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REALES
NÉSTOR JORGE MUSTO
Derechos
reales
Tomo 1
aDDü
EDITORIAL ASTREA
DE ALFREDO Y RICARDO DEPALMA
CIUDAD DE BUENOS AIRES
2000
© EDITORIAL ASTREA
DE ALFREDO Y RICARDO DEPALMA SRL
Lavalle 1208 - (C 1048 AAF) Ciudad de Buenos Aires
ISBN: 950-508-536-2
Prólogo IX
PARTE PRIMERA
NOCIONES GENERALES
CAPÍTULO PRIMERO
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA
CAPÍTULO II
U B I C A C I Ó N DE LOS D E R E C H O S R E A L E S
E N LAS C L A S I F I C A C I O N E S D E LOS D E R E C H O S
SUBJETIVOS
A) CONSIDERACIONES GENERALES
§ 7. Introducción 31
§ 8. Clasificación por su contenido y grado de oponibi-
lidad ". 33
a) Derechos de la personalidad 35
b) Derechos de familia 36
c) Derechos reales 36
d) Derechos creditorios 36
e) Derechos intelectuales 37
§ 9. Introducción 38
§ 10. Esencia 38
§ 11. Naturaleza 40
§ 12. Caracteres fundamentales. Régimen legal 41
a) Enumeración 42
b) Oponibilidad y eficacia 43
c) Publicidad 44
d) "Ius persequendi" o derecho de persecución .. 44
e) "Ius preferendi" 44
§ 13. Estructura y elementos. Número 45
a) El objeto 45
b) Sujeto 46
ÍNDICE GENERAL XV
§ 14. Vicisitudes 46
a) Constitución 46
b) Permanencia y duración 47
c) Forma de ejercicio 47
d) Extinción 47
§ 15. Incidencia sobre el derecho real 48
a) Ley aplicable 48
b) Competencia 50
c) Prescripción 50
d) Muerte del titular 51
§ 16. Vínculos 52
CAPÍTULO III
I N S T I T U T O S DE NATURALEZA
CONTROVERTIDA Y P R E T E N S A S
SITUACIONES INTERMEDIAS
§ 17. Introducción 55
A) CONTROVERTIDOS
§ 27. La cuestión 63
XVI ÍNDICE GENERAL
§ 31. Introducción 68
§ 32. Nuestras precisiones 68
CAPÍTULO IV
§ 33. Sistemas 71
§ 34. Creación y fuente. Distinción 74
§ 35. Enumeración 77
§ 36. Clasificación de los derechos reales 80
a) Con relación a su carácter principal o accesorio 81
b) Con relación a su duración 81
c) En relación al objeto 81
1) Cosas muebles o inmuebles 82
2) Cosas fungibles y no fungibles 82
d) En relación con su transmisibilidad 82
§ 37. Principales derechos reales prohibidos por el Có-
digo Civil 82
a) Enfíteusis 83
b) Superficie 83
c) Vinculaciones 84
§ 38. Derechos reales restringidos. Censos y rentas ... 85
§ 39. Derechos reales constituidos con anterioridad a la
sanción del Código y no admitidos por éste 87
§ 40. Adquisición, transferencia y pérdida de los dere-
chos reales 87
ÍNDICE GENERAL XVII
§ 41. Consecuencia de la creación o constitución de
derechos reales no reconocidos. Conversión .... 91
§ 42. Convalidación 92
CAPÍTULO V
§ 43. Introducción 95
§ 44. Propiedad horizontal 95
§ 45. Prehorizontalidad 96
§ 46. Hipoteca bancaria 96
§ 47. La preanotación hipotecaria y la anotación directa 97
§ 48. En el derecho comercial 98
a) Prenda con desplazamiento 98
b) Prenda sin desplazamiento 98
c) Warrants 99
d) Debentures 99
§ 49. Hipoteca naval 101
§ 50. Prenda naval 102
§ 51. Hipoteca aeronáutica 102
§ 52. Copropiedad naval 102
§ 53. Otros derechos reales o modalidades de los estu-
diados 103
CAPÍTULO VI
COSAS
A) LlNEAMIENTOS GENERALES
II. Musto, 1.
XVIII ÍNDICE GENERAL
PARTE SEGUNDA
POSESIÓN Y TENENCIA
CAPÍTULO VII
LA POSESIÓN
A) CARACTERIZACIÓN
B) NATURALEZA DE LA POSESIÓN
D) ADQUISICIÓN DE LA POSESIÓN
1) GENERALIDADES
3) OBJETO DE LA POSESIÓN
E) EFECTOS
CAPÍTULO VIII
LA TENENCIA
CAPÍTULO IX
DEFENSA DE LA POSESIÓN
Y DE LA TENENCIA
A) NOCIONES LUMINARES
B) A C C I O N E S POSESORIAS
1) CONSIDERACIONES GENERALES
C) L A S ACCIONES EN PARTICULAR
1) POSESORIA DE MANTENER
2) POSESORIA DE RECUPERAR
3) ACCIONES POLICIALES
4) D E OBRA NUEVA
PARTE TERCERA
PROPIEDAD Y DOMINIO
CAPÍTULO X
CARACTERIZACIÓN
A) DERECHO A LA PROPIEDAD
a) El individualismo 338
1) Contractualismo 338
2) Histórico 339
3) Legal 339
b) Marxismo 340
c) Socialismo 342
c) Utopías 342
e) Doctrina de Duguit 343
f) Teoría de la institución 344
g) La doctrina social de la Iglesia 344
h) Nuestra posición 350
§ 186. Sistemas de propiedad 351
a) Sistema romano 352
b) Sistema feudal 353
c) Propiedad individual 355
d) Sistema socialista 356
B) D E L DOMINIO
B) EXPROPIACIÓN EN PARTICULAR
§ 200.
Aclaración liminar 403
§ 201.
Noción 404
§ 202.
Antecedentes históricos 404
§ 203.
Fundamento de la expropiación 407
§ 204.
Naturaleza de la expropiación 411
§ 205.
Concepto de utilidad pública 412
§ 206.
Poder calificador 414
§ 207.
Sujeto expropiante 415
§ 208.
Sujeto expropiado 416
§ 209.
Objeto de la expropiación 416
§ 210.
Indemnización previa 419
§ 211.
Noción del procedimiento expropiatorio 423
§ 212.
Expropiación irregular 425
§ 213.
Retrocesión 429
§ 214.
Ocupación temporánea 433
§ 215.
Reserva de inmuebles para planes de ejecución
diferida 435
§ 216. Abandono de la expropiación 436
CAPÍTULO XII
A D Q U I S I C I Ó N Y E X T I N C I Ó N DEL DOMINIO
1) INTRODUCCIÓN
2) APROPIACIÓN
3) ESPECIFICACIÓN O TRANSFORMACIÓN
4) ACCESIÓN
2) Mala fe 465
3) Mala fe de ambos 465
b) Empleo de materiales ajenos en fundo propio 466
1) De buena fe 466
2) De mala fe 466
c) Materiales ajenos en terreno ajeno 466
§ 231. Migración de animales 468
§ 232. Adjunción, mezcla y confusión 469
6) PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA
III. Musto, 1.
XXXIV ÍNDICE GENERAL
CAPÍTULO XIII
R É G I M E N D E LAS C O S A S P E R D I D A S
CAPÍTULO XIV
R E S T R I C C I O N E S Y LÍMITES AL DOMINIO
A) CONSIDERACIONES GENERALES
C) RESTRICCIONES EMERGENTES
DE LAS RELACIONES DE VECINDAD
CAPÍTULO XV
D O M I N I O S O B R E LAS A G U A S
CAPÍTULO XVI
CONDOMINIO
A) E L CONDOMINIO EN GENERAL
b) Hipotecar 620
c) Constitución de usufructo 622
d) Acciones 623
1) NOCIONES GENERALES
CAPÍTULO XVII
CAPÍTULO XVIII
PROPIEDAD HORIZONTAL
A) LA INSTITUCIÓN
1) CONSIDERACIONES GENERALES
§ 338.
Introducción 701
§ 339.
Terminología 702
§ 340.
Concepto 703
§ 341.
Antecedentes históricos 704
§ 342.
Antecedentes nacionales 706
§ 343.
Importancia de la institución y ventajas que re-
porta 708
§ 344. La reglamentación 710
B) RÉGIMEN LEGAL
1) INTRODUCCIÓN
3) OBJETO
4) CONSORCIO DE PROPIETARIOS
a) Funciones 744
b) Representación enjuicio del consorcio 745
§ 374. Asambleas 747
a) Clases 747
b) Convocatoria 748
c) Funcionamiento 749
d) Régimen de mayorías 750
1) Unanimidad 750
2) Dos tercios o más 751
3) Mayoría absoluta 751
e) Nulidad de la asamblea 752
C) PREHORIZONTALIDAD
1) GENERALIDADES
2) LA AFECTACIÓN
3) L O S CONTRATOS DE ADQUISICIÓN
4) RETRACCIÓN Y DESAFECTACIÓN
5) HIPOTECAS
6) CASOS DE EJECUCIÓN
8) PENALIDADES
NOCIONES GENERALES
1. Musto. 1.
CAPÍTULO PRIMERO
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA
1
De los Mozos, Metodología y ciencia del derecho privado, p. 12.
2
Moisset de Espanés, Notas sobre el problema de la parte general y los
libros preliminares en la legislación civil, JA, doctrina 1970-528 y siguientes.
3
Moisset de Espanés, Notas sobre el problema de la parte general y los
libros preliminares en la legislación civil, JA, doctrina 1970-528.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 5
4
Gatti, Teoría general de los derechos reales, p. 9.
6 NOCIONES GENERALES
5
Allende, Panorama de derechos reales, p. 288. El proyecto de Bibiloni
trata igualmente las acciones reales después del condominio, mientras que el de
1954 lo hace al final de la Secc. 1a del Libro V.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 7
6
Cuando nos referimos a los conceptos vertidos en las notas decimos "el
codificador", para destacar que es la opinión de Vélez Sársfield, mientras que al
citar las disposiciones de los artículos y comentar sus soluciones, decimos "el Códi-
go" para resaltar su carácter normativo que -a nuestro juicio- no tienen las notas.
8 NOCIONES GENERALES
Clásica
Teorías
¡ Personalista u obligacionista
Unitaria realista
No clásicas Institucionalista
Existencia de un sujeto pasivo determinado
Otras teorías modernas
7
Gatti dice: "A nuestro modo de ver la distinción que Demolombe presen-
ta entre el derecho real y el derecho personal incurre en el pecado de no haber
mantenido la unidad del fundamentum divisiones" (Teoría general de los de-
rechos reales, p. 50).
8
En lógica se distinguen claramente las definiciones conceptuales de las
verbales y de las reales. Las primeras, en su acepción rigurosa, consisten en de-
terminar el género próximo y la diferencia que distingue esta especie de las otras
correspondientes al mismo género (diferencia específica). Las verbales son seu-
dodefiniciones y, en las reales, se agrega una determinación aunque sea mínima,
que excede el contenido del concepto de modo que sobrepase el objeto formal
(Romero - Pucciarelli, Lógica, p. 70).
10 NOCIONES GENERALES
9
Citados por Molinario, Derecho patrimonial y derecho real, p. 43.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 11
tieron que no era posible evitar la distinción entre los dere-
chos reales y los personales, aceptando que existen impor-
tantes diferencias entre ambas clases de derechos10.
Estas ideas parten de la observación hecha por Kant,
en 1797, en sus Principios metqfísicos del derecho, se-
gún la cual es absurdo suponer la obligación de una perso-
na respecto de una cosa y recíprocamente, aunque sea co-
rriente hacer sensible una relación jurídica mediante esta
imagen. No hay, propiamente hablando, ningún derecho
(directo) a una cosa; pero se llama así lo que corresponde
a uno respecto de una persona que está en comunidad de
posesión (en estado de sociedad) con todas las demás.
Explicitando esto diremos que el derecho sólo se da
en sociedad (ubi societas ibi ius) y viceversa donde no hay
sociedad no hay derecho (ubi non est societas ibi no po-
test esse ius). Si imaginamos un hombre completamente
aislado sobre la tierra, respecto de él la existencia del de-
recho no tiene sentido11. La relación jurídica sólo se da
entre personas y no entre una persona y una cosa. En es-
te último caso podrá haber una relación de hecho pero no
de derecho12. No existe -dice esta escuela- derecho res-
pecto a los bienes, porque el derecho es la facultad de exi-
gir a otro una conducta determinada en procura de la satis-
facción del interés de su titular13.
En la tesis de Planiol, que fue profundizada por algu-
nos de sus discípulos, especialmente Michas, se destaca que
la concepción clásica incurre en error al omitir la mención,
en la relación real, del sujeto pasivo. Éste lo constituyen
todas las personas que se encuentran obligadas a abstener-
se de todo acto capaz de turbar la posesión pacífica, que la
10
Ver Ripert - Boulanger, Tratado de derecho civil. Parte general, t. I,
p. 467 y siguientes.
11
Rigaud, El derecho real, p. 93, con cita de Kant.
12
Molinario, Derecho patrimonial y derecho real, p. 100.
13
Diez Picazo - Gullón, Sistema de derecho civil, vol. III, p. 41.
12 NOCIONES GENERALES
14
Ripert - Boulanger, Tratado de derecho civil. Parte general, t. I,
p. 470.
15
Gatti - Alterini, El derecho real. Elementos para una teoría general,
p. 38.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 13
A su vez, Freitas, en la Consolidación de las leyes ci-
viles, más de cuarenta años antes de Planiol, había expues-
to y refutado con diafanidad este criterio y Vélez Sársfield
hace referencia a la obligación pasiva general en la nota
al art. 2507, al referirse y caracterizar el dominio interna-
cional16.
Allí expresa: "Hay otro dominio que se llama dominio
internacional. Todo lo que antes hemos dicho de los dere-
chos absolutos y de los derechos reales, es exactamente
aplicable al dominio internacional, o propiedad de Estado a
Estado. No consiste en una relación especial de acreedor
y de deudor entre una nación y otra, sino en una obliga-
ción general de todas las naciones, obligación pasiva, como
toda la que es relativa a los derechos reales, obligación de
inercia, de respetar la acción de cada pueblo sobre su terri-
torio, no turbarla, ni imponerle obstáculo alguno ...".
En cuanto a la crítica de la teoría personalista, se ha
expresado que en el concepto de derecho está ínsita la re-
lación entre personas y, por lo tanto, ello es dado por su-
puesto en la doctrina clásica que de ningún modo sostiene
-como parecen afirmarlo sus críticos- que es sobre la cosa
que recaen las obligaciones.
Esta teoría (la personalista) otorga una extensión a la
palabra "obligación" que es ajena al concepto auténtico del
término -como ya lo señaló Savigny- oscureciendo así, sus
sostenedores, el prístino significado de la palabra y confun-
diéndolo con el deber genérico de respetar los derechos
ajenos17.
La obligación es ligazón (ligatio~), vínculo que conecta
a dos sujetos y por el cual uno de ellos (sujeto pasivo) de-
be a otro (sujeto activo) una prestación. Ello no ocurre
16
Gatti - Alterirtí, El derecho real. Elementos para una teoría general,
p. 38.
17
Gatti, Teoría general de los derechos reales, p. 38.
14 NOCIONES GENERALES
18
Lacruz Berdejo, y otros, Derechos reales, p. 15.
19
Molinario, Derecho patrimonial y derecho real, p. 100.
20
Gatti, Teoría general de los derechos reales, p. 41 y 42.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 15
La objeción es seria pero relativa, pues los terceros
pueden afectar la integridad del crédito directa o indirecta-
mente, por ejemplo con el uso abusivo de medidas cautela-
res, o cuando se prescinde del concurso en caso de insolven-
cia del deudor, no siendo difícil imaginar, ante la complejidad
de las transacciones en el mundo de hoy, otras hipótesis
que tiendan al desbaratamiento del crédito.
Además de poner algunos ejemplos, López de Zavalía
nos recuerda el texto del art. 1075: "Todo derecho puede
ser la materia de un delito ..." y señala también la norma
del art. 1095 que contempla la situación del locatario, co-
modatario y depositario que, teniendo un derecho personal,
pueden ser afectados directamente por el ilícito21.
En segundo lugar, porque si bien es cierto que al dere-
cho de crédito se lo puede contemplar en su aspecto abso-
luto, con ello precisamente se está confesando que la obli-
gación pasiva universal existe también para los derechos
personales y no únicamente para los derechos reales.
Juzgamos con Molinario que esta doctrina, además de
equivocada, es infecunda, por cuanto de ella no se derivan
consecuencias prácticas y sus sostenedores -inmediatamen-
t e - sugieren otros criterios distintivos tendientes a susti-
tuir la clasificación tradicional.
Por último, y desde el punto de mira de la concepción
actual del derecho de propiedad y su función social, tal co-
mo lo señala Lacruz Berdejo, esta doctrina olvida que el
derecho subjetivo no sólo se compone de facultades sino
también de deberes positivamente impuestos a los titulares
y, en particular, a los propietarios22.
2) TEORÍA UNITARIA REALISTA. Sin alcanzar la trascenden-
cia de la personalista, la tesis realista -como se ha expresa-
21
López de Zavalía, Derechos reales, t. 1, p. 72.
22
Lacruz Berdejo, y otros, Derechos reales, p. 14.
16 NOCIONES GENERALES
23
Rigaud, El derecho real, p. 331 y siguientes.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 17
to anormal. Lo normal es que la obligación se cumpla in
natura, sin comprometer para nada el patrimonio en su
conjunto. Más aún, hay obligaciones que se establecen in-
tuitu personas y en las que difícilmente se pueda ver un
vínculo exclusivo entre patrimonios con prescindencia del
elemento personal. Piénsese en el artista que se obliga a
interpretar un concierto y se advertirá cuan difícil es con-
cebir, en tal caso, la aplicación de esta teoría.
Por último decimos que la locución: "El patrimonio es
la prenda común de los acreedores", no pasa de ser una
expresión cómoda para denotar que el conjunto de bienes
de una persona sirve como respaldo del resultado de las
obligaciones (es lo que llamamos "responsabilidad genérica
universal"), pero de manera alguna se utiliza la palabra
prenda en su sentido técnico, aparte de que la prenda no
puede tener como objeto un patrimonio (universalidad de
derecho) o parte alícuota de él24.
c) TEORÍA DE LA INSTITUCIÓN. Esta teoría constituye un
admirable esfuerzo de sistematización que excede el campo
de los derechos reales, y aun el más amplio del derecho
civil, como que -en realidad- tiene su origen en una con-
cepción que "ha conquistado el derecho de citarse en filo-
sofía del derecho. Se puede discutir su valor -dice Delos-
mas no se puede descuidarlo"25.
Originada en el derecho público, por obra de Hauriou,
se extiende la concepción a todo el derecho, principalmente
mediante la obra de Renard y, en el campo de los dere-
chos reales, es desarrollada especialmente por Rigaud.
24
Alsina Atienza, Las diferencias entre el derecho real y el derecho de
crédito, JA, doctrina, 1956-11 y ss.; Molinario, Derecho patrimonial y derecho
real, p. 110 y ss.; Gatti, Teoría general de los derechos reales, p. 44.
25
Délos, Teoría de la institución. La solución realista al problema
de la personalidad moral y el derecho de fundamento objetivo, "Boletín de
Seminario", Santa Fe, n° 4, 1953, p. 307.
2. Musto, 1.
18 NOCIONES GENERALES
28
Hauriou, La teoría de la institución, p. 39.
20 NOCIONES GENERALES
29
Laquis, Derechos reales, t. I, p. 28 y 29. En efecto, este autor, siguien-
do las críticas formuladas por Friedmann, a quien transcribe, concluye que la
teoría, a la que caracteriza como una doctrina neoescolástica del derecho natural,
conduce fatalmente a un nuevo despotismo del Estado. Es obvio que no partici-
pamos de esta posición.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 21
yor proximidad física con el objeto sobre el cual se asienta
el derecho real30.
Esta tesis ha sido suficientemente rebatida, desde
tiempo atrás, por distintos autores, tenidos especialmente
en cuenta por nuestro codificador, entre los que se desta-
can Freitas y Marcado. El primero de ellos dice en la par-
te final de la nota al art. 868 del Esbogo: "La posición en
que el poseedor de una cosa se halla para con el titular de
un derecho real sobre esa cosa, como por ejemplo, en el
caso de la servidumbre o de la hipoteca de bienes existen-
tes en poder de un tercero, es la misma posición de cual-
quiera otra persona a quien se prohibe impedir el ejercicio
de los derechos reales y no constituye por tanto la posi-
ción de un deudor. La posición de deudor en relación a
los derechos reales no puede manifestarse, sino cuando
éstos son violados, como se ha previsto en el art. 869". Y
la citada norma del Esbogo dice: "Pero, si los derechos fue-
ren violados, ya sean derechos personales o derechos reales,
siempre hay una obligación que les corresponde ..."31.
Por su parte, Vélez Sársfield expresa en la nota al art.
497: "Nosotros decimos que el derecho puede ser un dere-
cho real, como la hipoteca; pero lá obligación del deudor es
meramente personal con el accesorio de la hipoteca, pero
ésta no es una obligación accesoria. Cuando la cosa sale
del poder del que la obliga, y pasa a otro poseedor, éste se
halla en la misma posición respecto del acreedor, que tiene
un derecho real, que cualquiera otra persona, a quien se
prohibe impedir el ejercicio de los derechos reales; pero no
le constituye la posición del deudor. Marcadé dice respec-
to a esto: 'Cuando me habéis vendido vuestra casa, estáis
obligados a no molestarme en el goce del inmueble; pero
30
Atard, Preliminar, en Nussbaum, "Tratado de derecho hipotecario", ci-
tado por Gatti, Teoría general de los derechos reales, p. 47; Legón, Tratado de
los derechos reales en el Código y en la reforma, t. V, p. 67 y 68.
31
Freitas, Esbogo, p. 332.
22 NOCIONES GENERALES
32
Atard, Preliminar, en Nussbaum, "Tratado de derecho hipotecario", ci-
tado por Gatti, Teoría general de los derechos reales, p. 48.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 23
33
Aubry- Rau, Cours de droit civil ¡raneáis d'aprés le méthode de Za-
charios, p. 50.
34
Ver Molinario, Derecho patrimonial y derecho real, p. 43; Allende, Pa-
norama de derechos reales, p. 19.
24 NOCIONES GENERALES
35
Gatti, Teoría general de los derechos reales, p. 53 a 62.
36
López de Zavalía, Derechos reales, t. 1, p. 88.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 25
39
Messineo, Derecha civil y comercial, t. II, p. 22.
40
Del Vecchio, Los principios generales del derecho, p. 11 y siguientes.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 27
41
Castán Tobeflas, Derecho civil español común y Joral, t. I, vol. 2,
p. 26.
28 NOCIONES GENERALES
42
Larenz, Metodología de la ciencia del derecho, p. 51 y 52.
CARACTERIZACIÓN Y METODOLOGÍA 29
colocan en un punto de mira diferente y representan una
real contribución al estudio de las instituciones, pero no
son incompatibles con la distinción clásicamente formulada
que -como decimos- resulta básica y elemental en el cam-
po teórico y fructífera en el práctico.
De lo expresado, sin embargo, no se debe deducir que
adoptamos una posición meramente conservadora o seamos
partidarios de una concepción estática, o que desestime-
mos los esfuerzos teóricos hechos con ánimo de enriquecer
y profundizar los conocimientos jurídicos, pero sí podemos
expresar con Molinario: "Se justificaría el destruir una cla-
sificación si se demostrara su inutilidad, pero sustituir por
sustituir es algo que no debe admitirse en el terreno doc-
trinario y mucho menos en el legislativo".
Por ello, no dejamos de destacar una tendencia a am-
pliar el ámbito de los derechos reales, especialmente en la
doctrina alemana, donde los autores se quejan de la limita-
ción de su esfera de acción al ámbito de los objetos mate-
riales, señalando tal limitación como uno de los defectos
capitales del sistema.
Existe una notoria tendencia a conferir trascendencia
real a una serie de modalidades de contratación, que estu-
diaremos más adelante, analizando si pueden caracterizarse
como "nuevas formas de dominio", según los denomina par-
te de la doctrina, tales como la multipropiedad, los siste-
mas de tiempo compartido, clubes de campo, cementerios
privados, etc. (ver § 331 a 337).
CAPÍTULO II
A) CONSIDERACIONES GENERALES
1
Castán Tobeñas, Derecho civil español, común y foral, t. I, vol. 2, p. 30.
2
Ver, en general, Del Vecchio, Los principios generales de derecho.
32 NOCIONES GENERALES
4
Allende, Panorama de los derechos reales, p. 41.
5
Gatti, Teoría general de los derechos reales, p. 17 a 19.
3. Musto. 1.
34 NOCIONES GENERALES
6
Freitas, Esbogo, nota al art. 317, t. I, p. 177.
7
Messineo, Derecho civil y comercial, t. II, p. 21.
UBICACIÓN DE LOS DERECHOS REALES 35
una gran diferencia. La eficacia puede predicarse tanto del
derecho objetivo como del subjetivo. Un derecho es eficaz
cuando se puede exigir su cumplimiento o sancionar su in-
cumplimiento. La oponibilidad, en cambio puede ser abso-
luta o relativa, sin que esto último lleve a tildar al acto de
ineficaz. Un derecho real puede se oponible por estar
debidamente inscripto y resultar ineficaz ante el concur-
so del constituyente (p.ej., una hipoteca constituida en
el período de sospecha, en garantía de una deuda an-
terior).
A los efectos de la ubicación de los derechos en el
marco de estas dos clasificaciones se los puede dividir en
cinco categorías.
a) DERECHOS DE LA PERSONALIDAD. También llamados "per-
sonalísimos" o "inherentes a las personas", como la vida, la
integridad física, la libertad, el honor, la imagen, la intimi-
dad. Como atributos de la personalidad se mencionan el
nombre, el domicilio, la capacidad y el patrimonio8.
Son inalienables e imprescriptibles.
La protección de esta categoría se traduce en los lla-
mados derechos de la personalidad, caracterizados como
aquellos derechos que, a diferencia de los patrimoniales,
"garantizan al sujeto el señorío sobre una parte esencial de
la propia personalidad", según la expresión de Gierke, o si-
guiendo a De Castro: "aquellos que conceden un poder a
las personas para proteger la esencia de su personalidad y
sus más importantes cualidades"9.
Existe un paralelo entre los derechos de la personalidad
y los llamados "derechos humanos". La teoría de los dere-
chos de la personalidad pertenece al derecho privado, res-
8
Llambías, Tratado. Parte general, t. I, p. 275.
9
Citados por Castán Tobeñas, Derecho civil español común y foral, t. I,
vol. 2, p. 355.
36 NOCIONES GENERALES
10
Castán Tobeñas, Derecho civil español común y Joral, t. I, vol. 2, p. 357
y 358.
11
Belluscio, Derecho de familia, t. I, p. 60.
UBICACIÓN DE LOS DERECHOS REALES 37
12
Aclaramos que la ley 24.870 fue sancionada el 20/8/97, promulgada el
11/9/97 y publicada en el BO del 16/9/97. Por su parte, la ley 25.036 fue sancio-
nada el 14/10/98, promulgada el 6/11/98 y publicada en el BO el 11/11/98.
38 NOCIONES GENERALES
13
Alterini, La supervivencia del dualismo: derechos reales y derechos
personales, "Revista del Colegio de Abogados de la Plata", año VIII, n° 16, p. 123
y siguientes.
40 NOCIONES GENERALES
14
Moisset de Espanés, Curso de obligaciones, p. 19.
16
Empleamos la palabra "complejo" en el sentido de múltiple o abarcati-
vo, no como sinónimo de complicado o difícil.
UBICACIÓN DE LOS DERECHOS REALES 41
to (art. 725). Se reconoce, sin embargo, que hay ciertos
derechos de contenido obligacional que tienden a la perma-
nencia, como la locación o el comodato.
19
Cornejo, El objeto de los derechos reales, LL, 1989-D-985.
UBICACIÓN DE LOS DERECHOS REALES 47
4. Musto, 1.
50 NOCIONES GENERALES
20
En cuanto a las concordancias con los códigos provinciales, ver, en ge-
neral, Fenochietto, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comen-
tado, anotado y concordado con los códigos provinciales.
UBICACIÓN DE LOS DERECHOS REALES 51
Estructura y elementos
( Número
Objeto
Sujeto
Vicisitudes
{ Constitución
Permanencia y duración
Extinción
Ley aplicable
Incidencia sobre el derecho real Competencia
Prescripción
Muerte del titular
52 NOCIONES GENERALES
21
Alsina Atienza, La caracterización de las obligaciones reales, JA,
1964-11, secc. doctrina, p. 63.
UBICACIÓN DE LOS DERECHOS REALES 53
INSTITUTOS DE NATURALEZA
CONTROVERTIDA Y PRETENSAS
SITUACIONES INTERMEDIAS
Derechos de garantía 4
( Anticresis
Locación
Casos controvertidos Privilegio
Derecho de retención
Partes del cuerpo humano
Sepulcros
Posesión
Ius ad rem
Categorías intermedias < Derechos reales in faciendo
Obligaciones propter rem
A) CONTROVERTIDOS
goce del locatario (art. 1515). O sea que exige actos posi-
tivos por parte del locador, incompatibles con la existencia
de un derecho real, cuyo contenido no puede consistir en
un hacer (servitus in faciendo consistere nequit).
Aparte de ello, el derecho del locatario difiere con las
características del derecho real en lo siguiente: a) no tiene
el ius persequendi ni el ius preferendi; b) sus derechos
emergen exclusivamente del contrato y pueden ver varia-
das las condiciones por el acuerdo de las partes; c) no tie-
ne acciones petitorias ni posesorias, aunque esté protegido
como tenedor, y d) el locador está obligado a defender y,
en su caso, a indemnizar al locatario, cuando éste sea de-
mandado por terceros que reclamen sobre la cosa arrenda-
da, derechos de propiedad, de servidumbre, o de uso y goce
(art. 1527), etcétera.
En cuanto al argumento de la subsistencia de la loca-
ción a pesar de la enajenación de la cosa locada, solución
receptada por el Código Civil francés, que ha llevado a ju-
ristas como Troplong a afirmar el carácter real del derecho,
mereció la réplica de Vélez Sársfield en la nota al art. 1498,
al expresar que ese autor olvida que el contrato explícito
no es la única fuente de las obligaciones y que éstas nacen
de varias causas: el contrato tácito, el cuasicontrato, el de-
lito, el cuasidelito y la ley. Sin duda -dice Vélez Sársfield-,
quien compra un inmueble que está arrendado contrae for-
malmente la obligación de respetar el arrendamiento, pues
debe saber que por la ley no puede desalojar al locatario
(nota al art. 1498).
2
López de Zavalía lo caracteriza como "cuasi poseedor anómalo" {Dere-
chos reales, t. 1, p. 138).
3
Leiva Fernández, Derecho de retención, ED, 50-276; Papaño, El dere-
cho de retención y los privilegios especiales, LL, 1993-B-405; Do Campo - For-
te, Derecho de retención y derecho a retener, LL, 1981-C-1072; Trigo Repre-
sas, Excepción de incumplimiento o derecho de retención, LL, 1983-B-440, y,
del mismo autor, Ejercitación judicial del derecho de retención, LL, 1990-
E-195; Acuña, Dispares interpretaciones jurisprudenciales sobre el derecho
de retención, LL, 1975-D-483; Decourgez, Derecho de retención y privilegio,
LL, 149-927; Kemelmajer de Carlucci, Privilegios en materia de concursos, JA,
24-1974-216.
4
Do Campo - Forte, Derecho de retención y derecho a retener, LL, 1981-C-
1072; Vallespinos, El derecho de retención en el contrato de depósito, LL,
1979-D-669.
5
Andorno, Gastos necesarios efectuados por el poseedor de mala fe su-
cediendo la entrega de la cosa. Pago de prenda que pesaba sobre la mis-
INSTITUTOS DE NATURALEZA CONTROVERTIDA 61
en el condominio (art. 2686), en la prenda tácita (art.
3218), en la anticresis (art. 3245); destacándose su impor-
tancia frente al concurso del deudor6, en la locación de
obra, etc., no siendo esta enumeración exhaustiva, dada la
naturaleza no limitativa de la norma7.
8
CSJN, 6/11/80, LL, 1981-A-398, con nota de Méndez, Reflexiones iusfi-
losóficas en torno al trasplante de órganos, JA, 1981-11-61, y ED, 91-266. En
LL, 1984-B-188, se registra un fallo de primera instancia de la ciudad de Rosa-
rio, con interesante nota de Bueres - Rivera Dación de órganos entre vivos.
¿Interpretación o apartamiento de la ley?
9
CNCiv, Sala A, 4/9/80, LL, 1980-D-435, con nota de Vidal Taquini, Abla-
ción de órganos por menores de edad.
io JuzgCrimCorr n° 3, Mar del Plata, 6/6/95, LLBA, 1995-847.
INSTITUTOS DE NATURALEZA CONTROVERTIDA 63
11
Bustamante Alsina, Determinación del momento de la muerte y la
presunción legal del consentimiento del dador en el trasplante cadavérico
de órganos (según la nueva ley 24.193), LL, 1994-E-1338; Desimone, El con-
cepto de muerte en la ley de trasplantes de órganos y el delito de homicidio,
LL, 1994-E-952; Méndez, Reflexiones iusfilosóficas en torno al trasplante de
órganos, LL, 1981-A-398.
64 NOCIONES GENERALES
12
Diez Picazo - Gullón, Sistema de derecho civil, vol. III, p. 45.
5. Musto, 1.
66 NOCIONES GENERALES
16
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p. 24.
CAPÍTULO IV
1
Diez Picazo, Autonomía privada y derechos reales, "Revista Crítica de
Derecho Inmobiliario", Madrid, 1976, n° 513, p. 273 y siguientes.
2
Enneccerus - Kipp - Wolff, Tratado. Derecho de cosas, vol. I, p. 7.
RÉGIMEN LEGAL DE LOS DERECHOS REALES 73
3
Citados por Diez Picazo, Autonomía privada y derechos reales, "Revis-
ta Crítica de Derecho Inmobiliario", Madrid, 1976, n° 513, p. 273 y siguientes.
74 NOCIONES GENERALES
4
La palabra "privada" está usada en el sentido de prohibida o vedada,
acepción admitida por la lengua castellana.
5
Vélez Sársfield debió tomar como antecedente el Informe sobre la ley
agraria que, aunque elaborado por Jovellanos, fue emitido por la Real Sociedad
de Amigos del País y publicado en Madrid en 1795 (De los Mozos, El derecho de
propiedad: crisis y retorno a la tradición jurídica).
76 NOCIONES GENERALES
6
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 5.
7
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 33.
8
Dassen - Vera Villalobos, Manual de derechos reales, p. 24.
9
Manara de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p. 64.
10
Llambías - Alterini, Código Civil anotado, t. IV-A, p. 284.
78 NOCIONES GENERALES
11
Machado, Exposición y comentario del Código Civil, t. VII, p. 12 y
13; Legón, Tratado de los derechos reales en el Código y la reforma, t. V, p.
103 y ss.; Segovia, El Código Civil de la República Argentina con su explica-
ción y crítica bajo forma de notas, t. II, p. 113; Salvat - Argañarás, Tratado.
Derechos reales, t. II, p. 337 y ss.; Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I,
p. 47 y ss.; Dassen - Vera Villalobos, Manual de derechos reales, p. 24; Allende,
Panorama de los derechos reales, p. 81 y ss.; Gatti, Teoría general de los de-
rechos reales, p. 131; Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p. 57 y
ss.; Valiente Noailles (h.), Derechos reales y privilegios, p. 15 y siguientes.
80 NOCIONES GENERALES
12
Papaño - Kiper - Dillon - Causse, Derechos reales, t. I, p. 21.
RÉGIMEN LEGAL DE LOS DERECHOS REALES 81
6. Musto, 1
82 NOCIONES GENERALES
13
Albaladejo, Derecho civil Derecho de bienes, t. II, p. 169 y siguientes.
84 NOCIONES GENERALES
14
El concepto, variedades de censos y su significado económico, en el de-
recho español puede verse en Lacruz Berdejo - Sancho Rebullida - Luna Serrano -
Delgado Echeverría - Rivero Hernández - Ramos Albesa - Mendoza Olivan, Dere-
chos reales t. II, p. 230, n° 258.
15
Allende, Panorama de derechos reales, p. 12 y 206.
RÉGIMEN LEGAL DE LOS DERECHOS REALES 87
cida por la Constitución nacional (art. 17) y en la prohibi-
ción establecida por el propio Código que las leyes que se
dicten afecten los derechos adquiridos (téngase en cuenta
que la ley 17.711 derogó el art. 5o y modificó el art. 3 o del
Código velezano).
La solución que se impone, porque contempla el res-
peto a la garantía constitucional, es la que preconiza la
expropiación de estos derechos o, lo que tiene efectos se-
mejantes, su redención mediante una justa y previa indem-
nización. Esta solución fue adoptada por las leyes locales
de redención de capellanías.
Un interesante fallo sobre el tema con ilustrado voto
ponente del doctor Greco adopta la tesitura apuntada. En
el comentario de Allende se dice que "... todos estos dere-
chos suprimidos por el Código, tengan o no ley de reden-
ción, son redimibles por el propietario del inmueble previa
indemnización", agregando que en caso de no existir ley
que establezca pautas para fijar el monto, éste deberá ser
prudencialmente determinado por el juez16.
16
CNCiv, Sala G, 31/7/84, "Cincotta de Rebagliati, Angélica y otros c/Ar-
zobispado de la Ciudad de Buenos Aires", LL, 1985-C-566, con comentario de
Allende, Derechos reales suprimidos o restringidos por el Código Civil (ar-
tículo 2614).
88 NOCIONES GENERALES
17
Moisset de Espanés, Reflexiones sobre las notas al Código Civil ar-
gentino y la publicidad registral, JA, l'dll-ll-l'o'ó.
90 NOCIONES GENERALES
18
En un reciente fallo, la Corte Suprema ha expresado que es virtualidad
propia de los derechos reales su oponibilidad erga omnes agregando que "esta
oponibilidad no se pierde por la existencia de una transmisión imperfecta por au-
sencia del asiento en el registro pertinente puesto que en nuestro orden jurídico
tal inscripción es declarativa, sino que se debilita en relación a ciertos terceros
que ostentan públicamente un interés particular" ("Panamericana Agropecuaria,
S. de H. y otros s/quiebra c/Hernández o Hernández Diez y otros s/ordinario",
"Jurisprudencia de Entre Ríos", t. 81, p. 72, donde lo comentamos).
19
El texto ordenado por el decr. 4560/73 fue modificado por las leyes
21.053, 21.338, 22.019, 22.130, 22.977, 23.077, 23.261, 24.673 y 24.721. Con fe-
cha 24/10/97 se dictó el decr. 1114/97 que aprobó un nuevo texto ordenado, pu-
blicado en el BO del 29/10/97. Será objeto de análisis al tratar los sistemas re-
gístrales (ver § 718 a 725).
RÉGIMEN LEGAL DE LOS DERECHOS REALES 91
§ 41. CONSECUENCIA DE LA CREACIÓN O CONSTITUCIÓN DE
DERECHOS REALES NO RECONOCIDOS. CONVERSIÓN. - El art. 18
del Cód. Civil expresa: "Los actos prohibidos por las le-
yes son de ningún valor, si la ley no designa otro efecto
para el caso de contravención". Y aquí nos encontramos
que, en caso de que por convención o por disposición de
última voluntad, se pretendiere constituir un derecho real
no reconocido por el Código o modificar los existentes, la
ley no sanciona precisamente con la nulidad a tal constitu-
ción o modificación, sino que admite su conversión, sin re-
conocerle a la situación jurídica creada el carácter de real,
pero admitiendo que subsista con contenido obligacional,
siempre que pueda valer como tal. Así el art. 2502, des-
pués de sentar el principio ya enunciado de que los dere-
chos reales sólo pueden ser creados por ley, dispone: "Todo
contrato o disposición de última voluntad que constitu-
yese otros derechos reales, o modificase los que por este
Código se reconocen, valdrá sólo como constitución de
derechos personales, si como tal pudiese valer".
El codificador, en la parte final de la nota al artículo
citado, ejemplifica diciendo: "Si se hace pues un contrato
de enfiteusis, valdrá sólo como contrato de arrendamiento,
ya que no puede valer como de usufructo y durará sólo por
el tiempo que puede durar la locación". El ejemplo no es
feliz, dado que el arrendamiento, a diferencia de la enfiteu-
sis, presupone para el locador una serie de obligaciones de
carácter personal y positivas, o de hacer, que las partes no
han querido asumir al constituir el derecho real no previs-
to. En materia contractual prevalece el principio que da
amplio juego a la autonomía de la voluntad, no existe in-
conveniente que la conversión se realice con contenidos
obligacionales atípicos e innominados. Esta solución es
acorde con lo dispuesto para las servidumbres por los arts.
3010, 3022 y 3042 del Cód. Civil. En todos estos casos,
los compromisos que impliquen una obligación de hacer,
asumidos por el propietario del predio sirviente, sólo valen
92 NOCIONES GENERALES
20
López de Zavalía, Derechos reales, t. 1, p. 152.
94 NOCIONES GENERALES
21
López de Zavalía, Derechos reales, t. 1, p. 153.
CAPÍTULO V
7. Musto, 1.
98 NOCIONES GENERALES
COSAS
A) LlNEAMIENTOS GENERALES
1
Banchio, Nuevas categorías de cosas, p. 7 y siguientes.
COSAS 107
posibles sobre la cosa. Pero el derecho, en sí, es siempre
incorporal, se trate del dominio o de un derecho sobre cosa
ajena, o de un derecho creditorio. La terminología vulgar
contribuye a la confusión, dado que -abreviando- no deci-
mos "la finca de mi propiedad" sino "mi finca" con lo que,
en cierto modo, objetivamos nuestra confusión2.
No es contradictoria la nota de Vélez Sársfield al art.
2311, con el texto del artículo, ya que allí se expresa que
"la palabra 'cosas', en la flexibilidad indefinida de sus acep-
ciones, comprende en verdad todo lo que existe; no sólo
los objetos que pueden ser la propiedad del hombre, sino
todo lo que en la naturaleza escapa a esta apropiación ex-
clusiva: el mar, el aire, el sol, etcétera. Mas como objeto
de los derechos privados, debemos limitar la extensión de
esta palabra a lo que puede tener un valor entre los bienes
de los particulares", y agrega: "Así, todos los bienes son co-
sas, pero no todas las cosas son bienes. La cosa es el gé-
nero, el bien es una especie".
El codificador nos habla aquí de las cosas, utilizando la
palabra "en la flexibilidad indefinida de sus acepciones".
Lo que nos quiere decir es que una cosa (en sentido am-
plio) es "cosa" (en sentido jurídico) en la medida en que es
un bien (tiene valor). Por ello, en el lenguaje jurídico, a
la inversa de lo dicho en la última frase de la nota, bien es
el género y cosa es la especie. No es otro el criterio del
texto del art. 2312.
La noción de cosa, como concepto metajurídico, es só-
lo útil al derecho en la medida en que pueda ser objeto de
él, en la medida en que pueda resultar un bien, tener valor
jurídico y no sólo económico.
2
Freitas, Esbogo, art. 317, p. 175 y siguientes.
108 NOCIONES GENERALES
3
Ver, en general, Adrogué - Gutiérrez Zaldívar - Arraga Penido - Amuy, Te-
mas de derechos reales, cap. I.
4
Llambías - Alterini, Código Civil anotado. Derechos reales, t. IV-A, p.
13 y 14.
110 NOCIONES GENERALES
5
Llambías - Alterini, Código Civil anotado. Derechos reales, t. IV-A,
p. 13.
COSAS 113
adquisición del dominio (arts. 2540 y 2544 y también en el
art. 2592).
Sin embargo, el criterio de la movilidad, como distinti-
vo, no es absoluto, pues cosas que son muebles por su na-
turaleza, pueden adquirir la condición de inmuebles por ac-
cesión, como los útiles de labranza (ejemplo puesto por la
nota al art. 2316, entre otros). Los instrumentos públicos
donde constan derechos reales sobre inmuebles (excepto
hipoteca y anticresis), a pesar de su movilidad, se conside-
ran inmuebles por su carácter representativo.
La calidad de mueble o inmueble de una cosa no de-
pende de la voluntad de las partes, aunque la ley tome en
cuenta la intención del propietario (o, en su caso, de su re-
presentante o del usufructuario) para determinar tal cali-
dad en los casos de accesión moral.
Ateniéndonos a la subclasificación del Código tenemos:
8. Musto, 1.
114 NOCIONES GENERALES
6
Spota, Tratado. Parte general, t. I, vol. 3 1 (5), p. 446.
COSAS 129
§ 66. MUEBLES REGISTRABLES Y NO REGISTRABLES. - Los
buques, las aeronaves, los automotores y los caballos de
carrera de pura sangre son registrables. Los semovientes
comunes no son registrables como tales (cosas) sino que lo
que se registra es la marca o señal, según lo dispone la ley
22.939. Del régimen de todas estas cosas nos ocuparemos
más adelante, así como también del carácter de la inscrip-
ción registral, en cada caso. No nos referimos en este acá-
pite a los inmuebles, que siempre son registrables.
La distinción no está establecida en el capítulo de la
clasificación de las cosas que vamos desarrollando, pero ha
adquirido jerarquía legal a raíz de lo dispuesto en el art.
1277 que exige el asentimiento del cónyuge para disponer
o gravar los bienes gananciales, entre otras cosas cuando
se trate de bienes muebles "cuyo registro han impuesto
las leyes en forma obligatoria".
El art. 4016 bis también distingue entre cosas registra-
bles al establecer distintos términos para la prescripción,
usucapión de cosas muebles (robadas o perdidas) por par-
te del poseedor de buena fe. Agreguemos solamente que
tanto la norma del art. 1277, en su actual redacción, como
la del art. 4016 bis, fueron introducidas por la reforma de la
ley 17.711.
La importancia práctica de la distinción está dada por
estos casos de aplicación y por la facilidad para constituir
sobre las cosas registrables determinados derechos reales
(prenda con registro).
9. Musto, 1.
130 NOCIONES GENERALES
Estado nacional
Públicos Estados provinciales
Municipios
Bienes considerados en De los Estados y municipios
relación a las personas
a que pertenecen De la Iglesia Católica
Privados
De las iglesias disidentes
De los particulares
Susceptibles de apropiación (res nullius y
res derelictos)
7
Allende, Lagos navegables y no navegables. Código y reforma, LL,
131-1478 y siguientes.
COSAS 133
art. 2340, no ha sufrido alteraciones por obra del legislador
de 1968.
En su inc. Io, el art. 2342 se refiere a las tierras situa-
das dentro del territorio que carecen de otro dueño. El
dominio originariamente pertenece al Estado (nacional o
provincial, de acuerdo a nuestro sistema federal), de modo
que si nunca han sido objeto de otra propiedad responden
a este dominio originario. También entrarían en esta cate-
goría los inmuebles abandonados por sus dueños, pues los
bienes de los que mueren sin dejar herederos están previs-
tos en el inc. 3 o . El inc. 2o se refiere a las minas de oro,
plata, cobre, piedras preciosas y sustancias fósiles, disposi-
ción cuya aplicación es muy limitada, pues sobre ellas le-
gisla el Código de Minería y las leyes especiales sobre hi-
drocarburos.
El inc. 3 o del art. 2342 se refiere a los bienes vacantes
o mostrencos, y los de las personas que mueren sin dejar
herederos. Los bienes vacantes son los inmuebles de pro-
pietario desconocido, y los mostrencos aquellos de los que
tampoco se conoce el propietario y se les llama así por-
que en el derecho español aplicábase a los animales sin
dueño, pertenecientes a la mesta o comunidad de pastores
y que debían ser exhibidos (mostrados de allí mostrencos")
por el pregonero. Las herencias vacantes son atendidas por
el Estado por intermedio de los organismos que designan la
Nación o las provincias, según el caso.
El inc. 4o se refiere a los muros, plazas de guerra,
puentes, ferrocarriles y toda otra construcción hecha por el
Estado o por los Estados y los bienes adquiridos por ellos
por cualquier título; por último, el inc. 5° se ocupa de las
embarcaciones, fragmentos u objetos de embarcaciones ene-
migas o corsarias, que dieran en las costas de los mares
o los ríos de la República. Las que pertenezcan a países
aliados o neutrales pueden ser reclamadas por sus propie-
tarios. La ley de navegación ha hecho una regulación en sus
secciones tercera y cuarta sobre los naufragios, reflotamien-
NOCIONES GENERALES
134
tos y recuperaciones; y sobre los hallazgos en aguas nave-
gables, respectivamente (ley 20.094, art. 387 y siguientes).
§ 70. COSAS SUSCEPTIBLES DE APROPIACIÓN PRIVADA. - La
enumeración del art. 2343 comprende -en general- a las
cosas que nunca han tenido dueño, cosas de nadie (res
nullius~) y a las cosas abandonadas (res derelictce) por
sus dueños y que son susceptibles por tanto de adquirirse
por apropiación (arts. 2525 y 2527). La adquisición de la
posesión de estas cosas se efectúa por la mera aprehen-
sión, según el art. 2375 con el ánimo requerido en el art.
2373 (intención de tenerla como suya).
La enumeración del art. 2527 es paralela a la del art.
2343, salvo la referencia a los enjambres de abejas a que se
refiere el inc. 2o de este último precepto, que no están in-
cluidos en el art. 2527.
En materia de peces se debe tener en cuenta la legis-
lación especial. La ley 24.922 de pesca, que entró a regir
en enero de 1998, declaró de dominio de las provincias, con
litoral marítimo, los recursos vivos que poblaren las aguas
interiores y mar territorial argentino adyacente a sus cos-
tas, hasta las doce millas medidas desde las líneas de base
que sean reconocidas por la legislación nacional pertinente.
Sobre este espacio las provincias ejercen su jurisdicción en
el marco de dicha ley (art. 3 o ). Se declaran de propiedad
y jurisdicción exclusiva de la Nación, los recursos existen-
tes en las aguas de la Zona Económica Exclusiva argentina
y en la plataforma continental a partir de las doce millas.
En lo que respecta a los tesoros abandonados, mone-
das, joyas, etc., que se encuentran sepultados o escondi-
dos, sin que haya indicios o memoria de quien sea dueño,
la posibilidad de apropiación está condicionada a las dispo-
siciones del Código, a las que el inc. 5o del art. 2343 se re-
mite (arts. 2550 al 2566), en las que está perfectamente
regulada la materia. Nos ocuparemos de ello en el capítu-
lo correspondiente (ver § 255 a 261).
COSAS 135
§ 71. BIENES MUNICIPALES. - El municipio, institución
de honda raigambre en nuestro país, ha sido objeto de es-
pecial atención por el art. 5o de la Const. nacional, que exi-
ge de las provincias la organización del régimen municipal
como condición para garantizar el ejercicio de las autono-
mías provinciales.
El Código Civil les otorga el rango de personas jurídi-
cas de carácter público (art. 33, inc. I o ) y las leyes orgá-
nicas municipales dictadas por las provincias aseguran su
derecho a percibir sus rentas por impuestos y tasas, o por
sistemas de impuestos provinciales de los cuales copartici-
pan las municipalidades.
El art. 2344 establece cuáles son los bienes municipa-
les y defiere al Estado o Estados los modos y formas de
enajenación, siéndoles aplicables, según el destino, la dis-
tinción entre los que corresponden al dominio público y los
que corresponden al dominio privado del municipio.
8
Este registro fue creado por la ley 21.745, sancionada el 10/2/78 y publi-
cada en el BO, el 15/2/78, reglamentándosela por decr. 2037, del 23/8/79, previa
prórroga del plazo establecido para la reglamentación, según ley 21.873.
PARTE SEGUNDA
POSESIÓN Y TENENCIA
CAPÍTULO VII
LA POSESIÓN
A) CARACTERIZACIÓN
1
Savigny, Traite de la possession en droit romain, p. 1 y 2.
2
Savigny, Traite de la possession en droit romain, p. 2 y siguientes.
140 POSESIÓN Y TENENCIA
3
Ihering, La posesión, p. 249 y siguientes.
4
Ver, en general, Legón, Tratado de los derechos reales en el Código y
en la reforma.
LA POSESIÓN 141
con la cosa que le permite ejercer sobre ella actos materia-
les, por sí o por otro, con prescindencia de la existencia o
no de la relación jurídica que pudiera justificarla o conte-
nerla. Se señala acertadamente que la posesión tiene tam-
bién una variedad de contenidos y de consecuencias. El
término posesión refiere tanto a la tenencia física como a
la apariencia respecto de la titularidad del derecho y las
consecuencias van desde la protección de la posesión natu-
ral hasta al adquisición del dominio por el transcurso del
tiempo. Más adelante iremos precisando el concepto en
sus diversos usos técnicos.
5
Martínez, La posesión, p. 21 y 22.
6
Dassen - Vera Villalobos, Manual de derechos reales, p. 34.
7
Vallet de Goytisolo, Panorama de derecho civil, p. 158.
142 POSESIÓN Y TENENCIA
9
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p. 108.
POSESIÓN Y TENENCIA
144
Veremos que el vocablo "propiedad" se ha utilizado
con distintas extensiones: una amplia, comprensiva de los
derechos de contenido patrimonial y así se habla de la pro-
piedad de un crédito; una intermedia, como sinónimo de
derecho real, que se ejerce por la posesión, y una restringi-
da, como sinónimo de dominio. El Código utiliza también
la palabra "propiedad" para referirse a la cosa objeto de es-
te derecho.
10
El epígrafe del Cap. V, Tít. XIV, del Código Civil dice: "De las relacio-
nes que la hipoteca establece entre los acreedores hipotecarios y los terceros
poseedores, propietarios de los inmuebles hipotecados". Del mismo modo en
el art. 3164 y ello se desprende también del art. 3175. No efectúa esa aclara-
ción llamándole simplemente "tercer poseedor" en los arts. 3163, 3164, 3166,
3167, 3170, 3171, 3172, 3176, 3177, 3178, 3182, 3184, 3185 y en el rótulo del
Cap. VI.
10. Musto, 1.
146 POSESIÓN Y TENENCIA
11
El Libro III es el único que tiene una nota puesta al pie de su epígrafe,
y dice: "Al tratar de las cosas y de la posesión antes que de los derechos reales,
POSESIÓN Y TENENCIA
148
elemento, la posesión resulta ser el contenido o parte del
contenido de la mayoría de los derechos reales, sin la pose-
sión no sería posible el ejercicio pleno de las facultades
que tales derechos atribuyen a su titular. Tenemos pues
una primera función, cual es la de ser el contenido normal
de los derechos reales (con excepción de la hipoteca y las
servidumbres).
En el conflicto entre quien alega la propiedad de una
cosa y quien se mantiene en la posesión de ella, que se
podrá dirimir ante el órgano judicial, la posesión tiene el
efecto de, en primer lugar, determinar quién deberá asumir
el rol de actor y quién el de demandado y, en segundo lu-
gar, incidiendo fundamentalmente sobre la distribución de
la carga de la prueba, será decisiva para determinar, en
caso de insuficiencia de ella, la victoria del poseedor sobre
el pretendido propietario. Por ello, decían Valdés y Or-
chansky que esta situación de hecho tiene, como fácilmen-
te se comprende, un valor jurídico patrimonial nada des-
preciable12.
En la fase de adquisición de los derechos reales, por sí
sola o unida a otros elementos, posibilita que la adquisición
se produzca. Así en las distintas formas de apropiación (art.
2525 y siguientes).
En materia de cosas muebles, no robadas o perdidas,
unida a la buena fe crea la presunción de propiedad (art.
2412). Siendo robadas o perdidas, mediando también bue-
na fe y tiempo, posibilita su adquisición por prescripción
(art. 4016 bis, incorporado por la ley 17.711).
En materia de inmuebles, unida al tiempo, da lugar tam-
bién a la adquisición por prescripción, variando el plazo se-
gún que existan los requisitos de buena fe y justo título
13
Savigny tenía veinticuatro años cuando publicó la obra mencionada en
el texto, la que fue escrita en apenas seis semanas (Laquis, Derechos reales, t. I,
p. 190).
150 POSESIÓN Y TENENCIA
14
Molitor, Cours de droit romain approfondi. La possession en droit
romain, p. 1 y siguientes.
15
Ihering, Teoría y voluntad en la posesión, p. 1.
LA POSESIÓN 151
(ius possidendi), pues es en la teoría de la propiedad que
este último debe tener su lugar16.
Para que exista posesión, según esta doctrina clásica,
es necesaria la presencia de dos elementos: el objetivo (cor-
pus') que es definido por Savigny como la posibilidad física
de disponer de la cosa con exclusión de otra persona, y el
elemento subjetivo (animus domini o animus rem sibi
habendi) que el mismo autor caracteriza a lo largo de las
sucesivas ediciones de su tratado, en tener la cosa para
sí, sin reconocer en otra persona un derecho de propiedad,
o sea en tratar las cosas como propias.
La noción de animus para Savigny -dice Laquis- no
sería otra cosa que la intención de ejercer el derecho de
propiedad; animus que dejaría de existir cuando el posee-
dor reconociese la propiedad de la cosa que posee (rec-
tius: detenta o tiene) en otro17. Ello no supone la convic-
ción de quien posee de ser el propietario (eso hace a la
buena o mala fe). Por eso puede ser considerado posee-
dor el ladrón tanto como el propietario, pero no el arrenda-
tario porque no considera la cosa como suya.
La concepción de la posesión en la forma expuesta por
Savigny, que nosotros llamamos "clásica", era la dominante
(hasta la aparición de la obra de Ihering) y fue por influen-
cia directa y a través de la obra de Freitas receptada por el
codificador, quien no conoció la obra de Ihering18.
b) TEORÍA OBJETIVA. De Ihering partió la crítica más pe-
netrante, en lo que pasó a considerarse una célebre polémica
que versó principalmente en lo que respecta a la noción de
la posesión, sus elementos, su naturaleza y el fundamento
de la protección, estudiados a través de los textos romanos.
16
Molitor, Cours de droit romain approfondi. La possession en
droit romain, p. 3.
17
Laquis, Derechos reales, t. I, p. 192.
18
Martínez, La posesión, p. 23.
POSESIÓN Y TENENCIA
152
Además, Ihering es quien designa a la doctrina de Sa-
vigny doctrina subjetiva, o de la voluntad concreta, para
oponerle finalmente la suya, a la que caracteriza como ob-
jetiva. En efecto, después de exponerla, dice: "Tal es, en
sus rasgos capitales, la teoría imperante, teoría que desig-
naré como teoría subjetiva o de la voluntad"19.
No es posible exponer -dada la naturaleza de esta obra-
en toda su extensión las críticas que Ihering formula al más
conspicuo representante de la escuela histórica, lo que por
otra parte carecería de objeto y de actualidad, especial-
mente porque -como se ha expresado- esos estudios esta-
ban referidos al derecho romano, en cuyas fuentes debían
bucear incansablemente los autores en busca de apoyo pa-
ra sus respectivas tesis.
Nos limitaremos a expresar que Ihering, partiendo de
la base de que el elemento animus possidendi sólo apare-
ce en un texto del jurista Paulo, y tras sostener que la
teoría subjetiva no es verdadera ni en la historia, ni en el
procedimiento, ni en la legislación, ni en la enseñanza, aña-
diendo que el motivo real de la distinción romana entre po-
sesión y detención es fundamentalmente práctico, lanza
sus mayores embates contra la exigencia y caracterización
del animus domini, el cual, por su difícil prueba, compli-
ca notablemente la aplicación y defensa de la posesión.
En efecto, aunque Savigny y sus seguidores no lo di-
gan, en principio -y no mediando presunciones legales- si
la posesión tiene dos elementos, quien alega tenerla tendrá
que demostrar la presencia de ambos. El elemento objeti-
vo no ofrece dificultades pero no ocurre lo mismo con el
elemento subjetivo, que no sólo resulta de difícil prueba,
sino que puede variar sin que se manifieste en signos exte-
riores. Por ello, Ihering lo reputa inconciliable con la ne-
cesidad práctica que exige la prueba de la posesión.
Ihering, La posesión, p. 8.
LA POSESIÓN 155
adversario mostrar la existencia del motivo especial de ex-
clusión de la posesión"21.
El autor cuya doctrina venimos analizando, pide licen-
cia para volcar en fórmulas algebraicas la esencia de su po-
sición, en contraposición con la de Savigny, y lo hace del
siguiente modo:
Para Savigny:
x - c + a + A
y =c + a
O sea: posesión (x) es igual a corpus (c) más un míni-
mo de voluntad indispensable para que no sea un mero
contacto o yuxtaposición local (a), más el animus domini
(A), y tenencia (y) es c + a, con iguales valores, o sea falta
el animus domini (A).
Para Ihering:
x =c + a
y =c + a - n
O sea: posesión (x) es igual a corpus (c), con ese mí-
nimo indispensable de voluntad (a), y tenencia Qy) es la
suma de esos mismos elementos y la presencia del elemen-
to negativo (causa detentionis) (n) que convierte a la po-
sesión en tenencia por disposición de la ley22.
c) TEORÍA DE LA CAUSA. CRÍTICA. Dijimos anteriormente,
que la doctrina de la voluntad abstracta, expuesta y dese-
chada por Ihering, conducía lisa y llanamente a la investi-
gación de la causa possessionis y por ello, según lo expre-
sa claramente el anotador de Salvat, puede considerarse un
complemento de la doctrina subjetiva en cuanto viene a ob-
viar las dificultades de la prueba del animus.
21
Ihering, La posesión, p. 22.
22
Ihering, La posesión, p. 60.
POSESIÓN Y TENENCIA
156
Retoma esta concepción Saleilles, poniendo el acento
en el aspecto económico de la relación posesoria; destaca
la insuficiencia de los actos exteriores que constituyen el
corpus posesorio para descubrir en ellos el animus domi-
ni y subraya la necesidad de relacionar la prueba de este
animus con el título en virtud del cual se posee, lo que se
ha denominado prueba de la causa possessionis23.
Para este jurista, la naturaleza de la posesión puede
explicarse desde dos puntos de vista: como una relación
permanente y pública, como una afirmación interesada
sobre la cosa que revela un vínculo de subordinación eco-
nómica sin más calificación jurídica, o puede revelar la
afirmación de un verdadero derecho, tal como la propie-
dad.
La posesión es una relación real entre el hombre y la
cosa, de tal naturaleza que nos descubra al dueño de ella,
una relación "querida" -añade- sin la cual no pasaría de
ser un accidente sin valor en el orden jurídico, y se mues-
tra de acuerdo con Ihering, salvo en la variante que impri-
me a la descripción del corpus destacando que la posesión
implica un elemento voluntario que recae sobre un hecho
-y no sobre un derecho-, pero se aparta de él en la con-
cepción del animus que no es -dice- el simple acto de te-
nencia y disfrute de la cosa; es el acto de señorío que debe
ser tal que implique que no hay renuncia a este señorío y,
por consiguiente, existe un animus possidendi distinto de
la voluntad de retener y gozar la cosa y distinto, por lo tan-
to, del animus detinendi de que habla Ihering24.
La síntesis de las posiciones doctrinarias deja inevita-
blemente claros en los cuales sería aparentemente fácil re-
batir algunos conceptos. No ocurre lo mismo cuando se
estudian estas obras monumentales que deslumbran con la
23
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 41, nota 36, a.
24
Laquis, Derechos reales, t. I, p. 213 a 219.
LA POSESIÓN 157
solidez de sus fundamentos y especialmente con la erudi-
ción que exhiben sus exponentes, familiarizados con el len-
guaje y hasta con el estilo literario de los romanos.
Así, Savigny, aparte del mérito ya señalado de haber
puesto orden en las múltiples soluciones casuísticas que se
extraen de los textos romanos, fijando la terminología en la
materia, construyó un verdadero sistema de aspecto cerra-
do y de lógica admirable.
Sin embargo, el escollo insalvable que presenta su doc-
trina está referido al hecho, que él mismo reconoce, que en
algunos casos el derecho romano otorgaba defensas pose-
sorias a ciertos detentadores que no tenían el animus do-
mini, tales como el enfiteuta, el acreedor prendario, el de-
positario de la cosa embargada y el precarista (especie de
concesionario de un predio perteneciente al ager publi-
cus). Para explicar estas "anomalías", Savigny recurre a
lo que él denomina la posesión derivada. En los casos
del acreedor prendario y del depositario de la cosa embar-
gada encuentra una explicación lógica, dado que si el po-
seedor conservara las defensas posesorias podría privar al
deudor o embargante de su garantía con sólo ejercerlas.
Para el enfiteuta y el precarista se limita a dar una explica-
ción histórica. Estas explicaciones han sido juzgadas poco
satisfactorias pero resultaban indispensables para dar a la
teoría elaborada el aspecto concluso que exhibe.
Transcripto por Laquis, González Vicen manifiesta: "De
esta suerte y sobre el ejemplo concreto de una institución,
Savigny ofrecía una construcción tan conclusa y de tal co-
rrección lógica como no se conocía desde el derecho natural.
Nada hay en esta construcción que no esté perfectamente
fundado y deducido lógicamente, ninguna proposición que
no pueda referirse en último término, a un núcleo concep-
tual superior"25.
25
Laquis, Derechos reales, t. I, p. 201 a 202, nota 90.
POSESIÓN Y TENENCIA
158
En cuanto a la formidable crítica que le formula Ihe-
ring sobre las dificultades que ofrece su caracterización del
animus domini, en la medida y en cuanto Savigny pudo
conocerlas (la principal obra de Ihering sobre la posesión
se publicó después de la muerte de Savigny), fueron relati-
vizadas por las explicaciones que el sabio maestro adicionó
en sus numerosas notas, donde este elemento se objetiviza
de tal manera que ambas concepciones se acercan notable-
mente26.
Así pone como ejemplo hipotético el caso en que una
persona no se atribuya ningún derecho de propiedad sobre
la cosa y tampoco lo atribuya a otra persona, limitándose a
tener la cosa con el fin de beneficiarse con los frutos. En
ese caso, quien detenta la cosa -dice- sin reconocer la pro-
piedad en otra persona, tiene siempre el animus domini
y, desde el punto de vista jurídico, poco importa saber con
qué fin especial pretende esta propiedad.
La teoría de Ihering -a su vez- ha sido impugnada des-
de el punto de vista dogmático, porque no responde estric-
tamente a los textos romanos que en numerosos pasajes
hacen referencia al elemento animus como lo demuestra
exhaustivamente Martínez, transcribiendo los textos respec-
tivos27.
Dice el autor citado: "si la teoría de Ihering es insoste-
nible en el terreno dogmático, no lo es menos en el de la fi-
losofía del derecho", y agrega que "aunque admitamos que
la tenencia material de las cosas (corpus) hace presumir la
intención de poseerla para sí (animus rem sibi habendi,
animus sibi possidendi), de allí no se sigue que sea indi-
ferente la voluntad que acompaña y califica el hecho físico,
para saber si hay posesión o simple tenencia". Señala di-
cho autor que Ihering admite esta presunción como base
28
Martínez, La posesión, p. 37.
29
Allende, Panorama de derechos reales, p. 11 y siguientes.
30
Dassen-Vera Villalobos, Manual de derechos reales, p. 66 a 71.
160 POSESIÓN Y TENENCIA
31
Valdés - Orchansky, Lecciones de derechos reales, t. I, p. 41.
11. Musto, 1.
POSESIÓN Y TENENCIA
162
presenta el contenido, la forma natural de su ejercicio y,
unido a otros factores, puede ser el medio de adquisición
del dominio.
§ 85. TENENCIA. - Tanto al caracterizar la posesión
como al exponer -sí que brevemente- las teorías sobre sus
elementos y también al enumerar las relaciones posibles
del hombre con la cosa, hemos avanzado en la tarea de fi-
jar el concepto de tenencia. Para la escuela clásica, la te-
nencia es la detención de la cosa, o el poder de hecho so-
bre ella, pero reconociendo en otra persona la facultad de
someterla al ejercicio de un derecho real, mientras que
para la doctrina objetiva es el corpus posesorio cuando el
legislador por motivos prácticos le niega protección.
El Código Civil ha seguido la doctrina clásica y nos
proporciona en dos normas distintas el concepto de tenen-
cia. Son ellas el art. 2352 que dice: "El que tiene efecti-
vamente una cosa, pero reconociendo en otro la propie-
dad, es simple tenedor de la cosa, y representante de la
posesión del propietario, aunque la ocupación de la co-
sa repose sobre un derecho" y el art. 2461 que expresa:
"Cuando alguno por sí o por otro se hallase en la posi-
bilidad de ejercer actos de dominio sobre alguna cosa,
pero sólo con la intención de poseer en nombre de otro,
será también simple tenedor de la cosa". En la nota al
art. 2352, el codificador aclara que "en el rigor de los prin-
cipios, lo que otro tiene en mi nombre yo no lo poseo real-
mente, no lo tengo actualmente en mi poder, pues que él
es quien lo tiene en el suyo. Mas, siendo la posesión pre-
caria respecto de mí, las leyes me consideran como posee-
dor, como que ejercito la posesión por su ministerio, y a él,
como que sólo está en una posesión ajena".
Si bien, desde el punto de vista de la técnica legislati-
va, es criticable que el codificador haya definido un mismo
instituto en dos normas diversas y con palabras distintas,
en ambas se encuentran los elementos esenciales caracteri-
LA POSESIÓN 163
zantes de la tenencia. La del art. 2352 es objetable en la
medida en que utiliza la palabra "tiene" (en cierto modo
definida), pero que ostenta la virtud de expresar que la si-
tuación se da "aunque la ocupación de la cosa repose en
un derecho" (caso, por ejemplo, del locatario). El art. 2461
reproduce el inc. 2o del art. 3615 del Esbogo de Freitas.
En realidad posesión y tenencia no se excluyen, pues-
to que el poseedor puede ser a la vez tenedor de la cosa,
del mismo modo que el propietario puede ser a la vez po-
seedor y tenedor de la cosa. La relación más completa y
perfecta no excluye las relaciones de jerarquía menor o
más simples. Ello explica que el Código, cuando define la
tenencia en ambas normas habla de "simple" tenedor y en
el art. 2462 dice: "será también".
Cuando las leyes penales, por ejemplo, castigan la te-
nencia de armas de guerra o la tenencia de estupefacien-
tes, la incriminación va dirigida a la relación más simple,
pero nadie podría pretender excusarse alegando que no era
simple tenedor sino poseedor animus domini o propieta-
rio de la cosa. En este sentido es criticable también la te-
sis de Ihering que parece pronunciarse en el sentido de
considerarlas excluyentes y porque, además, parte para de-
finirla de lo que se concibe como una institución más com-
pleja.
34
CCivCom Paraná, Sala I, JA, 25-1975-666, citado por Llambías - Alterini,
Código Civil anotado. Derechos reales, t. IV-A, p. 83.
36
Garrido - Andorno, Código Civil. Derechos reales, t. I, p. 147 y si-
guientes.
LA POSESIÓN 167
B) NATURALEZA DE LA POSESIÓN
36
Recordemos que Papiniano, de origen sirio, era uno de los cinco juristas
que, en Roma, contaban con el ius respondendi, prevaleciendo su opinión cuan-
do había discrepancia (y probable empate) entre los otros cuatro (Pablo, Ulpia-
no, Gaio y Modestino).
37
Savigny, Traite de la possession en droit romain, p. 20 y 21.
POSESIÓN Y TENENCIA
168
no lo convierte en un derecho. De otro modo debieran
considerarse también derechos el contrato y el testamento.
Otros autores como Belime y Marcadé interpretan que,
siendo un hecho en su origen, la posesión se convierte en
un derecho cuando ha durado un año completo en las con-
diciones requeridas por la ley, y Molitor y Wodon afirman
que en relación con su causa es un hecho y un derecho
con relación a sus efectos38.
Partiendo de su definición de derecho como un interés
jurídicamente protegido, Ihering sostiene que la posesión
es un derecho y, efectivamente -como él dice- si su defini-
ción fuera exacta, no cabría otra conclusión respecto de la
posesión, porque evidentemente está protegida por el dere-
cho objetivo39.
La polémica se reproduce en la doctrina nacional, in-
clinándose en el sentido de considerarla un derecho auto-
res de la talla de Segovia, Martínez, Lafaille, Salvat; otra
corriente -no menos importante- considera que es un he-
cho, se afilian a ella: Machado, Pizarro, Allende, Legón, Gat-
ti, Mariani de Vidal, Highton, Alterini, Papaño, Kiper, Di-
llón, Causse y López de Zavalía; dicen que es una situación
jurídica de naturaleza provisional, Dassen y Vera Villalobos;
Laquis expresa que el codificador sigue la doctrina de Sa-
vigny; Valdés, Orchansky y Peña Guzmán no se pronuncian
claramente, y Molinario bifurca la opinión y dice que la po-
sesión legítima es un derecho que integra el haz de faculta-
des del dominio, mientras que la ilegítima es un hecho.
La polémica es frondosa y encuentra mayor fundamen-
to en la aparente contradicción entre los artículos del Códi-
go y las notas del codificador. No se debe olvidar -a este
respecto- que Vélez Sársfield, al redactar sus notas, igno-
38
Citados por Martínez, La posesión, p. 50.
39
Este criterio, expuesto en la obra de Ihering, El espíritu del derecho
romano, se da por sentado en su obra fundamenta) sobre la posesión: Teoría de
la posesión. El fundamento de la protección posesoria.
LA POSESIÓN 169
raba que su proyecto se aprobaría a libro cerrado y menos
aún imaginaba que las notas iban a formar parte de las edi-
ciones oficiales del Código. Por lo tanto, en el texto pro-
yectado plasmó la solución prevaleciente y conveniente a
las necesidades reales para las cuales legislaba, mientras
que en las notas vertió su opinión teórica.
Para nuestra ley, pues, la posesión es -sin duda- un
hecho, aunque, en el plano teórico, el codificador no oculta
su adhesión a la posición de Molitor (ver nota al art. 2470
y parte final de la nota al art. 2351 que dicen, respectiva-
mente: "para nosotros que juzgamos que la posesión es un
derecho" y "Molitor ha combatido esta opinión -la de que
la posesión es un hecho-, a nuestro juicio victoriosamente,
demostrando que toda posesión es un derecho").
Adquieren relevancia los argumentos dados por Piza-
rro, completados por Allende, recogidos por Gatti y resumi-
dos por Highton, según los cuales la posesión es un hecho
por las siguientes razones:
a) El Código lo dice expresamente en el art. 2470, que
comienza: "El hecho de la posesión ...".
6) El art. 2363 dice: "El poseedor no tiene obliga-
ción de producir su título a la posesión ... Él posee
porque posee". Todo derecho nace de un acto o de un
hecho que le sirve de causa y esa es una de las acepciones
con que se emplea la palabra "título". Quien alega un de-
recho tiene que invocar y probar la causa, tiene que produ-
cir su título; si el poseedor puede invocar su posesión sin
producir su título, es porque la posesión es un hecho (o
mejor dicho, un estado de hecho) y no un derecho.
c) El Código se ocupa de la posesión antes de entrar a
tratar de los derechos reales, y no entre ellos (nota "a" al
Libro III)
d) En la nota "a" al Libro III se dice que la posesión
es un elemento de los derechos reales, y no puede ser un
elemento de un derecho real y un derecho real a la vez.
170 POSESIÓN Y TENENCIA
41
Ihering, La voluntad en la posesión, p. 206 y siguientes.
42
Dice Ihering: "Si la doctrina dominante hubiera examinado su teoría
desde el punto de vista del procedimiento, convencido estoy, de que ya hace mu-
cho tiempo, que no se tendría confianza alguna en su exactitud" (La voluntad
de la posesión, p. 25). En cuanto a la opinión de Mayr, ver su Historia del de-
recho romano, t. I, p. 181 y 182.
174 POSESIÓN Y TENENCIA
43
Laquis, Derechos reales, t. I, p. 299 a 301.
12. Musto, 1
178 POSESIÓN Y TENENCIA
45
Llambías - Alterini, Código Civil anotado. Derechos reales, t. IV-A,
p. 102.
LA POSESIÓN 183
La posesión de mala fe se clasifica en simple y viciosa
y esta última admite diversos supuestos según sea el vicio
que la afecte, distinguiéndose entre la posesión de cosas
muebles e inmuebles.
&) POSESIÓN DE BUENA FE. EL ELEMENTO SUBJETIVO. El art.
2356 dice que la posesión es de buena fe, cuando el posee-
dor, por ignorancia o error de hecho, se persuadiere de su
legitimidad. Se trata de la buena fe-creencia. Es la con-
vicción de estar ejerciendo una posesión que sea el conte-
nido de un derecho real verdadero. Tal convicción reposa
en un error o ignorancia de hecho no imputable a la perso-
na del poseedor (art. 929) y debe ser esencial (art. 924 y
siguientes). Es el ejercicio de una posesión ilegítima con
el convencimiento de ejercer una posesión legítima, en fun-
ción de tal error o ignorancia. Si el convencimiento se
fundamenta en un error o ignorancia de derecho, la buena
fe no existe (arts. 20, 923 y siguientes).
La fuente del artículo es el art. 3716 del Esbogo de
Freitas. Dicho autor es más explícito y aclara -como lo
entiende la doctrina- que "la posesión ilegítima puede ser
de buena fe o de mala fe. Es posesión de buena fe, cuando
el poseedor estuviere persuadido por ignorancia o error de la
legitimidad de la misma en todos los casos; es decir, no só-
lo en cuanto a la existencia, calidad y validez de su título,
sino en cuanto al modo de adquirir, y en relación al dere-
cho del que se la transmitió, con tal que la ignorancia o el
error sea de hecho y excusable", y remite a los arts. 454 y
466 de su proyecto, el primero de los cuales define la igno-
rancia y el error de hecho y el segundo dispone que éstos
no aprovechan a sus agentes, siempre que de su parte haya
habido negligencia o imprudencia. Dicho criterio es apli-
cable a nuestro sistema.
A su vez, el art. 4006 establece que la buena fe reque-
rida para la prescripción, es la creencia sin duda alguna del
poseedor, de ser exclusivo señor de la cosa, y en su párr. 2°
184 POSESIÓN Y TENENCIA
buena fe y otro sea de mala fe. En tal caso cada uno res-
ponde de la buena o mala fe de su posesión (art. 2359).
La fuente de este artículo es también el Esbogo que agre-
ga: "El coposeedor de buena fe no sacará provecho de la
mala fe de los demás coposeedores en perjuicio de terce-
ros" (art. 3725).
g) CORPORACIONES Y SOCIEDADES. En un artículo de re-
dacción poco feliz (2360), el codificador intenta solucionar
el problema creado en sociedades y corporaciones cuando
la buena o mala fe de sus miembros o socios no es coinci-
dente. No acierta la doctrina a determinar precisamente a
qué sociedades o corporaciones se refiere, interpretando la
mayoría que la norma trata de las personas colectivas que
carecen de personería jurídica, mientras que las que la tie-
nen deben atenerse al elemento subjetivo predominante
entre sus directivos.
La fuente del artículo es el art. 3726 del Esbogo de
Freitas, pero el autor brasileño distinguía entre los miem-
bros, a quienes se refiere en los tres primeros incisos, los
representantes a que se refieren el 4o y 5o y los agentes y
empleados, de que trata el inc. 6o.
Las dificultades del tema están dadas no sólo por la
poco clara redacción del artículo, sino por la variedad de
formas que pueden adoptar, especialmente en el derecho
moderno, las distintas sociedades y corporaciones. Pién-
sese en la diferencia que existe entre una sociedad colecti-
va, donde quizá todos o la mayoría de los socios tengan la
conducción y representación de ella, y una sociedad anóni-
ma donde un reducido número de directores tiene la con-
ducción y representación de la sociedad, que puede tener
miles de accionistas, y en la que sería poco menos que im-
posible determinar si estos accionistas tienen -o n o - la
convicción acerca de la legitimidad de la posesión de un in-
mueble, sobre cuya adquisición quizá no tienen siquiera
noticia.
LA POSESIÓN 189
Entendemos que la norma no autoriza a distinguir en-
tre sociedades y corporaciones según tengan o no persone-
ría jurídica; aparte de que con esta distinción no se avanza.
Lo importante es determinar si los socios participan direc-
tamente o no en la conducción de la entidad. La norma,
según el caso, se aplicará a los miembros-socios o a los
miembros-directivos para determinar -según la mayoría de
ellos- la preeminencia de la buena o mala fe. Si el núme-
ro de unos y otros es igual, se debe considerar la posesión
de mala fe. Se trate de simples socios o de directivos, se
computa el número de personas con abstracción del capital
o de la jerarquía.
Para computar la buena o mala fe, se tiene en cuenta
el momento de la adquisición de la posesión, siendo irrele-
vante, en general, el cambio del elemento subjetivo, pero
en lo que respecta a la percepción de los frutos se conside-
ra en el momento en que ella se realiza. Tal es la solución
que surge del art. 2358, en armonía con lo dispuesto por el
art. 4008.
En materia de percepción de los frutos se tiene en
cuenta también la buena o mala fe del poseedor, con abs-
tracción de la del antecesor en la posesión y ello aunque se
trate de sucesión universal, con mayor razón si se trata de
sucesión a título singular (arts. 2432 y 2361).
El caso de adquisición por representante lo trataremos
más adelante (ver § 217 a 220).
13. Musto, 1.
194 POSESIÓN Y TENENCIA
3) P O S E S I Ó N PERFECTA O IMPERFECTA
46
Iiambías - Alterini, Código Civil anotado. Derechos reales, t. IV-A, p. 102.
LA POSESIÓN 197
D) ADQUISICIÓN DE LA POSESIÓN
1) GENERALIDADES
47
Salvat - Argañarás, Derecho civil argentino. Derechos reales, t. I, p.
101, nota 27, a.
LA POSESIÓN 199
Lo que exponemos debe correlacionarse con lo que es-
tudiamos al tratar de la accesión de posesiones. Acote-
mos ahora, en abono de nuestra posición, que si el codifi-
cador entendiera que hay una verdadera transmisión de la
posesión no se ocuparía de ésta en la forma en que lo hace
(arts. 2475 y 2476).
Sentado esto, queda claro que el principio general que
rige en materia de adquisición de la posesión es que la po-
sesión se adquiere cuando se asume el poder de hecho so-
bre la cosa con la intención de tenerla como suya. Dicha
regla está expresada en el art. 2373 que, a la vez, excluye
inmediatamente de tal regla general "... la adquisición de
las cosas por sucesión" (se entiende que universal).
En efecto, la adquisición de la posesión por los herede-
ros no depende de acto material alguno, sino que ella se
produce de pleno derecho por la muerte del causante, en
virtud de la ficción según la cual los sucesores sustituyen
al de cuius, obteniendo la posesión que, en este caso, se
reputa como si fuera una sola, con todas sus ventajas y sus
vicios (arts. 2475 y 3418).
14. Musto, 1.
210 POSESIÓN Y TENENCIA
3) OBJETO DE LA POSESIÓN
15. Musto, 1.
226 POSESIÓN Y TENENCIA
E) EFECTOS
48
Legón, Tratado de los derechos reales en el Código y en la reforma,
t. I, p. 91.
228 POSESIÓN Y TENENCIA
49
Savigny, Traite de la possession en droit romain, p. 5 a 25.
50
Aubry - Rau, Cours de droit civil frangais, t. II, p. 104 y siguientes.
51
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 204.
52
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p. 183.
LA POSESIÓN 229
53
Expresión que puede traducirse "que la mano guarde la mano", lo que
equivale a otra expresión que significa que se debe ir a buscar la confianza allí
donde se la depositó.
LA POSESIÓN 231
§ 120. NATURALEZA JURÍDICA. - Se ha discutido la na-
turaleza jurídica de esta institución pudiendo sistematizar-
se la de la doctrina en tres posiciones fundamentales: a) la
de quienes aducen que se trata de una prescripción instan-
tánea; 5) los que afirman que se trata de una atribución
del dominio ministerio legis, o adquisición legal de la pro-
piedad, y c) los que sostienen que es una presunción de
propiedad.
a) La deficiente ubicación del precepto dada por eí
Código francés, entre los casos de prescripciones particula-
res, ha dado pie a los autores a sostener la tesis de la pres-
cripción instantánea, lo que encierra en sí un contrasentido,
teniendo en cuenta que el tiempo es uno de los elementos
esenciales para la existencia de la prescripción. En efecto
-como sabemos- la prescripción se funda en el transcurso
del tiempo mediando una inacción del derechohabiente,
que se expone -con su incuria- a perder el derecho. De
allí que se prevean casos de interrupción, cuando tal inacción
no se produce y el sujeto realiza alguna actividad tendiente
a obtener el reconocimiento de su derecho, o la suspen-
sión, cuando existe un obstáculo material o jurídico que
impide dicha actividad. Esto en términos muy generales54.
En el principio que estudiamos no se dan ni tales pre-
supuestos, ni son posibles, de manera alguna, las presun-
ciones de inacción que caracterizan el ámbito de la pres-
cripción.
Si estas razones son suficientes para rechazar la tesis
en el Code (Código francés), con mayor razón en el nues-
tro, donde la ubicación de la norma es distinta: Cap. II del
Tít. II, bajo el acápite de "Efectos de la posesión de cosas
muebles". El codificador sigue la ubicación en el texto de
Aubry y Rau, fuente del art. 2412.
54
Moisset de Espanés, El requerimiento notarial y su incidencia en el
curso de la prescripción liberatoria, "Revista del Notariado", n° 734, cap. III.
232 POSESIÓN Y TENENCIA
16. Musto, 1.
242 POSESIÓN Y TENENCIA
3) E F E C T O S DE LA POSESIÓN SUCEDIDA.
L A REIVINDICACIÓN DE LA COSA
55
Highton, Derechos reales, vol. I, p. 177; Alterini, Obligaciones y dere-
chos del poseedor de buena fe y de mala fe ante una reivindicación triun-
fante, en "Estudios en homenaje a Moisset de Espanés", p. 28 y 29.
LA POSESIÓN 249
El Código distingue tres tipos de frutos: los naturales,
los industriales y los civiles. En cuanto a las dos primeras
clases, la división no tiene consecuencias prácticas impor-
tantes porque se les da un tratamiento semejante. Los
primeros son -dice la norma- las producciones espontá-
neas de la naturaleza; los segundos, los que no se producen
sino por la industria del hombre o por la cultura de la tie-
rra. Los frutos civiles son las rentas que la cosa produce.
El art. 2330 completa la idea de frutos civiles, cuando ex-
presa que son los que provienen del uso y goce de la cosa
que se ha concedido a otro (el interés de un préstamo en
dinero, el monto del alquiler de un inmueble, etc.) y tam-
bién los que provienen de la privación del uso de la cosa
(p.ej., la indemnización debida por la imposibilidad de usar
un automotor dañado por culpa de otro). Agrega también
que son frutos civiles los salarios u honorarios del trabajo
material o del inmaterial de las ciencias.
También distingue la ley entre frutos percibidos y fru-
tos pendientes. El fruto se considera percibido cuando se
alza o separa de la cosa fructuaria. El acto de la percep-
ción es juzgado por el Código como un modo de adquisición
del dominio; luego veremos con qué alcance. En los fru-
tos naturales o industriales, el art. 2425 no formula otra
aclaración, pero respecto de los civiles, dice que se juzga-
rán percibidos cuando fueren cobrados y recibidos y no por
días. O sea que si ha cesado el derecho a percibirlos y no
se han percibido, aunque se encuentren devengados, no se
consideran percibidos. Por ejemplo, he percibido el pre-
cio del alquiler de una finca correspondiente al mes pasado
y ceso en el derecho de poseer a partir del 15 del actual; la
renta devengada entre el uno y el quince del mes no se
considera percibida, con las consecuencias prácticas que
luego veremos.
Una excepción la constituye el art. 2865 que asigna al
usufructuario los frutos civiles "día por día... aunque no
los hubiese percibido".
250 POSESIÓN Y TENENCIA
56
La doctrina predominante no equipara al poseedor de buena fe citado a
juicio, con el de mala fe. Alterini cita la opinión discrepante de Molinario. Ver
Alterini, Obligaciones y derechos del poseedor de buena fe y de mala fe
ante una reivindicación triunfante, en "Estudios en homenaje a Moisset de
Espanés".
LA POSESIÓN 253
pa, hubiera dejado de percibir y aun más, por los frutos ci-
viles que el propietario hubiera podido extraer de una cosa
no fructífera (arts. 2438 y 2439).
La norma del art. 2443 establece una presunción al
aclarar que no siendo posible establecer el tiempo en que
comenzó la mala fe se estará al día de la citación a juicio.
Debe interpretarse que el artículo parte de la base de que
ha sido probada la mala fe, y que no se puede precisar el
comienzo o momento inicial de ella. Es un criterio suple-
torio ante la falta de prueba del comienzo de la mala fe.
La citación a juicio no tiene otro efecto que el establecido
en el art. 2433, al cual acabamos de referirnos.
e) POSEEDOR DE MALA FE VICIOSO. En el rubro que trata-
mos tiene un tratamiento similar al poseedor de mala fe
simple. No ocurre lo mismo en otros rubros.
17. Musto, 1
258 POSESIÓN Y TENENCIA
LA TENENCIA
1
Molinario, De las relaciones reales, p. 184.
LA TENENCIA 265
2
Molinario Romero, Ideas para una revisión de la teoría posesoria,
p. 100.
266 POSESIÓN Y TENENCIA
3
Salvat - Argañarás, Tratado. Derecho reales, t. I, p. 281.
LA TENENCIA 267
A la tenencia absoluta, que generalmente está referida
a las cosas que pertenecen al dominio público del Estado
nacional, de los Estados provinciales y de los municipios, la
reclasifican según que ellas estén libradas al uso común o
si están afectadas a un uso especial. Tales los casos de
permiso de uso o concesión de uso.
El estudio de la tenencia absoluta y la variedad de ma-
tices que puede adquirir, corresponde hacerlo en derecho
administrativo.
La tenencia relativa puede subdividirse en tenencia in-
teresada y desinteresada o por procuración; a estas catego-
rías nos hemos referido al tratar de las relaciones de las
personas con la cosa, distinguiéndoselas en las posibilida-
des de uso o aprovechamiento del tenedor respecto de la
cosa (ver § 67 a 74). El locatario y el comodatario con-
servan estas facultades, pero no corresponden al depositario
y al mandatario que tienen la cosa en interés del poseedor,
razón por la cual también se la llama "por procuración".
DEFENSA DE LA POSESIÓN
Y DE LA TENENCIA
A) NOCIONES LIMINARES
18. Musto, 1
274 POSESIÓN Y TENENCIA
1
Ihering, Teoría de la posesión, p. 33.
DEFENSA DE LA POSESIÓN Y DE LA TENENCIA 275
2
Savigny, Traite de la possession en droit romain, p. 33.
276 POSESIÓN Y TENENCIA
3
Benedetti, La posesión, p. 11 y siguientes.
4
Savigny, Traite de la possession en droit romain, p. 40 y siguientes.
DEFENSA DE LA POSESIÓN Y DE LA TENENCIA 277
5
Posada, nota en Ihering, Teoría de la posesión, p. 28.
278 POSESIÓN Y TENENCIA
6
Ihering, Teoría de la posesión, p. 30.
7
Ihering, Teoría de la posesión, p. 34.
DEFENSA DE LA POSESIÓN Y DE LA TENENCIA 279
De las mismas críticas a que se hace pasible la teoría
de la propiedad probable, participa la variante que le asig-
na a la posesión el carácter de propiedad posible, expre-
sándose que el salto de la simple posibilidad a la protec-
ción de la posesión, es aun mayor que aquel que parte de
la probabilidad, preguntándose Ihering, por qué -en ver-
dad- debe ser protegida una simple posibilidad.
b) Propiedad que comienza. Esta posición encuen-
tra claro fundamento en el derecho romano en la acción
publiciana, según la cual, por una ficción, se consideraba
que aquel que se encontraba a punto de usucapir, pero fal-
tándole aún el cumplimiento del plazo legal, tenía acción,
tal como si hubiera adquirido ya la cosa, contra todos ex-
cepto contra el verdadero propietario. Pero lo que es
predicable respecto de la posesión ad usucapionem no
explica la protección del poseedor de mala fe que -en el
mismo sistema- por mucho tiempo que hubiera durado su
posesión, no lo conducía a la adquisición de la propiedad.
En nuestro derecho -en cambio- es posible la usucapión
(larga) sin justo título ni buena fe8.
c) La teoría de Ihering. Después de lanzar sus críti-
cas a las diversas teorías en torno al fundamento de la pro-
tección posesoria, Ihering desarrolla su posición sobre la
base de considerar que la protección de la posesión la brin-
da la ley como complemento de la protección de la propie-
dad. La posesión es normalmente la forma más común de
exteriorizar la propiedad. Su protección no se realiza en
consideración a ella sino en función de esa exterioridad.
Con ello se facilita la defensa al evitar que el propietario,
en cada caso, tenga que producir la prueba de su derecho.
Es claro que esto trae como consecuencia la protección
también de quien no es propietario, lo que explica el autor
citado, expresando que éste es un "fin no querido por la
8
Benedetti, La posesión, p. 10; Ihering, Teoría de la posesión, p. 35.
280 POSESIÓN Y TENENCIA
9
Ihering, Teoría de la posesión, p. 57.
10
Martínez, La posesión, p. 70 y 71.
11
Benedetti, La posesión, p. 31.
DEFENSA DE LA POSESIÓN Y DE LA TENENCIA
281
1) TEORÍAS DE LA VOLUNTAD. Sostenidas con algunas va-
riantes por Gans, Puchta y especialmente por Bruns, toman
como base la voluntad del sujeto que consideran debe ser
protegida aun antes de haberse afirmado como justa.
Además, Gans sostiene que la detención de la cosa pue-
de hallarse en armonía con la voluntad general, expresada
en la ley, entonces tenemos la propiedad, o estar acorde
solamente con la voluntad "particular", en cuyo caso tene-
mos la posesión. El motivo por el cual debe protegerse
esta última reside en que la voluntad, en sí misma, es un
elemento sustancial que reclama protección.
La voluntad es por sí libre, y es en función de esa li-
bertad, que constituye la base de todo sistema jurídico,
que debe ser protegida. La coacción y la violencia ejerci-
das contra la voluntad de una persona jurídicamente capaz,
al afectar la libertad del individuo, constituyen injusticias
respecto de las cuales la voluntad debe ser protegida.
Se replica que la voluntad encuentra sus límites en la ley
y merece la protección del orden jurídico dentro de esos lí-
mites. Si el derecho le brindara protección fuera de esos
límites, entraría en abierta contradicción consigo mismo.
Esta teoría aparece fecunda en su aplicación, si bien
se le atribuye el error de pretender erigir a la sola voluntad
subjetiva en único y exclusivo argumento ideológico de su
amparo, y en haber generalizado en demasía la protección
de la voluntad12.
2) TEORÍA DE STAHL. La conveniencia de que la pose-
sión sea protegida surge de que ella sirve -según esta posi-
ción- a la satisfacción de las necesidades humanas, destino
universal que se asigna al patrimonio.
Pero reconociendo el sostenedor de esta posición que
la posesión es un estado de hecho, no es suficientemente
12
Benedetti, La posesión, p. 33.
282 POSESIÓN Y TENENCIA
3
Benedetti, La posesión, p. 38 y siguientes.
DEFENSA DE LA POSESIÓN Y DE LA TENENCIA 283
recoger, dándoles sentido, ordenándolas, orientándolas se-
gún los valores fundamentales sobre los que se asienta la
sociedad, influyendo decisivamente sobre aquella realidad
pero enriqueciéndose constantemente con su influencia de
retorno, en una integración dialéctica característica de to-
da manifestación de cultura.
El legislador, como el escultor, debe arrancar sus figu-
ras ateniéndose a la realidad, como éste a la materia que
esculpe. Esa realidad puede ser más o menos maleable,
pero nunca se puede dejar de tener en cuenta. La ten-
dencia del hombre a ejercer un señorío sobre las cosas es
una realidad de orden universal. Es más, para la tradición
judeo-cristiana es un mandato divino incorporado en el Gé-
nesis y esa realidad es independiente de la regulación jurí-
dica.
En el derecho, como en el orden físico, hay una reali-
dad estática y hay fuerzas dinámicas que tienden a modifi-
carla. La realidad no puede ser modificada en tanto y en
cuanto no haya una razón suficiente para ello. Esto no se
refleja solamente en el hecho posesorio sino en la generali-
dad de las relaciones humanas. Por eso -en nuestra mo-
desta opinión- los que más se acercan a dar un fundamen-
to certero a la protección posesoria son quienes -como
Thibaut- la encuentran en el principio según el cual nadie
puede vencer jurídicamente a otro si no tiene motivos pre-
ponderantes en que fundar su prerrogativa. La objeción
reside en que el autor citado saca a la posesión de su ver-
dadero campo para confrontarla en el jurídico. Creemos
que en ello reside el error.
En efecto, si fuera así, la posesión debiera ceder inme-
diatamente apenas se enfrente con la propiedad, que es ob-
viamente un motivo preponderante en que fundar el dere-
cho, pero ya hemos repetido que mientras se debate el
tema posesorio -en principio- no es admisible la demostra-
ción del título o, mejor dicho, carece de eficacia.
284 POSESIÓN Y TENENCIA
B) ACCIONES POSESORIAS
1) CONSIDERACIONES GENERALES
15
Manresa y Navarro, Comentarios a la ley de enjuiciamiento civil re-
formada, t. I, p. 290; Devls Echandía, Nociones generales de derecho procesal
civil, p. 157; Palacio, Derecho procesal civil, t. I, p. 377 y siguientes.
16
Savigny, Sistema de derecho romano actual, p. 11 y siguientes.
17
Podetti, Teoría y técnica del proceso civil, p. 290.
DEFENSA DE LA POSESIÓN Y DE LA TENENCIA
287
do ver las posiciones de Garnelutti, Calamandrei, Couture,
Aliono, Rosenberg, Redenti, Ugo Rocco, Fairén Guillen, De-
vis Echandía, Guasp, Capeletti, Montero Aroca, etcétera) 18 .
La posibilidad de provocar la actividad del órgano judi-
cial para obtener la intervención del Estado referida a una
pretensión concreta, o a su satisfacción coactiva, es una fa-
cultad que el ordenamiento jurídico debe reconocer a toda
persona. Este es el sentido genérico con que se usa la pa-
labra acción.
La acción se ejercita generalmente mediante una de-
manda que contiene a la pretensión. Esta pretensión debe
estar fundada en derecho. Si el órgano jurisdiccional, a
través de sus sucesivas instancias, comprueba que la preten-
sión no se encuentra suficientemente fundada, la pretensión
se rechaza. La acción -en tal caso- ha sido ejercitada en
plenitud, independientemente de la existencia del derecho.
Pero, como ya adelantamos, el Código usa la palabra ac-
ción tomándola en un sentido sustancial que presupone la
existencia del derecho, partiendo de la base de que quien
tiene el derecho tendrá la acción. Por ejemplo, el art. 2758
dice: "La acción de reivindicación es una acción que
nace del dominio ..."; el art. 2757 expresa: "Las acciones
reales que nacen del derecho de propiedad, son ..."; el
art. 2774 que la niega: "La acción no compete al que no
tenga el derecho de poseer la cosa ...". En el mismo
sentido se expresa cuando se refiere a las acciones pose-
sorias.
Sin embargo, el concepto de acción acuñado por la doc-
trina procesal y su distinción del derecho y de la preten-
sión, nos será útil para caracterizar a la acción posesoria,
partiendo de la tesis de que la posesión es un hecho, como
creemos se ha demostrado por gran parte de la doctrina (a
18
Devis Echandía, Nociones generales del derecho procesal civil, p. 157
a 159; Chiovenda, Principios de derecho procesal, p. 55; Fairén Guillen, Siste-
ma general del derecho procesal, p. 77 y siguientes.
288 POSESIÓN Y TENENCIA
19
Petit, Tratado elemental de derecho romano, p. 243; Savigny, Traite
de la possession en droit romain, p. 177 y siguientes.
19. Musto, 1.
290 POSESIÓN Y TENENCIA
20
Cuenca, Proceso civil romano, p. 323.
DEFENSA DE LA POSESIÓN Y DE LA TENENCIA 291
22
Benedetti, La posesión, p. 154.
294 POSESIÓN Y TENENCIA
23
Allende, La posesión, p. 57 a 102; Benedetti, La posesión, p. 181 y si-
guientes.
296 POSESIÓN Y TENENCIA
25
Benedetti, La posesión, p. 200; Llambías - Alterini, Código Civil ano-
tado. Derechos reales, t. IV-A, p. 220.
26
Llambías - Alterini, Código Civil anotado. Derechos reales, t. IV-A,
p. 220.
298 POSESIÓN Y TENENCIA
20. Musto, 1.
306 POSESIÓN Y TENENCIA
27
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 259; Benedetti, La po-
sesión, p. 277 y siguientes.
DEFENSA DE LA POSESIÓN Y DE LA TENENCIA
311
do se dan las condiciones para que proceda la accesión de
posesiones, una de las ventajas que hemos señalado al es-
tudiar esta institución (arts. 2475 y 2476).
Este extremo no se cumple cuando la posesión es ca-
rente de continuidad o cuando ha existido una interrup-
ción, situaciones que veremos al tratar de estos requisitos.
El art. 2477 expresa: uLa posesión no tiene necesi-
dad de ser anual, cuando es turbada por el que no es
un poseedor anual, y que no tiene sobre la cosa ningún
derecho de posesión". Parte del artículo se encuentra ex-
plicada en la nota del codificador, que anuncia que "una
posesión actual ... es siempre respetable: nadie puede tur-
barla, ni despojar al que la tiene, a no ser que el mismo
tenga una posesión más antigua que no haya sido interrum-
pida durante un año ...".
La norma no plantea aquí un problema de legitimación
activa, sino que determina que, ante una posesión actual y
una posesión anual, en la acción posesoria propiamente di-
cha, triunfa la posesión anual. Si ninguna de las posesio-
nes tiene la antigüedad de un año, la anualidad -como pre-
supuesto- pierde total relevancia, dado que ninguna de las
partes podrá esgrimirla.
La disposición hace una referencia a que se tenga un
derecho a la posesión, debiendo interpretarse que se refie-
re a los que emergen del ius possessionis y no a los que
derivan del título o del mejor derecho de poseer {ius po-
ssidendí).
28
Valdés - Orchansky, Lecciones de derechos reales, t. I, p. 170.
316 POSESIÓN Y TENENCIA
1) P O S E S O R I A DE MANTENER
2) POSESORIA DE RECUPERAR
29
Highton, Derechos reales. Posesión, p. 260 y siguientes.
DEFENSA DE LA POSESIÓN Y DE LA TENENCIA 319
sión, sus sucesores universales, sean de buena o de mala
fe, sus sucesores particulares de mala fe y los sucesores
particulares en la de las cosas robadas o perdidas, sean de
buena o de mala fe30.
3) ACCIONES POLICIALES
30
Adrogué, La protección posesoria en la reforma civil, en "Temas de
derechos reales", p. 44 y siguientes.
320 POSESIÓN Y TENENCIA
31
Alsina Atienza, La acción policial, innominada, de manutención en
la tenencia, LL, 119-1104.
DEFENSA DE LA POSESIÓN Y DE LA TENENCLA 321
efectuar la desposesión como para mantenerse en ella una
vez operada. "La posesión es violenta -dice el art. 2365-
cuando es adquirida o tenida por vías de hecho, acom-
pañadas de violencias materiales o morales, o por ame-
nazas de fuerza, sea por el mismo que causa la violen-
cia sea por sus agentes". La protección comprende a la
posesión, aunque sea viciosa, y la tenencia interesada, pero
no la tenencia desinteresada o la de quienes la tienen por
un vínculo de dependencia, hospedaje u hospitalidad.
1) LEGITIMACIÓN ACTIVA. Resulta de lo expresado en el
párrafo, concorde con lo dispuesto en el art. 2490 que, en
su parte primera, dispone: "Corresponde la acción de des-
pojo a todo poseedor o tenedor, aun vicioso, sin obliga-
ción de producir título alguno ...". La falta de necesi-
dad de producir título alguno, es común a todas las accio-
nes posesorias, pero debe entenderse que la expresión está
dirigida a eliminar la necesidad del título del tenedor, ad-
quiriendo así sentido la frase. Si no sería una mera repeti-
ción -con otras palabras- de la norma del art. 2472.
2) LEGITIMACIÓN PASIVA. El que detente la cosa con áni-
mo de poseerla o tenerla para sí, pero dada su vincula-
ción con el hecho del despojo, si no es el propio despojan-
te, o sus sucesores a título universal, debe haber actuado
como cómplice en dicho hecho. En el concepto de com-
plicidad no se comprende al adquirente de mala fe, salvo
que haya mediado promesa anterior al delito. El derecho
penal distingue perfectamente entre los roles de cómplices
(primario y secundario) y encubridores. Demás está decir
que los coautores del despojo están comprendidos en la
norma.
3) EFECTO REIPERSECUTORIO. Como expresamos en el pá-
rrafo anterior, en la práctica no tiene efecto reipersecuto-
rio, pues está restringido a quienes actuaron en el hecho,
salvo el caso de sucesión universal, en el cual se entiende
que el heredero sustituye al causante en su persona y bienes.
21. Musto, 1.
322 POSESIÓN Y TENENCIA
4) D E OBRA NUEVA
32
Alsina, Tratado teórico práctico de derecho procesal civil y comer-
cial, t. VI, p. 333.
324 POSESIÓN Y TENENCIA
5) D E DAÑO TEMIDO
PROPIEDAD Y DOMINIO
CAPÍTULO X
CARACTERIZACIÓN
1
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 23.
2
Gatti, Propiedad y dominio, p. 26 y siguientes.
336 PROPIEDAD Y DOMINIO
A) DERECHO A LA PROPIEDAD
3
CSJN, "Ventura c/Banco Central s/amparo", Fallos, 294:152.
CARACTERIZACIÓN 337
talmente el tema, por lo que nos dedicaremos -aunque en
apretada síntesis- a su tratamiento.
Cuando nos ocupamos del fundamento de la propiedad
nos referimos al de la propiedad privada individual, inclu-
yendo la propiedad que pueda corresponder a sociedades,
colectividades o comunidades. En tal aspecto es preciso
no confundir propiedad individual con propiedad individualis-
ta, o propiedad social con propiedad socialista o socializada.
"Individualismo" y "socialismo" son términos que significan
adhesión a una u otra doctrina y a los fundamentos, positi-
vos o negativos, extremos o no, a que haremos referencia.
Aunque reconociendo que en la actualidad, y salvo al-
gún ideólogo trasnochado, las posiciones extremas no son
sostenibles, a los efectos didácticos las consignamos en un
cuadro sinóptico que, como todo esquema, necesariamente
prescinde de matices o combinaciones a los que da lugar
este complejo tema.
Históricas
Individualistas Contractualista
Legalista
Afirmativas Función social
Transpersonalistas
Teorías Institucionalista
Personalista - cristiana
Marxismo - comunismo
Negativas Utopías
Socialismo
22. Musto, 1.
338 PROPIEDAD Y DOMINIO
4
Fleitas Ortiz de Rozas, Doctrina cristiana y tercera posición frente al
derecho de propiedad, LL, 1975-A-1234.
5
Legón, Tratado de los derechos reales, t. VI, p. 163.
340 PROPIEDAD Y DOMINIO
6
Lerún, Obras escogidas, t. I, p. 30 y siguientes.
7
Fleitas Ortiz de Rozas, Doctrina cristiana y tercera posición frente al
derecho de propiedad, LL, 1975-A-1234.
342 PROPIEDAD Y DOMINIO
9
Legón, Tratado de los derechos reales, t. IV, p. 196.
344 PROPIEDAD Y DOMINIO
10
Renard, La théoria d'ius institution, p. 1 y siguientes.
11
Decreto sobre apostolado de seglares, "Documentos del Concilio Vati-
cano", n° 6, p. 434.
CARACTERIZACIÓN
345
bres partícipes de la redención salvadora y por medio de
ellos ordenar realmente todo el universo hacia Cristo"12.
Pero paralela a esa misión, que calificamos de esencial,
como dice con belleza el proemio de la Gaudium et spes:
"Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de
los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y
de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, triste-
zas y angustias de los discípulos de Cristo", y agrega: "Na-
da hay verdaderamente humano que no encuentre eco en
su corazón"13.
"Para cumplir esta misión, es deber permanente de la
Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpre-
tarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose
a cada generación, pueda la Iglesia responder a los peren-
nes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la
vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación
entre ambas"14.
Por eso, a pesar de que la misión de la Iglesia no es
de orden político, económico o social, no se desentiende de
estos problemas15. Ya lo decía Juan XXIII, en su Mater et
magistra, "... aunque tiene como misión principal santifi-
car las almas y hacerlas partícipes de los bienes sobrenatu-
rales, se preocupa, sin embargo, de las necesidades que la
vida diaria plantea a los hombres, no sólo de las que afec-
tan a su decoroso sustento, sino de las relativas a su inte-
rés y prosperidad, sin exceptuar bien alguno y a lo largo de
las diferentes épocas"16, y más adelante, citando a sus pre-
decesores León XIII y Pío XII, "reivindica para la Iglesia la
indiscutible competencia de juzgar si las bases del orden
12
Decreto sobre apostolado de seglares, "Documentos del Concilio Vati-
cano", p. 429.
13
Gaudium et spes, proemio, cap. 1, "Ocho grandes mensajes", p. 389.
14
Gaudium et spes, cap. 4, "Ocho grandes mensajes", p. 391.
15
Gaudium et spes, cap. 42, "Ocho grandes mensajes", p. 428.
16
Mater et magistra, proemio, cap. 3, "Ocho grandes mensajes", p. 131.
346 PROPIEDAD Y DOMINIO
17
Mater et magistra, proemio, cap. 42, "Ocho grandes mensajes", p. 140.
18
La evangelización en el presente y en el futuro de América latina,
Documentos finales de Medellin. Documento de Puebla.
19
Laborem exercens, cap. 5.
CARACTERIZACIÓN 347
Juan Pablo II avanza aun más en la concepción y califi-
ca de inaceptable la postura del "rígido" capitalismo, que
defiende el derecho exclusivo a la propiedad privada de los
medios de producción, como un "dogma" intocable en la vi-
da económica y propicia que esta posición sea sometida
continuamente a revisión con vistas a una reforma bajo los
aspectos de los derechos del hombre, entendidos en el sen-
tido más amplio y en conexión con su trabajo, pero advier-
te que "estas múltiples y tan deseadas reformas no pueden
llevarse a cabo mediante la eliminación apriorística de la
propiedad privada de los medios de producción"; es así que
la encíclica señala los peligros de que la propiedad pase a
grupos o sectores sociales o dirigentes que, aunque no sean
propietarios, dispongan mal de la propiedad y no retroce-
dan aun ante la ofensa a los derechos fundamentales del
hombre20.
Si tuviéramos que resumir en pocas palabras la posi-
ción de la Iglesia en materia de propiedad, lo que haremos
sin perjuicio de abonar nuestras aserciones con textos y ci-
tas extraídas de los principales documentos, deberíamos
destacar en primer término que se aleja tanto de la posi-
ción marxista como de la individualista. De la primera
porque la posición cristiana admite el derecho de propie-
dad, incluso sobre los medios de producción, considerándo-
la como un derecho natural, mientras que el marxismo le
niega fundamento a su existencia. De la segunda, porque
no lo considera un derecho absoluto e ilimitado y, además
y fundamentalmente, porque no representa para ella un fin
en sí mismo sino un medio para la realización de los fines
del hombre: el desarrollo material y espiritual de la perso-
na y de su familia.
Esa finalidad y función de la propiedad reclama la po-
sibilidad de acceso a la propiedad para todos los hombres,
20
Laborern exercens, cap. 14.
348 PROPIEDAD Y DOMINIO
21
Centesimus annus, cap. IV, p. 42 y 43.
CARACTERIZACIÓN 349
economía de empresa y analizar los aspectos negativos del
proceso de transformación con la consecuente marginación
tanto en los países del tercer mundo, como en los países
desarrollados, "donde la transformación incesante de los
modos de producción y de consumo devalúa ciertos conoci-
mientos ya adquiridos y profesionalidades consolidadas, exi-
giendo un esfuerzo continuo de recalificación y de puesta
al día. Los que no logran ir al compás de los tiempos pue-
den quedar fácilmente marginados ..."22.
Resumimos la posición cristiana en la forma siguiente.
2) La propiedad privada individual es un derecho na-
tural de la persona humana.
<?) No es un derecho absoluto ni un fin en sí mismo.
3) El destino universal de los bienes de la tierra es de
que sean usados por todos los hombres y pueblos y, por lo
tanto, deben llegar a todos en forma equitativa y usarse de
modo que no sólo aprovechen al propietario sino también a
los demás.
4) La propiedad privada asegura a cada uno una zona
absolutamente necesaria para la autonomía personal y fa-
miliar, que contribuye a su desarrollo físico y espiritual, y
le ofrece ocasión de ejercer su función responsable en la
sociedad y en la economía.
5) Siendo así, el derecho a poseer una parte de bienes
suficientes para sí y su familia es un derecho que corres-
ponde a todos. Debe reconocerse entonces el derecho a
la propiedad.
6~) El derecho de propiedad tiene como origen el tra-
bajo humano y a él sirve y lo hace fructificar, razón por la
cual no es lícito contraponerlos.
7) Sin negar apriorísticamente la propiedad sobre los
medios de producción, tal derecho no puede ser considera-
22
Centesimus annus, cap. IV, p. 43 y 45.
350 PROPIEDAD Y DOMINIO
2
3 Gaudiurn et spes, c a p . 29, "Ocho g r a n d e s mensajes", p . 415 y 416.
24
Centesimus annus, cap. IV, p. 46 y 47.
352 PROPIEDAD Y DOMINIO
26
Ponsa de la Vega de Miguens, Manual de los derechos reales en
Roma, p. 71.
23. Musto, 1.
354 PROPIEDAD Y DOMINIO
28
Peña Guzmán, Derecho civil. Derechos reales, t. II, p. 10; Salvat -
Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 11; Mazeaud, Lecciones de dere-
cho civil, parte segunda, vol. IV, p. 16.
356 PROPIEDAD Y DOMINIO
29
Moisset de Espanés, El derecho de propiedad y las constituciones de
la República Socialista de Rumania (1965) y de la República de Bulgaria
(1971), ED, 54-587 y siguientes.
CARACTERIZACIÓN 357
Soviéticas (URSS), el sistema parece batirse en retirada.
Incluso en China se están produciendo cambios estructura-
les de modernización e inversión que presagian el fin de la
era comunista.
B) DEL DOMINIO
30
Aubry-Rau, Cours de droit civil francaise, t. 2, p. 170.
358 PROPIEDAD Y DOMINIO
Dominio Revocable
Menos pleno o imperfecto Fiduciario
Desmembrado
31
Lafaille, Tratado de derechos reales, t. 1, p. 369.
360 PROPIEDAD Y DOMINIO
32
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 246.
33
Lafaille, Tratado de derechos reales, t. II, p. 139.
364 PROPIEDAD Y DOMINIO
24. Musto, 1.
370 PROPIEDAD Y DOMINIO
35
Kiper, Régimen jurídico del dominio fiduciario, p. 133.
36
Guastavino, Fideicomisos, "leasing", letras hipotecarias y otros as-
pectos de la ley 24.441, LL, 1995-B-1061.
CARACTERIZACIÓN 373
Con respecto a los negocios fiduciarios, Guastavino di-
ce que la mera, fiducia mortis causa, entendiendo por tal
una manifestación de voluntad informal, secreta y oral, dic-
tada paralelamente a la manifestación formal y escrita (so-
lemne, agregamos) por la que el heredero recibe el encargo
de revelarla o cumplirla después de la muerte del testador,
sigue prohibida en el derecho argentino. Señala que ello
es incompatible con un sistema que no admite el testamento
nuncupativo, que exige la certeza de la persona instituida
como heredera o legataria, que no admite la imposición de
plazo en la institución de heredero, que no acepta la susti-
tución fideicomisaria y que rechaza en general los pactos
sucesorios.
f) OBJETO. El objeto del fideicomiso puede recaer en
cosas, muebles o inmuebles, o bienes componentes de un
patrimonio o de una parte alícuota de un patrimonio, siem-
pre que estén debidamente individualizados (art. 4o). Pue-
den comprender derechos intelectuales, patentes de inven-
ción, etcétera.
No es pacífica la doctrina en lo que respecta a si el
objeto puede ser una universalidad de derecho. La elimi-
nación de la palabra "singular" que contenía el art. 2662
del Cód. Civil, alienta la postura afirmativa, pero la exigen-
cia del inc. a del art. 4o de la ley de individualización de
los bienes objeto del contrato, posibilita una posición res-
tringida en cuanto al objeto. Nos pronunciamos por la po-
sición más amplia, dado que se compadece mejor con el es-
píritu de la ley y el de su fuente que expresamente prevé
la posibilidad de que el fideicomiso recaiga sobre un patri-
monio o parte de él (art. 1260, Cód. Civil de Quebec).
g) EL CONTRATO CONSTITUTIVO. Hemos expresado que el
fideicomiso puede ser constituido por contrato o por dispo-
sición de última voluntad. Entendemos que no puede ser-
lo por voluntad unilateral, lo que aventa también la posibi-
lidad de que el fiduciante y el fiduciario sean una misma
374 PROPIEDAD Y DOMINIO
público (art. 33) que es, puede ser titular del dominio co-
mún o, lo que es lo mismo, ser propietario de sus bienes
privados (art. 2342).
Pero, paralelamente a esta forma de dominio normal,
que no deja de ser tal por el hecho de que para la disposi-
ción de sus bienes los organismos del Estado requieran de
procedimientos administrativos especiales, coexisten otras
formas en que se exterioriza el poder del Estado o de los
Estados sobre su territorio, los bienes que en él se encuen-
tren y los que de una u otra forma se hallen sometidos a su
jurisdicción.
Distingue la doctrina entre el dominio público del Esta-
do, el dominio eminente y el dominio internacional. Lafai-
lle sostenía: "No vacilamos en juzgar también como extraño
a nuestro estudio -el dominio público del Estado- que no
tiene de dominio más que el nombre, por obra del prurito
de transportar a otras disciplinas jurídicas la terminología de
las constituidas con anterioridad ..."37.
Por su parte, Salvat, después de hacer referencia al
debate doctrinario, se inclina a favor de la doctrina que lo
considera un verdadero derecho de propiedad, aunque in-
dica que está sometido a ciertas reglas especiales38.
La mayoría de los administrativistas se inclina por la
tesis de que el Estado es el titular del dominio de los bie-
nes públicos, aunque la concepción de este tipo de propie-
dad corresponde al derecho público y es por lo tanto ajena
a la que corresponde al derecho civil (Villegas Basavilbaso,
Sarria y Diez, entre otros). Bielsa sostiene que aun cuan-
do el Estado adquiere los bienes del dominio público por
los mismos medios jurídicos que se adquiere la propiedad,
con sólo destinarlos al uso público, ya dejan de formar parte
de su patrimonio. Posición criticable dado que no siempre
25. Musto, 1.
386 PROPIEDAD Y DOMINIO
41
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p.. 272.
42
Marienhoff, Tratado del dominio público, p. 37.
CARACTERIZACIÓN 387
tores dividen la propiedad, en propiedad soberana del
Estado y en propiedad del derecho civil, en otros términos
dominio eminente y dominio civil", y agregaba: "La Nación
tiene el derecho a reglamentar las condiciones y las cargas
públicas de la propiedad privada. El ser colectivo que se
llama Estado tiene, respecto a los bienes que están en el
territorio, un poder, un derecho superior de legislación, de
jurisdicción y de contribución, que aplicado a los inmue-
bles, no es otra cosa que una parte de la soberanía territo-
rial interior. A este derecho del Estado, que no es un ver-
dadero derecho de propiedad o dominio, corresponde sólo
el deber de los propietarios de someter sus derechos a las
restricciones necesarias al interés general, y de contribuir
a los gastos necesarios a la existencia, o al mayor bien del
Estado".
b) DOMINIO INTERNACIONAL. En la misma nota a que nos
referimos en el acápite anterior el codificador se refiere al
(mal llamado) dominio internacional. En realidad, como
lo dice la nota, se trata de poner énfasis en las relaciones
entre los Estados y el respeto que todos deben tener por la
esfera territorial de cada uno. Vélez Sársfield, en una ex-
tensión inusitada del criterio privatístico, pretende exten-
der el carácter de los derechos reales a la propiedad inter-
nacional expresando: "Todo lo que antes hemos dicho de
los derechos absolutos y de los derechos reales es exacta-
mente aplicable al dominio internacional, o propiedad de
Estado a Estado". El resto de la nota tiene el mérito de ha-
ber puesto en evidencia, el conocimiento del codificador
sobre el concepto de la obligación pasiva general en los de-
rechos reales, como ya lo hemos destacado al tratar de la
tesis monista-personalista.
Queda claro, en consecuencia, que tampoco en este
caso se trata de un derecho real, pues de lo contrario so-
bre las mismas cosas podrían reposar dos derechos reales
de dominio (el de la Nación y el del particular), lo que le
388 PROPIEDAD Y DOMINIO
43
Lafaüle, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 372.
CARACTERIZACIÓN 389
to a las leyes que reglamentan su ejercicio. También so-
bre la base de la concepción cristiana de la propiedad, co-
mo derecho natural secundario con función social.
b) CARÁCTER EXCLUSIVO. El art. 2508 establece: "El do-
minio es exclusivo. Dos personas no pueden tener cada
una en el todo el dominio de una cosa; mas pueden ser
propietarios en común de la misma cosa, por la parte
que cada una pueda tener".
¿Qué significa esta nota de exclusividad? Pareciera que
el codificador, a juzgar por las expresiones de la nota al
2508, ha reunido en el carácter de exclusivo tanto a la im-
posibilidad de coexistencia de dos derechos de dominio so-
bre una misma cosa, como al derecho de exclusión que tie-
ne su propietario al respecto y frente a terceros. Y así, en
el párr. Io de la mentada nota, después de destacar la dife-
rencia de los derechos reales con los creditorios, dice: "La
razón es, porque es imposible que lo que me pertenece en
el todo, pertenezca al mismo tiempo a otro; pero nada
impide que la misma cosa que me es debida, sea también
debida a otro". En el parr. 2o expresa: "Decimos que el de-
recho de propiedad es exclusivo. El propietario puede
impedir a cualquiera disponer de la cosa que le pertene-
ce ...", en una clara referencia al derecho de exclusión,
luego hace mención de la posibilidad de modificar este po-
der con desmembraciones del dominio, cuando en realidad
ellas no alteran el carácter de exclusividad como parece
entenderlo el mismo Vélez Sársfield en la parte final del
párrafo aludido: "Pero estas desmembraciones no hacen par-
tícipe al que las obtiene de la propiedad de la cosa, ni el
propietario es privado por ellas de disponer de su propiedad".
Por otra parte, en el último apartado, al pretender ca-
racterizar la exclusividad, se dirige al aspecto absoluto, en
un párrafo que denota un claro sentido del concepto de
propiedad y de su función social: "Cuando establecemos
-dice- que el dominio es exclusivo, es con la reserva que
390 PROPIEDAD Y DOMINIO
44
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 382.
396 PROPIEDAD Y DOMINIO
4
5 Garrido - Andorno, Código Civil. Derechos reales, t. II, p. 78.
CARACTERIZACIÓN 399
gunda presunción no es tal sino una consecuencia del prin-
cipio de accesoriedad. Dice el Código que (se presume) a
él le pertenecen y en realidad si están adheridas o planta-
das en su terreno directamente le pertenecen sin perjuicio
de las indemnizaciones que pudieran corresponder y la fa-
cultad de demandar la demolición de la obra y la reposi-
ción de las cosas a su estado primitivo, a costa del edifican-
te, sembrador o plantador, de acuerdo a lo dispuesto por
los arts. 2588 y 2589.
El art. 2521, por su parte, niega la existencia de presun-
ciones cuando se ha utilizado el espacio aéreo o el subsue-
lo. Estas construcciones no crean al propietario o edifica-
dor de ellas una presunción de propiedad del suelo.
c) ACCESORIOS Y FRUTOS. El principio de que lo acceso-
rio sigue la suerte de lo principal, tiene recepción -en este
tema- en el art. 2520 que expresa: "La propiedad de una
cosa comprende simultáneamente la de los accesorios
que se encuentran en ella, natural o artificialmente
unidos".
Al referirnos a las cosas, tratamos la clasificación de
éstas en principales y accesorias, destacando de qué mane-
ra se determina la subordinación y enunciamos como con-
secuencia práctica de la clasificación la norma transcripta.
Debemos distinguir aquí el principio que consagra la ex-
tensión de la propiedad a los accesorios, de acuerdo a lo
expresado anteriormente (al tratar de las facultades mate-
riales de usar y gozar), de la accesión como modo de ad-
quirir el dominio, tal como lo destaca el codificador en la
nota al art. 2571. En la extensión del dominio a los acce-
sorios no hay una adquisición del dominio sino que éstos
pertenecen al propietario.
Otro tanto ocurre con los frutos que la cosa produce, a
los que se refiere el art. 2522. Mientras están unidos a la
cosa forman un todo con ella (art. 2329) y ello es extensi-
ble también a los frutos industriales. Lo que no es fácil-
400 PROPIEDAD Y DOMINIO
A) GARANTÍAS CONSTITUCIONALES
26. Musto, 1.
402 PROPIEDAD Y DOMINIO
1
Villegas, Régimen jurídico de la expropiación, p. 2 y 3.
2 CSJN, Fallos, 294:152.
GARANTÍAS DEL DERECHO DE PROPIEDAD 403
modo que un particular, se somete a las normas del dere-
cho común. Por ejemplo, si adquiere un bien, lo recibe en
locación, reivindica, prescribe a su favor o deja que pres-
criban sus derechos, etcétera.
Pero cuando el Estado actúa como poder público, iure
imperii, no lo puede hacer arbitraria o impunemente, y es
allí donde juegan las garantías constitucionales que prote-
gen la incolumidad de los derechos de los habitantes.
Después de afirmar que nadie puede ser privado de la
propiedad sino en virtud de sentencia fundada en ley, en
párrafo ya transcripto, añade el art. 17 de la Const. nacio-
nal: "La expropiación por causa de utilidad pública,
debe ser calificada por ley y previamente indemnizada"
y en sus párrafos finales agrega enfáticamente: "La confis-
cación de bienes queda borrada para siempre del Código
Penal argentino. Ningún cuerpo armado puede hacer
requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie".
La garantía alcanza también a la propiedad intelectual
ya que la norma establece: "Todo autor o inventor es pro-
pietario exclusivo de su obra, invento o descubrimien-
to, por el término que le acuerde la ley".
B) EXPROPIACIÓN EN PARTICULAR
3
Canasi, Derecho administrativo, vol. IV, p. 13; Peña Guzmán, Derecho
civil. Derechos reales, t. II, p. 67.
GARANTÍAS DEL DERECHO DE PROPIEDAD 405
Tanto en Roma como en Constantinopla había diversos
modos de expropiación, aunque no se aluda a una ley espe-
cífica sobre la materia.
Está demostrado con numerosos textos las distintas
formas de expropiación de inmuebles, muebles y esclavos.
La institución jurídica de la expropiación era bien conocida
del derecho romano republicano y clásico, pero aparente-
mente no estaba regulada y la materia quedaba por comple-
to a discreción de los magistrados quienes la restringían to-
do lo posible.
En la Edad Media, y como consecuencia del régimen
feudal, la expropiación adquiere un cariz congruente con el
sistema y se admite que ella es una consecuencia del do-
rninium (directo o eminente del señor) más que del impe-
rium, siendo característica de la época que los derechos
de soberanía se transformen en propiedad o no se distin-
gan de ella.
En España, el instituto se encontraba regulado por nor-
mas precisas contenidas en las Siete Partidas, determinán-
dose como causal la utilidad pública y previéndose la posi-
bilidad de que el propietario no estuviera conforme con la
indemnización, pudiendo intervenir el monarca para fijar-
la "en tanto o más". La Nueva Recopilación recogió y com-
plementó estas normas4.
En Francia era dudosa la existencia de la expropiación
antes del siglo XII, pero a partir de esa época tuvo amplia
aplicación, mereciendo citarse un edicto de 1638 (por la
concesión del canal de Briare), porque establece que la in-
demnización se determinará por peritos, antecedente del
procedimiento pericial del justiprecio. Otros edictos fijan
este mismo procedimiento y el principio de la previa in-
demnización5.
4
Peña Guzmán, Derecho civil Derechos reales, t. II, p. 67.
5
Canasi, Derecho administrativo, t. II, p. 17.
406 PROPIEDAD Y DOMINIO
6
Puig Brutau, Fundamentos de derecho civil, t. II, vol. I, p. 422.
7
Canasi, Derecho administrativo, t. II, p. 17.
GARANTÍAS DEL DERECHO DE PROPIEDAD 407
Destaquemos que, aun antes de la sanción del Código
Civil, el legislador, advirtiendo ya el carácter específico de la
institución, había dictado para el orden nacional la ley 189
que, si bien no establecía un método preciso para calcular
los valores inmobiliarios, tenía una elasticidad que permitía
la adaptación a distintas situaciones y si la jurisprudencia
no avanzó más rápidamente fue merced a los criterios pri-
vatísticos que llevaron a la Corte Suprema a considerar, du-
rante largo tiempo, a la expropiación como una venta for-
zosa, criterio que también había vertido Vélez Sársfield en
el inc. Io del art. 13248.
En 1948 se sancionó la ley 13.264 que rigió hasta 1977,
fecha en que fue sustituida por la ley 21.499, con ámbito
de vigencia en las expropiaciones realizadas por el Estado
nacional, ya sea que tengan lugar sobre bienes existentes
en la Capital Federal o que se trate de bienes ubicados en
las provincias y sean declarados de utilidad pública por la
Nación para el cumplimiento de sus fines. Las provincias
-a su vez- han dictado sendas leyes de expropiación que
tienen ámbito de aplicación dentro de sus límites, respe-
tando los lineamientos establecidos por la Constitución na-
cional y las cláusulas similares que tienen las constitucio-
nes provinciales.
8
Villegas, Régimen jurídico de la expropiación, p. 4.
408 PROPIEDAD Y DOMINIO
9
Salvat - Argañarás, Tratado. Derecho reales, t. II, p. 69.
10
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 346.
GARANTÍAS DEL DERECHO DE PROPIEDAD
409
aquéllos y ceder éstos, dado que el derecho público -se di-
ce- tiene supremacía sobre el derecho privado. En reali-
dad, no siempre existe esta colisión de derechos, y menos
puede admitirse que colisionen intereses que se exteriori-
zan en distintas esferas. Existen casos en que se podrá
alegar que al expropiante le resulta igual calificar de utili-
dad pública su casa que la del vecino, construir una oficina
en esta manzana o en la de más allá. En otros -en cam-
bio-, la realización de la obra debe ubicarse en un lugar,
por necesidad o conveniencia (p.ej., un puente, una repre-
sa) y, entonces, el particular, desde este punto de vista,
tiene un monopolio sobre la cosa que debe ceder ante la
necesidad pública o el interés general.
La tesis, si bien -como dijimos- con base realista, no
se adecúa sin embargo a todas las circunstancias, por lo
que falla desde el punto de vista teórico.
Si nos alejamos de la concepción individualista de la
propiedad y la concebimos como una función social (Du-
guit), la fundamentación se nos hace fácilmente asequible,
ya que el propietario como funcionario que es (según esta
concepción) no puede tener intereses opuestos a los de la
sociedad a la que él debe servir por el hecho de serlo. Pe-
ro esta teoría -como dijimos anteriormente- parte de un
desconocimiento de la noción básica del derecho subjetivo
y podría dar justificativo -por esa vía- también de la con-
fiscación.
Desde el punto de vista estrictamente jurídico se recu-
rre a la noción del dominio eminente del Estado para expli-
car el acto expropiatorio. Ya hemos dicho que el dominio
eminente es el poder supremo que tiene el Estado sobre
todos los bienes que se encuentran en su territorio y que
-por ende- se vincula con el concepto de soberanía. La
noción de dominio eminente, y especialmente esta termino-
logía, tiene origen en el derecho de la época feudal, pero
con el advenimiento del constitucionalismo se convierte en
410 PROPIEDAD Y DOMINIO
11
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 21; Villegas, Ré-
gimen jurídico de la expropiación, p. 21. Además, CSJN, Fallos, 140:207;
180:48, y 186:151.
412 PROPIEDAD Y DOMINIO
12
Villegas, Régimen jurídico de la expropiación, p. 26; CSJN, Fallos,
238:335; 241:73, y 247:287.
GARANTÍAS DEL DERECHO DE PROPIEDAD 413
ca, uso público y aun el de conveniencia pública, habiendo
adoptado nuestra Constitución el de utilidad, que resulta
más flexible que los de necesidad o uso, y no tan amplio
como el de conveniencia.
En expresión que compartimos, dice Villegas que el vo-
cablo "utilidad" encierra un concepto claro y preciso y que
cuando se adicionan otras causales como "interés general" o
"perfeccionamiento social", o también "fines económico-so-
ciales" se oscurece el concepto, porque si no resultan sinó-
nimos o equivalentes de la expresión "utilidad", vendrían a
extender el criterio básico fijado por la Constitución nacio-
nal, o bien a restringirlo innecesariamente como cuando se
limitan los fines; si -por el contrario- son expresiones equi-
valentes, nada se avanza con estas expresiones13.
A pesar de esta autorizada opinión, la ley 21.499, en su
art. Io, intenta una determinación del alcance de la expre-
sión diciendo que "la utilidad pública que debe servir de
fundamento legal a la expropiación, comprende todos los
casos en que se procure la satisfacción del bien común, sea
éste de naturaleza material o espiritual". Esta norma es
innecesaria porque el concepto está dado por la Constitu-
ción y el legislador, en cada acto de expropiación y no en
la ley general, debe determinar el alcance del término y
-en última instancia- corresponderá a la justicia fijar en
definitiva, y también en cada caso concreto, si la califica-
ción está dentro del concepto14. Aplicamos, mutatis mu-
tandi, lo dicho anteriormente sobre los agregados efectuados
por las leyes (nacionales o provinciales) al criterio consti-
tucional y advertimos que "la satisfacción del bien común"
puede ser objeto -a su vez- de interpretación. Pregunta-
mos, cuando la expropiación se hace para favorecer un sec-
tor de la comunidad: ¿se puede entender que se satisface
13
Villegas, Régimen jurídico de la expropiación, p. 36.
14
Canasi, Derecho administrativo, t. IV, p. 578.
414 PROPIEDAD Y DOMINIO
20
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 350.
21
Cassagne, Expropiación: causa, sujeto y objeto. Las obras o planes
de ejecución diferida, en "La ley nacional de expropiaciones", p. 52.
27. Musto, 1.
418 PROPIEDAD Y DOMINIO
23
CSJN, Fallos, 217:617; Villegas, Régimen jurídico de la expropiación,
p. 227.
422 PROPIEDAD Y DOMINIO
25 Entre otros, CSJN, Fallos, 285:201; 292:265; 297:12; 302:463 y sus citas.
GARANTÍAS DEL DERECHO DE PROPIEDAD 425
26
Marienhoff, La nueva ley nacional de expropiación: su contenido,
JA, 1977-11-748.
27
Marienhoff, Otra vez respecto a la ley nacional de expropiaciones
21.499, LL, 1978-D-1228; ver, además, CNCiv, Sala A, 4/8/81, ED, 96-752, y JA,
1982-IV-399.
28
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 380.
428 PROPIEDAD Y DOMINIO
30
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 383.
31 En contra, SCBA, LL, 155-432; Dromi, Acción de retrocesión, en "La
ley nacional de expropiaciones", p. 154.
430 PROPIEDAD Y DOMINIO
33
Borda, Tratado. Derechas reales, t. I, p. 388.
GARANTÍAS DEL DERECHO DE PROPIEDAD 433
mente. Si es por causas naturales no es procedente la de-
ducción (art. 42, inc. c).
La ley establece la competencia, atribuyéndola al juez
que intervino en el juicio de expropiación y limita la acción
al propietario expropiado y a sus sucesores universales, cir-
cunscribiendo así la legitimación pasiva y excluyendo la po-
sibilidad de cesión de la acción; pasivamente están legiti-
mados el expropiante y los terceros a quienes se hubiera
transferido el bien. El término de prescripción de la ac-
ción es de tres años y respecto al procedimiento, también
se remite al del juicio de expropiación (arts. 45 y 46).
28. Musto, 1.
434 PROPIEDAD Y DOMINIO
34
Revidatti, La ocupación temporánea; expropiación de uso y expro-
piación de urgencia, en "La ley nacional de expropiaciones", p. 189.
GARANTÍAS DEL DERECHO DE PROPIEDAD 435
vuelve el bien en el término de treinta días, queda expedita
la acción de expropiación irregular. El ocupante temporá-
neo, al igual que el usufructuario, no puede, sin conformi-
dad del propietario, alterar la sustancia del bien ni extraer
o separar de éste los elementos que lo integren.
El juicio se tramita en la misma forma que el de expro-
piación, prescribiendo a los cinco años la acción para exigir
el pago de la indemnización contados a partir de la ocupa-
ción. El art. 70 establece una extraña prescripción: la
del propietario del bien ocupado para pedir la devolución del
bien. ¿Quiere decir que en este caso la ocupación pasa a
ser definitiva? ¿Pierde el propietario su dominio que has-
ta ese momento mantenía incólume, salvo el derecho del
ocupante? ¿Deberá recurrir a las acciones petitorias? ¿O
se admite una desmembración perpetua del dominio a la
que era tan adverso el ilustre codificador? De todos mo-
dos, la disposición es criticable porque deja una serie de
interrogantes y no está en armonía con las disposiciones
referentes a la prescripción adquisitiva.
La ley no ha derogado el art. 2512 que se refería a la
expropiación de urgencia en caso de imperiosa necesidad,
lo que ha dado lugar a interpretar que existe una deroga-
ción implícita, limitada al orden federal, subsistiendo la nor-
ma del Código Civil para las expropiaciones que no revistan
ese carácter. De ser así se caería en una anomalía legis-
lativa y en una incongruencia, puesto que si las provincias
tienen el derecho a dictar su propia ley de expropiaciones,
los arts. 2511 y 2512 están de más para la esfera de su ju-
risdicción.
1) INTRODUCCIÓN
1
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 446; Borda, Tratado.
Derechos reales, t. I, p. 257; Mariarü de Vidal, Curso de derechos reales, vol. I,
p. 298; Garrido - Andorno, Código Civil. Derechos reales, t. II, p. 92.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 441
cripción de la sentencia (o el avenimiento) en el registro
respectivo.
2
Messineo, Manual de derecho civil y comercial, t. III, p. 308.
442 PROPIEDAD Y DOMINIO
3
Salvat - Argafiarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 116; Borda, Tra-
tado. Derechos reales, t. I, p. 258; Laquis, Derechos reales, t. II, p. 431; Marco-
lín de Andorno, Prescripción adquisitiva, p. 21.
4
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 117.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 443
leza de la inscripción y que, por lo tanto, debe incluirse en-
tre los modos en la medida en que está comprendido en la
noción que hemos dado al principio del capítulo.
En lo que respecta a la inscripción de derechos sobre
inmuebles cabe apuntar que puede ser un modo originario
o derivado, revistiendo el primer carácter la inscripción de
la sentencia que declara la prescripción.
Sobre la inscripción registral, su naturaleza y carácter,
nos referimos en extenso al tratar de los registros, por lo
que allí nos remitimos (ver § 732 a 749).
2) APROPIACIÓN
5
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 450; Salvat - Argañarás,
Tratado. Derechos reales, t. II, p. 119; Laquis, Derechos reales, t. II, p. 443.
6 Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p. 229 y suguientes.
444 PROPIEDAD Y DOMINIO
7
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 460.
8
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 119; Lafaille, Tra-
tado de los derechos reales, t. I p. 450.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 445
mentos: objetivo (desprendimiento) y subjetivo (ánimo que
el Código llama "mira de ..."). En caso de duda se presu-
me que la cosa, si es de algún valor, ha sido perdida y no
abandonada por su dueño (art. 2530).
Entre las cosas sin dueño, el Código menciona, en
enumeración que no se reputa taxativa, a los animales de
caza; los peces de los mares, ríos y lagos navegables; las
cosas que se hallen en el fondo de los mares y de los ríos y
las que éstos arrojan a las playas siempre que no presenten
señales de un dominio anterior. De lo contrario podría
tratarse de cosas perdidas o abandonadas.
Entre las cosas abandonadas, se refiere el art. 2527 al
dinero o cualquiera otros objetos voluntariamente abando-
nados por sus dueños para que se los apropie el primer
ocupante.
Respecto de los animales, el Código admite tres cate-
gorías: salvajes o bravios, domésticos y domesticados. Los
primeros son susceptibles de apropiación, los segundos no
pueden ser objeto de apropiación si no han sido voluntaria-
mente abandonados por su dueño y, los domesticados, sólo
lo son cuando recuperaren su antigua libertad (arts. 2527 y
2544, a contrario sensu).
El art. 2528 señala expresamente las cosas que no son
susceptibles de apropiación y, después de referirse a los in-
muebles, cuya exclusión ya explicamos, enumera a los ani-
males domésticos o domesticados, aunque huyan y se aco-
jan en predios ajenos, a las cosas perdidas y a las que caen
a los mares y ríos sin la voluntad de sus dueños o se arro-
jan para salvar las embarcaciones, como también a los res-
tos de los naufragios. Respecto de los animales domesti-
cados, cabe señalar que, aparte de la excepción a que se
refiere el art. 2527 cuando "recuperen su antigua liber-
tad", debemos tener en cuenta que si éstos contrajesen,
después de emigrar, la costumbre de vivir en otro inmue-
ble, pueden ser adquiridos por el propietario de éste que
446 PROPIEDAD Y DOMINIO
9
Lafaüle, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 455.
10
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 123.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 447
El art. 2542 dice: "No se puede cazar sino en terre-
nos propios, o en terrenos ajenos que no estén cercados,
plantados o cultivados, y según los reglamentos de la
policía". El siguiente establece las sanciones para quien
lo hiciere en terrenos ajenos cercados, plantados o cultiva-
dos, sin permiso del dueño. Ellas consisten en atribuir al
dueño del terreno la propiedad de los animales cazados y la
obligación del cazador furtivo de indemnizar el daño causado.
El animal se juzga cazado cuando es tomado, vivo o
muerto, por el cazador y también cuando ha caído en las
trampas puestas por él. Si otra persona encuentra un ani-
mal cautivo en la trampa, no puede apropiárselo. En este
caso, la trampa indica la voluntad de aprehender el animal
y la efectividad de ésta, al retener el animal, representa el
elemento objetivo.
La norma del art. 2541 viene a zanjar una vieja cues-
tión que se planteaba cuando el cazador hería un animal
susceptible de caza, pero aún no lo había aprehendido.
Tanto en el derecho romano, como en las Leyes de Parti-
das, se interpretaba que el hecho de haberlo herido no
acordaba al cazador ni la propiedad, ni un derecho prefe-
rencial a obtenerla, pues se argumentaba de que podían
ocurrir muchas cosas que impidieran la aprehensión. El
Código de Chile, tenido en cuenta por el codificador, se re-
fiere al que ha herido gravemente al animal y reputa que lo
hace suyo desde ese momento11. Nuestro Código -siguien-
do a Freitas- se aparta de estas soluciones y, sin distinguir
sobre la importancia de las heridas, veda a los terceros
apoderarse del animal mientras el heridor continúe en la
persecución del animal herido, dando así un derecho pre-
ferencial a su adquisición. La persecución del animal ex-
terioriza la voluntad del cazador de apropiárselo12.
11
Laquis, Derechos reales, t. II, p. 463.
12
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 124.
448 PROPIEDAD Y DOMINIO
29. Musto, 1.
450 PROPIEDAD Y DOMINIO
14
Garrido - Andorno, Código Civil Derechos reales, t. II, p. 158.
15
Valdés - Orchansky, Lecciones de derechos reales, t. I, p. 231.
452 PROPIEDAD Y DOMINIO
16
Llambías - Alterini, Código Civil anotado. Derechos reales, t. IV-A,
p. 352.
454 PROPIEDAD Y DOMINIO
3) ESPECIFICACIÓN O TRANSFORMACIÓN
4) ACCESIÓN
17
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 154.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 459
§ 228. ALUVIÓN. - Las corrientes de agua no perma-
necen siempre en un cauce y flujo invariable, sino que, por
el contrario, ora erosionan una orilla, ora depositan arena y
limo sobre ella, acrecentando paulatina e insensiblemente
el terreno ribereño. El Código llama a este fenómeno alu-
vión, designándose como terrenos de aluvión a aquellos
que quedan al descubierto o se forman lentamente por los
desvíos provocados por la afluencia de agua.
Cuando los ríos no son navegables estos acrecimientos
corresponden a los propietarios ribereños. Si se trata de
ríos navegables o de acrecentamientos provocados por el
mar, ellos pertenecen al Estado. Así lo expresa el art.
2572: "Son accesorios de los terrenos confinantes con la
ribera de los ríos, los acrecentamientos de tierra que
reciban paulatina e insensiblemente por efecto de la
corriente de las aguas, y pertenecen a los dueños de las
heredades ribereñas. Siendo en las costas de mar o de
ríos navegables, pertenecen al Estado",
El caso típico de aluvión es el descripto anteriormente
y al que se refiere la norma, pero sucede que algunas veces
no es con un aporte de material paulatinamente acumulado
que se acrecientan los terrenos, sino que se produce una
variación lenta en el cauce del río y aun puede darse el ca-
so de que cambie totalmente de cauce dejando abandonado
el anterior. Tal efecto puede producirse por alguna varia-
ción en el curso superior del río provocada por fuerzas na-
turales o bien por obras que realice el hombre, aun cuando
no tengan esa finalidad. La ley se ocupa de los distintos
supuestos.
Para que exista el aluvión típico o propiamente dicho
deben darse los siguientes requisitos: a) debe tratarse de
corrientes de agua; no se favorecen las propiedades que
confinan con lagos y lagunas; b) el acrecentamiento debe
ser natural; c) debe lindar el río directamente con el terre-
no del ribereño; si hay un camino o si la ribera está en con-
460 PROPIEDAD Y DOMINIO
18
Lafaille, Tratado de los derechas reales, t. 1, p. 548.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 463
una fuerza súbita. Una inundación, la fuerza de las aguas
que derivan de un deshielo, pueden arrancar de una costa
una porción relativamente importante de tierra, plantas, etc.
y depositarlas río abajo en la propiedad de otro ribereño.
A diferencia del aluvión, aquí la agregación no es por
lo tanto insensible y tampoco la propiedad se adquiere au-
tomáticamente por el ribereño sino que el dueño originario
conserva el dominio, al solo efecto de llevársela, mientras
no se hayan adherido naturalmente al fundo recipiente.
Es la solución que contienen los arts. 2583 al 2585, esta-
bleciendo este último que el dueño del terreno no puede
exigir que sean removidas si el propietario anterior no qui-
siere reivindicarlas.
También, la avulsión se distingue porque del aluvión el
dueño puede ser identificado y probar que las cosas eran
suyas. El alcance del efecto es el derecho a retirarlas lo
que significa que no puede hacer actos posesorios en el lu-
gar donde se adjuntaron o se depositaron.
No es pacífica la doctrina en cuanto a la obligación de
indemnizar los daños que las cosas han producido o los
que se pueden irrogar por el retiro de ellas. Entende-
mos que los gastos de la recuperación son a cargo de pro-
pietario de las cosas, entre los cuales se cuenta la indemni-
zación de los daños.
Aun cuando no se haya producido la adherencia natu-
ral a que se refieren los artículos citados, el propietario ori-
ginario puede perder las porciones arrancadas de su predio
si no acciona por reivindicación en el término de seis me-
ses, que el art. 4039 del Cód. Civil señala como plazo para
la prescripción.
En otras palabras, si se produce la adherencia natural,
ya no pueden reivindicarse, si aún no se ha producido pero
han pasado seis meses, el dueño del terreno beneficiado
puede oponer la excepción de prescripción en caso de que
se pretenda la reivindicación de las cosas.
464 PROPIEDAD Y DOMINIO
19
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 171.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 465
truir lo hecho sin consentimiento del propietario. El pro-
pietario del terreno adquiere las cosas por accesión y de
ahí que el edificante, aun cuando esté privilegiado por la
buena fe, no pueda arrancar las cosas que ya no le perte-
necen y su derecho se resuelve en una indemnización, para
fijar la cual se debe estar a los principios generales, salvo
que al propietario no le interese conservar la plantación o
edificación y consienta que se la retire, dejando el predio
en el estado en que se encontraba.
2) MALA FE. Si media mala fe del edificante o planta-
dor, el propietario puede pedir la demolición de las obras
o su reposición al estado anterior, a costa del edificante o
plantador, pero tiene opción para conservar lo hecho pa-
gando el mayor valor adquirido por el inmueble. El art.
2589 ha sido modificado por la ley 17.711, pues en su re-
dacción originaria se debía abonar sólo el valor de materia-
les y de la mano de obra. La solución es más justa ahora,
ya que puede haber diferencia, en más o en menos, con el
mayor valor adquirido por el terreno y, en tal caso, no sería
justo que el propietario se beneficiara o perjudicara con la
diferencia.
3) MALA FE DE AMBOS. Cuando el plantador o edificador
actúa de mala fe, pero también el propietario del suelo se
comporta del mismo modo, el legislador tiene en cuenta es-
tos elementos para zanjar las diferencias entre las partes.
La norma sienta una especie de presunción de mala fe para
el propietario en cuyo predio se edifica o se planta o siem-
bra, cuando se hace "a vista y ciencia del mismo y sin opo-
sición suya". Al tener noticia de la intromisión, el dueño
del terreno pudo haber ejercido las acciones (policiales,
posesorias o petitorias) y aun efectuar la denuncia penal
correspondiente. Si no lo hizo y dejó que se plantara o
edificara a su vista y paciencia, sin oponerse siquiera, la
ley presume la mala fe y, neutralizándola con la del edifi-
cante, le da a ambos el tratamiento como si fueran de bue-
30. Musto, 1
466 PROPIEDAD Y DOMINIO
20
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 557; Salvat- Argañarás,
Tratado. Derechos reales, t. II, p. 158; Laquis, Derechos reales, t. II, p. 704.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 467
rreno y el dueño de los materiales. El Código se plantea
el supuesto en el art. 2591, en una norma de redacción un
tanto oscura. El principio de la accesión rige también en
este caso, pero el dueño de los materiales no tiene ninguna
acción contra el dueño del terreno y sólo puede exigir la
indemnización al edificador o plantador, a quien el Código
llama "dueño de la obra". Se aplicarán las disposiciones
concernientes al edificador o plantador, según medie buena
o mala fe.
El dueño de los materiales se subroga, en su relación
con el propietario del fundo, al autor de la obra. Si el
dueño del terreno hubiera pagado ya la indemnización co-
rrespondiente, antes de la acción del dueño de los materia-
les, a éste sólo le queda demandar al edificante o plantador,
ya que se entiende que aquél ha pagado bien al indemnizar
al intruso21.
En cuanto a la invasión de predio contiguo, aclara-
mos que los supuestos anteriormente tratados, se refieren
a una intrusión franca en terreno ajeno, pero puede suce-
der que una persona al edificar en su propio terreno, por
error de medición, por negligencia o aun de mala fe, asien-
te su muro en parte del terreno ajeno, más allá de lo que la
ley lo autoriza (art. 2725). Esta invasión es bastante fre-
cuente y muchas veces no es advertida inmediatamente por
el vecino, posibilitando que avance la construcción.
El Código no se ha planteado este supuesto. La doc-
trina mayoritaria, reaccionando contra cierta jurisprudencia
que había hecho interpretación estricta de los principios y
obligaba a demoler la construcción, admite otras soluciones
menos antieconómicas y que impiden -de algún modo- que
el propietario invadido exija tal demolición, recayendo en
un ejercicio abusivo del derecho.
21
Lafaüle, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 553; Salvat - Argañarás,
Tratado. Derechos reales, t. II, p. 174.
468 PROPIEDAD Y DOMINIO
22
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 557; Borda, Tratado.
Derechos reales, t. I, p. 295.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 469
demnizado por la pérdida. Tales las soluciones que sur-
gen de los arts. 2592 y 2593.
La accesión de animales no puede considerarse cum-
plida instantáneamente, sino que se requiere un lapso pru-
dencial. Dado que el Código no lo fija, en caso de litigio,
deberá ser establecido por el juez ponderando las circuns-
tancias del caso.
El supuesto contemplado constituye una extensión del
concepto de accesión pues no encuadra ni en la física, ni
en la moral. En la primera porque no hay adherencia y, en
la segunda, porque el propietario hasta puede ignorar la
presencia del animal domesticado y puede suceder también
que dicha presencia no se conjugue con el destino del in-
mueble (ver nota al art. 2316)23.
23
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 172; Lafaille, Tra-
tado de los derechos reales, t. I, p. 488.
24
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 490; Salvat - Argañarás,
Tratado. Derechos reales, t. II, p. 194.
470 PROPIEDAD Y DOMINIO
25
Lafaiüe, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 491.
26
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 196.
472 PROPIEDAD Y DOMINIO
27
Puig Brutau, Fundamentos de derecho civil, t. III, vol. I, p. 341.
474 PROPIEDAD Y DOMINIO
28
Laquis, Derechos reales, t. II, p. 709.
29 Enneceerus - Kipp - Wolff, Tratado. Derecho de cosas, t. III, vol. I, p.
359.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 475
la del acto de disposición y sólo da lugar a acciones de re-
petición fundadas en el enriquecimiento injusto.
La ventaja de que el acto de disposición sea abstracto
y, por lo tanto, independiente del negocio causal subyacen-
te, es que la transmisión que recepta el registro no está ex-
puesta a las vicisitudes de dicho negocio, siendo incompati-
ble además, en principio, con la sujeción a condiciones u
otras modalidades30.
El sistema francés recogió una costumbre que había
convertido la tradición en una mera ficción, al suplirla con
simples declaraciones efectuadas en cláusulas de los con-
tratos. Pareció a sus autores más practico eliminar la fic-
ción, admitiendo que la propiedad se transmitía por la sola
convención, descartando el requisito de la tradición.
Por su parte, Vélez Sársfield, siguiendo las enseñanzas
del derecho romano, los antecedentes hispánicos, e influido
necesariamente por Freitas, critica acerbamente la solución
del Código francés en la nota del art. 577, destacando la
importancia de la tradición en la transmisión de los dere-
chos reales y poniendo de relieve que, aun en el derecho
francés, el propietario no lo es frente a terceros si no hace
transcribir sus títulos en un registro especial y público.
Como se verá claramente al estudiar los requisitos o
condiciones que debe cumplir la tradición, si bien ella im-
porta un acuerdo de voluntades que exige condiciones de
fondo y forma, no constituye un contrato autónomo, sino
que se encuentra vinculado -en nuestro derecho- al ne-
gocio jurídico causal que sirve de título y sin el cual la tra-
dición no tiene idoneidad suficiente para transmitir el do-
minio.
Es un modo derivado que -como tal- tiene a la vez dos
funciones: es constitutivo, lo que es sumamente importante
31
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 206.
478 PROPIEDAD Y DOMINIO
32
Ver Garrido - Andorno, Código Civil. Derechos reales, t. II, p. 21.
480 PROPIEDAD Y DOMINIO
33
Moisset de Espanés, La transmisión del dominio y otros derechos
reales en la reforma del Código Civil, "Revista Crítica de Derecho Inmobilia-
rio", Madrid, 1981, n° 544, p. 397.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO
481
pública. La traditio brevi manu zanjaría perfectamente
el problema, no siendo óbice para ello tampoco la norma
del 2609 que, al referirse a la extinción del dominio, expre-
sa que en los inmuebles ello ocurre después de firmado el
instrumento público de enajenación seguido de la tradición.
Una interpretación literal del artículo nos conduciría a so-
luciones reñidas con la realidad. Lo que la ley exige es la
concurrencia del título y el modo, pero nada obsta a que el
modo se cumpla anticipadamente, y ello sucede a diario en
el tráfico inmobiliario.
31. Musto, 1
482 PROPIEDAD Y DOMINIO
6) PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA
34
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p. 323 y siguientes.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 483
nes a ambas clases de prescripción, y dedicando el Cap. III
a la prescripción para adquirir, mientras que el IV se re-
fiere a la liberatoria. El método seguido ha sido criticado
por la doctrina, pues se considera que hubiera sido más
conveniente que la prescripción liberatoria se tratara jun-
to con las obligaciones, pero el codificador ha entendido
evitar muchas remisiones o repeticiones al legislarlas en
conjunto para establecer los principios comunes y los refe-
ridos a la suspensión e interrupción de la prescripción.
Puede expresarse, sin embargo, que a pesar de la ínti-
ma relación que pueda existir entre la prescripción libera-
toria y la usucapión debe distinguírselas claramente. En
tal sentido observa agudamente Hedemann: "La prescrip-
ción [se refiere a la liberatoria] se formula en términos ne-
gativos (no cabe, una vez efectuada, ejercitar acciones), y
se incorpora no al concepto del derecho sino al de la pre-
tensión. Por el contrario, la usucapión es positiva, se
orienta del lado del adquirente, y concede un derecho ple-
no, no solamente una pretensión"35.
Esta distinción se pone en evidencia en nuestro dere-
cho: el que paga una deuda prescripta no puede repetir,
pues la prescripción cumplida no extingue el derecho sino
la acción (rectius, pretensión). La obligación existe aun-
que haya pasado a ser natural (arts. 515, inc. 2o, y 516).
En cambio, si se ha operado la prescripción y el poseedor
se hubiera desprendido de la cosa, aunque esté en manos
del anterior propietario, incluso puede accionar para que
se declare la adquisición de la prescripción, salvo que haya
renunciado a ella después de cumplida. Ello así porque, al
cumplirse el término de usucapión, ha adquirido un dere-
cho. La sentencia que lo reconozca será declarativa.
También son distintos los fundamentos: en la liberato-
ria se tiene en cuenta fundamentalmente la inacción del
35
Hedemann, Tratado de derecho civil, vol. II, Derechos reales, p. 169.
484 PROPIEDAD Y DOMINIO
36
Mayr, Historia del derecho romano, t. I, p. 192.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 485
mujer sometida a la tutela de los agnados, res furtiva?
(comprensiva de la venta de cosa ajena).
La res furtiva? (cosa hurtada o robada) lo seguía sien-
do en manos del tercer adquirente, porque su condición
era una cualidad de la cosa independientemente de la ins-
ta causa de adquisición, lo que lleva a suponer que en el
derecho primitivo el único elemento de la usucapión, apar-
te de la posesión, era el tiempo y recién más adelante apa-
recen la iusta causa y la bona fide.
Las excepciones que contenía la usucapión, la desapa-
rición de la distinción entre res mancipi y nec mancipi,
la importancia adquirida por lo fundos provinciales y la de-
cadencia de la distinción entre ambas clases de fundos, fo-
mentaron el desarrollo de la prcescriptio longi temporis
que originariamente constituía una simple defensa contra
el reivindicante de parte de la persona que había poseído
la cosa durante diez o veinte años, según fuera entre pre-
sentes o entre ausentes. Esta defensa se incluía a la cabe-
za de la fórmula que se entregaba por el magistrado, hasta
que se convierte en un verdadero modo de adquirir la pro-
piedad. La prescripción exigía, al igual que la usucapión,
el justo título y la buena fe, pero a diferencia de ésta, era
oponible no sólo al propietario sino también a los titulares
de otros derechos reales. Ésta y otras ventajas hicieron
que prevaleciera sobre la usucapión aun entre ciudadanos
romanos y respecto de cosas romanas.
Pero como la prescripción exigía los requisitos de justo
título y buena fe (justa causa, bona fide), apareció una
nueva institución: la prcescriptio longissimi temporis,
que se concedía a todo poseedor que se hubiere mantenido
pacíficamente en posesión de la cosa por el término de
cuarenta años -en una primera etapa- el que luego se re-
dujo a treinta años.
Se debe a Justiniano la generalización de la prescrip-
ción aun a las cosas hurtadas (no robadas) y la abolición
486 PROPIEDAD Y DOMINIO
37
LafaiHe, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 590; Salvat - Argañarás,
Tratado. Derechos reales, t. II, p. 211.
38
Levitán, Prescripción adquisitiva de dominio, p. 21.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO
487
obtuvo por los medios legítimos de su antecesor, sino tam-
bién que dicho antecesor era propietario. Éste -por otra
parte- no tendría otro medio de probar su derecho que
acreditar el de la persona de quien -a su vez- la adquirió y
así sucesivamente, tendríamos que remontarnos, en cada
caso, o bien a la propiedad originaria dada por el Estado, o
bien la investigación se perdería en el tiempo sin que fuera
posible establecer con certidumbre la autenticidad del de-
recho. A ello se la llamó la probatio diabólica39.
Pasarían generaciones y los actuales poseedores po-
drían verse siempre expuestos a que surgiera un reivindi-
cante que, esgrimiendo títulos de sus ancestros, disputara
el derecho que se consideraba definitivamente adquirido.
Esta incertidumbre acarrearía una inseguridad en las tran-
sacciones y aventaría la posibilidad de que se hicieran in-
versiones importantes en inmuebles, con perjuicio de la co-
munidad toda.
Se considere que la prescripción es una institución de
derecho natural o se opine que es sólo de derecho civil, o
creada por razones de equidad; se esté en contra o a favor
de su recepción por el derecho positivo, lo que no se puede
evitar, en homenaje a la seguridad jurídica y a la paz y
tranquilidad públicas, es que la investigación del título a
través del tiempo se detenga en algún momento. Admitir
esto es admitir la institución.
En segundo lugar, entre el poseedor que durante un
lapso relativamente extenso ha realizado actos posesorios,
cultivando el predio, utilizándolo para sí y para su familia,
retirando sus frutos, etc., a vista y paciencia de la sociedad
que lo ha considerado durante todo el tiempo un propieta-
rio aparentemente legítimo, y el verdadero dueño que ha
permanecido indiferente ante esta posesión que ha conocido
o debido conocer, la ley, después de transcurrido un tiem-
39
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 215.
488 PROPIEDAD Y DOMINIO
40
Valdés - Orchansky, Lecciones de derechos reales, p. 287.
490 PROPIEDAD Y DOMINIO
41
Marcolín de Andorno, Prescripción adquisitiva. Inmobiliaria y mo-
biliaria, p. 40; Spota, Tratado. Parte general, vol. 3 4 , p. 170.
42 CCivCap, en pleno, 21/8/42, JA, 1942-III-673, y LL, 27-657.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 491
municipal, situados dentro de los límites de zonas de segu-
ridad". Como lo expresa la exposición de motivos se refie-
re a los bienes del dominio privado del Estado o Estados
(los públicos están excluidos por las razones antedichas) y
la excepción "... se fundamenta en que los principios en
que se basa el instituto de la usucapión, relacionados con
el saneamiento de los títulos, la seguridad jurídica en el do-
minio y el interés social en que los inmuebles no perma-
nezcan abandonados e incultos, deben ceder ante un inte-
rés superior como es el de la seguridad nacional".
Un problema especial se planteaba con las islas del
mar territorial, en los ríos y en los lagos navegables, que el
Código declaraba del dominio público (art. 2340, inc. 6o,
antes de la reforma) y que muchas veces eran poseídas por
particulares. La ley 17.711 vino a zanjar la cuestión, ha-
ciendo la salvedad de que son del dominio público "cuan-
do ellas no pertenezcan a particulares". La ley vino a
reconocer una realidad aceptada incluso por el Estado na-
cional y las provincias. Discrepamos con la doctrina que
entiende que el agregado sólo es aplicable a las posesiones
anteriores al Código Civil43.
En principio, las cosas muebles que no son robadas o
perdidas, escapan a la necesidad de prescripción, pues
siendo la posesión de buena fe, rige la presunción de pro-
piedad44. Vélez Sarsfield, generalizando excesivamente, en
la nota del art. 3948 dice: "En las cosas muebles valiendo la
posesión por título, no tenemos prescripción de cosas mue-
bles", olvidando el codificador que hay cosas que no están
cubiertas por la citada presunción. El art. 4016 bis subsa-
na en parte la omisión del Código, pero incurre en otras al
restringir la posibilidad de prescribir sólo a las cosas roba-
43
Mariartí de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p. 284.
44
Marcolín de Andorno, Prescripción adquisitiva. Inmobiliaria y mo-
biliario,, p. 141.
492 PROPIEDAD Y DOMINIO
46
Salvat -Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II,. p. 247.
32. Musto, 1.
498 PROPIEDAD Y DOMINIO
47
Moisset de Espanés, El requerimiento notarial y su incidencia sobre
curso de la prescripción liberatoria, "Revista del Notariado", n° 734, p. 5.
500 PROPIEDAD Y DOMINIO
48
Llambías, Tratado. Parte general, t. II,. p. 685.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 503
tir divorcio y disolución de la sociedad conyugal, la ley ha
entendido que pueden subsistir éstos u otros motivos, y
prolonga los efectos de la suspensión aun mediando divorcio
o separación de bienes (art. 3969). La nota a este artículo
es suficientemente explicativa de la posición del codifica-
dor a este respecto.
b) Tutela y cúratela. Mientras un menor está bajo
tutela, o un demente declarado está bajo cúratela, puede
ocurrir que haya relaciones patrimoniales subsistentes o
que el tutor, por ejemplo, esté poseyendo ad usucapio-
nem un bien del pupilo, o viceversa. El Código prevé una
causal de suspensión recíproca con el fin de no poner a
uno u otro en situación de demandarse (art. 3973).
c) Heredero beneficiario. No puede invocar a su fa-
vor la prescripción que se hubiese cumplido en perjuicio de
la sucesión que administra. Supongamos que el heredero
que acepta la herencia con beneficio de inventario está po-
seyendo, con el fin de usucapir, un inmueble de la sucesión
que administra. En el caso de que la prescripción cumpla
su plazo mientras esté administrando, el heredero no puede
invocarla a su favor. La redacción del artículo no dice que
se suspende sino que habla de prescripción cumplida pero
no invocable. A pesar de ello, la doctrina interpreta que
se trata de un caso de suspensión, apoyándose en la ubica-
ción del art. 3974. En realidad, el Código es preciso, pues
lo que no puede hacer el heredero beneficiario es invocar
la usucapión para sustraer un bien, del patrimonio del cau-
sante, a la acción de los acreedores de éste.
La otra relación entre el heredero beneficiario y la su-
cesión no es aplicable a la prescripción adquisitiva ya que
se refiere a los créditos que el heredero tenga contra la su-
cesión, caso en que tampoco corre la prescripción a favor
de ésta.
El capítulo se completa con los supuestos en que la ley
expresamente niega la suspensión de la prescripción. Los
504 PROPIEDAD Y DOMINIO
49
Llambías, Tratado. Parte general, t. II,. p. 685.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 507
de ella puede tener este efecto. Supongamos que una per-
sona que hace quince años que posee un inmueble es des-
pojado durante diez días por cualquier persona, tenga o no
derechos anteriores, si al cabo de esos diez días recupera
la posesión, sería injusto que la ley le obligara a iniciar un
nuevo curso sin tener en cuenta la posesión anterior. Pe-
ro si el despojado deja transcurrir un año sin ejercer accio-
nes para lograr la recuperación de la posesión perdida,
entonces la ley juzga que la precripción ha quedado inte-
rrumpida quedando como no sucedida la posesión anterior
(arts. 3984 y 3998).
Si, en cambio, en el transcurso de ese año, el poseedor
accionó, o el ocupante efectuó un reconocimiento del dere-
cho de aquél, la interrupción no se opera (art. 3985).
La privación produce efecto, sea que se materialice por
el antiguo propietario o por un tercero, y aunque la pose-
sión sea ilegítima, violenta o injusta. Si es hecha por un
tercero, aprovecha igualmente al propietario, porque sólo a
él puede aprovechar la interrupción (arts. 3984 y 3990).
Dice el Código que la interrupción de la prescripción
hecha por uno de los copropietarios no aprovecha a los de-
más, pero cuando hay privación de la posesión entonces sí
aprovecha a todos (art. 3992, a contrario sensu). La so-
lución es lógica pues si se le daba ese efecto a la privación
hecha por un tercero, con mayor razón debía la ley otor-
gársela al acto del copropietario. Por esto, se diferencia
claramente la interrupción civil de la natural, en cuanto a
sus efectos por y para los cointeresados. La primera tiene
efectos relativos, la segunda absolutos50. La interrupción
civil es personal, en lo que se diferencia de la interrup-
ción material, por tanto aquélla aprovecha a quien la lleva
a cabo y a sus causahabientes, así como solamente perjudi-
ca a aquél contra quien se ejercita. La interrupción natural
50
Levitón, Prescripción adquisitiva de dominio, p. 72.
508 PROPIEDAD Y DOMINIO
33. Muslo, 1.
514 PROPIEDAD Y DOMINIO
53
Lafaiüe, Tratado de los derechos reales, t. I,, p. 600.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 515
6) SUCESIÓN EN LOS DERECHOS. El Código distingue la su-
cesión a título universal de la sucesión a título singular, es-
tableciendo soluciones diversas. En el primer caso, si el
causante era poseedor de buena fe y quien le suceda a
título universal no ostenta este carácter, igualmente pue-
de prescribir por la vía breve. En cambio, aunque el he-
redero sea de buena fe, si el causante era de mala fe, no
puede invocar el sucesor la prescripción adquisitiva corta.
Es la solución que establece el art. 4004, que ha sido refor-
mado por la ley 17.711, armonizándolo con el nuevo art.
3999.
La reforma -sin embargo- no innovó sobre la solución
misma, a pesar de las críticas que a ella había formulado la
doctrina. El Código hace aquí aplicación del principio de
que el heredero sustituye a la persona del causante, ficción
a la que el legislador se apega a ultranza.
El sucesor particular -en cambio- siendo de buena fe,
puede prescribir en forma breve, aunque su autor fuere de
mala fe y, a la inversa, no podrá invocar este tipo de pres-
cripción, aunque su autor fuere de buena fe, si él no la tie-
ne (art. 4005).
La norma agrega: "Puede unir su posesión a la de su
autor, si las dos posesiones son legales". La palabra "le-
gales" no está empleada en un sentido técnico, como equi-
valente de legítima, menos aun con el sistema del Código,
antes de la reforma (art. 2355). Los requisitos para que
dos posesiones, en sucesión a título singular, puedan unir-
se, ya han sido estudiados al tratar el tema de la accesión
de posesiones (ver § 91 a 96), o sea no deben ser viciosas,
no deben estar separadas por una posesión viciosa y debe
emanar la una de la otra (arts. 2475 y 2476).
7) PLAZO DE LA PRESCRIPCIÓN BREVE. El Código de Vélez
Sársfield distinguía según que la prescripción operara entre
personas presentes o entre ausentes, considerándolos tales
según habitaran, o no, en la provincia donde el inmueble
516 PROPIEDAD Y DOMINIO
54
Peña Guzmán, Derecho civil Derechos reales, t. II, p. 250; Borda,
Tratado. Derechos reales, t. I, p. 323.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 517
un millón de personas y existen áreas muy importantes en
las provincias, especialmente del nordeste argentino.
Como sucede a menudo, el Estado nacional y las pro-
vincias han prestado escaso interés para prevenir la prolife-
ración de los casos, lo que es factor de atraso y desorden
constante, que no excluyen la participación de organismos
del Estado con sus inacabados planes de viviendas econó-
micas.
Con fecha 7 de septiembre de 1994 se sancionó la ley
24.374, que fue promulgada parcialmente con fecha 22 del
mismo mes y año, vetándose el art. 7o en su totalidad (decr.
1661/94). Este artículo se refería a los inmuebles del Esta-
do y se proponía la escrituración inmediata de éstos.
La ley tiene un ámbito de aplicación limitado en cuan-
to a la ubicación de los inmuebles, respecto de las perso-
nas, en cuanto al destino y al tiempo.
En efecto: a) en cuanto a la ubicación, la ley determi-
na que sólo se aplica a los inmuebles urbanos, la explica-
ción de esta limitación está dada por la índole del proble-
ma que se intenta solucionar; b) en lo que se refiere a las
personas, sólo pueden ser invocados por las personas físi-
cas, ocupantes originarios -dice la ley- de los inmuebles, el
cónyuge supérstite y sucesores hereditarios y las personas
que -sin ser herederos- hubieren convivido con el ocupan-
te recibiendo trato familiar por un término no menor de
dos años y, por último, legitima para realizar el trámite a
los que mediante acto legítimo fuesen continuadores de la
posesión; c) en cuanto al destino principal del inmueble
debe ser el de casa habitación única y permanente, y d) en
cuanto al tiempo, el ocupante debe haber tenido la pose-
sión pública, pacífica y continua durante por lo menos tres
años con anterioridad al I o de enero de 1992, originada en
causa lícita.
Por lo tanto, no beneficia a los usurpadores ni a los in-
trusos.
518 PROPIEDAD Y DOMINIO
55
Lapalma Bouvier, El proceso de usucapión, p. 84.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 523
certificado a acompañar debe ser siempre el del registro de
la propiedad inmueble y, sólo a falta de constancia en él,
procederá la de otros registros. La disposición tiende no
sólo a asegurar la bilateralidad del proceso, sino también
que la demanda se entienda con quien aparezca, según los
registros, con suficiente legitimación pasiva para obrar. No
se excluye tampoco la participación de terceros interesa-
dos, y la parte final del inciso remite a las disposiciones de
forma para el caso de que no se pueda individualizar al an-
terior propietario.
El inc. b del mismo artículo dispone: "Con la demanda
se acompañará plano de mensura, suscripto por profesional
autorizado y aprobado por la oficina respectiva, si la hubie-
re en la jurisdicción". No basta cualquier plano o copia de
plano. Es necesario que sea el de mensura que deberá ha-
cer relación precisa de la ubicación del inmueble, tendiente
a su individualización y a evitar posibles discordancias en-
tre el inmueble realmente poseído y el que se pretenda
matricular, o el que se encuentra matriculado y cuya adqui-
sición se intenta registrar previa la declaración de usuca-
pión. El profesional autorizado será normalmente un agri-
mensor o ingeniero civil y, la oficina que lo apruebe, la de
catastro.
En cuanto a las pruebas, el art. 24, en su inc. c, infor-
ma: "Se admitirá toda clase de pruebas, pero el fallo no
podrá basarse exclusivamente en la testimonial. Será es-
pecialmente considerado el pago, por parte del poseedor,
de impuestos o tasas que gravan el inmueble, aunque los
recibos no figuren a nombre de quien invoca la pose-
sión".
La interpretación literal llevaría a admitir que es sufi-
ciente complementar la prueba con una inspección ocular
u otra actividad semejante, para cumplir con la disposición
de que el fallo no se base exclusivamente en la testimonial.
Ello, sin embargo, queda librado a la prudencia del juez,
quien valorará si la prueba arrimada es de peso suficiente
524 PROPIEDAD Y DOMINIO
56
Lapalma Bouvier, El proceso de usucapión, p. 75.
526 PROPIEDAD Y DOMINIO
67
Marcolín de Andorno, Prescripción adquisitiva. Inmobiliaria y mo-
biliaria, p. 121.
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 527
El Anteproyecto de Bibiloni, en su art. 3461, establecía
un plazo de dos años para adquirir cosas muebles robadas
o perdidas por la posesión continua, de buena fe, cuando
fueren cosas muebles cuya transmisión exige la inscripción,
contados desde la fecha de ella a nombre del poseedor.
Las cosas muebles que no exigen inscripción siendo roba-
das o perdidas también se adquieren por la posesión conti-
nua de tres años por el que las hubo a título de dueño y de
buena fe58. Similar solución propició el proyecto de refor-
ma de 1936 en su art. 154059.
El Anteproyecto de 1954, en su art. 1542, establecía:
"El que durante tres años posee ininterrumpidamente y de
buena fe una cosa mueble robada o perdida, adquiere el
derecho real ejercido sobre la cosa.
Si se tratare de una de las cosas muebles comprendidas
en el art. 1540, el poseedor debe estar inscripto en el regis-
tro como titular del derecho ejercido durante el término arri-
ba indicado, para que se opere la adquisición del derecho".
El decr. ley 6582/58 establecía un término de tres años;
en su art. 4o, sin mencionar las palabras prescripción o
usucapión, establece: "El que tuviese inscripto a su nombre
y de buena fe un automotor hurtado o robado podrá repe-
ler la acción reivindicatoría transcurridos tres años desde
la fecha de inscripción". La ley 22.977 redujo a dos años
el plazo (t.o. decr. 1114/97).
a) LA NORMA DEL ART. 4016 "BIS". Incorporada por el re-
formador de 1968 dice: "El que durante tres años ha po-
seído con buena fe una cosa mueble robada o perdida,
adquiere el dominio por prescripción. Si se trata de
cosas muebles cuya transferencia exija inscripción en
registros creados o a crearse, el plazo para adquirir su
58
Bibiloni, Anteproyecto de reforma del Código Civil, t. III, p. 610.
59
Garrido, Régimen jurídico de los automotores y sus consecuencias,
p. 79 y siguientes.
528 PROPIEDAD Y DOMINIO
60
Ver Moisset de Espanés, Dominio de automotores y publicidad regis-
tral, p. 110 y ss.; Liebau, Régimen jurídico del automotor, p. 285 y ss.; Marco
Hn de Andorno, Prescripción adquisitiva. Inmobiliaria y nobiliaria, p. 147
a 149.
34. Musto, 1.
530 PROPIEDAD Y DOMINIO
61
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. I, p. 615; Borda, Tratado.
Derechos reales, t. I, p. 341.
62 Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p . 3 4 1 .
ADQUISICIÓN Y EXTINCIÓN DEL DOMINIO 535
1
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 139.
RÉGIMEN DE LAS COSAS PERDIDAS 539
el dueño, "debe entregarla al juez más inmediato, o a la
policía del lugar, los que deberán poner avisos de trein-
ta en treinta días".
En el caso de que el hallador no procediere de acuer-
do con lo dispuesto en el art. 2532, pierde el derecho a co-
brar la recompensa, aunque ésta hubiera sido ofrecida por
el propietario, y al de las compensaciones que le pudieran
corresponder por los trabajos hechos o por los gastos efec-
tuados (art. 2532). Esta norma es aplicable también, aun-
que el Código no lo dice, al caso en que no se conociere el
propietario y no se procediera de acuerdo a la norma del
art. 25342.
La obligación de dar aviso al dueño o entregar la cosa
a la autoridad judicial o policial nace de la ley y se justifica
en razones de orden moral erigidas en reglas jurídicas que
indican que, al no ser susceptible de apropiación, la cosa
debe ser puesta lo más pronto posible en condiciones de
que el propietario tenga conocimiento de la situación y pue-
da tomar las medidas para recuperarla, salvo que quisiera
exonerarse de sus obligaciones haciendo cesión de la cosa
a quien la halló (art. 2533).
El adverbio inmediatamente no debe ser interpretado
con rigidez, entendiéndose que el aviso del art. 2532 debe
hacerse sin demora, pero no se puede pretender que la
persona que halla la cosa haga sacrificios de tiempo o tra-
bajo, o que deje pendientes sus actividades, para ponerse
en contacto con el propietario. La elasticidad es aún ma-
yor cuando se debe entregar la cosa al juez o a la policía3.
2
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 143.
3
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 277.
540 PROPIEDAD Y DOMINIO
6
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 279.
RÉGIMEN DE LAS COSAS PERDIDAS 543
A) CONSIDERACIONES GENERALES
35. Musto, 1.
546 PROPIEDAD Y DOMINIO
1
Lafaiüe, Tratado de los derechos reales, t. II, p. 15; Mariarú de Vidal,
Curso de derechos reales, t. II, p. 9 y 10.
RESTRICCIONES Y LÍMITES AL DOMINIO 549
§ 266. RESTRICCIONES ADMINISTRATIVAS Y SERVIDUMBRES
ADMINISTRATIVAS. COMPARACIÓN. - Las servidumbres admi-
nistrativas tienen características especiales que las distin-
guen de las civiles, por ejemplo, subsisten con independen-
cia de la posesión de un fundo y determinan un sacrificio
del fundo de un particular, en interés o beneficio de la co-
munidad y no sólo del constituyente. Estas circunstancias
las acercan más a la restricción y, por tanto, es necesario
diferenciarlas.
La servidumbre presupone la existencia de un titular
de un derecho determinado, mientras que en la restricción
administrativa no existe incorporación de parte alguna del
dominio del particular al dominio público ni hay desmem-
bramiento de la propiedad.
En la restricción, el sacrificio es general, recae sobre
todos los propietarios que se encuentren en las circunstan-
cias establecidas por las normas que las consagran. En la
servidumbre, el sacrificio es particular y, por lo mismo, re-
quiere indemnización lo que en la restricción -en princi-
pio- no procede. La servidumbre no afecta al contenido
del derecho, sino más bien a la exclusividad. Las faculta-
des del propietario se comparten con las del titular de la
servidumbre. La servidumbre implica -por tanto- una su-
jeción parcial de un bien del dominio privado a un uso por
parte de la colectividad; en la restricción la utilización del
bien afectado no siempre es necesaria2.
2
Diez, Derecho administrativo, t. IV, p. 176 y 177.
550 PROPIEDAD Y DOMINIO
3
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. II, p. 12; Borda, Tratado.
Derechos reales, t. I, p. 399.
RESTRICCIONES Y LÍMITES AL DOMINIO 551
Las normas que regulan la higiene y la salubridad, las
destinadas a asegurar la conformación de las construccio-
nes a las reglas técnicas, que no sólo hacen a la seguridad,
sino también a la comodidad y salubridad, como las que
regulan la aireación, las instalaciones sanitarias, de gas,
electricidad, la necesidad de ascensores y cocheras, etc.;
existen reglamentaciones para el equipamiento indispensa-
ble de los automotores que circulan en las rutas del país
destinadas a la seguridad y a evitar las molestias produci-
das por los ruidos, lo propio para las embarcaciones tanto
comerciales como deportivas o de paseo; respecto de los
inmuebles cercanos a las vías del ferrocarril y a las rutas;
otras que establecen requisitos de distinta especie para la
instalación de comercios, locales donde funcionan bares,
confiterías, salas de espectáculos; normas referidas a la po-
licía del trabajo y que tienen atingencia con la salubridad,
la seguridad y la moralidad; etcétera 4 .
No cabe duda de que mientras éstas y otras disposicio-
nes se mantengan en el ámbito de las restricciones al do-
minio y encuentren fundamento en el interés público, no
pueden ser tildadas de inconstitucionales, pues, como he-
mos recalcado, el dominio, como todo derecho subjetivo, es-
tá sujeto a las leyes que reglamentan su ejercicio. Pero
estas leyes, so pretexto de reglamentación, no pueden
desnaturalizarlo o enervar sus facultades hasta convertirlo
en un derecho lírico. Si la sociedad requiere del sacrificio
debe recurrir a la expropiación de todo o parte del bien
o de una desmembración, pudiendo constituir, por ejemplo,
una servidumbre administrativa.
Hay autores que sostienen que la expropiación es una
de las restricciones del dominio, pero tal tesis no es acep-
table en la medida en que la expropiación tiende al allana-
4
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II., p. 329; Lafaille, Tra-
tado de los derechos reales, t. II, p. 12.
552 PROPIEDAD Y DOMINIO
6
Peña Guzmán, Derecho civil Derechos reales, t. II, p. 300; Borda, Tra-
tado. Derechos reales, t. I, p. 399.
7
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. II, p. 13 y siguientes.
8
Salvat - Arganarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 331.
554 PROPIEDAD Y DOMINIO
9
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 335; Lafaille, Tra-
tado de los derechos reales, t. II, p. 19. En contra, Machado, Exposición y co-
mentario del Código Civil argentino, t. VII, p. 10 y siguientes.
RESTRICCIONES Y LÍMITES AL DOMINIO 557
referido: a) a la innecesaria prohibición que contiene de
constituir derechos reales que el Código no enumera; fr) las
razones históricas que podrían justificarla, y c) las inter-
pretaciones que le asigna la doctrina nacional, con predo-
minio de la que admite la constitución de censos y rentas
por un plazo limitado a cinco años (ver § 33 a 42).
C) RESTRICCIONES EMERGENTES
DE LAS RELACIONES DE VECINDAD
10
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 350.
¡
' Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. II, p. 34.
RESTRICCIONES Y LÍMITES AL DOMINIO 561
Respecto de las primeras cabe señalar que el elemento cul-
pa (subjetivo) no es exigido por la ley para consagrar la
restricción. Si la culpa tuviera lugar, la indemnización
tendría su fundamento genérico en la norma del art. 1109,
resultaría innecesario que la ley se ocupara de las distin-
tas situaciones. La responsabilidad subjetiva nace -en todo
caso- cuando el propietario hace caso omiso de la restric-
ción establecida por la ley y causa un daño que, desde lue-
go, debe resarcir según los principios generales, lo que
quiere decir que la restricción preexiste en la ley a la posi-
ble culpa y -por lo tanto- ésta no puede servirle de funda-
mento. Por ejemplo, violando la norma del art. 2624, hago
un pozo contra una pared medianera sin hacer un contra-
muro, y la pared se derrumba, mi responsabilidad deriva de
no haber tomado la medida que exige la ley, pero no pue-
de aquella negligencia servir de fundamento a la norma.
Por otra parte, la restricción existe aunque no exista el
peligro o daño actual o inminente, por ejemplo cuando al-
guien planta un árbol a menor distancia que la permitida
de la línea divisoria (art. 2628).
La teoría del riesgo creado también es insuficiente
porque no siempre existe riesgo12. Hay casos de molestias
que, a pesar de exceder la normal tolerancia, no aparejan
riesgos o daños graves. Cabe expresar a este respecto
también las mismas críticas que se hacen a las que se fun-
dan en la responsabilidad subjetiva, pues la restricción
preexiste y es recién cuando se viola que se crea un ries-
go, el que por tal violación será subjetivamente imputable.
A esto debemos agregar que la responsabilidad por riesgo
es más genérica y por lo tanto existe allí donde no hay
restricción. Por ejemplo, si a pesar de haberse guardado
la distancia necesaria para plantar un árbol, sus raíces so-
cavan los cimientos del vecino, sin perjuicio de lo dispues-
12
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. II, p. 35.
36. Musto, 1.
562 PROPIEDAD Y DOMINIO
13
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. II, p. 36.
RESTRICCIONES Y LÍMITES AL DOMINIO 563
e) CONFLICTOS DE DERECHOS. Otros autores se fundan en
la existencia de conflictos de derechos entre los propieta-
rios vecinos que hacen necesaria la existencia de solucio-
nes legales. La posibilidad de un conflicto entre partes,
sean vecinos o no, es factor permanente tenido en cuenta
por el legislador y por lo tanto también está presente al
tratar de las restricciones, pero con esta posición nada se
adelanta. El conflicto siempre existe potencialmente y pre-
venirlo o solucionarlo es misión de la ley, pero también las
restricciones están dispuestas, como lo dice el Código, en
interés recíproco de los vecinos, con la idea de hacer más
confortable la vida en sociedad que, si bien nos apareja una
serie de ventajas, más aun en el mundo moderno, nos lleva
a soportar no pocas molestias que constituyen un tributo
que paga el ciudadano por aquellas ventajas.
f) EXPROPIACIÓN. Se dice que cuando un inmueble, por
la actividad que realiza el propietario en él, altera las con-
diciones que hacen a la pureza del aire, o del medio am-
biente, creando una situación intolerable para sus vecinos,
realiza una expropiación privada de las comodidades de és-
tos quienes, por tanto, tienen derecho a una justa indemni-
zación. Esta teoría encierra otro inútil esfuerzo por lograr
subsumir en una institución lo que corresponde a otra, sin
advertir que aquí no siempre existe un interés, público o
privado, que justifique la expropiación y que tampoco se
da requisito alguno para la procedencia de ésta, ni se ad-
quiere un bien o un derecho real por parte de quien, al ejer-
cer su derecho, causa trastornos o molestias a sus vecinos14.
g) LA INMISIÓN. Tiene antecedentes en el derecho ro-
mano y se basa en el principio según el cual cada uno tiene
derecho a hacer en su terreno lo que le plazca, mientras no
afecte o se inmiscuya en el fundo ajeno lanzando sobre él
15
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 356.
16
Enneccerus - Kipp - Wolff, Tratado. Derecho de cosas, t. III, vol. I,
p. 314.
RESTRICCIONES Y LÍMITES AL DOMINIO 565
17
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 382. En contra,
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 422.
568 PROPIEDAD Y DOMINIO
18
Spota, Restricción al dominio y abuso del derecho, ED, 15-864.
19 CCivCom, Bahía Blanca, 30/9/52, JA, 1953-11-19, con nota de Spota, El
abuso del derecho y la prohibición de tener árboles a menor distancia que
la fijada en el Código Civil, art. 2628.
RESTRICCIONES Y LÍMITES AL DOMINIO 569
zas aumente su valor, y entonces, cuando provoca molestias
o perjuicios, recién pueda intentar la acción. Más grave
aún se torna la solución para quienes interpretan que, pa-
sado el término de prescripción, se puede considerar ad-
quirida una servidumbre a favor del titular del predio que
infringió la restricción.
Hemos hecho notar que estas restricciones son de pre-
vención o de precaución y, desde este punto de vista, tam-
poco existe razón para exigir un perjuicio actual y basta el
potencial, que la norma da por supuesto. De otro modo
también quien construye una fragua, una chimenea, etc.,
sin guardar los recaudos que establecen los arts. 2622 y
2623, podría demostrar que no hay daño o perjuicio y, por
último, cabe señalar que cuando el Código exige esa de-
mostración la ha establecido claramente como en el art.
2621.
b) PROHIBICIONES. Aunque no en forma absoluta, el art.
2625 prohibe tener, aun separados de las paredes mediane-
ras o divisorias, depósitos de aguas estancadas, que puedan
ocasionar exhalaciones infestantes, o infiltraciones nocivas,
ni hacer trabajos que transmitan a las casas vecinas gases
fétidos o perniciosos, que no resulten de las necesidades o
usos ordinarios; ni fraguas, ni máquinas que lancen humo
excesivo a las propiedades vecinas.
La enumeración que hace el artículo no se puede con-
siderar taxativa y se debe vincular con la norma del art.
2618, con la cual este artículo debe armonizarse, pues cier-
tas situaciones pueden superponerse a partir de la reforma
de la ley 17.711
El Código, después de sentar en el art. 2620 un princi-
pio general que tiene correlación con los arts. 2513 y 2514,
especialmente en cuanto este último estatuye: "El ejercicio
de esta facultades [o sea las inherentes al derecho de pro-
piedad] no puede ser restringido, en tanto no fuere abu-
sivo, aunque privare a terceros de ventajas o comodi-
570 PROPIEDAD Y DOMINIO
2
" Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 384.
RESTRICCIONES Y LÍMITES AL DOMINIO 571
directamente cortándolas. La diferencia se explica porque
las raíces significan un avance sobre el suelo que puede
perjudicar las construcciones o plantaciones, mientras que
las ramas pueden requerir ciertos cuidados para la poda, o
su realización en ciertas épocas del año para no dañar la
planta. Se argumenta también el hecho de que es poco
práctico que el afectado deba permitir al otro vecino que
entre para cortar las raíces que, probablemente, han sido
puestas al descubierto al realizar tareas de construcción o
de siembra.
c) DESCARGA DE TECHOS. Hemos hecho referencia ya a
la norma del art. 2630, que exige que los propietarios cons-
truyan sus techos de modo que las aguas pluviales caigan
en su propio suelo, o sobre calle o sitios públicos, y no so-
bre el suelo del vecino. La disposición está orientada al
futuro, pues el legislador ha tenido el cuidado de estable-
cer claramente que la obligación rige a partir de la promul-
gación del Código21. De este modo evitó causar conflictos
en el caso de edificios construidos con anterioridad.
En el art. 2631 admite la costumbre como fuente, al ex-
presar que cuando por ella los edificios estén construidos
de modo que las aguas de los techos caigan sobre suelo aje-
no, el propietario vecino no tiene derecho a impedirlo, pe-
ro tal tipo de construcción no se interpreta como una ser-
vidumbre de goteraje y, si el vecino decide construir en el
lugar, puede hacerlo tomando las medidas para que el agua
caiga en el mismo predio. Tal lo que dispone el art. 2631,
estableciendo una verdadera excepción al art. 2630 ya co-
mentado, en normas que han perdido actualidad en virtud
de las disposiciones relativas a la construcción que estable-
cen los municipios. Si destruida la antigua obra, se pre-
tende rehacerla o construir una nueva, no rige la excepción
y se aplica -entonces- el art. 2630.
22
CCivCap, en pleno, 10/5/35, JA, L-554; id., id., LL, 7-558.
RESTRICCIONES Y LÍMITES AL DOMINIO 573
23
Laquis, Derechos reales, t. IV, p. 248,
RESTRICCIONES Y LÍMITES AL DOMINIO 575
24
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 409.
576 PROPIEDAD Y DOMINIO
25
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 411.
37. Musto, 1.
578 PROPIEDAD Y DOMINIO
26
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 395; Lafaille, Tra-
tado de los derechos reales, t. II, p. 41; Messineo, Manual de derecho civil y
comercial, t. III, p. 297; Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. II, p. 31
y siguientes.
RESTRICCIONES Y LIMITES AL DOMINIO 579
turalmente y no por medios artificiosos. Si el muro es me-
dianero, pero uno de los condóminos lo ha sobreelevado
para realizar una construcción, puede abrir luces en las
mismas condiciones que en el muro contiguo (arts. 2732 y
2734)27.
Como las luces no representan una servidumbre, nada
impide al propietario vecino que, ejerciendo el derecho de
adquirir la medianería, proceda a cerrar las ventanas, pero
siempre que al edificar se apoye en dicha pared (art. 2655).
Puede también edificar una pared contigua, en su terreno,
que tenga por efecto cerrar la abertura y por lo tanto pri-
var al vecino de la luz (art. 2657). Los códigos de edifica-
ción reglamentan minuciosamente estas cuestiones, por lo
que las disposiciones sobre la materia se han desplazado a
la faz administrativa.
En cuanto a las vistas sobre el predio vecino, por me-
dio de ventanas, balcones y voladizos, están desautorizadas
por el Código a una distancia menor de tres metros de la lí-
nea divisoria, cuando son frontales o directas y, cuando se
trata de aberturas oblicuas a dicha línea, la distancia no
puede ser inferior a sesenta centímetros. La primera dis-
tancia debe contarse desde el filo o paramento exterior de
la pared o del voladizo, si lo hubiere, hasta la línea separa-
tiva y la segunda, desde la línea de separación de ambas
propiedades y naturalmente, aunque el Código no lo dice,
hasta el borde o jamba más cercana de la ventana.
1
López, Registro de aguas, en "Estudios de derecho civil. Homenaje al
doctor Luis Moisset de Espanés", p. 499.
584 PROPIEDAD Y DOMINIO
2
López, Registro de aguas, en "Estudios de derecho civil. Homenaje al
doctor Luis Moisset de Espanés", p. 700 a 702.
DOMINIO SOBRE LAS AGUAS 585
rácter de inmuebles por accesión, ya que estos elementos
se encuentran realmente inmovilizados por su adhesión fí-
sica al suelo con carácter de perpetuidad, tal como lo exige
el art. 2319.
Pero si el agua se separa del suelo o de su accesoriedad
artificial, se la transporta moviéndosela con una fuerza ex-
terna, entonces son aplicables las normas de los arts. 2318
y 2319. Este último considera muebles las partes sólidas
o fluidas del subsuelo separadas de él, y entre las segun-
das nuevamente está comprendida el agua3.
El agua puede ser susceptible de apropiación, aunque
la corriente o el lago o laguna donde se encuentre sea del
dominio público, pero muchas veces su extracción o utiliza-
ción puede estar regulada o restringida por normas de or-
den administrativo.
Debe distinguirse la naturaleza del agua de la energía
que puede producir. Sabemos que el aprovechamiento hi-
droeléctrico es una de las principales fuentes de energía,
pero hemos dicho que, a pesar de la equiparación legislati-
va que la reforma agregó al art. 2311, párr. 2°, la energía no
pasó a ser considerada directamente cosa, sino que le son
aplicables las disposiciones referentes a ellas.
Desde otro punto de vista puede afirmarse que el agua,
en general, es una cosa fungible esencialmente consumible.
3
SC Salta, Sala II, 30/4/64, LL, 116-212, con nota de Spota, Dominio y
'usucapión sobre aguas de fuentes.
586 PROPIEDAD Y DOMINIO
Interiores
Marítimas
Territoriales
Navegables
Corrientes No navegables
Superficiales Navegables
Durmientes No navegables
Aguas Terrestres
Surgentes o vertientes
Domínícalídad
Subterráneas
Derecho de extracción
Que caen en terrenos privados
Pluviales
Que caen en terrenos públicos
4
Spota, Tratado de derecho de aguas, t. II, p. 903.
DOMINIO SOBRE LAS AGUAS 591
construirlas por el ribereño más allá del medio del río ni
aun con licencia del Estado, la provincia o el municipio.
En materia de irrigación, la regulación corresponde a
los gobiernos locales. La ley nacional 6546 respeta la au-
tonomía provincial, dado que invita a los gobiernos pro-
vinciales a adherirse a los beneficios de ella, pero, en la
práctica, las grandes obras hidráulicas destinadas a la ge-
neración de energía en primer lugar, pero con amplia apli-
cación a los fines de riego, son encaradas, por su magnitud,
por el Estado nacional.
d) DURMIENTES O LACUSTRES. A diferencia de lo que acon-
tece con los ríos, el Código distingue entre lagos navega-
bles y no navegables. A los primeros los declara del domi-
nio público, habiendo la reforma eliminado el límite mínimo
del tonelaje de los buques que el Código había previsto (art.
2340, inc. 5o). Respecto de los segundos, el art. 2349 dis-
pone: "El uso y goce de los lagos que no son navegables,
pertenece a los propietarios ribereños".
o
El inc. 5 del art. 2340 expresaba, antes de la reforma,
"Los lagos navegables por buques de más de cien tonela-
das, y también sus márgenes". La ley 17.711 eliminó el
umbral referido al arqueo bruto total al que, según autori-
zada doctrina, se refería la norma y sustituyó la alusión a
los márgenes por otra respecto de los lechos, quedando así:
"5o) Los lagos navegables y sus lechos".
Si la norma era criticable en su redacción anterior, lo
es con mayor razón en la actual por su imprecisión para
definir lo que se debe entender por navegable y porque la
margen, según algunos autores, no forma parte del lago,
mientras que el lecho es uno de sus elementos constituti-
vos. No se explica por qué en los ríos son del dominio pú-
blico las riberas internas y en los lagos navegables no lo
son, o al menos no han sido claramente previstas. Si se
entienden las márgenes como riberas internas no hay razón
para excluirlas del dominio público. Si se considera que
592 PROPIEDAD Y DOMINIO
5
Allende, Lagos navegables y no navegables. Código y reforma, LL,
131-1478.
6
Spota, Tratado de derecho de aguas, t. II, p. 154.
DOMINIO SOBRE LAS AGUAS 593
lo cual la posibilidad de considerarlos del dominio público
dependerá de la cualidad apuntada.
Aunque la ley habla de uso y goce, no se puede con-
cluir que los ribereños tengan un derecho de usufructo o
de uso, con las características de estos derechos reales, si-
no que les corresponde como facultad inmanente a su con-
dición de ribereños. Tampoco se ha establecido el conte-
nido del uso y goce y la proporción en que cada propietario
puede ejercerlo cuando son varios. En cuanto a lo prime-
ro debemos tener en cuenta que el aprovechamiento se de-
be hacer conforme a un ejercicio regular según la fórmula
del art. 2513, ateniéndose a las disposiciones del Código
respecto al derecho de pesca, y a las reglamentaciones lo-
cales (art. 2549).
La circunstancia de que no estén enumerados en la nor-
ma del art. 2349, como del dominio público, no impide que
el lago no navegable se pueda considerar del dominio pri-
vado del Estado, cuando los títulos del particular eviden-
cien que el lago o laguna no está comprendido en dichos tí-
tulos. Tal lo que ha resuelto la Corte Suprema de Justicia
de la Nación7.
e) SURGENTES o VERTIENTES. Si bien el Código no les da
una designación específica, la norma básica, que es el art.
2637, se refiere a las aguas que surgen en los terrenos par-
ticulares estableciendo que ellas pertenecen a sus dueños,
quienes pueden usar libremente de ellas y cambiar su di-
rección natural. La circunstancia de que corran por terre-
nos inferiores no da derecho a los propietarios de éstos,
pero ello debe entenderse así, mientras no formen un cau-
ce natural. Si lo forman, entonces pertenecen al dominio
público, tal como se desprende de la última parte del artícu-
lo mencionado y de la norma del inc. 3 o del citado art.
7
CSJN, Fallos, 138:295.
38. Musto, 1.
594 PROPIEDAD Y DOMINIO
8
Peña Guzmán, Derecho civil. Derechos reales, t. II, p. 284.
9
CS Salta, Sala II, 30/4/64, LL, 116-212, con nota de Spota, Dominio y
usucapión sobre aguas de fuentes.
DOMINIO SOBRE LAS AGUAS 595
nio público a las aguas subterráneas, con mayor razón de-
bió hacerlo con las fuentes, dado que son aguas subterrá-
neas que afloran10.
El art. 2637, que fue reformado por la ley 17.711, con-
sagró el criterio del Código pero, en lugar de expresar que
si fueran el principal alimento de un río, o fuesen necesa-
rias a un pueblo, están sujetas a expropiación por utilidad
pública, como expresaba el viejo texto, dice: "Cuando consti-
tuyen curso de agua por cauces naturales pertenecen al
dominio público y no pueden ser alterados".
f) SUBTERRÁNEAS. Vélez Sársfield había omitido la men-
ción de las aguas subterráneas aunque el art. 2632 se refiere
a las aguas de pozos y el art. 3104 y siguientes se ocupan de
este tipo de aguas al regular la servidumbre de sacar agua11.
La reforma de la ley 17.711, ampliando el dominio pú-
blico, lo extendió a las aguas subterráneas distinguiendo
entre la dominialidad y el derecho de extracción por el
propietario del fundo, de acuerdo a su interés y sujetándo-
se a la reglamentación (art. 2340, inc. 3 o ).
Están implicadas en esta norma las aguas que yacen
en la profundidad del subsuelo, pero no aquellas que for-
man una corriente de agua subterránea o corren paralela-
mente a los ríos en un cauce natural subálveo. La distin-
ción tenía mayor importancia antes de la reforma ya que
las aguas subterráneas quietas pertenecían totalmente al
dueño del suelo por imperio del art. 2518, pues, según esa
norma, forman parte de él, como ya hemos expresado, en
concordancia con el concepto de inmueble dado en el art.
2314.
El aprovechamiento por parte del propietario del fun-
do es un derecho preferencial y la reglamentación a que
10
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p. 387.
11
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 450.
596 PROPIEDAD Y DOMINIO
12
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. I, p. 392 y 393.
DOMINIO SOBRE LAS AGUAS 597
CONDOMINIO
A) EL CONDOMINIO EN GENERAL
1
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 9.
CONDOMINIO 605
§ 286. COMUNIDAD O CONDOMINIO. - La comunidad se da
cuando varias personas tienen derechos de la misma natu-
raleza y en forma conjunta sobre uno o más bienes. La co-
munidad, por tanto, puede estar referida a derechos reales
o creditorios, a patrimonios o a partes alícuotas de ellos.
Cuando está referida a un derecho real sobre cosa propia,
estamos ante un condominio. La relación entre comunidad y
condominio es -por ende- de género a especie, respectiva-
mente 2 .
En los derechos reales sobre cosa ajena puede hablar-
se de comunidad cuando hay cotitularidad, o sea cuando
sobre un objeto recaen dos o más derechos de la misma
naturaleza y de ejercicio simultáneo. No hay comunidad,
en cambio, cuando esos derechos son independientes, co-
mo por ejemplo cuando sobre un mismo inmueble recaen
dos hipotecas, cada una de las cuales puede tener, y nor-
malmente tiene, diversa fuente, garantiza créditos distintos
y ambas tienen, por lo tanto, grados y formas de extinción
diferentes. Estos derechos no sólo no confluyen sino que
pueden llegar a ser contrapuestos. Puede existir -eso sí-
una hipoteca con varios titulares, destinada a garantizar una
misma acreencia, activamente mancomunada, o un con-
junto de acreencias, también mancomunadas, caso en que
habrá también cotitularidad.
El condominio es derecho real y recae sobre cosas. "No
es condominio la comunión de bienes que no sean co-
sas" (art. 2674).
2
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 8; Salvat - Argañarás, Tratado.
Derecho civil, t. III, p. 8.
606 PROPIEDAD Y DOMINIO
3
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 9.
CONDOMINIO 607
pero no podía ejercer derechos sobre la cosa o sus partes
materiales sino en unión con el resto de los condóminos,
reteniendo siempre el derecho de pedir la disolución median-
te la acción de partición4. Sin embargo, se debe tener en
cuenta que también la copropiedad en el derecho romano
fue producto de una larga evolución.
En la época de Justiniano, el derecho de cada uno de
los condóminos a oponerse a innovaciones que pudieran al-
terar el estado de la cosa {tus prohibendi) se había acen-
tuado a tal punto de considerarse ilegítima la obra hecha
por un condómino sin el consentimiento de los demás, sin
perjuicio de la facultad del juez de conservarla si aprove-
chaba a todos6.
Las notas en el sistema romano son: i ) unidad de objeto
e indivisión material de éste; 2) pluralidad de sujetos; 3) plu-
ralidad de titularidades correspondientes a cada sujeto cu-
yo derecho sobre la cosa común, en cuanto a las facultades
respecto de ella, es igual al de los demás, aunque porcen-
tual o cuantitativamente pueda ser desigual; 4) cada con-
dómino puede enajenar su parte ideal y se transmite a los
herederos o legatarios, y 5) se puede hacer cesar el estado
de indivisión ejercitando la actio communi dividundo.
b) GERMÁNICO. A diferencia del romano, el sistema de
origen germánico está inspirado en la propiedad colectiva,
en la que los partícipes están recíprocamente vinculados,
no formándose partes desligadas unas de otras, lo que difi-
culta el tráfico de la copropiedad.
Este sistema es llamado de la "propiedad en mano co-
mún" {Gesammte Eand) o también "solidarista". Sus no-
tas son: i ) unidad de objeto, sin división ni atribución ideal
en cuotas; 2) pluralidad de sujetos, pero sin titularidad in-
dependiente de manera que el sujeto es la pluralidad coli-
4
Mayr, Historia del derecho romano, t. II, p. 71.
5
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 10.
608 PROPIEDAD Y DOMINIO
6
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. II, p. 215.
CONDOMINIO 609
§ 290. ELEMENTOS. - De la definición antedicha surgen
los elementos caracterizantes de la figura.
a) SUJETOS. Necesariamente tiene que existir plurali-
dad de sujetos titulares de derechos para que se dé el con-
dominio. Si esa pluralidad de personas constituye a su vez
un ente que, como persona o sujeto de derecho es titular
de la propiedad de una cosa, no hay condominio sino domi-
nio por parte del ente, por ejemplo cuando una asocia-
ción o sociedad es propietaria. Nada obsta a que esa so-
ciedad sea condómina, con otra u otras personas, de una
cosa.
b) OBJETO. El objeto es siempre la cosa. Si los obje-
tos son varios, habrá varios condominios aunque las perso-
nas lo hayan tratado como uno solo, pues si ello es así para
el dominio, por ejemplo en las universalidades de hecho,
con mayor razón lo será para el condominio. Pero varias
personas pueden ser condóminas de objetos plurales, todos
ellos en condominio, pudiendo llegar a practicarse la divi-
sión adjudicando unidades a cada uno de ellos.
Por ejemplo, se adquieren por dos o más personas diez
lotes de terreno, en condominio, sin especificar cuál uni-
dad o unidades pertenece a cada uno. Todos son condó-
minos de todos, hasta que se practique la partición.
c) PARTE INDIVISA. Ya hemos caracterizado, al dar la de-
finición legal, en qué consiste la parte indivisa o ideal. So-
bre esta parte -como veremos- el condómino tiene las más
amplias facultades, puede gravarla, enajenarla, etc., sin la
intervención de los otros condóminos que ni siquiera tie-
nen un derecho preferencial para adquirirla (no es así en la
copropiedad naval, ley 20.094).
39. Musto, 1.
610 PROPIEDAD Y DOMINIO
7
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 460.
8
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. II, p. 206.
CONDOMINIO 611
ciendo abandono de su parte (art. 2685) mientras que en
la sociedad no existe tal facultad.
§) Los acreedores de los condóminos pueden hacer
embargar y vender la parte indivisa aun antes de practicar-
se la división (art. 2677). En las sociedades, los acreedo-
res sólo pueden cobrarse sobre las utilidades o la cuota
de liquidación, salvo en las sociedades de responsabilidad
limitada y las sociedades por acciones.
9) La administración del condominio está estableci-
da por la ley. En la sociedad pertenece, en principio, a to-
dos los socios, salvo lo dispuesto en la ley respectiva según
el tipo de sociedad y de acuerdo a lo que se determina en el
contrato.
b) COMUNIDAD HEREDITARIA. Ya hemos diferenciado el con-
dominio de la comunidad de bienes en general, y la heredi-
taria es una típica forma de ellas.
i ) La comunidad hereditaria recae sobre todos los bie-
nes que conforman la herencia. A cada heredero le co-
rresponde una parte alícuota de ella mientras se mantenga
el estado de indivisión. El condominio recae solamente so-
bre cosas9.
2) La comunidad hereditaria nace -como su nombre lo
indica- cuando muere una persona dejando más de un he-
redero y este estado persiste mientras no se opere la parti-
ción de la herencia. El condominio tiene otras fuentes co-
mo el contrato, la ley y la prescripción.
3) La división de la herencia debe pedirse ante el juez
de la sucesión, aunque los códigos procesales modernos,
admiten el apartamiento del proceso cuando todos los he-
rederos son mayores de edad; en cambio, en el condomi-
nio, la competencia corresponde al lugar de situación de la
cosa.
10
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. II, p. 203.
11
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 462.
CONDOMINIO 613
3) La administración del consorcio y las diversas me-
didas en torno a la propiedad horizontal se ejercen también
por sus órganos: el administrador y la asamblea con las ma-
yorías establecidas por la ley o por el reglamento, según el
caso. Existen sensibles diferencias con el Cap. I del Tít.
VII que regula la administración en el condominio.
4) El propietario de la unidad no puede desobligarse
del pago de las expensas abandonando la cosa, respecto de
la obligación de contribuir al pago de aquéllas. El art. 18
de la ley 13.512 deroga los arts. 2617, 2685 infine y 2693,
mientras el último párrafo del art. 8o establece la imposibi-
lidad de la liberación por el abandono.
d) OTROS DERECHOS REALES. La concurrencia de dos o
más derechos reales sobre una misma cosa, puede tener lu-
gar tratándose de derechos de la misma naturaleza que con-
fluyen en igualdad o paridad de condiciones, aunque sean
desiguales las cuotas partes, o puede tener lugar con dere-
chos de contenido distinto. En el primer caso se tratará
de condominio, cuando está relacionado con la propiedad,
o de cousufructo, couso, etc., cuando lo es respecto a estos
derechos reales. En el segundo caso, concurren un dere-
cho sobre cosa propia con otro sobre cosa ajena (p.ej., do-
minio y usufructo) o también pueden concurrir con dos o
más derechos sobre cosa ajena (dominio, usufructo, servi-
dumbre), no existiendo así comunidad alguna sino desmem-
bración.
1) USUFRUCTO. Con la constitución del usufructo, el
derecho se desgaja o se desmembra en nuda propiedad,
por una parte, y usufructo por la otra, pero sobre la base
de una distinción cualitativa de las facultades. En el con-
dominio, siendo la concurrencia de derechos de la misma
naturaleza, la diversificación es cuantitativa. En otras pa-
labras, los derechos del usufructuario y del nudo propieta-
rio son de distinta naturaleza, mientras los de los condómi-
nos son de la misma naturaleza.
614 PROPIEDAD Y DOMINIO
12
Gatti, Teoría general de los derechos reales, p. 120; Areán de Díaz de
Vivar, Condominio, p. 27.
616 PROPIEDAD Y DOMINIO
13
Lafaüle, Tratado de los derechos reales, t. II, p. 214.
CONDOMINIO 617
así, también por vía unilateral, la competencia al juez de la
situación de la cosa.
No esgrimimos el argumento de que no está enumera-
da la posibilidad en el art. 2675, pues no consideramos esta
enumeración como taxativa.
La tesis contraria ha tenido acogida en cierta jurispru-
dencia que admite la transformación, cuando ha pasado lar-
go tiempo y la inscripción ha sido pedida por todos los he-
rederos con referencia a un inmueble determinado. Sin
embargo, esta posición genera un interrogante: ¿cuándo se
opera esta transformación? La falta de certeza de este
momento conspira contra la seguridad jurídica y los princi-
pios de orden público que tienen clara recepción en mate-
ria de derechos reales14.
Como expresa Alterini, la inscripción de la declaratoria
de herederos no puede tener tanta energía como para con-
vertir la comunidad hereditaria en condominio, cuando nin-
guna disposición legal da pie a ese trascendente efecto y, si
no la tiene, no puede inferirse el efecto de la mera prolon-
gación de la indivisión15.
14
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. II, p. 124 y ss.; Areán
Díaz de Vivar, Condominio, p. 31.
15
Llambías - Alterini, Código Civil anotado. Derechos reales, t. IV-A,
p. 496.
618 PROPIEDAD Y DOMINIO
16
Aubry-Rau, Cours de droit civil frangais, p. 466.
CONDOMINIO 621
tro juicio, la posibilidad del acreedor hipotecario de embar-
gar, e incluso subastar la parte ideal del inmueble, no está
supeditada ni a la partición ni a su resultado17. Menos con-
gruencia aun existe al referirse a la parte ideal abstracta, y
determinar que esa parte ideal pueda tocar a uno u otro
condómino en la partición, si por hipótesis esa parte no está
determinada. En otras palabras, si se trata de una sola
cosa, o sea un solo inmueble, y el condómino hipoteca su
cuota, por ejemplo un quinto del inmueble, cuando se realice
la partición, recién se determinará cuál es el quinto. Si
se lo determinara ab initio estaríamos ante una hipoteca
de parte material y entonces sí sería comprensible la norma.
Entendemos que la parte indivisa es susceptible de hi-
poteca y que el acreedor hipotecario puede ejercitar sus
derechos sin supeditarlos a la partición, con lo que queda
sin sustento la polémica de la doctrina interpretativa de si
se trataría de una hipoteca sujeta a condición suspensiva o
resolutoria. Esta polémica se traslada así a la interpreta-
ción del art. 3123 en lo referente a la parte material. El
tema está íntimamente vinculado con el carácter declarativo
de la partición (art. 2695). Nos explicamos brevemente.
Cuando estudiamos el principio de convalidación (art.
2504), expresamos que todos los derechos reales eran con-
validabas con excepción de la hipoteca (art. 3126).
Si el constituyente no es propietario de la cosa, en
principio, no podría constituir hipoteca sobre una parte ma-
terialmente determinada, por no ser dueño exclusivo de ella.
Pero, si la hubiera constituido, sólo será válida en la medida
en que esa porción material le corresponda en la partición.
En efecto, en virtud del efecto declarativo {ex tune) de la
partición, se entiende que el condómino fue propietario de
17
Pelosi, Ejecución de la hipoteca sobre parte indivisa. Distingo en-
tre el periodo contencioso y de cumplimiento, "Revista del Notariado", año
LXXVIII, n° 741, p. 1018.
622 PROPIEDAD Y DOMINIO
18
Aubry - Rau, Cours de droit civil frangais, p. 406 y 407.
19
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 46 a 48.
CONDOMINIO 625
20
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 31 y siguientes.
40. Musto, 1
626 PROPIEDAD Y DOMINIO
22
Gatti, Teoría general de los derechos reales, p. 281.
23
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 41.
CONDOMINIO 629
24
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. II, p. 152 y siguientes.
25
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 475; Areán de Díaz de Vivar,
Condominio, p. 56.
630 PROPIEDAD Y DOMINIO
26
Pothier, Traite du contrat de baü a rente, en "(Euvres completes", p.
189, n° 191 y 192.
CONDOMINIO 633
27
Peña Guzmán, Derecho civil. Derechos reales, t. II, p. 557.
634 PROPIEDAD Y DOMINIO
28
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 58.
CONDOMINIO 635
La remoción del administrador puede decidirse ad nu-
tum, o sea aunque no haya causales para ello, siempre que
se resuelva por mayoría. El administrador está obligado a
rendir cuentas (art. 1909).
29
Spota, Instituciones. Contratos, t. IV, p. 560; id., El condómino como
locatario de la cosa común, JA, 1956-1-126.
636 PROPIEDAD Y DOMINIO
30
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 70; Borda, Tratado. Dere-
chos reales, t. I, p. 488.
CONDOMINIO 637
31
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 68.
32
Segovia, El Código Civil de la República Argentina, t. II, p. 147.
CONDOMINIO 641
La importancia práctica de la cuestión tiene relación
con la determinación de la competencia del juez, según lo
dispongan las leyes procesales.
No hesitamos en inclinarnos por la tesis que la consi-
dera una acción real, pues tiene un derecho real como base
y fundamento de la pretensión (el de condominio) y la
constitución de otro (el de dominio) como objeto. La cir-
cunstancia de que a veces la partición se traduzca en pres-
taciones en dinero de ninguna manera convierte en perso-
nales a las pretensiones de las partes, como no se convierte
en personal la reivindicación en los casos de los arts. 2784
y 2785.
El Código Procesal Civil y Comercial de la Nación ha
zanjado la cuestión estableciendo expresamente que la re-
gla de competencia de las acciones reales se aplica a la di-
visión de condominio (art. 5o, inc. Io, ap. 2 o ). La conve-
niencia de que actúe el juez del lugar donde está situada la
cosa es manifiesta, si se tiene en cuenta que pueden ser
necesarias pericias, tasaciones o inspecciones oculares so-
bre el propio terreno, cuando se trate de inmuebles, o la
exhibición de la cosa, cuando se trata de muebles.
1) N O C I O N E S GENERALES
41. Musto, 1
642 PROPIEDAD Y DOMINIO
33
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 87.
CONDOMINIO 643
36
Borda, Tratado. Sucesiones, t. I, p. 402.
37
Borda, Tratado. Sucesiones, t. I, p. 407.
648 PROPIEDAD Y DOMINIO
38
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 95; Lafaüle, Tra-
tado de los derechos reales, t. II, p. 267; Borda, Tratado. Derechos reales,
t. I, p. 502; Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 98.
650 PROPIEDAD Y DOMINIO
39
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 101.
40
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 102.
652 PROPIEDAD Y DOMINIO
41
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 103.
CONDOMINIO 653
42
Baglieto - Grinberg - Papaño, Medianería, p. 63.
CONDOMINIO 655
43
Baglieto - Grinberg - Papaño, Medianería, p. 166.
44
CCivCap, en pleno, 10/5/35, JA, 50-559, voto del doctor Tobal.
42. Musto, 1.
658 PROPIEDAD Y DOMINIO
45
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 100.
CONDOMINIO 659
46
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. III, p. 293.
47
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. II, p. 90.
48
Spota, Tratado de medianería, p. 71 y siguientes.
660 PROPIEDAD Y DOMINIO
49
Baglieto - Grinberg - Papaño, Medianería, p. 103.
BO CNEspCivCom, Sala II, 28/7/80, ED, 90-303.
5i CNCiv, Sala F, 22/3/80, JA, 1980-111-81; id., Sala G, 13/2/81, LL, 1981-
B-226.
CONDOMINIO 661
d) REQUERIMIENTO PREVIO Y OPORTUNIDAD DE ABANDONO. Se
ha planteado la cuestión acerca de si, para hacer uso de la
facultad del art. 2725, es necesario el previo requerimiento
al vecino para la contribución en la construcción52. Esta
exigencia no está consagrada por la ley y nada obsta a que
la pared se construya sin realizar este previo requerimien-
to, lo que en la práctica ocurre frecuentemente 53 . Sin
embargo, la formulación previa del requerimiento tiene la
ventaja de que el vecino requerido podría controlar efi-
cazmente el costo y la calidad de los materiales emplea-
dos y evitarse así la recurrencia a tasaciones posteriores.
Aparte de ello, no se debe olvidar que teniendo la facultad
de servirse de la pared para otros fines, en el caso de
que el colindante participe en la construcción, podrá tener
el conocimiento cabal de los posibles usos a que puede ser
sometida. La falta de requerimiento -empero- no enerva
el derecho del constructor al crédito correspondiente.
Asimismo, el abandono por parte del vecino puede te-
ner lugar antes o después de construido y -a nuestro jui-
cio- debe ser expreso y formulado por escritura pública,
debidamente inscripta a los fines de la oponibilidad a ter-
ceros, prueba que prevalecerá en caso de duda sobre la ti-
tularidad (arts. 2718, 2720 y, especialmente, 2721) v
e) PRESCRIPCIÓN. Las distintas posiciones que hemos
mencionado tenían importancia práctica por su directa in-
cidencia sobre la prescripción de las acciones. Si el muro
se consideraba de propiedad exclusiva del constructor, po-
día éste alegar, con el tiempo, la adquisición por prescrip-
ción de la parte del terreno ajeno sobre el que asentó la
pared. Si, por el contrario, se sostiene la tesis de la exis-
tencia in continenti del condominio y el nacimiento de un
derecho de crédito ipso iure, la prescripción sería libera-
52
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 122.
53
CNCiv, Sala G, 13/2/81, LL, 1981-B-226.
662 PROPIEDAD Y DOMINIO
54
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 121.
55 CCivCom Mercedes, Sala I, 7/3/95, LIBA, 1995-432.
CONDOMINIO 663
56
Baglieto - Grinberg - Papaño, Medianería, p. 108.
57
CCivCap 2a, 21/12/21, JA, XXXVI-1419.
664 PROPIEDAD Y DOMINIO
58
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 113; Persegani,
Tratado de la medianería urbana, p. 26.
CONDOMINIO 665
59
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 155 y 156; Baglieto - Grinberg -
Papaño, Medianería, p. 157, 165 y 166.
666 PROPIEDAD Y DOMINIO
64
Spota, Tratado de medianería, p. 227; en contra, Salvat - Argañarás,
Tratado. Derechos reales, t. III, p. 167; Arean de Díaz de Vivar, Condominio,
p. 153.
668 PROPIEDAD Y DOMINIO
65
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. II, 308.
66 Ver n o t a al art. 2719; Baglieto - Grinberg - P a p a ñ o , Medianería, p. 124 y
ss.; Spota, Tratado de medianería, p. 261.
CONDOMINIO 669
Los signos materiales están constituidos por todos los
elementos que puedan formar parte del muro o de sus ac-
cesorios y que indiquen, de manera asertiva, la pertenencia
exclusiva de una de las edificaciones: tirantes colocados so-
bre el muro, tejas, guardas o revestimientos, entre otros.
Cuando los signos no son unívocos o existen de modo que
puedan ser atribuibles a uno o a otro, se neutralizan, y su
valor como prueba debe descartarse. Cuando hay conflic-
to o contradicción entre los instrumentos y los signos, pre-
valece la prueba instrumental (art. 2721). La norma parece
indicar que el instrumento prueba a favor de la medianería
Ctítulo que establezca la medianería"), pero nada obsta
a que el título pruebe la exclusividad del dominio.
Las disposiciones dan lugar a una serie de interrogan-
tes. ¿Significa que el Código ha restringido los medios
probatorios? En efecto, pese a que se refiere a instrumen-
tos públicos o privados, ellos deben ser actos comunes a
las dos partes o a sus autores, o sea que no es suficiente
un documento de origen singular o un principio de prueba
por escrito. Los signos materiales son idóneos, pero no lo
es la prueba testimonial. Recordemos que ya la admisión
de prueba extraña a la escritura pública es una excepción
a la regla general referida a los inmuebles y que ello justifi-
caría en cierto modo la limitación de los requisitos de la
instrumental 67 . Los instrumentos pueden tener un ori-
gen singular cuando provienen del propietario único de am-
bos inmuebles que ha efectuado la división y enajenación.
Cuando el Código se refiere a los autores comprende a los
antecesores en la propiedad, sea a título universal o singu-
lar y es por ello que si hay un autor común, el instrumento
puede ser emanado de éste. Si, por el contrario, emana
de uno solo de los antecesores, no podrá ser opuesto al ve-
cino lindero, pues para él es res ínter olios acta68.
69
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. II, 314.
70
Baglieto - Grinberg - Papaño, Medianería, p. 175.
71
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 171; Lafai-
lle, Tratado de los derechos reales, t. II, 303; Spota, Tratado de medianería,
p. 276; Persegani, Tratado de la medianería urbana, p. 136.
CONDOMINIO 671
zación de la pared por el vecino72; otra sostuvo que corres-
pondía tomar en cuenta el valor a la época de la iniciación
de la demanda, por ser éste el momento de la adquisición73;
algunos fallos se atenían al valor a la fecha en que se ter-
minó la construcción74 y otros se inclinaban por el valor ac-
tualizado a la fecha de la sentencia75.
La reforma se inclinó por aceptar el criterio de fijar el
valor a la fecha de la demanda o de la constitución en mora
(art. 2736, reformado por ley 17.711), pero prontamente sur-
gieron nuevas discrepancias, ya que de inmediato se perfiló
una tendencia en la que gravitó particularmente la opinión de
Llambías76. Dicha tendencia entendía que el agregado intro-
ducido implicaba "cristalizar el monto de la deuda de media-
nería por voluntad del legislador, lo que debe ser aceptado
por los tribunales, sin que corresponda, por razón de dicha
cristalización, incrementar el valor de la medianería a causa
de la desvalorización monetaria producida ulteriormente" 77 .
No se hizo esperar la reacción de nuestra más conspicua
doctrina y de la propia jurisprudencia. Moisset de Espa-
nés advierte con agudeza que lo que se cristaliza es el va-
lor, pero no el monto o la suma de dinero al que habrá que
traducir precisamente aquel valor78.
81
Lafaille, Tratado de los derechos reales, t. II, p. 315; Areán de Díaz de
Vivar, Condominio, p. 167.
43. Musto, 1.
674 PROPIEDAD Y DOMINIO
82
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 359.
CONDOMINIO 675
83
Baglieto - Grinberg - Papaño, Medianería, p. 107; Salvat - Argañarás, Tra-
tado. Derechos reales, t. III, p. 121; Lafaüle, Tratado de los derechos reales,
t II, p. 304.
676 PROPIEDAD Y DOMINIO
86
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 182.
CONDOMINIO 679
tan confundidos, sino que no se han precisado en el terreno,
pues hablar de límites confundidos encierra una cierta con-
trariedad, mejor se diría "indeterminación conereta de los
límites"87.
Naturalmente que para que se dé esta situación se de-
be tratar de: a) heredades contiguas; 5) los predios deben
ser rústicos (en el sentido de no edificados y no de rurales
-art. 2748-); c) el litigio no debe versar sobre el alcance
de los títulos, y d) el límite no debe estar determinado so-
bre el terreno por ausencia o desaparición de las señales
demarcatorias88.
87
Salvat - Argafiarás, Tratado. Derechos reales, t. III, p. 207; Lafaille,
Tratado de los derechos reales, t. II, p. 336; Borda, Tratado. Derechos reales,
t. I, p. 547.
88
Areán de Díaz de Vivar, Condominio, p. 188.
680 PROPIEDAD Y DOMINIO
89
Peña Guzmán, Derecho civil. Derechos reales, t. II, p. 650.
CONDOMINIO 681
do. Ello sin perjuicio de que previamente se intenten los
remedios posesorios a que hubiere lugar.
Por último, las leyes procesales establecen un procedi-
miento específico para la acción de deslinde (art. 673 y ss.,
Cód. Proc. Civil y Com. de la Nación), mientras que la acción
de reivindicación tramita por el procedimiento ordinario.
4
Tranchini de Di Marco, Tiempo compartido (consideraciones sobre el
proyecto de ley sancionado por el Senado de la Nación), LL, 1996-C-1134.
NUEVAS FORMAS DE DOMINIO Y CONDOMINIO 687
Se han señalado inconvenientes prácticamente insalva-
bles para subsumir esta institución dentro del campo de los
derechos reales, al menos en nuestro régimen jurídico.
Recordemos en primer lugar que el Código adoptó clara-
mente el numerus clausus en materia de derechos reales lo
que implica que no se pueden crear otros derechos de esta
naturaleza que los previstos en las leyes ni modificar los
existentes (art. 2502, Cód. Civil). Si se trata de un dominio
normal la solución apunta a la formación de un condomi-
nio, pero esta figura tiene el inconveniente de que no se
puede pactar la indivisión por un plazo superior a los cinco
años (art. 2715).
Por otra parte, un condominio de numerosas personas
(entre doce y cincuenta y dos, si es el disfrute mensual o
semanal, respectivamente), nos llevaría a un engorroso pro-
blema. Si se trata de departamentos en propiedad hori-
zontal, también tendría que pactarse la indivisión por los
condóminos de un mismo departamento, pero tendrían idén-
tico límite temporal.
Los derechos reales de usufructo, uso y habitación, si
bien contienen una solución que puede ser más apropiada,
conllevan el inconveniente de que son vitalicios, de manera
que no pueden transmitirse por vía hereditaria, ni ser objetos
de cesión (en el usufructo sólo puede cederse el ejercicio).
Otro obstáculo es que el propietario o nudo propieta-
rio, no puede asumir obligaciones de hacer, porque se des-
naturalizaría su derecho, estando sus facultades y deberes
taxativamente enumerados en el Código Civil.
Teniendo en cuenta estos escollos, la mayoría de la
doctrina se inclina por la reforma legislativa que permita
crear un nuevo derecho real o, como lo propició el Proyec-
to de Unificación, reformar el art. 2715 para adecuarlo al
sistema (Proyecto de 1998, art. 2030).
c) CONCEPTO. Mientras la reforma legislativa no se pro-
duzca, debemos considerarlo un derecho personal que per-
688 PROPIEDAD Y DOMINIO
44. Musto, 1.
690 PROPIEDAD Y DOMINIO
5
Kiper, Acerca de la posibilidad de constituir derechas reales sobre
espacios destinados a sepulturas en los cementerios privados, LL, 1988-E-
929; Scotti, Régimen jurídico de los cementerios privados, LL, 1987-A-811.
698 PROPIEDAD Y DOMINIO
6
Adrogué, El derecho de propiedad en la actualidad, p. 218; Scotti,
LLActualidad, del 27/11/90, y Régimen jurídico de los cementerios priva-
dos, LL, 1987-A-811.
NUEVAS FORMAS DE DOMINIO Y CONDOMINIO 699
placentero el recorrido, confiterías, restaurantes, juegos pa-
ra niños, salas de cinematografía, locales de comidas rápi-
das. Todo ello con los accesorios necesarios, estaciona-
mientos, sanitarios, etcétera.
El centro de compras, en sí, como organización, gene-
ralmente pertenece a una empresa constituida como socie-
dad anónima, que realiza grandes inversiones para su insta-
lación. Los locales pueden venderse o no a particulares,
accionistas o no de la sociedad. En este caso también
puede acudirse a la ley de propiedad horizontal, aunque el
reglamento debe ser minucioso dada la complejidad que
tienen los centros y los requisitos que se exigen a los usua-
rios de los locales.
Una vez más observamos que el legislador va a la zaga
de la realidad, pues es imprescindible que se regule no sólo
el aspecto de las relaciones de quienes se instalan con fi-
nes de lucro, sino también que se cuiden los detalles edili-
cios, de circulación, de comercialización, de tránsito auto-
motor, de seguridad en los sectores aledaños, entre otros.
PROPIEDAD HORIZONTAL
A) LA INSTITUCIÓN
1) CONSIDERACIONES GENERALES
1
Negri, Régimen argentino de la propiedad horizontal, p. 3; Laje, La
propiedad horizontal en la legislación argentina, p. 29.
2
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 7.
702 PROPIEDAD Y DOMINIO
3
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 564; Racciatti, Propiedad por
pisos o por departamentos, p. 1.
PROPIEDAD HORIZONTAL 703
4
Allende, Panorama de derechos reales, p. 124, y El acto jurídico real
(con acotaciones sobre el acto jurídico familiar y las nulidades), LL, 110-
1062.
5
Vázquez Bote, Prolegómenos al régimen de horizontalidad en dere-
cho puertorriqueño, "Revista Crítica de Derecho Inmobiliario", Madrid, nov.-dic.
1977, n° 523, p. 1295.
6
Mayr, Historia del derecho romano, t. I, p. 70.
7
Vázquez Bote, Prolegómenos al régimen de horizontalidad en dere-
cho puertorriqueño, "Revista Crítica de Derecho Inmobiliario", Madrid, nov.-dic.
1977, n° 523, p. 1295.
PROPIEDAD HORIZONTAL 705
8
Vázquez Bote, Prolegómenos al régimen de horizontalidad en dere-
cho puertorriqueño, "Revista Crítica de Derecho Inmobiliario", Madrid, nov.-dic.
1977, n° 523, p. 1296.
9
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 9.
706 PROPIEDAD Y DOMINIO
10
Vázquez Bote, Prolegómenos al régimen de horizontalidad en dere-
cho puertorriqueño, "Revista Crítica de Derecho Inmobiliario", Madrid, nov.-dic.
1977, n° 523, p. 1296.
11
Fontbona, ¿Es necesario modificar el régimen argentino de la pro-
piedad horizontal?, "Revista Notarial", n° 850, p. 674.
12
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 10.
PROPIEDAD HORIZONTAL 707
13
Palmiero, Tratado de la propiedad horizontal, p. 45.
708 PROPIEDAD Y DOMINIO
14
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 560.
710 PROPIEDAD Y DOMINIO
Servidumbre
Asimilación a Permitido
Usufructo
otro derecho
real Superficie
Prohibido
Enfiteusis
Comunidad pro diviso
Teorías - Como comunidad Condominio forzoso
Mixta: dominio y condominio a la vez
Sociedad
Contrato Gestión
Cuasicontrato
Derecho real autónomo
15
Poirier, La propiedad horizontal, p. 4.
712 PROPIEDAD Y DOMINIO
16
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 35.
PROPIEDAD HORIZONTAL 713
b~) En caso de abandono de la propiedad horizontal, el
dominio refluye al Estado, lo que no ocurriría si fuera un
usufructo, pues se beneficiaría -con la renuncia- el nudo
propietario.
c) El usufructo no es transmisible, es temporario, se
extingue siempre con la vida del usufructuario y a los vein-
te años si su titular es una persona jurídica, siempre que
no tuviere un plazo menor. La propiedad horizontal se
constituye a perpetuidad, y puede ser transmitida por ac-
tos entre vivos o mortis causa.
d) En el usufructo sólo se puede ceder el ejercicio, la
unidad funcional puede venderse. Lo primero constituye un
contrato de cesión, lo segundo de compraventa.
é) El usufructuario no puede constituir hipoteca sobre
el bien sujeto a usufructo, el propietario horizontal puede
gravarlo con éste y otros derechos reales.
17
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 39.
714 PROPIEDAD Y DOMINIO
18
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 34 y 35.
PROPIEDAD HORIZONTAL 715
de departamento tiene una autonomía real desde la consti-
tución del derecho y desde entonces nace también la facul-
tad sobre las partes comunes del edificio.
19
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 37; Borda,
Tratado. Derechos reales, t. I, p. 563.
716 PROPIEDAD Y DOMINIO
21
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 563.
22
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 47.
718 PROPIEDAD Y DOMINIO
B) RÉGIMEN LEGAL
1) INTRODUCCIÓN
23
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 37; Palmiero,
Tratado de la propiedad horizontal, p. 21; Borda, Tratado. Derechos reales,
t. I, p. 564; Alterini, Derechos de los consorcistas, ED, 68-779.
720 PROPIEDAD Y DOMINIO
24
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 105.
PROPIEDAD HORIZONTAL 721
tituya o transfiera el dominio u otros derechos reales sobre
pisos o departamentos, cuando no se encontrase inscripto
con anterioridad el reglamento de copropiedad y adminis-
tración o no se lo presentare en este acto en condiciones
de inscribirlo".
La inscripción del reglamento de copropiedad y admi-
nistración es -a la vez- un recaudo imprescindible para el
sometimiento al régimen, o -si se quiere- para la constitu-
ción del estado de propiedad horizontal25, y fija el momen-
to en que los derechos se transforman, variando su natura-
leza, la que no se pierde por la circunstancia de que el
mismo dueño conserve todas las unidades o por el hecho
de que una persona las adquiera con posterioridad.
26
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 522; Highton, De-
rechos reales, vol. 4, p. 106.
46. Musto, 1.
722 PROPIEDAD Y DOMINIO
26
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 105.
27
En contra, Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 106.
724 PROPIEDAD Y DOMINIO
29
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 109; Mariani
de Vidal, Curso de derechos reales, t. II, p. 131; Negri, Régimen argentino de
la propiedad horizontal, p. 138. En contra, Borda sostiene que el reglamento
no es un contrato sino el conjunto de normas jurídicas que rigen la vida interna
del consorcio (Tratado. Derechos reales, t. I, p. 626).
30
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 131.
726 PROPIEDAD Y DOMINIO
31
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 629.
32
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 142.
PROPIEDAD HORIZONTAL 729
para modificarlo, pero el mismo artículo, en su primer pa-
rágrafo, establece que esa mayoría no puede ser inferior a
los dos tercios. En otras palabras, el reglamento puede fi-
jar dicha proporción u otra mayor.
Establecer la unanimidad para la modificación del re-
glamento puede implicar el predominio de la voluntad del
propietario originario cuando éste ha redactado el regla-
mento e impide su modificación con su voto, que en reali-
dad resulta un veto, situación que puede ser revisada ju-
dicialmente. Además el espíritu de la norma, al hablar
de mayorías, implica -en cierto modo- descartar la una-
nimidad.
La modificación del reglamento no puede afectar los
derechos adquiridos de los consorcistas en forma individual,
por ejemplo declarando comunes partes que eran exclusi-
vas de uno de los propietarios33, modificando su destino o
alterando las proporciones en que se debe contribuir. Pa-
ra ello se requiere el consentimiento del afectado34, cual-
quiera que sea la mayoría que haya obtenido la resolución
en la votación de la asamblea.
33
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 503.
34
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 524.
35
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 633; Palmiero, Tratado de la
propiedad horizontal, p. 225.
730 PROPIEDAD Y DOMINIO
36
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 503.
PROPIEDAD HORIZONTAL 731
3) OBJETO
37
Salvat - Argaftarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 484; Valiente
Noailles, Derechos reales, p. 6; Negri, Régimen argentino de la propiedad ho-
rizontal, p. 30; Poirier, La propiedad horizontal, p. 45; Peña Guzmán, Dere-
chos reales, t. II, p. 667; Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 61.
PROPIEDAD HORIZONTAL 733
38
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 73.
734 PROPIEDAD Y DOMINIO
40
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 75.
41
Poirier, La propiedad horizontal, p. 53; Salvat - Argañarás, Tratado.
Derechos reales, t. II, p. 488. Racciatti, Propiedad por pisos o por departa-
mentos, p. 84.
47. Musto, 1.
738 PROPIEDAD Y DOMINIO
42
Conf. Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 109;
en contra, Gabas, Manual teórico-práctico de propiedad horizontal, p. 84.
PROPIEDAD HORIZONTAL 739
43
Negri, Régimen argentino de la propiedad horizontal, p. 66; Palmie-
ro, Tratado de la propiedad horizontal, p. 237.
44
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 572.
45
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 89.
740 PROPIEDAD Y DOMINIO
4) CONSORCIO DE PROPIETARIOS
46
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 498; Poírier, La
propiedad horizontal, p. 138.
47
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 634; Highton, Derechos
reales, vol. 4, p. 242; Palmiero, Tratado de la propiedad horizontal, p. 198.
48
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 127.
49
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 63.
PROPIEDAD HORIZONTAL 741
hemos dicho-, la sociedad, como otras personas de existencia
jurídica, están limitadas en cuanto a la capacidad de dere-
cho a los actos que estén orientados a la consecución de
sus fines por lo que, en ese sentido, todas las personas
de este tipo poseen limitaciones naturales (ver art. 35, Cód.
Civil). El consorcio no es una excepción.
Quienes sostienen la tesis negativa se apoyan en las
normas de los incs. a y b de los arts. 9o y 11, que hablan
del representante de los propietarios, refiriéndose al admi-
nistrador, y el art. 10 que lo nombra como "representante
de los condóminos". A este argumento se agrega que los
propietarios son condóminos de las partes comunes y que
-en nuestro derecho- el condominio carece de personali-
dad.
La tesis mayoritaria -en cambio- sostiene la existencia
de personalidad del consorcio, que ha ganado adeptos a
partir de la reforma de la ley 17.711 al art. 33 del Cód.
Civil, en cuya amplitud es susceptible de incluirse el con-
sorcio.
No cabe duda -a nuestro juicio- de que el consorcio
tiene personalidad, aun cuando su capacidad operativa se
encuentre limitada a la consecución de sus fines y aunque
se deba tener cuidado en distinguir, entre lo que es objeto
de su patrimonio y lo que -en rigor- pertenece directamen-
te a los titulares de la propiedad horizontal. Si no se le
reconociera capacidad y, por ende, personalidad, ya que por
definición las personas son los entes susceptibles de adqui-
rir derechos y contraer obligaciones (art. 30, Cód. Civil),
no podría estar en juicio, ni como actor ni como demanda-
do, no podría tener un patrimonio propio, independiente
del de los propietarios y no podría representar ni ser re-
presentado. Por otra parte, la doctrina y jurisprudencia
sostienen la responsabilidad civil del consorcio.
Nos adherimos pues a la tesis afirmativa de la persona-
lidad del consorcio, acorde con la doctrina y jurisprudencia
742 PROPIEDAD Y DOMINIO
50
Gabas, Manual teórico-práctico de propiedad horizontal, p. 200.
51
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 106 y 107.
PROPIEDAD HORIZONTAL 743
52
Poirier, La propiedad horizontal, p. 139.
746 PROPIEDAD Y DOMINIO
53
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 148; Highton,
Derechos reales, vol. 4, p. 263; Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 645.
PROPIEDAD HORIZONTAL 747
54
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 160; Borda,
Tratado. Derechos reales, t. I, p. 649; Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 273.
748 PROPIEDAD Y DOMINIO
55
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 74.
56
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 519.
750 PROPIEDAD Y DOMINIO
57
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 278.
PROPIEDAD HORIZONTAL 751
En rigor, el terreno no puede hipotecarse independien-
temente del edificio58 o, si consideramos el terreno como
cosa principal y el edificio como unidad, la hipoteca de
aquél comprende a éste. A nuestro juicio, la ley incurre
en incongruencias, pues, siendo los derechos de los propie-
tarios de carácter autónomo lo que puede hipotecarse son
las unidades o el conjunto de todas las unidades y, en este
caso, es obvio que el acto de disposición debe ser suscripto
por todos los propietarios. Más aun, si una unidad está en
condominio, deben concurrir todos los condóminos. La
norma pudo reducirse a la parte segunda del art. 14.
La hipoteca del terreno y del edificio como unidad, só-
lo procede desafectándolo -también por unanimidad- al ré-
gimen de propiedad horizontal, pero, en tal caso, salimos
del campo de este derecho para volver al del dominio clásico.
Asimismo se exige la unanimidad cuando el propietario
del último piso, o el consorcio, pretenden elevar nuevos pi-
sos o construcciones que afecten el inmueble (art. 7o).
La venta de cosas comunes o la constitución de otros
derechos reales sobre el edificio también deben ser resuel-
tas por unanimidad y -aunque la ley no lo dice- cuando se
trate de una enajenación o conversión de una parte exclu-
siva en común, aunque no se necesite la unanimidad para
la aceptación, es imprescindible la conformidad de los pro-
pietarios afectados.
2) Dos TERCIOS o MÁS. Es una cláusula obligatoria que
debe contener el reglamento la de determinar cuál debe ser
la mayoría necesaria para modificarlo. La ley impone un
mínimo: dos tercios (art. 9 o ).
3) MAYORÍA ABSOLUTA. LOS asuntos de interés común que
no se encuentren comprendidos dentro de las atribuciones
conferidas al administrador, son resueltos por mayoría de
votos, interpretándose que el art. 10 se refiere a la mayoría
58
Palmiero, Tratado de la propiedad horizontal, p. 279.
752 PROPIEDAD Y DOMINIO
59
Valiente Noailles, Derechos reales, p. 68.
48. Musto, 1.
754 PROPIEDAD Y DOMINIO
60
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 167.
PROPIEDAD HORIZONTAL 755
61
Peña Guzmán, Derechos reales, t. II, p. 732.
756 PROPIEDAD Y DOMINIO
62
Peña Guzmán, Derechos reales, t. II, p. 734; Borda, Tratado. Dere-
chos reales, t. I, p. 569.
PROPIEDAD HORIZONTAL 757
63
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 170.
758 PROPIEDAD Y DOMINIO
64
Peña Guzmán, Derechos reales, t. II, p. 733.
PROPIEDAD HORIZONTAL 759
mitación al hablar de las facultades materiales, pero esta
norma no reviste un carácter estricto, pues la actividad que
se desarrolle, aunque a veces no esté comprendida en la
reglamentación, puede ser admitida si no causa molestias
o contratiempos o si ha sido largamente consentida por los
consorcistas. No creemos -sin embargo- que sea aplicable
el plazo de la prescripción 65 . La admisión es una cues-
tión de hecho y las circunstancias deben ser prudentemen-
te apreciadas por el juez, en caso de que la cuestión llegue
a sus estrados.
5) El inc. b del art. 6o prohibe "perturbar con ruidos,
o de cualquiera otra manera, la tranquilidad de los vecinos
...". La ley se ha colocado en el supuesto más frecuente, o
sea los ruidos, para después generalizar, siendo aplicables
con mayor razón y estrictez los principios que recepta el
art. 2618 del Cód. Civil, ya que el margen de tolerancia se
estrecha tratándose de vecinos ocupantes de un mismo edi-
ficio.
4) El mismo inc. b continúa diciendo "... ejercer activi-
dades que comprometan la seguridad del inmueble, o depo-
sitar mercaderías peligrosas o perjudiciales para el edifi-
cio". También se refieren a la seguridad el art. 5o que
prohibe toda innovación o modificación que pueda afectar-
la y la parte final del párr. Io del art. 7o que prohibe al pro-
pietario de las unidades de la planta baja o del subsuelo
hacer obras que "perjudiquen la solidez de la casa, excava-
ciones, sótanos, etcétera".
Es natural que así sea, ya que la solidez del edificio y
la seguridad de la construcción, es valor primordial. Su
afectación puede poner en peligro la integridad física y aun
la vida de los ocupantes.
5) El art. 5o, después de referirse a la seguridad, agre-
ga: "Está prohibido cambiar la forma externa del frente o
65
En contra, Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 179.
760 PROPIEDAD Y DOMINIO
66
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 578.
PROPIEDAD HORIZONTAL 761
no generan ningún perjuicio o incomodidad, pero la ley
ha querido evitar -por esta vía- que se cometieran abusos
asentando una prohibición relativa, ya que dichas obras pue-
den efectuarse con la anuencia del resto de los propieta-
rios. Para autorizarlas se requiere la unanimidad67.
f) INFRACCIONES. Las infracciones al art. 6o de la ley
están reprimidas por sanción de arresto o multa, con carác-
ter alternativo. La denuncia puede efectuarla el represen-
tante del consorcio, o sea el administrador, en cuyo caso
se entiende que lo hace en cumplimiento de su mandato y
en representación del consorcio. También puede hacerlo
cualquiera de los propietarios afectados. Entendemos que
el propietario que no se encuentre afectado o perjudicado
no está legitimado para accionar y debe -en tal caso- recu-
rrir al administrador o a la asamblea, la que puede tomar la
decisión por mayoría de votos (art. 10).
Como la infracción al reglamento no importa un delito,
se ha entendido invariablemente que el juez competente es
el que tiene competencia civil68. El procedimiento es su-
marísimo.
Además de la sanción, el juez debe ordenar el cese de
los actos en infracción y el resarcimiento de los daños cau-
sados y, en caso de que el infractor sea un ocupante no pro-
pietario, y hubiera reincidido en la violación de las prohibi-
ciones, procede el desalojo, el que puede ser incoado por
el propietario de la unidad o por el representante del con-
sorcio (art. 15)69. Por ejemplo si un inquilino o comodata-
rio es el que ha realizado los actos violatorios de la disposi-
ción, una vez acreditada la causal, puede demandarse el
desalojo si el ocupante es reincidente.
67
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 253.
68
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 552.
69
Racciatti, Propiedad por pisos o departamentos, p. 283.
762 PROPIEDAD Y DOMINIO
70
Peña Guzmán, Derechos reales, t. II, p. 736.
PROPIEDAD HORIZONTAL 763
71
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 214.
72
Salvat - Argañarás, Tratado. Derechos reales, t. II, p. 540; Borda, Tra-
tado. Derechos reales, t. I, p. 595; Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 221.
En contra, Valiente Noailles, Derechos reales, p. 105.
PROPIEDAD HORIZONTAL 765
73
En contra, Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 222.
766 PROPIEDAD Y DOMINIO
74
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 594; Highton, Derechos
reales, vol. 4, p. 223.
75
Manara de Vidal, Curso de derechos reales, t. II, p. 310 y ss.; Borda,
Tratado. Derechos reales, t. I, p. 600.
PROPIEDAD HORIZONTAL 767
76
Racciatti, Propiedad por pisos, o por departamentos, p. 287.
768 PROPIEDAD Y DOMINIO
77
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. II, p. 328.
78
Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. II, p. 329.
PROPIEDAD HORIZONTAL 769
la desafectación), el régimen continúa, lo que se evidencia
en la facultad del propietario de vender nuevamente las
unidades e implica -por lo tanto- la subsistencia del siste-
ma. Con ello descartamos la extinción por confusión79.
C) PREHORIZONTALIDAD
1) GENERALIDADES
79
Racciatti, Propiedad por pisos o por departamentos, p. 299; Highton,
Derechos reales, vol. 4, p. 308; Mariani de Vidal, Curso de derechos reales, t. II,
p. 195.
80
Peña Guzmán, Derechos reales, t. II, p. 869; Valiente Noaüles (h.), Ley
de propiedad horizontal, p. 62; Palmiero, Tratado de la propiedad horizon-
tal, p. 6.
49. Musto, 1
770 PROPIEDAD Y DOMINIO
82
CNCom, en pleno, 29/11/67, LL, 128-925.
PROPIEDAD HORIZONTAL 773
2) LA AFECTACIÓN
83
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 317.
50. Musto, 1.
774 PROPIEDAD Y DOMINIO
84
Vázquez Bote, Prolegómenos al régimen de horizontalidad en de-
recho puertoriqueño, "Revista Critica de Derecho Inmobiliario", Madrid, 1977,
n° 523, p. 688.
PROPIEDAD HORIZONTAL 775
constituir un sistema de propiedad horizontal o, si el objeto
no se lograra, por desafectación o retracción del propieta-
rio, en las condiciones establecidas en la ley con el consi-
guiente retorno al dominio normal.
La polémica no puede juzgarse agotada y, dada la índo-
le de esta obra, no podemos extendernos más sobre el par-
ticular. Baste decir, a guisa de aclaración, que la mayor
dificultad estriba en el hecho de que, mientras el edificio
proyectado no se haya construido y habilitado, es muy difí-
cil otorgar al adquirente un derecho real, que recaería so-
bre una cosa inexistente. Escriturarle un derecho de con-
dominio sobre parte del terreno, es una solución asaz
insuficiente y fantasear con la venta de un poliedro de es-
pacio aéreo, donde irá ubicada la unidad de vivienda, ofici-
na, etc., no asegura de ninguna manera al adquirente que
pretende, en un futuro próximo, ocupar un departamento o
piso construido con precisión de sus comodidades y especi-
ficación de la calidad de sus materiales. La eficacia real
del instrumento de adquisición no puede darse -en nuestra
opinión- admitiendo un derecho real a su favor, sino limi-
tando, con trascendencia real, el dominio del propietario
afectante y adelantando el funcionamiento del preconsorcio
a los fines de complementar las facultades, que se le restan
al propietario con el fin de facilitar la financiación.
85
Palmiero, Tratado de la propiedad horizontal, p. 105.
86
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 338.
PROPIEDAD HORIZONTAL 777
87
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 605.
PROPIEDAD HORIZONTAL 779
88
Peña Guzmán, Derechos reales, t. II, p. 696.
780 PROPIEDAD Y DOMINIO
3) L O S CONTRATOS DE ADQUISICIÓN
89
Palmiero, Tratado de la propiedad horizontal, p. 696.
PROPIEDAD HORIZONTAL 781
La más importante de las cláusulas que debe contener
el boleto es aquella en la que el vendedor se reserva la po-
sibilidad de ejercer la retracción de la afectación en un pla-
zo determinado, cuando no se hubieren vendido unidades
que superen el 50% de las proyectadas. El plazo no pue-
de ser superior a un año y el porcentaje se computa sobre
el número y no sobre el valor.
La directiva impuesta por la parte primera del art. 14,
en el sentido de que los contratos deben ser redactados en
forma clara y fácilmente legible, aunque algo lírica y caren-
te de sanción, se cohonesta con el texto siguiente que esta-
blece, para ciertas cláusulas que puedan implicar faculta-
des especiales o limitaciones de responsabilidad para el
vendedor, sanciones, limitaciones para oponer excepciones
y prórrogas de jurisdicción, que estos acuerdos deben fir-
marse especialmente en cláusulas independientes. Tales
disposiciones prefiguran la tendencia a calificar estos con-
tratos como de adhesión.
La experiencia demuestra que cuando la legislación es
demasiado prolija en las cláusulas que se deben insertar,
para evitar omisiones, se recurre al formulario o al contrato
impreso. De cualquier modo, el artículo priva de efectos a
las cláusulas enumeradas que no estén especialmente fir-
madas, pero nada impide que se confirmen con posteriori-
dad por el adquirente, pues para el propietario siempre
tendrán validez en la medida en que impliquen un recono-
cimiento de su parte.
Las cláusulas de reajuste de precio también deben cons-
tar en forma especial, o sea que deben ser firmadas inde-
pendientemente, siendo nula toda aquella que deje librado
dicho reajuste a la voluntad del vendedor o a terceros vin-
culados a él, aunque actúen en calidad de arbitros (art.
15). A pesar de esta norma, bajo la apariencia de ventas
promocionadas al costo, las empresas constructoras retie-
nen en sus manos la posibilidad de erigirse en arbitros de
la fijación del precio. Esta disposición se ve afectada por la
782 PROPIEDAD Y DOMINIO
4) RETRACCIÓN Y DESAFECTACIÓN
91
CNCiv, en pleno, 28/2/79, LL, 1979-A-528; JA, 1979-1-559, y ED, 82-142;
ver, además, id., en pleno, 26/3/85, LL, 1985-B-424.
784 PROPIEDAD Y DOMINIO
92
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 667; Peña Guzmán, Dere-
chos reales, t. II, p. 699.
93 Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 608.
PROPIEDAD HORIZONTAL 785
5 ) HIPOTECAS
95
Peña Guzmán, Derechos reales, t. II, p. 710.
PROPIEDAD HORIZONTAL 787
obliga al acreedor a otorgar cancelaciones parciales al es-
criturarse las unidades, lo que implica una derogación -a
ese efecto- del principio natural de la indivisibilidad de la
hipoteca, consagrado por el Código Civil (art. 3112).
6) C A S O S DE EJECUCIÓN
96
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 617.
PROPIEDAD HORIZONTAL 789
que se computa el porcentual fijado a cada unidad en el
proyecto de subdivisión (art. 25).
97
Borda, Tratado. Derechos reales, t. I, p. 619.
790 PROPIEDAD Y DOMINIO
8) PENALIDADES
98
Peña Guzmán, Derechos reales, t. II, p. 717.
99
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 352.
100
Highton, Derechos reales, vol. 4, p. 354.
La fotocomposición y armado de esta edición
se realizó en EDITORIAL ASTREA, Lavalle 1208,
y fue impresa en sus talleres, Berón de Astrada
2433, Ciudad de Buenos Aires, en la segunda
quincena de marzo de 2000.