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UNIVERSIDAD DEL VALLE

FACULTAD SOCIOECONOMIA
PROGRAMA SOCIOLOGÍA
SOCIOLOGÍA DE LA SEXUALIDAD

SEXUALIDAD, IDENTIDAD SEXUAL Y SOCIABILIDAD EN LA MODERNIDAD: UNA


HISTORIA DE LAS TRANSFORMACIONES EN OCCIDENTE

DIEGO ALEJANDRO RODRIGUEZ 0831151


SOLANGE BONILLA VALENCIA 0833126
CARLOS BELTRAN NARVAEZ 0840979

Santiago de Cali, 08 de Abril de 2010


SEXUALIDAD, IDENTIDAD SEXUAL Y SOCIABILIDAD EN LA MODERNIDAD: UNA
HISTORIA DE LAS TRANSFORMACIONES EN OCCIDENTE

Distintos teórico como Anthony Giddens y Zigmun Bauman han estudiado la influencia que ha
tenido la sociedad moderna en la constitución de la identidad sexual y en las percepciones del sexo
por parte de los individuos, y cómo esto repercute en sus relaciones sociales.

La sexualidad en la vida moderna, ha presentado diversos cambios, pasó de una sociedad patriarcal
a una sociedad individualista, donde las concepciones de género y sexo se han reconstruido; la
visión antropocéntrica del mundo y la desintegración de los lazos fraternales y solidarios han
cumplido un rol importante en este proceso. La construcción de la identidad sexual en la cultura
moderna se encuentra regida bajos principios de satisfacción personal, los individuos están en
constante búsqueda de la felicidad, y la sociedad le ofrece miles de posibilidades, que finalmente lo
conducen a una incertidumbre y sed constante de pasión ligera, el mercado de consumo y las nuevas
tecnologías han sabido como beneficiarse de esto. El amor romántico que caracterizó a épocas
anteriores fue sustituido por nuevas formas de sociabilidad.

Aunque hay una “libre” elección de las preferencias sexuales en la vida moderna en comparación
con la sociedad paternal, las concepciones de feminidad y masculinidad patriarcales persisten, es
vigente (aunque sea realizado de forma inconsciente) tanto en relaciones homosexuales como
heterosexuales, la idea de que uno de las personas debe adoptar el rol de dominador y autoridad,
mientras la otra es la personas sumisa y obediente. Es decir, que el individuo moderno, en la
construido de su ética ha suprimido la percepción de sexo “reprimido”, que no satisface plenamente
sus pasiones personales, pero aún sigue dominado por concepciones de género relacionadas con la
dominación, que no permiten conseguir esa felicidad tan anhelada, además la nueva dinámica de la
vida moderna, con su individualismo, nuevas tecnologías y libre mercado, ha debilitado sus lazos
sociales, como diría Bauman ha quedado huérfano y desconsolado.

Anthony Giddens en La Transformación de la Intimidad. Sexualidad, Amor y Erotismo en las


Sociedades modernas 1 afirma que la modernidad, como nueva configuración de las relaciones
sociales, ha implicado drásticos cambios para la forma en que en las sociedades occidentales
hombres y mujeres organizamos nuestra vida sexual. Los comportamientos de hombres y mujeres
respecto al sexo sufrieron grandes transformaciones, parcialmente registradas en la Historia de la
Sexualidad de Foucault, pero que, en definitiva, se conjugan con un nuevo elemento – no presente
en la mencionada teoría: el amor romántico (una peculiar conexión entre la atracción sexual entre
individuos y los sentimientos idealizados y sobrecogedores característicos del enamoramiento).

El amor romántico, surgido a finales del siglo XVIII y vigente aún hasta hace algunas décadas,
específico de una cultura (la Occidental centro europea) se encuentra en contraposición con el
subversivo, para el orden social, amour passion, amor-pasión o amor apasionado (incandescente,
incontrolable). A partir del surgimiento de esta novedosa concepción, la relación sexual, el sexo
carnal, quedó supeditado a los sentimientos afectivos y los lazos sentimentales que fueron asociados
casi que exclusivamente con la femineidad (por supuesto, los hombres también creen en y desean el
amor romántico). Los impulsos erótico-sexuales no han sido rechazados o excluidos de la relación
de pareja, de ninguna manera. Estos han sido incorporados en esta nueva forma de virtuosidad de la
relación en la que los elementos sublimes de ésta, la ensoñación de aquel o aquella pretendiente,
priman, idealmente, sobre todo los demás.

Pero la transformación de la sexualidad es de una extensión y profundidad sin precedentes. Son dos
los hechos que dan prueba más fehaciente de esta afirmación: el nuevo rol de la mujer dentro de las
1
Giddens, Anthony. 2000. “Introducción, Capítulos I, II, III, V, VII, VIII, IX”. En La Transformación de la Intimidad.
Sexualidad, Amor y Erotismo en las Sociedades modernas. Ediciones Cátedra Teorema, Madrid.
relaciones sexuales o, puesto de otra forma, la creciente demanda de igualdad entre los sexos tanto
en éste como en otros ámbitos de la esfera social; y la salida a la luz de la homosexualidad en
hombres y mujeres. Estos son los dos elementos constitutivos de la llamada “revolución sexual”,
cuyos efectos no dejan aún de percibirse, y cuya labor, no está, probablemente, aún culminada, pero
que implicó ya, decididamente, la obsolescencia de los puntos de vista más ortodoxos sobre la
sexualidad. Como otro ejemplo de estas transformaciones en la modernidad, Giddens nos propone
la adicción al sexo, conducta que sólo tiene sentido en una sociedad que ha abandonado la tradición,
en la que no se impone modelo social alguno, y dentro de la cual el individuo se posesiona como el
forjador exclusivo de su identidad personal. Luego la sexualidad compulsiva, vista como búsqueda
infatigable y, prácticamente, frustrada de la identidad a través del sexo, sólo puede entenderse allí
donde se ha producido una transformación, allí donde la identidad sexual se ha constituido en un
elemento central en la construcción del ego.

Estos y otros cambios genéricos en las diferentes sociedades occidentales son comprensibles en la
medida en que nos adentramos hasta la chispa originaria que lo ha desatado todo. La vida personal
es ahora un proyecto que cada cual construye, a su manera, a su ritmo, con la consecuente
transformación de la existencia interpersonal, y la consecuente aparición de historias sexuales de
miles de hombres y mujeres de distintas generaciones para quienes los marcos establecidos carecen
ahora de sentido. En la sexualidad esto es claro. El estilo de vida determina un tipo determinado de
sexualidad, construido abiertamente a la par de la identidad personal, y que se constituye en “un
punto de primera conexión entre el cuerpo, la auto-identidad y las normas sociales”. Así mismo, el
amor romántico implica el cuestionamiento de los sentimientos hacia el otro o la otra, y, en
contrapartida, de sus sentimientos hacia mí, de la veracidad y fortaleza de estos. Es una
introspección en distintas dimensiones, es la reflexividad de la conciencia sobre los sentimientos,
sobre las normas sociales, sobre el pasado, el presente y el futuro, implica la sujeción de la
sexualidad a un contexto más amplio.

Para comprender esas profundas transformaciones en la forma en que los hombres y mujeres
vivimos la sexualidad, para responder a cómo, cuándo y a causa de qué tuvieron lugar dichos
cambios, para Giddens, es necesario hacer explícita una definición precisa o conceptualización
histórica del término. Pues desde la perspectiva teórica de Foucault, a juicio del autor, en donde las
instituciones sociales modernas son quienes exigen del individuo, en retribución de la expansión del
bienestar social que éstas han facilitado, la represión, la coacción interna, el control de los impulsos
del deseo, no es posible dar cuenta de los fenómenos que se observan en la modernidad. La
producción de “cuerpos dóciles”, la creación de esa “anatomía política del sexo” (ambos resultados
del ejercicio constante del “poder disciplinario”), según Foucault, era una implicación necesaria
dado el interés de estas instituciones en el control meticuloso de las poblaciones.

Pero, puesto que la sexualidad es un constructo social, ese, llamado por Giddens, excesivo énfasis
en el discurso, en la forma en que las instituciones concebían la sexualidad, en la normativa que
defendían, no permite contemplar el impacto decisivo de esos otros procesos profundos más
cercanos a la conciencia, pero de una influencia de muy largo plazo, no nos deja entender la real
naturaleza de la sexualidad ni sus relaciones con las formas en que, en la modernidad, los
individuos construyen su identidad. Allí es cuando, para el autor, entran la difusión de los ideales
del amor romántico y lo que la expansión de las tecnologías de contracepción, como consecuencia y
coadyuvante, implicaron en la liberalización de la sexualidad y en la constitución de una sexualidad
plástica, ya disociada de las estructuras de parentesco o de su reclusión a un simple mecanicismo de
los imperativos meramente reproductivos; términos estos que capturan la capacidad de hombres y
mujeres para moldear su sexualidad, a sus gustos, según sus estilos de vida, constituyéndose así en
un elemento más en la construcción de la identidad. Y es precisamente en este último punto donde
Giddens quiere igualmente tomar distancia de la perspectiva de Foucault. Las conexiones entre la
sexualidad y la identidad que Freud sacó a la luz mediante el psicoanálisis, enseñan cuán
problemática esta cuestión se transforma para el individuo en la modernidad. La identidad no es un
producto de determinada “tecnología” en el sentido de Foucault; ésta es un proyecto en permanente
elaboración, objeto de una extendida práctica reflexiva. Lo esencial para Giddens es pues esa
transmutación del amor como fenómeno de la modernidad que ha impactado el surgimiento de la
sexualidad, y que está en relación con la construcción de la identidad personal.

Alrededor de la teoría sobre la sexualidad, la masculina no ha sido satisfactoriamente evaluada a la


luz de caracteres intrínsecos dentro de esta. La sexualidad masculina o más bien el desarrollo, se
inscribe en una serie de traumatismos los cuales se relacionan con una figura remanente, la madre,
al ser esta el primer contacto al cual es sometido un individuo se ven reflejados en esta figura,
diferentes aspectos como autoridad, sentimientos y demás influencias sobre él, la separación de
estos sentimientos hacia la madre generan la autonomía de tales aspectos y es donde se desarrolla la
sexualidad masculina, a diferencia de la feminidad la que tiene como relación la idea de castración
al no poseer como el niño un órgano genital visible que desarrolla con mayor facilidad su
sexualidad.

La intimidad es un concepto que difieren y se matiza, en como lo vive la masculinidad y la


feminidad sino dentro de estos mismos. La masculinidad se desarrolla con una resistencia a la
expresión eufórica –por así decirlo- de los sentimientos; la feminidad por tener una noción más
clara de su sexualidad, (pero sin poseer esa autonomía e individualidad característica de la
masculinidad), desarrolla una complejidad de estos, lo que permite enmarcarla en una realidad casi
incomprensible.

Vámonos ahora al campo de las relaciones, teniendo en cuenta los caracteres y desarrollos ya
mencionados, en las relaciones heterosexuales generalmente los matrimonios la mujer se entrega al
hombre de una manera sumisa ya que el hombre desarrolla una autoridad, que en algunos casos será
autoritarismo, en cuanto a su “violencia sexual masculina”, que esconde toda una serie de trastornos
inscritos en su infancia y adolescencia y la posterior ruptura con una serie de filiaciones
(maternidad). El hombre reconoce una sexualidad episódica la cual es no generalmente negada en la
sexualidad de la mujer; pero viendo esto en una relación homosexual, se puede caracterizar una
serie de aspectos que difieren pero que también coinciden en estos dos tipos de relación. En una
relación homosexual lésbica, su particularidad y carácter de concilio no permite que tenga una
duración como la de un matrimonio heterosexual en donde los papeles están previamente
aprehendidos. La división sexual en la relación homosexual esta cuasi equilibrada, ya que existe una
mejor comunicación; la relación heterosexual tiende a sublimar y limitar la comunicación, esto
debido a las características atribuidas anteriormente a las dos sexualidades.

No se puede limitar las relaciones homosexuales a un ideal de amor romántico puro. Encontramos
que en la vivencia de una cierta cantidad de parejas lesbianas existe una especie de sexualidad
masculina en una de las dos mujeres, la cual vivencia sexualidades esporádicas por fuera de la
relación establecida, pero a diferencia de las relaciones heterosexuales donde en muchas ocasiones
nunca es revelado; aquí puede llegar a ser de conocimiento y aceptación del otro individuo. Así que
en las relaciones homosexuales encontramos tintes de dominación y sublimación parecidos a los
ejercidos por el hombre en las relaciones heterosexuales.

Partiendo de la comparación anterior, se puede plantear una hipótesis de dependencia ante estas
actitudes, una económica por parte de la feminidad, y la otra sentimental por parte de la
masculinidad, ante esto se establecen dos corrientes que dan ratificación por su postura a la misma,
la perspectiva feminista y su contraparte.

Ahora bien en este desarrollo, ¿podría suscribirse la civilización?, esto ha implicado diversas y
profundas discusiones. Se puede ver una relación entre el desarrollo mencionado del carácter de la
masculinidad con las esferas que ejercen el poder dentro de las sociedades, las interacciones
sociales de los individuos reclaman una “democratización sexual”, pero esta entendida no como una
liberación anomica de las expresiones sexuales sino como eso una democracia reflejada no solo en
la esfera de la sexualidad, también en diferentes tipos de relación entre los individuos. Entonces si
se puede entender la civilización y la organización estructural de las sociedades refiriéndolas a la
sexualidad pero de igual manera se puede reelaborar esta a partir de la primera, la distribución y
aplicación de los poderes público y privados, la formas de control ejercidas por las instituciones etc.

Zigmun Bauman en el libro Amor Líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos2, hace
un estudio del tipo de sociabilidad que se presenta en la sociedad moderna, la cual él denomina
líquida, por la fragilidad de sus relaciones sociales. Esta fragilidad encarna un constante
sentimiento de inseguridad, miedo e incertidumbre, produciendo una tracción constante a despreciar
los lazos sociales duraderos y sólidos. La mujer y el hombre moderno, se encuentran desesperados
por establecer vínculos sociales, pero desconfían de las relaciones que se prolongan a largo plazo,
coaccionando su “libertad”; sus relaciones se caracterizan por presentar ambivalencia, desean
unirse, pero repudian la persistente proximidad. Buscan siempre al formar vínculos satisfacer un
placer, y nunca están satisfechos, todas sus relaciones no son verdaderamente plenas; el autor
denomina a este tipo de vínculos, relaciones de bolsillo, porque pueden tirarlas en cualquier
momento y volverlas a retomar. El ser humano moderno se encuentra desolado y huérfano, pretende
resolver sus problemas de sociabilidad por medio de los consultores, personas “expertas”, que
realmente no saben la solución a sus desventuras. El individuo líquido moderno, prefiere establecer
conexiones o redes a formar relaciones sociales o parejas, ya que las conexiones se crean a solicitud
y se eliminan a voluntad propia, son relaciones virtuales de ligera entrada y salida; pretende por
medio de la cantidad de conexiones buscar la satisfacción que no le brinda la calidad de unas pocas
relaciones estables. Las redes al principio para el individuo son un privilegio y logro, pero después
se convierten en una obligación y esclavitud, por la búsqueda constante de placer y gozo.

En el capítulo II Dentro y Fuera de la caja de herramientas de la sociabilidad: Homo sexuales:


huérfanos y desconsolados3, Bauman hace comparaciones entre el tipo de relaciones sociales que se
establecían en épocas anteriores y las que se crean en la vida moderna líquida, además analiza cómo
los avances científicos y las reglas del libre mercado, han ayudado a consolidar las vínculos líquidos
y la desconsolación y huerfanidad del individuo moderno.

El sexo ha ocupado un lugar muy importante en la constitución de las diferentes culturas humanas,
ha sido el primer atributo del ser humano que se ha tomado como referencia para crear
diferenciaciones artificiales, y a veces arbitrarias. Además el deseo sexual es inminentemente social,
porque se dirige hacia otra u otras personas. El homo sapiens percibe una constante sensación de
inconformidad, se siente incompleto y busca su complemento en la unión. La cultura moderna se ha
encargado de producir una scientia sexualis, que somete el sexo a la razón y a unas determinadas
reglas, libre de todo sentimentalismo y misterio. La medicina se diputa con el sexo, por el dominio
de la reproducción; en la sociedad tradicional, los hijos eran considerados un bienestar para la
familia, además formaba un puente entre la mortalidad y la inmortalidad, a través del linaje, pero en
la vida moderna líquida el tener un hijo es una elección que no despierta grandes deseos, debido a
las múltiples consecuencias de esa decisión. Los hijos son percibidos como objetos de consumo
emocional, satisfacen el deseo paternal o maternal, un placer que el mercado de bienes y servicios
no puede ofrecer; además significan múltiples gastos y sacrificios; son una obligación que va en
contra de la ideología de vida moderna. La reproducción en la sociedad moderna es cada vez más
racionalizada, y más alejada de la sexualidad.

2
Bauman, Zigmun. 2005. Amor Líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Ediciones Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires: pp. 7-14.
3
Ibíd.59-104.
Erich Fromm, expresaba que el ser humano deseaba fusionarse por completo a través de una ilusión
unión, para librarse de la soledad de la vida individual, pero sólo puede alcanzar una fusión plena en
conjunción con el amor. El individuo moderno se encuentra desconsolado porque las uniones que
crea, están alejadas del amor, pero este considera que es libre porque se ha liberado de las ataduras
de la sociedad tradicional. Esta libertad genera el sexo puro, un acto sexual que cumple el objeto de
sacer el placer y goce, que sobreestima lo físico y desprecia lo metafísico, concibe una falsa
felicidad, en vez de realmente liberarse de sus ataduras se sobrecarga. Probablemente el amor, la
seguridad, la permanencia y la inmoralidad (linaje), consideradas la prisión de la sociedad patriarcal
no eran un retardo cultural, sino productos benéficos de la mentalidad humana.

El individuo moderno, busca relaciones episodio, es decir, que no contraen ni son productos de
consecuencias inevitables. El matrimonio se considera un vínculo que ocasiona consecuencias
inevitables, pero suprime las incertidumbres y soluciona la ambigüedad, que acarrean las relaciones
episódicas. Una gran duda del ser humano líquido moderno es, si puede resolver sus conflictos,
sentimientos de inseguridad e incertidumbre, sin establecer un vínculo matrimonial, una repuesta a
esto podría ser las echangisme o intercambio de parejas; este tipo de conexiones permite que
ninguno de los intereses de los participantes sean amenazados y tampoco contrae consecuencias
inoportunas, además posibilita el placer sin demora, la concepción de sexo cambia, lo importante es
qué suceda en vez de que es lo que se hace. En la cultura líquida moderna, el sexo y el género son
percibidos como construcciones sociales, la identidad y las preferencias sexuales importan en
cuanto si son decisión propia del individuo, más no si son comportamientos o conductas naturales.
Los grandes avances en la medicina proporcionan un beneficio en la construcción de la identidad;
pero lo significativo es si esa búsqueda de la identidad, también lleva a la falsa felicidad, a vínculos
transitorios y revocables. El homo sexuales se construye, es un proceso más no un estado del ser
humano, su constitución está determinada por ensayos y fracasos, por aventuras y aciertos
ocasionales. El límite que existía en la sociedad patriarcal entre manifestaciones del instinto sexual
sanas y perversas, se ha desvanecido, los actos sexuales son aceptados en la medida que suplan la
necesidad de búsqueda de la felicidad individual, suprimiendo los límites entre sano y perverso, se
elimina o disminuye la represión sexual.

Los diferentes avances de la tecnología como el celular y la Internet, han permitido que el individuo
líquido moderno extienda sus conexiones. Las personas que poseen celular siempre están en
movimiento, y sus conexiones también lo están; las posibilidades de obtener más redes es
indiscutible, no requiere vínculos preexistentes ni los ocasiona, son más seguras, intensas,
atractivas, menos riesgosas, y necesitan menos tiempo y esfuerzo para crearse y para cortarse.
Constituyen un agregado móvil en el cual cada uno realiza lo mismo, pero por separado, todos los
individuos son impulsados por una fuerza externa que los manipula y controla. Con la llegada del
no-lugar electrónico la proximidad y la cercanía son tergiversadas, las conexiones están a favor de
la lejanía, no se necesita estar cerca físicamente para encontrarse próximos y viceversa; la
proximidad virtual se convierte en una “realidad” que sustituye a la proximidad física, ejerce un
poder coercitivo sobre los individuos y se resiste contra quienes quieran ir en contra. Las relaciones
sociales que implican la cercanía y proximidad son renegadas, y en cuanto más el ser humano
líquido moderno se esfuerce y gaste tiempo manteniendo conexiones, tendrán menos tiempo y
esfuerzo para alcanzar las habilidades que demanda las relaciones no-virtuales. Siempre está en
busca de elecciones racionales, que disminuye las consecuencias y desdeña otras opciones.

“La supuesta llave de la felicidad de todos, y el explícito propósito de los políticos, es el


crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI). Y el PIB es medido en función de la suma total de
dinero gastada por la población.”4. El PIB pretende calcular el total de felicidad de los individuos,
sumando la cantidad de dinero que circula entre estos, cuando se intercambia bienes y no ha habido
movilidad de dinero, esto pasa a manos de la economía informal; la economía moral es ese lugar en
4
Ibíd. 92.
donde el mercado del consumo no puede acceder fácilmente, constituye todo grupo social donde se
intercambia bienes y servicios, se establecen lazos fuertes y sólidos, movidos por sentimientos de
solidaridad, esquivando las elecciones racionales y la búsqueda del interés individual. Las personas
sin ataduras sociales en el mundo moderno son el homo económicus objeto principal de los teóricos,
y el homo consumens personaje principal del mundo del mercado. La economía moral se encarga de
no dejar que el mercado de consumo llegue a sus límites explosivos, de ser así este se mostraría
como realmente es, destructivo; la solidaridad de los lazos sociales se resiste a los ataques del
mercado, pero este siempre gana y fracasa.

Para el mundo del mercado la zona gris que constituye los lazos de solidaridad, pertenecen al
mundo de la anarquía, concebida esta como una sociedad alternativa sin Estado, con un orden sin el
uso de la fuerza, en donde la necesidad y la libertad coexisten, y las personas son movidas por
valores éticos. Víctor Turner, emplea el término communitas, que significa una sociedad
desestructurada, una comunidad de individuos iguales guiados por la autoridad de sus mayores.
Bauman dice que la communitas y la societas se necesitan, su cooperación es el punto intermedio
entre orden y caos. Las communitas hacen uso de la habilidad humana y la invención para deshacer
lo cotidiano y aventurase en nuevos caminos; estas habilidades son la base de la economía moral; el
mercado consumista se enfrenta a la economía moral, por su capacidad de producir y no de
consumir, por ello intenta a toda consta intervenir en esos lugares donde la solidaridad es un
principio para la sociabilidad, y los espacios donde no puede acceder los cataloga como
irrelevantes, los margina. En esta constante batalla las habilidades humanas se han erosionado y los
sentimientos de solidaridad se encuentran en peligro, “el retroceso de las habilidades de
sociabilidad se ve fogoneado y acelerado por la tendencia, inspirada por el modelo de vida
consumista dominante, a tratar a los seres humanos como objetos de consumo, según la cantidad
de placer que puedan llegar a ofrecer, y en términos de” costo beneficio””5

La vida moderna líquida acrecienta la desolación y huerfanidad del ser humano, el mercado
pretende “solucionar” sus desventuras y ayudar en la búsqueda de la felicidad ofreciendo más
productos consumistas, que aunque no determinaron la fragilidad líquida de los lazos sociales
actuales, sí condiciona su crecimiento. Los vínculos sociales modernos están desligados del amor y
los sentimientos de solidaridad, que permiten los lazos sociales sólidos.

La transformación de la identidad, la transfiguración de los lazos sociales en la modernidad, el


peregrinaje hacia el amor líquido, ya no amor romántico ni apasionado, sino reino de lo
ambivalente; donde prima el deseo individual que redirige los elementos de la sexualidad
exclusivamente hacia una respuesta a los interrogantes sobre la identidad de hombres y mujeres que
la modernidad les plantea, y en dónde los procura transformar en calmantes de los sentimientos de
angustia, incertidumbre, temor e inseguridad, porque el individuo quiere acercarse al otro, quiere
entrar en contacto, pero no está ya dispuesto a asumir los costos que las relaciones muy cercanas,
muy estrechas, pueden acarrear.

Bauman y Giddens nos presentan un relato comprensivo de cómo fue que a partir de procesos de
transformación, por decirlo así, macrosociales o estructurales, el individuo debió, y debe aún,
reorganizar su estrategia de vida, debe construir su identidad personal en medio del abandono total
de los cánones de una sociedad patriarcal ya obsolescente. Desde la introducción del amor
romántico hasta el establecimiento de relaciones express en el auge de las relaciones líquidas, la
modernidad pareciera conducir al individuo a profundizar más en sí mismo, a reflexionar sobre sus
sentimientos, a priorizar sus demandas e intereses personales de acuerdo a un esquema que ya no
obedece a los sentimientos de empatía, de solidaridad o de amor, sino que se centra exclusivamente
en el cálculo probabilístico de las posibilidades de mera satisfacción.

5
Ibíd. 104.
En una simbiosis de los términos de Giddens y Bauman, nuestros días se caracterizarían por una
plasticidad excesiva, entre líquida y plasmática, de la sexualidad, y todos los grandes cambios que
en ella el siglo XX ha registrado (la liberación femenina; la aparición en gran escena de la
homosexualidad; las transformaciones profundas de la relación heterosexual y la transfiguración de
los roles sexuales; la liquidez o fragilidad de los vínculos entre individuos; la Internet como medio
ideal de relación en la lejanía espacial, y en lo esporádico del acercamiento al otro o a la otra; la
“sociedad de consumo”) se hacen comprensibles como causas, productos y conductores de la
transformación de la sexualidad en la modernidad.

Las transformaciones traumáticas de las identidades sexuales, hacen de las interacciones sociales,
toda una compleja red que no solo puede ser entendida en la experiencia intima individual sino que
se configura en las instituciones y formas de poder en la sociedad moderna. Es políticamente
incorrecto definir de una manera rudimentaria y radical las identidades sexuales, ya que matizando
las relaciones, incluso diferenciandolas encontramos que se mezclan caracteristicas aparentemente
opuestas.

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