Sei sulla pagina 1di 32
de la historia Be Ce eed Pe eae are = Se se me | ( | ih é” Latina eee elletle Ld tL D i) wae Ree ecco Te) OE enor Ce ORS Pere eere ea eer Rneetcs ered propio pueblo, ni para un determinado Brean Reece un) serous Meanie? eee mks etre conic ece mes Ca eee mi yee ea Ty Cec tee Wittens Cen keer ric siftiacién histérica y humana bien Pec ae ane dar cyenta del significado, de la Cie cee meen eeu a) Pree eee a So roe mcr) Pee eco ae} Cerra eat cman) ‘ética”, una “politica”. una eee acre ae eee eee eee cree weer ane momento de Ia investigacién pero se Cree i cre ire mine) Pienaar ect ae reese ere Per ae ee ees een aay ee eee nuts Pea See en eae) Tee Cn Re eau Olea Mecca Lum Re oe tei! Tee ee Pee ea Ws a Peranteau Ricca eee eet ue ote em eae’ CoC Sie ies esis ie ee CCR) Seog OMe Ce ec eee CN ee eee er Cores Se on ro Mata cre els Peon eau oT eae ean CN) Cones arc Rou eeceNewC ear] eau IC transforman en un simbolo det Dea ccc Cie eeoeeunts) eon Saeco a aces es cise ieee) Ceci Rcnet eis Peet enero eeeiees a Race Ica Ce eu Re ec trabajo y la comprension, en un Peer Coad Peas N usa fencers Ree weno Cee Cee Wea ccd Ce ney ee ee eee ee Ure ern} ornare acta econ) eMC cee ed eS Cm Cee es Paar ree a acy ea eee ea ey Pera re eT eee ea mee ot one ieee ir Pa ee eee) sea ee eee Pe een Pr peer Ree iene ee eee el er maruee ha Pore ecu) ecu ean! aca eae Bein COR Lae eer Poetic et GMa marin fof ale ars ere merars eee etn ey Cee Sere eo EI siglo XIX: La revolucion industrial (*) Freud, Van Gogh, Leén Xill, Ford, Tolstoi, Bismark. cu eur Cee CeCe emer Ror Mee) oer ee eee Peer reer Peri ree om rey esr log alleres graficos de Sebastién de Perera cy eaten Ce or oe eo en Atenas, hijo del escultor Sofvonis- y do Fenarcta, de la tsibu Antiquida demos de Alopequé, mis o menos aiios después de la denota del ejér lo persa en Platea; dos afos antes Esqui- Tabia representado los Persas. El padre Thombre que gor) de cierta considera en su demos: Ia madre, como el nom- To indica, debia de ser de buena fa- ‘parece que tenia la costumbre de sus amigas en sus partos. S6- que no era pobre, pertenecié. a Ia ‘media: su trabajo no le procuré. ga- pero debia de tener alguna renta mente adnminstrada por su ari- si todavia a los 46 alos pros- “servicio militar como “hoplita’, munido Tazmadura completa. Fue educado co- fades los jévenes de su época: gimnis- amisica, poesia. Se dice que al co- zo practi el arte de su padre. S 9 nada sabemos de su vida en este Es la Gpoca de Pericles. Parece ‘tayo contacto con Parménides y Zenén Blea, que conocié a Anaxégoras (euyo por cierto ley6), al fisico Arquelao es (se ha sostenido que durante “cierto periodo éste dirigié Ia escuela ge en Atenas); se narra que tuvo trato con Aspasia; que tuvo contacto sacerdotes y sacerdotisas; que se inte- 60 las mis diversas ciencias; que tuvo ‘eon Gorgias (estuvo en Atenas) #7), con Protigoras (fue amigo de 'y por encargo suyo preparé la le- Sim de Turfios, fundada en 444; es- fen Atenas alreviedor de 443, de nue- 482, en 431 y en 411), con Pridlico muchas veces en Atenas) a ‘en Ia campaiia de Potidea en cali- Boplita Durante una batalla (432), ‘cual parie del ejército ateniense se sOcrales Francesco Adorno porté siempre con extrema moderacién, sea por la manera en que soportaba Ins inco- modidades y el frfo, 0 por el modo en que se controlalia en lus situaciones de peligro, Yy que voces permanecia pensativo e in. movil en su meditaeién durante horas y horas 428 aC. Volvié 2 Atenas, donde retomé su habi tual actividad y los dilogos que solia man- tener. 424 a, De nuevo en guerra, combatié valientemen- te en Delion durante a retirada del ejér- ito atenense ante los boocios, y en esa ‘oportunidad logré salvar a Laques. 422 aC. Combatié en Anfipolis, 421 aC. Volvié ‘a Atenas donde permanecié hasta su muerte. Se eas6 mas 0 menos en esta época_con Jantipa, de Ia cual tuvo tres hijos, Lamprocles, Sofroniseo y Menéxeno. 406-405 aC. Miembro del consejo de los Quinientos, En 406 formabu parto del comité de los pritanos, Atenas habfa ganado entonces Ja batalla naval de las Arginusas, La view toria le costé 25 naves y 2.000 hombres. Jos generales vietoriosos fueron sin embar- 0 acusados de no haber tratado de sal- var a Ibs soldados que quedaron en ef mat Durante el proceso los generales presentes cstaben logrando diseulparse individusl- mente, Pero el pueblo, fuertemente afeo- tado, queria que se juzgara a los acusados antes de que los respectivos. testimonios Ibiesen aclarado la posieién de eada uno de ellos. Las apaturias (fiestas jonieas de Jas familias) reencendieron. los sentizien- tos adversos del pueblo: se solicité que los ‘genersles fueran Juzgados todos bajo un solo cargo. El procedimiento era ilegal, pero la pritenfa, ante Ia eual se presenté la propuesta, cedié a iz voluntad del puc- blo y los generales fueron condenados. Sé- 1o Sécrates se opuso. 404 ac. Se opuso a la voluntad de Critias, jefe de los Treinta tiranos, que Ie ordenaba ames tar a Leoncio de Salamina. Critias pro- mulgé luego una ley por la eual se prohi Dia ensefiar el arte de In discusion A rafz de la acusacién piiblica eserita y presentada por Meleto y apoyada por Ani to y por Lioén, fue procesado por no 1e- conocer a los dioses del Estado, introducie rmuevas divinidades y corromper a la ju ventud. El tribunal, compuesto por 500 cludadanos, Jo condené a muerte por una mayoria de 140 yotos. La sentencia no fue cjecutada de inmediato: el dia antes del inicio habfa partido la nave sagrada para las fiestas Delis y no podia ocurrir nin guna cjecucion antes de que éstaregre- sara de Delos. La nave retorné alrededor de un mes después. Llegado el dia, a Ia puesta del sol, y Iuego de haberse despe- ido de Jantipa y de sus hijos, bebi6 la cicuta ante sus amigos que loraban, 1. Retrato Nacional de Séerates Alinazi} Népoles, Museo El “problema” Sécrates ‘La figura de Sécrates sigue siendo para osotros un problema; yun proble sin pareceria, sin esperanza de Es cosa cierta que esta personalidad ba iercido un enorme influjo en € mundo wntigua. Un historiador modemo (F. Me yer) pudo decir con plena eonvieeién que cl Ingar especial que ocapa en Ia historia de la humanidad Ia maciéin eriega To debe, en iltimo andlisis, a Sécrates. Esta afir- macién puede parccer exagersda; pero n0 es posible negar que eontiene mucho de verdad, Ni se puede eliminar Ia impresién de encontrarse ante un petsonaje de ex- tisordinarias proporciones, uno de aquellos que no vivieron sélo para si époce y para su propio pueblo, nf para un detenninado sido, sino que conservarin su importa ia mientras haya hombres ..Sélo que el Sicrates histérieo se aleja hoy de nosotros munca. Aunque Ia literatura s0- bre Séerates sea pavorosamente amplis, ho es mucha Ia luz que ha aportado. Tonumerables retratos de Séerates fueron disefados a Jo largo de los anos por dec tos e indoctos, competentes e incompeten- tus, pero ninguno ha resuelto el problema, Y¥ continiian repitiéndose Jas tentativas in- ggnuas de obtener el Sécrates genuino in oducionda en le tradiciin histérica los ropios pensamientos, sentimicntos e idea- les. Hoy sonreimos ante las anticuadas ropresentacionos de S6erates creadas por Gpocas pasadas: ante €l Sécrates ilumin‘s- tico de Mendelsshon, imaginado como un filésofo popular de eonvicciones mod damente defstas, noble y virtuoso Slén- tropo que terminé siendo vietima de sna esvergonzada liga de teblogos hipéeritas de Dios; ante el Sécrates de los kantianos, erftico que eam su dialéetica y su moral fue el edueador filoséfico de Kant; ante el Sécrates de Tos toménticos, aquel sofiador resecionario, el rmistico embebido de fe religiosa, al cual la Provindeneia encargé de preparar a Tos octos para Cristo; y el mismo Sécrates de Hegel, esencialmente racionalistay subje- tivista, en cuya Filosofia, se produjo defi- nitivanente Tn ruptura con la antigua fe, con las costumbres y Ta moral inmediatas de los antepasados, nos resulta uma cons- érica insostenible. Pero des- pués, hemos legado mas alld en esta cues- 1iénP... Si queremos ser sineeros, debe mos reconocer que frente al problema fan- damental de a inmensa efieacia histérica de Séerates, de la grandeza de este home bre maravilloso en Ia. historia universal, ‘ontinuamos marchando a tientas en Ia os- exidad, Ya cada nuova tentativa que re- alizamos para aproximar un poco més a nosotros esta personalidad, so romueva la impresién de que no puede ser ése el hom- bre que ha influido en forma tan pro- funda y duradera:” Estas son palabras eseritas por Meyer en 1915. Sin duda, con gran eficacia y ex: traordinaria pericia fillégica logré presen- far la figura de Séerates despojindola de consirucciones filosofieas a posteriori, re- uciéndola, dentro do las fuentes posibles y verificables (criticamente valoradas), a ‘ima dimensién histériea que le es propia, fen una tentativa fundada de captar el sig- nificado del hombre y su puesto en la his- foria, para concluir, en el fondo, que “la “Esofia’ a la cual Sécrates dedicd su pro: pia vida no es metafisica, dogmitica 0 es Spica, ni Wgica, étiea 0 retérica; en sus fancia, no es ciencia, y menos am cien- fia ‘popular’. Es bisqueda de vida ética personal” Y ademis “no quiero dejar de amar Is atencién ain sobre un panto que Jos Historiadores, que hacen de Sécrates ‘an “filésofo” y busean en él doctrinas filo- séficas, pasan demasiado ficilmente por sito: el hecho de que no escribié nada, Si Sécrates hubiese tenido verdaderamente el propésito de producir y discutir teorias Scientifics, tan s6lo de incitar a inves figaciones cientifias, el camino que sigulé seria el menos conveniente que hubiese ypodido elegi.” Moyer, valoradas todas las fuentes, extrac dde ellas Ia figura de Socrates, de un hom: Dre que acta en su tiempo, que habria Gado una conciencia étiea al hombre, de Jo cual deriva su problemética y su efica- tia social de significado universal, sobre todo por Ia repercusién que tuvo en la obra de Platén, El magistral ensayo de Meyer Fue cl paso obligndo de todos aquellos que Tuogo trataron de reconstruir la figura de Serates, desde Taylor a Stenzel y a Ban- Sy en l debi apoyarse también quien sostuvo una vez mis que Sécrates es, al fin de cuentas, un mito que se formé des pués de Séerates, una leyenda que asumid, Gesde el principio, aspoctos diversos, se- ‘Zin la posicién, Ia’ problomitica y la'épo ‘ex, pero siempre en periodos de crisis; y se llegé a decir que Séorates ni siquiera ‘existi5, cuando no se To considerd dirocta- ‘mente, siempre en 6pocas de crisis, inde ‘pendientemente de las reconstrucciones his- Airieas, como un simbolo, el simbolo del filosolar entendido como conciencia extica de si, lograda en una reflexién cotidiana sobre Tas propias experiencias de la vida y fe una apertura que refleja la inguietud del hombre y su més profunda exigencia {Gin Ia cual el hombre no es hombre) de ‘bo actuar nunc al scaso, sino de hacerlo ppensando, discurriendo, de aclararse a si ‘mismo Tas propias ideas, es decir, de tener “eas, ave nacen, justamente, a través de fal discursic y pensar. No al azar, sino todo Jo contrario, se ha dicho en una de las ‘mis recientes monografias sobre Séerates (Sauvage): “En 399 (aio de la muerte de Séerates) ya ha terminado el més brillante Siglo politico, econdmico y artistico de. Ate- fuss. Pero apenas ha comenzado el siglo Glesifico mix brillante de Grecia... El Séerates pensamicnto Hlorece sobre las ruinas de la hhegemonia y de la independencia helénica. Explicarlo con una relacién de causa a efec: to es un poco simplista. gResulta acaso asombroso que 1a filosofia sea més bien es- ‘timnlada que cohibida por la decadencia, ‘cuando son justamente lag cosas inacepta- bles las que abren el camino a la concie ia reflexiva? ¥ la filosofia no es nada mis que a conclencia reflexiva de la huma- nidad” Sélo que también esta altima afirmacién nos refiere una vez mis al punto del cual partia Meyer: “La figuia de Sécrates si- gue siendo para nosotros un problema, tanto que pareceria imposible reconstruit 2 un Sécrates con todos los Séemates que diseipulos ponen en oscena, sin hablar de ‘sus adversarios” (Sauvage). Y sin embar- 0, parece que son justamente los Socrates ¥ no un Sécrates, los Sécrates de los inme- Giatos “no discipulos” de él —en realidad no los tuvo en sentido escolar, ni tuvo nnimea una esouela— los que pueden en: caminaros para rastrear las muchas acti- tudes con que viene presentindose Sdcrates. “Yo, ademés hace exclamar Platin a S6- crates en la Apologia, ne he sido nunca maestro de ninguno: sélo que si al bablar © atender a la que es mi funcién, alguien ‘me quiere ait, joven o viejo, munca me he negado: tampoco es cierto que yo hable ‘cuando obtengo ventaja de ello y que sino 1g obtengo no hable; més ain, estoy igual: mente a disposicién del pobre y del rico, de cualquiera que dese interrozarne y quiera oir lo que contesto. Ademds si al guno, a causa de estos encuentros, llega 2 ser hombre de bien 0 no, no serla justo {que reeayese sobre mi Ta responsabilidad de ello, puesta que no he prometido a nadie enseiiarle ni he ensefiado manea una octrina; y si alggnion sostione que ha apren- dido u ida de mi en privado algo que rnp hayan aprendido u oido todos los demis, podéis estar seguros de que éste no dice Jn verdad” (Ap., 83 a-b). Las “semillas” socritiens, “La mayéutien” Las “semillas” que él arrojé ("tarea mu- cho més bella la que uno realiza cuando, sirviéndose del arte dialéctico, toma a un alma adaptada, planta y siembra en ella ‘con ciencia discursos que son capaces de ayudarse a si mismos ya quien los ha plantado y que no son infructiferos, sino que tienen en sf gérmenes de donde bro tan otros discursos plantados en otras per- sonas, diseursos capaces de prodncir esos cfectos de manera incesante y de hacer feliz a quien posee el don de ellos, en Ja medida en que el hombre puede serlo” Platén, Fedro, 276 ¢ - 277, a), y que fructificaron en eada uno segiin lo que ca~ da 1mo era, haciendo de modo que cada Juno pensase eon su propia cabeza, cada uno dentro de una situacién histériea y humana bien precisa y de una ciudad bien deter- i rminada, Atenas; tales “semillas”, justamen- te, pueden dar cuenta del significado, de Ja eficacia y de la problemitica suscitada por Séerates. Si bien es cierto que éste no tuvo una determinada filosofia (pero el equivoco es nuestro, porque sin una pers- pectiva histériea efectiva creemos que po- demos encontrar una “filosofia” o bien ona “no filosofia” en Sderates, dando a la pa~ Jabra “Filosofia” una sola acepeién), es también cierto, coma resulta de todas ls fuentes y como se podria reconstruir re cortando de éste © aquel testimonio, que Tnubo una “Iouica” socritica, una “ética” soeritica, una “politica” socritica, una “re torien” soerdtica (no una “filosofia” de So~ crates), que van tomando diverso aspecto segin los interlocutores, la situacion, el momento de la investigacién, pero se orien- tan todas hacia ol tinico propésito de Sé- ‘erates: educarie a si mismo y a los demis para ser hombres, onda uno en su época y fen su ciudad. Séerates no eseribid nada, pero discutié mucho con todos, ricos y pobres (silo ‘euando le parecian adeeuados), en su clu dad y, segin la concordaneia de los testi- ‘monios, en particular desde un determi- nado momento: desde el comienzo de la guerra del Peloponeso en adelante —tenia més de cusrenta afios—, en una situaelén drumitica para el hombre de Atenas, Sélo tenemos entonees de él los frutos de su siembra, las gufas con que ha modificado ‘en sentides miltiples el mundo humano en ‘que vivid: tenemos a Platén, pero también ‘a Antistenes y a Aristipo; tenemos en prin- cipio —euando todavia Platén y los otros ‘eran nifios— a Aristéfanes, quizé el mis conseiente, en su reaceién y en Ta polémica, de la revolucién que ropresentaba Séera- ‘es; pero también, bastante més tarde, te- nemos a Jenofonte y, aunque sea indirec~ tamente, a Aristételes, Sin duda, desde Aristéfanes a Platén, Jenofonte, Esquines de Esfeto, Antistenes, Aristipo y Aristételes, ‘encontramos interpretaciones del significado de Ta personalidad y de la ensefianza de Séerates: cada uno present su Sécrates (aque sin doda fue un verdadero Sécrates) y quiz justamente en esto reside el ca- icter de “socriticas” de tales pensadores, fen ese hecho de haber nacido con aynda de Séerates, distintos de él, justamente porque é1 los ayudé a ser ellos mismos. “Amigo mio... no has ofdo decir que yo soy hijo de una partera, muy capaz y for- rida, que so Tama Fenareta?... a¥ que pactico el mismo arte? Pues sabe ta que cs justamonte asi... Abora bien, mf arte de mayéutico es en todo semojante al de las parteras, pero difiere de é porque ayuda a dar a luz a hombres y no @ mu- jeres, y atiende a las almas generadoras ¥ no a los euerpos. No sélo eso, sino que el significado mis importante de ese arte ‘que poseo es que logo por su intermedio, tncni on ie mer, aga ‘mente del joven da a luz fantasias y men- ras, 0 cosas vitales y verdaderas. Y pre- samente oso es lo que tengo en comin ‘eon las parteras: también yo soy estérl, ‘estézil en sabiduria; y el reproche que ya ‘muchos me hicieron cuando dicen que in- terrogo « los otres pero no manifiesto nun- cca mi pensamiento acerea de ninguna cosa, ‘es un reproche muy justo, Y ésta os la ‘causa, que el dios mo obliga a hacer de ppartero, poro me ha vedado engendrar. Yo mismo, por lo tanto, no soy en abso Tuto sabio, ni se ha engendrado en mf ningin deseubrimiento que sen fruto de mi alma. En cambio, aquéllos que entran fen relacién conmigo, aunque desde el co- mienzo algunos de ellos se revelen como absolutamente iguorantes, todos sigen vi viendo en intima zelacién conmigo, siem- pre que el dios se lo permita, progresan maravillosamente, segiin ellos mismos y los ‘otras lo consideran, Yes evidente que de mi no ban aprendido nunca nada, sino que ellos mismos, por si mismos, han en- contrado y engendrado muchas y hermosa cosas. Bs cierto, en cambio, que la causa de su parto somos el dios y yo... (Platon, Teeteto, 149 , 150 a-d). Bajo este aspecto, en realidad, Séorates ha representado verdaderamente a la filosofia, ¥y sélo remontindose, en Ia medida de To posible, a sus frudas inmedistos por un Jado y, por otro, a una situacién histérica Dien particular y precisa, se puedo inten- tar roevocar el significado de la_persona- Jidad de Séerates en aquel perfodo y, por cllo mismo, eaptar en In preblemética por 1 suscitada de diversas maneras, los as- ppeetos por los cuales constituye tn punto Forzaso de toque cn el plano de la historia del pensamiento occidental. Sin duda, jus- tamente por esto, apenas se intenta pre- tisar en tal dineecién cualemier reconstruc- ‘ién sistematica de su filosofia en sentido historieo, 1 huye una vez mis con su sonrisa, y su posicién se pierde en nebur losas exaltaciones retdniens. Séerates y su época De tados modos, en Ia tentativa de re~ deseubrie no una teorls, sino a un hombre ‘eoncreto y viviente en una conciencia siem- pre despierta de la propia responsabilidad frente a si mismo y a sus concludadanos, fen afios graves para la historia de una clu- dad, a im hombre dispuesto, cada vez, 2 aclararse a si mismo ante si mismo y ante Tos otros, sin indulgencias, con valentia civiea y haciendo don de si mismo, y por cllo siempre en situacién de criss y de oscilacién, parece que se mantionen firmes Algunos puntos. En primer lugar que Sé- crates, deliberadamente, no eseribié nada; ‘en segundo Iugar, que su accién y su modo de hacer pensar (su “politien”) no tuvie- ron el valor de un mensaje abstracto y universal (sacerdotal y profétieo), sino que se precisaron siempre dentro de tm ambien: te bien delimitado y particular y no se dirigieron a la humanidad sino a cfertos hombres, de una determinada cultura, en el dmbito de Ia vida politica de una deter- minada ciudad; en tercor Ingar, que den- tro de este ambito él traté de hacer ruzonar a Ia gente, de hacer asumir « cada uno us proplas responsabilidades mediante el “examen”, en una polémica, si se quiere, contra un cierto tipo de cultura y de poli ica on funcién de otra cultura y otra po- litiea; en cunrto lugar, que su proceso y su muerte fueron datos de hecho que originaron, en uno u otro aspecto, el re planteo de su funcién y su significado, Se ha dicho que “le muerte del maestro provocé, durinte un cierto periodo, la dis- persién de un puiado de disefpalos espan- tados..; Sin duda, algunos afios después Jas cosas cambiaron, y el escrito eon el nal e] sofista Policrates justificaba la con- dena de 399, llegé a suscitar una polémica; Jos diseipulos y_simpatizantes ya habian recuperado Ia seguridad y la palabra. Co- rnocemos muy bien estos retornos de la opinién, pera eso no impide que Atenss hhaya deseonoeido por campleto el profundo aleanee de su veredicto. Es curioso obser- yar que aun para un historiador como Jenofonte, Ia condena de Sécrates es un ‘acontecimiento personal de importancia afectiva. No la inserta en a historia que scribe, y apenas recuerda el nombre del filésofo; en los Memorables, que son una arenga de rehabilitacién, un libro de re cuerdos expuestos con una técnica conven- ional, el historiador justamente se: muestra Jo menos historiador posible. La (nica alu- sién a Ta importaneia del hecho soerético 5 esta afirmaciin de trivial retbrica: “Sé- crates ha dado a les ojos del mundo mucho ‘mis lustre a muestra Reptiblica que el que io Lieas a Ta de los espartanos’” (Sau vage). Si esto es en parte cierto en el caso de Jenofonte, no lo es en cambio en et de Platén, Platén que, segiin su propia con- fesion, subraya que se vio levade 2 filo- sofar en funcién de la vida politica, refle- ‘xionando justamente sobre la muerte de Sécrates, en realidad est totalmente in- ‘merso en la historia. La suya fue una tenta- tiva de cobrar conelencia, por una parte, de teudles fueron Ios acontecimientos y Tas con- ccepeiones que determinaron Ja situacién del mundo griego de su tiempo, y por otra, ‘aunque sca en una interpretnelén totalmen- te suya, de cudl fue, en los afios en que maduté Ja crisis de Ia civilizaci6n griega, Ja funcién que en ella tuvioron el diseurso soeritico, el mensaje y la muerte misma de Séerates. Por otro lado, surgida en tempos més antiguos, al comienzo de Ia actividad de Sécrates, bastante significativa en su reaccién y en su conservadorismo, es Ja polémica de Aristéfanes, quien se io cuenta elaramente del peso politico que tuo, en una eivilizacién que habia ega- do a In esclerosis, la ensefianza de Sécrates, 4 tan irritante para Jos bien ponsantes y para el Estado constituido de la conservadora Atenas (las Nubes de Aristofanes son del ano 423; los primeros dislogos de Platén so remontan al periodo posterior a la muer- te de Séerates). Sin duda, entonces, el significado de S6- crates debe rastrenrse dentro de los limites do Ja situacién cultural de Atenas entre 450 y 430, os decir, durante la época de Pericles y ln crisis que se expres en el obate entre la vieja generacién y los hom- bbres nuevos por la que atravesS Atenas durante el periodo de la guerma del Pelo- poneso, precisamente hasta 399; aunque sea cierto, como subraya Kitto, que la muerte do Séerates no debe sor “sentimentalizada”, no obstante hay que explicarla dentro de Jos témminos de la democracia ateniense rostamada y ya torminada. Ha habido un “caso Séerates", pero ello fue luego, cuan- do con Platén por una parte, con Antistenes y Polierates por otra, se fue haciendo cada ‘vez mis consciente el fin de una civiliza~ cién. Mas en aquel momento, en el tiempo del proceso y de la condena —segin se hha puesto en evidencia— la restauracién de Ta democracia parecio poner “fin a abu 408 que por si enormidad misma resultaban cast anodinos, mientras subsistian las ma- nifestaciones de un mal més antiguo, més profundo, mis sutil: Ia sclerosis de la conciencia piblics. Ya que las colectivi= dades en desgracia tienen que poner a alguien en Ta ploota y necesitan un chivo cemisario, Séorates aparecia como un pre~ estinado” (Sauvage). Dos son entonces los términos de confron- tacién que pueden servimos para tratar de captar Ia figura de Sécrates dentro del mbito de Ia historia cultural y politica de Atenas: las Nubes de Aristéfanes y al- ‘gunos diélogos de Platéin. Por otto Indo, fen cambio, sobre toda en Jo que respecta fa clertas actitudes, a determinadas tomas de posicién, independientemente del S6- ‘omtes moralista y predicador que resulta del eonjunto —y que se parece demasiado a quel buen’ oficial retirado que fre Jeno- fonte—, nos sirven los Memorables de Je- nnofonte, (donde deben eliminarse los raszos {que éste reproduce tomindolos de Platin}; ¥y también nos sirven, dentro de los limi- tes de Io posible, la légica de Antistenes ¥y algunas téenieas propias de la segunda sofistiea, como también los testimonios de ‘Aristételes sobre el significado de la deft! icin, que para 61 habia constituido, den- to del dmbito de la vida prictica, el rsgo sobresaliente de Sécrates. En realidad, el “caso Séerates”, Jo absié justamente Aristéfanes, y e3 seguro que su presentacién de un Sécrates holguzin, plo y corruptor, atrapado por las técni de los sofistas y por extrafias y_reyolucio- natlas concepeiones fisicas, peligrosisimo para Ia “democritica Atenas", ha tenido algin peso sobre el futuro veredicto que i“ veinticuatro ais después condend # muer- tw a Socrates. No es una casualidad que en Ia Apologia de Séerates, reconstruceisn ‘segura —dentro de los términos de la inter- ppretacién platénica— del diseurso que real mente Séerates pronuncié ante los. jueces come autodefensa, Platén escribe: “He aqui la acusacién: Sécrates es culpable y pler- de el tiempo investigando la que esti bajo tierra y To que se encuentra en el cielo, haciendo que los razonamientos mis débi les resulten los mis fuertes y ensesiando todo 30 a los demés. Tal es més o menos, mismo en la comedia de Aristéfanes, un Socrates que anda por el aire, que se glo- ria de caminar por las nubes’y va propa Jando muchas otras tonterias, de las cuales yo no sé nada, ni mucho” ni poco. Y no hablo asi por despreeia de tal ciencia, si es que alguno lz poseyern... (Ap, 18, x0). : Las Nubes son del aiio 423. Sterates rirg en 899. Platén y los ottos eseribirin acerca de Sderates después de sa muerte, En 423 Platén y Jenofonte eran nitios, Pericles murié en 499. La guerra del Peloponeso estaba en un momento bastante srave. Sécrates habla sobrepasado os 45 ‘sfos y debia de ser ya un personaje: un hombre por lo menos bastante popular en Atenas (sino Aristéfanes no lo habria to- mado como blanco, no habria hecho de él el profesor “nubarrones”, el holgazin se- gin el juicio de le gente comin, a la cual, como se sabe, iba dirigida la “comedia”); y sin duda era ya entonces un “irritante” fastidio para las personas “de bien”, un comuptor de los jvenes hijos de la timo: rata y cristalizada domoeracia de la Ate- nas surgida de la guerra persa, y por ello mismo, un peligroso agitador de los hijos del pueblo, Aristfanes, en su conser dorismo, politiamente todo lo mezqui ‘que se quiera, pero sin duda agudo, no ha tomado por casualidad a Séerates como ersonaje tipico a quien herlr, al propo- nnerse condenar las innovaciones ocurridas fen Atenas, graves y perturbadoras para las personas vinculadas con los viejos va lores religiosos y politicos, y, sobre todo, inttiles, no pricticas para el éxito de Atenas ‘misma, Al poner en el centro a Séerates, Aristéfanes ha individualizado claramente al hombre verdaderamente revolucionario més bien que seeuaz, intérprete de la cr sis provocada en Atenas por los jénicos (por Ios fisicos) y por los sofistes, en sv tentativa de dar una conciencia eritica (e9 decir, de ensefiar a pensar) a sus coneiuda: danos, a quien tuviese Ia capacidad para hacerlo (cualquiera que fuera) 0 a quien cerefa rogir los destinos del pais. Naturalmente en este punto, para enfen: demos, debemos utilizar medidas y pard- metros bastante diversos de los que util zamnos hoy para comprender teorlas y situa- ciones politicas. Un historiador moderna hha dicho con razin que la mayoria de las ‘veces €s necesario modificar términos y categorias, pero que no siempre la modi- ficacién 3 suficiente y que, mis atin, a menudo deben descartarse tales categorias: por ejemplo, la palabra demacracia no tenta antes de las guerras persas un significado distinto; no existia (W. G. Forest, The origins of greek democracy, Oxford, 1966, . 103). En realidad no existen eategorlas pliticas, sociales. y filosiffeas: se forman do distinta manera en tiempos y situaciones diversas. Después de las guerras persas so cristalizé en Atenas una cierta concepcién ppolitico-teoldgica (euyo arco de formacién ¥ completamiento va de Soléa a Esquilo); pero con Pericles y hasta que estalla la guerra del Peloponeso, a través de teorias y posiciones que llegan a Atenas desde el exterior (por un lado, Jas tesls propias de los fisicos j6nicos, particalarmente de Ana- xigoras, y por otto lado, en un plano extre madamente desprejulciado, las eonchusiones aberrantes que 2 partir de las concepeiones eledticas y heracliteas obtuvieron otros hi hiles téenicos del diseurso y de Ta relacién Jhumana, los sofistas) se delinea claramente la crisis de aquolla primera teoria politica y la formacién lenta y oscilante de un ‘modo totalmente distinto de entender, Ia inveneién de una nueva forma de conce- Dir y de pensar y, por ello mismo, de vivir y de convivir en una ciudad que, ligada ‘8 su pasado, miré por cierto con gran pre- ccupacién estas concepciones extranjeras que destruian valores y acuerdos fatigosa- mente logrados. Dentro de estos mites, cconsciente de lo “nuevo”, se inserta la voz de Séerates, que tiende a hacer también conscientes de Ia nueva problemética y de la nueva responsabilidad a sus conciu- dadanos atenienses, dando lugar, con Tas “semillas” que arrojaba, a modos diversos de explicar la vida politiea como “filoso- fia", y por To tanto, a su vez, como capa cidad de saber discurrir, es decir, pensar, fen una consciente aceptacién de ciertas premises. Y ser particularmente Platén quien, dentro de estos limites, trataré de delinear, enmarcando en precisas situacio- nes surgidas de aquellos fluidos debates, cconcepciones y situaclones histéricas, una lerta teoria politica que formula, si se quiere. una filosofia de la historia, consi erando por un Iedo Ia funeién que tu vieron, en Ia estructuracién de las nuevas cconcepciones, los eleatas, los eracliteos_y los fisicos j6nicos y, por otro lado, Gor- gins, Pitdzoras y Prédico y, en medio de llos, la funcién que tavo en Atenas Sé- crates (sin que interesen ahora cules pue- dan haber sido las conelusiones y el destino de les palabras de Platén mismo, que quie- en ser, a veces, una respuesta a Tas situa- ciones de hecho creadas después de 899, fruto para 61 de las concepeiones y de la ppolitiea que se habie formado desde el co- mienzo de la guerra del Peloponeso) EI ambiente cultural Hemos creido oportune wn cn la formacién de ideas y reflexiones Hiticas y en el surgimiento de i siones y debates, ubicdndoles dentro Ambito histérico y subrayando el del ingreso a Atenas, con Pericles, de cepciones extrafias a la ciudad y que, cllo, provocaron alli una particular mitica; fue justamente dentro de tal biente donde se fue formando Séerates, se hizo intérprete de esa problemétiea. que, segiin parece, Ig referencia a tal ccién hace que resulten esclarecedores testimonio_y Ia polémica de Arist que aun comprueta datos de hecho y, tarde, el testimonio de Platén que, cambio, trata de interpretarlos en sit nies cambiadas y dramiticas, por medio tun analisis tendiente a establecer endl de ser un tipo de vida politi. al hacer precisamente de Sécrates un fista y un naturalista (y es evidente piensa en Anaxdgoras) clara bien ‘qué punto 1 oonsidersba peligrosisima ra Ta vieja Atenas de Maratén y do mina tanto las concepeiones ¥y experimentales de los fisicos jénieos qua, ‘con Anaxigoras, dejaban de Indo ajenas ¥ superiores razones divinas, como la insi= tencia de otros técnicos y expertos —téont cos y expertos de la palabra (Ios sofistas)— en el hecho de que el mundo de los hombres y la constitucién de las relaciones Jhumanas se deben a Ia accién misma de éstos, son una conquista humana y no se flejan drdenes dadas y queridas por Jos dioses 0 por la razin de ser del todo, de la cual nada nos es dado saber cientifi. camente. La posicién de Anaxégoras (j6nico que vivi6 una parte de su vida en Atenas, = relacién con Pericles), las tesis de Zenta de Elea (que estuvo, segtin parece, una vez en Atenas) quo llevaban en su fase ‘extrema y dialéctica a Ia impensabilidad de lo Uno de Parménides, y la posicién de iertos sofistas coma Gorgias, Protigoras (© Prédico (todos Jos cuales pasaron por Atenas), que relegaban la cuestion del Ser, y por diversos caminos se consagraban al estudio de los modos en que es posible constituir por medio de la palabra e] mun- do de los hombres, provocaron cada vez mis en Atenas la crisis de una cierta eon- ccepcién del todo, fruto de una sabia dis- tribucién, de un sorteo deltherado de Tas partes, debido a los dioses, manifestacién de un suprema ley diving. Y debié da sonar por cierto como impla la exprestén de Anaxégoras, quien dijo que el sol y Ia Inna no eran divinidades sino piedas y tierra, y que el trabajo del fisico es de caricter humilde y slo puede proceder por vis de experiencias e hipétesis, en Teconstrucciones que por oferto no levan al descubrimiento de una suprema Verdad, aceptadla, en todo caso, como dogma o Sécrates 13) EP Buitlarid a Dpjot:" 6} pérteo! do” Tas. arenilnses “CH: At sehiple de" Apote, (39. ‘on ot fod, el Resoro de fos ttenionses (3) (Mlalvsi) En le nigina, 8: J. Apo. Hseultiura.de,la escuela de. Anos. 0, da. Sici6n, (mediados deh, siglo, Va.G2, Paris, Museo del Loyere {Alinari) por pura supersticién para poder fundar sobre clla un cierto tipo de condueta poli- ica, Anaxigoras, nacido en Clazomene, iudad jéniea de la costa de Asia Menor, entre el afio 500 y el 495, legs a Atenas alrededor del 462, permanecié all. treinta aos, y legs a ser amigo y maestro de Pericks. Si bien esté fuera de duda qua ‘en €poca posterior se for} en forma unk Iateral hacia el deal del filésofo contem- plativo y absorto en puras visiones To. que fue el intento cientifico-racionalisia de Ana xigoras, también es cierto que entre sut ccontemporénens de Atenas fe fustamente ese intento To que parecié revolucionario y peligrosisimo en el plano religiso-politen, Anaxigoras no se ocupé de politiea direc: tamente, inclusive por el hecho de que era um extranjero, pero sus tesis, el modo de presentar los problemas y la investiga idn, induefan a pensar de ott manera ¥; por To tanto, bajo este aspecto se com- pprende que Ios atenienses conservadores, os que vefan con malos ojos la actividad politica de Pericles, dosprejuciada y die- til, se fayan dado cuenta de que Anaxi goras era peligroso, de quem ciencia conduefa macho més allé de la vieja Atenas. Pericles defendié a Anaxdgoras com todas sus fuerzas, pero no pudo impedir que el srupo de los conservadores Tograse inten- far contra él un proceso por “impiedad” (por haber negado los dioses y por baber fntroducido teorlas impias sobre Tk natu- zaleza de los fendmenos celestes). Pericles Togré que no condenaran a muerte a Ana- xigoras que, huido de Atenas, se retiré a Lampsaco, en Asia, donde murié alrededor el afio 428, La condena de Anaxigorat fs al indieio claro de la importancia.his- Aérica que tuvo su pensamiento y de la Aetitod que fmplicaban sus investigaciones, con las cuales se legaba a un modo di tinto de concebir las cosas y de pensar, Es por ello evidente el motivo por el cual se dijo, desde entonces, que Anaxdgoras fue un sofista (es deci, “un hombre que posee singulares conocimientos y capacida- es en general y en un dominjo particular”); ¥y es también evidente por qué Pericles y Tos hombres més cereanos a él, en una actitud cultural més madura’y més comres- pondiente a la situaeién, perctbieron en Anaxigoras a un maestro, jstamente on quel mismo periodo en que también. ha- Dbfan productdo impresién en Atenas. Ia palabra de Zenén de Elea y toda la. pro- Blemétiea mieva que imponia tipos de in- dagacién y soluciones que estaban en neto ontraste con Is coneepeiones de Ia vieja emoeracia ateniense, delineando un fotalmento distinto de conducta y de re Alexiin politicas, Parece que Zentn de Flea estuvo en Atenas alrededor del afio 452 (quizé con Parménides, que entonces era muy viejo y venerado) y que sus disew siones y aporias, que ponian en duda no slo la posibilidad de los muchos, sino también de lo Uno, conmovieron no poco a sus oyentes atenienses, entre los euales es- fuvo también Sécrates, Si bien el Parmé- nides de Platén es una reconstruceiin de aquellos antiguos coloquios y diseusiones, es también, por cierto, un indice de la problemitiea grave que plantearon las ex. tremas consecuencias de In posicién elestica 4 os j6venes atenienses y, on particular, a ‘Séerates. Hasta donde disponemos de ve- rificncidn histrica, las consecuencias de Ja discusién de Zenén, teniendo presentes iertas posiciones contomporineas a él e inmediatamente posteriores, parecerian po- derse resumir con precisién en los siguien- {es puntos: 1) imposibilidad de redueit la iea_a_términos matemiticos; 2) consi- guiente imposibilidad de pensar y, por Io tanto, de definir el Ser como “totalidad”, y a multiplicidad; 8) conciencia de que toda Feconstruceiéa matemdtiea es vilida en ‘cuanto hipotética, © igualmente hipotética toda reconstruceién fisiea. Llegaban a establecerse posiciones diversas, segin qué aspecto sc profundizaba de In problemé- fica presentada por Zenén. Insistiendo so- bre el continuo se Tlegé a resolver y anular los muchos en el continuo mismo, es de cir, en la infinita unidad (Meliso); 0 se resolvié lo uno en el plano meramente matemético, en el cual lo uno no es inguno de los puntos de Ia serie, ni el par ni el impar, sino la posibilidad do lo uno y de Jo otm, que en Ia oposicién-armonia da Jugar una hipitesis Tonica que explica una hipétesis fisica (Filolao y, mis tarde, Arquitas). © se acepté la hipétesis fisiea del continuo divisible al infinito en infi- nitos puntos, cada uno de los cuales, in- finito, tiene en sf todas las infinitas posi- bilidades, los infinitos gérmenes vitales, por lo cual en cada punto todo esti en todo (Anaxigoras); 0 se construyé la hipétesis de que los jnfinitos puntos, justamente Porque son infinitos y por To tanto excluyen, el paso de uno a otro hasta el infinito, constituyen infinitos limites, de donde de- viva una infinita serie de limites, de indi- visibles ( Ais po dei etn tlt and como Gotdas) rotiadiis y Prbdiee, “i exhortaciones y funeién ‘comprendia-mny ben, cuando éstos propuenaban vn discur~ s0 terreno, por el cual también razondy (en suriego ialéchica;'en’sulprimer’ adepetény-ovdidlo 0): €1 ote; ell disburso lary, no ves en! fect: uirsrazonainietito, porque por’ uma parte*no -s6-disouten “Tis -premisass ys) por tras) deslizindose: sobrevielsiunifieado de: lo térrninos, ‘de iisérta siempre algo cextnie! fy yedesorientadlor efit pfocedor mismo del isiisoy Bn’ tad sentido s6lo‘el-didlogarshace: posible,/-en cada ‘cagoysrazonamientos por nidia do-lés enalesyab:final:eP'mismo:razd> Mami,» s1ee° tly 26 "didlowo"-yspar lo taiito nuhed fj on sbimismoy sido siempre nove)" cadlwei? cipaz déhacernosilis: tintos.9°y “emp vordad ‘onds-overTnoxntros u smismos’, porvio seul nunest se. puede sie ‘una sola vez! quewse:sube) en sentide abe soluto; sino que veada| wen el saber: sussm a través'de la dialéetica :yida juste ubieusién dovkis. premisas}cdeterminanda; enj-cada, caso’ scomiclaridad-aquello de que s¢, habla Y¥ entosioes es-evidente exiqué:sentide no sélo:Arist6fanesiprnedéseusor a, Sécratssitie sor ‘ixénido” o(porquesa:itravés de susafic: clones innpidié:qué lovaferren:yes/nox sll vuncs"charlatén); |sinojiqme,los mismgs sa fistas, internumpidos, on isw,proeeder won argos disqutsosi'en smjuego sobre-los afees tos.ien-sudesplazimmiento-a, través, delos: éiltiples signifidadss de lag:palabras, pues dan-acusatal-maismo Sécrates. do, Sor’ “ini nica’ deeits eapcibsoy imposible de. cone tentars hasta que ellisentso no se.orient a senrdiscutso.censerialves:decin, eo. cada nso partial an preciso llamado al ordesy de‘los mexoé edn el cul dadas.ciertas 09 misasiqnerdeben-diseutirse. clebe desarts5 arse el rtzanamienta smismo,, "Tal ra70n—y rmiento [tab invitaeién & proceden,cientifin caujeitetione .que\servit, or etm parlee fuisiodesalojar las» grandes.» -obstinadas Ainsiones: la engai-Sacilidad, debe, ene ceaminavisatos cottos-andarse-"cnetap dens rafsmos;ay epbriellen':sdarsa cuenta; dein qlaereaile. bneopabde: hacens:y debe Sendo vids querpaa Uemsirsafsurue! para. frasyasa ebconteriéinidel sabety para despojar, gan likierax’deiivetdad'acTodo) esto eviiert ‘temente, aunque no sea “politica” en sen ‘ido directo, es “politica” seria, ya que el Thombee es tal en cuanto es mis do uno, en ‘euunto se consttuye razonando mediante el diglogo, en una modifieacién de si mismo, {que 5 al mismo tempo, modificacin de Jos otros y, por lo tanto, de una sociedad. Bajo este aspecto es justo hablar de una logit” soeritica, on enanto método (que, fen cuanto método, puede sor la misma 16. ‘ca sobre la cual, dadas otras promisas, han de Fundarse Tos Hisicos, y basta pensar en 1 método de Anaxigoras), y al mismo tiempo, de una ensofanza moral de Séera- tes, como invitacién a saber penser, quo fue en aguella época su modo de ser “po- litieo”. Yuna vez mis se delinea con toda clasidad en qué sentido se puede de- Gir que no existe una filosofia de Sécrates, que se_puede ver a Séerates como €l signo del “flosfar", donde va compren- ido también su eélebre “signc”: el demo- rio. No parece entonces que se pueda, ‘como hizo. sugestivamente Taylor, recons. tir decididamente dos Séerates! wn psi ‘mer Séerates, anterior a la guerra del Pelo- Dponeso, fsioo de estricta observancia. (del tipo de Arquelao y de Diégenes, sobre las fnuollas de Anaxagoras), y um segundo Sé- cates que, pasando a través de una grave ‘isis, debida al episodio del oxéeulo de Delfos (c] mis sabio es Séerates, porque sa- bbe que no sabe), es el crates tal cual nos aparece en los diilogos de Platén, en tna maduraciga que lega x la teoria platnica misma de las formas. Parece en cambio dave se puede. hablar més bien de dos momentos de wna sola actitud: wn primer momento de méxima apertura a todas las Cconientes nuevas que conflayen en Atenas, fen un darse cuenta que es, al mismo tiem- po, coneiencia de si aleance cient poles, y un segundo momento, durante Ja guerra del Peloponeso, en el cual se hace eada vez mis viva In fica de una exhortactin al saber como mé- todo y honestided, que si por una parte lleva a Séorates a una ectitud particular mente vuelta hacia Ia vida étiea y de extioa de un certo tipo de “polities”, por ofa Jado To conduce a un esclarecimiento cada vez mis decidido de los modos en que se ebe pensar (cualesquiera quo sean los con- tenides) y, por ello’ mismo, do como la vida politica os cioneia y Blosofia, en un progresivo relegamient no de los métodos del saber matematico y fsie, sino por par- te de él nacido en atzo sector y con otra preparacién— de la fisiea, de la mate- ritica, hasta de Ia teologia, que 4 deja a quienes tengan competencia -y eapacidad par practicarlas {los fiseos, los. matemt cos, aquellos “sacerdotes y sacerdotisas que estin, muy interiorizados” de Tas. coms df vinas”, a los que se alude en el Mendn) Y aquf esté el significado de Séerates tal como aparece ‘a través de Aristéfanes, de Plathn, o de Jenofonte y Arisételes: es de- ‘er, un Sécrates que no dice nada de nuevo y suyo, sino cuya particnlaridad nueva 'y_ suya, consiste en haber dado conciencia critica de una situacién, de la problematica do una época, modificando con ello y par cello todo un modo de pensar, orientando hacia caminos y salidas distintos, segrin el modo en que cada uno, a través de Socrates, fue si misino, dentrd de Ios limites de aquel didlogo y de aquella situacién histériea do Atenas Séerates y Ia politica En el Gorgias de Platén, quo es en el fon- do un elogio de Ia retérica entendida como sieneia del saber razonar, contra otro tipo de retérica, que no es en cambio ciencia ni arte, porque se basa en cl juego de los afectos, Platén hace decir a Sécrates que 41 no es politico y que nunea ha entendido nada de politiea ("Yo, Polo, no estoy he cho para la politica, y el aio pasado, elegido al azar para integrar el consejo de los Qui- nientos, cuando pasé a mi tribu la pritania ye tocd a mi proceder a la votactén, hice reir a la asamblea porque no conocia el procedimiento de las votaciones", 473 0+ 474.a); y esto se entiende, si la politica sige nifica la utilizacion de clertas téenieas pre. cias 0 el arte de sedueir y atraer a las propias tesis no por via de razonamiento sino de, violencia y, por lo tanto, de pre- potencia, permaneciendo con ello en el pla no individual, personal (sea que esto venga de parte del demos y para complacer al demos, 0 venga de parte de un aristdorata); justamente por eso, Ia que se Tama pol ica no es politiea en serio, es decir, arte de constituir una relacién humana razona- ble, una polis, Y no se trata tanto de saber si, por ejemplo es justa Ia tesis de Polo, la de Calicles la do Sécrates-Platén, sino mais Dien que las tesis de Polo y de Calicles son insostenibles, porque se fundan en pre- ‘misas racionalmente contravertibles, mien- tras que la que defiende Sécrates es sos tenible (cualquiera que sea su contenido), porque parte de premisas incontrovertibles y el procedimiento del discurso se desarro- a, a través de-compases breves, sin inser- ciones y desviaciones extrafias, “Estas co- sas, que ya antes, en nuestros razonamien- tos precedentes, ‘nos aparecieron asl, se ‘mantienen juntas y como Tigadas, si la ex- presién no resulta demasiado material, con razones de hierro y de diamante, al me- nos por lo que puedo decir hasta ahora: y si Hino Megas a desquiciar estas razones, 1 otros més poderosos que ti, no es posi Ile sin contradecirse hablar de manera dis- tinta ata mia. Y repito una vez mas: yo tno sé cual es la verdad (Gorgias, 509). ve bien, entonees, por qué en el mismo Gorgias, al final, Platén hace decir a S5- crates exictamente To contrario de antes, 0 sea, que el tinico que en Atenas ha hecho realmente politica es 6, Sderates: “Quieres que te diga por qué espero que me con- 12 dero arte politico, y me parece que hoy soy yy solo quien lo pone en prictica, Ho agus ‘Por qué yo, que nunca hablo pars hacerase grato, que no tengo por finalidad el placer sino el bien, y me rebuso a hacer aquellas hermosas cosas que me a permaneceré mudo en el tribunal. Te xo pito a ti, entonees, Io que decia antes = Polo: me arriesgaré a quo me juzguen Jo haria un grupo de muchachos com médico acusado por wn cacinero, Pil lun poco cémo podria defenderse wn mé dlico que se encontraso en una situaciém semejante, cuando el acusador dijera: “Ma cchachos, cuinto mal os ba hecho tambiga @ vosottos éste; inclusive a Jos mis peque= fios los daiia con el hierro y con el fuego, Tos angustia haciéndolos adelgazar y sof ccindolos, los obliga a tomar amarguisimas bebidas, les hace padecer hambre y sed; ppor cierto no os trata como hacia yo, que para vosotros preparaba variados y sabrosos plates. ¢Qué piensas acaso que podfa de ir un médico que se encontrase en una situacién tan desventajosa? J¥ si dijese Iz verdad?, si dijese: ‘Muchachos, todo lo que hice lo hice por vuestra salud’, ghasta dénde crer que se difundisin los gritos de aquellos jueces? {No armarfan una enorme griteria™ (Gorgias 5214-592). Esto os sélo um ejemplo, pero bastante significative. Yash, en el Hipias mayor, tenemos otra serie de textos muy signifieatives, que calminan em tuna frase que quertia definir la actitud de Socrates, ol cual dice de si mismo a Hipias quo a veces se encuentra entre Ia espada y la pared ante las proguntas de Sécrates, jue To Taman al orden del razonamiento: 'Por Hércules —exclama Hipias~ qué tipo de hombre, Sécrates! No quicres decisme quién es? Indtil —responde Sécrates—: aunque te dijese el nombre, de todos modas tno lo conoces", E Hipias: “Pero ya por esto sé desde ahora que es un ignorantel” "Es sobre todo, Hipias, un hombre que nunca se contenta’ (290d-e). Tal, js tamente, es Sécrates: un hombre que munca se contenta, Es ésta una definieiin. muy importante y que arroja una luz singular sobre toda la presentacién histirieo-interpre= tativa de la figura de Séerates por parte de Phatén, del cual, en efecto, al menos ex ciertos_aspectos, deriva también Jenofonte y el mismo Aristiteles; sobre el Sderates al que todos acusin de ser un irdnico, tonto Jos conservadores tipo Aristéfaes como los sofistas (“jHe aqui —exclama el sofista Tra~ simnaco en la Repdblica de Platén— le far ‘masa y acostumbrada ironia de Sécrates! Y bien, yo lo sabia, mas ain, lo dije antes 2 éstos, que tii no sélo no querrias respon- der, sino que harias ironias e intentarias cualquier camino més bien que responder a las preguntas que se te dirigieran . 10 e6mo podri responder —refuta

Potrebbero piacerti anche