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xIx SAN AGUSTIN ¥ LA TRASMUTACION DEL PENSAMIENTO ANTIGUO 1. En el capitulo anterior nos hemos ocupado de la proyeccién asombrosamente fuerte y sélida que el pensamfento-griego pagano formado por el neoplatonismo posterior a Jémblico tuvo en el ém- ito del Imperio cristiano. Ahora debemos concluir este esbozo con el estudio del ejemplo més sor- prendente ¢ importante del modo como los eris- ‘fianos contemporaneos de los dltimos neoplaténicos anos transformaron la filosofia griega y Ia Sdapiaron a las exigencias de la tradiciOn teol6- ‘gica cristiana, hecho que produjo consecuencias trascendentes para la historia del pensamiento en general. Esa tarea, como hemos visto, yn habia si- do comenzada por los apologistas y la escusla de ‘Alejandria, pero los pasos decisivos en ese proceso de transformacin fueron dados, durante los siglos IV y V 4. G, por un grupo de grandes tedlogos filoséficos, orientales y occidentales, que hicieron de ese perfodo uno de los més fecundos de la his- toria del pensamiento cristiano. Un hombre se destaca por sobre todos sus demés contempordneos, tanto por la calidad de su pensamiento como por su importancia para el desarrollo ulterior de la filosoffa. Se trata de San Agustin, y a su pensa-. miento como filosofia original de gran valor y 928 significacién, capaz de proporeionar excelentes ejemplos sobre el modo como Ia tradicién helénica tardia se transformé para uso cristiano, me pro- pongo dedicar este ultimo capitulo, (Boecio, que también representa, aun cuando de una manera distinta, un vineulo importante entre el neopla- tonismo y el pensamiento cristiano occidental, per- tenece més propiamente a la historia de la filo- sofia medieval). San Agustin ha sido llamado el Plat6n cristiano, ¥ Ia comparacién contiene cierto grado de verdad. Al igual que Plat6n, es un gran creador que no ‘se nos presenta con un sistema acabado, sino que nos introduce en una regién de ideas lenas de vida, en pleno crecimiento e incesantemente pro- duetivas, que no pueden reducirse » un diagrama, ‘Mas si bien el’ pensamiento de San Agustin no puede ser rigidamente sistematizado, es muy ho- mogéneo y forma una unidad. No hay ni puede hi ber en éi, como veremos, ninguna separacin en- ‘te ‘filosofia y teologia, y a lo largo de todo su ensamiento encontramos los mismos grandes pri eipios aplicados en cada una de sus partes y a Ia solueién de cada problema. El pensamiento ‘San Agustin hace proceder su unidad y homogenei- dad del hecho de que surge directamente de su propia experiencia personal. No podemos compren- der el pensamiento sin comprender al hombre o al hombre sin comprender su pensamiento. Por esa razén_un preliminar indispensable a todo es- tudio de San Agustin debe consistir en la lectura de su autobiografia, las Confesiones (y, fuera de cualquier estudio serio del pensamiento agustinia- no, nadie que no haya lefdo de cabo a fabo, in- cluso Ios tres ltimos libros, las Confesiones, pue- de considerarse suficientemente culto). Las circuns- tancias externas de la vida de San Agustin no son quizé de suprema importancia para la compren- ‘sign de su pensamiento, excepto en la medida en que.ellas afectaron ‘su desarrollo intelectual y es- 329 piritual. Merecen recordarse algunas fechas y scon- tecimientos. Nacié en 354, en Tagaste (Africa sep- tentrional), de madre cristians, Santa Ménica, y de padre pagano, Patricio. Recibié una acabada educacién retérica y legé a ser un brillante y afortunado orador profesional, ejerciendo en Ro- ma y en Milén, En-esta dltima ciudad, en 368, se convirtié al cristianismo y poco después recibié las Stdenes. En 396 fue nombrado obispo de Hi- pona (Africa del Norte), donde petmanecié du- ante el resto de su vida. A este periodo de gran actividad como obispo diocesano pertenece Ia ma- yor parte de su inmensa produccién literaria. Mu- ¥i6 en Hipona en 430, mientras los vandalos si- tizban Is ciudad, 2. Mucho més importante para nuestra com- prensién de San Agustin es la historia de su evo- Tueién interior, No podemog tener la pretensién de comprender realmente el funcionamiento de su fnteligencia, si no nos hacemos cargo de que du- ante toda’ su vida tuvo conocimiento de la fe cristiana y de las Escrituras, aun cuando hizo po- ‘co uso de ellas durante su adolescencia y los pri- meros afios de su edad viril y no fue bautizado ni practicé la religién eristiana hasta Ia época de a conversién. Con todo, su conocimiento del cris- tianismo precedié a su conocimiento de la filoso- fia y su mente no se hallé nunca totalmente libre de su influjo. También es esencial para nuestra ‘comprensién de eu pensamiento recordar que por algin tiempo acepté el maniquetsmo como la doctrina que proporcionaba la mejor explicacién posible del universo. El maniquefsmo represent6 Ia ‘iltima y més afortunada forma de esa suerte de religion cmanatista de indole materialista que fue tan popular en los primeros siglos de nuestra era, especialmente en el Cereano y Medio Orien- te. Esté relacionada con los sistemas gnésticos an- teriores, pero es més rigurosamente dualistica, se- 330 gin el modo persa; esto es, consideraba al Bien yal Mal como dos fuerzas positives independien- ‘tas, estrictamente opuestas y empefiadas en una Tacha ineesante. Ambos, segdn Ia doctrina mani- ques, son de naturaleza material, siendo el Bien luz material y el Mal tinieblas materiales. Dios es un cuerpo vasto y fuminoso que habita més allé del cielo y de quien procede una complica- da jerarqufa de emenaciones. El mundo material ‘que conocemos es un reino del mal y las tinieblas ereado por el principio del Mal. Los diversos es- piritus humanos son fragmentos de la Juz divina aprisionados en cuerpos, de los que pueden ser li- bertados, Iuego de muchas encarnaclones, median- te rigurosas précticas ascéticas y un curioso y com- Plicado mecanismo expiatorfo que obra sobre ellos, después de la muerte, en las regiones superiores del universo. San Agustin se vio particularmente atrafdo al maniquetsmo por la fécil solucién que éste ofrecia al problema del mal, problema al que més tarde dedicS mucha atencién; ademés, le produjo honda impresién el materialismo maniqueo. La lectura de los neoplaténicos, especialmente de Plo- tino, logré apartar su pensamiento del maniquefs- mo. Fue Plotino quien lo convencié de que Dios era un espfritu y no un cuerpo luminoso, y siem- re se mostré agradecido por esta liberacién de las groseras fantasias maniqueas. También importa re- cordar, cuando se considera el pensamiento de San Agustin, que éste atraves6 por un penoso periodo de escepticismo o duda universal, cuando se en- contré embareado por fuerza en Ia posicién aca- démica, sin hallar ninguna de las satisfacciones que a Academia escéptica parece haber experimentado en el pensamiento negativo y destructive. Esto ex- plica el cuidado y minuciosidad con que, en pe- rfodos posteriores de su vida, refuta In posicién escéptica y discute el problema de la certeza (pro- blema que habfa atormentado su espiritu), de ma- 331 era tal que en cierto modo anticipa a Descartes, sobre quien ejercié indudable influencia. 8 Le Gnica filosofia griega que influyé de ma- nera permanente en San Agustin fue el platonis- mo’ de Plotino, influjo que fue realmente muy hhondo. Su primer conocimiento de Plotino lo tu- vo en Milén, durante los dos afios anteriores a su ‘econversién, en Ia época en que también, por obra de los sermones de San Ambrosio, de los que era asiduo oyente, adquirfa un més profundo conwi- miento del cristianismo del que hasta entonces ha- Bia poseido. En ese entonces alcanzé a leer sdlo ‘unos pocos tratados de los que componen las Enéa- dag (sin duda alguna I, 6: Sobre la Belleza, y muy probablemente V, 1: Sobre las tres Hépéstasie prin- cipales), en la ‘traduecién latina de Mario Vic- torino. Vietorino fue otro profesor de retérica con- verso, esta vez en Roma, que realizé un decidido intento de aplicar los principios de la filosofia de Plotino a la elucidacién del dogma cristiano de la Trinidad contra los arrianos, con resultados in- teresantes si bjen, desde el punto de vista teolégico, no completamente satisfactorios. Pero su mayor importaneia en In historia del pensamiento reside en la influencia que sobre el espfritu de San Agus- tin ejereié su traduccién de las Enéadas. San Agus- tin aerecent6 més tarde su conocimiento de Ploti- no y aun es posible que en épocas posteriores de su vida haya lefdo algunas de las Enéadas en grie- go. Es indudable que también conocié bien algu- nas de las obras de Porfirio. Pero el primer im- acto del pensamiento de Plotino sobre su espfri- tu, cuando se hallaba en Milén, fue el decisive. Lo que ejercié en él una influencia particularmente profunda e hizo mAs que cualquier otra cosa para preparar intelectualmente el camino de su con- versién fue el alto grado de concordancia que en- contré entre la doctrina de Plotino y la de las Escrituras tal como la exponia San Ambrosio, en 332, especial modo en el Evangelio segin San Juan. Fue el hecho de que ambas concordaran en que ‘Dios es Espiritu y de naturalezs enteremente inma- terial, como Plotino tan bien lo explica, lo que lo Uberé del materialismo maniqueo; e . igualmente pens6 (equivocadamente, aun cuando nunca ad- virtié su error) que Ia doctrina de Plotino so- bre la Inteligencia divina era idéntica a In de San Juan sobre el Logos divino. Muy pronto despnés de su conversién, y probablemente a un tiempo con ella, adquirié clara conciencin de ciertas dife- rencias Tundamentales entre ei neoplatonisino ploti- niano y el cristianismo, En las Confesiones, VII, 9, expone magnificamente el modo como legs a advertir esas diferencias y semejanzas; este capitulo, Junto con el 10 y el 20 del mismo libro, tendré Que ser leido por quienquiera aspire a compren- der el verdadero punto de vista de San Agustin acerca de la relacién existente entre su propio pen- samiento y el de Plotino. Pero jamés abandons la idea de que existia un alto grado de concordan- cia entre Plotino y Ia doctrina cristiana, y por ese motivo, como hemos de ver, se hallsbe muy dis- puesto a permitir que su pensamiento se viera in- fluido por Plotino de muchas e importantes mane- ras, dentro de Imites claramente definidos, tal co- ‘mo los establecia la suprema autoridad de las Hs- crituras interpretadas por la tradicién catélice. 4, Antes de proseguir con el examen del pensa- miento agustiniano ser& también preciso reparar en el cardcter de las obras por Ins que lo consce- mos. Estas ocupan dieciséis volmenes de Ia Pairo- logia latina de Migne y seria imposible dar ni siquiera una lista. de los titulos de todas ellas. El grueso de sus obras, como en todos los Padres, con- siste en explicaciones muy detalladas de las Escri- turas, ya sea en forma de sermones predicados a su pueblo, en Hipona, o ya en comentarios s0- bre los diversos libros de la Biblia. Estas obras ex- 933 E j : ieativas son de méxima importancia para la correc- ta comprensién del pensamiento agustiniano, pues- to que, por més importante que pueda ser la in- fluencia que Plotino ha ejercido sobre él, es siempre de la Biblia y no de aquél de donde parte, y la Biblia conserva un influjo dominante. Entre sus obras ms importantes pertenecientes a ese gé- nere se hallan las Homilias sobre San Juan, las Explicaciones de los Salmos y los comentarios s0- bre el Génesis, Luego tenemos cierto némero de obrat de grandes proporciones sobre problemas teo- Vogicos particulares, de las que quiz6 las més im- rortantes y de mayor influjo sean el gran tratado Sobre la Trinidad y \as obras sobre la gracia na- cidas de la controversia con Pelagio. Hay también un conjunto de obras menores: morales, teolégicas, filos6ticas, polémicas, y una sobre estética: De Mi sica, Un grupo muy interesante lo forman las obras escritas inmediatamente después de su con- versi6n, durante su retiro en Cassiciacum!, muy importantes para comprender el desarrollo de su pentamiento. Existen ademés muchas Cartas, algu- nas de las cuales son realmente pequefios tratados s0- ‘bre cuestiones morales 0 teolégicas. Tenemos también las Retractaciones, escritas hacia el término de su vida, en Ins que examina y critica sus obras anterio- res. Finalmente, debemos mencionar sus dos obras més difundidas, ninguna de las cuales tiene cabi- da dentro de Ja clasificacién general: las Confeaio- ‘nes y su gran obra sobre la filosofia de la historia, Ia Ciudad de Dios, libro de intenctén polémica pero cuyo aleance e importancia van més alla de su finalidad polémica inmediata. 5, Al-tratar de dar una idea, aunque sea im- perfects, del pensamiento de San Agustin, el ob- Jeto de este libro hace necesario concentrar Ia aten- cidn en aquellos elementos que poseen interés e ¥ Muy cerea de Milén. (M. del 7.) 334 importancia filoséficos y dejar en segundo plano Jos que hoy dia se considera atafien exclusivamen- te a quienes hacen profesién de tedlogos. Mas pron- to hemos de ver que en San Agustin es realmen- te imposible separar la filosofia de la teologia. Te- nemos ante nosotros una unidad que depende por completo de Ia Revelacién cristiana. Ni para el propio San Agustin ni para ningiin pensador de Ja tradicién agustiniana es posible la existencia, de una verdadera filosofia distinta y separada de Ia teologia. La razén de esto se encuentra en Io que quiz sea el principio fundamental més im- Portante del pensamiento agustiniano: la absolu- ‘ta impotencia del hombre para hacer algo bien 0 pensar algo verdadero por si mismo, sin el auxilio de Dios. Pero antes de examinar més detenidamen- te este principio debemos esforzarnos por compren- der qué es lo que San Agustin entendia por Dios. Entendia, por supuesto, lo mismo que los otros grandes Padres cristianos contempordneos suyos 0 predecesores inmediatos y, en lo esencial, lo que ‘todo cristiano ortodoxo ha pensado antes o des- pués. Mas entendié que era algo muy diferente de lo que habia concebido Plotino o cualquier pla- ténico pagano. La diferencia fundamental entre los pensadores paganos griegos y los cristianos debe buscarse en su manera diferente de entender lo que se entiende por Dios o lo Divino. Para los Cristianos, Dios es Ja sola y Gnica Reali dad absoluta, Es la plenitud del Ser (y, por consiguiente, del Bien, la Verdad, la Belleza, ol Pensamiento y la Vida) y, en Si mismo, todo lo que son los seres creados, relatives y derivados, y adn infinitamente més. Es la Unidad absoluta, enteramente tinica y simple, pero esa unidad no se parece a la de las unidades creadas que conoce- mos. No es la singularidad de una unidad, un miembro de una clase, un individuo atémico, es decir, una mera negacién de la pluralidad, ni tam- ‘poco es la compleja unidad-en-la-pluralidad de un 935 organismo, una estructura, un género o especi una clase cualquiera. Es una unidad que esté tuada en los confines de nuestro pensamiento, de manera tal que muestra inteligencia jamés puede alcanzarla, sino tan solo aproximérsele. Una cua- lidad esencial de todo pensamiento eristisno or- todoxo acerea de Dios esté en que ve en El perfeccién trascendente de la Unidad y el Ser que supera todos los pensamientos y todas las realidades que la inteligencia humana es capaz de abarcar. Todo cuanto podemos decir es que El absolutamente Uno y que su Unidad es una wi dad riquisima, en la que se. encuentran todas las realidades que El crea e infinitamente més, cu existencia no es virtual o potencial como en’ la miente, sino que ha aleanzado un grado de actua- lidad muy superior al que podemos concebir. Ee- to es lo que intentamos expresar al decir que las Formas de todas las cosas estén en Is mente de Dios, son pensadas en un Aeto tinico y eterno 7 no introducen la pluralidad en su Unidad-Origen trascendente. Hay mucho més que decir (aunque, en Gltima instancia, todo ello no es nada frente a la Realidad), pero no cabe decirlo aqui. Aque- Tos que realmente deseen saber qué es lo que los cristianos piensan acerca de Dios deben acudir a los propios San Agustin, Santo Tomés y San Buenaventura y no a libros de texto de segunda categoria, En contraste con esa idea cristina de un Ser divino nico y trascendente los platénicos paganos, como hemos Visto, erelan en un Mundo divino je- rérquicamente ordenado, con un némero de seres eternos, todos divinos, pero que difieren en su gra- do de divinidad, y todos provenientes de un pri- mer Principio trascendente. Es verdad que Plotino se aproxima a veces mucho a Ia idea de un Ser divino tinico y trascendente y que comprende que si el primer Principio de la jerarqufa divins, lo Uno, ha de adecuatse a las funciones de primer 336 Principio, debe contener todo y afin mis que todo Jo que hay en los seres divinos subsecuentes, y ello sin menoscabo de su unidad absolute. Pero, como ya hemos visto, Plotino no se muestra nunca muy claro sobre este punto y sus consecuencias y no hay duda de que nunca vio que ello le hubiera permi- tido prescindir de la jerarquia de los seres divinos subordinados que no ayudan en realidad a resol- ver el problema, por fuerza més allé del alcance de nuestra mente, de cémo lo Miltiple procede de lo Uno. Mas cuando los grandes platénicos cristianos de los siglos IV y V d. C. comenzaron aplicar las ideas de Plotino acerca de lo divino, con el objeto de lograr un conocimiento més pro- fundo de la doctrina cristiana de Dios, lo que ellos hicieron fue precisamente renunciar a Ia concep- cién de la jerarquia divina, considerar que toda la Divinidad se halla concentrada en lo Uno y apli- car a la Trinidad-en-la-Unidad todo aquello que ice Plotino sobre sus hipéstasis divinas, De esa manera los Padres atribuyeron todo cuanto Plotino tenia que decir sobre Ia segunda Hipéstasis, la In- teligencia divina o el Ser-Uno ya sea a la Esencia divina o ya, y de manera més particular, a la Segunda Persona de la Trinidad, el Hijo, que es la Sabidu- rfa divina en Quien estén todas las Formas, la ple- na, perfecta,-infinita y eterna Expresién de la di- vina productividad del Padre, de cuya generacién eterna depende toda creacién del ser relativo fue- ta de Ja Esencia divina. Los Padres también apli- can a la actividad exterior del Espfritu Santo mu- eho de lo que Plotino tenfa que decir sobre las actividades del Alma superior en el universo, si bien Plotino, como es obvio, no les pudo dar na- da que les ayudara a expresar el lugar que el Es- Péritu Santo ocupa en la vida interna de la Esen- cia divina como Amor sustancial que surge de la unidad del Padre y del Hijo. El Dios de los Pa- dres cristianos de esa 6poca y, desde entonces, de toda In teologia cristiana ortodoxa es absolutamen- 337 te Uno y es también Ser, aun cuando trasciende todos los seres limitados, relatives y derivados qué conocemos y difiere de ellos en calidad, no en grado (de manera que, en ese sentido, puede de- ciree de £1 que esté més allé del ser); asi El redne la primera y la segunda Hipéstasis de Plotino, lo Uno y la Inteligencia divina, Y¥ todos aquellos ac- tos y atributos que Plotino atribuye a sus diversos grados del ser divino son atribuidos por los Pa- Gres a toda la Trinidad-en-la-Unidad o a una de Jas ‘Tres Personas divinas en particular. ‘Esa trasmutacién de la teologia plotiniana es particularmente visible en San Agustin, puesto que ‘su pensamiento se nos muestra al propio tiempo tan auténticamente cristiano y, en algunos aspec- tos, tan préximo a Plotino. El extraordinario én- fasis que pone en la Unidad de Dios como el principio trascendente de todo orden y némero por ende, de todo ser (puesto que ser cualqui otra cosa que no sea la Unidad absoluta es ser un todo ordenado de partes y, por lo tanto, en cier- to sentido una unidad) procede de Plotino. Mas, ‘al poner el énfasis en la Unidad, simulténeamen- te afirma al Ser y a la Trinidad de Dios. Al con- siderar la Trinidad-en-la-Unidad, San Agustin (y con él todo Occidente) parte, sin duda, y es el primero en acentuarla, de la Unidad de la Esen cia divina y no, como los Padres de Capadocia y del Oriente tardio, de las Tres Personas divinas. Pero ni San Agustin ni ningin otro Padre de la Iglesia ni pensador alguno dentro de la tradicién agustiniana considera jamés separadamente la Uni- dad y la Trinidad, la una como un fin que Ia ra- zén puede aleanzar sin ayuda en la filosofia y la otra como sélo cognoscible (en Ia medida en que es posible conocerla) con ayuda de Ia revelacién ‘en la teologia, tal como lo hacen los tomistas. Tan- to para San Agustin como para sus adeptos todo pensamiento verdadero comienza y termina con la ‘Trinidad. Seguin ellos Dios nos crea sélo como Tri- 338 nidad y s6lo podemos allegarnos a El como tal; por- que El crea en el Hijo y a través del Hijo, diving Sabiduria o Arte eterno en el que estén las For- mas, y, s6lo nos acereamos a EI por estar hechos como El, lo cual sélo puede suceder a través del Hijo mismo, Ia Imagen absoluta y Gnicamente ade- cuada, Ia Semejanza del Padre por Quien todas las demas cosas estin hechas como El. Esa idea de Ia Semejanza absolute por la que las cosas son hechas semejantes, del mismo modo como son he- ‘chas hermosas por obra de la Belleza absoluta, es- ‘6 una ver més tomada del platonismo. Otro pun- to en que Js teologia de la Trinidad de San Agus- tin (y de todo eristiano ortodoxo) se acerea mu- chisimo al pensamiento de Plotino, aunque con significativas diferencias, es su insistencia en la ab- soluta autosuficiencia de Dios, en lo completo y autocontinente de Su vida interior de amor y co- nocimiento y en la absoluta primacia de ésta sobre Su actividad exterior de creacién. Para los te6logos ristianos, al igual que para Plotino, la actividad divina esencial consiste en un amor y una contem- placién’vueltos hacia el interior, y todos los actos de Dios sobre las criaturas a las que da el ser son secundarios. Mas, a diferencia de Plotino, pa- a los cristianos Ia creacién no es una accién re- fleja automética de la contemplacién divina, si- no un acto absolutamente libre y generoso de la divina voluntad. Dios no esté compelido a crear por necesidad alguna. El divino poder produ se encuentra perfectamente expresado en el Hi eterno. La creacién y, ain més, la Redencién son desbordamientos extraordinarios y esponténeos de Ia Gnica gran corriente de voluntad y amor con 1a cual Dios vuelve sobre S{ mismo esa voluntad y ese amor. Y aqui tenemos otra diferencia con Plotino. Los cristianos, al menos los de la tradi-

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