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Los derechos de los indigenas: algunos problemas conceptuales Rodolfo Stavenhagen* EI surgimiento reciente de la tematica de los derechos étnicos de los pueblos indigenas como una instancia especial de los derechos humanos —que cobra particular relevancia en el marco de las ‘conmemoraciones en torno al ‘Quinto Centenario” en 1992— plantea una se- rie de interrogantes conceptuales que necesita ser abordada desde diversos Angulos. En primer lugar, debe elucidarse la relacién que guarda la nocién de ‘‘de- rechos étnicos’” con la concepeién ge- neralmente aceptada de los derechos humanos. En segundo lugar, silos pueblos in- digenas vienen reclamando el reconoci- miento de derechos especiales dcbido precisamente a su cardcter de “ind{ge- nas”’, debe esclarecerse el valor del concepto de “‘indigenidad’’. En tercer lugar, debe aclararse la 5 Prolesci Tavestigador del Centro de Estudios Socio- logicos de of Colegio de México relacién entre derechos individuales y derechos colectivos. En cuarto lugar, debe tenerse en cuenta la ambigiiedad en torno al uso del término “‘minorfa étnica’” y su re- laci6n con los pueblos ind{genas. En quinto lugar, debe establecerse cual es el alcance del concepto de “pueblo” en general, y de ‘pucblo in- digena” en lo particular, especialmen- te en Io que se refiere a la nocién am- pliamente extendida de “derechos de los pueblos”. En sexto lugar, debe sefialarse la importancia que tiene la politica del Estado en toda cuestién relacionada con la idea de los “derechos indi- genas’”. Finalmente, deben ser claborados los conceptos de autodeterminacién y autonomfa, asf como otros semejan- tes, en rclacién alos pueblos indfgenas en el marco del Estado territorial mo- derno. ‘Nueva Antropalogfa, Vol. XIII, No. 43, México 1992 84 Abordemos uno por uno estos te- mas en los siguientes parrafos. I, DERECHOS HUMANOS Y DERECHOS ETNICOS El esquema clasico de los derechos humanos, tal como se desprende de la Declaracién Universal y de los dos Pac- tos Internacionales a nivel mundial, asf como de la Declaracién Americana y cl Pacto de San José en el 4mbito ameri- cano, se refiere fundamentalmente a los derechos individuales, es decir, alos de la persona humana. El principio basico que subyace a la concepcién moderna de los derechos humanos es el de su universalidad, que a su vez significa los principios de igualdad entre todas las personas y de no discriminacién por motivo alguno, sobre todo en lo que se refiere a género, raza, lengua, origen nacional y religion. Se advertird de inmediato que estos principios, hoy aceptados casi univer- salmente —cuando menos a nivel ret6rico—, pueden haber sido revolu- cionarios cuando fueron enunciados por primera vez. Recuérdese que en chas tan recientes como los afios ci cuenta los pueblos colonizados de Afri- ca, Asia y el Caribe no disfrutaban de los mismos derechos que los ciudada- nos de los imperios colonizadores; que en Estados Unidos los derechos civiles de los negros (ahora conocidos como afro-americanos) no fueron plenamen- te conquistados sino hasta los sesenta; que el apartheid (negador de derechos humanos) sigue vigente en Africa del sur (aunque en proceso de disolucién); RODOLFO STAVENHAGEN que la noci6n misma de ‘derechos hu- manos” no es aceptada en algunas teo- cracias isl4micas de la actualidad. ¥ si bien el holocausto y el genocidio de los gitanos por parte de los nazis merece un capftulo histérico aparte, no han faltado en la posguerra mundial las matanzas, la represién o las expulsio- nes territoriales de grupos espectficos de personas por motivos étnicos, racia- les, religiosos 0 nacionales. Se admite generalmente que el dis- frute de los lamados derechos civiles y politicos serd tanto mayor cuanto menor sea la intervencién del Estado en ellos, limitandose el papel de éste a garanti- zar el pleno ejercicio de aquéllos y a mantener un “ambiente” en el cual és- tos puedan cjercerse Tibremente. En oiras palabras, se exige un Estado “*pa- sivo’’, respetuoso, restringido, reduci- do y recatado. Con razén se ha dicho que un Estado interventor siempre puede representar un peligro para los derechos humanos, y asf lo entienden quienes piden para sf mayores dere- chos frente al Estado, sobre todo si ya los disfrutan ampliamente y si ocupan. una posicién superior 0 dominante en la sociedad. En lo concerniente a los llamados derechos econémicos, sociales y culturales, la situaci6n se presenta algo distinta. El debate histérico sobre los derechos hu- manos registra el reconocimiento de que ¢s ilusorio el ejercicio de los dere- chos civiles y polfticos cuando no exis- ten condiciones para el disfrute de los derechos econémicos, sociales y cultu- rales, es decir, tos de la llamada “‘se- gunda generacién’® de derechos huma- nos. También se advierte que los LOS DERECHOS DE LOS INDIGENAS 85 derechos de la segunda generaci6n no desplazan, sino que complementan a los derechos humanos de la primera ge- neraci6n (los civiles y politicos). Sin embargo, hay quienes niegan a los pesc la calidad de ‘derechos huma- nos”, sugiriendo en cambio que se tra- ta meramente de objetivos de polftica social. A diferencia del primer grupo de derechos, ta “segunda generacién” de derechos humanos no exige un Es- tado pasivo, sino mds bien un Estado “activo”’, responsable, redistribuidor, regulador, que provea los recursos y servicios necesarios para que los dere- chos econémicos, sociales y culturales puedan hacerse efectivos. Con razén se afirma que cuando el Estado abdica de sui responsabilidad en este campo se re- ducen las condiciones para el pleno ejercicio de los derechos econdmicos, sociales y culturales. Por consiguiente, las polfticas de ajuste estructural exigidas por las agen- cias financieras internacionales a los gobiernos del tercer mundo, que tienen por finalidad reducit el papel del Esta- do en la economfa, son consideradas por algunos observadores como viola- torias de los derechos humanos. En la medida en que tales polfticas afectan especialmente a los sectores mAs pobres de Ia sociedad (y contribu- yen, de hecho, a incrementar la pobre- za y la marginalidad), puede decirse también que son discriminatorias y por lo tanto violatorias de los principios de igualdad inscritos en ta Carta Interna cional de los Derechos Humanos.} Uy. Héctor Gros Espiell, Los derechos sconémicos, s0- NA. 43 Por razones historicas y estructura- les ampliamente documentadas, los pueblos indfgenas de América han sido tradicionalmente victimas de los mayo- res abusos de sus derechos humanos. EI Estado colonial primero, el Estado republicano después (y en su momen- to, la Iglesia, los colonizadores, las em- presas multinacionales y demés institu- ciones de la sociedad dominante) han sido responsables de toda clase de vio- laciones, desde el genocidio hasta la ex- clusién polftica y la discriminacién so- cial y econémica. Desde antes de Ja discusién con- tempordnea sobre los derechos humna- nos, la situaci6n de los pueblos indfge- nas ha sido motivo de preocupacién. Sin necesidad de remontarnos a las “Juchas por la justicia’? en la conquista de América y a la herencia lascasiana, y limitando nuestro andlisis al siglo veinte, diremos simplemente que las politicas indigenistas gubernamentales han declarado tradicionalmente tener dos objctivos: promover el desarrollo econémico y social de los pucblos indfgenas, y acelerar su “‘integraci6n”” a la sociedad nacional (es decir, la so- ciedad dominante definida en sus pardmetros culturales por las clases go- bernantes del pats). La brecha entre los ideales de la po- litica indigenista y la realidad de los pafses es grande: los indicadores socia- les y econémicos demuestran que la si- tuacién de los pueblos indigenas de América sigue siendo por lo general ca- tastr6fice. Por otra parte, la anhelada falas y cullrales ene sistema interamericans, Libro Libre, San José, 1986, 86 “integracién”’ ha significado por lo ge- neral la destrucci6én de las culturas € identidades indfgenas a través de polf- ticas asimilacionistas consideradas co- mo etnocidas. Si bien el etnocidio no aparece como violacién de los derechos humanos en ningdin instrumento jurf- dico, se le considera generalmente co- mo tal ya que representa a su manera una forma de ‘“genocidio cultural” y que contradice el derecho a la cultura proc! en el Pacto Internacional de Derechos Econémicos, Sociales y Culturales (art. 15). La nocién de ‘‘derechos étnicos’’ surge entonces como referente obligado para enunciar los derechos humanos de Jos grupos étnicos cuya situacién es particularmente vulnerable, debido pre- cisamente a las desventajas y violacio- nes que sufren como entidades con ca- racterfsticas étnicas propias, distintas de las de la sociedad dominante. En el marco de las labores de la Comisi6n de Derechos Humanos de la ONU se estén elaborando actualmente (1992) sendos instrumentos relativos a los derechos de los pueblos indfgenas y a los dere- chos de las minorias, que pueden ser considerados como un esfuerzo colecti- vo de la comunidad internacional para enriquecer y consolidar el edificio basi- co de la proteccién de los derechos hu- manos. En el debate contemporéneo sobre los derechos humanos, se escucha con frecuencia que debido a la universali- dad de éstos, todo tratamiento de dere- chos especfficos o de grupos especificos no puede ser considerado como una ampliaci6n del concepto de ‘derechos humanos”, sino simplemente como RODOLFO STAVENHAGEN instancia de aplicacién de estos dere- chos a casos espectficos. Por lo tanto, se argumenta, estos derechos no podran ser considerados como ‘‘derechos hu- manos’? en sentido estricto. En contraste con esta posicién po- demos afirmar, junto con otros analis- tas, que en la medida en que todos los eres humanos no son entes abstractos que viven fuera de su tiempo, contexto ¥y espacio, el concepto mismo de ‘*dere- chos humanos”” sélo adquiere significa- do en un marco contextual espectfico, Esto quiere decir que: 2) efectivamente existe un nticleo de derechos humanos basicos universa- les (de todas las personas, en todas las circunstancias); 2) ademfs de este “nticleo”” existe una “‘periferia’’ de derechos humanos espeefficos propios de categorfas espe- cfficas de la poblacién (nifios, mujeres, trabajadores, migrantes, minusvalidos, refugiados, minorfas étnicas, indfge- nas, etcétera); 3) los derechos humanos bdsicos universales no pueden ser plenamente disfrutados, ejercidos y protegidos en todas las instancias si no se disfrutan, ejercen y protegen simultaneamente los derechos ‘‘periféricos”” especfficos de las categorfas en cuestién. En otras pa- labras, hay circunstancias en las que es ilusorio hablar del nticleo bdsico de los “derechos humanos universales’’ (sal- vo a nivel totalmente abstracto, tedrico © filos6fico) si no se toma en cuenta la “‘periferia’’ de las instancias especffi- cas. Se advertird que en el apartado 2, las categorias especificas se refieren a grupos de poblacién que han sido tra- LOS DERECHOS DE LOS INDIGENAS dicionalinente_marginados, discrimi- nados u oprimidos, El planteamiento de los derechos humanos espectficos de estos grupos es el resultado de largas luchas histéricas y del reconocimiento de que la conceptualizacién de estos derechos especfficos responde a reali- dades histéricas y estructurales de di- versa fndole. En el apartado mencionado no aparecen especificamente los ‘‘dere- chos de los hombres’’ o Jos ‘‘derechos de los adultos" precisamente porque estas categorfas de poblacién dominan- te se han identificado siempre con los “derechos humanos” en general y no han tenido necesidad de una concep- tualizaci6n especffica en su favor. Por consiguiente, la construccién concep- tual y teérica de los derechos huma- nos refleja histéricamente las asime- trfas y desigualdades de la sociedad humana. Los derechos étnicos (entre ellos los derechos indfgenas) se inscriben enton- ces en cl marco de una ampliacién y consolidacién del niicleo basico de los derechos humanos. IL. EL GONCEPTO DE INDIGENIDAD Si el vocablo “indigena” se refiere a “originario”,, todos los seres humanos somos indigenas de alguna parte. Sin embargo, en el vocabulario sociolégico y politico (y cada vez mis, en el juridi- co también) el término “‘indfgena’” es empleado para referirse a sectores de la poblacién que ocupan una posicién de- terminada en la sociedad mas amplia NA. 43. 87 como resultado de procesos hist6ricos espectficos. En América Latina (asf como en otras partes) el término indfgena ha su- ido modificaciones. Concretamente, se ha transformado de un vocablo con connotaciones discriminatorias (utili- zado principalmente como estigma por los representantes de las sociedades do- minantes) a un término mediante el cual se reconocen distinciones cultura les y sociolégicas; y ademds se ha con- vertide, cn muchas ocasiones, en un Hamado simbélico a la lucha por la re- sistencia, la defensa de los derechos hu- manos y la transformacién de la socie- dad. No puede ser negado el origen colonial del uso actual de concepto “in- digena”. Simplemente son indfgenas los descendientes de los pueblos que ocupaban un tertitorio dado cuando éste fue invadido, conquistado o colo- nizado por una potencia 0 una pobla- cin extranjera.? Si este proceso tuvo Tugar en fecha relativamente reciente y puede ser documentado histéricamen- 77 relator especial de las Naciones Unidas propone la siguiente definicién: Son comunidades, pueblos y naciones indfgenas las que, teniendo una continuidad hist6riea con las sociedades anteriores a la invasién y precoloniales que se desarrollaron en sus territorios, se consideran distintos de otros sectores de as socieds- des que ahora prevalecen en ess territorios © en par tes de ellos. Constituyen ahora sectores no dominan- tes de la sociedad y tienen Ia determinacién de preservar, cesarrollar y transmitir a futuras genera- clones sus territories ancestrales y su identidad étniea como base de su existencie continuada como pueble, de acuerdo con aus propios patrones culturales, sus institaciones sociales y sus sistemas legeles.”” José R. Martinez Cobo, Estudis del problima de to disciminacion conta las poblaciones indigenes, (vol. V, CConclusiones, propuestas y recomendaciones), Necio- nes Unidas, Nueva York, 1987, p.30. 88 RODOLFO STAVENHAGEN te, el uso del concepto no presentarfa mayores problemas. Asf, por ejemplo Ja invasi6n y colonizaci6n de América en el siglo xvI marca el punto de parti- da de la divisién de la poblacién entre “indfgenas”’ (o naturales 0 nativos o aborfgenes o indios, segiin la termino- logfa usada) y ‘‘europeos” (o indianos © criollos o blancos o espafioles o ingie- ses, etcétera). EI mismo proceso tuvo lugar en otras partes del mundo: colonizadores ingleses y aborfgenes (en Australia) 0 maorfes (en Nueva Zelanda); coloniza- dores norteamericanos (y otros) vs. “‘Native-Hawaiians”’ en Hawaii, 0 es- quimales (inuit) en Alaska. En otros contextos, sin embargo, el empleo del término “‘ind{genas”’ se hace m4s com- plicado, Durante el periodo de los imperios coloniales en Africa y Asia, la pobla- cién colonizada en su conjunto fue de- nominada con frecuencia por los colo- nizadores con el vocablo ‘‘nativos’’. A la calidad de “‘nativo” se le agregaban por lo general las desventajas econéini- cas, polfticas y jurfdicas especiales de la situaci6n colonial, que operaban en fa- vor del colonizador. Al sobrevenir la descolonizacién y la independencia po- Ittica de estos pafses después de la Se- gunda Guerra Mundial, los ‘‘nativos’” dejaron de serlo para transformarse en “‘nacionales”, una metamorfosis tanto polftica cuanto seméntica. Es evidente que esta situacién se pudo dar solamente en aquellos territo- rios en los que el colonizador dejé de ocupar una posicién dominante des- pués de la independencia (Africa, Asia). No se aplica en situaciones en que los colonizadores mismos declara- ron su propia independencia polftica (América, Australia, Nueva Zelanda, Africa del Sur). eQuiere decir esto que el concepto “indigena” es solamente una categorfa de la situacién colonial, y deja de tener validez en la condici6n post-colonial? En parte la respuesta tiene que ser afir- mativa. Pero no lo es en aquellos casos en que la estructura de dominacién al interior de un pafs independiente pue- de ser calificada de ‘‘colonialismo in- terno"’, como en América Latina, América dei Norte, Australia y otras regiones. En diversos pafses de Asia del Sur, asf como en algunos pafses africanos, con la sociedad dominante y mayorita- ria que se identifica con el Estado na- cional, coexisten también algunos gru- pos étnicos minoritarios, de largo asentamiento histérico en _determina- das regiones, con frecuencia, relativa- mente aislados 0 marginados, de cultu- ra distinta a la del modelo nacional hegeménico, victimas a su vez de pro- cesos de explotacién y dominacién por los representantes econémicos y polfti- cos de la sociedad nacional. A estos pueblos se les conoce con frecuencia como poblaciones tribales (categorfa impuesta por el colonizador o el Estado nacional) y su situacién es similar a la de los pueblos indfgenas en otras partes del mundo. Conocidos co- mo ‘‘adivasis’’ en la India, tribus de las montafias en Tailandia y Filipinas, aborfgenes en Malasia y en Sri Lanka, estos pueblos han venido identificéndo- se a sf mismos como pueblos indfgenas. En aifios recientes han sumado sus LOS DERECHOS DE LOS INDIGENAS 89 esfuerzos a los de los pueblos indfgenas de América por el logro de sus dere- chos humanos (por ejemplo, en su par- ticipacién cada vez ms numerosa en las sesiones que sobre poblaciones ind{- genas realiza anualmente la Subcom’ si6n de Prevencién de. Discriminacio- nes y Proteccién de Minorfas de la ONU, asf como en su integracién en organizaciones no gubernamentales a nivel mundial). ‘Sin embargo, por lo general los go- biernos respectivos no admiten fAcil mente el término indfgena en lo que a dichos pucblos se refiere, ya que recha- zan la construceién conceptual que acompaiia el uso de este vocablo (es de- cir, el de la ocupacién originaria del territorio, con sus implicaciones de “derechos originarios”’, y la caracteri- zacién de la soberanfa estatal como una forma de colonialismo). La India por ejemplo rechaza que los adivasis de las regiones tribales (concepto introducido por el colonizador brit4nico) sean més “ind{genas”” que la poblacién hindi de milenaria presencia en estas reas. Lo mismo acontece en Bangladesh con re- ferencia a las relaciones entre la pobla- cién bengalf y las comunidades de la regién de Chittagong (Chittagong Hill Tracts). En Sri Lanka tanto cingalescs como tamiles se disputan la ocupacién originaria de la isla (hace mas de dos mil afios), pero el Estado reconoce ofi- cialmente la existencia de las vedas aborfgenes.? 3 F,, K.N.O. Dharmadasa y $.W.R. de A. Samara: singhe, The Vanishing Aborigines, Sri Lanka’s Veddas in Transition, Vikas Publishing House (International Centre for Ethnic Studies), Nueva Delhi, 1990 NA. 43 Tal como se utiliza actualmente, el concepto ‘‘indfgena’’ conlleva la idea de ocupante originario de un territorio dado. En este sentido, sin duda, la in- digenidad es una categoria ambigua, ya que la ocupacién original, en la mayoria de los casos, no puede ser do- cumentada fehacientemente. Nadie puede saber a ciencia cierta quiénes fueron efectivamente os primeros ha- bitantes de un territorio dado. Quienes actualmente se ostentan como “‘indfge- nas’” pueden haber desplazado a ante- riores ocupantes en épocas atin més le- janas, Ello no impide sin embargo que el concepto de “indigenidad” se utilice con fines politicos especfficos. En los Estados Unidos, durante el siglo xix, el “Nativism’’ fue un movimiento polf- tico de blancos de origen inglés para ‘oponerse a los inmigrantes de Irlanda y Europa central y meridional. Desde luego, los auténticos ‘‘nativos’* (indi- genas) de América del Norte eran igualmente rechazados por ese grupo politico. Mas recientemente, los mala- sios reclaman su calidad de “hijos del suclo” (bumiputra) para defender de- rechos © privilegios frente a la pobla- cién de origen chino en Malasia, pero igualmente mantienen a la escasa po- blacién aborfgen (tribal) en situacién de marginalidad. En Fiji, durante los ochenta, un golpe militar derrocé un gobierno democraticamente electo en nombre de los supuestos derechos vio- lados de la poblacién nativa de Fiji, que se sentfa amenazada por el creci- micnto demografico (y creciente presen- cia politica) de la poblacién de origen indio (introducida como trabajadores 90 RODOLFO STAVENHAGEN de la cafia por los colonizadores brité- nicos).* En segundo lugar, el concepto de “‘indigenidad”” sugiere una continui- dad hist6rica entre la poblacién indfge- na original y la que actualmente se identifica como descendiente directa de aquélla. Esta continuidad puede ser ge- nética (por reproduccién biolégica) y cultural (mantenimiento de formas cul- turales tales como la lengua y la reli gi6n que se derivan directamente del grupo originario). En la mayorfa de los casos actuales de ‘‘indigenidad’’, tanto Ia continuidad genética como la cultura han sufrido cambios. Las mezclas biolégicas entre pue- blos han sido extensas (mestizaje) y las culturas indfgenas en todas partes han sido modificadas profundamente por los diversos procesos de aculturacién. eQuiénes son los auténticos descen- dientes del Inca? ¢Quiénes son. los portadores de la cultura auténtica del México profundo?® sC6mo lograr que las poblaciones dispersas en multitud de aldeas y localidades con tradiciones propias y parroquiales se reconozcan en esa ‘‘comunidad imaginaria’? aho- ra coneebida como “pueblo o nacién indfgena o india’? © Michael Howard, Fiji: Race and Politics in an Istend {$iel, U¥C Press, Vancouver, 1991. Salberto Flores Galindo, Buscande wn inca, Lima, 1988, ‘Guillermo Bonfil, México profunds, waa ciilisosién ne- gods, CHESASSEP, México, 1987. Benediet Anderson, Imagined Communiter. Reflcions ‘on the Origin and Spriod of Natienaliom, Verso, Loncires, 1983, © Con respecto al Quinto Centenario, la Alianza Continental Indligena reunida en Quito en julio de 1990, declaré: ‘‘-. los pueblos, nacionaldindes y na- clones indiae estamos dando une respuesta conibativa La indigenidad, con frecuencia, in- dependientemente de los orfgenes y la continuidad biolégica y cultural, es el resultado de politicas gubernamentales impuestas desde arriba y desde afuera. También es producto, las ms de las veces, de un “‘discurso construido”” por Jas emergentes élites intelectuales de los propios pueblos indfgenas y sus simpa- tizantes entre otros sectores de la poblacién.® En todo caso, el discurso de la ‘‘in- digenidad” conduce a la denuncia de injusticias hist6ricas, ¢ incluso erfmenes cometidos contra los pueblos indigenas (genocidios, despojos, servidumbre, discriminaciones) y al planteamiento de derechos especificos que se derivan de estas injusticias y de la calidad de in- dfgenas (“primero en tiempo, primero en derecho”’; “‘recuperacién de dere- chos histéricos’’). El discurso de la indigenidad fundamenta y legitima Ja demanda de derechos humanos espe- cificos de los pucblos indigenas. Ill, DERECHOS INDIVIDUALES Y COLECTIVOS: La doctrina clésica afirma que en Jamedida en que los derechos humanos son individuales, de la persona, las co- lectividades no pueden ser sujetos de los derechos humanos. Tendrén otros derechos, pero los ‘derechos huma- 'y comprometida para rechazar esta ‘celebracign’, bar sada en nuestra identidad, la que debe conducirnos a unaliberacién definitiva’”. Deelaracisn de Quito, Co- misién por la Defensa de los Derechos Humanos, Quito, 1990. ‘Gf., Fernando Mires, Bl diseurse de la indianidad. La ‘usin indigena en América Latina, DES, San José, 1991. LOS DERECHOS DE LOS INDIGENAS 91 nos”’ en sentido estricto no son propios de los grupos sociales, cualesquiera que sean sus caracterfsticas. Esta afirm: cién parece légica e irrefutable y sin embargo deberd ser cuestionada. En primer lugar es preciso recono- cer que ciertos derechos humanos ind viduales solamente pueden ser ejerci- dos plenamente en forma colectiva. Asf, los derechos polfticos (el derecho a la libre asociacién) y los econémicos (el derecho a pertenecer a un sindicato) no pueden concebirse mAs que como ejer- cicio colectivo. En segundo lugar, siendo la natu- raleza del ser humano eminentemente social, las principales actividades alre- dedor de las cuales se ha construido el debate sobre los derechos humanos se realizan en grupos y colectividades con personalidad propia. En consecuencia, el ejercicio de numerosos derechos hu- manos solamente puede realizarse en el marco de estas colectividades que para ello deberén ser reconocidas y respeta- das como tales por el Estado y la socie- dad en su conjunto. Esto hace que cierto tipo de agru- pamientos humanos se vuelva de hecho sujeto de derechos humanos (ademas de otros derechos). Exactamente qué tipo de agrupamientos, en qué circuns- tancias y qué clase de derechos, consti- tuye precisamente el meollo del actual debate sobre la cuestién. El enfoque liberal individualista de los derechos humanos rechaza la noci6n de ‘“‘derechos colectivos”’. Para Jos partidarios de esta corriente, los de- rechos humanos individuales y univer- sales constituyen una victoria hist6rica de la libertad individual en contra del NA. 43 Estado absolutista y de las limitaciones impuestas al individuo por institucio- nes y corporaciones pre-modernas que reclaman su lealtad, exigen su sumi- sién y limitan su capacidad de eleccién. Asf, los derechos humanos se inscriben en la trayectoria histérica del desmnoronamiento de las sociedades pre-modernas y el surgimiento de la “sociedad civil’ moderna, En ésta, no debe existir ninguna mediacién institu- cional o grupal entre el individuo libre y soberano y el Estado que, a su vez, es emanacién de la libre voluntad de to- dos los ciudadanos. En su desarrollo més reciente, la doctrina liberal sostie- ne que la culminacién de los derechos individuales se encuentra en el funcio- namiento de la democracia politica y del mercado libre y la empresa privada. No es este el lugar para emprender una crftica detallada de la doctrina Ti- beral de los derechos individuales. Su temprana identificaci6n con los intere- ses de clase de la burguesfa emergente en los albores del capitalisino occidental condujo precisamente a la elaboracién de los derechos econémicos, sociales y culturales como complemento. indi pensable de los derechos civiles y po- Iiticos. Por otra parte, la historia de los til- timos cien afios ha demostrado, a veces en forma dramAtica, que el goce de los derechos individuales resulta ilusorio 0 cuando menos problemético en socie- dades altamente estratificadas, con grandes desigualdades socioeconémi- cas y regionales, y con fuertes divisio- nes étnicas (culturales, lingtifsticas, re- ligiosas y/o raciales). Es precisamente en este tipo de sociedades que se ha ve- 92 nido planteando la necesidad de reco- nocer los derechos grupales, colectivos como mecanismo indispensable para la proteccién de los derechos individua- les. Existen situaciones en que los dere- chos individuales no pueden ser reali- zados plenamente si no se reconocen Jos derechos colectivos; o dicho de otra manera, en que el pleno ejercicio de los derechos individuales pasa necesaria- mente por el reconocimiento de tos derechos colectivos. Asf lo entendieron de hecho los redactores de los dos pac- tos internacionales de derechos huma- nos ya que el articulo primero de am- bos pactos es idéntico y reza asf: “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinacién. . .”” Al plantearlo de esta manera, se re- conoce que todos los dems derechos enunciados cn estos instrumentos inter- nacionales est4n sujetos a, y se derivan de, un derecho colectivo primordi: de los pueblos a la libre determinacié6n. Cierto que este planteamiento debe ser entendido en el marco de las luchas por Ja descolonizacién de los afios de la pos- guerra (los pactos fueron aprobados por la Asamblea General de la onu en 1966), es decir, que debe ser contextua- Jizado. La comunidad internacional reconoci6 con ello que los derechos in- dividuales de las personas podfan diff cilmente ser ejercidos si los pueblos se encontraban colectivamente sojuzga- dos (por los regimenes coloniales). La situacién de las diversas minorf- as étnicas y de los pueblos indigenas en el marco de los Estados nacionales o multinacionales representa otra instan- cia en que el pleno ejercicio de los dere- RODOLFO STAVENHAGEN chos individuales pasa por los derechos colectivos. La ‘‘igualdad de derechos” de los individuos no es mds que una ilusi6n si esta igualdad es negada por diversas circunstancias a las colectivi- dades a las que estos individuos perte- necen. Y, por el contrario, la igualdad de derechos de las colectividades étni- cas resulta entonces condicién necesa- ria (pero tal vez no suficiente) para el éjercicio de las libertades y derechos in- dividuales. De la discusién anterior podemos derivar una conclusién provisional y normativa: los derechos grupales o colectivos deberin ser considerados como derechos huma- nos en la medida en que su reconocimiento y Gercicio promueve a su vez los derechos indi- viduales de sus miembros. Por ejemplo: et derecho de los miembros de una mino- sfa étnica a usar su propia lengua ver- ndcula se basa en el derecho de una co- munidad lingiffstica a mantener su Iengua en e! marco del Estado nacional (como veh{culo de comunicacin, crea- ci6n literaria, educacién, etcétera). Pero existen también instancias en que los derechos de una comunidad a la preservacién de sus costumbres y tradiciones pueden de hecho significar Ja disminucién o violacién de los dere- chos individuales de algunos de sus miembros. Pienso especfficamente en el caso de Ja mutilacién sexual de las ni- iias en algunas sociedades africanas.!° De ahf se deriva un corolario a la con- clusién anterior: no deberdn ser considera- dos como derechos humanos aguellos derechos colectivos que violan o disminuyen los dere- 1Gy,, Efua Dorkenoo y Scilla Elworthy, Female Geni tal Matiletion: Proposals for Change, Minority Rights Group, Londres, 1992. LOS DERECHOS DE LOS INDIGENAS 93 chos individuales de sus miembros. La comunidad internacional ha re- conocido que existen hoy en dfa otros derechos colectivos, que pueden ser considerados como derechos de la hu- manidad en su conjunto, sin los cuales el ejercicio de los derechos individuales no pasar de representar mds que un buen deseo escrito sobre papel. Un ejemplo claro de esta “tercera genera- cién” de los derechos humanos, tam- bién Mamados “derechos de solidari- dad”, es el derecho al medio ambiente, proclamado asimismo por la Asamblea General de la onu. Como pudo de- mostrar la magna reunién “Cumbre de la Tierra”’ en Rfo de Janeiro en ju- nio 1992, si la humanidad no cuida y conserva el medio ambiente cometer4 suicidio colectivo y planetario. De ahf que el derecho al medio ambiente es si- multéneamente un derecho colectivo y un derecho individual. Como derecho individual s6lo puede ser prategido co- lectivamente, de ah{ que deber4 tam- bién ser considerado como un derecho humano colectivo. Todo el aparato conceptual de los derechos humanos descansa sobre un imperative moral: el valor intrfnseco de la vida, la libertad y la dignidad del ser humano. En el logro de este impe- rativo tendrén que complementarse tanto los derechos individuales como los colectivos. IV, MINORIAS ETNICAS. Y PUEBLOS INDIGENAS La problemética de las minorfas ha preocupado desde hace mucho a la co- NAA. 43 munidad internacional, aunque las Naciones Unidas se ha dedicado bas- tante menos en esta cuestién que ante- riormente la Sociedad de Naciones. Con los cambios recientes en Europa oriental la cuesti6n de las minorfas na- cionales y cl Estado nacional vuelve a surgir con violencia desmedida. ‘Con su acostumbrado ritmo pausa- do, la Comisi6n de Derechos Humanos de la onu, después de muchos afios de discusiones, aprob6 en su 48a. sesién en 1992 una Declaracién de derechos de las personas pertenccientes a mino- rfas nacionales, étnicas, religiosas y lin- gifsticas, que deberd ser adoptada por Ja Asamblea General. Esta Declaracion (que atin no constituye un instrumento jurfdico internacional) se deriva del ar- tfculo 27 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polfticos, dinico apartado en cl que se habla de los dere- chos de las personas pertenecientes a las minorfas étnicas. ‘Tal como se ha sefialado en otras partes, este articulo es de alcances limi- tados,!* pero constituye una base véli- da para cl desarrollo de un aparato de proteccién de los derechos de las mino- rfas. Se advierte que ni el Articulo 27 ni la Propuesta de Declaracién recono- cen derechos a la colectividad, sino so- lamente a las ‘‘personas que pertene- cen...”. Este lenguaje refleja la disputa conceptual a la que se hizo re- ferencia en cl apartado anterior. De mayor alcance para la cuesti6n de los derechos indfgenas es la concep- cién implfcita en los documentos men- 1 Rodolfo Stavenhagen, Tis Ethnic Qurstion, Confit, Deeiopnentand Haman Rights, United Nationa Univer- sity Dress, Tokyo, 1980, pp’ 60-65. 94 RODOLFO STAVENHAGEN cionados de que existen ‘“minorfas”” que requicren “‘protecci6n’’ (se supone que del Estado 0 de la comunidad in- ternacional). La nocién de minorfa puede ser tomada en su sentido numé- rico, como una poblacién cuyo ntimero es “menor que la mayorfa’”. Puesto que vivimos en una época en que las “mayorfas’” mandan (fundamento mismo de la democracia), la identifica- cién de tal o cual grupo étnico como “minorfa’’ lo coloca por supuesto, en situaci6n de desventaja permanente frente ala ‘“mayorfa”, sobre todo sila mayorfa controla el aparato del Estado. La nocién de minorfa puede tam- bién ser tomada en sentido sociolégico, de grupo marginado, discriminado, ex- duido 0 desventajado, independiente- mente de su peso demogréfico, (No me refiero aquf a ‘“‘minorfas dominantes” © privilegiadas, que no necesitan por lo general de instrumentos especiales de proteccién jurfdica). Como tal, la mi- norfa requiere de la proteccién 0 de la tutela del Estado, ya sea temporalmen- te mientras aleanza la igualdad com- pleta con la mayorfa, ya sea de manera permanente si persisten las caracterfsti- cas que la distinguen de la mayorfa. Hist6ricamente, los grupos domi- nantes han considerado con frecuencia alas minorfas como “‘cuerpos extrafios” en el seno de la nacién. Esta vision et- nocrética ha conducido a genocidios, etnocidios, asimilaciones forzadas, ex- pulsiones, reubicaciones, colonizacién dirigida, y otras numerosas medidas violatorias de los derechos humanos de as minorfas victimas de tales polfticas. Numerosos Estados incluyen en sus legislaciones nacionales medidas de proteccién a las minorfas. Sin embar- g0, ello es considerado como insufi- ciente por las organizaciones no guber- namentales que representan a estos grupos, fo cual las ha llevado a plantear sus demandas ante los organismos in- ternacionales, tales como la onu, la Conferencia sobre Seguridad y Coope- racién Europeas, y otros, El concepto de ‘‘minorfa”” remite directamente a la unidad territorial y administrativa del Estado y a las polft cas estatales. Algunas minorfas nacio- nales enclavadas en el territorio de otra nacién, son de hecho el resultado de procesos histéricos y de la arbitrarie- dad de ciertos trazos fronterizos. Los actuales acontecimientos (1992) en la antigua Yugoslavia reflejan dramdtica- mente estas realidades. Otras minorfas (raciales, lingiifsticas, religiosas) pue- den encontrarse dispersas en el territo- rio nacional y la proteccién de sus dere- chos humanos no puede reducirse a arreglos territoriales, sino que requiere de otros mecanismos (electorales, insti- tucionales, culturales), Algunos estudiosos estiman que los derechos de los pueblos indfgenas de- berdn ser considerados en el marco de los derechos de las minorfas. Se piensa que las medidas nacionales ¢ interna- cionales de proteccién a las minorfas serfan adecuadas para garantizar los derechos humanos de {os pueblos ind{- genas. Las organizaciones de los pueblos indfgenas, sin embargo, sostienen una tesis diferente, en el sentido de que su situacién no es comparable a la de las minorfas, En primer lugar, insisten en que como “pueblos 0 naciones origina LOS DERECHOS DE LOS INDIGENAS 95 rias’’ son acreedores de derechos hist6- ricos que no necesariamente compar- ten con otras minorfas (por ejemplo, grupos étnicos inmigrantes). En segundo lugar, sefialan que fue- ron victimas de invaciones, conquistas y despojos en tiempos histéricos por lo que reclaman restituci6n de derechos perdidos (y con frecuencia, de sobera- nfas negadas) y no proteccién de dere- chos concedidos (distincién semAntica pero polfticamente significativa). En tercer lugar, saben que sus an- tepasados fueron naciones soberanas, sojuzgadas contra su voluntad ¢ incor- poradas a unidades polfticas (Estados, imperios) extrafias. Numerosos pue- blos indfgenas firmaron 0 fueron obli- gados a firmar en algtin momento tra- tados con los invasores mediante los cuales perdieron su soberanfa. Tal es el caso de los indios norteamericanos, los hawaianos, los mapuches y muchos otros. Estos tratados fueron posterior- mente violados y/o abrogados unitate: ralmente por los gobiernos respectivos. Por ejemplo, en el siglo xix el Congre- so de los Estados Unidos declaré nulos los tratados otrora firmados por el go- bierno norteamericano con los indios y los transformé asf de naciones sobera~ nas (ya muy maltrechas por cierto a rafz de las guerras de exterminio de las que fueron victimas) a minorfas muti- ladas y tuteladas, con derechos restrin- gidos. Lo mismo sucedié en numerosos otros pafses. La onu ha emprendido un estudio sobre el estado actual de los tratados in- dfgenas a la luz del derecho internacio- nal. Finalmente, se considera que las NA. 43 poblaciones indfgenas deben ser reco- nocidas como “pueblos” de acuerdo con la terminologta de los pactos inter- nacionales de derechos humanos (art{- culo lo.) y no como “minorfas’” segdin el articulo 27 del procr. Estas posturas diferentes se han he- cho presentes en los debates en torno a la adopcién del Convenio 169 de la Or- ganizaci6n Internacional del Trabajo (1989), asf como en los trabajos de la Subcomisi6n de Prevencién de Diseri- minaciones y Proteccién de las Minor!- as de la onu, especialmente cn la preparacién de la Declaracién sobre derechos de los pueblos indigenas, que deberd ser adopatada por la Asamblea General de la onu en 1993.12 V. EL DERECHO DE LOS PUEBLOS Y LOS PUEBLOS INDIGENAS Elartfculo 1o. de los dos pactos in- ternacionales es contundente: ‘Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinacién. . .”” El sistema interna- cional de derechos humanos est basa- do en dos pilares fundamentales: los derechos individuales y los derechos de los pueblos. Sin embargo, por razones expuestas anteriormente, el coneepto de “‘derechos de los pueblos” ha recibi- do menos atencién que el de los dere- chos humanos individuales. Es comin confundir la nocién de #2 Ver Rodolfo Stavenhagen, ‘Les derechos indige- nas: nuevo enfoque del sistema internacional” Curse Inxdsciptinarie ra Deeies Hunanes, Antolog'a ‘bsica, Instituto Tnteramerieano de Derechos Huma- not, San Joué, 1990, 96 RODOLFO STAVENHAGEN “pueblo” simplemente con la de ‘‘na- cién”’ (gno se habla de las ‘*Naciones Unidas’’?) y ésta a su vez con la de Es- tado. (En la onu tienen su lugar los Estados.) Los Estados son muy celosos en reclamar para sf toda clase de dere- chos (soberanfa, igualdad, no interven- cién, integridad territorial), El concepto de ‘‘pueblo”’ como dis- tinto a los Estados constituidos surge en el marco de las luchas por la desco- lonizaci6n y la liberacién nacional, La prdctica internacional concede el dere- cho de libre determinacién a los pueblos de los territorios colonizados pero no a las minorfas. Los pueblos indfgenas tienen buenos argumentos para demostrar que son o han sido pueblos colonializados. Por ello recla- man ser considerados como ‘‘pueblos”” para poder disfrutar del derecho de li- bre determinaci6n. Es evidente que este planteamiento puede ser rechazado por los Estados, quienes advierten aquf un peligro po- tencial para su propia soberanfa y su integridad territorial. Por otra parte, la poblacién mundial est4 constituida por millares de pueblos y solamente por un pufiado de Estados soberanos. ;Cudl es entonces el valor jurfdico y sociolégico del concepto de “pueblo”? ¢Qué crite- vios se utilizan para determinar cudles pueblos tendran derecho de libre deter- minacién y cules no? gQuiénes y en qué circunstancias deciden sobre estas cuestiones? La ley la hacen los Estados, pero los principios fundamentales que sostienen a las leyes los elaboran los pueblos a través de sus luchas y anhelos. La rapidez con la que se han desin- tegrado en los tiltimos aiios algunos Es- tados que otrora parecfan s6lidos ¢ in- mutables y la emergencia de pucblos con sus propias demandas revelan que estamos aquf frente a un campo de are- nas movedizas en el que la titima pala- bra no se ha escrito. E] concepto de “pueblos sin Estado"? y “pueblos no representados’’ se ha introducido en los debates sobre el derecho de los pueblos, el derecho de libre determina- cién, la proteccién de minorfas y los derechos de los pueblos indfgenas, Si el concepto de ‘pueblo’ como sujeto de derecho internacional ha de ser algo ms que un simple eufemismo de la poblacién incorporada a un ‘“‘Es- tado”’ ya existente, entonces es necesa- rio desarrollar criterios sociolégicos, culturales y polfticos validos para defi- nir, caracterizar y distinguir a los pueblos unos de otros. También es pre- ciso construir los mecanismos que per- mitan Hegar a acuerdos negociados o consensuales sobre los derechos de es- tos pueblos, sin caer en la violencia destructiva que caracteriza a tantos conflictos étnicos en la actualidad. Fundamentaimente hay dos mane- ras de utilizar el concepto de ‘‘pue- blo”. En su primera acepcién se refiere al conjunto de ciudadanos que confor- man un pafs: como cuando se habla de Ja ‘‘soberanfa del pueblo’’, ‘tun go- bierno emanado de la voluntad del pueblo”, etcétera. Usado de esta ma- nera, el derecho de libre determinacién de un pueblo se ojerce a través de la de mocracia politica 0, en casos excepci nales, mediante Jas luchas por la libera- cién_ nacional o Ja transformacién revolucionaria del Estado. La segunda acepcién se reflere al LOS DERECHOS DE LOS INDIGENAS 97 conjunto de rasgos que caracterizan a un conglomerado humano en términos territoriales, histéricos, _culturales, €tnicos y le dan un sentido de identidad que puede expresarse a través de ideo- logfas nacionalistas o éinicas. Esta identidad no es permanente ni fija: puede surgir, modificarse y desaparece segiin las circunstancias. En esta segunda acepcién el término “pueblo” es semejante al de “nacién”, con la sola diferencia que “‘nacion’”” es utilizado generalmente en relacién con Ia ideologfa y la polftica del “naciona- lismo’? que la vineula con la constitu- cién de un Estado, mientras que el tér- mino “pueblo” puede ser utilizado sin referencia necesaria al control del po- der del Estado. Desde luego, el uso de uno u otro término responde a conven- ciones de uso y no es intrinseco al fe- némeno social € hist6rico al que se re- fiere. Existen vélidas y s6lidas razones para que los pueblos indigenas de América y de otras partes sean conside- rados como ‘*pueblos’” sujetos de dere- chos humanos y jurfdicos, en el sentido que la onU ha mangjado este térinino. Algunos dirfan incluso que se justifica el uso del término “‘naciones’*. Asf, los indios norteamericanos se refieren a sf mismos como ‘'naciones”, en parte porque asf fieron denominados por el gobierno norteamericano en épocas an- teriores. En cambio, en sus encuentros y conferencias recientes, los indfgenas latinoamericanos han insistido en el uso del término “pueblos”. Los pueblos indfgenas de América estuvieron presentes cn cl nacimiento del derecho internacional inoderno. NA. 43, Francisco de Victoria, Bartolomé de las Casas y otros sentaron las bases del derecho internacional precisamente mediante sus argumentos acerca de la posicién de los ‘‘naturales’”” de Améri- ca frente ala expansién del imperio es- paiiol. Gon el establecimiento del siste- ‘™ma interestatal moderno, los pueblos indfgenas dejaron de ser actores inde- pendientes del escenario mundial. ‘Ahora se plantea si podrén llegar a ser nuevamente sujetos de derecho inter- nacional, como consecuencia de los instrumentos jurfdicos que actualmen- te se encuentran en elaboracién. VI, LAS POLITICAS NACIONALES Y LOS DERECHOS INDIGENAS Durante décadas en la mayorfa de los pafses latinoamericanos se alimen- taba la ficcién juridica formal de que todos los ciudadanos cran iguales y que por lo tanto no se justificaba una politi- ca especial con respecto a las poblacio- nes indfgenas. En algunos pafses exist{- an regfmenes especiales para los indios (Brasil, Golombia. . .) que de hecho los colocaban en situaci6n de tutelados, précticamente en ‘‘minorfa de edad’’. A partir de los afios cuarenta se fue perfilando una politica indigenista con- tinental, que ha sido califieada de asi- milacionista y paternalista cuando no francamente de etnocida. Las polfticas indigenistas de los Es- tados latinoamericanos tenfan por ob- Jetivo promover el desarrollo socioeco- némico de las comunidades indfgenas ¢ ““ntegrarlas” a la nacién. Los indfge- 98 RODOLFO STAVENHAGEN nas tenfan (0 debfan tener) los mismos derechos que los dems ciudadanos y si no los tenfan ello se debfa a fallas en los mecanismos de implementacién y pro- tecci6n de los derechos humanos y no en la concepcién de los mismos. En afios recientes, esta postura li- beral ha cambiado como resultado de las presiones y movilizaciones de los pueblos indfgenas. Varios Estados adop- taron nuevos textos constitucionales 0 legislativos en los que por primera vez se hace referencia a los derechos indf- genas y se reconoce a los pueblos indf- genas como tales.'* En Brasil, por ejemplo, el capitulo ocho de Ia consti- tucién politica adoptada en 1988 se re- fiere a los pueblos indfgenas; en Nica- ragua, después del conflicto entre indios miskitos y sandinistas durante Jos ochenta, se establecié la autonom{fa de las comunidades de la Costa Adanti- ca; en México fue modificado el artfcu- lo cuarto de la constitucié6n polftica en 1991 para incluir un apartado sobre de- rechos indfgenas. Ademés de reiterar los derechos in- dividuales, los nuevos textos legislati vos reconocen algunos derechos colecti- vos, como son el lenguaje, la cultura, el derecho consuetudinario o la costum- bre jurfdica'* y, en algunos casos, el derecho al territorio propio. Para los pueblos indigenas, éstos son apenas 1 Ver Redalfo Stavenhagen, Derie indigona » dee- ‘hos humanes on Américe Latina, El Colegio de México ¢ Instituto Interamericano de Derechos Humanos, México, 1988, 1 Ver ‘Rodolfo Stavenhagen y Diego Iturralde (comps.), Ente daly y ta cstumbre. El derecho conrurtudi- serie 7 Arairica Latina, Instituto Interamerica- no de Derechos Humanos ¢ Instituto Indigenista Inte- ramericano, México, 1990. los primeros espacios que se abren en el camino del pleno reconocimiento de sus derechos colectivos. Queda mucho (y en algunos pafses todo) por hacer. Los principios constitucionales deben desdoblarse en nuevas legislaciones. Estas a su vez, deben contener normas jurisdiccionales, mecanismos apropia- dos, y crear instituciones funcionales y efectivas. En este proceso de cambio es ne- cesario también considerar la trans- formaci6n del Estado tradicional lati- noamericano. El Estado unitario y centralista no ha podido dar las garan- tfas necesarias a los derechos de los pueblos indfgenas; por el contrario, ha sido generalmente su primer violador. Et Estado pluriétnico en gestacién debe ser, por supuesto, civil y democratico, pero también pluricultural y pluralista en Io polftico. E! federalismo, en donde existe 0 donde se crea conveniente que exista, puede ser no s6lo territorial sino tam- bién étnico. De no ser asf resultarfa ilu- sorio hablar de derechos colectivos de los pucblos indigenas. Estas metas, que han sido planteadas con frecuencia por las organizaciones y movimientos ind{- genas, deberdn ser claboradas de co- miin acuerdo entre éstos y los represen- tantes de las dem4s fuerzas de la sociedad civil. VII. HACIA LA AUTODETERMINACION INDIGENA La autodeterminaci6n de los pueblos indfgenas se inscribe en el de- LOS DERECHOS DE LOS INDIGENAS 99 pecto.!# En su sentido restringido, la autodeterminaci6n es considerada con frecuencia como la secesi6n polftica por parte de un pueblo con respecto a un Estado constituido, que de esta manera “ejerce su derecho a la libre determi- naci6n’”. En los Gltimos afios esto ha sucedido en las repiblicas que ante- riormente formaban la Unién Soviéti- ca, y de manera similar en Yugoslavia (aunque aquf la anterior Federacién simplemente se desintegr6 sin acto de- clarado de ‘secesién’’). Pero la autodeterminacién externa no significa necesariamente indepen- dencia polftica; puede significar la ne- gociacién en igualdad de circunstancias entre un pueblo y el Estado al que se en- cuentra vinculado. El resultado puede ser una nueva forma de convivencia po- Ittica en el marco de una unidad politica diferente. Como ejemplo actual podria citarse el caso de Quebec, Entre los pueblos ind{genas de América, el caso que mis se acerca a esta posibilidad es la Comarca Kuna San Blas de Panamd. La autodeterminacién también pue- de ser “interna”, es decir, referirse ala forma de organizaci6n politica y econé- mica interna de un pueblo, sin que nece- sariamente sean afectadas las relaciones externas ya establecidas. El gobierno norteamericano utiliza el término de au- todeterminacién para referirse al mane- jo econémico interno de las reservacio- nes indgenas. Pero en este caso se trata de un equfvoco, ya que las tribus indfge- nas en este pafs han sido reducidas a la dependencia total frente al gobierno fe- 9 Of, Jost A. Obicta Chalbaud, El derwhe Sumane de a cutedrerrinacin de los pucbas, Teenos, Madrid, 1985. NA. 43 deral y no tienen ningéin poder real pe ra cjercer la libre determinacié6n en el sentido de un derecho humano, Enel 4mbito internacional, se consi- deva que la libre determinacién se ejerce una sola y tinica vez, para siempre. Asf, hace pocos afios Namibia accedié a la independencia politica mediante un acto de libre determinacién, bajo supervi- si6n de la ony. Pero en el sentido que aquf se quiere dar al término, la libre determinacién puede ser vista como un proceso y como una red compleja de re- laciones entre un pueblo y cl Estado ent el cual éste se encuentra insertado. De esta manera, el derecho de la li- bre determinacién de los pueblos indf- genas puede comenzar con una renego- Ciacién politica de sus relaciones con el Estado nacional y terminar con un nuevo pacto democrdtico en el cual quedan definidas, por comin acuerdo, las interrelaciones mutuas. ‘Mas que de secesin o independen- cia polftica, se habla hoy en dfa de di- versas formas de autonomfa polftica, territorial y econémica. A este respecto son dignas de estudiarse las experi cias recientes de Nicaragua, asf como las de Brasil (en donde el pueblo yano- mami recibié confirmacién de sus dere- chos sobre su territorio tradicional, después de muchos afios de lucha). ‘Autonomfa, autogobierno, autode- terminacién constituyen términos relati- vos que actualmente son considerados como esenciales para el pleno desarrollo de los derechos humanos de los pueblos indfgenas. Seguramente en los afios que vienen seran definidas las mancras de su uso y ejercicio en beneficio de los indfgenas de América.

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