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& 3 3 5 En otros tiempos era licito acusar, 2 qui a historiaban el pasado, de consignar Unicamente 8 las agestas de los reyes». Hoy dia ya no lo ¢ > pues cada vez se investiga mas sobre lo que ellos 3 callaron, expurgaron o simplemente ignoraron z El queso y los gusanos narra la historia del moli a nero friulano Domenico Scandella, conoci como Menocchio, que murié en la hoguera por orden del Santo Oficio a finales del siglo XVI. Mediante los: pedientes del proceso inquisito y de otros docu ntos que dan cuenta d Carlo G El queso y los gusanos \ctividades econdmicas y otrc ondenada al astracismo ienen que la teintegracion di El cosmos segun un molinero del siglo XVI ores en la historia s6lo es po: 2 través de la demografia y la sociologia, Asi, el caso 1occhio se erige, por su singularidad, en simbolo de su tiempo y en una especie de eslabon perdido de un mundo oscuro, dificil- mente asimilable al presente, pero del que, de BX470) $324Gi418 { 2008 alguna manera, somos deudores.2¢ es FH 69846 PUTS te 2. 8 BURL met e211} CARLO GINZBURG EL QUESO Y LOS GUSANOS EL COSMOS SEGUN UN MOLINERO DEL SIGLO XVI “TRADUCCIGN DE FRANCISCO MARTIN “TRADUCCION DE LAS CITAS LATINAS AL CUIDADO DE FRANCISCO CUARTERO Pp Ediciones Peninsula Barcelona © 1976 by Bina, Torin es gener ii ne rc rl eer tt en a deen elec hme eect eee ers, Times Cimaamarh init ggl se ied de terete opener cee PRs cope eh oel La primera edn castllana de et libro se publiosen Muchnik Editore en 1981 Primers einen Ediciones Peninsula: septiembre de 2001 ‘Segunda eign abil de 008 © dela taduccidn: Francisco Martin, x9, (© de ests ecg: Ediciones Peninvla 8a, eu de Creu 4, ofcor-Barcelons, ‘orretgrapé com ‘wor grupss-comn FFotocompuesto en Victor Igual Impreso en Novagrafik aSIr. BLS 5324.8 IE 88 DO pans LH PIES 9 BI, cna: ZL MOE UU liciones Peninsula, seen On. Lie Ba “ci $ Cr, AMERICA 5 © Fair Osc de Métcn, SA, de CX. S MHYFO “si Manes Ria Camacho, 7610 po Calonis Chapultepec Polanco Miguel Hidalgo, Cog Postal 11000 lxico DE. Tel. G9) 91785100 fax 3 on78sio1 ISBN: g78-o7 26512079 INsTTUTO Of INVESTIGACIONES Hi CONTENIDO Prefacio 9 TeMENoccIO 33 2ELPAs 39 3. PRIMER INTERROGATORIO. 42 4 {HPOSESO®? 43 5.DECONCORDIA A PORTOGRUARO 44 (6. 57 9. SLUTERANOS® Y ANABAPTISTAS 59 10, MOLINERO, PINTOR, BUFGN 65 11, «OPINTONES [J SACADAS DE MI CEREBRO> 75 12, Los imnos 77 1. tEcTORES RURALES 80 14. PAGINAS IMPRESAS Y 83, 15. CALLEJON SIN SALIDA 85 16.F1 TIEMPO DEAS ViRGENES 87 17. ELFUNERAL DELA VIRGEN 88. 18.EL PADRE DE-CRISTO 90 19. EL DiaDELJUICIO. gt 20, MANDEVILLE 97 21, PIGMEOS Y ANTROPOFAGOS 101 22. «DIOS DENATURA® 104 23, LOS TRES ANILLOS 107 24, CULTURA ESCRITA Y CULTURA ORAL 110 25.RLCAOS 110, 26. puiLoco 114 27. QUESOS MITICOS ¥ QUESOS REALES 116 28, EL MONOPOLIO DEL SABER 122, 20, LAS PALABRAS DEL “FLORILEGIO® 125 30. FUNCION DELAS METAFORAS 127 31 “PATRON, «FACTOR» ¥ «QMAESTRANZAS® 127 5 FH 599% 32. UNAMIPOTESIS 13 33: RELIGION CAMPESINA 136 34 ELAIMA 137 35-sNoLOst> 139 36, D0S ESPIRITUS, SIETE ALMAS, CUATRO ELEMENTOS 140, 37: TRAVECTORIA DE UNA IDEA 142, 3. coNTRApICCIONES 146 30-ELPARAso 148 49. UN NUEVO «MopO DEVIVIR® 150 i MATAR CURAS» — 153, 42- 155 43-TINAL DE LOS INTERROGATORIOS 163 44-CARTA DE LOS JUECES 164. 45. FIGURAS RETORICAS 166 46. PRIMERA SENTENCIA 169 47chce. 172 48.REGRESO ALA ADEA. 175 4g.peNuncas 178 50. DIkLOGo NocTURNO, CON ELJUDfo. 181 51. SEGUNDO PRocrso 182 Sa. «ranrastase 184 53: La escasez de testimonios sobre los comportamientos y actitudes de las clases subalternas del pasado es fundamentalmente el primer obsticulo, 1. Elhombre comin, estribe VicensVives, «se ha convertdo en el principal prota gonista de Ia Historia» (ct. P. Chauns, «Une histoire religieuse séillen, en Revue hisire modern et contemporaine XU, 1965, 9, R083) 2. Lacitade Brecht esti sacada de «Fragen eines Lesenden Arbeiters, en Hundt Getiche, 1918-1950, Belin, 1951, pp. 107-108. Ahora veo que la misma poesia la ha wti= lizado como epigrate J. Kaplow, The name of King: The Parisian Laboring Por in the Eighteenth Conary, Nueva York, 1973. Vi. también H. M. Enzensberger, «Letteraura come storiografin, en If Mena, 9 (2966), p. 13. 3. Uslizo el témino gramsciano «class subaltemas» porque design una realidad su cdentemente ampliayno tiene la connotacién pateralista, miso menos deliberada, de cla sesinferiorese, Sobre las polémica suscitadas en su momento po a publiacén de los apun- tes de Gramsci sobre folclore y clases subalternas, vd, I discusin entre E. De Martino, CC Laporini,F. Forni era (alta de interventores en I. M, Lonabardi Satriani, dni poli cra «amas dela clara subatona, Risin, 1974, p. 74, nota 34). Para ls térmi- ‘nosacunles de a cuestin en gran pare eficazmente anicipados por EJ: Hobsbawn, «Per lo studio delle classi subalterne», en Sait, XVI (1960), pp 436-4, vid mis adelante 9 aunque no el tinico, con que tropiezan las investigaciones histricas. No obstante, es una regla con excepciones. Este libro narra la historia de un ‘molinero friulano—Domenico Scandella, conocido como Menocchio— muerto en la hoguera por orden del Santo Oficio tras una vida transcu- rida en el més completo anonimato. Los expedientes de los dos proce- 05 en que se vio involucrado a quince aftos de diferencia nos facilitan una elocuente panormica de sus ideas y sentimientos, de sus fantasfas y aspiraciones. Otros documentos nos aportan informacién sobre sus acti- vidades econémicas y la vida de sus hijos. Incluso disponemos de paginas aut6grafas y de una lista parcial de sus lecturas (sabia, en efecto, leer y es- cribir). Cierto que nos gustarfa saber otras muchas cosas sobre Menoc- chio, pero con los datos disponibles ya podemos reconstruir un frag~ mento de lo que se ha dado en llamar «cultura de las clases subalternas» «cultura popular». 3 La existencia de diferencias culturales dentro de las denominadas socie- dades civilizadas constituye la base de la disciplina que paulatinamente se ha autodefinido como folclore, demologia, historia de las tradiciones po- pulares y emologia europea.’ Pero el empleo del término «cultura» ‘como definicidn del conjunto de actitudes, creencias, patrones de com- 44 Leos process contra Mencechio se hallanen el Archivo de la Curia Arzobispal de ‘Usine (en adelante ACAU), Santo Oficio, Ame integro 1583.2. 107 wa ad 128 ind proc nim, 126, y Amt integro 1596 4m. 281 wsyue ad 306 inl, proc. nim. 285, El Gio erudito ‘qve los menciona (sn haberlos consltado) es A. Batistella, 1S. Offic el forma religina in rid, Appunt steric document, Udine, #895, p65, en donde errdneamente firma que “Menocchio se sl del opi. 5. La bibliografia sobre estos temas es, naturalmente, muy vasta, Para una orienta- im previa y mis asequible vid, A. M. Cirese, Altri e diel inter di cultura nel so- et superior, en. NA. WV., Fabre antroplegia tra strciomo e marsiomo, también de Ci rese, Palermo, 2972, pp. 18-423 Lombardi Satriani, Antropologia cultural op. cits; AA. VV. eamcto di cultura. Lfondamenti teri dell sienca aneapologa, por P. Rossi, Turin, 1970. El concepto de flclore como «acervo inorgnico de ideas, et fue también formulado con cert vacilcién por Gramsci: vid. Leteratara evita nasionae, Tati, 1950, pp. 215 ¥ $8. (vid también Lombardi Satriani, Aneopologiaculurale, op cit pp. 1655) portamento, etc., propios de las clases subalternas en un determinado periodo histérico, es relativamente tardfo y préstamo de la antropologia cultural. S6lo a través del concepto de «cultura primitiva> hemos llega- do a reconocer Ia entidad de una cultura entre aquellos que antaiio defi- nfamos de forma paternalista como «el vulgo de los pueblos civilizados>. La mala conciencia del colonialismo se cierra de este modo con la mala conciencia de la opresi6n de clase. Con ello se ha superado, al menos ver- balmente, no ya el concepto anticuado de folclore como mera cosecha de curiosidades, sino incluso la postura de quienes no vefan en las ideas, creencias y configuraciones del mundo de las clases subalternas més que unacervo desordenado de ideas, creencias y visiones del mundo elabora- das por las clases dominantes quizs siglos atrés. Llegados a este punto, se plantea la discusidn sobre qué relacién existe entre la cultura de las clases subalternas y la de las clases dominantes. Hasta qué punto es en realidad la primera subalterna a la segunda? O, por el contrario, gen qué medida expresa contenidos cuando menos parcialmente alternativos? ¢Podemos hablar de circularidad entre ambos niveles de cultura? No hace mucho, y ello no sin cierto recelo, que los historiadores han abordado este problema. No cabe duda de que el retraso, en parte, se debe a la persistencia difusa de una concepcién aristocritica de la cultu- ra. Muchas veces, ideas 0 creencias originales se consideran por defini- cién producto de las clases superiores, y su difusién entre las clases subalternas como un hecho mecénico de escaso o nulo interés; a lo sumo se pone de relieve con suficiencia la «decadencia», la «deformacién> su- frida por tales ideas o creencias en el curso de su transmisiGn. Pero la re- ticencia de los historiadores tiene otro fundamento més notorio, de indole metodolégico mas que ideolégico. En comparacién con los an- ‘tropélogos y los investigadores de las tradiciones populares, el historia- dor parte en notoria desventaja. Atin hoy dia la cultura de las clases subalternas es una cultura oral en su mayor parte (con mayor motivo en los siglos pasados).* Pero esta claro: los historiadores no pueden entablar dislogo con los campesinos del siglo xv1 (ademés, no sé si les entende- rian). Por lo tanto, tienen que echar mano de fuentes eseritas (y, even- tualmente, de hallazgos arqueol6gicos) doblemente indirectas: en tanto 6 Una cultura corler; vid. sobre el tema, C. Bermani, «Dieci anni di lavoro con le font oral, en Primo Maggio, s (primavera 1973), pp. 35°50: {que esoritas y en tanto que escritas por individuos vinculados mas o me- nos abiertamente con la cultura dominante, Esto significa que las ideas, cereencias y esperanzas de los campesinos y artesanos del pasado nos lle~ gan (cuando nos Ilegan) a través de filtros intermedios y deformantes Seria suficiente para disuadir de entrada cualquier intento de investiga- ci6n en esta vertiente. Los términos del problema cambian radicalmente si nos propone~ ‘mos estudiar no ya la «cultura producida por las clases populares», sino la «cultura impuesta a as clases populares». Fs el objetivo que se marcé hace diez afios R. Mandrou,’ baséndose en una fuente hasta entonces 4. ReMandrou, Del ctr pple a XVIFe XVI ie La Bip e Try ar, 96 sel que eats popular y suas de mae dian mucho des tndeimos (Obcrrcmos qu er ace quae en pal are ponden mien al exreonanglamercat oper entreaties eo ec re) rola, ein ya, i spoplia cure qui ext Paced pepe Mandrou prope el i Moin chase mss ones) laces le pops dan I Frne de TAcien Régie nos emer [comme kere tect, ite sme, paces ees pena der sce gp. gto) De xe mado Incr populace ca enidndone con a ar de malo q es ana, Juels calf de maa en sentido modern pon antici ei Ine no exh en rac dl Antigo Rien (mba p79). Tambin es tuoco lempeo del min euperestucare (1) jor bcs sealers tr de Mando, hablar de ae concen. Por Terra de nrg como estar de ers, ysimaltneamente refljo delas del mundo de acl populares id pp. rd) En ull eo, Maniro perfeeament consate da ins de resi plonero(p. 1) y ano ms metoro por ell, De G, Balle, «Lint. tee poplin de colporage aura scien e.AA. VV, Lit it dant Ie Fran du XVI it Pai Grvenige, 985 9. 61-92 Ler imanach pope cer XVIF e XVIP si cet hire mae ae rvehage, 196 anc ‘ieee: turre pope en Frame du XV am XEN sce Pai 19 Re prs igi mes epee ds «Biba, Litres pee Pred XVTF ow XIX on Lect rebel modern, Atl congeso dk ets sobre israel yr, Capacio-Paet, 8-21 de mayo 197,Ni- poles 7h piggy, Seas eed elds. Elmer eal ded TPamologi des tbe len la pp 22-73, shales oeeraones sobre el to de lector que probblemen se ha de cs tert) que conten afmciones como tts sEn dein lahisora qu entende ole al lcor noe sno qe gre gq econ [-] En et sentido poets der qu leit del mise modo ue ecu escoltv, ec por ar dos ify, find, bis dc, erm poco explotada: la literatura de colportage, es decir, los libritos de cuatro ‘cuartos, toscamente impresos (almanaques, coplas, recetas, narraciones de prodigios o vidas de santos) que vendian en las ferias y las poblaciones rurales los comerciantes ambulantes. El inventario de los temas més currentes Ilevé a Mandrou a formular una conclusién algo precipitada. Esta literatura, que él denomina «de evasién», habria alimentado duran- te siglos una visién del mundo imbuida de fatalismo y determinismo, de portentos y de ocultismo, que habrfa impedido a sus lectores la toma de conciencia de su propia condicién social y politica, con lo que habria de~ sempefiado, tal vez conscientemente, una funcién reaccionaria, Pero Mandrow no se ha limitado a considerar almanaques y poemas ‘como documentos de una literatura deliberadamente popularizante, sino ‘que, dando un salto brusco e injustficado, los ha definido, en tanto que instrumentos de una aculturacién triunfante, como «reflej (.] dela vi- sién del mundo» de las clases populares del Antiguo Régimen, atribu- yendo técitamente a éstas una absoluta pasividad cultural, y ala literata- ra de colportage una influencia desproporcionada. A pesar de que, sein parece, las tiradas eran muy altas y aunque, probablemente, cada ejem- plar se leia en vor alta y su contenido Hlegaba a una amplia audiencia de analfabetos, los campesinos capaces de leer—en una sociedad en la que el analfabetismo atenazaba a tres cuartas partes de la poblacién—eran sin duda una escasa minoria, Identificar la «cultura producida por las clases populares» con la «cultura impuesta a las masas populares», dilucidar la fisonomia de la cultura popular exclusivamente a través de los prover bios, los preceptos, las novelitas de la Bibliotheque blewe es absurdo. El ata- jo elegido por Mandrou para soslayar la dificultad que implica la recons- truccién de una cultura oral le devuelve de hecho al punto de partida.® 8, Sobre «literatura popular» viel importance ensayo de N. Z, Davis, «Printing and the Peoples, en Sacity and Culture in Early Mader Franc, Stanford, California, 1975, pp. 189-206, que gira en torno a presupuestos similares alos de este libro. biada, no guardada, y que en cierto modo ex espontinea [..)» (id). Las inaceptables co- acciones en sentido populista-ristiano contenidas por ejemplo en el ensayo Repréenta- tion reigewse, se basan en sofismas por el estilo. Parece increfble, pero A. Dupronto , en Palitigueayjeurdbu, diciembre 1976, pp-3-23 (a frase citada esti en apa) 13. En Folie tdévivom, Histoire del fle 3g casigue (Paris, 1961) Foucault fir 1m que «faire Phistoie del folie, voudra done dir: faire une étude structurale de Pen- semble historique—notions, instications, mesures juridiques et policidres, concepts Musi: le Charivari anglais», en Annales BSC, XXVII (1972), pp. 285-312 (y, actualmen- te, sobre el mismo tema, C. Gauard y A. Gokalp, Let condutes de buit et eur signification {ida fin du Moyen Age: Le Charcar, id, ni. 29, 1974, pp-693-704)-Los escuios citados Son tiles como ejemplo, Sobre el problema, algo dstinto, dela persistencia de modelos cultrales preindustrales entre el proletariado industrial, vid. del mismo Thompson, ‘. Se cae en éxtasis ante tuna enajenacién absoluta, éxtasis que no es mas que el resultado de eludir el anilisis y la interpretacién. Las victimas de la exclusién social se convierten en depositarias del tinico discurso radicalmente alternati- vo a las mentiras de la sociedad establecida; un discurso que pasa por el delito y la antropofagia, que se encarna indiferentemente en el me- morial redactado por Pierre Riviére o en su matricidio. Fs un populis- mo de signo contrario, un populismo «negro», pero en definitiva po- pulismo. 6 Lo que hemos dicho hasta ahora demuestra con amplitud la ambigiiedad del concepto de «cultura popular». Se atribuye a las clases subalternas, de la sociedad preindustrial una adaptacién pasiva a los subproductos culturales excedentes de las clases dominantes (Mandrou), o una ticita propuesta de valores, si acaso parcialmente auténomos respecto a la cul- tura de aquéllas (Bolléme), o una ajenidad absoluta que se sitdia sin re- 18 bozo mas alli, o mejor dicho més acé, de la cultura (Foucault). Es mucho més valiosa la hip6tesis formulada por Bajtin de una influencia recfpro- ca entre cultura de las clases subalternas y cultura dominante. Aunque precisar el modo y el momento de tal iniluencia (ha comenzado a ha- cerlo con 6ptimos resultados J. Le Goff)" significa afrontar el problema con una documentacién que, en el caso de la cultura popular, como he~ mos sefialado, es casi siempre indirecta. ¢Hasta qué punto los eventua- Jes elementos de cultura hegeménica rastreables en la cultura popular son fruto de una aculturacién'’ més o menos deliberada, o de una con- vergencia més © menos espontinea, y no de una deformacidn incons- ciente de las fuentes, claramente proclives a reducir al silencio lo comin y lo corriente? Hace afios tuve que afrontar un problema similar durante una in- vestigacién sobre los procesos de brujeria"® entre los siglos xv1 y xvi. Queria saber qué habia representado en realidad la brujeria para sus propios protagonistas: las brujas y los brujos; pero la documentaci6n ‘con que contaba (Ios procesos, y no digamos los tratados de demonolo- gia) constituia una barrera tan impenetrable que ocultaba irremedia- blemente el estudio de la brujeria popular. A cada paso tropezaba con los esquemas de origen culto de la brujeria inquisitorial. La tinica bre- cha en el obsticulo fue el descubrimiento de un fil6n de creencias has~ ta entonces ignoradas, y centradas en los Benandanti, un culto agrario cuya existencia se puede verificar en el Friuli entre el siglo xvry el xvi. La discrepancia entre las preguntas de los jueces y las respuestas de los acusados—discrepancia que no podia achacarse ni al trauma del inte- rrogatorio ni a la tortura—traslueia un profundo miicleo de creencias populares sustancialmente auténomas. 14, DeJ. Le Goff id «Culture cléicale et traditions folkdoriques dans a civilisation sérovingienne>, en Anaais ESC, XXII (1967), pp. 780-791; «Calture ecclésiasique et culture flllorique au Moyen Age: Saint Marcel de Paris ele dragon», en Ricerche stori= ‘he ed ecomamiche in memoria di Corrado Barbagalle, disgida por L. De Ros, Il, Napoles, 1970, PP. $3-94. 15. Vid. actualmente V. Lanternari, Antrpologiae imperialisme, Turin, 1974, pp. 5 y si yN. Wachtel, «L'acculturations, en Faire de Vhistore, op. cit Ty pp. 124- 146 16. Vid. C. Ginzburg, I Benandamti.Stregoneria ¢ cui agrari tra ‘s00 e ‘600, Turin, 914 19 Las confesiones de Menocchio, el molinero friulano protagonista de este libro, constituyen en ciertos aspectos un caso andlogo al de los be- nandanti. También aqui la irreductibilidad a esquemas conocidos de par- te de los razonamientos de Menocchio nos hace entrever un caudal no explorado de creencias populares, de oscuras mitologias campesinas. Pero lo que hace més complicado el caso de Menocchio es la circunstan- cia de que estos oscuros elementos populares se hallan engarzados en un conjunto de ideas sumamente claro y consecuente, que van desde el radi- calismo religioso y un naturalismo de tendencia cientifica hasta una serie de aspiraciones ut6picas de renovaci6n social. La abrumadora conver- sgencia entre la postura de un humilde molinero friulano y las de los gru- pos intelectuales més refinados y conscientes de la época vuelve a plan- tear, de pleno derecho, el problema de la circulacién cultural formulado por Bajtin. Antes de examinar en qué medida las confesiones de Menocchio nos ayu- dan a precisar el problema, es justo preguntarse qué relevancia pueden tener, en general, las ideas y creencias de un individuo de su nivel social considerado aisladamente. En un momento en que hay equipos enteros de investigadores que emprenden ambiciosas empresas de historia cuan- titativa de las ideas 0 de historia religiosa seriada,"” proponer una indaga- cién lineal sobre un molinero puede parecer paradéjico y absurdo: casi 17. Vid. pata el primer tema Livre et soit, op. cits para el segundo, P. Chaunu, Une biseire religewse, op. cit. y actualmente M. Vovelle, Pitt baroque et déhrisiancaton on Provence au XVII, Paris, x973. Ea general F. Fare, «L’histore quantitative et la construction du fait historique», en Annales ESC, XXVI (1971), pp. 63-75, que entre otras cosas seialaacertadamente las implicaciones ideoligicas de un método que tien- dea reabsorber las rupcuras (y ls revoluciones) en los perfodos argos y ene equilibrio el sistema. Vid. sobre esta misma pauta la investigaciones de Chaunu, asf como la contribucin de A. Dupronta éstas en el citado compendio Livre et sciété(, pp. 185 y ss), en donde, tris ambiguas dsquisiciones sobre el «alma colectiva», se lege a elogiar las virtues tranguilizantes de un método que permite estudiar el siglo xvi frances ig- norando el desenlace revolucionari, lo que equivaldra a liberarse de la —, como en sentido posi tivo, al permitir circunscribir las posibilidades latentes de algo (a cultura popular) que se advierte slo a través de documentos fragmentarios y de- formantes, procedentes en su mayoria de los «archivos de la represién>."* Con ello no deseamos confrontar las indagaciones cualitativas con las ‘cuantitativas."' Simplemente queremos hacer hincapié en que, en lo que respecta a la historia de las clases subalternas, el rigor de éstas no puede prescindir (0, si se quiere, no puede todavia prescindir) del vituperado in presionismo de aquéllas. Fl alegato de E. P. Thompson contra el «grose- ro impresionismo del ordenador, que repite ad nauseam un elemento sin ple recurrente, ignorando todos los datos documentales para los que no ha sido programado», es lteralmente cierto, en el sentido de que, como ¢s logico, el ordenador no piensa: sélo ejecuta. Por otra parte, solo con 21. Vid. las consderaciones de P. Bogatyrev y R Jakobson, «Il folelore comme for- sma di creazione autonoma, en Seruoent criti I (1967), pp. 223-240. Las famosas pi- ginas de G. Lukics sobre la sconciencia posible» (vi. Storia ection di cla, ead. it Milén, 1967, pp 65 yss) aun cuando inserts en un contexto totalmente distinto, pueden utlizarse en igual sentido, 22, Vid. D. Cantimori, Propttve di storia eretcale italiana del Cinguecento, Basi, 1960, p14. 23. Vid D. Jul pear. 24. Sobre la relacién entre encuestas cuantitatvas y encuestas cualitaivas, vid las observaciones de F. Le Roy Ladurie, «La révolution quantitative et les historiens fangs: bilan d'une génération (1932-1968)>, en Le teriteire de Pistoren, Pari, 1973, ».22. Enure las disciplnas , en Faire de Phir, op. cit, Il, pp. 76-79. El pase citado se 4 caracterizado los estudios historicos sobre Ia mentalidad es la recurrencia de elementos inertes, oscuros, inconscientes de una determinada visin del mundo, Las supervivencias, los arcafsmos, la afectividad, lo irracional, todo ello delimita de modo especifico la historia de la mentalidad, diferen- ciindola con bastante nitidez de las disciplinas paralelas ya consolidadas, ‘como la historia de las ideas o la historia de la cultura (aunque algunos in- vestigadores no establezcan diferencias entre éstas). Reducir el caso de ‘Menocchio exclusivamente al ambito de la historia de la mentalidad, sig- nificaria situar en segundo plano el acentuado componente racional (no necesariamente identificable con nuestra racionalidad) de su visién del mundo. Pero el argumento concluyente es otro: la connotacién decidida- ‘mente interclasista de la historia de la mentalidad. Fsta estudia, como he- ‘mos dicho, lo que hay de comiin entre «César y el tltimo soldado de sus legiones, entre san Luis y el campesino que labra sus tierras, entre Crist6- bal Colén y el marinero de sus carabelas». En este sentido el adjetivo de Rabe- hais, todo va bien. Pero cuando se interna en el campo de la «mentalidad (0 psicologia) colectiva>, sosteniendo que la religién ejercia sobre los una influencia sutil ya la vez. agobiante a la que era im- posible sustraerse—como no pudo sustraerse Rabelais—el argumento se hace inaceptable. :Quiénes eran aquellos mal definidos , los resultados de una encuesta, realizada sobre el débil estrato de la sociedad francesa compuesto por indi- planea la historia tradicional de las ideas. Los campesinos, es deci, la in- ‘mensa mayoria de la poblacién de entonces, aparecen en el libro de Feby- re para ser despectivamente liquidados en tanto que «masa [..] semisalv je, presa de supersticiones»; mientras que la afirmacién corriente segxin la ‘cual en aquel tiempo era evidentemente imposible formular y menos man- tener una postura irreligiosa criticamente consecuente, se traduce en el aserto harto manido de que el siglo xvit no era el xvt y Descartes no era contemporineo de Rabelais. A pesar de estas limitaciones, sigue siendo magistral el modo en que Febvre ha logrado desentraiiar los miiltiples hilos con que un individuo ‘esti vinculado a un ambiente y a una sociedad histéricamente determi- znados. Los instrumentos de que se ha servido para analizar la religion de Rabelais pueden valer para analizar la religién, tan distinta, de Menoc- chio. Sin embargo, se comprenderd, tras lo argumentado, que en vez de «, en Stora d'haia, vol. V, tomo I, Turin, 1973, pp. 669-698; I ibe de agabond,drigido por P. Camporesi, Turin, 2973. 30. Se anuncia la aparicin inminente de un importante trabajo de Valerio Marchetti sobre los artesanos del siglo xvtresdentes en Siena 27 violenta de las minorias y los grupos disidentes. También Menocchio aca- baria en la hoguera. Hemos dicho que es imposible proceder por eortes precisos en el corpus cultural de Menocchio. Sélo un juicio « posteriori nos permite aislar aque- Ilos temas, ya por entonces convergentes con las tendencias de un sector de la alta cultura del siglo xv1, que se convertirian en patrimonio de la ‘cultura «progresista» del siglo siguiente: la aspiracién a una renovacién radical de la sociedad, la corrosién interna de la religién, la tolerancia. Por todo ello, Menocchio se inserta en una sutil y tortuosa, pero nitida, linea de desarrollo que llega hasta nuestra época, Podemos decir que es nuestro precursor. Pero Menocchio es al mismo tiempo el eslabén per- dido, unido casualmente a nosotros, de un mundo oscuro y opaco, al que sélo con un gesto arbitrario podemos asimilar a nuestra propia historia. Aquella cultura fue destruida. Respetar en ella el residuo de indescifrabi- lidad que resiste todo tipo de andlisis no significa caer en el embeleco ¢s- ‘uipido de lo exético y lo incomprensible. No significa otra cosa que dat fe de una mutilacién histérica" de la que, en cierto sentido, nosotros 1mismos somos victimas. «Nada de lo que se verifica se pierde para la his- toria», recordaba Walter Benjamin, mas «s6lo la humanidad redenta toca plenamente su pasado». Redenta, es decir, liberada.. 31 Para lo expuesto en este pirraf, vid ademés pp. 127-129, 32. Nose confunda en modo alguno con Ia nostalgia reacionaria del pasado, ni con Ja retreaigualmente reaccionara so pretexto de una supuestawcivilidad campesina» in snl y his 33. La frase de Benjamin figura en Tes di fafa dela storia (Angelus novus. Sagat ¢ frammenti dsigida por R. Solmi, Turin, 1962, p73) 28 ‘Una redaccién provisional de este libro fue sometida a discusién prime- ramente durante un cursllo sobre religién popular impartido en el oto- fio de 1973 en el Davis Center for Historical Studies de la Universidad de Princeton y, luego, en un cursillo coordinado por el autor en la Uni- versidad de Bolonia. Quedo sumamente agradecido a Lawrence Stone, director del Davis Center, y a todos los que con sus criticas y observa- . 2. Vid. ACAU, proc. N2 136, £152. 3+ Actualmente Montereae Cellina es un pueblo entre colinas (a 317 metros sobre nivel del mar) situado a a entrada de valle Cellina. En 158 la partoguia contaba eon seiscientascincwenta alma: vi. AVP, Sacraram Vastadionum Noes ab anno 1582 asue ad annum 1584 £1880 4 Vid. ACAU, proc. 1.126, 20" 5. : ‘, es deci, la ssamblea de ebezas de fala esa constida por un pequeto pueblo, Boeri, cereano 2 Trice; os cabezas de familia qu a formaban en #578 eran sis 14 Vid. ACAU, Santo Ofcio,proe.N.126, ase 15. Vid. G. Marcheti l quaderi de camerar dis Michele a Gemona» en Cefi- ¢u2 38,196, p. 11-38. Marchetti observa (p13) que los camarers no perteneian a lero nial motariado, es deci, la clase letra solian ser , habia exclamado Domenico Melchiori al oftle."* ¥ Giuliano Stefanut: «Yo Iehe dicho muchas veces, y sobre todo cuando ibamos hacia Grizzo, que le aprecio, pero no puedo soportar lo que dice sobre cosas de la fe, porque siempre me pelearé con él, y si cien veces me matase y yo resucitara, siem- pre me haria matar por la fe». Fl sacerdote Andrea Bionima le lanz6 in cluso una amenaza velada: «Calla, Domenego, no digas esas cosas, porque agin dia podrias arrepentirte>..* Otro testigo, Giovanni Povoledo, diti- ¢gindose al vieario general, hizo una definicién, aunque peque de genérica: «

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