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CLEMENTINA

Por: Flow
Tendría unos 13 años cuando la conocí un Diciembre en la Finca que tenía mi papa en

Piedecuesta… era hermosa, silenciosa, llena de vida con un aire fino y un corte de

clase… ojos negros, cabellera rebelde del mismo color, voz segura y juvenil.

Corríamos todos los primos vereda arriba, jugábamos a ser niños, yo no tendría 5 años,

me acompañaban Oswaldo hijo de la tía Carmeneli, las hermanitas de Clementina: Pía y

Sila, y Ñato y sus 3 hermanas… Clementina nos cargaba en una carretilla de la finca a

Oswaldo y a mí por entre la carretera despavimentada… a la distancia veía el Willis 53

de la finca que manejaba mi tío Alfonso, él que nos dejaba ir colgados de la parte de

atrás del Jeep a mí y otros primos cuando subía a recoger la leche en el hato allá al

comenzar la montaña.

Cada año se reunían las hermanas de mi mama en alguna finca a pasar juntas la navidad,

oportunidad que usábamos los primos para compartir juegos, travesuras y aventura.

Entre las travesuras que nos inventábamos, había una que no me gusta ni recordar,

puesto que tiene que ver con la muerte de Rin-Rin Renacuajo… va así: nos fuimos mi

primo Oswaldo y yo en la noche del 23 de diciembre a casar sapos, nos encontramos

uno gordito y cantador, que cogimos y nos lo llevamos para la piscina que estaba

desocupada porque la iba a limpiar el mayordomo al otro día. Bajamos dentro de ella

sabiendo que nos lo habían prohibido, y mi primo propuso el plan malévolo de quemar

vivo a Rin-Rin… y así fue como lo quemamos… primero lo rociamos con gasolina que

sacamos del garaje donde guardaban herramientas y cosas de la finca, luego mi primito

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encendió un fosforo y pum, fuego… yo no me acuerdo si sentía placer o algún tipo de

gozo al quemar vivo un animalito inocente… no sé, años más tarde, me arrepentiría.

Otro plan malévolo salió sin premeditar, eso fue en la noche del 25 de diciembre: me

encontré en el nochero de la cama de mis papas, un arma calibre 22, estaba cargada y

me puse en un acto de demencia, a pretender que disparaba apuntándole a mis otros

primitos que estaban en el cuarto… gracias a Dios no termino el cuento en algo trágico,

porque después de haber voleado el aparato en el aire asustándolos, algo me entro en la

conciencia, como una sensación de tragedia tan tenaz, que me hizo esconder el arma

inmediatamente y nunca más en la vida, después del incidente aquel, volví a tocar arma

alguna.

Pensé que esa sería la única vez que vería a mi prima Clementina, ella era del grupo de

las grandes y yo pues era demasiado chico para que me dejaran jugar con ellas, menos

en una familia donde siempre ha habido cantidad de mujeres, entre tías, primas, abuelas,

etc.… aquella fue la última navidad que vi a Clementina y no me vine a interesar en la

vida de ella sino 50 años más tarde, cuando pasando por Medellín después de vivir

muchos años en el exterior, mientras estaba hospedado en casa de mi prima Eva, ellas

me narraron en lo que se había transformado hoy por hoy, la vida de Clementina… ese

día resolví viajar a Tolú donde aparentemente vivía ella con Omarcito su hijo.

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Me atraía el dolor que me producía en descubrir como elementos externos a Clementina,

transformaron su vida no solo en sus últimos años sino durante toda su vida, en una

existencia adolorida entre el terror de vicios consecuenciales de un pasado disoluto entre

las vicisitudes típicas de la generación de las flores… entre noches profundas donde

perdía su alma vendiéndole gota a gota la sangre que le salpicaba de los pulmones al

diablo… a veces en la mitad de la madrugada, los demonios comenzaban a sacar a

pasear sus atrocidades y espantos dentro de su mente, hasta acurrucarla en una esquina

del cuarto mientras Omarcito entre ojos trasnochados de niño, se limitaba a observar el

ritual que su madre noche a noche ejecutaba repetidamente… al final, se encogía en una

esquina del cuarto a llorar, asustada a veces gritaba, pidiéndole ayuda al cielo para que

la sacara del infierno en el que se había metido… a los pocos minutos se quedaba

dormida y al otro día se había olvidado completamente de la escena de la noche anterior

y comenzaba su rutina diaria de sobrevivir…

Recuerdo que una vez en Palma Caoba que estaba mi prima Horte conversando con las

empleadas de la cocina, mientras la negra Corina nos contaba en como a veces mi prima

Clementina vestía a Omarcito de pordiosero y se ponía en pleno parque principal de

Tolú a pedirle limosna a los turistas dejando que vieran a Omarcito en esa facha para

infundir compasión…

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Un bus de Transcaribe me acercaba al municipio de Tolú, el año pasado había tratado

sin éxito encontrar a Clementina, este año iba decidido a encontrarla a como diera

remedio… entre el polvorín que las llantas al frenar dejaban en la Terminal de

transportes, había un grupito de gente esperando la llegada del bus de las seis… mis

pensamientos me traían y me llevaban entre las fotografías que tenia de Clementina

cuando era adolescente, con ese aspecto de chica Woodstock, de la misma generación

de Andrés Caicedo, de faldita ye-ye y peinado go-go… la mirada lejana, como

esperando de todo lo mejor para su generación, pero la canción que el bus desparramaba

por entre el olor de la polvorera, era de otro destino, de otro paralelo, de donde las

coordenadas se salpican de sangre, de donde hay grupos de guerra que buscan con odio

la sangre de otras tribus por el simple vicio de vivir cargando armas entre sus cuerpos

grasientos de tanto comer la comida del prójimo, a manos del arcángel del narcotráfico

que le cambio el semblante y el caminado a la generación de las flores, porque ellos no

encontraron el espejo que les reflejaría la transformación de su mundo desde el formato

de sus ideas revolucionarias hacia la amplia autopista de la realidad cortante del siglo de

los muertos, el siglo XX.

Yo iba decidido, pero con el mismo dolorcito por las razones que empujaron a Andrés a

cometer suicidio contra la vida, porque su muerte me dejo marcada la inocencia

generacional, convirtiéndome en un ateo de la humanidad… así con esa pena escondida

entre los bodegones de mi sangre, que sutilmente llora en silencio cada vez que un

inocente sufre o muere, así, me vine a Tolú.

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Me baje del bus caribeño, para encontrarme cara a cara con una mujer pequeña de

figura, con el pelo largo y cano y las zanjas de la vida marcándole sin piedad el rostro

que narraban sobre los escapes y orgías de la vida loca. Traía entre sus manos varias

cartulinas forradas en plástico, me las paso con una sonrisita -como no me reconoció de

aquella navidad en la carretilla finquera hace 50 años, me quede en silencio

contemplándola, bañando el recuerdo con lagrimas secas… no sabía si decirle que era

yo, su primo… comenzamos a hablar de arte, me dijo que había estudiado en su años

mozos pintura y piano, que era la hija de Tara, la de Manizales, la que le dejo la casa

grande de Tolú a Joni cuando murió, al primogénito, más dejándola a ella en la calle con

su hijo mendigando el pan diario… Joni el mismo que le llevaba el vicio a Clementina

cuando estaba polla y a su novio en la pista de patinaje de Medellín cerca al estadio.

Solo alcance a comprarle un recuerdo o suvenir de un velerito sobre el mar dibujado

sobre una cartulina untada de huellas, de su observación, de su arte… era una imagen en

blanco y negro sin el color de la vida, era el reflejo de mi prima Clementina en un

blanco y negro vacío, del perfil de un bote sobre una bahía que peligraba en hundirse…

pensé que eso era todo lo que podía dibujar… pero me encontré que no, que esos eran

solo dibujitos para sacarle al turista idiota unos dólares de más sin que se diera cuenta…

Porque meses más tarde, después de su muerte, fui con mis primas Eva, Clari y Julia al

barrio donde vivió Clementina por casi cuatro años, del único lugar de donde Omarcito

su hijo puede tener un buen recuerdo, porque allí, en la Estrella, conocieron a una mujer

excepcional que hizo de mama para ambos, la señora Rosa.

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Aquel domingo que pasamos por la tienda de Rosa, nos mostro el cuadro que le había

regalado Clementina con una nota, y me di cuenta del talento artístico que ella había

dejado olvidado detrás del humo de un cigarrillo oscuro… me producía movimientos en

el estomago las historias que nos contaba la señora Rosa, eran sobre el lado brillante de

Clementina, su lado bueno, el que buscaba a Dios para que le ayudara a salir de la fosa

viviente donde estaba empotrada, aunque por fuera proclamaba que era atea…

Suena una canción de los Beatles en la radio, “yesterday”, que dice que se tenía que ir,

que me lo diría, pero extrañaba ese ayer… que el amor era un juego, pero creía en el

ayer… la canción que no encaja en ese pueblo polvoriento, no me distrae de la realidad,

por el contrario, la enaltece, la colorea… y miro por última vez a Clementina en Tolú, y

con el corazón derramando más lagrimas secas, me alejo después de que ella me olvida,

después de haberme convencido de comprarle uno de sus dibujitos.

Cuando llegue a Medellín después de mi vuelta por la costa Caribe, al año, me entere

que Clementina había dejado de existir sobre las ultimas calles de la vida… en la misma

autopista que no daba más por su existencia… se le había derramado a Clementina la

sangre de tanto dolor aspirado en cigarrillos con labios marchitos de soledades

esfumadas entre amores imposibles… pero aun así y todo crió a su hijo Omarcito, el

mono que hoy se para en la esquina de Telecom a vender minutos de celular.

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Son las cuatro de la tarde, estoy en una finca del oriente Antioqueño, cosechando

amistades, recordando a Clementina y me voy a dar una caminata por entre el vergel y

la vereda lluviosa con mi prima Eva, se pone a contarme de las hermanas de

Clementina, de Pía y Sila… la historia de Pía me atrae, me recuerda la forma como

fueron educadas en antaño mi mama y sus hermanas: las llenaron de decencia, respeto y

con el ideal de que pudieran conocer un hombre en sus vidas que las amara. Así mismo,

mis primas fueron criadas, no por voz, pero por entre la sangre y el ejemplo, son

mujeres que traen el fino polen de las damas de clase y el toque de amor para no salir

despavoridas detrás del desvarió de la lujuria y el sexo veloz.

Pía llevaba más de 15 años viviendo entre los hogares de sus tías y primas mayores,

porque convivir con su mama se le había vuelto imposible. Cada vez que le advertía a

su mama Tara sobre la forma como Clementina y Sila se desviaban lejos de los caminos

de la vida sana que Pía pensaba era lo mejor para ellas, su mama la rechazaba…

asumiendo que estaba muy equivocada, que su hermano mayor Joni era un hijo

ejemplar y que sus hermanas estaban bien… Pía no podía concebirlo y se alejo de la

casa de Tara y de sus hermanas.

A la tierna edad de los 18, Clementina y su hermanita Sila con la prima Gloria iban a

parcharse en la pista de patinaje del estadio en Medellín… allí disfrutaban del patinar

pero también de poder ver los nuevos chicos de la nueva ola que desfilaban sus pintas

de bota ancha y tacón alto.

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Los pelos largos comenzaban a tapar las frentes y los humos de cigarrillo se confundían

con los de otras nuevas marcas que arrimaban con la nueva ola… allí en la pista de

patinaje, fue donde Joni invito a sus hermanas a que le siguieran los pasos…

Una tarde cualquiera entre ruedas de patines, Gloria conversaba con un tipo alto vestido

de negro y cara de vampiro que arrastro a las tres primas a una rumba que había en

Calasanz, cerca de Santa Lucia. Aquella noche, Gloria que manejaba el ambiente,

dirigía la jauría de nuevos adictos a las luces, caminaba al frente por entre las mangas

donde hoy está montado el metro de Medellín, la madrugada era larga y el viaje de

acido les había explotado entre una botella de Cherrynol. Gloria bailaba, Clementina y

el vampiro tomaban de la misma botella, atrás Sila y otra chica hablaban con un chico

de apellido Villalones, había otra gente. Las luces del firmamento se incrementaron y

sentados sobre una piedra mirando al caño con las pupilas desorbitadas, le amaneció el

silencio del acido a Clementina… por entre la manga de Calasanz, habían despertado

abrazados en el mismo viaje Villalones y Clementina, Sila con un chico desconocido y

el Vampiro se había recostado con la chica nueva y Gloria.

Desde aquella madrugada, habían quedado marcados los corazones de ellos, en los días

siguientes todas las rumbas de Medellín de los sesentas tenía que ver con el combo de

Gloria y el vampiro negro. La flores de medallo fueron desfilando poco a poco entre la

mercancía que proveía el vampiro, Gloria administraba el goce y la energía mientras

Clementina y Sila acompañaban con la convicción ciega de que eran una generación

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que conquistaba nuevos mundos… Joni les acompañaba siempre, pero no se le veía

mujer alguna en las noches de rumba.

Los Rolling Stones manipulaban el sonido del lado rockero, mientras que cambios

marginales y definitivos se iban desenvolviendo en el mundo del narcotráfico… en Cali

nacía un capo moderno ajustado a la necesidades de la psicodelia, le decían el Grillo, en

Antioquia se organizaba el cartel comenzando a exportar el polvo mágico producto de la

guadaña que tumbaba el monte pa darle paso a bastas plantaciones de coca vigiladas por

tropas dedicadas a la violencia y el amor a las armas y la muerte… la música tropical ya

fuera salsa o paseadito paisa, acompañaba las negociaciones nacionales… y en nuestra

historia, el Vampiro acompañado de Gloria y el clan, formaba parte de una red

importante de distribución a la que se añadió Joni el hermano mayor de Clementina.

Los días pasaban y se sumaban las estaciones, un día Villalones decidió proponerle a

Clementina que si la acompañaba a Venezuela a realizar un “cruce”… le contaba en

aquella madrugada mientras botaba el humo de un maduro que soltaba aromas

lentamente en el cambuche que tenían instalado en un apartacho alquilado cerca al

estadio, donde Joni mismo les había llevado una hora antes la merca que necesitaba

transportar Villalones al Táchira.

El bus salió de la Terminal de Medellín, muy temprano, no habían dormido nada,

Clementina pensaba que durante el viaje podría dormir a sus anchas, pero la coca

derramada entre el cigarrillo mentolado, le tenía los ojos tan abiertos que no daba pie a

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encontrarse a gusto en el asiento del bus, serian 24 horas de viaje directo a Cúcuta.

Como fuera, cuando abrió los ojos, fue pa bajarse a comer en una parada de carretera.

Villalones decía que después de entregar la mercancía, recibirían la paga…

- Me gustaría que nos quedáramos a vivir en Venezuela, con un timbre de

voz medio temblorosa pero al mismo tiempo segura, dijo Villalones

- Pa que, le dijo Clementina.

- No creo que quiera volver por medallo hermana

- Por qué?

- Pa alejarme un toque del despelote del Vampiro

- Allá me siento más segura… estas seguro que nos dan la paga con la

merca?

- Sizas, hermana… con ese billete nos podemos largar…

- No es muy riesgoso?... después te mandan a quemar…

- Nos perdemos entre ese país y quien va a saber de nada…

- Pero mi hermano no queda allá como responsable?

- Para nada hermanita, fíjate que él solo es el mensajero…

Cuando salieron en aquella tarde polvorosa sobre una calle esquinera de Laguna Seca,

Villalones le guiño el ojo a Clementina para que esperaba sobre el costado, ella estaba

encargada de fijarse bien por si veía que lo estaban siguiendo cuando saliera de hacer el

cruce, después de 15 minutos de seguirlo a la distancia, Villalones la voltio a mirar

como a la cuadra, a una señal de ella, él giro sus pasos y se dirigió a la estación de buses

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que quedaba al frente de un parque… Clementina se quedo sentada debajo de un árbol

gigante mirando a ver quien entraba, pero ella al ver que nada sucedía, y como

Villalones tenía ya los tiquetes comprados para Caracas, a su señal, corrió y atravesó el

parque Clementina para montarse en el bus… en su correr, el viento la despedía

acariciando y jugando con su cabellera libre adolecente que la movía con ganas, sus

botas levantaban el polvo de la calle, llevaba un bolso de los que hacían los hippies, de

muchos colores, sacaba su corazón hacia afuera lleno de felicidad… y una vez adentro

se abrazaron como Bonnie & Clyde y soltaron las carcajadas de gozo…

- Ahora debemos que tener mucha prudencia, le dijo Villalones.

- Sizas!

- Nos vamos a cambiar los nombres

- Si… pues yo me quiero llamar Clarisolcita

- Está bien, yo seré Ricardito

En Medellín, Joni después de haberle dado frente al desquiebre que hizo Villalones, el

Vampiro lo puso a trabajar fue de gratis como un año, de puro jíbaro en cualquier

esquinazo nocturno de la vida sucia… Joni que vivía con su mama, le prometió que en

una año que terminara de pagar unas deudas que tenia, se irían a vivir a un lugar

decente… la mama de Clementina que creía todo lo que su hijo le decía, y le sonrió

cariñosamente, solo el corazón de madre que sufre, sabe bien lo que ella estaba

pensando por dentro…

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Mi tía Tara, la mayor de las hermanas de la prole que dejo mi abuelo en Anserma, le

había tocado criar a las hermanitas menores, desde mi tía Lucre pa bajo, incluida mi

mama. Tenía unos bellos ojos verdes, dulces y tristes, cabello ondulado como todas

ellas, en color caoba, que hacia juego con su piel canela, le decían la negra, porque sus

otras hermanas tenían la piel tan blanca, que era como la nieve.

No había pasado el año y mi tía ya se había ido a vivir con el primo Joni a Tolú, habían

comprado una casita a una cuadra de la playa donde mi tía tejía sus últimos sueños en

compañía de su hijo, cuando una tarde de sol Caribe, toco a su puerta Clementina, abrió

su mama y fue grande la sorpresa; estaba embarazada y consigo un hijo de la mano… al

marido lo habían quemado en Caracas y sola se aventuro desde allá por sugerencia de

Joni a volverse para Colombia…

No eran muy desagradables las veladas, Joni tocaba el piano mientras Clementina

cantaba tonadas de los Beatles… cuando no era que estaba pintando oleos que dejaba

regados por entre el tercer piso de la casa… su habilidad para hacer pasteles era

sorprendentemente de talento, en cinco minutos dejaba plasmados rostros de Cristo con

fondos de playas sin nombre, que su mama colocaba en la entrada del porche de la casa

para que los curiosos turistas se acercaran a comprarlos.

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Los grititos que su hijo Omarcito hacia, alegraban el corazón de la abuela, que sentada

sobre una silla mecedora, que había sido de la abuela Herminia, arrullaba sueños en la

hora de la siesta Caribe, como para olvidar los días agrios.

No me vine a dar cuenta de que Pía se había ido a vivir a Suiza, sino después de haber

vivido por varios años en Alemania, cuando fui a un concierto de tres días en Zürich,

que pase por la casa de Pía para saludarla, tenía varios hijos… su historia se desprendía

de una reunión de Coldeportes donde había conocido al técnico que instalaba los relojes

electrónicos en las premisas deportivas para unos eventos suramericanos.

Cuatro años habían pasado desde el matrimonio de Pía en Suiza, recuerda Eva que

Matiz el suizo vino después de conocer a Pía, dos veces más a Medellín… una noche

cuando llegaba de su trabajo Pía, escucho sonar el teléfono mientras abría la puerta…

- Hola Pía, soy yo Matiz

- Hola Matti, acabo de entrar

- Como te va querida?

- Bien, he estado pensando bastante en ti

- Cómo?, que rico, cositas buenas?

- Pues claro querida

- Contame…

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- Pues he pensado que nuestra relación es muy bonita y con todo el

respeto, me gustaría pedirte en matrimonio…

- (silencio)… como?

- Si… que piensas?... no tenés que responderme inmediatamente, podes

pensarlo el tiempo que queras…

- Matti, gracias, pero me da miedo, no sé qué decirte… déjame pensarlo

- Bueno Pía, te llamo después… descansa

- Chao

No podía dormir Pía esa noche, y medio indispuesta se fue a casa de Eva que vivía en

diagonal de su apartamento, a comentarle sobre la proposición de Matti…

- hola querida… y eso?, estas bien? –le dijo Eva

- pues, estoy un poco confusa, me acaba de llamar Matti…

- y que dijo, vení sentate y me contas pues…

- me propuso matrimonio, que me fuera para allá?

Se había quedado dormida en cama de Eva, estaba agotada… soñaba con el príncipe

amado, el príncipe azul, aquel que la respetara y la quisiera mucho, corría ella en el

sueño con sus dos hermanas por entre una campo lleno de florecillas amarillas, sus

cabelleras al viento, al final de la ladera estaba Tara su madre esperándolas con los

brazos abiertos y con una sonrisa angelical… Pía voltea a ver a sus hermanas…

enseguida de ella Sila que era la menor colgando de su mano y de la de Clementina…

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Pía corría entre las flores y cuando Clementina le miro a los ojos, comenzó a dilatarse

su rostro transformándose poco a poco en una ancianita llena de cicatrices y arrugas, de

sus ojos le salían gotitas de sangre color verdusco… Sila cantaba despreocupada y feliz

de estar protegida en medio de sus dos hermanas… volvió Pía a mirar a su hermana

Clementina y vio como todo su cabello se convertía lentamente en ramas de color cano

trenzadas en largas rastas abandonadas…

Un ring largo y profundo corto la mañana y así el sueño de Clementina… se levanto

asustada y miro a su lado, mientras Eva ya se estaba desperezando…

- Quiubo querida, como amanecistes, descansastes bien?

- Ay si, bastante… tuve un sueño con mis hermanas… fijate!

- Conta!

- Ay no, vi como Clementina se me alejaba, no se… como si se fuera

volviendo viejita lentamente, fue impresionante…

- Tranquila querida, venga le hago un cafecito, y vera que se pone mejor,

si?, le dijo Eva como para tranquilizarla un poco.

La calle al frente de la casa de Eva, al terminar esta, daba al lote donde se construyo

más tarde el metro de Medellín, tenía un gramado de un color verde esmeralda y lo

acompañaba un riachuelo convertido en canal que bajaba de Santa Lucia, el viento se

encargaba de llevarse el olor a caño, el sol se encargaba de llenar la tarde de nuevas

esperanzas…

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Pía salió después de que Eva se había ido al trabajo a caminar descalza por sobre esa

grama que la noche anterior había humedecido, era noviembre y el invierno no había

dejado de salpicar gotas de lluvia toda la noche.

Los pensamientos de Pía se iban siempre hacia su hermana Clementina, le había tocado

irse de su casa, su madre no aceptaba que ella le reclamara sobre la situación de sus

otros hermanos, parecía que Tara no quería ver la realidad con la que se estaban

enturbiando sus otros hijos, Pía le decía que las amistades que tenia Joni no eran nada

saludables para Clementina y menos para Sila que seguía a su hermana para todos lados

siendo la menor de ellas… decidió esa mañana Pía que lo mejor para ella, era irse para

Suiza, de verdad no valía la pena quedarse a vivir en Medellín, no quería seguir viendo

como su familia se iba degradado lentamente…

Hoy por hoy, todas las mujeres de mi familia viven cada una recolectando de los frutos

que sembraron en sus pasados, las unas solas, las otras con hijos, unas han muerto en la

soledad del vacío y otras viven entre los campos claros de sus propios paisajismos…

siempre ha sido para mí muy agradable el estar entre ellas o entre sus historias… chao

Clementina!

Fin

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