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ALESSANDRO BARATTA. Universidad del Saarland, Saarbricken, RFA, Por una teorfa materialista de la criminatidad y del control social (*) (2) Titulo oxiginl: Per uno teoria meterialistca de la eriminaltt « del controllo sociale, Publicado en Attualitd Mers, Milano, Unicopl, 1986. Traduccién de Gumersindo Guinarte Cabada, Profesor de Dere= cho Penal de la Universidad de Santiago. 1, El cambio de paradigma en el pensamiento crimi nolégico y la criminologia critica. El Labelling approach 0 “teorfa de la reaccién social” La etiqueta “criminologia critica” se refiere a un campo més bien amplio y heterogéneo de discursos que, en el ambito del pensamiento criminolégico y sociolégicojuridico contemporéneo, tienen una ca racterfstica comin que los distingue de la criminolo- gia “tradicional”: el modo nuevo y diverso de definir el objeto y los términos mismos de la cuestién crimé- nal, La diversidad es también y sobre todo una conse- cuencia de aquello que, en la terminologfa de una re- ciente teorfa de las “revoluciones cientificas” (T.S, Kuhn) puede definirse como un “cambio de paradig- ma” producido en la moderna criminolog Segin el paradigma etiolégico, la criminologia es la ciencia de las causas de la criminalidad. Este para- digma, con el cual nacia la criminologia positivista a finales del siglo pasado, estd en la base de toda la () Para la redaccié do esto trabajo me he permitido utilizar Oibre- mente) parte de algunos de mis ecritos publicadorresientemente, Me refiero purticularments a los estudios: “Criminolagia eriticne riforma penale. Oservazion! conclusive nel dibettito “ll cadice Rocco cine ‘quint’anni dopo’ e rsposta a Marinucel", La questione eriminale, VIL, 3, 1981 y "Problemi socal e percezione della criminal", Dei dette dette pene, 1,1, 1983, 15 criminologia “tradicional”, incluso de sus corrien- tes més modernas que, a la pregunta sobre las causas de la criminalidad, han dado respuestas distintas de aquellas antropolégicas y patologicas del primer po- sitivismo, y que en parte han nacido en controversia con él (teoria funcionalista, teoria ecolégica, etc.). El paradigma etiolégico supone una nocién ontol6- gica de criminalidad entendida como un dato precons- tituido a las definiciones y por ello también a la reac- cién social, institucional y no-institucional, De este modo quedan fuera del objeto de la reflexion cri nolégica las normas juridicas y sociales, las acciones de las instancias oficiales y, mas en general, los me- canismos institucionales y sociales a través de los que se realizan las definiciones de determinados compor- tamientos y de determinados sujetos como “crimina- les” y Ia reacci6n social frente a ellos. La pretensién de la criminologia tradicional de ela- borar una teoria de las condiciones (o causas) de la criminalidad no esta justificada desde el punto de vista epistemol6gico, Una biisqueda de las causas no es posible con respecto a objetos que son definidos a través de normas, convenciones 0 valoraciones so- ciales © institucionales (1). Aplicar a objetos de este tipo el método de conocimiento causal-naturalista produce una “cosificacion” de los resultados de estas, definiciones normativas: tales objetos son considera- dos como “cosas” existentes independientemente de las definiciones, La “criminalidad”, los “criminales”, son sin duda alguna objetos de este tipo. Ellos no son posibles sin la intervencién de procesos institucionales (1) RLM, Maclver, Social Causation, Boston, 1942, p. 88, 16 y sociales, sin la aplicacién de las leyes penales por parte de las instancias oficiales y, en fin, sin las defini- ciones y las reacciones no-institucionales (2), A este propésito, debe subrayarse el cardcter frag- mentario de tales definiciones. Estas operan separan- do fragmentos de categorias de fenémenos sociales homogéneos, reagrupables en funcién de la misma ne- gatividad social, esto es del ataque a los mismos bie- nes o intereses socialmente relevantes (p. ej, la vida, la salud, ete.) (3), En un libro suyo de préxima publicacién (4), C. Debuyst pone de relieve que, contrariamente a las tesis durkheimianas, de las que parte la criminologia tradicional, el tratamiento desigual de situaciones y de sujetos iguales, en el proceso social de las definicio- nes de la “criminalidad”, responde a una légica que encuentra sus raices en las relaciones asimétricas de distribucién del poder y de los demés resortes en la sociedad. La imposibilidad de una investigacién causal sobre un objeto definido de modo fragmentario, co- mo la “criminalidad”, habia sido ya indicada por D. Chapman poniendo de relieve que, paralelamente a todos los comportamientos prohibidos, existen otros @) Sobre ta reaccién frente a la criminalidad en el sentido comin, también con referencia a una investigucién sobre “La reacein social frente a Ia desviacién con particular referencia al sector no-nstitucio: nal” (drigida por A, Baretta, G.Smaus, F. Sack) eft. G. Smaus, “Teor el senso comune sulla cviminalita e marginalzzazione, Una inchiesta sulla popolazione todesca", La quettione eriminde, IM, n. 1, In recien- te monografia de la misma autora, Des Sirofreckt und die Kriminaliat lin der Alltgsspracke der deutschen Bevilkerang, Wiesbaden, 1985. G) Chr. A. Baratta, “Problem sociale percezione dela eriminalit Dei dette dell pene, I, 1,1983, pp. 15, (8) C, Debuyst, Pour une réflexion épistémologique en psychologie criminelle(manuscrito), 1983, 7 muchos (socialmente) idénticos, que son valorados de forma neutra, o, sin més, permitidos (5), La cosificacién de la criminalidad levada a cabo desde la criminologia etiolégica comporta, como la otra cara de la moneda, una grave consecuencia: los elementos para construir la teoria de la criminalidad son obtenidos observando solamente una parte de los, fendmenos correspondientes. Esta es precisamente aquella parte seleccionada a través de los mecanismos institucionales y sociales de las definiciones, los cuales segiin la hipétesis de que parte la criminologia tradi- cional, deberfan ser indiferentes para la existencia del propio objeto de la investigacion. La introducci6n del Labelling approach (teor{a del etiquetamiento), debi- da sobre todo a la influencia de las corrientes sociol6- gicas de origen fenomenolégico (como el interaccio- nismo simbélico y la etnometodologia) en 1a sociolo- gia de la desviacién y del control social, y otros desa- rrollos de la reflexion soviolégica ¢ historiogrifica so- bre el fenémeno criminal y sobre el derecho penal, han determinado en la criminologia contemporanea una modificacién del paradigma, a través del cual aquellos mecanismos de definicién y de reaccién so- cial han pasado a ocupar un lugar cada vez més cen- tral en el objeto de Ia investigacién criminolégica. Se ha afirmado de este modo un paradigma alterna tivo a aquél etiolézico, denominado, precisamente, paradigma de la “reaccién social” o “paradigma de a definicion”. Segin el nuevo paradigma de investi- gacion criminolégica tiende a trasladarse de las cau- sas del comportamiento criminal a las con jones {G) lr. D. Chapman, Sociology and the Stereotype of the Criminal, London, p-3) 18 que fiacen posible que en uma sociedad determinada las etiquetas de criminalidad y los status de criminal sean atribuidos a comportamientos y a sujetos, y al funcionamiento de la reaccién social informal e insti- tucional (proceso de criminalizacién). También en st estructura més elemental el nuevo paradigma implica un anilisis de los procesos de definicién y de reaccién social, del poder de definicién, de la desigual distribu- cién de este poder, de los conflictos de intereses que estan en la base de estos procesos. Cuando, junto a la “dimensin de la definicién”, también esta “dimen- sion del poder” (6) esté suficientemente realizada, es- tamos en presencia del minimo comin denominador de aquellas teorfas que podriamos incluir en el con- cepto de “criminologfa critica”, La simple introduc~ cién del Labelling approach en una teorfa de la cri- minalidad no basta para cualificarla, Podrfamos considerar la adopcién del Labelling approach como la zona de crisis en la que, en un pro- ceso sin solucién de continuidad, se separan las co- rrientes mas progresistas de la criminologia “tradi cional” de las corrientes menos radicales de la crimi- nologfa critica (como han de considerarse, segin creo, muchas de las llamadas “teorias conflictuales” de la criminalidad) (7), Las coartadas teéricas y précticas que han sido li gadas al uso del Labelling approach en el ambito de contextos subjetivistas 0 idealistas (como el interac- (©) Gh. W. Kecksisen, Die gexellcheftliche Definition absselohenden Verbeltens, Perspektiven und Grenzen des Labelling approack, 2 ed, Munchen, 1976, pp. 295. (7) Che también por la bibiogratia, A. Bsratta, Criminologia critica « oritea del dirito pencle.Introduzione alla sociologa giurdico-penale, Bologna, 1982. 19 cionismo simbélico y la etnometodologfa), han sido denunciadas ampliamente desde una critica “de iz- quierda” (8), en parte de inspiracién marxista, que se ha desarrollado también en el ambito de posiciones teoricas caracterizadas por una radical realizacién del paradigma de la reaccién social. Los principales resul- tados de la critica “de izquierda” del Labelling approach han sido ya desde hace tiempo aceptados por la criminologia critica y forman parte de los puntos de vista que se dan por descontados de partida para su ulterior desarrollo. La critica “de izquierda”” ha denunciado, en parti- cular, tres posibles efectos mistificantes que son pro- pios del empleo del Labelling approach en un con- texto idealista: (8) Con el témino de "de derecha” so pueden designar las criticas al labelling approach vineuladas a posiciones drigidas a una resture- ‘én del modelo tradicional de criminologia y a la conservacin del ac- ‘ual sistema pena, empefadas on la defensa de la una y dl otro de las crisis de legitimidad cientifiea y politica que los ataean. Criticas “de faquierda™ pueden denominarse aquellas asumidas por discursos que, al contrario, tenden # Hevar la crisis a sus consecuentias radicales, ‘desde una perspectiva cientificay politica que adopta el punto de vista 4e los intereses de las clases subaternas. La diferencia entre los dos ti pos de critica es grande: a critica “de derecha” tiende a negar ol labe- ing approach retrocediendo respecto a su introduccién en la teoria de la desviaciin y de la criminalidad. Una correcta critica “de inguier- 44a" es Segin creo yo, la que tiende a ir mis all dol labelling approach, 4 teavés dd labelling approach. Para algunos, de entre los principales ‘jomplos de esta critica al labelling epprowch, eft. A. Gouldner, “The Sociologist as Partisan: Sociology and the Welfare State”, The Ameri ean Sociologist, IM, 1968; A. Liazos, “The Poverty of the Sociology of Deviance: Nuts, Sluts and Preveris", Social Problems, XX, n. 1, 1972, pp. 103 58 A. Thi, “Class Bi in the Sociology of Deviance”, ‘The American Sociologist, Vl, 1973, pp. 1 ssi W. Keckeisen, Die getelichafliche Definition abweichenden Verhaliens, op. cit 20 a) Estimar criminalidad y desviacién como resultado de procesos de definicién puede producir en este con- texto el escamoteo de situaciones socialmente negati- vas y de sufrimientos reales que, en muchos casos, pueden ser consideradas el referente material de las definiciones; b) Hacer derivar del reconocimiento de los efectos estigmatizadores de la pena o de otras intervenciones institucionales la tesis de la “radical no intervencién” significa crear una coastada para intervenciones so- cialmente adecuadas y justas; ©) Privilegiar la investigacion sobre ciertas reas de desviacién y de criminalidad sobre las que de hecho, en su funcionamiento socialmente selectivo, los pro- cesos de etiquetamiento y de criminalizacion se con- centran (las franjas mas débiles y marginales del prole- tariado urbano), puede contribuir a la consolidacién del estereotipo dominante de la criminalidad y de la desviacién como el comportamiento normal de estos grupos sociales, y desviar la atencién de los compor- tamientos socialmente negativos de los “‘cuellos blan- 0s” y de los poderosos. En el ambito de la criminologia critica se estén produciendo tentativas de desarrollar una teoria ma terialista de las situaciones y de los comportamientos socialmente negativos y de la criminalizacién. Esta teorfa materialista se caracteriza por el hecho de re- ferirse entre los dos términos de la cuestién criminal, situaciones socialmente negativas y proceso de crimi- nalizacién, a las relaciones sociales de produccién y, Por cuanto se refiere a nuestra sociedad, a la estructu- a del proceso de valoracién del capital. La discusion también recientemente desarrollada en el ambito del 2 marxismo sobre estos temas ha mostrado, considero, que también una teorfa materialista, que se evoca en la doctrina de Marx, puede operar con una correcta y radical aplicacién del nuevo paradigma criminol6gi- co sin caer en los defectos de un uso idealista del Labelling approach (9), que aquella puede denunciar, y superar este uso idealista sin por ello volver a utili- ©) La posibildad y la necesidad de un uso correcto (0 sea de una teorla fundada) del ctigustamiento a la constmuceibn de una teoria materialsta de Ia eriminalidad y dol conttol soc! han sido puests de zliove en un recente articulo de D. Melosi, “Ein eis la crimino lola critica? Dei delist e delle pene, I,m. 3, 1983, pp, 487 ss, Debe aqui sefalarse también la posibiidad de una lectura materilsta det interacionismo simbélico, que la haga compatible y concurrente con tuna aproximaciin maraista a la cuestign criminal sobre la cual insste foportunamente Melossi en d citado articulo,utilizando también inter ptotaciones de J. Habermas, Theorie det Kommunaktiven Handelns, 1982, y de H. Joas, Praktiiche Jatersubjekrivitit: Die Entwicklung dex Werkes von G.Hl. Mead, Frankturt/M., 1980; George Herbert Mecd ‘and the Division of Labour: Macrosociiogical Implications of Mead Syelal Psychology, 981. No obstante las reservas expresadas mis fariba y en excitos provedentes (clr. A. Baratta, *Criminologia titers le ¢ idoologia della difese sociale”, La questione criminale, Lm. 1 1975, pp. 7 ss. (pp. 49 88); Gimlnologia critica e critica det diritto ppenale, op. city pp. 112 85) con fepocto a los usos idealistas do lz Teoria del ctiquetamiento y a las realizaciones exclusivamente subje tivstas de lus perspestivas de investigaciin propias del interaccionls mo simbalico, me voy convensiendo cada vex mis de la importanca de los intentos de utilizar también tales perspectives en el estudio de los procesos de comunicacién asf como de interaccién social y de reproduccién ideolégica de la realidad, en un contexto macrosociolé- fico materalisa, En un ensayo de esta clase se inspira, fundamental mente, lt investigaciGn sobre la "ReacciGn social frente a la desviae ibn” (Cit. G. Smaus, Das Stmfpecht und dle Kriminalct in der AUE tagsprache der deutschen Bevolkerung,. Wiesbaden, 1985). Con esta penpectiva la misma autora esti actualmonte empelada on Le com clusién de una monogzafia acerca del interaccionismo simbélico. Para Ja disusién de las rslaciones entre interaccionismo y marxisme cft LL. van Outrive “Intoractionisme et néomaraisme, une analyse crit que", Déviance et Societe. 3, 1977, pp. 83 zar una concepcién ontolégica o naturalista de la criminalidad © quedar al nivel del sentido comin. Por lo que me atafte, en los escritos con los cuales he tratado de contribuir al desarrollo de una teoria materialista de las acciones socialmente negativas y de Ia criminalizacién, no he dejado de denunciar aquellas mistificaciones idealistas. 2. Sistema punitivo, desigualdad y marginacién social EI sistema penal de control de la desviacién revela, igual que todo el derecho burgués, la contradiccién fundamental entre igualdad formal de los sujetos del derecho y desigualdad sustancial de los individuos, que en tal caso se manifiesta respecto a lus chances de ser definidos y controlados como desviados. Las méi- ximas chances de ser scleccionados para formar parte de la “poblacién criminal” aparecen concentradas en los grados mas bajos de la escala social (sub-proletar do y grupos marginales), La posicion precaria en el mercado de trabajo (desocupacién, subocupacién, ausencia de cualificacién profesional) y defectos de socializacién familiar y escolar, que son caracteristi- cas de los pertenecientes a los niveles sociales mis ba- jos, son indicados, en ta criminologia tradicional, c mo las causas de la criminalidad. En la perspectiva de 1a criminologfa critica aquellas se configuran, més bien, como caracteristicas personates sobre la base de las cuales los status de criminal son atribuidos (10). (0) Sabre esta catacterfstica fundamental de a distribucién socal 4e Tos ston de criminal y paral erftice deta asunciin,tambign sobre la base de estadticas oficiales, de una cuata mayor de “criminaidad™ fen Tos estratos sociales interiors eff. entre la vasa literatura fundada| 23 No solo las normas del derecho penal se conforman, y se aplican selectivamente reflejando las relaciones Jobre todo en Investigaciones empfricas: LF. Short je. y FJ. Nye, “Reported Behavior as @ Criterion of Deviant Behavior”, Social Prov blems, V, 1951, pp. 207 #8F.1. Nye, LF. Short je, V.l Olson, “Socio: economic Status and Delinguent Behavior”, American Journal of Sociology, LXII, 1958, pp. 381 ss; 1.P. Clark, E.P. Weminger, "So- ‘looconomie Class and Area as Correlates of legal Behavior among: Suveniles", American Sociological Review, XVII, 1962, pp. 826 85; N. Goldman, The Differential Selection of Juvenile Offenders for Court Appearance, New York, 1963, ML, Erickson, LT. 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On the Theory and Practice of Criminal Justice, New York 1976; H. Schwendinger, 5. Schwendinger, "Social Class and the Definition of Crime", Crime 24 de desigualdad existentes, sino que el derecho penal ejercita también una funcién activa, de reproduccién, and Social Justice, VM, 1977, pp. 4s; P.Sack, “Interessen im Stra- frecht, Zum Zosammenhang von Kriminalitit and Klassen (Schitt) “Struktur", Kriminologisehes Journal, X, 1978, pp. 248 3, En particular acerca de las estadisticas ofiales y de la imagen de la distribucin de la criminalidad srministrada por elas eft J. Kitssse, A.V, Geouel, “A note on the case of official statister”, Socal Pro lems, XI, 1963, pp. 131 $83 A.V. Ccourel, Te Social Organization of Juvenile Justice, New York, London, Sydney, 1968, pp. 25 58; D1. Black, “Production of Crime Rates", American Sociological Re: view, XXXV, 1970, pp. 733 ss; P. Wiles, “Criminal Statistics and Sociological Explanation of Crime", en W.G, Carson, P. 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Blasius, Burgerliche Gesellschaft und Kriminait, Gaitingen, 1976; R. Cobb, The Policand the People. French Popular Prowst 1789-1820, London, 1970; T. Berger, Die konstante Repres sion, Frankfurt/M., 1974; P. Costa, Il progetto giuridico. Ricerche sulla siursprudenca del libertismo classco, Vol. 1, Da Hobbes 2 Bethan, Milano, 1974; M. Foucault, Surveill et puni. Natsance de la pris, Pais, 1975 (trad. 3. Sorvegiore ¢ pure, Milano, 1976); L More, ““Cenni storii sulle misure di prevenaione neal Uberale (1852- 1894)", en M, Clace, V, Gualndi (a argo de), Le costruzione sociale ells devianza, Bologna, 1976, pp. 290 ss.; M. Pavarini, D. Melos Carcere © fabbrce, Alle origin! del sistema penitenciario, Bologna, 1977. Debe sefalarse también la reimpresiin de dos obras clisicas: 5, Hall, Theft, Law and Sodety, 24 ed. Indianapolis, 1952;G. Rusche, H. Kirchheimer, Punishment and Social Structure, 24 ed., New York, 1968, Véase ademés, también para una itl resefia de las direcciones 25 respecto a las relaciones de desigualdad. La aplicacion selectiva de las sanciones penales estigmatizadoras, y especialmente de la cércel, es un momento superes- tructural esencial para el mantenimiento de Ia escala vertical de la sociedad (11). Ha sido observada Ja continuidad funcional del sis tema escolar y del penal por lo que atafe al proceso de seleccién y marginacion en el ambito de la socie~ dad capitalista avanzada: La institucién del derecho penal puede ser considerada, junto a las instituciones de socializacién, como Ia instan cia de aseguramiento de la realidad social. El derecho penal realiza, en el extremo inferior del continuum, aquello que la escuela realiza en la zona media y superior: la separacién. entre el grano y el mijo, cuyo efecto al mismo tiempo cons- tituye y legitima la escala social oxistente y de este modo asegura una parte esencial de la realidad social (12). En la zona mas baja de la escala social, la funcién selectiva del sistema se transforma en funcién margi- nadora. La Iinea de separacion entre los estratos més bajos del proletariado y las zonas de subdesarrollo y de marginacién sefiala en efecto un punto permanen~ temente critico, en el cual, a las acciones reguladoras del general mecanismo del mercado de trabajo se afta- {de investiga y de a reciente literatura en ol eanpo de lt “erinino logis historea", Dy Blaius, Kriminalitat und Alla, Zur Koni sgeschichte des Alltaglebons im 1. Jahrhundert, Gottingen, 1978; M. Gucci, V. Gualandi, Le cosaione sociale Uella devienze, Bor logna, 1977 (ID) Cle, también para ulterior referencias bibliogifieas A. Be- ratta, Criminologia critica e critica del dirtto penale, op. cit ¥ G: Smaus, Das Strafiecht und die Krininalitat in der Alaxssprache der deutschen BevolKeruns, op. cit. (12) H, Steinert (a cargo de), Der Prozess der Kriminaliserung, Munchen, 1973, p. 22 26 de, en ciertos casos, aquella de los mecanismos regu- ladores y sancionadores del derecho. Esto mismo se verifica igualmente en la creacién y en la gestion de aquella particular zona de marginacién constituida por la poblacién criminal. La homogeneidad del sistema escolar y del sistema penal corresponde al hecho de que ambos realizan esencialmente la misma funcién en orden a la repro- duccién de las relaciones sociales y al mantenimiento de la estructura vertical de la sociedad, creando, en particular, eficaces contrapuntos a la integracién de las zonas més bajas y manginadas del proletariado, 0, sin mds, poniendo en marcha procesos de marginacién. El concepto de “sociedad partida”, acufiado por Dahrendorf para explicar el hecho de que solo la mi- tad de la sociedad (clases medias y altas) extrae de su seno los jueces, y que estos tienen frente a si preva- Ientemente individuos provenientes de la otra mitad (las clases bajas), han hecho surgir en los mismos so- cidlogos burgueses la pregunta de si no se realiza con ello el presupuesto de una justicia de clase segtin la clisica definicion de Karl Liebknecht (13), En general, puede afirmarse que existe una tenden- cia, por parte de los jueces, a esperar un comporta- miento conforme a las leyes de los individuos perte- recientes a los estratos medios y superiores; lo con- trario sucede respecto a los individuos provenientes de los estratos inferiores. (13) K. Liebknecht, “Rechtsstant und Klassnjusti”, on K. Lieb+ iknoaht, Gesammelte Reden und Schriften, Benin, 1960, Vol. I, pp. 17s, Clr, R. Dahzendorf, “Deutsche Richter", en R. Dahrendorf, Gesellichaft und Fretheit, Minchen, 1961, pp. 76. 27 También en los criterios que presiden la aplicacién de la suspensién condicional de la pena, elementos relativos a la situacién familiar y profesional del im- putado juegan un papel decisivo. Estudios en este campo muestran que tales criterios son particular mente favorables a los imputados provenientes de las clases superiores y desfavorables para aquellos proce- dentes de las clases inferiores (14). En los casos en que esta previsto el uso alternativo de sanciones pe- cuniarias y sanciones carcelarias, los criterios de se~ leccién juegan netamente en contra de los margina- dos y del subproletariado, en el sentido de que pre- valece la tendencia de considerar la pena privativa de libertad, en su caso, como mas adecuada, porque es menos comprometedora para su status social ya bajo, y porque encaja en la imagen normal de aquello que frecuentemente sucede a individuos pertenecien- tes a tales grupos sociales. De este modo las sanciones, que mis inciden sobre el status social son usadas so bre aquellos cuyo status social es mas bajo. EI dristico cambio de identidad social como efecto de las sanciones estigmatizadoras ha sido puesto en evidencia por Lemert y por Schur (15). La teorfa ela- borada por ellos demuestra la dependencia causal de la delincuencia secundaria, esto es de las formas de reincidencia que configuran una verdadera y auténti- ca carrera criminal, de los efectos que sobre la identi- dad social del individuo ejercita la primera condena; ello permite que surja una duda de cardcter funda- (4) D, Peters, Richter im Dienst der Macht, Stuttgart, 1973, pp. 147 (15) EM, Lemest, Human Deviane, Social Prvblems and Sociale Contr, New York, 1967; EM. Schur, Labelling Deviant Behavior: its Sociological Implications, New York, 1971 28 mental sobre la posibilidad misma de una funcién reeducadora de la pena. La teoria de los procesos de desviacién y del reclutamiento de los “criminales” en las zonas sociales mas débiles encuentra una inequivo- ca confirmacién en los andlisis de la poblacién carce- laria, que demuestran la extraccién social de la mayo ria de los detenidos de los estratos sociales inferiores y el altisimo porcentaje que, en la poblacién carcela- ria, estd representado por los reincidentes. Un niimero desproporcionado de sanciones estig- matizadoras (penas privativas de libertad) que com- portan la aplicacién de definiciones criminales y una dristica reduccién del status social se concentra pues en los grupos més débiles y marginados de la pobla- cién. La espiral, ast iniciada, eleva después la tasa de criminalidad con Ia consotidacién de las carreras cri- minales, debida a los efectos de la condena sobre la identidad social de los desviados. Desde este punto de vista el sistema penal opera en los ambitos de los grupos sociales mas débiles y marginados, igual que el sistema escolar, antes que en el sentido de su integra- cibn, en el sentido opuesto. En fin, como en el seno de! microcosmos escolar, en el macrocosmos social el mecanismo de margina- cién puesto en marcha por los érganos instituciona- les es integrado y reforzado por procesos de reaccién, que intervienen a nivel informal. Ellos conservan so- bre todo “la distancia social”, que aista la poblacién criminal del resto de la sociedad, y la “prohibicion de coaliciones” que desalienta cualquier posible for ma concreta de solidaridad respecto a los condenados © entre ellos mismos (16). En la reaccién no institu- (8) G. Smaus, “Tecre del senso comune inalizzazione", op. ci la criminalita e mae 29 cional encontramos en fin acciones concretas y “teo- rfas de todos los dfas” sobre la criminalidad, que apo- yan los procesos de distribucién de la criminalidad puestos en marcha por las instancias oficiales. La separacion que el proceso de criminalizacién crea entre los honestos y los réprobos, evidencia las funciones simbélicas de la pena, que han sido estudia- das particularmente en el Ambito de la teorfa psicos- nalitica de la sociedad punitiva. Pero la clave para el anilisis critico del sistema punitivo no es la distancia entre honestos y réprobos, que es antes bien la su- perestructura simbélica del sistema, sino la estructura de la relacion entre ricos y pobres, entre clases de ga rantias y clases “peligrosas” en el seno de la sociedad: “La historia del sistema punitivo -escribe Rusche~ es algo més que un pretendido desarrollo auténomo de algu- has instituciones juridicas. Es la historia de las relaciones de las “dos naciones”, como las lamaba Disraeli, de las ‘cuales se componen los pueblos: los ricosy los pobres” (17). EI paso de la reaccién informal a aquella institu- cional quiebra una Linea de resistencia debida al he- cho, puesto oportunamente de relieve (18), de que la aplicacién de sanciones o de mecanismos de control informales implica a menudo también la funcién de preservar a los individuos sujetos a estas sanciones de caer bajo Ios mecanismos y las sanciones del sistema institucional (17) G. Rusche, “Arbeitsmarkt und Strafvollzug”, Zeltchaft fir Sozialforschung, Ml, 1933 (ad, it, “lk mercata del lavoro e Tesecuzione della pena, Riflessioni per una Sociologia della giustzia penale”, La ‘questione criminale, I, ,23, 1976, Bp-51988). (18) K. Wels, “Der Ubergang von informeller 2u frmellersoziler Konttolle", Krininologiches Journal, VII, 1975, pp. 128. 30 Una investigacién, levada a cabo sobre dos mues- tras de j6venes, de clases sociales elevadas una, y de clases populares la otra, ha mostrado como la distri- bucidn de los menores entre el sistema de las sancio- nes informates (que se resuelven en el ambito de la familia y del grupo de pertenencia), y el de las sancio- nes institucionales (que implican intervencién de la policia, de los érganos judiciales del derecho penal de menores, etc.), tiene un vinculo de dependencia con la estratificacién social (19). En general, los gru- pos sociales més elevados logran sustraer a sus propios, ‘menores a la accién de los mecanismos institucionales de reacci6n frente a la desviaci6n y con ello a los efec- tos de la estigmatizacién sobre su status social (20), esa espiral que por contra lleva a los menores prove- nientes de los estratos sociales mas débiles a una asuncién cada vez més definitiva de roles criminales. Por otra parte, un andlisis comparativo del impacto de las sanciones privativas de libertad en la vida futu- ra de los individuos al modo de las “trayectorias so- ciales” estadisticamente definibles con referencia a los jovenes de diversa extraccién de clase, ha demos. trado que el efecto del encarcelamiento en la carrera de los jovenes es normalmente més dréstico en el ca- (19) D. Gipser, Madehionkriminatitat, Minchen, 1978 20) Cir. S. Quensel, “Sozilarbeiter und Jugendkriminalitit™, en B. Schmidt Obraile (@ carga do), Kriminalitt und Sovilorbot, Peat burg 1972, pp. 47 86, Acerea dela foncién de la asistencia social en el meenimo selectiva de control social véanse, entre otto, H. Peter, Modeme Furnrge und tive Legitimarion. Eine sziobgizhe Anelyse der Sozialarbeiter, Kiln, Opladen, 1968; H. Peters, H. Cramer Schafer, Die sanjten Kontrolcure, Wie Sozilarbeiter mit Devianten wmechen, Stuttgart, 1976; P, Malinowski, F-H, Minch, Soziale Kontrlle. So riologinche Theoviebildung und ihr Bezug zur Praxis der sozialen Arbeit, Nowwied Darmstadt, 1975, 31 so de los jévenes pertenecientes a los estratos sociales, is débiles de lo que resulta en el caso de los jévenes pertenecientes a estratos mas elevados (21). El método que tradicionalmente ha inspirado los estudios sobre la marginacién criminal no es satisfac torio en el plano teérico. Las tentativas de explica- cién funcional de la marginaci6n se han detenido muy @ menudo en el momento de la distribucién de la ren- ta y de la consiguiente distribucién de los status. Han, quedado fuera del éngulo visual las raices econdmicas de la distribucién, la conexién entre distribuci6n y ti po de produccién. De ello se deriva la ilusién de una socializacién realizada permitiendo la “resocializa- jn” de algunos sujetos “‘criminales” en determina- dos estratos sociales, considerando los estratos como, elisticos (una hipdtesis tipica del marginalismo) y sin, afrontar los obstéculos que la estructura econdmica opone a este proceso. Conceptos marxistas como el del cjército industrial de reserva y de la competenci entre trabajadores, y de la superpoblacién relativa, han permitido a la teoria del subdesarrollo (22) es- tablecer una conexion directa entre el atraso de algu- nas dreas geogrificas y la acumulacién en las metrépo- lis capitalistas y, en sentido mis general, entre fen6- menos de.disgregacion social y la Iégica del sistema capitalista, De aquellas investigaciones se concluye C1) AP. Pires, V. Blankenvoort, P. Landrevile, "Sistema penale fe traictoria socise”, La questione criminal, VIL, n. 3, 1981, pp. 463 8 (22) Para una pempectiva critica sobre el concepto de marginal dad con referencia al contexto examinado. Cfi. T. Hernindoz, “La ‘marginalidad social en noveno congreso internacional de_defensa social”, comunicacion al IX congreso internacional de Defense Social, Caracas, 3.7 agosto 1976. fen suma que los fendmenos de descenso de clase so- cial y de concurrencia entre trabajadores ocupados y desocupados pertenecen esencialmente a la logica de la acumulaci6n, Entiendo que los mismos instrumen- tos han de tener una gran importancia también para el anilisis de la marginacién criminal. Por lo demas, ya en 1939, Rusche y Kirchheiner han aclarado las rela~ ciones existentes entre mercado de trabajo, sistema punitivo y cércel (23). 3. La funcién latente del sistema punitivo en ta re- produccién material e ideolégica de la realidad social. Las funciones declaradas y la ideologia del sistema punitivo Las observaciones expuestas en el pardgrafo ante- rior nos levan hacia una consideracion de la funcion latente del sistema punitivo (y més en general a la “construccién social” de la criminalidad —esto es, de los procesos de definicién institucionales o infor: males de los que ella depende-) en el mecanismo general de conservacién de la realidad: podemos ha- blar, en este sentido, de funcién de reproduccién material y de funcién de legitimacién (o de reproduc cién ideolégica). La sociedad capitalista avanzada se caracteriza por un nuevo pacto social. que une. en el sostenimiento de un equilibrio politico mas o menos precario, grupos sociales diversos. La relativa homo- geneidad de los comportamientos sociales, que se observa en la sociedad capitalista avanzada, y el (23) G. Rusche, O. Kirchheimer, Punishement and Social Structu- 8 d., New York, 1968, 33 correspondiente descenso del nivel de conflictividad manifiesta, no significan en modo alguno que las desigualdades sociales no continaen sicndo fuertes en esta fase de desarrollo (24). Sin embargo el nuevo pacto social ha conseguido hasta ahora asegurar un status quo, una especie de gran corporacin de las corporaciones, en el seno de la cual cada grupo que participa pretende poder asegurar los propios privi- legios, diversos de aquellos de los otros grupos, mejor a través de In conservacion que a través de una trans- formacién general de! completo equilibrio de los in- tereses garuntizados. Al mismo tiempo ello ha logrado trasladar —salvo raras excepciones~ la Iinea del cho- que de intereses a los confines de la amplia zona so- cial en la que domina este equilibrio, transfiriendo el conflicto sobre todo a las confrontaciones de los gru- pos marginales. La desigualdad y la oposicion de inte- reses son, en fin, més evidentes en la zona mas baja del equilibrio social, alld donde pasa Ia Tinea de de- marcacién entre aquellas partes de la poblacién que gozan de una posicién garantizada en el mercado de trabajo y aquellas marginadas. Tal linea de demarcacién tiende hoy a trasladarse (24) Sobre las desgualdades y las cases sociales en Ua sociedad tar do-apitalista eft, pare una primera orientaciGn: A. Giddens (1973), The Class Structure of the Advanced Societies, London, 1973, H. Braverman, “Labour and Monopoly Capital: The Degradation of Work in the Twentith Century", Monthly Review Press, New York London, 1374 (trad. it, Lavoro ¢ capitale monopolistco. La degrade Hione del layoro nel XX secolo, Torino, 1978); N, Plants, Let Clases sociales dans fe capitalise aujourd hui, Pais, 1974 (tra. it (Classi sovili e capitalism oggt, Nano, 1975). Para ulteriores acto faciones H. Brevermann, “Labour and Monopoly Capital. The De- fradation of Work in the Twentith Century”, Mouthly Review Pres [New York-London, 1975, 34 ‘mas hacia arriba, a causa de la crisis, sociedad capitalista, por la disminucién o la parada del crecimiento del producto social, de tal modo que la consciencia de los conflictos de interés aumenta también en el seno de la mayoria, antes “garantizada” de la poblacién. Aunque el modelo de equilibrio plu- ral parezca en el momento presente ser todavia efi- caz, con el derrumbamiento del mito del desarrollo ilimitado y de la sociedad del bienestar también la idea de la comunidad de intereses se debilita y prec sa un esfuerzo cada vez mayor de produccién ideols- gica (25) que la sostenga y que compense la crisis de confianza en el estado asistencial. Al mismo tiempo la linea de conflicto se extiende y afecta a més amplias, capas de la poblacién desaventajada Dentro de esta estructura ideolégica de la sociedad tardo-capitalista es posible identificar dos funciones de legitimacién ejercitadas con la criminalidad en el seno del sentir comin: el papel, que ella juega en el mecanismo general de conservacién y estabilizacién de la realidad social, Ambas funciones contribuyen @ esta conservacién. La primera concierne mas direc tamente a la reproduccién de la estructura material, la segunda a la reproduccién de la estructura ideols- gica de la sociedad. Comenzamos con la primera estructura. La crimi- nalidad, como realidad “socialmente construida” (por usar una formulacién de P.L. Berger y T. Luck mann) implica un estereotipo del criminal, que refle- (G5) Que ts funcién de integracién de sistema se haya trastadad, en ln socedad tardo-cpitalista, del mercado a la esfers politica c= puesto de manifest, entre otros por J. Habermas, Legiimetions. Probleme im Spatkapitalamas, Rrankfort/M, 1973, p. 76 (ad i ‘Laer della razionalita nel capitatiomo mature, Totino, 1975), 35 je la imagen de los sujetos pertenecientes @ los estra- tos sociales mas desaventajados y marginales. En una reciente investigacion desarrollada en Saarbriicken hemos tenido varias ocasiones de verificar esta tesis. Por ejemplo, hemos Ievado a cabo diversos fests so- bre la toma de “distancia social” en la poblacién ale- mana occidental con relacién a los “criminales”, analizando tales comportamientos en funcién de dife- entes tipos de delitos. Hemos, de otra parte, efectua- do fests sobre la “necesidad de pena”, analizada en funcion de la diferencia de clase social de los autores de delitos, sometiendo a los entrevistados diversos items en los que el tipo de delito permaneefa cons- tante y variaba la clase social de los autores. En el pri- met caso se ha revelado que uno de los delitos que produce un grado mds elevado de “distancia social”, esto es, determina la inclinaci6n a interrumpir las re- laciones con el autor, es el hurto con fractura. Ahora bien, es evidente que el hurto con fractura es un deli- to tipico de individuos pertenecientes a los estratos sociales mas bajos. Por el contrario, en cambio, deli tos econémicos y delitos de “‘cuello blanco” produ- cen “distancia social” de modo bastante mis limita- do (26). En el segundo caso hemos observado que, (26) De los datos recogidas resulta que se toma una mayor dis tancia social en lus conffontaciones de los estates sociales ms be jos. En las comparaciones de los autores provenientes de los mismos fstatos socites, en cambio, la distancin social es més grande en el aso de deltos con fuerte componente ritual. Asi, por ejemplo, la Fnuida del lugar del accidente (Unjatlfuch) es juagada mis grave aque el hurto 0 la violacién del secreto profesional. Una fuer di tancia social se toma con respecto a los individuos pertenevieates a los niveles superiores que cometen delites tipicos de los estratos so- slaley mis bajos. Cle, G. Smaus, Das Strafrecht und die Krininaltit in der Atlagssprache der deutschen Bevolkeruns, op. et. 36 mientras el delito permanecfa constante en su tipo fundamental (variaban anicamente modalidades y cir cunstancias con relacién al estrato social al que per- tenecia el autor), la demanda de pena aparecfa, con relacién a los autores pertenecientes a las categorias sociales marginales, més acentuada de lo que sucedia con respecto a los autores pertenecientes a estratos sociales mas elevados (27). La interpretacion de este fendmeno y de otros da- tos resultantes de nuestra investigacin nos ha permi- tido confirmar la hipétesis de que el estereotipo del criminal corresponde fundamentalmente a la imagen 21) Una indiferenciada demanda de pena por parte de la pobla- iin resulta inexstente, En conjunto, el inicio de la eriminalizacisn, fen el sentido comin, es mis elevado y ol catdiogo de las medidas pe rales esti mis diferenciado que en el dorecho penal. La demands de pena se orienta preferentemente por el tipo’ de deito. Asf, por ejem plo, es siempre solcitada la reclusién para ls delitos sexes. La ve Hable “pertenencia a un determinada estrato socal” adquiere rele- vancia en el cuadro de esta esteeotipada correlaciSn entre las dife- rentes medidas penalesy Ios tipos de dolitas. Para quienes pertenecen 4 Tos estratos sociales ms bajos se soicita més a menudo la relusin {que Ia mults, mis a menodo ta multa que la reparacién del dato, ¥ sis ta reparscin que la ausencia de medida alguna, Fl Limite cualte tivo mo pasa entre el nivel medio y el nivel inferior sino mis bien entre ste y los grupos marginados de la poblacién, En relacin con estos se observa una neta preferencia por la reclusiSn, Cif. G. Smatis, Das Strafreckt und die Kriminalitat in der Allarssprache der deutschen Bevotkerung, op. elt. Sobre ta funcién de lt cérel en a marginacién social y nla reaciéa de la publacin estinal eft Ia tess vostenas, xo sin una impliita referencia a la investigacén de Saatbraken, en iversos trabajos mios: A. Barats, “Criminologia critica e riforma penale. Osservazioni conclusive sul dibattita “Il codice Roceo cine quant'anni dopo’ © risposta a Marinucei", La questione criminale. 7, 1981, p. 349; Criminologia cvsica e entice del dirito penale, op cit, pp. 185 ss. Cit. también G. Smaus, “Relevang der éffentlichen Meinung fir die Wiedercinglioderong der Strafentlassenen”, Zeitschrift Jr Stravolleug und Strfflligenhilfe, 3, 1919, pp. 131 5. 37 y a las condiciones de vida de los individuos pertene~ cientes a los grupos sociales mas desaventajados (28). Las caracteristicas del estereotipo de criminal y de la reaccién social frente a la criminalidad que aqui hemos unido contribuyen de manera considerable a reforzar, en nuestra sociedad, la barrera entre una ma- yoria “garantizada” y aquellos grupos. En este senti do, la construccién social de la criminalidad juega un papel importante en el general mecanismo de repro- duccién de las relaciones de desigualdad (29). La cri- (28) Bl enlace entre el estereotipo do criminalidad y Ta pertenencia 1 fos grupos sociales mis bajos y marginados, en el sentido comin, que hh sido posible venicar en ef mbito de nuestra investigacin (Cis. Smaus, “Teosie del senso comune sulla ctiminalitl © marginalizzazio- ne", op. elt; Das Strafrecht und die Kriminalitat in der Alltegssprache der deutschen Bevolkerung, op. eit.) encuentra correspondensia en 10s resultados rlativos investigaciones sobre los esterotipos dominantes fen Las instancias oficiales del sistema penal, que mucstran la misma onexiGn, Cit. RD. Schwartz, J.H, Skolnick, "Two Studies of Legal Stigma”, Socla! Problems, 10, 1962, pp. 133 5D. Peters, “Die sziale Herkunfi der von der Polizei aufgegritfonen Tater”, op. cit: Richter im Dienst der Macht, op. eit: H. Stinert, “Uber die Funktionen des Stratechts”, en Festschrift fir Christen Broda, Wien, 1976, pp. 335 ss; E. Blankenbuig, "Nochrmls: Schichtzugehésigkeit und Ksiminal- iSicrungschance —zugleich eine Buchbesprechung aur Staatsanwalts chaft im Prozess strafeechilicher Socialkontrble”, Kriminologisches ournsi, XI, 1979, pp. 221 s. (Q9) Cir. H, Steinert, “Statusmenagement und Kriminaisierung”, en HL. Steinert (a cargo de), Der Prozess der Kriminalsierung, Munchen, 1973, pp. 9 a8 "Uber die Funktionen des Strafrehts”, op. cit: N. Pouldnteas, “Die geselischaftichen Klassen und ire erweiterte Re- produktion”, on U, Jaeggi (a cargo de), Sozlalunukuur und poltioche Systeme, Kéln, 1976, pp. 1555; A. Bonita, “Sistema penale ed ema razione sociale”, La quistione criminale, 2, 1976, pp. 237 ss; "Crimi Inologia tities e riforma penale™, op. cit: Criminofogia critica e critica del diritto penale, op. cit. pp. 173 spp. 185 ss. G. Smaus, “Teorie el senso comune sulla ciiminalita e mayginaizazione”, op, eit: Das Strajrechs und die Kriminalite: in der Ailtagsypracke der deuischen Bevolkerung, op. cit. 38 minalidad contribuye a reproducir ghetos de margina- cién social, Por lo que respecta a la funcién de legitimacién que se realiza en el plano de la reproduccién ideol6gi- ca, quisiera limitarme a indicar dos aspectos. En primer lugar es necesario considerar la eficacia del proceso de criminalizacién como factor de unién de los ciudadanos en sostén de la posicién social. Esta eficacia resulta bastante evidente cuando considera- mos los efectos de la aplicacién de una pena sobre to- dos aquellos que, cumplidores de las leyes 0 no, no re- sultan afectados por el proceso de criminalizacién (es- to es por la aplicacién de las leyes penales), sino que son simples espectadores del mismo. Al analizar los resultados de nuestra investigacién hemos designado el proceso de unién entre los terce- Tos no interesados con el término de “obligacion de coalicién”, considerando tal “obligacién” como un efecto secundario de la aplicacién de Ia pena. Hemos desarrollado tests acerca de los comportamientos que pueden reunirse bajo tal etiqueta, y hemos podido ob- servar que efectivamente se producen en gran escala a través de la percepciin de la pena que sufren los “criminales” (30). GO) Con te expresién “obliacién de coalicin' (Koattionsgebor) hemos auido al echo de que, através de la estigmatizaién de sje- to desviado se refuerea ef consenso del grupo en las confrontarianee de poder. No solo resulta desalentada y sancionada la manifestaciin de dinenso (Y podriamos considerar Ia frustradaarticulacion del disen- 40 como un cquivlente funcional del consenso: eft. N. Lukmann, Lesiimation durch Verfahren, Newwied, Benin, 1979), sino que en ciertos casos se require una plblica manifestacién de Adelidad. De «lio hemos tenido ejemplos en algunos epitodios de Is tacha contra cf terrorismo en Talia y en Alemania. El empleo del concepto de “obligacidn de coalicién” se manifesta particularmente itil en 39 La “obligacién de coalicién” es no obstante solo una de las caras de la moneda. Tenemos en la otra ca- 1a la “prohibicién de coalicién”. La pena produce, ‘como se ha visto més arriba, comportamientos de “distanciamiento social” con respecto a los crimina- tes, Ello desalienta la solidaridad entre los sujetos cri- minalizados y entre éstos y aquellos que no son alcan- zados por el proceso de criminalizacién (31). Estos dos diferentes aspectos de! efecto de la pena sobre las reacciones de solidaridad en un determinado contexto social son muy importantes no solo desde el punto de vista ideolbgico, sino también desde el pun- to de vista material. Contribuyen a aislar una pequefla, parte de la poblacion concentrando sobre ella la res- ponsabilidad por todo Io que es negativo en la so dad. De otro lado aumentan la cohesion ficticia de las mayorias silenciosas, la que a su vez influye sobre anilsis de los procesos de legitimaci6n del poder. Cit. R. Spiegetbor Tr Sociale Kontrolle mittels Konsens™ ~ "2. Soziale Kontolte mittels Sanktionen", Arbeltpapier N. 37, nvestigacin “Soziale Reaktion auf Abweichendes Verhalten mit besonderer Berdcksichtigung des nicht- institucionellen Berechs”, Institut fr Rechtsund Sozialphilosophie, ‘Universitat des Saaslandes Saarbricken; G. Smaus, Das Strofrecht und de Krimineltat tn der Ailtgssprache der deutschen Bevolkeruns, op: cits A. Barats, Criminologia critica ¢ ertica del diritto penale, op. cit, pp. 173s. ‘BL) A diferencia de la construceién microsocildgica “istancia social” frente a los autores de infracciones, la consteucciGa “prohibi ‘idm de coaliién” (Koaltionsperbot), se rellere a un mecanismo me Crovovioldgico que interviene en sostén del poder legal. Si un compor- tamiento 0 una actitud son estigmatizados como iegaes, toda In cot Tielén, con el autor y Tos demsis que la compongan, resulta deslegtima- day es objeto de sanciones, En algunos exsoslega s manifestase pbl- famente la desaprobacin frente al iieito y sus autores, Cir.G. Smaus, Das Strarecht und die Kriminaltt in der Alltgssprache der deutschen Besslkerans, op. cit; R. Spiogelberg, "1. Soziale Kontrlle mittels Konsens”, op. cit 40 los procesos psicoldgicos de exclusién de los diferen- tes y de marginacién de las minorfas desaventajadas. Ello refuerza la configuracién ideolégica de una co- munidad de intereses entre aquellos que participan en el nuevo pacto social, y sostiene asf la estructura de poder, legitima los limites entre la sociedad conforme y los inconformistas, divide en su interior a las pro- pias clases subalternas estableciendo un limite artifi- cial entre ciudadanos conformes (no criminalizados) y grupos marginados, Este limite es un instrumento bastante eficaz de divisién de las clases bajas, también porque ello pro~ voca, tanto a los de un lado como a los de otto, la consideracién de los intereses relatives como intereses contrapuestos. Por contra, la historia del movimiento obrero ha demostrado hasta ahora, no solo a través de sus éxitos, sino también mediante sus errores, que los verdaderos intereses de las clases bajas incluyen aquellos de los que son portadores los sectores margi- nados de las mismas, La existencia, en fin, de un ejé- cito de reserva del proletariado debilita las condicio- nes materiales y la fuerza de contratacin de las clases subalternas. También en este sentido, y no solo por- que las clases subalternas son todavia hoy las mas criminalizadas al mismo tiempo que las menos prote- gidas por el sistema penal (mds victimizadas) (32), Ia Gv De un examen de las investigacionss recientes en diverse pat se resulta, en conjunto, que la poubliad de ser victima de delts es mayor para los hombres que para tas mujeres (con excepeiin de a vio- Jencia sexual), par fs jvenes entre fos 12 y Tos 24 aflos que para las otras edades, para los habitantes de grandos ciudades que para los que viven en cludades poquofis y meianas, pare individuos pertenecientes 4 familias con rentas mis bajas que para aquellos pertenecienes a fam lias con rentas medias y altas ello en particular por lo que respecta la triminaided volenta ya los denominados elites callejeros street 41 criminalidad como forma de construir los problemas sociales, y el sistema penal existente como forma de ‘rimes), Cit, Tespecto a la chance de victimizacin de los grupos mis ‘bajos en la eaala Sova, el editorial de Crime and Social Justice, Spring. ‘Summer 1976 y, en Ia misma revista, AM. Patt, "Street Crimes. A View ftom the Left", Crime and Social Justice, 9, 1978, Ctr. de otre parte, por lo que respocta a investigacones, repectivamente en Ale= mania y en México, E. Stephan, Die Stattgerter Opferbefrazuns. Eine Kriminologischviktimologische Analyse 2ur Erforschung. des Dunkel feldes unter hesonderer BericKulchtgung der Einstellang der Bevdlke- rung sur Kriminalitat, Bundesksiminalamt, Wiesbaden, 1976, p. 362; TER. Manzanesa, “Viktimisieung in einer mexkanschen Stadt am Beispiel der Stadt Jalapa im Staate Veracruz”, en H.J. Schneider (@ argo de), Das Verbrechensopfer in der Strafrechispflege, Benin, New ‘York, 1962, pp. 182 x. (p. 190), Respecto alas diferentes chances de vietimizaciGn bajo los diversos aspectos eft, para una primera apro- Nimacién, G. Artz, Der Ruf nach Recht und Ordnung. Ursachen und Foleen der Kriminaittsfurcht in den USA und in Deutschland, The bingen, 1976; E. Stephan, Die Stuttgarter Opferbefragunt, op. cit. GLE. Kirchhoff, K. Sessar (2 cargo de), Das Verbrechensopfer. Bin Reader zur Viktimologie, Bochum, 1979; K. Araberger, M. Murck, J. Schumacher, Die Birger: Bedirfuisse, Einstelingen, Verhalten, Konigstein Ts, 1979; H.J. Schacider (a cargo de), Das Verbrechen sopfer in der Strafrechisptere, op. cit. Las investgaciones acerea de fa victimizaciGn y el comportamiento de la cximinalidad no estén por shore, todavia, en stuacién de vesficar las reales desigualdades en Ia proteceidn oftecida por el sistema penal, La situacién de desventa fn la que se encuentran las clases socials mis débiles, en la distribu dn del bien positive “proteccién penal” (asf como’en Ia del bien regativo “etiminaizaci6n"), poded resultar bastante més clara cuando cl espectto de comportamientos cziminales tomado en consideracién por tales investgaciones sea mis extenso del generalmente utilizado en Tn aetualidad (0 sea la Uamiada criminalidad tradicional: homicidio, e- siones personales, hurto, robo, violencia sexual, estafa, et.) Excluyen {0 de las investgaciones sobre “victimas” los delitos contra inereses colectivos y eiertos delitos econSmicos y contra la adminstracién pi Dlica que inciden también —sunque sea de modo mediato « indirecto Sobre la existenca y la calidad de vida de os indivduos, no pusde re- fultat correcta la reparticién del costo social de la criminalidad en su Conjunto. Piénsese, por ejemplo, en la especial exposiciGn de los habi antes de las zonss metzopoitinas proletaras a las conseeuencias de las infiaeciones ecoldgices. En las infracciones de las normas sobre 1a 42 administrarlos son atin hoy, con todo, un mal negocio para el movimiento obrero. También por lo que atafie a la cuestion criminal, la emancipacién de categorias culturales e instrumentos politicos cuya historia esta ligada desde hace siglos al estado de sujeccién de las clases bajas, el desarrollo por su parte de una auténo- ma capacidad de imaginacién sociolégica, de anticipa- cidn tedrica y de proyeccién institucional son la pre- misa indispensable para el éxito de su lucha por una sociedad mejor. seguridad en el trabajo y en aquéllas en aumento reguladoras de la formacién profesional y de ls rolaciones laboraes de las que som vic: timas, sin casi proteccisn alguna, los inmigrantesilegales y los meno: res procodentes do las Sreas sociales mis deprimidas en algunos pafies {el mundo capitalists, PRénsese en la mayor expoviisn las conseeuen= sias de la publicidad fraudulenta de as capas sociales mis desaventaj- fas econsmica y sulturalmente; en la dramética gravedad de sus conse feuoncias en certos casos ite que se producen en la periferi de capi- talisme oxgunizado, por ejemplo en el caso de a publicidad frauduler ta favor de productos comerciales para reckén nacidos (eches) en pafees del tecer mundo, acompatids de verdaderas y auténties cams alas de desinformacién, de ls que son vietimas Indinectas miles de nfl. Pigasese de otra parte en las consecuencias indirectas (destruc- cidn de puestos de trabajo) de ls que son victimas las cases trabaj- ddoras en ol cao de deltas econdmicos ¥ financiers, como la quebra Irandulenta y la exporaciénilfeta de eapitales. Por To que atafe 2 la Aesigualdistribucién de ls chances de resultarvictima de delitas y de Ja proteccién penal y de la seguridad, la desventaja de ls clases sociales ‘nde dsbiles resulta tambisn particlamente dela actual hstorigratia 4e tipo cuantitativo en tema de eriminalided y de justicia penal. Un tjemplo lo proporsiona la reciente verdn italiana de uns cuidado- sa monografia de G, Ruggiero, Petrizi e molfatori. Le vile Venezia nel primo Rinascimento, Bologna, 1982. 43 4, Dos modelos de racionalidad en la teorfa crimino- logica, el modelo tecnocratico y el modelo critico “Racionalidad”, como primer paso para una fun- damentacién tedrica de la politica criminal y de la reforma penal, puede significar dos cosas diversas. Puede significar un criterio tecnolégico y pragma co, como el que expresan los términos “practicabi- lidad” y “eficiencia”, En este caso, estimo, se debe~ rfa hablar mas propiamente de “racionalizacion”, es- to es, de ajustes del sistema, que dejan inalterada su estructura de conjunto, en vista de su mejor funcio- namiento. En este caso, “racionalidad” alude al re- sultado que se persigue. El modelo de ciencia social que corresponde a este concepto de racionalidad es un modelo tecnocrtico. Es éste el modelo de la criminologia tradicional, 0 sea la criminologia etiolégica, que en este sentido ha de considerarse como una ciencia al servicio tanto del derecho como de la politica criminal oficial. ;Qué concepto de racionalidad esté, en cambio, en la base de una estrategia radical de reforma (politica criminal, alternativa) y del modelo de ciencia social que le corresponde?. A diferencia del raciocinio tecnologico, que es sobre todo un punto de partida de la préctica, el raciocinio critico es sobre todo un punto de parti- da de la teorfa. Es esta norma de pensamiento la que guia la construccién cientifica de lo concreto como objetividad, antes de ser norma de la praxis. Pero lo concreto, la realidad social, es cambiante: su logica, esto es, el modelo de racionalidad que nos permite comprenderla no es, pues, la logica estética que res- ponde al principio de no contradiccién, sino la logi- 44 ca dindmica que es la légica de la contradiecion dia- Igctica, Una de las principales conquistas del pensa- miento moderno es ciertamente la de haber formula- do esta légica de la contradiccién como ratio essendi junto con la ratio cognoscendi de la realidad. Tam- bién la teorfa social de Marx y muchas de las mas fe- cundas direcciones del pensamiento historiogrifico y sociolégico contempordneo tienen en esta logica su base. Un modelo eritico de ciencia social y de criminolo- fa que es el fundamento de una politica penal alter nativa, aplica este concepto de racionalidad. Logica de la contradiccién significa, también, interpretar Ia relaci6n entre contrarios como relacién logica, ra- cional, no causal o contingente. {Qué significa esto en nuestro campo?. Supongamos que, por ejemplo, a través de un andlisis realista del sistema penal, se pue- da establecer que principios en é1 considerados como base de su funcionamiento no se revelan destinados a organizar una descripcién cientifica de la estructura, del funcionamiento y de las funciones reales del siste- ma, considerado como uno de los subsistemas que operan dentro de un determinado sistema social (esto se puede afirmar respecto al “principio de igualdad”, al “principio del interés social” y a los otros princi- pios en toro a los cuales es posible reconstruir la imagen que de s{ mismo tiende a producir el siste- ma) (33). Si llegamos a la conclusién de que los prin- cipios estructurales y funcionales necesarios para or- ganizar cient{ficamente el conocimiento de este sub- sistema son opuestos a aquellos declarados, entonces, (G3) Chr. A. Barat, Ciminologia exten e erica del diritto penate, op. cit. 45 partiendo de un concepto dialéctico de racionalidad, rechazaremos que esta contradiccién entre los prin- cipios declarados y el funcionamiento real del siste- ma sea un caso fortuito, un desajuste de su realiza- cién imperfecta como todas las obras humanas. No consideraremos la imagen ideal que el sistema propo- ne de si mismo solo como un error de parte de los, operadores y del pablico, sino mds bien le atribuire- mos el status de una ideologia. Esta ideologia resulta un elemento integrante del objeto de un andlisis cien- tifico del sistema penal, El funcionamiento del siste~ ma no se realiza no obstante, sino a través de esta contradiccién. Esta es un elemento importante, como otros elementos del sistema, para asegurar la realiza- cidn de las funciones que aquél tiene en el seno de la estructura social en su conjunto, El elemento ideol6gico no es contingente, sino que es inherente a la estructura y al modo de comportarse del sistema penal, al igual que, més en general, es inherente a la estructura y al funcionamiento del de- recho abstracto moderno. El modo de intervencién juridica en las relaciones de produccién y en las rela~ ciones sociales en la moderna sociedad capitalista (el derecho igual) es ideol6gica: el funcionamiento del derecho no sirve, en cambio, para generar igualdad, sino para producir y mantener desigualdad. No por ello atin aquella forma es menos real que estas funcio- nes. Sin el elemento ideolbgico, esta contradiccion entre forma y contenido, el derecho no podria reali- zar su auténtica funcién en el sistema social y su exis: tencia seria continuamente puesta en peligro por una crisis de legitimidad. Para el sistema punitivo la ideologia, de la que son 46 expresion sus principios oficialmente declarados, tie- ne una funcién correlativa a aquella que pose el siste- ‘ma penal respecto del sistema social en su conjunto, Solamente produciendo y manteniendo una imagen ideal del propio funcionamiento y de las propias fun- ciones el subsistema penal puede mantenerse y repro- ducitse, asegurarse el necesario grado de consenso por parte de los operadores y del piiblico y evitar las, consecuencias de la crisis de legitimacion que constan- temente lo amenaza, Est asegurado de este modo también el mantenimiento de su especifica funcién en las confrontaciones de la realidad social. En un anilisis histérico y sociolégico, basado en el método del pensamiento critico, el sistema penal se presenta como uno de los mecanismos principales de conservacién y reproduccién de la realidad social. Su efecto general no es de propulsién o de transfor macién; ello contribuye a asegurar, reproducir y tam- bién legitimar (una funcién, esta tiltima, esencial para el mecanismo de reproduccién de la realidad social) las relaciones de desigualdad que caracterizan a nues- tra sociedad, en particular la escala social vertical, 0 sea la diversa distribucién de recursos y poder, que es la consecuencia visible del modo de produccién capi- talista En contraste con los principios (declarados) de la igualdad y de la defensa del interés social, el funciona- miento real del sistema se revela netamente selectivo,, tanto por lo que se refiere al reclutamiento de la pro- pia clientela, como por lo que atafe a la proteccién otorgada a ciertos intereses socialmente relevantes en el ambito de situaciones ofensivas a las que aquella proteccién esté limitada. En contraste con el princi 47 pio de la resocializacién, la cércel —esto es, el instru- mento que caracteriza todo el sistema penal en nues tra sociedad— se muestra como un instrumento insti- tucional esencial de conservacién, administracion y produceién de marginacién social El distinto concepto de racionalidad explica la dé- ferencia entre la perspectiva de reforma propia del modelo reformista de la racionalizacion y aquella propia del modelo de la transformacién radical y de Ja superacién (34). La raz6n tecnolégica encuentra un Limite natural en el modo en el que ella puede contribuir a resolver las contradicciones del sistema: considerando como irracional la contradiceién entre efectos queridos y efectos no queridos del sistema, ella esta solo en condiciones de estudiar los segundos desde el punto de vista de los primeros y por ello per- manece en el interior de la ideologia penal. Ella opera solamente sobre aquellas contradicciones del sistema que parecen resolubles en el seno del sistema mismo, Hevando la ideologia penal a niveles més avanzados y “humanitarios” y buscando mejorar ¢ integrar lo itil de la politica criminal actual. La raz6n critica descubre la racionalidad funcional de las contradicciones del sistema, no las considera resolubles en el dmbito del sistema a través de progre- sos ideolégicos y mejoras técnicas. Asumiendo la ideologia jurfdica como objeto de conocimiento, ge- nera una perspectiva de politica criminal que se colo- ca fuera de ella. Y por ello ésta no es una perspectiva de racionalizacién, sino una perspectiva racional de superacion del sistema. 64) Che ultra, nota 55, 48 5. Criminologia tradicional y criminologfa critica en la politica del control social: racionalizacién o trans- formacién del sistema punitivo en interés de las clases inferiores A estas dos diversas perspectivas de politica crimi- nal y a los dos diferentes conceptos de pensamiento que ellas implican, corresponden dos modelos diver- sos de ciencia social y de criminologfa. La criminolo- gfa tradicional, que adoptando el paradigma etiol6gi- co se presenta como la ciencia de las causas de la eri- minalidad, es la clisica base de toda politica criminal de tipo reformista. Ella es tnicamente capaz de con- trolar el funcionamiento del sistema, esto es, la efica- cia de los medios de los que éste se sirve para lograr as particulares finalidades dectaradas, 0 bien para proponer instrumentos mejores. Estudiando la cri- minalidad como aquello que el sistema penal declara combatir, y no en cambio el modo en que éste defi ne aquélla, la criminologia tradicional opera como una instancia del sistema, no como una teoria cient/- fica acerca de él Su contribucién a ta racionalizacion del sistema es también y sobre todo una contribucién a su legitima- cién, En cambio, colocando el propio saber causal (la teorfa de las causas de la criminalidad) y su saber tee- nol6gico (teorfa de las medidas penales y alternativas) al servicio de la finalidad declarada del sistema, la criminologfa tradicional acredita desde el punto de vista de la ciencia una imagen del sistema marcada por aquella finalidad (35). (5) Cf. M. Pavatini, Inroduzione @.. le criminologia, Firenze, 1981; L. Aniyar de Castro, Conocimlento y orden social: Criminologia 49 La criminologia tradicional etioldgica, también en sus versiones mas actualizadas (a través de Ia teoria multifactorial”) (36), tiene por su naturaleza una funcién inmediata y directamente auxiliar respecto al sistema penal existente y a la politica criminal oficial. Su conjunto de relaciones y su horizonte de actuacién le resulta casi siempre impuesto por el siste- ma penal existente. Aquélla por ello esté obligada a tomar prestado de éste las definiciones del propio objeto de investigacién: 1a “criminalidad” en cuanto definida por las normas y las estadisticas, los “erimi- nales” en cuanto individuos seleccionados y estigma- tizados (Jas cosas de este modo disponibles para la observacién clinica) a través de la institucién carce- faria, La criminologfa critica adopta una posicién radi- calmente diversa con la prictica, respecto a la crimi- nologia tradicional. En el caso de la criminologta tra- dicional el sistema positive y la praxis oficial son los destinatarios, los usufructuarios de su saber, el prin cipe de los cuales esté lamado a ser el consejero de aquélla, Para la criminologia critica el sistema posit vo y la praxis oficial son ante todo el objeto de su estudio. La relacién con el sistema es critica; su tarea inmediata no consiste en suministrar tecetas de poli tica criminal, sino examinar de modo cientifico la génesis, la estructura, los mecanismos de seleccién, las funciones realmente ejercitadas, los costes econd- micos y sociales de ello, de valorar de forma libre de como leptimacion y criminologa de la liberacin, Maracaibo, 1981 ‘A Barta, rinologaertcaecritce del dirtto penal, op. cit (G6) Pat cisoos ejemplos de este enfogue cf, F, Fern, Sociologia criminale, 39 04, Torino, 1982; S. Glueck, E. Glueck, Delinguent in the Making. Paths to Prevention, New York, 1982. 50 prejuicios el tipo de respuesta que ello est en situa- cién de ofrecer y ofrece efectivamente a problemas sociales reales. Aquélla se pone al servicio de una construccién alternativa o antagonista (37) de los pro- blemas sociales ligados a comportamientos socialmen- te negativos. Es natural que, partiendo de estos presupuestos, la criminologia critica no puede desempefiar siempre la inmediata funcién reformadora de la criminologia tradicional. Su influencia sobre una transformacién del sistema penal podria plasmarse a corto plazo solo bajo dos condiciones: La primera es que una transfor- macién de las relaciones de hegemonia permitiese em- prender una reforma del sistema penal en la cual el in- terés de las clases subalternas pudiese resultar real- mente determinante. La segunda es que el retraso his- tOrico, que todavia leva la cultura oficial de la iz- quierda y el movimiento obrero dependientes de la cultura y de Ia ideologia burguesas en el modo de construir y resolver los problemas sociales ligados a la “criminalidad”, fuese superado a través del desarro- lio de una conciencia y de una cultura alternativa de las clases dependientes y a través de una politica aut6- noma y antagonista del movimiento obrero en el sec~ tor del control social. Si no se verifican estas condi- ciones la influencia de la criminologia critica sobre el proyecto de alternativas puede ser solo una influencia indirecta, que se produce solo a medio y largo plazo. Pero ello no es un punto débil, sino la fuerza de la criminologfa critica en Ia perspectiva de una reforma. Si no se quiere medir el valor prictico de la teorfa en (7) Che. ula, en este pagrafo y en el siguiente 31 funcién de la contribucién tecnocrdtica a la realiza- cién de los instrumentos institucionales y se asigna en cambio a aquélla el objetivo de preparar una transfor- macion radical del sistema penal, 0 sea una politica criminal alternativa que no se reduzca a politica penal (38), se deberd convenir que la contribucion que la criminologia critica aporta a tal reforma, a través del andlisis critico del sistema y la reconstruccién de los problemas sociales, es no menos importante, a medio y largo plazo, aun cuando no sean recetas de inmedia- ta aplis Considero también que, en la medida en que Ia cri- minologia eritica persiga sin compromisos su propia funcién cientifica y politica, su contribucion esté destinada a ejercer un papel importante, que el legis- lador y las instancias institucionales ya desde ahora ‘no pueden ignorar. Por ello debe ser también evitado por parte del movimiento cientifico y politico por una reforma radical toda actitud sectaria, de contra- posicién global al estado y al “poder”, como si el es- tado y el poder fuesen por ley natural monopolio de tos movimientos tradicionales 0 conservadores. La criminologia critica y el movimiento por la reforma || deben al contrario defenderse sin compromi- sos de las tentativas de destegitimacién de las que a veces son consideradas banderas, y afirmar el verdade- ro papel legitimo a todos los niveles institucionales, cientificos, administrativos y politicos en los que con- G8) Para esta distineién entre los conceptos de “politic criminal” yy “politica penal” cfr. F, Bricola, “Politica enminale e politica penale allordine pubblico (a proposita della legge 22 mageio 1978, n. 152)", ‘La questione criminale I, n. 2, 1975, pp. 221 ss; A. Baratta, "Crim nologia estica c politica penaie altemativa", Le questione criminal, k,n. 3,197, pp. 339 (P. 354). 52 curren paralelamente el derecho y otras direcciones del pensamiento (39), E| presupuesto del que parte la criminologia etio- légica, en su funcién auxiliar y legitimadora respecto al sistema penal y ala politica criminal oficial, es que existe un dmbito natural de comportamientos y de sujetos que tienen una cualidad que los distingue de todos los demés comportamientos y de todos los de- més sujetos: este dmbito natural serfa la “criminali- dad”, Siendo la criminalidad un ente ontolégico se~ ria posible buscar sus causas y poner la ciencia de las, causas al servicio de la prictica que debe combatirla. Esta manera de considerar la criminalidad esta de tal modo asentada en el sentir general que una concep- cin que se aparte de ella se arriesga a ser considerada como una renuncia a combatir situaciones y acciones socialmente negativas. Utilizando el paradigma de la reaccién social y considerando por ello la criminali- dad no como una cualidad natural de comportamien- tos y de sujetos sino como una cualidad a ellos atri- buida a través de procesos de definicién levados a cabo por las instancias oficiales o por la gente, Ia cri- minologia critica parece desafiar, mas que nada, el sentido comin. Pero también es esto, como en tantos otros casos, la contradiccién entre teorfa y sentido comin es solo aparente. Quien confunde estos dos ni- veles de razonamiento termina a menudo por atribuir erroneamente a la teorfa consecuencias que aparente- mente la convierten en absurda en el plano del senti- do comin, No es extrafo encontrar, en los estudios 9) Che. A. Baratta, G. Smaus, “Comments on the paper of M, Brusten and L. Outre", Working Peper in European Criminology, 2, 1981, European Group for the Study of Deviance and Social Control, 53 de las teorfas que adoptan el paradigma de la reac- cién social, este tipo de criticas. Estas se recogen en volubles argumentaciones que pueden ser asi resu- midas: 1.— Quien sostiene que la cualidad criminal de ciertas acciones y de ciertos individuos es el resultado de procesos de definicién, sostiene que la criminali- dad_ no existe (y que no existen problemas sociales y conflictos que sean el referente material de esta no- cién). 2.— Quien sostiene que, dado el cardcter atributivo y por lo tanto relativo de las definiciones de criminali- dad, no es posible construir un razonamiento cientifi- co sobre las causas de la criminalidad, como si ella fuese una realidad natural, sostiene que la criminali- dad (0 sea los problemas sociales y los conflictos que sean el referente material de esta nocién) no tiene causas, 3.— Quien sostiene las dos tesis procedentes, exclu- ye que se puedan combatir la criminalidad y sus cau- sas, y excluye, en particular, una politica criminal preventiva (y por lo tanto excluye la oportunidad de las intervenciones institucionales y sociales sobre los problemas y conflictos que “objetivamente” existen en la sociedad). Es facil comprender que tales criticas, basadas en el sentido comin y en un discurso cientifico que no se arriesga a traspasarlo, se pierden en el vacio. Si se conviene permanecer en el plano del sentido comin y se usa el lenguaje correspondiente, “combatir la ‘criminalidad y sus causas” continda siendo una for mulaci6n valida, Ante una argumentacion que se de- 54 senvolviese en este plano yo no tendria argumentos, para refutarla (40). Pero un discurso cientifico sobre la cuestién criminal nace cuando las definiciones de criminalidad del sentido comtin, asi como las defin ciones legales de criminalidad, no son tan solo el pun- to de partida, sino que se convierten en el objeto de la argumentacién misma. Lo mismo resulta vilido, més, en general para las definiciones de desviacién. Y bien, este salto cuslitativo que lleva el discurso mis alld de las definiciones positivas y del sentido comin de cri- minalidad y desviacién, y por lo tanto también del campo de referencia conceptual al que esté ligado el sistema existente del control social, es lo que caracte- riza la criminologfa critica en comparacién a la cri minologia tradicional, Su capacidad de elaborar una argumentacién cientifica distinta y mas amplia que aquella de la criminologfa tradicional depende, au que no solamente, del trinsito del paradigma etiol6- ico al paradigma de la reacciéa social 6. El problema de la definicién de la negatividad so- cial. El principio del antagonismo de clase y de la au- tonomia en la construccién de los problemas sociales y de las respuestas institucionales Situarse desde la perspectiva de una criminologia que acepta este cambio de paradigma no significa ne- (40) ¥ no me he apartado de ells siempre que por exigdncias de sim pilifleaién, 0 sea al teenviar a sedos expecificas [a tematizacién de aspectos corespondiontes de los problemas alrontadas, he hecho 0, fn el contexto de argumentacionescientificas, de términos y noctones Gel sentido comin, Se tata de una prictica normal en todo discursa cientitico no totalmente formalizado. 55 gar la existencia “objetiva”’ de situaciones y acciones socialmente negativas. Serias dificultades teéricas, que también en una discusi6n en el seno del “realis- mo” marxista no encuentran soluciones univocas, surgen no obstante cuando se quiere dar un significa- do preciso al concepto de objetividad aqui traido a colacion. Afirmar la existencia “objetiva” de situa~ cciones o acciones socialmente negativas es una opera cién que puede incardinarse en el mas general proceso a través del cual son definidos y construidos los pro- blemas sociales con vistas a una posible respuesta, ins- titucional 0 no, frente a ellos. Puesto que considero excluido, a la luz de los desarrollos de la moderna epistemologia, un retorno a una nocidn naturalista 0 jusnaturalista de objetividad, querria amar la aten- cién acerca de una hipétesis diversa (en la que conti no trabajando en el presente), que se apoye en el uso, combinado de construcciones tedricas obtenidas en tres diferentes campos de investigacién: a) una teorfa de la construccién de los problemas sociales (41); b) una teorfa de las necesidades (42); c) una teorfa de la “comunicacion libre del poder” (43) GD Para una primera ovientai6n cft. RK. Merton, Social Theory ‘and Social Stricture, Gleneoe, 1957 (IID, pp. 19 ss. H. Becker (a car fg0 de), Social Problems. A Modern Approach, New York, 1966; R.K. Merton, R.A. Nisbet (a cargo de), Contemporary Social Problems, 32 ed, New York, 1971; KO. Hondrich (a eatgo de), Menstiiche Bedirfusse und Soziale Steuerung, Hamburg, 1975; M. Spector, J Kitsuse, Constructing Sacil Problems, Menlo Park (Cal), 1976; FW. Stallbetg, "Konstitutionsbedingungen sozialen Probleme: Hinweis zu Analysen tind Diskussionen”, Kviminalsoziologiscke Bibliogrsphi, VL, 1979, pp. 1 sj J. Mattes (@ cargo de), LeBenswelt und soziale Probleme. Verhandlungen des 20. Deutschen Sociologentages 20 Bremen, 1980, Frankfurt/M., New York, 1980. (42) Para una orientacién historcsta en la teoria de las necesids des, en el Ambito de un razonamiento de inspracin marnista alterna 56 Si se usa el término “negatividad social” para aque- Ila situaciones y aquellos comportamientos que puc~ den considerarse como negaciones o represiones de necesidades reales, y se entienden como “necesidades reales” la posibilidad de existir y de expandir la pro- pia existencia de los individuos en funcién del desa- rrollo de la capacidad de produccion material y cul- tural en una determinada sociedad, entonces se po- dré tomar en consideracién, como “objetiva”, una construccién de los problemas sociales en cuanto re- sultado de una “comunicacién libre del poder” en- tre los portadores de estas necesidades. Semejante construccién de los problemas sociales es una construccién alternativa o antagonista (con arreglo al nivel de conflictividad que caracteriza una sociedad) respecto @ las definiciones oficiales y a aquéllas del sentido comin. Podrfamos considerar las definiciones oficiales y aquéllas del sentido comin como el resultado de una comunicacién ideolégica, entendida como una comunicacién funcional para la reproduccién de las relaciones de poder existentes. La contraposici6n entre una “‘comunicacién libre del poder” y una “comunicacién ideoldgica” es el resultado de una polarizacién entre dos “tipos idea- les” (en el sentido weberiano), esto es entre dos no- tive con sespecto al “antropologimmo” dela ctada interpretacon de ‘A. Heller, ef 1 Pclonl, "Teor del valore © toni det bisogno” in Marx: filosofia morale 0 critica delTeconomia politica”, Giomale critco della flosofa italiana, LVI (LIX), n. 3/4, 1978, pp. 375 ss ora una critica de la tcoria de las necesidades de A. Heller cf. G. Barat, “Forma giuridica contenuto sociale: consderazioni in tema i Tabeling approach’, Dei det e delle pene, 2, 1984, pp. 258 ., 43) Sobre este concepto eft. J. Habermas, Sirukrursandel der Gffentchkeit, FrankfuryM., 1975, Theorle und Praxis: Sociatpht Losophische Studien, 4 ed, Frankturt)M., 1978, pp. 228. 37 ciones simplificadas de comunicacion que, en estado puro, no es posible encontrar en la realidad. Esta po- larizacién corresponde a la existente entre las nocio- nes, igualmente simplificadas, de clases dependientes y clases dominantes en la sociedad. La situacion des ventajosa de los individuos pertenecientes a la primera respecto a los pertenecientes a la segunda es manteni da a través del poder institucional y el derecho, y per- manece gculta a través de la comunicacién ideolégica en la que los individuos pertenecientes a las clases do- minadas son implicados a causa de la hegemonfa cul tural de las clases dominantes. En este sentido “co- municacién libre del poder” indica no una realidad de hecho, sino més bien un principio de emancipacion y de autonomfa que guia, en el Ambito de las clases, subalternas, los procesos de comunicacién entre los portadores de necesidades a través de las cuales se desarrolla la conciencia y la accién politica de estas clases con vista a una transformacién de las relaciones de hegemonia en la sociedad. Partiendo de una construccién antagonista de los problemas sociales, la cuestion de admitir 0 rechazar tuna bisqueda de las causas de fa criminalidad y de combatir estas causas no es ya, como sucede a nivel del sentido coman, una cuesti6n terminol6gica, sino que es una cuestién més coinpleja, en base a cuya solucién se mide la capacidad de una teorfa de los problemas sociales, y en particular de una nueva 1 ‘minologia, de situarse en el examen del propio objeto desde un punto de vista emancipatorio, o sea desde el punto de vista de los intereses de las clases domina- das. En fin, construcciones antagonistas son aquellas que adoptan en la definicién de los problemas a resol 58 ver y en la elaboracién de respuestas alternativas es- te punto de vista, Tales construcciones estarin enton- ces enfrentadas con las ideoldgicas, en las que los pro- blemas sociales son construidos, por el contrario, en funcién de la reproduccién de las relaciones sociales de poder existentes. Entonces, “criminalidad” y “des viacién” no sefialan ambitos naturales, sino 4mbitos culturales, en el sentido de que resultan de procesos, de definicién que se desarrollan en el seno del meca- nismo ideolégico con el cual se realiza la reproduc- cién de la realidad social. No es posible entonces, desde la perspectiva epistemoldgica —como se ha visto— proponer una investigacién de las causas (y una politica apta para combatirlas) de los compor tamientos definidos con las expresiones “criminali- dad” y “desviacién”, sin aceptar al mismo tiempo estas definiciones y acreditar en consecuencia los mecanismos de comunicacion y de poder a que ellas, corresponden. Quien contesta, sobre la base de un anilisis historiogréfico y sociolégico del sistema penal existente que su principal funcién real coin- cide con la funcién declarada de combatir la crimi- nalidad, e identifica en cambio la funcién real del sistema como la reproduccién de las relaciones so- ciales de desigualdad y de subordinacién, no puede en la actualidad aceptar el participar en una cons- truccién ideolégica de los problemas sociales desde la éptica del sistema penal, y del sentido comin que a él es complementario. EI sistema penal, en cambio, utilizando las nocio- nes de criminalidad y de pena como puntos naturales de referencia, tiende a reducir de modo fragmentario y artificioso la identificacién de las éreas de negativi- 39 dad social y de las necesidades individuales y comuni tarias que pueden justificar 0 postular una interven- cidn institucional (44), EI hecho de que estas nociones se sumerjan en las raices més primitivas ¢ irracionales de la psique social no justifiea que su empleo sea aceptado como natural por una construccién “racional” de los problemas so- ciales y del sistema del control social. Al contrario, el detetioro que estos dos tradicionales términos de la cuestién criminal han experimentado al servicio secu- lar del poder deberia al menos sugerir una gran caute- la respecto a la posibilidad de ponerlos al servicio de una construccién antagonista de los problemas socia- les o de una articulacién autonoma de las necesidades y de los intereses de las clases subalternas. No es un mero vuelco de la fuerza y de la direc~ cién de impacto del proceso de criminalizacin de ciertas dreas de situaciones probleméticas y conflicti- vas hacia otras lo que puede constituir el criterio guia del movimiento de las clases subalternas en una sociedad de transicién. La historia del socialismo “real” muestra que el uso inflacionario de las defi- niciones de desviacion y de criminalidad no es com- patible con la realizacién del ideal de una sociedad de individuos libres ¢ iguales, bajo cuya bandera el proletariado habia ido a tomar el Palacio de Invierno, El principio cardinal de una politica criminal alterna- tiva no es la criminalizacién alternativa, sino la des- Ga) Git en este sentido H. Steinert, “Geselschaftiche Konfikte im Spiegel von Justiz und Medien”, en R, Wasserman (a cargo de), Justis und Medien, Neuwied, Darmstadt, 1980, pp. 78 ss. (p. 82) ¥ las conclusiones de un reciente trabajo, A. Dal Lago, La produione delle devianca, Teoria sociale e meccanismi di controlo, Milano, 1981 ‘Véanse también las consideraciones realizadas supra, parsgrafos 1 y 2 60 criminalizaci6n, la mds dréstica reducci6n posible del sistema penal Esto no significa, conviene reafirmarlo, prescindir de los problemas sociales “objetivos”, sino una fuerte relativizacién del “momento penal” o “correccional” en su construccién, Una construccién antagonista de ellos en consideracién de intervenciones instituciona- les y comunitarias mas adecuadas a las necesidades y a los intereses relevantes en una sociedad de transi cidn. Entre la idea de una dréstica reduccién del sis- tema penal, y de todo el sistema de control social, y el “catecismo de la no interferencia” (45), 0 el princi- pio de la “radical no intervenci6n” (46) existe, como se ha visto, una gran distancia. Conviene afadir que la perspectiva aqui delineada de una construccién anta- gonista de los problemas sociales, que evita un excesi- yamente amplio uso de las definiciones de criminali- dad y de las definiciones negativas de desviacién, no tiene nada que ver con una concepcién de la desvi cién como enteramente positiva, como la que habfa caracterizado Ia actitud romdntica frente a la desvi cién en Ios inicios de la “nueva criminologia” ingle sa (47), Ni tiene nada que ver con una actitud de z00- fila “simpatia” por los desviados, desmitificada de una vez por todas por Gouldner (48), que a menudo GH) Chr. 5. Young, “Working-Class Criminology”, en I. Taylor, P Walton, J. Young 4 cargo de), Critica! Criminology, London, Boston, 1975, (46) Cit. E, Schur, Radical Nor-hnervention, Rethinking the De Lnquency Probiem, Englewood Clits (8.1), 1978. (47) Ctr. 1. Taylor, P. Walton, J. Young, The New Criminology. Fora Social Theory of Deviance, London, 1973. (48) Chr. AW. Gouldner, “The Sociologist as Partisan: Sociology and the Welfre State", The American Sociologist, Il, 1968, pp. 37 ss. ase también J. Young, “The Zookeepers of Devisney”, Clalit, v,1970. 61 acompaiia a la que ha sido definida como una “crimi nologia de los underdogs” (49) (porque se dirige ex- clusivamente a las subculturas desviadas propias de las minorias socialmente dependientes y marginadas). La perspectiva de reforma radical que procede de una criminologia critica es distinta de la racionaliza- cién del sistema: Ella parte del conocimiento de los mecanismos selectivos y de las funciones reales del sistema que estén ligadas a esta desigual distribucién; arranca, como bien ha expresado E. Resta (50), del “conocimiento de la desigualdad”, Desigualdad no significa solamente desigual distr bucién de los status de criminal entre los individuos. En el campo de la tutela de los “bienes juridicos”, aquélla se traduce en un aislamiento extremadamente parcial y fragmentario de muy limitados ambitos de ‘ofensa y de situaciones de ofensa de intereses 0 valo- res relevantes: se trata de un mecanismo bastante su- til de concreci6n del “bien juridico” tutelado penal- mente, en el que concurren todas las instancias ope- rantes en los varios niveles o segmentos del sistema penal, desde el legislador hasta los drganos de verifi- (49) Clr. AW, Gouldnet, The Coming Crisis Western Seciviogy New York, 1970. En la intezpretacin de mi tess acctea del principio de la misima tolerancia para la desvacién postiva (ofr. A. Barats, “Ctiminologia critica e politica penale altemativ, op. cit. pp. 355 5), Marinucel utiliza el método de la libre axcizcion con teorias fas cuales no me remito ni en la Teta ni en I sustanca, La posi sostenida por mi no tiene nada que ver con el catecimo de la no in terferencia ni con “el aplastamiento en un yago consepto de desvisr tin de las formas mis graves ¥- mis levs de comportamiento anti social”: Clr. G, Marinucei, “L'abbandono del codice Rocco: tra ry Segnazione ¢ utopia", La questione eriminale, VIL 2, 1981, pp. 297 ss (80) Cir. E, Resta, "Atteggiamento verso la ediicazione penale”, ‘La questionecriminale, VI, n.1, 1981, pp. 139 s.(p. 143). 62 cacién judicial, Alli concurren también el hombre de la calle y los mass media. Desigualdad significa, en este caso, respuesta desigual a situaciones negativas y problemas sociales homogéneos. Este cardcter desigual (fragmentario) de la tutela penal es a me- nudo justificado en base a la mayor o menor idonei- dad de las situaciones de ofensa para ser objeto de la intervencién penal. Esta justificacién es un cfrcu- lo vicioso. En realidad, argumentando de este modo, la intervenci6n penal y sus caracterfsticas técnico- juridicas, consolidadas en la tradiccién y en la practi ca, son consideradas como datos naturales que corres- ponden a ambitos naturales de relevancia penal de los problemas Debe reconocerse por otra parte que el modo de operar fragmentario del derecho penal en la defini- cin de ambitos circunscritos de relevancia en el seno. de la més extensa drea de problemas sociales homo- géneos deriva a menudo de un limite estructural del instrumento penal: pero este limite no depende de la estructura natural de los problemas. Estos son suscep- tibles, por el contrario, de construcciones diversas y alternativas, de las que puede derivarse una estructura interpretativa_y una respuesta institucional 0 social independientemente de la éptica penal. También una politica ctiminal alternativa encuentra estos limites insalvables del instrumento penal en su capacidad para proteger intereses relevantes. Modificaciones también significativas, pero siempre circunscritas, en el ambito efectivo de tutela, son po- sibles y también augurables en el marco de tal po! ca. Especialmente en épocas de tensiones y de tran- sicién, que desestabilizan los reales equilibrios de 63 poder, como la que Italia esté atravesando, existen continuos ejemplos de tales ajustes, que frecuente- mente prescinden de Ia intervencion del legislador y se realizan a otros niveles del sistema. En una poli- tica criminal alternativa, no obstante, el momento penal no puede desempefiar mas que un papel rela- tivo y en ciertos casos “provisional”, Por ello, mien- tras una tal politica puede indudablemente realizar la propuesta de orientar la concrecién de eventuales nuevos dmbitos de tutela penal para una amplia re- construccion de los valores y de los intereses consti- tucionalmente relevantes (51), no seria superfluo alejarse de las tentaciones de una traduccion panpe- nalfstica de los valores constitucionales. Respecto @ ellos la tutela penal no puede desempenar una fun- cién generalmente propulsora (y en este sentido con- viene rechazar, considero, la concepcion denominada metodoldgica del bien juridico (52) ), sino solamente asegurar una parcial defensa en ambitos limitados y circunscritos de situaciones ofensivas. El derecho pe- nal, en suma, puede contribuir, pero solo muy relat vamente a la afirmacién y a la realizacion de estos va- lores (53), Gi) Gi. F. Bicol, “Considerazioni introduttive, en “ll codice ‘Rocco cinqvantanni dope" ", Le questione criminal, Vil, n. 1, 1981, pp. 7s. (pp. 268). (52) ht. G. Bettiol, Ditto penale, Padova, 1976. Acerca del acsatollo histrico de tales concepciones y sus implicaciones ideol pleas eft. P. Sina, Die Dogmengeschichte des srafechtlchen Besrffs ‘Rechisgut", Basel, 1962, p. 75; A. Baratta, Psitvimo siuridico € twienza del divtto penale. Aspett! teorieie ideologici dello svtuppo della scienza penalitica tedexca dallInzio dl secolo al 1933, Milano, 1966, pp. 675. (63) La teosia estigmatizadora, también Uamada “Teoria expresiva™ 9 *teorta declarativa” (declaratory theory) (eft B. Deli, The Enforce ‘ment of Morals, London, 1965; M.D. Walker, “Morality and the Cimi- 64 La relativizacién del momento penal como técnica de construcci6n y de resolucién de problemas sociales significa sobre todo su integracion en una mas com- pleja perspectiva extrapenal de reconstruccién de los problemas con vista a una respuesta adecuada y orgé- nica frente a ellos; ella implica, como bien ha visto Marinucci (54), la consideracion, ademés de las even- tuales indicaciones, también de las contre-indicacio- nes, de los efectos nocivos y de los costes sociales de la pena, valorados a través de un serio control empiri- co de efectividad. A la exigencia de una politica de nal Law", The Howard Journal, XI, 1964, pp. 209 ss.) de la pena en- tendida como instrumento do afirmacién de los valores ha sido ante- lormente expuesta por F. Bricola en su informe introductorio sobre el digo Rocco, eft. F. Bricola, “Considerazion’ introduttive™, op. cit Aguila presenta en mi opinién diversis dficultades que en parte se ‘erivan de los limites de la tutela penal de los valores. Para un amplio ‘examen eritico de este teoria véate sobre todo H.L.A. Hart, Punishment and Responsebility. Essays in the Philosophy of Law, Oxford, 1968, p. 170'ss, Afadité,limiténdome por ahora a este ico aspecto de tna discusin que solo en otro mbito podré sealizarse de manera ade- cnadn a fa importancia de las tess en cusatién, que entre Ia teorfa de la foncién estigmatizadora de la pena entendida como instrumento

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