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inpice Las Curas Mitacosas pt Docron Ama ELmo TFeAGMENTOS DE UN DIARIO EN 10s ALTES Domingo Lanes Marees Miéccoles Jueves Apéndice 1 IL Sobre Lana OL idrigora» de La Motte Fougué 85 169 171 178 189 196 206 215 223 230 MILAGROSAS TOR AIRA Un dia, alamanecer, el Doctor Aira se encontr6 caminan do por usa calle arbolada de un barrio de Buenos Aires. Suda de una especie de sonambulismo y no se le hacia demasiado raro recuperar la conciencia de sf mismo en. callecitas extrafias que en realidad conocia-bien, porque todas eran iguales, Su vida era lade un caminador a me~ dias distraido, a medias atento (@ medias ausente, a medias presente), que en esas alternancias iba creando su conti rnuidad, es decir su estilo, o en otza palabra, y cerrando el circulo, su vida; y asi seria hasta que sa vida legara al fina, cuando se murier, Como ya bordeaba los cineuenta aos, exe término, cercano 0 lejano, podia suceder en cualquier momento, ‘Un hermoso cedro del Libano, en a vereda de un cia lecito pretencioso, alzaba su redonda copa orgullosa en el aire gris rosado, Se detuvo 2 contemplatlo, transido de ad ‘miracién y catiio, Le dirigié in péctore un pequeio dis ccarso, en el que se mezclaban e! elogio, la devocién (el ppedidlo de protecci6n) y, curiosamente, algunos rasgos des criptivos; porque haba notado que la devocién con el tiempo tendia a hacerse un poco abstracta y automatica En este caso n0t6 que la copa del vbol estaba pelada y po ‘Unda, al amanecer, l Doctor Airs se encontré caminan do por una calle abolada de un barrio de Buenos Aires, Sulfa de una especie de sonambulismo y no se le hacia demasiado raro recuperat la conciencia de si mismo en callecitas extrafas que en realidad conocia bien, porque todas eran iguales. Su vida era la de un caminador a me cas distraido, a medias atento (a medias ausente, a medias presente), que en es alternancias iba creando su conti~ fnuidad, es decir su estilo, o en ot palabra, y cerrando el céirculo, su vidas ast sera hasta que su vida Hlegara al final, cuando se mntiera. Como ya bordeaba los cincuenta aiios, exe término, cercano 0 Tejano, podia suceder en. ‘cualquier momento. ‘Un hermoso cedro del Libano, en Ja vereda de un cha Jecito pretencioso, alzaba su redonda copa orgullosa en el aire gris rosado, Se detuvo a contemplasto transido de ad miracin y carifio. Le dirigié in péctore un pequeio dis curso, en el que se mezclaban el elogio, la devocién (et pedido de proteccién) y; curiosamente, algunos rasyos des- rnotado que la devocién con el criptivos; porque hal tiempo tendia a hacerse un poco abstracta y automitica, En ste caso not6 que la copa del dtbol estaba pelada y po- SS 7 Dlada a la vez; se veia el cielo a través de ella, pero tenia hhojat. Poniéndose en puntas de pie para acercar I cara a Tas ramas bajas (ra muy miope) vio que las hojas, que erat como plumitas de un verde oliviceo, estaban a medias en roscadas sobre si mismas; quizis las perderia mis adelante; cstaban « fines del tofo, y los drboles resistian penosa- *Y¥ no exeo, sinceramente, jue la bumanidad pueda seguir mucho tiempo mis por este camino, Nuestra espe cic ha llegado a un punto tal de predominio en el planeta 4que ya no debe enfrentar ninguna amenaza seria, y es como si no nos quedara més que seguir viviendo, disfru- tando de lo que podamos, sin ninguna apuesta vital en juego. Y seguimos avanzando en esa direccién, aseguran- ddo lo ya seguro, En todo avunce, 0 retroceso, por gradual que sea, se atraviesan umbrals irreversibles, y quién sabe cries hemos cruzado ya, o estamos cruzando en este pre iso momento. Umbrales que podrfan hacer reaccionar a | Naturaleza, entendiendo por Naeutaleza el mecanismo regulador general de a vida, Quiz esta frivolidad a la que hhemos Hlegado la irrte, quizds ella no puede permitire que una especie, ni siquiera la nuestra se libere de sus nece- sidades bisicas de especie... Estoy personalizando abus vamente, por supuesto, hipostasiando y externalizando fuerzas que estén en nosotros mismos, pero yo me entien- do de todos modos.» Qué cosas para decisle a un érbol! #¥ no es que esté profetizando nada, y menos que nada catistrofes o plagas, ni siquiera de las sutiles, qué va! Simi rizonamiento es correcta, los mecanismos cotrectivos es tin sucediendo dentro del bienestar y como parte de é Pero no sé emo.» | | —» | ‘Habfa seguido caminando y ya estaba lejos del arboli- to. Cada tanto se volvia a detener y cavaba la vista con gesto de profanda concentracién en un punto cualquiera del vecindario que lo rodeaba. Eran unas frenadas sibitas, {que duraban cosa de medio minuto, y no parecian tes- ponder a ninguna regularidad. Sélo sabia a qué obede- cian, y era improbable que alguna ver fuera a decrselo a nadie, Eran paradas de vergiienza; coincidian con el re- cuerdo, que emengia en las volutas de sa divagacion ocio- sa, de algiin papelén, No es que se complaciera en esos recuerdos, todo Jo contrario; no podia impedir que sur- gicran de pronto, en la matea mental, ¥ su aparicién te- pa tanto vigor que le paralizabe las piernas, lo detenfa, y ebia esperar un momento hasta tomar nuevo impulso y seguirsu marcha, Del bochorno del pasado lo sacaba el tiempo... Yalo habia sacado, lo habia traido al presente Los papelones eran detenciones del tiempo, aht se coagu- Jaba todo, Eran s6lo recuerdos; estaban guardados en la més inviolable de las caja fuerte, Ia que ningin extraio puede abrir. Eran pequefis desgracias ridiculas perfectamente pri ‘vader, tozpezas, metic de pata, que no le concernian mas gue a él; le habfan quedado grabadas, como grumos de sentido en la corriente de los acontecimientos. Por agin ‘motivo eran isreductibles, Se resstian a toda traducci6n, por ejemplo a un pasaje al presente. Cuando se hactan presentes, lo putalizaban en su actividad sonambilica, que cera a que las sacaba de su escondite laberintico de pasado. ‘Cuanto ms caminabe, ini probabilidad habia de que pes cara una, contra su voluntad, Lo cual volvia sus intermi~ nables paseos recorridas del dédalo bifurcado de su pasada Juventud. Quiass habia una regularidad después de todo, aaennenneee eee haciendo alguna clase de dibujo en el espacio-tiempo, con das detenciones creando una distancia vata... Pero no po- dtia resolver el extrafio teorema sino legaba a explicarse por qué su marcha se interrumpia cuando asomaba un re- ccuerdo de esa naturaleza; que se quedaea mirando fjo al~ «tin punto podia explicarse como un intent de disimar, ‘como si ese punto le interesara tanto que lo obligara a de- tenerse. Pero la detencién en si, la relaci6n entee papelén ¢ inmovilidad, seguia oscura, como no recurriera a inter pretaciones psicologicas. Quizis la clave estaba en la natu raleza misma de aguellos momentos ent © comiin denominador. Si era asi, lo que estaba actuando era la compulsi6n 2 la repeti més puramente formal en su apecto ‘Yendo mis a fondo en la euestién, estaba por supuesto el hecho de que los papelones hubieran ocuzride. A todos les pasan. Son un accidente inevitable de la sociabilidad, ¥yelllinico remedio es el olvido, El nico, ealmente, por- ue el tiempo no vuelve ais y no se puede corregitlos © borrarlos. Como en su caso no podia contar con el olvi- ddo (tenia una memoria de elefinte) habia recurrido a la soledad, a una casi completa enajenacién de sus semejan- ts, af al menos se aseguraba de minimizar los efectos de su incurable toxpeza, de su aturdimiento, ¥ el sonambu- lismo, en otto nivel de su conciencia y sus intenciones, bia de iren la misma direcei6n; como wna redencién a posterior, si era cierto que el sonstmbulo actuaba com la clegancia de la perfectaeficaca, Para ser sincero consigo mismo, debia reconocer que no se trataba s6lo de papelones; agui el comin denomi- nador se ampliaba a lo largo de wna linea mis bien sinuo sa que no resultaba ficil seguir © bien habia que ampliar — 1a definiciGn del papelén: porque también podia tratarse de pequefias villanias, mezquindades, ervores de céleulo, cobardias, en fin, todo el alimento de la verglenza intima yy retzospectiva, Y no et que se culpara (aunque una voz terior gritaba durante esos altos: «Qué boludo! ;Qué boludo!s), porque reconocia su calidad de inevitables, en el momento en gue habjan sucedido. Al menos le quedaba €l consuelo de su insignificancia, porque nunca habian sido crimenes, ni habia habido mis damnificados que su De todos modes, e habia prometide que no Ie volve~ 1 pasar Para ello no necesitaba mis que mantenerse atento, no precipitarse y actuar siempre segin las reglas del honor y la buena educaci6n. En su actividad de cura dor milagroso, un papelén podia tener consecuencias pra~ En una novela los papelones se preparan con toda de~ liberacién, con ingenio y precauciones tanto mis para vo escribir ana Ajicos que resulta mis llano y espontit cexcena donde todos se comportan con correccién. El Doc tor Aira identificaba todo paso en falso mora, intelectual © social con un acto de violencia, que dejaba una herida cn ha piel eminentemente tersa de su comportamiento ideal. Bra de esos hombres que no conciben la violen- cia, Aunque sabia que era absurdo, no podia evitarimagi narse que si €l se encontrara, por ejemplo, en la caverna de los ladrones, entte los criminales ms slvajes, condu- ciéndose de modo razonable, hablando, oyendo los ang rmentos ajenos y exponiendo los suyos, podtia evitar la violencia. Aun cuando la situacién se prestara a ella, aun ‘cuando los ladrones lo hubieran sorprendida espiando. Pero cémo lo iban a sorprender si no mediaba una in trusién previa de su parte? Y se habia prometido no me: terse nunca mis en situaciones que pudieran resultar em- bbarazosas, Es certo que a esa caverna hipotétcs podia ha- ber entrado por error, creyéndola vaciay desocupad; abt intervenia la atencién, que debia evtar despierta siempre, sin parpadeos. Lo cual era mis ficil de decir que de hacer, aunque para lograrlo habla una ejercitaci6n, una ascesis, de la que habla hecho su programa de vida, Aun asi, po~ dia darse el caso milagroso de que €l abriera los ojos de pronto y se encontrara en una caverna llena de merea~ devia robada, y antes de que tuviera tiempo de reaccionar centrara una banda de sujetos mal entrazados... Por st puesto, estaba en pleno campo de lo imaginario, de las probabilidades remotas, ¥ dentro de elas, squé le impe~ dda entablar con los ladrones tna conversacién civilzada, Ihasta hacerles entender lo que habia pasedo, la teletrans- portacién, el sonambulismo...? Pero en exe cto los drones también serfan parie de la ficcion, de la teora, y su éxito persuasivo no tendria ningiin valor de demostra~ cién, La realidad real estaba hecha de sangre y golpes y gritos y portazos. El glaseado dela cortesa ala larga reci- ‘ba un arafiazo, sino en esta linea causal de hechos, en otra, cen la que slia de una bfurcacién de tiempo, eso era ine- viable ‘Un perrazo echado en a entrada de un tale se levanté al verlo acercarse y le mosté los dient brid de un sudor helado instantineo. Qué increible des consideracién la de los duefios de esos animales, que los dejan sueltos en la vereda y responden a cualquier reclamo con el consabido «Es manso, no hace nada. Lo dicen con toda sinceridad, may convencidos, pero no se han deteni- do a pensar que el resto del mando no tiene por qué com- partiresa conviccién y menos frente aun manto negro del tamaiio de una moto, que se le viene encima. ‘Su primer contacto con el mundo de la medicina pa ‘anormal habia sido con perros. Durante los afos de st. jnfaneia, en Coronel Pringles, una ordenanza del inten dente Uthurralt habia expulsado a estos animales del ej do urbano, sin excepciones ni apelaciones, ala china, Slo cl miedo (era la época de la terrible epidemia de potio- rmielitis) hizo que fuera obedecido, a despecho del apego due suele creare entre amo y mascota, Adem, la expul- sin tenfa un carter provisional, aunque termind pro Tongindose tres afios y nadie debi6 desprenderse real- ‘mente de su animal, pues bast6 con internarlos en el cam~ posenun pueblo que vivia de I actividad rural, a nadie le faltaba un pariente 0 amigo con una chacra en las inme~ iaciones, y ali fueron a parar los perros. El problema fue que el inico veterinario de Pringles quedé apartado de sus pacientes, bien aceptaba (no tenia mas remedio, si (queria seguir trabajando) viajar a atenderlos, el eximite se tnacia engorroso y caro, Lo cual era un problema para rea- Jizar ls castraciones de ls cachorros machos que Legabaa. al estadio reproductor, operaciones tanto mis ungentes da- das las circunstancias. Ante la alternativa verdaderamente truculenta de ponetlos en manos de peones que slo po~ lan hacer tna cirugia brutal, al hierro candente y sin la ‘menor precaucion aséptica algunos se pusieron en gastos, ‘otros cerraron los jos, los mis vacilaron... Fue la ocasién {que aproveché tun fotdgrafo del pueblo, al que apodaban 1 Loco, para poner en marcha el negocio de unas cast clones. distancia, indoloras, que fueron la sensacién prin lense de la temporada. El Doctor Aira, entonces un niio de ocho aos, supo del asunto por rumores, monstruosa- mente deformados en la cémara de ecos de su circulo in fansl, En aquella época se hablaba poco de temas seme= Jantes y menos en su familia de clase media decente; sus miguitos, todos ellos de familias pobres debido a que vie via en un barrio de ranchos, no suliian de esta desventaja pero la compensaban con la asombrosa ignorancia y cre ulidad de sus familias, El método del Loco era de un absurdo ejemplat, pues consists en una serie bastante larga de inyecciones de pe- nicilina aplicadas al duefio del perro, y el animal quedaba castrado en ausencia, Al menos eso ers lo que se podiare= cconstruir de las historias que corrian. Nunca pudo averi= guar mis y quizis no habia nada mis, Tampoco supo de modo fehaciente si alguien se habia sometido al extraio tratamiento. Pero con esos datos le basté para reinventar por su cunts la posiblidad de la accién a distancia, de la eficacia discontinna, que creaba un nuevo continuo, entee elementos hetero €08, todo su paisaje mental se con= formé en adelante sobre esa premisa, El método del Loco dejé de usarse (6ies que se usé alguna vez en realidad) poco después, en medio de un escéndalo de proporciones. Porque en una chacra cerca del pueblo nacié wn perro sin cabeza, un cocker spaniel cuyo cuerpo se interrusmpia en el cuelo, y sin embargo e tun estadio adult, Fue inevitable que la imaginacién popular relacionara luna cosa con otra, y el Loco, quizés él también asustado porlos efectos de sus maniobras, mecié violin en bolsa por I momento, El Doctor Aira no sabia qué habia pasado con aquel perro; legado el momento se habria muett, como cualquier otro perro, Hubo mucha gente del pue- blo que lo fue a ver (a él no lo levarox). Al patecer ef an 2" vivo y pudo crecer hasta — ro smal era muy vivaz: eta hiperkinético, ademas de acéfilo. Sa sistema nervioso culminaba en un bulbo en el cuello, y esa protuberancia, como tna piedra de Rosetta, estaba ccabierta de marcas que representaban alos ojos, Ia nariz, Ja boca, lat orejas, y con esas escituras se las arreglaba. En ottas circunstancias, el hecho de que semejante monstruo fuera viable habia ateaido Ia atencién de cientificos del ‘mundo entero; se Io deberia haber considerado una espe- ce de milagro. Pero a esos milagros la gente de campo ests acostumbrada; 0 mejor dicho, paradéjicamente, eta~ be acoseumbrada antes, en aquel entonces, cuando vi més aislados, sin rio ni televisiGn ni revistas; todo su. ysusle- mundo era el pequefio mundo en el que vivis yes admitian excepciones y extensiones, como las admite slompre la totaidad. Si habia pasado con un perro, zpor qué no podia pasar ‘con un hombre? La posibilidad, la posibilidad inginita e infinitamente Fantistca,estableca los limites, sempre tan inmediatos, dela a26n, Todas esas razones corteses que se proponia usar com los ladrones en la caverna se revela- ban como una de las formas, apenas, de la contigiidad de las distintas violencias locas de la vida. La raz6n es uno de los modos de la accién, nada mis, sin ninggin privile- aio especial. Que él Ia hubiera extendido hasta que en Driera todo, como una panaces para los males dela accién, era apenas un rasgo personal suyo, muy sintomstico: lo ppintaba de cuerpo entero, pero lo pintaba a l solo y al en: igiio en que vivia, Porque esos personajes eminentemen- te razonables que él tanto admiraba y que tomaba de mo- delos (como Mariano Grondona) eran azonables slo pour a galore, se ganaban la vida con eso, pero ademis tenfan tuna vida real en la que no eran razonables, o lo eran de ap | forma intermitente y sin rigor, segin las citcuns como tenfa que ser. Para que la accién sitviers, habia que salir de lo puramente rszonable, que siempre serfa uns quema abstracto sin verdadera utilidad prictica Se salia mediante el realismo. Claro que el realism era tuna representacién, pero, por eso mismo, cuando se cone ‘ituia en un discurso completo podia volverse algo espon- tineo, un modo de ser. El reaismo era una desviacin de Jo razonable; la teoria indicabs un camino en Kinea recta, pero el hombre realista que sabia vivir recortia un camino oblicuo y con vueltas y curvas.. cada una de esas separa cones de la linea tenfa por naturaleza y motor el Mal; no Jmportaba que fuera un Mal atenuado y sin consecuen cias, su esencia seguia siendo el Mal, tenia que serlo para que l separacion fuera efectivay se produjera el realismo, ya través del realismo se pudicra ver la realidad al fi, la realidad real, tan distinta de las piidas fantasas de lari 26n... Quizis ahi, en esa utildad tan eminentemente be- névola, estaba la fonci6n del Mal Sobre el aie de la quicta masiana de barrio se habia montado la sirena de una ambulancia, que parecia apura- disima pero que también parecia andar dando vuelta, icy venir por esas callecitas desiertas, como si no ericonteara su rumbo. Es bien conocido el enémeno fisico por el que tuna siena suena muy distina cuando se acerca y cuando sealeja, aunque las distancas sean jguales. Esa diferencia le permitiareconstruir al Doctor Aira el recorrido incrinea- do de la ambulancia. Lo habia venido haciendo sin darse cuenta de que lo hacfa, absorto en otros pensamientos y recuerdos, en los iltimos minutos, y ahora, con el perro lanzindose hacia él, comprendia alarmado que el sonido, ‘con todas sus ida y venidas, habia erazado la figura de un 20 — ro circulo que se cerraba sobre ... jOtta vez la ambulancia smaldita, que lo perseguia en el sueio y en a vigil, en la fantasia y on la realidad, siempre corriendo, con la sirena desatadla, por el borde incierto de ambos reinos! Por suer~ te munca lo aleanzaba, Como en tna pesadilla, que no se (que era la forma coloquial abreviada de hablar de xendimiento») era asom= 106 0 broso. Yo seguia la curva de rindes como si fuera partein- teresada, en todo el partido, verano tas verano, ycalculaba las ganancias de cada chacarero. Un rinde de die bolas por hectérea cuba los gastos, uno de setenta bolas hacia rico al afortunado segudor. ¥ ahora de pronto se hablaba de rindes de serena boiss como minim absoluto, oco mis y un solo grano lenaba una bos. Y el peso expecifi- co del producto se multiplicaba en formas exponencal CCuriosamente, ls bolsas no crecian mis al del Kimite de ssetentar, no spor qué, pero habia que tomar en cuenta otras cfs, Yo hata los eileulos in peor, memorizaba Jos resultados, después consulaba en Le Nuew Prvina as cotizaciones del cereal en Chicago, mulkiplicaba el todo, obtena cifas monstruosas, ue me hactan soar. Un dato integante, que deshacia todas estos astillos en el aire, era aque e305 cereale hibrdos no servian para nada. Con ese ‘igo no se podia hacer harina, no se podia hacer nada, El aumento en tamafioy peso especifico se lograbaa expen sas de su uilidad. 2Y entonces? Me senia ante un gigan- tesco simulaero Por supuesto, yo debia de entender todo ‘mal, Mi conocimiento derivaba de oir chars ociosas © rmentrosas,y lo que ofa no podia ubicarlo en ningin ss- ‘ema orenatl, Jos datos caidos al azar de labios de a jac~ ‘ancia © la hipocresia se acurnulaban al azar en los ana- quelestorcidos de mi fans Los chacareros siempre mentan: cuando no mentian, cxageraban, Mentian sobre f mismos, exageraban sobre Jos dems. La clectrificaci6n del agro era uno de sus mo~ tivos foritos de exageracion, Siempre estaban contsnda Ge algin trayecto nocturmo rumbo a su chacra ilurninada a velas,y a visi6n all Iejos, em la gram boca del lobo del campo, de alguna estancia que se habia eleerifcado. Lo de Asteinza, lode Iturrioz, lo de Dominguez... Cada vez era una nueva, un sol deslumbrante en medio de la no- che, cas, galpones, parque, hasta corrales,.. «No se Puc de creer! {Qué bellezal [Bs0 es progresole De creeres, ha- bia hasta guirnaldas de luces en los montes, los eucaliptos| se volvian arbolitos de Navidad, nll oficina habia una miquina de escribir. Como yo pasiba muchas horas solo en ese lugar, era inevitable que siotiera I tentacién de probarla. Ceda ella repetidaen~ te. Al principio lo hacfa de modo clandestino, después al- gona vez el contador me descubrié y no me reté, asi que segui haciéndolo en su presencia, Me pasaba tandes ente- asa la maquina, No sé qué escribiris, cualquier cosa. Una vvez le hice una pregunta al contador: :Después de una ‘coma, habia que dejar un espacio? Se qued6 pensativo. Se inclind sobre mi hombro a mirar, vio mi coma, y obser~ v6 otra cos ~jOjo! Antes de la ey» griega no se pone coma, nunca, [No era Jo que yo habia preguntado, aunque la adver~ tencia era pertinente porque habia puesto la coma antes de tuna ey. Yo detestaba que las cosas se salieran de cauces, ya a esa edad tenia una mente ordenada, me gustaba te- nerlo todo claro y bajo control. Esa sucesién de tna ey» yuna coma era accidental. Traté de hacerle entender que Te agradecia la indicacién, pero que insistia en mi pregun~ ‘a original. Asinti6, y dijo que no lo tenia claro, nunca ha- bia presuido atencién a ese detalle. Pero habia un modo de averiguarlo, En un estante, entre los biblioratos, tenia los ‘yes tomos de una enciclopedia de contbilidad. Recuer~ cdo bien estos tomes porque fueron los primetos libros que tuve en mis manos; ya pesar de Jo mucho que los habia ‘manipulado y hasta Iefdo (sin entender nada) yo tampoco 108 109 ‘me habia fijado en ese detalle; era la préctica de la escri- tura la que lo ponia ante mi conciencia. ‘Abrié al azar, mir6... Era una pigina cualquiera de un ‘tomo cualquiera (cada uno tenia unas mil péginas); adap- 16 la mirada alas perspectives del universo escrito, enfoc alfin... Bueno, fijte vos, aqui hay una coma antes de sy» Quizis era el nico caso en que los redactores dela en ciclopedia se habian apartado de la rgla, y él habia ido a acertarle. (En la fease anterior he puesto una coma antes dde una sy», creo que correctamente, lo que probatia que Ta regla es bastante precaria) Hasta ahi recuerdo. Lo dems es prevsible; debimos de llegar a la conclusién de que si habia que dejar un espacio después de la coma, lo mismo que después de cualquier ‘otro signo de puntuacién. ‘Una vez me conté mi amigo Osvaldo Lamborghini que él también, de chico, aprendiendo a escribira maqui- na habia descubierto ese espacio después de los signos de puntuacién. Por lo visto es algo que hay que descubri no lo ensefian en la escuela, ni se lo percibe espontinea- ‘mente leyendo. En Osvaldo fue algo decisivo, Cuando me 10 contaba, décadas después del hecho, se emocionsba, ime clavaba la mirada de es0s ojos negros orientales que tenia, a través del humo del cigarillo, asegurindose de ‘que yo entendiera: ese espacio Ie habia parecide algo tan refinado, tan suil, que lo comprometié para siempre. Le hhizo ver que la escritura, ademés de su funci6n comuni- cativa, podia ser vehculo de una elegancia,y supo que ése cra su destino, Pero él siempre ue muy sensible a esa5 com sas, Un amigo comiin decia lo de Osvaldo no es un esti Jo: es una puntuaciéns. Fue por eso que alos diez aios de 110 " sa muerte yo escribi una novelita de homenajejustammen- te sobre a coma Me he alejado del tema, pero no tanto. Uno nunca se aleja tanto como para no poder volver. En una ocasiéa pintaron el vidrio de la gran ventana que cubria todo el frente de exa oficina con una especie de pintura blanca ‘que se usaba entonces para impedir la vision desde afue~ 1, en las vidrieras de los comercios. Me viene a la cabe~ za que la sustancia que se usaba era etiza liquidas. Qué aro, No sé por qué se dejé de usar, pero tampoco sé bien ‘para qué se usaba ni por qué se us6 en aquella ocasin ero tengo bien presente cémo era. Se aplicaba con bro ‘cha a cara interior del vidrio, que quedaba de un Blan co perfectamente liso. Y se podia escribir perfectamente con la punta del dedo, de hecho los duefios de esos co- rmercios aprovechaban para escribir algiin mensaje 2.30 clentela, por ejemplo «Proxima reapertura» 0 «Cambio de firmas o cualquier otra informacién prictica con la que justificaban el placer infantil de escribir en esa su- perficie tan invitante, Para los chicos era irresistible. De sis esti decir que yo y los chicos del barrio gue iban a visitarme cuando estaba ede guardia», no pudimos resis tirnos y cubrimos la vidriera de inscripciones. Pero se daba una circunstancia especial, y era que para que la ins- cxipcién se pudiera leer desde afuera, habia que escribir al revés, en espejo. El ‘nico modo de hacer esto es usar leeas de imprenta, pensando cada una antes de trazarla, ‘con una especie de doble visién 0 adaptacién mental aun asi, es inevitable que alguna Ro S gueden al revés, Pero ahi noté, cuando las inscripciones constaban de mis de una palabra, la importancia del es- ppacio, que tomaba entidad real, como tantas cosas, cuan- a do se lo considerabs al evés. Después supe que en los ort genes de nuestra escritura, en la antigitedad grecolatina, el espacio entre las palabras no exists, Y ahora que lo pien- 0, encuentro que esa invencién tuvo una importancia quizis fundamental, equivalente ala que tuvo la invencién, del cero en las matemiticas, y relacionada intimamente con ella, Si recuerdo esa banal travesura et porque fie la nica ‘ver que el contador se enojé conmigo en serio, y hasta amenazé con no dejarme entrar mis a su oficina. En ge- neral era muy tolerante, en parte por su caricter, en par= te porque yo era juicioso, en parte, seguramente, porque yo le era Gtily l debia de sentir culpa de explotarme sin Contraprestcién alguna, Esta vex me pegé cuatro gritos: «Vos y los vagos de tus amigos... Los voy a hacer meter presos...r. Sefalaba la vidriera blanca cubierta de inscrip- ciones. ogCreiste que no me iba a dar cuenta?... Ya escribir todo eso, sin permiso, esti mal... ;Pero cosas prohibi- dsl.» Alf empecé 2 caer en la cuenta de lo que se tra~ taba, No era, 0 no era s6lo, escribir, mancillar el blanco del vidrio, sino cuales palabras habian quedado escritas; xno la forma, sino el contenido. En realidad, no me habla puesto a pensarlo, Absorto en el desafio de escribir al re- ‘vés, no me habia detenido a pensar en los significados, y shora comprendia que en el entasiasmo, en el apuro, en cl aturdimiento del delito, podriamos haber escrito algu- na salvajada. No desconfiaba tanto de mi, que era juicio= so y reprimide hasta en mis automatismos, como de mis amigos, que eran unos birbaros. «Seguro que pusieron COGERs, pensé, y aguché la cabera, El contador butt tun poco mis y después se olvid6, Abi tetminé el inci- dente. 12 Pero tuvo su epflogo unas horss después, es misma tar dds, que era una de esas interminablesrardes de verano de Pringles; yo me habia quedado solo en la oficina esperan- dol regreso del contador, que se demoraba mis alli dela hora de cerrar. Esaba sentado en el banco alto tras el mos- teador, sobre el que apoyaba los codes, y tenia los dos pu- fios hundidos en las mejils. No pensaba en nada. Me do- ‘minaba esa melancolia vaga y sin objeto de la infancia, aventuada por la hora y,seguramente, porque tenfa fente 1. mila vidrierapintada de blanco como un muro, Senti, sin velo, que el cielo se ponia de un rosado fosforescente. ‘Asi pasa en la Gltima hora de ls glorioss tardes de verano ‘en Pringles; el aire se ilumina, sus corpisculos destellan, 'Y entonces, sobre la madera oscura del mostrado, justo frente a mi, en el sito exacto donde yo podria habedla excri- ‘to, apareci6 una palabra, en gruesas letras rosadas: PEROW. Alucinatoria, hechizame, tan real como podia serio, aun- aque me parecié imposible. Me eché hacia ats, parpa~ deando ferozmente. Seguia ahi, escrita con un pincel de Juz, Al fin aleé la visa y comprendi que laluz que Ia eseri- ‘ia se proyectaba desde tna de la esriturs dela pintura de ‘a ventana, Bsa era la palabra prohibida a la que se habia re~ {fecido ol contador, Yo era tan distraido que jamis lz habria discernido entze todos los garabatoseimicripciones que cu ‘fan la mitad inferior del blanco. El cielo habia tenido que revelirmela, como un nuevo Mane Thecel Fares. Cuando cedi6 la sorpresa y pude volver a pensar, feel turno de amaravillarme de que se proyectar al derecho, no al revés Hy algo que se Ima eespejtos... Me acabo de enterar aguf en Rosario, donde he venido por unos dis sin dejar de escribir extos recuerdos (porque yo escribo siempre, cexté donde esté y pase lo que pase). El nombre esti bien 13 — ‘puesto; yo conocia la cos, sin el nombre, del que desde shora no woy a poder separarla nunca, La conocia de chi co, ¥ahors fue una nia la que la nombré, lo que me hace: ‘pensar en la continuidad de la infancia. Aunque soy el primer convencido de que no hay nada eterno, debo re- ‘conocer que existe cierto pensamiento que corse por de~ bajo de la Historia, y no se puede decir quién lo trans ports, Los nifios no tienen instrumentos de transmisiGn ‘que atraviesen las generaciones, asf que habria que con ‘duir que lo inventan cada ver. A medio sigio de distancia, de Pringles a Rosario, en otro mundo, en otta era... Ahora estoy teniendo abundantes ocasiones de observar y cexperimentar, como que este viaje, con Ta excusa de un Coloquio sobre las Retéricas del Ensayo, tavo por obje- tivo conocer, y volver a ve, nifios. Sucede que entre mis amigos rosarinos, cod ellos te6ricos faniticos de la Lite~ ratura, se ha desencadenado la moda de tener hijos. Pasé uunas jornadas muy instructiva, y anoche fii a cenara lo de Adriana, que fie la primera en reproducirse, cuando ‘yo apenas empezaba a conacerlos. Mi primer viaje a Ro~ sario coincidié con el nacimiento de su hija Cecilia, cuyo crecimiento segut hasta los tres 0 cuatro afios, no mis. De modo que lo de anoche fe una sorpresa. Cuando subi a Ja terraza de la mansién de la calle Espafa, una enorme ‘muchacha, casi tan alta como yo, describia circulos verti~ ¢ginosot montada sobre patines. Vino a darme un beso, con ‘una sonra radiante. jCecilia! Qué grande ests! {Y qué linda!s No lo dije por cortesia. Alos diez aos, nia gran de (casi enorme), sonrosada por el ejecicio, los ojos bri antes, itradiaba lua, De inmediato sigui6 con sus giros bajo la luna, arrancando chispas a las baldosas rojas, y ast bhabria seguido toda la noche si el padre no le hubiera pe~ ado cuatro gritos. Después, durante la cena, Cecilia men cioné los sespejtos. Se trataba de la respuesta aun insul- to, para hacerlo volver al que lo profiere. Pero el que menciond era muy pobre: «Para vos y toda tu familias, No dejé pasar la oportunidad de enriquecerlo: «En Prin {gles Io deciamos con rima, Cecilia: “Para todos tus pa- rientes, para vos especialmente”. Asi suena mejor y es mss

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