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Etnicidad sin grupos” Rogers Brubaker"* caries of the Rise of Euroy pp. 99-118. ng of North America, Nueva 1. Grupismo del sentido comin uitan Doctrine and University of Cal rura Ec a eae 199: ‘Weisman, Richard Massachuse, We . Iker es profesor de Sociologia, en la Universidad de Angeles (vet 82 No obstante, a pesar de esta aparence centaliad, resulta curioso 4 ‘el concepto de grupo no se haya sometido a escr iio en Los afios recie tes, Es cierto que Ia psicologia social cuenta con una importante lite tura sobre el tema (Hamilton et al, 1998; McGrath, 1984), pero esta tenido escasa resonancia fuera de la subdisciplina, En otras vertientes di bibliografia reciente sobte el concepto de gruy cs exigua, en especial si se la compaa con la inmensa cantidad de lis que abordan conceptos como los de chse, identidad, género, etnicidad multiculturalismo, teméticas que implican el concepto de grupo pero et Tas que tara vez se lo somete a ai concep to en aparieneia exento de problemas, que se da por sentado, como sino Iubiera necesidad de elaborar anslisiso explicaciones particulares, Es as que solemos presuponer, no solo el concepto de grupo, sino también log grupos ls supuestas “cosas del mundo” a que ‘no pretendo zambullirme en una ca IL concepto de grupo. Lejos me propongo abor- dar una consecuencia problemética de esta tendencia a presuponet los grupos en el estudio de la etnicidad, la raza y la pertenencia nacional, yen particular en eles Gtmico, racial y nacional, He ah Io que denomino grupismo: la tendencia a tomar como componen- tes baisicos de la vida social, protagonistas principales de los cu ilictos sociales y unicades fundamentales del andlisis social a grupos discretos, tajantemente diferenciados, homogénecs en su interior y delimitados en su exterior? En el campo de la etnicidad, el nacional » me refiero ala tendencia a tratar gn WS como entidades sustanciales a las cuales es posible atribuir intere- ia, Me refiero ala tens ar esos grupos, cuand se los serbios, los croatas, wanes y los alhanos de la ex ; de los catélicos y los protestantes del norte de Irlanda; de los os y los palestinos de Israel y lo territorios ocupados; de los turcos y téticos, hispanos y pue- wogénvens los en su exterior, incluso actores colecti- ros comunes. Me refiero a la tendencia a repre- cultural como un mosaico policromo formado es © culturales monocromos. rrollo de la teorfa social desde una perspectiva 1 resulta asombrosa, A han cuestionai sas del mundo” reales y sustancia- ntas, como la ethometo- la teoria de redles sociales la teoria lualistas como la eleccién egos. Los enfoques estructuralistas més ios y generales han cedido ante una variedad de posiciones testi s de orientacién “construetivista” que, al menos en el nivel retérico, Jen a ver los grupos como entidades construidas, contingentes y intes. Y una difusa sensibilidad posmodernista pone de relieve lo io, lo effmero y la erosisn de las formas fijas y las fronteras s. Estas iniciativas son dispares, incluso contradictorias en el estilo , Ia orientacién metodoldgica y los cometidos epistemol6- ». La teorfa de redes, con su relacionismo metoxol6gico (y a veces cos, alos enfoques posmodernistas. No obst ivas convergen en su problematizacién de la entidad grupi socavamiento de axiomas que presuponen Ia esta Sin embargo, hasta al ido pa el estudio de las clases sociales, especi fa preguntar: “;y qué tiene de malo?” 5, tratar las Luchas émnicas como luchas de grupos étnicos, y étnico como conflicto entre este tipo de grupos, suena a put omiin. Es cierto que este es el -o al menos un sentido com vve de lo que nos proponemos explicar, no el instrumento con el cual (1996) denomi 8 categorfas 8 y raciales~ sue- izacién y In naturalizacién (Rothbart y Taylor, 1999). Son los vehiculos de lo que 1s” (Smith, 1998, 1989). Desde ya que no White, 1999, p. 803). smos romper con las categorias vernéculas y mn. Necesitamos romper, por ejemplo, con el cual el » etnizado 0 f@ entenderse como ut siste precisamente en reificar grupos. Cuando lo logran, es posible \d —de forma momenténea, pero contundente- la ficcién as, nuestro deber es tratar modo en que el conflicto racial o encuadrada como racial no prec er ulerse como un conflicto entre razas, o el conflicto encuadrac como nacional no necesariamente es un conflicto entre naciones De més est decir que los participantes suelen representar los © flictos étnicos, raciales y nacionales en estos términos grupistas, inclus primorcialistas. Suelen colocar como protagonistas -héroes y martie: de esas luchas a grupos étn nes. Sin embargo, ello ng er real ica del grupo unificadlo. Como an lc explicar cémo ~y bajo qué condiciones— funciona esta préctica de la icacidn, esta poderosa cristalzacién del sentimiento grupal. He ah de las careas quiz mis importantes que atafien a la teoria del con- icto étnico, Por otra parte, deberiamos evitar duplicar o reforzar invo- tariamente la reificaciGn de grupos étnicos existente en la prictica \opolitica con una reificaci6n de dichos grupos en el andlisis social tomar en s ateyorfas verndculas y las nociones de ppantes, porque en parte constituyen nuestro objeto de estutlio, pero no, deherfamos adoptar de forma acritica categorias de la préctica etn ca como nuestras categorias del andlss soci bilidad que merece el sentido comiin étni meciso recordar q jue enuncian los II. Superar el grupismo jonces, ;cémo hemos de entender el conflicto no es, sen- > comin mediante, como conflicto entre grupos étnicos? ;Y cémo vodemos superar el grupismo? Aqui me prapongo esbozar ocho con- partir de las cuales haré algunas inferencias en ina seccién posteror. En la seccién final, ilustraré el argumento consi- derando un.caso empitico. moe Repensar la emicidad, Necesitamos volver a pensar, no solo el conflic- = ne lo que entendemos por etnicidad. No se trata de nico lenomina cardcter performativo. Mediante la invocacién de los; tupos, procuran evocarlos, convocarl se orientan al hacer: estiin concebi movilizar, enfervorizar y energizat. Rei como “cosas del mundo” dotadas de sustancia, los emprendedores eno- len, como sefiala Bourdieu, “contribuir aa produccién de ro ha contribuido mucho a potenciar el Icbate,¢ incluso puede verse como un sintoma de la naturaleza no act icidn en el campo, Se trata mas bien ico de nuestras herrami La reificacidn no es un simple mal hab eso social. Como proceso social, acupa un lugar central en la préctica de la emicidad politizada. Y lo hace con todo derecho, Criticar a los por reificar grupos étnicos serfa una espe- cie de error categorial. La tarea de los emprendedores etnopoliticos hacerlo el imaginario de “grupos” diseretos, concretos, tangibles, deli dos y perdurables-, sino con referencia a relaciones, procesos,cinmicas mntecimientos, desagregaciones. Ello implica reemplazar el concepto le grupos entidades sustanciales por la referencia a categorias pricticas, dasa la creacidn de grupos, 0 inomponente genético de la cxs (Bourdieu, 1991h, pp. 248-251), 89 88 os- sin conside- idiomas culturales, es cluemas cognitivos, marees discursivos, rutinas organiza- eolectiva -ast como, potencialmente, dar cuenta d formas insteuci nals, proyectos poltics y acontecimienos contingentes. tarde forma técita la grupalidad como algo definitoriamente constante, ee-miizaiin, raializacin y nacionalizaciin. como procesos te o perdurable. Nos permite tratar la grupalidad como aconteci- cos. E implica tomar como catego~ go que “ocurre”, a la manera de la célebre concepcién de labors E, P Thompson. Al mismo tiempo, mantiene nuestro luctdia segtin el contexto. Expresadas en tétmi- xd no ocurra, de que raciones son meros esl6ganes; intentaré darles ‘a pesar de los esfuerzos que que siguen. i grupos, ¢ incluso La realidad de ler ¢micidad. Repensar en estos té iplica en absoluto poner en dis- jones idio poder coercitivo ere “raaas". De modo si. nacional ~asi comc> ¢l impactante poder de I y nacionales en algxtNs escenarios no dependen de la e 10s 0 entidades sustanciales to. Desviar Ia atencién del grupo para uso si adoprame ‘quedar claro que (Sacks, 1995, vol. 1, pp. 41, 401; Handel 1978; Jenkins, 1997, pp. 53 ys.) En 1977; McKay y mejor de los casos, potencial para la formacién de un grupo, ¢s decir, para lad”8 imos de forma coherente entre categorfas y grupos, pode- vs problematizar ~antes que presumir— ln relaciGn entre ellos. Podemos preguntar por cl grado de grupalidad asociado a una categoria parti y pot los procesos politicos, sociales, os que invisten de grupalidad a determinadas categorias (Petersen, 1987). Podemos preguntar cémo las pe ~y las organizaciones~ hacen cosas con las eateyorias. Ello incluye restricci6n del acceso a recursos escasos o a determinados cam, actividad mediante la exclusién de individuos que quedan fuera por pertenecer a cierta categorfa (Weber, 1968, pp. 43 y s8., 341 y 55. Barth, 1969; Brubaker, 1992; Tilly, 1998), pero también incluye accio- «1 otros (Levine, 1999), o simplemente “hacerse étnic: iar las trayec- discursivas de ciertas categorfas, es decir, proceso mediante el cual estas se institucionalizan y afianzan en ru nas administra , 1998), a la vex que se insertan en mitos, memotias y narrativas de gran fuerza cultural y resonancia siml torias organizaciona te con algunas diferencis vce al inglés com unui, es “en sf mera (eupuesta) [Gemeinschaf [1 sino apenas un (1964, p. 307; ef. 1968, p. 389). 2 (Armstrong, 1982; Smith, 1986), Podemos estudiar la politica de las categorfas, tanto desde arriba como desde abajo: desde arriba, lan discursivamente, afi insertan a grandes raygos en formas muy d * (Noiriel, 1991; Sleckine, 1994; Brubaker, 1994; Torpey, 2000; Martin, 2001); desde abajo, estudiando la *micro- politica” de las categorfas, los modos en que los categorizados apto- pian, intemalizan, subvierten, evaden o transforman las categorfas que se imponen sobre ellos (Dominguez, 1986). Ademds, si recurrimos Jas categorfas para conferir cias y expectativas estereotipicas referi n como tecutsos en contextos interactives especificos yk pos con niveles crecientes de grupalidad (Bourdieu, 199 veces esto se hace con bastante cinistno. Las insurgencias étnicas y di adoptar lo que en francés se denor ‘ottos tipos, por que busea el sgrupalidad en Kosovo, tanto entre los albanos como entre los ser .y gener un apoyo mayor para el six entre los alhanos de Kosovo! spora, ademas de apuntalar el reclutamiento y los fondos para dicha organizacién. De este modo, 1 de los grupos no fueron la causa no su resultado (Brubak para avanzar contribuye a explicar el No todos los proyectos de constitucién de grupos -n mayor o menor medida) leben su éxito en parte a los materiales culturales y psicolégicos que a su disposicién. Entre el moder 1h experiencia historiea y la accién politica ~que son el produ os pasados~ constrifien y condi- de grupos, Ciertos acontecimientos drésticos, en particular, pue- servir para galyanizar y cristal empoderados y autorizados. Entre ellas se incluyen estades (0 entidades politicas auténomas en sentido mas amplio) y sus componentes orga- nizacionales, tales como determinados ministetios, oficinas, organis- mos estatales de seguridad y unidades de fuerzas armadas; también se incluyen grupos terroristas, organizaciones paramilitares, bandas arma- das y pandillas de estructura més flexible, as{ como partidos politicos, asociaciones étnicas, organizaciones de movimientos sociales, , estaciones de radio, canales de televisién y entidades similares. Algunas de estas onganizaciones pueden representatse a sf mismas, 0 bien pueden ser vistas por otros coma organiaaciones de (0 para) gru- pos étnicos particulares.!! Pero incluso en tales casos no corresponde equiparar las organizaciones a geupos étnicos, porque aquellas (0 més precisamente sus titulares) tienen capacidad para la accién organizada, y por lo tanto son capaces de actuar como protagonistas mas o menos coherentes del conflicto étnico, por el solo hecho de ser org: nes ~y en [a medida en que lo son y poser determinados recursos materiales y organizacionales.!2 Aunque el sentido y karetérica de los participantes atribuyan existencia discreta, delimitacién, cohe- rencia, identidad y agencia 2 los grupos éenicos, estos atributos son en realidad caracteristicos de las organizaciones. El er, el BLx y el PRK ale- gan hablar y actuar en nombre de los ielandeses (catélicos), los alba- nos de Kosovo y los kurdos, respectivamente, pero es imperative que los analistas diferencien dichas organizaciones de los grupos supuest mente homogéneos y delimitados en cuyo nombre ellas dicen actuat. Este argumento no se consteine alas organizaciones militares, parami- claro ests, ciones suelen competit entre ellas por a representar al mismo (supuesto) grupo. A este respecto a perspectiva sobre ls movimientos sociales con referencia ala ipsa en afos recientes por Ia nuova teora de es mow aco por a dentidad, tiene mucho que ofrecer a los estudiantes McCarthy y Zald (1977) hacen una enunciacin incegrada 96 oorganizaciones que se reivindican como voceras y agentes de grupos étnicos, raciales y nacionales (Heisler, 1991). Un tratamiento més acabado y exhaustivo de este tema requerirfa algunas salvedades que aqut yo apenas puedo insinuae. El violencia varfan de acuerdo con cudles sean las organizaciones invol cradas, asf eomo con el modo de participacién de esas organizaciones. Lo que Donald Horowitz (2001) denomina disturbios émicos morifero por ejemplo, dlfiere claramente de las insurgencias étnicas 0 las eam- pafias terroristas organizadas. Aunque las organizaciones (algunas veces cfimeras) pueden desempefiar un papel importante en la preparacién, provocacisn y viabilidad de estos disturbios, gran parte de la violencia real se origina en conjuntos més amplios de participantes que acttan de forma relativamente espontiinea y en situaciones fuertemente pola rizadas que se caracterizan por altos niveles de grupalidad. Mas aun, incluso allf donde las organizaciones son las protagonistas centrales, es posible que dependan de una penumbra de res por parte de simpatizantes que no son miembros. La “representati- vidad” de las organizaciones -el grado en qui acién puede alegar de forma justificada que representa la voluntad, expresa los inte- reses y disfruta del apoyo activo 0 pasivo de sus representados— varfa enormemente, no solo entre las organizaciones sino también a lo largo del tiempo y de una esfera a otra. Ademds, si bien las organizaciones jelen ser las protagonistas del contflicta y no siempre son ‘sus objetos u objetivos. Suele ser mucho més ficil que categorias ente- ras 0 supuestos grupos de una poblacisn sean abjetas, y no sujetos ‘© emprendedores, de la acciGn organizada, Por tiltimo, incluso aparte de las situaciones de violencia, el conflievo émito puede ser amorfo, al nos en parte, ¢ impulsado por individuos que llevan a cabo acciones espontiineas y cotidianas, como las de rechazar, insultar, exigir deferen- conformidad o negar muestras de reconocimiento 0 respeto pro- s de la interacciGn rutinaria (Bailey, 1997). Aun as, a pesar de estas salvedades, resulta claro que los protagonistas principales del conticto étnico y la violencia étnica no son los grupos étnicos como tales 7 El encuadre interpretativo, claro est, se pone a menudo en entredi- cia ~y el conflicto, mas en general-suelen traeraparejadas waciones, y que la relaciGn entre las organizaciones y los gruc s alegan representar suele ser profundam Encuadve y codificacn. protagonistas de entonces que e: violencia cuente como vi preguntas sis Jictas. Imponer un, bre los demas ~hacer que y codificacién narrativa que no se ia sino que la constitwyen como éinica. Bl encuadre puede set un mecanismo clave a través del cual se cons- truye la grupalidad. La metafora del Goffman (19; fen que inciden la violencia y 1e nos hacen ver etnicidad por todas partes res pueden aprovechar ‘os imperantes, y no necesa- gozan los marcos étnicos y nacionales, usando de forma est sienten y experimentan fre étnico para enmascarar intereses de clanes, camari un convincente encuadre ae tata de intnuae que fos clanes as camarlas © codificacién de la interpretaci6n ex post puede ejercer un poderaso xdo mas reales que los grupos étni- efecto de retroal e incremente los niveles de grupalidad. De ah que haya tantas cosas rales y culturales para el encuadre estratégico.. en las batallas por el encuadre interpretativo y la codificacién La eticidad como cognicién.'4 Estas observaciones sobre I del conflicto y la violencia. cconstitutiva de la codificacisn y el encuadre sugieren un sei "Estos patrafos se inspiran en Brubaker y Lattin (1998) 2 sos ptrafos se inspiran en Brubaker eta (2001; 38 99 en romo a la dimensin cognitiva de la etnicidad, La etnicidad, | pertenencia nacional existen solo en y mediante nuestras pei que en otras se a vincular resul- mal), de inferir (¢ inferir erréneament recordar (y olvidar). También se cuentan ens 8 y presupuestos, plasma- cas insticucionalizadas, reactivat la investiga Ia pertenencia nac ne —a lo sumo~ en la torre de al grup «sta formulacin es sabre el mundo -como se le enscfia otros agentes, de lo qi ros necesarios conflcio éinico y violencic cinco ejemplos, antes de pasar al andlisis de un. caso emp\ culo. os en condiciones de enfocar nuestra aten¢ rocesos mediante tar, asf como en aque se ha prestado aten cenmascarar intereses de al tanto del riesgo que co 1s) (Bowen, 1996). 1 vea Ta etnicidad po ” (Brubaker, 1998) para reconocer qt cos por los a representacidn de los permanece obra de mecanismos sociales y nar a medida que se reafirm: we Weber -en un contexto enclave de wwia~ puede tener tanto 0 més el saqueo oportunista y el mercado neg +r, 1999). En segundo lugar, si reconocemos el lugar central que ocupan nes en la violencia y los conllie ;enet las pretensiones de representatividad de quienes jcen hablar y actuar en nombre de grupos étnicos, asf como la natura- ‘grupista por grupalidad real y los supuestos grupos por cosas, nen el mundo. En tercer gar, si advertimos el interés que los ideres étnicos nalistas pueden tener en vivir de la politica, ademés de para la pol la clisica distincién de Max Weber wuede fomentar una etnizacién (Rothschild, 1981; Horowitz, uuestos representados, evitaremos creer de buenas a prime- as alegaciones de los lideres con respecto a las ereencias, los deseos y intereses dle sus represent individuos, los rituales de vir as{ como la promesa y el suministro 102 103 IV. Btnicidad en funcionamiento en una ciudad ransilvana En este punto quisiera agregar sustancia al esqueleto del argumento analttico esbozado antes. Tienta buscar ejemplos relacionados con Estados Unidos. Serfa muy facil sumar puntos retéricos poniendo de relieve el hecho de que los “grupos” que componen el pentagono étnico-raci Snico (Hollinger, 1995) los aftoamericanos, los sisticos es idenses, los blancos, los pueblos originarios y los latinos~ no son en absoluto grupos (con la excepeién parcial de los froamericanas), ticos y arraigadas en las rutinas gubernamentales, a inas organizacionales de los eémputos y las contal les (Office of Management and Budget [Oficina de Ad muy facil senialar la inmensa hetero ino categorfas respaldadas por emprendedores poli- como en otras dad asf como el minima nivel de grupalidad asociado a muchas de is que se computan en Estados Unidos (Gans, 1979; |, extraido de una regin que se caracteriza por niveles tos de grupalidad émica y nacional. Quisiera considerar bbrevemente cémo funciona la etnicidad en el contexto de Europa cen- tral oriental, que se caracteriza por un continuo conflicto étnico nacio- en el nivel de las élites, por momentos intenso, desde la cafda del ‘comunismo (y, claro est, por una historia mucho més prolongada de tensién étnica nacional). A mi entender, este también es un terreno el principal centro administrativo, econémico y eul- Ivana de Rumania. De los cerca de 330.000 4% y el deun desde ten y cultural.!? La ciudad, tal como lo indiqué, ha sido cel escenari inflicto étnico-nacional prolongado, y en apariencia insolubl la caida de Ceausescu en diciembre de 1989. Sin embargo, como con grupos (“los hingaro: -cer el general- mente bajo, aunque fluctuante, grado de grupalidad que caracteriza a este escenario; a confundir los supuestos grupos que invoca la ret6rica émnico-nacional con cosas sustanciales del mundo; a aceptar, al menos de forma técita, la representacién que dicen tener las organizaciones “gnu ny y a pasar contextos cotidianos en los que adquieren significado las les, asf como el “funcionamiento” real de poral categor centtal y oriental, por y 2000, el 15,1%, 43% tos, Esa diferencia puede ‘dentificacicn poblaciones eumana y te la década de 1990 105 eee nt oer enee Teta ad control de una y ampli 5 de educacién en lengua wgara en el marco de la universiclad ya existente antes blecimiento de la universidad hiingara separada que recla (Magyari-Néndor y Péter, jue los datos de las encues- tacos electorales parecen indicar qu ingaros voran jue a la abi, la ma solo vagamente el programa de inicipales co rativamente buencs. Casi todos —tumanos y hiingaros po del conflicto étnico como algo ticos en fi casi todos, \ ubicado en la plaza ciben esa esta nacionalismo bringaro triunfante por sy6 una afrenta del restos “grupos” en cuyo nombre estas ido conflict étnico-pol asola a Cluj desde la caida de Ceaus Un segundo episodio de o intento calculado de affontar yira, se iniciaron excavaciones arqueol6gi- ‘cas frente a la estatua con miras a poner de relieve la temprana presencia romana (y por extensidn, rumana) en el sitio. Un tercer episodio ocu- rri6 en marzo de 1998, el alealde Funar traté de prohibir que los 109 hncingaros Hlevaran a cabo su celebracisn anual del 15 de marzo, en c memoracién de la revolucién de 1848; para colmo de males, ese afio icado especial porque se cumpla el sesquice tenario (Brubaker y Feischmidt, 2002).2! Un episodio final se produjo junio de 1999, cuando se jug6 un partido de fithol con gran desy ‘entre las selecciones nacionales de Rumania y Hungrfa. El partido proyect6 en una pantalla gigante colocada en la plaza principal de Cli} circunstancia en la cual algunos hinchas rumanos cantaron “Afar, afar eu Unguri dn gar! (*Fuera los hiingaros, fuera del pats!) y destrozaron. autos con patente hiingara (Adevarul de Cluj, 1999). En cada uno de estos casos, Ia grupalidad se intensifies ~en espe- mo caso también entre los rumanos-, pero solo modestamente y por un momento pasajero. El pri- ‘mer episodio ocasion6 una protesta hiingara, sustancial pero aislada; el segundo, una protesta mas pequefia; el tercero, cierta inguietud de que sin serias incidentes), y el algunos momentos de preocupacién por quienes pudieran estar en el centro durante el partido de fiitbol inmediatamente después. Sin embargo, incluso en esos momentos en dad definida y solidaria entre quienes no se lucrados en los acontecimientos.”? En resumen, si se cotre el foco desde neontraba en Cli Me alojaba en la casa de un dirigente dela Ansa, ‘era uno de ls mds progresses. Un dia, mi anfitsiin me pregunts los altos les de grupalidad como eventos contingentes, cristalizaciones © oes we se observa en Cluj durante la década de una grupalidad que permanece baja y yrupos que no termi n de adquirie forma ni de cristal Seftalar el nivel relativamente bajo de grupalidad registrado en como la brecha que se abre entre las organizaciones y los alegan representar, no equivale a suge- en este escenario hi que se trate de , para entender cOmo categorfas y no a “los los htingaros” como grupos. ste procedimiento invita a formular un conjunto de preguntas que dlifiere del que viene a la mente cuando se toman los “grupos” como nto de partida. Quien parte de la existencia de grupos no puede preguntar qué quieren o demanclan esos grupos, o cules son sus ypiraciones; c6mo se piensan a s{ mismos, c6mo piensan a los demés fy cémo actdan en relacién con otros grupos. El lenguaje sustancialis- ta que atribuye identidad, agencia, intereses y voluntad a los grupos Incidente que confirma et permaneeido cerrado durante much ha una mejora de las relaciones entre Budapest y el flamante gobiers nidacio de Oxcidente. Funar protest ~en vano- contra Ia deciski e inten ingara, Unas semanas mis tarde, cinco h jocaron una excalera extensible contra el costado plene lu del dia y ante ls ojos de una la policta, mientras Funat los caracte- Tago, un incidente de ese calibre ~aue pode interpretarie como profanacign de un sacrosanto simbolo nacional- habsia ba tao para provoear dsturbioscallejeros. En este caso, nadie pesté demasiadaatenclin; Jcjos del drama sagado, el incidente se codific6 como una farsa. ul fe a formular esas preguntas. Comen- a enfocar la atenci sgorfas étnicas y ni sanizar procesos y relaciones, 61 -s complejas, para art nes y conexiones, para iad para adscri- ’s sobre la base de bre, y en algunos casos la pertenencia a una categoria étni de sentido comiin basado. Iingaras (y ni ngaro) en un escenario de prefabricada de su comporta- hiingaros indica que ones, los ascensos y los despios, justifica 0s [los hingaros} tenemos que trabajar el pata salir adelante (Feischmidt, 2001; Fox, 2001). Estos y muchos otros gran parte un fensmeno cogni indo, y que como tal funciona sado en categories. nicién y el rec estructuran Ta a través de categortas y del senti icas configuran caciones ofici gorfas € regular acciones, dist ia, sino que también echan los cimientos soci ido hiingaro en el seno del 2001). Puesto que las cen los patrones matrimoniales, en el se reproduce a sf mismo, Cabe destacar de este universo los ci toro a categorias émnicas el sistema escolar. Con lad anas, en Cluj hay un sistema escolar en lengua hiingara, pa pal, que va desde el : ea de escuelas privadas, sino de instituciones que forman ve se identi- fican a sf mismas como hiingaras asisten a escuelas hiingaras, pero la los grados primero a cuarto, rados mas avanzados).27 Ademé las en muchos campos del est en el nivel de y de profundo arrai es posible analizar el ites, con ider go (en comparacién con Estad de la etnicidad Service 26, pp. 327-356. Sociery, N° Fredrik Barth (ed. Ethnic Groups aspectos— bajo el | lado son muy dispares, y por el suelen subsumirse , Harvard University p. 229-251 Conflict”, Jounal of ve Violence, P Brubaker, Rog ibridge, Harvard University Press. 47 xd and the National Qu s verity Students in Transylvania”, mono} “Theory and Society, 23 (1), de Andlisis del Centro para el Andi uct. 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