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traducci6n de INTRODUCCION AL Se OR PENSAMIENTO POLITICO por UMBERTO CERRONI >) siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. \ERRO DEL AGUA 248 OELEGACION COVOACAM 80 MENCO, OF siglo xxi editores argentina, s.a. Prtada de maria usa martin pasarge rine don cpa, 1967 vimoctavaediion, mucramient fe compusstay comregida, 1987 Vigssimosexta adi en espaol, 2003 © Salo xxi edtores, sa dees. isbn 682314208 ‘derechos reservados conforme al ey Jmpresoy hecho en mexicolprinted and made in mésico INTRODUCCION AL PENSAMIENTO POLITICO 320.04 Cure 2003 1. Se afirma, por lo general, que la ciencia politica es una ciencia moderna. En virtud de una convencién no ayuna de significado, El principe de Maquiavelo es considerado, de hecho, como la primera obra que tie- ne por objeto la ciencia politica. Esta afirmacion cho- ca de inmediato con una observacién bastante obvia, © sea, que Ia historia del pensamiento, aun antes de Maguiiavelo, conoce un gran numero de obras expre- samente dedicadas a la politica, incluso por el titulo. De La Repuiblica de Plat6n a la Politica de Aristoteles, La Repiblica de Cicerén 0 Del gobierno de los princi- pes de Tomas de Aquino, tales obras demuestran siem- pre un gran interés por los problemas de la conviven- cia humana, Pero cuando se habla de politica como Ciencia, es evidente que se hace referencia no yaa un cierto modo de considerar los problemas (en este caso seria necesario incluir también a las nada escasas ma: nifestaciones del pensamiento politico oriental, tal y ‘como logramos reconstruirlo al analizar las obras re- ligiosas, filosoficas o literarias) ni tampoco a una exposicién puramente sistematica de tales problemas (desde este punto de vista, pocas obras, como por ‘ejemplo la Politica de Aristoteles, tendrian derecho a una calificacién cientifica)( No es dificil constatar ‘que, si se concibe a la ciencia politica como una disct- plina moderna, ello depende, en sustancia, del hecho de que se le atribuye la calidad de ciencia a un deter- ‘minado modo de considerary de tratar los problemas politicos y precisamente a la consideracion de éstos como objeto autonomo yal estudio de la politica como disciplina auténoma}E! motivo porel cual de esta con- cepcién de la politica quedan eliminadas no sélo las ‘obras mas antiguas (en especial las orientales), sino ademas las que recordamos al principio, es que en cllas ni siquiera se da un estudio sistematico, o bien, 7 ‘cuando lo encontramos, se trata de un estudio que Ile vaa la politica a un sistema més general de problemas y que subordina, organicamente, las sohiciones polit. a a las soluciones religiosas, éticas 0 filoséficas. Desde este punto de vista, no hay duda de que entre Jas obras politicas antiguas y la obras, digamos, pos. maquiavélicas, hay una radical diferencia estructu. ral. Trasilo de ninguna manera fue arbitrario al agre- gar a La Republica de Platén el substitulo De lo justo; Pero al comentador que repitiese algo semejante para obras como El principe, El Leviatdn, los Dos tratados sobre el gobierno civil, el Contrato social o para cual. quier manual moderno de ciencia politica, apareceria simplemente como un espiritu extravagante. El subtt tulo del Contrato social de Rousseau —Principios de derecho poltico—, ala inversa, resultarta completa- mente incomprensible para un griego.o para un roma. no. Por lo demés, el“eseandalo' que provocé por tan. to tiempo £! principe de Maquiavelo, demuestra cusin largo y complicado fue el proceso mental a través del cual los modemos se han liberado de una concepeion que mezclaba el manejo del Estado con la solucion de {los grandes problemas de la metafisica y de la ética "Podriamos apreciar mejor la distancia que existe entre los antiguos y los modernos, por lo que toca a la concepcién general de la vida asociada, bajo cuales. quiera puntos de vista; legarfamos siempre a la con- clusion de que se trata de una distancia absolutamen. te abismal. Toda una serie de conceptos que predominan en las grandes obras “politicas” de la An. tigiedad, son para nosotros eulturalmente tan leja- nos, que la reconstruccién filolégica de los términos se transforma en un instrumento indispensable a fin de identificar su alcance especifico. ¥ el fildlogo, por su parte, se encuentra ante una empresa extremada. mente dificil. Un estudioso dela filologiaclésica como oes Bruno Snell, ha ilustrado magistralmente las di. ficultades de semejante empresa y, en relacién con los textos literarios, nos ha indicado, ademés, los resulta. dos francamente conmovedores a que se puede llegar 8 Snell compara el trabajo del fildlogo elésico con el del “restaurador de un cuadro antiguo”, que con instru- mentos precisamente filologicos debe eliminar la "pé- tina de polvo y barniz que los tiempos han acumulado y, de esta manera, dar a los colores aquella luminosi- ddad que tenian en el momento de la ereacion’.! De ‘otra manera, gran parte del mundo ideal de la Anti- aiiedad escaparia a nuestra comprensién y se nos re- Yelaria como una gigantesca coleccién de “errores mentales En las primeras pigimas de la Politica de Aristéte- Jes encontramos la célebre justficacién de la esclavi- tud por naturaleza; lo que Aristételes considera nece- sario afirmar por principio es algo que con toda exactitud los primeros grandes te6ricos modernos creen necesario negar también por principio. El Pri- ‘mer tratado de Locke se opone diametralmente a la po- sicion de Aristoteles, al Iniciar a la letra: “La esclavi- tud es para el hombre una condicién tan misera y despreciable y contraria de modo tan directo a la na- turaleza generosa y valiente de nuestra nacién, que es 4ificil concebir que un inglés, con mayor razén si se trata de un gentilhombre, la defendiese."? Por el con- tario, Aristoteles concluia su exposicién sobre la es clavitud, proclamando que “es manifiesto, por tanto, que algunos son por naturaleza libres, otros esclavos, Yy que la esclavitud es usta y til para estos ultimos"' Sin embargo, la distancia que separa a Aristdteles de Locke (para no decir al mundo antiguo del mundo mo- derno) se hace atin mas clara y sorprendente cuando se piensa que poco antes Aristételes habia escrito: “sina virtudel hombre sel ser mas cruel y mas sal vaje, inclinado en el peor de los modos a los placeres ya los manjares. La justicia es elemento y condicién de la sociedad civil, pues el derecho es norma de la ''B, Snell, La cultura greca¢ le origin del pensiero europeo, Turin, 1963, p. 19. 25 Locke, Dos tratados sobre el gobierno civil, Trad. it Turin, 1948, p63. Aristétles, Politica, Trad. it, Bari, 1925, p. 11 convivencia civilizada y la practica del mismo cor te en la determinacién de lo justo” * En una palabra, quien teoriza la esclavitudes el mismo Aristételes que injertacl estudiode las cosas politicasenel tratado de la virtud y la justicia y el que —en la Erica nicomaquea— proclama que “el politico, por tanto, debe también especular en torno del alma". Por lo contrario, Locke, que niega la esclavitud, afirma que “por extrafio que pueda parecer, el legislador no se mete para nada ni con la virtud ni con los vicios mora les", Los ejemplos podrian multiplicarse: los modelos del moderno politico (si se piensa, por ejemplo, en el Agatocles y en el César Borgia de Maquiavelo) no tic nen nada que ver con la religién, con la ética, con la fi- losofia; su mundo esta tan secularizado y pragmatiza- do que mientras que la mas antigua utopia —Ia de Platén— preconizaba el gobierno de los filos6fos, la ‘mas moderna —la tecnocracia— preconiza el gobier- no de los técnicos. El mundo de la politica, tal y como Fue concebido por los antiguos, forma parte del mun- do de la verdad; el de la politica moderna prescinde de él, Cuando Rousseau lamentaba el que “los hombres politicos antiguos hablaban continuamente de las bue- nas costumbres y de la virtud; los nuestros no hablan. mas que del comercio y del dinero”, no se limitaba a formular una reprension de caracter moral, sino que evaba a cabo un pertinente sefialamiento técnico. Y cuando Benjamin Constant exaltaba la libertad de los modernos respecto de la libertad de los antiguos, veta una superioridad radical de la primera en el hecho de que los problemas de la verdad y de la ética ya se habian “privatizado”, transformandose en patrimonio exclu- sivo de las conciencias individuales. 2. La diferencia radical de la que estamos hablando parece: ‘en dos a toda la historia del pensamien- | to politico, al contraponer la nocién moderna de la po- Ibid, p.6. 10 Iitica al entero curso ideal de la Antigtiedad y de la misma Edad Media. Noes casual, por lo menos, el que todo el Medievo haya mostrado el sello indiscutible de la Politica de Aristoteles y que el Estagirita haya sido llamado durante siglos “el filésofo” por antonomasia. Los adversarios de la esclavitud y de la politicidad del hombre, no menos que los adversarios de la vieja logi- ca, de la concepcién rigida, cerrada y mecanicista de laciencia, en suma, todos los innovadores quea partir del Renacimiento levantan nuevas banderas sobre el edificio de la cultura europea, estan, explicita o impli citamente, en polémica con Aristoteles y hasta su Ila- mado a Platon tiene mas bien un valor polémico que un valor, digamos, rigurosamente te6rico; es el lama- do a un drgano del pensamiento que permite, en la biisqueda de los modelos absolutos, abrir un pasaje delimitado rigidamente por la citcularidad omnicom- presiva entre fisica y metafisica que Aristételes construyé., Este profundo quebrantamiento provoca una canti- dad de problemas estrictamente atinentes al método de la politica como ciencia. De inmediato viene a la ‘mente un interrogativo desconcertante: ¢c6mo es po- sible que la vision del maximo pensador de la Antigle- dad resulte,a los ojos de Locke, indigna y despreciable para un inglés de su tiempo, maxime si se trata de un “gentilhombre"?;y,ala inversa, ¢cémo es posible que Jo que era casi obvio para este mismo ingles resultara inconcebible para Aristételes? Un interrogativo de este tipo, que en otros campos no pasa de ser un interrogativo estrictamente filologi- co, a pesar de ser tan legitimo como en la politica, en el campo de esta disciplina adquiere un aleance infin tamente preocupante. En esencia, este interrogativo se puede resolver en los siguientes términos: cémoes posible que la especulacién acerca dela verdad, que la ‘mis grande mente antigua puso como fundamento de 5 Al respecto veanse las agudas consideraciones de A. Banti a vita di Galileo Galilei, Mil, 1962. u las cosas politicas, conduzca a legitimar la esclavitud por naturaleza, mientras que, por el contrario, preci- samente la separacion de la politica respecto de la es- fera de la verdad y de la virtud, permita reinvindicar Ja libertad y la igualdad por naturaleza de todos los hombres? O, en otros términos pero con una formula- cion andloga, ¢como fue posible que instituciones so- ciales que toda conciencia modesta condena, hoy por hoy, a primera vista se conjugaran en el pensamiento griego con aquella visién complexiva del mundo, que suscité el admirado estupor de la interpretacion “clé- sica” de la antigiiedad de un Goethe, de un Winckel- mann y hasta de un Rousseau?* Problemas de este tipo, naturalmente, no pretenden volver a proponer la querella entre los antiguos y los modernos; no obstante, sirven para precisar, en prin- cipio, el carécter problematico de los instrumentos con los que acostumbramos conformar la historia del pensamiento politico que ahora nos interesa, Tales instrumentos, por ejemplo, hacen entrar en crisis la nocién de la historia del pensamiento politico como luna sucesiva progresin de las ideas o de la historia ‘como “historia de la libertad”, conocida formulacién general de Croce. En el primer capitulo de su Historia de Europa, Croce en realidad elude el problema cuan- do, al examinar el nuevo contenido que adopta la pala- bra “libertad”, lo relaciona con “el nuevo concepto de la humanidad” y escribe: “No se habia llegado a este concepto como por ensalmo ni por un salto 0 por un vuelo al topar con Jos umbrales de este camino, sino que a él se llegaba en virtud de todas las experiencias y soluciones de la filosofia en su laborio secular, que ‘cada vez més habian acortado la distancia y compues- toladisensién entre cielo y tierra, Dios y mundo, idea- lidad y realidad, y, al reconocer idealidad a lo real y “ Interesantes observaciones acerca de a valoracin moderna de a civlizacion griega en V-P. Shestakov, “Antichnostv sovre ‘mennoy burjuaznoy filosofl istorii en Vestnik drevney stor, m2, 1963, 12 realidad a lo ideal, reconocieron y comprendieron al mismo tiempo su inescindible unidad, que es identi- dad.”” La evasiva es tal, que Croce termina su libro con esta singular readopcién de un dualismo tradicio- nal: “Trabajad de acuerdo con la linea que os ha sido trazada, y dejad que la Divina Providencia haga lo demas, pues ella sabe mas que nosotros y trabaja con nosotros, en nosotros y sobre nosotros." Pero enton- ‘ces resulta inutil haber exaltado el final de la disen- sion racionalista del siglo xvii “entre razén e histo- ria", otorgando el mérito a la dialéctica de Hegel y al historicismo de Vico, pues si se ha de aceptar tna vi- sin que retorna a postular el providencialismo divi- no, tanto la dialéctica de Hegel como el historicismo de Vico son problemas que deben ser ante todo expli- cados, si se quiere, recurriendo a las causae finales de Iahistoria, mas bien que las causae efficientes. Con se- ‘mejante criterio, nuestro interés por la teoria politica de Aristételes 0 de Platon, de Tomas de Aquino o de Egidio Colonna, consistir4 tan s6lo en buscar su ubi- cacién enel “diseno providencial”, que lleva a la histo- ria de las ideas a las puertas del liberalismo moderno, @aquel “ultimo acto” de la historia, a aquella “edad ‘itu’, que en el siglo x Joaquin da Fiore ha- ido" y que “ahora se abria ante la humana sociedad que la prepare y que la habia estado esperan. do"? Aun cuando se mueve tras las huellas de una “histo- ria del espiritu’, el fil6logo Bruno Snell, que ya recor damos antes, sc plantea dificultades y soluciones de bien diversa naturaleza —por cierto, empujado por los agudos y concretos moscardones de la interpreta- cién filologica que poco se logran aplacar con las reli- giones de la libertad—; tan es asi que se detiene ante Ia empresa de escribir una historia del “descubri "8 Croce, Storia d Europa ne seolo decimonono, Bat, 1942, pal * Bid, p. 360, toi. p. 23 B ‘miento del espiritu en la Grecia de Homero, y prefie- re, més bien, con la cautela del cientifico, “la forma del ensayo”, que le permite proceder por breves cor- tes filologicamente verificados. “El significado del mundo griego —escribe— viene aqui investigado por ‘caminos diferentes de los que siguid el clasicismo: no- sotros no esperamos descubrir una humanidad per- fecta y, por ello mismo, desligada de la historia, sino que deseamos encontrar el valor histérico de lo que los griegos llevaron a término... Ya veremos enestees- tudio como ciertos fenémenos espirituales primitivos se presentan a la conciencia bajo cada vex mas nuevas formas y veremos también como palmo a palmo esos fenémenos van sellando de manera diferente el cono- cimiento que el hombre tiene de sf mismo. Un estudio de la historia del espiritu, tal y como la entendemos nosotros, seria el encargado de poner en igual eviden- cia tantoel aspecto historico como el aspecto sistem tico de este proceso. Naturalmente, ello aumenta las dificultades de la representaci6n, pues no es posible seguir al mismo tiempo dos filones, 0 sea, la linea his- t6rica y el desarrollo de determinados motivos que en- contrarén su conclusién en un sistema. Por tanto, la forma mas idénea es la del ensayo, en el que se puede poner de relieve cada una de las dos tendencias.”"" [Asi pues, el fildlogo advierte que la identidad entre historia y filosofia no puede anular su espec rencia, ya que para é! la historia tiene las di irreductibles y vigorosas de organismos filologicos instrumentalizados como organismos reales, en los {que él tiene que experimentar sus hipotesis concep- tuales, del mismo modo en que lo hace el naturalista; asi sucede, por ejemplo, cuando se persigue la dad de comprobar si las palabras homéricas se rela- cionan con un vocabulario mental especifico, en el que no sélo existen simples anticipaciones del que nos es propio, sino, ademas, lagunas sintomaticas y presen insdlitas para nosotros: “Si en Homero no se en- °B, Snell, op. cits p16 4 cuentran muchas cosas que, de acuerdo con nuestra concepcién moderna, deberian encontrarse, debemos pensar que él no las conoce atin, tanto mas cuanto que diversas ‘lagunas’ de esta especie aparecen intima. ‘mente relacionadas entre si, mientras que, al contra- rrio, muchas cosas se nos presentan en modo tal que al principio nos resultan desconocidas; sin embargo, si nos servimos de ellas llegaremos a formar un todo sis: tematico."" Un todo que, aun cuando presente con- vergencias con el nuestro, tendré también diferen- cias, que de acuerdo con el arbitrio de los filoséfos quiz puedan ser dejadas de lado, pero que son esen- ciales para el fildlogo que persiga aferrar no sélo aquelloen que la lengua de Homero es idéntica a nues- tra lengua de la civilizacion europea, sino y sobre todo aquello ep que noes igual, supongamos, ala lengua de Gocthe. {EI filésofo, como figura tradicional opuesta a la del cientifico, busca puntualmente la progresion de las ideas y la “superacién’ de los errores y de los limi tes ideales, y deja al historiador —a la “degradante”” filologia—la localizacion de los elementos del sistema cultural griego, que enel “avance" del Espiritu vienen “superados”, pero pierde, de ese modo, la estructura del mundo cultural griego que, aun cuando indudable- mente se relaciona con la del nuestro, no se identifica con ella y muestra, por el contrario, un “todo sistema- tico”, que es, en su conjunto, un universo ideal dife- rente y original, 3. Advertencias como las anteriores son esenciales en Iahistoria del pensamiento politico, para evitar que el equilibrio de los variados elementos de un determina- docomplejoconceptual —por ejemplo el de la Politica de Aristételes— sea alterado por nuestra indagacién interesada en verificar aquello en que ese complejo conceptual preanuncie el nuestro o aquello que po- dria ser considerado como mero “defecto”, caducidad o falta respecto de éste, con lo que se nos escaparia el "'B. Snell, op. cit, p15. 15 significado auténticamente historico que aquel com- plejo conceptual tiene en un preciso contextode la his- toria de la civilizacién. Alanteceder estas cautelas, de inmediato advertimos que lajustificactén aristotélica de laesclavitud por naturaleza no puede ser confund- da con un simple “error” mental, con una limitacion conceptual, ante la que el estudioso moderno, como era el caso de Vitoria, se limite a sustituir quod certe Aristoreles non intelexit. El desdeno trabajosamente disimulado con el quees acogida una seccion tan esen- cial del pensamiento politico aristotélico porel lector ““interesado", deja entonces el lugar a una valoraci6n {que trata no slo de conectarla con la estructura real del mundo griego (en el que, como dice Aristoteles, no habria necesidad de los esclavos siempre y cuando "gs telares trabajaran por si solos”), sino, ademés, encontrar los limites del mismo cardcter superior’ “sublime” de nuestra concepcién individualista mo- derna: “La esclavitud —ha escrito Pohlenz— pasa por ser irreconciliable con el derecho del hombre a la li- bertad personal y, sin embargo, la civilizacién moder- nanos ha aportado también los campos de trabajo for- zado para hombres libres.”!? Claro que una obj ‘como ésta provoca el rechazo de quien, al teorizar Ia superioridad de nuestra concepcién moderna, tiende acolocarla fuera del “todo sistemstico” de nuestra ci- vilizacién, de la que desgraciadamente también for- ‘man parte los hornos crematorios nazis. Ahora bien, sial abordar semejante tema podemos turbar la con- ciencia de nuestros contempéraneos, limitémonos a traducirlo en algo diferente, pero que responde con la ‘misma eficacia a nuestros fines, a recordar con Max Weber, que “la maxima expansion de la explotacion de los esclavos coincidi6, en el ambito de la historia griega, con los periodos de florecimiento de la demo- ccracia”. Para tal efecto, el problema sigue siendo el "24 Pohlenz, La liberté greeque, Pars, 1956, p. 7. 9M, Weber, Economia y sociedad, Trad. i, Turn, 1961, 1 P68. 16 |, mismo, pues se trata de “restaurar” integramente un complejo de civilizacién, evitando conformarlo con ) criterios arbitrarios, tomados inevitablemente del ar- | senal mental de nuestra cultura. Sin embargo, no es menos cierto que la cuestién de la"imponderabilidad” propia de las ciencias sociales ¥y que tanto angustié a una mente como la de Max We- ber, no se puede resolver sin la elaboracién de ciertos criterios, es decir, sin la organizacién de una “escala conceptual” 0 de determinados “‘tipos ideales”. En efecto, séloes posible pensar enel mundo griegocomo ‘en un todo cuando se realiza un esfuerzo de abstrac- cién conceptual que logra definir sus parémetros. Pero aunasi el problema consiste precisamente en lle- var acabo esta operacién tedrica deduciendo aquellos pardmetros del material mismo que nos toca organi- zar, de otra manera podriamos adoptar como parame- twos de la cme cuestion criterios que provie- nen de la nuestra: Es en este momento cuando el problema de la historia del pensamiento politico sur- ‘ke con toda su complejidad, pues nos percatamos de ue, paraevitar el escollo de una construc s- ta de la misma y para no resolverla de esta manera en la filosofia, es preciso evitar a la vez.el escollo que re- presenta una mera coleccién empirica de hechos, el escollo de la pura y simple filologia. Es necesario reconocer, por tanto, que si los fil6so- fos han visto a muchos de sus bajeles irse a estrellar contra Escila, Caribdis por su parte ha desvencijado ‘casi todos los navios del moderno soci6logo de la po- litica. ‘Cuando David Easton reprocha a la sociologia de la politica el haberse hundido en el “hiperfactualismo” yeel que haya consumado una indecorosa “fuga de la razon" conviene entonces reconocer Ia parte de verdad que encerraba la posicién de Benedetto Croce, que exaltaba la unidad de razén y empiria. Pero la sugestion de Croce debe ser integrada (y, por tanto, “ D, Easton, Il sistema politico, Milan, 1963, pp. 8 ss. 7 subvertida), aceptando la advertencia del filélogo Snell, que ve en los organismos conceptuales por é1 ‘examinados verdaderos organismos historicos autar- quicos, dotados de una estructura propia. Asi que, si la historia de las ideas politicas pretende ser una au- téntica historia, que no se diluya en la pura filosofia, debe ser teorizada como una historia de ideas politi- cas que es al mismo tiempo historia de instituciones reales, vale decir, una historia de organismos defini- dos por una especifica estructura ideal y social y, en consecuencia, por una racionalidad netamente hist6- rica. Hablar de la teoria aristotélica de la eselavitud (asf como de la concepcién griega de la polis o de la concepcién tripartita de la ley en Tomas de Aquino) debe poder significar que se habla de una concepeién que da, ¢s cierto, forma a la sociedad griega, pero que cn definitiva es explicada por esta ultima: la esclavi- tud no es solamente un concept, sino ademés tna ins- titucién real, y Aristoteles, al teorizarla, no la inventé, por asi decir, sino que le dio una explicacién tedrica que postulaba, ni mas ni menos, la existencia de un tipo social en el que los telares no trabajaban solos y cen el que hacerlos tejer mediante tejedores libres no era sélo conceptualmente impensable, sino practica ‘mente irreal. No sélo era desconocida para los griegos la libertad individual de todos como concepcién, sino que ademés la misma sociedad griega no funcionaba ‘como una sociedad sinalagmatica, que presuponie no solo la desaparicién de la justificacién tebrica de la es- clavitud, sino y sobre todo la posibilidad de un funcio- namiento real de la sociedad completamente diferen- te, La sociedad griega no sélo tenia una base ideal, sino también una base real Es cierto que el pensamiento politico moderno nace polemizando conceptualmente con la teoria aristotéli- ca de la esclavitud; pero la terminacién real de la es- clavitud presupone aquellos procesos de disgregacién del antiguo organismo social que, de hecho, constitu- yen la historia econémica de un prolongado lapso se- ‘cular. Mientras una considerable seccion de la socie- 18 dad inglesa no dejé de funcionar précticamente sin esclavos y sin siervos de la gleba y pude reproducirse en conereto mediante el empleo del “trabajo libre”, la idea de Ia esclavitud jamas adquirié aquel cardcter despreciable que Locke encontraba en ella y que ni si- quiera Pablo de Tarso logré advertir. ‘Montesquieu hizo notar justamente que “si hoy los tartaros inundaran Europa, seria dificil hacerles com. prender lo que ¢s, entre nosotros, un financiero"’ igualmente dificil debio ser para una mente griega, aun para la de Aristételes, imaginar una sociedad en Ja que los telares no son aceionados por esclavos y, no obstante, tejen por si solos, mediante el empleo de ‘rabajadores libres asalariados”. Por otra parte, aungue sea verdad que la referida incomprension de los tartaros acerca de lo que son los financieros de Pa- ris constituia un innegable limite mental de los mis- ‘mos, no se puede ignorar que su superacién efectiva en la sociedad tartara dependié més de la llegada de los financieros de Mosca que de la lectura del Esprit des joi. Desde este punto de vista, quizé parezca me- nos simplista de cuanto sea comin creer el hecho de que el indudable progreso que corre entre la Politica de Aristoteles y el Esprit des lois no tenga tanto el rit- mo de la “‘superacién” mental de los “limites” del mundo antiguo como, de modo eseneial, de la disgre- gacién practica de sociedades que se apoyaban en la dependencia personal y en las que, por ejemplo, al ser elciudadano un privilegiado, el garantismo de la divi- sién de poderes podia ser tan impensable como lo era en la edad de Montesquieu una vida econémiea sin fi- nancieros. Sino se teorizara un referente histérico real como el anterior, se podria llegar a la conclusion de que vale menos un cerebro como el de Aristételes que los miles de cabezas huecas que sin duda pobla- ban la Inglaterrade Locke, pero que no obstante, con- sideraban a laesclavitud como algo despreciable (sal- vo, naturalmente, si se trataba de las colonias del naciente imperio de Su Majestad briténica). La tinica alternativa para ese caso seria la de considerar como 19 una lindeza inexplicable la “vergonzosa” teorfa de la esclavitud por nacimiento puesta en la base del mas grande pensamiento politico antiguo. Sin embargo, seria entonces igualmente inexplica- bleel “destino tan poco envidiable” de la palabra gr ga idiotes,"5 que caracterizaba al individuo privado de cargo pablicos, al no ciudadano; tan inexplicable como la idea que, a su vez, Locke pudiera dar del idiota a.aquel que en su época condividiese la teoria de laes- clavitud de Aristételes, reivindicando para todos los individuos la autonomia del privado, cosa que en Gre- cia era sefial de idiotez. Si a nuestros ojos resulta ya casi ininteligible la idea aristotélica en el sentido de que ciudadano es aquel que participa de las magistra- turas, igualmente ininteligible resultarian para el ciu- dadano griego las Declaraciones de los Derechos. Sin que se pretenda colocar sobre la idea del progreso una piedra sepulcral, es necesario convenir en que su pe- netracién esta intimamente unida con lacomprension del porqué se nos revela una subversion tan profunda de valores en la historia de los pueblos, y desde luego, nototalmenteen desventaja de los antiguos. Mas exac- tamente, es necesario preguntarse cudles contextos sociales reales, cudles modos de funcionamiento so- cial permiten que se deterioren valores como la parti- cipacién politica del griego o como tesisaristotélica de que el derecho deberia ser igual sélo para los igua- les y desigual para los desiguales: Pero mientras el punto de comparacién de las ideas politicas no lo constituya la sociedad antigua, sino la cultura liberal democrética moderna, nuestro interés te6rico se orientaré hacia el “‘surgimiento gradual” del concep- tode libertad individual, de la libertad civil, diferente de la libertad politica, y veremos en aquel ascenso la confirmacion de nuestra superioridad sobre los ant 'S 1. Touchard, Soria del pensiero politico, Milan, 1963, p.2.Y Laanterior anotacién, valedera para la sociedad an- tigua y la sociedad feudal, pone en crisis a uno de los instrumentos con los que acostumbramos trabajar para reconstruir la historia del pensamiento politico. En sustancia, el estudio del pensamiento politico lle vado a cabo sobre la base de la nocién del Estado (un concepto moderno), no puede evitar la identificacion de aquellas connotaciones de las formaciones politi cas premodernas que permiten agruparlas bajo un iinico concepto eminentemente moderno. En conse- cuencia, el estudioso se interesaréen organizar el pen- samiento politico de Aristoteles en torno de aquellos tres elementos del Estado (territorio, poblacién, sobe- rania), que presuponen al Estado nacional, el pueblo jurfdicamente distinto de la poblacién y la autoridad separada de las determinaciones sociales: tres ele- mentos que nos alteran en modo absoluto la imagen real de la comunidad politica griega y del Estado- propiedad feudal. Es cierto que en Arist6teles encon- 2% p, Easton, op. cit p. 100. tramos también conceptos relativos al territorio, a la poblacién, a la soberania; sin embargo, esos concep: tos quedan incluidos en un sistema especifico que se dispersaria si adoptéramos los tres elementos en una proyeccién genérica, capaz de hacerlos encuadrar en sistemas toto coelo diferentes. De esa manera nos re- sultaria dificil, por ejemplo, aferrar la importancia que tiene en Grecia la “relacién particular entre el pueblo y la tierra” y que, como explica un agudo estu: dioso de la historia del pensamiento politico, aunque parezca extrafio es precisamente la que “presenta el acento siempre puesto por el pensamiento griego so- bre el pueblo mas que sobre el territorio del Estado” En efecto, “el Estado de Atenas era la suma de los ciu- dadanos atenienses y su constitucién la forma exte- rior de su vida politica asociada: no se trataba simple. mente de una coleccién de leyes territoriales impuestas por el Estado a los residentes dentrode sus confines o de diferentes subdivisiones de su territo- Sefialamientos anilogos podrian hacerse respecto de otros conceptos, como por ejemplo los de ley, justi- cia, ciudadano, derecho, etc. Para todos ellos la pro- fundizacién tedrica parece relacionarse de modo indi: soluble con la indagacion historica; desde luego, se trata de una indagacién que no se limita a “ubicar”” histéricamente el pensamiento en un determinado contexto de cultura (que fatalmente seria conformado de nuevo por nuestros valores culturales), sino mas bien en un contexto social real que no es ignoto en su tancia y que debemos presuponer como un dato objet vo estructurado por determinaciones no ideales, 0 ‘sea, por modos hist6ricos de relacién natural entre los hombres. Es precisamente sobre estos modos sociales que los estudiosos mas recientes han sentido la necesidad de reflexionar, aun cuando, precisa decirlo, la sociologia moderna de Ia politica no parece aprovechar las lee- 26 Ch. H. Me Hain, op. cit, p. 21 30 ciones de la ciencia econémica y tiende més bien a convertirse en una “psicologia social”, que luego se ‘encamina hacia la filosofia. Pero si, por el contrario, se acepta una periodizacion del pensamiento politico {que en grandes lineas experimenta el ritmo de los mo: dos de produccién, se tiene que convenir en que la po- sibilidad de escapar ala reconversion de la historia en historia filosofica resulta mucho mas dificil (claro, todo elloacondicion de que el criteriono se desarrolle como teoria antes de ser concretamente experimenta- do sobre el material hist6rico real, tal y como por des- gracia hacen con mucha frecuencia ciertos silogistas “marxistas"). Pero, al mismo tiempo, la necesidad de recurrir a criterios te6ricos que nos prospecten hip6- tesis especificas de organizacion de los datos histéri- cos, permite evitar las dispersiones empiricas de los datos y la solucién de la historiografia en la cronolo. gia. De esta manera, podria ser satisfecha la exigencia racionalista de los te6ricos y la exigencia individuali- zadora de los historiadores, al evar a término aquella unidad de razon y empiria a que aludia Croce ¥ que, por cierto, a este pensador se le desvanecia en la medida en que persistfa en tratara la empiria como ‘un mero dato filosofico y a la economia como un mo- ‘mento filosdfico del espiritu, mas bien que como obje- to de la ciencia, 5. Indagar cual haya sido la razén hist6rica de la pri- macia que el mundo griego en su totalidad asume en la especulacién politica, lo mismo que en otros cam: pos del pensamiento, es algo que con toda evidencia queda fuera de las tareas inmediatas de quien estudia la historia de las ideas. Sin embargo, se debe admitir {que se trata de un problema de la mayor importancia, tanto mas cuanto que hoy se multiplican las acusac nes de “eurocentrismo” en contra de nuestra cultura.” Es verdad que no toda ella esté libre de pe- * De modo particular consultar G.F. Aleksandrov, Isoriya sotsiologuicheskij uckenis, Mosc, 1959, cap. La tendencta es 31 cados por el estilo y que precisamente por esto es ne- cesaria una gran cautela para poner coto a ciertos de- fectos. Pero el verdadero problema no es “reivindicar al Oriente”, confiriendo a los textos ya los exponentes particulares de la antigua cultura oriental un valor ‘gue casi seguramente no tienen, sino que més bien se trata de meditar, de acuerdo con criterios integra- mente histéricos, sobre la notoria idea de Hegel de que “el espiritu europeo ha transcurrido su juventud fen Grecia” Se peca de “eurocentrismo” cuando, ‘como hacia el mismo Hegel, se considera que “entre los griegos nos sentimos de inmediato en nuestra pa tria, pues estamos en el territorio del espiritu’,” ‘como si semejante terreno no se pudiera encontrar en otras partes. Por lo demas, Hegel paga su desatencién respecto de circunstancias eminentemente hist6rico- naturales de la “primacia” griega, cuando vuelve a faquel “mundo de la Finitud” de la peor ralea que es el determinismo geografico. ¥ asi, escribe que "en cua toel espfritu hace su entrada en la existencia, entraen el mundo de la finitud y, con ello, en general, en el mundo de la naturalidad”,® y se limita entonces a consideraciones que ofenderian a cualquier modesto cultor de “geopolitica’, escribiendo, para no citar ‘mas que un ejemplo, que “asi, en general, es la zona ‘templada la que debe Fungir como escenario del espec taculo de la historia del mundo”. (Para fortuna stu- ya, Hegel no vivis lo bastante como para verse obliga do a registrar las desmentidas clamorosas de los desarrollos norteamericano y ruso.) ‘Pero si ésos son lastres de los que la cultura debe li- casi general entre los estudiosos soviticos. Véase. en Iai, el Solumen Stato, Popoloe Nazione nelle culture extra-europee, Mi Tin, 1965, en cuya“premisa metodoldgica” V. Beonio Brocchieri ‘habla con larguera del “equivoco eurocéntrico" Th GWEF. Hegel, Leociones deflosofia de fa historia, dit th mondo greco-romano, Florencia, 1963, p5. 3 bidem, p. 4 50 Pbidem,t La racionaita della storia, Florencia, 1941, p. 207 3 idem, p 211 32 berarse, ello no significa que se tengan que buscar los, origenes del pensamiento sistemitico en donde no existen. Pues, ¢s un hecho que “quien busque un ‘pen- samiento especulativo’ en los documentos de los ant guos, tendré que aceptar que en las fuentes escritas ‘muy poco merece el nombre de ‘pensamiento’ en senti- doestricto” 2¥El interés del estudioso del pensamien- to politico se dirige hacia Grecia precisamente porque en Grecia se descubre una formidable excepcién, y aqui, de modo mas radical que en otros lados, vemos desenvolverse un doble y concomitante proceso: mero, Ja superacion del llamado “pensamiento mito- poyético” bajo a forma de un pensamiento sistemati Co, y después/ta elaboracién de formas politicas que se abren un determinado grado de participacién co: lectiva, Ambos procesos pueden ser resumidos en el hecho de que los griegos son el primer conglomerado hhumano en el que madura la primera distincién-entre hombre y naturaleza. Tal distincion es practica y t6o- rica al mismo tiempo y se manifiesta, por un lado, como discriminacién real de por lo menos una por- ign de la humanidad asociada respecto del mundo natural, y, por otro lado, como una distincién en el pensamiento entre sujeto y objeto. Se tratade dos con- diciones que exigen el término de una condicién mera- ente pasiva del individuo (por lo menos dentro de un determinado grupo social) y su transformacién, por asi decir, de pertenencia orgénica a miembro de la co- munidad, a actor de un intercambio ideal y practico con Ja naturaleza, en cuyo intercambio él figura no s6lo como ente receptor, sino ademas como ente pro ductivo.” Del inmenso mundo de los esclavos no ‘surgié pensamiento alguno, mientras que del restrin gido ambito de los hombres libres de Atenas nos ha ve- nnido un patrimonio inmenso de eivilizacion. Sin em- 241 Frankfort y otros, La flsofia prima del grec, Trt, 1963, p. 15. = *CDasultar K. Mary, Forme che prcedono le produione ca pitta, Roms, 1956 33 bargo, es evidente que no bastaba no ser esclavo y que se necesitaba ademas que la comunidad de los libres actuara como una verdadera comunidad en la que los particulares participaran de algun modo en la deter- minacién de las decisiones, Si laexistencia de la escla- vitud, en Grecia y en otras partes, libra a una clase de hombres de las fatigas materiales, en Grecia, a dife- de otras partes, esta mera disposicién para ejercicio de las actividades espirituales encarné en posibilidades concretas de accién individual. Un primer grado de auténtica libertad de conquista cuando la comunidad de los libres se redime del des- potismo patriarcal que domina la historia de los impe- rios orientales, Sélo entonces madura aquella distin- ccidn real entre los individuos (division del trabajo), {que esti en la base de la confrontacién y valoracién de las opiniones individuales y, en definitiva, en la bus- queda de un metro para estimarlas. Al mismo tiempo, cel pensamiento humano se libera de las representacio- nes miticas y pasa a las interpretaciones causales y sistematicas, yen el plano de las instituciones comien- za.una real y verdadera contienda politica que alinea allos hombres de acuerdo con sus opiniones. Ser gric- {g0, ciudadano y libre yno ser barbaro, mujer oesclavo esel verdadero punto de partida de la produccién inte- lectual en general y de la cultura griega en particular. No por mero caso se atribuye a Tales de Mileto la si- guiente afirmacién: “De estas tres cosas soy grato al destino: en primer lugar, de haber nacido hombre y no ‘animal; en segundo lugar, de haber nacido hombre y no mujer, y en tercer lugar, de haber nacido griego y no barbaro."® Si Tales (0 el que haya sido) no mencio- nael serciudadano yl ser libre, seguramente fue por- que sefialamientos de ese tipo no eran necesarios sino superfluos:el esclavo no era ciudadano y el griego, en cuanto ciudadano, no podia ser mas que libre. Una preferencia ideal como la de Tales nos remite, sin du: da, a una sociedad dividida en hombres y no hombres, Cit on B Snell, op cit. pp. 350351 a en griegos y barbaros, una sociedad en la que estas al- temativas eran reales y no meramente idcales. El transito progresivo a la expresién de un pensa: into sistematico, nos lo documentan los textos lite- rarios griegos por la gradual corrosion de los asertos initicos arcaicos y por el surgimiento, en el cuadro de Ja multiplicacién de las opiniones, de los méximos in- terrogativos de una ética reflexiva: gQué es el bien?, gquées la virtud?, cqué es lajusticia? Sécrates repre- ‘enta el punto de arribo de esta elaboracién y su “arte mayéutica” (asi como la antilogia de los sofistas)es de ‘por si un signo evidente de la fatigosa operacién que se debie llevar a efecto para comparar y seleccionar Jas opiniones." En la politica, el problema de la comparacion y de la seleccion quedaba ya comprendido en la inaugura- cién de lacontienda por el poder 0, de cualquier mane- ra, en la posibilidad de influirlo. La lucha politica pro- bablemente debié representarse al ciudadano ateniense bajo la forma de una contienda que tenia por objeto la actuacién de una conducta capaz de ade- cuarse a la armonia de la comunidad de los “libres”, Jo que significa una articulacién manifiesta de orden edsmico mas general. Designar aquella conducta cera algo asi como sefialar los muros de la polis (y ¢l parang6n, de hecho, lo encontramos en Herdclito) ¥ participar en la construccién del orden natural. Es sélo hasta més tarde cuando la profundidad de los contrastes entre las posturas politicas e ideales gene- ra los primeros grandes quebrantamientos en el pen- samiento politico y delinea algunas de las fundamen- tales direcciones de su desarrollo. La especulacién acerca de los valores centrales induce, entre otras co- sas, a subrayar la gravedad de las aberraciones practi- 2% Cfr.enparticular L Robin, Sori del penserogreco, Milin, 1962; B. Snell, op. cit F. Adorno, La filasofia antica, i, Min, | 1960 3 Cle. W. Cesarini Sforza, yoo “Diriti" dela Enciclopedia det dirt. 35 cas y a plantearse aquella cuestién crucial con la que Principia el didlogo platénico sobre Las Leyes: “Hues- pedes, éfue dios u hombre el autor de vuestras le- yes?" Las Leyes fue una obra postrera de Platén, ero quizs su tono conciliador se apoya en una veta escéptica que no ha sido alimentada s6lo por la vejez. Enella selee que noes facil para el hombre sustraerse alaubris, que la vida politica es un “ser puiblicamente ‘enemigo de todos y, en privado, ser cada uno para si "3 Hay una reflexién que incluso hace entrar cn crisis la posiblidad de mantener en pie la antigua armonia de la polis: “Parece diftcil, huésped, que todo Jo que constituye la politica, tanto cuando es pensa- ‘miento como cuando esta en el plano de los hechos, lo gre en algtin modo tener una validez.universal.”” En efecto, esta crisis ideal de la polis era una crisis real. El proceso de relativizacion de los valores y de pro- blematizacién del cardcter univoco de la Antigtiedad, sin duda se presenta conexa con una disolucion real de la comunidad de los libres, minada por mutamien- tosestructurales que van acentuandose. Este proceso es puesto en evidencia por la sofistica, encuentra su metodélogo en Sécrates y en Platén aquel que fija los, dos polos generales de su desarrollo teorico; un dua- lismo neto entre los modelos y la vida, del que descien- de una perenne tensién de adecuacién de las cosas las ideas, o bien el repliegue de un escepticismo laten: te yen apariencia realista hacia aquel “justo medio” que con gran facilidad degenera en compromiso. Enel plano de la teoria politica, La Repuiblica y Las Leyes re- alizan con bastante claridad estas dos direcciones, ut6pica la una y sustancialmente escéptica la otra.** La primera vuelve a sugerir la tentativa de suprimir aquella particularidad que constituye la espina dorsal 5 platon, Las Leyes, trad, it, Dialoghi, wo, Bar, 1962, p 3. 8 idem, p. 6 % tbidem, p. 19 *L Robin, op. cit, en lap. 408 se habla incluso de una “ci. dad primera” y de una "ciudad griega. 36 de las cosas mundanas, al llamar a juicio al mito de la edad perfecta que se ha perdido yal transfigurar el co- nocimiento en reminiscencia (la anamnesis platéni ca). La segunda se inclina a catalogar las “degenera- ciones” humanas de los modelos ideales y a meditar a contrarioen la omnicomprensién de la educcién dela politica a la sabiduria y a la virtud La gran sintesis de Aristoteles es el sltimo bastion detras del cual se refugia el espiritu dela cultura grie- ga, cn un esfuerzo extremo por mantener quieta su as- piracion a la virtud perfecta” en la comunidad y de alcanzarla desde el interior mismo de las cosas del mundo, Arist6teles critica el comunismo platénico, mas aristocratico de cuanto no se logre pensar, yelri- gido enjaulamiento de la vida politica en el modelo de un organismo ideal que debe plasmar los procesos reales, convirtiéndose en el primer teérico de la pro- piedad privada. Concibe la politica, al igual que la na- turaleza, como una esfera que lleva en sila potencial dad de la perfeccién: su finalismo no es menos perfeccionista que el de Platén, pero surge de las en- traihas de lo real y exige el reconocimiento dela parti- cularidad. La constitucién de la polis sigue siendo la estructura integral de la ciudad, de la que el hombre ciucadano es parte organica que no puede disociarse sin degenerar en su humanidad. Pero la misma consti- tuciénes un modelo que no se recava ya de los proyec- tos especulativos, sino de la exploracién historico- social, de la confrontacion, de las constituciones.*! Deesta manera, entraen crisis laarménicainherencia del logos a la fysis, de la raz6n a la naturaleza: la natu- raleza de los modelos y la perfeccién formal del orden ‘cosmic. El ideal de la justicia, corazon de la cultura politica, sriega, experimentaa su vez los contragolpes de las diferencias reales que van surgiendo. Sis cier- to que la ley es “‘inteligencia sin pasion”, es verdad tambien que el mundo esta lleno de pasiones sin inteli- gencia y que autentica justicia no puede consistir sélo "Chr. L Robin, op. cit, pp. 476 ss. 37 enla facultad de conmutar sino ademés en la facultad, de distribuir de acuerdo con méritos efectivos. El ea- récter abstracto, frio y homogéneo de la ley debe ajus- tar cuentas con la heterogeneidad de los hechos y de los méritos y puede resultar igual s6lo para quien es igual. in el pensamiento de Aristoteles la ciudad Estado sigue siendo un organismo natural, pero como toda porcién de lanaturaleza, también aqui “el fin determi: na la naturaleza de los seres”, y precisamente en la identificacion de este fin natural se desenvuelve una vasta gama de alternativas. La Politica de Aristoteles comienza por sostener que el cardcter propiodel hom- bre respecto de los demas animales estriba unicamen- teen que “posee la nocién del bien y del mal, de lo jus- to y de lo injusto y de todas las demas antitesis| morales”. de modo que no hay politica que no sea al mismo tiempo sabiduria y virtud. Pero la obra termi na fijando para la educacién de los futuros ciudada- nos “tres principios fundamentales: el miedo entre los extremos, lo posible, lo decente”.* La disociacién in: dividualista todavia no ha desintegrado la comuni- dad, pero ya ha previsto su cardcter problematico. ‘Aristdteles intenta contener y resanar la unidad de la ‘vida citadina con un esfuerzo realista que le permitira hablar por siglos a las sucesivas formas civiles, hasta cuando queden radicalmente desintegradas por la an- titesis que el mundo griego comenz6 apenas a entre- ver (la antitesis entre vida publica y privada) y que es una antitesis material y no sélo filoséfica La zona del pensamiento politico ocupada por los “posaristotélicos” —escépticos, epictireos, estoicos— esté dominada por las semillas del individualismo, que germinaran en Roma después de la edad heroica dela civitas, al declinar de la repablica. Justamente se ha hecho notar “que no hay en todo el pensamiento po- litico un cambio tan sorprendente como el que se ope © pristoteles, Politica, cit, p.5, © Thidem, p. 278 38 raentre la doctrina de Arist6teles y la concepei6n filo- séfica posterior representada por Cicerén y por Séneca”# Pero esta asercion quizé tenga necesidad de ser complementada en el sentido de que, en reali- dad, las nociones que tenemos acerca de la primera fase de Roma y de su originaria civilizacion citadina, permiten seguir la huella de no pocos elementos de concordancia con la civilizacion de la polis griega. Pre cisa agregar, ademas, que entre Aristdteles y Ciceron Ja distancia esta cubierta por la mediacién de las es cuclas griegas posaristotélicas que ya recordamos. Sobre la base de estos agregados es posible afirmar ahora que existe una reiteracién de las tendencias politico-sociales e ideales entre las dos grandes sec- Ciones del mundo antiguo. El organicismo de la polis ‘es todo menos que desconocido en la infancia de la ci vitas y la “novedad” de Cicerén y de Séneca es todo menos que inédita para la Grecia posaristotélica. EL hecho es que mientrasel epicentro de la cultura griega cacen lacivilizacion comunitaria citadina, el de lacul- tura individualista romana monta entre la repablica yel imperio, Por esto Grecia nos habla sobre todo por boca de la Atenas de Pericles y de su vida armoniosa poblada de valores e instituciones orgénicas, mien- tas que Roma nos habla mas bien a través de su gran florecimiento juridico. La fallida unificacion de Gre- cia impidi6 que historicamente la civilizacion citadi- na griega desembocase en formas que nos parecen ‘més bien tipicas de Roma, pero al mismo tiempo es in- dudable que las direcciones del desarrollo ideal roma- zo son expuestas por la tardia cultura griega. El ni- cleo central de estas tendencias, vivo sobre todo en las escuclas filos6ficas griegas que dominarén la madu- rezde Roma, clepicureismo y elestoicismo,esté cons- tituido porel individualismo y por el cosmopolitismo, intimamente relacionados eon los procesos de desin- tegracién de la ciudad-Estado, que tienen como tras- + RW. y AJ. Carlyle, II pensiero politica medioevale, Bar 1956, 1, P20, 39 fondo hist6rico material la disolucién progresiva de laeconomia natural, el desarrollo mercantil yla cons- titucién de entidades politicas supracitadinas. Soloen este cuadrode conjunto la tesis hegeliana de ‘que “cl principio general del mundo romanoes la inte- rioridad subjetiva’’ sin dejar de ser verdadera, en cuentra un referente hist6rico que de otro modo se desvaneceria en genéricas “leyes del espiritu”. Por lo ‘demas, el mismo Hegel hace notar, al estudiar “el oca so de Grecia” y segtin sus pardmetros idealistas, que para ese entonces “el ligamen esta roto y queda s6lo Jadrida singularidad, la particularidad odiosa, que de tuna manera obstinada y caprichosa se mantiene en si misma, se encierra erizadamente en si entra, sin mas ni mds, en una relacién de dependencia y de conflicto respecto de las dems”. Lo que ha sido llamado a través de tanto tiempo el “genio juridico” de los roma- nos, tiene su punto de nacimiento en la expansion de los procesos pricticomateriales que en Grecia ape- nas si se habfan insinuado y cuya consecuencia esen- cial podria expresarse en estos términos hegelianos: “El retornar en si del espiritu es tambien la aparicion de la antitesis. De los dos elementos de esta antitesis, el primero es lo universal, en el que el individuo se pierde y, acondicin de su obediencia respecto del Es tado abstracto, recibe en cambio el permiso de ser dueno de si mismo. A lo universal abstracto se contra: pone entonces, como segundo elemento, el rigido suje- to abstracto: en esa contraposicidn se encuentra por tanto expresado el riguroso derecho de la personali- dad. En Roma encontramos ya esta libre universali- dad, esta libertad abstracta, que, por una parte, plan- tea el Estado abstracto, la politica y la autoridad superior ala individualidad concreta, subordinando- laenmodoabsoluto,y que, por otra parte, crea, frente esta universalidad, la personalidad —Ia libertad del Yoen si—, que debe ser bien diferenciada de la indivi- GW. Hegel, op ft, np. 191 © Did, p18. 40 dualidad. La personalidad constituye, en efecto, la de- terminacién fundamental del derecho, y adviene a la existencia sobre todo con la propiedad..."7 Disociacién individualista de la totalidad organica de la comunidad y constitucién gradual de la comuni- dad como mera comunidad abstracta, desenvolvi- miento privado y ptblico, interiorizacion del mundo como ética privada y transformacién cada vez més abstracta de aquel mundo como esfera pol dica: son procesos que se desarrollan al po. El individuo se sustrae al grupo recogiéndose en el recinto de la propiedad privada y en la ética dela con- ciencia, mientras que la relacién exterior con los demas se objetiviza en una abstraccién que hace posi ble la reconduceién de las individualidades bajo los ti pos formales y generales de la conducta juridica. Se trata de procesos que en Roma no completan del todo. su parabola (falta la total igualacién de todos los indi- viduos: el fin de la esclavitud, presupuesto necesario de aquella contraposicion integral entre privado y pt blico que distinguir al mundo moderno), pero que se verifican en medida suficiente como para que Roma manifieste un “tipo ideal de derecho propio de una so- ciedad que produce y vende mercanciasy que se funda cen el individualismo de las relaciones de produccién yde dominio” (Solari). De ahi el nacimiento de aquella “"logica juridica que result6 aplicable a una amplia va- rriedad de ordenamientos sociales, y més atin, a todo ‘ordenamiento social que reconoce la propiedad priva- da y el comercio ‘capitalista’ (Schumpeter). Es la logi ‘ca que después se transformard en “nuestra gramati- ca juridica, el canon de nuestro pensamiento juridico” (Ihering). La continuidad ideal de la historia del pensamiento, que innegablemente sigue existien- do, ¢s la contrapartida de una continuidad material de la historia de la vida. 6. En el pasado se insistié mucho en la ruptura que la * bid, p. 102. a Edad Media representé en Ia historia a causa de la profunda revolucin tedrica que operéel cristianismo y de la no menos profunda subversion de las relacio- ines sociales. Se ha llegado incluso al grado de presen- tar al Medievo como un paréntesis de la historia, ex- cepcionalmente plasmado por ideales religiosos que hacen del mismo un paraje mistico del desarrollo hu- ‘mano, 0 también como una época anclada en un retor- no impresionante de la barbarie. Semejante represen- tacién de la Edad Media en realidad ha sido superada ya por la critica, que dispone ahora de numerosos da- tos, suficientes para identificar los injertos historicos y tedricos del Medievo sobre el mundo antiguo, asi ‘como los procesos que en todos los niveles lo relacio- nan con el nacimiento de la modernidad. Por lo que respecta a las doctrinas politicas, el principal instru- mento para la reconstruccién de aquellos nexos pare- cen ser, por un lado, el ligamen asaz claro que se pue- de localizar entre el pensamiento cristiano primitive y las ltimas franjas tedricas de la Antigiiedad, espe- cialmente el estoicismo romano y, por otro lado, la gradual emergencia de las nociones tedricas del pueblo y soberanta por el camino de la modernidad, ‘Aun cuando estos dos elementos vayan englobados en un original contexto espiritual y practico, propor nan importantes sugestiones para dar a la concepeién del Medievo toda su innegable originalidad historica, sin olvidar los caracteres que dejan al descubierto los procesos de transicién de las formas sociales y te61 cas antiguas a las modernas. Elpensamiento politico cristiano senos presenta en tres filones esenciales: el original (paulino- agustiniano), el sistematico (tomista) y el reformado (calvinista-luterano), Cada uno de ellos ofrece matices yarticulaciones multiples, sin contar con que el terce- Fo queda fuera de la historia medieval, aun cuando confluyan en él elementos tedricos ya presentes en formas de oposicién protestante en contra de las pos- turas oficiales de la Iglesia. El problema de interpre- tacidn que se impone es ver en qué disposicién se en- 2 cuentran estos filones entre si, para descubrir sus convergencias y diferencias, y en qué relacion estan con la herencia tedrica del pasado y con los desarro- los posteriores del pensamiento politico laico de la época moderna, Por lo que tocaal problema de precisarel nexo tebri- coentrecristianismo y mundo clasico, se han manifes- tado dos tedencias bien claras: una que se inclina a acentuar la cesura y subraya de modo particular el nuevo y especifico valor de la trascendencia monoteis- tacristiana, y la otra que atenda la distancia respecto de las ultimas manifestaciones del pensamiento pol tico romano (Cicerén, Séneca, Epicteto, Marco Aure- lio). La primera tendencia naturalmente ha sido acep- tada y promovida por las esferas oficiales catdlicas y Por los estudiosos jusnaturalistas; la segunda ha sido patrocinada de modo especial por los historiadores laicos, sobre todo los hermanos Carlyle y, mas recien. temente, Sabine.** Si bien la disputa no sea simple. mente filos6fica no se puede hacer amenos de tomarla en consideracién, Bastard hacer notar que parece in- dudable una continuidad entre la problematica de la igualdad de los hombres tal y como se va manifestan. do en los altimos siglos de Roma y la que elaboré el ctistianismo. En ello el estoicismo desempeno un pa- pel de la mayor importancia, como se ha dejado apun- tado. La individualizacién del hombre por su concien. cia es la esfera en la que aquella igualdad echa rafces ¥ sus frutos seran la construccién de la nocién cosmo- polita del género humano en el plano de una ciudad “pensada”, que se va contraponiendo a la ciudad te- renal. Mas en el marco de la concepeién cristiana el desdoblamiento de los dos campos en que madura la igualacion moderna de los hombres como criaturas de un mismo Padre, asume un alcance mucho més vasto. En él radica, efectivamente, el simbolo de la trascen. dencia y de la perfeccién divinas, contrapuesta alana. “ Vease un eco de la polémica en Barbero, introduccién a1! ensiere politic evistiano, Turin, 1962, 43 turaleza pecaminosa y limitada del mundo terrenel, y en él radica también la exigencia de la mediacion que representa Cristo y de su organismo vicario, la Iles ‘con base en Ia potencia del amor de Dios personal del monoteismo, Padre tinico del género humano. ‘Nace asi una perspectiva completamente nueva: la de una presencia mundana de la organizacion ecle- sidstica, de la comunidad cristiana, En relacién con ella, el pensamiento politico se encuentra ante un gru- po de problemas del todo inéditos y que conciernen a Ta especifica naturaleza de la participacién del hom bre en las dos comunidades de la Iglesia y del Estado Ja la relacign entre Iglesia y Estado, Acerca de este Zomplejo de problemas Troeltsch ha observado que se desarrollan dos fundamentales tipos de doctrinas so- ‘iales cristianas, segtin que la comprensién en la co- nunidad eclesidstica sea “radical” (“idea social no in tegrada”) 0 “relativa” (“integrada’). El primer tipo comporta una determinacién voluntaria aseética que culmina con la vida monastica y el segundo una deci- sion a favor de la recuperacién de los ordenamientos Mundanos por cuanto son adaptables al magisterio celesiastico. El Estado, en relacidn con las dos posi- Clones, aparece, respectivamente, como el portador del pecado.o como un instrumento o brazo secular de Ia redencion. De manera general y esquematica, las doctrinas agustiniana y tomista pueden ser considera- das como las dos fuentes ultimas de estos dos tipos de doctrinas sociales. ‘No menos complejos resultan los problemas que el cristianismo suscita en el plane dela teoria de laliber- tad. La autonomia individual recibe, en el marco de la cereacién divina, un sello del todo nuevo que pasaré a formar parte del patrimonio del derecho natural cris- tiano. En esta direccién la igualdad de todos los hom ‘bres como hijos del Padre es irrevocablemente sancio- © E, Trocltsch, Le dotirine social delle Chiese ¢ det gruppi cristian, Pitenze, 1960, 1, PP. 138 44 nada, Pero més dificil resulta concluir de ello que el cristianismo influye en los ordenamientos politicos ¥ juridicos. Precisamente porque aquella igualdad es ‘eminentemente espiritual y porque en el cristianismo radica un elemento de negacién-superacién del mun- do, la equiparacién politico-juridica de los hombres de por si secundaria: “Dejemos por ello gustosos las cosas de la tierra y miremos a las cosas del cielo”, exhorta Tertuliano en contra de los yentiles que “ante- ponen el dinero al alma’; y Pablo de Tarso proclam: “Que cada uno se someta a la autoridad en turno. Esta estructural inesencialidad de la igualdad terre- nal resalta sobre todo en relacién con laesclavitud. Ya los Carlyle han aclarado que los autores cristianos “no estaban preparados para condenar como ilegiti- ma la institucién positiva de la esclavitud més alla de ‘cuanto estuvieran dispuestos a hacerlo los juristas y los fildsofos”,* precisamente porque “las desigual- dades de condiciony devideconciernensdloal cuerpo yno tienen relacién con el intelecto 0 con el alma” y porque “la esclavitud es una consecuencia de la llega da del pecado a este mundo", Se comprende por qué Pa: blo afirma: “Esclavos, obedeced en todo a vuestros, ‘amos, de acuerdo con la carne”, "Que todos aquellos {que estan bajo cl yugo de la esclavitud estimen como dignos de todo respeto a sus dueftos, a fin de que el nombre de Dios y su doctrina no sean blasfemados’. La falta de distincion entre el amo y el esclavo, entre él rico y el pobre a los ojos de Dios, tiene al revés una especie de aceptacién contrita de las pecaminosas pla- gas terrenales. Naturalmente, el razonamientoes diferente cuando se trata de Ia influencia que con el andar del tiempo las ideas cristianas tuvieron también sobre los orde- rnamientos mundanos. Empero, hay que preguntar silos procesos de erosion de la esclavitud no estuvi ron especificamente determinados por los desarrollos RW. y Ad. Carlyle, op. cits. p 137 48 mo conocié formas de profunda discriminacién de los por ellos efectuadas. Y en el sector de las doctrinas po- liticas, donde en forma mas directa pesé la tradicion ‘monarca, la formacién de una figura del pueblo como de contenido de pueblo como “humano legislador" de ee nan aise son, a la divinidad representada por la Iglesia. ies 5 Al respecto G. Nocera, lus naturale nellesperienza giuridica romana, Mili, 1962. 46 pecto de la vida celeste y que el origen y viabilidad de In autoridad y de la soberanfa estaban depuestas en la voluntad divina, una auténtica relacién politica no po- dia manifestarse, y en todo caso no pasaba de ser una articulacién de la relacién més general de hombre- Dios. Respecto del mundo antiguo, en el quea la organi- cidad de la vida de los libres se contraponta la no- humanidad de los esclavos, la sociedad feudal representa el ocaso definitivo de toda diseriminacién humana, gracias a la igualacion espiritual triunfante con el cristianismo. Y, sin embargo, el cardcter exclu sivamente espiritual de tal igualacién y la igualdad puramente ultramundana de las almas, cuyo unico simbolo visible es la comunidad de la Iglesia, deja que los hombres se dispongan en una escala jerarquica en Ia que el cardcter instrumental de las actividades so- ciales respecto de la vida eterna las fija y las vuelve ri- gidas: el verdadero sentido de la vida terrena no es un, sentido que le sea propio, y cualquier actividad social se valoriza s6lo en virtud de una referencia al “servi- cio” que lleva a término para con el Padre comin. El nacimiento ya no diferencia a la humanidad de los hombres, pero sigue siendo fuente de una discrimina- cion entre los tipos de actividad, de modo que la socie- dad se presenta ahora desintegrada en una multitud. de circulos cerrados (los “Estados” o setos feudales), cada uno de los cuales sirve de mediador al individuo para los servicios que debe prestar a Dios. Dado que "la sociedad medieval es una sociedad re- ligiosa y no podia concebir el contrato politico sin re- vertirlo de una forma teologica” (Burdeau),® se pre- senta originariamente investida de un destino divino que cada individuo y cada grupo debe actuar y servir enssu particular condicin. Asi, por una parte, la tota- lidad del pueblo, al igual que el rey, tiene s6lo el dere cho de cumplir con un deber; por otra parte, “el cuer- Po social no se compone de colectividades y no tiene cabida el individuo aislado en una perfecta indepen- 6. Burdeau, Trad de science politique i, Paris, 1950, p. 67. 47 dencia” (Burdeau), sino es en el plano puramente espiritual-religioso. En el nivel politico juridico el in- dividuo sigue siendo el miembro de un grupo particu- lary participa, en el marco de aquella igualdad total inicamente ultramundana, de una libertad parcial. La libertad “se nos aparece fraccionada y casi desper ida en una miriada de libertades particulares, cada una de las cuales est encerrada en un involucro que la oculta, pero que a la vez la protege: como tal, no- sotros la conacemos bajo el nombre de privilegio” (De Ruggiero). ¥ debido a que la actividad del grupo o seto se distingue por su actividad social, ésta, aparece construida de modo inmediato como una relacién uni versal o politica: el sefior feudal es, en su calidad de propietario, soberano, juez, jefe de ejércitos, asi como el siervo, en su calidad de tal, es stibdito universal- mente subordinado. No existe un auténtico derecho piiblico que fije los derechos iguales para todos y, en realidad, ni siquiera existe un derecho auténticamen- te privado. Es decir, an no se da la distincién neta en- tre una verdadera vida privada y una verdadera vida pablica: “La distincién fundamental que ahora hace- mos entre libertad civil y libertad politica, por conse: cuencia, falta en la concepcién medieval” (De Ruggic- +o). Mas esta falta ideal es el reverso de una estructura social diferente de la moderna. La cosmépolis humana que habian concebido los es- toicos por efectos de la movilizacién mercantil, no es mas que una cosmépolis del mas alla. En las relacio. nes reales es posible que se dé sélo mediatamente, con la primacia espiritual de la Iglesia sobre el poder tem- poral; posibilidad esta que es minada radicalmente por la presencia simultanea de un dualismo indeclina- ble, de dos principios, “dos luces”. La politica medie- val queda toda comprendida en el marco de la contien- daentrela Iglesia y el Imperio. Solo la desaparicién de esta contienda, la transformacién laica integral del ré gimen politico y el nacimiento del Estado nacional, podran expresar todo el potencial eversivo de nocio: nes tales como derecho de resistirodemataral tirano, 48 que en el tardio pensamiento medieval de un Coluccio Salutati, fecundado ya por el humanismo, todavia for- man parte de una vision ético-religiosa del problema politico. Empero, es necesario que el dualismo toda- via vigoroso y real del Medievo se vuelva abstracto, de ‘modo tal que se haga posible una igualacién universal de todos los individuos en los ordenamientos politico- juridicos, comprendidos los “mercenarios de las artes mecénicas” y de la “altima plebe” sobre los que razo- nna Mateo Paimieri. En una palabra, se hace necesario que narca una sociedad universalmente mévil, por ‘cuanto es en realidad individualista: la “sociedad bur- guesa’, civil por entero, que ya se asoma bajo los vin- culos de la jerarquia ético-politica del feudalismo, 7. Hasta llegar a la edad del Humanismo, todos estos problemas constituyen la materia de la reelaboracién cristiana del aristotelismo, del que Tomas de Aquino es el mas grande filtro tedrico. En él se inspiran tanto Jos tedricos de la primacia de la Iglesia en Jamismaes- fera politica como los sostenedores de aquella teoria de las “dos espadas”, detras de la que fermenta el lai cismo de los imperiales. Al disputarse la interpreta- ion politica de Tomas de Aquino, ellos contienden al ‘mismo tiempo en torno de la interpretacién politica de Tomas de Aquino, cuyas obras en vano fueron pues- tasenel indice porla Universidad de Parts. Aristételes representa una presa prodigiosa; empero, se trata de una presa historica, en el sentido de que su adecua- ciéna la problematica del mundo medieval hace pare- Ja con la posibilidad de reunir Antigiiedad clasica y Edad Media feudal en un nico y generalisimo contex- toque se contrapone al mundo moderno. No por acaso Ja chispa que hard saltar la autoridad de Aristoteles ser el grandioso renacimiento individualista de cuyo eno naceran la ciencia moderna y la moderna socie dad civilfFfasta ahora, la sociedad se nos presenta, en la Antigiedad y en el Medievo, como una sociedad par- cial, ya sea porque niega las connotaciongs humanas una secciGn imponente de la humanidad, bien por- 49 ‘que niega la circularidad efectiva de las pequefias so- ciedades incomunicables de los Estados y de las cor- poraciones. La humanidad atin no ha cortado por entero sus cordones umbilicales con la naturaleza y el nacimiento es todavia un elemento esencial para la atribucién de la condicion humano-social. A su vez la naturaleza sigue teniendo una carga finalista prehu- mana y constituye un orden fijo, preconstituido res- pecto de la racionalidad laica del hombre que encuen- tra su organo de expresién en la ciencia, el seire per causas de Bacon. En ello radica el motivo de la resis: tencia teérica de la concepcién aristételica del dualis- ‘mo materia-forma, acto y potencia. La fisica no ha de- jado de ser un mero parentésis de la metafisica, en la que “la infinita variedad y la aparente accidentalidad de la existencia dejan entrever una profunda unidad teleolégica, en cuya virtud cada ser se eleva en el pro- cceso de la vida hacia su propia perfeccidn ideal, retor- nna y participa de aquella universal armonia que tiene su centro y su punto final en la coherencia viviente del pensamiento divino”.* Noes de extraar por ello, ha hecho notar Banfi, “que tal concepeién, la expresion ‘mas orgénica y sistematica de la filosofia antigua, pa- sada la crisis medieval de la cultura, haya resurgido para ofrecera laescolistica, conel acuerdoola conta: minacién entre filosofia y teologia, la certeza de un ‘mundo concluso de verdad y de valores, con la que se disponia a oponer una barrera a las fuerzas libres, aunque todavia desequilibradas y contrastantes de la nueva cultura”.** La disension practica entre natura- leza y sociedad, la sustancial comprensién de ésta en aquélla en las formas de la economia natural domina- da por la agricultura, y en las manifestaciones de una politica que no se ha desvinculado de las marcas natu- rales, constituye el soporte real de la disidencia que persistea través de varios siglos entre la raz6n y la ex- periencia. La racionalidad se proyecta por completo © A, Banfi, op. cit, p14 % Ibid. pp. 1615. 50 encl orden natural extrahumano en el que la cadena de las causas finales prevalece sobre la cadena de las ccausas eficientes y cuyo conocimiento es mas bien teo- logia que ciencia. El orden natural tiene un alma dog- matica cuya penetracion por parte del hombre toda via exige la inspiracién demoniaca del fildsofo griego ola inspiracién divina del sacerdote cristiano. El in- reso cognoscitivo del hombre en el mundo natural es al fin y al cabo una excursién del hombre fuera del ‘mundo humano. Este esquema armonioso que persiste desde hace si- loses el esquema mismo de la politica. Ladisolucién de la comunidad orgénica ateniense no encuentra ya ningiin sustituto terrenal de organicidad y deja lugar a la busqueda de una organicidad ultramundana ha- cia la que el mundo de los hombres deberia tender como hacia su verdadero fin natural. Se ahonda asi la duplicidad que la civilizacion clasica entrevie entre la, Jey convencional y la ley natural, entre la ley de los fe- nomenos y de los accidentes y la ley de las esencias, 0 mejor atin, de la esencia. La triparticin tomista de la ley es, en realidad, el desarrollo consumado de aquella duplicidad y su aparente armonia esta total- mente sujetaal recaer progresivo de a ley humana en la ley natural y de ésta en la divina, asi como al retro- eso infinito del mundo hacia el ultramundo y de las causae secundae hacia las causae primae y el Primer Principio. Empero, lavitalidad de las causas segundas y del mundo humano tiene por lo menos dos potentes, articulaciones positivas e incontenibles: la capacidad practica de intervenir en la naturaleza al trabajaria y claborarla y la capacidad teérica de dominarla cono- ciendo sus procesos fisicos. Son, precisamente, los dos brazos de la gran tenaza renacentista que tritura al viejo fundamento dualista religioso del mundo: el desarrollo técnico artesanal, con la consecuencia de tuna progresiva mereantlizacién de las relaciones eco- némicas, yel desarrollo cientifico, Son las dos minas de cuya explosién nace la modernidad, potente surgi- ‘iento de la humanidad activa sobre la pasividad or- 31 denada por la naturaleza. Las primeras hojas de la planta antigua que caen son, y no por acaso, la timida ‘economia de los filésofos medievales y la guia teoléxi- ca de la ciencia. El desprecio por el trabajo, la voca- mn-contemplativa, la desconfianza y la condena de Jos préstamos con interés y usurarios se derrumban bajo los golpes de las nuevas relaciones mercantil- capitalistas, con el mismo fragor con que se desplo- ‘man las condenas de Galileo. A traves de estas dos sec- ciones se revela en la vieja cultura, antes que en ninguna otra, un asylum ignorantiae. Del mismo modo, en el campo de la politica, el laicis- mo mundano tiene sus primeras grandes venganzas, frente a los hechos. Casi con naturalidad hace su irrupcién a través de algunas sintomaticas fracturas del viejo orden del mundo, asi por ejemplo, entre la proclamada derivacién divina de la autoridad terre- nal y la proclamada autoridad terrenal de la Iglesia; entre la consiguiente contraposicién del pueblo con el ‘monarea que no siga la “ley cristiana'” y la concepeién parcial, limitada, subordinada del pueblo; entre la de- clarada paridad de todas las almas y la perpetua dis- paridad de los cuerpos, y entre la reinvindicacién de la dignidad de todos en el cielo y la persistente indigni- dad terrena de los muchos. Los temas diversos que st- brayan de manera creciente la actividad del hombre en el mundo confluyen en los dos grandes problemas } del usnaturalismo: la artificialidad de la sociedad yel caricter primario del individuo. Incluso estos dos problemas tienen un duplice nexo historico y tebrico con el pasado. En efecto, surgen enel tronco de proce: 0s reales de descomposicién de un orden social secu- lar, que liberan a los individuos de los vinculos de de- pendencias naturalistas por nacimiento y que son avalados de modo peculiar por los mismos fermentos del pensamiento cristiano. La fuga del mundo deviene Ja fuga de un mundo y la vocacién celeste del cristiano de depurar el mal se torna en misién de cristianiza: cién y transformacién terrenales. No es casual que haya sido el mundo protestante, con su ética infra- 82 mundana, el que primero se conmovi6 en Holanda, In- glaterray Norteamérica, y que precisamente del mun- do protestante se levanten algunas de las grandes voces jusnaturalistas. 8. Podemos definir al jusnaturalismo como la prehis- toria te6rica del liberalismo. Su problematica corre centre dos exigencias esenciales y tendencialmente contradictorias. Por una parte, la sociedad no se con- cibe ya como un dato de naturaleza y puede ser por en- tero plasmada porel hombre. Por otra parte, la prima- cia del individuo respecto de la sociedad es también de caracter natural, pero el individuo no puede dejar de viviren sociedad. La naturalidad de la vocacién social, (del hombre, tan evidente en Aristoteles, experimenta ‘un proceso singular, que se contrae, pudiéramos de- cir, dentro de la conciencia del individuo. Este ya no se presenta como una articulacién dela sociedad, sino al contrario, es la sociedad la que se presenta como una articulacién de la conciencia individual. Es una subversion radical, que certifica la separacién del i dividuo de toda agrupacién determinada por el n miento. Es éste un pensamiento que no podia germi- nar, ya no digamos en la mente de un esclavo, pero siquiera en la de un griego libre. Lo que historicamen- te presupone es que la sociedad humana funciona ya ‘como una sociedad disociada, como una relacién en- tre individuos que personalmente se franquean por ‘medio de la dependencia personal. No obstante, tal so- ciedad es, con toda evidencia, una sociedad en la que tuna relacion por el estilo puede subsistir sélo en la medida en que el vivir practico no esté ya encomenda- do a la produccién de los esclavos 0 de los siervos de la gleba y que pueda realizarse como vivir social a tra vés de la independencia personal reciproca y median- te la total transformacién de las cosas producidas en cosas intercambiables. En la teoria politica iusnatu- ralista la contradiccién entre el cardcter artificial 0 historico de la sociedad y el caracter natural del indi- viduo que no obstante “apetece” la sociedad, es la rilla que denuncia como el viejo dualismo de sociedad y naturaleza opera de nueva cuenta vistiendo el uni: forme de la gran revolucion te6rica moderna. Natura- leza y humanidad, experiencia y razén buscan sin en- contrarla aquella conjuncién que la naciente fisica esta descubriendo por su lado. Por una parte, la racio- nalidad, que antes comprendiaa lanaturalezaatraves de caminos extrahumanas, se subjetiviza en la razon laica, mientras que por otra parte, Ia estructura natu- ral de la vida social, antes igualmente extrahumana, se entifica en el sistema de un derecho natural del hombre-conciencia. En el centro del pensamiento po- Iitico no se da ya el estudio de la estructura orgénica, natural, racional, eterna de la sociedad, sino el que se refiere al hombre que, con sus derechos naturales y con su capacidad de decision construye y modela a la sociedad. El mundo del individuo es el mundo eterno dela razén y el mundo de la sociedad es el mundo tran- sitorio de la historia. Nacen las dos grandes catego- rias de la nueva filosofia: racionalismo y empirismo, He aqui la summa del iusnaturalismo: el hombre nace libre e igual, la sociedad es una creacién suya que no puede revocar aquella libertad y aquella iguaidad; la ley y Ia autoridad deben nacer del consenso; el po- der es responsable; los gobernantes representan al pueblo. La antigua antitesis griega entre naturaleza y convencién viene desarrollada por rumbos imprevis tos; es la misma antitesis que eleva la carga corrosiva de las instituciones constituidas y expande el indivi- dualismo, desmontandolo de la étiea y de la politica, separa la convivencia politica del reino de la naturale zay la proyecta sobre la historia; desarrolla la idea de Ja cosmopolis y, de idea moral y religiosa que era, la transforma en una idea politica que se coloca en la base del derecho internacional; sustituye en el centro de la vida social el ideal griego de la felicidad comin, de la sabiduria y de a virtud, por el de la felicidad per- sonal y sus garantias. La busqueda de la felicidad deja de ser empresa de unos pocos y destino ultraterrenal de todos y se transforma en una competencia que vin- 54 ccula las conciencias y los cuerpos y exige tolerancia, libertad de opinién, control critico, ademas de liber- tad de actividad econémica, propiedad privada, respe- toy garantias reciprocos. Todas las connotaciones de a "vida perfecta’ se contraen: salen de la comunidad yhacen su asiento en la conciencia y en la actividad in- dividuales; de tal contraccién el ordenamiento positi- vo sale sublimado en la abstraccién del garantismo como una esfera puramente externa. Ya Heraclito ha- blaba de las leyes como de los muros de la ciudad, pero él jamés habria identificado esos muros con una simple cinta exterior dentro de la cual fuese posible la disoctacién individualista de todo valor. También los nuevos tedricos hablan de la necesidad de defender y de mantener las leyes, pero ello se debe a que las leyes defienden y mantienen “la vida y la propiedad”, am- bos atributos inseparables de Ia persona presocial, Los juristas romanos, por su parte, hablaban de un de- echo natural, pero en el sentido arcaico, de un orden que lanaturaleza ha establecidoentre todos las anima: les. Los nuevos tebricos, a su vez, ya no hablan de un ordo ordinatus, sino de un ordo ordinas;el orden natu- ral constituye una racionalidad que supone una razon yunsujetohumanos, desvinculados del resto del mun- do natural que la ciencia va clasificando; el suyo es un orden natural humano. El nuevo pensamientomno vaci- Ia en unirse con las tradiciones, pero lo hace en modo critico, sacando provecho en todos los modos posibles de la conquista del derecho de critica que le permitié ganar la Reforma protestante y la ciencia natural. $i el siglo xv1 fue el siglo de la batalla critica, el siglo XVII saca ya las conclusiones practicas de aquella ba- talla y representa el siglode la difusiéa y de la estabili- zacién: se inaugura con la hoguera de Giordano Bruno yseconcluye después que Inglaterra decapita por pri- ‘mera vez a un rey, obtiene el habeas corpus, y mani fiesta con Locke al tedrico de la tolerancia y del poder fundado en el consenso. ‘También en este aspecto la genialidad teérica de los. jusnaturalistas reside en el hecho de haber obtenido 35 conclusions tedricas tipicas de modos practicos de convivencia que atin no se habian desarrollado en su plenitud.** ¥ de esta genialidad deriva a su vez su li icin hist6rica, pues sus anticipaciones tedricas no pueden por més de encajar de algiin modo con las tradiciones sobrevivientes, en la medida en que toda- via _no constituyen anticipaciones experimentales completas. Hobbes, uno de los maximos te6ricos del Pensamiento politico moderno, uno de los primeros que desconsagra a la tradicién, siente la necesidad de insertar en su obra Del ciudadano un capitulo, el x1, ue intitula “Pasajes y ejemplos de la Sagrada Escri tura sobre el derecho publico que confirman cuanto se ha dicho", asf como de dedicar la tltima seccién a lareligion. Inclusive, el tltimo capitulo viene intitula do "Lo que es necesario para entrar en el reino de los cielos”. ¥ sin embargo, él nos demuestra en la carta dedicatoria “Al Excelentisimo Guillermo, conde de Devonshire, mi honorable sefior”, cuan radical era la critica empirista a que habia sometido la ciencia polt- tica tradicional, Su carta dedicatoria esté fechada el 1° denoviembre de 1646; s6lo doce afios antes Galileo Galilei se habia arrodillado ante los inquisidores ge- nerales “contra la herética depravacién” y hacia s6lo ‘cuatro que se habia apagado, ciego, en su gran vision renovada de los cielos. Y Hobbes hacia presente a los icos sociales el ejemplo de los geémetras y de los fisicos, escribiendo: “Silos ilésofos morales hubie- ran llevado a cabo sus estudios con éxito parecido, no veo cémo el ingenio humano hubiera podido contri- buir mejor a su propia felicidad en esta vida.""* Su :érito consiste en haber encontrado “dos postulados segurisimos delanaturaleza humana: Jel deseo natu-» ral, en virtud del cual cada uno requiere para si el uso Al respecto véanse Jos agudos andlisistextuales de C.B, Macpherson, The Political Theory of Possessve Individualism, Londres, 1965 567. Hobbes, De Cive, Trad. it, Elementi flosofiel sul citadt no, Turin, 1948, p. 53. 56 de cosas que estan en comin, 2} la razén natural por lacual cada uno se esfuerza por evitar una muerte vio- Ienta como el mas grande de los males naturales”? ‘Suciencia es una ciencia natural, su método se mode- la sobre el método de los mecinicos renacentistas, y con todo y ello en la carta citada escribe: “Lo que he agregado acerca del reino de Dios, lo he escrito para que no pareciese estar en contradiccién entre lo que Dios nos dice a través de la naturaleza y la ley de Dios que nos trasmiten las Sagradas Escrituras."* Es la misma preocupacién de Galileo. El primero de los Dos tratados acerca del gobierno civil de Locke (publica- os anénimos en 1690) esta dedicado por entero a dis- putaral Patriarca de Filmer, dltima sancién del poder divino de los reyes, la interpretacién de la Sagrada Es- critura. En el segundo tratado la “apelacidn al cielo” es la extrema razén del rebelde. La batalla que habia sido librada siglos antes en tor- node la obra aristotélica, se renueva sobre la interpre- tacién de la Sagrada Escritura: el mundono se desem- baraza fécilmente de su pasado tedrico mientras no se ha transformado en un pasado préctico. Empero, el supuesto de la divinidad y de la religion comienza en- tonces a ser un mero supuesto y, como lo proclama Grocio, el derecho existiria aun cuando no existiera Dios. Leibniz, que es quiz4 el ultimo gran tebrico que trata de lograr la sintesis entre la vieja teologia y la ciencia nueva, escribe una Teodicea y sostiene, en de- finitiva, el principio aristotélico de que la “razén sufi ciente” del mecanicismo césmico es a pesar de todo un principio teleologico, pero disputa a Newton el des- cubrimiento del cdleulo infinitesimal La igualacion de los individuos por nacimiento y su igualacién ante la ley positiva en cuanto ley fundada en el consenso, implica el fin de toda jerarquia racio- nal, laica, determinada por la emulacién terrenal en el libre campo de la competencia econémica. La Razon 2 Bid, p55. 5 pid. 37 es la nueva divinidad moderna del individuo y la Revolucion francesa levanta los arboles de la libertad y los templos de la nueva diosa. Pero para ser auténti- a divinidad mundana de la nueva cultura laica, la razén debe salir del mundo simplemente desdoblado de la metafisica tradicional y remontar los nexos por completo mundanos de la experiencia. Por ello, la eri tica de la cultura teologica significa al mismo tiempo la biisqueda de un encuentro entre experiencia y ra- z6n; la critica del abstracto racionalismo en el que se habia educado el iusnaturalismo y la superacion de! racionalismo dogmatico se trenzan con la superacién de iusnaturalismo. Para poder constituirse en la nueva fe moderna, la, fe en la razén no puede ser, propiamente dicha, una fe, pues necesita de un control interior de la misma razon yy de su concordancia con el caracter inagotable de la ‘experiencia. El proceso, planteado por Hume, se con- cluye con Kant y la coherencia con el alma interior del racionalismo pone al descubierto la naturaleza irre- petible e inconmensurable de los universos individua- les. La critica de la razén pura descubre la primacia de la razén préctica; la proclamacion racional del in- dividuo moderno evoca el triunfo del sujeto practico. El auténtico centro del individuo es su concieneia, su responsabilidad, su voluntad moral de proyectar su conducta como conducta universal, de modelar ética- ‘mente al mundo. Entre Hume y Kant ha pasado Rous- seau, que condena la especulacién de los siglos pasa- dos en nombre del corazén simple y del arrojo moral La individualidad, quel ultimo gran sistematico dela vieja cultura, Leibniz, habia confinado dentro de un complejo de monadas sin ventanas, en el marcodeuna, armonia providencialmente preestablecida, en reali- dad tiene que crear esa armonia del mundo saliéndose del creacionismo. Toda la cultura del siglo xvi con- verge en esta direccién: el descubrimiento llevado a cabo por Vico de la nueva ciencia historica, la critica ‘de Hume a la logica y al contractualismo, la explora- ion historico-social de las instituciones politicas 38 planteada por Montesquieu, el ateismo francés, la eri- tica de Ia civilizacién de Rousseau, la nueva ciencia ‘econémica y la moral del sentimiento de Smith Enla teoria politica moderna la erosién de los viejos médulos del pensamiento simplifica las soluciones del nuevo pensamiento laico y las hace més refinadas. En sustancia, el problema decisive de la politica lo re- presenta el problema de la democracia, la relacién en- tre el poder y el pueblo, entre la ley y los ciudadanos, entre gobernantes y gobernados, entre el Estado re presentativo y la sociedad de los privados. Pasa aun segundo plano no s6lo el dualismo cristiano de la tierra y el cielo, sino ademas el dualismo racionalista de estado de naturaleza y estado de civilizacién, en una palabra, la herencia de la secular escision entre naturaleza y sociedad como secciones preordenadas Fespecto del mundo historico del hombre. El verdade- ro, auténtico dualismo moderno es el que se da entre la soberania popular y la soberania del Estado. Los demas restos dualistas slo podran volver a surgir so- bre las huellas de éste. Delalcance cemplar en que este panorama del pen- samiento politico moderno asumen Rousseau y Kant Se ha hablado va con larguicza.” Baste solo revordar que Rousseau descubre en esencia dos problemas: el contraste irreductible entre el Estado representativo y la soberania popular y el igualmente irreductible contraste entre igualdad natural de los hombres y la desigualdad social de los mismos. Las soluciones da- das a los dos problemas estn rigurosamente inter condicionadas: se reelabora el universo de los hom res a través de una igualdad politica integral y en ese ‘caso se subordina el gobierno y la ley al puebio unifi cado o, en nombre de la vida privada, se restablece la soberania de los gobernantes y asi, junto con la batalla contra cl despotismo de los gobiernos, se habré perdi- do también Ia batalla por la igualdad. Aunque con ° Vease,enel origen de a dscusin,G. Della Volpe, Rouseat € Marx, Roma, 1964, cuarta ed. a 59 ciertas contradicciones, ésa es la esencia del pensa- miento de Rousseau 0, por lo menos, Ia agitacion te6rica que siembra. Se podra poner el acento en las incoherencias del Rousseau que sigue siendo iusnatu- ralista y, por ende, se le podran acusar de promotor del utopismo moralista en politica; se le podrin recla- mar también sus vacilaciones que corren entre su inci- piente erftica de la propiedad privada y el presupues- to persistente del individuo como ente no social. Mas el Rousseau incoherente y vacilante nos dice muy poco de la coherencia de la solucién liberal de Kant, Humboldt, Constant, mientras que el Rousseau que efectivamente sobrevive por su originalidad y su adherencia critica a la problematica de nuestra época es el mismo que presume las soluciones radicales de la democracia politica. Algo andlogo cabe decir de Kant, naturalmente en sentido opuesto. La crisis es- tructural en que desemboca su Estado de derecho no puede ser velada por su reivindicacién esencial ¢ irre- nunciable de la legalidad juridica, mientras exista una ley. Aquella crisis es inevitable en la exaltacién prima- ria del individuo propietario yen la necesaria vineula- ci6n del Estado representativo con la decadencia teo- rica de la soberania popular y el estatismo autoritario. ‘Con Rousseau vuelve a surgir, en una representa- cién moderna, el antiguo ideal de la comunidad orgé- nica, Mientras que con Kant se perfila una nueva ver- sin de la entera tradicién de la escision. Sobre la Tinea de Rousseat,, con desarrollos originales, se pro- yecta la nueva tematica comunitaria del socialismo. ‘Sobre la linea de Kant, sin desarrollos sustancialmen- te originales, se levanta cl constitucionalismo juridico con sus contradicciones autoritarias, sancionando la laceracién que resulta de la divisién entre vida pabli- cay vida privada y consagrando la sociedad de los pri- vados que se integra en una comunidad exclusivamen- te abstracta, No obstante las infinitas reservas criticas que de- ben sefialarse a la reduccion de Marx a un epigono de 60 Hegel, es cierta la afirmacién de que Hegel es una pre. misa de la critica de Marx. En efecto, Hegel es la men: te que advierte la exigencia de la unificacién. Suyo es el tema de la composicion de los dualismos. Pero dado quel suyoes un tema ideal, lasolucién que del mismo resulta no es una solucién real. La integracion del mundo en Ia historia unitaria de la idea tiene su talon de Aquiles en la suposicién de la historia como mera- mente ideal y en la pretensién de que las raices del mundo sean susceptibles de comprender més bien que de transformarse. Siel viejo racionalismo dogmé. tico se nos presenta como un desdoblamiento del mundo, el racionalismo historicista de Hegel nos cor figura el mundo como un desdoblariento del espiritu: ero en esencia este mundo no tiene una razon de ser propia y por ello su racionalizacién es una empresa que se desarrolla en su ausencia, en la medida en que se supera y se dialectiza en las espirales ascendentes del espiritu. No por acaso la originalidad de Hegel, lo que de él esta vivo, queda fuera de la politica. En este aspecto Hegel es de veras un “perro muerto"que se pudrié con el Estado prusiano. No fue mas alla del se- Aalamiento, importante, es verdad, de que la dinamica de la vida practica moderna esta contenida en el dua. lismo de sociedad civil y Estado y que éstaes la lacera- cién mundanaen la que precisa intervenir, Pero Hegel intervienea su modo, al excluiral Estado dela munda- nidad y al darle como lugar de origen y como destino Inesfera celeste del espiritu, en la que todo se integra yy se supera dejando las cosas mundanas tal y como es- tan. Puede decirse que la leccién mas importante que Hegel deja ch la politica es, a contrario, la necesidad de una erttica historica del Estado. Y precisamente en este punto comienza Marx. 9. Quizé el significado mas seguro de los limites histé- ricos que presenta la doctrina politica lo proporcione © Consultese Critica dela filosoia hegeliana del derecho pu Dilico, en K. Mars, Opere flosofiche giovenli, Roma, 1963, 61 ta mezquina actuacion que ésta lleva a efecto cuando se lacompara con los fondmenes practicos que le han Seguido, Ye se ha dicho como la teoria esclavista de dristoteles se da de bofetadas con cl siemple buen sen- tid del ingles comin del sig xv Un papel au no resulta mejor de cuanto lo sea Ta dctrina dela arme nia social regida por la “mano invisible” de Adam Smithen rlacion con el sentido comin det huelguista dmucstros tiempos, bien la teoriakaniana dea felon de los cudadanos en activosy pasivos ante el Sendo comin del elector que ha logrado el sufragio Universal tambien lata de Humboldt acerea del Estado abstencionistafrentea las expectativas de se furided del empleado quecsperaen sucasa al medico ola mutualidad de Estado o dl pensionado que rect bbecaa mes a pension;o, enfin, la teora hegeliana de Ta mision universal dela polcia ante el recuerdo que ceda uno conserva dela Gestapo. Empero, lamés des Concertante incapacidad que las grandes doctrinas politicas modernas muestran es, en conju, adeno Ehtrever le nminente irupcion de las masas popula: fes en la vida publica y la animacion revolucionaria eleuariestado. mas ain, sseexceptia lala "he- retca del pensaminto premarxista (on clevto Rous ‘eau los grandes socialists topicos),sorprende no Soto la fala de prevsion dels fenomenos de este nero (un tebrco puede ser grande euando ve, aunaue to prove} sino tambien elatentico despreci tr coymoral hacialostrabajadores dependientes”, que transpira toda gran obra politica Sharia necesario gue alguienreuniera organicamente esta secign dela Ristora del ponsamiento politico moderno, por lo ge- moral yearchivada, pars someter al fuego dela eritica Ta concordancia del fondo que se manifesta en lla ona adivion de cada 6poca, Se tata de una tradi tion que, es Ico afrmaro, desciende de una arma: tén torica comin, caracterizada por Ia exposiion dualista de trabajo pensamiento, praxis material 7 praxis tbriea, que constituye ademas Ia trama pro Finda dele “anttesis dela nturalezay la historia", 62 para decirlo con Bruno Raver, y del nulo reconoct mmientomental deaguella unidad entre hombre y nat fale as or el connario,comentaba Sry, “he siempre exstdo en la industria que en cada ¢poca haexistido demanera diferente, descuerdo con elma. yor o menor desarrollo de esta ultima." En seme. jante conjunto conceptual, sigue notando Mars, "la Produccion real de Is vida aparece como algo prchis torico, mientras que lo que es historic, entendido como algo que esta separado de la vida comin y co. tient, aparece como extra o sobronatural. La rel cin del hombre con la naturaleza queda, por tanto, exclu de la historia y con ello se crea el antagoni mo entre naturalezae historia" El gran meritotedricode Marx ent campo del pen- samiento social, parece ser el de haber reconstituido mentalimenteaquella unidad dispersada por efecto de Invision del trabajo, que “se transforma en division real desdeel momentocn que se opera una divsionen tel uabajo manual y el traaje mental” Bm ade lante "Ia conciencia puede realmente figurarse que constiuye algo diferente dela conciencia de Ia vida Practica existente y, coneebir realmente algo sin con Cebir nada real a partir de este moment, ix concen. tinestiengradode manciparse del mundoy de dedi arse a elaborar la teorla ‘pura, la teologia pur’ la Filosofia ‘pura, la moral ‘pura’ ec." Reconstitait lnuidad de naturatezae historia significa para Mare llegar a concebir la historicidad de la naturalezay fa naturalidad dela historl, ganar teoricamente los it mos précticos de los tipos historicos naturales dela convivencia humana, pensar en los pensamientos mis- mos como pensamientos historces que se Fefieren at os sociales materiales, ycorrelatwamente apr UK, Mare. Engels La ideologta alemana, Tra. tt, Roma, 1958, p. 40. " hic bids 3, © tid, p28 ih 63 mar los tipos sociales como organismos humanos naturales que se completan con las estructuras idea- les que ellos mismos manifiestan. De este modo, como se ha visto yaen el caso dela teoria del valor de Arist6- teles, Mars logra poner en evidencia los limites histo- ricos de las doetrinas sociales, como explicaciones ted ricas de tipos determinados de sociedad que son y en los que se plantean tinicamente los problemas que ellos mismos comportan, y descubre las auténticas anticipaciones del genio tebrico que rompe, en cierta, ‘medida, el sistema de su tiempo. Esta explicacién causal de la historia del pensa- miento politico legitima, para Marx, en el campo de las ciencias sociales, el empleo del método cientifico, propiamente dicho, ya que configura la historia de las ideas como una previsidn tedrica calibrada y confor- ‘mada por el decurso hist6rico real. Ahora bien, no se trata aqui, naturalmente, del experimento de labora: torio cuya falta fue siempre el pretexto para diferen- ‘iar laciencia del hombre de la ciencia de la naturale- 2a, sino de aquel tipico experimento humano que es el experimento historico, vale decir, del sucederse real de tipos sociales que se transforman el uno en el otro y que realizan las generaciones humanas y sus crea- Ciones ideales. Desde este punto de vista, la revolucion teérica de Marx tiene el aleance de aquella revolucion cientifica operada por Darwin, a la que viene a com pletar: mientras que Darwin fue el primero en descu- brir Ia estructura historica de la vida natural, Marx fueel primeroen descubrir la estructura natural de la vida historica. Y de esta complementariedad u © Loh sefialado también un cientiica: KA. Timieyazey, “Is toticheskiy metod v biologi", en Izbrannye sockineniya, Mosc, 1949, ut, p.399:"A principio del siglo xv, con Vieo. la misma historia, su ver, trata de convertirse en una historia natural. Pero su ttalliberaciin del artifice y creado teoldgico (Agustin, Bossuct) ode la idea metafisien (Hegel), et, se completa solo en ls segunde mited del siglo xix con Buckle y Mars. El puente en- ite Biologia y sociologia en la forma de aplicar el método historico, se construye al mismo tiempo entre dos cabezas, Dar win y Mar, 64 versal de historia y naturaleza brota la posibilidad de teorizar una ciencia del mundo y hasta una metodolo- gia cientifica Pero tal complementariedad de historia y naturale- zaenel pensamiento de Marx conservaria una gran la- guna sien el plano de la teoria politico-social Marx no estuviera consciente del cardcter historico de su mis- mo pensamiento materialista, De hecho, Marx alcanza este grado de conciencia cuando se da cuenta de que ahora logra ver y entender lo queen Ia sociedad griega faltaba: una estructura natural integramente tratada por el hombre, de tal manera que pudiera expresar, conel predominio de la industria sobre la agricultura, relaciones enteramente sociales, desvinculadas en modo definitivo de los lazos naturales.*° Marx reco- noce el mérito de Hegel por haber visto la separacion entre Estado y sociedad civil en el mundo moderno, pero lo hace responsable de no haber visto los funda. mentos histéricos modernos de tal separacién y de ha- berla supuesto como una etapa del itinerario seguido por el espiritu a través de su historia temporal hacia el extasis del espiritu absoluto, El puede concluir asi, or una parte, que el dualismo de Estado y sociedad civil es un producto histérico, una articulacién efecti- © ars hace notaral respecte que en la moderna “sociedad de lalibreconcurrencia elindividuo aparece libre deligamencs nat turales ee, lo queen las epocas precedentes lo vuelven una par te accevoria devun conglomerado humano, delerminado y cit cunserito A los ojos de los profetas del siglo sobre cuyas spaldas se apoyan todavia por entero Smithy Ricardo, est ind ido del siglo xvi, que es el product, por un lado, dea diol ln de as formas socials feudales, y por el otro, delas nuevas fucraas productivas que se desarollan a parti del siglo x aparece como un ideal cuya existenciapertenece al pasado. N ome resultado historico, sino como punto de partidadelahisto- Fa. Como indvidvo conforme ala natralers: de acuerdo on la Concepcion dea nsturalera humana de aqueios profes del s- slo no en ead oriinado Rstrnt, sino creado Porla naturatera misma, Esta uaion ha sido hasta ahora propia ecadanuevapoca..- Mientras més nos remontamosen hist Fia tanto mas el ndividuo.~incluidae!indiviguo gue produce — ‘Senos presents no auténomo, sino come pare de un tage: may 65 FC va de un tipo de relaciones sociales materiales y, por otra parte, que su verdadera unificacién no puede ser ideal y que le es necesario, in primis, no una “supera cidn’" en laesfera de la espiritualidad, sino una trans- formacién tal que, al devolver a la sociedad civil el nex comunitario que la divisidn del trabajo y la diso ciacién privada han hecho emigrar hacia el mundo abstracto del Estado politico, anule a la una como so- ciedad puramente civil 0 sociedad de los privados) y alaotra como sociedad puramente politica (ocomuni dad s6lo ilusoria por cuanto se abstrae de las relacio- nes sociales reales); se trata de una transformacién que de esa manera reconstituiria a la sociedad como una sociedad homogénea. El paso de Marx hacia el co- munismoes el resultado practico de su revolucién te6 rica, ysedebe precisamente ala visién dela necesidad historica de una socializacion de la relaciones moder- nas, el que Marx logra no solo ver sino ademés prever Ja irrupcién popular en la vida moderna Como es sabido, numerosas y asaz distantes son las cestimaciones que se dan del pensamiento de Marx. Peroapesar deelloel dato constante que motiva suac- tualidad historica y su eficiencia tedrica es su capaci- tris sin, de modo completamente natural como miembro dela familia y dela familia ques ransform en trib lego, orman- dloparte dela comunidad en sus diversas formas, tay como su del contrastey dela mescolansa de las ibus Sen siglo $2, en In "soctedad burgucra la diferentes formas de los ne Xonsocialess presenana indivi como wn por instrument paras ins prvadon, como an nesta ero, Per a Fpocs que genera est pinto de vista puntods visa Gl indie do aislada es precisamente In epoca de Ia elciones sociales {qaneratesdeae este punto de vista quehastashora se han des Frollado. EY hombre es, en el sentido mas Iera, un 200m palttn, oo solo un animal soca, sino un animal ademss que Solon socledadlograislarse” A proposito conse fos a “introducclon” a Pare la eitica dela economia politics, cx K Marc. Engels, Oper sete cit, pp, 113-742 (inlet 1857, ontenida en los Grundrtase dor Keith der patischen Gein ‘nie, Beri, 1953 (Te integresias com ins consideraciones hist Tees contenidas en Forme he precedono le produsione capita lista que forman parte tambien de los Grandrsse [TD 66 dad de entender el destino del siglo, y no en el plano de las proclamas politicas, sino en el del andlisis cien- tifico. Con Marx se reconoce la estructura natural hu ‘mana del mundo y la conexa estructura humano-natu- ral del pensamiento: el sujeto practico, en el nivel cexplicativo, cala en lo conereto natural del sujeto pro- ductor, del trabajador, exactamente mientras la rela- cién natural de los hombres sale de la eternidad y se injerta en la composici6n historica y humano-social de todas las esferas de la vida, Por esto, explicar el mundo para él no basta. Marx no sustituye la transfor- macién del mundo por el conocimiento del mismo, sino la concepeién tradicional del mundo como mera realidad del pensamiento, por la nueva concepeién del Pensamiento como realidad totalmente mundana y Fitmada por médulos ideales que reproducen de una determinada manera los médulos reales de las formas historicas de convivencia social. Si antes cambiar el pensamiento significaba el modo de cambiar al mun- do, ahora cambiar al mundo implica un modo de eam- iar al pensamiento. Pero si antes aquella pretendida plasmabilidad ideal del mundo era sélo un neto idea lismo destinado a meditar acerca del infinito caraeter indomable de la realidad, ahora esta plasmabilidad mundana del pensamiento lo hace capaz de mutar efectivamente la realidad mundana, La filosofia poli- tica y social que hasta ahora habia siempre oscilado entre sus variados disfraces metafisicos, entre la uto- pia historica y el compromise practico, encuentra asi tun sucesor de harto diversa capacidad incisiva: la ciencia de la economia politica como ciencia de las re- laciones sociales reales, de las que el pensamiento no es mas que pensamiento. La critica de la razén se transforma asi en la critica de la misma practica hu- mana. La revolucién de las ideas era el iltimo limite de la “creatividad del espiritu”; la revolucién de las, cosas deviene con Marx la nueva frontera. 10. Desde cuando Marx monté proceso al capital, la his- toria del pensamiento politico social ha sido constre- 67 fida rigurosamente a rehacer, de decenio en decenio, el proceso a Marx. En este fenémeno, que dura ya un siglo, hay quiz4 un signo andlogoa aquel que distingue ala obra de Aristételes y, en menor medida, a la de Tomas de Aquino. De hecho, las “‘superaciones” de Marx, que van de Bernstein a Croce, Weber, De Man, ! Pareto, no cuentan ya, Empero, precisa reconocer que cesta importaneia central que la critica a Marx tiene en cl siglo presente, en realidad es el reflejo de la impor- tancia central de los mismos problemas que él ha pues- to en la plaqueta de los microscopios sociales, prin- cipalmente el que se refiere a la socialidad de los pro- blemas politicos modernos. En el plano de los movi- mientos politicos la cosa aparece particularmente cevidente: no hay partido politico que no se haya dado un “programa social”. La incidencia de los fenémenos que Marx ha puesto de relieve se vislumbra sobre todo en los hibridos que han nacido de la fenomenologia po- litica; liberalismo social, capitalismo popular, nacio- nalsocialismo, partido popular, socialismo cristiano, los mas significativos de este nuevo muestrario politi- co, Desde este punto de vista, podria decirse que la nuestra es la época de las contaminaciones. El térmi- zo “democracia” para citar un ejemplo, y que al finali- zar el siglo xix mostraba todavia las sefiales de las ex: ‘comuniones religiosas y laicas, ha experimentado un proceso de difusion y universalizacién que quiz sea s6lo equiparable al niimero infinito de acepciones que las sectas confirieron a la nocién de! cristianismo. Correlativamente, los modelos clasicos, sobre todo los de Kant y de Hegel, han sido sometidos a un estili- cidio de revisiones y de puestas al dia que, a pesar de que no salgan del Ambito originario, han tratado de adecuarlos a datos y problemas que la ‘filosofia clési cca alemana” no puede ya contener. Incluso en esto hay un indicio del cardcter de transicién del nuevo siglo, {que se configura como una zona histérica caracteriza- da por descompensaciones y desequilibi vistos”. Un testimonio bastante atendible parece es- tar constituido por los puntos que ha perdido la | 68 . clisica presencia de la razén: la que era “critica de la razén", poco a poco se ha ido traduciendo en una “er sis de la razén", que se ha ahondado en la medida en que la razén se ha venido contraponiendo a la tipica estructura intelectiva de la ciencia, No slo la religion. yel eliberado irracionalismo, sino también la ‘razn dialectica" y la "comprensién”, han desmallado pro- gresivamente aquel tejido unitario de ciencia y cultu- ra que parecia haber sido integrado por las operacio- nes teéricas de los grandes investigadores del siglo pasado y por los economistas clisicos de Ricardo a ‘Marx. El historicismo de Dilthey, el psicologismo de Wundt, el neokantismo de Windelband y Rickert, el empiriocriticismo, el existencialismo, la fenomenolo- fa y hasta la sociologia del conocimiento se agrupan cen el campo de esta progresiva “destruccion de la ra z6n”, en la busqueda vana de un Ersatz filoséfico que sustituya la orgénica carencia de una posibilidad de hacer ciencia sobre las cosas humanas. Ahora bien, este ofuscamiento de los horizontes ra- clonales, ges en verdad un mero producto de la histo- ria de las ideas? Una mirada a los fenémenos reales de] mundo contempordneo basta para convencernos de que son demasiado numerosas las inversiones do- ‘cumentadas por la historia de las cosas respecto de los modelos plasmados por nuestra cultura. Ya se ha he- cho mencién del derrumbamiento que han sufrido frente a los hechos toda una serie de postulados teori- os, de laarmonia del proceso econémico ala decidida evolucion del Estado juridico, y que se han visto radi- calmente subvertidos por las tendencias del nuevo si- glo. La igualdad juridica se daba cuenta de que era la forma mds pura de la desigualdad, tal y como Aristéte- les y Marx lo habian visto, en el momento mismo en que alcanzaba su plenitud. La burocracia, este modelo hegeliano y weberiano de “racionalizacién” de la cosa publica, ha puesto de manifiesto una monstruosa irra- cionalidad y una incapacidad estructural de previ sion. La libertad individual antepuesta a la igualdad social para salvaguardar el finalismo de la persona 69 hha caido en la mas increible coleccién de comporta- mientos estereotipados. La sociedad de los privados, que debia asegurar el desenvolvimiento de cada indi- viduo, ha manifestado gigantescas formaciones mo- nopolistas capaces incluso de modelar los consumos individuales, El principio de nacionalidad ha desem- bocado en las doctrinas del “primado" nacional, pri- mero, y del racismo, después. La divisién de los pode- res, la Rule of Law, el control jurisdiccional de los ‘6rganos del Estado y todo el arsenal del moderno de- echo constitucional, se han revelado demasiado fre- cuentemente impotentes para contener la transfor macién autoritaria del Estado, y no sélo eso, sino que incluso la han promovido. ¢Qué es lo que queda de la civilizacién liberal individualist, que no haya sido ya, utilizado para explicar estos fenémenos? Incluso las Declaraciones de los derechos adquieren un sabor ob- jetivamente equivoco frente a la historia contempora- nea; por lo demas, ¢no es verdad que tales Declaracio- nes fueron denegadas por la Francia jacobina a sus colonias, en las que, evidentemente, no tenfa ninguna valider el trinomio Liberté-Egalité-Fraternité? Para nuestros fines, lo fundamental noes realizar el censo de las ruinas de tantos principios “eternos’. ‘Mas bien pretendemos recalcar que el mundo ha to- mado caminos del todo imprevistos por los tebricos de Ia civilizacion liberal: asociacionismo, conflictos de trabajo, sindicalismo, paso al socialismo de casi una mitad del mundo, emaneipacion colonial, surgimien- to universal del pueblo, o sea, de los hombres no ya como individuos separados, sino como miembros so- ciales, son todos sintomas de una total distrofia del te- Jido historico social tal y como habia sido analizado conanterioridad. Sobre todo, se desploma la hipétesis central de la vieja cultura, en el sentido de que la inde- pendencia del individuo respecto de la sociedad es el- foco de la libertad moderna. Muy al contrario, esta independencia-separacion se ha revelado como el au- 1éntico manantial de la libertad moderna, pues solo en el reciproco aislamiento de todos puede crecer el des- 70 potismo de unos cuantos: Ia independencia de cada tno es solamente el reverso de una dependeneta unt ‘versal de todos Elindvidualismoes,en uma la reve. eign dena esos histrca forma soi, Se modo que es inexacto decir que el despotism haya Sido abaido cuando se ventan abajo ls monargulne absolutas, pues éste no termina sino hasta cuando la Sociedad sereconoce como tal en si misma y el indivi duo se siente como una ramificacion historca de ella ¥ reivindica para si una partieipacion consciente tnt car ark citar Iconscine pla doing tion de las cosas sobre los hombres el prvilego de algunos sobre los demas.7 vn i Sin embargo, una doble barrera tebrica se contra pone ala realizacin de una total socalizacion poli ayy econdmica en el nivel politico opone resistencia laidea deque la democraciarepresentativacsel modo exclusivo para gobernar a la sociedad moderna; en el Plano economic, se contrapone la idea de quel co fomia demereadocs la sola cliente para ordenar las telacones de producsén Se haacepindo, ence Principio del sufragio universal abandowando en la Buharilas dela historia los razonamienton de Kant ¥ de Constant acerea dela incapacidad” politics de Tas clases trabsjadoras,y de las mujeres), pre se sigue pensando que, enel fondo, Rousseau fue padre deena tiranfa de nuevo corte con su doctrina sobre el earde, ter indelegable de la soberanta popular, Es verdad Aue, despues de las duras experienclas de la gram er sis de 1929 y dela segunda guerra mundial se esta aceptando la idea de una "programacion”delaccono Ila prof sguepesando qu en eseci bre empresa” es el fundamentoinrenunciable dela sock dad moderna. Es posibleque noexista, mis de cuan. tosecree, una conenionhistorica organica entre estos "7 Veanse Jas agudas consideracionesformladas por C6. Macpherson “PostLiberalDemacracyen New Left Review. 38,1968, accrca dels teri liberal democratcas mn 1s puntos extremos del pemsamiento politico social sere read fos argumentor cis para fontener el eardeter "uidpico” de una democracia dl fectaen el mundo modern se fundan no tantoen las dimensiones del Estado nacional mucho mas ampli ue In ciudad Estado ateniense), como en la difusién Shorme de a division del trabajo que, al transformar Caicalmet ls relacionesento los hombres nF ‘ones privadas, ha puesto de manifesto laesfera po- {tin como una esfera separada de Ia esfera de las a tividades sociales, Desde este punto de Vista, aparece bastante clara la referencia histories del carder e- presenttiv del Estado a Ta estructura prvada de la Eronomia moderna Por lo demds, no es casual que 1- Gav Ins Declaraciones de los derechos y las Cartas uctonales de los Estados representatives tem indecinabis ro set She del habeas corpus sino también el sistema de la propiedad privada, Como ya en Locke, la ttela de ritla”y de sus articulacionesétio-pliticas se hace compat cumplidamente de a ttela dela “prope dad”. Sin embargo, en los dos planos, el politico y cl eco romeo, se han ido madurando contradicetones que Stombran el deseonserto acerca de a neceidad ide rounble de que las “garantias” del individuo se con- fen en lcrno ala gestion representantiva dl Estado Yalsistoma dela "libre empress” Los desarrolloshis Toricos han hecho luz por ejemplo, sobre como el ES tado representative, prensado por as objetvasnece Sidades de las relaciones sociales modernas, ha ampliado enormemente las dimensiones de su activ dady ha ratado decolmarel surco divisorioentre po ities y soctedad con una progresiva expansion de la tconotia publica y dela intervencign socal en todos fos campos (de lo educacion a la asistencia, de las obras publicasalaprevision socal, delcomercio exe- viora los organismos descenralizados) Deesta mane raseha confirmadg launidad sustancial entre Estado y sociedad, sunecesaria unificacionen nuestra pace R pero tal confirmacion se ha dado a través de una su- bordinacion de las actividades sociales a la gestion politico-burocrética que, por una parte, ha minado la originaria estructura del Estado representativo, y ue, por otra parte, ha sobrepuesto el formalismo bu- rocritico a las competencias sociales. La perspectiva dela “burocratizacién universal”, de la que Weber vio los méritos tedricos més bien que los defectos histéri- 0s, se nos aparece como una perspectiva con posibili dades para devorar la residual “libertad” del indi duo “independiente”, mientras se hace cada vez mas claro que una auténtica reconquista de la unidad so- cial es posible slo si la estatalizacién o nacionaliza- cién se convierte répidamente en socializacién, confi- riendo a los gestores sociales unidos aquellas tareas que la burocracia deberia realizar desde fuera y sin ‘competencia, Enel plano econémico, empero, la adhe- sién a la programacién econémica se encuentra ante tuna disyuntiva no menos preocupante: o bien la pro- gramacién influye sobre las estructuras de los institu: tos econémicos y se introduce en un proceso de socia- lizacién de los medios se produecién e intercambio, 0 bien, en el desenvolvimiento de sus proyectos de ‘ar- monizacién”, chocara fatalmente contra las imponen- tes reservas privadas de las grandes formaciones mo- nopolistas.** El pensamiento politico-social contempordneo desde hace varios decenios se esta probando a través de estos problemas, provocados, a propésito, por el andlisis critico de Marx, que plante6 dos términos re- solutivos ¢ intercondicionados: la “decaclencia del Es- tado” y la “socializacién de los medios de produccion y de intercambio”. En qué medida las modificaciones del Estado representative moderno sean incisivas, pa- rece demostrarlo la trégica torsiOn que ha experimen- tado con los autoritarismos fascista y nazi y, en gene- ral, con la progresiva expansién del poder ejecutivoen “ Afirmaciones andlogas en G, Myrdal, J paesi del Benessere ¢ lt altri, Mila, 1962, B perjuicio del poder legislativo y el enjaulamiento del ejercicio popular de la soberania. Frente a tales modi- ficaciones la misma eficiencia de la democracia, lim tadaa la democracia constitucional, palidece y se con- figura exclusivamente como mera técnica de seleccion y designacién de los gobernantes.®” De ahi la difusion de las indagaciones acerca de las élites del poder y los “condicionamientos sociales” del poder politico, mientras que la “utopia” de la democracia ‘como régimen popular se sustituye de modo radical por el compromiso.” Correlativamente, la program: cin de la economia tiende a resolverse en una coord nacién marginal de esferas privadas fundamental- mente irreductibles, una vez que ha decafdo casi por todos lados el mito corporativista. Pero hay més ain. Esta restriceién de la pro: blematica democrética dentro de los limites de las técnicas constitucionales y su intima conexién con la libertad de empresa ha generado dos grandes nudos te6ricos que siguen siendo intrincados: la sustitucién de la originaria y limpida distincién entre liberalismo y democracia por la distincién entre democracia (libe- ral constitucional) y “totalitarismo", que se ha im- puesto casi universalmente en la cultura occidental, ofuscando y empobreciendo los términos reales de los, problemas politicos.” En el campo del socialismo, aquella distincion se ha reflejado en una no menos grave alteracion te6rica, que consiste en la contrapo- sicién frontal del socialismo a la democracia y de la © Esta reduecién en la democracia al constitucionalismo es cevidente, por ejemplo, en los estudiosos de longus ingles cfr enespecial, CJ. Friederich, Governo constituzionale e democra ia, Vieenza, 1963, y SM. Lipset, Lomo ¢ la politica, Milan 1963. Por lo que toca al procedimiento teorico de esta reduccion se puede ver, ademas de los clasicos del liberalism, H. Kelsen, Tfondamenti della democrazia, Bolonia, 1966 "Consultese H. Kelsen, Teoria general del derecho y del Estado, Trad. ita. Milén, 1959, p.293:"..es en virtud deesta ten encia’al compromiso que la democraciaes una aproximacion al Ideal de Ia autodeterminacién total. che. R. Aron, Democratic et totaitarisme, Pati, 1965. "4 democracia social a la democracia politica. Se podria decir que en un campo la teorfa politica liberal ha ab- sorbido algunas tesis de la democracia (sobre todo la, que se refiere al sufragio universal) y ha expulsado del territorio de la problematica social las implicaciones igualitarias, econdmicas y sociales que tenia original- jentras que en el otro campo la critica social de las relaciones entre capital y tra- bajo ha desvanecido la importancia de las mediacio- nes politicas, al aceptar como buena, en el fondo, la operacién tedrica del liberalismo. En este marco es posible apreciar otro aspecto més, nada secundario, de los hibridos politicos que recordamos con antela- cién: nacidos bajo la presién de la critica socialista, han tratado de resolver la contaminacién en una au- téntica hegemonia te6rica y politica, yello no sin dejar de tener cierto éxito. El indicio que ofrece la prueba deo dicho quiz4 se pueda encontrar en la escision que se ha operado en el socialismo, cuya ala socialdemo- cratica se ha configurado como una forma politica liberal del movimiento obrero, mientras que el ala marxista no ha logrado convertirse en la heredera tedrica consciente de la expansion social de la de- 1. Los aos que el mundo esta viviendo parecen estar netamente dominados por estos problemas teéricos. Es muy cierto que éstos parecen pasar a segundo tér- minoen lazona del llamado “tercer mundo”, en el que de la emancipacién nacional y de la ‘econémica sobrepasa a cualquier otro problema, Empero, entre mas maduran las nuevas for- maciones nacionales, tanto mas estos problemas lo- gran imponerse en ellas. La edad contemporanea est efectuando una revo- lucién que no encuentra parangén en el momento en que nos hace asistir a una primera igualacién univer- sal de todas las naciones en la independencia. Y ya que este primer nivel de parificacién universal est si guiendo un proceso de desarrollo econémico de las 75 “naciones atrasadas”, es licito presumir que un se- gundo nivel de igualdad sera muy pronto alcanzado. Sobre esa base, ya hoy podemos constatar que los mis- ‘mos problemas teéricos y sociales asumen una cireu- laridad mundial que jamas han tenido. Estamos ante tun auténtico proceso de universalizacién de la histo ria del género humano, en el que cada ver mas neta- mente estan resaltando los caracteres de reiteracion, regularidad y uniformidad que adoptan los tipos de ajustes politico-sociales y los problemas filoséficos y culturales. En pocas palabras, nuestra época es la contienda viviente por la “primacia” de esta oaquella nacién, de esta o de aquella raza. Y es, al mismo tiem- po, la contienda de todas las razones filosdficas que han surgido de las “primacias” de todo tipo. La queen el pasado pudo ser una sucesién de civilizaciones ra ‘ciales onacionales senos presenta hoy como una suce- ‘sin de tipos estructurales de sociedad y de cultura, sustancialmente indiferentes de las variantes “loca- Entendamonos: no se trata de que las diferencias jonales no cuenten, mas éstas no son las diferen- cias cruciales y quedan incluidas més bien en una ti pologia histdrica general, pues la nacién misma nace en el marco de un proceso histérico que disgrega y sustituye las formas de vida premodernas, feudales 0 tribales. S6lo el desarrollo parcial y no homogéneo de la civilizacién nacional burguesa en el mundo moder- ‘noha podido respaldar por largo tiempo la idea de que Ia historia es la sucesién de los “espiritus de los pueblos”. Una idea como ésta, que Hegel de modo tan ‘magistral representé. ilustré, comportabanecesaria- mente la tesis de que “los espiritus de los pueblos se distinguen... de acuerdo con la idea que de si mismos dan, de acuerdo con la superficialidad o la profundi. dad con que han comprendido lo que es el espiritu”,”® 72 GWE. Hegel, op cit, 1, p- 43. La posicion de Marx es dife rente: "Exactamente al contrario de la que sucede en la filosofia Slemana, que desclendedelcieloalatierra, aqui se va dela tierra iT clelo.O ses, queno se parte deo que los hombres dicen, se ima 16 ycomportaba ademas esta otra segun la cual “el espi- ritu de un puebloes un individuo natural; como tal flo- rece, se vuelve vigoroso, decrece y muere”.” En este plano, Hegel bien podia afirmar que “el alma de toda ‘comprensién y de toda concepcién filoséfica de la his- toria, lo que en ella mas importa y destaca, es la pose sidn [de la] nocién del cambio”, en cuya virtud el es- piritu se remonta de una finitud a otra, de un pueblo aotro, reconociéndose y perfeccionandose. En una pa- labra, Hegel podia concluir que “la historia universal cs la representaci6n del proceso divino y absoluto del, cespiritu en sus mas altas formas, de este curso gra- dual én el que él consigue su verdad, la autoconciencia de si”,” precisamente porque partia de la considera- cién de la “individualidad” (irrepetibilidad) de cada especifica cultura y decada pueblo; por ello mismo te- nia que postular “pueblos historico-universales” 0 “individuos cosmico-histéricos”: pueblos héroes y hombres héroes. La historia universal brotaba del re- conocimiento individual del espiritu, era la copia de tun arquetipo omnipresente. La edad que vivimos pone en tela de juicio, con la evidencia de las cosas, estas premisas del historicis- mo idealista y pone de manifiesto la fundamental equivalencia de los pueblos en contextos histérico- sociales andlogos y la sustancial funcionalidad uni- versal de las soluciones politicas ideales. Nos parece que esta época comprueba este gran pensamiento de Marx: que el constituirse de una historia universal es también un proceso hist6rico condicionado por el de- sarrollo de determinadas formas de convivencia préc- ginan o se representan, ni delo que se dice, se piensa, se imagina se representa de ellos, para llegar de aqut alos hombres vivos; Sino gue se parte de los hombres que actian realmente y sobre Ta base del proceso real de su vida se explica tambien el desarro- Io de los reflejos y de los coos ideolopicos de este proceso de vi- da” (K. Maree. Engels, La ideologia alemana, cit, p. 23) 3 GW. Hogel, op ct, tp. 53. Tid. p58 * Bid. p68. 7 — — ———————————————————«“-— £ . — tica, Hace mas de un siglo Marx escribia que “a me- dida que el modo de produccién desarrollado, las relacionesy laconsiguiente division natural del traba- jo entre las diferentes naciones van anulando el origi- nario aislamiento de las diversas nacionalidades, la historia se transforma cada vez mas en historia uni- versal’ Y continuaba: “Esta transformacién de la historia en historia universal no es un mero hecho abstracto de la ‘autoconciencia’, del espfritu del mun- do o de cualquier otro fantasma metafisico, sino un hecho absolutamente material, demostrable empi ‘camente..."”” Hoy estamos verificando, empfricamen- te, que esta verdad es un hecho. ‘Mientras que Hegel, al seguir las huellas del espiri- tua través de la historia, se limitaba a seleccionar los pueblos de acuerdo con criterios concernientes a st inmediata determinacién y, al elaborar la historia del, pensamiento como simple historia de la afiliacion de las ideas se limitaba a recabar de groseros datos natu- rales el sentido que presentaban, con la intencién de Hegar al “fin Ultimo”, més bien que a las causas ade cuadas del proceso, Marx, por su parte, arrancaba de la reconstruccién histérico-natural del proceso histo- rico, eliminando asi la ultima corteza teologica de la ciencia historia, y previendo un desenvolvimiento practico universal de las relaciones modernas, sin ne- cesidad de “hacer de la historia sucesiva el objeto de la historia precedente”,"* y sin que la civilizacién mo- derma se redujese a la Solucién problematica. ‘Sobre la base de esta confrontacién, el desarrollo 78K, Mare. Bagels, op. cit, p. 42. ® Pid, pp. 42-43. 78K" Mara Engels, op. cit, p. 42. En una concepeién como sta, la historia se reduce a "una serie de‘pensamientos’ de los ‘cuales uno devora al otro yal final desaparece enla‘autoconcien ‘Ga’ " Setrata,agrega Marr, de una “concepeion... realmente re Tigiosa" (idem) para la que “la época posterior es a ‘verdad’ de laepoca anterior’, de modo que “Ia época del perfecto dominio del espiritues a verdad de la epoca en la que el espiritu domin- boa todavia de modo imperfecto”(p. 168) Tal historiografia, por 78 contemporanco se nos ofrece verdaderamente revela- dor. Nos prueba, en el escenario mismo de la historia, ‘que la superacién social del mundo tiene un funda- mento practico y que sélo una pertinente explicacién causal de la universalidad actual de los procesos historicos nos permite entender el caracter especifico de las épocas en las que el desarrollo social era un de- sarrollo unilateral y parcial. Si bien es cierto, en la perspectiva del historicismo hegeliano ¢ idealista en general la clave de la interpretacién histérica venfa a ser la reconstruccin filoséfiea del paso de un princi- pio ideal a otro y de un pueblo a otro, como de sus “fi nitos” portadores, también es verdad que en la pers- pectiva de un historicismo materialista la clave la constituyeel estudio de las formas de transicién de un tipo social a otro y al andllisis de la sucesién de tales formas dentro de cada formacién, de cada pueblo. En. la primera perspectiva, las ideas modernas se presen: tan como el sello conclusive de la historia de Europa, “el fin de la historia del mundo, del mismo modo en ‘que Asia constituye el principio”. En la segunda pers: pectiva, nuestra civilizacién moderna se transforma ‘en un problema hist6rico y el mundo, al contrario de Ioque pensaba Hegel, se torna una unidad que se debe construir uniformandolo como una “esfera”.”” tanto, procede “desarvollando las conexiones ycombinando épo- cas diversas, de modo tal, que cada estadio histérico es reducido ‘una sola palabray, enfin de cuentas, seobtiene el resultado de {gue el sltimo micmbro de la sucesion histérica no ha avanzado nun pelo respecto del primero y todas las épocas dela sucesién ‘van resumidas en una sola categoria abstracta, como el idealis- ‘mo, la dependencia respecto de ideas, ete Y si se hace necesario dara la seric histdrica de las oposiciones una apariencia de pro- ‘reso, ello oeurre interpretando la frase final como perfecciona- ‘mento de la primera época de la sere, y los miembros interme- dios como grados de desarrollo en orden ascendente hacia la frase ultima y perfecta" 266) ‘W's historia del mundo va de Oriente a Occidente: Europa cs efectiva y absolutamente el fin dela historia del mundo, del ‘mismo modo en que Asia constituye el principio. sibienla tierra tiene forma de esfera, empero la historia no lleva acabo un giro fen torno de ella.."(GW.F. Hegel, op. ct, p.273) 9 BIBLIOGRAFIA DE OBRAS EN ESPANOL ‘Adorno, T. W., La sociedad: lecciones de sociologt Altes, Proteo. Agustin, La ciudad de Dios, tr. Lorenzo Riber, Barcelona, ‘Alma Mater. Althusser, Louis, La revolucion teérica de Marz, wr. Marta Harnecker, México, Siglo XXI, 1967, Aristoteles, Politica, ed. de Julidn Marfas, Madrid, Instituto de Estudios Politicos, Bernal, J.D., La ciencia en la historia, Barcelona, Ediciones Peninsula, 1966. Burdeau, G., Método de la ciencia polttia, Buenos Aires, De- palma. Cicerén, Marco Tulio, De la Republica, Barcelona, Bosch, Constant, Benjamin, Adolfo, Madrid, Espasa-Calpe. —.. Cecilia, Buenos Aires, Emecé. Darwin, Charles, £l origen de las especies, México, UNAM. —__ Florigen del hombre, soar, Madrid. DeRuggiero,G., Politica y democracia, Buenos Aires, Paidés. . Historia del liberalismo europeo, Madrid, Pegaso. Declaracién de los derechos del hombre y del ciudadano, México, Editorial Pax-México. 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