libidinal, originarlamente herldo por la amenaza de muerte. Freud llegé a la conclu- sin de que en lo profundo todo sentimiento de culpabilidad proviene de la operacién del instin- 44 to de muerte. El no establecto, como debid hacer: Io a continuacién M. Klein, el lazo con la angus- tia, siendo esta, en el origen, una respuesta a la amenaza del instinto de muerte. Asi, el trabajo del instinto de muerte suscita el temor, el dolor y la culpebilidad en el yo que desea vivir y per- manecer intacto. Pero existe también el problema del placer en a experiencia del dolor. Es el problema del cual se ocupé Freud cuando estudié el masoquismo, El placer en el dolor es, para mi, un fenémeno complicado. Es, en parte, la pura satisfaccién de un instinto. El instinto de muerte, como el ins- tinto de vida, busca la satisfaccién, y la satisfac- clon del instinto de muerte (a falta de muerte) es- ta en el dolor. El paciente C tuvo el suefio siguien- te: se halaba en una cueva profunda, sombria, himeda, extremadamente deprimido y oprimido. Enel suedo se pregunté: «Por qué quiero perma- necer aqui?». Este tipo de suefio sombrio no era nuevo: habiamos tenido a menudo ocasién de analizar su identificacién melancélica con su pa- dre, que era miner y que habia muerto en un aceidente de la mina. Lo nuevo en el suetio con- sistia en la forma de la pregunta, que ya no era ~_«gPor qué tengo que permanecer aqui? sino »Por qué quiero permanecer aqui?s. Este suefio 10 lle- v6 a tomer aguda conciencia de su masoquismo primario :neonciente. Como en el paciente B, ha- big, por supuesto, elementos de titero en el sue fio, pero era un atero de muerte, previo al titero de vida, porque un iitero de vida implicaba una posibilidad de nacimiento y de vida. ‘A experimentar placer en el dolor concurre tam- ign la satisfaccién del triunfo obtenido por esta 45 parte de si que esta dominada por el instinto de muerte sobre el deseo de vivir. Martin Eden pien- sacon desprecio en su deseo de vivir. Este rictus de triunfo, conciente o inconciente, es un compo- nente importante en la reaccién terapéutica ne- gativa: se trata no sélo del placer sédico de triun- far sobre el analista vencido sino también del pla- cer masoquista de triunfar sobre la parte de si que desea vivir y progresar. El placer én el sufrimiento proviene también de la Ubidinizacién y de la sexualizacion infalible- mente presentes. D, uno de los pacientes mas auto-destructivos y destructivos que he tenldo, pe sa su vida buscando sin fin, y con cierto éxito, un placer sexual ininterrumpido. Su promiscul- dad sexual compulsiva presentaba un carécter adictivo y perverso. Empleaba su Itbido en hacer aceptable y en disimular un sadismo y un maso: quismo que, antes de su analisis, eran totalmen- te inconcientes. En general, salvo en una perver- sién patente. el placer en el dolor y la busqueda activa del dolor son profundamente inconcientes. De tiempo en tiempo él se daba cuenta de que le gustaba provocar dolor a las mujeres, pero apre- hender que deseaba el dolor para si mismo fue una revelacién, como para C. Ta libidinizacion esta casi siempre presente co- mo parte de la fusién de los instintos de vida y de muerte. Pero la fusion puede tomar formas diferentes. En un desarrollo sano, la fustén de los instintos de vida y de muerte se hace bajo la égida del ins- tinto de vida, y el instinto de muerte desviado —la agresividad— estd al servicio de la vida. All, donde el instinto de muerte predomina, la libido 46 esta al servicio del instinto de muerte. Esto es par: ticularmente manifiesto en las perversiones. Un fragil equilibrio se establece entre las fuerzas de vida y de muerte, y la perturbacién de este equi- brio en =I proceso analitico es percibida como una gran amenaza. Bl paciente D tuvo el sueio siguiente: Habia un espacio donde todo, y todo el mundo, estaban inmeviles, casi muertos. Alre- dedor de este espacio, a intervalos regulares, ar- mas nucleares eran dirigidas hacia el exterior. En caso de que alguien se aproximara a esta zona, las armas se dispararian automaticamente. En es- te espacic, entre la gente casi muerta, estaban mis padres, Este sueno es una ilustracién muy evo- cadora de un estado de animo que describe Betty Joseph como sestados vecinos a la muertes,* don- de la vida puede continuar a condicion de que na da viva, de que nada funcione realmente. El suc: ho esta cestinado a amenazar al analista: si se aproximg a esta zona, el equilibrio mortifero, ase- gurado por la perversion sexual, resultard roto y ama destructividad libre de todo freno sera movili- zada. Desde ‘a publicacion del libro de M. Klein, En- vidia y gratitud, el problema de la interrelacién entre el instinto de muerte y Ia envidia ha pre- ocupado a Ios analistas, en particular a los klei- nianos. M. Klein comprobé que la envidia y el ins- tinto de muerte tienen en comin un rasgo esen- cial. Tanto el uno como el otro atacan a la vida ya las fuentes de vida. Pero M. Klein simplificé la relacién diciendo que la envidia es una mani- +B Joseph, «Adiction to near-death, International Journal of Psycho-Analysis, 63, 1982, pag. 449, aT festacion exterior del instinto de muerte. La en- vidia es necesariamente un sentimiento ambiva- lente, ya que esta enraizada, como M. Klein mis- mao hizo notar. en la necesidad y la admiracién. Pero, como en todos los sentimientos ambivalen tes, puede haber en ella predominio de fuerzas li- bidinales o destructivas. La envidia primaria que describe esta dominada por ¢l instinto de muer- te. ¥ bien, hay un lazo intimo entre el instinto de muerte y la envidia: si el instinto de muerte es una reaccidn a una perturbacién provocada por las necesidades, el objeto es pereibido ala vez co- mo una perturbacién que crea la necesidad, y co- mo el iinico objeto capaz. de anular esta pertur- bact6n. En tanto tal, el pecho que se necesita es odiado y envidiado. Y uno de los dolores que de- be ser descartado por la aniquilacion de si y del objeto es provocado por la toma de conciencia de la existencla de este objeto y de la envidia que suscita. La aniquilacion es a la vez la expresion del instinto de muerte en-la envidia y una defen- sa frente a la experiencia de envidia por medio del aniquilamiento del objeto envidiado y del st mismo que desea y envidia al objeto. Pero la me- dida en que el instinto de muerte se centre en las manifestaciones de envidia y la medida en que se manifieste de otro modo puede varlar de indi- viduo a individuo. ‘Se cbjeta a menudo al concepto de instinto de muerte el hecho de que ignore cl ambiente. Esta observacién es absolutamente erronea, ya que la fusion y las modulactones de las pulsiones de vi- da y de muerte que habrén de determinar el de- sarrollo eventual forman parte de las relaciones que se desarrollan con el primer objeto; y eviden- 48 temente el proceso serd profundamente afectado por la naturaleza real del ambiente. Me doy cuenta de que, en esta exposicion, no propuse rada nuevo y no agregué nada a lo que hha sido fo-rmulado por Freud y por Melanie Klein. Lo que anhelo es poder demostrar que, para mi, el concep:o de muerte es indispensable en el tra: bajo clinico. Mas alla del principio de placer, mas alld de la ambivalencia, de la agresividad, de la persecuciin, de los celos, de la envidia, etc., hay un empule constante de fuerzas destructivas de si y es al analista a quien corresponde hacerles frente. 49 Los destinos de la pulsién de muerte Bero Rechardt Insistiré muy en particular, en este articulo, en que la teoria psicoanalitica de la agresividad no deberia limitarse sélo a dar raz6n del comporta- miento agresivo y destructivo, y de los conteni- dos psiquicos correspondientes, sino que deberia retornar a sus origenes para volver a ser una teo- ria de la pulsién de muerte (Ikonen y Rechardt, 1978}. A partir de ello, es preciso entender por pulsién de muerte la lucha activa, permanente y obstinada, por recuperar un estado de paz cono- ‘cido anteriormente: esfuerzo por desembarazar- ‘se de lo que ¢s vivido como perturbador y/o man- tenedor ce la inquietud. La muerte no es sino una forma porticular de este estarlo de paz. y la des - truceién no es mas que un medio de luchar para - alcanzaro. £1 propésito central y rector de la pul- sién de muerte, su objetivo, su meta, es precisa- mente le paz bajo una u otra forma, por uno w otro medio, No se trata, en el plano psicoanaliti- co, de un principio biolégico demostrable sino, ‘nds bien, de una aspiracién psiquica fundamen- ~ fal. La teoria de la libido abrié nuevos horizontes "al mostrar que distintas formas de placer eran de iecho manifestaciones diferentes de una sola y "misma libido sexual. Por su parte, la teoria de la gran cantidad 51 de acontecimientos psiquicos —algunos destruc- tivos, otros que no Io son si se atiende a la inten- clén— son las formas diferentes de una sola y mis: ma lucha que tiende a un estado de paz, es decir, a la eliminacién de Io que es vivide como pertur- dante. A propdsito de! pensamiento teérico de Freud Esta interpretacién nacié de la observacion de las consideraciones biologicas de Freud que po: nen de relieve que su segunda teoria sobre la pul- sin en Mas alla del principio de placer se relacto- na més con el dominio de la filosofia de la natu- raleza que con ¢l de las ciencias naturales: 105 textos de Freud a menudo se han comprendido mis como una tentativa infructuosa de encontrar pruebas biol6gicas para confirmar su punto de vista que como un intento de encontrar un mo- dclo de pensamiento adecuado. Investigaciones, recientes han destacado el caracter casi natura- Ista de las especulaciones cientificas de Freud. Bllas son del orden de la ciencia natural en cuan- toa la forma, pero no en cuanto al contenido, que es intencional y psiquico (Apel, 1968; Habermas, 1965; Lesche et al.. 1976; Ricoeur, 1970). Sus es- peculaciones biologicas pueden ser comparadas a andamios de los que se sirvié para edificar un modelo tedrico del psiquismo y que seria preciso desmontar. una vez acabado el edificio, para po- der admirarlo. Freud dice que la biologia, aun cuando no sea apta para confirmar la hipotesis, de un instinto de muerte, sin embargo no la con- tradice. De tal modo, se sintio en libertad de aplt- 52 car este modelo a la psicologia dejando al misino tiempo la biologia de lado. Una vez encontrado el modelo aplicable a la psicologia, ya no tuvo ne cesidad de Ia biologia. La filosofia y la mitologia le proveyeron modelos fecundos. Freud aplica el modo de pensamiento figurative muy particular, necesario en psicologia, que puede facilmente ser mal comprendido. La perspectiva de la pulsién de muerte La teoria freudiana de la pulsién de muerte va fa ser entonces reinterpretada de una manera li- geramente diferente. En el plano psicoanalitico, la pulsién de muerte es inherente al hombre: es. una lucha obstinada, continua ¢ inexorable que Jo empujaa buscar paz y distension por cualquier medio, bajo cualquier forma, y no simplemente una fuerza que tenderfa a trasformar lo animado en inanimado. La pulsién de muerte es el nom- re de un paradigma relerido al funcionamiento psiquico. La cuestién que atafe a las dimensio- nes biolégicas de la pulsién de muerte trasciende al psicoandlisis. Para este, se trata de una cues- tién metefisica que no podria ser resuelta en el marco de sus métodos. Lo tinico que puede lle- var a cabo cl psicoandlisis empiricamente es und - investigacion de la manera en que el paradigma dela pulsion de muerte funciona como principio de interpretacion. Desde este punto de vista, Eros y la pulsién de ‘muerte son tendencias psiquicas independientes Ja. una de la otra. Eros busca intensificar la vida: lucha por una totalizacion mas vasta y un acre- 53 centamiento de la tensién energética. El objetivo principal de su intencion psiquica es el placer (sin alejarse del displacer, y en raz6n de ello sin tener en cuenta perturbaciones). La pulstén de muerte busca eliminar lo que aumenta la tensién ener- getica y redueir esta tension, debida a la no-li- gaz6n, a su minimo (principio de Nirvana), 0 al menos mantenerla protegida del menor cambio (principio de constancia), La principal direccion de esta lucha psiquica tiene por eje un estado de paz, al menos relativo, que ha precedido a la esti- mulacién, fuente de perturbacién (remocién de to- da perturbacién, no con la meta de alcanzar el pla- cer sino para recuperar un apaciguamicnto 0 un alivio anterior) La tendencla de la pulsién de muerte, enton- ces, no puede expresarse sino de manera indirec- ta. Bila no se satisface a través de un objeto ni de un acto particular sino de un estado que sélo puede ser definido negativamente, un estado en que ninguna perturbacion interviene, Es necesa- rio en consecuencia definir Ia perturbacion pro- pia de cada caso particular, asi como el acto que permite liberarse de esta perturbacién. Cuando hablamos de un vestado de paz», se trata solo de una expresién positiva que describe aproximati- vamente un estado que no puede ser definido mas que negativamente como una tendencia de aleja- miento de algo. aQué entendemos por perturbacién? La cuestién consiste en saber ahora cual es es ta perturbacion que activa las fuerzas destructi- 54 vas de la pulsién de muerte y sus otros derivados con la me:a de restaurar el estado de paz. Pode- mos encontrar una alusion a esto en la expos ci6n de Freud sobre la metapsicologia del tra matismo. Freud se ocupa alli del destino de la It ido narcisista, la libido del yo, en relacién con la experiencia traumatica. En su articulo sobre el nareisismo (Freud, 1914), Freud elaboré sus ideas sobre la libido K- gada en parte al yo, a las pulsiones del yo y al instinto de autoconservacion, y ligada en parte a los objetos. La tmagen que propone para la libido del yo, la ce una ameba que reacciona por medio de seudépodos que emite, se ha hecho famosa, ‘Conocemes menos la parte de Mas alld del prin- cipio de placer y la teoria del traumatismo que viene a continuacién. En su articulo sobre el nar- cisismo, Freud describe Ia economia de la libido del yo de la manera siguiente: en el caso en que _) el yo no irvista suficientemente su libido en los objetos, el ego se siente amenazada de ser inuen- dado por esta. Teme una economia cadtica de Ia libido, Esto es sentido como angustia hipocondria- ca (Hay algo malo en mi). El trabajo psiquico _eonsiste en trasformar la libido del yo no ligada, flotante, invistiéndola en fantasmas megaloma- "nlacos sin objeto que imprimen un desarrollo @ Ja‘angustia hipocondriaca. Si esto no basta, pue - de producirse alli una tentativa de investimiento del munde exterior (fantasma psicético de resti- -tucl6n, ete), Del lado de la libido ligada a un ab- _{eto, hallaraos un acontecimiento econémico ané- Jogo que se manifiesta por la angustia neurética, ‘la introversisn y sintomas del proceso de trabajo elquico, como compulsion, conversién, eteétera, 58 Una experiencia imprevista y repentina que amenaza la existencia produce un caos en la eco- nomia libidinal del yo de una manera diferente lla despoja a la libido del yo, es decir, ala libido narcisista, de sus objetos narcisistas; una funcién regular,-integrada, de preservacién vital de si, ¥ tuna experiencia de integridad. La libido del yo sin objeto movilizada de este modo flotara, por asi de- cir, libre y no ligada. Ello mantendra la exetta- cién, una suerte de angustia hipocondriaca, y la necesidad de una retigazon con contenidos psi- quicos que deben ser trasformados y apacigua- dos por medios psiqusicos. A esto tiende la repett tion. He abt la razén por la. cual una herida fisica ‘que ofrezca a la libido narcisista un objeto, el cual puede ser facilmente vivido como tal y es suscep- ible de ligazon, tenderd a prevenir la eclosion de una neurosis traumatica. ‘Volvamos ahora a la cuestién de la perturba- cion. La libido no ligada y sit meta es perturban- te. Laa relaciones cuantitativas, el factor tiempo, © el ritmo, son por eso significativos. Cuando la ccantidad de libido mal ligada supera la capacidad que tiene cada individuo de acomodarse a ella en tin momento dado, ent razén de un aumento bru- tal por ejemplo, esto sera vivido como una per turbacion. Asi se intensifican en forma importante las diversas derivaciones de la pulsién de muer- te. Cuanto mas amenazantes séan el caos y Ia im- potencia, mas graves podrin ser sus derivaciones, 56 Algunas constelaciones critieas de la economia libidinal Existen casos tipicos en los cuales el anega- miento de la economia libidinal es amenazante: ' I k y l I. La falta de objeto tal como Freud la describié | ensdintroduceién del narcisismor. Si, ademas, nos | remitimos a las investigaclones mas recientes que | demuestran que la elaboracion de relaciones de objeto requiere de esquemas de interaccion que se forman gradualmente en funcion del ambien | tey del scsten (Kingston et al, 1981), podemos | completar la descripcion dada por Freud de esta | suerte de ameba que subsiste en el estadio de pre- dominio del narcisismo. Podemos agregar que en este caso Ja capacidad de una ameba tal de lan: zar sus seudopodos ha sido, probablemente, defi- ciente. Ello puede ser imputado a un ambiente desfavorable que ha obstaculizado un desarrollo armoniosc. Podriamos llamar a esto el paradig- ma de las relaciones de objeto, IL La libido objetal y Ia libido nareisista pue- den perder sus objetos, por ejemplo por pérdida de un objeto de amor conereto 0 absiracto, pérdi- da de funetones psiquicas o fisicas 0 por ineapa- cidad de servirse de esas funciones. El sujeto se _ ve entonces obligado a superar las dificultades que crea la libido no ligada cuando esta aleanza cierta importancia. Bs el paradigma de la reae- ion traumatica. IU, Factores externos € Internos pueden estimu- - Jara libido a tal punto que surjan dificultades pa- 87 ra restaurar la ligazdn y resolver la situacion. Es- tos factores pueden consistir en un estinnulo po- tente y/o sexualmente prolongado, en una etapa de crecimiento psiquico ylo fisico, como la puber- tad, en el curso de la cual la libido narcisista es estimulada, o incluso en experiencias de éxito so- cial (vB éxito se le subi6 a la cabezay). Es el para- digma de la neurosis propiamente dicha. IV. En un plano cualitativo, nuevos estimulos, ‘como nuevas etapas del desarrollo psicosexual, pueden crear una situacién de confusion y de caos, La ameba de la libido del yo —para utilizar la metafora de Freud— no sabe donde emplazar sus nuevas seudépodos (r,Qué hacer con las he- ces?, gcon el Falo?, etc.). Experiencias nuevas y extrafias, vividas durante la infancia, como la de la separacion, pueden provocar crisis de la eco- nomfa libidinal, Ain mas adelante en el curso de la existencia, nuevos acontecimientos y nuevas circunstancias que amplian la esfera de la vida pueden tener la misma significacién, aun cuan- do menos intensa, Se puede lamar a esto el pa- radigma del traumatismo del desarrollo. V. Bl paradigma del conilicto significa, en el pla- no de la economia libidinal, que cuando un con- flicto es actualizado, algunos de sus componen- tes se ven amenazados; puede ocurrir que uno u otro abandone sus investimientos. Esto plantea un problema de economia libidinal: esta parte de la libido que ha sido ya ligada por los contentdos psiquicos, las funciones y las estructuras, es des- capturada y vuelve a ser libre, movil y no ligada. ‘Una parte del si-mismo organizado y del mundo 58 exterior amenaza desintegrarse en el caos. Una alternativa seria el dominio del conflicto por me- dio de actividades defensivas. Pensamos que se puede encontrar alll la explicacién metapsicol6- ica de la mportancia primordial del conflicto en psicoandlisis, V1. Las capacidades de ligazén y las capacida- des de realizacién pueden ser comprometidas en cfertos estedos, come la privacién sensorial, la pri- vacion social y el dormir. Estados traumaticos ta- les como los terrores nocturnos se producen du: rante los estadios mas profundos de! dormir (Fis- cher et al, 1973), en los cuales, apuntémoslo, las capacidades del trabajo de sueno estan reducidas al minimo, Estimulos facilmente dominables ¢ in- chuso agradables en el estado de vigilia pueden volverse perturbadores y smaloss en el dormir por la falta de capacidad del trabajo del suefio para acomodarse a ellos. Tenemos aqui el paradigma de la privacion. A proposito de las vicisitudes y los derivados de Ia pulsion de muerte Ahora que hemos establecido que Ia pulsion de muerte lucha para mantener ylo restaurar el es- tado de pez por medio de ia eliminacion de la per turbaci6n. pode:mos plantearnos la cuestin de sa- ber en qué se asemejan los tres principales tipos de relacién mental que permiten registrar sus vi- cisitudes y cules son estas; mencionaremos las mas importantes. El equipamiento primario de preservacion de si 59 del organismo incluye algunas funciones de re- pliegue y desplazamiento. En consecuencia, las primeras derivaciones de la pulsién de muerte se manifiestan por la indiferencia y la destruccién. La relacion primaria con el objeto es el repliegue, la fuga o la destruccion, la indiferencia, el odio y el asco (Freud, 1915). Esto se aplica también alos factores estimulantes que perturban la Iibi- do del mundo externo, y a la fuente libidinal en el simismo, La meta primera es entonces apaci- guar y hacer cesar sla angustia hipocondriaca:, y los medios mas extremos para ello son: la apa- tia infantil y la deprestén anaciitica, modos muy primitivos del masoquismo primario. Una muer- te psiquica arcaica se realiza. Las funciones de repliegue y desplazamiento pueden también for- ‘mar un caparazén protector contra los estimulos que representan un derivado precoz, no destruc- tivo, de la pulsién de muerte. La necesidad de ayudar a la libido a obtener sa- tisfaccién del objeto surge del temor de sentir el estado doloroso de la angustia hipocondriaca. Des- de el punto de vista de la pulsién de muerte, las relaciones de objeto no son s6lo debidas a un am- biente positivo. Los esfuerzos del ambiente se en- trecruzan con las compulsiones internas del be- bé que debe. en todos los casos, formar sus pro- pias estructuras psiquicas y sus esquemas de interaccién. Si el medio no Jo ayuda a construir- lag, él elaborard activamente sus propias estru turas narcisistas 0 psiedticas segin un modo pa- tolégico. La gran invencion de Freud en Mas allé del prin: cipto de placer fue ver en la repeticién la forma de base del trabajo psiquico, cuyas implicaciones 60 clinicas soa inmensas aunque no utilizadas en su totalidad. 31 poder demoniaco de la compulsién de repeticisn puede destruir las otras actividades psiquicas. Por una parte, la repeticién es una de las vicisitudes de base, constructiva y no destruc: tiva. de la pulsion de muerte. Inicialmente, la destructividad del supery6 lu cha por apaciguar las relaciones libidinales del ni- Ao con sus padres. Buscando calmar esta relacion de importencia primordial que corre el riesgo de engendrar perturbaciones de la economia libidi- nal, la pulsion de muerte es intransigente: las pro- hibiciones morales luchan por la paz mediante la destruccién pura, porque lo que perturba en el plano moral es absolutamente malvado y debe ser destruido. La afirmacién —como sustituto de union— de pende de Eros. La negacién —suecsora de la ex- pulsién— pertenece al instinto de destruccion (Freud, 1925). La negacién, que segin Freud es una representacién de la pulsién de muerte, sig- nifica que algo ha sido pensado y reconocido, no ‘como real sino precisamente como una imagen. El ejemplo mas claro de esto es la formacién de Ja imagen en ausencia del objeto. La contraparti- _ da més evidente de la negacién consiste en sus pender la accion, es decir, el apaciguamiento fren- tela accion ligada a la imagen, 0 en cesar com- pletamente de manipularia, La negacién hace posible la paz que permite pensamiento y refle- Los procesos de abstraccién y de generalizacion presuponen la negacién, Por medio de la funeion _ simb0lica se abre un vasto campo de representa- clones diversas de la pulsién —que en modo al- 61 ‘uno son agresivas y destructivas—, por ejemplo, on las diversas formas de creatividad. Esto hace posible, de manera general, el dominio de lo que esta ausente, Epilogo Aparece tiltimo en el equipamiento filogenst- co del hombre: el dominio del pensamiento es una suerte de neo-formacién con la cual no tenemos ‘costumbre de vivir. La imagen dada por Freud de una lucha entre los procesos fragiles de la vida y la naturaleza inorgénica y estatica deberia, en realidad, ser traspuesta en una batalla obstinada entre el mundo del espiritu y el antiguo mundo fisico que lo rodea. El esfuerzo psiquico de expan- sion y desarrollo, y la lucha por la poscsién psi- quica de su propio cuerpo se enfrentan constan- temente con las fuerzas que restringen el esfuer- zo, comprendide en eli el deslizamiento hacia ia muerte psiquica. Todo contenido 0 funcién pst quica que, de un modo u otro, no realice sus fun clones de ligazén de la libido cadtica y no ligada, es rechazado y aniquilado, obliterado y desinves- tido. La situacién es la misma que aquella en que tun bebé destruye la imagen de la madre cuando festa imagen no provee ya seguridad contra el su- frimiento que causa su ausencia. Winnicott lla mé a esto wet blanketing (Winnicott. 1974). Bs- tos procesos de desinvestimiento pueden ir muy lejos en la pstcosis. En lugar de vivir los conten! dos psiquicos, el psicético vive a veces en un es tado de excitacion difusa, esta psiquicamente ca si muerto, Sin embargo. las representaciones de 62 la pulston de muerte pueden, por otra parte, po- ner coto a una inestabilidad energética de Eros, Bilas construyen las estructuras de a vida y aumentan a mantobrabilidad de la libido. Eros y la pulsion de muerte forman en conjunto un sis- tema binarlo particular donde el no no existe Jo. ms, y no puede existi, sin el otro. Juntos, pue- den crear una infinidad de formas de vide y de muerte. Bibliografia Apel, K. 0, (1968), sfermeneutik, Ideologienkritik: Ent- | ‘wurf einer Wissenschafslehre in erkenntnisantropo- logischer Sich, alan and World, 1, pags. 37-63. Fischer. C., Kahn, E. y Davis D. M. (1973), +A psycho: physiological study of nightmares and night terrors, Neve, aad Mental Disease, 187, pigs. 75-98, | Freud, S. 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(1976), Psykoanaly- ‘sens videnskapteori, Kobenhavn: Munksgaard. Ricoeur, P. (1970), Le conflit des interprétations, Pa ris: Seuil, 1969. Winnicott, D. (1974), Playing and reality, Harmond- ‘worth: Penguin Books. 64 Pulsién de muerte, narcisismo negativo, funcién desobjetalizante André Green I. La discusi6n del concepto de pulsién de muer- te hoy deke tomar como eje dos érdenes de refle- xin: 1. La interpretacion retrospectiva de lo que Freud queria designar y significar por medio de este concepto tardiamente introducido en su teo- ria, Esta interpretacion requiere que distingamos tres aspectos en juego, cuyas relaciones es nece- sario entrelazar: a. La ensefianza progresiva de la experiencia cli- nica que ha traido consigo una reevaluacion de Jos mecanismos de base que se suponen en el fun- damento de la psicopatologia. b. La reflexién sobre Jos fenémenos cuiturales presentes y pasados, y sobre ciertos factores que influyen en su determinismo, a distancia de los hechos observables, por un lado; por cl otro, la especulacién metacientifica sobre los fendmenos naturales que constituyen el objeto de la biologia. c. La articulacién de hipotesis surgidas de los dos aspectos precedentes; ella conduce a la inser- cién del concepto de pulsin de muerte en el se- ‘no de un modelo tedrico llamado del aparato psi - quico de la segunda topica, cuya creacion sigue de cerca a Ja tiltima teorfa de las pulsiones. Es en este ultimo nivel donde se plantea la cuestion del lugar de la funcion y de la economia de Ia pul sién de muerte en el seno del aparato psiquico, es decir, de su valor heurfstico en la tentativa de representacion tedrica del funcionamiento psi- quico. 2. La interpretacion actual de lo que Freud de- signa y significa con pulsion de muerte, lo que leva a plantear el problema de su conservacién ‘ode su rempiazo. Ella depende de datos mitltiples: a. La modificacion, por la experiencia psico: analitica, de la configuracién del campo clinico que sirvid de soporte a las elaboraciones teoricas, de Freud. La imagen de conjunto que se despren- de de la practica actual obliga a tomar en consi- deracién el peso de factores que forman parte del narcisismo y de la destructividad funto con lo que corresponde a las fijaciones de la libido de objeto. b. El estallido de la unidad del campo tedrico pos-reudiano por diversas reformulaciones de la teoria, muchas de las cuales no se presentan co- mo simples complementos de la obra de Freud, 0 desarrollos de tal o cual aspecto de su pensa- milento, sino que constituyen de hecho verdade- ras alternativas teéricas. Por lo que concierne a la pulsion de muerte, sehalemos que ninguno de los sistemas tedricos pos-freudianos hace suya la letra de la teoria freudiana, Esto vale también pa- ral sistema kleiniano, que adopta abiertamente la hipétesis de su existencia, Sabemos, por otra. parte, que si ¢l papel de Ia agresividad es consi- derado fundamental en muchos de estos sistemas, el marco teérico en el cual esta es conceptualiza- da no es el de Freud. 66 c. La concepeién del modelo tedrico general de la actividad psiquica, o sea. el aparato psiquico segtin Freud. En cuanto a esto, ya no existe una: nimidad, Para limitarnos a lo esencial, digamos que la aprehensién actual de lo que deberia ser tun models tal tiende a hacer jugar al objeto, en su doble estatuto externo ¢ interno, un papel cons: titutiyo de este funcionamiento. Por otra parte, la teoria del yo ve nacer conceptos complemen: tarios como el sfnismo, el sujeto, el yo (Jel, et- cétera, d. La eliminacion de la discusién de una de las fuentes de: pensamiento freudiano, La reflexién sobre los fenomenos culturales y la especulacién metabiologica no entran ya en cuenta en el deba te, por razanes complejas. Una de estas tal vez sea la contradiccién enitre lo que va en el sentido de la hipotests de Freud en el plano cultural don- de el desarrollo de los medios de destruccién es cada vez mas inquietante {accion de los hombres hacia la neturaleza y en su relacién entre ellos) y lo que hesta el presente debilita esta hipétesis ‘en las eiensias biolégicas, que no le ofrecen nin- gin soporte material. IL. Cualesquiera que sean las divergencias so- bre la interpretacién de los hechos clinicas y las teorias pos:uladas para explicarlos, todos los psi- __coanalistas se reconocen en el postulade funda- mental del zonflicto psiquico. Los desacuerdos so- lamente aparecen cuando se trata de precisar la naturaleza de los elementos en conflicto, las modalidades de este y las consecuencias que de _ él se desprenden. Hemos llegado a una situacién en Ja cual ya no se puede decir que haya un con- 67 senso establecido sobre la hipétesis de un conflic- to originario que oponga dos grandes tipos de pul siones —como expresién de las potencias psfqut- cas primitivas y matriciales—. En efecto, uno de los argumentos aducidos con mas frecuencia por los adversarios de la puision de muerte consiste en sostener que no est claro cémo encuadrar las caracteristicas descritas para la pulsién sexual st se las aplica a las pulsiones de muerte (fuente, em- puje, meta, objeto). Mas radicalmente la bibliogra: fia psicoanalitica actual contiene muchas tomas de posicién, sea contra la idea de que las pulsio- nes representan el elemento mas basal del psi- guismo, sea al extremo de sostener Ja inadecua- cién y la inutilidad del concepto de pulsién. Lo ‘que la mayoria de estos criticos no consideran es que la tesis del conflicto pulsional fundamental responde en Freud a una exigencia: dar razén del hecho de que el conflicto es repetible, desplaza- bie, trasponible y que su permanencia resiste @ todas las trasfnrmaciones del aparato psiquico (conflictos intersistémicos, o intrasistémicos, 0 en- tre libido narcisista y objetal, o entre instancias y realidad exterior, etc.). Es esta comprobacion Ta que obliga a Freud a postular teoricamente un conflicto original, fundamental y primero, que po- ne en Juego las formas mds primitivas de la acti- vided psiquica: ella explica su inflexibilidad en ‘cuanto al dualismo pulsional. La audacia tedrica de la hipétesis freudiana de la pulsion de muerte ha conducido a los analistas a discusiones apasionadas sobre esta cuestion y hha desviado la atencién de ellos del hecho de que Freud no la opone ya a las pulsiones sexuales si- no alas pulsiones de vida que él llamaré en ade- 68 lante Bros c pulsiones de amor (Esquema del psi- coandlisis), Este ligero deslizamiento semantico conduce a Freud a hablar ya no de pulsiones se- xuales sino de funcion sexual como medio de co- nocer a Bros, can el cual ella no se confunde. En cambio, Freud admite que no poseemos indicios andlogos a lo que representa la libido para la fun- cfén sexual que nos permitieran conocer la pul- sion de muerte de manera tan directa. Ill Dado que la pulsi6n no nos es cognoscible mas que por sus representantes psiquicos, que no confundimss ahora con los representantes-re- presentacion, extraemos la conchisién, a titulo de hipétesis, de que la funcién sexual —y su ma- nifestacin, la Ilbido— es la representante del Eros, de las pulsiones de vida o de las pulsiones de amor, a condicion de comprender que esta fun- cién de representante no posce todas las propie- dades de Bros, lo que, entre paréntesis, plantea muchos problemas clinicos y metapsicolégicos so- bre las relaciones entre Eros y sexualidad, Lacuest.on verdadera consiste en tratar de dar una respuesta al enigma que Freud dejé abierto: gcual scrie Ja funcién que podria jugar el papel ‘correspondiente de representante de la pulsién de muerte si tenemos en cuenta que para él a auto- destruccién constituye sti expresién fundamen- tal mientras que la hetero-destruccidn no es sino una tentativa de aliviar la tensién interna, punto de vista discutido por numerosas teorias pos- freudianas? En lo que a mi coneierne, adhiero ple- namente a la hipotesis de que la funcién auto- destructiva desempefia para la pulsion de muer- te un papel que corresponde al de Ja funcisn se- xual para ¢l Eros. Sin embargo, a diferencia de Freud, no creo que se deba defender la idea de que esta funcion auto-destructiva se exprese de manera primitiva, espontanea o automatica. La dificultad, en lo que concierne a Ia pulsion de muerte, proviene entonces de que no podemos atribuirle con la misma precision una funcién que corresponda a la que cumple la sexualidad con relacién a Jas pulsiones de vida (0 de amor). Lo mas seguro que sabemos acerca de esto es su Po- sible aleacion con Jas pulsiones sexuales en el sa- domasoquismo. Pero tenemos también el vivo sentimiento de que existen formas de destruccién que no suponen este modo de intrineacion de las dos pulsiones. Ocurre asi de manera evidente pa- ra las formas graves de depresion que conducen al suicidio y para las psicosis que revelan una de sintegracién del yo. Sin ir hasta estas formas pa: tologicas extremas, la clinica psicoanalitica con- tempordnea no tiene ninguna dificultad en regis- trar formas de destructividad no intrincadas. mas ‘0 menos aparentes en las neurosis graves y las neurosis de caracter, las estructuras narcisistas, los casos fronterizos, etc. Es necesario observar ‘que en todas estas configuraciones clinicas el me- canismo dominante a menudo invocado es el due- 10 insuperable y las reacciones defensivas que sus: cita, Por tiltimo, en la serie de los afectos peno- 508 comprobados en el campo psicopatolégico en cuestién, al lado de las formas conocidas de an- gustia registramos angustias catastréficas o im- pensables, miedos de aniquilacién o de hundl- miento, sentimientos de futilidad, de desvitaliza- cién 0 de muerte psiquica, sensaciones de prect picio, de agujero sin fondo. de abismo, Podemos 70 con derecho interrogarnos para saber si estas ma- nifestaciones en su conjunto no scrian referibles, en parte o en totalidad, a lo que Freud designaba como masoquismo originarlo, primario, cuya lo- calizacién era para él endopsiquica, previa a to- da exterforizacién. Sin embargo es verdad que ningtin argumento clinico constituye una prue- ba en favo: de la pulsién de muerte porque todo cuadro clinico es susceptible de interpretaciones diversas y no podria ser una expresion directa del funcionamiento pulsional. El problema, a partir de la expesiencia clinica, sigue siendo tedrico. ¥ en esto estoy de acuerdo con J. Laplanche. IV. La hipétesis que quisiera formular implica dos presuposiciones: 1. Es imposible decir algo acerea de la pulsion de muerte sin referirse al otro término det par que forma con la pulsién de vida, en un enlace con- ceptual indisociable. Esto tiene por corolario que para hacemos una idea mas precisa de la pulston de muerte estemos obligados a ir mas lejos en la teoria que Freud nos ofrece de las pulsiones de vida o de amor. 2. Si no perdemos de vista que la teorta de las pulsiones pertenece al orden de los coneeptos y en consecuencia nunca ¢s totalmente demostra- ble por la experiencia, estos conceptos tienen por fin esclarecer la experiencia y no podrian ser di- sociados de ella, Esto nos conduce a afirmar que Incluso si se plantean las pulsiones como entida- des primeras, fundamentales, es decir, origina- rias, hay sin embargo que admitir que ef objeto n es el revelador de las pulsiones, Bl no las crea —¥ se podria sin duda decir que es creado por ellas al menos en parte— pero es la condicién de stt advenimiento a ia existencia. Y por esta existen- cia el mismo sera creado aun estando ya alll. Tal ts la explicacion de la idea de Winnicott det encontrar-creado. En funcion de estos dos comentarios, hay que tener presente la idea de Freud de ue los gran. des mecanismos descritos por él como caracteris- tieos de la pulsién de vida y de la pulstén de muer- te son la ligaz6n y Ia desligazdn. Usta idea es Jus- ta pero insuficiente. La pulsion de vida puede muy bien admitir en ella la coexistencia de estos dos mecanismos de ligazén y de desligazén, de la mis- na manera como puede absorber en si una parte de la pulsion de muerte a la que trasformara en consecuencia. Las manifestaciones que de ello re- sultan no son ya interpretables en el registro pro- pio de la pulsion de muerte, Por el contrario, la pulsion de muerte implica la desligazén nica: Frente. gFaltara precisar todavia la desligazin de que? Proponemos la hipétesis de que la perspectiva esencial de las pulsiones de vida es asegurar una fancion objetalizante. Esto no significa solo que fu papel es crear una relacién al objeto (interno externo}, sino que ella se revela capaz de tras- Tormar estructuras en objeto, incluso cuando el bjeto no est directamente en cuestién. Dicho de Giro modo, la funcién objetalizante no se limita $ las trasformaciones del objeto, pero puede bax er advenir al rango de objeto Io que no posee nin- guna de las cualidades, de las propiedades y de fos atributos del objeto, a condicién de que una 72 sola caracteristica se mantenga en el trabajo pst- quico realizado: el investimiento significativo. De allf las paradojas aparentes de la teoria clasica, en que el yo puede él mismo devenir objeto (del ello), o de lo que permite en clertas teorias con- tempordneas hablar de objetos-si mismo (self ob- 4Jects), Este proceso de objetalizacién no se conti- nna a trasformaciones que recaigan sobre forma- clones tan organizadas como el yo, sino que puede concernir a modos de actividad psiquica, de ma- nera que, en el limite, el investimiento mismo sea objetalizado. Bsto lleva entonces a distinguir el objeto de ‘a function objetalizante, donde por su- puesto la igazén, acoplada o no a la desligazén, entra en juego. Esto justifica la ateneién acorda- daa las teorias de la Felacion de objeto, cuyo error es sin embargo no haber percibido claramente la funcion objetalizante por haberse dedicado dema- siado al o3jeto stricto sensu. Esto explica que la funcién sexual y su indicio la libido sean el me- dio de conocer a Eros, porque ella es ineoncebl- ble si no incluye al objeto; y da razén, ademés, de la teoria clasica del narcisismo, que debe sin embargo ser completada. Del lado opuesto, la perspectiva de la pulsion de muerte es cumplir en todo lo que sea posible una funcién desobjetalizante por la desligazén. Bata cualificacion permite comprender que no es solamente la relacion con cl objeto la que se ve atacada, sino también todas las sustituctones de ester el yo, por ejemplo, y ef hecho mismo del in- -vestimiento en tanto que ha sufrido el proceso de _ objetalizaci6n. La mayor parte del tiempo, asist- mos, en efecto, s6lo al funcionamiento concurren- te de act vidades en relacién con los dos grupos 73 de pulsiones. Pero la manifestacién propia de la destructividad de la pulsién de muerte es el de- sinvestimiento. ‘A-este respecto, las manifestaciones destructi- vvas de la psicosis estn mucho menos ligadas con la identificacién proyectiva que con lo que la acompana o la sucede, ¢l empobrecimiento del yo Mbrado al desinvestimiento. Pese al aporte consi- erable de la ideas de Melanie Klein a la compren- sion de la psicosis, ella renegé un poco de si mis- ma olvidando que la fase esquizo-paranoide era sesquizor no en el sentido en que el término se referia al clivaje (la vesquizis») en bueno y malo, sino en el sentido en que este oponia el invest miento paranoide al desinvestimiento esquizoide. Se puede evocar al respecto una de las paradojas mas perturbadoras de la experiencia psicoanali- tica, a saber, que la funcién desobjetalizante. le- jos de confundirse con el duelo, es el procedimien- to mas radical para oponerse al trabajo de due- Jo que esta en el centro de los procesos de tras- formacion caracteristicos de la funcién objetali- zante.* Desde mi punto de vista es de esta manera co- mo se explica légicamente en la teoria freudiana el paso de la oposicion libido de objeto-libido nar. cisista a la ditima teoria de las pulsiones: Eros y pulsiones de destruccién, Lo que me ha conduct doa sostener la hipétesis de un narcisismo nega- tivo como aspiracién al nivel cero, expresién de una funcién desobjetalizante que no se contenta ria con dirigirse sobre los objetos o sus sustitutes pone la fjacton fuerte + Freud, apropésito dela melanes! {orall al investimiento debil del objeto (Duelo y melancolia) 14 sino que Ic haria sobre el proceso objetalizante como tal. El punto central concerniente a la funcién ob- Jetalizante es que su teoria debe tener en cuenta, tuna contradiccién que le es inherente, a saber, que el papel.del objeto primario es en ella decisi- vo y que hay siempre mas de un objeto. Sin que por eso sea licito pensar que al segundo objeto (el padre en el complejo edipico) quepa atribuirle un Papel secundario en cualquiera de los sentidos de este térmiro. Ni tampoco que se lo pueda consi- derar como una reflexion proyectada del objeto primario. Estas observaciones no son exteriores al tema en discusién en la medida en que busca- ‘mos cercar las manifestaciones primarias de la puisién de muerte y su lazo con el objeto (prima- Tio). Se deberia tomar conciencia, al respecto, de que la madre suficientemente buena (Winnicott) contiene implicitamente a la madre suficiente- mente mala para salir de la impasse idealizacion- persecuciéa y promover el duelo conservador de Ja funcién objetalizante. Las consecuencias téc- nicas de estas observaciones son importantes. La funcién desobjetalizante se ve dominante en otros cuaciros clinicos ademas de la melancolia, co- mo en el autismo infantil o en las formas no pa- ___Tanoides de psicosis cronica, en la anorexia men- _ tal y en diversas expresiones de la patologia so- miatica del lactante. Los trabajos de la escuela " psicosomética de Paris (P. Marty: pensamiento operatorio, depresion esencial, desublimacién re- gresiva, desorganizacion progresiva, patologia del preconciente} constituyen un aporte de gran va- Jor a la reflexi6n sobre la cuestién que nos ocupa. Corroboran, nos parece, la hipétesis del desinves- 75 | timiento y la tendencia desobjetalizante dela pul sin de muerte. Y. Los mecanismos de defensa contra la angus tia y los demas afectos penosos desorganizadores pueden ser también reinterpretados a Ia tuz de Jus reflexiones sobre el conflict entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Bs necesario, en testa perspectiva, hacer la distincion previa entre idefensas primarias y defensas secundarias del yo. Las defensas primarias constituyen una catego" via de la cual la represion es el prototipo (Verdréng- ting). Esto se ha enriquccido posteriormente por eldescubrimiento de otros mecanismos andlogos tales como la desmentida correlativa del clivaje (Verleugnung), ta forclusion (Verwerfung) !a de- negacion (Verneinung), en tanto que las otras de~ fensas deben ser consideradas como secundarias para reforzar o culminar la tarea de estos meca nismos primordiales. Sin embargo, cuanto mas nos acercamos a 18 represion proplamente dicha mas la polarizacton ligazon-desligazén se acompafia de una religazon en el inconclente gracias a otros mecanismos (des plazamiento, condensacion, doble inversion. ete.) Mas nos alcjamos de la represién y mas compro- ‘pamos la puesta on juego de otros tipos de defer ca primarios (clivaje, forclusién) que la destigay gon tiende a imponer, limitando o impidiendo la religaz6n, Asi, para no mencionar sélo un caso ‘Abundantemente tratado en la bibliografia psico- aanalitica, el de la identificacién proyectiva, su fun- ‘ion parece ser reforzar la desmentida del clivaje Gue empuja a Ja desobjetalizacion, y esto pese a Ja aparente objetalizacion que intentan la proyec: 16 cin y ta fdentificacion con las partes proyecta- das. Por destructiva que sea su accion, es sobre todo en tan:o atague a los lazos (Bion, Lacan) co- mo se man‘fiesta su tendencia en tiltima instan- cla desobjevalizante. Bl éxito del desinvestimien- to desobjetalizante se manifiesta por la extincion de la actividad proyectiva que se traduce enton- ces sobre todo por el sentimiento de muerte pst quica (alucinacion negativa del yo) que precede fa veces de cerca a la amenaza de pérdida de la realidad externa e interna. Un paralelismo inte- resante se 2a sefialado entre la forclusion —el re- ‘chazo radical, que se supone en la base de las estructuras psicéticas, y un mecanismo corres: pondiente, que por via de hipatesis se situaria en €l fundamento de las desorganizaciones somati- cas graves (P. Marty) y que se traduciria en per- turbaciones del funcionamiento mental, carac- terizado por la pobreza de las actividades pst- quicas 0 la carencla de su investimiento. Nos referimos aqui, desde luego. a funcionamientos asinl6ticus que dan menos testimonto del eum- plimiento del proyecto que de su orientacion ha- cia el logro de su meta tiltima: el desinvestimien- to desobjetalizante. ‘La denegacién, que se expresa a través del len- guaje, ocupa sin duda un lugar particular en esta categoria, en tanto parece recubrir al conjunto del campo ocupado por cada uno de los otros térmi- nos. Por 250 participa tanto del par ligaz6n- - sion de muerte y la agresividad primaria. La i tervencidn del doctor Clifford Yorke ha mostrado bien que esta no era la opinion de todos. Tal vez _ tengamnos ocasién de volver sobre esta cuestién en el curso del debate. _ Un segundo punto de acuerdo me parece ser la wusencia de referencia directa al modelo bioldgi- co. Hay que precisar claramente lo que entende- ‘mos for tal. Como André Green lo ha destacado icn, 20 se trata de decir que el modelo de la pul- (én de muerte no tenga origen biologico o que Pe elargumento utilizado por Freud, que consiste en ‘servirse de un modelo biologico para justificar la teoria de la pulsién de muerte, no constituye un argumento necesario, Plantearé ahora una pre- gunta a los cuatro ponentes. Sin duda, todos in dicaron que la pulsién de muerte estaba ligada ala compulsion de repeticion. Pero si se compa- ta la insistencia puesta por Freud en Ia compul- ‘sion de repeticién y la referencia que a ella han hecho los cuatro informes, no puede sino asom- prarnos la diferencia, Quisiera entonces pregun- tarles si ustedes consideran, dentro de las concep- cjones distintas que sostienen, que la compulsion de repeticion desempeaa siempre un papel fan- damental. ‘Una segunda pregunta se dirige también a los, cuatro ponentes. Tuve el sentimfento de que la nocién de ligazén y de desligazon no tenfa sier- pre ia misma significacién. Esta bien claro para todos que la oposicion entre energia ligada y flo- tante no ¢s idéntica a la que existe entre repre- sentacion clivada u organizada? (Quisiera ahora mostrar y citar, tal vez exagera- damente, los puntos en desacuerdo. Retendré cu: tro de ellos. Bl primero concierne a la nocion de retorno & Io inanimado, a lo organico. Este retorno es des: crito por Hanna Segal como un dolor, un sufti- miento psiquico. En Eero Rechardt se trata por fe] contrario de la inspiracion al Nirvana, a la ausencia de sufrimiento. Jean Laplanche y Bero Rechardt se refieren muy directamente a los procesos de ligaz6n y de desligazon. Solo que percibimos que ellos no atric puyen el mismo papel al instinto de muerte por 104 relacién a estos procesos. 2£s exacto? Y sles asi, gpodrian explicarnos por qué? El tercer debate que podriamos introducir con- clerne a la no¢ién de desinvestimiento. Encontra- mos en Hasina Segal asi como en André Green. el acento puesto sobre el desinvestimiento de las representaciones como obra del instinto de muer- te, Pero compruebo una diferencia. En Hanna Se- gal, c-eo ver que ese desinvestimiento es, é1 mis- ‘mo, un objeto de representacién. Hay un fantas~ ma de desinvestimiento que expresa un ataque contra el deseo. gSe podria decir lo mismo en An. dré Green? No lo creo. Y finalmente, mi tltima observacién se referi- réal acuerdo aparente entre los dos conferencis- tas de lengua francesa. He oido frecuentemente a André Green decir que estaba de acuerdo con Jean Laplanche. Pero, en definitiva, me parece ‘que ¢l busca poner de relieve que la pulsion de muerte es una santipulsin» en tanto que Laplan- che gostiene que la pulsién de muerte es la pul- sign en sf misma. Si queremos una discusion fruc- tifere, mejor seria ver exactamente en qué estén ellos de acuerdo y en qué no lo estan. Es seguro que no dejaremos esta reunién con la idea de que tenemos en definitiva una buena teoria sobre la pulsion de muerte. Pero si la dejamos entendien- do mejor por qué no tenemos esa teoria y por qué existen puntos de vista tan diferentes, pienso que sera muy util, Por eso les sugiero volver sobre e5- tas diferencias y tratar de explicarlas. HANVASEGAL Antes de pasar a las importantes ‘cuestiones planteadas por Daniel Widldcher, qui siera volver sobre las que se desprenden de la co- 105 municacion de André Green. Me temo gue comen- yore por manifestar un acuerdo, pero terminaré inmediatamente cn un desacuerdo. . . Mi acuer- do reside en que me gusta cnormemente [a ma wnera con la cual él ha articulado pulston de vida y de muerte con las funciones objetalizantes y des” bjetalizantes. Aprecio este punto porque con: Guerda con mi propia tesis que es, creo, diferente Ge las de ustedes y sin duda también dela de Her- bert Rosenfeld. Considero que el narcisismo pri- mario es totalmente la expresion de la pulsion de muerte, Debido a ello, no bay nareisismo Hid al mas que en el narcisismo secundarlo, Todo nareisismo es una expresion de Ta pulsion de Inuerte, esencialmiente en Ja medida en que ¢s desobjetalizante. Un amor de sf intenso no ¢5 10 pismo que el narcisismo; el amor de si es bi queda de vida e incluso de una vida en Ja muer- tb. Creo que utilizo el término nareisismo de ma- nora muy diferente de los franceses en Ja medida ‘on que ellos consideran, me parece, este término cr tnies Ins acepciones de Freud (Wbido narelsis- ta, etc.) en tanto que yo considero, por mi parte, que el nareisismo en su conjunto esté fundado en la pulsién de muerte, Mi segunda observacién coneierne a la diferen- cia fandamental que veo entre el clivaje y la de- presion. En la depreston, observamos un retorno racia un proceso de ligazén, pero segin un Mo do particular: cl simbolismo. Por la depresién ¥ por la funcién simbolica, justamente, nos aparta- reas de Ta psicosis para entrar en ja neurosis, La ‘Guumologia griega de simbolo significa yuuntar com, es decir, sligar. ‘Consideremos ahora el problema de la espect- 106 lacién biolégica. Quiero volver sobre esta cuestion porque he dicho que Freud se sirvi6 de ella de ma- AC nera defensiva. Queria significar que habia algo defensivo en Ia medida en que no tenemos nin- guna necesidad de tomar demasiado en serio a especulacion biolégica. No quise afirmar que se debiera negar todo funtiamento biologico 0 soma- tico. Bs tal vez interesante hacer notar que mis pacientes Ay B, B en particular, estaban stem: pre enfermos fisicamente. La pulsion de muerte erasilenciosa hasta que llegamos al momento que describi, En cuanto a mi paciente C, vino a anali- sig for un sintoma somatico. Mi paciente A esta- a enferma desde el punto de vista psicosomati- co cuando era hipocondriaca. Sélo mi paciente D no Legé con trastornos fisicos sino que presenta: a una crisis de naturaleza psicotica. Sin embar- go habia sido asmatico durante su Infancia. No he querido en modo alguno, por otra parte, despreciar la teoria. No hay observacion clinica sin ieorfa, Del mismo modo, no hay teorfa sin fun- damento en observaciones. Si pongo él acento en la refeiencia clinica co porque la teoria, para ser valida, debe ser cohrerente con los otros datos teé- Hess dentro del mismo campo y debe ser atil pa- ra explicar hechos que no serfan explicables de otro modo. En psicoandlisis, los hechos son he- ches clinicos. Quisiera ahora volver sobre dos ob- servaciones que han sido hechas por el doctor Folch y sobre un punto que se desprende de la aiscusi6n entre el doctor Folch y el doctor Green. El doctor Folch ha hecho notar que incluso los hnifios autistas podian simbolizar la pulstén de "muerte en si mismos, si se puede decir. Pienso que en ese caso la simbolizacion proviene del po- 107 co de pulsién de vida que existe atin en ellos, de tuna necesidad de comer, de una tendencia a ¢o- municar. Si la pulsion de muerte fuera absoluta- mente predominante, los nifios serian muertos y no autistas. La segunda observacién es la que con- cierne a la identifieacién proyectiva, zDebemes considerarla como una expresion de la pulsién de muerte 0 como una defensa contra la reconstruc cién? Pienso que ello depende de la forma de iden- tifieacién proyectiva. En algunos casos constitu ye un movimiento dirigido contra la pulsion de muerte, que se ejerce en el interior de si. Pero es necesario al mismo tlempo considerar la influen- cia del lazo. Si persiste un Jazo con la parte pro- yectada, entonces la experiencia es mucho me- nos devastadora porque se puede siempre utill- zar su fancion de proteccion. Pero sila identifica: cion proyectiva tiende a una disolueion de todo lazo, entonces ella esté mucho mas dominada por la pulsion de muerte. ANDRE GREEN A proposito de 10 que acaba de decir Hanna Segal, diré mi acuerdo cast total so: bre todos los puntos que ella ha planteado. Des- de 1966, me he pronunciado sobre la tesis del nar- cisismo primario en sus relaciones con la pulsion de muerte, A este respecto, en la bibliografia exis- te una confusién. Freud habla del narcisismo pri- ‘mario como unifleacién de pulstones autoeréticas. El afirma: es necesario un paso mas para pasar del autoerotismo al narcisismo primario. Ese pa- 50 es relativo a la unificacién de la imagen del cuerpo, Pero, en otros lugares, él habla del nare!- sismo primario absoluto. Esta figura es para mi la imagen misma del desinvestimiento; yo la ligo 108 a la pulsién de muerte. Sobre lo que dijo Hanna Segal « propésito de 1a diferencia entre el split- ing y la represién, estoy totalmente de acuerdo, En Io cue concierne al problema de la biologia, estoy también de acuerdo con ella. Yo preveta to- talmen:e que nos dijera que sus pacientes presen- taban sea accidentes somaticos, sea aceldentes psicéticos. Una vez mas no puedo sino lamentar la ausencia de Pierre Marty. cuyas contribucio- xnes me parecen totalmente esenciales. Rosenfeld retomé un ejemplo clinico que habia presentado en el curso de una exposicion en Paris. El habia. abordado el problema de pacientes que indicaban la existencia «de islotes psicosomaticos». Su con- ferencia versaba sobre a relacién de la psicoso- matica con la psicosis. Lo cual implica un punto de vista muy diferente del de Marty. Ha lugar a controversia, Creo que en lo que concierne a Ja biologia, deberiamos ser un poco mas moderades. Voy a esumir incluso el riesgo —es una convic- cién pe:sonal— de decirles que pienso totalmen- te come Freud, y apuesto a que en los préximos veinticinco afos se descubriran mecanismos bio- logicos que podran ayudarnos a elaborar mejor psicoanaliticamente el concepto de pulsion de muerte, sin provocar la confusién entre modelos biolégicos y modelos psicoanaliticos. Este ultimo punto concierne a la teoria. Quiste- ya decir una cosa en Jo que concierne a la teoria, Bl mas grande te6rico, hay que saberlo, es el ni- fo, porque el nino vive de teorias. Beto quiere de- cir que, para construir su mundo, esta obligado - @ pensarlo de una u otra manera, y lo que Freud “llama Ja realizacién alucinatoria del deseo es la steoriax del pecho inventada por el nino. Winni- 109 cott afirmaba que el nifio creaba a la madre, la realidad, etc., pero a partir de algo que estaba ya alli y sin lo cual él no podria crear nada. Freud habla de las teorias sexuales en el nifo. En mi opinion, hay razones para lamar a esto steorias+ sexual, 1] nifo no puede vivir in teorizar. Jean Laplanche ha recordado que Freud se refirié al poeta y al filsofo, El nifio es, 1o sabemos, poeta y fil6sofo: es entonces el primero de los tedricos. Todo el problema es que el curso de la vida con- siste en cambiar de teoria, es decir, en encontrar teorias mejores, mas satisfactorias. ‘a, gpor qué no emplea JBAN LAPLANCHE Hanna. gpor qué Usted el término «dceatexis»? Es interesante por el hecho de que André acaba de utilizarlo. Hs En mi trabajo, nunca encuentro ocasién de utilizar esos conceptos energéticos (satexis, de- catexis, contracatexiss) cuando pienso en algo que les es cercano, por ejemplo el reliro de amor que se podria llamar decatexis, Hablo de mi trabajo practico y no de mi trabajo teérico. Yo stearizo: muy raramente, sélo cuando alguien me persigue para escribir un articulo. Una voz Usted ha escrito. ‘AG Usted ha escrito: sLa otra es la tendencia a aniquilar, Ja necesidad de aniquilar el i-mismo que pereibe y experimenta, asi como todo To que percibido, Es exactamente lo que yo queria dec! HS Exactamente, salvo el hecho de que la pala- ‘bra no proviene de la fisica, Encuentro mas sen 110 | | tido en hablar asf que en hablar de investimiento (catexis) y de desinvestimiento (decatexis). AG Quisiera agregar que investimiento no es un término que sea tnicamente comprensible en tér- minos econémicos, cs también un término topo- grafico. Investimfento quiere decir «ocupacién de un territorios. Creo que J. Laplanche estara de acuerdo 2n esto. Por consiguiente, se trata de sa- ber qué es del espacio psiquico cuando el investi miento se retira. En clertos casos hay reinvest miento, en tanto que en otros casos se instala un vacio mental. HS Quisiera aclarar un punto porque concierne alo que Daniel Widlocher ha sefalado como una Giferencia entre el doctor Rechardt y yo. Ade- mis se relaciona con el término decatexis y esta ligado coa el par odio al otro-odio a si-mismo. Se podria hablar alli de un desinvestimiento, De he- cho estos pracesos son muy violentos. Hay alli un Punto de desacuerdo con el doctor Rechardt res- ecto del Nirvana. No creo en el Nirvana porque. desde nuestro nacimiento, suprimir la vida im. plica algo més violento. Comprobamos una gran similitud con los toxicémanos. En apariencia ellos buscan el Nirvana pero en Io que en realidad se ven comprometidos es en un proceso extremada- mente auto-destructivo. Tengo la impresién de que esta idea de Nirvana connota una renegacién, una idealizacién, Pero no ser no es idéntico al Nir Yana, es mucho més mortifero, DW Parere entonces claro que tenemos alli. dos ‘puntos de vista bien distintos. Por un lado el ins- tinto de muerte como violencia, por el otro el re- cién inmediata. Este debate, necesariamente ré- torno al Nirvana. gPodemos verdaderamente po- ido, esta dedicado a cuatro intervenciones den- ner juntos estos dos movimientos? Hay alli una : sas. En efecto, su propésito debe ser sobre todo: Ambigtiedad que vemos ya en Freud. Quisiera pre- | marcar claramente las diferencias, més que dar fguntar a André Green si, para él también, s¢ tra | __Taimpresion de una convergeneia artificial, Hace ta de una ambigiedad. ___ wa momento, Daniel Widlécher nos decia que no | seria asombroso si un participante abandonara el hg Guisiera retomar el ejemplo clinico dado por —_—_—cologuiodiclendo que en definitiva no veia a ne- Ae oe Guang el analista dice asu paciente, _—_—cestdad de admitir la pusin de muerte. Ocurre accraito del silencio que eigue alelato desu que muchos leetoes, despus de haber tomado neon elcurso dees ——-—=«comnocimiento de Vida y muerte en psicoandlisis, Sueno, que para él es claro 4 caeeaion ella no va poder entrar en contacto con me dicen que yo no admito la pulsién de muerte, y. en efecto, en cierto modo, debo reconocer que Ly que ella quiere permanecer sola, retusando el trabajo analitico, y cuando a la sesién siguien- formulo la teoria de las pulsiones de una manera te la paciente entra en un estado de rabia, no €s nueva y en términos que podrian prescindir del posible para mi decidir si l silencio era una de, de muerte, Fensa contra la rabia o si esta tiltima resulta del hecho de que ella se siente forzada por el analista a entrar en relacién con el objeto. DW Quisiera subrayar lo que acaba de decir J, Laplanche. Pienso que tiene absoluta razén. Me | parece que en el fondo él no cree en la pulsion “| > de muerts, Quisiera a este respecto interrogar también al doctor Rechardt. Me pregunto st él en efecto cree en la pulsién de muerte. Hanna Se- gal le dijo hace un momento que ella no crefa en el Nirvana y que el movimiento hacia lo no- organieo es un proceso violento, muy diferen- te del relono hacia aquello que lo inanimado puede tener de apaciguante. Entonces planteo a pregunta al doctor Rechardt: el retorno al Bp Nirvana puede ser todavia Tamado pulalon de 1H. ROSENFELD (desde Ja sala) Quisiera aportar ta comentario a proposito de su, pacionte y Fe- jeer algunas notas al respecto. Algunas semanas después de este episodio, la paciente me dijo que lla no habia dicho todo respecto del suefio. en particular no habia dicho que estaba completa- rrente inmovil y que se sentia como en el vientre mmaterno, Mi intervencion brutal Ja hizo salir de cate estado ¥ sumergirse en el estado de rable Eleilencio no era entonces una defensa contra 1a rabia, esta altima resultaba, se podria decir, del sentimiento de ser forzada a nacer. ERRO RECHARDT Para comenzar, diré que no creo en nada. Para mi el concepto de pulsién de ‘JL. Noes facil intervenir en una discusion de cin muerte es un instrumento. Se trata de saber to, teniendo ademés la necesidad de una traduc- 312 113 sies itil o no, No me gusta mucho el término de instinto de muerte ni el de pulsién de muerte. He intentado encontrar algunos mejores pero no lo he logrado. Prefiero finalmente hablar de «Tana- tos» porque es un término mucho menos concre- to. Bs clerto, desde que utilizo ese concepto ten- go la impresion de haber llegado a ser mejor ana- lista. Lo he encontrado muy util en mi trabajo clinico y debo decir que gracias a ese concepto puedo utilizar el trabajo de los autores Kleinianos cuyo punto de vista me cra totalmente incom- prensible antes. En lo que concierne al principio de Nirvana, no pienso que se trate de un estado que se pueda de- finir y que exista en algtin lado. Como decirlo? Es més una tendencia a huir de un estado para alcanzar el nivel mas bajo posible. No se trata de alcanzar algo (el Nirvana). Es una tendencia y puede ser totalmente destructiva. Sus manifesta- ciones destructivas son muy importantes en el trabajo clinico. No es una teorfa muy pacifica. Es- tamos entonees mucho mas cercanos, Hanna Se- gal y yo. SL Me expuse voluntariamente hace un momen- to, al confesar lo que se podtia Hamar un punto débil, a saber, que yo no conservo en tanto tal, necesariamente, el término de pulsién de muer- te. Si lo conservo es para estar cerca de Freud y para mostrar que mi posicién es cercana a la de él, porque estoy convencido de que lo que yo in- tenté exponer se sittia en continuidad con el pen samiento de Freud. En ese sentido, reprocharia ‘a la primera parte de la intervencién de André Green no tener bastante en cuenta, en el pensa- 114 miento de Freud, las reelaboraciones que tmpli- can sus teorias sucesivas. AG Nome hagas ese reproche, estoy totalmen- te de acuerdo contigo. JL Bien, jestamos de acuerdo sobre los desacuer- dos! Lo que yo sostengo es que para comprender la cliniea y el conflicto pstquico, para compren- der también el descubrimiento progresivo en la teoria psicoanalitica de las implicaciones de esta clinica, es necesario tener una concepcién dua- lista, Pero este dualismo esta fundado en un mo: nismo de base. En otros términos, es necesario retener una concepelén que opone dos tipos de funcionamfento mental. y encontramos alli la opo- sicién entre sistema ligado y sistema no ligado. Para mi, la idea del funcionamiento mental liga- do es totalmente conforme a lo que André Green llama objetalizacion. En este punto, el acuerdo en- tre nosotros no es artificial. Se trata de marear la oposicion entre «objetalizacions y wlesobjetali- zaciém». La gran diferencia, en mi opinion, es que no concibo una desobjetalizacion total hasta un punto c2r0. Un punto tal no puede ser considera- do sino de manera asintotica. Lo que opongo en- tonces a la objetalizacion y a la pulsién de objeto (donde verfa un sinénimo de la pulsién de vida) es lo que prefiero llamar pulston de indicio, es de- cir, el momento en que el objeto es reducido a un simple indicio de si mismo. El objeto deviene in- definidamente trasponible, es decir, desplazable sobre otros. Es el momento en el cual la muerte del objeto esta presente, donde el placer es bus- cado por si mismo y simplemente sobre un sig- 115 no, no ya sobre fa conservacion del objeto, £s en mi opinién To que Freud expresaba con ef termi: no de spulston sexual al comlenzo desu obra decia que ia pulsién sexual buseaba el placer y no el objeto, y que este tiltimo era secunt relacién a aquella. Un interviniente de la sala {Por qué entonces utiliza usted el término de instinto de muerte? Si Freud no lo hubiera utilizado, ,tendria usted ne- cesidad de é1 para su teoria? Yo no lo creo, pel tal vez un kleiniano daria otra respuesta. Otro interviniente Tengo la impresién de que un xleiniano necesita de una teoria del conicto, pe: ro no estoy seguro de que Rublera empleado ¢) coneepto de instinto de muerte st no fo hublese encontrado en Freud, Se sirve del término, pero yo no estoy seguro de que tenga necesidad det concepto. Es al: menos una opinién que propon: go. Estoy seguro sin embargo de que Hanna gal no estar de acuerdo. ufo Se podtia afirmar lo mismo del completo de Easy: Sia ewe ningun de noses mle Sosa eon proposts de las observa ro decir algo a prop : ner ce D, Wiener Abas gic dctr Be: recioado ou postioh et0 fede acuerdo on sn enbrgo, a idea de Muvans me hace pensar on algo een: ha- ba sung de smucte sin menona® anu te Bote ine parece exrafio Bl problema.que se wBlunueaconalte en saber de qué manera p fare estar en condiciones, 116 al final de nuestra vida, de eceptar la muerte con dignidad y sangre fria. Qué nos permite aceptar la muerte? gBs el principio de Nirvana o alguna otra cosa? Crea que lo que have a la muerte aceptable tiene una rela cién con ‘a integracién, es decir que deberiamos ‘ser capaces de aceptar en nosotros la existencia del instinto de muerte y el deseo de morir. Pero esto ademas se relaciona con la simbolizacién, Hay un hermoso trabajo de Lifton que muestra que la muerte debe tener un sentido. Uno de los problemas mas graves que plantea la muerte ato- mica es que ella no tiene ningtin sentido. Para te. er un sentido, es necesario que exista la posi lidad de una sobrevida simbélica. Me acuerdo de un hombre que tuve en analisis cuando él tenia setenta y cuatro afos. Poco tiempo antes de su muerte, once afios después, pudieron describir- me sus dltimos instantes. Eso no fue en absoluto sdesobjetalizantox; 1o que hizo primero fue pedir su muje> que le recordara exactamente dénde Se encontraban sus hijos y sns nietos, Aci ubica. ba sus objetos de sobrevida. A continuacién se durmid, luego se desperts, pidio un vaso de leche y muri dejandose hundir suavemente en él sue- fo. Ustedes ven que la aceptacién de la muerte no ¢s realmente desobjetalizante, Pasa por todas las pérdidas y los desprendimientos depresivos. Se pucde morir apaciguadamente a condicién de aceplar el instinto de muerte y de poder simboli- zar su sobrevida, sea en su trabajo, en la raza hu- mana 0 a cravés de los hijos. JL Quistera apuntar algo. Por supuesto, st Freud ho hubiera estado alli, no tendriamos los mismos. Pensamientos. Es cierto sin embargo que Freud 17 tenia una concepeién muy particular de lo que entendia al hablar de muerte, Por una parte, man- tuvo la idea de que la nocién de muerte no exis- tia en el inconciente, y creo que debemos ser cla- ros sobre este punto. No basta con decir que nues- tro yo conoce experiencias de aniquilamiento, 0 de peligro de aniquilamiento, para sostener en ra- 20n de ello que existe una idea de la muerte. Creo que una de las cosas que nos permite enfrentar la muerte es, precisamente, que no hay idea de muerte en el inconciente. Por otra parte, construt mos siempre una proyeccién narcisista de lo que ocurriria tanto después de la muerte individual como después de una destruccién colectiva, Creo ‘que en todo anilisis de casos de suicidio hay que tener en cuenta esa proyeccién narcisista. Esto no deja de tener relacién, pese a todo, con el pro- blema que ha sido evocado y que tiene un aspec- to tan diferente del modelo biolégico en Freud. Plenso que cuando se habla de modelo biolégico en Freud, hay que hablar en realidad de un doble modelo, un modelo biologico y un modelo fisicis- ta. La imagen que da Freud de la muerte, y en virtud de esto creo que se trata de una metafori- zacion, en modo alguno es la muerte del murien- te, enel sentido del projimo que vemos tristemen- te desaparecer, sino que ¢s una imagen fisicista como la de la materia inanimada, Y es en una cier~ ta relacion entre modelo fisicista y modelo biol6- gico de la pulsion donde se sittia el modelo freu- diano. Gracias a este doble modelo que estaba a su disposicién, en la época, él logré pensar la opo- ssici6n entre un funcionamiento de la pulsion no ligada (justamente segiin el modelo fisicista) y un funcionamiento homeostatico, que desarrollara 118 tia... gPor qué? Porque la experiencia psicoana- Poco @ poco con la nocién de yo. Lo que ha falta- do bastante hasta el presente en esta discusién es el uso del modelo topografico, estructural. S6- Jo por una utilizacion de la topica freudiana se puede situar exactamente el funcionamiento de los diferentes modos de pulsién, Precisamente, el modo de funcionamiento ligado es mas bien pa- trimonio del yo. Quedaria por considerar la cues- tion del funcionamiento libre de la encrgia inte- lectual, es decir, el trabajo intelectual. A ules aprovech a nervension de Panche para retomar eueotiones que D. Wi Cher plartee al eomienzo: reo que eat eel mo. mento Quisier recordar aD, Widicher queen el Con srevode Viena en 1071, donde se habia decade hablar de agresividad la cueston de a pals demerts fue penas cada salve por tosanais las Klemanos, yen na perspectva diferente de Ia de Freud Se trtaba de un tema tabu. No se tenia derecho a nabar de ello y no era may al visto Te mencionaba, Sobre eete cued ae in agesividad, que retoma el primer punto de Wid Ieher,respondo que es nevesuroefectivamente descartarin teria dela hetrongresivided peta litica nos ensefia que uno no se agrede sino a si mismo. Es decir que incluso cuando se mata a alguien, es una parte de si la que se mata, o que uno se defiende del deseo de matar una parte de ‘si. Esta es la gran diferencia entre la concepcién psicoanalitica de la criminalidad, con relacion a - Jade la justicia, Bion hablaria aqui de vertex di- ferentes. Quisiera decir unas palabras sobre 1a compul- sion de repeticién. Creo que hay confusion en es: te punto. La compulsién de repeticion no carac- teriza en nada a la pulsion de muerte, La com> pulsion de repeticién es caracteristica de todo faneionamiento pulsional, Pasche la ha llamado cl instinto del instinto. lo que me parece muy justo. Sin duda, Ja compulsion de repeticion €s mas acentuada cuando se trata de la pulsion de muerte ‘Quisiera ahora retomar el punto muy importan- te abordado por Jean Laplanehe sobre la pulsién. de indicio. Creo hallarme cerca de su inspiracién cuando considera los diferentes reordenamientos conceptuales y los diversos modelos que Freud utiliza en el curso de su obra. Me parece que todo parte, en Freud, del modelo clinico de la perver- sidn, De alli la concepeion det nifio perverso poll- morfo, de allt la concepcién de ta pulsién parcial. dde all Ja concepeton del placer de érgano. Sin em- argo —es en todo caso la manera en que yo in~ ferpreto la evolucion ue la obra froudiana— me parece evidente que al fin de su vida, Freud pres- ta cada vez més atencion a las relaciones entre perversion y psicosis, como lo atestigua la aten~ bin acordada al clivaje. El aborda el problema Gel clivaje con relacién al fetichismo, y lo retoma inmediatamente en e} Esquema con relacion ala polcosis. Algo se ha «agitado: en el pensarniento de Freud, Después de Freud se puede afirmar sin exageracion que- su modelo de la perversién no nos satisface ya mucho. Por otra parte, ef analt- sis de la perversion demuestra que ella no es en modo alguno una expresién directa de la pulsion sexual. La perversién da testimonio de la presen 120 cia de aspectos destructivos considerables, ¢ in cluso ea las perversiones de tipo banal. Ademas, la petrificacién del objeto del perverso, 0 del ob- Jeto de la perversion, su caracter andnimo, inter- ‘cambiable, despersonalizado en el sentido estric- to, su utilizacién sin ninguna consideracién y sin identifizacién con su deseo propio, son caracte- res que cuestionan el modelo de la perversion en Freud. Por mi parte, me inelinaria a ver alli un proceso de desobjetalizacién que pone de relieve Ja carencia narefsista del perverso y, como algu- nos lo Lan sostenido, su defensa frente a una ame- naza de regresion psicotica. DW Antes de dar la palabra a Eero Rechardt, quisiera volver sobre un punto, No he querido ha- cer mio necesariamente el nexo con la hetero- agresividad, AG jPero te recuerdo que se trataba de un tema tabal DW Lo que quiero decir es que me parece que descarias demasiado rapidamentela compulsion de repeticion cuando dices que ella es una pro- lad “ie todas las pulsiones. Pienso también que Freud ha sefialado claramente que la compulsion de repeticion estaba del lado de la pulsion de muerte: aquello que no se puede ligar y domenar reforna en plenitud y se ejerce como violencia des- tructiva. Precisamente, pienso que si Hanna Se- gal y Jean Laplanche no tienen la misma posi- ci6nies porque ellos no ligan de la misma manera Ja compulsion de repeticion con Ja pulsion de muerte, Para Hanna Segal, es la repeticion la que 121 deviene en Ia fuente del ataque interno, en tanto que para Jean Laplanche es la pulsién no ligada Ia que deviene el agente de la repeticién. No digo que haya que elegir estar en favor o en contra de una de estas teorias, sino que es preciso recono- cer que hay alli un debate. AG Henos aqui remitidos a las relaciones entre perversion y psicosis. Aproximaré estas obser- vaclones a las de Joyce McDougall sobre e] anti. analizando, donde ella deseribe también una pe- trificacién de la relacién. No hemos hablado tal vez. bastante acerca del problema del duclo. El duelo como mecanismo estructurante esta liga- do, creo, a las pulsiones de vida porque es un pro- ceso indispensable para la superacién de las fija- ciones, y es por consiguiente necesario para los cambios evolutives. Por el contrario, todas las estructuras que estan infiltradas por las pulsio- nes de muerte se caracterizan por duelos imposi- bles. Nuestra dificultad, cuando hablamos de con- ceptos como el de pulsion de muerte, es pensar- las como conceptos negatives. Mientras sc trata de conceptos negativos que son el reverso de lo positivo, estamos comodos (por ejemplo, la agre- sién contraria de la libido). En cambio, cuando tenemos que pensar la negatividad en si, la nada en si, es dificil hablar de otro modo que positi zandola. Y cuando tal hacemos, siempre aparece. alguien que nos responde: Aja! Usted positiviza lo negativo, usted tiene una representacién de so, entonces no hay negativo puroy. Este argumento no me parece valido. Desconoce que esta trasfor- macién responde a la comuntcacién con el otro, © consigo mismo; por Io tanto, a una objetaliza- 122 cién. Lo cual desde mi punto de vista no inva- lida la tesis de lo anobjetal e incluso de la nada pura. Tal vez, en este punto, damos muestras de occidentalo-centrismo, AG_ Hay clertamente un debate, pero es el resul- tado de interpretaciones diferentes, La de Hanna Segal recae sobre la clinica, la de Jean Laplan. che, sobre la manera de comprender a Freud. Pa- ra Freud, la pulsién es conservadora y por ello esta ligada a la compulsién de repeticion. Pero conce- do de buen grado que la compulsién de repeticion es més fuerte cuando se la liga a la pulsién de muerte. A este respecto se podrian incluso evocar, ‘como lo he hecho anteriormente, el duelo estruc. turante factor de cambio y el duclo imposible —siempie infiltrado de elementos destructivos, la melancolia opuesta al duelo—, factor de repeti- clon. Pero la melancolfa, Freud lo ha mostrado bien, consiste en una relacién de identificacién narcisista con el objeto; ella pone en juego la in- orporsetén oral canibaliea que incluyc identifi cacién el yo con el objeto perdido. ¥ sobre todo retenge esia expresion de Freud: fijacién fuerte, débil investimiento del objeto. Pese a las aparien- cias, el duelo melaneélico repetitive de la psico- sis periédica no es conservator: no conserva al objeto mas que para poder continuar destruyén- Golo. Cultivo puro de la pulsién de muerte, dice Freud. HS. Aun si se acepta la idea de que todo instinto es conszrvador, y que puede debido a esto tomar Parte en la compulsion de repeticion, pienso sin embargo que esta ultima esta ligada mas al ins- 123 tinto de muerte en raz6n de lo que A. Green ha evocado a propésito del duelo. El instinto de vida permite la elaboracién del dueio, la simbolizacion. El es una fuerza de adaptacion y de cambio. Las fuerzas de muerte son estaticas. La cuestion de saber si hay o no representacion, de la muerte en el inconciente es un debate im- portante. Debo decir que soy tal vez ingenua, pe- ro en cuanto a mi no veo diferencia entre la ant- quilaci6n total irreversible y Ia muerte. El miedo de la aniquilacién y el miedo de la muerte son pa- ra mi lo mismo. ‘Quisiera volver sobre el instinto de vida. No se trata sdlo de vivir sino también de crecer y de cambiar. Por eso la compulsion de repeticién res- ponde mds al instinto de muerte. JL’ Quisiera retomar dos puntos: un acuerdo y un desacuerdo, Mi acuerdo completo con Hanna Segal sobre el hecho de que la compulsién de re- peticion esta ligada esencialmente a la pulsién de muerte, y que toda lo que es progreso. tanto en la simbolizacion como en el duelo, y de un modo general lo que introduce cambios en la cura, esta ligado esencialmente con la pulsidn de vida, Re- ferirse a Freud en este punto es evidentemente escolastico, pero nos damos cuenta de que en las ediciones sucesivas de Mas alla del principio de placer hay pequenias frases que se han agrega- do, ya que después de haber dicho: «No hay nin- guna fuerza que vaya hacia el progreso», André Green agrega una pequefia frase: Salvo las pul- siones de vidar. Entonces, en lo que concierne al desacuerdo, aunque en esto creo que por lo menos habria que 124 7 | i poder entenderse sobre esta cuestion de la idea de muerte, pienso que la tinica aprehensién de Ja aniquilacion es una aprehension intersistémi- a, es decir, topolégica, es decir que es sélo la aprehension por el yo del ataque destructive del ello lo que es percibido precisamente como posi- bilidad de aniquilacién: pero la idea de muerte en tanto tal no existe en estado reprimido en el in- conciente 0 en el nivel mas profundo del ello, aun si el ello por otra parte es mortifero para el yo. Pienso que esto puede constituir una controver- sia de palabras o una controversia de fondo se- gin la manera en que se lo tome. 8S Lamentablemente para D. Widlécher, nos aproximamos cada vez mas a un acuerdo. Cuan do digo que hay un mfedo a la muerte en el in- conciente desde el origen, no pienso en la muerte blolégica que conocen los adultos sino en una res- puesta a la excitacién provocada por el instinto de muerte, a la aniquilacién interior. Pero creo también que el miedo a la muerte que experimen: tan los adultos depend de este miedo primordial. Sin el snstinto de muerte, y sin la amenaza que Alejerce sobre el yo, la muerte tendria tal vez pa- ra nosotros mucho menos sentido, seria tal vez mucho menos terrible. AG Mz asombro de que Jean Laplanche no dé Ja respuesta porque él mismo la proporcioné en Vocabulario del psicoandlisis. La diferencia entre el ello yel inconciente en Freud responde a que Freud no menciona contenido representativo al- guno cuando habla del ello, contrariamente a lo que dice del inconciente. No puede haber repre- 125 sentacién de la muerte en el inconciente porque eso de que hablamos viene del ello. y por Io tanto no podria tratarse de representaci6n. jEres tii mis- mo quien Io escribié! UL Fue Freud quien lo escribio. AG St, pero bi lo has destacado. UL Digo simplemente que no estoy de acuerdo con Freud sobre este punto. El hecho de que ha- ya escrito en el Vocabulario de! psicoanalisis lo ‘que Freud pensaba al respecto no implica que es tuviera de acuerdo. ER Quisiera agregar algunas palabras a propo- sito de la compulsion de repeticién. Ha habido re- clentemente una discusién en nuestra sociedad respecte de este tema y se confrontaron dos pun- tos de vista: el primero consistia en que la com- pulstén de repeticién es una propiedad fundamen- tal de Ja pulsion en general, y en particular de la sexualidad. Existe una tendencia repetitiva en to- da pulsién. Bl otro punto de vista, defendide por mi colega Ikonen y yo mismo, consiste en que es. la vocacién de una tendencia propia de la pulsion de muerte el dar forma a lo que no Jo tiene. Esta no es tal vez Ja pulsién de muerte mas precoz, pero es una de las mas importantes. Su aspecto positive radica en el hecho de que la repeticion es asegurada al comienzo por la madre. Las ex- periencias repetidas son progresivamente canali- zadas y domesiadas por el nifio; répidamente, es- te utiliza el Juego con esa finalidad repetitiva, lo que deviene una funcidn del yo. Se trata enton- 126 ces de una funcién que esta al servicio de la su- pervivencia, La pulsidn se trasforma luego en una suerte de compulsidn ciega a repetir lo débil y no estructurado, Pero esta compulsion ciega puede contribuir 0 no al desarrollo normal. Bila puede entonces tener una funcién destructora respecto del yo. Pero es su aspecto positive el que da la postbilidad de repetir en la situacion psicoanali- tica. En efecto, uno de los mas importantes facto- res de esta situacién es poder repetir sin fin lo que era débil y cadtico, lo que producia angustia etcétera.

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