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Yo, casta,
suicida en lo demiurgo de la bata
doy de comer prosapia a los legrados
que me suben la rodilla al pecho,
maman de mi coccin las palabras de sus repertorios,
la venia troncal, vecinal de los instintos
a los que represento en calidad de costurera.
Yo los coso a la migraa de mi boquete como enlaces
para impartir el sacramento con el agua carnavalesca,
y los hago eructar, en cuclillas,
despus de sorber el suceso del padre en el friso,
las falsificaciones del ojo que se mueve
por el lomo exterior de mi decoro.
Mud el intangible ombligo
por las voces secundarias del cansancio.
Me acostumbr a la bicoca del prepago,
y con una prtesis de desidia
inici el cascabeleo por los pasillos.
Pronunci alegatos
sobre las apariciones al cuerpo de la extraeza
alojado bajo la piel que aguarda la herida,
aparece y desaparece,
roncha vanidosa que perfora
las imgenes en recuerdos.
Ponder: nada de espejos,
nada de reverberaciones
a no ser la bicoca, el baile de mi aguja
cosiendo la trenza umbilical
a los terraplenes de mis respiraciones,
mis deposiciones,
al nacimiento de los ngulos
donde las identidades mudan la denticin:
nada de lechales,
nada de encas inflamadas en lo advenedizo de vuestras sonrisas,
nada de maquinismo en los caninos
a no ser la bicoca,
seguir el hilo de palomar con que coso
la incapacidad a la insuficiencia en los afectos,
centralita de mis indefensiones,
y mis disculpas por excogitar en el silencio de mis pagos
la continuidad de los placeres.
Fu moza y barrueca,
dorma siempre con un ojo abierto, perpetuo,