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S VITALE 3 DE LA NOTA PRELIMINAR DE CLODOMIRO ALMEYDA “Luis Vitale, hombre de accién y de pensamiento, para quien las ideas no cons- tituyen un medio de evasién, sino un instramento de combate, para quien el destino de la clase obrera y de los pobres del mundo, no se conquista en un juego malabar de conceptos, sino en la diaria lucha concreta y material por un mundo mejor, nos entrega ahora un profundo Qnalisis de las raices ideolégicas y socia- les de 1a Democracia Cristiana como mo- vimiento politico universal y en su pro- yeccion chilena y latinoamericana, No podia el autor haber elegido momento més oportuno para plantear el debate ideolégico en Chile alrededor del alcance y sentido objetivo y sociolégico del movi- miento demécrata cristiano”. “Luis Vitale ha iniciado el debate, Lo hace en este libro, con elevacién y pro- fundidad, con acopio de antecedentes his- téricos y con referencias directas a expe- riencias vividas por todos, pero que a ve- ces por sabidas se callan y por calladas se olvidan. El movimiento popular de nuestro pais, le estaré reconocido, estamos ciertos, por esta inestimable ayuda que su valiente pluma presta a través de este libro, al pnogresivo desarrollo de la conciencia politica de la Izquierda Chilena”. Zi ca LUIS VITALE Esencia y apariencia de la Democracia Cristiana ARANCIBIA HNOS. SANTIAGO DE CHILE 1964 Derechos reservados Inscripcién N? 27.813 A MI HVA LAURA Impreso en los talleres de Arancibia Hnos. en Santiago de Chile NOTA PRELIMINAR La trayectoria del pensamiento burgués, desde su edad de oro en el Siglo de las Luces hasta el presente, no es sino una serie ininterrumpida de renunciamientos principistas y de claudicacio- nes sucesivas de sus audaces y revolucionarios postulados iniciales, Y estos renuncios y retiradas se han producido paralelamente @ la pérdida progresiva de impulso revolucionario de la burguesia en el plano de los hechos sociales y @ su paulatina constitucién en clase dirigente del mundo contempordneo, interesada en man- tener a cualquier precio su status dominante, en apuntalar de cualquier modo el orden social de la que es principal usufruc- tuaria. El racionalismo iconoclasta, el libre examen, el individualismo libertario y su sgresivo optimismo humanista, fueron rasgos que caracterizaron en sus comienzos a la ideologia burguesa, pero de los que ahora no quedan sino rastros, cenizas y recuerdos. En Ja medida que el nuevo mundo que ella iba forjando se tornaba cada yez més irracional, en la medida que de su seno emergia pujante y peligroso un potente movimiento obrero que retomaba en sus brazos las banderas de la comprensién racional del univer- so concebida como instrumento de la liberacién humana, en esa misma medida la burguesia abandonaba posiciones ideolégicas y se refugiaba, primero en un aristocratismo intelectual, como el de Comte, para después aferrarse a posiciones neo-idealistas, a simplemente acudir en busca de la concepcién tradicional del 7 mundo, de filiacién catélica tomista, como un soporte ideolégico en el que fundamentar su pretensién de seguir siendo la clase rec- tora de la sociedad. E] social-cristianismo, es as{ una muestra de la toma de con- ciencia por parte de la burguesia de su inseguridad y la del orden que ella sostiene, un sintoma de su pérdida de virtualidad social, una sefial de que 6u era historica tiene los dias contados. Pero a] mismo tiempo que el social-cristianismo es signo del caso del mundo burgués, es también y significa un ultimo pero vigoroso esfuerzo de la burguesia por autoconservarse, por pro- longar su misi6n historica, por resistir combatiendo el avance de Jo nuevo, del futuro, del socialismo. Y para ello la burguesia esté dispuesta a ceder en lo accesorio, para conservar lo fundamental. De alli por qué el movimiento demécrata cristiano destaca el aspecto reformista de sus planteamientos, que es lo aparente y secundario, y oculta y disfraga lo conservador y reaccionario, que es lo esencial y fundamental. Luis Vitale, hombre de accion y de pensamiento, para quien Jas ideas no constituyen un medio de evasién, sino un instrumente de combate, para quien e] destino de la clase obrera y de los pobres del mundo, no se conquista en un juego malabar de con- ceptos, sino en la diaria lucha concreta y material por un mundo mejor, nos entrega ahora un profundo anflisis de las races ideo- légicas y sociales de la Democracia Cristiana como movimiento Politico universal y en su proyeccién chilena y latinoamericana. No podfa el autor haber elegido momento m4s oportuno para Plantear el debate ideolégico en Chile alrededor del alcance y sen- tido objetivo y sociolégico del movimiento demécrata cristiano. Nuéstro pais se encuentra en un acelerado proceso de toma de conciencia de su situacién critica en tanto que pais semicolonial, que ha comenzado a desarrollarse econémicamente en el sentido burgués, pero que luego de algunos avances iniciales, se esta per- catando de que e] camino elegido ya esté cerrado, que las espec- tativas forjadas se frustran cada dia, y que nos encontramos ahora detenidos y est&ticos en el seno de un mundo que la historia y Jos pueblos empujan cada vez con més acelerado ritmo hacia adelante. Esta toma de conciencia significa por una parte, una tendencia hacia la radicalizacién del movimiento popular en ‘os hhechos y en su pensamiento. Pero significa también por otra, mas 8 urgencia por parte de los beneficiarios del actual status por en- contrar una ideologia que los ayude a detener lo que ellos ven como una catastrofe irreversible para su modo de vivir, para su escala de valores, para su existencia concreta. De alli por qué surge impetuoso el movimiento demécrata cristiano. Es la mejor ideologia de que pueda servirse el imperialismo en nuestras tie- tras @ fin de arrastrar a su lado las capas medias y a vastos Sectores populares, para quienes lo cristiano representa todavia un signo de valor, de humanidad y de justicia. El fenémeno alcanza caracteres universales. Vitale analiza el rol objetivo que cumple y ha cumplido el social-cristianismo en la Europa Occidental. Destaca los hechos y deja al desnudo sus pre- tensiones de constituirse en ideologia revolucionaria para los tiem- pos que vivimos. Se vuelve después hacia nuestra América y nues- tro Chile y devela también lo que hay detrés de la fachada, apuntando siempre al hecho bAsico socio-politico que sirve de sustrato a la emergencia y desarrollo de] social cristianismo en América Latina: la siempre mas estrecha allanza entre el im- perialismo y la Iglesia, entre los yanquis y los curas, entre el poder terrenal de] capitalismo y el poder ideolégico del catolicis- mo, sin descuidar tampoco el estudio de los firmes y ocultos lazos que en el prosaico plano de los intereses materiales vinculan a la Iglesia como entidad econémica con los grandes detentadores de Ja riqueza en el mundo contemporaneo. Nada mas oportuno que este ensayo de Vitale, repetimos, Aho- Ya que detrds de la Alianza para el Progreso, del capitalismo po- pular, de los Cuerpos de Paz, de la ayuda técnica, del mundo libre y de la revolucién con libertad, se van reclutando bajo el liderazgo demécrata cristiano todos los que quieren detener el avance impetuoso del socialismo inspirado por el pensamiento marxista leninista, ahora es m&s que nunca necesario en nuestro Chile iniciar, desde el angulo de Ja ideologia revolucionaria del proletariado, una ofensiva de esclarecimiento y de verdad, que devele las mixtificaciones y que ayude a que el pueblo sepa en- contrar donde estén sus amigos y donde sus adversarios. Luis Vitale ha iniclado el debate. Lo hace en este libro, con elevacién y profundidad, con acopio de antecedentes histéricos, y con referencias directas a experiencias vividas por todos, pero que a veces por sabidas se callan y por calladas se olvidan. El movimiento popular de nuestro pais, le estaré reconocido, estamos ciertos, por esta inestimable ayuda que su valiente plume presta a través de este libro, al progresivo desarrollo de da conciencia politica de 1a Izquierda Chilena. ‘Clodomiro Almeyda Medina 10 PROLOGO El objetivo de nuestro trabajo es desenmascarar el papel que Juega la Democracia Cristiana, poniendo de manifiesto la esencia reaccionaria que se esconde detras de su apariencia “izquierdizan- te”. La primera parte del capitulo I est4 dedicada al problema de la praxis (unidad de teoria y practica). Se presta especial atencion al esclarecimiento del concepto de praxis porque es la clave para comprender la esencia y 1a apariencia, lo que dice y hace la Democracia Cristiana. El andlisis histérico que se efecttia en la segunda parte del Capitulo I, tiende a demostrar la praxis cristiana desde los primeros tiempos de la Iglesia hhasta la actualidad, praxis considerada por Castillo como fuente de la Democracia Cristiana. El Capitulo II, estudia el ori- gen y evolucién del socialcristianismo, poniendo énfasis en el @nélisis del neotomismo, base teérica de los partidos demécrata- cristianos. Este andlisis se limita a las consecuencias politicas que se derivan de la posicién neotomista, por lo cual no debe ser interpretado como un estudio exhaustivo del tomismo, cuya metafisica y teclogia escapaban de los marcos del presente tra- bajo, En el Capitulo Il, se analiza la actuacién de los PDC europeos y latinoamericanos. El Capitulo final esté dedicado al origen, desarrollo, teoria y practica de la Democracia Cristiana chilena, enfogue que aspira a abrir una ruta para la investiga- cion de un tema escasamente abordado. Para criticar la ideologia de una corriente, no hay que ele 11 gir los adversarios més débiles sino Jos mAs capaces. En la lu cha militar —decia uno de los més brillantes marxistas italia- nos— puede convenir la tdctica de irrumpir por el flanco de menor resistencia. “En e] frente ideolégico, en cambio, la de- trota de los auxiliares y de los partidarios menores tiene una importancia casi insignificante” (1). Por consiguiente, en el pla- no internacional, enfilaremos las “armas de la critica” contra el maximo exponente del neotomismo, Jacques Maritain; en lo na- tional, nuestro blanco ser&é el teérico més importante del Par- tido Democrata Cristiano, Jaime Castillo, cuyo libro “Las fuentes de la Democracia Cristiana”, ha sido ampliamente difundido y comentado en Chile durante 1963, La agilidad y versatilidad de los cuadros intelectuales de la Democracia Cristiana es una de sus principales ventajas sobre Jos viejos partidos tradicionales de la burguesfa; fenémeno que no es particularmente chileno, sino que puede observarse en 1a mayor parte de los partidos demécrata-cristianos del mundo, Como resultado de ello, tenemos actualmente una extraordina- ria difusion de libros, revistas y folletos, editados por dicha co- triente, en Ios que se expone no solamente la doctrina que Profesan, sino que, también, se ataca, sparentemente con clerta agudeza, al marxismo. En nuestro pais, se ha soslayado, hasta ahora, la critica sistematica a la Democracia Cristiana; unos, Ja han eludido ar- gumentando razones tacticas; otros, por menosprecio a la teoria del adversario. Nosotros creemos que la liquidacién de un enemigo de clase, de la categoria de la Democracia Cristiana, comienza a partir del momento en que se barrena cientificamente su frente ideo- logico y se lo desenmascara en Ja acct6n concreta. A esta praxis revolucionaria, creemos poder contribuir con la edicién de la presente obra, que es s6lo una parte de la gran tarea que tiende a desentrafiar la esencia y la apariencia de la Democracia Cris- Vans. ‘) Antonio Gramsci: “El Material Hist6rico y la Filosofia de B. Crocce”, p. 134, Ed. Lautaro, Buenos Aires, 1958. 12 INTRODUCCION OS SISTEMAS sociales se disputan la direccion. de la Humanidad: el Capitalismo y el Socialis- mo. La historia, en tanto a actividad humana revolucionaria, ha dado ya su veredicto sobre el mas. probable vencedor; mas de la tercera parte de la po- blacion mundial ha roto, en menos de cincuenta afios, los seculares lazos que la ataban al régimen ca-~ pitalista. Sin embargo, una guerra nuclear —siempre presente mientras subsista el imperialismo— ame- naza el avance de la Humanidad planteando una disyuntiva permanente: Socialismo o Barbarie. Para no desaparecer de la escena histérica como clase dominante, la burguesia conserva su estrategia de guerra mundial. Paralelamente, y con el fin de mantener su dominio sobre las zonas que atin con- trola, se ha visto obligada, en los ultimos decenios, a@ cambiar de tactica. El imperialismo de postguerra se dio cuenta de que, para obtener el control de las ™asas, necesitaba alentar la formacién de nuevas corrientes ideolégicas y politicas, que no estuvieran formalmente comprometidas con los viejos partidos tradicionales de Derecha; nuevos partidos que, auto- proclamandose “populares”, fueran capaces de ca- nalizar el descontento de los trabajadores, De este 13 modo, el imperialismo trataba de alcanzar dos obje- tivos: uno, detener el impulso revolucionario de las masas, agudizado desde fines de la segunda guerra; y otro, establecer gobiernos de apariencia “democra- tica”, que mantuvieran la “paz social” y 1a conviven- cia entre las clases, sin tener que recurrir sino en~ Ultima instancia al fascismo, Los nuevos partidos debian cumplir otro requisi- to: poseer una concepcién filoséfica universal que sirviera de basamento teérico a sus fines politicos. Vale decir, el imperialismo necesitaba partidos que tuvieran una filosofia comun, un sentido de la vida y una moral que penetrara en las masas; partidos, no de cardcter exclusivamente nacional, sino con pro- yecciones mundiales, para enfrentar a la otra co- rriente mundial: el Socialismo. La historia habia proporcionado, hacia diecisiete siglos, 1a experiencia. del Imperio Romano; Constantino, en un manoton. de ahogado —también entonces— reconocié al Cris- tianismo, religién no nacional sino universal, para. tratar de salvar al Imperio en decadencia. Los idedlogos de la burguesia, en el mas alto nivel, facilitaron enormemente la tarea, pues susti- tuyeron la caduca filosofia liberal burguesa por “mo- dernas” teorias destinadas a ganar las nuevas ge- neraciones universitarias. Al terreno abonado por los Max Scheler se sumaron los socidlogos, como Karl Mannheim, que, a pesar de no ser catdlicos, alenta- ron con sus tesis la formaci6n de movimientos ca- paces de forjar una “nueva cristiandad”. La Iglesia Catdlica —que adquiere nuevos brios. después de cada conflagraci6n mundial en la que se afecta el espiritu tradicional de la poblacién— reco- gié prestamente el guante imperialista. Ligada du- rante siglos a las capas terratenientes, y censora diaria del liberalismo, no trepidé en aliarse con la. burguesia industrial, con los mismos “protestantes” que criticara tan acerbamente cuando era fiel defen~ “4 sora de la monarquia feudal. Se trataba de recons- truir una nueva Santa Alianza. Del mismo modo que aquella constituida a principios del Siglo XIX para frenar el avance de la burguesia, ahora debia crearse una moderna Santa Alianza, entre la Iglesia y el Imperialismo, para detener el ascenso de las masas, para, impedir nuevos triunfos del proletariado en este siglo de Revolucion Permanente. La Iglesia tenia listos sus soldados para la ‘“‘nue- va Cruzada”. Era hora de recoger los frutos de las semillas sembradas por las Enciclicas “sociales”, las Juventudes Obreras Catélicas y los “cristianos pro- gresistas”; los fundamentos histéricos e ideologicos habian sido ya elaborados por Arnold Toynbee y Jac- ques Maritain. Bastaba con poner la cuerda en su maxima tension para que comenzara a desarrollarse la nueva. corriente politica que adopté el nombre de Partido Demécrata Cristiano. La fundacién en 1944 del Mo~ vimiento Republicano Popular (MRP) en Francia, fue el punto de partida de los grupos de la misma tendencia que proliferaron luego en Alemania, Italia, Bélgica-y, posteriormente, América Latina, transfor-~ mando los minusculos grupos politicos catélicos de la década del 30 en poderosos partidos de masas. La Iglesia aporté su contingente; los sacerdotes obreros, surgidos de la Misién de Paris, fundada en 1943, se extendieron a todos los: continentes. Sin embargo, esta nueva orientacién “social” envolvié a la jerarquia eclesidstica en una aguda cri- sis; el ala, hoy representada por el Cardenal Ottavia- ni, se opuso tenazmente al cambio, y fue tanta. su presion que obtuvo un triunfo parcial con la liqui-~ dacién de la experiencia de los curas obreros, en 1954, El nombramiento del Papa Juan XXIII fue una derrota de los ultraderechistas. Con la mayoria de los cardenales a su favor, Juan XXIII desarrollé una campayia tendiente a realizar su m&xima aspi- 5) racién: el Concilio Ecuménico. ¢Y qué significado profundo tenia —y tiene— este Coneitio? Concretar a eyo ee ao del catolicismo, protestan- ismo confesiones para derrota: i enemigo: iel Socialismo! : See sde la Casa Blanca, en Washington, observan complacidos el triunfo de la nueva posicién de la ae El sucesor out uen XXIII, lleva adelante la rategia que pe —se ¢ los— en- aaa con éxito al social: ime ——- 7 suerte de la “nueva cristiandad” sellada. Ni siquiera una religién universal a 7 proyeccién palitica, los partidos demécrata cristia- nos— podré salvar hoy al imperialismo agonizante, como otrora fue resucitado por efimeros afios el co- rrompido Imperio Romano. El sepulturero de la so- ciedad capitalista —el proletariado— pondra dentro de pocos lustros el epitafio definitivo. 16 Capitulo I LA PRAXIS CRISTIANA EN LA HISTORIA NO DE los principales teéricos chilenos del socialcristianismo, Jaime Castillo, sefiala tres fuentes de la Democracia Cristiana: la Filo- sofia Cristiana, el Problema Social Contemporaéneo y la crisis de la Edad Moderna y el Catolicismo Con- temporéneo. No nos cefiiremos estrictamente a esta clasificacién, aunque consideraremos los problemas esenciales implicados en ella. a.—El concepto cristiano de la praxis (2) En nota preliminar, Castillo expresa que “la tesis sobre una conexién entre teoria y practica, rea- lizable a través de la ética cristiana, y con un intento de refutar la doctrina marxista al respecto, nos pa- rece una sugerencia que podria ser calificada como algo mas que una mera exposicion” (3) (subrayado (2) Esqueméticamente puede decirse que praxis es la unidad de teoria y prdctica. (3) Jaime Castillo V.: “Las fuentes de la Democracia Cristiana”, p. 7. Ed. del Pacifico, Santiago, 1968. De aqui en adelante, sefialaremos solamente la pégina cuando nos refiramos & este libro, Ww Beensia 2 nuestro). Mas adelante, sefiala que la praxis marxis- ta “es superficial”, porque no se la concibe como “una realizacién ética”; que Marx postulaba “una supresién de la ética”, aunque aclara que él no niega “la existencia implicita de una ética en el marxismo”; slo niega “que esté propuesta como elemento expli- cativo de la historia” (p&g. 17); el marxismo. “su- prime de la causalidad histérica el factor moral” y reduce todo hecho “al juego de los factores econémi- cos ajenos al elemento moral” (p4g. 19). Para Casti- Uo, “el acto moral representa la perfecta unién de la teorfa y de la practica” (praxis), “La tarea poli- tica cristiana no es otra cosa que la praxis cristiana llevada al campo de la actividad social” (pag. 20). El sefior Castillo tergiversa la praxis marxista. Evidencia un conocimiento “superficial” y subjetivo de la praxis en general, porque la limita exclusiva- mente al plano de la ética e, incluso, presenta una imagen irreal de la praxis cristiana. Para los marxistas, la praxis es la intima union. de la teorfa y la practica en permanente accién re- efproca y sintesis creadora. Es la conexién entre el Ppensamiento y la accién que transforma todas las manifestaciones de la vida. Es la unién reciproca de la experiencia y el pensamiento, del trabajo manual e intelectual. La praxis es la actividad total de los hombres; se realiza no sélo en el terreno de la ética sino en todos los planos de la vida. En la praxis, la dualidad “teoria y practica” desaparece para convertirse, en cada momento del desarrollo, en una sola unidad dialéctica. Teoria y praéctica son dos categorfas diferentes, contradicto- vias entre sf; son contrarios, pero no de manera ab- soluta sino relativa. Un criterio arbitrario de cortes verticales del proceso, conduce a los metafisicos a llevar a lo absoluto la separacién de teorfa y prac- tica, colocando a la teoria desligada de la practica, separéndolas, aislandolas, escindiéndolas en polos 18 . Teoria y pr&ctica —categorias no ano integrantes de una misma unidad— tos de un proceso ininterrumpido que no i debe seccionarse, a riesgo de caer en la ¢ incomprensién historica. 7 we trata, como gratuitamente dice el sefior ‘ , quite Marx “tenia que hacer lo posible para nook planteamiento de Ja unidad entre teoria , debido a un motivo interno de su propia " (pag. 17), sino que el marxismo ha com- y relterado cientificamente la accién reci- y oreadora de la prdctica sobre la teoria y 1. Ha demostrado, asimismo, que dentro de esta unidad de contrarios, la categoria de la practica 6 sustancialmente lo primario. Por medio de la prac- lea en producir cosas y fabricar instrumentos, los hombres de las cavernas pudieron elaborar las pri- meres ideas que, a pesar de su simplicidad, consti- tufan ya abstracciones teéricas. Primero, la existen- ia, el ser, luego Ja conciencia, el pensar. Esta conclusién permitié al materialismo dialéctico dife- renciarse en forma tajante del resto de las corrientes que otorgaban unilateralmente a la teoria el papel fundamental. i 7 En rigor, la practica no esta, en Ultimo término, esta a la teoria, ni tampoco deprime su importan- ofa. Por el contrario, la practica enriquece incesan- temente la teoria y viceversa. De la experiencia del movimiento obrero chileno de principios de siglo, sur- ié la necesidad de constituir un movimiento sindical unificado, teoria de mas vasto y rico contenido que se concret6 en la formacion de la Federacién Obrera de Chile (FOCH); la nueva practica, iniciada y des- arrollada por la FOCH, condujo, posteriormente, a Ja formulacién de una teoria de mayor significacion ¢@ importancia: la creacion de un Partido Revolucio- nario de masas, con el Partido Socialista Obrero, el Partido Democratico y la propia FOCH. 19 EsquemAticamente, podemos decir que de la “pr&ctica” se pasa al “conocimiento”; éste origina una nueva “practica” y la nueva experiencia suscita otros conocimientos superiores; y asi, sin cesar, ele- vandose a la manera de una espiral, se producen los momentos del actuar y del conocer, de la practica y de la teoria, de la praxis, en suma. En forma andloga, de lo concreto se pasa a lo abstracto y de lo abstracto a lo concreto. Por medio de la abstraccién —o mejor dicho, de sucesivas abs- tracciones—, logramos penetrar en lo concreto, apre- henderlo, analizarlo, coger partes de su esencia, Y de la nueva abstraccién volvemos al conocimiento més profundo del concreto; no al concreto de la pri- mera experiencia sensible. Al obrar sobre este con- creto, lo transformamos, haciéndolo mds fecundo y proliferante. De ahi, que lo mas concreto implique, al mismo tiempo, lo més abstracto, porque su gene- ralizaci6n envuelve, en uno de los momentos del proceso, toda la riqueza anterior de lo concreto. La teoria de la Plusvalia de Marx es abstracta, pero si- multaéneamente contiene lo m4s concreto, porque permite conocer la caracteristica esencial del sistema de explotacién capitalista. La praxis es creadora y no puede ser reducida, limitada o-constrefiida al puro concepto de lo te6- rico. La Iglesia, durante la época medieval, impidio la investigacién cientifica de problemas fundamenta- Jes, porque el ejercicio de la praxis conducia a poner en duda las afirmaciones dogmaticas de la Iglesia. Si el conocimiento hubiera sido encerrado en los mol- des conceptuales de la doctrina catdélica, la ciencia habria quedado indudablemente estancada. El neoto- mismo en boga se ha visto obligado a aceptar la ex- perimentacion cientifica, a condicién de que sus resultados no contradigan la revelacién divina. De ahf, que para todo metafisico, incluido el sefor Cas- tillo, la categoria de la prdctica queda relegada a 20 wn plano secundario. A lo sumo, acepta “tedrica- mente” la praxis en el terreno de la ética, pero dentro de ella la praéctica esté subordinada a la teologia y no puede ni debe modificarla. En la vida diaria, la ' tica” catélica no asume otra realidad que la pu- ramente conceptual, es teoria pura, y contradice la esencia de la practica real. Debe estar al servicio de una moral que depende directamente de una teoria inmutable, la teologia. El] concepto neotomista de la praxis, que pretende enriquecer el sefior Castillo, se reduce, en Wtima instancia, al comportamiento segun una moral preestablecida, de acuerdo a una ética que no podré ser modificada por la practica. Podria @aperarse un aporte mas profundo de quien ha pre- tendido erigirse en critico de la “superficial” con- cepcién marxista de la praxis. En otro aspecto de la praxis total, el de la ac- tividad social, el hombre (sujeto) se desenvuelve en un determinado medio (objeto) y su actividad esta condicionada por éste, por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, de la evolucién cultural y itica. En la prdctica, se realiza dinaémicamente la unidad del sujeto y del objeto; hay primacia del objeto, pero el sujeto, a través de la praxis, va mo- dificando al objeto. El sujeto influye decisivamente wbre su medio, cambia la estructura econdmico- social. Los hombres que se inspiraron en la Revolu- clén Francesa, fueron capaces de transformar la Eu- ropa, hasta entonces feudal, en menos de un siglo. Bl sefior Castillo tergiversa —deliberadamente— cuando afirma que para el marxismo todo se reduce “al juego de los factores econémicos” (pag. 19). Existen centenares de documentos marxistas (4) que (4) Una vez mas, citamos la verdadera concepcién marxista so- bre el papel del individuo y la economia: “Segin la con- cepcién materialista de la historia, el elemento determinan- te de la historia. es en Gltima instancia, la produccién y la reproduccién en la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado a1 refutan este cargo gratuito y, al mismo tiempo, veri- fican que el hombre es el artesano de su propia historia; incluso, demuestran que las condiciones econédmicas —que influyen sobre la evolucién de una €poca determinada— han sido siempre creadas .en lucha contra el medio por los hombres de genera- ciones anteriores. El hombre no es un elemento pa- sivo ante los fendmenos econémicos —creados por su actividad— sino que los transforma incesantemente. En la concepcién marxista de la praxis social, sin teorfa no hay accién revolucionaria y sin practica no se puede comprobar la justeza de una teoria. Solo la prdéctica permite corregir los errores tedricos. La capacidad de una direccién revolucionaria se pone a nica més que esto; por consiguiente, si alguien lo tergi- versa transforméndolo en la afirmacién de que el elemento econémico es el ‘nico determinante, lo transforma en una frase sin sentido, abstracta y absurda” (F. Engels: Carta @ J. Bloch, 21 de setiembre de 1890, en “Correspondencia”, Ed. Problemas, p. 486, Buenos Aires, 1947). “La nueva gene- racién modifica sin duda el patrimonio legado Por la gene- racién anterior. Pero eso no quita que aquel influya podero- samente en ella... Por tanto, las circunstancias hacen @ log hombres no menos que los hombres hacen a las circuns- tanclas” (Marx y Engels: “Ideologia Alemana”, P. 223, Ed. Pavlov, México). “El fundamento de la historia es el indi- viduo” (idem. p. 261). “No es que la situacién econdémica sea Ja causa, y 1a Gnica activa, mientras que todo lo demas es pasivo... Los propios hombres hacen su historia” (F. Engels: Carta a H. Starkenburg, 26 de enero de 1894, “Corresponden- cia”, ob. cit. p. 528). Otras afirmaciones de la concepcién. ‘humanista del socialismo, pueden encontrarse en los tra- bajos de Marx: “Manuscritos Econ6mico-Filos6ficos”, “La grada Familia”, “El Capital” y en los libros de Enge! a Feuerbach y el fin de la filosofia clasica alemana”, Anti- Dithring y “Dialéctica de la Naturaleza”. La tesis K de Marx sobre Feuerbach sintetiza el papel decisivo que el marxismo otorga al individuo: “Los filésofos han interpretado el mun- do de diversas maneras, pero de lo que se trata es de trans- formarlo”. En la actualidad, exégetas no marxistas mili- tantes, pero intelectuales honestos, como Rodolfo Mondolfo y’Erich Fromm, han confirmado Ja importancia que el mar- xismo otorga al hombre, 22 do tiene la flexibilidad suficiente para Taecer Ta teoria con los aportes de la practica. osotros no partimos de una praxis social abs- tracta, aplicable a todas las épocas, como la praxis cristiana, sino de una praxis que se desarrolla en una sociedad histérica determinada. Nuestra praxis con- tempordnea opera con el hecho de que el hombre en la sociedad capitalista esta alienado, enajenado de au esencia humana; sus propias creaciones se bn erigido en un poder ajeno y hostil que los sojuzga, domina; el producto de su trabajo.se convierte en amo suyo. El trabajador, mientras més produce, més ro somete al dominio del capital. El hombre no se sien! participe del mundo que ha creado con sus propias manos. Bajo el régimen capitalista, se niega a ‘si mis- mo en el trabajo, es infeliz; siente que es dominado por algo que le es extrafio. Este fetiche misterioso, no es precisamente Dios, sino la proyeccién del ré- gimen de producci6n desarrollado por el capitalismo. La alienacién del trabajo no es la tnica de las aliena- ciones que ha provocado el régimen burgués, aunque _ si es la m4s fundamental y la condicién social de las dems. El sistema de vida capitalista se mani- flesta en formas varias de alienacion de la esencia del hombre en los fenémenos sociolégicos de la super- estructura: en la cultura, el arte, la literatura, la . moral, ete. Algunas de estas formas consisten en la ién unilateral y aparentemente auténoma, en la deiormectén del contenido, en limitaciones sedicente- mente absolutas, en el predominio de una parte sobre el todo, de la apariencia sobre la esencia, de la con- version irracional de los medios en fines, etc. La praxis social en el mundo contemporéneo a de histéricamente a la eliminacién de Ja fuente de estos fendmenos negativos: el sistema capttalista Es la primera y nica condicién para librar al hom! de su estado actual de enajenacién. Con el adveni- miento y evolucién de la sociedad sin clases, el hom- bre, liberado: progresivamente de sus couple ae ina nueva praxis, ina peas br , no mu : completa lada, no deformada, plenamen: __ Al no plantear el problema de la ali tillo convierte su praxis cristiana tate oie abstracta, sin conexién con la realidad. Su moral se pierde en el nimbo de Ja utopia reformista; en Ulti- - instancia, su funcién es contribuir al manteni- lento de lo que verbalmente pretende combatir. Aunque la ética, para la corriente neotomista, tie- ne su campo propio, esta subordinada a la teologia La moral no surge de la praxis sino que ha sido dada ya por Dios. Es una moral rigida, dogmatica que no permite modificaciones esenciales (para los tomistas phede modificarse, pero en la medida que no contra- tiga la teologia). Castillo limita la praxis a un sec- se reduce a prodicar eh la flepa fo geen aes p ‘a tierra lo que se dice reve- ard por la divinidad. La definicién ae Castillo de ‘que feoria 9 moral representa Ja perfecta unién de la y Practica” (pag. 20) es la “idea” d la Praxis, pero no la praxis; es la concepcién catélica de praxis, no la praxis moral de los catélicos, como demostraremos en los capitulos histéricos que siguen. Este acto moral, es la expresién del sentir de una beroaed y juega dentro de los limites establecidos por Para nosotros, el hombre no tiene un: Jeza moral determinada, por siempre, en si. fa fort hha surgido de las condiciones sociales; no es rigida ni preexistente. Va modificandose a medida que cam- bian los estadios econémicos, sociales y culturales de los pueblos. Algunas précticas consideradas morales por sociedades Primitivas, hoy aparecen como inmo- rales. La Moral”, a partir del surgimiento de la propiedad privada, del Estado y de las clases sociales, siempre ha sido una moral de clase. La clase en el 24 r e8 Ja que impone el marco sustancial de la mo- ‘al, asi como impone la ideologia y la educacion. Es hipocresia hablar de sistemas morales, haciendo abs- traccién de las clases sociales. La Iglesia medieval sancioné como moral el régimen de explotacién de los slervos porque convenia a las clases dominantes. La burguesia desplaz6 el sistema mon4rquico-feudal ce instaur6 una ética distinta. El proletariado derro- cara a la burguesia y abriré paso a una nueva moral, con la diferencia de que no seré una moral de clase sino una moral humana para toda la humanidad. Su- perado el periodo de transicién del capitalismo al so- cialismo, en que necesariamente existira una moral de clase proletaria para defenderse de la contrarrevolu- cién y de la ideologia burguesa, se ira generando una nueva moral, sin la coaccién del Estado, ya extingui- do, ni ia arbitrariedad de una institucién o poder extrafio a la sociedad sin clases. El marxismo rechaza la moral burguesa. Marx postulaba “una supresién de la ética”... pero de la ética burguesa, para reemplazarla por una nueva moral, que se ira forjando a base de la convivencia social que surja de la realidad socialista y no de normas pre-establecidas, eternas, inmutables, e in- puestas por algo extraterrenal. La moral ira ema- nando de la practica social. Es inexacta, por ende, la afirmacién de Castillo de que “el marxismo coloca ala ética fuera del nexo entre teoria y practica” (pag. 19). La moral se ira elaborando por la praxis de los mismos. hombres, de acuerdo al desarrollo con- creto de la sociedad, pues el llamado “mundo moral” no tiene principios superiores a la realidad histérica. Se creara asi una moral dialéctica, una moral abierta, una moral dinamica, en constante cambio; las cos- tumbres cambiar4én a los hombres y los hombres cambiarén a las costumbres. La sociedad socialis- ta realizar “en la practica” los hasta ahora “teéricos” conceptos éticos, de bondad, solidaridad, 25, Agualdad, fraternidad, respeto al préjimo, ete., que ‘utilizan —y se pisotean en germen— por las clased ‘dominantes en su propio beneficio. i La concepcién de una ética individual es equi- Vocada e ilusoria; un hombre, bajo el régimen capita- lista, podra tener la mejor buena, voluntad “cristiana” para alcanzar el perfeccionamiento individual, pero sus intenciones entrarén en contradiccién con las hhormas generales de vida impuestas por el régimen burgués. Sélo una moral colectiva, vivida y creada por el socialismo, posibilitaré el mayor perfecciona- miento individual, porque no habra contradiccién ‘irreconciliable entre lo colectivo y lo individual. Resumiendo, a la critica superficial de que la praxis marxista es “superficial” porque no se la concibe como una “realizacién ética”, contestamos: el marxismo otorga a la praxis un sentido amplio, no limitado exclusivamente al ‘campo moral, sino que Jo aplica también al origen del conocimiento, de la jucha social, en suma, de la actividad total de los hombres. A la critica de que el marxismo “suprime de la causalidad histérica el factor moral” y reduce todo al juego de los factores econémicos, contestamos: que los hechos de la superestructura (instituciones, deologia, politica, moral, religion, ete.), tienen su rafz en las condiciones econdémico-sociales; pero la actividad creadora de los hombres modifica esas con- ‘diciones. En consecuencia, es un criterio subjetivo, idealista y metafisico, pretender utilizar el factor mo- Yal como elemento explicativo de la historia, factor que es reflejo de un substratum m4s profundo yen ‘permanente cambio. A las confusas alusiones sobre la ética marxista, contestamos: ¢] marxismo postula “la supresién de la ética”, pero de la ética burguesa, para reemplazarla por una nueva moral; la moral socialista, Ia moral dialéctica, abierta, en constante cambio y elaborada 26 los hombres, de acuerdo a la evolucién espectfica le la sociedad humana. b.—EI cristianismo primitivo analisis historico de la praxis cristiana, Castillo establece una diferenciacién entre “los peo. dos que importan una cierta realizacion de las _ cristianas” (Edad Media) y los “momentos en aus, el Cristianismo acttia en calidad de ideologia re 7 (pagina 31). En esta ultima clasificacion ee a los apéstoles, pero resulta “curioso” que no age mencién de los profetas. En los escasos parrafos que dedica a tan importante problema, comete dos ora ves errores: primero, omite —no por casualidad— fe principales criticas de los profetas al régimen i opresion, como asimismo sus amados a la acci ne volucionaria. Segundo, evita un anélisis compara 7 entre la praxis del cristianismo primitivo y la ee Iglesia medieval y moderna, la cual, como ee es mas adelante, desvirtua la prédica de los prof tas, ge Jesus y los apéstoles. La er entatay cristianismo rebelde y otro realizador (confo! i i muy “habil” de Castillo para ocultar oe un ho nisteries irrefutable: la Iglesia reo Apostélica y Romana se aparté ablertaments de pa fuentes pristinas del cristianismo y reemp! a6 fae yebeldia y su comunismo primitivo por una doc’ 7 que respondia en el plano terrenal a los intereses de minantes . - eTases wrotetas de Israel comenzaron a prodicat aproximadamente unos 800 afios antes del nac: eat to de Jesus. Vivian en un pais expuesto a Lat inva siones permanentes de los reinos de Eeipto oan 7 Emprendieron una lucha activa aed res extranjeros, que esclavizaban a ho! J mujeres, sino también contra los explotadores de su propio pais. Hicieron conciencia del contraste 27 entre ricos y pobres, sefialando que la ri Producto de la explotacion del hombre por cl hombre, ‘orque venden al justo por dinero, y al menesteroso @ causa de un par de zapatos, que codician hasta el Polvo de la tierra que esté sobre la cabeza de los des- validos... Por tanto, puesto que maltratdis al pobre,” y le cobrdis tributo de trigo; aunque edi de Piedra labrada, no habitareis gies buimaee pine téis vifias deleitosas no beberéis vino de ellas” (5). aaa fone —el mAs grande de los profetas— habl6 no eee ra los ricos, sino que formulé métodos vio- re os le lucha. Adem4s del conocido versiculo de om ay de la profecia “seréis devorado por la espa- da" sehial6: “jAy de los que juntan casa con casa, 7 at los que allegan un campo a otro hasta que les a espacio para los demas! ;Quedaréis habitando Solos en medio de la tierra?” (8). El profeta continua a ie de guerra: “Esos clamores de los oprimidos 7 tos Horek tos gu oe ots pues, (dice) el sefior , aS CO: sas, Prine a@ ser una desolacion” oe inna iqueas y, posteriormente, wiel, 1 denodadamente por la igualdad entre os hombres" compartiréis ja tierra de una manera igual entre todos... Y si repartis el pais entre vosotros, debéis tratar de la misma guisa que a los hijos de Israel a Jos extranjeros que habiten entre nosotros” (8) __Cincuenta afios antes del nacimiento de ‘Testis, existia una escuela cuyas prédicas han quedado com- Piladas en el “Libro atribuido a Henoch”: en él, se encuentran ideas revolucionarias para su tiempo, tanto en el plano ideolégico como en el de la agita- cion. “jAy de aquellos que poseen oro y plata! pues pereceran... Tened entonces esperanza joh justos! 16) Amos, II, 8 y V, 11. “La Biblia”, ve 5 > il. » Versién castellana directa de co bee ba L. Dujowne y otros,'p. 936, Ed. Sigal, Bs. As ‘801, ¥ (PD, Tsaias, V. 8 y 9, Thidem, p. 668 ‘ Jey <8) Ezequiel, XLVI, 21. i 28 pues los pecadores morirdn ante vosotros” (9). jAy de vosotros los que construis vuestros palacios con el su~ dor de los demas!” (10). El conocimiento de esta tradicién, junto al esta- do de esclavitud que vivia el pueblo de Israel bajo el Imperio Romano, determinaron el apostolado de Je- sus, cuya concepcién ético-social y revolucionaria ha. sido descrita en paginas brillantes por Tolstoi. Las ideas de Jesus se apoyaron tanto en la tradicién de los profetas como en las comunidades primitivas que recorrié. Podemos mencionar, entre ellas, a la de los Esenios que, en numero de 4.000 vivian en Palestina, segun Fil6n de Alejandria. Los esenios “desprecian la riqueza y Mevan una vida en comin que impone admiracién... Porque es una ley que quienes entrar en esta secta deben entregar sus bienes a la colecti- vidad. De ahi que no existan entre ellos la miseria, ni el lujo, ni la abundancia, precisamente por estar en comun, los bienes de todos y por pertenecerlo todo en comun, como a hermano” (11). Estas afirmacio-~ nes han sido confirmadas por los rollos o manuscri- tos del Mar Muerto, recientemente descubiertos. Jests fue el caudillo de un pueblo que aspiraba a liberarse de la dominacién romana y de los propios explotadores del pais. Hay frases lapidarias de Jesus contra los opresores, como aquella ‘“‘pardébola del ri- eo” (no del mal rico, segtin ha pretendido establecer, posteriormente, la jerarquia eclesiastica); asimismo, la del rico que queda en el infierno y la del pobre, ‘ (9) Henoch, Cap. XCIV, 7 y sigs. (10) Henoch, Cap. KCIX, 13-14. Hacemos 1a transcripcién de ver~ siculos del Antiguo y del Nuevo Testamento sin entrar en Ja discusién acerca de la autenticidad y fecha de elaboracién. Esta exégesis ha sido cientificamente reallzada por Strauss, Bauer, la escuela alemana de Welhausen, Reuss, Stade, Graf otros. (11) Flavio Josefo: “Historia de las Guerras de los Judfos”, Ed. Albatros, Buenos Aires, 1944. 29 Lazaro, que entra al cielo. Quien no recuerda la co- nocida frase: “Porque mas facil es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios” (12). La Iglesia se ha encargado de presentar a. Jess como un ser extremadamente pa- cifico y, al mismo tiempo, indiferente a los cambios de régimen social en este mundo. Ciertas pardbolas de Jesus y, fundamentalmente, sus acciones indican que estaba acaudillando un pueblo con métodos de lucha no propiamente caracteristicos de la “via pa~ cifica”. Asi lo atestigua su accién de echar a lati- gazos del templo a los mercaderes, 0 su frase: “No he venido a traeros paz, sino guerra”. Cuando uno de sus discipulos le interrogé acerca de las riquezas, Jesus respondié: “Véis todos esos edificios, pues yo os digo de cierto que no quedara de ellos sino piedra. sobre piedra” (13). La prédica de Jess trascendié rapidamente los ambitos de Israel; se fundaron sociedades comunistas. primitivas, como la de los carpocrdticos de Alejan- dria y la de los ebionistas. Los Padres de la Iglesia, asimismo, siguieron durante un tiempo las ensefian- zas de su maestro. Barnabas de Chipre escribié en. sus Epistolas: “Tendras todo en comun con tu pré- jimo. No deberds poseer nada en propiedad”. Clemen- te de Alejandria: “Todas las cosas son comunes. No existen para ser adquiridas unicamente por los ricos”. Juan Criséstomo de Constantinopla: “Porque si el comunismo es imposible gcémo se explica que hayan. podido implantarlo las primeras comunidades cris- tianas? No lo es para nosotros también lo que fue posible para nuestros antepasados?” (14), San Am- brosio: “La tierra ha sido creada igualmente para. todos; gpor qué vosotros, los ricos, os apropidis el (12) Mateo, XVI, 24. (13) Lucas, XIX, 5-6. (24) Citado por Max Beer: “Historia General del Socialismo y de Jas luchas sociales”, p. 95-96, Ed. Ercilla, Santiago, 1936. 30 suelo, con exclusiém de las pobres? No le das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo que es suyo. Porque tu usurpas para ti solo lo que se ha dado en. comun utilidad de todos” (15). El cristianismo —fusién de tradiciones alegéri~ cas judias con la filosofia griega vulgar, que pro- porcioné Ja doctrina del Dios unico y la. inmortalidad. del alma— se desarroll6 gracias a una situacién ob-. jetiva muy favorable. El Imperio Romano, opresor de los pueblos del Mediterraneo y del Medio Oriente, prdvoco la disolucién de las religiones nacionales. De esa manera, pudo consolidarse la unica religion. universal del mundo romano: el cristianismo. Los primeros cristianos se reclutaron entre las clases mas. explotadas: los esclavos, que aspiraban a conquistar su libertad; los libertos farruinados, que deseaban volver a ser ciudadanos libres, como sus antepasados; los campesinos, que querian retornar a la propiedad comun de la tierra; los ciudadanos libres, descon- tentos de su calidad de pensionistas del Estado Ro~ mano, situacién que en las provincias, sobre todo, los obligaba a competir con la mano de obra esclava. “La historia del cristianismo primitivo —escribid En~ gels— tiene notables puntos de semejanza con el movimiento moderno de la clase obrera, Como ésta, el cristianismo fue en sus origenes un movimiento. de hombres oprimidos; al principio aparecié como Ja religion de los esclavos y de los libertos, de los. pobres despojados de todos sus derechos, de pueblos. subyugados o dispersados por Roma... Ambos son perseguidos y acosados... El cristianismo de esa época, que aun no tiene conciencia de si mismo, era, tan distinto de la posterior religion universal del Concilio de Nicea... No hay en él ni el dogma ni la ética del cristianismo posterior, sino la sensacién de (15) Pbro, Angel Carbonell: “E} Colectivismo y la Ortodoxia Ca. t6lica”, p. 268. Ed. Libreria Subirana, Barcelona 1907. 31 que lucha contra todo el mundo y de que la lucha culminaré con el triunfo” (16). El reconocimiento del cristianismo como religion del Imperio Romano, bajo Constantino en el afio 313, obedecié fundamentalmente a las siguientes causas: primero, el Imperio Romano, en franca decadencia, necesitaba una religi6n universal que proporcionara. una moral y una fe, capaces de afirmar un mundo que se desmoronaba; segundo, esa religién habfa ya penetrado en todos los pueblos y provincias domi- nados por Roma; se ha comprobado la existencia desde el siglo II de comunidades primitivas en las Galias y el Rhin; tercero, el Imperio temia que las masas cristianas descontentas se lanzaran a una nueva rebelién, tipo Espartaco. Finalmente, el amol- damiento de la Iglesia a la vida terrenal, facilité et camino para un acuerdo con los jefes politicos de Roma. La Iglesia fue postergando y relegando las as- Piraciones comunitarias de sus fieles y “olvid4ndose” de las criticas de los profetas y de Jesus en contra de la propiedad privada y de los explotadores. Las aspiraciones de liberacién de los oprimidos quedaron pospuestas para un imaginario “reino de los cielos”, mientras en este mundo, la Iglesia daba el visto bueno al secular dominio de las clases dominantes. Con el reconocimiento oficial de Constantino, fue quebrado definitivamente el espiritu rebelde del cristianismo primitivo. “Si el cristianismo —dice Bloch— se hu- -biera encerrado obstinadamente en sus principios, no se ve de qué manera el Imperio se hubiera transfor- mado en Imperio cristiano... La paz se hizo (entre el Imperio y la Iglesia), pero fue el cristianismo, no la Iglesia, el que pagé los gastos” (17). “(i8) Federico Engels: “Sobre la Historia del Cristianismo Primi- tivo”, Art. escrito para “Neue Zeit” en 1894-95, reproducido MarxEngels: “Sobre la Religion”, p. 272-273, Ed. Cartago, Buenos Aires, 1959. D M, Bloch: “L'empire Romain”, p. 302 y 306, Ed. Flammarion, Paris, 1922. 32 c.—La praxis cristiana durante la Edad Media La Edad Media, seguin Castillo, es el perfodo “que importa una cierta realizacién de las ideas cristia- nas”. La palabra cierta, que hemos subrayado, parece traicionar el pensamiento intimo del autor que quie- re, de esa manera, ponerse a cubierto de eventuales criticas. Para la mayoria de los catdlicos, la Edad Media es el periodo historico modelo. Hilaire Belloc Nega a decir: “Cuando nuestra sociedad vivia (en Ja Edad Media) en consanancia con la verdadera filosofia y los instintos humanos sociales” (18). Cas- tillo opina que durante la Edad Media “la conciencia cristiana actua sobre la base de un cierto (subraya- do nuestro) conformismo” (p4g. 31). “...el eristia- nismo no era una filosofia teérica, sino que se volcé por su misma esencia, hacia una praxis... lo ante- rior explica el conformismo de la conciencia cristia- na ante las realidades histéricas de la época. Ella estaba ocupada de construir, no de criticar” (pag. 33). 7 » Antes que nada, debemos manifestar que no compartimos esa concepcién estaética de la Edad Media que, obedeciendd ‘a distintos motivos, es la misma imagen que difundieron los historiadores del siglo XIX. En un trabajo inédito sobre la Edad Me- dia, que escribimos en 1953, sefialaba que esta €poca era sumamente din4mica y contradictoria, ‘que junto al feudalismo se desarrollaba la naciente bur- guesia comercial; porque en pleno auge del catoli- cismo, se producen las herejias ciudadanas y campe- sinas; porque, paralelamente al provincialismo de los feudos, esta el espiritu de un Marco Polo y otros yiajeros; porque, aparte del pensamiento dogmatico de la Iglesia, se generan sigilosamente las primeras (38) Hilaire Belloc: “La Crisis de la Civilizacién”, p. 277, Ed. Sud- americana, Buenos Aires, 1939. Basencia $ investigaciones cientificas; porque, junto al ascetis- mo de Santa Catalina de Siena, esté el ansia des- bordante de vida de un Rocaccio; porque, en pleno feudalismo, se produce la primera Revolucién Bur- guesa (19); porque son diez siglos de permanentes luchas sociales, de surgimiento y caida de reinos; de- Choque violento entre la civilizacién cristiana y la musulmana (20). En fin, la Edad Media es uno de los periodos mas din&micos de la historia, maxime si se la considera no desde el punto de vista exclusivo de Occidente, sino de la civilizacion en su conjunto. El verdadero continuador de la tradicién greco- romana fue el Imperio Bizantino y, posteriormente, el Islam, zonas por donde pasa el meridiano de la civilizaci6n desde el siglo V al XII. Henri Pirenne —el gran investigador del medioevo— sefiala como fecha de iniciacion de la Edad Media la expansion del pueblo arabe (21), lo cual resta fundamento a Ja idea tradicional de que las invasiones germanas determinan el fin de la Antigiiedad. Castillo opina, con singular sagacidad, que du- rante la Edad Media “se tendia a no reaccionar con violencia”, afirmacién subjetiva que bien poco tiene que ver con los hechos histéricos. gPodemos carac- terizar como actos pacificos la represién de la Iglesia contra Juliano el Apéstata y la persecucién sangrien- ta de los Donatistas? gacaso no se reacciona con vio- lencia en las luchas entre el Papado y el Sacro- Imperio Romano Germanico, 0 en las Cruzadas y (19) Esta Revolucién se produce en Portugal en 1381, y es dirigida Por la burguesia comercial que, por primera vez en la historia, logra arrebatar el poder, durante un corto tiempo, a los sefiores feudales. Es un problema cuya investigacién nos ha sido insinuada por Victor D. Bouilly. (20) Para una visi6n de conjunto de esta época, consultar el su- gerente libro del mejor medievalista argentino, José Luis Romero: “La Edad Media”, Ed. Fondo de Cultura Econémica, Mexico, (a1) Henri Pirenne: “Historia de Europa”, Ed. F. C. E, México. 34 las herejias burguesas y campesinas? Castillo tra- ta, asimismo, de justificar ciertas medidas de la Igle- sia con la teoria del “conformismo” en esa etapa de “construccién” y “no de critica”. Para él, haber re- primido el pensamiento filoséfico y cientifico y que- mado en la hoguera a miles de campesinos “herejes”, fueron actos de la Iglesia “que la conciencia no per- cibe con claridad”, porque todo se justifica “cuando aceptamos la direccién central de una praxis” y “es- tamos dispuestos a olvidar todo aquello que podria perjudicar su desenvolvimiento” (pag. 33). Sin duda, se trata de “actos morales que representan la per- fecta unién de la teoria y de la pr&ctica”, de los que nos hablaba en paginas anteriores. Muchos historiadores catélicos han sefialado a la Iglesia como la gestora de la liquidacién del sis- tema de esclavitud que imperaba en la Antigiiedad. La verdad es que el régimen de esclavitud desapare- cié porque resultaba antiecondmico a los latifundis- tas romanos. El Imperio Romano cay6é porque el sistema de produccién, basado en la mano de obra del esclavo, no rendia lo suficiente como para abas- tecer las necesidades del vasto territorio; fenémeno que se agravé con la sublevacién paulatina de las Provincias. Ciccotti afirma que la Iglesia no sdlo toleré la esclavitud sino que la sancioné (22). El Concilio de Gangra en el afio 324 resolvié que: “si alguno, bajo pretexto de piedad religiosa ensefiase al esclavo a no estimar a su sefior, o a sustraerse al servicio, 6 a no servir de buena gana y con toda voluntad, caiga sobre 61 el anatema”. Dopsch, el mas connotado es- pecialista de la Alta Edad Media, escribe: “No cabe la menor duda de que la Iglesia no se proponia iniciar la abolicién general de la esclavitud y de que estaba convencida de la justicia de la institucién” GPE. Ciccotti: “El Ocaso de la Esclavitud en el Mundo Anti- guo”, Tomo I, p. 35. Ed, Henrich, Barcelona, 1907. 35 (23). Hasta un historiador benedictino, Besse, ha ra- tificado este aserto: “los trabajos mds penosos en los monasterios estaban a cargo de siervos y esclavos”. Después de esta cita, Anibal Ponce prosigue: “Dentro de los monasterios tenidos por algunos como modelo de la ‘vida perfecta’, la divisi6n en clases continuaba- idéntica: de un lado, los monjes destinados al culto y al estudio; del otro, los esclavos, los siervos y los conversos, destinados al trabajo” (24). Y si acaso estas fuentes no resultaran suficientes, reproduci- mos las opiniones de San Agustin: “Dios ha introdu- cido Ja esclavitud en el mundo como una pena de pecado; seria pues ir en contra su voluntad querer suprimirla. La misién de la Iglesia no es hacer libres @ los esclavos, sino hacerlos buenos” (25). “No con- viene que en los monasterios donde existan senadores haya obreros; éstos permanecen ociosos, pues alli donde van los propietarios de la tierra después de haber abandonado todas las delicias de la vida, los campesinos se hacen los delicados” (26). La Iglesia fue perdiendo atin mas rapidamente su ideal contemplativo y se fue adaptando progre- sivamente a las costumbres terrenales, al ser reco- nocida de modo oficial por el Imperio. Por ley de Constantino se reconocié el derecho de dejar a la Iglesia los bienes que se desearen. Los hijos de Cons- tantino confiscaron las riquezas de los templos pa- ganos y las cedieron a la Iglesia Catélica. Se implan- la costumbre de nombrar heredera a la Iglesia cuando se carecia de hijos. Aunque parezca paradojal, la Iglesia se convirtié, entonces, en adalid de la (23) Alfonso Dopsch: “Fundamentos econémico-sociales de la Cul- tura Moderna”, p. 334, F. C. E., México, 1951. (24) Anibal Ponce: “Educacién y Lucha de Clases”, p. 103, Ed. América, México, 1938. (25) San Agustin: “La Ciudad de Dios”, KIX, 15. (26) San Agustin: “De Opera Monachorum”, reproducido por G. Sorel: “La ruina del Mundo antiguo”. p. 65, Ed. Intermundo, Buenos Aires, 1946. 36 ibertad individual, porque los particulares al per- der sus obligaciones con el Estado, llegaban a entre- gar sus bienes a la institucién que salvaba sus almas. “Desde un principio los intereses peculiares de la nueva comunidad religiosa determinaron una trans- formacion del derecho sucesorio, relajando especial- mente los antiguos vinculos del derecho familiar. La politica de la Iglesia en este punto se encaminé a favorecer la libertad del individuo con el propésita de emanciparle de los vinculos naturales de la co- munidad familiar” (27). El Papa Adriano en carta a Carlomagno, en el afio 777, llegé a reclamar tierras para el “Estado de la Iglesia”, exhibiendo el docu- mento falso denominado “Donacién de Constantino”. Estas donaciones “caidas del cielo” convirtieron a la Iglesia en el Estado m&s poderoso de la Edad Media. Es muy sugestiva la frase que Gregorio de Tours pone en boca del rey Chilperico, en el sentido que el tesoro ptblico se habfa empobrecido porque sus riquezas habfan pasado a la Iglesia. Esta, segun Burckhardt, continué aceptando con codicia “las donaciones hasta totalizar el tercio de los bienes nacionales (Seyssel, en su Historia del rey Luis XII, afirma que e] clero posefa un tercio y mas de la renta del.reino de Francia)” (28). Otro de los problemas més destacados por los historiadores catélicos es que la Iglesia se opuso a la usura de manera intransigente. Al respecto, Marx cita una fuente: “La Iglesia prohibia el interés; pera no prohibia la venta de sus propiedades para hacer frente a la penuria, ni siquiera el traspasarlas por un determinado tiempo o hasta el reembolso de la (27) A. Dopsch: ob. cit. p. 329. (28) Jacobo Burkhardt: “Reflexiones sobre la Historia Universal”, p. 65, Ed. El Ateneo, Bs. As, 1945. Otras consideraciones sobre el poderio econémico de la Iglesia pueden encontrarse en P. Inchausti y F. Sartiaux: “Origenes del Poder Econémi- co de la Iglesia”, Ed. Pavlov, México, 37 cantidad prestada a la persona que prestaba el di- nero, para que le sirviesen de garantia y se resarciese del empleo del dinero prestado por ella con su dis- frute durante el tiempg que las tenia en su poder... La misma Iglesia 0 las comunidades y ‘pia corpora’ pertenecientes a ella, obtuvieron grandes utilidades por este medio, sobre todo en la época de las Cruza- das. Esto desplaz6 una gran parte de la riqueza na- cional a las Namadas ‘manos muertas’, ya que los judios no podian lucrarse usurariamente por este procedimiento, pues que la posesién de una garantia tan sdlida no era facil de ocultar... Sin la prohibi- cién de los intereses, jamas habrian Megado las Igle- sias ni los claustros a adquirir tan grandes. rique- zas” (29). La Iglesia se convirtis en una de las grandes instituciones de crédito; y el sistema de ecréditos es, precisamente, una reaccién contra la usura. Todos Jos documentos demuestran que la politica de la Iglesia contra la usura no era nada més que el reflejo de la defensa de sus propios intereses y de los reyes y sefiores feudales, que debian pagar a los precursores de los banqueros altas tasas usurarias del orden de un 20 a un 30%. Por otra parte, la explo- tacién esencialmente agricola del feudalismo nu daba mucho margen para el comercio del dinero. Hace unos afios escribimos: “El feudalismo era un régimen de pequefia economia agraria, de tipo familiar, que pro- ducia fundamentalmente valores de uso, donde no existia salario, ya que los servicios se pagaban en tierras, productos, alojamiento y comida; un régimen en que el sefior feudal controlaba el escaso comercio interno y el que se practicaba con alguno que otro dominio; un régimen que, debido a la escasez de mano de obra, se vefa impelido a crear toda clase (29) Carlos Marx: “El Capital”, Tomo III, Vol. Il, pag. 721, Bd. Fondo de Cultura Economica, México, 1947, traduccion W. Roces. Se cita a J. G. Biisch. 38 de trabas sociales (vasallaje, homenaje, beneficio, castigos al que abandonaba el feudo, adscripcién a la gleba, etc.), para asegurarse el concurso de los iombres. En el aspecto politico, el feudalismo se ca- ‘acterizaba por presentar una realeza débil y una obleza que, junto con la Iglesia, se habia apoderado de la mayor parte de las riquezas” (3C). La unidad de la Iglesia, asentada en un pode- roso dominio econémico, se impuso a la debilidad de los aislados reinos feudales. Muchos reinos pasa- ron en el siglo XIII a ser soberania feudal del Papa. Inglaterra se convirtié en feudo pontificio en 1213; luego, siguieron Aragén, Leén, Portugal, Dinamarca, Polonia, Hungria, Armenia, etc. Pero, con la muerte del Papa Inocencio III “empezé la disolucién dentro de la Iglesia misma, con la aspiracién de los grandes dignatarios eclesiasticos a limitar por una represen- tacién de su clase al Papa mismo, que por la inves- tidura se habia convertido también en sefior feudal (no debe olvidarse —sigue Spengler, en nota 1— que las enormes propiedades de la Iglesia se habian convertido en feudos hereditarios de los obispos y arzobispos, los cuales no pensaban permitir al Papa, como sefior feudal, la menor intromisién). La idea de que el Concilio general es superior al Papa no tiene un origen religioso, sino que procede en primer término del principio feudal. En los Concilios de Constanza (1414) y de Basilea (1431) se ha inten- tado por ultima vez convertir la Iglesia —desde el punto de vista mundano— en una relacién feudal, donde la oligarquia cardenalicia hubiera sido la re- presentante de todo el clero occidental, en lugar da la nobleza romana” (31). Dante —el gran poeta que refleja la crisis del (20) Luis Vitale: “La Espafia no ocupada por los musulmanes”, 1953. La Plata, Argentina, inédito. (31) Oswald Spengler: “La Decadencia de Occidente”, Tomo Iv, Pp. 167, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1946. 39 mundo medieval y el nacimiento de la edad moder- na— describe su enorme decepcién por la politi terrenal del Papado. Hubo periodos de inusitada rrupcién del clero y de vida disoluta de los Pa algunos de los cuales llegaron a elegirse por herenci El nepotismo papal se puso particularmente de mi nifiesto en el caso de Marogia, amante del Pap; Sergio II, que convirti6 en Papa a su hijo con el nombre de Juan XI en 931, al cual sucedi6 su so brino, Juan XIII, en 965, Casos extremos de nepo- tismo se cometieron, también en el siglo XIV, bajo los Borgias. La extremada intolerancia fue otro de los rasgos caracteristicos de la praxis cristiana medieval. Se reprimié a “sangre” y “fuego” a Juliano el Apdstata, a los Donatistas, a Savonarola y otros que se reivindi- caban como verdaderos cristianos. Filésofos (como Si- ger de Brabante) y cientificos fueron quemados en la hoguera por el delito de estar en desacuerdo teérico con la Iglesia. Rogerio Bacon (1214-1294), propulsor de la experiencia cientifica, pas6é 24 afios en las car- celes de la Iglesia. La cultura, como fenédmeno general, fue defor- mada por la Iglesia, subordinada y monopolizada para sus propios fines. En las escuelas monasticas, a las que concurria gente del pueblo, no se ense- fiaba a leer ni a escribir, sino a recitar el catecismo. Las Universidades, fundadas en la Baja Edad Media, fueron impuestas a la Iglesia por la naciente bur- guesia, a fin de que jsus hijos pudicran adquirir cultura y educacién para las florecientes actividades mercantiles. El creciente apego terrenal de la Iglesia se reflej6 en la descomposicién de la jerarquia eclesidstica, lo que produjo poderosas reacciones de descontento en diversos periodos de la Edad Media. Primero, fueron los monAsticos de San Antonio y los Maniqueos. En el siglo XII, se originé un movimiento de renovacién » 40 cristiana cuyas simientes filoséficas brotaron con fuerza en los siglos posteriores. Sus principales porta~ estandartes fueron San Francisco de Asis, Duns Scoto,. Guillermo de Occam, Marsilio de Padua, etc. Las eriticas a la Iglesia y los Namados, de Joaquin de Flora y Amalrico de Bene, a resucitar el comunismo primitivo, reflejaban el espiritu comunitario de las capas humildes de la poblacién, Estos movimientos, en sus inicios, no pretendian una ruptura con la Iglesia, sino una renovacién de la conducta del alto. clero. De todos modos, prepararon el camino para el estallido de las herejias, cuyo desarrollo se vio fa- vorecido por el Cisma que se habia producido en la Iglesia a principios del siglo XIV. El movimiento herético puede caracterizarse como una rebelién de los campos y ciudades que co- menzaban a florecer. La burguesfa naciente y los campesinos se alzaron en contra de los privilegios y trabas impuestos por el régimen feudal. Es preciso distinguir dos tipos de herejia: la -burguesa y la campesino-plebeya. (32). ‘Las primeras herejias fueron encabezadas por los albigenses y por la secta mas importante de los cata- ros —los valdenses— en el siglo XII. Dirigido por Arnoldo de Brescia, el pueblo se sublevé contra ek Papa y confiscé sus dominios. Pero, éste, apoyado en Federico Barbarroja, terminé arrojando el cuerpo de Arnoldo a las lamas, por el pecado de haber dicho Ja verdad: que la herencia de Cristo obligaba a los sacerdotes a la pobreza y no a los privilegios. La rebeli6n de los obreros de Brujas, Gante (1359-61) y las “Jacqueries” francesas de 1357-58, acaudillada por Etienne Marcel, continuaron la ola de descontento (32) Resulta sugerente que el sefior Castillo, que se pasea por la historia, omita toda referencia a las herejias. Seguramente ha pensado que la represion campesina hecha por la Iglesia no es, precisamente, el “acto moral que representa la perfec~ ta union de la teoria y de Ja pr&ctica”. 41 hacia la Iglesia. El movimiento se extendié a Ingla- terra, con Wycliff y John Ball. El primero planted una lucha tedrica y pasiva, pero su discfpulo B se dio cuenta que no habia otro camino que la vi revolucionaria para obtener justicia. Es de muchos. conocida su frase: “Cuando Adan cultivaba la tierra - y Eva hilaba .qué era del gentilhombre?... las cosas no iran mejor mientras no reine la comunidad de bienes y la igualdad”. Ball y Wat Tyler, apoyados en jas capas pobres, también fueron ahorcados por dis~ posicion de la Iglesia y del rey. Otras luchas im- portantes en el centro de Europa, encabezadas por Juan Huss y Juan Ziska, corrieron la misma suerte, aunque los hussitas lograron arrancar algunas con- cesiones favorables, que aceleraron el movimiento de la Reforma. Sin embargo, la herejia campesina mds impor- tante fue la dirigida por Tom4s Miinzer en Alemania. Sus métodos de lucha y su programa recuerdan los mejores tiempos del cristianismo primitivo. Exigia una sociedad en que no existiese la propiedad pri- vada y. las diferencias de clase; en que todos los bienes fueran de la comunidad. A la cabeza de los campesinos, libré mil combates en contra de los sefio- tes feudales y de la Iglesia, atacando también a quie- nes, como Lutero, iniciaron la “Reforma” para ser- vir al cabo los intereses de los principes y burgueses. El movimiento de Miinzer fue la tmica herejia en que la fraccién plebeya y campesina, organizada en una especie de partido, no actué como apéndice de la oposicién burguesa, sino que se constituyé en el caudillo de todas las capas pobres del campo y de la ciudad (33). La Iglesia, como en otras ocasiones, y en este caso con mas odio de clase que en las otras herejias, masacré despiadadamente a los insurgentes. (83) Federico Engels: “Las Guerras Campesinas en Alemania”, p. 92, Ed. Problemas, Buenos Aires, 1941, 42 jue exi; la igualdad social y cristiana; se calcula. el Tie nade solamente, asesinaron a més de 30.000 campesinos (34). De este modo, cerramos el acfpite dedicado a la praxis cristiana medieval. Diez siglos de dominio ab- soluto sobre la sociedad, brindaron a la Iglesia la oportunidad de demostrar su capacidad para forjar un “mundo cristiano”. Sin embargo, la Historia no registra un caso similar de institucién que, con tanto. poderfo en sus manos, haya fracasado tan estrepi- tosamente como la Iglesia Catélica, Apostélica y- Romana. t d.—La praxis cristiana durante la Edad Moder~ na y Contemporanea. Desde fines de la Edad Media hasta el siglo XVIII, transcurre un largo interregno de poder dual, po- driamos decir, entre la burguesia, en ascenso, y el régimen monarquico-feudal que defiende con denue-~ do su sistema agonizante. La monarquia feudal se- guia conservando el poder politico, aunque de una manera formal, mientras que la clase burguesa con-. trolaba, cada vez con mayor pujanza, los canales econémico-sociales y manejaba los hilos que condu~ cfan al poder real de la naci6n. La superestructura medieval mas importante —la Iglesia Catélica —logr6 mantener su influencia sobre muchos gobiernos, a pesar del Cisma Protes- tante. Si bien es cierto que la Reforma habia signi- ficado la quiebra del monopolio religioso occidental, la Iglesia Catélica conservaba, todavia, el control de los asuntos terrenales en la mayor parte de los aises. ® Sin embargo, durante estos siglos se producen una’ serie de acontecimientos que culminarén con la (34) Engelhaff: “Historia de Alemania durante la Refc ", Ber~ lin, 1903, p. 245, citado por Engels, fbidem, p. 143. 43 crisis mas grave de la Iglesia: a) El Renacimiento abre un proceso de afirmacién del individuo, de con- fianza en el hombre y en sus posibilidades de desarro- lar un pensamiento auténomo, independiente del dogmatismo de la Iglesia medieval. El papel del in- dividuo se manifiesta tanto en las creaciones artisti- cas de Miguel Angel como en los dramas de Shakes- peare. Asi como el gotico representa el ideal hacia el mas alld, el barroco refleja un arte més ligado a Ja tierra y al individuo. b) Son los siglos en que co- mienza a despuntar el pensamiento cientifico, desembarazado de la escol4stica medieval. Los ex- perimentos de Leonardo da Vinci, los .descubrimien- tos de Paracelso y, especialmente los estudios de as- tronomia de Toscanelli, Nicolés de Cusa, Copérnico y Kepler, como asimismo la afirmacién de la autono- mia de la raz6n cientifica por Descartes y Spinoza, abren la ancha perspectiva de una nueva interpreta- cién del universo y “la ordenacién divina del mundo hasta entonces admitida, se convirtié subitamente en algo inseguro” (35) . Los racionalistas del siglo XVIII, Voltaire, Rousseau, Montesquieu, ete., se encargaron. de llevar hasta sus tltimas consecuencias la crisis ideolégica del catolicismo. c) La creacion de la Im- prenta —y la consiguiente difusién de los libros— termin6 con el monopolio cultural que ejercian los sacerdotes. d) La consolidacién de los Estados Mo- dernos trajo aparejada una mayor autonomia del gobierno respecto de la Iglesia, aunque ésta siguié ejerciendo durante un tiempo su influencia tradicio- nal. Lo basico es que los jefes de los Estados Moder- nos y sus idedlogos —entre ellos, Maquiavelo— afir- maron .cada vez mds su concepcién de ninguna de- Pendencia respecto de un poder extra-terrenal. Las guerras de religi6n representan, en el fondo, no un (35) Alfred Weber: “Historia de Ia Cultura”, p. 268, Ed. Fondo de Cultura Economica, México, 1948, 44 r la supremacia religiosa sino una lucha eines ceonomico-sociales, de conquista del mundo que acababa de descubrirse. Detrds del man- to religioso de las guerras de los siglos XVI y XVII est& el interés de una burguesia agresiva y en ascen- i ible. 7 it a ey ampacto de la crisis provocé un ee de renovacién dentro de la Iglesia (la Contrarre! a ma) encabezado, fundamentalmente, por la a ie Jesus. El Concilio de Trento (1545-1563) signific a triunfo de los jesuitas que impusieron la aes del catolicismo y afirmaron la autoridad del apa, convirtiéndose, en este aspecto, en los precursores la “infalibilidad” establecida a fines del siglo XTX. El espafiol Ignacio de Loyola convirtié a la rap ae Jestis en un verdadero ejército, dandole a la Igle: o un caracter mas militante y una organizacin ajustada a la nueva época que se abria Paso. | (3 ) ae La Iglesia reforz6, entonces, el aparato de 7 a quisicion que, en Espafia, bajo Felipe V, dicté 14. ” condenas y quemé 782 personas en la hoguera. | bey - siglo XVI, en Francia, la Iglesia cometié atroci ao con los calvinistas; el hecho mas abominable ha 2 sado a la historia con el omer i a a rs Se ”? (24 de agosto de 7 ¢ aa ados niles de Tragonotes. Afios después, een lieu terminé de liquidar la organizacion protes' an bajo Luis XIV (1685), se revocé el edicto de Nat s que otorgaba cierta tolerancia religiosa . La Igle- sia redoblé la eee eE ae ee i ico; Galileo fue obligado , € Soi fe asesinado Pierre de la Ramée por el delito de haber cuestionado el dogma eclesiastico. rae al no Bruno fue quemado en la hoguera por = eae 7 mostrado la contradiccién de la ciencia con los dog: x r tomar, en este Democracia Cristiana actual pretende ret a | fantizo, Je tradicion de los tedlogos del siglo XVI. . 45 mas catélicos. “El proceso de Bruno i i hha sido esclarecido con las actas veneblaning 7 teeeal nas de la Inquisici6n... La ensefianza decisiva de estas actas es que en Roma se demoré el proceso du- rante seis afios para que se retractara de su filosofia Y que no hubo fuerza que lo moviera a ello... En la mafiana del 17 de febrero de 1600 fue quemado de- lante del viejo teatro de Pompeyo. Cuando se presen- t6 al agonizante, que no exhalaba ningtn gemido, un -crucifijo, desvi6 con desprecio la cabeza’’. (37) : 7 En América, la Iglesia puso su orientacion y sus ponens al servicio de la Conquista, pues no sélo se i ian de catequizar un mundo virgen sino también e asegurar el control de los bienes terrenales. Im- perio Espafiol e Iglesia Catélica actuaron coaligados en la nueva empresa comercial y religiosa, y millones ‘de indios cayeron bajo el signo de Ja cruz, y de la es- pada. Un desprecio olimpico por los indigenas respi- Pi la mayor Parte de los documentos catdélicos de la poca. Asi escribia el tedlogo Tomas Ortiz: “Los in- a no se diferencian en nada de los animales vege- “ y minerales... Por su propia naturaleza son esclavos y deben ser sometidos a la obediencia de criaturas més racionales”. En términos similares, se ‘expresaba el arzobispo Agustin de Padilla: “Con em- prender o establecer algo en bien y en provecho del ana? Se comete un error, puesto que de ellos sélo se eriva para él un mayor dafio y perjuicio”, Los privi- legios de los sacerdotes eran tan evidentes que mu- chos soldados tomaban las érdenes religiosas para fnriquecerse.. Asf lo sefiala una carta del Virrey del ert, conde del Villar, al Rey, en el siglo XVI: Teco- Mmienda al monarca que los prelados que envie “no sean de los que pretenden los obispados porque la intencién de los tales no se entiende ” que es el QD W. Dilthey: “Hombre 3 Y Mundo en los XVI Pp. 325. Ed. Fondo: de Cultura Beondmlca, Moston 1947, iain 46 aprovechamiento de las animas, sino el de su caudal... A pocos de los que vienen de Castilla les trae el deseo de servir a Dios, sino el de enriquecer... Los que se ‘ordenan acé de los nacidos en Castilla, regularmen- te son soldados delincuentes”. La participacion en la Conquista permitié a la Iglesia posesionarse de vastas extensiones de tierra, especialmente en Mé- jico, donde mas de la mitad de la superficie cultiva- ble estaba en manos de los monasterios, que cobra- ban diezmos a los indios. Felipe III, en carta al Vi- rrey del Pert, hacia notar que en Lima los conven- tos tenian mas terrenos que el resto de la ciudad. Las matanzas y el mal trato de los conquistado- res provocaron grandes rebeliones de indios, motivo por el cual la Iglesia recomendé un viraje tactico; planted que a los indios no se les considerara como esclavos sino como siervos. Bartolomé de las Casas fue el portaestandarte de un mejor trato a los indios, aunque cometiendo el error de propiciar la explota- cion de esclavos negros. La Iglesia tuvo desde en- tonces buen cuidado de callar.ante la brutal trata de esclavos, provenientes de Africa. La praxis cris- ‘tiana no slo toler6 el sistema de esclavitud en Amé- rica sino que pretendiéd justificarlo, por el hecho de que ella, como poderoso terrateniente, era una de Jas principales beneficiarias. Cuando se trata de la colonizacion americana, Jos catélicos siempre sacan a relucir el ejemplo de Paraguay. Es necesario precisar, que las misiones jesuitas del Paraguay fueron el intento mas impor- tante de la Iglesia para obtener el control total de una zona de este continente, en detrimento de la Corona espafiola; este Estado, que servia al Papado, dentro del Estado espafiol, fue liquidado por el Rey en el siglo XVIII. El estado teocratico del Paraguay fue un importante experimento de organizaci6n cen- tralizada y bien planificada, desde el punto de vista burgués, que contrastaba con la anarquia de Jas de- 47 més colonias espafiolas. Esta buena organizacién, sin embargo, no redundaba en beneficio de la comu- nidad sino que su producto iba a parar integramente a manos de la Iglesia. E] indio debia pagar un tribu- to anual por su parcela. Todos debian trabajar dos veces a la semana en forma gratuita, en la “tierra de Dios”; el que no obedecia era cruelmente castigado, aunque se tratara de nifios. Los artesanos no recibian ningun salario y nadie podia salir de los limites de Ja Orden. Tales eran las condiciones de vida de este paraiso jesuita que hoy nos pintan sus apologistas. Mientras la Iglesia extendia sus dominios en América Latina, sus posiciones europeas comenzaron a declinar. El poder dual entre el feudalismo y la burguesia se resolvié definitivamente a favor de es- ta ultima. Con el triunfo de la Revolucion Francesa ‘de 1789 y los movimientos democratico-burgueses del ‘siglo XIX, se abrié la crisis m4s grave que registra ja historia de la Iglesia. Ya no se trataba solamente ‘de perder el monopolio religioso sino, también, el con- ‘trol del mundo terrenal. La Iglesia, defensora del caduco régimen feudal, se puso a la cabeza de la Con- ‘trarrevolucion y aliada con los terratenientes y la monarquia trat6 de detener, una vez mas, la rueda de la historia, por medio de la Santa Alianza, que per- seguia la restauraciOn del poder monarquico-feudal, En pocas palabras, la Iglesia durante el siglo XIX se convirtié en una de las principales fuerzas regresivas, *oponiéndose al avance histérico representado, enton- ces, por los movimientos democratico-burgueses. La Iglesia, el feudalismo y la monarquia, perdie- ron la partida. Sin embargo, la nueva clase domi- nante olvid6 muy pronto sus brios revolucionarios. La burguesia no tard6 en solicitar la ayuda de la Iglesia y la nobleza cuando su poder se vio amenaza- do por los levantamientos de la nueva clase social ‘que ella misma habia engendrado: el] proletariado. Las revoluciones obreras del siglo XIX, como la de 48 1848 en Francia y la Comuna, de Parfs, determinaron que la burguesia formara con la Iglesia un frente co- mun, que subsiste hasta nuestros dias. La burguesia comprendié que la Iglesia era un aliado importante para mantener la propiedad privada capitalista y le otorgé una serie de concesiones. La Iglesia, por su parte, resignada a la derrota de] régimen mon4rqui- co-feudal, se adapt6 raépidamente a las nuevas con- diciones burguesas, ejerciendo su influencia sobre la nueva clase dominante. En un libro enjundioso y ex- haustivo sobre este fenomeno de adaptacion mutua entre la burguesia y la Iglesia, Groethuysen sefiala: “Para los sucesores de Bossuet tenfa que plantearse el problema de cémo crearle a] burgués una patria en el mundo catélico. La Iglesia no podia abandonar simplemente a éste burgués a si mismo, Tenia que interpretarle su vida burguesa de algin modo con las ideas y formas propias de ella, la Iglesia, a fin de que él perteneciese a ella no sdlo como hombre, sing también como burgués... En realidad serfa cosa de pensar que el burgués debia dar gracias a la Iglesia por haber puesto en su mano un medio (Ja limosna) para extender su previsién incluso a] mas alld, y ha- berle hecho asi posible dedicarse aqui abajo a sus ocupaciones temporales con la conciencia tranquila y Ja alegre confianza de no jugarse la Salvacion de su alma y no tener las penas del infierno”. (38). A fines del siglo XTX, el capitalismo entra a una’ fase superior, el imperialismo, que acentta la divi- sién entre paises oprimidos y opresores, sin que la Iglesia, como institucién, salga en defensa de los pri- meros. El reparto del mundo, las matanzas de pue- blos “subdesarrollados” —cémo hipécritamente se les llama hoy dia a los paises coloniales— los gobiernos dictatoriales y las guerras zonales provocadas por la (38) Bernhard Groethuysen: “La formacién de la Conciencia Bur- guesa”, p. 238 y 257, Ed. Fondo de Cultura Econémiea, Mé- ‘xico, 1943. se Esencin 4 disputa de los mercados, en fin, la explotacién de los. obreros de las metrdépolis y de las colonias, encontra- ron a la Iglesia coaligada con los intereses generales del capitalismo. Después de la primera guerra mundial, el siste- ma capitalista entra en su etapa de agonfa histérica. Uno de sus frutos lo constituye el fascismo. Y nueva- mente, encontramos a Ja Iglesia aliada con las fuer- zas mas regresivas de la sociedad. El Vaticano y el Fascismo sellan una alianza que durard dos décadas. El Papa firma con Mussolini el Tratado de Letran el 11 de febrero de 1929 y lo designa “enviado de la Pro- videncia”, confiriéndole la orden suprema de la “Es- puela de Oro”, condecoracién que el Papa. otorga, también, al Conde de Ciano en Diciembre de 1939. Mussolini, a su vez, concede mayor autonomia al Es- tado Pontificio y convierte al catolicismo en religion: oficial del Estado. El 30 de marzo de 1929, Pio XI es- cribe al cardenal Gasparri: “Estado catélico, digamos y repitamos, pero Estado fascista... El Estado fascis- ta, tanto en el orden de las ideas y de las doctrinas como en el orden de la accién practica esta de acuer- do con la doctrina y la practica catélica” (39). La Iglesia, incluso, apoyé al fascismo en todas sus gue- Tras. imperialistas. A raiz de la invasién de Etiopia, el cardenal de Milan, Mgr Schuster, el 26 de febrero de 1937, expresé: “Saludo a las invencibles legiones que ocupan la Etiopia para asegurar a este pueblo la doble ventaja de la civilizacion imperial y de la fe catélica”. La alianza de la Iglesia con el fascismo se extendié rapidamente a Alemania, donde el clero era una de las principales potencias terratenientes, espe- cialmente en el sur alem&n, y contaba con una renta de 300 millones de marcos por afio. El 20 de Julio de 1933, el barén Von Papen, en nombre de Hitler, yel (39) Citado por Paul Lesourd: “La Cité de César et la cité de Dieu”, p. 28, Paris, obra catdlica. 50 Cardenal Pacelli (luego Pio XII), representante del Papa, firman un Concordato, cuyo articulo 16 dice: “Los obispos, antes de tomar posesién de sus diécesis prestaran un juramento de fidelidad al gobierno” (hitleriano) . El 20 de agosto de 1935, los obispos ca- télicos, en una carta pastoral, ofrecen su apoyo a Hitler y lo alientan para que intervenga en contra de la Revolucién espafiola: “El Poderoso nuestro Fiihrer, con la ayuda de Dios, tendra éxito en esta empresa”’. En igual sentido se expiden en la pastoral del 24 de: diciembre de 1936: “Los obispos alemanes consideran su deber sostener al Jefe del Reich en esta lucha, por todos los medios que ellos dispongan en el domi- nio religioso”. Nuevos acuerdos y conferencias, como la de Fulda en 1940, demuestran rotundamente que Ja Iglesia Catélica apoyé en todas sus fases la politi- ca belicista del fascismo. La Iglesia sigui6é una politi- ca similar en Espafia, donde el franquismo podia sal- var sus “11.000 dominios avaluados entonces en unos 130 millones de pesetas”, el Banco Urquijo, las minas de cobre del Rif, los ferrocarriles del Norte, los tran- vias de Madrid, la Cia., Transmediterranea, etc. (40). El episcopado espafiol no vacila en apoyar desde el primer momento la contrarrevoluci6én de Franco; el obispo de las Canarias declara en noviembre de 1936: “El general Franco conduce una guerra santa, una cruzada tan digna de admiracion como la de San Luis para liberar a Jerusalem” (41). E] cardenal primado de Espafia, en colaboracién con el padre ge- neral de la Cia. de Jesus, lanzan en agosto de 1937 una carta colectiva de los sacerdotes en la que se otorga apoyo incondicional al Movimiento franquista. El Papa mantiene relaciones cordiales con Franco, (40) Pierre Broué et Emile Témine: “La Revolution et la Gue- rre d’Espagne”, p. 25-26, Ed. de Minuit, Parfs, 1961. Hay tra- duccién espafiola (F, C, E.) de esta importantisima obra. (41) Entrevista publicada en “Libre Belgique”, 8 de noviembre 1936. 51 se niega a recibir una delegacién de padres vascos republicanos, pero concede el 14 de setiembre de 1936 una audiencia a 500 obispos espafioles franquistas. En fin, no creemos necesario extendernos mas en de- mostrar el apoyo de la Iglesia al fascismo espafol, porque es un problema demasiado conocido por 1a mayoria. Cireculos catdlicos “democraticos’ han tratado de culpar a la alta jerarquia eclesidstica de cada pais, y no al Vaticano, en esta politica de apoyo al fascis- mo; por otra parte, argumentan que muchos sacer- dotes alemanes, italianos y espafioles, lucharon en contra del fascismo. Esto es cierto, hubo sacerdotes, del bajo clero, que estuvieron en las trincheras del pueblo, asi como durante la Colonia Espafiola hubo curas partidarios de la Independencia; pero, el pro- blema central reside en que el Papado, Ja alta jerar- quia que dirige la politica mundial cat6lica desde el Vaticano, se constituyé en aliado incondicional del fascismo. Nuestra conclusi6n al terminar este breve ana- lisis de la praxis cristiana durante la época moder- na y contempordnea, es la siguiente: estamos en pre- sencia del ciclo mas critico de toda la Historia de la Iglesia; se quiebra el monolitismo religioso occidental y la Iglesia va perdiendo el control politico de muchos. gobiernos. Sin embargo, esta etapa de gran crisis incuba los elementos que, como veremos mas adelan- te, forjaran una nueva orientacién de la politica cris- tiana. Capitulo II ORIGEN Y EVOLUCION DEL SOCIAL - CRISTIANISMO tacristianos se basa en la critica al régimen liberal burgués formulada por la Iglesia en el siglo XIX; en las recomendaciones sociales de las En- ciclicas contemporaneas; en la organizacién de gru- pos sindicales y polfticos catélicos de las primeras décadas del siglo KX; en el pensamiento catélico mo- derno elaborado por el neotomismo; y en las rela- ciones de la Iglesia con el Imperialismo. De estos cinco factores —que con fines didActicos trataremos en orden cronolégico— el neotomismo es el decisivo, porque constituye el motor ideolégico que impulsa toda la praxis demécrata cristiana. a.—La critica al régimen liberal burgués. L A ACTUAL posicién de los partidos Demécra- Algunas: personas se admiran, actualmente, de las observaciones que ciertos sacerdotes formulan en contra del capitalismo. En realidad, la critica al ré- gimen liberal burgués ha sido una politica casi per- manente de Ja Iglesia y utilizada, en un sentido reac- cionario, segun las circunstancias histéricas. Desde la caida de la monarquia feudal, la Iglesia ha com- batido la filosofia liberal. Durante el siglo XIX, un fuerte grupo del Romanticismo catdlico canté su des- precio por el régimen burgués, afiorando la civiliza- cin medieval. Buchez y De Bonald en el campo tedri- co, Chateaubriand y De Maistre en el literario, y Lam- menais, René de la Tour du Pin, Toniolo y otros, en el terreno tedrico y de la accién politica, fueron pun- tas de lanza de este combate ideoldgico. Las criticas catélicas en contra de la burguesia se plantearon desde el punto de vista de la extrema derecha, pues tenfan como objetivo la restauracion del sistema monarquico-feudal. Nadie podria desco- nocer las criticas —-parcialmente correctas— hechas por un Lammenais, asi como la exaltacién de los trabajadores aparecidos en el periddico “L’Atelier” de Buchez (1840); pero, el agua de la critica catélica al liberalismo iba siempre a parar al molino de la reaccién. Esta critica al sistema capitalista, contras- taba con la efectuada por el marxismo naciente, que no se conformaba solamente con desnudar, de ma- nera cientifica, las bases de la explotaci6n capitalis- ta, sino que, al mismo tiempo, alentaba la formacion. de partidos revolucionarios para derrocar precisa- mente al régimen burgués. En el fondo, la actitud catdélica hacia los obreros era de un contenido esencialmente paternalista. La Iglesia debia actuar como padre de los pobres en este “valle de lagrimas”, ofrecerles su proteccién y amparo. Por medio de la caridad cristiana demostra- ba a los pobres que estaba interesada en mitigar sus penas. La limosna cumplia el doble papel de descar- gar la conciencia culpable y de amortiguar todo in- tento proletario de rebelién. Las. criticas de la Iglesia al capitalismo fueron atentiandose a fines del siglo XIX, a medida que se afirmaba el régimen democratico-burgués y queda- ban desvanecidas las esperanzas de restauracién del 54 feudalismo. Paralelamente, los catélicos burgueses omenzaron a compartir el poder con los protestantes , con el andar del tiempo, se constituyeron en los tieles defensores del régimen que la Iglesia ha- combatido en sus inicios. | La Iglesia —-sensitiva antena de todo aquello que pueda poner en peligro el orden establecido— se dio cuenta que el principal enemigo era el soctalismo, que avanzaba a bandera desplegada desde la segunda mitad del siglo XIX. Ese socialismo ponia en peligro tanto los bienes terrenales de la Iglesia como los fun- damentos de la religién, al proclamar su ateismo re- volucionario y su fe invencible en los adelantos de la ciencia. Se trataba, pues, de liquidar al socialismo y poner atajo & su avance, mediante una politica que rescatara a la mayoria de los obreros que se habian alejado de los templos. Y esta tarea sélo era posible cumplirla reactualizando —aunque en un tono me nor— ciertas criticas al capitalismo hechas a princi- pios del siglo XIX. : b.—Las Enciclicas contemporaneas. ; J Algunas Enciclicas contempordneas, como la “Rerum Novarum” de Leon XIII (1891), han sido consideradas como modelo de expresién de las ideas “sociales” de la Iglesia. Pero, la verdad es que detras de la alabanza a los humildes y a los pobres desam- parados, se oculta un pensamiento profundamente reaccionario en contra del socialismo. En el tiempo en que aun no existian los partidos comunistas, la Iglesia —enemiga mortal de la Revolucién Social— voleé todos sus esfuerzos para detener el avance de la tendencia que, entonces, representaba las aspira- ciones proletarias de redenci6n social: la socialdemo- cracia. El propio Leén XIII en una enciclica mani- festo: “Quien resiste el poder resiste el orden estable- cido por Dios. Asi, pues, sacudir la obediencia y re- volucionar la sociedad por medio de la sedicién, es - un crimen de lesa majestad, no solamente hi sino divino”, (42). Mas todavia, después de “Rerdm Novarum”, planteaba a los obreros cristianos: “ forzaos por vuestro espiritu de humildad, de discipli- ma y de amor al trabajo, de mostraros siempre di; ‘os: de vuestro titulo de obreros cristianos. Amad a vu¢s- tos patrones”. (43). Leén XIII ha sido, sin duda, uno de los Papas reaccionarios m4s clarividentes de la época contem- pordnea y, por ende, el defensor mds hAbil.de la bur- guesia. No sdélo se dio cuenta de que habfa que arre- batar al proletariado de los brazos del socialismo, sino que, también, fue el inspirador de las organiza- ciones sindicales y politicas del socialcristianismo de principios del siglo XX. Paralelamente, propicié un cambio doctrinal que permitié a la Iglesia enfrentar, con flexibilidad, a la ciencia, constituyéndose en el Papa que mayor respaldo otorgé a las obras y al pen- samiento de Santo Tom4s de Aquino, de acuerdo con el signo de los tiempos. No ha escapado a los historia- dores el movimiento pendular de la Iglesia, que va desde el agustinismo platonizante hasta el tomismo aristotélico, determinados por las realidades favora- ples o desfavorables a los intereses de la Iglesia. El perfodo de bonanza que vivi6 el sistema capi- talista a principios del siglo XX, hizo olvidar a los Papas posteriores el peligro del socialismo; por lo cual, las palabras de Leén XIII a los “humildes” fueron abandonadas en el rincén de los papeles vie- jos. Pfo X, en agosto de 1910, llegé incluso a conde- nar un grupo catélico de avanzada social, lamado “Le Sillon” en términos que, por su importancia. pa- ra entender la esencia del catolicismo, nos permiti- (42) Enciclica “Inmortale dei”, dada a la publicidad por Leén XIII en Noviembre de 1885. (43) Declaracion de Le6n XIII 6 los ‘obreres: catélicos el’ 8 de octubre de 1898. Subrayado nuestro. : mos reproducix extensamente: “preservar —dice la Iglesia— a los fieles de los peligros del error y del mal, mayormente cuando el error y el mal se les presentan con un lenguaje atrayente que, velando la yaguedad de las ideas.y el equivoco de las expresio- nes con el ardor del sentimiento y la sonoridad de las palabras, puede inflamar los corazones en el amor de causas seductoras pero funestas. Tales fueron no ha mucho las doctrinas de los seudofilésofos del siglo XVIII, las de la Revolucién y del liberalismo tantas veces condenadas. 1) “Le Sillon” rehuye la direccién de la autoridad eclesiastica a pretexto de actuar en el campo politico y social; 2) es falso su concepto de la igualdad y regeneracién de las clases obreras... 5) también lo es su concepto de que la autoridad vie- ne primordialmente del pueblo, con el que se pres- cinde del origen divino de toda potestad... Nuestro predecesor (Leén XIII) ensefié especialmente que la democracia cristiana debe “mantener la diversidad de clases, propias ciertamente de una sociedad bien constituida, y querer para la sociedad humana aque- lla forma y condicién que Dios, su autor, le sefial6”. Anatematiz6 una cierta democracia cuya perversidad lega al extremo de atribuir en la sociedad la sobera- nia del pueblo y procurar la supresién y nivelacién de las clases”. (44). Estas posiciones de la Iglesia tuvieron especial resonancia hasta que se produjo la primera guerra mundial y, con ella, la declinacién del sistema capi- talista. Estallé la Revolucién de Octubre en Rusia y surgio el primer Estado Obrero de la historia. La Iglesia reaccionéd. Habia que extirpar de raiz el co- munismo internacional de Lenin y Trotsky. La gran crisis de 1929-agrav6 la situacién del capitalismo y una ola de movimientos. huelguisticos se extendié por @® Revista “Razon y Fe", T, XXVIIU, N° 2, Madrid, Octubre 1910, reproduc. por Jorge Ivan HObner: “Los Catélicos en la Politica”, p. 21-22, Ed. Zig-Zag, Santiago, 1059. BT eae el De se dict6é una nueva Encfcli- actual a la relegada tradicién de yn xm. El Papa Pio XI, lanz6 en 1931 la Encicina ‘Quadragesimo Anno”, reiterando en ella los lamen- tos piadosos hacia los pobres, la necesidad de redo- dlar la caridad cristiana y de infundir nueva fe a los’ desamparados. Pio XI, en la misma linea de Leén XIII, Uamaba a luchar contra el principal enemigo, el Socialismo, pues recomendaba la “colaboracién de ‘clases, la prohibicién de la accién y de las organiza- ore een i mismo tiempo, sefialaba que ma capil no es intrinsecam sino que | est aetna - (45). Tt sin! ando, las Encfclicas “sociales” contem: réneas —dictadas “casualmente” en los momentos de mayor ascenso revolucionario del proletariado— tuvieron dos objetivos esenciales: uno, que los obre- os volvieran al redil catélico, y otro, detener el avan- ce del Socialismo. Las Enciclicas sociales, cuyo énfa- sis radica en la critica al marxismo y no en la formu- lacién de un programa de redencién social, han ser- vido de inspiracién a los actuales Partidos Demécra- ta-cristianos. ¢.—Grupos Politicos y Sindicales, Durante el siglo XIX se constituyeron gru Politicos catélicos, de carActer confesional y & con tenido ultramontano; pero no prosperaron. Recién a partir del siglo XX, presenciamos la gestacién de §Tupos politicos que, inspirados en la Enciclica de Le6n XIII,.pretendian canalizar el descontento de (45) Encfclica “Quadragesimo Anno”, 1931, de Pio ° a xr. Enciclica se dice, ademAés: “Mayor condenacién mereve ‘un Ja negligencia de quienes descuidan Ia supresion o reforma del estado de cosas que lleva @ los pueblos a la exasperacién y prepare. el Lorca de la revoluci6n”, (citado por Jaime Castillo: “Prob! Comunista”, p. 80, ieee, eantiagh: Pp. 80, Ed. del Pacifico, 58 los trabajadores. El més importante de ellos, se de- nomin6é “Le Sillon”, cuyo dirigente maximo, Mare Sangnier, Ileg6 a organizar miles de adherentes en 1905. Este grupo, que fue el primero en popularizar el nombre de Democracia Cristiana, no era confesio- nal, aceptaba la lucha de clases y realizaba acciones ‘en comtn con los anarco-sindicalistas y socialistas. Sangnier se anticip6, incluso, a la actual politica de la Iglesia al plantear el Frente Unico con protestan- tes y librepensadores y constituirlos bajo el nombre del “gran Sillon”. Sin embargo, como ya hemos vis- to, este movimiento fue condenado por la Iglesia. Posteriormente, en 1932, Emmanuel Mounier, fundé la revista “Esprit”, en la cual planteaba una critica al sistema capitalista y se pronunciaba en contra del apoyo al fascismo. Otros grupos, como los “cristianos progresistas” y “Juventud de la Iglesia”, desarrollaron durante la década del 30 posiciones de avanzada que iban a ser también simientes de los fu- turos partidos demécrata-cristianos. Sin embargo, sus planteamientos eran considerados, todavia, con suma reserva por la alta jerarquia eclesidstica. A pesar de todo, las Juventudes Obreras Catdlicas de Francia y Alemania, especialmente, continuaron ganando adep- tos y presionando sobre el Vaticano para que éste adoptara, dentro del marco de la religién catdlica, ‘una politica “social de avanzada”. Es preciso sefialar que estos grupos politicos ca- t6licos tenfan un profundo sentido reformista. Aspi- raban a reformar, no a derribar, el sistema capitalis- ta, porque de acuerdo a las Enciclicas Papales éste “no es intrinsecamente malo sino que esta Viciado”. Paralelamente, comenzaron a formarse los gru- pos sindicales cristianos. A principios de siglo, se esta- Dlecieron contactos entre trabajadores catdlicos de diversos paises europeos y, en 1908, se reunio en Zi- rich una conferencia internacional que dio nacimien- to al Secretariado Internacional de Gremios Cristia- 59 nos, en e] que estaban representados varios paises europeos. Esta Internacional Cristiana, con mas de ‘medio mill6én de afiliados en visperas de la primera guerra mundial, extendié su influencia a Europa Oriental y América, y en 1928 contaba con tres mi- llones de miembros (Alemania: 717.000, Holanda: 134.000, Bélgica: 155.000 y Francia: 101.000) (46). Las posiciones del sindicalismo cristiano eran: ‘conciliacién y armonfa entre capital y trabajo, recha- zo de la teoria de la lucha de clases y del socialismo, aceptacion de la propiedad privada, divulgacién de la doctrina catélica y reivindicaciones econémicas mi- nimas para los trabajadores. Como lo sefialamos en ‘otro libro, “la burguesia redobla en este periodo su penetracién en el movimiento obrero; su ideologia se introduce por varios canales, Uno es la tendencia socialcristiana” (47). Los sindicatos cristianos cum- Plieron un papel divisionista, precisamente en los momentos en que los trabajadores buscaban con de- nuedo la unidad gremial; en parte, lograron su obje- tivo porque en donde ellos tenian influencia —Fran- cia, Bélgica, Italia—, el movimiento sindical ha seguido dividido hasta el dia de hoy. Por otra parte, dos sindicatos cristianos acentuaron el cardcter refor- mista que la socialdemocracia imprimié a la lucha ‘obrera. En fin, para los propésitos de nuestro estudio, queremos dejar establecido que las experiencias y lec- cignes de los grupos politicos y sindicales cristianos ge i primeras décadas del siglo XX, han sido una lente de inestimable valor para los partid cratacristianos ‘del presente. Pp Pp oer (46) Informe de 1a Fed. Internac. Gremial Cristie reprodt por Lewis L. Lorwin: “Historia del Internaclonalieno ‘one. “ap las Page Ed. Ercilla, Santiago, 1936. : “Historia del Movimiento ”, De esl Obrero”, p. 17, Ed. d.—El Neotomismo Los fundamentos teéricos e ideolégicos de los partidos demécrata-cristianos han sido proporciona- dos, en gran medida, por la filosofia neotomista. Sus principales expositores —Maritain, Berdiaeff, Gil- son, Sertillanges, Grabmann, Belloc y otros—, han puesto al dia las ensefianzas del tedlogo medieval Santo Tomas de Aquino (1225-1274), aunque barni- zandolas con filosofias idealistas modernas, como el existencialismo cristiano. El neotomismo, motor ideolégico de la accion demécrata-cristiana, ha sido mayormente des- cuidado por los estudiosos del marxismo. Esta actitud parte de la premisa que el enemigo ideolégico tiene una filosofia “pasada de moda”, Olvidandose que el neotomismo es una adaptacién —inteligentemente elaborada— de las obras de Santo Tomas para dar respuesta a los avances cientificos, politicos, sociales y culturales de la época contemporanea. A nuestra juicio, la lucha contra la Democracia Cristiana co- mienza por una critica profunda de su filosofia neo- tomista. Sélo un ataque materialista dialéctico con- tra el armaz6n ideol6gico del neotomismo permitira poner de manifiesto la verdadera esencia de la Demo- cracia Cristiana. Para emprender esta tarea, debemos tomar conciencia de que la nueva ideologia cristiana, hha superado los viejos esquemas catélicos, tan vulne- rables en el pasado, aunque conservando siempre los intereses generales de la Iglesia. Criticar a la religion. catélica con los argumentos anticlericales de los ra- cionalistas del siglo XVIII, es tarea de antemano. ineficaz. El catolicismo no presenta actualmente los. débiles flancos que se derivaban de su adhesién a la. doctrina de San Agustin y al platonismo idealista. A los neotomistas no puede atribuirseles un desprecio por la ciencia, ni menos suponer que todo lo supedi- tan a la vida en el otro mundo, como en el pasado, De 61 ahi, que su aproximacién al materialismo desde las mérgenes idealistas, puede Negar a confundir a quie- nes no distinguen claramente entre esencia y apa- riencia, La moderna ideologia catélica —que trata de se- guir adaptando las ideas de Santo Tomas al mundo contemporaneo a fin de disputar el terreno ideologico al pensamiento marxista— acepta una clara distin- cién entre teologia y filosofia; entre filosofia y cien- cia; admite los descubrimientos mfs audaces de la ciencia y otorga importante papel a la razén, al de- venir y la evolucién. Tiene un sistema coherente —aunque equivocado— sobre las leyes del pensa~ miento y la légica; es partidaria del realismo y del estudio del mundo sensible. En el campo social, los neotomistas practican la teoria de que es necesario actuar en este mundo, a fin de corregir sus males, con. Jo cual han abandonado la vieja creencia catélica de que todo debe quedar subordinado al mas allé; han. incorporado una concepcién més optimista del hom- bre y del mundo terrenal, asignando una extraordina~ ria importancia al papel de la persona humana, En Jo politico, formulan un “plan de reformas” al régi-~ men burgués y adelantan algunas ideas sobre un “nuevo” estado cristiano. Estas ideas han permitido al catolicismo salir de sus antiguas posiciones defensivas para situarse, ac- tualmente, en una abierta ofensiva no sdlo practica, sino también tedrica. La presente proliferacién de li- bros, revistas y folletos catélicos es producto de esta Ultima actitud. Se ha crefdo erréneamente que las ideas de San-~ to Tomas han imperado sin contrapeso desde hace varios siglos. La verdad es que el tomismo recién se impone como teologia y filosofia oficial catdélica, a partir del siglo XX. Le6n XIII, en su Enciclica “Aeterni Patris” (1879) fue el primer Papa que pidio @ la intelectualidad catélica que se inspirara funda~ 62 mentalmente en Santo Tomas. En las primeras déca~ das del siglo XX, pensadores de la talla de Maritain, concientes de la necesidad de que el catolicismo die~ Ta respuesta, desde su punto de vista, a los nuevos problemas que planteaba la crisis de la sociedad, reac-~ tualizaron a Santo Tomas elaborando una teoria que ha resultado ser eficaz para los fines del moderna catolicismo y de los partidos democrata-cristianos. El tomismo establece una separacién entre Teo- logia y Filosofia. Uno de sus teéricos mas destacados. —Gilson— escribe: “Una doble condicion domina el desarrollo de la filosofia tomista: la distincion entre la razon y la fe, y la necesidad de su acuerdo” (48). La filosofia tiene campo propio para desarrollar sua posiciones; pero —aqui comienzan a presentarse las. limitaciones del tomismo— cuando los descubrimien~ tos de la filosofia no concuerdan con la verdad esta~ blecida en la revelacién divina, la filosofia, entonces, estA equivocada. Por consiguiente, “la necesidad del acuerdo”, planteada por Gilson, envuelve una subor- dinacién potencial de la filosofia respecto de 1a teolo~ gia; subordinacion que sefiala las posibilidades limitadas del neotomismo, e incluso pone en contra- diccién algunos de sus atrevidos reconocimientos cientificos y filoséficos con los fundamentos ultimos de la teologia. Los tomistas, asimismo, hacen una distincién en~ tre Filosofia y Ciencia, lo que les ha permitido aden-~ trarse, hasta cierto punto, en el campo especifico de la ciencia, con una metodologia mejor que la del pa- sado, a condicién de preservar las eternas verdades de. la teologia. Habiendo superado el idealismo platénico. y adscribiéndose al realismo aristotélico, adaptado por Santo Tomas al catolicismo, los tomistas admi- ten que la base de todo conocimiento son las cosas. (48) Etienne Gilson: “La Philosophie au Moyen Age”, p. 528, 3® edicién, Payot, Paris, 1947. 3 sensibles, captadas por la razon, la percepcién y la re- flexion filosdfica. El Cardenal Mercier (1851-1926) fue uno de los primeros en sefialar que los catdlicos no debian temerle a los descubrimientos de la Cien- cia y, personalmente, alenté la creaci6n de un Labo- ratorio de Psicologia experimental, bajo la direccién, del profesor Michotte, discipulo de Wundt (49). La orientacién de que la Metafisica no es obstaculo para el desarrollo de la ciencia, ha permitidc a los neoto- mistas integrar su doctrina con los descubrimientos cientificos contemporaneos y alentar investigaciones avanzadas como la de los catélicos Lecomte du Nouy y Teilhard de Chardin. La teorfa de la evolucién, con- denada antes por la Iglesia, es admitida, en gran par- te, por los neotomistas del presente. Maritain Nega a decir que la teoria de la evolucién de Darwin y el psi- coanélisis de Freud no han quebrantado de ninguna manera la tesis catélica; la mas afectada, a su juicio, ha sido la ideologia liberal racionalista, que diviniza- pa al individuo, el cual segin los descubrimientos cientificos y psicoanaliticos ha resultado ser un mero descendiente del mono, Meno de complejos y debi- lidades. Esta actitud amplia ante la ciencia es més apa- rente que real, puesto que la verdad de la ciencia no puede contradecir la verdad de Dios. ,Y no es la Igle- sia quién determina la “falsedad” de un descubri- miento cientifico? * El neotomismo esta provisto de una logica y una metodologia que le permite armar una interpretacién de los cambios permanentes de la realidad, Logica surgida de la adaptacién de las obras de Aristoteles hecha por Santo Toma4s de Aquino. La nocién aristotélica de Acto y Potencia facilita al tomismo una cierta comprensién del problema del (49) F, C. Copleston: “El Pensamiento de Santo Tomés”, p. 275, Ed. Fondo de Cultura Econémica, México, 1960. 64 devenir, del movimiento, y lo conduce a aceptar que los objetos sensibles estan sujetos a cambio. Més aun, las categorias de Acto y Potencia, permiten al tomis- mo reconocer cambios accidentales e incluso subs- tanciales. Sin embargo, para el tomismo lo sustancial o esencial se transforma dentro de ciertos limites. Determinadas sustancias no cambian jamas. La no- cién de Acto y Potencia que habla del ser y no ser (el Acto determina la esencia A, que en potencia tiene la posibilidad de ser B), es limitada porque supone Ja existencia de cosas esenciales que son eternas. Por mas rodeos que quieran dar los neotomistas contemporaneos que aspiran a integrar su doctrina con ciertas leyes de la dialéctica materialista, el to- mismo no sale de los marcos de la Logica formal. La Dialéctica marxista no niega que A es igual a A, pero al mismo tiempo sefiala que A es también no A. Una cosa es y no es. A es A, en abstracto, pero cuando la consideramos en concreto, en movimiento, en rela- cién con otros objetos o seres, A no sélo es A sino tam- pién no A. El movimiento permanente, las contradic- ciones y los cambios, circunscribiran el momento en que ha dejado de ser A para transformarse en B, transformacién de la cual nada ni nadie esté exento. El tomismo establece que la esencia y la existen- cia son inseparables; pero, la identidad de ambas sdlo se alcanza en Dios, de lo cual se deduce que no puede llegar a conocerse jamés la esencia ultima de deter- - minadas cosas. “Santo Tomas no admite la identidad de esencia y existencia; esto seria igualar la criatura a Dios, el ser unico en el cual la esencia es la existen- cia” (50). Para los tomistas, la esencia es indiferente a toda consideracién de tiempo y “permanece inal- (50) Emile Bréhier: “La Philosophie du Moyen Age”, Coleccién “L'Eyolution de ’Humanité”, p. 322, Ed. Albin Michel, Pa- Tis, 1949. Esencia 5 terable en el cambio” a pesar de “las cualidades con- tingentes y mudables que se adhieren” a ella. (51). Con el fin de explicar las diferentes etapas de la Humanidad y las distintas caracteristicas que ad- quiere una misma esencia, Maritain ha desarrollado el concepto de “lo anélogo” (“las ideas mas altas se - realizan en la existencia de manera esencialmente diversa”). Sin embargo, para este filésofo catdlico de espiritu aparentemente amplio, “Ni los principios ni las reglas practicas supremas de la vida varian” (52). FE) principio de “lo anélogo” permite al neotomismo explicar los cambios y la forma especifica de mani- festarse de ciertas esencias, pero es metafisico porque supone que dichas esencias. son permanentes en cual- quier etapa de la Humanidad. ‘A los neotomistas les pasa lo mismo que a Aris- tételes; se quedan siempre a mitad de camino en el problema de las leyes dialécticas, con ventaja para ‘Aristételes que supo construir un realismo extraordi- nariamente progresivo para su tiempo, y en cambio Jos tomistas logran tan sélo una alianza hibrida entre las teorias idealistas y aristotélicas. Los marxistas re- conocemos en Aristételes un gran pensador realista, que partié del mundo sensible para legar al conoci- miento de las cosas. Aristételes, y posteriormente Santo Tomas, admitieron la existencia de contrarios, criticaron los dualismos y formularon una importan- te teoria acerca del todo y Jas partes, Pero su concep- cién metafisica les impidié franquear los limites de Ja légica formal. Para nosotros no hay la esencia ininteligible de los tomistas ni la “cosa en si” de Kant, Toda esencia puede llegar a conocerse. Partimos de la existencia de las cosas y de que éstas tienen una esencia que se (51) J. M. Verweyen: “Historia de la Filosofia Medieval”, p. 159, Ed. Nova, Buenos Aires, 1957. (62) Jacques Maritain: “Humanismo Integral”, p. 138 ¥ 140, Ed. Ercilla, Chile, 1941. 66 manifiesta por medio de los fenémenos ‘Ss tible de cambio. El cambio se _realiza a través de lo inico fecundo: el movimiento. El movimiento implica Ja unidad y la contradiccién: la unidad de los contra- rios. Como cada cosa contiene su contrario o su pro- pia negacion en si misma, la esencia se transforma mediante un salto de cantidad en calidad y viceversa. Cuando se produce el cambio, una cosa ha negado a la otra, pero no es una negacion escéptica sino posi- tiva, porque al negar afirma y supera, engendra un Proceso de desarrollo y no de muerte. En este discu- Trir dialéctico —que es real y no pensado— todas las esencias son susceptibles de cambio y de andlisis. Pa- ta los tomistas, por el contrario, “Toda esencia to- mada en si, es indiferente a toda consideracién de Hempo. = beeen seed de la esencia del cielo, del , de iedra, son intem] las definiciones* (53). a on el fin de poder actuar eficazmente mundo terrenal, los neotomistas han puesto el fats. sis en la distincién entre el orden natural y sobre- natural, problematica desarrollada por Santo Tomas en su Etica (2da. parte de la Suma Teoldgica). La distincién entre filosofia moral y teologia ha permi- tido un amplio desarrollo de la actividad y del obrar del creyente para superar los males de este mundo. A diferencia del idealismo platénico y de otras corrien- tes catdlicas, que limitaban la conducta del hombre a la sabiduria de los misticos, el tomismo “hace ba- sar la moral en una ciencia de la creacion humana” (54), en la accion del hombre en la tierra, Llamamos ja atenci6n —una vez més— en el sentido de que estos principios han impulsado a los catélicos con- temporéneos, temerosos del apocalipsis social, a de- jar la actitud contemplativa que esperaba todo del (SD Etienne Gilson: ob. cit p. 635. . Chenu: “Santo Tc ia”, a, eg ent, Banto ‘Tomas de Aquino y le Teologia”, p. 67 “mas alla”, para adoptar una actitud militante fren- te a los problemas de la realidad. Sin embargo, esta moral debe estar subordinada a la teologia. Una voz autorizada nos dice: “La filo- sofia moral es distinta de la teologia, pero sélo es adecuada a su objeto (la conducta humana) si se” apoya en la teologia, si se subalterna a la teologia... No negamos la existencia ni el valor de la ética natu- ral... Pero sola, no es més que una filosofia moral inadecuadamente tomada” (55). Nosotros, por el contrario, pensamos que el uni- co artifice de su propia moral es el hombre, en socie- dad, no el individuo aislado. La conducta humana intrinsecamente no necesita estar supeditada a nin- guna teologia, sino que se desarrolla de acuerdo a las condiciones concretas de cada sociedad. La moral de los pueblos ha sido, hasta ahora, impuesta por las clases dominantes. La Iglesia, incluso, a través del feudalismo impuso su propia moral, que ahora aspi- Ta arenovar por medio del social-cristianismo. La moral practicada por los gobiernos democratacris- tianos que analizaremos posteriormente, no sélo ha estado supeditada a la teologia pura sino, también, a Jos intereses concretos de la Iglesia, la burguesia y el imperialismo. La moral de Fanfani, Adenauer, Eys- kens, Bidault y otros dirigentes politicos demdcrata- cristianos tiene relacién directa con las clases Sociales en cuyo nombre han gobernado. No hay po- sibilidades para un catélico honesto de desarrollar su moral individual —aunque esté supeditada a la teo- logia— porque sus aspiraciones de perfeccionamien- to individual chocan con Ja moral impuesta por la clase dominante. Sélo una sociedad sin clases, podra generar, como hemos sefialado en el capitulo I, una moral abierta y dialéctica, en permanente cambio, (55) Jacques Maritain “Para una Filosofia de la Persona Huma- na”, p. 55 y 62, Ed. Letras, Santiago, 1938. 68 en la que el comportamiento individual, no supedita- do a ninguna teologia ni a ningun poder coercitivo, no entraré en contradicciones flagrantes con la ética colectiva. Los neotomistas, asimismo, se han adentrado en el campo de la politica militante y han formulado una serie de ideas que, con el tiempo, han constitui- do los fundamentos tedéricos de los Partidos Demé- crata-cristianos. Parten del criterio que nos aproxi- mamos a una época historica en la que se forjar& una “nueva cristiandad”. Para Berdiaeff y Belloc esta etapa sera una nueva Edad Media —no una vuelta a la antigua Edad Media sino algo superior a ella, basada en un ideal religioso mds integrado, en el que se exaltan los valores ya delineados en el me- dioevo. Maritain, haciendo tabla rasa de la historia de la humanidad, prefiere denominarla “tercera edad”, considerando “como edad primera la de la antigiiedad cristiana que duré aproximadamente ocho siglos; la designacién de Edad Media se reser- varia entonces a los siglos del IX al XV. La segunda es la abierta por el Renacimiento” (56). ¢Cudles serian las caracteristicas de esta “Nueva Cristiandad”? Los neotomistas manifiestan que esa sociedad no ser4 ni individualista ni colectivista, lo cual es decir mucho y no decir nada, porque el pro- blema esencial radica en determinar qué sistema social reemplazaria al régimen capitalista. Enfrenta- dos a este problema fundamental, comienzan las ya- cilaciones de los neotomistas. Las Enciclicas Papales recuerdan que el sistema capitalista “no es intrinse- camente malo”. Maritain dice: “si,en si mismo, el mecanismo ideal de la economia capitalista (pensa- mos aqui —aclara Maritain en nota 14— ante todo en el mecanismo, considerado en si, del contrato de (58) Jacques Maritain: “Problemas espirituales y temporales de una nueva, cristiandad”, p. 7, Ed. Fides, Buenos Aires, 1996. sociedad, con Ja retribucién del capital comprometi- do que aquél implica) no es esencialmente malo ¢ injusto como pensaba Marx, el espiritu que concre- tamente se sirve de este mecanismo y determina sus formas concretas y sus realizaciones particulares, cu- bre un oculto desorden fundamental” (57). Por lo visto, el régimen capitalista, para los neotomistas, es bueno porque retribuye el capital invertido por los burgueses; lo malo, segtn ellos, no es la estructura sino “el espiritu” que se sirve de 61. El remedio es muy sencillo; si el régimen capitalista fuera dirigido con otro “espiritu”, el de la Democracia Cristiana, por ejemplo, seria un mecanismo ideal... : En torno al escabroso problema de la propiedad privada, base del capitalismo, los neotomistas lo sos- Jayan del todo al expresar que la “nueva” sociedad respetaré la casa habitacion, utensilios, etc., banali- dad que tiene por objeto confundir el concepto de propiedad personal con el de propiedad privada de los medios de produccién. El marxismo lucha funda- mentalmente por la supresién de esta ultima. Mari- tain, en cambio, sostiene que: “el remedio a los abu- sos del individualismo en el uso de la propiedad, debe puscarse no por la abolicién de la propiedad privada, sino al contrario, por la generalizacion, la populari- zacién de las protecciones que a la persona humana procura,.. No supresién sino paso del capitalismo privado al servicio de] trabajo” (58). * Los neotomistas plantean una forma societaria de la propiedad industrial, “de tal modo que el régi- men del salario Negara a ser substituido, en cuanto fuera posible, por el régimen de copropiedad (tal co- mo lo sugiere la Enciclica “Quadragesimo Anno”), que las esclavitudes impuestas por la mAéquina fue- Yan compensadas para la persona humana por la (67) J. Maritain: “Humanismo Integral”, ob. cit. p. 6. El sub- Fayado es nuestro. (58) J, Maritain: “Humanismo Integral”, ob. cit. p. 182 y 187. 70 icipacién de la inteligencia obrera en la gerencia y direccién de la empresa” (59). Este pensamiento es cli y decidor: el neotomismo quiere solamente introducir reformas 0 parches al agonico sistema ca- pitalista, porque pretende seguir manteniendo el régimen basado en la acumulacién de plusvalia, y la actual divisién clasista del trabajo. La participacion en las utilidades, en la gerencia, etc., no modifican sustancialmente el régimen de produccién capi- talista. El pensamiento del neotomismo, en su aspira- cién reformista, es utépico, porque las leyes inexo- rables de la concentracién del capital impiden la realizacién de estos suefios de “buena voluntad”, A menos que los neotomistas sean tan ingenuos como para creer que los capitalistas, guiados por senti- mientos altruistas, compartiran su propiedad con los obreros. Un socialcristiano, advierte la contradiccién, y apunta certeramente: “Seria insensato suponer que un movimiento histdérico de esta envergadura va a concluir en alguna de la variada gama de reformas de la empresa, participaciones, cogestiones, y demas ofrecimientos que se proponen como solucién. E in- cluso, la misma propiedad comunitaria se falsifica al plantearla en el terreno de la reforma de la empre- sa” (60). En realidad, el planteamiento de Maritain esta guiado por el ideal del corporativismo, pues afirma: “la copropiedad de los medios de trabajo deberia ser- vir de base a una posesi6n personal, a la posesién de un “cargo” © titulo de trabajo que asegurase al hom- bre que su empleo es efectivamente suyo, ligado a la persona por vinculo juridico... He aqui la verdad profundamente humana que la corporacién ‘medie- val habia comprendido y que debe reaparecer con (59) J, Maritain: “Problemas Espirituales...”, ob. cit. p. 158. (60) Julio Silva Solar: “A través del marxismo”, p. 132. Kd. del Pacifico, Chile, 1961. a nuevas modalidades” (61). jHe aqui, el hondo pensa- miento reaccionario de Maritain! La ciencia higtéri. ca ha demostrado, (62) con pruebas irrefutabl las corporaciones medievales eran gremios cgrra donde los maestros ejercian el monopolio del trabajo y establecian jerarquias imposibles de franquear por oficiales y aprendices; por lo demas, el régimen de produccion artesanal y los capitales acumtlados por los maestros, fueron un factor que coadyuv6 al des- arrollo del naciente capitalismo manufacturero, En la época contemporanea, el corporativismo del neoto- mista Don Sturzo fue utilizado, no por casualidad, por el régimen fascista italiano. Toda la filosoffa social y politica del neotomismo esta dirigida contra las ideas socialistas y se propone dar una salida al capitalismo en crisis. Los neotomis- tas se oponen no solamente a la liquidacién de la propiedad privada de los medios de produccién sino también a la abolici6n del Estado, superestructura que, a lo largo de la historia, ha sido el instrumento de opresién de las clases dominantes. Basados en Santo TomAs, defienden el Estado y sefialan que los regimenes mds adecuados son la monarquia mixta y la reptblica mixta. El primero combina el principio monarquico (gobierno de uno) con el aristocratico y el democratico. Maritain baraja una serie de combi- naciones, pero en todas est&é-presente la aceptacién del Estado, del principio de autoridad y.de la jerar- quia. Por eso, no es de extrafiar que el pensamiento neotomista, a pesar de su apariencia social, subesti- me la capacidad creadora y dirigente del proletaria- do. “En efecto —dice Maritain— la autcridad no re- side en la multitud, pero pasa por ella en el instante en que elige a los que han de ejercer esa autoridad... De hecho, la masa carece de discernimiento politico; (61) J. Maritain: “Humanismo Integral”, ob, cit. p, 185. (62) Henry Pirenne: “Historia Econérhita y Social ‘de la Edad Media”, Fondo de Cultura Econémica, México, 1939. 12 por tanto, si la masa como tal es soberana, al preten~ der ejercer su soberania tendré que recurrir a los. mites fracionle y a las embestidas pasionales de la multitid” (63). Otro teérico neotomista destila un profundo des~ precio por las masas obreras y campesinas. “La nue- va Edad Media —afirma Berdiaeff— sera fatalmente y en el mas alto grado “demotica”; no sera nada de~ mocratica,.. Con ello (con las masas populares) deberé contar toda politica del futuro, buscando me~ dios que permitan limitar los peligros que el poder de. Jas multitudes hace correr a la cultura cualitativa... Las multitudes son ordinariamente indiferentes a la politica y no tienen jamas suficiente fuerza para al- canzar el poder... El poder jam4s ha pertenecido ni perteneceré al mayor nimero... El poder tiene, en efecto, una naturaleza jerérquica y una estructura jerarquica. As{ sucedera en el porvenir. El pueblo no puede gobernarse a si mismo, necesita directores” (64). Estos pensadores del catolicismo moderno no ha- cen otra cosa que reactualizar el pensamiento des- arrollado por Santo Tomas en “De regimine princi- pium”, liv. I, Ch. II, segtin el cual el pueblo participa solamente para elegir; necesita ser dirigido porque no esté en condiciones de asegurar la unidad social. El bien comtin no puede oponerse al bien sobrenatu- ral de la revelacién divina. ¢Y quién determina cuan-~ do el poder civil esté en contrapgsicién con el bien sobrenatural? jLa Iglesia! Santo Tomas sefialaba claramente que la Iglesia propicia la destituci6n de todo gobernante que se oponga a sus designios y “Si todavia (el hereje) sigue siendo pertinaz, la Iglesia al no esperar ya su conversién, provee a la salvacion. (68) J. Maritain: “Para una Filosofia de la Persona Humana”, ob. clt. p. 179 y 186. Subrayado nuestro. (64) Nicolas Berdisett: “Una.:nueva Edad Media”, p. 70, Bd. Ereilla, Chile, 1933. Sub. nuestro. bi) de los dem&s, separando a aquél de la Iglesia por, sen- tencia de excomunién y luego lo abandona al juicio secular para que sea eliminado del mundo por la pena de muerte” (65). Serfa injusto de nuestra parte. atribuir a los actuales tomistas esta concepcién me- dieval de su maestro, pero el trasfondo del problema. reside en que los partidos demécratacristianos, a pe~ sar del carécter no confesional que se atribuyen, si- guen radicalmente supeditados a la opinién de la Iglesia en los problemas decisivos. 7 Para cumplir los postulados neotomistas, sus ideélogos propiciaron, en la década del 30, la crea- cién de fuertes partidos demécrata-cristianos. La for- macién del “tercer partido” debia cumplir el doble Objetivo de ganar a las masas para la “nueva cris- tiandad” e impedir la revolucién socialista. “Es evi- dente —afirmaba Maritain— que, originada en pri- mer término por la amenaza de la guerra civil y contra ella, una agrupacién de esta especie pertene- cerfa a las “medicaciones de conservacién”, de que tratébamos en la seccién precedente en cuanto ten- diera ante todo a conjurar los peligros mas apremian- tes —con remedios de urgencia— y a mantener la paz civil” (66). Los neotomistas no sélo plantearon la necesidad de crear partidos demédcratacristianos sino que, también, sefialaron la estrategia y la tactica. Es- tablecieron que dichos partidos no debian ser confe- sionales, maniobra tactica que permitiria atraer a su serlo amplias capas no catdlicas; pero, la direcci6n del movimiento tendria que quedar necesariamente en manos catélicas. Esto es una demostracién mas de la esencia y apariencia de la Democracia Cristia- na, porque si aparentemente se dice no confesional, en su esencia es restringidamente catdélica, pues la direccién de la Democracia Cristiana —que resuelve (65) Santo Tomas de Aquino: “Suma Teoldgica”, 11* g. 11, art. 3. <66) J, Maritain: “tumanismo Integral”, ob. cit. p. 261, nota 6. 14 en definitiva la politica del Partido— debe ser nece~ sariamente catélica para realizar los postulados del neotomismo y de la Iglesia. En sintesis, la teoria, es- trategia y tActica, aplicadas actualmente por los par~ tidos demécratacristianos, tienen su origen en los. penienentes de los neotomistas de la década. lel 30. e.—Alianza de la Iglesia con el Imperialismo En el capitulo anterior, hemos visto que la Igle~ sia, ligada durante siglos a los intereses latifundistas, se opuso tenazmente a la Revolucién Democratico~ burguesa del siglo XIX. Frustrado su intento de res- taurar el régimen mon4rquico-feudal, se fue adap-. tando, a regafiadientes, al sistema capitalista de los “herejes” protestantes. “El genio del cristianismo ba- jo su forma catélica —dice Sartiaux— ha asegurado. su duracién por esta misma complejidad. Esta sinte- sis entre la abstinencia y la vida, el ensuefio y la rea- lidad; por su acomodo entre la intransigencia y el oportunismo, entre el rigor doctrinal y la flexibilidad de adaptacién” (67). A medida que los terratenientes iban perdiendo. el poder en los reductos que les quedaban —los pafses latinos— y que la burguesia industrial controlaba los. mecanismos econémicos, la jerarquia eclesiastica com- prendié que la mejor manera de resguardar los inte~ Teses terrenales de la Iglesia era invertir sus capita- . les en la gran industria. Comenzd, asi, un proceso de ligaz6n cada vez mas estrecho, entre la Iglesia y el capital financiero. En tal eventualidad, el alto clero no vacilé un instante en imbricarse, entre otros, con. (67) Félix Sartiaux: “Le Civiligacién”, p. 169, Ed. Pleamar, Bue. nos Aires, 1948. ey los mAs recalcitrantes partidarios del protestantismo. La burguesia industrial —hija de la herejia— acogid a su seno comercial a la comprensiva Iglesia Ca- ica. A fin de demostrar fehacientemente esta afirma- cién, nos permitiremos citar las principales indus- trias controladas por el capital del Vaticano, sin to- mar en consideracién los enormes latifundios que atin posee en Italia (250.000 hect4reas), Espafia (11.000 dominios avaluados en 130 millones de pese- tas a fines de la década del 40) y otras partes de Eu- ropa y América. ___ Después de la segunda guerra mundial, los prin- cipales gestores bancarios del Vaticano han sido: Bernardo Nogara, tesorero del Vaticano y Vicepresi- dente del Banco Italiano Comercial; Sachetti, presi- dente del Circulo de “San Pierre” y del Consejo de Administracién del Banco “di Santo Spirito”, ademas. de consejero de uno de los mds grandes bancos de Roma, el “Banco di Roma”, junto a Giulio Pacelli, sobrino del ex Papa, y al diputado Montini, hermano del actual Papa Paulo VI, y representante del Banco “di Santo Spirito”. A través de estos tres bancos, la Iglesia controla 40 bancos menores. En Suiza, el Va- ticano tiene grandes inversiones; el Central Bank de Londres y el Credit Suisse son dos de los m&s grandes. bancos que controla la red del Vaticano, cuyas reser- vas en millones de délares son ‘superiores a las de In- glaterra y Francia juntas. En Francia, tiene inver- siones.en el Banco Francés-Italiano para la América del Sud y.el Banco Worms. En Estados Unidos, la Iglesia tiene inversiones en el City Bank y en la fa- mosa casa Morgan, inversiones que en 1949 alcan- zaron a varias decenas de millones de francos. Los gestores de estas inversiones del Vaticano en USA han sido el hijo de Foster Fulles, Avery Dulles, des- tacado.sacerdote jesuita, y fundamentalmente el Cardenal Spellman de Nueva York, uno de los prin- 16 cipales accionistas de la “General Motors” (68). La familia Kennedy, la Cia. Grace y la Braden Cooper. Co. son los principales basamentos econdémicos que tiene la Compania de Jesus. El Vaticano ha penetrado en el trust metalurgico americano “Gug- genheim”; a través de su sector mas fuerte, el grupo Morgan, el Vaticano ha invertido gruesas sumas en la compafiia de cobre “Anaconda Cooper”, en la Sin- clair Oil y en la Cia. Francesa de Petréleo del Medio Oriente. El Vaticano controla el trust internacional suizo “Electro Bank”; en Francia, sus principales in- versiones se hallan en la industria textil (70% de las acciones de la Sociedad Textil del Norte) y en la in- dustria grafica, donde el Vaticano controla varios pe- riédicos y revistas. La Iglesia, asimismo, tiene gran- des inversiones en los Casinos de Biarritz, de Vichy, de Deauville, y sobre todo en el Casino de Montecar- lo, donde Nogara, representante del Vaticano, tiene un asiento en el Consejo junto a la familia Blanc y Zaharof. En Italia, la Iglesia tiene inversiones en cer- ca de 100 sociedades andnimas, entre otras, en la So- ciedad General Inmobiliaria de Trabajos Publicos, 107 millones de liras; en Textiles “Maino”, 30 millo- nes de liras; Industria Quimica, 20 millones; electri- cidad, 70 millones; Alimentacién, mineria y otras, 30 millones; Transportes y Comunicaciones, 6 millones, Inmobiliarias, 62 millones, etc., etc. (69). La Iglesia Catélica, una de las potencias capita- (68) Remitimos al lector al libro de Roger Peyrefitte “Los Ca- balleros de Malta”, no como fuente documental sino testi- monial; alli se sefiala la estafa que hacia el Cardenal Spell- man con las contribuciones que entregaban los magnates yap- quis, aspirantes a 1a Orden de los Caballeros de Malta, es- pecte de grupo secreto catélico de la alta burguesia y nobleza. También se mencionan los negociados en Soda y trigo ar gentino del Cardenal Canali. <69) Estos datos corresponden al afio 1949 y han sido reproduct- dos de Roger Garaudy: “L’Eglise, le Communisme et les Chré- tiens”, Ed. Sociales, Paris, 1949. a listas mAs grandes del mundo, se convierte después de la segunda guerra mundial, en aliada mas directa del Imperialismo yanqui. El] avance de la Revolucion ‘Mundial, sobre todo el triunfo de la Revolucién Chi- na, les hace comprender la necesidad de combinar una politica conjunta. Ese es el origen profundo del Eje Vaticano-USA que se desarrolla a lo largo de la década del 50. Su objetivo: aplastar la Revolucion Socialista y canalizar las masas descontentas en un nuevo tipo de organizacién. Esta politica explica las generosas facilidades otorgadas a los frailes catélicos por el gobierno protestante de los Estados Unidos. En compensacién, la Iglesia envié “evangelizadores” jun- to a las tropas yanquis que masacraron al pueblo de Corea e Indochina. __ A fin de cumplir sus principales objetivos, la Igle- sia apoya abiertamente el desarrollo de los partidos Democrata-Cristianos, envia sacerdotes obreros a los sindicatos, agiliza la Accion Catélica y exporta curas por todo el mundo colonial. La nueva politica de la Iglesia se desarrolla lentamente en la década del 50, debido a la oposicién de una fuerte corriente de car- denales “ultrareaccionarios” —también desde el pun- ‘to de vista de la DC. Esta corriente, acaudillada por el cardenal Ottaviani, sufre una derrota con la elec- cién del Papa Juan XXIII, quien comprende que pa- ya detener al socialismo es imprescindible la union de todos los ereyentes, sean catélicos o no. Consciente que los cat6licos constituyen menos de 1/5 de la po- blacion- mundial, se_convierte en el campeon de la alianza de todas las Iglesias, ortodoxas y heterodoxas, para iniciar la gran cruzada contra el “ateismo revo- lucionario”, léase Revolucién Social. Convoca el Con- © cilio Ecuménico, el que, a nuestro juicio, tiene un Protando significado politico-religioso: constituir un ‘mte Unico Universal de todas las corri ‘oponen al Socialismo. Pepe ane El resto de las Iglesias, no romanas, se muestra 8 de acuerdo con el frente, pero ponen como condicién que la Iglesia Catélica Apostélica y Romana deponga Sus aspiraciones de liderazgo absoluto. Por otra parte, la mayoria de los idedlogos bur- gueses viene propiciando desde fines de la segunda guerra mundial la unidad de todos los cristianos. ‘Ellos también creen que el sistema capitalista, en crisis, podria ser salvado por una “nueva ideologia” y una “nueva moral”. Han alertado a sus gobernan- tes en el sentido de que el capitalismo necesita una doctrina homogénea, en la cual creer con fe y espe- ranza. En fin, la intelectualidad burguesa es con- ciente de que para enfrentar al Socialismo en avance, no bastan los regimenes dictatoriales y las guerras, sino que es menester la formulacién de una “nueva” ideologia mundial. Ensayistas, socidlogos y tedricos de Psicologia Social, han tratado en la ultima década de buscar formulas de convivencia social que permi- tan el mantenimiento del régimen capitalista. Mu- chos de ellos, han coincidido en que la solucién reside en elaborar una ideologia basada en la perspectiva de una “nueva cristiandad”. Para no cansar al lector con innumerables citas, nos permitiremos reproducir pasajes de un solo autor, representante conspicuo de la corriente mencionada. Karl Mannheim, escritor no catélico, y tedrico de ‘la Planificacién econdmica, so- cial y politica, afirma: “Sdlo una generacion educa- da por la religion 0, al menos, en el plano religioso para la distincién entre’la ventaja inmediata y las cuestiones permanentes de la vida, podra ser capaz de aceptar el sacrificio que todo orden democratico de- pidamente planificado exigira de continuo a todo in- dividuo y grupo particular en el interés de la totali- dad... Sdlo si el renacimiento de la religion, como movimiento popular jy en sus miembros dirigentes, coincide con la transformacién social futura podré ocurrir que sea cristiano el nuevo orden democrati- co... Por otra parte, una divisién de este tipo (here- 19 jiasty sectas) frente a un enemigo unido y fuerte, se- ria una aventura peligrosa, y, por tanto, todo lo que pueda contribuir a un renacimiento dentro de las Iglesias ha de ser considerado en serio... (70).} Como puede apreciarse, Iglesia romana y no ro- ‘mana, idedlogos burgueses catélicos y protestantes, Imperialismo y Vaticano, todos plantean la urgente necesidad del frente inico para construir una nueva cristiandad, capaz de enfrentar con éxito al enemigo comun: el Socialismo. Motor politico de esta linea gruesa de la burguesia son los partidos demécrata- cristianos. (70) Karl Mannheim: “Diagn6stico de nuestro tiempo”, p. 141, 145 y 147, Ed, Fondo de Cultura Econémica, México, 1959. 80 Capitulo III LOS PARTIDOS DEMOCRATA-CRISTIANOS: FINES de la segunda guerra mundial, se produ- A ce un acontecimiento de extraordinaria impor- tancia para la marcha de la Humanidad: comienza uno de los ‘perfodos revolucionarios més importantes de la historia del proletariado. E] mapa politico de Europa, cambia con el triunfo de la Re- volucién Yugoslava y el reemplazo del sistema capi- talista por las “Democracias Populares”. En Europe occidental, se desencadena una gran movilizacién obrera; Italia, Inglaterra, Francia y Bélgica, se con- mueven ante el desarrollo de movimientos huelguis- ticos que recuerdan las mejores tradiciones del pro- letariado. Pero, el suceso mas trascendental es el triunfo de la Revolucién China. Asia, Africa y Améri- ca Latina entran a la escena internacional, bajo el influjo de la Revolucién Colonial y los viejos impe- rios europeos se derrumban estrepitosamente. El imperialismo mantuvo su orientacién hacia la tercera guerra mundial, como medida extrema para detener al socialismo. Pero, comprendié que no podia seguir con su antigua politica frente a las masas, pues era poco tactico respaldar a gobiernos despres- 81 Esencia 6 tigiados e impopulares. Los viejos partidos tradicio- nales de la burguesia eran un instrumento demasia- do gastado para enfrentar las nuevas contingencias de la lucha social. Se necesitaba, entonces, alentar la creaci6n de nuevos partidos que fueran capaces de canalizar el descontento de las masas; partidos que . disputaran la hegemonfa del movimiento obrero a las corrientes socialistas. Partidos que poseyeran una ideologia homogénea y una moral aparentemente nueva que, difundida con pujanza, pudiera dar fe y esperanza a la generacién de postguerra, mutilada y frustrada por los fracasos del capitalismo. Partidos, en fin, que fueran parte integrante de una corriente mundial de pensamiento capaz de enfrentar a la co- rriente también mundial del Socialismo. Esta corriente politica, unificada por la fe reli- giosa, la constituyeron los partidos Demécrata-Cris- tianos. El imperialismo yanqui alenté, desde fines de la segunda guerra, la formacién y el desarrollo de los partidos Democrata-Cristianos. Primero, trat6 de im- pedir la Revolucién Socialista en su bastién mas im- portante: Europa, respaldando econémica y politica- mente la accién de los flamantes partidos demoécra- ta-cristianos que, rapidamente, tomaron el poder en Francia, Italia, Alemania y Bélgica. Una vez fortale- cido politicamente el capitalismo europeo, gracias a la relativa “paz social” lograda por la Democracia Cristiana, el Imperialismo yanqui creyé oportuno uti- lizar la misma estrategia en los paises atrasados. El imperialismo, la Iglesia y los partidos Demo- crata-cristianos coincidieron en que para ganar a las masas trabajadoras era necesario abandonar las apa- riencias de la politica ultramontana tradicional, para lo cual era inevitable el desplazamiento de los viejos partidos de Derecha. No obstante, puede conducir a error suponer que el imperialismo los haya desechado definitivamente; sigue utilizandolos, pero prefiere 82 valerse en lo posible de los nuevos partidos demécra- ta-cristianos, no comprometidos formalmente con el pasado. Los partidos demécrata-cristianos plantean una linea demagégica para canalizar el descontento de las masas; preconizan una politica de reformas socia- les, a fin de evitar el ascenso revolucicnario de los trabajadores. Son los representantes més habiles con que cuenta la burguesia y el imperialismo, y los de- fensores m&s tenaces del mundo “occidental”. Su po- sici6n ideol6gica, cuyos fundamentos hemos analiza- do en el capitulo anterior, les ha permitido ganar amplios sectores de la clase media, intelectuales, téc- nicos y universitarios, e importantes capas pobres de la poblacién, de los cuales se vale para tratar de con- seguir la “paz social”. Esa es la garantia que ofrece al imperialismo. Por otra parte, los demécrata-cristianos tienen una gran ventaja sobre el resto de los partidos burgueses. Han constituido una Internacional de Par- tidos Cristianos (Uni6n Mundial DC), organizaci6n que les permite intercambiar experiencias para salvar al capitalismo, especialmente en aquellos paises ame- nazados por una inminente Revolucién Socialista. Entre el Imperialismo, la Iglesia y los Partidos Democrata-cristianos hay una unidad, no una iden- tidad. Han Ilegado a posiciones comunes, que no bo- rran los objetivos especificos de cada uno y que no significan, como vulgarmente se afirma, que los de- mocrata-cristianos sean sélo agentes pagados por el oro. yanqui. Existe una contradicci6én permanente entre la base y la direccién demécrata-cristiana. Obreros, em- pleados, estudiantes y profesionales, honestos, ingre- san a la Democracia Cristiana, esperanzados en una pOlitica de realizaciones aparentemente izquierdistas, que las Directivas, ligadas a la burguesia, escamotean y traicionan, como veremos a continuacién. 83 a—tLa praxis Demécrata-Cristiana en Europa Los partidos Demoécrata-cristianos europeos han tenido las mejores oportunidades para demostrar la eficiencia de su programa, pues han estado en el po- der durante cerca de veinte afios. Nada mas propicio para llevar adelante la praxis cristiana que tener en jas manos las riendas de una nacién —o de varias. Veamos, pues, el balance que arroja la actuacién de tos demécrata-cristianos en el ejercicio del poder. ALEMANIA La Unién Cristiano Demécrata (CDU) llegé al gobierno después de la segunda guerra mundial. Su ministro —casi vitalicio— Konrad Adenauer, fue des- de un comienzo el orientador de la politica de mano blanda con los ex-nazis, especialmente los industria- les y burgueses de la calafia de un Krupp, cuyas fa- pricas hoy dia —bajo la praxis cristiana— se mantie- men mas poderosas que cuando colaboraba con Hitler. Un corresponsal del “Financial Times”, escri- be: “La firma Krupp es el ejemplo clAsico de la capa- cidad de recuperaci6n de una fortuna de 2.000 millo- nes de marcos. En la actualidad son fabricantes de acero (1,9 millones de toneladas), barcos, tractores, aviacién, equipos y aparatos de ingenieria; duefios de minas de carbon y terrenos publicos, constructores de puentes y fundiciones de acero. Segiin el acuerdo de desconcentracién, la firma Krupp deberia vender sus capitales de acero y carbén en marzo de 1958. Es- to, sin embargo, diciéndolo con indulgencia es dificil que suceda (gquién en Alemania tendria para comprar un capital de tal dimensién?); en la practica, se ha visto que Krupp ha estrechado sus ligazones con la “Buchmer Verein”, emergiendo con un capital de 3.000 millones de marcos y un registro de pagos de 120.000 basado en una produccién media de mas de 3 8 millones de toneladas de acero” (71). Como puede epreciarse a través de un comentarista que no refleja de ningun modo un pensamiento de izquierda, la pra- xis cristiana ha significado una alianza con los mas connotados burgueses del régimen fascista. No desco- nocemos que ciertos politicos y militares nazis fue- ron condenados en Nitremberg, como producto de la justificada indignacién del pueblo europeo. Pero, en los hechos, el amigo del hitlerismo, Krupp, junto a otros burgueses nazis, han gozado de las mas altas prertogativas y concesiones bajo el gobierno demd- crata-cristiano. El financista de la Democracia Cris- tiana alemana es el banquero Pferdemenger, que fue declarado, en 1945, alto criminal de guerra. En 1952, Adenauer colocé al frente del Banco Alem4n a Her- mann Abs, antiguo consejero de Hitler y declarado también criminal de guerra; en 1948, dirigia los mo- nopolios de la Siemens y Shell. No es por casualidad que la politica internacio- nal de Alemania, en los tltimos lustros, ha sido 1a mas belicista del mundo, junto a los Estados Unidés. Alemania ha contribuido decisivamente.a fundar la NATO (Alianza del Atlantico), pacto imperialista que tiene la finalidad esencial de preparar las condicio- nes para desencadenar una nueva guerra mundial. La Democracia Cristiana alemana, adalid del anti- comunismo, ha sido la principal propulsora de la po- litica de “guerra fria”. De este modo, el demécrata- cristiano Adenauer ha presionado para convertir en zona de conflagracién cualquiera coyuntura politica (Corea, Hungria, Cuba, Vietnam, Laos, etc.); y lo que resulta sugestivo es que ninguno de los demas partidos demécrata-cristianos del mundo haya criti- Fiona esta orientacién hacia la guerra de su partido ermano. (11) “Financial Times”, Special Supplement “Western Germany”, marzo, 1967. : El gobierno de Adenauer puso “fuera de la ley” , al Partido Comunista en 1951, decretando el cierre de 13 diarios, 4 revistas y la confiscacién de los bienes de dicho partido. ¢Es ésta la praxis cristiana de la paz, de la liber- tad de pensamiento y de organizacién? La Unién Cristiano Demécrata de Adenauer se presenta como la gestora del “milagro aleman”, de un milagro que no es de origen divino precisamente, sino norteamericano. Para nadie es un secreto que el Plan Morgenthau, apoyado financieramente por Jos millones de délares del Plan Marshall, permitié a Alemania levantarse por encima de las ruinas de la guerra. Al socaire de los préstamos extranjeros, Ade- nauer facilit6 el desarrollo de la iniciativa privada ca- pitalista, la cual, siguiendo la ley propia del capita- lismo ha engendrado, otra vez, los mas grandes mo- nopolios y trust de Europa. En lugar de ir cada vez mas hacia un pretendido régimen comunitario, que la Democracia Cristiana propicia en palabras, la pra- xis cristiana alemana sélo ha conducido al fortaleci- miento del régimen de explotacién capitalista. Pasados los primeros afios de encandilamiento por las promesas demagégicas del gobierno cristiano, los obreros alemanes han comenzado a mostrar su disconformidad, En 1957-58 hicieron poderosas ma- nifestaciones contra la politica armamentista del canciller demécrata-cristiano, Konrad Adenauer. Se pronunciaron en contra de las famosas Cajas de Compensacién que crearon los patrones catélicos pa- ra utilizarlas como armas de lock-out. Los trabajado- res alemanes expresaron su descontento con la praxis cristiana en las Ultimas elecciones celebradas en Ber- lin y en el Rhin Palatinado (1963), baluarte tradicio- nal de la Unién Cristiano Demécrata. En sintesis, la DC proclama, en palabras, su anti- fascismo, pero la praxis cristiana alemana ampara los mas connotados burgueses del nazismo. La DC 86 propicia verbalmente la paz, pero la praxis cristiana alernana demuestra que impulisa la guerra. La DC se aoe respetuosa de la libertad de pensa- mierito y organizacién, pero la praxis cristiana ale- mana pone fuera de la ley al Partido Comunista, confisca sus bienes y revistas. En fin, la DC promete demagégicamente la sociedad comunitaria, pero la praxis cristiana alemana conduce al monopolio y for- talecimiento del régimen capitalista. La praxis cris- tiana alemana es una demostracién mas de la esencia y apariencia de la Democracia Cristiana. ITALIA El Partido Demoécrata-Cristiano acaba de cum- plir dieciocho afios en el Gobierno. Durante este lap- S80, su politica se ha caracterizado por innumerables virajes de “izquierda a derecha”, siempre dentro de una linea purguesa de centro. Durante los primeros afios de postguerra, De Gasperi se vio obligado a rea- lizar bruscos cambios a la “izquierda” para canalizar el descontento de los trabajadores y evitar, con ello, que votaran a favor del PC. Luego de un periodo de relativa estabilidad, la DC torné hacia una politica de mayor aproximacién manifiesta hacia la Derecha, ali4ndose con los republicanos y liberales; el ala de- recha demécrata-cristiana exigi6, incluso, una alian- za con los mondarquicos y el renaciente partido fas- cista. Nuevos desalientos de la masa trabajadora por la gestién gubernamental de la DC, obligaron a po- ner en el gobierno al ministro cristiano mas pseudo- izquierdista, Amintore Fanfani, quien para ganarse el apoyo de los socialistas de Pietro Nenni, declard: “Nosotros tendremos que aceptar mas intervencionis- mo econémico, y los Socialistas la Alianza del Atlan- tico” (72). Ante el resultado de las elecciones de 1963, <7) Ignacio Palma: “{Crisis o Madurez de la DC en Italia?”, articulo escrito en “El Mercurio” del 23 de mayo de 1968, pag. editorial. 87 que demostraron una vez mas el descontento los trabajadores italianos, la Democracia Cristiana /se ha visto abocada a rever nuevamente su politica. eCual ha'sido el balance de la praxis cristiana ita- liana en 18 afios de gobierno? En primer lugar,la De- mocracia Cristiana fue la gestora de la incorparacion de Italia a la Alianza imperialista para la guerra (NATO). A pesar de las manifestaciones de obreros, campesinos y empleados italianos en contra'de la participaci6n en esta alianza belicista, la DC impuso el criterio que coincidia con los intereses de la gran burguesia italiana y, en ultima instancia, con los del imperialismo mundial. En segundo lugar, la economia italiana tuvo un cierto repunte debido a los préstamos extranjeros concedidos por el Plan Marshall, hecho reconocido por el propio Frei en una conferencia de prensa, ce- lebrada a su regreso de Europa en 1963 (73); in- versiones norteamericanas que han imbricado capita- les nacionales con extranjeros y que han significado para Italia compromisos politicos de apoyo a la poli- tica yanqui, que afectan su soberania nacional. En tercer lugar, la Democracia Cristiana ha rea- lizado una reforma agraria de tipo burgués. Después de tantos discursos y escritos anticapitalistas de Fan- fani, la reforma agraria practicada por la DC en Ita- lia ha conducido al fortalecimiento de la burguesia industrial; porque la reforma agrarig italiana es un intento, aunque tardfo, de reforma democrAtico-bur- guesa, con el agravante que ni siquiera se ha alcan- zado a repartir la tierra en el porcentaje que lo hizo la_burguesia inglesa y francesa de los siglos XVIII y XIX. La reforma agraria italiana, aprobada en 1950, se realiz6 con el fin de frenar las ocupaciones de tie- rras de los campesinos —tan bien Ievadas‘a la pan- talla por la pelicula “Caza Trdgica”. En realidad, la (73) “El Mercurio”, 18 de mayo de 1963, p. 27. reforma agraria ha sido extremadamente mezquina. En Sicilia, se mantiene la explotacién latifundista y semi{feudal. Los terratenientes del Norte, Génova, Li- el rico Piamonte de Torino, Lombardia, Véneto, parte de Cerdefia y otras lugares, no han sido tocados por la praxis cristiana de la reforma agraria. Incluso, en los terrenos afectados por esta medida, existe un gran descontento campesino. Ral Alduna- te Phillips, a quien no puede acusarse de izquierdista, comenta sus impresiones recogidas directamente de los campesinos calabreses, quienes le dijeron: “Aqui en 1950 se quit6 la tierra a los ricos latifundistas. Es- tos, los del gobierno, no se por qué se quedaron con la tierra quitada para nosotros. No se ha entregado nada a nadie”. Asimismo, los campesinos de Cariati Maritima, le manifestaron: ‘Aqui estamos. Los pa~- trones se llevaron todo lo de la tierra, deja4ndonos el casco pelado. No tenemos elementos de trabajo, ni nadie nos ayuda. Cuando vinieron Fanfani y el Mi- nistro Scelba, sélo miraron los caminos. Allé arriba, donde estamos nosotros, nunca fueron ni iran. Hay alli solo piedras y bosques. No hay ni sol ni Dios. Ya vendra la verdadera sinistra (izquierda). Lo impor- tante, tenemos acuerdo, esta en no pagar el arriendo que se nos pretende cobrar en una tierra que nos dieron y que es nuestra” (74). Es indudable que la intencion de Aldunate es desprestigiar toda Reforma Agraria, pero los hechos anotados son irrefutables, y coinciden con los antecedentes que tenemos acerca de la situacién actual del agro italiano. En cuarto lugar, el Partido Demécrata-cristiano ha sembrado el divisionismo dentro del movimiento obrero, manteniendo organismos sindicales paralelos y opuestos a la central obrera m&s grande de Italia, la CGT. (74) Radl Aldunate P.: articulos III y IV, insertados en “El Mercurio” del 27 y 28 de setiembre de 1962, pag. editorial. 83 En quinto lugar, la DC ha reprimido las huelgas generales y parciales (caida del gabinete Tambfoni), ‘acordadas por los trabajadores descontentos el nivel de vida otorgado por el gobierno cristiano. Fi- nalmente, la DC ha sido incapaz de dar pleno empleo a la masa trabajadora italiana; el autor ha mye en- s, des- Inglaterra y Francia, miles de obreros italia: empefiando los trabajos mds rudos para ganarse el pan que Ja praxis cristiana les niega en su propio pais. FRANCIA El Movimiento Republicano Popular (MRP), fun- dado en 1944, crecié rapidamente hasta convertirse en uno de los partidos’ Demécrata-cristianos mas fuertes de Europa. Desde su ingreso al gobierno de la IV Reptblica (1947), el MRP hizo alianzas con radi- cales y, posteriormente, con los social-demécratas de Guy Mollet. A pesar de que su programa —como el de tantos otros partidos demécrata-cristianos— plan- ‘teaba la “abolicién del régimen capitalista”, el MRP cuando llegé al gobierno se convirtié en el mas fer- viente defensor del régimen capitalista. Sus princi- pales lideres —-Robert Schuman, ex-ministro de Pe- tain, “colaboracionista” durante la ocupacién nazi y ‘miembro del consorcio Wenzel, y Georges Bidault (75), posteriormente jefe de la organizacién terro- xista de derecha, OES, que masacr6 a los argelinos— hicieron tabla rasa de todas las promesas formuladas por la Democracia cristiana. Seria tarea especial de otra publicacién enume- rar los abusos cometidos por el MRP en contra del pueblo francés, su posicién de entrega al imperialismo yanqui, la violencia contra los trabajadores durante (75) Eduardo Frei ha tenido palabras especiales de alabanza para Bidault en su libro “La verdad .iene su hora”, Ed. del Pact- Tico, Santiago, 1955. 20 las huelgas generales y parciales de 1954-55, su poli- tica anti-obrera apoyada decididamente por la Cen- tral sindical cristiana que, al igual que la de sus congéneres europeas, tiene la misién de dividir el movimiento obrero. S6lo queremos referirnos, en esta oportunidad, a la politica colonialista del MRP en el poder. El im- perialismo francés se ha caracterizado por no permi- tir la m4s minima organizacién a los colonos de su vasto imperio; tampoco ha facilitado —como hizo In- glaterra— la formaci6n de una naciente burguesia nacional, en las colonias. En pocas palabras, el impe- rialismo francés ha mantenido una politica de “co- lonizacién total’. Esto, que constituyd su principal fuerza en el siglo XIX, se convirtid en su mayor de- bilidad, durante el proceso de liberacién de los pue- blos coloniales en el presente siglo. Cuando el MRP llegé al gobierno, sectores de la pequefia burguesia supusieron que la politica colonial de Francia iba a cambiar. Pero las cosas siguieron igual. El catolicismo en el poder sostuvo la misma politica colonial del liberalismo. El MRP colocé en el gobierno a los Ministros que mas se destacaron por su intransigencia colonial en la guerra contra el pue- blo vietnamés, donde los dirigentes catélicos enviaron al sacrificio a una parte de la joven generacién fran- cesa. No satisfecho de su politica en Indochina, el “MRP impuls6é la campafia en contra de la libertad del pueblo argelino. El socialcristianismo francés ordenéd Mmasacrar despiadadamente a los guerrilleros que se alzaron el 1° de diciembre de 1954, porque la guerra de liberacién argelina significaba para la burguesia francesa la pérdida de la colonia mas rica del imperio. Mientras el partido Demécrata-cristiano chileno par- loteaba acerca de la autodeterminacién de los pue- blos, la praxis cristiana francesa se ensafiaba impla- eablemente con la libertad del pueblo argelino. El proletariado mundial no olvidar4 que un gobierno aL catdélico fue el m&s cruento defensor del colonialismo agonizante. Un eminente escritor demécrata-cristiano hace ‘un balance de la actuacién de su partido en el gobier- no: “Es necesario sefialar —dice Maurice Vaussard— que la presencia de los cristianos en el poder no ha ‘cambiado en nada las peores taras de un régimen politico y econémico... Perseguir una politica leal de autonomia interna en el Vietnam, en Tinez y Ma- rruecos era, pues, por definicién, en 1946, una em- presa prohibida a los débiles medios de los hombres del MRP... La serie de ilusiones, falsas maniobras, dudas, duplicidades, finalmente fracasos acumulados en los tres principales Estados asociados esté dema- ‘siado presente en nuestra memoria y ha sido frecuen- temente comentada... A los cargos directos contra las autoridades del MRP —sigue el democrata cris- tiano Vaussard— quedan al menos tres faltas pesadas ‘de consecuencias nefastas; la equivoca declaracion del 15 de diciembre de 1951, concerniente al estatuto tunecino, preparada en los escritorios del Quai d’Or- say, que evitaba cuidadosamente emplear el término “autonomia interna”, prometido sin embargo en ju- nio de 1950 por M. Schuman; la deposicién del Sultan de Marruecos en agosto de 1953 y anteriormente la dramatica revuelta de marzo de 1947 en Madagascar y su implacable represi6n... Otro examen de con- ‘ciencia, Mucho mas severo, ha sido hecho hace 4 afios por Francisco Gay (fundador del MRP) en “me- moria confidencial” que hemos citado y —termina el escritor catélico— seria simplista atribuir a motivos personales la desafeccién del MRP de hombres, jéve- nes 0 ancianos que habian puesto en él, durante diez afios su esperanza de renovacién y de revolucién en el sentido propio de la palabra’. (76). (76) Maurice Vaussard: “Histoire de ls Democratie Chrétienne”, Pp. 119, 122, 124 y 130. Ed. du Seuil, Paris, 1956. 82 BELGICA El partido Social-Cristiano ha gobernado desde los primeros afios de post-guerra. De la abundante documentacién sobre la actividad de este partido, destacamos solamente tres hechos significativos. Uno, se relaciona con el plebiscito que, organizé el Partido Social-Cristiano para que regresara el rey Leopoldo. El proletariado flamenco y valén expresd su discon-~ formidad con tal medida en las manifestaciones de marzo y junio de 1950, acciones en las cuales partici< paron hasta los obreros cristianos de base en contra. de sus compafieros de partido que hacian las veces de Ministros. Dichas manifestaciones desembocaron. en una situaci6én pre-revolucionaria. El] Comité Cen~ tral de Huelga de Lieja adopt6é medidas de clase, como armamento del pueblo, control de servicios, publicos y de transito de coches. En Bruselas, se le- vantaron barricadas y hubo luchas que culminaron con la muerte de 3 huelguistas de Grace-Berleur. El proletariado respondié con una marcha de miles de ciclistas sobre Bruselas el 1° de agosto de 1950, movi- lizacién que oblig6 a los social-cristianos a'aceptar la renuncia del rey Leopoldo en favor de su hijo Baldui- no, Al dia siguiente de la capitulacion, el diario de la democracia cristiana, “De Nieuwe”, escribid: “Perdi- mos todo, incluido el honor”. Pero, muy luego, el go- pbierno social-cristiano se vengé ordenando asesinar al presidente del PC belga, Julien Lahaut, y repri- miendo a los obreros, bajo el gabinete Pholien. El otro hecho, se refiere a la politica seguida por el Partido Social-Cristiano en el caso del Congo. El imperialismo belga mantuvo una Politica de “coloni- zacion total”, similar a la del francés, Todos conocian Ja manera de actuar del imperialismo belga, dirigido. por el partido Liberal, pero pocos podian imaginar que la democracia cristiana en el poder siguiera una. politica colonial tan intransigente. Esta rebalsé la 93 medida en los sucesos que condujeron al asesinato del lider africano Patricio Lumumba. Para cometer este asesinato se utiliz6 a otro dirigente catélico co- Jonial, Moisés Tshombe, el que dividiéd a su pais crean- do el Estado separatista de Katanga. Se consumé el asesinato de Lumumba para impedir la independen- cia de la colonia que dejaba a los imperialists 7,4 mi- Hones de beneficio anual. Los demécrata-cristianos de otros paises han tratado de salvar su responsabili- dad en el asesinato de Lumumba, alegando que no fue ordenado por sus compafieros del partido belga, sino por otros miembros del Gabinete. Pero, los nui- meros no mienten acerca de la responsabilidad demo~ crata-cristiana. De las elecciones del 1° de junio de 1958, emergié el partido Social-Cristiano con la pri- mera mayoria, obteniendo 2.465.549 votos y 104 par- jamentarios. (La segunda mayoria correspondié al partido Socialista con 1.967.646 votos con 84 asientos. y la tercera mayoria a los liberales con 627.238 votos. y 21 asientos). Se formé un gobierno de coalicién, Par-~ tido Social-Cristiano y Partido Liberal, presidido por el democrata-cristiano Gastén Eyskens. Este gabine- te, con mayoria cristiana, es el que decidié el asesi- nato del lider indiscutido del pueblo congolés, Patri-. cio Lumumba. . Este mismo gobierno enfrenté el tercer hecho: la huelga general belga iniciada el 20 de diciembre de 1960 y finalizada el 20 de enero de 1961. A pesar de que el gobierno contaba con el apoyo de la divi- sionista Central Sindical Cristiana (710.000 afilia- dos), los obreros flamencos y valones se lanzaron a. una de las mas grandes huelgas que haya conocido la. Europa de postguerra. El dia que iba a discutirse la Ley Unica, que significaba hambre y miseria para los. trabajadores, el editorialista de “La Metropole d’An- vers”, escribia: “M. Eyskens puede felicitarse de los. resultados del gran fin de semana que acaba de des- arrollarse en Bruselas. El ha permitido a los social- 94 cristianos y a los liberales tomar de una vez por to~ das sus responsabilidades en la coyuntura actual” (77). Ante la amenaza de Huelga General, el cristiano Eyskens dice: “Fuera de nosotros, no hay salvacién”, Pero, ya es tarde; la central sindical socialista, FGTB (720.000 afiliados), presionada por el ala izquierda, dirigida por Renard, declara la huelga general el 20. de diciembre. La Central Sindical. Cristiana sabotea la huelga: “las huelgas actuales son inttiles y pre~ maturas. Invitamos a nuestros miembros a no parti- cipar en la huelga, que tiene un caracter politico” (Comunicado de la CSC, del 21 de diciembre). No obstante, los obreros cristianos de base resuelven apo- yar a sus compafieros de clase en huelga, en una asamblea realizada en Anvers. Toda Valonia y Flan-~ des se paraliza. Los huelguistas se lanzan a la calle. Se organizan piquetes volantes. El gobierno ordena reprimir la huelga y el diario “La Cité” de la “izquier~ da” demoécrata-cristiana, comenta: “M. Eyskens ha. estado muy brillante al reforzar el principio de autori-~ dad, pero puede restablecer la situacién mediante un. acuerdo” (23 de diciembre de 1960). Al dia siguiente, vispera de Navidad, Mgr Van Roey, arzobispo de Ma~ linas, cardenal primado de Bélgica, se dirige a sus feligreses en los siguientes términos: ‘Domingo, fiesta de Noel, conmemoraremos la venida a la tierra del unico redentor de los hombres y el que ha traido a vosotros la paz verdadera. Este aniversario nos incita a deciros que todos los actos que tienden a paralizar- la vida nacional y a desorganizar los érganos esen~ ciales de la colectividad, deben ser denunciados como gravemente culpables en conciencia. Por consecuen- cia, las huelgas desordenadas e irracionales, a las cuales asistimos, deben ser reprobadas y condenadas”. Sin embargo, los obreros y obreras siguen oyendo so-~ (11) Esta declaracién y las que siguen han sido reproducidas de Serge Simon: “La Greve Générale Belge”, Supplément a Correspondances Soclalistes, N. 8. 1961. 23

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