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Con el rabo entre las patas, el chucho entr en la habitacin. Los tensos
murmullos se colaron cuando el animal entreabri la puerta y se escondi bajo el
escritorio a mis pies. La silla giratoria cedi a la izquierda con el balanceo de mi peso y
un lamento del perro se escap de su hocico alumbrado con la media luz del flexo azul.
Tranquilic al animal con unas cosquillas entre las orejas todava alertas y me
coloqu detrs de la puerta ahora abierta. El murmullo ya era una discusin que
golpeaba la madera; luego, vendran los gritos. El chucho lo saba y hua.
Cansada, estoy cansada. No lo entiendes.
Yo tambin estoy harto, pero la nia no tiene la culpa.
Las palabras lastradas por el llanto atravesaban las paredes hasta mi cuarto. Los
reproches entre mis abuelos se repetan cada final de mes y este mes era septiembre,
treinta das difciles cuando lo que escaseaba era el dinero.
No hay ms patatas, queda algo de arroz y un poco de caf escuchaba callada
desde la seguridad que daba la puerta.
Queda una semana para que nos manden ms dinero. Un esfuerzo ms y me
los imaginaba en el saln respirando pesadamente. Los libros para el colegio pueden
esperar unos das.
Un aullido apagado desde el escritorio interrumpi mi concentracin. Casi a
oscuras lo llam y sali a lamer mi mano. Entorn la puerta para amortiguar el ruido e
intent imaginar lo que sera un da normal. Esos que no tena desde que viva con mis
abuelos.
Dije adis a mis padres en junio para cuarenta das, lo que duraba una campaa
de vendimia, y ya iban ms de cien. Despus de la uva, fue otra cosa y, luego, ya haban
avisado de que engancharan con ms. Tambin faltaba el dinero en mi casa.
Un golpe seco de la palma de la mano contra la mesa maciza del saln me
estremeci. Me acurruqu a los pies de la cama esperando las voces de mi abuela.
Apret los ojos como si as tabicara mis odos y en negro escuch como el tiempo
pasaba al ritmo de la taquicardia de mis latidos. Pero los gritos esta vez no llegaron, en
silencio se qued la casa.
En el delgado rectngulo de luz que se formaba por la rendija abierta de la
puerta, las sombras achaparradas de mis abuelos se cruzaban. La tensin ola a sudor.
Algo distinto pasaba en el saln. Esta vez no acabara con ms gritos, algn cristal
hecho aicos y yo haciendo como que no me enteraba, como una y otra noche pasaba
hasta final de mes cuando el dinero de mis padres, al fin, llegaba.