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OVIDIO

METAMORFOSIS

INTRODUCCIÓN Y NOTAS DE
ANTONIO RAMÍREZ DE VERGER

TRADUCCIÓN DE
ANTONIO RAMÍREZ DE VERGER Y
FERNANDO NAVARRO ANTOLÍN

El libro de bolsillo
Clásicos de Grecia y Roma
Alianza Editorial
TÍTULO ORIGINAL: P. Ovidio Nasonis Metamorphoseon librixv

Primera edición en «El libro de bolsillo»; 1995


Primera reimpresión (revisada) en «El libro de bolsillo»: 1996
Primera edición (revisada) en «Biblioteca temática»: 1998
Quinta reimpresión (revisada y actualizada): 2003
Séptima reimpresión: 2007

Diseño de Cubierta: Alianza Editorial


Proyecto de colección: Rafael Sañudo
Ilustración: Rafael Sañudo

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© De la introducción y notas: Antonio Ramírez de Verger


© De la traducción: Antonio Ramírez de Verger y
Fernando Navarro Antolín
© Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1995,1996,1998, J 999, 2000,2001,
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con vientos, y truenos y el rayo infalible. y desproporcionado con el caso, y condenó a una noche eterna
Pero en lo posible trata de quitarse fuerzas, los ojos de su juez. Mas el padre todopoderoso, puesto que 335
y no se arma esta vez con el fuego con que abatiera a Tifeo a ningún dios le está permitido anular la obra de otro dios,
el de los cien brazos; hay en ése excesiva ferocidad. en compensación por la privación de la vista, le concedió
305 Hay otro rayo más suave, al que la diestra de los Cíclopes conocer el porvenir, aliviando el castigo con este honor.
dotó de menos violencia y llama, y también de menos furia;
arma de segunda clase lo llaman los inmortales. Coge ése, l
y entra en la casa de Agénor. El cuerpo mortal no soportó Narciso y Eco
la tempestad celestial y ardió con el presente amoroso.
310 El niño, aún no formado del todo, es arrancado del vientre Tiresias, famosísimo en todas las ciudades de Aonía, daba
de su madre y, tierno aún, cosido (si es digno de crédito) respuestas irreprochables a la gente que iba a consultarle. 340
al muslo de su padre, donde completa el periodo de gestación. Quien primero puso a prueba la credibilidad y veracidad
A escondidas lo cría su tía materna Ino en su tierna infancia; de sus oráculos fue la azulada Liríope; a ésta el Cefiso
entregado luego a las ninfas de Nisa, éstas la envolvió un día con su sinuosa corriente y, cautiva
315 lo ocultaron en sus cuevasy lo alimentaron con leche. en sus aguas, la violó. De su abultado vientre la bellísima ninfa
parió un niño que ya entonces hubiera podido ser amado, 345
y le llamó Narciso. Consultado acerca del mismo, si llegaría
Tiresias a ver los largos días de una vejez avanzada, respondió
el profetice adivino: «Si no llega a conocerse». Durante años
Mientras tales cosas sucedían en la tierra por ley del destino, el oráculo del agorero pareció vano, pero lo probaron
y la niñez de Baco, dos veces nacido, está a salvo, cuéntase el desenlace de los acontecimientos, el tipo de muerte 350
que Júpiter, distendido por el néctar, dejó sus graves inquietudes y lo inaudito de la locura. En efecto, había ya añadido el hijo
a un lado y se puso a bromear despreocupadamente con Juno, del Cefiso un año a los quince y podía parecer lo mismo un niño
320 ella también relajada, y le dijo: «Vosotras desde luego que un joven; muchos jóvenes, muchas muchachas lo desearon,
experimentáis mayor placer en el amor que los hombres». pero -tan dura soberbia había en aquella tierna belleza-
Ella le contradice. Decidieron consultar el parecer ningún muchacho, ninguna joven le tocó en el corazón. 355
del sabio Tiresias; conocía éste el placer de uno y otro sexo; pues Cuando ojeaba hacia las redes a unos espantados ciervos,
con su bastón había molido a golpes a dos grandes serpientes, viole una ninfa vocinglera que ni sabe callar cuando le hablan
325 cuando estaban copulando en la verde selva, y, convertido, ni hablar ella misma la primera, la resonante Eco.
¡oh prodigio!, de hombre en mujer, había vivido siete otoños Aún tenía cuerpo Eco, no sólo voz; así y todo, la charlatana
como tal; al octavo vio de nuevo a las mismas serpientes no tenía un uso de su boca distinto al que ahora tiene, de suerte 360
y dijo: «Si vuestras heridas tienen tan gran poder que podía repetir, de entre muchas palabras, sólo las últimas.
que cambia el sexo del agresor al contrario, voy a heriros Había hecho esto Juno, porque, pudiendo muchas veces
330 ahora de nuevo». Una vez apaleadas dichas culebras, regresó sorprender a las ninfas yaciendo en el monte con su Júpiter,
su forma anterior y vino su figura natal. Elegido, pues, Eco la retenía deliberadamente con su verborrea,
como arbitro de la cómica disputa, confirma las palabras hasta que las ninfas huyeran. Cuando la Saturnia se percató, 305
de Júpiter. La Saturnia -dicen- se llevó un disgusto desmedido le dijo: «Puesto que me has engañado con la lengua, se te reducirá
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la facultad de hablar y abreviará al máximo el uso de la voz».
Y con el hecho confirma sus amenazas; ella, con todo, repite Así éste la había burlado, así antes a otras ninfas nacidas
el final de las frases y devuelve las palabras que ha oído. en las aguas o en los montes, así la compañía masculina.
370 Pues bien, luego que vio a Narciso vagando por apartadas Entonces uno de los despreciados, levantando las manos al cielo,
campiñas y se enamoró de él, sigue sus pasos a escondidas, «así ame él, ojalá; así no consiga al objeto de sus deseos»,
y cuanto más le sigue, más cerca está la llama en que se abrasa; dijo, y asintió la Ramnusía a la justa súplica.
no de otro modo que cuando el azufre vivo untado Había una fuente nada cenagosa, de claras y plateadas aguas,
al extremo de las teas se inflama al contacto de la llama. que ni los pastores ni las cabras que pastan en el monte
375 ¡Cuántas veces quiso acercársele con palabras zalameras habían tocado, ni otro ganado alguno, y que ningún pájaro
y dirigirle cariñosas súplicas! Su naturaleza se lo impide ni fiera había enturbiado, ni rama caída de un árbol.
y no le permite empezar; pero -eso sí le permite- está presta Crecía alrededor la hierba, alimentada por la humedad cercana,
para esperar sonidos a los que devolver sus palabras. y una espesura que jamás permitirá que aquel paraje se entibie
Quiso el azar que el zagal, alejado del grupo de sus fieles [con el sol.
[compañeros, Aquí vino a tumbarse el zagal, fatigado por la pasión de la caza
380 gritara: «¿Hay alguien?», y «¡alguien!» respondiera Eco. y el calor, buscando tanto la belleza del lugar como la fuente.
Se queda atónito, y, tras dirigir la mirada a todas partes, Y mientras ansia calmar la sed, nació otra sed; y mientras
grita con voz potente: «¡Ven!»; llama ella a quien la llama. bebe, cautivado por el reflejo de la belleza que está viendo,
Se vuelve él a mirar y como nadie venía dijo: «¿Por qué huyes ama una esperanza sin cuerpo; cree que es cuerpo lo que es agua.
de mí?», y escuchó tantas palabras como él había pronunciado. Se extasía ante sí mismo y sin moverse ni mudar el semblante
385 Se detuvo, y engañado por la ilusión de una voz que contesta, permanece rígido como una estatua tallada en mármol de Paros.
exclama: «¡Aquí, reunámonos!», y Eco, que jamás respondería Apoyado en tierra contempla sus ojos, estrellas gemelas,
con más gusto a ningún otro sonido, «¡unámonos!» repitió; sus cabellos, dignos de Baco y dignos de Apolo,
y secundando sus propias palabras salió de la espesura sus mejillas lampiñas, su cuello de marfil, la gracia
y se encaminaba a echar sus brazos al cuello anhelado. de su boca, y el rubor mezclado con nivea blancura,
390 Huye ély mientras huye, «¡quita esas manos, no me abraces! y admira todo aquello que le hace admirable.
¡ Antes morir -dice- que puedas tú tenerme!» Se desea a sí mismo sin saberlo, elogiando se elogia,
Ella no repitió más que «¡puedas tú tenerme!» Desdeñada, cortejando se corteja, y a la vez que enciende, arde.
se esconde en la espesura y, llena de vergüenza, se cubre ¡Cuántas veces dio vanos besos a la fuente engañadora!
el rostro de ramas y desde entonces vive en cuevas solitarias. ¡Cuántas veces sumergió sus brazos para agarrar el cuello
395 Y aun así pervive el amor y hasta crece con el dolor del rechazo; que veía en medio de las aguas y no consigió cogerse en ellas!
el insomnio y la pena adelgazan el cuerpo de la desdichada, No sabe qué es lo que ve, pero lo que ve le quema,
la demacración arruga su piel y todo el humor corporal se y la misma ilusión que engaña sus ojos, los excita. Crédulo,
[evapora ¿para qué intentas en vano atrapar fugitivas imágenes?
por los aires. Sólo su voz y sus huesos quedan; su voz perdura; Lo que buscas, no existe; lo que amas, apártate y lo perderás.
los huesos, dicen, adoptaron la forma de una piedra. Esa sombra que estás viendo es el reflejo de tu imagen.
400 Desde entonces se oculta en la selva y no se la ve por los montes; No tiene entidad propia; contigo vino y contigo permanece;
todo el mundo la oye; un sonido es lo que sobrevive de ella. y contigo se alejaría, si tú pudieras alejarte.
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Ni la idea de Ceres ni la del sueño pueden arrancarlo los dos, unidos de corazón, moriremos en un solo aliento.»
de allí; al contrario, tendido sobre la sombreada hierba, Dijo, y en su locura tornó a contemplarse la cara,
contempla con ojos insaciables la engañosa imagen, y con sus lágrimas enturbió la fuente, y al removerse el agua 475
440 y se muere por sus propios ojos; e incorporándose un poco, la imagen se desvaneció. Al verla borrarse, «¿adonde huyes?
tendiendo sus brazos a las selvas que le rodean, dice: Espera, no me abandones, cruel, que yo te arno», gritó,
«¿Acaso alguien, selvas, amó con mayor sufrimiento? Sin duda «que pueda yo al menos contemplar lo que no me es posible
lo sabéis, pues fuisteis para muchos escondrijo oportuno. tocar, y dar así pábulo a mi desdichada locura». Y mientras
¿Acaso, puesto que habéis vivido tantos siglos, recordáis así se lamenta, rasgó el vestido desde el borde superior, 480
445 en todo ese largo tiempo a alguien que se haya consumido así? y se golpeó con sus marmóreas manos el pecho desnudo.
Me gusta y lo veo; pero lo que veo y me gusta, El pecho con los golpes cobró un rubor sonrosado,
no consigo encontrarlo: tan gran confusión encierra mi amor. tal como suelen las manzanas, que blancas por una parte,
Y para mayor sufrimiento, ni nos separa el ancho mar rojean por otra, o como suele la uva aún no madura
ni un largo camino ni montes ni muros con sus puertas cerradas. tomar un color purpúreo en sus racimos multicolores. 485
450 Un poco de agua se interpone. Él ansia mi abrazo; porque Apenas vio esto en el agua, de nuevo cristalina,
cuantas veces alargo besos a las cristalinas aguas, otras tantas no lo soportó más, sino que, como suele fundirse
se esfuerza él por juntar sus labios. Creerías que es posible la rubia cera a fuego lento, o la escarcha de la mañana
el contacto; es muy pequeño el obstáculo a nuestro amor. al sol naciente, así se deshace él, consumido por el amor,
Quienquiera que seas, sal aquí; ¿por qué, muchacho sin par, me y va siendo devorado poco a poco por aquel oculto fuego. 490
[eludes? Y ni existe ya aquel color mezcla de blancura y rubor
455 ¿Adonde escapas cuando te cortejo? Ni mi porte ni mi edad son ni aquel vigor, aquella lozanía, aquellos encantos que poco
como para que me rehuyas, pues hasta las ninfas me han amado. [antes
Cierta esperanza me prometes con tu semblante amistoso, le gustaba ver, ni subsiste aquel cuerpo que un día amara Eco.
y cuando yo te alargo los brazos, tú los alargas también; Con todo, cuando ella lo vio, aunque irritada y resentida,
cuando te he sonreído, me sonríes; muchas veces he notado se compadeció, y cuantas veces el desdichado muchacho decía 495
460 lágrimas en ti, cuando lloro; con tus señas de cabeza respondes ¡ay!, ella repetía con sus voces resonadoras ¡ay!, y cuando
a las mías; y, según puedo conjeturar por el movimiento aquél se golpeaba los brazos con las manos, también ella
de tus hermosos labios, contestas palabras que no llegan devolvía idéntico sonido de golpes. Sus últimas palabras
a mis oídos. ¡Ése soy yo! Me he dado cuenta; mi reflejo al contemplarse una vez más en las aguas fueron éstas:
no me engaña más; ardo en amores de mí mismo; yo provoco «¡ Ay, muchacho amado en vano!», y otras tantas respondió 500
465 las llamas que sufro. ¿Qué hago? ¿De cortejado o de cortejador? el paraje; y al decir adiós, «¡adiós!» dijo también Eco.
¿Y cómo voy a cortejar? Lo que ansio está en mí; la riqueza Extenuado, dejó caer su cabeza sobre la verde hierba; la muerte
me ha hecho pobre. ¡Ojalá pudiera separarme de mi cuerpo! cerró aquellos ojos que admiraban la belleza de su dueño.
Deseo inaudito en un enamorado, quisiera que lo que amo Aun entonces, tras ser recibido en la mansión infernal,
estuviera lejos. Pero ya el dolor me quita fuerzas, no me queda seguía contemplándose en la Estige. Le lloraron sus hermanas sos
470 largo tiempo de vida, y en mi primavera muero. Y no es dura las Náyades y ofrendaron a su hermano sus cabellos cortados;
la muerte para mí, pues la muerte aliviará mis penas; éste le lloraron las Dríades; a sus llantos responde Eco.
al que adoro es quien quisiera que viviera más. Pero ahora Y ya preparaban la pira, el blandir de antorchas y las andas;
136 LIBROI!1:PENTEO(I) LIBRO III; PENTEO (I) 237

pero el cuerpo no aparecía; en vez de su cuerpo encuentran jóvenes, generación más fogosa y más cercana a la mía, a quienes
510 una flor amarilla con pétalos blancos alrededor de su cáliz. cuadraría empuñar armas, no tirsos, y cubrirse con el casco, no
con ramas? Recordad, por favor, de qué estirpe fuisteis creados,
Penteo (I) y cobrad los ánimos de aquella serpiente que ella sola
destruyó a muchos. Por la fuente y el lago ella pereció;
Las nuevas del suceso proporcionaron al adivino justa fama venced vosotros por vuestra reputación. Ella dio muerte
por las ciudades de Acaya; el renombre del agorero era inmenso. a valientes; expulsad vosotros a los cobardes, y conservad
Con todo, lo desprecia -el único de todos- el Equiónida, la gloria de vuestros padres. Si los hados prohibían que Tebas
el escarnecedor de los dioses, Penteo, que se ríe de las profecías perdurara en pie, ¡ojalá las catapultas y los soldados derribasen
515 del anciano, y le echa en cara sus tinieblas y la desgracia sus murallas, y resonaran el hierro y el fuego! Seríamos
de haber perdido la luz. Él, meneando sus sienes blanqueadas desdichados sin culpa, habríamos de lamentar, y no ocultar,
de canas, le dice: «¡Qué feliz serías si también tú te vieras nuestro sino; nuestras lágrimas estarían libres de vergüenza.
privado de esta luz, de suerte que no vieras los ritos de Baco! Pero ahora Tebas va a ser tomada por un niño sin armas,
Porque llegará un día, que auguro no lejano, en que a quien no gustan la guerra ni las armas ni montar a caballo,
520 vendrá aquí un desconocido, Líber, el vastago de Sémele. sino el cabello empapado en mirra, las tiernas guirnaldas,
Si a éste no lo juzgas digno de honrarle con templos, la púrpura y el oro bordado en coloridas ropas. Pero a ése
serás despedazado y diseminado por mil lugares, y con tu sangre pronto yo -vosotros manteneos al margen- voy a hacerle
mancharás las selvas, a tu madre y a las hermanas de tu madre. confesar que es mentira lo de su padre y que sus ritos son falsos.
Así ocurrirá; pues no juzgarás su divinidad digna de honores, ¿Es que Acrisio tiene suficiente coraje para despreciar
525 y lamentarás que yo haya visto demasiado bajo estas tinieblas.» a esta falsa divinidad y cerrarle a su llegada las puertas de Argos,
Aún hablaba, cuando lo expulsa el hijo de Equíon. y en cambio ese advenedizo aterrorizará a Penteo y a toda Tebas?
Marchad presto -ordena a sus criados-, marchad y arrastrad
La realidad confirmó sus palabras y los oráculos del adivino se aquí al cabecilla, encadenado; cumplid mis órdenes sin demora.»
[cumplieron.
Ha llegado Líber; los campos resuenan con gritos de alborozo; Su abuelo y Atamante y la restante multitud de los suyos
corre el gentío; matronas y muchachas mezcladas con hombres, le acosan con advertencias, y en vano se esfuerzan en detenerlo.
530 la chusma y los grandes señores acuden al nuevo culto. Su rabia se agudiza con las amonestaciones, se excita y crece
«¿Qué locura, hijos de la serpiente, prole de Marte, ha aturdido al verse reprimida; la propia templanza resulta perjudicial.
vuestras mentes?», les grita Penteo; «¿tanto pueden Así he visto yo cómo un torrente, por donde nada se oponía
los bronces golpeados con el bronce, la flauta de curvo cuerno a su curso, corría mansamente y con poco ruido; en cambio,
y los conjuros mágicos, que los mismos a quienes no asustó por dondequiera que había troncos o piedras amontonadas,
535 la espada de guerra ni la trompeta ni filas de armas empuñadas, discurría espumeante, impetuoso y enfurecido por el obstáculo.
a éstos mismos vencen unos gritos de mujeres, un furor encendido He aquí que vuelven ensangrentados, y al preguntarles su señor
por el vino, unas hordas lascivas y unos huecos tambores? dónde estaba Baco, dijeron que no habían visto a Baco.
¿Debo asombrarme de vosotros, ancianos que tras larga travesía «Pero», añadieron, «hemos cogido a este devoto y sacerdote
por mar asentasteis acá vuestra Tiro y vuestros fugitivos penates, de su culto», y le entregan, con las manos atadas a la espalda,
540 y que ahora permitís que os cautiven sin lucha? ¿Y de vosotros, a un tirreno que hacía tiempo que practicaba los ritos del dios.

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