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TAN AMABLE, EDUCADO Y LIMPIO No era la primera vez que experimentaba la misma sen- sacién de abandono al pasar por una crisis. El dinero se esfuma, los amigos se esconden, las mujeres me ignoran, pierdo el control con la bebida; el suefio se convierte en eso: un suefio inalcanzable. Pero esta vez la sensacién era més intensa, como si todo Jo anterior fuera una retacerfa de malos augurios a la que sélo hacia falta coser para con- vertirla en un traje a mi medida. Regresé tarde del trabajo. Mi sueldo era suficiente como para no morir de hambre y tan eficaz como para ha- cerme olvidar durante meses el sabor de la carne que no fuera suadero. No acostumbro salir después de las cuatro de la tarde, pero ese dfa me llegé el rumor de que estaba en la lista de despidos. Preocupado, pasé la jornada lu- cubrando lo que harfa con mi archivo de recortes de pe- riédico, Durante afios habfa entrenado mi lectura para escarbar minucioso entre kilos y mas kilos de tediosa in- formacién, historias que hicieran menos predecibles las a1 sg con mis amigos ¥ mi mujer En cuanto con Hloriquees, chismes 0 a des. mediato desvio la charla ha- conversacione: aguno de ellos empicr2 * hogar blemas, de 1m ahogar sus problema : Ginana de mis historias de archivo. Baste un ejemplo para entender su V alia: Agencies. Una pareja de jabalfes y sv ceria deambularon durante una hora por M. tras emigrar de los montes cereanos. las principales avenidas de la her~ mosa ciudad de Al parecer, su trato cada ver mas frecuente con excur~ sionistas que les tiraban comida, 1os habfa hecho creer que la vida en Ia ciudad serfa menos dura pues cada oto- fio bajaban de peso mientras se escondian de los eaza- dores en las cada vez més escasas reas boscosas. La policfa los capturé ayucdnndose de potentes sedativos pero ‘poco después Jos animales murieron por causa del estrés que les provocé su paseo por una de las avenidas més suntuosas del mundo. Quienes los vieron recorriendo Jas avenidas como lo haria cualquier turista maravilla- do por los contrastes y similitudes con la propia tierra, dieron muestras de panico, burla o rechazo patente, lo que terminé aislando a los jabalies, haciéndolos presa f§cil del equipo de salvamento de la policfa, donde por cierto figuraba un cabo aficionado a la caza del sabro- so animal. Ahi tienen. Por primera vez se me presentaba el dile- ma de salvar ne fi wu de salvar ml archivo sin que nadie en la ofcina se 072 anes i que transportaba en cuatro cajas de cart6n. En casa nobabfa lugar y mi mujer seguramente no permitiria que tadlenara con mas trebejos que obstaculizaran su eruza- dy contra las cucarachas. Nunca lo decia, pero ella me sulpaba dela plaga. Di un largo rodeo para llegar a casa. Querta reflexionar sobre mi futuro y el de los recortes mientras anochecfa sin darme cuenta. Cuando Hegué al barrio prendf un cigarrillo que ter ming justo antes de abrir el zaguén del edificio, Dentro, en el tablero de avisos habia un mensaje escrito con plumén rojo: “a LOS InQUILINOS DEL DEpto. 404 FABOR DE PASAR @ LIQUIDAR SU CUENTA DEL gAs 0 de LO CONTRARIO SE LES CORTARA EL SERVISIO. AttEntAMENtE: LA MESA DIRECCIVA”. Se referfan a nosotros. Pensé que la amenaza no serfa cumplida en bien de las normas de convivencia vecinal, asf que subf los treinta y cuatro escalones confiado en que la representante nos esperarfa hasta la siguiente quincena. Inchiso podia afiadir una nueva excusa a mis retrasos: es- taban por correrme del trabajo. Abrf la puerta. Los encontré sentados en el comedor tomando café. Angelita me quedaba de frente y él de es- paldas. —Buenas noches —dije desconcertado al no reconocer del todo a la visita. Buenas noches, respondieron a dio pero él no se digné a voltear. Mi mujer se levanté de in- mediato, vino hacia mf y tomandome del brazo me llevé con su invitado. —Cref que ya se conocian —dijo ella. £1 volteé en el acto Para extenderme la mano. Me quedé paralizado. Era yo mismo a quien saludaba. Recuperdndome de la impresion comencé @ estudiarlo. Eramos ae us aad ha. bia algo en ae lo ee te, lejano, como si tras ¢] én no hubiera nada. cates puleramente vestido y afeitado, Su ropa erg sgéntica a la mia pero nueva y bien planchada. Incons. ventemente me Tlevé una mano a la barbilla y luego ala sabeza slo para comprobar la aspereza del mentén sin rasurar y el desalifio del pelo grasiento. Sus zapatos lustrosos eran el antepasado de los mfos antes de cambiarles las suelas por primera vez. No dije nada, y mi doble tampoco. Me esirechd la mano y fue a Ta sala después de inclinar la cabeza, cortésmente. Pren- dié el televisor y después de seleccionar el programa a su gusto —uno cémico, que detesto— se arrellané en el sillén y parecié olvidarse de nosotros. Tomé a Angelita del hombro y la Ilevé a la cocina. —Quién es este fullano? —pregunté con mis curiosidad que enojo. ~Tenfa bastante tiempo rondando por la cuadra, varias veces nos topamos pero yo no me decidia a hacerle caso. Pensé que era un desempleado. Siempre me daba los bue- nos dfas. jEs tan amable, educado y limpio! Varias veces me hizo uno que otro regalito. Un dfa me ayudé con la bolsa del mandado, y otro me presté para completar lo de la tintorerfa. De inmediato supe que no suftia por dine- ro. Recuerdas el vestido que te dije que compré en abo- nos?, él me lo regalé. Las iiltimas chuletas de puerco que comiste fueron parte de una despensita que él me llevé 2 escoger. Estaban riquisimas, © no? a eaccioné como el perro de Pavlov mientras mi mujer continttaba su historia, Yo dudaba si era justo agradecer- a mi doble tantas atenciones. “Pero lo que mas me convencid de traerlo es que todos veeinos lo conocen y les cae muy bien. Hasta orga- un asado en el Desierto de los Leones el préximo Quieres venir?, él no tendrfa ningtin inconve- Ie los niz domingo. niente. Le he platicado de ti y dice que a pesar de todo, no le molestas, Por cierto, ya pagé el gas, asf que no te preo- cupes por e] aviso. Mafiana mismo lo rompo. ‘Tantas maravillas en una sola persona me dejaron inudo, Saqué mis cigarrillos del saco y cuando iba a pren- der uno tuve que desistir: -Le molesta el humo. No fuma. Guardé la cajetilla, miré a Angelita a los ojos (por cier- to irradiaban alegrfa) y dije. —¢¥ qué se supone que vamos a hacer? —De entrada se queda a vivir aqui. No notards la dife- rencia. De hecho, decidimos que puedes quedarte hasta que ertcuentres otro lugar, sélo procura no tardar mucho. La sangre se me subié a la cabeza y estuve a punto de inme encima del intruso, pero Angelita me agarré de los brazos y amenazé decidida: ~No vayas a hacer un berrinche. El no tiene la culpa de nada. Soy yo quien lo trajo y estoy muy contenta. Eres tt quien ya no tiene sitio aqui. Es mejor que actties como adulto y aceptes los hechos. A Jo mejor consigues una mu- Jer que se parezca a mi. 25 Ciertamente Angelita no era mi ideal pero hasta ese alia pensé que vivfamos a gusto uno con el otro. Del eno. jo paséal desconcierto y de éste, ala resignacién, Por Ig ‘henos las cosas se estaban planteando de tal manera que dejaban fuera la posibilidad de pensionar a mi mujer, o de tun drama pasional digno de los recortes de periédico que seguia con tanto interés, pues no estaba dispuesto a pe- Jear por lo que suponta mio. No estaba seguro, pero creo que lo que habfa desarmado mi orgullo era la serenidad y madurez de ambos ~de mi doble y de Angelita~. No te- nia nada que objetar: era yo mismo el que se quedarfa en casa, salvo que no estarfa mas en ella. Fui al refrigerador por la tiltima cerveza. De la alace- na tomé tres vasos y regresé a la sala. Me cref obligado a condescender.con la feliz pareja. Angelita estaba sentada junto a él abrazndolo recargada en su pecho. Cuando no- taron mi presencia se miraron tiernamente a los ojos. Me senté en el sillén y acerqué un vaso a mi doble. =No bebo, gracias. Su rechazo, frio pero cordial, no me dio oportunidad de iniciar una charla. El crefa que todo estaba explica- do. Y en cierta forma tenfa razén. Tomé del pico de la botella y acabé la cerveza de unos cuantos sorbos. Eruc- té, Después me arrellané en el sill6n, pensativo. Puse una mano como visera para ver con disimulo a la feliz pare- Ja. Recordé cierto caso de nota roja donde un tridngulo amoroso se resolvié con un volado. El perdedor sacé st havaja y se la enterré en Ja espalda a su rival. La mujer hhuy6y no se volvi6 a saber de ella hasta muchos atios des 26 gs: vivia al SU del continente, se sacé la loteria y aho- és: ¥1 . ns ea de una cadena de boneterias, Se casé y tie- yaes tos. . ae @)se levant6, toms la botella vacia y fue a sacota para trarleen a basura. Angelite sprovech para re recémata. Mi doble regres6 y dij: * No me molesta que tomes, pero por favor procura ti- quieres quftate el saco, rar las botellas en la basura. porlo en Ja silla, estaras mas cémodo. Me morfa de pena. Lo peor que me podfa ocurrir era que me Hamaran Ja atencidn. No dije nada, ni siquiera lo miré, pero décilmente y sin levantarme, seguf su sugeren- cia y puse el saco sobre mis piernas. Angelita salié de la recémara vestida con un camison nuevo de seda negra, untado al cuerpo. Bien peinada y con un poco de maquillaje para darle color a las mejillas. Cargaba una colcha. Con esto no pasarés fifo en la noche -dijo al momen- to de ponerla en el sofa. Sin darme tiempo de protestar, tomé a mi doble por la cintura y entraron a la recémara. Escuché claramente el seguro de la puerta. Lo primero que hice fue cambiar de canal. Solo, en la que antes fue mi estancia, podia decidir por lo menos una noche més lo que verfa en la television. Me quité la camisa y acerqué un cenicero al pie del sofa. Recostado, pasé horas divagando frente a las imagenes # color cubiertas por edredones de humo. La cabeza me daba vueltas, Angelita en todo momento me habfa sido fiel a7 y segtin decfa, sincera. Aunque ahora que lo pienso, mero fue sincera y después fiel. Me cambiaba por otro, como Yo, pero en algo diffren, te, Incluso se podia ir con 61 ala cama, sin remordimients y estando yo presente. Un yo que ya no era yo, Pero sin duda con cualidades que a Angelita la hacfan sentirse tisfecha. No supe en qué momento me quedé dormido. Desper. té tarde y no fui a trabajar. Alguien hab{a apagado la tele (no dudo que haya sido él), Encontré junto a la entrada varias cajas de cartén con mi nombre inscrito. Contenfan pri. mi ropa y otras pertenencias. Me di un batio y me vest{ lo mejor que pude después de buscar entre las cajas un pantalén que no se hubiera arrugado al empacarlo, Fui ala cocina a preparar café y encontré un recado en el re- frigerador: “Todo cambio es para bien, espero que ast lo tomes y que lo més rapido posible encuentres depa. Te queremos”. Esa tarde renté un cuarto de azotea en un barrio cer- cano. Cupieron todas mis cajas, incluyendo las de recortes. Con la mitad de mi liquidacién pagué tres meses de ren- ta por adelantado. No sé c6mo se enteré Angelita de mi nuevo domicilio (de seguro él lo investigé). En Semana Santa recibo por correo fotos donde aparecen los dos, 1m! sonrientes en alguna playa. Las he pegado en el techo par® verlas en lo que me quedo dormido. Sinceramente creo hacen una bonita pareja.

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