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comunidadesncy^ae?

*>"240

(Cul C c! atractivo singular de! idnmuroo para lew


negros?

>242

Por qtlf *!t f! menaje del islamismo especialmente a Los hombres


airoomcrteuni
en particular?

>243

iftu tfn fo* MaleoLm X ?

245

vffdrxkca religin del bombe- nftof 246


; Ti ven kx musulmanes nejjn una idea
errnea acerca de la fe crisliSii?

247

Reeimuce el btnisnvo de las comunidades


negras La Jeidsd Je JesuXiijt?

248

Debera permitirse a los musulmanes negros, dar cunferetceias en bs


lesos de
comunidades negras?

249

Cmo podra la leso evangelizar a las Musulmanes rw*r?

252

KfcvTsoj para Jirafxndar en lo* lemas 255


Noras

,2*3

Ijudtc-c de lo vcrecxlas cit-udos


ndice Imuto

2S7

295

1 cuando em un joven creciendo en la I ndia, mi madre finan en mis manca


una exquisitez. Caminaba beliz en el jar-dn. disfrutando la suculenta delicia,
y deseando que nunca se acabara. De pronto, de lanada, un gila se
abalanz sobre m y, antes de que me diera cuerna o de que pudiera
reaccionar. el manja* haba desaparee ido de ruis manos y mi rostro baha
quedado con tan raliio Estaba par*litado por Inexperiencia. Mi primera
reaccin fue- correr a ara, llorando y
pidiendo a mi madre que me consolara, con la cspcr-iiua de que roe iyudua
y tnc diera, rod de esa delicia. En cambio, no recib sino una rever
advertencia de que deba estar en guar - da contra ex depredadores al
acecho q.uc en cualquier momento nos podan dejar con LES manen vaca*.
Esta experiencia me vino a la mente mientras pensaba en las prd idas que
nuestra cultura ha sufrido en el transcurso de las [timas tres dcadas.
Como cristiane, hemos caminado alegremente por toda la Trena con la
Biblia en b truno, pre-dicando su mensure pero dejndola detpmtegdn. si
alcance de les vndalas que deseaban quitirrvssb y dejamos deuviel retrato del escenario, mientra entran CTHnh|tand<> *n nuesmis
iglesias, en busca de socorro y de *nmlo-

haba confiado (cf. I Timoteo 6:20). No podemos haces menos, re nos hn


llamado a hacer lo mismo en el tiempo que nos t oca vivir. Por lo tanto-,
cuando Norman Ccnlcr me aigi ri que cocditramt este libra, no pude
ms que sentir pla-cer y temor, placer porque cate ea un libro necesario, y
temar porque l fue mi profesor en la universidad. Desde entonces

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