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Codex Vindobonensis

SIMBOLICA DE LA TRADICION PRECOLOMBINA


AGNESE SARTORI

"Pues el espíritu, que "sopla donde quiere" y


cuando quiere, puede siempre venir a revivificar
los símbolos y los ritos, y a restituirles, con el
sentido que habían perdido antes, la plenitud de su
virtud originaria…"
René Guénon

Creemos en la validez de esta afirmación, también en esta época tan obscura,


en la cual se ha perdido la visión de lo más alto y la percepción de las
dimensiones espirituales: el espíritu no ha dejado de manifestarse. Por años
hemos observado un interés prevaleciente por las culturas orientales en
general; ahora parece que a través de una poderosa energía espiritual, fuerzas
nuevas en la tierra de América indígena están revivificando una atracción y
una atención del mundo hacia la cultura precolombina y su gran pasado, y el
deseo de conocer sus lugares sagrados, sus misterios, y las raíces de las
culturas antiguas que los han producido. Muchos visitantes de Europa viajan
así hacia América, en busca de algo, empujados por una misteriosa atracción,
y regresan con la percepción de sensaciones nuevas y profundas, como un
encanto que los fascina y abre en su conciencia una puerta a lo invisible, a lo
desconocido, a lo mágico. A pesar de la gran destrucción sufrida, las culturas
precolombinas aún están vivas, y parece que en este fin de ciclo histórico y
cósmico el mundo tuviera que empezar a entender el mensaje de
Conocimiento que el Espíritu ha dejado en el mundo indígena americano,
quizás inspirando así una renovación en el camino de una humanidad ciega y
perdida en su ignorancia.

Mientras los hijos de la sociedad moderna, los habitantes de las grandes y


ricas ciudades del mundo tecnológico se afanan en buscar fragmentos sueltos
de una espiritualidad perdida, erradicada y destruida por la ignorancia y el

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materialismo, los indígenas de América, en su mayoría, siguen su vida basada
en ritmos naturales, apoyándose en certidumbres y sabiduría que el hombre
moderno ni siquiera podría entender. La diferencia no está en una forma
diferente de "tener", sino de "ser". El "hombre civilizado" supone que quienes
no han logrado poseer todo lo que él tiene, son por esto atrasados e ignorantes,
cuando no "salvajes" (si echamos una mirada alrededor, al nivel de la
experiencia común, sí podemos afirmar que esta última palabra bien se refiere
a una especie humana hoy muy difundida en las grandes ciudades).

El indígena, por el contrario, considera en su vida el "ser", como base de la


experiencia existencial. Su camino individual interior es una tensión hacia un
nivel de conocimiento y sabiduría, que puede alcanzar en una vida de
búsqueda, según el camino tradicional que sigue; en esta perspectiva espiritual
alimenta pensamientos elevados, desarrolla la conciencia de lo absoluto, una
tensión interior hacia la sabiduría, la paz, la perfección. El verdadero
"guerrero", según la tradición indígena, tiene que ser "perfecto".1

Sin embargo, podemos afirmar que las etapas del estudio sobre estas culturas
han llegado a un punto sin solución: aunque se hayan realizado muchas
investigaciones y trabajos de análisis sobre los numerosos vestigios de estas
antiguas civilizaciones (estelas, glifos, templos, frescos, códices, literatura,
etc.) parece que no se ha captado el principio de la gran tradición espiritual
que los ha inspirado y formado a todos; la mayoría de los estudios de
antropología y arqueología están en efecto basados en rígidos sistemas
"científicos" en los cuales no cabe ningún espacio para realidades
trascendentes, y asimismo están muchas veces "cerrados" en abstractos
esquemas y modelos de análisis, en los cuales no existe ni siquiera la
preocupación de otros posibles procesos de conocimiento que no sean
"científicos" en el sentido más moderno y, por consecuencia, totalmente
materialista de la palabra. El resultado es que la gran tradición espiritual
precolombina es casi desconocida. Por otro lado, es muy difícil comprender
un mundo caracterizado por experiencias rituales para el hombre de hoy, que
vive en una dimensión mental tecnocrática y pragmática, acostumbrado a
"ver" todo y tener una "explicación racional" para cualquier aspecto de su
existencia. La vida del hombre del pasado, que hoy estudiamos a través de la
antropología, de la etnología, etc., estaba caracterizada por una actividad ritual
muy intensa, base y expresión máxima de su vida y organización social.

Además, el prejuicio etnocéntrico que tenemos (según el cual nosotros


poseemos la verdadera civilización) y la falta de respeto por los herederos
vivos de la tradición prehispánica –víctimas de un continuado genocidio
cultural–, nos parecen indicar una regla común: una grave incapacidad de
comprensión para estas culturas. El abismo que nos separa de ellas es, como
decíamos, de marco cultural, pues la civilización precolombina, como todas
las culturas tradicionales, está constituida principalmente por procesos y

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caminos de conocimiento, basados en la experiencia de dimensiones que muy
poco tienen de material.

Su realidad está fundada en una visión mítica, ritual y simbólica. Por ello, los
indígenas son hombres libres, y llevan una existencia ligada a las leyes de la
naturaleza; su realidad sigue siendo "mitológica": la concepción y explicación
mitológica de los acontecimientos pone al indígena u hombre tradicional en
un universo metahistórico, en el cual mitos fundadores y ritos aprendidos y
perpetuados por la sociedad humana constituyen una relación indivisible y sin
interrupción entre realidad concreta y realidad simbólica; su concepción
circular del tiempo, además, en la cual el futuro consiste en la repetición del
pasado, hacen de su simbología cosmológica un universo de referencias
cerradas en ciclos, así que el concepto de lo eterno coincide siempre con la
realidad del "aquí" y "ahora".

Esas realidades son las que el moderno científico trataría de descifrar,


catalogándolas y esquematizándolas, buscando explicaciones fantásticas para
explicar antiguos rasgos culturales de "unas misteriosas civilizaciones del
pasado".

Por el contrario, estas dimensiones representan un mundo, o, mejor, un


'universo' que se aleja de una posible "esquematización" hundiendo sus raíces
–tan profundas cuanto puras– en la tradición sagrada unánime. Estamos
hablando de la Tradición que se ha manifestado en todo el mundo en formas
diferentes, pero con principios afines o idénticos.

Si consideramos al hombre como un ser cósmico, que pertenece a la vida y al


equilibrio del Universo, que radica en un pequeño planeta llamado tierra, ya
podremos darnos cuenta de cómo es realmente posible que sus características
rituales y religiosas tengan muchas semejanzas, juntándose en una simbología
universal, a pesar de las diferencias étnicas, históricas y geográficas. Esta
Simbología Sagrada que se ha dado en todas las grandes tradiciones del
pasado, ha manifestado en sus múltiples formas culturales principios
unánimes, que son los mismos que animan la Tradición Precolombina, como
veremos en este trabajo; por lo que creemos que este enfoque es el que más
puede ofrecer una llave interpretativa sobre las varias culturas tradicionales
como, en este caso, la precolombina.

El hombre verdadero, por otra parte, ha descubierto en sí mismo un centro,


que es como decir que el alma individual está ligada al alma cósmica;
entonces el ser humano puede percibir dentro de sí mismo el espíritu del
universo; si aceptamos la idea de que el hombre antiguo llega de una raza de
seres superiores2 hombres-dioses (de acuerdo con las teorías platónicas y los
textos sagrados) tenemos que creer que hay una raíz común en los distintos
elementos rituales y sagrados del mundo.

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El estudio de la simbología sagrada tradicional, entonces, puede explicarnos
una cantidad de interrogaciones hasta hoy no resueltas, como el estudio del
mundo ritual, que es la manifestación más directa de la Tradición. Las dos
pueden poner las bases para buscar auténticas interpretaciones de la simbólica
tradicional prehispánica.

Existe una conexión muy estrecha entre los símbolos de la Tradición


Precolombina y toda su manifestación cultural, empezando por los vestigios
de las antiguas civilizaciones de América (monumentos, artes, códices, etc.),
hasta la actual realidad indígena, pues los símbolos sagrados son el espejo, el
fundamento de toda su actividad ritual, y verdadera expresión de sus
principios existenciales. Por otra parte, los símbolos están vivos, y al alcance
de quien quiera entender su mensaje, expresado en la evidencia con la cual se
manifiesta en los numerosos monumentos del pasado, así como en las
ceremonias indígenas; el hecho de que no se entienda su significado depende
de la falta de conocimiento, así como de la escasa capacidad de interpretación
y comprensión que tenemos respecto a ellos, por ser nosotros, como decíamos,
tan diferentes.

En el Popol Vuh Ixquic recibe el germen que generará a Hunahpú e


Ixbalamqué, y las palabras de las cabezas representadas en este mito expresan
cómo la casta divina comunica a sus descendientes los conocimientos
espirituales de origen divino.

Rito y mito están estrictamente ligados a los símbolos, en cuanto a través del
rito y el mito los símbolos pueden expresarse en su función de instrumento de
conocimiento -y verdadera iniciación- para el hombre, hacia las dimensiones
trascendentes, siendo los símbolos una manifestación visible del idioma
secreto del espíritu, de lo absoluto. Rito, mito y símbolo toman vida así a
través de la acción del hombre, que así realiza un acto de participación
cósmica, cumpliendo un trabajo de intermediación entre lo terreno y lo
celeste, entre lo material y lo espiritual, en fin entre lo humano y lo divino. El
símbolo en el ritual se hace activo, y obra en la parte inconsciente del hombre,
que a través de esos símbolos sagrados, recibe mensajes e informaciones
relacionadas con su mundo arquetípico superior: en este sentido los símbolos
manifiestan realidades abstractas que están en nuestra psique. El que se
pudiera llamar "pensamiento simbólico" permite procesos de identificación y
asimilación en planos diferentes de lo real y de lo metafísico, hasta que el
hombre, en plena conciencia de su ser cósmico, vive en participación total con
los diferentes planos de la existencia, experimentando la posibilidad de
convertirse él mismo en un símbolo.

Principalmente en el ritual, el hombre se vuelve un instrumento sagrado en sí


mismo, y cumple acciones simbólicas.

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Pero una simple descripción de un ritual no informa del sentido del ritual
mismo; si no poseemos la clave de lectura de los símbolos que éste está
manejando, no podemos entender los efectos que produce en la realidad
invisible. Esa consideración es posible si aceptamos la existencia de un mundo
superior que no pertenece a la realidad científica-visible-material; si todavía
no aceptamos esta "otra" realidad, todo el mundo ritual pierde sentido,
sustancia, justificación, explicación, y su razón de ser.

La simbología religiosa y la función religiosa de la psique inconsciente


coinciden, porque sin la existencia de una psique humana que podría recibir la
inspiración divina, y la podría expresar en palabras o darle forma, ningún
símbolo religioso habría podido emerger al nivel de nuestra realidad. También
los textos sagrados, fruto de la sabiduría milenaria de la historia del hombre,
como la Biblia, el Tao Te Ching, el Bhagavad Gita, y el Popol Vuh, están
caracterizados por un idioma simbólico, relacionado con la simbología
sagrada tradicional.

"Llegaron, vinieron,
siguieron el camino,
vinieron a terminarlo,
para gobernar aquí en esta tierra,
que con un solo nombre era mencionada,
como si éste fuera sólo un mundo pequeño." 3

Es imposible hacer una breve relación sobre el mundo de los símbolos


prehispánicos; su cantidad, la multiplicidad de sentidos que un símbolo lleva
en sí mismo, así como la relación que algunos tienen con otros hacen de este
tejido un campo de investigación vastísimo. (Existen muchos estudios que
tratan del mundo simbólico en general, relacionados con la mitología de
Grecia, India, China, Egipto, etc.; todavía el mundo simbólico precolombino
no ha sido objeto hasta hoy de muchos análisis).

Sin embargo, nosotros creemos que la simbología del mundo prehispánico


conlleva secretos de grandeza y profundidad tales como para compensar
ampliamente el interés que se ponga en esta apasionante investigación: por
eso intentaremos aquí tratar en líneas generales unos aspectos que creemos
dignos de consideración.

En este trabajo pondremos atención particular en algunos símbolos que se


repiten en las representaciones de la cultura mexicana antigua, relacionados
con su mundo ritual, religioso y cosmogónico. Es notable darse cuenta que,
juntando los significados de estos símbolos, toma forma una construcción

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admirablemente coherente de creencias y experiencias, que todas conducen al
concepto primario de constante regeneración espiritual, expresado en la
"Guerra Florida" de los Caballeros Águilas y Tigres, símbolo de lucha
interior, la búsqueda de la perfección en la superación de la dualidad, del
mundo material, la tensión hacia el Absoluto.

En este estudio, repetimos, pondremos la atención sobre algunos elementos


simbólicos universales, elementos naturales y arquitectónicos, como también
sobre números, y otros símbolos arquetípicos, nada más para evidenciar
algunas características que tienen en la cultura mexicana, relacionadas con
otras grandes tradiciones.

Quetzalcóatl

Entre los muchos símbolos de la cultura prehispánica, Quetzalcóatl nos parece


el signo emblemático que contiene la revelación del origen celeste del ser
humano, tema fundamental en la Tradición Sagrada Mexicana.

Se puede notar cómo esta figura mítica está relacionada con otras culturas. En
la tradición hindú encontramos el combate entre el águila-Garuda y el reptil-
Naga. Podemos ver como Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, une las
características del reptil y el ave y conjuga el elemento tierra (serpiente, el
mundo material) con el aire (las aves y las plumas están relacionadas con el
concepto aire-cielo-mundo espiritual). En las tradiciones mitológicas del norte
de Europa el héroe Sigfrido tiene que luchar con el dragón (reptil, otra vez
símbolo del mundo material y de las fuerzas telúricas, los vicios, las
debilidades humanas) y después que vence al dragón "puede entender el
idioma de las aves": eso simboliza claramente el alcance de un conocimiento
superior; entender las aves es "comunicación con el mundo espiritual". En la
antigua civilización latina los sacerdotes tenían la capacidad de leer el futuro
mediante "auspicios": esta palabra tiene su derivación de aves spicere, mirar
las aves para entender el mensaje en su vuelo.

En el Popol Vuh, texto sagrado maya, es un ave la que tiene que avisar a los
Gemelos que la abuela está regresando y ellos pueden entenderlo, porque son
seres de conciencia superior.

En la película Chac, dios de la lluvia4 los campesinos dicen que el Chamán


"entiende el idioma de las aves". Por eso podemos ver cómo Quetzalcóatl
tiene el sentido simbólico de la unión de los dos aspectos de la existencia, lo
material y lo espiritual: unión de contrarios, perfección, armonía,
conocimiento y elevación espiritual.

-6-
Como Sigfrido vence al dragón, así el guerrero Aguila logra la reintegración
en su centro, para transformarse en un Quetzalcóatl.

"Por su parte, el hombre, por pertenecer a la vez a los abismos opacos y a los
esplendores celestes, constituye el terreno de reencuentro fuera del cual los
principios opuestos morirían en el aislamiento. Y por ser la efigie de la
conciencia de esta dualidad creadora, la serpiente emplumada es el símbolo
clave de la religión náhuatl".5

En los rituales de todo el mundo antiguo y en sus actuales sobrevivencias


existen algunos elementos primarios que el hombre utiliza, y que llevan en su
misma esencia el significado de su función sagrada y simbólica, como por
ejemplo: el agua, el fuego, el humo sagrado… (sea el acto de fumar tabaco o
el humo de incienso); de este modo el hombre mismo se afirma como ser
viviente en el universo, en el cual toma su propio lugar cumpliendo sus ritos
con los elementos de la naturaleza. Así puede juntarse con el "Todo", síntesis
y origen de los elementos de la manifestación cósmica, y puede así,
ritualmente, participar de las realidades visibles e invisibles. Así el chamán
logra superar la división, el límite, para entrar en el mundo sobrenatural,
porque "…aquí, a nuestro alrededor, se encuentra la eternidad misma…"
como dice don Juan (C. Castaneda).

Fuego, Agua, Humo.

Entre los elementos naturales, el fuego tiene un papel de primaria importancia


por sus significados simbólicos, y de conocimiento, comunes a muchas otras
culturas.

Aparece en el mito griego de Prometeo, en la simbología egipcia, así como en


los rituales hindúes, etc.; en el Popol Vuh una tribu pide fuego y está dispuesta
a pagarlo con la vida misma. El fuego está siempre relacionado con el
concepto de purificación, energía primaria, vida, calor, civilización en el
sentido más amplio de Conocimiento Superior.6

Hasta hoy muchos indígenas americanos repiten ceremonias sagradas con


fuego; entre ellos los lacandones de México practican la renovación de los
braseros para el "fuego nuevo".

En el Popol Vuh, los gemelos tienen que arrojarse a las llamas, en las cuales
mueren, para resurgir renovados, vivos y "purificados" (pur-pyr en griego
significa "fuego").

Otro elemento verdaderamente primordial es el Agua, símbolo de vida-


generación, relacionado a los cultos agrarios (agua-cosecha-sobrevivencia)
pero también al concepto de "limpiar" en el sentido más amplio de sacar las

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manchas y purificar a nueva vida, como en el simbólico bautizo cristiano: en
el Códice Tro-cortesiano se encuentra una representación de baño ritual
indígena muy parecido a un bautizo. Se encuentran muchas representaciones
simbólicas del agua también en Mitla, Teotihuacan, Chichén Itzá, etc. Los
jugadores mesoamericanos hacían un baño ritual antes de empezar el Juego de
Pelota, como hasta hoy muchas ceremonias indígenas empiezan con un
lavatorio ritual.

Un elemento que aparece también en varias culturas es el Humo sagrado,


representado en el Códice de Madrid y en bajorrelieves de Palenque, etc.; el
incienso que los reyes entregaron a Jesús, como el copal que queman los
Concheros en sus danzas, los Chamulas en las festividades (Semana Santa, día
de San Juan, etc.), los Zapotecos en los rituales de hongos santos, etc. Son
varias las atribuciones rituales al símbolo del humo: el humo sagrado se
encuentra relacionado muchas veces con acciones de ofrendas, pero también
posee, como el agua y el fuego, el concepto de purificación, con el sentido de
alejamiento de fuerzas negativas que están en el aire. En el Códice Tro-
cortesiano está representado un consumo ritual de tabaco: el acto de fumar se
relaciona con la ingestión de drogas en ceremonias sagradas como veremos
después.

Tenemos muchas representaciones precolombinas también con el Cáliz,


símbolo universal; "recipiente" que contiene líquidos sagrados; en el ritual
católico es un simbólico "graal" que contiene el vino-sangre de Cristo; en
ceremonias mayas, aún hoy los indígenas Lacandones preparan su balché
sagrado y lo toman en jícaras en el templo, choza sagrada; y en varias
poblaciones indígenas de México se preparan bebidas sagradas (rezando,
cantando con velas y flores, etc. como hacen los chamulas y otros) para
tomarlos en ceremonias. ¡Se podría empezar a buscar las relaciones rituales de
la leyenda del Santo Graal hasta las jícaras de balché!. Un hermoso cáliz de
cristal de roca se encuentra actualmente en el Museo Arqueológico de Oaxaca.

Sacrificio
En la tradición mexicana un aspecto muy importante es el concepto de sangre-
sacrificio-regeneración. La función simbólica de la sangre está en relación
directa con el principio vital transpuesto al orden cósmico: sangre de sacrificio
que contiene el principio de la vida.7

El sacrificio está representado en frescos, bajo-relieves, códices, etc. Se ven


autosacrificios de sangre efectuados en los dedos, en la lengua, en las orejas,
en el pene, sobre todo en la cultura maya, etc. y se han hecho estudios que
analizan estos aspectos de esta tradición. Encontramos también
representaciones de sacrificios humanos que incluyen en muchas ocasiones
otros elementos simbólicos: de un cuerpo sacrificado brota una planta; otra
vez de un cuerpo con cabeza cortada salen siete serpientes;8 otra vez de una

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"cabeza muerta" en la tierra se ve nacer un árbol, clara representación de la
relación muerte-vida.9

Codex Vindobonensis

El sacrificio es una de las manifestaciones más complejas no sólo del mundo


antiguo, sino también de todos los misterios de las doctrinas religiosas y
esotéricas. La representación más clara es el sacrificio de Cristo, y el misterio
de la muerte, vida, la "Resurrección", y la Salvación. En el
CódiceMagliabecchi 73 está representado un consumo ritual de carne
humana: la relación con el ritual de la comunión cristiana ("comer el cuerpo"
y "beber la sangre") es muy clara. La carne de un Ser Divino sacrificado es
sagrada y regenerante para quien la introduzca en su cuerpo, pues el Ser
Sagrado mismo transforma el cuerpo del hombre común.10 En el mismo
concepto muerte-resurrección, en el Popol Vuh los gemelos son matados en
Xibalbá y renacen otra vez; hay una relación con héroes o reyes-dioses de las
mitologías de otras culturas: Orfeo y Osiris, que tienen origen divino, fueron
matados y nacieron otra vez, representando un ideal religioso de tipo ciclo
muerte-renacimiento, como igualmente existía el culto de sacrificar a Mithra,
en Alejandría. Parecería, entonces, que la ceremonia del sacrificio represente
la purificación suprema, principio de la redención de la materia, expresión de
una doctrina altamente espiritual.

"...Cuando morimos
no en verdad morimos
porque vivimos, resucitamos,
seguimos viviendo, despertamos
Esto nos hace felices"11

Existen en las culturas más antiguas también las Piedras Sagradas,


representación simbólica de lugares sagrados, centro del mundo o dioses.
Podemos ver esta tradición en los menhires, en los jardines rocosos típicos del
budhismo zen, en las Hermae, descendientes de las piedras miliares de Grecia.
También las piedras naturales tenían un significado simbólico y sagrado

-9-
siendo consideradas moradas de espíritus o divinidades, piedras funerarias,
piedras de confín u objetos de veneración religiosa. Las encontramos en el
centro ceremonial de Stonehenge, representación de medidas cósmicas,
construido con piedras; en toda América se encuentran grupos de rocas
grabadas, petroglifos con múltiples representaciones simbólicas. Varios
pueblos indígenas además cuidan piedras sagradas como morada de
divinidades, como protección para el pueblo, etc.

Otro elemento que se repite en los rituales de todo el mundo es la Música,


aspecto fundamental en el conjunto de las acciones rituales; música y canto
participan del aspecto mágico del tocar y cantar. El "incantamiento" lleva en
su significado primario la idea de canto "mágico". Se da la utilización de
diferentes instrumentos: la caña de Pan en Grecia, la flauta de Krishna, etc.
Encontramos también muchos instrumentos de percusión en los rituales de
Africa indígena y Australia; en el ritual hindú, efectuado en los templos, la
percusión tiene un papel muy importante siendo parte final del rito, cuando se
abren las cortinas que esconden la imagen del dios; en la cultura mexicana la
tradición de instrumentos de percusión es muy importante en las danzas de los
Concheros, que utilizan varios tambores, como el Teponatzli, y como en otros
grupos étnicos, sonajas en los tobillos y en sus manos. Leemos en el Popol
Vuh: "...Intentamos el encantamiento... y cantaron, y tocaron la flauta y el
tambor". Se habla de Hunahpú e Ixbalamqué, los héroes gemelos.

La utilización de cantos sagrados y repetición de sílabas sagradas, se


encuentra representada en todas las religiones: en la cultura hindú se le llama
mantra, como por ejemplo la sílaba Om; mismo es el Amén. El ejercicio de la
vocalización de sílabas sagradas produce una vibración que une al hombre a la
vibración cósmica. Muchas estatuas de cultura prehispánica son representadas
con la boca abierta, expresando la utilización de esta práctica espiritual. Es el
caso de muchas estatuas femeninas, nosotros creemos, con los ojos cerrados y
la boca abierta, llamadas "la llorona", encontradas en el estado de Veracruz,
como también el de unas estatuas de barro, representación de hombres
cubiertos de plumas, y atribuidas a la divinidad Xipetotec, que también
manifiestan prácticas de respiración, con ojos cerrados y boca abierta, en
expresión de "sueño", que llama a la mente la experiencia del "sueño"
chamánico.

Estas vocalizaciones, los mantras, tienen efectos especiales: en la tradición


hindú, los Devas, en la lucha con los Asuras, se protegieron con la recitación
de himnos de Los Vedas, himnos que tomaron el nombre de chhanda, palabra
que designa el "ritmo".12 En la tradición Islámica, la palabra "ritmo"
corresponde a dhikr, fórmulas rituales correspondientes a los mantras hindúes.
Los mantras son fórmulas, su repetición tiene la finalidad de producir una
armonización entre los diferentes niveles del ser, y de determinar vibraciones
en los estados interiores del hombre, facilitando la comunicación en sintonía

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con los mundos superiores. Las oraciones de varios indígenas de México son
muy rítmicas y repetitivas, como las de los lacandones; los yaquis también en
sus ceremonias de peyote hacen vocalizaciones prolongadas; los chamulas
tienen oraciones cantadas repetitivas con características similares.13

Es posible también encontrar en estatuas o frescos de cultura maya y


teotihuacana representaciones de los chakras (palabra hindú que designa
centros de desarrollo espiritual localizados en el cuerpo del hombre);
representación de la llamada kundalini, o serpiente de energía sagrada que
sube por la columna del cuerpo, como también se ven manos en posición de
mudra,14 posturas de concentración similares al yoga, testigos de una gran
tradición espiritual y esotérica.

Queremos también mencionar otro elemento común a la cultura precolombina,


junto a otras grandes tradiciones del mundo: el uso de sustancias alucinantes,
o sea el de sustancias psicotrópicas, con fines rituales, para alcanzar una
comunicación con el mundo espiritual para obtener un contacto y una
inspiración directa de los mundos superiores. Este era en los ritos griegos el
fin de la ingestión del hidromiel en las ceremonias del dios Baco, bebida que
tenía poder mágico y de inspiración poética: inspiración de origen superior,
entonces. En el sentido más amplio la función poética es una "transmisión"
del recuerdo de los acontecimientos de los dioses y de los héroes míticos; en
este sentido la bebida, el licor sagrado, libera una "energía" que hace
"recordar" los tiempos míticos, comunicando "sapiencia" y "verdad". La
misma costumbre ritual se encuentra en el culto de Odín, como en la tradición
hindú, en la cual el soma es un líquido sagrado que comunica mágicamente las
fuerzas de Dios; también el Medioevo europeo da muestra de conocer la
conexión entre poción sagrada y conocimiento: el famoso mago Merlín era
llamado también "Ambrosio", ("el inmortal") por la "Ambrosía", líquido que
tenía extraordinarias propiedades.

En la América indígena es muy frecuente la ingestión de sustancias como


hongos, peyote, ayahuasca, balché, chicha, etc., que tienen el mismo
significado y función. Muchas veces están relacionadas con experiencias de
"visión" y "vuelo" chamánico, representado en varias formas como hemos
visto. El consumo de estas sustancias se efectúa para inducir un estado que
favorezca el contacto con el mundo espiritual. Se supone que el "ser" que
anima la planta es un guía en el camino que se va a cumplir.

En la cultura huichol de México el consumo del peyote tiene un papel


fundamental ligado al concepto de vida y conocimiento (el "fuego primordial"
divino). Así se reza tomando peyote:

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"...recobré el conocimiento: esto se hace para que siga habiendo vida; para
que los niños se sigan desarrollando…Así es la palabra de Dios, de nuestro
fuego. De nuestro Creador-el-Sol, que sube por aquí. Pues ellos se alimentan
con el sacrificio de nuestras vidas. Por eso hay quienes sacrifican venados, o
peces,… Así venimos avanzando.15

Diseño Tradición Indoamericana

NOTAS
1
Según las palabras del indio yaqui -don Juan-. (C. Castaneda: Viaje a
Ixtl&aaacute;n).
2
El mismo concepto de origen divino del Hombre está expresado claramente en el
Popol Vuh, la Escritura Sagrada Maya.
3
Miguel León Portilla, Los Antiguos Mexicanos. (antiguo poema náhuatl).
4
R. Klein.- Cineteca Nac. Mex.
5
L. Séjourné.- Pensamiento y religión en el Antiguo México, p. 131. F. C. E.
México.
6
En las escuelas masónicas hay pruebas simbólicas con el fuego, como está
evidenciado en la ópera La Flauta Mágica de Mozart, donde el príncipe Tamino, en
busca de conocimientos superiores iniciáticos, encuentra la 'prueba del fuego'.
7
En la Cábala la lluvia de sangre brota del 'Arbol de la Vida.'
8
Estela de Aparicio, Veracruz.
9
Códice Vindobonensis.
10
En los rituales Huicholes la distribución de pedacitos de peyote hecha por el jefe
de la tribu, se efectúa con gestos muy similares a la comunión cristiana, y el peyote es
considerado "carne de dios".

- 12 -
11
Texto Náhuatl, Informantes de Sahagún, Códice Matritense de la Real Academia;
Fol. 195, r.
12
Ver René Guénon: Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. VII: El
lenguaje de los pájaros. Eudeba, Bs. As. 1988.
13
Un ejemplo muy fascinante de estas vocalizaciones sagradas sale en la película
Chac, dios de la lluvia (Dir. Roland Klein, 1974 Cineteca Nacional, México). En una
escena el Chamán, para pedir lluvia, reúne a todo el pueblo para rezar; empieza
entonces a subir al cielo un canto homogéneo y vibrante, un sonido prolongado y
verdaderamente "cósmico": la voz del hombre hace vibrar el cielo, y el cielo vibra en
los hombres.

La vibración primordial del sonido cósmico acompaña las primeras imágenes de


templos y centros ceremoniales del México prehispánico en una visión aérea, que une
las pirámides con el cielo, en la película didáctica Ulama, el juego de la vida y la
muerte (Dir. Roberto Rochín Naya, 1986 Cineteca Nacional, México).
14
Por ejemplo, en frescos mayas, Bonampak, Chiapas, México.
15
Mara'Acame - Cantador y Curandero. Documental INI 1982.
También se habla de un líquido mágico, que los Camé, en el Popol Vuh, ofrecen a los
gemelos, la chicha, antes de que se lancen en el fuego: aquí también está relacionado a
la idea de un "cambio" de "estado".

- 13 -
Tablero, Palenque

SIMBOLICA DE LA TRADICION
PRECOLOMBINA
AGNESE SARTORI

II

Entre los símbolos comunes a diferentes tradiciones, encontramos el Árbol de


la Vida, representación del eje, del centro. En la cultura maya es la Ceiba,
árbol sagrado.

La Ceiba está relacionada con la imagen arquetípica del Árbol como Axis
Mundi: simbólicamente toma el lugar de la figura de un dios puesto en el
centro de un altar, como si fuera en el ombligo o "Centro del Mundo". En el
Génesis la idea del "centro" se expresa por el lugar donde se encontraba el
Árbol Sagrado a cuyo pie manaba una fuente, que se transformaba en cuatro
ríos, los cuales cruzaban el Paraíso de acuerdo a la orientación cardinal.

Ese Árbol Sagrado arquetípico es el primer símbolo ligado al origen del culto
a la vegetación, inseparable de la concepción de la vida biocósmica. El
símbolo del árbol cósmico, acompañado de animales y figuras de dioses, está
siempre relacionado con creencias de descendencias míticas de un símbolo
cosmológico vegetal.

En el Códice Borbónico se encuentra una representación del dios agrario que


sale del Árbol Cósmico. Tiene un papel muy importante también como
símbolo mítico de Árbol de Conocimiento, fuente de sabiduría. En el Popol
Vuh, cuando Ixquic tiene un "contacto" con el Árbol, se eleva a un nuevo
estado de conocimiento superior. Existe una representación muy similar en la
cultura hindú, donde se representa el cosmos bajo la forma de un árbol

- 14 -
gigante: sus raíces se ramifican abajo, y están ligadas a los actos humanos; sus
hojas y sus flores son el bien y el mal, el placer y el sufrimiento (la Ceiba, en
la copa, tiene las ramas bifurcadas, representando de igual forma el dualismo
inherente a los seres cósmicos).

En esta simbología hindú, el Árbol juega también el papel de pasaje entre una
condición de ignorancia y una condición de conocimiento iniciático.

En varias representaciones, en la parte baja, la Ceiba tiene el vientre hinchado,


como de mujer embarazada; a veces en su tronco sube un germen que de igual
manera representa la vida; el árbol está plantado en un recipiente, que
representa la Esencia Divina. Entonces el árbol y su recipiente representan
para los indígenas el acoplamiento de cielo y tierra, sintetizando a la divinidad
cósmica y su principio fecundador en la tierra.

En un sentido más amplio, el árbol representa el mismo Cosmos. El árbol en


su múltiple simbología, repite lo que para la experiencia arcaica es la visión
del cosmos entero. El árbol puede así convertirse también en un símbolo del
universo; y en virtud de la esencia cósmica que manifiesta, se hace sagrado.

En formas estilizadas el árbol cósmico puede ser representado también como


símbolo axial "T", o como la letra griega psi. Este último árbol de dos ramas
es la representación en su forma estilizada de un hombre con los brazos
vueltos al cielo, invocando una "comunicación superior", en fin, el hombre,
que reúne mente y alma en un pensamiento ya evolucionado. Hombres
prehistóricos representaron repetidamente esta imagen, como por ejemplo, en
un dibujo, en la cima de un cerro, que se encuentra en el camino de Oaxaca a
Mitla. El mismo dibujo se encuentra representado en varias partes de América
y del mundo. El indio maya se identifica con su hermano Árbol Sagrado, y le
llama Yaxche, que equivale a decir "primero el árbol": este Yaxche es la
Ceiba.1

De los símbolos gráficos el que tiene forma de "T" en la escritura jeroglífica


maya es el símbolo del aire -Ik- aliento. Su forma está también relacionada
con la cruz ansatha o ank de Egipto, donadora de energía vital: aire,
respiración, vida, origen sagrado de la vida.

Esta T sagrada está representada en varias partes del Palacio de Palenque,


Chiapas, en "ventanillas" que hacen circular el aire o Aliento Divino: el soplo
espiritual, que permite el nacimiento interior, la verdadera vida.

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Códice Borbónico

Huevo cósmico

Entre otros símbolos fundamentales de la tradición precolombina,


encontramos el círculo con el punto en el centro. Está representado, grabado y
pintado, en muchísimas figuraciones de dioses, en códices, glifos, etc.; lo
llaman "grandes aretes", o a veces "símbolo del jade", sustituyendo en este
caso el material (aún sagrado) de la representación, por el significado
intrínseco del símbolo mismo.

En el taoísmo, metafísica de la cultura china, el punto en el centro significa "el


germen" o "pensamiento divino", el Padre de todas las cosas: el germen cae en
el "valle del mundo" que es el caos, el espacio "vacío", y da origen a la vida;
este germen es "la suprema verdad", y en esta verdad está el "nombre de todas
las cosas". Entonces, referido a la experiencia humana interior, el punto y su
irradiación conformando el círculo indica el Verbo Divino como Principio, La
Palabra.

Entonces, el "Centro" es el lugar de unión de lo individual con lo universal: en


las Upanishad se dice que el Principio está en el centro del Ser, y que es más
pequeño que un granito de arroz, pero al mismo tiempo más grande que la
tierra y el cosmos.

El "Huevo Cósmico" (también representado en la cultura egipcia) o "Huevo


del Mundo", en la doctrina esotérica, representa la expansión cósmica que
empieza de su Centro, o Inicio del Universo; por eso está también relacionado
con el sol, identificado con las energías ascendentes, fuente de energía y
"corazón del mundo".

"El centro no es pues de ninguna forma concebible en la simbólica como una


posición simplemente estática. Es el hogar de donde parte el movimiento de lo
uno hacia lo múltiple, de lo interior hacia lo exterior, de lo no manifestado a lo
manifestado, de lo eterno a lo temporal, procesos estos de emanación y de

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divergencia donde se reúnen como en su principio todos los procesos de
retorno y de convergencia en su búsqueda de la unidad".2

En la cultura hindú se representa el Brahma indiferenciado, con el sagrado


monosílabo OM, entendido como elemento de germinación de todos los seres
del mundo. Principio de la Manifestación.

Al Centro, como "principio" o "nacimiento", se refieren numerosas figuras;


este círculo está hecho alrededor de un centro, en correspondencia con los así
llamados "puntos de desarrollo de la conciencia", los chakras en la cultura
hindú, situados en varias partes del cuerpo, como por ejemplo en la frente,
entre los ojos (evidenciado en esculturas mayas).

En México antiguo se conocían estos centros de conciencia cósmica y las


técnicas para despertarlos (posiciones del cuerpo, meditación, respiración,
vocalizaciones sagradas) y la representación de estas partes del cuerpo
humano con el mismo símbolo de "centro creador del universo" es lo que nos
habla otra vez de una identificación del hombre prehispánico con los
fenómenos cósmicos, y con conocimientos muy avanzados de la Ciencia
Sagrada y esotérica.3

En el sentido de "germen de vida" se puede ligar, en muchos códices


prehispánicos –cuando se relaciona con símbolos alusivos al cosmos, a la
tierra, etc.– al concepto de "raza" o "estirpe".

Muy similar es el concepto que este diagrama simbólico tiene en la cultura


tibetana, donde ese centro significa la manifestación de la vida; es decir, el
punto central es como una Gruta Germinal.

El concepto de un universo cuatripartito se halla en todas las tradiciones más


importantes. Así es expresado en el Popol Vuh:

"Fue llevada una cuerda para medir, y fue extendida en el cielo y


sobre la tierra, a los cuatro ángulos y a las cuatro esquinas, como
había dicho el Creador y Formador, madre y padre de la vida, de
todo lo que ha sido creado".

Un jeroglífico náhuatl que se encuentra en varias representaciones es un


cuadrado que lleva en las esquinas cuatro signos en muchas variantes. La
interpretación más evidente es la tierra y los cuatro puntos cardinales; este
mismo concepto de medición y orientación de la tierra está presente en
muchas otras culturas del mundo antiguo, llegando a ser un concepto básico
en todas las tradiciones, asociado a los puntos cardinales, a las posiciones del
sol, etc… Esto sugiere también una alusión a la creación del mundo
manifestado, el cuaternario.

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El esquema urbanístico de la antigua ciudad de Roma era cuatripartito; sus
cuatro puertas estaban relacionadas con la antigua función sagrada de una
ubicación direccional.

En la cultura china antigua la tierra se figuraba en forma cuadrada y el espacio


estaba delimitado por las cuatro direcciones. La tradición simbólica
geométrica del cuadrado, relacionado al concepto "tierra", se encuentra
también en las antiguas creencias de la India, donde se decía que "la tierra
medida en sus cuatro horizontes es cuadrada, dividida en sus cuatro regiones,
ocupada por cuatro castas… cuatro caras de la divinidad". Además, los
mandalas tántricos, imágenes del cosmos, son cuadrados con cuatro puntos
cardinales, siendo el cuadrado figura base de la representación del "espacio
limitado", a diferencia del círculo y de la espiral, representativos del concepto
espacio-tiempo ilimitado.

Existe por otra parte un elemento central unificador, cuando el cuadrado,


además de las esquinas marcadas, lleva un centro. Esta disposición en cinco
utilizada también en el juego ritual del Palo Volador mesoamericano, nos
habla de una Ley del Centro, que en la simbólica teotihuacana expresa el
concepto de los cuatro elementos primordiales diferenciados, unificados por
un centro, concepto que, afirma L. Sejourné, constituye el núcleo mismo del
pensamiento náhuatl, y que determinó sus más importantes expresiones. Este
centro está relacionado además, con la cifra de Venus y de Quetzalcóatl, y con
el Quinto Sol. En el mismo esquema se inscriben también las posiciones de
los equinoccios y de los solsticios, irradiadas de un punto central. Si
consideramos la figura del cuadrado en cuyo interior se inscribe una cruz
conformando sus diagonales, obtenemos una representación plana de la
pirámide; entonces esta estructura arquitectónica constituye también una
representación simbólica de alto nivel espiritual, coincidiendo con el concepto
de unión, reencuentro de Tierra (cuadrado) y Cielo (punto central y axial). De
la base cuadrada-material, empieza un proceso de purificación hacia arriba,
hacia lo "sutil", lo espiritual, al quinto punto, la quintaesencia; además, siendo
la pirámide una abstracción de la llama, se identifica entonces con el alcance
de momentos de liberación suprema, es decir la mística concordancia entre
alma individual y cósmica, la dimensión temporal limitada y la eternidad
infinita.

La representación plana de la pirámide llama la atención sobre otro símbolo


muy frecuente en la tradición sagrada mexicana: la cruz en equis o de San
Andrés.

Este glifo está representado varias veces relacionado con la dimensión de lo


"terrestre" y lo "manifiesto"; la cultura náhuatl lo relaciona al dios Hunab'Kú,
dador del Movimiento y de la Medición. Por eso, este glifo aparece
representado en muchas imágenes relacionadas a dioses, en estatuas, trajes

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ceremoniales, glifos, etc.; símbolo distintivo de lo inmortal, superior, absoluto
y divino. Está referida a una condición de "pasaje", o cambio de estado, según
la simbología referida a las puertas solsticiales. El entrecruzamiento de la
barra representa también en el plano espiritual la inmortalidad del alma, la
evolución, y genera el conocimiento supremo, y el dominio de las pasiones.
En la simbología alquímica se nos recuerda la unión de Mercurio y Azufre
para obtener el conocimiento o la liberación aquí, en este mundo, ya que en
astrología (con la que la alquimia guarda correspondencias analógicas) ésta es
la representación de la tierra.

"Cruza el Mercurio y el Azufre, para que nazca en tí el hombre solar".

El hombre solar es el guerrero espiritual, libre de condicionamientos, el héroe


de la Guerra Florida de los aztecas.

En matemática este símbolo es asociado al concepto de la "incógnita", y por


extensión a lo que no se conoce, al "Enigma", relacionado por la fuerza de las
cosas al mundo invisible, espiritual.

Es el "Verbo", en su triple función de Poder Creador, Conservador y


Renovador. En este sentido de Principio, o Verbo, coincide con las teorías que
identifican al cuadrado con la cruz inscrita dentro, con un cifrario geométrico.
Relacionado con el número cinco representa también el movimiento; en
algunas representaciones gráficas, en este centro de los elementos que se
cruzan aparece un ojo, el "Ojo de Dios", coincidente con el Punto Central-
Formador-Creador, la superación de los contrarios, Elemento Unificador; y
por eso además coincidente con el punto central de la pirámide, el "Punto que
está arriba", relacionado al Plano Espiritual, origen del Movimiento y de la
Medición.

"Lo sagrado y celeste permanece activo en la experiencia religiosa por el


simbolismo de la 'altura', de la 'ascensión', del 'centro'…" (M. Elíade).
"Centro" y "alto" coinciden, entonces, en esta representación de Ollin,
movimiento.

En la cultura náhuatl esta concepción de la dualidad está representada por el


dios Ometeótl, primigenio e increado que preside el Omeyocan, lugar de la
dualidad. Expresa la síntesis de los opuestos: tangible-intangible, visible-
invisible, bien-mal, movimiento-estatismo, vida-muerte, materia-espíritu, etc.

En el Popol Vuh, se representa el encuentro de los Gemelos Hunahpú e


Ixbalamqué con los representantes del mundo de la oscuridad, en Xibalbá.
Este encuentro simboliza la lucha en la vida del hombre que vive
permanentemente en la "dualidad" (alegría-dolor, salud-enfermedad, etc…).

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Los gemelos pueden "morir y resucitar" porque simbólicamente han vencido
la dualidad, alcanzando poderes sobrenaturales con los cuales ya dominan el
mundo material (dual) gracias a su "transformación" (o "transmutación"
espiritual según los principios de la Gran Obra Alquímica).

También la forma del campo del juego de pelota mesoamericano nos sugiere
un enfrentarse en campos opuestos, un contraste de fuerzas, y el fin del ritual,
la superación de la dualidad, la unión de los contrarios, la armonía humana y
cósmica; en el juego de pelota existe un simbólico acto de transformación,
pues Hunahpú e Ixbalamqué representan el Sol y la Luna, como subraya A.
Weisz (El Juego Viviente, Siglo XXI, Mex.).

En algunas representaciones, donde existe la división de los dos campos de


acción, está dibujada la pelota. Este pasaje de la pelota de una polaridad a la
otra simboliza el eterno movimiento, el Ollin, relacionado con el pasaje
simbólico de la dimensión diurna a la nocturna, asimilado al curso solar.

La oposición de luz y oscuridad expresada en símbolos cromáticos tiene otros


elementos significantes en el Códice Vindobonensis (29), donde en el campo
rojo se encuentra un dios con disfraz de Aguila, y en el campo negro otro
vestido de Jaguar. En otra representación del mismo sentido encontramos el
combate simbólico de Aguila y Jaguar (Códice Nuttall). En un sentido más
amplio se pudiera afirmar que el rojo –el elemento masculino y solar–, está
representado por el Aguila; y el negro, ligado al inframundo y a los elementos
generativos femeninos, es representado por el Jaguar. El Aguila ocupa
entonces la parte del campo relacionada con la dimensión diurna (rojo, vida,
principio masculino, Yang, el águila como símbolo solar), mientras el Jaguar,
está relacionado con la dimensión nocturna y femenina, (Yin, negro, muerte,
mundo de las fuerzas germinativas o inframundo).

El Juego de Pelota representa en última instancia el eterno juego de los


contrarios que genera el movimiento perenne, que pone en acción en el
cosmos la vida de todo lo existente, en alternancia de vida y muerte.

Así los dioses mismos se sacrifican para que el sol se mueva:

"¿Cómo habremos de vivir?


¡No se mueve el sol!
¿Cómo en verdad haremos vivir a la gente?
¡Que por nuestro medio se robustezca el Sol,
Sacrifiquémonos, muramos todos!".4

El viaje al inframundo con el cual se enfrentan los gemelos en el Popol Vuh


simboliza por lo tanto también la unión del inframundo –desconocido–, con el

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plano terrenal –conocido–; ese principio es manifestado en efecto por los
colores simbólicos, rojo y negro, los que caracterizan las dos partes del campo
del juego, las polaridades opuestas, diurna y nocturna.

En el descenso al inframundo por los gemelos se expresa la posibilidad de


renacer, como los astros, y los héroes que los encarnan. Así puede ser para el
hombre que persigue un camino de conocimiento, que puede renacer como los
míticos héroes astrales. El simbolismo de los colores, en particular el rojo y el
negro, aparece repetidamente en las manifestaciones de la tradición
mexicana.5

Se ve cómo el conocimiento, la verdadera sabiduría, se pone en relación con


el simbólico manejo de las dos energías en la acepción de dominio sobre las
fuerzas materiales y el conocimiento del mundo espiritual.

"Los que tienen en su poder


la tinta negra y roja (la sabiduría)
y lo pintado (los códices)
ellos nos llevan, nos guían
nos dicen el camino".6
"El sabio, una luz, una tea
suya es la tinta negra y roja
de él son los códices...7

Los colores negro y rojo aparecen por doquier, tanto en arte y artesanía, como
sobre indumentaria e instrumentos sagrados. Queremos aquí mencionar que,
entre otros, los indígenas lacandones de México utilizan hoy estos colores en
la preparación de objetos rituales, con distinción entre masculino y femenino:
el color negro para ellos representa el principio femenino-nocturno-
inframundano, el rojo representa el principio masculino-diurno-terrenal; así
aparece también claramente la distinción: "...señora de nuestra carne, señor de
nuestra carne, la que está vestida de negro, el que está vestido de rojo...".8

Entre otros símbolos universales, que repetidamente aparecen representados


en la cultura precolombina, queremos destacar el caracol, por la multitud de
significados que lleva en sí mismo.

El corte de un caracol visto por arriba y su estilización geométrica nos hablan


de origen y desarrollo de las manifestaciones vitales a partir de un punto
central hacia afuera: estas representaciones gráficas se encuentran en gran
cantidad en los antiguos petroglifos, como en códices, frescos, y en bajo-
relieves de muchos templos, en todo el mundo.

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La estructura íntima de un caracol nos sugiere también la forma de la Vía
Láctea, origen de vida cósmica, relacionada con todo principio de existencia.

Los astros, como los ídolos, son lugares en los cuales la divinidad toma su
morada, dando entonces a éstos el carácter de lugar sagrado. Así el objeto de
adoración no es el astro mismo, sino la virtud divina que está en él.

En la diversidad de símbolos acuáticos, las conchas son el verdadero emblema


del agua: escondidas en las profundidades del océano, en los lagos, en los ríos,
imbuidas de la sagrada fuerza del abismo, llaman en mágica asociación las
lluvias, la humedad, el origen de la vida y la fecundidad del mundo; siendo el
agua el elemento primario del origen de la vida, estas imágenes nos hablan del
mismo principio, del concepto que de "agua" llega a "generación". En la
forma en espiral del caracol también podemos reconocer el símbolo del
principio de la espiral de energía ascendente y creadora, de la cual es
manifestación viviente y simbólica en el mundo manifestado.

En el sentido más amplio el caracol expresa el desarrollo espiritual que


empieza desde un "centro", origen, o mundo interior, para extenderse hacia el
cosmos en una espiral evolutiva.

El caracol se confirma como símbolo de generación de espiritualidad en unas


representaciones teotihuacanas: el rey Quetzalcóatl, adornado de plumas,
relacionadas a los niveles superiores, parece nacer de un caracol, que en el
centro de su cuerpo, nos sugiere la idea de que la verdadera "generación", en
el mundo espiritual, requiere un largo camino hacia la perfección. Igualmente,
queremos subrayar el sentido de camino espiritual simbolizado por la concha:
también era el símbolo distintivo de los peregrinos medievales que iban al
Santuario de Santiago de Compostela. Con el mismo sentido está representada
detrás de las estatuas de santos y profetas en las iglesias. También en este caso
representa el concepto de "concha-cueva-oído", para recibir y escuchar el
sonido primordial y eterno, el Verbo, el mensaje de la vibración cósmica
divina. Esta idea está muy claramente expresada en la obra teatral
Representación de un sueño del dramaturgo August Strindberg, cuando la hija
de los dioses enseña al poeta a escuchar la voz del cielo.

En la simbología esotérica, las conchas de mar indican el mercurio (el yin,


principio femenino, el vacío, el pasivo) que todavía no ha recibido el azufre
(el yang, principio masculino, Verbo-Germen creador, llama creadora).

Queremos añadir que en la cultura mexicana actual no se ha dejado la


tradicional utilización del símbolo del caracol; como instrumento sagrado, se
lleva en muchos rituales y danzas, junto a otros instrumentos musicales, y se
toca tanto en el ascenso como en el descenso del sol y hacia los cuatro puntos
cardinales; su sonido, por semejanza a la vibración cósmica primordial vibra

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junto con ella gracias a su forma particular, pues el "Verbo" se hizo "forma", y
la forma espiral del caracol es el emblema mismo de la generación, del
principio y desarrollo de la vida cósmica.

Entonces, el hombre, tocando el caracol, soplando su aliento, produce una


vibración en la espiral cósmica, participando así en la vibración creadora
universal.

Entre los símbolos de "inicio" o "nacimiento", la gruta tiene un papel


fundamental por ser una imagen de "origen" y "protección", como una
abertura y boca de comunicación del vientre de la madre tierra. En varias
mitologías aparece como lugar de procedencia de estirpes humanas, principio
de nacimiento y peregrinación en la historia de los pueblos, como en el caso
de la ya mencionada cueva de Chicomoztoc, en la peregrinación narrada por
los nahuas. En el simbolismo platónico, la cueva asume un significado de
camino espiritual y cognoscitivo; la cueva y la proyección de las sombras (las
ilusiones humanas) evocan el mundo de las apariencias, del cual el hombre
tiene que salir, para contemplar la verdadera luz, hacia la contemplación de
los mundos superiores, en un camino de elevación espiritual.

Según las tradiciones de varias culturas, las cuevas representan un lugar


sagrado, donde se puede comunicar con los dioses, hacer ofrendas, rezar: son
"templos naturales", pasaje al inframundo, lugar oscuro de los inicios.
Encontramos en la tradición griega la Gruta de la Sibila, adonde los hombres
iban para interrogar a los dioses, y en la gruta encontraban respuestas
formuladas en un idioma simbólico que necesitaba interpretación; también la
gruta tiene relación con el viaje chamánico al inframundo, y la capacidad de
comunicación con dimensiones "otras". Se encuentran muchas grutas
transformadas antiguamente en lugares de culto y en iglesias en el área
mediterránea, como adoratorios y lugares sagrados en todo el mundo, siendo
la gruta considerada un espacio sagrado donde también ocurren milagros,
como la gruta de Lourdes, etc.

En un sentido más amplio, las grutas significan lugar de encuentro con las
fuerzas de los mundos invisibles. Las cuevas son oscuras, secretas, y protegen
los actos rituales; también son caja de resonancia para las oraciones, y para la
percepción del "mensaje cósmico". Según la tradición esotérica la gruta
representa también un lugar "iniciático", oscuro, símbolo de "muerte" antes
del "renacimiento"; el sentido mismo de la palabra gruta habla de algo secreto.

El nacimiento de la luz –o conocimiento– en la sombra o cueva primordial,


bien se expresa en la simbólica gruta del nacimiento del Cristo solar. El
águila, símbolo solar, se hace nacer de una gruta, en la cultura "huichol"; en
otras palabras, surge una configuración mitológica del nacimiento iniciático.

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"El Aguila volaba sin sombra como perdida... se fué por debajo
de la tierra y después del quinto día resucitó, saliendo de una
cueva, donde subió al sol".9

El mismo simbolismo de la cueva aparece en las crónicas mexicanas (c.


Mexicáyotl, pp. 72-74), en el lugar donde se crea un adoratorio, un pequeño
templo, al dios solar Huitzilopochtli.

"Y con esta madera, nada gruesa,


con ella cimentaron con estacas,
a la orilla de una cueva,
toda ella, la madera delgada,
así echaron las raíces del poblado,
el templo de Huitzilopochtli
El adoratorio aquel era pequeñito..."

En el Popol Vuh, el gigante Zipacná, como dios de la tierra, tenía la facultad


de "oír" todo lo que se decía en el mundo; esta imagen del dios que "oye"
todo, se explica para los Chortis que dicen que todas las cavidades naturales
de la tierra: grutas, precipicios, etc. son los "oídos de la tierra", así como en
Perú todas las hendiduras de la tierra se dicen huacas, sagradas.

En la mitología lacandona se dice que los hombres iban buscando el dios


Hachakyun, el creador, en las cuevas; en Catemaco, estado de Veracruz, la
iniciación de los brujos se hace en cuevas; en ceremonias nahuas de petición
de lluvia se preparan las máscaras sagradas en las grutas; en Huahutla de
Jiménez, estado de Oaxaca, los que participan en el ritual de los hongos llevan
velas a las grutas, donde las dejan quemando toda la noche; así la luz interior
puede continuar resplandeciendo, para vencer la oscuridad, la sombra: luz
como símbolo de nacimiento del sol interior, saliendo de la cueva o centro
escondido y secreto de nuestro ser. En fin, luz interior como iniciación,
realización alquímica del oscuro magma de los principios, nacimiento del oro
espiritual.

Entre los símbolos relacionados con la búsqueda, renacimiento, renovación e


iluminación, el laberinto ocupa un papel fundamental, pues representa un
camino simbólico que conduce al practicante al encuentro con las principales
energías que se hallan en el "centro", o sea a las profundidades de su ser.

Desde las épocas más antiguas las enseñanzas relativas al alcance del
Conocimiento, o sea simbólicamente a la conquista de la "luz", han utilizado
imágenes simbólicas, como se puede deducir de los poemas antiguos de varias

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culturas, como en los cuentos mitológicos de varias civilizaciones, desde los
textos de Babilonia, a los de Egipto, Grecia, etc.

Encontramos laberintos en varias culturas: cerca del lago Meride, en Egipto,


construidos por Psammético; el famoso laberinto de Cnossos, en Creta,
construido por el legendario Dédalo; Porsena, etrusco, construyó un laberinto
cerca de la ciudad de Chiusi, etc. Alejándose del área mediterránea también en
las culturas precolombinas se ha dado la misma construcción pues en verdad
es espejo de una estructura psíquica universal. En Oxkintok, Yucatán, por
ejemplo, se encuentra un laberinto, fabricado en el siglo V de nuestra era;
llamado por los locales el satunsat, que quiere decir "el perdedero". Se
ilumina por dentro en el equinoccio, el 18 de marzo y el 25 de setiembre,
posiblemente cuando se producía la "iluminación" de los neófitos.

Los mitos mayas de la región hablan de este laberinto como de un lugar donde
"se esconde la conciencia", donde se "guardan los libros sagrados de la
sabiduría", lo cual implica su carácter de centro espiritual, en el que se llevan
a cabo los rituales iniciáticos.

El muro oriental está cerrado, y al poniente está abierto, para significar y


representar la entrada al mundo inferior: captar los rayos del sol en su bajada
es como seguirlo simbólicamente en su camino nocturno.

El laberinto, en su estructura, produce una alteración de la conciencia, que es


una condición inexcusable de los rituales de iniciación; es un intento de
invertir el orden natural de las cosas, pues induce la eliminación de la frontera
entre los estados vitales del ser humano; es como una tierra sin referencias de
espacio y tiempo, un espacio donde las comunes experiencias y los conceptos
de la vida ordinaria no pueden existir, pues realiza una suspensión entre
dimensiones conocidas, reales y físicas, y una incursión en la oscuridad del
caos primigenio.10

Tenemos razones para ver en la raíz etimológica el verdadero sentido de las


palabras. Laberinto en griego antiguo se relaciona con el verbo lambano que
significa: conseguir, alcanzar, llegar a poseer, agarrar, coger, descubrir,
comprender, entender, aprender. El verbo ruomai quiere decir: cubrir, velar,
esconder, defender, preservar, proteger, como también purificar y salvar;
entonces tai uontai son las cosas escondidas, veladas y protegidas, que
purifican y salvan, y que se llegan a entender y descubrir alcanzado el centro,
la iluminación interior; labev tai ruontai significa entonces conseguir, poseer,
entender las cosas escondidas, los secretos iniciáticos por excelencia. La
oscuridad del camino interior es así ejemplificada en la estructura del
laberinto, el lugar donde "se aprenden los conocimientos ocultos", se recibe la
iluminación interior. Por estas razones en las escuelas iniciáticas se habla de
"muerte y resurrección", muerte al mundo material y nacimiento a una

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conciencia espiritual; los iniciados saben que la muerte-oscuridad es la vía
para adquirir la vida-luz. Entonces la entrada al laberinto-oscuridad, para
llegar a través del pasaje de la tiniebla a la luz, significa que es necesario
ganarse la luz-conocimiento con pruebas, miedo, mortificaciones
(simbólicamente representadas en la mitología por viajes de héroes en
caminos peligrosos, donde se enfrentan a pruebas, etc.).

Guerrero-jaguar
Codex Magliabechiano

En los centros ceremoniales mexicanos se encontraban edificios para la


iniciación de los Caballeros Aguilas y Tigres. Así las pruebas de iniciación
ponían en situaciones que podían despertar en los neófitos sus centros
interiores, desarrollándolos a conocimientos y conciencia de orden superior.
En la tradición simbólica sagrada el laberinto, como la cueva, está relacionado
con la idea de un viaje subterráneo, una "prueba", como aparece en el Popol
Vuh el viaje simbólico de los Gemelos en Xibalbá.

En Yaxchilán, Chiapas, centro ceremonial maya, se encuentra un laberinto


muy grande, y otro templo, el número 39, que con sus puertas en pendiente
hacia abajo, y una banca de piedra en la entrada misma delante de la puerta,
nos sugiere también la idea de una entrada en el templo iniciático. Laurette
Sejourné nos habla de Malinalco como de otro probable lugar de iniciación,11
y esto debe extenderse a todos los conjuntos arquitectónicos prehispánicos.

Para una persona cualquiera salir de un laberinto no es cosa sencilla: las


pruebas formaban hombres fuertes, conscientes y seleccionados, guerreros,
reyes, sacerdotes; solamente los "calificados" podían recorrer el laberinto
hasta la salida. El acceso al laberinto entonces era selectivo y los profanos no
podían entrar: pro-fano, en griego antiguo, quiere decir "delante-fuera del
templo".

En algunas iglesias medievales se sigue la tradición del laberinto,


representado en el pavimento, sustitución simbólica del peregrinaje a la Tierra

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Santa, lugar de iluminación, revelación espiritual, renovación después del
sacrificio (silencio, ayuno, mortificaciones físicas).

Los huicholes hacen su peregrinaje a Wirikuta, lugar de encuentro con los


dioses, lugar sagrado del peyote; el camino es muy largo y duro, días y días en
los cerros luchando con la naturaleza, para llegar a las planicies. Hay muchos
caminos que se cruzan en varias direcciones, y para llegar hay que conocerlos
para no perderse. Así los huicholes realizan su prueba iniciática de cumplir un
camino sagrado para alcanzar el Conocimiento (ceremonia del peyote y
comunicación con el dios).

El mismo concepto está expresado en la película Chac, dios de la lluvia,12


cuando el chamán emprende un largo camino, con los hombres del pueblo que
quieren la lluvia para sobrevivir. En el viaje ellos tienen que "ganársela",
afrontando varias pruebas iniciáticas simbólicas de resistencia, de coraje, y de
carácter, como seguir un tortuoso camino desconocido, atravesar una cascada
de agua, afrontar la oscuridad de una cueva, etc.

Por intermediación de los símbolos sagrados, el hombre de todos los tiempos


puede seguir caminos de Conocimiento. A través de los símbolos, la sabiduría
abrió las puertas a la luz interior y los iniciados enriquecidos por esta
revelación de lo invisible, en todas las tradiciones, se dedicaron a contemplar
el camino ordenado del cielo.

"El sabio: una luz, una tea...


es camino, guía veraz para otros...
es maestro de guías,
les da su camino,
de él uno depende...
Los que ven,
los que se dedican a observar
el curso y el proceder ordenado del cielo,
ellos nos llevan, nos guían,
nos dicen el camino".13

NOTAS
1
Añadiremos que la letra T en su aspecto fonético es un componente fundamental
en lengua nahuatl, pues muchas palabras relacionadas con el concepto de Dios,
comienzan con la pronunciación de esa letra, tal cual se hace en algunos idiomas
europeos. Así, Teoamoxtli = códice sagrado; Teocalli = casa de Dios; Teocualo =
comida sagrada; Teocuicani = cantor divino; Teopixcayotl = sacerdocio; Teotecuilli =
brasero divino, hasta Teotihuacan = lugar donde se hacen los dioses. En la raíz
lingüística griega, encontramos el mismo grupo Teo (ver en latín Zeus), que en otros

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idiomas conserva el mismo sonido T o D (letras dentales), concepto de Dios Padre; el
signo gráfico de la T sagrada está también relacionado con la abstracción del Arbol
Cósmico, que es considerado origen de la manifestación vital y también portador del
aliento divino.
2
Chevalier y Gheerbrant: Diccionario de los Símbolos. Ed. Herder. Barcelona 1986.
Voz "Centro".
3
Existe mucha bibliografía en relación a estos puntos del cuerpo humano, en
tratados de mística hindú o disciplina yoga.
4
(Texto Náhuatl : Informantes de Sahagún, Código Matritense de la Real
Academia, Fol. 180)
5
También queremos subrayar cómo en otras tradiciones aparece el simbolismo del
rojo y negro como alternancia de energías opuestas.
6
Coloquios y Doctrina Cristiana. Transcrito por F. B. Sahagún Biblia Vaticana.
7
Código Matritense. Informantes de Sahagún. Vol VIII, Fol. 118 R. (R).
8
Anales de Cuauhtitlán.
9
Jicurri Neirra, La danza del peyote. C. Kleiman. Película INI, Méx. 1980.
10
Las informaciones sobre este laberinto se encuentran en Los mayas, el esplendor
de una civilización. Quinto Centenario. Miguel Rivera Dorado. Ed. Turner. Madrid.
11
L. Sejourné: Pensamiento y Religión en el México Antiguo. Fondo de Cultura
Económica. Pág. 131.
12
Chac, dios de la lluvia. Dir. Roland Kein, 1974 (Cineteca Nacional México).
13
"Coloquios y Doctrina Cristiana". (M. León Portilla: Los Antiguos Mexicanos, F.
de Cult. E., México 1987. Págs. 125 a 127).

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