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CONSTANTINOPLA 1453 MITOS Y REALIDADES INMACULADA PEREZ MARTIN (CONSTANTINOPLA, PRINCIPIO Y FIN: CONTINUIDAD, RUPTURA Y DECLIVE EN LA DEFINICION DE LA HISTORIA DE BIZANCIO La historia, como recordaba el titulo de un libro de Rafael Sanchez Ferlosio, es Ja madre de la patria y la hija de la guerra, y esta glosa de su valor explica el sentido de nuestra conmemoracién de la caida de Constantinopla, punto y aparte de un prolongado proceso bélico y punto final de la “patria” bizantina. De pocas civilizaciones se puede decir con tanta rotundidad como de Bizancio que vieron su fin en una fecha exacta; eso no implica que el mundo bizantino encontrara un brusco final en 1453: no lo tuvo, por supuesto, como civilizacién, aunque sf el Estado que se seguia Hamando Imperio romano (Bastrela Gv “Papatv) y que, desde bastante tiempo atrés, tenfa sus dias contados, algo de lo que no sélo nosotros, post eventum, somos conscientes, sino también los hombres del siglo XIV y del siglo XV. Pero el tema que quiero tratar en estas paginas no gira en torno a esa fecha fatidica. Ciféndonos a su protagonista, la ciudad de Constantino, la pregunta central de estas reflexiones que voy a iniciar puede ser formulada de este modo: a qué puso término la conquista otomana de Constantinopla? 0, en otras palabras: zen qué grado y bajo qué esque- mas ideolégicos estaba la idea de Imperio ligada a la existencia de Constantinopla? Responder nos obligard a tratar problemas de perio- dizacién y de nomenclatura y a apuntar una definicién de Jo que es bizantino o no. El conjunto de la historia bizantina es presentado a menudo como ‘un proceso de pérdida del territorio imperial, un proceso continuo, con paradas intermitentes e incluso recuperaciones. Aunque esto es funda- mentalmente cierto, al contemplar segtin ese guién la historia de Bizan- cio, cometems el error fatal de no distanciamnos de la percepcién de los propios bizantinos, de su “naturaleza retrégrada”, como la ha llamado Cyril Mango, sin que la expresién inglesa (backward-looking) parezca tener las connotaciones negativas que tiene Ia castellana.! Un bizantinista 1.C, MANGO, Byzantium, The Empire of New Rome, Londres, 1980, pp. 4-5. 4 Inmaculada Pérez Martin americano, George Dennis, se preguntaba en el titulo de un artfculo si los bizantinos eran creativos 0 meramente imitativos. Bajo este ep{grafe, Dennis publicaba unas breves paginas Ienas de ironfa y reflexiones personales, que acaban diciendo: «nosotros criticamos a los bizantinos por mirarse en un mundo ya caduco, por no ir al compas de los tiempos y estar apegados a Ia tutina (...). Quiz mas bien seamos nosotros quienes estemos apegados a la rutina».2 En efecto, al adoptar la “retrégrada” perspectiva bizantina, en realidad nos plegamos a la peligrosa equiparacién entre Bizancio y deca- dencia. Y es que, si bien para los bizantinos Roma fue un referente cargado de valores positivos con el que encarar el Presente y el futuro, Para nosotros ese mirar a Roma no es desde luego sino un sintoma de esclerosis y falta de creatividad. Negamos asf a la civilizacién bizantina incluso el cumplimiento del esquema polibiano de nacimiento, plenitud y muerte, puesto que, al no separarla de su predecesor romano, Bizancio no es mas que una Roma mutilada, la inexplicable prolongacién de su agonia, como Ja vio Gibbon. La ideologia politica de un Estado es, en realidad, un mal compa- Hero de viaje para quien pretenda definir una civilizaci6n o trazar los limites y etapas de su devenir histérico. Buen ejemplo de ello es el que nos da el conquistador de Constantinopla al presentarse como heredero del Imperio de Roma, aunque en su caso el que la reivindicacién imperial esté promovida por un musulmén exchiya para los cristianos cualquier legitimidad.s Lo que se esconde detrés de esa mirada al pasado consustancial a la ideologia imperial bizantina es, en realidad, el intento nunca abandonado de una “restauracién” de la gloria de Roma no por imposible menos anhelada, pero de una Roma fosilizada en un esquema referencial que no se remonta a Augusio sino a Constantino, aunque los Panegiristas tardoantiguos no se olviden de aludir a Augusto 0 a Marco 267.D « i itati anil : Des, ‘Were the Byzantines creative or merely imitative®», ByzF, 24 8 Sobre los intentos en la Euro) “ ; pa moderna de “naturalizar” a los haciendo de ellos parte de fa herentcia ckisica humanista y pintando a Mehmed con un principe renacentista, vid. M.E. YaPP, «Europe in th ish, Mi Present, 137 (1992) 134-155, esp. 14-142. ‘rope in the Tarkish Misrony, Past and Constantinopla, principio y fin 5 Aurelio como referentes.4 Ese fue probablemente el triunfo de Eusebio de Cesarea, conseguir que el Imperio cristiano fuera el de Constantino y sus sucesores, no el de Augusto, durante cuyo reinado Cristo se mostré/a los hombres.5 A su vez, detrés de ese anhelo de “restauracién” o “genovacién” lo que se esconde es una coyuntura puntual: la bisqueda de legitimidad del poder usurpado por determinado emperador o una revolucién enmascarada como vuelta al pasado,‘ como se han definido, por ejemplo, las reformas de Justiniano, una farsa de restauraci6n que no parece haber convencido a Procopio, para quien Justiniano no deja de ser un “innovador diabélico” 7 La esencia de la historia es el cambio y sin cambio no hay historia; contemplar Bizancio como una estructura anquilosada, encerrada en sf, soportando las mordeduras del enemigo en las fronteras del Imperio, cada vez més cerca de su coraz6n, Constantinopla, es negar que tuviera una historia y esto es algo que repetidamente se ha hecho.§ Para reconsiderar esta visién global de la historia de Bizancio como un proceso de pérdida territorial puede ser un divertimento interesante rehacer brevemente el camino que va desde la liquidacién definitiva de los restos del Imperio hasta su nacimiento. Se podria reunir, por ejemplo, un curioso florilegio de fechas que los historiadores consideran significa- tivas en este “imparable declive” de Bizancio, normalmente relacionadas con distintos momentos en que los bizantinos claudicaron en Anatolia 0 4M, Wartpy, «Images for emperors in late antiquity: a search for New Constan- tine», en New Constantines. The rhythm of imperial renewal in Byzantium, 4th-13th Centuries, P. MacDALino (ed.), Aldershot, Variorum, 1994, pp. 83-93, esp. 85-86. 5 Vid. al respecto la monograffa clésica de T.D. BARNES, Constantine and Eusebius, Cambridge, 1981 y 8. MacCoRMak, «Christ and Empire, Time and Ceremonial in Sixth Century Byzantium and beyond, Byzantion, 52 (1982) 287-309, esp. 293-295, ast como A. BRAVO GARCIA, «Orden humano y orden divino: la’realeza en el mundo Dizantino», La imagen de ia realeza en la Antigiledad, J.M. CANDAU FT AL. (eds.), Madrid, 1988, pp. 207-240. ©, MaGDALINO, «Introduction», New Constantines [cit. n. 4], p. 7- ? M. Maas, «Roman History and Christian Ideology in Justinianic reform legislation», DOP, 40 (1986) 17-31 y P. MAGDALINO, «dntroduction», New Constantines [cit. n. 4], p. 9 8 Sobre la habitual negacién de que el paréntesis entre 1a Grecia antigua y la moderna tuviera alguna relevancia, vid, Av. CAMERON, «The Use and Abuse of Byzantium», Inaugural Lecture, King’s College London, Londres, 1992 [reimpr. en Av. Cameron, Changing cultures in early Byzantium, Aldershot, Variorum, 1996, XIII], pp. 546. 6 Inmaculada Pérez Martin en que los turcos pusieron el pie en Europa, momento histérico “sin retorno” que a la fuerza habfa de culminar en la toma de Constantinopla, No podemos dar a tales sucesos mas importancia de la que tienen; en. realidad, los primeros turcos selyucfes que “pasaron a Europa”, lo hicieron probablemente como mercenarios a las ordenes de Alejo Comneno; tampoco podemos olvidar que antes del siglo XI hubo guarniciones arabes encargadas de la proteccién de Constantinopla, asf como desplazamientos de poblaciones de Huropa a Anatolia y viceversa. A esta pérdida territorial en la que se considera especialmente relevante la amenaza oriental, siendo el proceso en los Balcanes completamente diferente, se han acordado dos momentos significativos que coinciden con sendas guerras civiles, la iniciada por Juan Cantacu- Zeno? que supondra un paréntesis en los reinados paledlogos, y la que sigue a la derrota de Mantzikert en 1071, que acabaré con la instauracién de Ia dinastfa comnena.” Si los afios centrales del siglo XIV y el final del siglo XI son vistos como perfodos de crisis y aceleracién de la decadencia, otras épocas, por el contrario, han entrado en la categoria de “doradas”, en algunos casos simplemente para confirmar que la propa- ganda auspiciada en su momento por los emperadores y la més parcial historiograffa dan sus frutos incluso en la actualidad. Epocas doradas son, por ejemplo, el Imperio de los Lascaris en Nicea durante el medio siglo que sigue a 1204, quiz también el reinado de Manuel Comneno, presentado como una época abierta a influencias externas y rica en soluciones. Ana Comnena no parece haber tenido tanto éxito con Ja narracién de las hazafias de su padre Alejo, seguramente Porque el parentesco de la autora de la Alexiada nos prevenia de su esperable parcialidad; en realidad, como ha demostrado Paul Magdalino, en un trabajo titulado expresivamente “La pluma de la tia’, es decir, de Ana, Ia tia de Manuel Comneno, la Alexfada no es sélo una «Vid. P. CHARANIS, enteral Strife in Byzantium during the 14th C.», Byzantion, 15 (1940-41); 19,, «The Strife between the Palacologi and the Ottoman Turks, 1370 1402», Byzantion, 16 (1942-43) 286-314 e I. Pérez MaRtix, «Procesos de aculturacion enlla conquista otomana de Anatolia», Erytheia, 19 (1998) 25-56. 1 Una discusién sobre la importancia de la batalla de Manizikert en el curso de Ja conquista de Anatolia, relativa si la comparamos con los datios provacados por la Buerra civil entre Romano Didgenes y Miguel Ducas que la siguis, en J.-C. Cheynet, «Mantzikert un désastre militaire?», Byzantion, 50 (1980) 410-438. Constentinopla, principio y fin 7 reconstruccién mitificadora del Imperio de Alejo Comeno, sino también una obra fuertemente marcada por una postura critica hacia la politica del sobrino de Ana, Manuel I.1! Un historiador poco anterior, Miguel Ataliates, tampoco tuvo éxito en su intento de presentar al emperador Nicéforo Botaniates como un nuevo Constantino, seguramente porque i s6lo retuvo el trono durante tres afios. “ pce doradas siguen siendo las del reinado de Basilio ae (976-1025) y, en general, las de los emperadores macedonios, cuyo siglo constituye tun momento siempre ensalzado de estabilidad y reformas adecuadas y exitosas, asf como de recuperacién del legado cultural antiguo y de esplendor en las artes.!2 Por el contrario, los emperadores iconoclastas probablemente nunca se recuperarén del todo del hecho de que los testimonios favorables a sus reformas hayan sido borrados de la faz de la tierra. Podriamos seguir retrocediendo en esta lista de emperadores cuyas iniciativas y éxitos han quedado grabados en nuestra memoria, pero nos detenemos aqui. Algunos de los emperadores nombrados y otros muchos permanecieron lo suficiente en el trono como para afrontar con soluciones novedosas Ios problemas y aumentar el bienéstar de sus sibditos. En resumidas cuentas, la historia de Bizancio no es la historia de una agonia, sino la de una sociedad dindmica que se reinventa a si misma. Si queremos hacerle justicia, no podemos contemplarla como tun proceso imparable de decadencia y caida, sino como un continuum de crisis y recuperacién 0, mas bien, de intentos de recuperacién, unas veces fallidos y otras exitosos. 2 Mid-Iwelfth 11 Vid. P. MAGDALINO, «The Pen: of the Aunt: Echoes of the Century in the Alexiadn, en Anna Komnene and her Ties, Th, GOUMA-PETERSON (ed), Nueva York-Londres, 2000, pp. 15-44: La obra cldsica sobre Ana Comnena sigue siendo la de G, BUCKLER, Anna Commena: A Study, London, Oxford University Press, 1929. ; imacién clasici i bbrarlo, 12Una critica ala aproximacién clasicista al arte bizantino, que, sin not » apunta a Weitzman y sus estudios sobre el arte pictérico macedonio, en A. Kazupan-A. Curter, «Continuity and discontinuity in Byzantine History», Byzantion, 52 (1982) 429-478, esp. 455. 8 Inmaculada Pérez Martin Intentos de periodizacién y definicién Pero la ideologfa imperial o la historia politica no es, como deciamos, el dmbito mas adecuado para entender qué fue Bizancio 0 como podemos estructurar su historia. Cyril Mango, por ejemplo, suele distinguir un Bizancio de la “Baja Antigiiedad” de un Bizancio medieval, mientras que otros historiadores, como John Haldon, no reconocen un Bizancio anterior al siglo VII. Por otra parte, es habitual definir determinados Perfodos en funcién de Ia dinastia reinante; hablamos asf del Imperio macedonio, comneno o paledlogo, pero esto no cubre toda la cronologfa. También es habitual hablar del Imperio protobizantino, bizantino medio © mesobizantino y tardobizantino; estos tres grandes periodos tienen una cronologia bastante imprecisa, pero es sin duda el primero el que adolece de una terminologia més inconsistente y pone con ello de manifiesto las multiples perspectivas desde las que sus estudiosos se enfrentan a él. Por cjemplo, a los historiadores del Imperio romano les resulta muy cémodo utilizar el término “bizantino” para delimitar su campo de anilisis a la Parte oriental del Imperio, en especial cuando éste ya esta dirigido por dos emperadores. La divisién del Imperio tiene una génesis compleja y titubeante y resulta cémodo distinguir entre una y otra parte haciendo un uso incorrecto de “bizantino”. Por el contrario, el término “tardorromano” no suele aplicarse al Imperio oriental, reseryéndose como etiqueta para la historia occidental de los siglos Il y IV. Esta {erminologia no da problemas cuando la aplicamos, por ejemplo, a la “Hispania tardorromana”. Sin embargo, en el territorio donde el dominio imperial se mantuvo més tiempo, para distinguir este ltimo perfodo de los siglos V y VI se utiliza Ia etiqueta de “late late Roman Empire”, Imperio tardorromano tardfo, que, en mi opinién, no tendré nunca mucha difusion. Resumiendo, encontramos un uso cémodo, pero incorrecto, del {érmino “bizantino” por parte de los historiadores del Imperio romano y tun uso del término “protobizantino” por parte de estudiosos del Imperio de Oriente que a veces etiquetan como tal el perfodo que da comienzo cuando los primeros Gog y Magog se asoman con malas intenciones por la frontera del Danubio. Aunque esa terminologia es utilizada por muchos respetables 0 incluso admirables bizantinistas, seria mas correcto Constantinopla, principio y fin 9 gervirse de otros términos, por ejemplo, el compictamente inusual ies tino”. Siempre es relativa la relevancia de la terminologia, pero ee habla del pasado, al que se recurre facilmente como oe son de las decisiones del presente, los usos que se pueden dar a ne as son peligrosos. Si Constantino es el primer emperador de feando, ror el hecho de haber sido bautizado y haber fundado content 1a, estaremos desdibujando procesos muy complejos que oartesteardn no s6lo a personalidad del perjodo tardoantiguo sino tambien Ja gestaci6n de lo que después seré Bizancio. ne En realidad, no necesitamos acufiar nuevos términos, sino preci los que ya tenemos. Es completamente falseador Hamar bizant ina a ina fase del Imperio romano en la que éste es todavia, y a esa i os roblemas, un estado formado por ciudades que siguen cumpliendo funcisn, con una administracién plenamente romana y unas Provincas orientales econémica y culturalmente florecientes. Esta fase, la ue : desarrolla entre los siglos Ill y VI, es la que contempla el final de 2 Antigiiedad, no sélo en lo que después serd el territorio de Constane tinopla, el delimitado por el Danubio y el Eufrates, sino tam én = al norte de Africa y en Italia. Denominarlo Antigtiedad tardia y consi rr ésta en sf misma y por s{ misma tiene el efecto positivo inmediato de presentarla no sélo como la titima fase de un desarrollo continuo, sino como otra antigitedad, otra civilizacién.' Todavia en 1977, Henri Marrou definia la Antigiiedad Tardfa como una época de mediacién; una definicién que s6lo es aceptable si la aplicamos a todos y cada un de los perfodos histéricos; si la Antigtiedad tardia es el periodo de mediacion entre la Antigiiedad y el Medievo, ypor qué no va a ser Bizancio el perfodo de mediaciGn entre el Imperio romano y el otomnano o entre la Grecia antigua y la Grecia moderna? ;Acaso tienen més valor unos periodos histéricos que otros 0 es que unos son de transicién y no "8 Nétese, por el contrario, que Av. CAMERON, [cit. n. 36], 57. © La estatuilla de Constantino (no necesariamente de madera, segiin los editores del Chron. Pasch. (cit. n. 43], 18, n. 56) portaba en la mano derecha una Tyche de la Ciudad, también dorada, cuyo nombre era el de Anthousa, en correspondencia con la Flora de Roma. En el Hipédromo, el carro se detendrfa ante el kathisma imperial y el que fuera emperador deberia honrar la figura y rendirle obediencia; vid. Chiron, Pasch. 529-530 Bonn {17-19 WrITBY) y MALALAS 321, 15-322, 15. © Esta es la tesis principal de G. DAGRON, Naissance d'une capitate (cit. n. 57], a saber, que Constantinopla no fue fundada coro la Segunda Roma sino que s6lo con el paso del tiempo fue concebida como habiendo jugado ese papel, lo que en cierto grado es una negacion de la continuidad entre la capital bizantina y su predecesor romano; vid. A. KAZHDAN-A. CUTLER, «Continuity and discontinuity» [cit. n. 12], 468, 1.6L. 61 En contra de lo que nos harfa pensar Eusebio de Cesarea, Triakontaeterikos, IX, 13-19 y Vita Constantini III 48, as{ como los escritos patriograficos de época ya plena- mente bizantina, La realidad es que, por lo que respecta a Constantinopla, s6lo se puede afirmar con seguridad que Constantino ordend edificar una tinica iglesia, la de Santa Irene, y algunos pequefios martyria; vid. A. BRAVO GaRCfA, «Constantinopla, de lo visto a lo imaginado» [cit. n. 57], pp. 194-195. © Vid, A.A. Vasilis, «lmperial Porphyry Sarcophagi in Constantinople», DOP, 4 (1948) 1-26. Constantinopla, principio y fin 23 de los Santos Apéstoles sélo el mausoleo fue disefiado por Constantino, tomando como modelo el Panteén romano, no la iglesia. Qué pretendia Constantino al refundar Bizancio? En primer lugar, celebrar su victoria sobre Licinio (como indica el Anonymus Valesianus), un triunfo militar que lo puso al frente de todo el Imperio romano, inaugurando una época en la que centraria muchas de sus iniciativas politicas en la parte oriental del Imperio. La mayor de ellas fue convertir Constantinopia no en la capital del Imperio oriental, sino en sedes regia,S* como habia hecho Diocleciano con Nicomedia. La fundacién de Cons- tantino siguié los pardmetros de las capitales tetrarquicas existentes y aunque el emperador residié alli la mayor parte del tiempo entre 330 y 337, parece que Jo que tenfa en mente tras su muerte era la vuelta a un imperio repartido entre varios augustos.® Es la debilidad de Constantino en Ja parte oriental del Imperio la que explica el rasgo fundamental de su nueva fundaci6n, la creacién de un senado, instrumento efectivo para articular sus nuevas redes de poder concediendo en abundancia nuevas dignidades.* Paralelamente, el emperador emyprendié una campafia de propaganda en la que, presentdéndose como victor y clementissimus, intent6 atraerse a los que habfan apoyado a su adversario.” Constantino no fundé su ciudad, pues, ni como capital cristiana para contrarrestar el poder pagano de Roma ni como capital del Imperio oriental, sino para conmemorar {a derrota de Licinio y fortalecer su poder en Oriente. La posicién de Constantinopla era estratégica, puesto que se encontraba en el eje que unfa las capitales tetrérquicas del Rhin con el norte de Italia, los Balcanes y Asia menor, asf como los distritos de frontera y las mayores concentraciones militares. Sin embargo, la Polis tenia un talon de Aquiles: carecfa de fuentes naturales suficientes y la complejidad de su sistema de distribucién de agua la hacia extremada- © Vid. G. Downy, «The Builder of the Original Church of the Apostles at Constantinople», DOP, 6 (1951) 51-80 y P. GRIERSON, «The Tombs and Obits of the Byzantine Emperors (337-1042)», DOP, 16 (1962) 3-63. 64 Av. CAMERON, The Mediterranean World cit. n. 17], pp. 12 y ss. 65 Vid. HusEBIO, Vita Constantini, IV, 51. 66 Vid. P. HEATHER (1994), «New men for new Constantines? Creating and imperial elite in the eastern Mediterranean», en New Constantines [cit. n. 4], pp. 1-33 y Av. CAMERON, The Mediterranean World [cit. n. 18\, p. 90. 67 P, HEATHER, «New men for new Constantines?» [cit. n. 66], pp. 14-16. 24 Inmaculada Pérez Martin mente vulnerable. La antigua Bizancio carecia ademas de defensas naturales y se encontraba en una posicién francamente expuesta, debili- dad que se intent6 paliar con la construccién de unas imponentes mura- llas. Los frecuentes asedios a que la sometieron por tierra y por mar tanto fuerzas extranjeras como ejércitos rebeldes, dan prueba de ello. Recordemos que el emperador Heraclio estuvo rumiando la idea de trasladar la corte a la mds segura Cartago. Su nieto, Constante II, abandoné de hecho Constantinopla por Siracusa en 663 y murié en Italia cinco afios mas tarde. Estos son, someramente expuestos, los datos bdsicos sobre la fundacién de Constantino que quedaron borrosos por la maquinaria ideolégica puesta en marcha una vez que el emperador dominé la totalidad del Imperio y se convirtié al cristianismo. Esta maquinaria ideolégica se articulé en la utilizacién, por parte del poder imperial posterior, de su figura, lo que tiene un contrapunto no menos interesante en la Jeyenda popular forjada en torno al emperador y su fundacién. Constantino fue para Bizancio «el primer emperador cristiano, el fundador de Constantinopla; convocé y presidié el primer concilio ecuménico, proporcioné un paradigma de guerra santa exitosa y fue descrito como modelo de la monarquia cristiana por (...) Eusebio de Cesarea». Como tal, fue un prototipo imperial, un punto de referencia y un simbolo de la legimitidad y la identidad imperiales. E] ideario politico bizantino remitié asf sin cesar, aunque con més intensidad en unas épocas que otras, a Constantino, pero seria un error ver en esto un sintoma més del conservadurismo de Bizancio; en realidad, como ya hemos dicho, las frecuentes reivindicaciones de renovacién son sobre todo una cortina de humo destinada a ocultarnos el cambio. De la leyenda de Constantino, su imagen popular, dan testimonio tanto las muy difundidas Vitae Constantini como la literatura sobre el significado de los monumentos de Constantinopla, los famosos Patria. Nos Ilevarfa muy lejos adentrarnos en los puntos conflictivos de estas 68M. ANGOLD, «The Shaping of the Middle Byzantine City», ByzE, 10 (1985) 1- 37, esp. 3. & P. MAGDALUINO, «Introduction», en New Constantines [cit. n. 4], p. 3. 7 P. MaGDALINO, «Introduction», en New Constantines [cit.n. 4], p. 8. Constantinopla, principio y fin 25 piogratias estudiadas por Alexander Kazhdan,” como et bautismo de Constantino 0 el papel de su madre Helena. Mencionemos simplemente una de las aportaciones del trabajo de Kazhdan que atacan frontalmente nuestro estitico imaginario bizantino: que estas Vitae son producto de un interés por la figura de Constantino renovado tras el triunfo de las imagenes, y que su propésito es limpiar la imagen del emperador de toda sombra de heterodoxia, como el haber sido bautizado por un obispo + 72 el mismo modo, los textos patriograficos conocidos como Parastaseis vieron la luz a comienzos del siglo VIII en un contexto de discusién sobre la idolatria y el status general de las imagenes. Sus autores parecen estat movidos por el deseo de registrar y explicar, utilizando grandes dosis de fantasfa, lo que quedaba de la ciudad tardoantigua.”4 Para ellos y, podemos pensar, para la inmensa mayorfa de los constantinopolitanos, el fundador de su ciudad no fue un emperador romano bautizado en su lecho de muerte por un obispo arriano; para ellos, el fundador de su ciudad fue el emperador cristiano que vencié no a Licinio sino a Bizas en una feroz batalla en el curso de la cual murieron veinte mil paganos.75 71 A. KAZHDAN, «“Constantine imaginaire”. Byzantine Legends of the Ninth Century about Constantine the Great», Byzantion, 57 (1987} 196-250. 72. Scort,

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