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EL FIN DE LOS GÉNEROS LITERARIOS

(COMENTARIO A ‘EL ORIGEN DE LOS GÉNEROS’ DE T. TODOROV)

Como primera providencia, y en palabras del aquí comen-


tado Tzvetan Todorov, cierto que “el género es el lugar de
encuentro de la poética general y de la historia literaria”, y
que “por esta razón es un objeto privilegiado, lo cual podría
concederle muy bien el honor de convertirse en el personaje
principal de los estudios literarios”1; ahora bien, ello sería
completamente cierto, empero, si no fuera porque la causa y
la finalidad de la literatura tal vez sea más importante aún que
el modo de expresión de la misma, por cuanto es el ‘por qué’
y el ‘para qué’ lo que debería determinar el ‘cómo’, y no vi-
ceversa, igual que al emprender una acción cualesquier es
mejor reflexionar de antemano ‘por qué’ y ‘para qué’ se va a
llevar a cabo dicha acción.
Con todo, acéptese parcialmente la proposición de Todo-
rov, en tanto es sólo en parte cierta, y considérese pues con-
veniente también el estudio formal de la literatura, ya que “a
partir de los detalles pequeños se llegan a conocer las cues-
tiones importantes, y, de lo manifiesto, lo oculto”2. En este
sentido, si el género literario es un conjunto de propiedades
semánticas, formales y pragmáticas que determinan la seme-
janza y disimilitud de un texto respecto de otros textos, y si,
en efecto, “se puede encontrar siempre una propiedad común

1
TZVETAN TODOROV El origen de los géneros (capítulo II); ed. Seuil 1987.
Traducción de Antonio Fernández Ferrer.
2
ESOPO Fábula 95 BCG.
2 Marco Pagano

a dos textos, y, en consecuencia, agruparlos en una clase”3,


será del todo ajustado a razón que “el estudio de los géneros
(...) deba tener precisamente como objetivo último el estable-
cimiento de esas propiedades”4, puesto que son las que jalo-
nan los límites del género en cuestión, tal y como son las aris-
tas de un polígono las que configuran su aspecto y permiten
así su comprensión.
Por ende, y una vez presentadas dichas premisas, atiéndase
con esmero al siguiente pasaje de Todorov, quien, valiéndose
de un estilo abstruso tanto en la forma como en el contenido,
en su ensayo intitulado El origen de los géneros (se supone
‘literarios’) barrunta el supuesto de que por“que la obra
«desobedezca» a su género no lo vuelve inexistente; tenemos
la tentación de decir: al contrario. Y eso por una doble
razón. En principio, porque la transgresión para existir nece-
sita una ley: precisamente la que será transgredida. Podría-
mos ir más lejos:”, dice, “la norma no es visible ―no vive―
sino gracias a sus transgresiones. (...) Pero hay más: (...)
también que, apenas admitida en su estatuto excepcional, la
obra se convierte, a su vez, gracias al éxito editorial y a la
atención de los críticos, en una regla”5. De hecho, lo que
Todorov querría decir es que las impropiedades genéricas de
una obra no sólo posibilitan la existencia de las correlativas
propiedades transgredidas, sino que además dan lugar a un
nuevo género, de modo tal que la impropiedad genérica se
torna propiedad y, según dice, gracias a la industria editorial
y a una prensa complaciente.

3
TZVETAN TODOROV El origen de los géneros (capítulo II); ed. Seuil 1987.
Traducción de Antonio Fernández Ferrer.
4
TZVETAN TODOROV El origen de los géneros (capítulo II); ed. Seuil 1987.
Traducción de Antonio Fernández Ferrer.
5
TZVETAN TODOROV El origen de los géneros (capítulo I); ed. Seuil 1987.
Traducción de Antonio Fernández Ferrer.
El fin de los géneros literarios 3

Pues bien, en primer lugar, sería difícil que una sola obra
más o menos transgresora aniquilara a todo un género pre-
existente, definido y consolidado ―en muchos casos fruto de
una sabia maceración del tiempo y de la pericia de pléyades
de poetas―, de modo que sólo el plantear la posibilidad de
que una obra transgresora pueda ‘volver inexistente’ a todo
un género, por cierto, es tanto como pretender que el Don
Quijote pudiera aniquilar al género épico, el Hamlet pudiera
lo propio respecto de la tragedia, los Tres cuentos respecto de
la lírica o, en fin, que la anécdota pudiera eliminar a la cate-
goría, una insólita novedad a toda una tradición o un hijo
borde a todo su noble linaje anterior: en efecto, sería difícil,
pero, sobretodo, sería injusto para con el tiempo, insolente
para con la tradición y desagradecido para con los antiguos
poetas.
Por tanto, Todorov hace muy bien advirtiendo de que
por“que la obra «desobedezca» a su género no lo vuelve in-
existente”, ―en caso que un género pudiera dar ‘órdenes’ a
‘su’ obra y ésta pudiera ‘desobedecerlas’ u ‘obedecerlas’6―,
en cambio, no parece desenvolverse tan bien cuando profiere
que “la norma no es visible ―no vive― sino gracias a sus
transgresiones”; de hecho, profiriendo semejante exabrupto
no va “más lejos”, antes bien, se precipita ‘demasiado lejos’:
tan lejos como el acierto lo está del error. ¿O acaso habrá de
ser despreciado el consejo de que “tanto en el universo como
en la vida, en las ciudades como en la naturaleza, debe ser
más venerado lo que precede en el tiempo que lo que le sigue
(...)”, esto es, “el levante más que el poniente, la aurora más
que el crepúsculo, el principio más que el fin, la generación
6
En realidad, que una obra no siga los caracteres apropiados a un género
concreto la sitúa de facto fuera de dicho género, ya sea por un proceso de subli-
mación de dichos caracteres (superación) o bien por un proceso de aberración de
los mismos (degeneración).
4 Marco Pagano

más que la destrucción (...), los autóctonos más que los foras-
teros (...); los líderes y fundadores de una ciudad (más que
los otros ciudadanos), y, en general, los dioses más que los
daímones, éstos más que los semidioses y los héroes más que
los hombres, y, entre éstos, más los que son causa de naci-
miento que los más jóvenes”7, en modo tal que se subordinen
los ancianos a los jóvenes, los héroes a los hombres vulgares,
los daímones a los semidioses, los dioses a los daímones, y,
en particular, que se subordinen los fundadores de una ciudad
a los demás ciudadanos, los autóctonos a los forasteros, la
destrucción a la generación, el principio al fin, la aurora al
crepúsculo; el levante, que se subordine al poniente, y que el
pasado sea por causa del futuro, y no el futuro por causa del
pasado? ¿Cómo podría uno pergeñar semejante dislate?
¿Cómo iba a existir la ley por causa de la trasgresión, si la
trasgresión es trasgresión de algo que está prestablecido?
¿Cómo transgredir una ley que no ha sido reglamentada aún?
Ea pues: ¿para qué dar más vueltas en torno a la roca o a la
encina?: una ley precede al acto que la transgrede, y la tras-
gresión es tal por causa de una ley (natural o convencional)
previamente estatuida8. De hecho, que “apenas admitida en
su estatuto exepcional, la obra (transgresora) se convierta, a
su vez, (...) en una regla” implica que sólo entonces podrá
ser, a su vez, transgredida, pero nunca antes, puesto que to-
davía no se ha convertido en regla: hete aquí la flagrante con-

7
PITÁGORAS SAMIO (fr.256 BCG).
8
En caso de ser transgredida por aberración (degeneración), la ley no sufre
menoscabo, sino la concordia de la ciudad, en primera instancia, y su trasgresor,
en último término; y así como una obra aberrante se sitúa de facto fuera de los
géneros nobles y lejos de los cánones de lo sublime (propiedades genéricas), un
transgresor de la ley se sitúa fuera de su comunidad ―en caso de transgredir
una ley convencional― y lejos de los favores de los dioses ―en caso de trans-
gredir una ley natural―.
El fin de los géneros literarios 5

tradicción del pretendido argumento, ya que no es la trangre-


sión la que permite la regla, sino que la reglamentación pre-
cede siempre a la aberración, y, por ende, la permite.
Sea como fuere, el hecho es que tal vez Todorov jamás
aceptara que “la ley antigua es la mejor”9, pues “no conjetu-
ra, cual un hombre razonable, lo nuevo por lo de antaño” 10,
y tal vez nadie le reprendió con poderosa voz, mirándole a los
ojos, para advertirle de que “no se debe en absoluto promo-
ver desórdenes, sino servirse de las leyes antiguas”11, y segu-
ramente por ello es por lo que concluyó indolentemente, in-
cluso quizá con cierta satisfacción, que “la obra (transgreso-
ra) se convierte, a su vez, gracias al éxito editorial y a la
atención de los críticos, en una regla”. En efecto, Tzvetan,
en la era moderna ya no se canoniza una obra gracias a los
canales tradicionales, esto es, a través de la comunidad, que
otrora refrendaba las obras de sus poetas cantándolas con go-
zo en fiestas, ritos, certámenes, incluso durante las activida-
des más cotidianas, legándolas así a la posteridad, sino me-
diante canales industriales, Tzvetan, esto es, a través del áni-
mo de lucro de las corporaciones editoras, a través de com-
plejas estrategias mercantilistas y a través de los aparatos de
publicidad masivos.
En fin, si esto sucediera así y uno fuere testigo de ello,
¿cómo honestamente podría, ante la desmesurada prolifera-
ción de nuevos géneros y subgéneros literarios acaecida des-
de época moderna, evitar denominar a este proceso ‘la dege-
neración de la literatura’, o, incluso, ‘el fin de los géneros
literarios’? ¿Cómo? Ciertamente, y si esto fuera así y uno
fuere testigo de ello, debería proclamar con las entrañas sere-

9
HESÍODO fr.322 BCG.
10
SÓFOCLES Edipo Rey 915-916.
11
JENOFONTE Helénicas II 4,42.
6 Marco Pagano

nas que “ninguna institución ha surgido peor para los hom-


bres que el dinero: él saquea las ciudades y hace salir a los
hombres de sus hogares; él instruye y trastoca los pensa-
mientos nobles de los hombres para convertirlos en vergon-
zosas acciones; él enseñó a los hombres a cometer felonías y
a conocer la impiedad de toda acción”12, y ello también res-
pecto de la poesía: aquel arte que el dinero convirtió en litera-
tura; como consecuencia, pues, “las corrientes de los ríos
remontan a sus fuentes y la justicia y todo está alterado: en-
tre los hombres imperan las decisiones engañosas y la fe en
los dioses ya no es firme”13: ahora se antepone la anécdota a
la categoría, el modo al objeto, la forma al contenido, la no-
vedad a la tradición, la transgresión a la regla, la obra se an-
tepone al género, el yo se antepone a la colectividad y todo se
ha trastocado ya.
Escucha Tzvetan, y tú grábatelo en tus mientes: “cuando a
la constelación del «yo-aquí-ahora» se le atribuye un lugar
tan excepcional,” no solamente “podemos preguntarnos si la
ilusión egocéntrica no tiene nada que ver con ello”14, sino
que ‘debemos denunciar que la ilusión egocéntrica tiene mu-
cho que ver con ello’, y dejar atrás la indolencia y la pusila-
nimidad tan propias de esta nuestra era moderna.

12
SÓFOCLES Antígona 295-301.
13
EURÍPIDES Medea 410-414.
14
TZVETAN TODOROV El origen de los géneros (capítulo I); ed. Seuil 1987.
Traducción de Antonio Fernández Ferrer.
LA SOLUCIÓN AL PROBLEMA
DE LOS GÉNEROS DISCURSIVOS
(COMENTARIO A ‘EL PROBLEMA DE LOS GÉNEROS DISCURSI-
VOS’ DE M. BAJTÍN)

Y resulta muy relevante el hecho de que, merced a los mo-


dernos e industriales medios de comunicación literaria, por
cierto, recuas de literatos, pseudo-intelectuales, sofistas y
cuentistas puedan amontonarse en el ágora de las letras sedu-
ciendo a la masa para venderles sus productos, puesto que
ello evidencia hasta qué punto la literatura es una degenera-
ción de la poesía. Y sin embargo, ante semejante cúmulo de
anuncios es debido escuchar al amigo cuando advierte que
“nunca las muchas palabras han sacado a la luz una senten-
cia sensata: busca una sola cosa que sea sabia, una sola ex-
celente; así harás callar las lenguas de palabras infinitas de
los charlatanes”15, y no sólo porque estos charlatanes obtie-
nen un sueldo mollar mediante su vana verborrea, sino por-
que, además, para un hombre decente y de bien no hay mejor
cometido que el de ahogar la mentira abigarrada y reflotar la
sencilla verdad.
Pues bien, hubo otrora un especímen de la citada ralea lla-
mado ‘Miguel Bajtín’, el cual fue capaz de ensartar miríadas
de vocablos para distinguir el lenguaje escrito del oral y el
enunciado respecto de la oración, y para aseverar, como si
fuera algo tremendamente novedoso, que el lenguaje, sea es-
crito u oral, es una actividad dialógica en la que intervienen

15
LÍRICA GRIEGA ARCAICA Lírica Popular frag. 106 BCG.
8 Marco Pagano

diversos interlocutores: diríase que para este viaje no hacían


falta tantas alforjas. De hecho, si Bajtín hubiera expuesto los
antedichos postulados con sencillez y honestidad nada podría
reprochársele, sin embargo, actuó de muy diferente manera:
primero los retorció desfigurándolos y luego los recubrió de
una prosa inconexa y desproporcionada. Siendo así su expo-
sición de algo en origen tan elemental, en efecto, mucho es lo
que debe serle reprochado, y para empezar, el que haya nutri-
do sus entrañas con requiebros prosaicos de tan burdo jaez.
Pero hay que seguir, y, en última instancia, terminar con lo
empezado, tal y como el círculo no se detiene hasta completar
su recorrido. Y es que el propio Bajtín inicia torpemente su
tosco enunciado, por cierto, cuando por un lado admite que
“se subestima, si no se desvaloriza por completo, la función
comunicativa de la lengua (cuando) se analiza desde el punto
de vista del hablante, como si hablase solo sin una forzosa
relación con otros (interlocutores)”16, y, por otro, denomina
al conjunto de modos de expresión del lenguaje ‘géneros dis-
cursivos’, como si la expresión del lenguaje fuera siempre en
modo discursivo: ¿por qué omite la posibilidad de denominar
a ese conjunto ‘dialéctica’, ‘comunicación’ o ‘interlocución’,
entre otras opciones? Así pues, ¿no es el propio Bajtín quien
‘subestima, si no desvaloriza por completo, la función comu-
nicativa de la lengua’, por cuanto encumbra su argumentación
con el concepto ‘discurso’ y no ‘diálogo’, ‘dialéctica’, ‘co-
municación’, ‘interlocución’, o incluso ‘discurso dialéctico’
todo lo más, de manera que ‘la analiza desde el punto de vista
del hablante, como si hablase solo sin una forzosa relación
con otros interlocutores’, modo de expresión cuyo paradigma
es el ‘discurso’ tiránico? ¿No es así en buena medida el dis-
curso de Miguel Bajtín?
16
M. BAJTÍN El problema de los géneros discursivos; capítulo II pág.256.
La solución al problema de los géneros discursivos 9

Por consiguiente, y habida cuenta el razonamiento ahora


contrastado, entiéndase que el concepto rector del lenguaje no
es el ‘discurso’ ―y en este sentido resulta inapropiado em-
plear el término ‘géneros discursivos’―, sino el ‘diálogo’, de
modo que en este sentido sería apropiado hablar de ‘géneros
dialécticos’, cuando no de ‘dialéctica’, llanamente, en tanto
no hay otro concepto que rija el lenguaje con tanta propiedad.
A su vez, Bajtín divide la dialéctica (que él llama ‘géneros
discursivos’) en ‘géneros discursivos primarios (simples)’ y
‘géneros discursivos secundarios (complejos)’, correspon-
diendo en buena medida a la expresión oral y escrita respecti-
DIALÉCTICA
(ENUNCIADOS INTERLOCUTIVOS)
Literalidad Oralidad
(géneros literarios) (registros del habla)
– g r a d a c i ó n p r a g m á t i c a +

vamente; pues bien, desestimada la denominación ‘géneros


discursivos’ allá, por ende, ha de desestimarse también aquí,
y por las mismas razones, ¿o acaso no sería más sencillo y
justo denominar a los modos de expresión oral como ‘regis-
tros del habla’ (registro culto, vulgar; formal, coloquial; aúli-
co, burlesco, etc.), y a los modos de expresión escrita, ¡por
Zeus!, ‘géneros literarios’? Entonces, ¿por qué diantre com-
plicar los estudios filológicos? ¿Tal vez para mamar de la
ubre funcionarial diciendo lo mismo con distintas palabras
que, a la postre, confunden, abotagan, desaniman y subyugan
al indefenso alumnado? ¿Tal vez para vender su huera charla-
tanería a los más incautos, de modo que el sebo pueda flore-
cer en redor su vientre? ¿Tal vez para una cosa y otra y al
mismo tiempo? ¡Ea pues!, ¡ánimo para todos los mercachifles
de la literatura!; ¡se abren nuevas oportunidades lucrativas en
el ámbito de la dialéctica: “se han estudiado, principalmente,
10 Marco Pagano

los géneros literarios”17, pero “la importancia de los géneros


y estilos familiares para la historia de la literatura no se ha
apreciado lo suficiente hasta el momento”18; así pues, ¡apre-
suraos a descuartizar todo lo concerniente a los registros del
habla, fundad una nueva subespecialidad dentro de la especia-
lidad de la lingüística, llamadla ‘pragmática’ y engordadla
embutiéndole todo tipo de efectos, causas y concomitancias:
cuanto más engorde ella más os lo agradecerá vuestro vientre!
En su caso, Bajtín optó por distinguir entre oración y
enunciado, como si ambos conceptos tuvieran poco en
común; y sin embargo, ¿acaso la oración y el sentido de la
oración podrían tener poco en común? ¿No será que una cosa
y otra son lo mismo, aunque entendido como ‘oración’ en el
aspecto sintáctico-estructural y como ‘enunciado’ en el aspec-
to semántico-pragmático? ¿Es que acaso un enunciado no se
compone de una o más oraciones, ya sea concatenadas me-
diante coordinación (parataxis) o subordinación (hipotaxis)?
Y ahora respecto a los enunciados mínimos y máximos, que
según Bajtín no son oraciones: los mínimos porque considera
el análisis de las elisiones “una aberración sintáctica: al ana-
lizar una oración determinada separada de su contexto se la
suele completar mentalmente atribuyéndole el valor de un
enunciado entero”, y remata de modo sensato que, “como
consecuencia de esta operación, la oración adquiere el grado
de conclusividad que la vuelve contestable”19, por cuanto es
oración y enunciado a un tiempo, lo cual Bajtín no obstante
rechaza al considerar el análisis elíptico ‘una aberración
sintáctica’; y los máximos, porque considera que un seguido
de dos o más oraciones no conforman una oración, sino algo

17
M. BAJTÍN El problema de los géneros discursivos; capítulo I pág.249.
18
Ibid.; capítulo II pág.288.
19
M. BAJTÍN El problema de los géneros discursivos; capítulo II pág.272.
La solución al problema de los géneros discursivos 11

distinto (?) o nada (?!), por lo cual osa decir que “la intencio-
nalidad de nuestro enunciado en su totalidad puede, cierta-
mente, requerir, para su realización, una sola oración, pero
puede requerir muchas más”20, en tanto parece dar a entender
que ‘muchas más’ oraciones no conforman una sola oración,
ya sea mediante coordinación o subordinación.
Pues bien, por un lado, decir que el fenómeno de la elisión
sintáctica es muy común en el lenguaje, y normalmente se
emplea para evitar redundancias innecesarias; entonces, para
efectuar su análisis sintáctico se acude al contexto o a oracio-
nes precedentes, de manera que se recompone la oración que
subyacía parcialmente elidida. En efecto, ello no parece ser
ninguna aberración sintáctica, sino una sencilla recuperación
de elementos subyacentes. ¿O acaso es una aberración que
donde se oiga “¡muy bien!, ¡bravo!, ¡qué lindo!, ¡qué ver-
güenza!, ¡qué asco!, ¡imbécil!”21 se entienda ‘¡muy bien
(hecho)!, ¡bravo (es esto)!, ¡qué lindo (es)!, ¡qué vergüenza
(da)!, ¡qué asco (das)!, ¡imbécil (eres)!’, Bajtín, y, en conse-
cuencia, se analice cada expresión como oración dotada de
verbo principal? ¿Acaso analizándolo así no se revela mejor
el verdadero enunciado? ¿Si resulta inadecuado, para qué sir-
ve entonces la sintaxis, si no puede valerse de la semántica
precisamente para reflejar lo mejor posible un enunciado?;
incluso en expresiones como “¡mar!; ¡mar!”22, Bajtín, aun-
que olvidaras que la gritaron menos de diez mil griegos23,

20
Ibid.; capítulo II pág.271.
21
M. BAJTÍN El problema de los géneros discursivos; capítulo II pág.275.
22
Ibid.; capítulo II pág.275.
23
La expresión está tomada de JENOFONTE Anábasis IV 7,24 (¡θάλαττα!;
¡θάλαττα!); si bien de los diez mil que empezaron la expedición quedaban por
entonces unos ocho mil seiscientos, según Anábasis V 3,3, pues “estos se salva-
ron; pero los otros perecieron por culpa de los enemigos, de la nieve y alguno
por enfermedad”.
12 Marco Pagano

deberías poder entenderla, y, por ende, analizarla sintáctica-


mente en tanto dicen ‘¡(veo) mar!, ¡(veo) mar!’, y, a su vez,
deberías comprender de una vez por todas que las interjeccio-
nes, como “¡eh!”24, son tipos de vocativos que equivalen a
una oración principal, en tanto que toda interjección com-
prende en sí misma el sujeto y el predicado. Y es que parece
evidente que la oración es el correlato sintáctico del enuncia-
do, de modo que donde haya un enunciado debe haber una
oración; ¿para qué, pues, romper dicho correlato, sino para
crear confusión, desorden y aprovecharse de ello con insolen-
cia atroz?
Por otro lado, el fenómeno de la coordinación y subordina-
ción oracional es omnipresente en el lenguaje, de modo que
no existe oración que no esté coordinada o subordinada a
otra: de hecho, los párrafos de un textos son oraciones coor-
dinadas que conforman una sola oración, la cual a su vez se
coordina o subordina con la oración del párrafo siguiente, y el
conjunto de párrafos-oraciones de una obra conforman una
gran oración, que se corresponde con el enunciado completo
de la misma: aquélla en el ámbito sintáctico-estructural, éste
en el semántico-pragmático. Por consiguiente, el enunciado
no es sólo “la unidad real de la comunicación discursiva”25,
sino también una oración o un seguido de oraciones, concate-
nadas mediante parataxis o hipotaxis, entendidas en el aspec-
to semántico-pragmático, y que se corresponde con el mensa-
je completo de la oración u oraciones; asimismo, que todo
mensaje espera una respuesta, sea por acción u omisión, pare-
ce demasiado obvio como para convertirlo en materia de es-
tudio, y que esto llegue a suceder evidencia la corrupción, la
incuria y el nepotismo que padece el actual sistema educativo.

24
M. BAJTÍN El problema de los géneros discursivos; capítulo II pág.260 (nota).
25
M. BAJTÍN El problema de los géneros discursivos; capítulo II pág.260.
La solución al problema de los géneros discursivos 13

Dicha corrupción, dicha incuria y dicho nepotismo, en


efecto, ha permitido que el tal Miguel Bajtín pergeñara una
deformidad literaria como la que sigue, si bien “algunos ile-
trados, que por sus humos parecen ser alguien, quedan al
descubierto por su verborrea”26, asimismo, al descubierto
queda Bajtín cuando propala que “el menosprecio de la natu-
raleza del enunciado y la indiferencia frente a los detalles de
los aspectos genéricos del discurso llevan, en cualquier esfe-
ra de la investigación lingüística, al formalismo y a una abs-
tracción excesiva, desvirtúan el carácter histórico de la in-
vestigación, debilitan el vínculo del lenguaje con la vida.
Porque el lenguaje participa en la vida a través de los enun-
ciados concretos que lo realizan, así como la vida participa
del lenguaje a través de los enunciados. El enunciado es
núcleo problemático de extrema importancia”27.
Y es que un análisis pormenorizado del pasaje no deja lu-
gar a dudas sobre la vanidad con la cual está escrito, en pri-
mer lugar, porque valiéndose de ocioso aparato denomina
‘detalles de los aspectos genéricos del discurso’ a lo que
podría llamarse, sencillamente, ‘propiedades genéricas o de
registro’, o bien ‘propiedades retóricas’, ‘de estilo’, etc.; a
continuación, porque dice que ‘la indiferencia respecto de
éstas y el menosprecio a la naturaleza del enunciado condu-
cen al formalismo y a una abstracción excesiva’, aunque en
realidad sucede casi lo contrario: ‘el desprecio al enunciado y
la indiferencia frente a las propiedades genéricas conducen al
literalismo y a una particularización excesiva’, en cambio,
‘un aprecio excesivo de la naturaleza del enunciado y la obse-
sión frente a sus propiedades genéricas llevan ―ahora sí―, a
valorar la forma del enunciado más que el contenido del

26
ESOPO fábula 188 BCG.
27
M. BAJTÍN El problema de los géneros discursivos; capítulo I pág.251.
14 Marco Pagano

mismo (formalismo), y a abstraer su mensaje a favor de cir-


cunloquios lingüísticos, meta-lingüísticos y para-lingüísticos,
(abstracción excesiva), por cierto, más propios de un esteta de
vitrina que de un filólogo sencillo y de a pie. Asimismo, di-
cha obsesión ultra-lingüística es justamente lo que engorda
hasta el vómito el ‘carácter histórico de la investigación’, y,
en efecto, cercena ‘el vínculo del lenguaje con los actos’; de
hecho, el propio Bajtín se muestra muy aficionado a las pam-
plinas formalistas, por ejemplo, cuando anuncia que “la defi-
nición misma del estilo en general y de un estilo individual en
particular requiere un estudio más profundo tanto de la natu-
raleza del enunciado como de la diversidad de los géneros
discursivos”28; y no menos formalista y superficial parece,
por cierto, cuando pontifica que “un estudio más o menos
profundo y extenso de los géneros discursivos es absoluta-
mente indispensable para una elaboración productiva de to-
dos los problemas de la estilística”29, ni parece que haga otra
cosa a fuer de exigir una abstracción excesiva del lenguaje; es
más, parece un esteta redomado cuando sentencia que “donde
existe un estilo, existe un género”30, mandando a tomar vien-
to el hecho de que un mismo estilo (verbigracia el alambica-
do) pueda hallarse en géneros diversos (verbigracia en un
drama y en un ensayo).
Sea como fuere, el hecho es que Miguel Bajtín postuló su
teoría cual “Adán bíblico que (se relaciona) con objetos
vírgenes, aún no nombrados, a los que debe poner nom-
bres”31, como si antes de su advenimiento nunca nadie hubie-
re considerado la relevancia del significado de la oración, del
interlocutor, del espacio comunicativo o de los aspectos es-
28
Ibid.; capítulo I pág.252.
29
M. BAJTÍN El problema de los géneros discursivos; capítulo I pág.254-255.
30
Ibid.; capítulo I pág.254.
31
Ibid.; capítulo II pág.284.
La solución al problema de los géneros discursivos 15

tilísticos de cada registro del habla. En efecto, subsumido en


su megalomanía, llegó a convencerse de que aquello con que
él topaba por vez primera topaba con la humanidad entera por
primera vez, y sintiose impelido a mostrar como problemas
para todos lo que sólo suponía un problema para él. Según
Bajtín, pues, resulta un problema que antes de su advenimien-
to “el problema general de los géneros discursivos jamás se
haya planteado”32; otrosí, según el susodicho, “la diferencia
entre los géneros primarios y secundarios es extremadamente
grande y es de fondo”, y (cojan aire), “el estudio de la natu-
raleza del enunciado y de la diversidad de las formas genéri-
cas de los enunciados en diferentes esferas de la actividad
humana tiene una enorme importancia para casi todas las
esferas de la lingüística y la filología”33; otrotanto, no sin
menos fatuidad asegura que “el enunciado es núcleo pro-
blemático de extrema importancia”34, o que “el vínculo
orgánico e indisoluble entre el estilo y el género se revela
claramente en el problema de los estilos lingüísticos o fun-
cionales”35, y no sólo para él, sino para toda la humanidad;
como también señala como problema para la literatura uni-
versal el que haya “una falta de comprensión de la naturale-
za genérica de los estilos” y “la ausencia de una clasifica-
ción bien pensada de los géneros discursivos según las esfe-
ras de la praxis, así como de la distinción, muy importante
para la estilística, entre géneros primarios y secundarios”36,
y, sin embargo, no da a entender cuál es su comprensión de la
naturaleza genérica de los estilos, ni tampoco presenta su cla-
sificación ‘bien pensada’ de los géneros discursivos, en cam-
32
Ibid.; capítulo I pág.249.
33
Ibid.; capítulo I pág.250-251.
34
Ibid.; capítulo I pág.251.
35
Ibid.; capítulo I pág.252.
36
M. BAJTÍN El problema de los géneros discursivos; capítulo I pág.253.
16 Marco Pagano

bio, sí hecha en falta la distinción, ‘muy importante’, entre


géneros primarios y secundarios, porque nadie anterior a él
entendió qué implica la diferencia entre oralidad y escritura.
Y es que Miguel Bajtín fue un tipo ‘muy importante’, y sus
géneros discursivos son incluso “correas de transmisión en-
tre la historia de la sociedad y la historia de la lengua”37; de
hecho, no tiene escrúpulo alguno al insistir en la seria adver-
tencia tantas veces como sea preciso para lograr el efecto an-
helado de ‘importancia’: en efecto, “el estudio de la natura-
leza del enunciado y de los géneros discursivos tiene (...) una
importancia fundamental”38, y no en menor medida “la im-
portancia de los géneros y estilos familiares para la historia
de la literatura no se ha apreciado lo suficiente hasta el mo-
mento”39 ―esto es, hasta su llegada al mundo―, por bien
que “el problema de la concepción del destinatario del dis-
curso tiene una enorme importancia para la historia litera-
ria”40, y Miguel Bajtín nos la ha indicado, porque también él
es muy ‘importante’ para la historia de la socio-lingüística
‘pragmático-teoreticativatoriatal’.
Ahora bien, “el problema resulta ser mucho más comple-
jo”41 aún de cómo lo ha presentado Bajtín, y para satisfacción
de sus secuaces y pregoneros de batín, “el problema está le-
jos de estar agotado por todo lo que acaba de exponerse”42;
así pues, en caso de ser cierto que “el sentido del objeto del
enunciado (debe quedar) agotado”43, y que sólo entonces es
tal, porque “posee, por decirlo así, un principio absoluto y un

37
Ibid.; capítulo I pág.254.
38
Ibid.; capítulo I pág.255.
39
Ibid.; capítulo II pág.288.
40
Ibid.; capítulo II pág.289.
41
Ibid.; capítulo II pág.281.
42
M. BAJTÍN El problema de los géneros discursivos; capítulo II pág.277.
43
Ibid.; capítulo II pág.266.
La solución al problema de los géneros discursivos 17

final absoluto”44, la tediosa y obsesiva perorata de Bajtín no


sería un enunciado, antes bien, se daría la paradoja de que,
Miguel Bajtín, el teórico del ‘Enunciado’, formuló su teoría
no mediante un enunciado, sino mediante un cúmulo de ora-
ciones inconexas carentes de sentido completo. Y es que, co-
mo dice el filósofo riente, “debe decirse la verdad en lugar de
hablar demasiado”45, y que responda otro por Bajtín, que en el
presente no hay sólo uno, sino muchos enunciados en uno.

44
Ibid.; capítulo II pág.260.
45
DEMÓCRITO ABDERITA frag.704 BCG.
LA MÉLICA, REINA DE LA TRÍADA CLÁSICA

O que no lo haga, si no lo desea su ánimo voluble, o que


gracias a él se responda a sí mismo, por cierto, sólo en caso
que entienda el uso de las palabras como algo importante en
tanto éstas se vinculan a los hechos.
Y es que a la pregunta del prelado italiano Antonio Min-
turno “aquel que trata temas divinos y humanos para la ala-
banza de los dioses o los hombres, aquel que reprende las
faltas, aquel que implora, que trata temas alegres o festivos,
¿no se implica acaso en una acción?”46, en efecto, se debe
responder sí: se implica en una acción, y sobre todo en estos
casos propios a los himnos y ditirambos (alabanza de los dio-
ses), a los encomios y epinicios (alabanza de los hombres), a
los yambos y diatribas (reprensión de las faltas), o a las eleg-
ías y monodias (imploración, alegría y fiesta). E incluso no
sólo se debe responder eso, antes bien, ha de añadirse que,
por cierto, quien trate esas cuestiones en sus poemas es, en
efecto, de entre los poetas, el que más se implica en una ac-
ción, puesto que opta por expresarse mediante el modo lírico-
narrativo, lo cual implica no adoptar otra personalidad a fuer
de la propia. En contraposición al poeta lírico, por cierto, se
halla aquel poeta que se aliena de la acción mediante títeres,
y, por ende, enajena al auditorio merced las más varias pasio-
nes representadas por los títeres. En medio de uno y otro,
pues, debe situarse a aquel bardo que condimenta la Musa

46
MINTURNO De poeta (1559).
20 Marco Pagano

con sazón agridulce, en tanto que su modo de enunciación no


es del todo mimético ni narrativo ni su yo es del todo ajeno ni
propio.
Así pues, el género lírico es el menos mimético, en el cual
el espectador se muestra más activo y en donde el poeta ―a
través de la ‘persona locuens’ en muchos casos― revela un
mayor grado de implicación y canta “sus sentimientos reales
antes que sentimientos imitados”47; y aunque “los sentimien-
tos pueden ser fingidos lo mismo que las acciones”48 el poeta,
al cantar en primera persona la melodía ―sea un aedo o un
rapsoda― asume de pleno dicha ficción y de pleno muta su
naturaleza, como los oficiantes en una liturgia religiosa, y si
finge un sentimiento es él mismo quien lo finge respecto de sí
mismo, pero no imita a otro individuo ni deja de ser él mismo
en momento alguno, por más que asuma un ‘yo genérico o
colectivo’: de hecho, para el aedo lírico tradicional la comu-
nidad forma parte intrínseca de su propio yo, de manera que
en él no hay imitación, sino una plena y consciente ‘asunción’
(εἰσποίησις) de yoes.
Por el contrario y en sentido inverso, para el aedo dramáti-
co no hay asunción, sino ‘imitación’ (μίμησις) de yoes o de la
personalidad de cada uno de estos yoes, y, siendo así, en efec-
to, ocurre que siempre anda imitando a otro individuo y nun-
ca es él mismo: retuerce por completo su propia naturaleza y
modela una ficción desde fuera ―sea un tragediógrafo o un
comediógrafo― al delegar dicho drama en terceras personas,
quienes, a su vez, ‘fingen sus sentimientos y sus acciones’
por igual y por igual ‘cantan sentimientos fingidos antes que
sentimientos imitados’, de manera que es el género dramático

47
GÉRARD GENETTE Géneros, „tipos‟, modos; pág.208. Traducción de Ma-
ria del Rosario Rojo.
48
Íbid.; pág.208.
La mélica, reina de la tríada clásica 21

en donde el poeta revela un mínimo grado de implicación, el


espectador se muestra menos activo y el modo es de lo más
mimético.
Por último, entre el género lírico y el dramático se hallaría
el género épico, si es cierto que “en la vida se da lo alto, lo
bajo y lo intermedio”49; sin embargo, como también es cierto
que “en los humanos se dan todo tipo de vicios, además de
todo tipo de virtudes y opciones de vida”50, de estos tres
géneros poéticos elevados surgirán otros tres subgéneros vul-
gares. En efecto, ya antaño convivían con la tragedia tanto la
sátira como la comedia, y, con la epopeya, la fábula o el
cuento, pero fue tras el sometimiento de la honorable Anti-
güedad a manos del imperialismo atroz que, por cierto, de la
epopeya degeneró la pueril novela, y, de la lírica mélica, ¡por
Hécate y el can Cerbero!, la vanidosa romántica y las mons-
truosas vanguardias, y ello sucedió, sin duda, de la misma
manera que la monarquía (mélica) halla su opuesto en la ti-
ranía (romántica-vanguardias), la aristocracia (epopeya) en la
oligarquía (novela-cuento) y la democracia con leyes (trage-
dia) en la democracia sin leyes (sátira-comedia)51, siendo la
monarquía el más excelso régimen de los tres elevados y
siendo la democracia con leyes el régimen menos dañino de
los tres vulgares52.
Sea como fuere, esta tripartición genérica (lírica-épica-
drama) ―y no sólo de ‘modos de enunciación’, como aduce
el tal Genette― proviene del mismo Platón, y, por ende, ya

49
PLATÓN República IX 584d3-4. Traducción del editor.
50
TEOGNIS I 623-624. Traducción del editor.
51
Cf. PLATÓN Político 302e – 303b.
52
De modo tal que la sucesión de régimen peor a régimen mejor sería ‘tiran-
ía, oligarquía, democracia sin leyes; democracia con leyes, aristocracia, monar-
quía’, y, a su vez, la sucesión de género peor a género mejor rezaría ‘romántica-
vanguardias’, ‘novela-cuento’, ‘sátira-comedia’; ‘tragedia’, ‘epopeya’, ‘mélica’.
22 Marco Pagano

desde mucho antes de los románticos y vanguardistas se “ex-


amina de hecho lo lírico, lo épico y lo dramático, no ya como
meros modos de enunciación, sino como auténticos géne-
ros”53. En efecto, la tríada clásica es establecida por Platón
desde el aspecto formal en tanto separa διήγησις ἁπλόος
(narración pura), διήγησις διὰ μιμήσεως (narración mediante
imitación) y διήγησις διὰ αμφοτέρων (narración entre am-
bas), o en tanto afirma que τῆς ποιήσεώς καὶ μυθολογίας ἡ
(διήγησις) μὲν διὰ μιμήσεως ὅλη εστίν (...) · τραγῳδία τε
καὶ κωμῳδία; ἡ δὲ δι’ ἁπαγγελίας αὐτοῦ τοῦ ποιητοῦ,
εὕροις δ’ ἂν αὐτὴν μάλιστα που ἐν διθυράμβοις, ἡ δ’ αὖ δι’
αμφοτέρων ἔν τε τῇ τ῵ν ἐπ῵ν ποιέσει πολλαχοῦ δὲ καὶ
ἄλλοθι (hay una [narración] de poesía y de mitología por
completo mimética: la tragedia y la comedia; otra represen-
tada por el poeta mismo, que encontrarás sobretodo en los
ditirambos, y a su vez otra mixta en la poesía épica así como
en otros muchos lugares)54.

53
GÉRARD GENETTE Géneros, „tipos‟, modos; pág.226. Traducción de Ma-
ria del Rosario Rojo. No deja de ser curioso que Genette considere ‘meros’ a los
modos de enunciación en contraposición a los géneros, como si los modos de
enunciación fueran de una menor importancia para la poética.
54
PLATÓN República III 394b9-c5. Traducción del editor.
La mélica, reina de la tríada clásica 23

ELEVADO VULGAR
Objetivo Subjetivo
Paradigma Muestra
Tradición Innovación
Ejemplaridad Cotidianidad
Las cosas como han de ser Las cosas como son
LÍRICA

+
yo propio
narrativo

(RAZÓN-SENTIMIENTO)

Romántica (interno)
Mélica
Vanguardias (externo)

imp lica ció n


espectador activo espectador pasivo
m í m e s i s

ÉPICA

yo mixto
(SENTIMIENTO-EMOCIÓN)
mixto

Novela (interno)
Epopeya
Cuento (externo)
espectador mixto espectador mixto
DRAMA
mimético

yo ajeno
(PASIÓN-EMOCIÓN)
Sátira (interno)
Tragedia
Comedia (externo)


+

espectador pasivo espectador activo

De hecho, a tenor del texto aquí arriba citado ―y en con-


creto de la expresión ‘sobretodo en los ditirambos’― se ha
propuesto que Platón jamás llegara a incluir la lírica en la
célebre tríada, sino otro tipo de poemas innominados, por lo
cual ciertos eruditos de espejo y reflejo rechazan que la tríada
‘lírica-épica-drama’ estuviera ya presente en la concepción
platónica de poesía; sin embargo, Platón no parece esconder-
se en misterios ni aludir a otra cosa que a la lírica cuando
asevera que οἷος τυγχάνει ὁ θεός ὤν ἀεὶ δήπου
ἀποδοτέον, ἐάντέ τις αὐτὸν (ποιητής) ἐν ἔπεσιν ποιῇ
ἐάντε ἐν μέλεσιν ἐάντε ἐν τραγῳδίᾳ (tal como el dios resul-
ta ser debe representársele, tanto si este mismo [poeta] com-
pone en versos épicos, como en mélicos, como en tragedia)55,
ni cuando de seguido a su magnífica apuesta por la poesía
55
PLATÓN República II 379a7-9. Traducción del editor.
24 Marco Pagano

lírica advierte que, εἰ δὲ τὴν ἡδυσμένην Μοῦσαν παραδέξῃ


ἐν μέλεσιν ἢ ἔπεσιν, ἡδονή σοι καὶ λύπη ἐν τῇ πόλει
βασιλεύσετον ἀντὶ νόμου τε καὶ τοῦ κοινῇ ἀεὶ δόξαντος
εἶναι βελτίστου λόγου (si en cambio admites a la Musa
edulcorada en los versos mélicos o épicos, el placer y el do-
lor reinarán en tu ciudad, en vez de la ley y el relato que
siempre se considere es el mejor para la comunidad)56, y la
experiencia entonces no sería precisamente lírica o épica, sino
trágica.
Asimismo, a estos ciertos literatos de grupa y aúpa no se
les debe permitir de ningún modo que sigan propalando el
bulo de que “en el IIIer libro de la «República», Platón justi-
fica su conocida decisión de expulsar a los poetas de la Ciu-
dad”57, ya que decide expulsar sola y exclusivamente a un
tipo de poetas puramente imitativos, ἄνδρα δὴ ὡς ἔοικε
δυνάμενον ὑπὸ σοφίας παντοδαπὸν γίγνεσθαι καὶ
μιμεῖσθαι πάντα χρήματα, εἰ ἡμῖν αφίκοιτο εἰς τὴν πόλιν
αὐτός τε καὶ τὰ ποιήματα βουλόμενος ἐπιδείξασθαι,
προσκυνοῖμεν ἂν αὐτὸν ὡς ἱερὸν καὶ θαυμαστὸν καὶ ἡδύν,
εἴποιμεν δ’ ἂν ὅτι οὐκ ἔστιν τοιοῦτος ἀνὴρ ἐν τῇ πόλει
παρ’ ἡμῖν οὔτε θέμις ἐγγενέσθαι, ἀποπέμποιμέν τε εἰς
ἄλλην πόλιν μύρον κατὰ τῆς κεφαλῆς καταχέαντες καὶ
ἐρίῳ στέψαντες, αὐτοὶ δ’ ἂν τῶ αὐστηροτέρῳ καὶ
ἀηδεστέρῳ ποιητῇ χρῴμεθα καὶ μυθολόγῳ ὠφελίας
ἕνεκα · ὃς ἡμῖν τὴν τοῦ ἐπιεικοῦς λέξιν μιμοῖτο καὶ τὰ
λεγόμενα λέγοι ἐν ἐκείνοις τοῖς τύποις οἷς κατ’ ἀρχὰς
ἐνομοθετησάμεθα, ὅτε τοὺς στρατιώτας ἐπεχειροῦμεν
παιδεύειν (así, a un varón que se le supone capaz, gracias a
su destreza, de realizar todo artificio y de imitar toda cosa,

56
Íbid. X 607a5-8. Traducción del editor.
57
GÉRARD GENETTE Géneros, „tipos‟, modos; pág.188. Traducción de Ma-
ria del Rosario Rojo.
La mélica, reina de la tríada clásica 25

éste, si nos llegara a la ciudad en tanto que dispuesto a mos-


trar sus poemas, nos prosternaríamos ante él por cuanto es
santo, admirable y placentero, pero le diríamos que no hay
en nuestra ciudad un varón semejante ni permiso para que en
ella se engendre, y lo enviaríamos a otra ciudad vertiéndole
mirra sobre su cabeza y coronado con lana, pues nosotros
recurrimos a un tipo de poeta más austero y desagradable
como recurso para la narración de mitos: aquel que imite
para nosotros el relato de lo conveniente y exprese las pala-
bras mediante aquellos modales que desde un principio re-
glamentamos, cuando tratábamos sobre cómo educar a los
militares)58; esto es, ὅσον μόνον ὕμνους θεοῖς καὶ ἐγκώμια
τοῖς ἀγαθοῖς ποιήσεως παραδεκτέον εἰς πόλιν (de poesía
sólo es aceptable en (nuestra) ciudad lo que sea himnos a los
dioses o encomios a los buenos)59, lo cual no significa ―no
para nadie honrado y cabal, sí para los protervos― que Platón
decida expulsar a los poetas de ningún lugar; en todo caso,
significa que acoge a los poetas mélicos e incluso a los épi-
cos, puesto que a fuer de valerse de la narración lírica
(μέτριος ἀνήρ) διηγήσει χρήσεται οἵᾳ ἡμεῖς ολίγον
πρότερον διήλθομεν περὶ τὰ τοῦ Ὁμήρου ἔπη, καὶ ἔσται
αὐτοῦ ἡ λέξις μετέχουσα μὲν ἀμφοτέρων μιμήσεώς τε καὶ
τῆς ἄλλης διηγήσεως, σμικρὸν δέ τι μέρος ἐν πολλῶ
λόγῳ τῆς μιμήσεως ([un varón mesurado] se valdrá de una
narración tal como la que nosotros poco antes tratábamos
acerca de los versos de Homero [esto es, como la narración
de Homero pero más piadosa], y su expresión estará mezcla-
da alternativamente de imitación y narración pura, pero en
un relato extenso la parte de imitación será breve (...); de tal
modo ha de ser, por fuerza, un rétor semejante [es decir, me-

58
PLATÓN República III 398a1-b4. Traducción del editor.
59
Íbid. X 607a3-5. Traducción del editor.
26 Marco Pagano

surado])60, y, en último extremo, puede afirmarse que Platón


―a través de sus ‘personae locuentes’― acepta la poesía
mimética inclusive, en tanto ἐάν ἡ ἑμή (...) νικᾷ,
(παραδεξόμεθα) τὸν τοῦ ἐπιεικοῦς μιμητὴν ἄκρατον (si la
victoria ha de ser mía, [acogeremos] al [discurso] no mez-
clado, imitativo de lo conveniente)61, precisamente el género
usado por el propio Platón: el mimético puro de lo convenien-
te, esto es, el diálogo filosófico: πασ῵ν γὰρ ἐκείνην γε
ἐκκριτέον, οἷον θεὸν ἐξ ἀνθρώπων, ἐκ τ῵ν ἄλλων
πολιτει῵ν (y es que a éste de hecho se le debe separar
―como a un dios respecto de los humanos― de todos los
demás [géneros literarios])62.
Por lo tanto, ni Genett ni cualquier otro debería insistir ni
en los pormayores ni “en los pormenores ni en la desvalori-
zación tan conocida de los modos mimético y mixto”63 de
Platón, porque sencillamente todo ello es falso, aunque lo
berreen cien mil borregos como él, y por lo tanto no debería
―ni él ni cualquier otro como él― en absoluto decir que
Platón “sólo considera aquí las formas de la poesía «narrati-
va»”64, ni que “facilita la marginación de los poetas”65 ni
líricos ni épicos ni dramáticos, en caso que éstos narren o re-
presenten buenas y bellas acciones.
A decir verdad, Platón describe las propiedades genéricas
de los modos lírico, épico y dramático, de manera que αὐτοῖν
τὸ μὲν σμικρὰς τὰς μεταβολὰς ἔχει, καὶ ἐὰν τις ἀποδιδῶ
πρέπουσαν ἁρμονίαν καὶ ῥυθμὸν τῇ λέξει, ολίγου πρὸς

60
PLATÓN República III 396c5 y 396e4-10. Traducción del editor.
61
Íbid. III 397d4-5. Traducción del editor.
62
PLATÓN Político 303b4-5. Traducción del editor.
63
GÉRARD GENETTE Géneros, „tipos‟, modos; pág.188. Traducción de Ma-
ria del Rosario Rojo.
64
Íbid.; pág.188. Traducción de Maria del Rosario Rojo.
65
Íbid.; pág.189. Traducción de Maria del Rosario Rojo.
La mélica, reina de la tríada clásica 27

τὴν αὐτὴν γίγνεται λέγειν, τῶ ὀρθ῵ς λέγοντι καὶ ἐν μιᾷ


ἁρμονίᾳ ―σμικραὶ γὰρ αἱ μεταβολαί―, καὶ δὴ καὶ ἐν
ῥυθμῶ ὡσαύτως παραπλησίῳ τινί (uno de los dos [dis-
cursos ―esto es, el lírico respecto del dramático―] contiene
pequeñas variaciones, y si alguien reprodujera la armonía y
el ritmo adecuados a lo que se dice, acabaría por explicar
respecto de él bien poco, [salvo] lo que [éste] relata correc-
tamente y en un único acorde ―ya que las variaciones son
pocas―, además de con un ritmo en tal modo semejante)66; y
en este sentido τὸ μὲν πολλὴν μίμησιν καὶ ποικίλην ἔχει τὸ
ἀγανακτητικόν, τὸ δὲ φρόνιμόν τε καὶ ἡσύχιον ἦθος,
παραπλήσιον ὂν ἀεὶ αὐτὸ αὑτῶ, οὔτε ῥᾴδιον μιμήσασθαι
οὔτε μιμουμένου εὐπετὲς καταμαθεῖν (lo que conlleva mu-
cha y variada mímesis es lo apasionado, mientras que lo sen-
sato y de carácter tranquilo, lo cual es siempre igual a sí
mismo, ni es fácil de imitarse ni de percibir su donaire en
caso de ser imitado)67, habida cuenta la sutileza de su expre-
sión poética, que es propia no de la muchedumbre moderna y
complaciente, sino de hombres de entrañas prietas que aspiran
al conocimiento de lo divino; y, por cierto, no para vanaglo-
riarse de ello sito en la comodidad, antes bien, para salir del
lodazal y emprender el arduo ascenso hacia la virtud.
Es por ello, en efecto, por lo que el poeta lírico no osa es-
conderse tras sus personajes, cual titiritero tras sus monigotes,
y, bien al contrario, asume su obra de la raíz a la punta y se
implica a fondo ―tanto como le permite el uso de la pala-
bra―, en la transmisión a sus semejantes de lo que él hones-
tamente cree es la justicia y la piedad: aquélla porque es útil
para con los humanos nacidos para la muerte, ésta porque lo
es para con los dioses que por siempre existen.

66
PLATÓN República III 397b6-c1. Traducción del editor.
67
Íbid. X 604e1-4. Traducción del editor.

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