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MARGARET MEAD ADOLESCENCIA = Xe CULTURA EN SAMOA 1 INTRODUCCION Dunawre los iiltimos cien afios, padres y maestros han de- jado de dar por supuestas las dificultades de la nitiez y la ado- escencia, y trataron de adecuar Ia educacién a las necesida- des del nifio, antes que presionarlo en un inflexible patron edu cativo. Dos fuerzas los movieron a esta tarea: el desarrollo de la psicologia y las dificultades ¢ inadaptaciones de Ta juventud. La Psicologia indicé que podia lograrse mucho mediante el cono~ Cimiento de la forma en que los nifios se desarrollaban, de las fetapas que atravesaban, de lo que el mundo adulto podria es- perar razonablemente del nifio de dos meses 0 del de dos Afios. Y las amenazas del ptlpito, los agudos lamentos del fi- ésofo social conservador, Ios documentos de Jos tribunales de menores, de las organizaciones de ayuda social, todo sefialé aque debfa hacerse algo con el perfodo que Ta ciencia ha deno- ininado adolescencia. El espectéeulo de una generacién joven dlivergiendo cada vez més de las normas ¢ ideales del pasado, marchando a la detiva sin el amarradero de normas familiares respetadas o de valores religiosos, aterrarizd al cauto reaccio~ hario, indujo al propagandista izquierdista a realizar cruzadas misioneras entre los jévenes indefensos, € inquicto hasta al més despreocupado. Fsta situacién de indecisiin e inestabilidad de la juventud, era mis evidente en la civilizacién de Estados Unidos que en Ia europea, porque mientras sé daban en aquéllas méiltiples co- rrientes inmigratorias, normas de conducta antagénicas, éta fra més antigua y estable. Las condiciones de vida estado- tunidenses indujeron al psicélogo, al educador, al filésofo de la 7 —— ee ADOLESCENCIA Y CULTURA EN SAMOA sociedad, a ofrecer explicaciones aceptables de los problemas de los nifios en edad de crecimiento. Como hoy en la Alem nia de posguerra ', donde la joven generacién ha de encarar problemas de adaptacién més dificiles que los afrontados por nuestros hijos, inunda las librerfas una gran cortiente de teo- rias sobre la adolescencia, en igual forma el psicdlogo en los Es- tados Unidos procuré explicar el desasosiego de la juventud. El resultado se expres6 en obras como las de Stanley Hal ‘Adolescencia”, que atribuia las causas de sus conflictos y an- agustia al periodo atravesado por los nifios. La adolescencia era caracterizada como el lapso en el cual florecia el idealismo y se fortalecia la rebelién contra las autoridades, perfodo en que Ins dificultades y antagonismos eran absolutamente inevita- es. El especialista en psicologia infantil que era cauteloso y con- fiaba en el experimento para apuntalar sus conclusiones, no suscribfa estas teorias. Decia: “No tenemos datos. Sélo cono- ccemos algo sobre los primeros meses de la vida de un nifio. Estamos empezando a investigar cudndo siguen una luz por pri- mera vez los ojos de una criatura. ;Cémo podemos dar res- pucstas definidas a las preguntas acerca de cémo tna persona- lidad desarrollada, de la cual nada sabemos, responders a la re- ligién?” Pero las advertencias negativas de la ciencia nunca son populares. El experimentador no se comprometia, y el. socid- Jogo, el predicador y el pedagogo trataron ardtuamente de ofte- cer una respuesta categérica. Observaron la conducta de los adolescentes en nuestra sociedad, anotaron los omnipresentes ¥ obvios sintomas de desasosiego, y los proclamaron caracteris- ticos de ese periodo, Las madres fueron prevenidas de que “las hijas menores de veinte afios” presentan problemas patti- culares. Este,-decian los teéricos, es un periodo dificil. Los cambios fisicos que tienen lugar en el cuerpo de vuestros hi- jas © hijas poseen sus definidos acompaiiantes psicol6gicos. No podéis cludir uno més que otro: asi como vuestra hija se trans- forma corporalmente de nifta en mujer, cambiard también ine- + Escrito en 1926 (N, del E.) 38, te aa 7 TNTRODUCCION vitablemente su espiritu, y de una manera turbulenta. Los te6- ricos volvieron a observar a los adolescentes de nuestra civili- zacién y repitieron muy convencidos: “Si, turbulentamente”. Tal punto de vista, aunque no sincionado por el experimen- tador cuidadoso, adquirié vasta popularidad, influyé ‘sobre nuestro sistema educativo, paralizé nuestros esfuerzos paterna- les. Asi como Ia madre debe hacerse fuerte frente al Tlanto de su hijo cuando a éste le aparece su primer diente, de igual mo- do debe soportar con toda la ecuanimidad de que sea capaz las desagradables y tempestuosas manifestaciones de la “edad delicada”. Si no hay porqué culpar al nitio, tampoco debe ha- ber un programa cuyo cumplimiento pueda exigirse del maes- tro, excepto el de la tolerancia, FI teérico continud observan- do la conducta de los adolescentes norteamericanos y afio a afio iba justificando sus hipétesis, a medida que las dificultades de la juventud se mostraban y documentaban en los informes de las escuelas y de los tribunales de menores. Pero, entretanto, otra manera de estudiar el desarrollo hu- ‘mano habia ido ganando terreno: surgia el enfoque del antro pélogo, quien estudia al hombre en sus mas diversos marcos sociales. El antropélogo, mientras examinaba su creciente con- junto de materiales sobre las costumbres de los primitivos, Tiegé a reparar en el enorme papel desemperiado en la vida de cada individuo por el ambiente social en que nace y se des- ‘arrolla, Aspectos de la conducta que estdbamos habituados a considerar como complementos invariables de la naturaleza humana, aparecieron uno a uno como meros resultados de la CivilizaciOn, presentes en los habitantes de un pafs, ausentes cen los de otro, y esto sin un cambio de raza. Se determind asi que ni la raza ni Ja comin naturaleza humana pueden ser res- ponsables de muchas de las formas que asumen, en diferentes €arcunstancias sociales, emociones humanas aun fundamentales ‘como el amor, el miedo y la ira ‘Asi pues, el antropélogo, deduciendo de sus observaciones sobre Ta conducta de los seres humanos adultos en otras civi- Izaciones, aleanza muchas conclusiones idénticas a las que ogran los behavioristas, trabajando con nifios cuya naturale- za maleable no habfa sido aiin configurada por la civilizacién, 39 ADOLESGENGIA Y CULTURA EN SAMOA Con tal actitud hacia la naturaleza humana, el antropélogo prest6 atencién a las opiniones corrientes sobre la adolescenci Observs emo actitudes que le parecieron dependientes del ambiente social —la rebelién contra la autoridad, los interro- gantes filos6ficos, el florecimiento del idealismo, el conflicto y Ja lucha, eran atribufdas a un periodo de desarrollo fisico, YY en base a su conocimiento del determinismo de la cultura, de la plasticidad de los seres humanos, vacilé. gSe debian estas dificultades al hecho de set adolescente 0 al de ser adolescen- te en los Estados Unidos? Para el bidlogo que duda de una vieja hipétesis 0 desea veri- ficar una nueva, existe el laboratotio biolégico. All, bajo con- iciones sobre las cuales puede ejercer el més rigido control, puede variar la Iuz, el aire, el alimento que sus plantas 0 ani- males reciben, desde el momento del nacimiento a través de toda su vida, Manteniendo constantes todas las condiciones menos una, puede llevar a cabo una medicién exacta del efecto de aquella condicién. Este es el método ideal de la ciencia, el método del experimento controlado, gracias al cual todas las hipétesis pueden ser sometidas a uma estricta prueba objetiva. Aun el estudioso de psicologia infantil puede reproducir par. cialmente estas ideales condiciones de laboratorio. No puede controlar el ambiente pre-natal del nifio a quien més tarde someterd a la medicién objetiva. Le es dado sin embargo, con- trolar el primer ambiente del nitio, los primeros dias de su existencia, y decidir a qué sonidos, figuras, olores y sabores de- be exponérsele. Mas para el estudioso del adolescente no hay tal simplicidad de condiciones de trabajo, Lo que deseamos verificar es nada menos que el efecto de Ia civilizacién sobre ‘un cambiante ser humano, en la edad de la pubertad. Para ve- rificarlo mds rigurosamente tendriamos que construir diver sas especies de civilizaciones- y someter gran cantidad de adolescentes a estos diferentes ambientes. Deberfamos enunciar las influencias cuyos efectos deseamos estudiar, Si deseéramos estudiar la influencia del mimero de miembros de familia, construiriamos una serie de civilizaciones parecidas en todo aspecto salvo en la organizacién familiar. Entonces, si en- contrdramos diferencias en la conducta de nuestros adolescen: 40. INTRODUCCION tes podtfamos decir com seguridad que el niimero de fami- iares ha causado esta diferencia; por ejemplo: el hijo tni- co tiene una adolescencia mds agitada que el que pertenece a tna familia numerosa. Y asi podriamos proseguir a través de una cantidad de situaciones posibles: conocimiento y experencia sexuales tempranos o tardios, premura uw oposicién a un des- arrollo precoz, separacién de los sexos 0 educacién mixta des- de la infancia, divisién del trabajo entre los sexos 0 tareas co- mune para ambos, presén pata escogeren materia rcligiosa 0 ausencia de tal prsion, Variariamos um factor, mientras os demés permanecerian absolutamente constantes, y analizarfa- mos cual de los aspectos de nuestra civilizacién, si existe algy- no, €s responsable de las dificultades porque pasan nuestros i adolescencia _ ieseraciadament, se nos niegan esos métodos ideals de ex pperimentacién cuando mnestros materiales son la naturaleza hu- mana y la contextra entra de un orden social. La colonia de ieba de Herodoto, en la cual las criaturas debian ser aisla- Tas anotados tos resultados, no es un enfoque posible. Ni es posible el método de seleccionar, en nuestra civilizacién, gru- “pos de nifios que satisfagan uno u otro requisito. Tal sistema ‘consistiria en elegir quinientos adolescentes de familias redu- “Gis y quinientos de familias momerosas, y tratae de, dese “Dri cudles han experimentado las més grandes dificultades iptacién en Ia adolescencia. Pero no podriamos saber cud- ‘eran las influencias que actuaban sobre estos nifios, qué efec- jeden haber tenido sus conocimientos sexuales 0 el medio ite sobre su desarrollo en la adolescencia {Out método, pues, debemos emplear los que deseamos re IF un experimento humano pero carecemos del poder de Jas condiciones experimentales 0 de hallar ejemplos con- \dos de las mismas en toda nuestra ‘ivilizacién? El iini- método es el del antropélogo; ir a una civilizacién diferen- ¥y efectuar un estuidio de tos seres, humanos bajo diferentes jones culturales en alguna otra parte del mundo. Para ‘studios cl antropélogo clige pucblos muy sencillos, pri- ivos, cuya sociedad no ha alcanzado munca la complejidad nuestra. En esta eleccién de pucblos primitivos como los 41 ‘ 1 i Se ADOLESCENCIA Y CULTURA EN SAMOA esquimales, los australianos, los insulates del Mar del Sud 0 los indios “pueblo” el antropélogo se guia por el principio de ‘que cuanto mas simple es una civilizacion, més posible es el logro del andl 'Si se tomaran civilizaciones intrincadas como las de Europa, 0 superiores como las del Oriente, serian necesatios largos aiios de estudio antes que el observador pudiera comenzar a com- prender las fuerzas actuantes dentro de ellas. Un estudio de la familia francesa solamente, involucrarfa un estudio prelimi- nar de la Historia y el Derecho francés, de las actitudes catélica y protestante respecto de la cuestién sexual y las relaciones personales. En cambio, un pueblo primitivo sin lenguaje escri- to presenta un problema mucho menos complicado, y un es- tudiante preparado puede dominar la estructura fundamental de una sociedad primitiva en pocos meses. ‘dems, no clegimos una simple comunidad campesina de Europa o un grupo aislado de blancos montatieses de la Améri- a del Sud, pues el modo de vida de estos pueblos, si bien sencillo, pertenece esencialmente a la tradicién histérica en que se ubican las partes complejas de la civilizacién europea © americana. En cambio, elegimos grupos primitivos que han tenido miles de afios de desarrollo histérico bajo sistemas com: pletamente diferentes de los nuestros, cuyo idioma no pose rucstras categorias indo-europeas, cuyas ideas religiosas son de naturaleza diferente y su organizacién social no sélo mis sencilla, sino muy distinta de la nuestra. De estos contrastes {que son bastante vividos como para asombrar ¢ iluminar a {quienes estdn acostumbrados a nuestro modo de vivir, y bas- tante simples como para ser captados ripidamente, es posible aprender muchas cosas relativas al efecto de una civilizacién sobre sus individuos, ‘Asi, a fin de investigar este problema, decid no ir a Alema- nia oa Rusia, sino a Samoa, isla del Mar del Sud situada a unos trece grados ‘del ecuador, habitada por un pueblo polinesio moreno, Resolvi dedicarme al estudio de Ia adolescente de Sa- ‘moa porque, siendo yo mujer, podia lograr una mayor inti- midad al trabajar con muchachas que con varones, y porque debido a la escasez. de etndlogas, nuestro conocimiento de las 42 INTRODUCCION jovenes primitivas es mucho més superficial que el de los mu- chachos. Pero actué de modo muy distinto que si me dedicara, por ejemplo, al estudio de la adolescente de Kokomo, Indiana. En tal caso, irja directamente a lo esencial del problema; no ten- ria que detenerme en el idioma de Indiana, en los modales de Ja mesa, o en las costumbres referentes a la manera de dormir ‘de mis sujetos, ni deberia realizar un estudio exhaustivo de e6- mo aprenden a vestirse, a usar el teléfono 0 qué significa el concepto de conciencia en Kokomo. ‘Todas estas cosas estén formadas por la contextura general de la vida norteamericana, conocidas por mf en cuanto investigadora y por vosotros en. cuanto lectores, Pero con este nuevo experimento sobre la adolescente primi- tiva el asunto era muy distinto. Ella hablaba un idioma del cual hasta los sonidos me eran extrafios, un lenguaje en el que los suitantivos se transforman en verbos y los verbos en sustantivos de Ia manera mais parecida a un juego de prestidi- gitacién. Todos sus habitos de vida eran diferentes. Se sentaba de piernas cruzadas sobre el suelo, y el hacerlo en una silla la hubiera tornado torpe y menguada, Comia, con los dedos, en un plato tejido; dormia en el piso. Su casa era un mero carculo de pilares, techada por un cono de barda y alfombrada con fragmentos de coral desgastados por la accién del agua. Todo su ambiente material era diferente. Cocoteros, Arboles del pan y mangos se mecfan sobre su aldea. Nunca habia visto un caballo, no conocia més animales que el cerdo, el perro y la rata, Constituian su comida el taro, el frato del rbol del pan y bananas, pescado, palomas silvestres, cerdo semi-asado y cangrejos terrestres. Y del mismo modo como era necesario ‘comprender este ambiente fisico, la rutina de esta vida tan di- ferente de la nuestra, asi también su ambiente social y las actitudes hacia los nifios, el sexo y la personalidad, presenta- ban un intensisimo contraste con el ambiente social de la mu- chacha norteamericana, Me dediqué a las jévenes de la comunidad. Pasé la mayor parte de mi tiempo con ellas. Estudié muy atentamente las ca- sas en que vivian las adolescentes. Consagré més tiempo a los B ADOLESCENCIA Y CULTURA EN SAMOA juegos de los nifios que a las reuniones de los adultos. Hablan- ‘do su idioma, comiendo sus alimentos sentada, descalza, con las piemnas cruzadas sobre el suelo guijoso, hice todo lo posible ‘por reducir al minimo Tas diferencias existentes entre nosotras y aprender a conocer y comprender a todas las jOvenes de tres Aldehuclas situadas sobre la costa de la pequefia isla de Tau, en el Archipiélago Manu’a. ‘A lo largo de los nueve meses que pasé en Samoa, recogi muchos detalles sobre estas jévenes, la amplitud de sus fami- lias, la posicién y fortuna de sus padres, ‘el ntimero de sus her- manos y hermanas, el grado de experiencia sexual que habjan tenido, Todos estos hechos rutinarios estén resumidos en un cuadro del apéndice. No son sino el esqueleto mas desnudo, apenas Ja materia prima para un estudio de las situaciones familiares y las relaciones sexuales, los tipos de amistad, de Tealtad, de responsabilidad personal: todos impalpables y tor- mentosos centros de perturbaciones en la vida de nucstras j6- vyenes adolescentes, Dado que estas partes menos mensurables de sus vidas eran tan similares y la existencia de una mucha- cha tan parecida a la de otra en una cultura uniforme y nada compleja como la de Samoa, considero justficadas mis gene- talizaciones a pesar de haber estudiado solamente cincuenta_ jovenes en tres pequefias aldeas ‘vecinas. En los capitulos siguientes he descripto la vida de estas j6- ‘venes, la de sus hermanas menores cercanas a Ja adolescencia, de sus hermanos con quienes un estricto tabi les prohibe ha- lar, de sus hermanas mayores que ya han dejado atris la pu- bertad, de sus madres y padres, cuyo concepto de la vida de- termina las actitudes de sus hijos. Y con esta descripeién he tratado de responder al interrogante que me Tevd a Samoa: / Las perturbaciones que afligen a nuestros adolescentes se de- ben ala naturaleza de la adolescencia misma 0 a Tos efectos | de la civilizacién? Bajo diferentes condiciones la adolescen- ‘cia presenta un cuadro distinto? "Ademés, dada la naturaleza misma del problema, porque no me era familiar esta existencia simple en tuna pequefia isla del Pacifico, he tenido que ofrecer un cuadro de toda la vida so- cial de Samoa, seleccionando siempre los detalles con Ta inten- 44 INTRODUCCION cién de esclarecer el problema de la adolescencia, Las cues- tiones referentes a la organizacién politica que no afectan ni influyen sobre la joven, no estin incluidas. Las minucias acer- cea de sistemas de parentesco o cultos ancestrales, genealogias y mitologia, que son de interés sélo para el especialista, sern publicadas en otro lugar. He procurado presentar al lector la muchacha samoana en su grupo social, describir el curso de stt vida desde el nacimiento hasta la muerte, los problemas que debe resolver, los valores que la guian en sus soluiciones, los hu- manos sufrimientos y placeres que la suerte quiso le toca- a vivir en una isla del Mar del Sud. Tal descripcién anhela algo més que esclarecer este pro- lema social. Debe dar también al lector cierta nocién de una civilizacién diferente y contrastante, de una manera distinta de ivir que otros miembros de la raza humana han hallado sa- sfactoria y grata, Sabemos que nuestras percepciones més sutiles, nuestros valores maximos se basan en el contraste, que Ja Juz sin oscuridad 0 Ia belleza sin fealdad perderfan las cua- lidaides que ahora parecen tener para nosotros. Y andlogamen- te, si quisiéramos apreciar nuestra propia civilizacién, esta com- plicada forma de vida que nos hemos elaborado como pucblo Y que tanto nos cuesta transmitir a nuestros hijos, deberfamos ‘contraponerla a otras muy diferentes. El viajero que ha visita- do Europa regresa a Estados Unidos sensible a matices de sus costumbres y filosofia de la vida que hasta entonces no habia notado, y sin embargo Europa y América forman parte de una sola civilizacién. Observando las vatiaciones que se producen dentro de una tinica gran estructura, el estudioso de la Euro- pa actual o el de nuestra historia agudizan su sentido de apre- ciacién, Pero si nos alejamos de la corriente de la cultura in- doouropea, Ia apreciacién que podemos acordar a nuestra ci- vilizacién se acrecienta atin més. Aqui, en tegiones remotas del mundo, bajo condiciones histéricas muy diferentes a las que hicieron florecer y decaer a Grecia y Roma, grupos de se- res humanos han estructurado formas de vida tan distintas de Jas nuestras que fo podemos aventurar conjetura alguna acer- ca de si Hegarin alguna vez a nuestras soluciones. Cada pue- blo primitivo ha escogido un conjunto de dones y valores hu- 45 ADOLESCENCIA Y CULTURA EN SAMOA manos e ided para si un arte, una organizacién social, una re- Jigién, que constituyen su contribucién extraordinaria a la his- toria del espirita humano. La de Samoa constituye slo una de estas diferentes y agras dables formas; pero tal como el viajero que se ha alejado una vez. de su patria es més culto que el que nunca ba abandonado su propia casa, asi también el conocimiento de otra cultura de- be agudizar nuestra capacidad de escudrifiar mas hondamente Y apreciar con mis afecto la nuestra. Dado que nos habjamos planteado un problema especial, ,cuya solucién intentamos, este relato acerea de otro modo de \Vida se refiere principalmente a la educacién, al proceso segiin ‘el cual el niio que Tega sin cultura a la escena humana se con- vierte en un miembro adulto de alta significacién en su so- ciedad. Colocaremos el acento sobre los aspectos en que la educacién samoana, en su sentido mas amplio, difiere de la nuestra. Y por este contraste quizis podamos legar, con fres ca y vivida autoconciencia y autocritica, a juzgar de un modo nuevo y tal vez a forjar de manera distinta la educacién que ‘damos a nuestros hijos, 1 UN DiA EN SAMOA - La vina del dia comienza al amanecer; pero si ha habido Juna hasta el alba, los gritos de los jévenes en la Jadera pueden olse ya antes de la aurora. Inquietos en la noche poblada de espiritus, se gritan fuertemente uno al otfo mientras aprest- an su trabajo, Cuando el amanecer comietiza a filtratse entre Jos techos castafio claro y las esbeltas palmeras se destacan con- {ra un mar incoloro, centelleante, los amantes se deslizan ha- cia sus hogares, desde los lugares de cita ubicados bajo las pal- ‘meras oa la sombra de las canoas varadas en la playa, a fin de que la luz del dia encuentre a cada uno durmiendo en el si- tio que le corresponde. Los gallos cantan aisladamente y un pé- jaro de voz. aguda chilla desde los drboles del pan. Parecen po- ner sordina al insistente estrendo del arrecife los sonidos de vuna aldea que despierta. Los nitios Hoan: unos cuantos ge- ‘midos cortos antes que las softolientas madres los amamanten. Nifitos impacientes se desembarazan de sus sdbanas y bajan amodorrados hasta la playa para refrescarse la cara en el mar. Los muchachos, entregados 2 una temprana pesca, empiezan a juntar sus avios y van a despertar a sus compafieros mis pere- zosos. Se encienden lumbres, aqui y allé; el humo blanco re- sulta apenas visible contra la palidez del alba. Toda la aldea, amortajada y desalifiada, rebulle, se frota los ojos y se encami- na tambaleante hacia la playa, ““{Talofa, Talofa! ;Comenzard hoy el viaje? Va Vuecencia a pescar bonitos?”*. Las jévenes + Peces de came comestible y enero plateado (N. del E.). 47 i x EXPERIENCIA E INDIVIDUALIDAD DE LA JOVEN? A 10 taco de la precedente exposicién hemos tiaza evacko de las costumbressameanas, mostande ln nasen ce que es educada una nia, las exigeneia que la comunidad for. mula a los nitios y a los jévenes y Ia actitud hacia el sexo y Ja personalidad. Sobre este fondo de conocimientos, expondre ahora mis observaciones acerca del grupo de muchachos con quienes pasé muchos meses, que tenfan entre dicz y veinte afios de edad y vivian en his tres aldchuelas ubicadas en la anda de sotavento de la isla de Tau. En la observacién de su vida como grupo y sus reacciones como individuos, halla. temos respuesta a la pregunta: ,Qué es la adolescencia en Samoa? E1 lector recordar que la principal actividad de las nitit era el euidado de las criatuas, ‘Tambien podian pescar em ol anrecife, tejer una pelota y hacer pantalas, subir a un cocotero, mantenerse a flote a pesar de las olas, rallar la piel del fruto del Arbol del pan 0 del taro, barter ‘el atenoso patio de la asa, traer agua desde el mar, realizar el lavado sencillo y bailar una siva un poco particular. Su conocimiento de los hechos de la vida y de la muerte estaba superdesarrollado en Proporcién con el de la organizacién de su sociedad 0 cual. 4quiera de los tefinamientos de conducta preseriptos para sus mayores. Se encontraban en una situacién cuyo paralelo, en nuestra cultura, seria la de un nifio que hubiera observado Jos fenémenos del nacimiento y Ia muerte antes de que se le fensefiara a no sleanzar un cuchillo con la punta hacia adelan. + Ver euadros y sumatios en ef apéadice TV. 1B EXPERIENGIA E INDIVIDUALIDAD DE LA. JOVEN te oa dar cambio de un cuarto de délar. Ninguno de estos nifios sabfa hablar el lenguaje de la cortesfa, aun en sus for- mas més clementales, limiténdose su conocimiento a cuatro 6 cinco palabras de invitacién y aceptacién, Esta ignorancia, fen efecto, los excluia de las conversaciones de sus mayores en todas las ocasiones ceremoniales. Espiar en una reunién de jefes habria sido para ellos una experiencia sin valor. No te- nnian idea de la organizacién social de la aldea, aparte de co- nocer a los jefes de las familias, y saber quiénes de los hom- bres y mujeres adultos estaban casados. Empleaban vagamen- te los términos de parentesco sin tener comprensién real al- guna de los mismos, usando a menudo Ia expresién hermano (sibling) * de mi sexo, cuando se aludia a un hermano del sexo opuesto; cuando aplicaban el término hermano a un tio joven, lo hacian entonces sin la claridad de sus mayores que, aunque usaban el témino con un sentido de agrupamiento ppor edad, se daban perfecta cuenta de que el hermano lo era en realidad de la madre o del padre. En el uso del idioma, Ja falta de madurez se evidenciaba fundamentalmente a tra- vyés de su ignorancia del vocabulario de cottesia y de una gxan confusién en el empleo del dual y los pronombres in- lusivos y exclusivos, de uso casi tan dificil en su lengua co- mo el de un nominativo después del verbo ser en Ia ingles Tampoco habian adquirido dominio de los. procedimientos necesarios para manejar el vocabulario mediante el uso de prefijos.y suis, susceptibles de combinarse con mucha Ii: bertad. Un nifio usaré el término fa’a Samoa, “a Ia manera samoana”, o fa'atama, “en forma retozona”, pero no emplea- rf el cémodo prefijo ta’a al hacer una comparacién nueva. y ‘menos estercotipada, valiéndose en cambio de algin rodeo lin- ‘glistico poco cémodo*. "Todos estos nifios han contemplado el nacimiento y la muerte y pudieron observar muchos cadaveres. Han visto par tos y atisbado por debajo de los brazos de las ancianas que, mientras lavaban el feto sin desarrollo, comentaban el hecho. 1 Ei término sibling ha sido creado pata signifcar hermano o herman, fin tener en cuenta el sexo (N. del ¥,) ® Ver apénilce 1, pig. 223. 135 ADOLESCENCIA Y CULTURA EN SAMOA No existia la convencién de que debieran ser alejados de la casa en tales momentos, aunque las hordas de nifios vecinos eran dispersadas con una Muvia de piedras cuando alguna de las viejas podia sustraerse un momento de los sucesos mis absorbentes para echarlos. Pero predominaba aqui el criterio de que los nifios eran ruidosos y molestos, mas que el deseo de ahorrarles una conmocién o mantenerlos en la ignorancia, Cerca de la mitad de ellos habian visto fetos desarrollados par- cialmente, que habian sido separados del cadaver de una mujer yacente en la tumba abierta; fetos que los simoanos temen renazcan metamorfoseados en fantasmas vengadores, Si las experiencias precoces relacionadas con el nacimiento, la Muerte 0 las actividades sexuales suelen ocasionar traumatis- ‘mos psiquicos, deberian sin duda ponerse de manifiesto en este caso, ante esta cesirea post-mortem donde se combinan fn una indeleble experiencia el pesar por el difunto, el miedo a Ta muerte, una sensacién de horror y temor a la contamina- cién por contacto con el muerto, la piblica y franca operacién y Ia vista del feto deformado y repulsive. Una experiencia algo menos emotiva consistia en presenciar la operacién de apertura de un cadaver practicada con el fin de investigar Ja causa de la muerte, lo que sucedia a-menudo. Estas operacio- nes ejecutadas en la tumba abierta de escasa hondura, bajo 1 sol deslumbrador del mediodia, observadas por una multitud temerosa, excitada, fascinada y lena de horror, dificilmente pueden considerarse como una iniciacién metédica y carente de emocién en los detalles de la biologia y la muerte; sin embargo, no parecen provocar efectos perniciosos en Ia cons- titucién emocional de los nifios. Quizés la actitud de los adul- tos, al considerar que estos sucesos, aunque hortibles en si, son perfectamente naturales y nada extraordinarios, y forman legitima parte de la experiencia infantil, explique de manera suficiente que no se registren malas consecuencias. Los nitios toman un intenso interés por la vida y la muerte y estin pro- porcionalmente mis obsesionadas por todo ello que los adul- tos, ya que éstos deben dividir su horror entre la muerte de tuna joven vecina ocurrida durante el parto y el echo de que 1 jefe supremo haya sido insultado por una transgresin a 136 XPERIENCIA § INDIVIDUALIDAD DE. LA. JOVEN {i etiqueta en la aldea proxima, Las complejidades de la vida Social son libto cerrado para el nifio y campo de accién fasei- hiante en la vida posterior, mientras que los hechos de la vida Y Ia muerte estin despojados de todo misterio ya desde una edad temprana.. Tn cuestiones sexuales, los nitios de diez aftos son igual- Mente averados, aunque presencian s6lo.subtepticiamente actividades de esa indole ya que todas las expresiones de afecto sstin rigurosamente prohibidas en piblico. Una pareja cuya noche de bodas puede haber pasado en un cuarto en que dor- mfan diez personas més, no por,eso dejard de estremecerse de vergiienza al tocarse las manos’ en piiblico. Se dice que los Individios entre quienes ha babido relaciones sexwales, son “‘Yimidos uno frente al otro”, y manifiestan esta timides de diferente modo pero casi con la misma intensidad que tiene Ja distancia entre et hermano y la hermana. Los esposos jt. Imig caminan uno junto a otro por In aldea, pues el esposo, particularmente, se avergonzaria. De manera que ningin nine Samoano acostumbra ver al padre y la madre intercambiando ocasionales caricias. El acostumbrado saludo que consiste en frotarse la natiz es, naturalmente, tan convencional e imper. sonal como nuestro apretén de manos. La tinica clase de de- ‘mostracién que tiene lugar en piblico pertenece al tipo de J payasada y ocurre entre jévenes cuyos afectos no estén real mente comprometidos. Este jugueteo prevalece sobre todo en rupos de mujeres, consistiendo a menudo en agarrarse. re- tozonamente de los érganos genitales. Pero debido a la falta de intimidad —natural en casas don- de los mosquiteros constituyen las inicas paredes imagina. sias para las parejas casadas—, y a la costumbre de los jévenes amantes de usar arboledas de palmera para sus citas, resulta inevitable que los nifios vean los actos sexuales freeuentemente y,entre muchas personas distintas, En muchos casos no han visto el primer coito que habitualmente es realizado con ma. Yor timidez.y precaucién. Con Ia desaparicién de la ceremonia 4 piiblica, la desfloracién constituye uno de los pocos mistorioe queen su conocimiento de a vida posee un joven sameano 10 el recorrer los bosquecillos de palmeras de la aldea en 137 Oat ADOLESCENGIA Y CULTURA EN SAMOA Dusea de amantes, es una de las formas admitidas de diver- sién para los nits de diez aitos. Los nilios samoanos tienen un conocimiento completo del ‘cuerpo humano y de sus funciones, debido a la costumbre de Jos pequeiios de andar sin ropa, a la escasa vestimenta de los adultos, el habito de batiarse en el mar, el uso de la playa co- mo excusado y la falta de intimidad en la vida sexual. ‘Tam- ign poseen una vivida comprensién de la naturaleza del sexo. La masturbacion es un habito casi universal, comenzando a Ja edad de seis 0 siete afios. Habfa s6lo tres chiguillas en mi grupo que no se masturbgban. Teéricamente la masturba- cién se interrumpe con el principio de la actividad hetero- sexual y sélo se reanuda en periodos de continencia forzosa, Entre los muchachos y muchachas més grandes las pricticas homosexuales fortuitas también la suplantan, en cierta medi- da, Los muchachos se masturban en grupos, pero entre las nifias constituye una prictica més individualista y secreta. Este hdbito no parece ser nunca cuestién de descubrimiento individual pues un nifio lo aprende siempre de otro. La con- denacién del adulto sélo trata de evitar la vergiienza que te sultaria de la aprobacién de tal prictica, en caso de set descu- bierta. La actitud del adulto ‘hacia todos los detalles de Jo sexual se caracteriza por la opinién de que son impropios, y no que sean incorrectos. Asi, un joven no considerard mal gritar a todo lo largo de Ia aldea: jEh, doncella, espérame en ta le- ‘cho esta nochel”, pero el comentario piiblico sobre los deta- Iles de lo sexual y de la evacuacién se considera de mal gusto. ‘Todas las palabras proscriptas de una conversacién educada son estimadas por los chicos, quienes con gran fruicién sabo- rean los manjares Tujuriosos. Los nifios de siete y ocho afios obtienen tanta satisfaccién ilicita de las otras funciones del ccuerpo como las,del sexo. Esto es interesante si consideramos Ja distinta actitud existente en Samoa hacia los procesos nor males de evacuacién. No hay reserva ni sentimiento de ver- giienza. No obstante, la calificacion de mal gusto parece set tan efectiva para provocar Ta atencién de los nifios como la calificaci6n de indecencia entre nosotros. Es también curios 138 EXPERIENGIA E INDIVIDUALIDAD DE LA. JOVEN que en Ia teoria y en los hechos los muchachos y hombres Yengan un interés més acuciado por lo lascivo que las muje- es y muchachas, Parece dificil explicar una actitud salaz en un pueblo don- de tan poco es misterioso, tan poco prohibido. Los preceptos de los misioneros quiz hayan modificado més la actitud que las précticas de los nativos. Y la actitud del adulto hacia los nifios, tenidos por no participantes, puede ser también un importante factor causal. Justamente éte parece ser el punto de vista mis correcto respecto a todas las prohibiciones que tigen para los nifios. Existen escasas pruebas del deseo de ‘esguardar la inocencia de un chico y evitar que presencie una conducta cuya imitacién daria lugar a la atroz ofensa: tautala latiti (“presumir por encima de Ia propia edad”). Pues mien- ‘ras una pareja de amantes jamés se entregaria ‘a demostracio- nes delante de nadie, nifio 0 adulto, que fuera meramente un spectador, tres o cuatro parejas de amantes que son parientes ‘© amigos a menudo eligen un lugar comin para la cita. (Esto, Por supuesto, excluye a los parientes de sexo opuesto, com. rendidos en las distancias entre el hermano y la hetmana, Siunque hermanos y hermanas casadas pueden vivir en la mis. ma casa después de su matrimonio.) De las danzas noctur- nas —ahora suspendidas por influencia misionera—, que co- miinmente terminaban en una orgia de franca promiscuidad, {eran excluidos los nifios y los ancianos cuya presencia en cuan. to espectadores pasivos, habria sido considerada indecente. Esta Aotitud respecto a los no participantes caracterizaba todos los Ssuvesos de contenido emotivo: una reunién de tejido de las mujeres, que era de naturaleza formal y ceremonial, la cons- ‘tiuecién de una casa, todas eran actividades en las cuales la presencia de un espectador habria sido impropia. ¥ Sin embargo, junto a estos conocimientos sexuales por par Ye de los nifios, se notaba una falta de experiencia hetero- ‘fexual en Ia preadolescencia y muy poca actividad homo- | considerada segin la teoria de los nativos como imita- sustitutiva de la heterosexual. La falta de experienc recor no se debe probablemente tanto a la condenacién ial de tal precocidad, como al fuerte antagonismo entre 139 ADOLESCENCIA Y CULTURA EN SAMOA nifos y nifias, creado por la edad, y al existente contra todo trato amistoso entre ellos. Esta rigida dicotomia sexual quiz contribuya también a determinar la carencia de especializa- ciéa del sentimiento sexual en los adultos. Como existe un excesivo sentido de retraimiento respecto al hermano y los primos y una tendencia a englobar a todos los seres masculi- nos como enemigos que algin dia llegarin a ser amantes, ninguna joven consideraré a un varén de su grupo de edad como mero individuo sin relacién con el sexo. Tal era la experiencia que poseian las veintiocho chiqui- las de las tres aldeas. En cuanto a temperamento y caricter, variaban enormemente. Alli estaba Tita, quien a los nueve afios actuaba como una chica de siete, ‘se preocupaba_prin- cipalmente de la comida, era por completo irresponsable en mensajes y encargos y se satisfacia con sefialar con su gordo EXPERIENGIA I INDIVIDUALIDAD DE LA JOVEN a través de las cuales se hacen valer las reglas normales del grupo. Esto se constataba en forma general en el caso de los muchachos; el aprendizaje Tlevado a cabo durante muchos afios fen la Aumaga constituia una excelente escuela para discipli- nar las peculiaridades individuales. En lo referente a las ni- fias, esta funcién era en un principio cumplida parcialmente por la Aualuma, pero hemos visto ya en el capftulo sobre Ja joven y su grupo de edad que la nita depende de su ver cindario mucho mis que el’ muchacho. Cuando adulta, esta subordinada también més estrechamente a su grupo de pa- rentesco. Tuna, que vivia junto a Pele, estaba en una situacién dis- tinta; era la pequefia ¢ involuntaria victima del enorme pe- cado samoano: el tautala laititi. Su hermana Lila se habia fugado 2'los quince‘afios con un muchacho de diecisiete. Exan dos nifios fogosos y nunca se restituyeron cabalmente a la comunidad, si bien sus familias terminaron pot aplacarse y solemnizar el matrimonio con un apropiado intercambio de Dienes. Lila atin se dolia ante la desaprobacién piblica de su precocidad y prodigaba un afecto desproporcionado a su ture bulento hijo, cuyo Ianto incesante constituia la calamidad del vecindatio. Después de mimarlo y tolerarlo en exceso, se Jo entregaba a Tuna. Esta, rolliza criatura de cabeza ampli, ojos grandes y dulees, miraba la vida desde un dngulo lige- ramente oblicuo. Era algo més calculadora y vida que las dems nitias, menos dada a brindar gratuitamente sus servi ‘cios personales. La indulgencia de su hermana para con el y ongulloso dedo a su padre, que era pregonero del pueblo. Sélo un afio mayor era Pele, la precoz hermanita de la mujer mis disoluta de la aldea. Pele pasaba la mayor parte de su tiempo cuidando al nifio de su hermana cuya patemidad —a ella le encantaba decitlo~, era muy discutida. Su baile, imi- tacién del de su hermana, era atrevido y obsceno. Sin embai go, a pesar de Ia carga que constitufa el chico pesado y enfermi- zo que Hlevaba siempre apoyado en su cadera y de la sordidez de su hogar, donde su madre de cincuenta afios atin tenfa amantes ocasionales y su débil e insignificante padke vivia una ‘ignominiosa existencia de gurrumino, su actitud hacia la vi- x BRBERREE a era esencialmente alegre y sana. Mis que de la danza su- gestiva, gustaba salir en busca de raras conchas samoanas a lo largo de la plaza o sumergir primero los pies en el arroyo y cazar cangrejos de tierra ala Iuz de la luna. Afortunada- ‘mente para clla, vivia en el centro de la pandilla Luma, En un lugar més aislado, su hogar nocivo y su precocidad natu- ral se habrian desarrollado de manera muy distinta. En realidad, diferia mucho menos de las demés nilas de su grupo de lo que se distinguia su familia la de peor re- putacién en Ja aldea—, de las de sus compafieras. En una al- dea samoana, la influencia del ambiente hogarefio es neutra- lizada en cada nueva generacién por las actividades colectivas, 140 nifio, hizo la tarca de Tuna mucho més ardua que la de sus ‘compaiieras. Pero se veta retribuida por la afabilidad extremada ‘eon que aqnéllas Ta trataban, considerindola ta compatiera ‘mis agobiada por el trabajo; de esta manera, el grupo la sal- vyaba de una intensa reaccién temperamental ante las exigen-* cas de su vida hogarefia. Un poco més lejos vivian dos parejas de hermanas: Fitu y Ula; Maliu y Pola, Fitu y Maliu, que tenian unos trece fafios de edad, se habfan ido apartando de la pandilla, dejando ‘gus hermanos menores al cuidado de Ula y Pola, y comenza- ‘ban a tomar parte mas activa en las ocupaciones domésticas. 141 ADOLESCENCIA ¥ CULTURA EN SAMOA Uk: era despierta, bonita, mimada. Su familia podia, con to- cla justicia, ser comparada con las nuestras: 1a integraban su made, padre, dos hermanas y dos hermanos. Es verdad que su tio, que vivia en la casa vecina, era el matai; pero aun asi cesta pequefia familia biolégica tenia una notable existencia propia y aislada, con las consecuencias que era posible cons- tatar en los nifios. Lalala, la madre, era inteligente y hermosa, aun después de haber dado a luz seis hijos en estrecha suce- sidn, Procedia de una familia de alta jerarquia y, porque no tenia hermanos, habfale su padre ensefiado casi toda 1a tradi- cién genealégica como habitualmente se hace con el hijo fa- vorito. Su conocimiento de la estructura social de la comuni- dad y de las minucias acerca de las ceremonias que anterior- mente habian rodeado la corte del rey de Manu'a, era tan completo como el de cualquier hombre de edad mediana de la comunidad. Exa experta en trabajos manuales y su esp(- ritu rebosaba de ideas novedosas y extraordinarias formas de aplicacién del material asimilado. Conocia varias medicinas poderosas y atendia a muchos pacientes. Casada a los quince afios, aiin virgen, su vida marital que habia comenzado con Ja cruel ceremonia de la desfloracién pablica, constitufa su tinica fuente de experiencia sexual. Adoraba a su esposo, cu- ya pobreza debia a la posicién desfavorable en que lo colo- caba el haber venido de otra isla y no a la pereza o falta de ha- bilidad. Lalala tomaba sus decisiones en la vida con pleno conocimiento de su real existencia. Tenia demasiadas cosas que hacer. No contaba con hermanos menores que realizaran Ja pesada tarea de cuidar a los chiquillos. Ningiin joven ayu- daba a su esposo en las plantaciones, En fin, se resigné a no luchar contra el destino. Y asi la casa de Lalala estaba mal go- bernada. Sus hijos andaban sucios y desaseados. Pero su natu- raleza tranquila y calma no la traicionaba al tratar de tejer tuna estera fina en tina tarde esplendorosa, mientras el nitio jugaba traviesamente con las quebradizas hebras de pandanea, duplicando su labor. Pero todo esto inflay6 sobre Fitu, cria- turita larguirucha, fea, repubsiva. Fitu combinaba una apa- sionada devocién por su madre con una solicitud obsesiva hhacia sus hermanos y hermanas menores. Sdlo hacia Ula era 12 ~ EXPERIENGIA E INDIVIDUALIDAD DE LA. JOVEN distinta su actitud, sta era quince meses menor, flexible ¢ indolente. Mientras a menudo la madre fastidiaba a Fitu y sus ‘compaficros la censuraban porque se parecia a un varén, Ula ‘era considerada excesivamente femenina, Trabajaba con tanto ahinco como cualquier otra chica de su edad, pero Fitu sen- tia que su madre y su hogar eran excepcionales y demanda- ban un servicio y celo mayores que lo corriente. Ella y su madre eran como dos camaradas, y Fitu bromeaba y domi- naba a su madre de un modo chocante para los samoanos, Si Fitu se iba por la noche, su madre salfa a buscarla, en lu gar de enviar para ello a otro nifo. La hija mayor tenia una precocidad nacida de la responsabilidad y una eficiencia que era consecuencia de la complaciente actitud de su madre. Ula en cambio mostraba con igual claridad su condicién de hhermana menor, més linda, que sacaba ventaja de su atracti- vo superior y de su débil sentido del deber. Estas nifias, co- mo las de las tres familias biolégicas de las tres aldeas, reve: aban més cardcter, una personalidad mas agudamente defini- da, mayor precocidad y una actitud més original y de mayor contenido. Seria fiicil destacar Jas diferencias existentes entre Tas de familias numerosas y las de familias reducidas. Habia, natu- ralmente, muy pocos casos como para sacar conclusiones de- cisivas. Pero la familia pequefia en Samoa exigia de Ja nifia Jas mismas cualidades que eran miradas con desagrado en la sociedad samoana, basada en el ideal de numerosas familias, con muchos trabajadores jévenes que conocian su puesto. Y en cs- tas familias pequefias en que la responsabilidad y la iniciati- vya eran necesarias, las nifias parectan desarrollarse mucho més temprano que en el ambiente hogarenio mds comin, en el que el despliegue de esas cualidades era juzgado severamente. Tal es el caso de Malui y Meta, Ipu y Vi, Mata, Tino y Lama, nifiitas que se acercaban a la pubertad y vivian en mndes familias heterogéneas. Se les encargaba la atencién Jos nifios mas chicos como trabajo més productivo. De mala gana aprendian algunos rudimentos de etiqueta; lentamente Fompian sus asociaciones hidicas con los nifios menores. Pero todo esto era un cambio forzoso de habitos antes que de ADOLESCENCIA Y CULTURA EN SAMOA actitud, Eran conscientes de su nueva posicién como jévenes casi maduras a quienes se podia encomendar las expediciones de pesca o las tareas en las plantaciones. Bajo sus cortos ves- tidos volvian a usar lavalavas cuando ya casi habian olvidado cémo mantenerlos atados. Estos se deslizaban por entre sus icrnas, obstrufan sus movimientos y se desprendian al echar a corer, Extrafiaban sobre todo la vida de la pandilla y con- templaban un poco ansiosamente las actividades de sus pa- tientes de menor edad. Sus familias gfandes e impersonales no les suscitaban impulsos personales, las investian de responsa- bilidades no atractivas. Eran simplemente nititas lo bastante robustas como para hacer trabajos pesados y crecidas como para aprender una tarea de destreza, de manera que les queda- ba menos tiempo para jugar. En la actitud general no diferfan en absoluto de Tolo, de ‘Tulipa, de Lua, o de Lata, cuya primera menstruacién. habia ccurrido unos cuantos meses antes. Ninguna ceremonia ha- bia destacado Ja diferencia entre los dos grupos. Ninguna ac- titud social atestiguaba una crisis superada. Se les decia que no prepararan kava mientras menstruaran, pero la participa- ¢ién en una restriccién que habian observado a lo largo de su vida no les resultaba imponente. Algunas habjan prepara- do Rava antes de la pubertad, otras no. Esto dependia entera- mente de si quien estaba disponible cuando un jefe deseaba hacerse preparar un poco de kava era una joven 0 un mucha- cho. En tiempos més rigurosos, una joven no podia preparar ava ni casarse hasta que menstruara. Pero la precedente res- triccién habfa cedido a los requerimientos de la conveniencia. La joven experimentaba muy poco dolor al menstruar, de modo que el fenémeno no contribuia a acentuat su reciente madurez. Todas las jévenes aludian a dolores de espalda 0 ab- dominales, tan leves sin embargo, que muy rara vez obstacn- lizaban en algo sus actividades usuales. En la tabla que va al final de este libro he consignado como dolor excepcional los casos en que una joven estaba incapacitada para el trabajo, pero en modo alguno eran comparables a los agudos retortijones menstruales de las mujeres civilizadas. Los periotos no eran acompafiados por desmayos o dolor suficiente como para pro- 144 EXPERIENCIA E INDIVIDUALIDAD DE LA. JOVEN yocar quejidos 0 contorsiones. La idea de tal dolor impresioné 4 todas Jas mujeres samoanas, que lo hallaron extraiio y c6- mico cuando sc Io describs. No se evidenciaba consideracin especial alguna para la joven que menstruaba ni preocupa- cién por su salud mental o fisica. Por consejo de médicos extranjetos los nativos se enteraron que era perjudicial baiar- se durante Ia menstruacién, y solfa suceder que una madre previniera a veces a su hija que no se bafiara, No existia una sensacién de vergtienza vinculada a la pubertad ni necesidad alguna de ocultamiento, Las preadolescente recibian con la misma indiferencia la noticia de que una joven habia llega do a la pubertad, una mujer tenido un hijo, un bote Tlegado de Oftt o un cerdo habia muerto al ser golpeado por un canto rodado; todo era objeto de amenas charlas, Cualquier mu- chacha podia testimoniar con exactitud el desarrollo de una compafiera de su grupo de vecindad o parentesco. La puber- tad no constituia el antecedente inmediato de la experiencia sexual. Pasarian dos o tres afios antes de que cediera la ti- midez. de wna joven o su figura atrajera los ojos errantes de agin muchacho mayor. Ser el primer amante de una virgen se ‘consideraba méximo placer y signo de virtuosismo erético, y no lo cra habitualmente un muchacho de su misma edad, ti- midez. ¢ inexperiencia. Habfa en este grupo chiquillas como Lua y Tolo, niita desgarbada y excesivamente desarrollada, {que manifestaban francamente su deseo de no vincularse con muchachos; y jévenes como Pala, virgenes todavia, pero un poco cansadas de su situacién y ansiosas de una experiencia exética, La persistencia de este estado pasivo de pureza se debia especialmente a las convenciones del galante, pues si Dien un joven gustaba de cortejar a una virgen, temfa ponerse fen el ridfeulo. papel de raptor de nitios y las muchachas, a su ver, temfan la tersible acusacién de tautala laititi (“presumir por encima de su edad”). Las correrias de los merodeadores de edad mediana y més avezados entre esas niflas muy jéve- ‘nes eran mal miradas. En consecuencia, las adolescentes goza- ‘ban de un valioso intervalo para acostumbrarse a un nuevo tmbajo, mayor aislamiento y a un desarrollo fisico que les resultaba extrafio. 145 ; : > ADOLESCENGIA ¥ CULTURA EN SAMOA Las j6venes algo mayores se agrupaban definidamente se- iin hubieran vivido 0 no en la casa del pastor. Una hojeada al apéndice de este libro, revelara que entre las jévenes con dos afios de desarrollo, hay una precisa correlacién inversa entre Ja residencia en su hogar y la castidad, con una sola excep- cién, una nifia Namada Ela, que fué perdonada y readmitida €n casa de un pastor donde hacian falta trabajadoras. La me- jor amiga de Ela cra su prima, Talo, tnica del grupo que tuvo experiencia sexual antes de su menstruacién, Pero Talo ‘era indiscutiblemente un caso de menstraacién demorada pues manifestaba todos los demds signos de la pubertad. Su tia se mostrd indiferente ante la obvia catencia de ingenuidad y el encanto triunfante de Talo y no intenté dominarla, La amistad entre estas dos jévenes era una de las realmente im- portantes del grupo. Ambas proclamaban decididamente su preferencia, y sus pricticas homosexuales constituyeron sin ‘duda una de las causas de la precocidad de ‘Talo y contribu- yeron a solazar a Ela bajo el régimen estricto que soportaba fen la casa del pastor. Estas telaciones homosexuales de cardcter ocasional que te- nian lugar entre muchachas, nunea asumian una importancia prolongada. Las jévenes 0 mujeres que trabajaban juntas las, consideraban como una diversién agradable y natural, apenas oloreadas de lascivia, Siendo las relaciones heterosexuales tan ocasionales y superficialmente encauzadas, no habia ca- tegorias en las que pudieran ubicarse las relaciones homo- sexuales. La teoria y el vocabulario nativos caracterizaban al verdadero pervertido como incapaz de una reaccién hetero- sexual normal; el hecho de que la poblacién fuera muy re- ducida probablemente explique de manera suficiente la es casez de tales tipos. Vi solamente uno, Sasi, muchacho de vyeinte afios, que cursaba estudios clericales. Era de aspecto ligeramente afeminado, hibil en labores de mujeres, y sentia tun impulso homosexual bastante intenso como para incitar- Jo a formular continuos requerimientos amorosos a,otros mu- chachos. Pasaba mucho tiempo en comparifa de mujeres, man- tenia una amistad mds facil con ellas que cualquier gtro muchacho de la isla. Sasi habla propnesto matrimonio a una 146 aa Pt a EXPERIENCIA F INDIVIDUALIDAD DE LA. JOVEN joven de la casa de un pastor en una aldea distante y habia sido rechazado, pero dado que existia una regla segin la cual Jos aspirantes al sagrado ministerio debian casarse antes de su ordenacién, este hecho carecia de significado sexual. No pude hallar evidencias de que: Inubicra tenido relaciones heterose- | Mtuales, Era significativa la actitud de las jévenes para con él; Jo juzgaban como tna curiosidad entretenida. En cambio los hombres a quienes habia requerido de amores lo miraban con tuna mezcla de fastidio y desdén, Aunque las muchachas en ningén caso presentaron un cnadro tan nitido como éte, tres de las anormales de las que trataré en el capitulo préximo cconfiguraban netos tipos mixtos, si bien no evidenciaban prue- bas convincentes de perversién auténtica, Esta actitud de los nativos hacia las pricticas homosexuales tiene probablemente su explicacién en Ia preocupacién general por el sexo y la opinién de que las actividades sexuales secunda- ras, las danzas sugestivas, la conversacién incitante y salaz, las canciones obscenas y las disputas de motivacién definida consti- tuyen diversiones aceptables y atractivas. Son simplemente un juego, sin sex mal miradas ni otorgérseles mucha atencién, Co- mo a las relaciones heterosexuales no les confiere significado el amor ni una sdlida fijacién en un individuo —tinicas fuerzas que pueden hacer duradera e importante una relacién homosexual—, sino los hijos y el lugar del matrimonio en la estructura econd- mica y social de Ta aldea, es f4cil comprender el porqué ciertas pricticas homosexuales tan predominantes no provocan resulta- dos de mayor importancia o trascendencia, El reconocimiento empleo en las relaciones heterosexnales de todas las variacio- nes secundarias de la actividad sexual que en las homosexua- Jes se consideran primarias, contribuye también a reducir al mfnimo su importancia, Resultan asi innocuos los efectos de las perversiones accidentales en la infancia, la fijacién de la atencién en zonas erdgenas imusitadas con la consecuente trans- ferencia de sensibilidad desde los centros més normales, la au- sencia de una definida y cabal especializacién de las zonas erd- sgenas y todos los episodios del desarrollo emocional que en wna Givilizacién donde se reconoce s6lo una forma estrecha de ac tividad sexual dan por resultado matrimonios insatisfactorios, 147 ADOLESCENGIA Y CULTURA EN SAMOA eventual homosexualidad y prostitucién, Los samoanos atri- buyen al hombre la responsabilidad del éxito amoroso y ereen que las mujeres necesitan un periodo mis largo de iniciacién, més tiempo para la maduracidn del sentimiento sexual. Un hombre que no satisface a una mujer es considerado torpe © inepto, motivo de ridiculo y de desprecio por parte de la aldea, Las mujeres, a su vez, son conscientes de que sus amantes usan tuna técnica definida’ que ellas observan con una especie de fatalismo; como si todos los hombres tuvieran dentro de sus mangas una serie de recursos migicos, totalmente irresistibles. Pero la ciencia del amor se transmite de un hombre a otro y es apreciada con mucha mayor detencién y més analiticamente por los hombres que por las mujeres. Los padres temen ir mis alld de los limites de la conversacién ocasional —naturalmente mucho més amplios que en nuestra civilizacién— en la dis- cusién de Io sexual con sus hijos, de modo que la instruccién indefinida Ia transmite el hombre de veinticinco afios al mu- chacho de dieciocho, antes que el padre al hijo. Las jévenes aprenden de los muchachos y se hacen muy pocas confidencias centre si, Todos los compaiieros de un hombre sabri minucias ‘completas acerca de alguna experiencia sexual insdlita, mien- tras que la joven de que se trate apenas habri confiado a al- guien los aspectos mas generales. La falta de confidentes que no sean parientes, ante quienes hay siempre una leve reserva —he visto a una joven temblar antes de actuar como emba- jadora de su hermana~, puede en parte explicar esto. ‘A pesar de que se educa a un sexo detalladamente, prove- yendo en cambio al otro de simples conocimientos y cierta familiaridad con lo sexual como para impedir conmociones, Ins adaptaciones sexuales resultan normales debido a la libre ex: periencia que se permite y a que es raro que ambos amantes sean aficionados. Conoci un solo caso semejante, en que dos nifios, un muchacho de dieciséis afios y una chica de quince, colocados en escuelasipensionados de otra isla, huyeron jun- tos. A causa de Ia inexperiencia obraron’torpemente. Fueron expulsados de la escuela; el muchacho es ahora un hombre de veinticuatro aiios, de gran inteligencia y verdadero encan- to, pero moetotolo notorio, exectado por todas~as jévenes de 148 [FXPERIENCIA E INDIVIDUSLIDAD DE LA. JOVEN Ja aldea. La familiaridad con lo sexual y el reconocimiento de la necesidad de una técnica para entenderse con el sexo, hhan traizado un esquema de relaciones personales en el cual no hay cuadros neuréticos, frigidez, ni impotencia, salvo co- mo resultado temporario de una grave enfermedad; la inca- pacidad de efectuar el comercio sexual més de una. ver du- ante la noche es reputada como sintoma de senilidad. De las veinticinco jévenes que habian pasado la pubertad, ‘once habian tenido experiencia heterosexual. Fala, Tolu y Namu eran tres primas muy populares entre los jévenes de su aldea y también entre los visitantes de la lejana Fitiuta, Las mujeres de la familia de Fala mantenfan una virtud no muy estricta; el padre de Tolu habfa muerto y ella vivia con su madre ciega en casa de los padres de Nam, quienes, ago- Diados por seis chicos menores de doce afios, no iban a arries- garse a perder dos eficaces trabajadoras a causa de una vi Jancia demasiado estrecha. Las tres muchachas tenjan_citas ‘comunes con sus amantes y sus uniones eran frecuentes y ale- gres. Tolu, la mayor, estaba un poco cansada luego de tres atios de aventuras ocasionales y se manifests deseosa de car sarse, Después se mud6 a la casa de un importante jefe, a fin de aumentar sus probabilidades de encontrar jévenes fo- rasteros que pudieran interesarse en un matrimonio. Namu cstaba sinceramente prendada de un muchacho de Fitiuta y se reunia con él en secreto, mientras un mozo de su aldea a quien sus padres favorecian, la cortejaba abiertamente, Ci- tas ocasionales con otros muchachos aliviaban la monotonia, de la vida entre las visitas de su amante preferido. Fala, la ‘menor, se contentaba con dejar sus asuntos al azar. Sus aman- tes eran amigos y parientes de los amantes de sus primas, y su. puerilidad e indiferencia le permitian obtener tanto goce de los amores de sus primas como de los suyos. Estas tres jévenes laboraban duramente, cumpliendo la cuota de trabajo completa de un adulto. Todo el dia pescaban, lavaban, tra- ‘pajaban en la plantacién, tejfan esteras y persianas. Tolu era ‘muy habil en el tejido. Eran como un valioso capital para ‘up familias y lo serian también para los futuros ‘esposos, que ‘ius parientes buscaban sin mucha impaciencia. 49 ADOLESCENCIA Y CULTURA EN SAMOA En Ia aldea vecina vivia Luna, una joven petezosa y afable que haba pasado la pubertad hacia tres afios. Su madre ha- ‘bia muerto. Su padre se volvié a casar, pero la segunda espo- sa regres6 junto a los suyos. Luma vivié varios afios en la casa del pastor y retorné al abandonar la madrastra a su padre, jefe muy viejo, extraordinariattfente preocupado por su prestigio y teputacién en Ia aldea. Posefa un importante titulo; era un ‘maestro artesano y el hombre de la aldea més versado en sabi- uria antigua y detalles de procedimientos ceremoniales. Su hija era una ayudante eficiente y consagrada, lo cual se consideraba satisfactorio. Luma se cans6 de las nifias menores que habian sido sus compafieras en la casa del pastor y bused en cambio entre sus parientes a dos jévenes casadas. Una de éstas, una mu- chacha que habfa abandonado a su esposo y vivia con wn suce- sor temporario, vino a habitar en Ja casa de Luna, Ambas eran asiduas compaiieras y Luna con toda facilidad e inevitablemente acept6 un amante, luego otto, después un tercero, todos amores ocasionales. Se vestia como si fuera mis joven y tecalcaba que era atin una nifia. Algin dia se casarfa y seria miembro de Ja iglesia, pero ahora: Laititi a'u (“Pero soy muy joven atin”) Y aquién era para dejar de bailar. .? Su prima Lotu era miembro de la iglesia y habia asistido a la escuela-pensionado misionera, Habfa tenido un solo aman- te aceptado, hijo ilegitimo de un jefe, que no se atrevia a arriesgar sus escasfsimas posibilidades de heredar el titulo de su padre casindose con ella, Eta la mayor de los nueve ni- fos que vivian en la tercera familia estrictamente biolégica de la aldea, y en la serena madurez y decisién de sus moda- Jes se evidenciaban los efectos de tener que asumir una ma- yor responsabilidad en la casa; su instruccién escolar se re yelaba en una mayor puleritud personal y el celo por Ia exac- titud de los detalles. Aunque cometia transgresiones, Ios miem- ‘bros més viejos de la aldea cerraban los ojos, comprensivos del problema familiar de su amante. Su tinica experiencia sexual distinta habia sido con un moetotolo, un pariente. Si su larga fidelidad al amante terminaba en preiiez, probablemente alumn- brarfa a su hijo. (Cuando una mujer samoana desea evitar el nacimiento de su hijo recure a un masaje excesivamente vio- 150 @SCCCCC CECE EE: CCL aa a a [EXPERIENGIA E INDIVIDUALIDAD DE LA JOVEN lento y masticn kava, pero esto ocusre slo en casos muy ¢x- cepetonaes,ya que nun Tos nfios iegtimos son entusiastamente recibidos.) . Las actitudes de Lotu eran mas deliberadas, mas avezadas que las de las demis j6venes de su edad. A no ser por Ia pre- ‘Gaia situacién social de su amante, probablemente ya se hu- Diera casado. Por decirlo asi, se ocupaba del cuidado de sus hermanos y hermanas menores y seguia la rutina de los de- eres de parentesco que atafien a una joven en la familia mas nnumerosa de la isl, ; Conciliaba su calidad de miembro de la iglesia y su desvia- cién de la castidad mediante la tranquila reflexién de que se Inabria easado si hubiera sido posible y que por Jo tanto su pecado pesaba levemente sobre ella. ‘En casa de un alto jefe vivia la versién samoana de nuestras devotas tias solteronas, Era décil, eficiente, responsable, total- ‘mente eclipsada por otras ‘muchachas mis atractivas. Se le en- ‘cargaban los recién nacidos y los mas dificiles mensajes diplo- maticos. Una ardua labor de la cual jamés se quejaba, ocupa- pa todo su tiempo y energia. Cuando se le pedia que bailara Jo hacia sin esmero. Si otras bailaban mucho: aA brillante- vara qué esforzarse? Tenia wna propensién aprecia~ Tiare Ia adoracign y se enardecta por la belleza de ‘Tol, por las conquistas de Fala, o el hijo recién nacido de Alofi. Toca- a el ukelele para que los deinés bailaran, costa collares de flores para que otros los usaran, planeaba citas para que los demés las gozaran, sin sentir humillacién ni asumir un aire €s- pecial de martitizada, Admitia que sélo habia tenido un aman- te, venido desde muy lejos; ni siguiera sabia de qué aldea; @ nunca habia vuelto. Si, probablemente se casaria again Gia si su jefe asi lo descaba y... jes que estd Morando ese chiquillo? Estaba hhecha de la materia en que lo estin las tias Gevotas; todos los que la rodeaban confiaban en ella y la que- rian. Una malaga a otra aldea hubiera podido cambiar su vida, pues los muchachos de Samoa buscaban jévenes foraste- tas meramente por el hecho de serlo. Pero a ella la necest faban siempre en so casa, y en st lugar saliam de viaje niias de mends edad. 151 ADOLESCENGIA Y CULTURA EN SAMOA Quiz’ Ta historia més dramética era la de Moana, la wl. tima del grupo de jévenes que vivian fuera de las casas de los pastores; una nifia vana, artificial, echada a perder por la forma en que habia especulado con la devocién de su her- manastra, Sus amores habjan comenzado a los quince aiios y, pasado ya un afio y medio, sus padres, temiendo que su Conducta se tomnara tan indiscreta como para frustrar geria- mente sus posibilidades de concertar un buen matrimonio, pidieron a su tio que la adoptara y tratara de reprimir su indocilidad. Este tio, viudo y libertino sin remedio, al ad- vertir el grado de experiencia de su sobtina aprovechése tam- ign de su complacencia. El incidente, nada comin en Sa- moa a causa de Ja gran falta de intimidad y el aislamiento en que se vivia, habria pasado desapercibido en este caso si la hermana mayor de Moana, Sila, no se hubiese enamorado del tio. Tal el tinico ejemplo de pasién duradera ¢ intensa que encontré en las tres aldeas. Los samoanos tasan la fi- delidad roméntica en términos de dias o semanas cuanto més y tienden a mofarse de los relatos sobre 1a constancia eterna, (Acogieron la historia de Romeo y Julieta con incrédulo des- precio.) Pero Sila amaba hasta el frenesi a Mutu, el herma- no menor de su padrastro. Habfa sido su amante y vivia aGn fen su casa, pero la versatilidad del muchacho lo habia ale- jado de tan indecorosa pasién. Cuando Sila descubrié que I habia vivido con su hermana, su furia no conocid limites Enmascarada bajo una honda solicitud hacia la muchacha mas joven, a quien proclamé inocente y pura, denuncié a Mutu a To largo de las tres aldeas. Los padres de Moana la traje- ron de vuelta a su casa con gran ira y surgié una disputa fa- miliar, Inflamése el sentimiento aldeano, pero la opinién se dividi6 acerca de si Mutu era culpable, si Moana mentia pa- ra esconder algin otro pecado o si Sila murmuraba por des- pecho. El incidente constitufa una directa violacién del tabi del hermano y la hermana, pues Mutu era suficientemente joven como para que Moana hablara de €l como tuagane (ltermano). Pero cuando dos meses después murié otra herma- na mayor, que estaba embarazada, fué tmenester encontrar alguna persona animosa que ejecutara In necesaria operacién 152 JIXPERIENCIA & INDIVIBUALIDAD DE LA JOVEN Post-mortem. ‘Tras un violento debate familiar, triun- mniencia y Mutu, cl cirujano nativo mas habil, fué que operara el cadéver de la hermana de la joven habia violado. Cuando mis tarde anuncié su pro- feasarse con una joven de otra isla, Sila volvié a ma- Ji mis irrefrenable pena y desesperacién, aunque por ya estaba ocupada en otro amor. iia de las jévenes que habitaban la casa del pas- de sus hermanas y primas menos limitadas, diferia que no tenjan amores y Mevaban una vida mis re- - ordlenada, Sustitnfan Ia excitacién de las citas a la ina por actividades de grupo, dejando que Ja grata de un grupo de muchachas Menara sus mas peque- Su interés por temas salaces era ligeramente mis ‘el de las jévenes que disérutaban de libertad pa- experiencia. Se hacian de verdaderas amigas fuera de parentesco, confiaban més en otras jévenes, mejor en grupo, se sentian mas cémodas entre sf, Mienos consciencia que las demés acerca del Inga spondia en Ja familia ion de los pocos casos que se expondrin en el ee a adolescencia no representaba un periodo dn sino por el contrario el desenvolvimiento lin conjunto de intereses y actividades que ma- mente. El espftita de las j6venes no quedaba ningin conflicto, no era atormentado:por inte- alguno ni acosado por remotas ambicio- luna muchacha con muchos amantes durante posible, casarse Inego en la propia aldea cerca y tener muchos ‘satisfactorias. js, tales eran las ambicio- Xr NUESTROS PROBLEMAS EDUCATIVOS CONSIDERADOS A LA LUZ DE LA EXPERIENCIA SAMOANA ‘A raavés pe muchos capftulos hemos seguido la vida de j6venes samoanas, las hemos observado al transformarse de nifias en cuidadoras de nifios, aprender a encender el homo y tejer esteras finas, abandonar la vida de Ja pandilla para frocarse en miembros més activos de la familia, diferir el ma- trimonio para poder pasar tantos afios en amores ocasionales como fuera posible y, finalmente, casarse y dedicarse a criar hhijos que, a su vez, zepetirin el mismo ciclo, En la medida en {que nuestro material 1o permitia, hemos realizado un experi- mento pata tratar de descubrir c6mo ocurre el proceso del desarrollo en una sociedad muy distinta de la nuestra. Debido a que la duracién de la vida humana y la complejidad de nues- tra sociedad no nos permitieron efectuar aqui nuestro experi mento, cligiendo un grupo de nifias para Mevarlas a la madu- ez bajo condiciones establecidas especialmente, se hizo ne- ccesario trasladarse a otto medio en el cual Ia historia hubiera preparado un escenario adecuado a tal fin, All{ encontramos nifias que cumplian el mismo proceso de desarrollo fisico que nuestras jévenes: su denticién segufa los mismos ciclos, cre- cian altas y desgarbadas, Hegaban a Ia pubertad con su prime- za menstruacién, alcanzaban gradualmente la madurez fisica y se hallaban preparadas para dar origen a Ia proxima genera- cin, Bra posible decir: “Hé aqué las cotidiciones adecuadas para un experimento; la adolescencia es un factor constante 180, NUESTROS PROSLEMAS EDUCACIONALES en Estados Unidos y en Samoa; la civilizacién de Estados Uni- dios y la de Samoa son diferentes. En el curso del desarrollo, durante el proceso de crecimiento por el cual Ia nifia se con: vierte en adulta los cambios corporales repentinos y eviden- tes que tienen lugar en la pubertad se ven acompatiados por formas espasmédicas de desarrollo, con contenido emotivo y por un sentido religioso naciente, un florecimiento del idea liso, un deseo inmenso de afirmar el yo contra la autoridad © bien carecen de tal concomitancia psicolégica? ,Constituye la adolescencia un perfodo de angustia mental y emotiva para la joven en edad de crecimiento de modo tan inevitable como la denticién es causa de un periodo de infelicidad para el nifio? 203 ADOLESCENCIA Y CULTURA EN SAMOA funcionalmente relacionado con el mundo de Is actividad adulta, Aunque esta falta de conexi6n es mis aparente que real, resulta sin embargo suficientemente vivida como para ser un determinante poderoso de la actitud del nifio. La jo- ven samoana que cuida chiquillos, trae agua y barre el piso, 0 el muchachito que cava la tierra en busca de lombrices 0 recoge cocos, no enfrentan tal dificultad. La naturaleza ne- cesaria de sus tareas es obvia, La préctica de adjudicar a un nifio una tarea que puede realizar bien y no permitir nunca una intervencién pueril e ineficaz en el aparato de los adul- , tos, tal como la que nosotros permitimos a nuestros nitios, } que golpean sin objeto y destructivamente las maquinas de escribir de sus padres, origina una actitud diferente hacia el trabajo. Los nifios norteamericanos pasan horas en las escuelas aprendiendo tareas cuya relacién visible con las actividades | del padre y la madre es a menudo absolutamente imposible de reconocer. Su participacién en las actividades de los adul- tos se establece en base a juguetes, juegos de té, mufiecas y ft automéviles de juguete 0 a un initil y peligroso manipuleo del sistema de luz eléctrica. (Debe comprenderse que aqui, como siempre, cuando digo norteamericano, no me refiero a esos norteamericanos recién legados de Europa, que atin pre- sentan una tradicién educativa diferente. ‘Tal grupo seria cl constituido por los italianos meridionales, que todavia espe- ran de sus hijos un trabajo productive.) ‘As{ pues, nuestros nifios construyen un falso conjunto de \ categorias: trabajo, juego y escuela; trabajo para los adultos, juego para placer de los nifios y la escuela como una molestia inexplicable con ciertas compensaciones. Estas falsas distin- ciones se prestan para producir toda clase de actitudes extra- fias, una posicién de apatia frente a una escuela que no guarda relacién conocida con la vida, una falsa dicotomfa entre el | trabajo y el juego, que puede causar miedo al trabajo al creer | {que implica una responsabilidad tediosa, 0 un postetior des- \ precio hacia el juego, por considerarlo pueril. be Tal dicotomfa se produce en forma diferente en el nifio samoano. El trabajo consiste en esas tareas necesarias que hacen marchar la vida social; plantar, cosechar, preparar Ja 204 [NUISTROS PRODLEMAS EDUCACIONALES ida, pescar, constrair casas, tejer esteras, atender nencs, lular bienes para legalizar casamientos y nacimientos, he- Atulos, agasajar a los forasteros; tales son las activida. ecesarias de la vida, en las que todo miembro de la co- dad, hasta el nifio més pequefio, desempefia un papel. trabajo no es un modo de alcanzar el ocio; donde cada Mi familiar produce su comida, ropas y mucbles, y no existe gran cantidad de capital fijo, caracterizindose las casas ailta jerarquia simplemente por una laboriosidad mayor en ct de obligaciones también mayores; todo nuestro dro ahorros, inversiones, de disfrute postergado, esté letamente ausente. (No hay siquicra temporadas de co, claramente definidas, lo cual originarfa una especial idancia de alimentos y los banquetes consiguientes, El " oo Sans excepto en alguna aldea determi- unas cuantas semanas de eseasez pueden seguir perfodo de prédigos festines,) Antes bien, el ‘mabajo es que subsiste durante todo el tiempo para todos; nadie se Ine, Pocos trabajan en exceso, Hay recompensa social para ligente y tolerancia para-el hombre que apenas trabaja. lay siempre holganza; una holganza, nétese bien, que no n absoluto el resultado del trabajo arduo o la acumulacién al, sino meramente fruto de un clima benigno, una ici6n reducida, un sistema social equilibrado y de la ca- de motivos para gastos espectaculares. Divertirse es lo tino hace en el tiempo libre de trabajo; una manera de Tos amplios espacios vacios en una estructura de tra- tidioso, diversién incluye el baile, el canto, los dey vortes, el te imaldas de flores, coqueterias, dlsereteos, todas he de actividad sexual.'Y hay instituciones sociales como jonial visita interaldeana que participa tanto de las ticas del trabajo como de la diversién. Pero eviden- faltan las distinciones entre el trabajo como algo que hhacer aunque le disguste y la diversién como algo 40 quiere hacer; entre el trabajo como ocupacién prin- os adultos y la diversién como privilegio principal los. La diversién de los nitios se ‘parece a la de los 205 : | ( i ADOLESCENCIA Y CULTURA EN SAMOA adultos, por su esencia, interés y Ta proporcién que guarda ‘Con el trabajo. El nifio samoano no desea trocar las activida~ des adultas en diversién, trasladar una esfera a 1a otra. Yo tenia una caja de pipas de arcilla blanca, para soplar burbu- jas de jabén, Los nifios conoeian las burbujas de jabén, pero Su método nativo de producitlas era muy inferior al del uso de pipas de arcilla. Después de deleitarse unos minutos con el insblito tamafio y belleza de las burbujas de jabon, una nnifita tras otra me preguntaron si por favor podian Hlevar la pipa a su madre, porque eran para fumar, no para jugar. Las Tnufiecas extranjeras no les interesaban y tampoco poseian mu- fiecas propias, aunque los nifios de otras islas tejfan con hojas de palmera, las mismas hojas con que Tos nifios samoanos tejian pelotas. Nunca hacian casas, teatros, ni barcos a vela de ju- guete, Los chicos subian a una auténtica canoa, con flotador literal, y practicaban remo dentro del recinto seguro de la Ta- ‘guna. Esta actitud daba a su vida una coherencia mayor que la {que a menudo deparamos a Ia de nuestros nifios. ‘La inteligibilidad de la vida de un nifio entre nosotros se mide s6lo en funcién de la conducta de otros nifios. Si todos qos demas van a la escuela, el chico que no va se siente discor- dante con ellos. Si la nifiita de al lado toma lecciones de mui- sica gpor qué no Mary? gpor qué debe tomar Mary Teceiones de mtsica, si la otra nifiita no las toma? Pero tan agudo ¢s investro sentido de Ja diferencia entre los intereses de los nifios J los de los adultos que aquéllos no aprenden a juzgar su Pro- pia conducta en relacién con Ia vida de éstos. Por tanto, a me- rudo se acostumbran a considerar la diversion como algo esen- Cialmente poco serio y, cuando adultos, pierden lastimosamen- te sts pocos momentos de ocio. Pero el nifio samoano mide sus actos de trabajo o de diversién en funcidn de toda su comuni- dad; cada aspecto de la conducta es honrado en razén de su telacin verificada con el tinico modelo que conoce: la vida de fina aldea samoana. Una sociedad tan completa y estratificada como la nuestra no puede confiar en desarrollar esponténea- mente mt plan de educacién tan simple, De nuevo nos pon- ‘dremos a idear con ahinco modos de participacién para los ni fios; y los medios de coordinar su vida escolar con el resto de Ia 206 wl \ i ee [NUESTROS PROBLEMAS EDUCACIONALES existencia les conferidn la misma exten dignidad que Samoa ofrece a La diltima de las diferencias culturales que pueden infl sobre la estabilidad emotiva del nfo es la falta de esa sus eleeciones importantes. Lds niios son exhortados a apren- des, a obrar, a trabajar, pero no a apresurarse en las cleo: ciones que sealizan. El primer aspecto en que se hace sentir esta actitud es-en la euestién del tabit del hermano y la herma- na, punto cardinal de modestia y decencia. Sin embargo, la ctapa exacta en que el tabsi debe ser observado se deja siempre librado al nifio menor. Cuando aleance un estado de comprensién, por st mismo se sentité avergonzado y crear la barera formal que duraxi hasta la vejez. Asimismo nunca se instga a los jdvenes hacia la actividad sexual, ni se les obliga 4 casarse a tna edad temprana, Donde las posibiidades de desviacién de la norma aceptada son tan leves, unos cuantos alos ala deriva no implican armenaza para Ia sociedad. El nifio que lega a discernir més tarde el taba del hermano y la her- mana en realidad no hace peligrar nada. Ta actitud tolerante ha sido trasladada a la iglesia crstia- ‘na samoana. El samoano no comprende la razén por la cual los javenes solteros deben ser obligados a tomar decisiones tras- endentales que estropearian parte de su alegria en la vida, Ha ‘ia bastante tiempo para ocuparse de asuntos tan graves des- ppués que se casaran 0 més tarde aun, cuando estavieran com- pletamente seguros de los pasos que daban y corrieran menos Fiesgo de caer en pecado cada mes o algo por el estilo, Las au- oridades misioneras, comprendiendo la virtud del avanzar on parsimonia y sumamente preocupadas por reconciliar la tion sexual samoana con un cédigo europeo occidental, ad- Vittieron las. grandes desventajas que habia en contar” con Iiembros solteros de la iglesia que no estuvieran enclaustra- dos en esciclas eclesiésticas. Consceuentemente, lejos de pre- fionar a la adolescente para que medite en su alma el pastor ~ tiittivo le aconseja esperar hasta que sea mayor, cosa que ella en le de buena gana. ¥eto, especialmente en el caso de nucstras iglesias ; iglesias protestan- ‘es, existe una marcada preferencia por el Hlamamiento a la ju- ADOLESCENGIA Y CULTURA EN SAMOA ventud, La Reforma, al poner su acento sobre la eleccién in- dividual, no estaba dispuesta a aceptar la ticita y habitual funcién de miembro de la iglesia que constitufa la norma cat6- lica, funcién caracterizada por dones sacramentales adiciona- Jes, pero que no exigia una conversién brusca ni una renova- cién del sentimiento religioso. La solucién protestante consis- tte en postergar la eleccién s6lo durante el tiempo necesario, y efectuar un profundo y dramético Hamamiento en el momen- ton en que el nifio alcanza una época que puede ser Hamada “la edad de la discrecién”. Este Iamamiento se ve reforzado por Ja presién patema y social; se ordena al nifio que elija: ahora y con juicio, Si bien tal posicién en Jas iglesias, que arranca de la Reforma y de la atencién que ésta presté a la eleccion individual, era hist6ricamente inevitable, es lamentable que la convencién haya durado tanto. Hasta ha sido tomada por gra pos reformistas no sectarios, que consideran a la adolescente como el campo més legitimo de actividad. En todas estas comparaciones entre la cultura samoana y Ja norteamericana aparecen muchos puntos titles sélo en cuan- to arrojan luz sobre nuestras propias soluciones, mientras que cen otros es posible hallar sugestiones para realizar un cambio. Envidiemos 0 no una de sus soluciones a otros pueblos la acti- tnd hacia las nuestras debe ampliarse y ahondarse profunda- mente mediante una consideracién de la forma en que otras cul- turas han enfocado los mismos problemas. Comprendiendo que nuestras formas no son humanamente inevitables ni de- cretadas por Dios, sino que son el fruto de una historia larga y tempestuosa, bien podemos examinar a la vez todas nues- ‘ras instituciones, puestas de relieve ante la historia de otras civilizaciones, y pesarlas en Ja balanza, sin temer encontrat- Tas defectuosas. 7 208 EDUCACION PARA LA ELECCION a Por a nuestra civilizacién y \y ‘mas sencilla, a fin de arrojar luz s nues- luos métodos de educaién, Si ahora dejamn cl osteo ees ‘NOY separamos s6lo la leccién principal que aprendimos all, es iy que Ia adolescencia no es necesariamente un periodo’ de tension y conmocién, sino que las coridiciones culturales la Titeen asi, zpodemos extraer conclusiones que resulten fructi- fora par instvecion de muss adolescentes? mera vista, la respuesta parece bastante simple. Si Adoletcentes estén sumidos en difcatadesy soguthes « oa fi de las.condiciones de su ambiente social, entonces por to- dos los medios posibles modifiquemos ese ambiente de mane- 4 que teduzcamos esa tensién y eliminemos la conmocién y ingustia producidas por la adaptacién. Pero, desgraciadamen- ondiciones que hostigan a nuestros’ adolescentes son. lees a nuestra sociedad, no més sujetas a una interven- idn directa por nuestra parte que Jo estaria el idioma que ha- ‘limos. Podemos alterar una silaba aqui, una construccion alli, Jos grandes y trascendentales cambios en la estructura lin ee i bes aspectos de la cultura, son obra” ‘en la que cada individuo desempeiia un in- ‘onielente ¢ insignificante. Las causas principales SE id de nuestros adolescentes residen en la presencia de nor- Mis antagdnicas y en la creencia de que cada individuo debe feallzar sus clecciones, junto con la opinién de que la eleccién Hn aiunto importante, Dadas estas actitudes culturales, la cia, considerada ahora no como un perlodo de 209

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